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Presented to the
UBRARY ofthe
UNIVERSITY OF TORONTO
by
THE DEPARTMENT OF
SPANISH AND PORTUGUESE
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in 2009 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/obrasdelopedeveg12vega
OBRAS
DE
LOPE DE VEGA
OBRAS
DE
LOPE DE VEGA
PUBLICADAS
POR I.A
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
(NUEVA EDICIÓN)
OBRAS DRAMÁTICAS
TOMO XI!
MADRID
Sucesores de Rivadeneyra, S. A
Paseo de San Vicente, nOm. 20
1 930
PRÓLOGO
(i)
Las comedias de este tomo son más conocidas y han sido más estudiadas
que las de los anteriores, por haberlas impreso Don Juan Eugenio Hartzen-
busch, en la colección de Lope de Vega que hizo para la Biblioteca de Autores
españoles. Seremos, pues, mucho más breves que de costumbre en lo que
tenemos que decir sobre ellas, limitándonos a exponer su primitiva biblio-
grafía, ediciones sucesivas y manuscritos antiguos cuando existen y no son
conocidos, ya que nada de esto se halla en la mencionada edición de Autores
españoles.
La impresión ha sido hecha, no sobre el texto de Hartzenbusch, que no
ofrece seguridad alguna, y no porque sea malo, antes al contrario, por ser
demasiado bueno, o sea muy corregido y enmendado, según el sistema de
publicación de aquel insigne literato.
Hartzenbusch, por no afear (según él entendía) con notas los textos
clásicos que publicaba, corregía las erratas, completaba versos, suplía los
que faltaban y ordenaba a veces el texto en forma distinta, todo ello sin
advertirlo; de modo que es muy fácil hoy, al citar un pasaje cualquiera, temar
por frasfe o palabra de Lope de Vega, palabra o frase no suya, sino del
editor. En las erratas, aun en las no evidentes, acertó casi siempre, justo
es declararlo; porque, al fin, era un gran poeta y muy conocedor del estilo
y gusto de Lope. Pero cuando suple o enmienda, ya es distinto. Es la lengua
castellana tan rica en giros, en sinónimos y en formas gramaticales, que
todas las cosas pueden decirse de dos o más maneras y todas pueden estar
bien o ser muy aceptables; este es el escollo y el gran peligro de los que
pretenden adivinar lo que un autor dijo cuando se han perdido o alterado
los términos precisos en que le plugo expresarse. En tal caso, las enmiendas
(i) Deberemos ante todo salvar algunas
feas erratas que a ixltima hora se han desliza-
(\o en el Prólogo del tomo VIII, impreso inme-
(jiatamente antes de éste: Pág, v, línea 7, dice
«Libro»; léase «Mas». Pág. Xii, línea 14, dice
«Consejo»; léase «Conde». Pág. xvi, línea 16,
dice «las damas»; léase «dos damas». Pág. xxv,
línea 6, dice «impresiones»; léase «supresiones».
VI
PROLOGO
O adiciones pueden ponerse (nada más licito ni más conveniente) en notas o
con signos que indiciuen su procedencia; pero no lo es encajarlas en el texto
como si fuesen i)ropias del autor editado.
\'arias comedias de este tomo y de otros que habrán de seguir parecerán,
V desde luego lo son, menos correctas que las mismas en el texto de Hartzen-
busch: pero el de ellas es más seguro o, a lo menos, no ha sufrido una in-
terpolación moderna: los disparates, si lo son, serán de los editores o im-
presores antiguos; pero no serán falsificaciones de la época actual. Y con
esto creemos haber dicho bastante para justificar el hecho de no haber se-
guido el texto de la célebre Biblioteca Rivadeneyra. Quizá más adelante,
cuando puedan emprenderse verdaderas ediciones críticas y se discutan, con
abundancia de datos y textos, las enmiendas o adiciones que se propongan
acabarán por aceptarse muchas de las hechas por Hartzenbusch, y no será
l)oca gloria para su nombre; pero hoy no estamos aún en ese caso.
I. El desprecio agradecido.
»
Esta comedia se imi)rimió i)riinero en /,í/ J'c(/ü del Parnaso, que dio
al ])úblico en 163/ la hija de Loi)e de Vega, Doña Feliciana, asesorada por
el Licenciado Ortiz de \'illena, gran admirador de Lope, que llegó a reunir
una colección más completa de sus obras ({ue la misma familia del autor (i).
Se reimprimió exactamente, salvas las erratas, en la Parte XXV (Zaragoza.
1647) <íc ^^ colección es])ecial de Koi)e de Vega y fué de nuevo reimpresa, en
Madrid en 1^04, por Ouiroga, y luego i)()r Hartzenbusch, en su colección de
Lope, tomo 2.", páginas 254 y siguientes.
]*ero antes se había ])ublicado ya en la í\irlc XXX ÍX de la colección
de líscof/idas (2), aunque con el título de La dicha por el desprecio, y atri-
buííla a Don Juan de Matos l^ragoso, (|uizá i)ara poder representarla como
nueva.
(i) Im Vef^a del Parnassu. I'<irtc I. ¡'i>y el
Phenix de España Frey J.npe l-clix de Vega
Carpió, del hábito de San Iiiati, I'rocurador J-'is-
cal de la Cámara A postñlica. Dirigida al lixcc-
lenfissitnn Señor iJotí Luis l-'ernandez de Cór-
doba, Cardona y Araron, Duque de Sessa... Ma-
drid, Imprenta del lieyno, 1037.
4."; 4 hojas prcls. y 292 foliudas. Dc-dicato-
rja finnada iK)r I.uis <U- Tsati-jíiii, yi-rno dt-
I/OJH-. ;\jjrol)ac¡»'m dtl Maistro José di- \'aldi-
vielso, firmada en Madrid, a 26 de agosto de
1635. Dice (jue estando escribiendo esta apro-
bación falleció Lope, en lo cual hay error o en
la fecha (|Ui' le ]nis<). l'róloj^o del Licenciado
Jo.sé Orí i/, de \illena. Texto.
( ) l'artc treinta y nueve de Comedias nue-
vas de los nteiores ingenios de España... Un Ma-
drid, l^or José Fernandez de liuendía. Año 1O73.
4.'^; 4 hojas prels. y 442 págs. lis la cuarta co-
\ media del tonro y va de la \yÁ\i. ni) a la 154.
PRÓW3G0 VII
Si no supiéraniüs por otros muchos datos que el plagiario portugués solía
prestarse a estas falsedades, aparecería increíble el cinismo de quien se atri-
buye la paternidad de una obra ajena sin más que suprimir algunos versos
de ella y cambiar el título y el principio y el final de la misma.
La dicha por el desprecio principia así:
Bern. Con un salto cuando menos
la vida así se rescata.
Sancho. Más vale salto de mata,
señor, que ruego de buenos.
Bern. Por ser la tapia tan alta
fué milagro quedar vivo.
Sancho. El salto ha sido excesivo.
Bern. Más teme quien mejor salta.
Pero ¿quién a la justicia
no respeta, cuando es cierto
que a un hombre he dejado muerto?
Sancho. ¡Lo que obliga una caricia!
El final, dice:
Al,EX. No pude haber sucedido
mayor dicha en tal desprecio,
si acaso os merece un víctor.
Son los Únicos versos diferentes que Matos escribió; y aun de estos tres,
los dos primeros están de la obra antigua; porque hasta las erratas dejó
pasar, como se verá por las notas que ponemos al texto igual en todos los
impresos.
Esta hermosa comedia es toda de la invención de Lope, y ofrece en Li-
sarda un bellísimo carácter femenino, tan honesta y a la vez tan resuelta,
tan dulce y tan apasionada.
La obra es ciertamente de la última época de Lope de Vega; pero no es
seguro que sea posterior a i633, como dice H. A. Rennert (i), fundado en
un pasaje singular de esta pieza (página 4), en que se dice:
Inés. Pu^s un libro y esta vela
os serán de gran provecho.
D. Ber. ¿Quién es?
Inés. Parte veintiséis
de Lope.
D. Ber. Libros .supuestos
que con .su nombre se imprimen.
Esta mención, tan fuera de lugar, acredita que la publicación de dicha
parte debía de ser nuiy reciente cuando T,ope escribía, i)ero no de \G?)?>.
(i) Bibliography of thc dramatic works of Lope de Vega. New York, 19 15: pág. 163.
VIH
PROLOC-O
Rennert, y antes Barrera, suponían que, habiéndose publicado en Bar-
celona, en i633, una Parte XXI WI de Lope, la XXVI sería muy poco anterior.
La deducción no es segura, ni mucho menos. La Parte XXVI existe (i),
pero tiene la fecha de 1645, 1^ cual nos prueba que hay una edición anterior,
que es la ([ue cita Lope en su comedia; pero de qué fecha es lo (jue por ahora
no sabemos.
En la comedia se menciona también al ilustre general Don (jonzalo de
Córdoba, el vencedor de Fleurus, hermano del Duque de Sessa, protector de
Lope. Pero la expedición militar que allí se da como coetánea de la comedia
no se realizó: pues Don Gonzalo, después de su mediana gestión en el Mi-
lanesado. se retiró a ^lontalbán, cabeza de su encomienda, donde murió el
mismo año que T,ope, unos cuantos meses antes que él.
IL Dineros son calidad»
Esta interesante comedia se imprimió en la Parte XXIV de las de Lope,
iniblicada en Zaragoza en i633 (2). Después se reimprimió en una Parte VI
de la colección de Escogidas, impresa en Zaragoza en 1653 (3), y dif érenle
de la (jtra Parte ÍV. de la misma ciudad e imprenta, pero del año siguien-
(i) Barrera: Catálogo; pág. 682. ;
(2) Parte | veynte y qvatro \ de las comedias \
I del Fénix de España \ Lepe de Vega Carpió. \ \
y las mejores qve hasta \ acra han salido. \ A ■
Don Diego de Virto de Vtra Capitán de In-
fantería Española. \ (Un jarroncito.) Con licen-
cia, y privilegio. \ En garage f a, por Diego Dor-
mer, \ en la Cuchillería, año 1633. | A costa de
lusepe Ginobart Mircadtr de Libras. (Esta por-
tada con orla.)
4/; 4 hojas prels. y 23O fols. Sign. A-(ig,ií
Port.; V. en bl. — Hoja 2.": «Titvlcs de las |
comedias contenidas 1 tn este libro.» — i. La ley
Hxe<utada; 2. Si-luas y bosques de amor; 3.
Mxanu-n de Marid.os; 4. MI f|ue Dirán; 5. I,a
honra por la mujer; '>. I'"I amor bandolero; 7.
La mayor d «-gracia de Carlos V y hcclii-
zera de Argel; 8. Ver, y no creer; u. Dineros
.síjn calidad; 10. De rjnando acá nos vino;
II. Amor, j)l ito, y desafío; 12. I<a mayor vic-
toria.
Vuelto: Licir.cia: (^'arago<;a a 25 de enero
'1' '''•^i; Aprobacifpii •]•■ I»i<i"> <1<- Morlants:
Zarago(;a, 17 de febrero de 1631. — Hoja 3.-^
Privilegio: Zarag09a 18 de Hebrero de 1631
(Acaba en la primera mitad del \nielto). —
Hoja 4.*: Dedicatoria por lusepe Ginobart: Za-
ragc9a, 16 de febrero de 1633. Texto.
(3) Parte sexta de comedias escogidas de los
mejores ingenios de España, Zaragoza, por los
herederos de Pedro Lanaja, Impresor del Reyno
de Aragón, 1653.
4.'' Contiene obras de I^ope, Valdivielso, Mira,
Belmente, Monroy, Cordtro, Rojas, Alarcón y
Calderón, lís la sexta comedia de 'este tomo.
Pero como al año siguiente se publicase en
Madrid la verdadera Izarte 17 de la colección
de Escogidas (de la cual hoy no se conoce nin-
gún ejemplar) con distintas comedias, también
la reimprimieron los mismos impresores tn el
mifino año de 1654. De la parte \'I de 1O53
no se conoce más ejemplar (\\u- uno cu la Bi-
blioteca nacional de Viena. No hemos vis^o
la comedia de Lope según él, aunque, como
tan ])osttrior es de suponer que sea mera re-
impresión de la edición de Zaragoza, 1633.
PROLOGO IX
te (i). Se reimprimió luego suelta sin lugar ni año, y por último, en la colec-
ción de Autores españoles.
En la Bibliteca Nacional existe un manuscrito antiguo de esta comedia;
pero con tales adiciones, supresiones y variantes, que la constituyen en un
texto diferente (si bien gran parte de los versos son comunes) y digno de
publicarse aparte. En las correcciones y erratas de este tomo, al final, hemos
tomado algunos pasajes de este manuscrito que parecen completar el sen-
tido del texto impreso muy defectuoso (2).
Este manuscrito está copiado o basado en otro del cual se han aprove-
chado algunos fragmentos, pegándolos al ejemplar; manuscrito que quizá
sería anterior a las interpolaciones hechas a esta comedia por Andrés de
Claramonte, todas las cuales constan, por desgracia, en el actual.
Como estas interpolaciones las ha sufrido también el texto impreso, puede
presumirse cómo después de ellas, que son las en que aparece el personaje de
Cía rindo, que era el nombre poético de Claramonte, y después de las otras
alteraciones que demuestran la divergencia de los textos, cómo habrá que-
dado la comedia de Lope. Quizá no sean suyos más que los versos comunes
a ambos textos, excluyendo además las escenas en que interviene Clarindo,
que también son comunes.
Así y todo esta comedia fué muy representada y celebrada en el siglo xvii
y despertó gran interés, quizá por el carácter noble y arrojado de Camila y
la original escena de la estatua animada del Rey, como la del Comendador
de Bl Burlador de Sevilla, así es que antes de expirar el siglo fué refundida
no menos que dos veces.
Hicieron la primera refundición, antes de i663, en que fué impresa (3),
D. Antonio Martínez de Meneses, D. Juan de Zabaleta y D. Jerónimo Cáncev
(i) Esta Parte no incluye la comedia Di-
neros son calidad.
(2) Bib. Nac. Manuscrito 16.924. Le falta
la primera hoja, que contendría el título y el
autor. Empieza: «Acto primero de dineros son
calidad, tocan chirimías y sale Federico biejo
rrufino lu^iano y otabio sus hijos bestidos po-
bremente.» Letra de la primera mitad del si-
glo XVII, pero de muy rudo amanuense.
Hay personajes distintos: Lucilo, criado (que
es en parte la Lucila de la obra de Lope); Clau-
dio, Pereiro, caballeros; Aurelio (que es en
parte la Aurelia de Lope). Faltan varias esce-
nas del impreso, como el vitar de Ivuciano en
París y se añaden otras.
Acaba diciendo:
Ota VIO. Dando
fin, senado, a esta comedia
nuestras faltas perdonando.
Esta comedia merece imprimirse aparte, pues
es nmcho más completa que el impreso, aun-
que uno y otro texto son ^^a terceras o poste-
riores refundiciones de la obra de I.,ope.
(3) Parte veinte y una de Comedias nvevas,
escogidas de los mejores ingenios de España...
Año 1663. En Madrid, por loseph Fernandez
de Buendía.
.\.°; 4 hojas prels. y 492 ps. Es la novena co-
media del tomo.
X PRÓLOGO
cada uno su jürnada. Diéronle el título de La racóii hace dichosos y la traición,
desdichados, y reg^ularizaron algo más la acción y la simplificaron, supri-
miendo los personajes y episodios menos necesarios. Conservaron el de la
estatua del Rey deudor, aunque sólo habla para decir a Carlos (el Octavio
de Lope) dónde está el tesoro que ha de ser pago de la deuda con el padre
de Carlos.
La segtmda refundición, ([ue (juizá no sea muy posterior, pues se impri-
mió en 1663 (i), fué hecha por D. Diego de \'era y D. José de Ribera, au
tores casi desconocidos en nuestra historia dramática (2). Publicóse su obra
con el título de Merecer de hi fortuna ensalzamientos dichosos; suprimieron
también algunos personajes y cambiaron por completo el acto tercero, en que
no hay la escena de la estatua del Rey, padre de Aurora (Camila, en Lope),
-ino un sarao que mantiene la obra en el tipo de comedia cortesana.
La comedia de Lope fué representada, quizá no por primera vez, en el
real palacio, en septiembre de 1623, por la comi)anía de Felipe Sánchez Eche
verría. según unos ai)untcs que vio y ])ul)licó D. Gregorio Cruzada
X'iilamil (3).
IIL El dómine Lucas.
Es comedia antigua de Loi)e, pues aparece ya citada en la primera edi-
ción del Peregrino {\CyoJ{.), aunque no fué im])resa hasta 1621, en la Par-
te XJ'II de su colección especial (4). Hartzenbusch la reprodujo en el tom6
l)rimero de su colección de Lope ])ara Autores españoles.
T\to lo curio.so es (|ue L()i)e dice que el sticeso ftié verdadero y (jue en su
(I) Parte veinte y dos de comedias nuevas,
escocidas de los mejores ingenios de líspaña...
Madrid. Año (Escudo) 1665. En Madrid. Por
Andrés Garda de la Iglesia.
4/; 4 hoja-s prels. y 234 numeradas. lis la
<-onu-dia «UViina «k'l tíMiU)
{¿) W primero «onfuiidió Harrera con olro
jKK-ta muy anterior, llamado I). Diej^o de Vera
y Ordóñez de Villaíjuirán, autor de unas Hcr-
i'tdas bélicas y amorosas, impresas en Barce-
lona en ibzz.
(3) El Averiguador. Madrid, 1H71; \)íi\¡,. <j.
(4) Décima séptima \ parte de \ las comedias
di- I Eope de Vega Carpió, Pro- \ curador Eiscal
de la Cámara Apostólica, y | l-'amiliar del Santo
Oficio de ! la Inquisición. \ Dirigida n diver- \
sa\ Personas. \ .4flf» (ICsciido del Sajijitario) ir>2i.
i Con privilegio. | En Madrid. Por Fernando
Correa \ de Montenegro. \ A costa de Miguel de
Siles mercader de libros. Véndese en su casa, en
la I calle Real de las Descalcas.
4.°; 4 hojas prels. y 312 foliadas. (Erratas
en la numeración de las ocho últimas.) Signa-
turas A-Qq. — Port.; v. en bl. — Hoia 2.» «Tabla
de las come- | dias de esta (Kciina .séptima
parte...
r. Con su pan se lo coma. Dirigida a la Ilus-
trísima señora I)." I'-ranci.sea Salvador, fol. i
(Representóla \'aldés). — 2. Quien más no pue-
de. A D.» Ana María Marfjarita Roij», Marquesa
de Villa»;or. fol. n). (Representóla I'edro Ce-
briáll). — 3. VA .soldado amante. .\ la señora
D.» Ana de Tai)ia, fol. 44. (Repre.sentóla O.so-
rio).— 4. Mu.-rtos vivos. Al Kicinciado Salucio
PROLOGO
XI
mocedad (hacia 159Ó) se lo oyó contar a un caballero valenciano, de ape-
llido Borja, y que la comedia se representó por entonces, haciendo el primer
papel Melchor de \'illalba, "hombre que en su profesión no tuvo quien le
precediese ni hemos conocido quien le igualase".
Cañizares, aprovechando sólo el título, compuso una comedia de figurón
y burlesca en que domina lo bajo cómico. Casi todos los personajes son gro-
tescos, hasta el padre de las dos jóvenes (una de las cuales es también boba),
un jurisconsulto y caballero que recibe un título de Castilla. Es obra de
decadencia (1).
Pero aun en Lope el asunto y su desarrollo son harto inverosímiles; y
si el hecho sucedió verdaderamente, sería con otras circunstancias y episo-
dios. Pero la comedia es ingeniosa y muy bien escrita.
IV, Los embustes de Celauro,
También esta comedia es de las primitivas de Lope, pues aparece men-
cionada en el primer Peregrino (1604) y fué impresa en la Parte IV de su
propia colección (2).
del Poyo, fol. 83. (Representóla Villalba). — 5.
El primer rey de Castilla. A D. Femando de
Ludeña, fol. 112. (Representóla Vergara). — 6.
El dómine Lucas. A luán de Pina, fol. 131.
(Representóla Melchor de Villalva). — 7. Lucin-
da perseguida. A Emanuel Sueyro, fol. 162.
(Representóla Melchor de León). — 8. El Rui-
señor de Sevilla. Al Lie. D. Francisco de He-
rrera Maldonado, fol. 187. (Representóla Ríos).
9. El sol parado. A D. Andrés de Ro^as, fol. 209.
(Representóla Ríos).— 10. La madre de la me-
jor. A D. Fray Plácido de Tosantos, obispo
de Guadix, fol. 235. (Representóla Riquelme).
II. Jorge Toledano. A D. luán Pablo Bonet,
fol. 260. (Representóla Porras).— 12. El hidal-
go abencerraje. A D.a Ana de Pina, fol. 281.
(Xo dice quién la representó).
Vuelta: Aprobación del Maestro Espinel. Ma-
drid, 20 de octubre de 162 i.
Hoja 3.=»: Ta.^sa (4 mrs. p'i go: 79 plieg03=
316 mrs., o sean 9 reales y 10 mrs.). Madrid,
27 de (ñero de 1621.— Vuelta: Suma del pri-
vilegio (a Lope, por diez años): San Lorenzo, 31
de octubre de 1620. — Fe de erratas (ninguna).
Madrid, 25 de enero de 1621. El Lie. Jhircia
de la Uaná.
Hoja 4.'': Prólogo al Lector.
En este mismo año se reimprimió esta parte
en ]\Iadrid, por la Viuda de Alonso Martín.
Hay ejemplar en el Museo Británico.
En 1622 se repitió la edición en Madrid, por
la Viuda de Femando Correa; en lo demás,
exactamente como la de 162 1, y también la
reprodujo la Viuda de Alonso Martín. De modo
que fueron cuatro las ediciones de esta parte
en dos años. Y así y todo es sumamente
rara.
(i) Comedia famosa. El dómine Lucas. De
D. Joseph de Cañizares. Al fin, dice: «En Ma-
drid, en la Imprenta de Antonio Sanz, en la
Plazuela de la Calle de la Paz. Año de
1 75 1.»
4.°; 18 hojas sin numerar. Se citan otras co-
medias inéditas de este título, que no hemos
visto; una burlesca de Meló, que le atribuye
Barbosa ^Machado y otra del P. Salas, cuyo
manuscrito de 161 8 tuvo Sancho Rayón y
hoy no sabemos dónde para.
(2) La Parte /I' de la colección de Tvope
hemos descrito varias veces en estos prólogos.
En Autores españoles se halla en el tomo i.-
de Lope, páginas 87 y siguientes.
XII
PROLOGO
Puede aun precisarse algo más la fecha, atendiendo a la cita que en la
página ii3 se hace del comediante italiano Alberto Ganasa que por los años
de 1602 estuvo la última vez en ^ladrid y por la intervención que en la co-
media toman Belardo y Lucinda, o sea el mismo Lope y la actriz Micaela
de Lujan. Y como en 1602 estaba aún Lope por Sevilla, donde también se
hallaba la cómica, es muy probable que en este mismo año o a todo más a
principios del siguiente escribiese Lope su obra.
Sobresale en ella el carácter odioso de Celauro. Pocas veces quiso Lope
pintar un carácter tan bellaco como éste, que al fin recibe el condigno castigo.
V. La esclava de su galán.
Esta lindísima comedia que no aparece citada en ninguna de las edicio-
nes del Peregrino, ni fué incluida en ninguna de las colecciones primitivas
de las obras de Lope, sólo en 1647 se imprimió en la Parte XXV de Zara-
goza (i).
Pero nunca nadie puso en duda la paternidad de la comedia por cuanto
se hallan en ella las cualidades especiales de autor dramático y poeta que
resplandecen en el Fénix de los Ingenios. Esta filiación resulta comprobada
si se compara la comedia con otras del mismo autor.
Ya el Sr. Ruiz Morcuende en su prólogo al tomo X de esta colección, al
referirse a la rarísima comedia Los yerros por amor, hizo notar las seme-
janzas que esta obra tiene con La esclava de su galán y señaló la fecha en
(1) Parte veinticinco, I perfeta y verdade-
ra. I de las comedias del Fénix \ de España
Frey Lope Félix de Vega Carpió, del A bito de |
Sü luán, I Familiar que fue del Santo Oficio de \
la Inquisición, Pro- I curador Fiscal de la Cáma-
ra I Apostólica. [ Sacadas de svs verdaderos ori-
ginales. I no adulteradas como las que hasta
aqui se han publicado. \ A Don Francisco An-
tonio González Xi- ' menez de Vrrea, Señor de
Her bedel, antes de Tifenique, I 71 | (Escado
del Mecenas) Con licencia, l En Qarago^a, Por
la Viuda de Pedro Verges, Año 1O47. | A costa
de Roberto Devport.
4/; 4 hojas prels. y 556 p.i^^s.; sifínatnras
.\-Mm, Uxla^s íle a 8 hojas, nu-nos hi última, que
tiene 6. — Al fin: «Con licencia, | Ivn Zarafíoza,
I'or la Viuda de I'edro Verdes ' Año de M. DC.
XXXXVII .
I'ortada; vuelta en blanco. — Hoja ¿.": Cen-
.sura del doctor Juan Francisco Andrés: Zara-
goza, 29 de marzo de i647.^Licencia: Zara-
goza, 8 de abril de 1647. — Iniprimatiir: D. Mi-
chael Marta, Regens.= Fi/f//./; «Título | de las
comedias | que contiene este | libro.
(i) La esclaua de su galán (pág. i). — (2)
lil Desprecio .\gradecido (p. 43). — (3) Auen-
turas de Don luán de .Marcos (p. 8q). — (4) Ivl
Mayor Imposible (p. 133). — (5) La Vitoria
del Marques de Santacruz (p. 183). — (6) l/os
Cautiuos de Argel (p. 231). — (7) Casteluincs y
Monteses (p. 27c)). — (8) De lo que ha de ser
(P- 332). — (f)) líl vltimo Godo (p. 360). — (10)
La Necedad del discreto (p. 418). — (11) Del
luez en .su causa (p. 459). — (12) Ix)s Embus-
tes de Fabia (p. 300).
Hoja 3.*: Dedicatoria de Devport, que- oou-
l)a el resto de los prels., fechada en Zaragoza,
a 15 de noviembre de 1647.— Texto.
PROLOGO XIII
que Lope la compuso, que fué en 1629, porque en ella se nombra al príncipe
Baltasar Carlos que nació en aquel año.
La Esclava debe de ser, pues, muy anterior, para que Lope se olvidase
de que la había escrito y repitiese lo principal del asunto, plagiándose a sí
mismo. Y, en efecto; si atendemos a las indicaciones que se hallan en el
texto bien pudiera asegurarse que pertenece a los primeros años del si-
glo XVII.
En la página iZy de este tomo se lee:
Antonio. ¡Que no puedan armadas ni desvelos
contra aquestos rebeldes holandeses!
Es, pues, anterior a 1607, en que se vino a reconocer la independencia de
la república de Holanda; pero bastante posterior a 1595, pues se dice en la
misma página, como refiriéndose a cosa ya algo antigua y aunque no ol-
vidada,
Bl Draque muerto ya, quien es vencido, etc.
Este célebre corsario falleció en una de sus expediciones piráticas de Amé-
rica el 9 de enero de dicho 1595.
Contra esto pudiera alegarse el pasaje de la página i35, en que dice:
El<ENA.
A Sevilla pasé dos veces solas.
Una, con gran razón, a ver la cara
del sol de España, que nos guarde el cielo;
porque estando en Sevilla se agraviara
si no la viera la lealtad y el celo.
Otra por ver la máquina tan rara
del monumento a la mayor del suelo:
de suerte que fui a ver cuanto se encierra
de grandeza en el cielo y en la tierra.
La primera visita parece referirse a la venida a Sevilla del rey de Espa-
ña; pero como ni Felipe II ni Felipe III pusieron los pies en Sevilla, habrá
que retrasar esta visita a la que en 1624 hizo Felipe IV a dicha ciudad; y
entonces la comedia sería de este año o del siguiente. Pero como en tal caso
no tienen objeto las demás alusiones, será forzoso admitir que la comedia,
que estuvo inédita hasta 1647, habrá sufrido varias interpolaciones en el
texto.
XIV
PROLOGO
Después de esta impresión se hizo otra (por Juan Sanz) en Madrid, a
principios del siglo xviii, aunque no lleva seña ninguna (i). Otra en 1765
en X'alencia (2) y otra más modernamente, después de la de Autores espa-
ñoles y sobre ella (3).
En cuanto a refundiciones citaremos primero la que con el titulo de La
Esdavicada hizo D. Cándido María Trigueros a fines del siglo xviii con
bastantes alteraciones (4) ; y i)oco después se hizo otra, que también quedó
inédita y cuyo manuscrito con el título de La esclava por amor y firmado
con las iniciales de D. A. C de A. (Agustín García de Arrieta), se conser-
va en nuestra Biblioteca Nacional (5).
Pero como todas las ediciones de Lope hechas después de su muerte, la
de esta preciosa comedia es detestable, pues además de otros defectos fal-
tan muchos versos cjue no ha sido posible restablecer, porque las impresio-
nes sueltas están calcadas todas sobre el texto de la Parte XXV.
VI. Las flores de Don Juan.
Esta comedia aparece mencionada en la segunda edición de Bl Peregri-
no cu su patria (1618), y es, por consiguiente, de la edad madura de su autor;
quien la imblicó él mismo en la Parte XII de su colección jíropia, en i6ro,
(i) .Viíw. y. Comedia famosa. La esclava de \
su galán. De Lope de \'ega Carpió. Sin lugar ni |
año; 20 hojas 4.- sin numerar. Pertenece a una
serie conocida de comt-dias •■r.cl a'.
(2) Súm. 95. Comedia famosa. La esclava de
su galán. De Frey Lope de Vega Carpió. Al fin:
En Valencia, en la Imprenta de la Viuda de
Joseph de Orga. Año 1765. 4/; 32 ps.
Í3) Ixíipzin. iHHij, por A. Kressner. En la
colección de Rivadeneyra se halla en el tomo 2. ,
págs. 487 y siguientes de la colección de Ix)pe.
(») Tengo a la vista el autógrafo de esta
refundicióti, cuyo título es: La Esclavizada. Co-
media dt J-'r. Lope ¡-ílix de IV^'a Carpió. Amare
et saperi vix Dits concedüur. (l'ubl, Syr.: fragm.)
Ivn cinco actos. Tiene un prólogo en que Tri-
gueros explica sus innovaciones.
( ) Manuscrito 16.040, en 4.", de 102 hojas,
en muy tm«-na letra de principios «leí siglo xix
con algunas enmiendas de mano del reíundidor
íjue lo fué I). Agustín Carcíu d<- Arrit ta, esti-
mable literato. Msta obra había d«- st r I.i ])ri
mera de un tomo de refundiciones de Lope
cuya lista da en la primera página, incluyendo
dos de Trigueros: dos anónimas y una de don
Vicente Rodríguez de Arellano. Kl título de la
obra es:
La Esclava por amor o la Esclava de su ga-
lán. Comedia en cinco actos de F. F. Lope de
Vega, refundida y arreglada nuevamente por
D. A. G. de A. La precede una Advertencia.
limpieza:
Pedro. Todo el eml)uste ha tragado,
famoso enredador soy.
D. Jl'AN. ¡Necio! ¿Qué has hecho? Ya estoy
metido en mayor cuidado.
Acaba:
Pedro. ;(}m- (|uiero?
One (U'j is grite de gozo,
y que alborote, diciendo
que viva fie amor la esclava.
ToDCíS. ¡Viva i)or siglos eternos!
ICsta conclusión es casi igual a l.i di- Tiigiuros.
PROLOGO
XV
dándonos un texto bueno ( i ) y mejor que el de un manuscrito que hay en la
Bibliteca Nacional (2).
Es pasaje digno de reparar el del final, en que se dice:
Juan. Aquí la comedia acaba
de Las flores de don Juan.
COND. Vusiñoría se engaña;
que El rico y pobre trocados
dice su autor que se llama.
La explicación de estas palabras será que el vulgo desde su estreno co-
menzaría a designar esta comedia con el título de Las flores de Don Juan,
por el extraño recurso de que éste intentó valerse para vivir, más propio
oficio de mujeres. Y quizá Lope, al imprimirla, querría conservarle el título,
más grave y alusivo a la moral del drama.
Sobresale el carácter de la Condesa, bello, original y bien desarrollado.
La comedia fué refundida a principios del 'siglo xix, en cinco actos, por
D. Dionisio Solís.
Antes la habían imitado los hermanos Figueroa y Córdoba en su exce-
lante comedia Pobreza, amor y fortuna, que es una de las mejores suyas (3).
Fué traducida en alemán por M. Rapp en 1869.
(i) Dozena \ Parte de \ las Conisdias de \ Lope
de Vega Carpió. \ A Don Lorenzo de Cárdenas \
Conde de la Puebla, quarto nieto de Don Alonso de
! Cárdenas, Gran Maestre de Santiago. A ño (Bs"
cudo del Mecenas: dos lobos pasantes, uno sobre
el otro y orla con castillos y leones alternados)
i6ig. ! Con privilegio. \ En Madrid, por la viuda
de Alonso Martin. | A costa de Alonso Pérez, Mer-
cader de libros.
4.°; 4 hojas prels. y 280 fols.
Port.; A la vuelta: "Tabla de las comedias
que se contienen | en esta dozena parte.» — Kilo
dirá, fol. i; La sortija del olvido, fol, 24 v.; Los
enemigos en casa, tol. 47; La cortesía de Espa-
ña, fol. 70; Al pasar del arroyo, fol. 95; Los
hidalgos del aldea, fol. 1 18; El Marques de Man-
tua, fol. 141; Las flores de don Juan y rico y
pobre trocados, fol. 165; Lo que ay que fiar del
mundo, fol. 188; La firmeza en la desdicha,
fol. 213 v.; La desdichada Estefanía, fol. 240 v.;
Fuente Oueiuna, fol. 262 v.
Hoja 2.^: Fé de erratas (ninguna): Madrid, 14
de diciembre de 161 8: Lie. Murcia de la Lla-
na.— Tassa (4 mrs. pliego: 71 pliegos = 284
mrs.): ^Madrid, 22 de diciembre de 1618. — Vuel-
ta: Aprobación de Vicente Espinel: Madrid,
15 de agosto de 161 8. — Suma del privilegio
(por diez años, a Lope): San Lorenzo el Real,
6 de octubre de 1618 . — Hoja 3.^: Dedica-
toria de Lope (elogios generales sin fecha). —
Vuelta: Obra dedicatoria en verso de Lope:
firma en ambas. — Hoja 4.^: «El Teatro» (pró-
logo).
Esta tirada u otra exactamente igual se repi-
tió en el mismo año sin más diferencia que su-
primir en la portada el escudo del Conde de la
Puebla por otro del impresor, con el vSagitario
y la leyenda en torno de la figura: «Salvbris
sagita a Deo missa.'¡>
(2) Manuscrito 16.974, en 4.° de 69 hojas,
letra de mediados del siglo xvil. Es copia del
impreso; pero muy incorrecta, pues se han su-
primido muchos versos y escenas enteras al re-
formarlo, sin duda, para el teatro.
(3) Véase nuestro estudio Los hermanos Fi-
gueroa y Córdoba. Madrid, 1919; pág. 32.
XVI
PROLOGO
VIL Guardar y guardarse.
Esta comedia, (lue ni) aparece mencionada en las listas (jue dio Lope de
sus obras en 1604 y en 1618. fué impresa en la Parte XXI J^ de sus comedias,
impresa en 1641 en Zaragoza, y suelta en Sevilla por F. de Leefdael (i). Hay
también un manuscrito antiguo y no malo en la Biblioteca Nacional que nos
ha suministrado algunas correcciones acertadas e importantes (2). En la
Biblioteca de Autores españoles se halla en el tomo II, páginas 385 y siguien-
tes de los de Lope de Vega.
Es comedia cortesana de bastante interés y con buenos caracteres.
En la página 235 hay una graciosa pulla contra los gongorizantes, don
de dice:
Cha. Para conjurarte esto}-,
señor, en lenguaje culto:
«Por aquel candor brillante
que viva luz y alma ost n.e
con que canoro se argenta
el piélago naufragante,
que de sus, te duelas, ojos.»
VIIL La hermosa fea.
Tampoco esta comedia aparece citada en las listas de Bl Peregrino, y
fué impresa por vez primera en el mismo tomo que la anterior y a continua-
ción de ella. Suelta se estampó dos veces, siguiendo dicho texto; en Ma-
(l) Ventiqvatro | parte per jeta \ de las come-
dias del Fénix \ de \ España Frey Lope Félix
de Vega Carpió, del Abito de San \ luán. Fa-
miliar del Santo Oficio de la Inquisición, Pro- |
curador Fiscal de la Cámara I Apostólica. I
Sacadas de svs verdaderos originales, | no adul-
teradas como las que hasta aquí han salido. \
A don liernardo de Velasco y Roías, | Secretario
del Secreto del Santo Oficio de la Inquisición \
del lieyno de Aragón. \ 66. I (Escudo del Me-
cenas) 1 64 1. ! Con privilegio. I I'. ti Zaragoza:
Por Pedro Verges.
4.'-'; 4 hojas prels. y ¿5«> nuniLTa<las. l'ort.;
V. en bl. — //í>;a 2.»: «Títulos de las comedias
qvc contiene este libro»; (»uardar y guardarse,
fol. i; La herniosa fea, fol. ¿¿ v.; VA Caballero
de Olmedo, fol. 43; VA bastardo Mu<larra,
fol. 63; La ilustre fregona, fol. 89; VA nacimiento
de Cristo, fol. iio v.; lyos Ramírez de Arella-
no, fol. 124; Don Gonzalo de Córdoba, fol. 146:
San Nicolás de Tolentino, fol. 167; I<os peli-
gros de la ausencia, fol. 192; Servir a bue-
nos, fol. 216; Barban y Josafá, fol. 238.
Vuelta: «Imprimator»; Censura del Dr. Juan
Prancisco Andrés: Zaragoza, octubre 16, de
1640. — Hoja 3.»: Privilegio del Virrey de Ara-
gón a Pedro Verges, impresor, por diez años.
Zaragoza, 17 de octubre de 1640. — Hoja 4.": De-
dicatoria de Verges: Madrid, 12 de agosto
de 1 64 1. Texto.
(2) Manuscrito 10.627, <1*^' ^^ hojas en 4. ;
copia de letra del siglo xvii. Tiene la firma
de «J, M.'' (Jviedo.» que .sería .su po.seedor. Ta-
chado ti iiombn- del aiitor, en el texto.
PROLOGO
XVII
drid, por Antonio Sanz, en 1739, y en Valencia, por José y Tomás de Orga,
en 1772, con bastantes supresiones (i).
La comedia parece seguramente de Lope; y salvo algunas inverosimilitu-
des, bien urdida y desenvuelta. Además, como obra de su edad madura, está
esmeradamente escrita y versificada.
La hermosa fea se representó en Palacio, en i63i, por la compañía de
Cristóbal de Avendaño, a quien se le pagaron por esta obra y La noche de
San Juan, estrenada también en i63i, 400 reales en 26 de abril de i632. En
esta nota se dice que Avendaño se hallaba a la sazón en Valencia.
IX. El hijo de los leones.
Otra obra de la vejez de Lope, pues no aparece mencionada en las listas
del Peregrino en sit patria. Pero la imprimió el mismo Lope en la Parte XIX
de su colección impresa en Madrid en 1625 (2). Posteriormente, a fines del
(i) En Autores españoles se halla en el to-
mo II, págs. 349 y sigs.
(2) Parte decinueve I y la mejor | parte de
las comedias i de Lope de Vega Carpió Pro- \
curador Fiscal de la Cámara Apostólica, y su |
Notario, descrito en el Archivo \ Romano. Diri-
gidas a diver- | sas personas. \ Pedibvs concvl-
cabitvr corona superbiae ebriorum. Isai. cap.
28 I Año (Escudo del Sagitario) 1625. Con pri-
vilegio. I En Madrid. Por luán Gongalez. |
A costa de Alonso Pérez mercader de libros. Vén-
dese en sus I casas en la calle de Santiago.
4.°; 6 hojas prels. y 280 foliadas; signatu-
ras A-Mm, todas de a 8 hojas. En el vuelto
del último folio, dice: «En Madrid, j Por luán
Gon9alez. | Año M.D.C.XXV.»
Port.; V. en bl. | Hoja 2.»: «Tabla de las co-
medias de la d cinueve parte, i. De cosario a
cosario. Dedicada a la señora doña Ana Frá-
cisca de Guzman, fol. i. — 2. Amor secreto hasta
celos. A don Luis de Gongora, Capellán de su
Magestad, fol. 23 v. — 3. La inocente sangre.
Al señor Licenciado don S2bastian de Carua-
jal, del Consejo de su Magestad, y Alcalde de
su Casa y Corte, fol. 44 v. — 4. El serafín hu-
mano. A la señora doña Paula Porcel de Pe-
ralta, fol. 70. — 5. El hijo de los leones. A don
luán Geldre, Cauallero del Habito de Santia-
go, fol. gS.— 6. El Conde Fernán Gon9alez. A
Luis Sánchez Garcia, Secretario del vSupremo
XII
Consejo de la Santa y General Inquisición
fol. 120. — 7. Primera parte de don luán de
Castro. A don luán Vicentelo y Toledo, Conde
de Cantillana, fol. 148 v. — 8. Segunda parte
de don luán de Castro. A don Alonso Pusma-
rin, Relator del Consejo Supremo de Castilla,
fol. 173 V. — q. La limpieza no manchada. A la
Ilustrissima señora doña Francisca de Guzman,
Marquesa de Toral, fol. 196 v. — 10. El Vello-
cino de oro. A la señora doña Luisa Briceño
de la Cueva, fol. 216 v. — 11. La mocedad de
Roldan. A don Francisco Diego de Zayas,
fol. 235 V. — 12. Carlos Quinto en Francia. A
Gabriel Diaz, Maestro de Capilla insigne, en el
Real Monasterio de la Encarnación, fol. 261. —
Vuelta: «Tassa»: 4 mrs. pliego. Tiene 71 y me-
dio: Madrid, 27 de febrero de 1624. — «S\Tna
del Privilegio»: a Lope por diez años: INIadrid,
25 de junio de 1622. — «Fee de erratas» (Nin-
guna): Madrid, 20 de febrero de 1624: El Lie
Murcia de la Llana.
Hoja 3.'"': «Aprouacion» de Vicente Espinel:
Madrid, 22 de junio de 1622. — «Aprovacion del
ssñor doctor don Diego de Vela, Vicario gene-
ral desta villa»: Madrid, 16 de junio de 1C22. —
Vuelta: «Epigramma. | Vincentif Slaualatti Ra-
gusini, Philosophi, luriscosulti, Lope de Vega Car-
pió, Hispanicae Camoene facilé Principi, sacrum.»
Hoja 4.^^: «Prologo dialogístico. Personas: Un
Poeta y el Teatro.». — Texto.
xvín
PROLOGO
siglo XVII se imprimió suelta, sin lugar ni año, aunque parece que sería en
Madrid, por Juan Sanz, y otra vez en Madrid, en 1730, por Antonio Sanz,
sobrino de Juan, atribuyéndola a "Un ingenio" (i). En la colección de Au-
tores españoles figura en el tomo II, página 217 y siguientes de Lope de
\'ega.
Esta comedia tiene alguna semejanza con la de Calderón Bn esta vida todo
es verdad y todo mentida, ofrece un interés creciente conforme se van des-
arrollando los sucesos, de tal modo que quizás aun hoy parecería bien en
escena.
X. El hombre de bien»
Aparece citada esta pieza dramática en la segunda edición de Bl Pere-
grino, indicando que fué compuesta después de 1604 y antes de 1618. Se
imprimió la primera vez la Parte VI del autor, publicada en 161 5, en Ma-
drid (2). Fué reimpresa en esta misma villa a principios del siglo xviii por
la librera y editora doña Teresa de Guzmán, y entró a formar en la colec-
ción de Lope, que Hatzenbusch ordenó para la Biblioteca de Autores espa-
ñoles, tomo I\', páginas 187 y siguientes.
Es buena esta comedia y el desenlace artístico y original, cosa poco fre-
(1) Comedia famosa. El hijo de los leones.
De un Ingenio de esta corte. (Al fin:) Madrid,
en'^la Imprenta de Antonio Sanz, 1730. 4.°; Ba-
rrera creyó que esta edición era obra distinta
de la de Ixjpe, sin duda engañado por atri-
buirse a «T'n ingenio»; pero es la misma.
(2) El Fénix de España \ Lope de Vega
Car- I pío Familiar del Santo \ Oficio, : Sexta
parte de sus Comedias. Dirigidas a don Pedro
Docon y Trilla, Cauallero del habito ] de San-
tiago, hijo del sefior don Juan Docon y Trillo,
del Consejo Supremo de su Magostad, y de la
Santa Cruzada, Cauallero del habito de Cala-
iraua. Comendador de la ] Fuente el Moral, y
Casas de ' Ciudad lieal. \ Año (Escudo del im-
presor) 1615. Con privilegio. \ En Madrid, '
Por la viuda de Alonso Martin. | A costa di-
Miguel de Siles librero. | Véndese en su casa al
lado del Correo mayor. (Colofón:) «En Madrid.
Por la viuda de Alonso Martin \ dr Pal boa,
Año de 1615,
4."; 4 hoja» prtls. y 302 numeradas. Signati;
1 a? aA-Pp de a 8 hojas. Port.; v. en bl. — Hoja 2.*
«Títvlos de las Comedias»: i. La batalla del ho-
nor, fol. I. — 2. La Obediencia laureada y pri-
mer Carlos de Hungría, fol. 26. — 3. El hombre
de bien, fol. 51. — 4. El servir con mala estrc -
lia, fol. 77 V. — 5. El cuerdo en su casa, fol. loi v.
6. La Reina Juana de Ñapóles, fol. 126 v. — 7.
El Duque de Viseo, fol. 147 v. — 8. El secreta-
rio de sí mismo, fol. 175. — 9. El llegar en oca-
sión, fol. 200 V. — 10. El testigo contra sí, fo-
lio 228 V. — II. El mármol de Felisardo, fo-
lio 252 V. — 12. líl mejor maestro ei tiempo,
fol. 276. — Vuelta: *Tassa»: Madrid, 3 de abril
de 1615. — Erratas: Madrid, i.^ de abril de 1615:
El Lie. Murcia de la Llana. — <Aprouacioni> del
Maestro Vicente Espinel: Madrid, ii di' diciem-
bre de 1614.
Hoja 3.*: Privilegio a Erancisco Davila, por
diez años: Madrid, 24 de dicitmbre de 1G14.
Hoja 4.": Dedicatoria de Siles a Docon. — Texto.
Se repitió esta cdicií'n al afio sigiiicnlr tn
Madrid v Barcelona.
PROLOGO XIX
cuente en Lope, por la prisa con c^ue escribía. La comedia parece antigua,
aunque no esté citada en el Peregrino, y el nombre de Lucinda, tipo de mujer
constante que abunda en el teatro de Lope, quizás haya sido sugerido por el
poético de ]\íicaela de Lujan, en cuyo caso la comedia sería anterior a 1608.
XL La inocente Laura*
Esta obra se imprimió por primera vez en la Parte XVI del autor, pu-
blicada en Madrid, en 1621, por el mismo Lope (i) y en Autores españoles,
tomo IV de los de éste, páginas 475 y siguientes.
Lope se introduce en la comedia con su habitual seudónimo de Belardo.
Bei,ardo. ;Sois poeta?
Laura. Tanto, cuanto.
Bei<ardo. Yo lo lie sido en mi lugar
casi por toda nii vida;
pero es oficio endiablado.
Parece que ya había entrado en el sacerdocio cuando la compuso, pues
dice :
Laura. Es portaguitarra mío;
es f imda de mi instrimiento,
es oficial de contento
y que os le dará confío.
No viene muy cort sano,
que es sacristán en sii aldea;
mas como quiera que s a
vos le habéis de dar la mano.
Esta comedia es un continuo embrollo y sumamente inverosímil.
(i) Décima sexta \ Parte de | las Comedias
de I Lope de Vega Carpió, Procv- | rador Fiscal
de la Cámara Apostólica | Qvihusdam enim ca-
nibvs I sic innatum est, vt non pro fesitate, sed
pro consuetii- \ diñe latrent. \ Séneca de Rem.
Fort. I Año (Escudo del Sagitario, con la le-
yenda) 1 62 1. I Con privilegio. \ En Madrid. Por
la viuda de Alonso \ Martin. \ A costa de Alonso
Pérez Mercader de libros.
4.°; 6 hojas prels. y 284 numeradas; signa-
turas A-Nn, todas de a 8 hojas, menos la últi-
ma, que tiene cuatro.
Port.; V. en bl. — Hoja 2.»: Títulos de las co-
medias. I. El premio de la hermosura. Al Con-
de de Olivares (fol. i). — 2. Adonis y Venus;
tragedia. Al Duque de Pastrana, D. Rodrigo
de Silva (fol. 21 v.). — 3. Los Prados de León.
Al Duque de Huáscar, D. Fernando Jacinto de
Toledo (fol. 40 v.). — 4. Mirad a quien alabais.
A D.a María de Noroña (fol. 65). — 5. Las mu-
jeres sin hombres. A la señora Marcia Leonar-
da (fol. 87). — 6. La Fábula de Perseo: tragico-
media. A Antonio Domingo de Bobadilla, Vein-
tiquatro de Sevilla (fol. 108 v.). — 7. El Labe-
rinto de Creta: tragicomedia. A la señora Tisbe
Fénix (fol. 133 v.). — 8. La Serrana de Tornies.
Al Conde de Cabra, D. .^itonio de Cordova Car-
dona y Aragón (fol. 155 v.). — 9. Las grandezas
XX
PRÓLOGO
XIL Lo que ha de ser.
Esta comedia fué impresa en una Parte XXII de Lope, impresa en i63o
en Zaragoza (i ). Se reimprimió en la misma ciudad en 1647, formando parte
de la XX\' del autor (2) ; otra vez en Madrid, Librería de Castillo, en
1804 (3) y en la Biblioteca de Autores españoles: tomo II de Lope, pági-
nas 507 y siguientes. Hemos tenido presente también una copia manuscri-
ta de otra que existe en el Museo Británico con la fecha de 2 de septiembre
de 1624, que sería cuando efectivamente se compuso la comedia.
Con todo ello se ha logrado un texto muy superior al de Hartzenbusch
en A ufares españoles, que sólo pudo tener a la vista la defectuosa Par-
te XX 1^ de 1647.
Esta obra, aunque inverosímil, es interesante y tiene dos buenos carac-
de Alejandro: tragicomedia. Al Duque de Alba
(fol. 185). — 10. La Filisarda. A D. Juan Anto-
nio de Vera y Ziíñiga (fol. 211). — 11. La ino-
cente Laura. A D. Diego Ximsnez de Vargas
(fol. 233 V.). — 12. Lo fingido verdadero: tragi-
comedia. Al R. P. Fr. C.abriel Tellez (fol. 259 v.)
Vuelta: Suma de privilegio al autor por diez
años: San Lorenzo, 24 de octubre de 1620. —
Suma de la Tassa: 4 mrs. pliego: tiene 72 y me-
dio: Madrid, 27 de septiembre de 1621. — Erra-
tas (ninguna) Madrid, 13 de diciembre de
1621.
Hoja 3.*: .Aprobación d'A Maestro Vicente Es-
pinel: Madrid, 24 de .septiembre de 1620. —
♦ Prologo dialogístico. El Teatro y I'n Foras-
tero.».— Texto.
(i) (Orla.) Parte | veynte y dos \ de las Co-
medias 1 del Fénix de España I Lope de Vega
Carpió I y I /as meiores qve hasta aora han sa-
lido. I A la ilvsírissima señora D. Ana Martínez
de Luna, Condesa de Mrrrata, Mar- \ qiiesa de la
Halucña, señora de la l'aronfa de Aran- \ di^a,
y del castillo de I llueca. \ Año (Escudo de dicha
señora) 1630. | Con licencia y privilegio. \ En
(^aragofa; por Pedro Ver ge s. ¡
Ginobart, mercader de Libros,
vilegio, I En <^arago(a: Por
Año 1630.
4."; 4 hoja.s prels., inAs 255 foliadas y una
para repetir la.s scfuu de la iniprenta.
A costa de lusepe
(Al fin;) Con pri-
1 Pedro Verges. \
Port.; V. en bl. — Hoi x 2.^: Títulos de las co-
medias contenidas en este volumen: i. Nunca
mucho costó poco. (Diversa de la de Alarcón)
(fol. i). — 2. Di mentira sacarás verdad. De I^pe
(dice) (fol. 22). — 3. La Carbonera (fol. 47). — 4.
La amistad y obligación (fol. 67). — 5. La ver-
dad sospechosa, y por otro título El Mentiroso.
De I^pe (dice: es de Alarcón) (fol. 88 v.). — 6.
Quien bien ama tarde olvida (fol. iio v.). — 7.
Amar sin saber a quien (fol. 135). — 8. El Mar-
qués de las Navas (fol. 157 v.). — 9. T/O que ha
de ser (fol. 175). — 10. La lealtad en el agravio
(fol. 195). — II. En los indicios la culpa (fo-
lio 217 V.). — 12. La intención castigada (fo-
lio 239 V.). — Aprobación del racionero Andrés
Omella y licencia: Zaragoza, 1 1 de noviembre
de 1629. — Aprob. de Diego de Morlanes; 12 de
diciembre ídem. — Hoja 3.*: Privilegio a Gino-
bart por diez años, por el virrey de Aragón,
D. Femando de Borja: 20 de diciembre de 1(120.
Vuelta: Dedicatoria de (íinobart: Zaragoza, t()
de abril de 1630.— Ho/</ 4.", vuelta: «I^n amigo
de Ivope al lector». Prólogo. — Texto.
(2) Véase la nota (i) de la pág. XII de este
prólogo.
(3) \\ final, diir: <.Laus Deo et V. M. Aca-
uola I<ope de Vega en Madrid, a 2 de sct. de
1624». — (4) I'"n .}."; páginas 133 a 1^)2 de im
tomo de \a^\k- qn • hizo y publicó Castillo en
dicho año.
PROLOGO
XXI
teres: el dulce y simpático de Casandra y el brioso de Leonardo. El ser el
asunto de pie forzado,
raro suceso que escribí, n
las historias africanas ( i )
disculpa la falta de arte que en ella se observa. Muy tarde ya para que pro-
duzca el efecto debido, descubre Severo el secreto del nacimiento del joven
Leonardo.
XIIL Los locos de Valencia»
Comedia antigua de Lope, citada por él en Bl Peregrino de 1604 e im-
presa en la Parte XIII de sus comedias, publicada por él mismo en Madrid,
en 1620, recordando que la había estrenado la compañía de Antonio de Vi-
llegas, probablemente antes de expirar el siglo xvi. Acaso sea un recuerdo
de su destierro en aquella ciudad en el primer período de su juventud (2).
(i) Ultimas palabras de la comedia. Esta
sería la fuente de Lope de Vega. No sé por qué
extraña confusión dice Rennert en su Biblio-
grafía de líOpe, pág. 197, que el asunto de esta
comedia es el mismo de la «pietosa historia di
Leandro Spínola e Blanca Lomellini» y remite
al discurso de Restori Genova nel Teatro classico
di Spagna, p. 33 y p. 35 n. 2, donde no se dice
una palabra de estas materias.
(2) Trezena \ parte de las \ Comedias de Lope
I de Vega Carpió, Procurador \ Fiscal de la Cá-
mara Apostólica en el ArQO- \ bispado de Tole-
do. I Dirigidas, cada vna de i por si, a diferen-
tes personas. | Año (Kscudo del Sagitario con la
leyenda) 1620. [ Con privilegio. \ En Madrid,
Por la viuda de Alonso : Martin. | A costa de
Alonso Pérez mercader de libros.
4.°; 4 hojas prels. y 152 más 151 numeradas;
signaturas A-T y aa-ff, todas de a 8 hojas. —
Port.; vuelta: «Títulos de las comedias que van
en esta décima tercia parte».— i. La Arcadia.
Al Doctor Gregorio López Madera, del Consejo
Supremo de su Mag. (fol. i). Representóla Ri-
quelme. — 2. El Halcón de Federico. A Sebas-
tian layme. Ciudadano de Valencia (fol. 31).
Representóla Riquelme. — 3. El remedio en la
desdicha. A D.a Marcela del Carpió (fol. 53).
Representóla Rios «único representante». — 4.
Los esclavos libres. A D. Juan Antonio de Vera
(fol. 77). Representóla Granados. — 5. El Des-
confiado. Al maestro Alonso Sánchez, Catedrá-
tico de Prima de Hebreo en la vniversidad de
Alcalá (fol. 103). Representóla Ortiz «famoso
representante». — 6. El Cardenal de Belén. Al
P. M. F. Hortensio Felis Parauecino Predica-
dor de su Magestad, y Prouincial dignísimo de
la Sagrada Religión de la Sanctissima Trinidad
(fol. 123). Representóla Balbin. — 7. El Alcal-
de mayor. Al Doctor Christoual Xuñez, en la
roble y admirable ciudad de México (fol. 149).
R presentóla Riquelme — 8. Los locos de Va-
lencia. Al MaeíL tro Simón Xab-T?, roblí Fráces
(fol. 173). Represetola Villegas. — 9. Santiago
el Verde. A Baltasar Elisio de Medinilla Tole-
dano (fol. 199). Representóla Riquel iie. — 10.
La Francesilla. Al Licenciado luán Pérez, en
la Vniversidad de Alcalá (fol. 223). Represen-
tola «el famoso Rios». — 11. El desposorio encu-
bierto. Al Licenciado Jacinto de Pina (fol. 245).
Representóla Vergara. — 12. Los Españoles en
Flandes. A Christoual Ferreyra de Sampayo,
Cauallero Portugués (fol. 267). Representóla
Riquelme.
Hoja 2. a; Tassa: 4 mrs. pliego: Madrid, 18
de enero de 1620. — Erratas: Madrid, 18 de ene-
ro de 1620: Murcia de la Llana. — Privilegio al
autor por diez años: Lisboa, 7 de octubre
de 1619. — Vuelta: Aprobación del Doctor don
XXII
PROLOGO
Fué reimpresa en ^íadrid. en 1804 (i) y luego en Autores españoles, tomo I
de Lope, páginas ii3 y siguientes.
Esta comedia es an original capricho juvenil de Lope, en que para nada
tuvo en cuenta el buen orden y verosimilitud de los hechos: pero llena de
agudezas y gracias en el diálogo.
Se introduce también a sí mismo, como uno de los locos y con su nom-
bre pastoril de Belardo, aunque no sin protesta, pues dice un
CaB.\I,I,ER(X
Y éste, ¿quién es?
PlSANO.
Belardo fu? su nombre.
Escribe versos; es del mundo fábula
con los varios sucesos de su vida;
aunque algunos le miran que merecen
este mismo lugar con mejor título [i).
La alusión a sus persecuciones, procesos y destierros parece clara.
Esta comedia fué traducida al italiano con otras de Lope por La Cecilia.
XIV. La llave de la honra.
Se imprimió esta pieza la primera vez en la Tercera parte de comedias
escogidas, impresa en 1653 en Madrid (3). Después no se volvió a estampar
luan de Gomara y Mexía; Madrid, i8 de sep-
tiembre de i6to.
Hojas 3.» )' 4.='; Prólogo.— Texto.
Se repitió esta edición en Barcelona, por Se-
bastián de Cornelias, en 1620.
(I) r.ibrería de Castillo, págs. 283 a 204
del tonuí ya citado. Hay en la Bib. Xac. im
manuscrito, copia hecha en 181 8 de esta co-
media, el cual no tiene ningún valor.
{i) Página 440 del presente volumen.
(3) Parte \ tercera \ de Comedias de los \ mr-
iores ingenios de \ España. Dedicadas a Don
Ivan de Rozas \ Viuanco y Escalera, Cauallero
del orden de Santiago, de la ¡unta de \ Aposento
de su Mageitad, y Tessorero de la Jicyna nues-
tra I Señora y de sus Altezas. \ 66. | Año (I\s-
cudo d«I Mecenas) 1653. I Con Priuilef^io cu
Madrid. Por Melchor Sanche:. ! A costa de Jn-
seph Muñoz Harma, Avuda de la cerería de la
Reyna \ nuestra Señora. Véndese en su casa en
la calle de Atocha.
4.°; 3 hojas prels. y 261 foliadas. Signaturas
A-Kk, de a 8 hojas, menos la última que tiene 4.
Hoja z.'^: Títulos de las comedias que tiene este
libro: i. La llave de la honra, de Lope de Vega,
fol. I. — 2. Mas pueden Zelos que Amor, de Lope,
fol. ig. — 3. Engañar con la verdad, de Geróni-
mo de la Fuente, fol. 39.-4. La Discreta Ena-
morada, de I^pe, fol. 30. — 5. A vn Traydor
dos Aleuosos, y a los dos el mas leal, de Miguel
González, de Cunedo, fol. 84. — 6. I<a Portugue-
sa y dicha del Forastero, de Ix>pe de Vega Car-
pió, fol. 107. — 7. El Maestro de Danzar, de
Ix)pe, fol. T31. -8. La Fénix de Salamanca. Del
Doctor Mir.i de Me.scua, fol. 137. — g. T^o que
está fletirmijiado, de I,ope, fol. 181. — 10. I<a
Dicha jíor malos medios, de < -aspar de Auila,
fol. 203.-11. San Diego de .A.lcalá, de I/)pe,
PROLOGO
xxiir
hasta el tomo II de la colección de Lope en Autores espartóles, por D. Juan
Eugenio Hartzenbusch, páginas 117 y siguientes.
El asunto, de invención de Lope, está bien desarrollado y tiene buenos
caracteres; pero uno y otros son bastante comunes.
XV, El maestro de danzar.
Comedia antigua, ya citada en Bl Peregrino, de 1604. Fué impresa en
la Parte III de la colección de Bscogidas (i) ya mencionada y posteriormen-
te en el tomo II de los de Lope en Autores españoles, páginas 71 y siguientes.
En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito del siglo xvii, sacado del
autógrafo de Lope, que hoy no se conoce. Dicho manuscrito poseyó D. Ca-
yetano Alberto de la Barrera, cjuien nos da noticias de él en la curiosa nota
que le precede, y dice :
''Bl Maestro de danzar. Comedia de Lope de Vega Carpió. Copia anti-
gua firmada por el insigne dramático en Alba de Tormes : enero de 1 594.
"Hallado por mí este apreciable manuscrito con otros siete, compañeros
todos i de inestimable valor i curiosidad en la librería de D. Tiburcio Gon-
zález (que con fina atenzión i por un precio insignificante me los reservó (*))
en Mayo del año 1852, le califiqué desde luego con muy disculpable equivo-
cazión de ms. autógrafo de Lope. Deseoso de confirmar-me en este juizio i
envanezido con su adquisición i la simultánea de los otros siete de come-
dias (**) los comuniqué poco tiempo después a personas tan competentes
como los señores D. Agustín Duran i D. Juan Eujenio Hartzenbusch, para
que cotejasen con los autógrafos de Lope el que yo juzgaba tal, estudiasen
fol. 222. — 12. Los Tras señoras del mundo, de
Luis de Belmonte, fol. 242.
Hoja 2.a vualta: Suma da las aprobaciones. —
Suma del privilegio a Muñoz Barma, por 10
años: 7 de octubre de 1652.— Erratas (ningu-
na) Murcia de la Llana: Madrid, 4 de febrero
de 1653. — Suma da la Tasa: 4 mrs. pliego: tie-
ne, con el principio 66: Madrid, 15 de febrero
de 1653.
Hoja 3.»: Dedicatoria suscrita por José Mu-
ñoz Barma, sin fecha. Dica qua le ofrece este
libro que contiene comedias de los mejores in-
genios de España. «Y bien pudiera decir del
mejor en esta profesión, pues las que componen
la mayor parte de este volumen son del Fénix
della, el inmortal Lope de Vega.»
Esta parte, más que de Escogidas debiera lla-
marse «de Lope»; pues, como se ve, la mayor
porción de las comedias son suyas-
(i) Véase la nota anterior en que se des-
cribe esta Parte.
(*) Había-se-los vendido, entre otros libros,
la viuda de D. Manuel Tejada, relojero que fué
en esta corte, Carrera de S. Jerónimo. (Nota y
ortografía de Barrera.)
(**) Son estos manuscritos: los dos que a
continuazion van incluidos en este volumen; el
de la Comedia de los Hechos de Garcilaso de la
Vega y Moro Tarfe, compuesta por TvOpe de
Vega (inédita) i el de la Comedia del Esclavo
fingido, que vio la luz como obra de la misma
pluma; y además uno de la Comedia del Cerco
XX IV
PROLOGO
las piezas desconozidas y mandasen sacar traslados, ya con destino a sus
propias coleccziones, ya para enriquezimiento de la Biblioteca Nazional.
"Jamás hubiera yo creído que poseyendo el Sr. Duran considerable nú-
mero de orijinales de Lope i ecsistiendo uno en la Biblioteca Nazional, re-
galado i)or el mismo señor, así éste como D. Juan Eujenio Hartzenbusch
omitiesen verificar la comparazión que yo demandaba, o la hiziesen lijera-
mente i sin la atenzión debida, manifestándome luego repetidas vezes que
era sin duda alguna autógrafo de Lope el presente manuscrito de Bl Maestro
de danzar.
"La incomprensii)le lijereza del Sr. Hartzenbusch en este punto llegó a tal
extremo, que no vaziló este distinguido hombre de Letras, al incluir en el
tomo segundo de Comedias escogidas de Lope (vijésimo-cuarto de la Biblio-
teca de Autores Españoles, publicada por Rivadeneira), que salió a luz du-
rante el año de 1855. la comedia Bl Maestro de danzar, impresa por este
ms., en estampar a su fin la siguiente: "Nota. Se ha impreso el diálogo de
esta comedia teniendo a la vista el original de ella, escrito de la mano propia
del autor. Posee esta joya, y nos la ha franqueado generosamente, el señor
D. Cipriano {sic) Alberto de la Barrera. Al pie de los versos que acaban de
leerse, hay en el autógrafo la siguiente ciuintilla, debajo el año de la fecha
y después la firma de Lope.''
"Obsérvese de ¡jaso la equivocazion de mi nombre, i sepa el curioso lector
que en más de un año que duró la impresión del libro no se pensó en corre-
gir-la o salvar-la.
"Me he quejado hasta a(|uí de la lijereza i del descuido ajenos: ahora debo
acusar-me de indolenzia, i de mi eszesiva confianza. Vo pude con desahogo
i con toda comodidaíl, hazer ])()r mí pr()])io el cotejo, luego que la Biblioteca
Nazional adquirió, ])or regalo de Duran, el autógrafo de una pieza dramá-
tica de Lope. Mi indolenzia, pues, i mi eszesiva confianza, han dado lugar al
error (|ue poco desi)ués cometí en mi Catálogo biográfico y bibliográfico del
Teatro antiguo Español, menzionando como autógrafos del insigne dramá-
tico la jjresente coi)ia de /;/ Maestro de danzar, i i)arte de la de /;/ esclazfo
fingido que a Cf>ntinuazion va incluida en este volumen. Tan craso error ha
sido transcrito ])or Mter. Chorley en su a])recial)le i'afálogo <le comedias de
de Sumancia ( — I.a Numancia fU- Zcrviintc s), i
Io« cuatro de dramas dt- ,'\iiU»ris no avi-rif^ia-
doii hasta la ít-cha, (\mv 1k-van estos titules; O'-
media de lot protiAstuon de alejandre. — Comedia
tlf la famosa Teodora alijaiuhnia, y Penitenfia,
hida y muerte suya. — Comedia del milagroso e.<;-
pañol. — Comedia de las Bodas de Rugero y fíra-
damante.
y
PRÓLOGO XXV
Lope, i podrá ser reproducido por algunos otros escritores de Historia
Literaria.
"El presente ms. es, sin embargo, como traslado antiguo, i sacado, al pa-
rezer, del autógrafo mismo de Lope, mui digno de estima; y ha prestado
ya un gran servizio; puesto que de la Comedia Bl Maestro de danzar no
ecsistía otra impresión que la incorrectísima hecha en la Parte tercera de Co-
medias de los nieiores Ingenios de España (Madrid, 1653) ; y que la fecha
del ms. ofreze también un dato interesante para la biografía de Lope. — Ma-
drid. I." de Enero de 1866.— C. A. de la B." (Rúbrica.)
El título de este manuscrito es: Comedia del maes | tro de daiígar
com i puesta por lope de ve \ ga. figuras, siguientes." Consta de 20 hojas en
4." La letra es de buen amanuense, pero de poca instrucción, como se ve ya
por el encabezado.
La comedia es lindísima. Casi todos los personajes son caracteres origi-
nales y muy bien expresados : alguno, como el de Feliciana, de una conple-
jidad digna de estudio.
XVL La malcasada.
Mencionó Lope esta comedia en su segundo Peregrino de 1618; pero debió
de haberse escrito bastante antes, porque fué estrenada por la compañía de
Alonso de Riquelme, autor de compañías antiguo, aunque murió después
de 1618.
Lope la escogió para que formase parte del tomo XV de su colección,
publicado por él mismo en 1621 dos veces (i), y después, que sepamos, no se
volvió a imprimir hasta que Hartzenbusch la incluyó en el tomo II, páginas
289 y siguientes de su colección de Lope en Autores españoles.
El asunto de esta comedia es por el estilo de La Bella malmaridada, pero
en sentido contrario, pues el que aborrece el yugo no es la mujer, sino el
marido.
XVII» Más pueden celos que amor.
No aparece mencionada esta comedia en ninguna de las listas de Bl Pe-
regrino en su patria, lo cual nos lleva a sospechar que se habrá escrito des-
pués de 1 61 8. Fué impresa por primera vez en la Parte III de la colección de
(i) En el prólogo del tomo VI de esta colección, página 25, hemos descrito extensamente
esas dos ediciones.
XXVI
PROLOGO
liscogidas, impresa en Madrid, en 1Ó53 (i). Por el mismo tiempo, o poco
antes o después, se imprimió suelta, en un todo conforme con la anterior,
hasta en las erratas, lo cual prueba que se copiaron la una de la otra (2). Sobre
este texto calcó el suyo Hartzenbusch en Autores españoles (II, 175 y si-
iJl^uientes).
Pero en la Biblioteca Nacional hay un manuscrito autógrafo de Lope
que contiene el segundo acto de la comedia, y tan excelente, que hace deplorar
la pérdida de los otros dos (3). Este manuscrito nos demuestra una vez más
las muchas vueltas y alteraciones que sufrieron estas comedias de Lope, tan
tardíamente impresas. No sólo ofrece muchas e importantes variantes pe-
queñas, o sea de frases y palabras, sino un gran número de versos omitidos
en el texto impreso y algunos añadidos en éste que, por tanto, no son de
Lope. Ya la conclusión del impreso de 1658 nos había hecho conocer que
estaba formada de otros dos diferentes, en el cual se habían conservado los
finales del autor. Dice actualmente:
Octavia. Querida, no quise bien;
quise bien quien me olvidój
busquéle, como habéis visto,
porque es nuestra condición.
El diablo son las mujeres.
V que tengan fin dichoso
la Dama Comendador,
si no ha mentido el poeta,
má.s pueden celos que amor.
El segundo de estos nueve versos está evidentemente equivocado, y de-
berá decir, poco más o menos, "y quise a quien me olvidó", como lo pide la
gramática. Después del quinto no se guarda la ley del romance, faltando
uno agudo en o. El mismo verso quinto parece que deberá decirlo otra per-
.sona y no Octavia, que no se llamaría diablo a sí propia. El sexto verso deberá
decir "y aquí tenga fin dichoso". El séptimo, que dice "la Dama Comenda-
dor", aludirá a la primera conclusión de la comedia de Lope, pues en esta
refundición de 1653 no se dice (jue Octavia se llamase Comendador de nin-
guna orden d se j)resentase como tal.
(I) Véaae la nota (3) de la pá^. XXIT de
este prólojjo.
(i) Mas pveden zelos. qve amm. . Comcdai |
famosa de Lope de Vcf^a Carpió. 4.' ; sin luf^ar
ni afuj; ii liojas nutnera<ias. Signaturas .A-C-
t\v a 8 hí>ia.s. nv/noH la última (jue lient- 6. Pieza
rarÍHÍnia. W final sólo dici* «I'in». .\1 princi])i<i
tiene una cabecera luilia con adornos tipojírá-
ficos.
(3) Manu.scrito K-134, de letra evidente de
Lope. Ivmpieza así: «Personas del 2.° Acto: El
Duque. VA Con<le. Otabia. Ñuño. I^eonor. Kl
Príncipe. Mendoza.» l'^altan alpunos versos al
final para estar completo el acto .sejíiuido.
PROLOGO
xxvir
La conclusión, pues, de la obra de Lope, en cuyo tercer acto se citaría a
Octavia, disfrazada de hombre, como Comendador de la orden de Santiago,
diría:
Octavia. Querida' no quise bien;
y quise a quien me olvidó;
busquéle, como hab is visto,
por que es nuestra condición...
[Ñuño, j y aquí tenga fin dichoso
La Dama Comendador.
Que sería el título de la comedia, como se verá después. El primer refun-
didor, para justificar el nuevo título que puso a la obra, la acabaría así :
por que es nuestra condición;
[Xuxo. j Y aquí tenga fin dichoso
Más pueden celos que amor.
La comedia, a pesar de esto, seguiría llamándose La dama Comendador,
y un nuevo copista del teatro, para conservarlo y no cambiar el título, juntaría
las dos conclusiones y añadiría ignorantemente el quinto verso, que encerraba
un chiste, sin conocer que vulneraba las reglas del romance.
Además de este manuscrito, hay en la Biblioteca ducal de Parma otro
de los tres actos; pero mucho más moderno: es copia del impreso hecho en
1734 por Isidro Rodríguez.
Esta inverosímil pero bien escrita y no mal urdida comedia fué refundida
de nuevo en 1668 por D. Pedro F. Lanini y Sagredo, quien como censor de
comedias tenía a su disposición los archivos de los teatros de la Cruz y del
Príncipe, y pudo conocer el texto verdadero de Lope de Vega, y lo conservó,
pues ya era nuevo, habiéndose impreso dos veces con el de Más pueden celos
que amor. El asunto es el mismo: pero con lugar y personajes distintos y una
segunda acción entre Casandra y Don Juan de Leiva, hermano de Aurora
(que es la Octavia de Lope), y ésta burlada por Carlos, al cual persigue desde
Madrid a Sevilla. Don Carlos aparece enamorado de su prima Casandra. y
Aurora, disfrazada de varón y con la encomienda de Calatrava, la enamora
para impedir que Don Carlos se case con ella. Desde este momento la obra se
convierte, como en Lope, en una pieza de enredo calderoniano. Acaba así:
Y si acaso os agradara
La Da¡}ia Comendador
perdonad sus yerros grandes (i).
(i) Biblioteca Xacional. Manuscrito 16.562.
«Comedia nueba | La Dama Comendador [ De !
Don Pedro Fran. T^anine Sagredo.» En la hoja
subsiguiente: «Comedia ' La Dama comenda-
dor. I Personas:
D. Carlos. — D. Feliz, biejo. — Zoquete. — Au-
XXVIII
PROLOGO
XVIII. El mayor imposible»
Esta ingeniosa y bien trazada comedia aparece mencionada por su autor
en el Peregrino de iói8; pero según una carta de Lope, fué escrita en 1615
y representada por entonces. Se imprimió la primera vez en Zaragoza, en
1Ó47, ^" í^ Parte XX J^ de Lope (i), y en la colección de Hartzcnbusch de
Autores españoles, tomo IL páginas 465 y siguientes.
Fué imitada por D. Agustín Moreto en su conocida comedia No puede
ser, (|ue. sin embargo, no pudo hacer olvidar el modelo.
Esta obra fué de las más estimadas, y traducida e imitada en el Extran-
jero, empezando por la traducción francesa de Boisrobert, hecha en 1653.
Sobre esta traducción se hicieron dos holandesas en 1671. Un arreglo en
alemán consta que fué representado en Torgau en 1Ó90. Otro en el mismo
idioma hizo Eugenio Zaubel, con el título de Der Tiigcnd snidcher, que se
puso en escena. Sobre la traducción francesa hizo otro arreglo en alemán
Fernando L. Huber, con el título de Die offene Fehde, impreso en 1788. La
tradujo también en alemán el Dr. Braunfels.
Al principio de esta comedia parece Lope aceptar o reconocer el nombre
poético de Lisardo, pues se dice de este personaje, hablando de unos versos
suyos :
Reina. Está con lindo artificio
encarecida esa dama.
RííBKR. Tiene Lisardo gran fama.
LiSAR. Más es de mi amor indicio,
que inclinación natural
cjue me da la poesía.
Este elogio, sin motivo declarado, no lo hubiera escrito a tratarse de
otra persona.
tora. J%lina • 1). Jnaii 11. Lriva,- 1). l)iigo
Mendrugo -Ca.sandra,
Al mareen *V.n ^o de scti... d<- ií,08.i>
SaU* .\urora vcstiíla de hombre v Mt-ndiugo.
.\i kokA. Ik-Hfj» árlx>l s ixipndo.s.
Mendrugo, lo.s brutos ata.
Mendri'. Atarlos es patarata,
cuando vienen tan atados.
(i) Véase la nota (i) de la pág. XII de
este prologo.
PROLOGO
XXIX
XIX. La mayor virtud de un rey.
Esta excelente e interesante comedia es una de las últimas compuestas por
Lope de Vega. Harto se declara en los versos finales:
Juan. Aquí, senado,
con mis fortunas, acaba
La mayor virtud de un rey
El poeta no se cansa
de serviros, aunque ya
le jubilaban las canas:
tan agradecido está
a las mercedes pasadas.
Y lo acredita el imprimirla en i637 su hija Doña Feliciana en la Vega
del Parnaso, en que recogió las más recientes obras del poeta ( i ) . Se repitió
la impresión, en 1671, en la Parte XXXVII de la colección de Escogidas;
pero cambiándose el título por el de Bl mejor casamentero y atribuyéndola
a D. Juan de Matos Fragoso (2), Hartzenbusch la incluyó en su colección
de Lope hecha para la Biblioteca de Autores españoles, en el tomo III de
dicha colección, páginas yy y siguientes.
XX. Los melindres de Belisa.
Citada en el segundo Peregrino, de 1618, fué impresa por el autor en la
Parte IX de su colección particular, en 16 17, y otra vez, en Barcelona, ai añc
(i) La Vega del Parnaso. Por el Fénix de ¡
España Fray Lope Félix de Vega Carpió, del
A bito de San luán, Procurador Fiscal de la Cá-
mara Apostólica. Dirigida al Excellentissimo
Señor Don Lvuis Fernandez de Cordoua, Car-
dona, y Aragón, Duque de Sessa, etc. (Escudo
del Duque.) En Madrid, en la Imprenta del
Reyno. Año 1637.
4.°; 4 hojas prels. y 292 foliadas. Suma del
privilegio, por diez años, a Luis de Usategui,
yerno de Lope: Madrid, 3 de noviem3re de 1635.
Fe de erratas: Madrid, 23 de junio de 1637. —
Tasa: Madrid, 2 de julio de 1637. — Aprobación
del Maestro J. de Valdivielso: Madrid, 26 de
agosto de 1635. — Prólogo del Licenc. José Ortiz
de Villena. — Dedicatoria de Usategui, sin fecha.
Contiene, además de varios versos, las nueve
comedias siguientes: El guante de Doña Blan-
ca.— La mayor virtud de un rey. — Las biza-
rrías de Belisa. — Porfiando vence amor. — El
desprecio agradecido. — El amor enamorado. —
La mayor vitoria de Alemania de Don Gon-
zalo de Cordova. — Si no vieran las mujeres. —
Diálogo militar. Pieza representable en un acto.
(2) Parte treinta y siete de Comedias nvevas
escritas por los mejores Ingenios de España.
Dedicadas a don lacinto de Romarate y Varo-
na, 8íc. Año (Escudo del Mecenas) 1671. Con
licencia, en Madrid: Por Melchor Alegre. A costa
de Domingo Palacio y Villegas, Mercader de
Libros. Véndese en su casa en frente del Colegio
de S. Tomas.
4.°; 4 hojas prels. y 438 ps. El mejor casa-
mentero es la undécima comedia del tomo.
XXX PROLOGO
siguiente (i). Se inipriniió suelta a principios del siglo xviii, cambiándole
el título por el de La líaiiui niel'uidrosa (J), y fué elegida por Hartzenbusch
para entrar en su colección de Lope (tomo I, páginas 3 17 y siguientes) en
Autores españoles.
Como esta comedia, además del gracioso carácter femenino que nos ofre-
ce en la persona de Belisa, tiene bastante regularidad, guardándose en el^a
las imidades de lugar y tiempo, atrajo la atención del refundidor de otras
obras de Lope, D. Cándido María Trigueros, para emprender la refundición
de esta preciosa comedia. Pero Trigueros no tuvo a la vista las ediciones
antiguas, sino un ejemplar de la madrileña del siglo xviii, a la cual, por una
superchería editorial, se puso el pie de imprenta de Zaragoza (3). Por eso
se engañó en la advertencia que puso a su arreglo al decir que Lope dio a su
obra el título de La Dama melindrosa, que es el que ostenta en dicha impre-
sión del siglo xviii. Por lo demás, el trabajo de Trigueros fué muy poco,
porque la obra tenía ya las condiciones que la escuela clásica exigía para
que fuese tolerable (4).
Esta comedia fué además traducida en francés, primero por S. Linguet,
en 1754, y después por E. Baret. D. Calixto Oyuela, escritor argentino, la
refundió en un acto.
La comedia es ciertamente ingeniosa y lindísima, aunque recargada de
episodios, bien que todos dentro del asunto.
Emilio Cotarelo y Morí.
(ij Estas (los ediciones han sido descritas I A pesar de i sto, comparando miimciosamentc
extensamente en la pápjina XXXVIII del pro- I ambos ejemplares, se ve que son de una misma
logo al tomo VIII de esta colección de Ix)pe.
(2) Sum. 18. La dama melindrosa, Comedia
famosa. De I.ope de l'e^a Carpió. Al final, dice:
Impressa en Madrid con las licencias necesarias:
y se hallará esta, y otros muchos Títulos en la
Lonja de ¡as Comedias, a la furria drl ^nl,- —
tirada. No sólo la letra es la misma, sino que
lia.sta las rotas y c egas y otros leves defectos
tipográficos son connines a ambas. I,o que
pasó fue que al imprimir la obra en Madrid, se
puso en los ejemplares destinados a venderse
en Zaragoza otro pie de imprenta.
4,'-; 44 ps. numeradas (,) j^a refundición de Trigueros se impri-
mí) Kl encalx'zado iK- oír cjcinjjjar i\\iv i \n\ó cow v9.ii! \i\.\x\o: La Melindrosa, ó los esclavos
Trigueros tuvo a la vista y acompaña al auto- j supuestos: de Lope de Ve^a Carpió. Refundida
grafo de su reíundirit'iji, i-s »-xa(tam«iit<- igual ¡ por Don Cándido María Trif^iieros. Con licencia
en Madrid: año de iSo^. Se hallará en la Librería
de González, calle de Atocha, frente a los Gremios.
.}.°; 40 ps. numeradas. Ivn medio de este ejem-
plar y del anterior se halla encuadernado el-
autógrafo de Trigueros, que consta de 22 ho-
jas en 4.'
al del aiiterií)r. S<'>lo varía «n la última plana
en cuyo pie dice: lin Zaragoza: En la Imprenta
que está en la L'laza del Carbón sobre el Peso
Jieal. donde se hallará esta, y otros muchos títulos,
itnbien diferentes acneros de Xacaras,
f ^, y Hutnrias.
índice del tomo XII
PAGS.
219. — El Desprecio agradecido i
220. — Dineros son calidad ^^
221. — El Dómine Lucas óo
222. — Eos Embustes de Celauro 9^
223. — Esclava de su galán i35
224. — Las Flores de Don Juan y rico y pobre trocados 169
225. — Guardar y guardarse 206
226. — La Hermosa fea 289
227. — El Hijo de los leones 269
228. — El Hombre de bien 299
229. — La Inocente Laura 339
23o. — Lo que ha de ser Syy
23 1. — Los locos de Valencia 409
232. — La llave de la honra 4-4^
233.- — El Maestro de danzar 476
234. — La Malcasada 515
235. — Más pueden celos que amor 55 ^
236. — El Mayor imposible 581
237. — La Mayor virtud de un Rey 618
238.- — Los Melindres de BeHsa 649
LA GRAN COMEDIA DE
EL DESPRECIO AGRADECIDO
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EX ELLA LAS
PERSC
Don Bernardo.
Florela.
Octavio.
Inés.
Lis ARDA.
LtrciNDo.
JORNADA PRIMERA
(Salen
(Salen Don
Bern.ardo y Sancho, con espadas desnudas
Lis.
y broqueles.)
D. Ber.
¡Qué torpe salto que diste!
San.
Eran las paredes altas.
Flo.
D. Ber.
Tú, pienso que mejor saltas
porque más miedo tuviste.
Lis.
San.
¿Quién no teme a la justicia,
y dejando a un hombre muerto?
Flo.
D. Ber.
¡Temerario desconcierto!
Lis.
Quien vive, vivir codicia.
Flo.
Casa principal es ésta
INÉ.
a donde habemos entrado.
San.
Todo vengo desollado;
sangre la pared me cuesta.
D. Ber.
Con la escuridad no veo
más de que aqueste es jardín.
San.
¿Qué habemos de hacer, en fin?
D. Ber.
I/ibrarme, Sancho, deseo.
San.
Si nos sienten, es forzoso
pensar qiie somos ladrones.
Flo.
D. Ber.
¡En qué tuertes ocasiones
se pone un hombre celoso!
Lis.
San.
Nunca el diablo nos dejara
venir de Sevilla aquí.
Flo.
D. Ber.
vSala es ésta, ¿entraré?
San.
Sí.
D. Ber.
Mujeres hablan.
San.
Repara
en que dicen que se van
a acostar.
Lis.
D. Ber.
Pues bien, ¿qué haremos?
San.
Que lo que fuere miremos
detrás de este tafetán.
Flo.
Sancho.
Don Alejandro.
Mendo.
Lisarda y Florela; damas e Inés, criada.)
Pon la vela en esa mesa,
y muestra aquel azafate;
quitaréme aquestas rosas,
que no quiero que se ajen.
¡Qué cansado estaba Octavio!
No hay cosa que tanto canse
como un deudo pretendiente
de marido, y no de amante.
Ten esta cadena, Inés.
¡Lo que siento desnudarme!
Yo, mucho más que vestirme.
Pues no queréis que os enfade,
si el vestiros y adornaros
por la mañana se hace,
cuando tomáis los pinceles,
para que, hermosos, agraden
los claveles y jazmines,
que suelen desfigurarse
en el curso de la noche.
¡Qué bueno estuvo esta tarde
el Prado!
La procesión
de los coches fué notable.
¡Bravo humo, brava gloria,
brava prosa de galanes!
Muy valido anduvo riesgo,
superior, inexcusable ;
valimiento, acción, despejo,
ruidoso, activo, desaire,
lucimiento y caravanas.
¡Ca-so extraño; que el lenguaje
tenga sus tiempos también!
Vienen a ser novedades
las cosas que se olvidaron.
k
EL DESPRECIO AGRADECIDO
Lis.
Flo.
Lis.
Flo.
Lis.
Flo.
Lis.
Flo.
Lis.
Flo.
Lvb.
Lis.
INE.
Lis.
Lne.
Lis.
LvE.
Lis.
LvE
Lis.
INB.
Lis.
Fm).
Lis.
De nada pude alegrarme.
Pues hartos lo pretendieron.
Pasea p)or esta calle
[a] una dama de Sevilla,
bien prendida y de buen aire
;su ropa de levantar
testimonios o alamares;
papagayo, en el balcón;
en casa, mulata y paje);
im forastero, Florela,
de extremada gracia y talle,
en que he reparado im poco.
No es poco que tú repares.
¿Hate parecido bien?
Xo; pero puedo jurarte
que me pesa de que mire,
sin saber por qué se cause,
esta dama al <"orastero.
Eso nace de agradarte;
que amor, de celo y envidia
c'icen algmios que nace,
cuando de súpito viene,
sin que le dé la otra parte
materia para querer
en servicios o amistades,
en requiebros o en papel.
Sólo diré, y esto baste,
que así quisiera un marido.
¿Ya Octavio no?
(Cáesele el broquel a Sancho.)
¡Dios me guarde'
¡Jesús!, ¿qué ruido es éste?
¿Qué se cayó?
Xo te espantes.
¿Cerraste la puerta, Inés?
¿Cuál, señora?
La que sale
al jardín.
Abierta está.
¡Qué buen cuidado!
Más tarde
suele cerrarse otras veces.
Disculpas y necedades;
toma esa luz, mira presto
lo que fíe cayó.
Xotable
cosa.
¿Cómo?
Un broquel.
¿Aquí broquel?
Soincjante
prenda será de mi hermano.
¡Qué?
IxE. Sí, pero los tafetanes
en dos pares de zapatos
no es posible que rematen.
Lis. ¡Jesús mil veces! ¡Ladrones;
(Salen los dos.)
D. Ber. Vuesas mercedes no hablen
palabra; que una desdicha
fué la ocasión ae que entrase
donde estoy. Soy caballero;
maté un hombre en esa calle;
éntreme en la primer casa,
para que no me llevasen
preso, donde una mujer
me dijo que me pasase,
por la pared de este huerto,
a estas casas principales,
donde estaría seguro.
Que ella, por marido o padre
celosos, no se atrevía
a tenerme ni guardarme.
Y arrimando una escalera,
pasamos de esta otra parte,
saltando desde las tapias,
aunque con peligro grande.
Si piedad en el valor
de las personas que nacen
con tantas obligaciones
es justo, señora, que hallen
desdichas de un caballero,
no deis causa a que me maten,
que yo soy el que dijisteis
que os pesaba que pasease,
con lo demás que no digo,
por esa mujer, la calle.
Ella me dio la ocasión
para que al hombre matase.
Si me obligáis a salir,
sus deudos han de matarme,
o la justicia prendenne;
mas no es posible que falte
piedad en tanta hermosura,
pues no solamente un ángel,
pero dos, en tal peligro
quiere el cielo que me giiarden.
Lis. iQ"«^' notable confusión!
San. y vos, señora, amparadme,
por ángel añadidura
de estos coros celestiales.
Que me matará mi amo,
porcjue soy tan miserable,
(]ue se me cayó el broquel,
dormido en desdichas tales.
JORNADA PRIMERA
InE. Mis amas están agora
en consulta; no se gazmie;
que ya le he visto otra vez,
y con lo que resultare,
tendrá sagrado o destierro.
San. Si salgo de estos azares,
te ofrezco un broquel de cera,
como si f vieras imagen.
Lis. Por haberos visto y ver
que sois hombre principal,
aunque el caso es desigual,
de mi honesto proceder,
quiero parecer mujer
en tener piedad de vos,
aunque ignoro de los dos
las calidades y nombres,
que en piedad, más que los hombres,
nos parecemos a Dios.
Lo que vos habéis oído
no lo puedo yo negar,
ni vos amar y celar
la dama que os ha ofendido.
Pero quede repartido
entre los tres el suceso;
que yo os libre de ser preso,
y que ella obligue sus ojos,
y que no os den más enojos,
y vos a tener más seso.
En más peligro estuviera
vuestra vida, si llamara,
porque el temor me forzara,
si antes de agora no os viera.
Hasta que la luz primera
asegure, vuestra vida,
vivirá aquí defendida;
y advertid que digo aqm',
para que dentro de mí
esté mejor escondida.
D. Ber. Señora, si quiso amor
que por tan grande rodeo
me trajese un mal deseo
a un bien nacido favor,
mayor que el mal y el rigor
será la dicha y el bien,
y vos el sagrado en quien
mi vida, con mi ventura,
como en templo de hermosura
segiiras de hoy más estén.
Y siendo mi asilo y templo,
en sus aras, con razón,
arderá mi corazón,
para agradecido ejemplo;
en cuya imagen contemplo
Lis.
iNE.
Lis.
San.
Íne.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Lis.
F1.0.
D. Ber.
Ine.
D. Ber.
mis prisiones por despojos;
pero hame causado enojos
que tan poco me guardéis,
si hasta el alba prometéis,
y ha salido en vuestros ojos.
La dama que me ha traído
por entre casos injustos,
(tanto pueden malos gustos)
d3sde Sevilla perdido,
en quien nací, bien nacido,
aborrezco, y vuestro soy.
Quitándole, desde hoy,
el alma, para que sea
vuestra, aunque viene tan fea
que con vergüenza os la doy.
Es mi nombre, que mejor
lo que no sabéis abona,
don Bernardo de Cardona,
con que he dicho mi valor.
Aqm' hay piedad y rigor;
rigor, porque amé sin veros;
piedad, por enterneceros,
en quererme defender,
que amaros no puede ser
primero que conoceros.
Inés.
Señora.
A los dos
encierra en este aposento,
y dame luego la llave.
¿Aun no escapamos de presos?
Venid, señores, que es tarde.
Inés, ¿no habrá, por lo menos,
dos deditos de colchón?
¿Colchón?
¿Es mucho requiebro?
¿Tan de espacio quiere estar?
¿No vé que todo me duermo?
¿Pues para qué pide lana,
que en bronce será lo mesmo?
¿No es toda dulce la niña?
Ven, Florela.
El alma llevo
lastimada de este caso.
¿Cómo se llama esta dama?
I/isarda, y el caballero,
su padre, don Alejandro.
Pudiera, mejor que al giiego,
llamarse «el Magno», por ser
quien más hazañas ha hecho
en sólo hacer a Lisarda,
porque con sus ojos bellos
puede conquistar el mundo.
EL DESPRECIO AGRADECIDO
INE
Yo la diré esc concepto
cuando la esté descalzando.
D. Ber.
Cien escudos tenéis ciertos
por un zapatillo suyo.
IN-E.
¿Tan prestísimo.''
D. Ber.
Soy tienio.
iNE.
¿Pues para qué le queréis?
D. Ber.
Para traerle aquí dentro.
iNE.
Son de ponleví; el talón
os hará mal en el p>echo.
D. Ber.
¿Quién es la otra señora?
iNE.
Su hermana.
D. Ber.
Es ángel, es cielo.
Ixe.
¿Mas que pedís un zapato?
D. Ber.
No pido, aunque le encarezco.
iNE
Entrad, por que descanséis,
y vendré en amaneciendo.
a despertaros.
D. Ber.
Inés.
no duermo si no me acuesto.
iNE.
Pues un libro y esta vela
os será de gran provecho.
D. Ber.
¿Quién es?
iNE.
Parte veintiséis,
de Lope.
D. Ber.
labros supuestos,
que con su nombre se imprimen.
San.
Y a mí, por si no me duermo,
¿qué me dais?
iNE
A Don Quijote,
p>orque vos y vuestro dueño
imitáis .sus aventuras.
D. Ber.
Dice verdad.
San
Y aun sospecho
que habernos de ser más locos,
si Dios no nos guarda el seso.
(Vanse. Entran Octavio y Lucindo.)
OCT.
¡Gran ventura, por Dios!
1
Luc.
Notable ha sido.
OCT.
En fin.
lo »;.si:iiH herido.
Luc.
Dióme la vida el jaco.
OCT.
¿ De qué modo
luc la cuestión.''
Luc.
Aquí lo sabréis todo,
sin contar, como suelen en ausencia,
de la parte que falta, la pendencia.
De vuestro tío y de mi padre, alinda
la casa de una dama sevillana,
que no es tan limpia, íresca, hermosa y linda
la risa de la candida mañana.
Pues como a cuanto mire, abrase y rinda,
ni arrogante, ni fácil, ni tirana,
para añadir a su beldad trofeos,
ardieron en sus ojos mis deseos.
Visitándola, pues, como vecino,
con toda honestidad, dos o tres días,
o la amistad o la llaneza vino
a que escuchase las razones mías.
Amor, que con su ciego desatino,
en preguntas, respuestas y porfías,
el tiempo pasa, y sin sentir que pasa,
me dio sueño de necios en su casa.
OCT.
Eso no entiendo.
Luc.
Es nombre que se ha puesto
a quien en una silla, porfiado,
en la conversación es tan molesto
que parece que en ella está acostado.
Yo, pues, si bien con proceder honesto
estuve tan dormido y tan cansado
como si fuera un bronce, hasta las once,
cera en el alma, y en el cuerpo bronce.
A las horas que digo, un hombre llama
con más furor que si llamara en huerta;
la casa tiembla, túrbase la dama;
la dormida familia al son despierta.
Yo, por ganar de bravo alguna fama,
no me dejo rogar, voy a la puerta,
donde si uno llamó, dos hombres miro;
tercio la capa, desenvaino y tiro.
OCT.
¡Brava resolución!
Luc.
No hagáis donaire,
que estaba en la ventana Dorotea;
mas por dar cuchilladas de buen aire,
como quien bravo parecer desea,
me pudo suceder tan mal desaire,
que el uno (jue me busca y no rodea (i),
(i) A><i fu toílos los textos; i»ero quizii deba leerse
•me nxica*.
JORNADA PRIMERA
5
de una estocada, aunque el izquierdo saco,
me derribó, caí; bien haya el jaco.
OCT.
Poco firme de pies os considero.
Luc.
Poco, diréis mejor, diestro de manos.
Acudió la justicia; el caballero
fugitivo midió los aires vanos;
suelen llamar «las once mil de acero»
los que escriben de casos inhumanos,
a los jacos de malla, y hoy lo creo,
pues que por su favor libre me veo.
OcT.
Tarde es para llamar, y Dorotea
nos dijera quién es, pues no es posible
que tan celoso su galán no sea
necio en llamar, y en esperar terrible.
El alba con celajes hermosea
el campo de los cielos apacible,
huyendo de sus rayos las estrellas,
que como sale el sol, se esconden ellas.
Entraos en vuestra casa, que en sabiendo
quién es ese celoso mal svif rido,
o iremos la venganza previniendo
(aunque él es hasta agora el ofendido),
o conforme amistad reconociendo,
su antigüedad pondréis en justo olvido
amor, que aun no ha llegado a ser infante,
pues sois en esperando tierno amante.
Luc.
Perdonadme el llamaros tan aprisa,
que no por primo, por amigo os llamo.
OCT.
El aurora otra vez, con mayor risa,
bajando (i) el risueñor del nido al ramo,
que sale ya la gente nos avisa;
hoy vendré a veros.
Luc.
Ya sabéis que os amo
y más agora que mi padre aguarda
que seáis primo y marido de Lisarda.
(Vase.)
OCT.
¡Oh, tiempo!, si trujeses este día
de la dispensación; ¡oh, Roma!, ¡oh, cielo!;
(i) Hartzenbusch corrigió «saltando», sin razón su-
ficiente.
¡oh, sagrada ciudad!, ¿quién te desvía
que no te alcance de mi amor el vuelo?
Durmiendo estás aqm', Lisarda mía,
cuando yo por tus ojos me desvelo;
¡oh. sol despertador de los mortales!,
pues que duerme mi sol, ¿por qué no sales?
Despierta, que te aguardan tantas flores,
hermosa aurora, y tantas fuentes puras,
unas piden cristal, otras colores;
¿quién duda, estrellas, que estaréis seguras?
Dulces calandrias, pájaros cantores,
que el pico suspendéis noches oscuras,
despertad a Lisarda; que a Lisarda,
la flor, el agua, el ave, el alma aguarda.
Despierta a mi dolor, dulce señora;
huye de mi temor la noche fría;
si tuviera esos ojos el aurora,
jamás durmiera, y siempre fuera día.
Si estuviera contigo quien te adora,
sus ansias, sus amores, su porfía
no permitieran sueño a sus estrellas;
mirándose estuviera el alma en ellas.
¿Cuál hombre agora fuera tan dichoso
que durmiera en tu casa desvelado?
¡oh, qitién fuera, jardín, Jasón famoso
del fnxto de tus árboles dorado!
Mas, ¡ay!, que vive Prometeo ingenioso,
por atrevido, en un peñasco atado.
¡Ay, Dios, si cerca ya de tu aposento,
escuchara tu voz, tu dulce acento!
Celos tengo de mí, que imaginando
que hay hombre alguno dentro, estoy celoso,
y soy yo mismo, porque el alma entrando,
allá me tiene en forma de tu esposo.
Alma, ¿quién está dentro? Tú que hablando'^
con ella estás tan tierno y amoroso.
Vamos, amor, que aunque me voy, bien puedo^
dormir seguro, pues que dentro quedo. (Vast.)
(Entran Don Bernardo y Sancho.)
D. BER. Buena noche.
San. Toledana.
D. Ber. Peor fuera estando presos.
San. Ya doña aurora celeste
clarifica el aposento,
y le dan el parabién
los pájaros de ese huerto,
chillando por los tejados
tantos gorriones nuevos,
que parece que nos llaman.
D. Ber. Perdidos amanecemos.
San. En una huerta del Prado
bebió largo un extranjero
1
EL DESPRECIO AGRADECIDO
D. Ber.
y en la Puerta de Alcalá
se le dejaron sus deudos. San.
Los coches que be partían (i) D. BER.
al anochecer, creyendo S.\N.
que entre muchos, que aUí aguardan D. Ber.
sentados, era uno de ellos.
Dijéronle que se entrase
con los d^más, los cocheros,
lo que él hizo, sin saber
si era coche o apHDsento.
Durmió como niño en cuna,
y a la mañana, despierto,
pregimtaba por su casa
de los amigos, creyendo
que le llevaron en coche,
hasta que del coche el dueño
pedía (21 el dinero a voces.
El extranjero diciendo (3)
que le volviese a Madrid,
pues sin causa ni concierto
le trajeron a Alcalá, San.
estando en Madrid durmiendo.
Los que a las voces se hallaron,
celebraron el suceso,
y dándole la ropilla (4) D. Ber.
para prenda (5) del dinero
d;l porte, volvió a Madrid
a pie, desnudo, sin cuello,
sin zapatos, sin espada,
sin comer y sin sombrero.
No pienso que es necesario San.
decir que este mismo sueño
nos ha pasado a los dos:
tú con el vino de celos,
y yo siguiendo tus pasos,
pues nos hallamos despiertos,
como el otro en Alcalá,
en casa de un caballero,
que si nos pidiese el porte,
por ventura, volveremos
más desnudos a la calle.
Bien has aplicado el cuento,
como yo hubiera dormido;
que toda la noche en jx-.so j) Ber.
he pasado en de.satiiKJS,
las historiaji revolviendo San.
de Dorotea, a (juien ya
(1) Ka Hartzcntmikrh «Cuando los coches partian>.
(a) Kn Ilartz. «pidiólo.
3) En llartz. «pidirfií'.o». I/i mismo en ¡.a ]'i-t;ii del
r amato.
4) Ka Haitz. «7 t\, dando nu ro(ia y arnia.St.
(5) Ka Ilartz. *pimda*>.
como el demonio aborrezco.
¿Al demonio?
Sí, y aún más.
¿Tan presto?
Xo es presto,
porque un agravio en amor
son muchos años de tiempo.
Al extranjero que dices
imito, en que anocheciendo
mis celos en Dorotea,
hoy en Lisarda amanezco.
¡Con qué gracia se quitaba
las rosas de los cabellos,
con el marfil de las manos,
y las joyas que poniendo
iba en aquel azafate!
¡Qué airoso talle, qué cuerpo!
Cuando se quitó la ropa,
quedó como un ángel bello
en la almilla.
Sí, por Dios,
que a ponerle un candelero
y unas alas, no podía
ser más propio.
Al fin rae quejo
de ti, por cujo broquel
no paso de almilla adentro,
que si no es por el ruido,
ya despejaba el manteo
y se quedaba de ninfa.
No te quejes, que no es bueno
verlas en paños menores,
a donde lo más es menos;
que en mujeres, y empanadas
del figón, hay mucho hueso.
Una vez compré im besugo
tan pequeño en pan tan hueco,
que dije, alzando la capa:
«¿Qué haces aquí, pigmeo?»
Y me respondió con risa:
<<Soy engaña-majaderos,
que compran lo que no ven
y afirman lo que no vieron.»
Kn fin, ¿esta mala noche,
Sancho, pasaste durmiendo?
Señor, engañado estás,
que en no cenando, no duermo.
Por todo este gabinete,
o tocador, que a.sí creo
que se llama en Francia, adonde
tienen las damas su espejo
y aderezo de matar,
j)orque sus blancos aceros,
JORNADA PRIMERA
broqueles, rodelas, jacos,
son. las rosas de Toledo,
los jazmines del Gran Turco,
los moldes y otros enredos.
Aunque ya quiero callar,
que no meterme profeso
en lo que introduce el uso,
o sea malo o sea bueno.
Digo, pues, señor, que anduve
buscando con mucho tiento
entre catres y escritorios
algo que comer, y veo
un bote que presumí
jalea; destapo y pruebo,
y he pensado reventar.
D. Ber. ¿Cómo?
San. Era algún embeleco
de aceite de mata y lirios,
limón y claras de huevos,
o cosas tan endiabladas,
que parece que me dieron
tártago, o si hay otra cosa
más amarga. Fuc^a de esto,
hallé en una escribanía
un papel, y aquí le tengo.
D. Ber. ¿Papel? Muestra, que ya el sol,
por ver si Lisarda dentro
de su tocador está,
para consultar su espejo,
acecha por los resquicios,
lyctra es de hombre; escucha atento:
(Lea.)
«Prima de mis ojos.»
San. ¡Malo!
D. Ber. La «prima»), Sancho, era bueno;
lo malo es lo de «mis ojos».
San. Di adelante.
D. Ber. \iYa tenemos
la dispensación.»
San. Detente.
¡Vive Dios, que es casamiento
y traen dispensación,
porque deben de ser deudos!
Errado habernos el lance,
y el camino, si volvemos
de Alcalá a Madrid tan tristes.
D. Ber. Pena me ha dado.
San. ¿Qué haremos
si ha puesto el bordón por prima?
D. Ber. Gran falta en tal instrumento.
San. Quedo, que siento la llave.
D. Ber. y ya siento que me ha muerto
coti espada de papel.
InE.
D. Ber.
InE.
D. Ber.
iNE.
D. BER.
iNE.
D. BER.
iNE.
vSan.
InE.
San.
InE.
San.
InE.
D. Ber.
Lis.
(Sale Inés.)
Buenos días, caballeros.
¿Qué mejores, bella Inés,
que entrando vos por aurora?
¿Qué hace el sol?
¿Quién?, ¿mi señora?
El sol de estos ojos es.
Ya está vestida, y su hermana
y ella se quieren tocar;
dicen que le deis lugar,
que, pi-ies es tan de mañana, ^
podréis salir sin que os vean .
¿No podré volver a ver
estas damas?
Podrá ser,
que pienso que lo desean.
Toda la noche han estado
hablando de vos las dos.
¿De mí?
De vos, que de vos
están las dos con cuidado.
¿Hase vi.sto en rosa pura
tal amanecer de Inés?;
¡Bien haya lo que no es
artüicio en la hermosura!
Hase visto esta mañana.
¿Lisonjas, Sancho, en ayunas?
No te dijera ningunas,
a no ser verdad tan llana:
que con hambre no hay amor
que aliente a buenos efetos (i).
Bueno estás para concetos.
Y para almorzar, mejor.
¿No cortarás de un tocino
alguna lonja que suene
en la sartén?
Mi ama viene.
(Sale I^i.sARDA.)
Amaneced, sol divino,
en los ojos que han pasado
tal noche.
No fué mejor
la mía, con el temor,
a que me habéis obligado;
y creed que me ha pesado
de la descomodidad.
Fuerza ha sido, perdonad;
que huésped que él se convida,
es fuerza que la comida
la busque en la voluntad.
(i) Así en
tos» o cafetos»
los textos; pero acaso quiera decir «afee-
EL DESPRECIO AGRADECIDO
Salla, señor don Bernardo,
antes que entre más el día,
que por quien veros podría
justamente me acobardo.
Qué un hombre mozo y gallardo,
y a tal hora, es ocasión
que ofenderá mi opinión;
que hay vecino, que por gala,
lo menos vive en la sala
y lo más en el balcón.
Tened agradecimiento
a quien entrar os dejó,
donde ninguno llegó
a poner el pensamiento.
Que el mío, de ver mi intento,
tiene tan perdido el brío,
que de verlo desconfío
con más valor del que os muestra,
si bien es la culpa vuestra
y el atrevimiento rm'o.
D. Ber. La aurora y el sol, señora,
salen por hacer vivir
los hombre*;; vos en sa ir
para despedirme agora,
ni parecéis sol, ni aurora;
pero pues 3'a lo sois mía,
¿qué temor os desconfía
si \-uestra luz considera?;
pues aunque de noche fuera,
por fuerza saldré de día.
Yo pagaré la posada
como nadie la pagó,
pues por lo que no durmió,
el alma dejó empeñada.
Toda estuvo desvelada
en vuestros bellos despojos,
dándoles dulces enojos
el veros cerca también,
porque nadie durmió bien
dándole el sol en los ojos.
Y así con esta atrevida
imaginación turba<la,
que por parerl tan delgada
pasaba a veros dormida,
estuvo tan divertida
el almíi en lo más pcrfcto,
que es fuerza como hace efeto
la inerte imaginación,
pedir, señora perdón
de que os perdiese el respeto.
Deseó mi atrcviníiento
que mi alma cuer|>o fuera,
porque la pared pudiera
pasar como el pensamiento.
Que si el pensamiento atento
a lo que intenta gozar,
queriéndose transformar
en hombre, pudiera ser
no hubiera hermosa mujer
que se pudiera guardar.
No hay llave, puerta o rigor
que a lo imaginado asombre;
que de pensamientos de hombre,
¿qué mujer guardó su honor?
Que no ha menester favor
para entrar el pensamiento
al más guardado aposento,
si bien se engañan después,
porque como viento es,
también lo que goza es viento.
Yo estuve, espíritu en fin,
como al sol el tornasol,
mirando, dormido al sol,
entre clavel y jazmín.
Y dije: «Tal serafín
será fin de Dorotea»;
porque no hay cosa más fea
que amar después üel agravio,
ni pensamiento más sabio
que el que se muda y se emplea,
^las como quien llega tarde
posada no suele hallar,
y parte sin descansar
antes que la luz aguarde,
estoy, señora, cobarde,
porque como no dormía,
mirando me entretenía
vuestro tocador, y en él
hallé, señora, lui papel
en que mi muerte venía.
Que si en el primer renglón
que la vela le encendiese,
y por(jue más presto fuese,
llegúele a mi corazón.
¡Oh, engaño de mi pasión!
¡Oh, qué necia confianza!
¡Oh, qué burlada esperanza!,
pues que por cjuemarle a él,
ardió el corazón en él
y se trocó la venganza.
Ya sé que os casáis, ya sé
que no tengo que esperar;
que me tardé en caminar,
y otro en la jjo.sada hallé.
Mas ya que desdicha fué,
por suerte dichosa estimo.
JORNADA PRIMERA
con que a padecer me animo,
aunque parto descontento,
que estuve en vuestro aposento
primero que vuestro primo.
Lis. ¿Papel? Mostrad.
D. Ber. Eso. no,
pues ya sabéis del papel
el dueño, y lo que hay en él
apenas lo he visto yo;
basta saber que llegó
la dispensación, que espera
vuestro primo; ¿quién dijera
que en tan breves ocasiones,
de donde vienen perdones
mi muerte injusta viniera?
Lis. Don Bernardo, yo no pude
lo por venir prevenir,
ni hay ciencia en lo por venir
que las desventuras mude.
Ya no hay que tema o que dude;
fuerza es casarme; no sé
qué os diga; sólo diré
que aunque mi primo merece
mucho, no me lo parece
después que os vi y os hablé.
Mi padre tiene este gusto;
no soy la primera yo
que la obediencia obligó
a casarse con disgusto.
Sea justo, o no sea justo,
ya es fuerza ser su mujer,
y digo bien que ha de ser
fuerza por fuerza el casarme.
D. Ber. iQ"é de cosas a matarme
se juntan!
San. ¿Qué puedo hacer?
D. Ber. Yo me volveré a Sevilla,
y su río aumentaré
con lágrimas, o seré
peña de su verde orilla.
Adiós, generosa villa;
no para mí, que me has muerto,
pues el casamiento es cierto
de Lisarda.
Lis. Yo quisiera,
Bernardo, que no lo fuera;
idos, que es tarde.
D. Ber. No acierto.
(Entra Florela.)
Fi^o. Estáis locos; ¿cómo estáis
tan ciegos de esta manera
y no veis que es mediodía?
Lis. ¿Qué es mediodía, Florela?
F1.0.
D. Ber.
Lis.
F1.0.
San.
InE.
San.
D. Ber.
Fi,o.
Lis.
Flo.
Lis.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Lis.
Flo.
Lis.
Flo.
Lis.
La dulce conversación
no sabe que en el tiempo vuela,
hurta a la vida las horas,
sin que la vida lo sienta;
ya no es posible salir,
don Bernardo.
Ni quisiera
eternamente.
¡Ay, hermana!,
dádome lias notable pena.
De comer pide mi padre.
Y yo también lo pidiera,
si estuviera entre cristianos,
pues no ha pasado cuaresma
por mí como desde ayer.
Pienso que si me pusieran
sobre cualquiera color,
eso mismo pareciera;
camaleón soy, Inés.
Presto comerás, espera.
¡Presto comerás! Soy niño
cuando viene de la escuela;
mira que rabio, y con rabia
tienen sacada licencia
los perros para morder,
los pobres y los poetas.
En fin, ¿no podré salir?
Verte nuestro padre es fuerza.
No hay sino esperar la noche.
En eso, Lisarda, aciertas,
que es imposible salir,
si no es que todos lo vean.
Al tocador, caballeros.
¡Al tocador!, ¿no pudiera
ir a la cocina yo?
Entra, desollado, entra.
Til me aesuellas.
¿Yo?
Sí,
pues te vas con la pelleja.
(Entranse.)
Entra y cierra, Inés: no sé
que habernos de hacer, Florela,
para que secretamente
coma esta gente, que es fuerza.
Eso no te dé cuidado;
pero pedirte quisiera
una merced.
¿Qué te puedo
negar que posible sea?
Mañana te has ae casar.
Dios sabe lo que me pesa.
lO
EL DESPRECIO AGRADFXIDO
Flo. Don Bernardo es hombre noble,
rico y cl* jjallardas prendas;
hablarle yo no es razón;
tú, pnes esta tarde qneda
en casa, puedes decirle
que no se vaya a su tierra;
que holgarás, pues no ha de ser
tuyo, que yo le merezca,
para que seáis cuñados;
que me hable y que me quiera,
que me sirva, que rae escriba;
que tú sabes, que tú piensas
que le tengo inclinación,
con otras cosas más tiernas.
Porque nunca son culpadas
inclinaciones honestas;
que con esto que tú harás,
como quien es tan discreta,
harás de una hermana esclava.
Lis. Yo lo haré; para que entiendas,
Florela, lo que te quiero,
pues quiero también que sepas
que te doy, celosa, un hombre
que algiin cuidado me cuesta;
que, con esto, por lo menos,
negociaré que te vea.
Fi,o. Dame tus manos.
Lis. ¡Oh, engaños
de amor!, Ulises, sirenas,
peligros del mar en quien
la misma razón se anega,
y las potencias del alma
gustan de correr tormenta (i).
(Vanse.)
(Saltn I,üciNDO, Octavio y Mendo.)
OCT.
Presto sabréis el dueño cuyos celos
ocasionar pudieron vuestra muerte,
a ser aquel acero menos fuerte,
si algún amor os tiene Dorotea.
Luc.
Agradezco a los cielos
la diclia que he tenido,
pero no es menester que el amor sea
por rjuien sepa quién es aquel celoso,
sino ser ya para Irwi dos forzosí)
ser él aborreciílo, y yo querido;
que la mayor venganza del que es sabio,
e« olvidar la cauaa del agravio.
( I ) lia la Parte X X V, que esti placada de erratas , dice:
«que M ha de corm tormenta.»
OCT.
Mal sabéis ■^•os la tema de los celos;
abrasarán los hielos
más fríos de la Scitia, y en la zona
que el sol jamás visita,
harán arder a Troya.
Luc.
No permita
amor, si agravios del honor perdona,
que \Tielva a la amistad de Dorotea,
que si os digo verdad, sólo desea
mi alma en su porfía
que deje de ser suya, siendo mía.
OcT.
Llama, Mendo, a esa puerta.
Men.
¿Qué tengo de llamar estando abierta?
Luc.
Tal miedo habrá tenido vuestra dama,
que no quiere cerrar, porque si llama,
halle la puerta abierta,
o vino, acaso, y derribó la puerta.
OcT.
Pues trujiste linterna, llega Mendo,
y entra sin miedo.
Men.
Estoy, señor, temiendo
algunos bultos, que el portal podría
tener en sombra envueltos.
OCT.
Aquí tendrás a tu favor resueltos
dos hombres: entra.
Men.
Voy.
Luc.
¿Qué fantasía
es hoy la de mujer tan recatada,
la más parte pasada
de la noche, tener la puerta abierta?
OCT.
Hstar, Lucindo, de la puerta cierta.
LiTC.
Pues yo vengo a vengar determinado,
el deshonor pasado,
y hacer que Dorotea
más bravo a mí que a su galán me vea.
JORNADA PRIMERA
II
(Vuelve Mendo.)
MEN.
La casa está segura.
que estábamos aqiu'r
Luc.
¿No dijiste
OcT.
.•Diónos licencia
de entrar a visitarla?
Men.
Con paciencia;
que sólo el aire las paredes viste.
No liay más que algvmos clavos por el suelo,
reliqmas y despojos de mudanza.
I.uc.
Temor de la justicia, ¡vive el cielo!
fué causa de mudarse, ¿Que esperanza
me queda ya de verla? Pero creo
que ha de ayudar amor a mi deseo.
Aquí tiene una amiga, y ser podría
que estuviese con ella;
no es lejos, esperadme.
(Vase.J
AlEN.
Si de día
viniera a saber de ella,
pudiera remediar con verle vivo
el temor excesivo
que tuvo de su muerte,
porque en Madrid es fuerte
el primero rigor de la justicia,
y de algunos ministros, la codicia.
OcT. ¿Qué hará, Mendo, a tales horas,
mi Lisarda?
Men. Tu Lisarda
estará agora durmiendo,
porque son las doce dadas.
OcT. Con eso se borda el cielo
de tantas puntas de plata,
porque como duerme el sol,
cubren sus cúpulas altas.
No hubiera en su pabellón
las guarniciones y franjas
de sus diamantes, a estar
sus estrellas desveladas.
No se atreviera la luna
a ser de los cielos hacha,
ni a sacar sus blancas pías
en su carroza argentada,
si mi luna de marfil
no suspendiera las blancas
ruedas, en que merece amor
el volante de dos almas.
¿Qué piensas, Mendo, que son
aquellas negras pestañas?
Lanzas que guardan las niñas,
que en dos ramos de esmeraldas
están durmiendo, que como
son reinas, duermen con guarda.
Men. Bravos disparates dices;
sólo te falta que añadas
los Monteros de Espinosa,
y tudescas alabardas;
lo cierto será, señor,
que estarán ella y su hermana
soñando como doncellas.
OcT. ¿Qué soñarán?
Men. Que se casan,
que desde que balbuciente,
formando medias palabras,
desata la edad la lengua,
repiten «marido» y «taita».
OcT. Lisarda soñará bien;
no se dirá por Lisarda,
que los sueños sueños son,
pues nos casamos mañana;
¿qué sientes de su belleza,
de su donaire y su gracia?
Men. Que es discreta, como fea,
y como hermosa, bizarra.
OcT. ¿Sientes que me quiere mucho?
Men. De la manera que ama
el trigo el sol en agosto,
la tierra en abril el agua,
un avariento su hacienda,
vm extranjero su patria
y un marido a su mujer
las primeras tres semanas.
OcT. ¿Habrá algún hombre en el mundo
que con su talla y sus galas
pueda parecerle bien?
Men. Ni con su belleza rara
de Adonis y de Jacinto.
OcT. ¡Oh, balcones!, ¡oh, ventanas!,
¡oh, puertas!, ¿cuándo será
noche, que estando cerradas,
no esté en la calle envidioso
de la más humilde esclava?
Men. Paso, señor, que han abierto.
OcT. Lucindo fuera de casa,
y salen dos hombres de ella.
aiEN. Caso extraño.
12
EL DESPRECIO AGRADECIDO
OCT. Cosa extraña.
(Salen Don Bernardo v Sancho.)
D. Ber.
Sal presto, y tú cierra. Inés
Sak.
Parece, señor, que anda
gente en la calle, camina.
OCT.
¿Salieron?
Mex.
Xo, sino al alba.
OCT.
¿De en cas de Alejandro?
Mex.
¡Bueno!:
y con rodelas y espadas.
OCT.
A tal hora y con rodelas;
seguirélos
Mex.
De Lisarda
no será galán, señor;
Florela será culpada
en aqueste desatino.
OCT.
Camina, pues, no se vaj-an.
que lo tengo de saber,
o me ha de costar el alma.
JORNADA SEGUNDA
(Salen Octavio y Mendo.)
OcT. ¡Bravo hombre!
Mex. Cid español;
mas ya que de vemos llora,
sin dormir perlas la aurora,
no se las enjugue el sol.
OcT. Xo tendrá fuerzas el sueño
para vencer el disgusto,
porque sólo con el gusto
es de las potencias dueño.
Mex. Temerarias cuchilladas
tiraba el hombre, por Dios.
OcT. Xo se me fueran los dos,
o mal o bit.n reparadas,
a no haber imaginado,
en medio de la cuestión,
que ciertrs señores son.
Mkn. ¿Señores?
OcT. Uue, con cuidado,
pasan, Mendo, cada día
por la calle de Li.sarda.
Mex. FJorcla es dama gallarda,
y por I'lorcla sería.
OcT. Kn esa duda y temor
de tan .súbito accidente,
no será amor tan valiente
que no le ven7.a el honor.
Xo más Lisarda, e.sto es hecho;
rasgué la dispensación,
Alejandro, que no son
burlas para un noble pecho.
Si el mayor principo fuera
el que la calle pasara,
lo que el poder intentara
mi loco amor resistiera.
Pero quien sale a las doce
de la noche de su casa,
pues me descasa y se casa,
por nuichos años la goce.
MEN. ¿Pues cómo podrás cumplir
la palabra que le has dado
a Alejandro?
OcT. Ese cuidado
se remedia con fingir
que aguardo a don Juan, mi her-
que, como sabes, está [mano,
en Sevilla.
Mex. Aunque será
disculpa, es remedio en vano;
porque con la dilación
y el verte triste, darás
causa que sospechen más.
OcT. Antes, con esta ocasión
la tendré para saber
si es Ivisarda o si es Florela,
procediendo con cautela,
para no darla a entender
neciamente lo que vi,
por ser mi sangre, en efeto.
Men. Es pensamiento discreto. ^
OcT. ¿Llaman a la puerta?
Men. Sí.
OCT. Pues tan de mañana, ¿quién?
¿si es Lucindo?
Men. Ser podría;
voy a verlo, pues tk-I día
nos viene a dar parabién.
(Vase)
OCT.
Suele en oscuro y tímido (i) aposento
sentir ruido un hombre desvelado,
y más de honor que del valor armrdo,
la causa examinar con miedo atento.
Pero Ikgando a donde .sólo el viento
sus pasos repitió, con alentado
peligro, entonces abrazar turbado
la sombra de su mismo pensamiento.
(i) liartx. eamendó «en oscuro y lóbrego» sin necesi-
dad, pues lóbrego es lo mismo (|uc obscuro.
TORNADA SEGUNDA
13
Mas de otra suerte, en ciega noche asombra
Lisarda, este mido mis recelos,
que tiene cuerpo, aunque parece sombra.
Van donde suena el golpe mis desvelos,
pero ofendido con razón se nombra
quien topa agravios cuando busca celos.
(Vuelve Mendo.)
Men. No es Lucindo el que a tal hora
te busca; es un caballero,
más purga que forastero,
pues que te busca al aurora;
que porque no es de hombres sa-
aqueste nombre le doy. [bios,
OCT. Bien hace, que enfermo estoy-
de calenturas de agravios.
Men. El y cierto Gandah'n
que dicen ser sevillanos,
vienen a besar tus manos.
OcT. Basta ya, presumo el fin.
Cartas de mi hermano son,
Mendo, que en Sevilla está,
y adelante pasará
ese hidalgo, y es razón
que no pierda la jomada:
di que entre.
Men. Ya están aquí.
(Salen Don Bernardo y Mendo.)
D. Ber. Perdonad si os ofendí
con mi forzosa embajada,
atmque, pues estáis vestido,
no ha sido el agravio tanto.
OcT. Yo, señor, no me levanto;
que esta noche no he dormido,
ni tampoco me vestí,
porque no me desnudé.
D. Ber. Yo (que después que llegué
ninguna, señor, dormí),
antes que de muchos sea
visto, a visitaros vengo,
porque algún peligro tengo
de que la gente me vea.
Esta me dio vuestro hermano
que con cuidado pusiese
en vuestra mano, y que fuese
la respuesta por mi mano.
Dos días ha que llegué,
luego pregunté por vos,
pero no pude, por Dios,
visitaros, porque fué
notable mi ocupación.
OcT. Con vuestra licencia leo,
D. Ber.
OCT.
D. Ber.
que en vuestro semblante veo
que buenas las nuevas son.
(Lea.)
«El señor don Bernardo de Car-
dona, que os dará ésta, va a la Corte
a un negocio en que os habrá me-
nester; serv'idle y regaladle, con
tanto gusto y cuidado, que conozca
que sois mi hermano; y sobre todo,
aposentadle en vuestra casa, porque
yo lo estoy en la de sus padres,
donde trato de casarme.»
No quiero pasar de aquí,
que lo demás de la carta
son negocios, y serviros
es el de más importancia.
Vos seáis muy bien venido,
que antes de agora e.speraba
este día, que ha traído
a mi dicha mi esperanza.
Aqm' habéis de ser mi huésped,
y no repliquéis palabra,
que es inexcusable oficio
para obligaciones tantas.
El negocio a que venís
ajnidaré con el alma,
con la vida, con la hacienda;
que menos que esto no basta
a la noticia que tengo
de lo que a don Juan regalan
vuestros padres, en Sevilla.
Fuera, Octavio, acción ingrata
no aceptar tanta merced,
y porque ya mi jomada
será tan breve, que pienso
que podría ser mañana.
Que el negocio a que venía,
culpa de la misma causa,
tuvo fin en el principio,
con que es fuerza que me parta,
que está en peligro mi vida.
En tan súbita mudanza
de pensamiento y suceso,
permitid que fuerza os haga
para saber la ocasión.
No puedo negaros nada
en tantas obligaciones,
y porque de vuestra casa
y de vos valerme es fuerza,
antes que a Sevilla vaya
reduciré, si es posible,
a un breve epítome tantas
14
EL DESPRECIO AGRADECIDO
fortunas en una noche,
que pudiera compararlas
a los diez años de nises.
OcT. Dejaréis más obligada
nuestra amistad, que al favor
y al secreto, es cosa clara
que al favor lo está mi pecho,
y al secreto mi palabra.
D. Ber.
Ser\n en Sevilla, una mujer. Octavio,
un ángel, una p)erla, ima pintura
de las que lucieron a su honor agravio,
■poT la necesidad o la hermosura,
la edad primera, de quien dijo el sabio
que la senda ignoró con tal locura,
me puso en este loco pensaiiiiento,
que apenas conocí, mi entendimiento.
Siempre a su lado, como suele, andaba
celoso ruiseñor, el amor mío.
Yo por los veides campos la llevaba,
ya en barcos enramados por el río;
las noches breves, átomos juzgaba
en este dulce Argel de mi albedrío,
porque llegando el sol a mediodía,
aim no pensaba yo que amanecía.
Fuéle forzoso, o fué invención hallada
(le alguna liviandad, el ver la corte,
Indias de la henuosura, y embarcada
siguió su gusto, y yo también mi norte,
jKjrque el de ima mujer determinada,
¿qué obligación habrá que le reporte?
O fué de cierta esclava mal consejo,
de la luz d<^ su sol oscuro espejo.
Seguíla, en fin, que me llevaba el alma,
cual suele el tigre al cazador, y creo
que en viéndome en Madrid, a un tiempo calma
la obligación, el trato y el deseo,
pocas veces amor llevó la palma;
de aust-ncia firme, con ajeno empleo.
Llamé una noche, y pienso que tan recio,
que fui, más que galán, marido necio.
Salió un hidalgo y respondió su espada;
f)ero midió, dv una estfjcada, el suelo;
suena justicia, y yo tierra sagrada
bago una casa, y la pri.sión recelo,
y pr^r uncís paredes, la turbada
vida en las mancas encomiendo al cielo;
doy en mi huerto, y de él, en una sala:
,Q>ué encantamiento mi fortuna iguala?
Por no cansaros, «los hermanas bellas,
d • ver tanta desdicha la.stimadas,
me aniijararon, (IJAcrctas, y por ellas
me libré de justicias y de espadas;
y, por guardar su honor, que son doncellas
nobles, anoche, ya a las once dadas,
sah', no sé si diga enamorado,
pero olvidado del amor pasado.
¿Quién duda que diréis que ya los cielos
se mueven a piedad de don Bernardo?
Pues alU comenzaron mis desvelos,
si de esta casa algún favor aguardo;
porque dos hombres, al salir, con celos
me van siguiendo, y llega el más gallardo
a preguntar qviién soy: gentil pregunta;
saqué la espada, y respondió la pmita.
Esto fué anoche, y la ocasión ha sido
de veniros a ver tan de mañana,
que puedo ser por dicha conocido,
pues quien mudable fué, será tirana;
en vuestra casa quiero, aunque escondido,
seguir la luz de una esperanza vana,
sir\-iendo, Octavio, a quien el alma debe
tanto favor en término tan breve.
Y no os maravilléis de ver que pasa
el alma a otro sujeto sus despojos,
que amor es un veneno, que traspasa
el corazón, entrando por los ojos;
fénix nace mi amor, fénix se abrasa
las (i) cenizas d^ celos y de enojos,
produciendo venganzas y desvelos
un ave amor, de las reliquias celos.
(Aparte.)
OcT. ¿Hay suceso más extraño?
¿Que éste el caballero fué
que seguí y acuchillé?
¿Hay más claro desengaño? (2)
Hoy a Lisarda perdí,
disimular quiero aquí
mi desdicha y confusión. —
Con notable admiración.
Vuestras fortunas oí.
De todas salisteis bien,
que fué notable favor
de la fortuna; y mayor,
tomar venganza también
de aquella ingrata, por quien
tantas desdichas tuvisteis;
¿pero cómo no supisteis
de la dama que os libró
el nombre?
D. Bkr. Porque temió
(i) Hartz. puso arjui «con» que tampoco mejora el
sentido confuso, o mejor dicho Incorrecto de este pasaje.
{2) Falta un verso a esta dicimu.
JORNADA SEGUNDA
15
la pregunta que me hicisteis;
no quiso el nombre fiarme,
porque de tanto favor
pudiera ofender su honor,
refiriéndole acabarme.
(Aparte.)
OcT. Necio estoy en declararme,
que podría ser sospechoso
presumir que estoy celoso. —
Sin verle, ha crecido el día:
tan gustoso me tenía
vuestro discurso amoroso.
En fin, ¿serviréis la dama
que aquella noche os libró?
D. Ber. Si nadie me conoció,
ni lo publica la fama.
OcT. ¿Tan presto olvida quien ama
por lo primero que mira?
Vuestra condición me admira.
D. Ber. Vuélvese el amor, Octavio,
en ira con el agravio,
y en la venganza la ira.
Pero no hay mayor venganza
del agravio del discreto,
que mudar a otro sujeto
el amor o la esperanza.
Que, en sabiendo esta mudanza
la dama que fué querida,
envidiosa y ofendida,
suele volver a querer;
que no hay pesar en mujer
como verse aborrecida.
Y yo sé que si vos veis
desta dama la hermosura,
que envidiaréis mi ventura
y mi amor disculparéis.
OcT. Venid y descansaréis
de dos noches tan extrañas.
(¡Oh, Lisarda!, ¿tú me engañas?
¿Tú desleal? Pero miento,
pues antes del casamiento
me avisas y desengañas.)
D. Ber. ¿Qué decís?
OCT. Que, como amigo,
en todo pienso ayudaros.
D. Ber. Yo vida y alma fiaros,
y a serlo vuestro me obligo.
OcT. (¡Oh, celos, fiero enemigo!...
Mas sin razón me acobarda;
siendo tan bella y gallarda
Florela, pues con cautela
MEN.
San.
Men.
San.
Men.
San.
Men.'
San.
Men.
San.
sabré si quiere a Florela
o si me engaña Lisarda.)
(Vanse los dos.)
Vuesa merced, ¿cómo ha nombre?
Si oyó, usancé (i) decir,
quién es aquel escudero
que topó con su rocín,
yo soy el mismo.
Pues, Sancho
¿quién duda que de dormir
estarás necesitado?
Como de lluvias, abril;
poeta, de consonantes;
si es duro, de digerir;
las letras y villancicos,
de madre, morena y Gil;
de ser soberbio en romance
quien es humilde en latín,
y de no saber de todos
quien sabe poco de sí.
¿Por comparaciones entras?
Gusto tienes.
Siempre di
en parecer conversando
con gente palacieguil
discreto para volante,
que desde Guadalquivir
a pedir a Manzanares
vengo, el grado de sutil.
Ven y verás mi aposento,
donde, aunque indigno de ti,
honrarás cuatro colchones,
menos tres, por no mentir.
Sábanas hay, aunque están
a lavar, que presumí
siempre de lo que es limpieza.
Almohadas... Nimca fui
amigo de gollerías.
Hay mesa, estampa, candil,
peine, silla, limpiadora,
calzador y todo, en fin,
para tu servicio, Sancho.
Como me viste venir,
preveniste el aposento;
¿no hay algún guadamecí
que cubra lo inexcusable?
Debes de ser zahori;
téngole, y de buena mano,
con la historia de David.
;Tu nombre?
(i) Hartz. escribió «vuesancé».
lO
EL DESPRECIO AGRADECIDO
Mex. Por una letra,
no soy el que por alü
a\-uda a los que patean,
y por Menino, Meado fui.
San. Pues Mendo o Mengo, camina,
que de cierto serafín,
más socarrona que grave,
más dama que fregatriz,
oro toda, toda perla,
desde el moñazo al chapín,
tengo después que contarte.
Men. ¿El nombre?
San. Inés.
Men. ¡Pesia mi,
que es Inés también la mía!
San. Pues podremos competir
en sonetos, si los haces.
Men. Soy del Parnaso arleqm'n.
(l'anse y enira I^isARDA.)
Lis. Flores de aqueste jardín
por donde entró don Bernardo,
y en quien tornasol aguardo
al sol que ha de ser mi fin.
Rosa, clavel y jazmín,
que con vida más segura
gozáis tan breve hermosura
que en un mismo cha hacéis
de la cuna en que nacéis
\-uestra verde sepultura.
Hablar con vosotras quiero,
pues que tuvo mi alegría
principio y fin en un día,
y donde nacisteis muero.
El mismo término espero;
flor como vosotras fui;
donde nacisteis, nací,
y si engañadas estáis,
a saber lo que (iuráis
aprended, flores, de mí.
La luz de vuestros colores,
la pompa de vuestras hojas,
que azules, blancas y rojas
retratan celos y amores.
¿Por qué os desvanecen, flores.
Si aviso y ejemplo os doy
que ayer fui lo que hoy no soy
y si hoy no .soy lo que ayer;
hoy po<li-is <n mí saber
lo que va de ayer a hoy?
Como vosfitra."», fué cierto
que dio mi esperanza flor,
jxTo siempre la.s de amor
tuvieron el fruto incierto.
Áspid vino amor cubierto
de vosotras; no le vi:
matóme y dejóme así,
para que quien hoy me vea
tan diferente, no crea
que ayer maravilla fui.
Sois, con hermosas colores,
como las que viste amor,
exhalaciones de olor,
porque haya cometas flores.
¡Oh, fáciles resplandores,
a quien incitando estoy!;
pues hoy maravilla doy
de ver que ayer desde aqm'
sombra al sol con lo que fm',
y hoy sombra mia no soy.
(Entra Florela.)
Fi,o. Estoy en obligación,
Lisarda, a tus diligencias;
mejor eras para prima
que para hermana y tercera!
¡Bien hablaste a don Bernardo,
bien el suceso lo muestra,
bien lo afirma tu descuido,
bien lo dice su respuesta.
Bien lo sienten mis deseos,
bien te culpan mis sospechas,
bien lo adivinan mis celos,
bien lo sufre mi paciencia!
Si fuera posible ser
tuyo, si posible fuera
no ser de Octavio, que ya
las horas, Lisarda, cuenta
para que seas su esposa,
para que tu esposo sea,
hallara tu amor disculpa;
pero no siendo tan necia
que porfíes cuando sabes
que, sin esperanza, esperas.
Sucédelc a tu deseo
lo que a los barcos que reman
contra corriente de río:
que los vuelve con más fuerza
el ímpetu de las ondas,
no viendo la resistencia
con las esferas del agua,
pues cuando piensan que llegan
a las riberas, están
más lejos de las riberas.
Ya (jue no puede ser tuyo
este caballenj, deja
JORNADA SEGUNDA
17
Lis.
que sea mío, Lisarda,
cuando en Octavio te empleas;
que si todas las mujeres
aguardan a que las vean,
las sirvan, las enamoren,
las requiebren y pretendan,
casáranse tarde o nunca:
que si un platero a su tienda
no sacase cada día
las joyas y las cadenas,
y las tuviese encerradas,
sin hacer inás diligencia.
como era imposible hurtallas,
era imposible vendellas.
Cuantas cosas tiene España,
la mudanza las gobierna,
el gusto las califica,
la novedad las aprueba;
los trajes se mudan y hacen
que de otra nación parezcan
los hombres, y entre estas cosas
padece injurias la lengua.
Agora se usan, Lisarda,
mujeres de una manera,
mañana se usarán de otra;
y por esta diferencia,
importa no descuidarte
tú, pues que ya te remedias,
y le tienes con Octavio,
permite que yo le tenga.
¡Quién, Plorela, imaginara
de tu ingenio y de tu honor,
que no casándome amor,
tu necedad me casara!
En lo que dices repara,
porque si a Octavio le doy
la mano, que ha de ser hoy,
¿Camo dices, en agravio
de lo que merece Octavio,
qué de don Bernardo soy?
Que si don Bernardo a mí
tiernamente me miró,
no tengo la culpa yo
de que no te mire a ti.
Tú, si le vieres, le di
que estás de él enamorada;
que yo, a otra fuerza obligada,
más quisiera ya tratar
en descansar que casar,
y apenas estoy casada.
De la riqueza incitado
que en el rico indiano vio,
pasar un hombre intentó
Fr.o.
el mar, que ya vio pintado;
pero en mirando, admirado, (i)
en las playas españolas
respetar las nubes solas,
con tal temor huye de él:
que aun presume que tras él
vienen corriendo las olas.
Yo, que apenas he llegado
a la orilla del casar,
aunqiie vi pintado el mar
en otras que se han casado,
tiemblo de mirarle airado,
y de llegar me arrepiento;
huyo con el pensamiento,
si voy volviendo la cara,
que aim presumo ¡cosa rara!
que me sigue el casamiento.
Mas como la voluntad
de mi padre es un respeto
a quien forzada prometo
obediencia y humildad,
no quiere mi libertad
usar su propio albedrío,
y por eso no porfío,
aunque mi envidia desea,
que don Bernardo no sea
tuyo, pues no ha de ser mío.
Dirás que, como atrevida
al recato profesado,
contra mi honor te he contado
que por él estoy perdida.
¿No has visto en casa encendida
arrojar manos villanas
riquezas que juzgan vanas?
Pues así mi fuego amor,
lo que guardaba mi honor
arroja por las ventanas.
Basta, Lisarda; yo creo
(tan desdichada nací)
lo que me dices aquí
de tu bárbaro deseo.
Solicitaré mi empleo
sin ti, por darte pesar;
a don Bernardo he de hablar,
porque basta para hacer
que yo sea su mujer,
ser mujer y porfiar.
Salmacis, ninfa de un río,
vio bañándose a Androgeo,
y encendida en su deseo,
fugitivo a su desvío.
(i) Hattz. enmendó «pero en mirándole airado».
XII
i8
EL DESPRECIO AGRADECIDO
porfió, como p>orfío.
tanto, que de dos lucieron
uno los dioses, y fueron
Herniafrcdito llamados,
con que quedaron casados
y jamás se dividieron.
Pues yo sabré porfiar,
de suerte, que en testimonio
de mi amor, im matrimonio
nos pueda a los dos juntar,
sin podemos apartar;
que aunque la nmerte divida,
será nuestra fe cefiida
de tantos lauros y palmas,
que, juntando las dos almas,
tengamos eterna vida.
Lis. Pues yo, por esta intención,
la pienso estorbar de im modo
que no se junte en un todo
cada parte de esa unión;
que el sol y la luna son
div'nas luces del suelo,
y en oponiendo su velo
la tierra, cosa tan baja,
la luz de los dos ataja
y dejan escuro el cielo.
P^O. Si te pusieses delante
de mi sol, tierra envidiosa,
con eclipses de celosa
y con engaños de amante,
con fuego haré que te espante;
que cuando aquel gran farol
vuelve a su propio arrebol
y la oposición destierra,
la tierra queda por tierra,
y el sol, como siempre, sol.
Lis. No querrá el sol (yo lo sé)
tenerte por luna a ti;
porque mirándome a mí,
noche de mi luz te haré.
Plo. Bien dices, noche seré,
porque todas le verás
conmigo.
Lis. Engañada estás,
que si es sol. y es prenda mía,
haré to<lo el año un día
y no habrá noche jamá.s.
fSale I.rci.NDo.)
Luc. Para que estés advertida
de que esta noche le ca.sas,
y para ¡K-dirte albricias,
vengo a decirte, IJ.sarda:
que es tan prevenido el novio,
tal es su prisa y sus ansias,
que ha traído hasta el padrino
y es huésped de nuestra casa.
Porque, como es forastero,
no quiere que de ella salga
nuestro padre, por hacer
lisonja a Octavio, que tantas
obligaciones le tiene;
que como ya su posada
de Octavio ha de ser contigo
en esta casa, y estaba
en la suya el forastero,
era forzoso dejarla.
Ya le aderezan un cuarto,
aunque los dos se excusaban;
mas como nuestro Alejandro
lo cortés y el nombre iguala,
no ha sido posible hacer
que el forastero se vaya:
tanto, que pienso que ha sido
de Octavio invención gallarda
para casar a Florela,
porque es persona extremada
de talle y entendimiento.
Ellos vienen; tú, Lisarda,
muestra, pues eres discreta,
tu gusto, donaire y gala,
por si ha de ser tu cuñado,
en cuenta de la desgracia
en que habéis de estar después,
porque sólo el nombre basta.
Tú, por si ha de ser tu esposo,
Florela, cortés le habla,
no que le parezcas boba,
que se volverá mañana;
que pierde mucho al principio
hablando mal ima dama;
que a quien entra hablando bien,
nadie le ha negado el alma.
(Entren Don Alejandro, Don Bebnabdo, Octavio,
Sancho e Inés.)
Ai^. Aquí, señor don Bernardo,
están I.,isarda y Florela.
Lis. Ya me alegra el dulce nombre.
Flo. Ya el dulce nombre me alegra.
D. Ber. Dadme, señora, las manos...
¿Pero qué burlas son éstas
(AparU.)
de mi íortuna? ¿Qué sueños,
qué como verdades crea.?
¿Dónde estoy? ¿Dónde he venido?
JORNADA SEGUNDA
19
Lis.
Vxo.
OCT.
D. Ber.
OCT.
Lis.
OCT.
San.
Ine.
San.
La casa es ésta y las bellas
damas donde estuve, cuando
por la ingrata Dorotea
maté aquel hombre.
(Aparte.) O mis ojos
con el alma, efectos truecan,
o es don Bernardo.
(Aparte.) ¡Ay, Lisarda!,
mis esperanzas se aumentan;
don Bernardo es el amigo
de Octavio.
(Aparte.) No se pudiera
fingir mayor suspensión.
Turbadas miran y atentas
a don Bernardo, Lisarda
y Florela, y él a ellas;
pues yo, ¿qué diré de mí?
Extrañas cosas ordena
la fortuna; aun no es posible
que mis justos celos sepan
a cuál de las dos se inclina.
No es mucho que se suspenda,
señoras mías, el alma,
mirando tanta belleza.
Perdonad lo que he tardado,
que ha sido amorosa fuerza
de mis sentidos en quién...
¡Vive el cielo, que no acierta
a hablar palabra!
Señor,
no puede haber cosa nueva
que os ofrezca en esta casa,
pues ya la tenéis por vuestra.
Mi hermana Florela y yo
reconocemos la deuda
de Octavio, que os ha traído
a donde serviros pueda
la volimtad de las dos.
¿No he visto en mi vida necia
si no es agora a Lisarda?
¡Válgame el cielo! ¿Si es ella
la que a don Bernardo mira?:
que hablar mal y ser discreta,
no pudiera ser amor,
que más turba amor que enseña.
Inés, si til hubieras sido
cazadora, te dijera
que Octavio lo ha sido.
¿Cómo?
Eran Lisarda y Florela
perdices; trujo a mi amo
por ventor para cogerlas;
y en viéndolas, como el perro
iNE.
San.
Ine.
Men.
alta (i) la mano se queda
suspensa, hasta que su dueño
de la suya el halcón suelta,
don Bernardo se ha quedado;
y Octavio, de las pigüelas
del honor suelta los celos,
para averiguar sospechas.
Por quitar la confusión
de todos, y que es tan nueva,
que no hay en la sala, Sancho,
persona que no la tenga.
Ya, en efecto, estáis aqm',
y nuestra boda tan cerca,
que es la mayor confusión;
pero lo que fuere, sea;
venme ayudar a poner
el cuarto donde aposenta
Alejandro a tu señor.
Vamos, pero más quisiera
que no hubiéramos venido.
Calla, que amor tiene vueltas
como marzo, y podrá ser
que dé con la boca en tierra.
(Vanse los dos y entra Mendo.)
El notario a los tres llama,
y a la señora Florela.
Al.E. Vamos, Octavio.
OcT. ¡A buen tiempo!
Lis. Mucho el huésped me contenta.
Al,E. Yo pienso que si en Sevilla
se casa con doña Elena
su hermano don Juan, que aquí
hará Octavio de manera
que don Bernardo se case
con Florela.
OCT. Solos quedan;
yo volveré cuando estén
seguros.
Flo. Sin que me vean,
tengo de volver a ver
lo que don Bernardo intenta.
(Vanse, y quedan Don Bernardo y lyiSARDA.)
D. Ber.
¿Es posible que ha salido
amor a ser invención,
aunque con tal confusión
que por ella me ha traído
a tu casa, y que haya sido,
Lisarda mía, de suerte,
que a tal tiempo venga a verte
(i) En los impresos «hasta» por errata, corregido por
Hartzenbusch.
20
EL DESPRECIO AGRADECIDO
Lis.
que te cases, y que yo
te pierda, porque me dio
tal vida para tu muerte?
Como el que soñó tesoro,
y las manos de oro llenas,
podían llevarle apenas
la noche; ¡oh, prenda que adoro!,
que te vi, soñaba el oro:
despierto, lloro (i) y incierto;
pues cuando despierto, advierto
que el que cu tus ojos soñé
perdí cuando desperté,
pues a perderte despierto.
Gran ventura hubiera sido
venir, Lisarda, a tu casa;
mas cuando Octavio se casa,
no es diclia haberte perdido (2).
Hoy ha de ser tu marido,
y yo mañana saldré
d- Madrid; aunque veré (3)
que a Sevilla llegar pueda
quien en tus ojos se queda
y deja el alma en tu fe.
Bernardo: desde aquel día
que te vi con Dorotea,
mi corazón te desea;
mi vida es tuya, no es mía.
Pero la dura porfía
de mi suerte, me quitó
la libcitad, con que yo
hiciera elección de ti;
no tú me perdiste a mí,
que yo soy quien te perdió.
Suelen, después del arado,
en las más (4) cubiertas lomas,
bu.scar amantes palomas
el trigo recién sembrado.
Y con \'uelo apresurado
llevarse el halcón, la una,
y la otra, en tal fortuna,
quedar .su.spensa, mirando
pcn dónde se fué volando,
sin esperanza nint^mn.
Y así yo, con menos dicha,
sin que a resistir me atreva,
miro píír dónde te lleva
a Sevilla mi de.sdicha.
Sólo con lúgriuiius, dicha
jniede .ser la resistencia
(i) Hartz. «Dicnd/): «despierto del oro incierto*.
(2) Hartz : mn <-^ dicha cl lialjer vimido-.
(3) Hurtz : «atmquc no«6<.
(4) Hart2.: «mal»
de mi turbada obediencia;
ellas te la dicen ya,
viendo que tan cerca está
mi casamiento y tu ausencia.
D. Ber, Sólo un abrazo, mi amor,
quisiera llevar de ti,
por prendas de que te vi
inclinada a mi favor.
Lis. Temo de Octavio el rigor;
temo a Flore la también;
puede ser que nos estén
mirando, que los amantes,
en acciones semejantes,
nunca piensan que los ven.
(Octavio, acechando.)
OcT. Hablando están; desde aquí
tengo de ver si es Florela
o si es Lisarda a quien ama.
(Florela, por la otra parte.)
Fl/). Desde aquí, celosa y necia;
que celos nunca negaron
la condición que profesan,
tengo de ver lo que hablan.
Lis. Sabe el cielo si quisiera
darte mis brazos, Bernardo;
pero el temor no me deja.
(Entran Sancho e IisrÉs, con una antepuerta de seda.)
San. Cuando de sedas tan ricas
todo el aposento cuelgas,
¿esta antepuerta me das?
Ine. ¿Pues qué tiene esa antepuerta?
San. Por en medio está manchada.
Ine. ¿Manchada?
San. y aun rota.
Ine. ¿Muestra?
San. Tiéndela.
Ine. Ten de esa parte,
y lo que dices me enseña.
(El uno de un lado y el otro del otro, la tienden, de suerte
que tapan Don Bernardo y a L,is.\rda.)
D. Ber.
Perdona que la ocasión
me permita que me atreva.
Lis.
Ya para darte mis brazos
mi dicha me da licencia.
OCT.
¡Maldita seas, Inés!
FW5.
, 1 Plegué al cielo que no tengas
dichai
OCT.
Con espacio están.
FXo,
¿Qué miráis?
San.
Esta antepuerta
JORNADA SEGUNDA
21
IJS.
OCT.
(Vanse, y
D. Ber.
San.
INE.
¿Pues qué tiene?
Dice Sancho
que está rota, y que por ella
entrará el aire.
Xo pudo
el aire de mis sospechas.
Llevadla, necios, de aquí.
¿De esto, señora, te pesa?
¿Quieres tú que se resfiíe,
si por tantas partes entra
don Bernardo, mi señor?
Como es Lisarda discreta,
bien os habrá entretenido.
Antes yo le he dado cuenta
de mi jornada a Madrid
V el amor de Dorotea.
Lisarda es muy entendida.
¿Burlas, Florcla?
De veras
hablo, y tú me entiendes.
Vamos
adonde mi padre espera,
porque lo que han concertado
sepan que ha sido, en mi ausencia.
Todo fué en vuestro favor;
¿no hay qué temáis?
quedan Don Bernardo, Sancho e Inés.)
Sancho, llega,
dame tus brazos, tus pies
también; ¡Bien haya la puerta,
y la antepuerta y las manos,
que acaso, o sin caso, en ellas
estuvo tanto favor!
Voy con ellos, la maleta
abre con aquesta llave;
saca cien escudos de ella
y dalos a Inés; tú, Sancho,
mi vestido hasta las medias
te pondrás; adiós, adiós.
(Vase.)
¿Qué te parece la fiesta
que hace a un favor (i) quien ama?
Sí; pero son diligencias
en (2) imposibles, si bien
Lisarda, pienso que piensa,
no digo ser de tu amo,
por la amistad que profesa
con Octavio, mas no ser
de Octavio, y si a serlo llega,
darle tal vida, que presto
o la deje o la aborrezca.
San.
iNE.
San.
iNE.
San.
Hay en los campos de Oran
unos moros, Inés bella,
a quien llaman Benarages,
que aquella noche primera
que se casan, a la novia,
ya que desnuda se acuesta,
en vez de dulces amores,
azotan con unas riendas.
Y pregvmtando la causa
un cautivo de mi tierra,
le dijo un moro: «Cristiano,
esto se hace por muestra
de valor y valentía;
porque si con tal fiereza
tratan los que más adoran,
hieren los que más desean,
¿qué harán con sus enemigos,
cuando vayan a la guerra?
¡Malditos sean los moros
y las moras que se emplean
en esos bárbaros perros!
¿Yo azotes?; ¿y con sus riendas?
No me casara en mi vida,
a ser mora, y me anduviera
cinamoma (i) por los montes,
como en las Indias las negras,
cuando se van de sus amos,
o me fuera, Sancho, a Meca,
a meter monja moruna;
¡Mal año quien tal sufriera! (2)
Desposadas y azotadas,
y desnudas las desuellan.
¿Pues tú no ves que es costumbre?
Por el siglo de mi abuela,
que había, Sancho, de ser
coneja de Ingalaterra,
que con pellejos los asan,
o armarme de todas piezas.
Valentía en el donaire,
eso sí; mas ¿con la hembra?
Cuando diera un desposado
azoticos a su prenda,
bueno está; más ¿riendas, Sancho?
¿qué dejan para las suegras,
si así tratan las mujeres?
No pensé que lo sintieras
con tanta furia; perdona,
y digo que Octavio queda
obligado a Benarage,
para que Lisarda sepa
que profesa valentía.
(i) Hartz. enmendó: «que a un favor hace».
(2) Hartz. «casi».
(i) Hartz. corrigió, «cimarrona».
(2) En los te.\tos, por errata, dice «supiera».
22
EL DESPRECIO AGRADECIDO
INE.
¿Y tú, Sancho, también fueras.
si te casaras conmigo
lo que a Bemario aconsejas?
San.
Esa noche. Inés, mis brazos
fueran riendas: mas si hicieras
por qué...
iNE.
Tente, no lo digas.
San.
Aguarda.
IN8.
¡Mal año!
San.
Espera.
iNE
No es, Sancho, el mejor jinete
el que castiga la yegua.
San
¿Pues quién?
INX
El que la regala
y sólo en sus piensos piensa.
JORNADA TERCERA
(Entran Octavio, LtrciNDO y Mendo.)
OCT. ¿En quién, como en don Bernardo,
puede hacer Florela empleo?
Luc. Siempre ha sido mi deseo
que ese mancebo gallardo
fuese espo.so de Florela,
y le he cobrado afición.
Ocx. Habladle con discreción,
por si acaso le desvela
la dama que de Sevilla
lo trujo a Madrid.
Luc No hará,
que fuera quererla ya
más error que maravilla.
Sin esto, en I'lorcla veo
nuevas señales de amor,
que habrán nacido, en rigor,
no tanto del buen empleo,
como de haberla mirado
don Bernardo.
';Cí. Puede ser;
que el principio de querer
uacc de ajen<j cuidado.
Amor sin ojos nació
y ansí al basilisco fiero
los hurtó, porque primero
mata el que al otro miró.
I,UC. Yo los he visto mirar
con apacibles semblantes,
í K T. La vista es lengua de amantes;
ya habrán tenido lugar,
por la dilación (jue ha puesto
Lt»arda en casarse.
lyUC. Tiene
poca salud; mas ya viene
mi padre, Octavio, dispuesto
para que esta noche sea.
Y yo, con feliz agüero,
casar a Florela quiero,
que pienso que lo desea
quien tiernamente la mira;
voy a hablarle.
(Vase.)
OCT. Y yo rae quedo
a consultar con el miedo
mi verdad y su mentira.
¿Qué tengo yo que esperar,
Mendo, en celos declarados?;
que son muy necios cuidados,
después de ver, sospechar.
¡Vive Dios que es fingimiento
la enfermedad, o que ha nacido
de tristeza; amor y olvido
combaten mi pensamiento.
Amor que a Bernardo tiene,
mi casamiento dilata.
Men. No te corresponde, ingrata,
si esta noche le previene.
Ocx. Su engaño, su falsa fe
me helaron y me abrasaron.
Men. ¿Por qué piensas que llamaron
tirano amor?
OcT. No lo sé.
Men. Porque todo le acobarda;
todos piensa que pretenden
matarle; todos le ofenden,
y, en fin, de todos se guarda.
Siempre vive con sospecha,
como es traidor y cruel.
OcT. Yo intento guardarme de él,
pero poco me aprovecha.
Ya Lisarda rae aborrece
por don Bernardo; yo fui
la causa en traerle aquí.
Como noche .se entristece
en viéndome a nn', y con él
se alegra; claro testigo
de que anochece conmigo
y que amanece con él.
Con esto, Mendo, repara
en lo íiuc hará quien la adora,
si tal noche y tal aurora
está mirando en su cara.
Como suele el tornasol
cerrar, del Sol en au.sencia
JORNADA TERCERA
23
Men.
OCT.
{Entran
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Ine.
OCT.
Ine.
OCT.
Ine.
OcT.
la rubia circunferencia
en que se retrata el sol,
yo, que miro, en mis desvelos,
oscuro su resplandor,
cierro las hojas de amor
y me desmayo de celos.
Calla, que viene aquel Sancho,
que a mí también me ha ofendido.
I/lámale, Mendo, Bellido,
y seré yo el rey don Sancho.
Sancho e Inés; él trae un azafate con un tafetán.)
Darás aqueste azafate
a Lisarda, tu señora,
que don Bernardo, mi amo.
con voluntad fervorosa
quiere alegrar la sangría.
Bien le debe esa lisonja,
si la sangría es por él.
Bien lo siente y bien lo llora.
¡Oh, si la vieras sangrar!
¿Hubo desmayo de rosas?
¿Hubo «apriéteme quedito;
moriréme si no afloja
la cinta, y píqueme cuanto
baste a que la sangre corra»,
y otros melindres ansí?
Hubo, con espada corta,
que en dos vainas de marfil
el acero blanco aforra,
una fuente de rubíes,
de un brazo senda (i) de aljófar,
que de un monte de azucenas
dio en una barca (2) redonda.
Basta, poética Inés,
yo creo tu cultilona
musa, y que eres vocablista
tengo por cosa notoria;
dale el azafate.
Adiós.
¡Hola, Inés, hola!
En las olas
del mar dio el barco azafate;
¡plegué a Dios que no se rompa!
¿Qué es esto que te dio Sancho?
No sé cierto; algunas cosas
que don Bernardo la envía,
que usan en la corte agora.
Es excelente persona
don Bernardo; su nobleza
vence toda ejecutoria.
(i) Hartz. enmendó oque de un brazo hecho de aljó
far» que no aclara más el sentido.
(2) Hartz. «batea».
Ine.
OCT.
Ine.
OcT.
Ine.
OCT.
Ine.
OcT.
Ine.
OCT.
Ine.
OCT.
Ine.
OCT.
Ine.
OCT.
Ine.
OCT.
Men.
OCT.
Esto han de ser los amigos
por los amigos.
Importa
a conservar la amistad.
Los buenos regalan y honran;
¿darás licencia que quite
el tafetán?
Basta y sobra
que sea tu gusto.
Banda;
bueno, y con ella una joya;
¡qué discreta prevención!
Tú, a lo menos, te desposas
con ella, y no le das nada.
Azafates de almas solas
le envían mis pensamientos.
Bien, que no hay cosa que coman
las sangradas, como almas.
¿En pena no?
Ni aun en gloria.
Hay mujer, y está en lo cierto,
que quiere más una alcorza
que cuatro canastas de almas.
Deshechas de amor las toman.
No lo creas, aim^que vengan
en jigote o pepitoria,
que con almas invisibles,
ni se vende ni se compra.
Libro de memoria es éí^te,
pues di: ¿libro de memoria
es bueno para sangrías?
No entiendo de ceremonias;
descuido pienso que fué
de Sancho.
Si cantos y orlas
fueran diamantes, pasara
por joya rica y gustosa,
pero, sin adorno alguno
sospecho, pues no lo adorna,
que es para escribir en él,
cómo recibe las joyas
mejores ante escribano.
Con palabras misteriosas
me hablas; voy a llevarlas (i),
que no sé qué te responda.
No digas que he dicho nada.
Yo, ¿porqué? (Vase.)
Vete en buen hora.
Confieso que son tus celos
justos.
¡Lisarda alevosa!
¿qué aguardo?
^I) Hartz. «llevarlo».
24
EL DESPRECIO AGRADECIDO
Men. Alevosa, no;
que estar sin culpa la abona,
y ser necio don Beniardo.
OcT. ¿ Pues dónde quieres (i) que ponga
o p>or qué cuenta ese libro
de memoria, que a dos cosas
puede servir, o a que escriba
en él, y que él corresponda
en el mismo a sus (2) favores,
o a ser (3) empresa amorosa,
para decir que la tenga
de él. pues lia de ser mi esposa?
¡Fuego del cielo, en mi amor,
si hubiese pasión tan loca,
que pusiese con casarme
en aventura la honra!
No más; basta que la mía
de haber tenido se corra
tal pensamiento. Alejandro,
a mi venganza perdona,
que la he de intentar de suerte,
pxjr ser tú mi sangre propia,
que sólo pare en desprecio,
que en gente ilustre, no es poca.
(SaUn LisARDA, con la banda, y Florela.)
Lis. Es mandarme prevenir
para la muerte.
Flo. Xo hables,
que son locuras notables
las que empiezas a dtcir.
Lis. cQ"¿ importa, si he de morir?
Flo. Mira que te escucha Octavio.
Lis. Xo hay, Florela, amante sabio.
Xo sé cómo éste no siente
en mí tan nuevo accidente
y en él tan notable agravio.
OcT. Envidia tengo, Lisarda,
a quien con tal cortesía
.sujxj alegrar tu sangría
y tan justo premio aguarda .
¡Oh, cómo vienes gallarda,
con esa banda, en que ya
descansando el brazo está
de la fuerza y de la ira
con que tantas flechas tira,
con que tantas muertes da!
Aunque pierda yo tu abrazo,
me alegra ti ver, dulce j)rtnda,
que se j)a.se amor la venda
Lis.
>i) En el texto •queréis*.
J) Kn el tnclo «mii^t.
< • » Jn el Irxli, ..1 liiií rf.
desde los ojos al brazo.
Llegó de su vista el plazo;
ya ve el amor, para ser
más prudente en escoger,
los que importa que lo sean,
y aun hace a muchos que vean
lo que no quisieran ver.
Ya mira con discreción,
ya no tira amor a tiento,
ya mira el merecimiento
y estima la obligación,
ya sabe hacer elección.
Pero aunque importa mirar,
¿cómo es posible tirar,
teniendo el brazo sangrado
y en esa banda acostado?;
no se querrá levantar.
Amantes, ya no hay quién prenda;
venid a pedir favor,
porque tiene el brazo amor
atado a su propia venda.
Xo hayáis miedo que le extienda;
;pero quién habiá que crea
que esta dulce banda sea
para encubrir su afición,
cortina del corazón,
porque nadie se le vea?
Pues yo pienso que le he visto„
y como toda la historia,
vi en un libro de memoria,
a la de mi amor resisto.
Xunca imposibles conquisto,
que es locura, aunque de buenos:
y no quiero, por lo menos,
aventurar mi osadía,
ni es justo que historia una
ande por libros ajenos.
Lo que no has sabido hacer.
Octavio, quieres culpar;
quien no me quiere alegrar
no me debe de querer.
Celos antes de mujer;
pero ¿para qué traías
hombre de quien desconfías?
Buscarle estuvo en tu mano
menos cuerdo y cortesano,
y no alegrara sangrías.
Si (Ion Bernardo, tu amigo,
ha sabido que esto es uso
de la corte, y se dis])uso
a .ser tan cortés conmigíj,
tus celos cruel castigo
a mi corazón le dan.
JORNADA TERCERA
25
OCT.
que no es prenda de galán,
antes ponérsela es,
como a sitial de tus pies
cubrirle con tafetán.
Suele torcerse en la calle
alguna dama el chapín,
y ella detenerse, a fin,
desea que el brazo halle (i),
sin reparar en el talle,
algún hombre, y así enlazo
mi brazo de este embarazo;
no porque estimase yo
la banda, por quien la dio,
sino porque tenga el brazo.
Mi sangre se ha de sentir,
que cuando alegre y gallardo
rae la alegra don Bernardo,
tú me la quieres pudrir.
Que vuelvan, quiero pedir,
a sangrarme, aunque rehuya
el brazo, de parte suya
banda me manda de traer;
y ésta servirá de ser
la medida de la tuya.
Xo te la quites, Lisarda;
que no ha de esperar la mía,
quien lo imposible porfía
la noche que dueño aguarda.
Pero ya ¿qué me acobarda,
cuando de quejas mayores
que celos de tus favores,
a la media noche abiertas
están hablando tus puertas,
y de este jardín las flores?
Pregúntale al tocador
quién durmió en él, quién tenía
por huésped, y todo un día
mereciendo tu favor;
y juzga tú si al honor
lo del tocador le toca,
si a ti te tocas; ¿qué loca
pasión podrá disculpar
lo que se llega a tocar
con las manos y la boca?
Si por mí, Lisarda bella,
Lisardo en tu casa está,
primero salió de allá
que yo le trújese a ella;
eso para dueño en ella
me desmaya y me desalma;
me mata v me tiene en calma;
(i) Hartz. enmendó asi: ede que llegue a cnderezalle»
y no te admire el rigor,
que tengo aquel tocador
atravesado en el alma.
(Vase.)
Lis. En fin, Florela, cumpliste
la palabra y el deseo
de intentar que don Bernardo
fuese tuyo; ¡extraños celos!,
como si )^a fuera nu'o,
cuando es Octavio mi dueño.
Pero no ha sido razón
quererle por malos medios,
contándole lo que estaba
entre los dos tan secreto.
¿Tú eres hermana? Tú, ingrata,
¿en qué Arabia, en qué desierto
de Libia nacen más fieras
fieras que en tu pecho fiero?
¿Hay, tal maldad, tal traición?
Fi,o. A satisfacer no acierto
tu engaño, aunque de tu agravio
con justa causa me quejo;
pero de que no lo he sido,
Lisarda, de este suceso,
sólo pongo por testigo
al cielo, y le pido al cielo
que aquí me quite, en tus ojos,
la vida, si culpa tengo.
(Salen Luceído, Don Bernardo y Sancho.)
D. Ber. Estimo, señor Lucindo,
la merced que me habéis hecho,
y del señor Alejandro
tan honroso ofrecimiento,
que su hija y vuestra hermana
merece más alto empleo.
Y 5'o le aceptara, a estar
más libre, pero no quiero
engañaros, que no es justo.
Luc. ¿Sois casado?
D. Ber. Xo es por eso.
Luc. ¿Pues por qué?
D. Ber. Porque una noche
maté, incitado de celos,
un hombre en este lugar,
y cuando temo estar preso,
no viene bien que me case.
Luc. ¿Y si está vivo ese muerto,
no os podréis casar?
D. Ber. Si es vivo,
puede ser; mas no lo creo.
Luc. Bien podéis.
26
EL DESPRECIO AGRADECIDO
D. Ber.
I.UC.
D. Ber.
Luc.
D. Ber.
Luc.
D. Ber.
Luc.
Flo.
Luc.
Lis.
Flo.
Lis.
FlX).
Lis.
¿Cómo?
Yo soy;
aunque dándome en el pecho
aquella fuerte estocada,
tomé posesión del suelo.
¿Vos érades?
Yo, que estaba
con Dorotea.
Ahora quiero
daros mil veces mis brazos.
¿Qué respondéis?
Que lo acepto,
en escribiendo a mis padres,
que bien sabéis que no puedo
sin su bendición y gusto.
Sois hijo obediente, honesto;
alU están las dos hermanas;
pedirlas albricias quiero;
Florela, ya estás casada.
¿Qué dices?
Que voy con esto
a decir a nuestro padre
que don Bernardo es tu dueño.
¡Qué súbito embajador!
El parabién darle quiero
a don Bernardo.
Lisarda,
tu buen término agradezco;
mas no vayas, por mi vida,
que tengo celos y temo
que desbarates la boda.
Ahora bien, yo te obedezco,
hasta saber si dijiste
a Octavio nuestro secreto;
pero, ¿no podré tratarle
de otras cosas?
¿A qué efecto'
¿Qué tienes tú que enviar
a las Indias con sus deudos?
Pues en la contratación
<l'- Sevilla, mucho menos
tienes negocios, Lisarda.
Dame sólo este contento
de no hablarle, pues te queda,
después de casados, tiemj)o
para cuanto nos quisieres,
después que no tenga celos,
hacer merced a los dos.
Vamos, I'lorela, no quiero
que pienses que yo te quito,
como dices, tu remedio.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
Sospecho que te has casado,
si no es que estando más lejos
de lo que quisiera estar,
entendí mal lo que temo
de tu fácil condición.
Siempre fácil te parezco.
El hombre muerto le puse,
y de mi prisión el miedo
por objeción a Lucindo.
de no hacer el casamiento;
mas di jome que era él.
Ya entendí todo el suceso.
No se puede responder
a un casamiento propuesto
con libertad, que es agravio
de la dama y de sus deudos.
En el monte de Sanlúcar,
que mira verdes cabellos
de sus pinos en las aguas
del mar de España soberbio,
cuando parten a las Indias
los navegantes modernos,
que codiciosos del oro
no ven los peligros ciertos,
hay un gatazo, señor,
que sentado en uno de ellos,
que está diciendo «tornau,
tomau», sonando los ecos
en las naves, con que muchos
se desembarcan de miedo.
Yo, pues, señor, que te miro;
yo, pues, señor, que te veo,
por obligado embargado
en el mar de este concierto,
y dentro del prodigioso
galeón «San Casamiento»,
desde el monte de mi amor,
desde el pinar de mi celo,
estoy diciendo «toniau,
toman, tomau, caballero»,
hecho gato de lealtad
contra gatos de dinero;
que donde es grande el peligro,
nunca fué bueno el provecho.
No fuera error, como piensas,
Sancho, sino grande acierto,
el casarme con Florela;
lo (juc temo y lo que siento,
lo rjue temo y lo (jue miro,
l<j (jue gano y lo (jue pierdo^
lo (jue adoro, lo que olvido,
lo que busco, lo que dejo,
es el amor de Lisardií,
JORNADA TERCERA
27
San.
D. Ber.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Ine.
San.
Ine.
vSan.
Ine.
D. Ber.
vSan.
D. Ber.
que con saber que no puedo
contrastar tanto imposible,
todo se me abrasa el pecho.
Díjele, Sancho, a Lucindo,
que escribiría primero
a mis padres, a Sevilla,
por hallar en este medio
remedio de no casarme.
De tu claro entendimiento,
en la obligación que tienes
al regalo que te han hecho,
no pudo salir, señor,
más ajustado y discreto.
(Sale Inés.)
Inés viene.
Bella Inés,
¿qué quieres?
Dalle a tu dueño
este libro de memoria.
¿Pues no le hablas?
No puedo,
que no tengo orden de arriba.
De arriba abajo te quiero;
pero parece que traes
la faz a orza, ¿qué es esto?
Desdichas.
¿Cómo desdichas?
¡Y qué desdichas!
¿ Pucheros ?
Mira que soy sevillano;
declárate, porque luego
clamoreen por el hombre,
que desde aquí te prometo,
por el alma de Escamilla,
que fué de los bravos dueño,
una mohada y dos chirlos;
y si repara a lo diestro,
la conclusión y adiós.
No puedo hablarte.
¿Qué es eso,
Sancho?
Este libro me ha dado
Inés, los ojos al sesgo;
no sé lo que significa
tan notable sentimiento.
Aqm', en la primera hoja.
(Lea.)
Dice: «Ya se ha descubierto
cuanto ha pasado, y Octavio
trueca en agravios sus celos.
Mi vida y mi lionra están
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
en que salgáis luego, luego,
de esta casa y de Madrid,
si me queréis como os quiero,
dulce señor de mi vida;
esto os suplico y os ruego.
La triste Lisarda.it
;Ay, triste!
Murió un señor de este reino,
y la señora viuda
escribió a un encomendero
labrador, que se llamaba
Pero García, en un pliego,
materia de sus negocios,
y con aquel sentimiento
firmó: «la triste Duquesa»;
y el buen hombre, respondiendo
a su carta y su tristeza,
firmó la suya, diciendo:
«el triste Pero García».
Agora, señor, que veo
firmar «la triste Lisarda»,
que respondas te aconsejo
por igual dolor, «el triste
don Bernardo», que a tu ejemplo,
si «la triste Inés» me escribe,
el «triste Sancho de Oviedo»
le respondo.
Agora burlas,
¿éste es tiempo, majadero?
Ya lo veo yo, señor,
que es de majaderos tiempo,
porque no entiendo, ni sé
cómo viven los discretos.
Yo te diré cómo viven.
¿Cómo?
Callando v sufriendo.
(Entran Octavio y Mendo.)
Men.
Repórtate, señor, y no le hables
con el rigor que dices, que no es justo,
que sus acciones son menos culpables.
OCT.
¿Quieres que sufra yo tanto disgusto?
¿cómo podré?
D. Ber.
¿Qué es esto. Octavio amigo,
que me parece que venís sin gusto?
Y cuando yo me voy, no iré conmigo
si no quedáis con el que yo deseo.
OcT.
¿Cómo, que os vais?
28
EL DESPRECIO AGRADECIDO
D. BER.
Ix» que es forozoso os digo.
OCT.
Pues tan súbitamente, no lo creo.
D. Ber.
Bien lo jxxiéis creer, pues no lie podido
excusar el peligro en que me veo.
Mozo, en la corte nuevo y bien nacido,
con padres, y dinero, y Dorotea,
¿qué promete; mejor que andar perdido?
Don Gonzalo de Córdoba desea
que me vaya con él a esta jomada,
pues ¿donde un noble la nobleza emplea,
como sirviendo al rey?; porque la espada
mejor parece alli, que aqm' tomando
con guante de ámbar, guarnición dorada.
Estuvieron mis padres obligando
al gran Duque de Sesa, cuando en Roma
estuvo la embajada ejercitando;
y agora el sucesor mi amparo toma
y me acomoda con su heroico hermano,
que tantas veces los herejes doma.
Ya os acordáis que se le opuso en vano
el valeroso joven, descendiente
de aquel famoso capitán cristiano,
que llamaron «el Grande> justamente,
en Alemania el Conde Palatino,
y que gigante le rompió la frente.
Pues hoy. Octavio, estaba de camino,
que ya Su Majestad le ha despachado,
y acompañarle, Octavio, deteiniino.
No puedo, por la prisa que me han dado,
besar la mano a vuestra dulce esposa;
abrazadla por mí, que me ha obligado;
así a Lticindo y a Florela hermosa;
así a Alejandro y la familia toda,
que mi partida es súbita y forzosa.
OcT.
Justo fuera que honráradcs mi boda.
D. Ber.
Perdonadme, no puedo detenerme;
tú, Sancho, los caballos acomoda.
Men.
Al fin, Sancho, le vas.
San.
Voy a ponerme,
no, Mcndo, entre los barcos de Sevilla,
donde, en cama de plata, el Betis duerme;
mas donde con alguna albondiguilla
de plomo, en caldo de figón mosquete,
no me dejen quijada, ni costilla;
Dios me deje volver a Tagarete;
dale un abrazo a Inés, que me ha obligado,^
y depárele Dios un buen jinete.
Al pastelero de la esquina he dado
algunas pesadumbres, y le debo
de hojaldres y pasteles un ducado;
pagarasle por mí, que no me atrevo,
como voy a morir, a deber nada;
adiós.
Mex.
¿Pues lloras?
San.
Soy soldado nuevo.
(Vase.)
Men.
Mal encubriste la pasión, formada
de tus celos injustos.
OcT.
No he podido
lisonjear ]a voluntad forzada.
Men.
Xo fué justo mostrarte desabrido
con quien ya se partía, por sospechas
de agravio, que ti'i propio le has fingido.
OcT.
Yo sé de dónde salen tantas flechas;
no me consueles, Mendo, cuando vieres,
que vienen todas al honor derechas.
Men.
Siempre fueron culpadas las mujeres.
OcT.
Siempre lo son los hombres que las miran
para engañarlas.
Men.
Riguroso eres.
OcT.
Conozco el blanco donde todos tiran.
(Sale F1.0RELA.)
FW). Antes que nuevas te den,
de que ya tu grande amigo
no .sólo .será testigo
de qíie te empleas también,
JORNADA TERCERA
29
sino tu hermano y cuñado,
albricias vengo a pedirte,
y a alegrarte y a decirte
cómo queda concertado
que no haya más dilación,
que cuanto a Sevilla escriba;
mira cómo amor te priva
con celos de la razón,
cuando sospechaste mal
de tan cuerdo y tan gallardo
caballero.
OcT. Don Bernardo
es hombre tan principal,
que nunca de él lo creí;
de lo que estuve quejoso
ya no lo estoy, ni celoso
de quien se aparata de aquí
para no volver jamás.
Fr,o. ¿Cómo para no volver?
OcT. Xo pienso que puede ser
ver a don Bernardo más,
porque a Alemania partió,
con el generoso hermano
del Duque de Sesa.
Fr.o. En vano
flor a la aurora nació
mi dicha, pnes en los hielos
de la noche se han cerrado
sus hojas; tú le has echado
de aquí con tus necios celos.
OCT. ¿Yo, Florela?; no te aguardo
por ignorante y mujer.
Fl/3. ¿Pues qué causa pudo haber
de partirse don Bernardo?
OcT. Xo verme casar, que amor,
tal vez, a la ausencia apela;
y aquesto basta, Florela,
que es mucho a quien tiene honor.
(Vase.)
Fl,OREI<A.
Cubierta de lucidas banderolas,
la nave indiana el rumbo a España gira;
entra en el golfo, y procelosa (i) mira,
trepando el mar, las gavias españolas.
AUí, por escapar las vidas solas,
más mira al cielo que al «amaina y vira»,
y últimamente la esperanza expira
en competencia de montañas de olas.
Mas sirve de consuelo, que se lanza
(i) Así en el original. Quizá sería mejor: centra en el
golfo proceloso y mira».
al dulce puerto, por el golfo incierto,
y que le goza mientras no le alcanza.
Pero ha sido en mi grave desconcierto
la desdicha mayor de mi esperanza,
romper la nave sin salir del puerto.
(Vase.)
(Salen Don Bernardo y Sancho, de camino.)
D. Ber. Es imposible pasar
de esta venta.
San. ¿Estás en ti?
D. Ber. X'o, que si estuviera en mí,
pudiéramos caminar.
Pero así como quien tiene
vicio, Sancho, de beber,
que no acierta a andar ni a ver
lo que va ni lo que viene,
este vino de mi amor,
que por los ojos bebí,
me marea y lleva ansí.
Vuelve a proseguir, señor,
el viaje; que en volver
atrás se aventura tanto,
que de escucharte me espanto.
Xecio, ya no puede ser.
Pues tm hombre que salió
de Madrid para Alemania,
más feroz que león de Albania,
en una venta paró.
¿Con qué, valeroso Cid,
quieres que amor te corone?
Alemania me perdone,
que yo me vuelvo a Madrid.
¿Pues en Madrid qué has de hacer?
Ver a Lisarda casar,
que verla me ha de templar,
de Octavio propia mujer.
Antes te dará más celos.
Yo sé que amor cesará.
Yo sé que amor te dará
mayor (i) fuego y más desvelos.
Hay en Ecija insufrible
calor en todo el verano,
y a un caballero ecijano
pregunté: «¿Cómo es posible
que sufran tanto calor,
si aim. aquí nos abrasamos?»
D. Ber. ¿Qué te respondió?
San. «Buscamos
el aposento menor.»
Así tú, muy necio vas
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
(i) Hartz. enmendó «aim más».
30
D. Ber.
San.
D. Ber.
S.\N.
D. Ber.
Sak.
D. Ber.
S.'^v.
EL DESPRECIO AGRADECIÓ
D. Ber.
San.
D. Ber.
San.
D. Bek.
San.
D. Bkr.
a buscar de tu amor ciego
donde quepa menos fuego,
habiendo en lo menos más.
No te quiero tan chistoso.
Sancho, cuando estoy nuiriendo.
Trátame bien, que me ofendo
de ese nombre vergonzoso.
Antes, agora se usa
por excelente vocablo.
Entre los usos del diablo,
ese no ha tenido excusa,
¡Chistoso!: ¿qué diferencia
de cualquier afrenta tiene?
Este necio me entretiene
con su cansada elocuencia.
Saca los caballos presto,
que no he de pasar de aqm'.
Desde Sevilla salí
a obídeceite dispuesto;
mas, ¿qué disculpa hallarás
que a tantos celos contente?
Fingir algún accidente.
A buscar tu muerte vas;
el Buen Suceso me ampare,
que aaivino desde aqm',
que me han de matar a mí
de lo que a ti te sobrare.
¡Ea!, ya soy tu trompeta,
ponte a caballo... Mas di:
¿qué me darás porque aquí
te dé una invención discreta
para volver, sin agravio
de Octavio, a Madrid?
Con veinte
escudos hay harto.
Tente;
di que encontramos, a Octavio,
la estafeta de Sevilla
en el camino, y que vuelves
por cartas.
La duda absuelves;
tu ingenio me maravilla.
Es Cü.sa puesta en razón;
¿veinte dije?, sean cuarenta,
¡í'li, cómo al amor contenta
cualquiera lcx:a invención!
Ivs extremada cautela.
Mucho yerras en volver,
que pienso que te han de hacer
casar con la tal I'-lorcla.
Necio temor te acobarda;
que no habrá, en esto me tundo,
mujer para mí en el mundo
si no lo fuere Lisarda.
(Vanse. Salen I^isarda e Inés.)
Lis.
¿Tú le viste partir?
InE.
Presto te olvidas
del libro de memoria.
Lis.
Pues ¿qué quieres?
pues todas las mujeres
¿son amando atrevidas?
Miré mi honor, que quien su honor desprecia,
lloró después, arrepentida y necia.
Echarle fué discreto desvarío;
mas yo sé que en lo mismo te vengaste,
si el alma me llevaste,
dulce Bernardo mío,
que no pasara yo tan triste vida
si trocara las almas tu partida.
Temor de Octavio, y de Florela celos,
que ya tu casamiento pretendía,
me dieron la osadía,
entre tantos recelos,
para apartar de ti, con mil enojos,
no el alma que te di, sino los ojos.
Qué harán sino cegar, estando ausentes;
si tienes mi desdicha por agravio;
gozarálos, Octavio,
convertidos en fuentes,
y no te espantes, si tu ausencia lloran,
que están dentro dos niñas que te adoran.
Con húmido rocío los extremos
baña la noche al día, y la luz pura
del sol en sombra oscura;
y así los dos seremos:
tú el sol; la noche yo, Bernardo mío;
tierra mi amor, mis lágrimas rocío.
iNE.
¿De qué te sirve que fatigues tanto
tú espíritu, señora, en imposibles?
Lis.
En males insufribles
parece ocioso el llanto;
pero es engaño, que si el llanto amansa
furias de amor, el corazón descausa.
iNE.
1%\ día más alegre las nmjeres
JORNADA TERCERA
31
aquel suelen llamar en que se casan;
y tú, señora, quieres,
tales desdichas pasan,
hacer que el más lloroso y triste sea.
Lis.
Llámele alegre quien casar desea;
que para mí lo fuera, Inés, el día
que pudiera trocar tan nuevas gasla
y esa falsa alegría
que a la mayor igualas
en negro luto y blancas tocas.
INE.
Mira.
que en brazos de la noche el sol expira.
Tus deudos, tus criados, los amigos
de tu padre y hermano traen a Octavio.
Lis.
Todos, de tanto agravio,
vendrán a ser testigos.
iNE.
Finge alegría, que entran en la pieza.
Lis.
No lo puedo acabar con mi tristeza.
(Salen acompañados Octavio, Lucindo, Alejandro,
Florela y Mendo.)
Al,E. Luego que se den las manos,
vayan a llamar, Lucindo,
los músicos, porque quiero
que con mucho regocijo
se celebre el desposorio.
Luc. Tan cuerdo, tan triste miro
a Octavio, que me da pena.
Flo. y yo estos días le he visto
con menos gusto tratar
su casamiento.
A1.E. Imagino
que la mudanza de estado
la causa Florela ha fido.
Men. Extraños están los novios,
InE. Sí, que Octavio está muy tibio,
y Lisarda mesurada;
¿qué es esto?
Men. Un retrato al vivo
de los novios de Homachuelos:
él con ojos de novicio,
y ella trocada en los viernes
la cara de los domingos.
(Salen Don Bernardo y Sancho, rebozados.)
San. ¡Plegué a Dios que no te cueste
el venir tan atrevido
alguna desdicha!
D. Ber. Calla;
que el alboroto y ruido
de la casa nos defiende
para no ser conocidos;
y en viéndolos dar las manos,
volveremos al camino:
tú sin miedo, y yo sin alma,
ni conocidos ni vistos.
San. ¿Fsto quieres?
D. Ber. Si no puedo,
Sancho, por más que porfío,
dejar de verlos casar.
San. Tienes tan fuerte capricho,
qae hasta verlos acostados
y, por ventura, con hijos,
no querrás salir de aquí.
Ai,E. Ya que mis deudos y amigos
están presentes, ¿qué falta?
Fi,o. Que se den las manos.
Luc. Primo,
Uegad; llega tú, Lisarda.
(Al acerrarse el uno al otro, dirá Octavio, deteniéndola.)
OcT. Que te aguardes te suplico,
Lisarda.
Lis. ¿Por qué?
OcT. Yo soy
quien te ha querido y servido,
como sabes.
Lis. Es verdad.
OcT. Pues yo soy agora el mismo
que no te quiero (i) y te dejo,
que este desprecio es debido
al tuyo; que en este tiempo,
ingrata a tantos servicios,
a tanto amor y deseo,
quisiste al mayor amigo
que tuve, y por mi desdicha,
Lisarda, a tu casa vino;
aguardé, para vengarme,
a término tan preciso,
que fuese mi libertad
de tu desprecio castigo.
Con esta resolución,
que te cases te permito
con quien quisieres.
Luc. No es hecho
de hombre noble v bien nacido;
(i) Así en el impreso de la Parle XXV. En la Vega
del P. y Hartz. «cjuc te desprecio y te dejo».
EL DESPRECIO AGRADECIDO
la sangre que tienes mía
sacarte quiero.
Ale. Lucindo,
detente; que dice bien,
si esto es ansí, mi sobrino:
la culpa tiene I.isarda,
si es verdad lo que le dijo.
(yf teñiros se ponen en medio de los dos, llega por un lado
Sancho a I.is,\rd.\, y dice.)
S\s. Señora, escucha.
Lis. ; Quién es?
San. Sancho, señora, Sancliico.
Lis. ¿Pues no os fuisteis a Alemania?
San. Sí; mas ya habemos venido,
como brujos, por los aires.
En efecto, habemos visto
al bravo rey de Suecia
y al gran Conde Palatino
en Móstoles de Alemania.
Lis. ¿Viene Bernardo contigo?
San. Aquél es que está embozado.
Lis. Padre, hennano, deudos míos:
no averigüéis si es bien hecho
o mal hecho lo que hizo
Octavio en desprecio vuestro.
que üesde este punto digo
que se ha de llamar de todos
el desprecio agradtcido.
Porque si aqueste desprecio
para mi remedio estimo,
lo que va de mal casada
a estarlo con gusto im'o,
justo será que se llame
Ale.
Lis.
D. Ber.
Luc.
D. Ber.
S.\N.
INE.
San.
OCT.
Ale.
Lis.
el desprecio agradecido,
y que le agradezca a Octavio
desprecio que es beneficio;
yo estoy casada.
¿Con quién?
Xo está lejos mi marido.
Desembozaos, caballero,
y dadme la mano.
(Desembózase.)
Afirmo
con dárosla y con el alma,
señora, cuanto habéis dicho
¿Es don Bernardo?
Yo soy.
Y yo, Inés, a tu servicio;
Sancho de Oviedo, hijodalgo
como un pemil de tocino.
¿Xo eres soldado?
¿Qué quieres,
si en tres días he corrido
de Móstoles a Alai con?
Aunque pudiera contigo
enojarme, don Bernardo,
tu casamiento confirmo,
y de Lisarda a Florela,
pues que viene a ser lo mism
mudo la mano y el alma.
Xo puede haber sucedido
mayor dicha en tal desprecio.
Por eso el poeta dijo,
senado, que se llamase
El desprecio agradecido.
FIX
COMEDÍA FAMOSA
DE
DINEROS SON CALIDAD
T.AS PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
Fkderico, viejo.
Otavio.
Rufino.
I,UCIANO.
Macarrón, criado.
lyUCiLA, criada.
Julia lyAURENCiA, Du-
quesa de Calabria.
CÉSAR , A Imirante .
Un MÚSICO .
Camila, Princesa de Ñapóles.
Aurelia, dama.
Amadeo, Condestable.
Claudio.
Pereiro (i).
ACTO PRIMERO
(Toquen chirimías y salgan Federico, viejo; Otavio,
Rufino y I<uciano, vestidos pobremente.)
Ota. Ya llega el aplauso.
Fed. Ansí,
para el adorno os prevengo,
porque otras telas no tengo,
hijos, que colgar aquí.
Sus edificios valientes.
Ñapóles con tal decoro
adorne, que montes de oro
se finjan al sol lucientes;
que yo, para que la palma
me ofrezca en los regocijos,
mi puerta adorno con hijos,
que son pedazos del alma.
Adornad brocados tiernos,
pues ansí el tiempo me humilla,
los tres mi pobre casilla,
centro de llantos eternos.
Que si la vista le aplica,
la que tan soberbia pasa,
verá en la más pobre casa
la colgadura más rica.
RUF. ¡Señor!
Luc. ¡Padre!
Ota. ¿Vos lloráis?
Fed, Si en los aplausos presentes
hay también arcos y frentes,
fuentes son las que miráis;
cubrid la pobre pared.
(Arrímense los tres a los paños.)
(i) Intervienen además: T<a es'tatua del rey Don Eh"
rique, Clarindo, Urbán, Lelio, Fausto, Un caballero. Un
criado. Una dama, gente.
XII
Ota. ¿Estaremos bien ansí'
Fed. Poco se encubre, ¡ay, de mí!;
algo los brazos tended.
RuF. ¿Estamos bien?
Fed. ¿Hay brocados
para mí de más belleza?
Bien llaman cruz la pobreza,
pues estáis crucificados.
(Sale Macarrón, roto, a lo france's.)
Mac. Con la mayor majestad
y aclamación de la gente
que se ha visto eternamente
triunfando por la ciudad,
entra la Reina gloriosa,
que anegado en su arrebol
parece que viene el sol
en brazos del alba hermosa.
Pues Julia Laurencia, así
honrando al tumulto viene,
que de primavera tiene
la beldad que en ella vi.
Échate a sus pies, y pide
clemencia.
Fed. Es inadvertencia,
porque jamás la clemencia
con la hermosura se mide;
Antes, de fuerza ha de ser
cruel, si es hermosa, y ya
cruel dos veces será
por hermosa y por mujer.
A'Iac. Señor, ¿qué calvario es éste?
Fed. Estos mis doseles son,
porque la coronación
tanto cuidado me cueste.
Estos pongo en mi pared,
para aventajarme a todos.
3
34
DIXERC« SOX CALIDAD
>L\C. Conseguirás de esos modos
rigor en vez de merced.
A aqnel rústico imitar
quieres en los desatinos,
que colgó los dos tocinos,
no teniendo qué colgar.
Mándalos, señor, quitar;
no añadas agravio a agravio. —
Rufino, Luciano, Otavio,
no es ese vuestro lugar.
Dejalde; mirad que en él
parecéis los tres impropios,
p>or ser doseles más propios
de un molino de papel.
Ota. Ansí, loco, obedecemos
a nuestro padre.
Fed. y ansí,
hijos, me agradáis a rm'.
Mac. Considera que la hacemos
toro y no Reina.
Fed. ¿Porqué?
M.\c. Por ponelle de esta suerte
tres dominguillos. Advierte
que cuando el toro los ve
venga en ellos los enojos;
y |X)drá, llegando a vellos,
la Reina vengarse en ellos,
señor, como en tus despojos.
Luc. Bárbaramente interpretas
lo que tú hicieras reinando.
Mac. Parece que estáis jugando
a Juan de las cadenetas.
No estéis ansí. Mas ya viene
la Reina; aquí he de estar yo,
y haced cuenta que faltó
un tapiz que nada tiene.
(Toquen chirimías, y tras ti acompañamiento, salpa
César, con estoque desnudo, y la Reina Julia, bizarra»
t rayen dolé la falda una dama )
Julia.
CÉS.
Julia.
CÉS.
Julia.
CÉS
Fkd.
Al compás de la riqueza,
es, César, la admiración.
Orientes sus calles son.
No he visto mayor grandeza.
Y no es la menor, señora,
la que ves.
Duque, ¿qué es eso?
De amor el inayor exceso
que se ha admititlo Iiasta agora;
un viejo, que no teniendo
qué colgar, adorna ansí
8u pncrta.
Señora, aquí,
Julia.
Fed.
Julia.
Fed.
Julia.
Fed.
JULLV.
Fed.
Julia.
Fed.
Julia.
Fed.
Julia.
Fed.
Julia.
P'ed.
Julia.
Fed.
mis deseos excediendo
las maravillas extrañas
con que hoy Ñapóles os ve,
estas paredes colgué
de telas de mis entrañas.
Pedazos del alma son;
mal he dicho: almas enteras,
colgaduras tan de veras,
que los obró el corazón.
De almas quise así adornaros
mis pobres paredes hoy;
almas tengo, almas os doy;
no me queda más que daros.
¿Quién sois?
Soy lo que no fui.
¿Quién fuisteis?
Lo que no soy;
tan otro del que fui estoy,
que no me conozco a mí.
¿Quién sois?
Esto baste y sobre,
que ansí a voces lo publico.
¿Quién sois?
Hombre que fui rico,
que es deciros que soj' pobre.
Y siendo, señora, ansí,
que soy otro, claro está,
y pues tengo otro ser, ya
no soy aquéllo que fui.
¿Sois de Ñapóles?
En ella
fui hombre gran poderoso,
el más rico, el más famoso
y el que más felice estrella;
y hoy ansí me considero,
puesto en la mayor bajeza:
tanto abate la pobreza
y tanto ensalza el dinero.
¿Cómo os perdisteis?
Presté.
Necedad.
Yo lo confieso.
¿Tan grande fué vuestro exceso?
Tan grande mi exceso fué.
¿A quién prestasteis?
Al Rey.
mi dueño y vuestro enemigo;
que éste fué de Dios ca.stigo
y ésta fué del cielo ley,
pues él muerto y la ciudad
entrada por vuestro hermano,
perdió el reino soberano,
y perdí la calidad
ACTO PRIMERO
35
y lo prestado perdí,
que eran dos millones, y hoy
en esta casilla estoy
admirando lo que fm'.
Vuestro hermano me quitó
las villas que poseía,
y las fuerzas, que en un día
tan sin ellas me dejó.
Julia. ¿Luego vos, sin duda alguna
sois el Conde Federico?
Fed. Yo fui conde, siendo rico,
ya objeto de la fortuna.
Ya, después que pobre estoy,
todos me tienen en poco
paso; y cantado (i), ya loco,
ya necio y altivo soy.
Cuanto digo es necedad,
desprecio cuanto publico
¡Ah, pobreza!
Julia. Federico,
no os aflijáis; levantad.
Y si es que no lo sabéis,
pues llegáis a conoceros,
volved a juntar dineros
y lo que fuisetis seréis.
Este consejo estimad,
que en ser piadoso me fundo,
pues veis que sólo en el mundo
dineros son calidad.
(Toquen, y éntrese la Reina y el acompañamiento.)
Tú quedas bien despachado.
¡Vive Dios!
¡Pesia!
No más.
Ansí con paciencia estás.
-\nsí con paciencia he estado.
¿Qué se podía esperar
de la Reina, siendo hermana
áz Ludo vico?
¡Oh, tirana!
¿Dineros has de buscar
para volver a tener
calidad?
Son los dineros
del mundo efectos primeros
y espíritus de su ser.
Las intehgencias son
de las cosas, los concetos
más vivos y más perfetos
y los de más opinión.
RUFI.
(i) Hartzenbusch enmendó: «Pasé por cuerdo; ya.
lOCO').
Fed.
RUTFI.
Hacen lindo a un corcovado
y doctor hacen a un tordo;
dan entendimiento a un gordo
y dan prudencia a un delgado.
Un bermejo con dineros
no es Judas, Adonis es;
y ansí, los cuatro, después
que os faltan, sois majaderos.
Padre y señor: pues se ha visto
ser de los dineros causa
la calidad, por ser ellos (i)
de todas las cosas almas,
yo los dineros perdidos
y la calidad que os falta,
cobrar con las obras quiero
y acreditar con las armas.
Y ansí, pues, las armas son
principio de tantas casas
que la ambición las ilustra
y el dinero las levanta,
por armas juro y prometo
ganar gloriosa alabanza,
hasta daros cahdad
con inmortales hazañas.
No he de ver eternamente
esas venerables canas
que al pecho, en sierpes de nieve,
generosas, se desatan,
hasta que las vista y cubra
del oro rubio que os traiga
de las entrañas de Ofir,
de los abismos de Arabia,
no con mercancías viles,
no con engañosas trazas,
sino con la industria sola
de este brazo y de esta espada;
que con ellos pienso ser
destos desprecios, venganza;
destos agravios, castigo;
fortuna, de estas desgracias;
de esta muerte, eterna vida;
de esta vida, heroica fama;
de esta afrenta, honor, y, al fin,
de esta miseria, abundancia.
Detente, Rufino; espera,
oye, escucha, advierte, aguarda.
Perdonad, padre y señor,
que pues con bajeza tanta
la Reina os vituperó.
''i) Lo dicho antes, es lo contrario. Quizá estarían
mejor estos dos versos: «Ser los dineros quien causa \
la calidad, por ser ellos», etc.
36
D1.\KRC.« SON" CALIDAD
OS he de honrar por las armas. ( Vase.) ¡
Lrci. Yo la calidad, señor,
que los dineros engendran,
a pesar de la fortuna
que os tiene en tanta bajeza.
si mi hennano por las armas,
quiero adquirir por las letras;
que ellos también dan imperios
y majestades dan ellas.
No los mal perdidos años
de mi edad florida y tierna
me han de acobardar, ni hacer
que las esperanzas pierda;
que también Leontino Gorgias
de ciento y veinte años era
cuando comenzó a estudiar,
con admiración de Grecia.
Pobre y noble soy, y ansí
salir de mi patria es fuerza;
que es la desdicha mayor
de las humanas miserias
vivir con pobreza un hombre
a donde tuvo riqueza.
No he de volver a esos ojos,
no he de ver esa presencia
hasta que de mis estudios
generosos premios tencha;
porque si la calidad
en los dineros se aumenta,
y en las letns, como he dicho,
los dineros se conservan,
por ella voy a buscallos,
para que con ellas pueda,
a pesar de la fortuna,
sacaros de esta bajeza.
Fkd. Hijo, Luciano, ;también
rae desamparas y dejas ?
Oye, escucha, espera, aguarda;
oye, escucha, aguarda, espera.
Lucí. Perdonad, padre y señor;
que pues con tanta vileza
a este estado liabéis venido,
os he de honrar por las letras. ( Vase.)
Ota. Si en las letras y en las armas
Rufino y Luciano lian puestíj
la calidad, ])arto infame
del pecado y dvl dinení; FED.
que la cfxlicia dvl oro,
en negros abismos presfj, Mac.
ha darlo a los vientos linos
y ha dado a las aguas leños.
Síjberana tiranía
de estos libres elementos.
fingiendo en ellos delfines
y águilas mintiendo en ellos;
penetrando poderosos
los climas no descubiertos,
vistos apenas del sol,
con ser lince de los cielos.
Pero yo solo, sin arte,
sin amistad, sin aliento,
sin amparo, sin favor,
sin alma y pobre, en efecto,
que es cifraros cuanto he dicho
y es deciros cuanto puedo,
que contra el nombre de pobre,
de infinitos epitetos,
¿qué mares puedo surcar,
qué provincias o qué reinos,
que en unos no halle rigor
y en otros no halle escarmiento?
¡Oh, viles leyes del mundo,
que en los dineros han puesto
la calidad de la sangre,
aliento y calor primero!
Maldiga el cielo al tirano
que, con loco desatiento,
hizo deidad el metal
e hizo dios al embeleco.
¡Ay, padre, que estoy sin mí!
¡Ay, señor, que pierdo el seso,
juzgando infinito el daño,
viendo imposible el remedio!
Temo una reina enemiga;
pobre estoy y pobre os veo;
de los tiempos oblación
y de la fortuna ejemplo.
Mas si los dineros hallan
los que los procuran meno>,
que eso tienen de tiranos
y eso tienen de indiscretos,
por los orbes, sin buscallos,
hasta ver si los encuentro,
surcaré mares, abismos,
burlaré montes excelsos.
Necedad hago en dejaros;
pero ser necio pretendo,
que para ser venturoso,
quiero empezar a ser necio. (Vase.)
Amigo, corre tras él
y detenlc-.
Antes pretendo
buscar también calidad,
hallándola por dineros;
para hallarlos lu- jx-n.sado
y un fanuvso ar])il!Ío tengo:
ACTO PRIMERO
37
Fed.
Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
que es hacerme mentecato,
miserable y avariento,
que a éstos los dineros buscan
y a los zurdos y a los tuertos;
antípodas de los lindos,
que de sí viven contentos.
Seguir en esta facción
uno de tus hijos quiero,
que aquí te han desamparado
con diferentes intentos;
y no sé a cuál de ellos siga,
aunque las armas no apruebo,
que son médicos crueles,
y los soldados enfermos,
que al recipe de un balazo
están contino sujetos:
soldados los zurdos sean.
También en las letras veo
inconvenientes terribles;
las pasitas y los huevos
sorbidicos me desmayan,
diciendo, entre probo y negó,
temerarias bernardinas
y solecismos tan gruesos.
El de Otavio me parece
más sano y más libre acuerdo;
a Otavio quiero seguir,
que si no es el fin tan bueno,
es descansada la vida.
Ñapóles, de vos me ausento,
hasta tener calidad
que me zurza estosgregüescos. ( Vase.)
¡Qué mármol, qué bronce duro
podrá tener sufrimiento
en tran graves desventuras
y en tan míseros sucesos!
Luciano, Otavio, Rufino,
aguardad.
(Sale Lucila.)
Señor, ¿qué es esto?
¿Tú das voces?
¡Ay, Lucila!:
grave es el mal, pues rae quejo.
¿Qué tienes?
El no tener
es, Lucila, el mal que tengo.
Las almas que me animaban
me han faltado; los luceros
que iluminaban mi noche,
en negro ocaso se han puesto.
Perdieron la luz mis ojos,
quebráronse mis espejos,
que es decirte que a Rufino,
Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
I Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
Otavio y Luciano pierdo.
¿Cómo?
Como me han dejado
por desdichado y por viejo;
que aquí condeno el rigor,
si la piedad agradezco.
¿Mira lo que puedo hacer.
Consolarte.
¿Qué consuelo
hallaré sin tener hijos?
El de Dios.
Paciencia tengo.
En mí te queda una esclava;
que lo mucho que te debo
te quiero pagar agora.
Tú me has criado y me has hecho,
siendo de padres humildes,
la merced que no merezco.
Señor, no te desanimes,
que sustentar te prometo,
de calle en calle llorando,
de puerta en puerta pidiendo,
hasta venderme a mí misma.
Lucila, mi fin es cierto,
vamos a ver si se han ido.
Vamos.
¡Ay, Dios, ya se fueron!
¿Quién lo dice?
El corazón,
que está reventando el pecho.
(Vanse. Sale Aurelia con una vela en la mano, y Camil.\
con sayas negras, cola arrastrando, el lienzo en los ojos, y
siéntese Camila y un Músico.)
Cam. Soberana ostentación
de su amor siempre inmortal,,
pues tan sacra admiración
no quiso que fuese igual,
Aurelia, a su corazón.
En él halló sepultura
más capaz, pero yo soy
piedra en tanta desventura,
y ansí a mi padre le doy
sepulcro de piedra dura.
Este llanto, hasta vengaros,
eterno, padre, ha de ser;
en sangre pienso bañaros,
y ansí granates hacer
estos alabastros claros;
Ludovico morirá
a mis manos.
AuR. La comida,
señora, aguardando está.
38
DINEROS SON' CALIDAD
Cami. Como me sobra la vida,
sobre la comida; ya
no quiero comer.
AUR. Advierte
que comiendo has de vivir,
V viva vengar su muerte.
C.\MI. Si el mal se acaba en morir,
morir es la mejor suerte.
(Sacav la mesa tapada, Cu^rDio >■ Pereiro, con unta-
ietiin negro y ellos con capuces.)
Clai'. Ya está la comida aquí.
Cami. Refiéreme el triste caso
como sueles.
MCs. Oye.
Cami. Di.
Si cómo, la ley traspaso;
padre, perdóname aqm'.
(Canta el Músico.)
MUS. <'E1 soberbio Ludovico,
Duque de Calabria insigne,
de Ñapóles y Sicilia
desposee al magno Enrique.»
(Llora CAMrL.\.)
Xo cantes, que se enternece.
¡Ay, dulce padre! Prosigue,
que aquí el llanto es importante
para que el dolor se alivie.
<Con engaño y con traición,
plazas y puertos oprime,
a},-udándole al tirano
los rebeldes que le siguen.*
(Va comiendo.)
Agua.
Aqm' está.
¿Qué me traes?
Traigo el agua que pediste.
Lk-íiaron antes mis ojos,
rjue ellos la copa me sirven
con mayor puntualidad;
^•uelveel agua, y tú prosigue. (Llore.)
"Salió a la defensa el Rey;
{X-To ima noclie lo embisten
sobre seguro >nil fieras,
que fieras conduce un tigre;
los suyos mismos le venden,
y la tienda le hacen libre,
donde de diez jiuñaladas
su nieve corales tifien.»
Cami. Diez puñaladas, ¡ah, fieras'
Clau. No cantes más.
''ami No me prives.
AUR.
Cami.
Mus.
Cami
Per
Cami.
Pmr
Cami.
Lanti;
bárbaro, de este contento,
que el llanto es goce del triste.
Prosigue.
(Sale Amadeo, Condestable, galán en cuerpo con plumas.)
Ama. Dame esos pies.
Cami. ¿Tú en mi presencia viniste,
Amadeo, desta suerte;
tú de mis penas te ríes;
ansí a mi padre profanas,
que a entrar aquí te atreviste?
¿Ansí el decoro le pierdes'^
Vuélvete, no me visites.
Am.\. Este atrevimiento honrado
las buenas nuevas te afinnen
que traigo.
Cami. ¿A mí buenas nuevas?
Ama. Ya los sucesos felices
di Ludovico pararon
en la muerte; ya le ciñe
pálido ciprés; ya ocupa
sagrados jaspes.
Cami. ¿Qué dices?
Ama. Que cayó Faetón soberbio,
del carro del sol que rige;
presente me hallé al suceso.
Cami. Quitad la mesa; ¿que viste
muerto a I^udovico?
Ama. Aquí
de su historia lo colige.
En un caballo de España,
que otro hipogrifo se fmge,
cielo en sus líneas y estrellas,
en las manchas jaspe o lince,
salió Ludovico, haciendo
que la tierra al bruto envidie,
no permitiéndole apenas
que con las manos le pise.
Mas llegando a Pie de Gruta,
a la voz de irnos clarines,
que animosos le incitaron,
la espuela le pone, y libre
los aires corta en esferas,
como las aguas el cisne,
V con tal ferocidad
contra las peñas embiste,
sin que la rienda le fuerce
ni las voces le apacigüen,
que en ellas chocando el monstruo
hace que se preri])ile
la majestad sacra, estatua
que profanada nos dice
que es barro el poder luuuano
ACTO PRIMERO
39
y hay piedra que le derribe.
Matan, el caballo, en quien ^
bárbaras furias se embisten,
que Dios irrita los brutos
para que al hombre castiguen .
Ansí acabó la soberbia,
ansí la crueldad se rinde,
y ansí en las sangrientas piedras
Dios tus venganzas escribe.
Después de las regias pompas.
Ñapóles mintiendo abriles,
pone en el solio a su hermana,
ganando lo que perdiste.
Esta nueva te provoque,
este castigo te incite;
restaura tu reino, haciendo
como Camila invencible.
Deja el ocio de esta cárcel;
lista infantes, junta ristres;
y si el hombre infunde esfuerzo,
tu mismo nombre te anime,
que yo en Xápoles te ofrezco,
de los nobles que me siguen
la mayor parte del reino
y la ocasión [más] felice.
Cami. Dios, al fin, me ha vengado,
amado padre mío, y ya me absuelve
la fe que os he jurado;
ya por vos vuelve el cielo y por mí
ya labraros intento [vuelve,
en Ñapóles eterno monumento.
Bl ánimo redima
la muerte de un tirano desamable;
«Al arma» el viento gima;
salga el reino del jnigo miserable;
trueqúese el luto en galas,
que Camila he de ser, si no soy Palas.
(Vase. Sale Julia y César.j
CÉS.
En un castillo vive retirada,
que le eligió por fuerte lugar solo,
defendido del mar, donde la entrada
ve en noche siempre la deidad de Apolo.
AlH, en griega Artemisa transformada,
nuevo milagro y sacro mauseolo,
eternos {i\ alabastros al sol medra,
donde a su padre resucita en piedra.
Julia.
César, a esa mujer prender me importa.
( i) En el original «enteros» por errata.
Ha de ser imposible.
CÉS.
Jui,l.
¿Qué imposible?
Cuando se determina y no reporta,
¿el hombre no atropella?...
CÉS.
Es invencible
la gallarda Camila.
Juu.
Duque, acorta
sus alabanzas, que andas insufrible.
CÉS.
Para que mis deseos no desdores,
yo prometo mataUa.
Jui<i.
Sí, de amores.
CÉS.
¿De amores?
Jui,i.
Pues quien tanto la encarece,
parece que en el alma la retrata.
;No echas de ver que en la alabanza crece
la voluntad? ]\Ias, Duque, será ingrata
mujer, que tan gallarda se te ofrece.
Matará de gentil
CÉS.
De ilustre mata.
JULI.
Y tú matas de necio al que te escucha;
grande es tu amor, y mi paciencia mucha.
Para ver si es tan fuerte y es tan bella,
al campo he de salir; junta mi gente,
que ansí la prenderé o haré prendella
y veré si es hermosa y si es valiente.
CÉS.
Al lado de tu sol, no será estrella,
Jlxi.
Poca lumbre le das, tu pincel miente;
ya en alabarme a mí y en desprecialla
andas tan necio como en alaballa.
Un bando se eche luego, donde ofrezco
todo lo que pudiera al que la prenda,
que la dificultad ansí encarezco,
porque más bien mi vohmtad se entienda.
CÉS.
¿Valdráme esta prisión lo que merezco?
40
DINEROS SON CALIDAD
Ota.
Mac.
Jru.
Valdráte que jamás de ti me ofenda.
CÉs.
Premio infinito es ése.
F.chese el bando
y digan lo que pido y lo que mando.
(i'ase fila. Salen Otavio r Macarrón, de eawvio
pobremente.)
Ciegos y perdidos vamos
tras el mayor imposible.
Un disparate terrible
es, Octavio, el que intentamos,
un mentecato buscamos;
puesto que su nombre adoro,
sin respeto y sin decoro
cuya ignorancia publico;
que lo que tiene de rico
tiene de cansado el oro.
Pero discursos dejando,
dime: ¿qué piensas hacer,
cansados y sin comer?
Quejarme al cielo.
Callando
y comiendo y descansando,
menos vendrás a sentir.
¿Por qué había de vivir
un pobre, y más cuando ha sido
rico?
Ota
Mac
Ota.
Mac. Tu padre ha tenido
la culpa.
Ota. Puedes decir
que es causa de este desprecio:
la lealtad le costó cara.
Mac. ¿Qu^* dos millones prestara
lui maj aderóte, un necio?
Ota . Considera que me precio
<le hijo obediente.
Mac. Señor,
esto e.s culpar el error.
Ota. Del Rey sfju vida y hacienda.
Mac. liso en lo moral se entienda,
no en lo píjlítico.
Ota. Amor
natural c-n los vasallos
obliga a tales excesos.
Mac. IvOS mentecatos son ésos.
(Sal* CAMn^ > Amadfx», de corto y con espada, y Avrkma
por un lado.)
Cami. I/js infantes y caballos
junta.
Ama. \'o3- a convocallos.
¿Dónde me esperas? (Vase.)
Cam. Aquí.
I. a guarda venga tras mí,
que entre esos olmos asisto.
¡Válgame Dios!
¿Qué hay, que has
una olla? [visto.
Un ángel vi,
un sol, ima admiración.
Todo eso viniera a ser,
a ser cosa de comer.
Eres civil.
Soy glotón (i).
¿Has visto mujer tan bella?
¿Y has visto hambre mayor?
Eres civil.
Soy pastor.^
Mira en el mundo una estrella.
Mírate en el agua, que ella [A Cam.J
libre te está provocando,
las yerbas descalabrando
con las perlas que te tira.
Mira im sol, un cielo mira. [A Mac.}
Pienso que e.stás delirando.
Ya la miro, ¿qué tenemos?
Esta la comida sea.
Mira cómo se pasea.
Come, que es maná el que vemos.
No siento lo que comemos.
¿No ves que espíritus son?
Son de blanda digestión,
pues los como y no los siento;
mas ya me abrasa el pimiento,
¡oh, maldito pimentón!
Guisado espiritual
con pimiento, ¡infame gusto!;
digo que es gui.sado injusto
o cocinero infernal,
lyimpio y parlero cristal,
que con labios de rubís
(jue de esas flores teñís
perlas mo.stráis transparentes,
si no son líquidos dientes
con que mis penas reís:
trocad la naturaleza
en ocasión tan precisa;
sed lágrimas, si sois risa,
por piedad y ])()r terneza;
aconqiañad mi tristeza
con viiestros sordos gemidos.
(i) Aquí parece que fallan los .seis versos que com-
pletarían la fUcinia. l-.l sciitidu, sin einliargo, csiá clan».
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
AUR.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Cami.
ACTO PRIMERO
41
Mac.
Pues ya estamos I.ílu coiuidcs,
vamonos a reposar.
Ota.
Siempre cansado has de estar.
Mac.
¡Qué tiernos y qué manidos
los espíritus estaban!
¡Linda comida, por Dios!
AXTR.
Allí están dos hombres.
Cami.
¿Dos?
AUR.
I.os álamos les prestaban
celosías.
Cami.
¿Si escuchaban
mis quejas?
AUR.
Pienso que sí.
Cami.
Hazles que lleguen aquí.
AUR.
¡Hola!
Mac.
Ya nos han sentido;
de lo que habemos comido
querrán escote.
AUR.
¡Hombre!
Mac. ¿A mí?
AuR. Llamad al que os acompaña.
Ota. Ya la hermosura me encoge.
Cami. ¿Quién sois, y qué hacéis aquí?
Ota. Dos peregrinos qiie el orbe
discurrimos, que a la risa
de este cristal que se rompe
sin compasión en las peñas
y sin aviso en las flores,
estábamos dando im rato
treguas al cansancio enorme.
Cami. ¿De dónde sois?
Mac. De un país
donde espíritus se comen,
y andamos endemoniados.
Ota. Vuestra hermosura perdone
a este necio.
Mac. Xo hay discreto
sin comer.
Ota. Basta.
Cami. ¿De dónde
sois?
Ota. De Ñapóles, y agora
de los inconstantes golpes
de la fortima, tras quien
sin albedrío y sin orden
vamos ansí peregrinos.
Cami. ¿Pues tenéis quien os enoje
en Ñapóles?
Ota. Las mudanzas
y los tiranos rigores
que en ella ha habido en dos años,
en tal cuidado nos ponen.
Tiranizóla un ingrato,
Cami.
Ota.
Cami.
OTA.
Cami.
Ota.
Cami.
Ota.
Cami.
Mac.
Cami.
Ota.
Mac.
Cami.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
un l'álaris, un Créente,
cjue ansí a los nobles ha opreso
con crueldades.
¿Sois vos noble?
No, que en los pobres jamás
la nobleza se conoce.
¿No murió ya el Rey?
El cielo
oyó las piadosas voces
del pueblo; mas le sucede
Julia, en la crueldad conforme.
¿Cruel es Julia?
Es hermana
de Ludovico.
¿Y qué nombre
tiene por allá Camila ?
No hay quien su virtud no adore,
quien su clemencia no estime
y quien su hermosura no honre.
Su reina la aclama el pueblo,
y como gentes convoque,
la han de admitir. ¡Plega al cielo,
que a su antigua patria torne!
Y en fin, ¿qué es lo que buscáis?
Calidad, monstruo que corre
con los dineros, pues dellos
en el mundo se compone.
Dineros vamos buscando,
sin saber cómo ni dónde.
Ya le digo que saltee,
ya le acon.sejo que robe,
pues los que roban los hallan
en los campos y en los montes.
Si calidad vais buscando,
la tortuna en mí os socorre.
Aurelia, estos peregrinos
lleva, y manda que se alojen
junto a mi tienda.
Fortuna,
pues en mis ideas pones
tan altos los pensamientos,
no quieras que se malogren.
Y manae también vusía,
si es que en las cocinas la oyen,
que cualque cosa mañemo
de gratato o macarroni,
de piñata y de rostuto.
Harás que un refresco tomen.
¡Vivas, señora, más años
que el alano de San Roque!
¿Quién será aquesta mujer?
Un ángel que nos socorre.
Es ángel, es sol, es cielo:
42
DINEROS SON CALIDAD
Mac.
RlFI.
Cami
RUF.
Cami.
RlFI.
(Liña la
Ama.
Al Ki;
Ota
At;r
Ota
Mac
Ota
Mac
ya voy perdido de amores.
Yo de hambre y sed, porque llevo
sed por mil y hambre por doce.
( I anse. SaU Rufino en cuerpo.)
Perdido y desesperado
y loco, que este es el nombre
que merece la osadía
en que la ambición me pone.
Vengo a emprender ima hazaña
que ha de dar vida a los bronces,
materia eterna a la fama
y aliento a las ambiciones.
César el premio me Oirece,
y a a^iTidarm? se disponen
la velocidad del sol
y las sombras de la noche.
Mi resolución aj-udan
y rae aseguran los bosques:
haz, fortuna, que mi padre
sea Federico el Conde,
y que con mi atrevimiento
su vil fortuna se postre.
(Tómala en brazos.)
Hombre, ¿quién eres?
Las plantas
raudamente te responden,
que en esta ocasión remito
a las plantas las razones.
¡Aurelia, gente, Amadeo,
soldados!
Para que compre
calidad mi atrevimiento,
los pies son alas veloces.
Salen Amadeo, Aurelia, Otavio y Macarrón.)
Voces da su Alteza. ¡Cielos!,
Robada la lleva un hombre,
que en un caballo la ha puesto,
que ijares y piedras rompe.
ICI ejército lo siga.
Amadeo, al anna toquen.
¡Triste suceso!
.InÍL-li/!
Yo he d; ir desmintiendo montes
tras ellos.
Sü-rá imposible
alcanzallo.
Traidor, í)yc:
guárdense de mí sus pueblos 1 1)
Y df mí sus bodt-gones.
C.\m.
RUFI.
C.-VM!.
RUFI.
Cami.
RUFI.
Cami.
RUFI.
C.VMI.
RUFI.
Cami.
RUFI
(1) lil texto nftade en este verso «y ÍUTzas. que sin '
necrtldarl alaria el vcfío, sino cSíjuc falten otrus. I
ACTO SEGUNDO
(Salen Camila y Rufino.)
Hombre, ¿qué pudo moverte
a tan bárbara locura?
Desestimar mi ventura,
perder el miedo a la muerte;
porque los hechos gloriosos
los consiguen los osados,
como los desesperados
los casos dificultosos.
Sí, que desesperación,
puesto que bien te ha salido,
lo que has intentado ha sido.
Tienes, señora, razón;
pero como el desdichado
tiene descanso en la muerte,
buscándola desta suerte,
esta locura he intentado.
¿Pues qué te movió?
Su Alteza
prometió al que te prendiere
todo lo que le pidiere
en Ñapóles.
¿La bajeza
del interés pudo hacerte
desesperado?
¿Pues quién
podía hacello más bien
que un monstruo tan bravo y fuerte?
Pues si interés te movió,
¿yo dártele no podría
sin tanta bajeza raía?
No, señora.
¿Por qué no?
Porque en Ñapóles codicio
este interés, donde tengo
un padre, a quien le prevengo,
con digno y piadoso oficio
el descanso que tenía:
que un hijo que tiene honor
debe pagar en rigor,
por piedad y cortesía,
parte de lo fjue les debe
a sus padres, que querer
llegar a satisfacer
toda la deuda, es muy breve
plazo la vida. Tal es
del hijo la obligación;
y an.sí esta piadosa arción,
más que el villano interés,
me ha movido al desacierlo
que lias visto Padre has tenido;
ACTO SEGUNDO
43
si lo has amado y querido,
Jui.i.
Con aspereza
y si hov lo veneras muerto,
le trata.
por tu amor, disculpa el mío.
Luuo.
¿No ha de tratallo,
Cami.
No pases más adelante.
si presa la trae ansí?
porque en caso senie jante
Volar con ella le vi
honro todo desvarío.
en un alado caballo.
No podías suspender
JUI.IA.
Quiero llegar. — César . . .
mi pesar con otra cosa;
CÉS.
Ya •
que soy hija y soy piadosa,
tiene vuestra Alteza aquí
y sé amar y agradecer.
lo que deseaba.
Por mi padre estoy ansí,
JUWA.
Ansí
y en tan inorme pesar
de vos satisfecha está
me consuelo con hallar
vuestra Reina: cumpliré
hijo que me imite a mí.
mi palabra. ¿Eres tú aquella (Sién-
Toma este diamante.
Camila invencible y bella? [tese.)
RUFI.
Advierte.
Cami.
¡Hola!, ¿no hay quien me dé
Cami.
Esta ha sido ejecución
un asiento?
por tu padre, y la prisión
CÉS.
Solamente
te pago yo desta suerte.
la Reina lo tiene aquí.
RUFI.
Dame e.'^os pies.
JUIvIA.
¿Eres tú Camila, di?
Caivii.
¿No traéis en que me siente?
(Salen César I,elio y Fausto.)
¡Hola!
CÉS.
Vaya preso. —
JUI.IA.
Sólo la que reina
Ansí mi intento consigo.
se sienta.
RUFI.
¿Preso yo?
Cami.
Pi es ponte en pie.
CÉS.
Haced lo que c'igo.
(Quítala de la silla y se sienta.)
RUFI.
¿Yo preso?
CÉS.
Vos.
paia que sentada esté
RUF.
¿Por qué exceso?
pues sabes que soy la reina.
CÉS.
Allá os lo dirán.
JUI.IA.
¡Alza, loca!
RUF.
¡Señora!
Cami.
Sí, lo soy;
Cami.
Yo, amigo, ¿qué puedo hacer
naüie llegue, que empuñada
siendo una pobre mujer
tengo en la mano la espada,
que su prisión también llora?
y con ella, más lo estoy.
Lelio.
Venid.
Ya el mundo dello se admira,
RUF.
Vamos. Ya es forzoso
que es, si a furia me provoco
morir de desesperado,
espada en manos de loco.
si el premio del desdichado
lengua en la mujer con ira.
se guarda para el dichoso. (Llévanle.)
Pero el asiento quitad.
CÉS.
Vuestra Alteza me perdone.
o yo ansí le quitaré.
que la orden que traía
que estando las dos en pie
pervirtió mi cortesía.
se duda en la majestad.
Cami.
No hay disculpa que os abone;
(Derriba la silla.)
que no excusa el ser cortés
Julia.
Matadla.
la orden; podíais grosero.
Cami.
Será a traición.
serlo conmigo primero
porque de la misma suerte
y ejecutarla después.
venga a ser, Julia, mi muerte.
CÉS.
¿Conóceme \Tiestra Alteza?
que hoy ha sido mi prisión.
Cami.
Muy bien os he conocido.
Más gloria el triunfo te diera
CÉS.
¿Quién soy?
saliéndome tú a prender.
Cami.
Un inadvertido.
pues de mujer a mujer
un necio.
(Lelio. Fausto v Tull-^.I
poca la ventaja fuera.
Pero mandar a un soldado
44
DINEROS SON CALIDAD
Cami.
Juma.
CÉS.
que en el basque se escondiese
y ansí a traición me prendiese,
tus victorias ha infamado.
Y a este prendelle después,
p>orque el premio te ha pedido.
Julia. ¿No es César quien te ha vencido?
Caml ¿César a mí?
JULL\. ¿Pues no es
César? ¿qué es esto?
CÉS. Señora,
cuando este caso emprendí,
orden a un soldado di,
que queda en mi cuarto agora
a mi favor, sin el cual
no consigiiiera la gloria,
y ansí es nu'a esta victoria,
por ser yo su general.
Eso es cuando está presente,
y cuando atreve su vida;
mas la gloria merecida
es del preso solamente.
Haced el preso traer.
(Mi descortesía ha sido
demonio, pues ha infundido
furias en esta mujer.)
En mi cuarto retirado
le tengo; que fué mi intento
premiarle el atrevimiento.
(Vase.)
Julia. Id, Duque, por el soldado.
Caml Agora que has emprendido
conmigo tan vil empresa,
^qué intentas?
Julia. Tenerte presa.
Cami. Villano temor ha sido.
Porque el traidor, temero.so,
siempre del que ofende está,
y alevosas trazas da
por vivir con más reposo.
Ji'i.iA. Temo la conspiración
del reino, y la excuso ansí
teniéndote presa aquí.
Cami. No está el ánimo en prisión,
aunque esté preso.
(Salen C^sar y Rufino.)
Cfis. Aquí viene
el Sí»ldado.
J'LiA. Álzate. ¿Fuiste
el que a Camila prendi.sle?
Rui'. El Duque mi lengua tiene;
mi general es, y ansí
lo que él dijere .será.
CÉS. Que la prendió, claro está:
quien sabe vencerme aqm'.
El la trujo, a él se le debe
el premio.
RuF. Dame esos pies.
CÉS. Ivos brazos, sí.
Julia. (Galán es;
alma y espíritus mueve
en toda acción.) ¿Qué os movió
a esta locura?
RuF. Saber
que tu palabra ha de ser
inviolable: ella me dio
atrevimiento; ella labra
en mí; que nadie emprendiera
hecho glorioso si hubiera
falta en la real palabra.
JUL. Yo la di y la cumpliré;
haced memorial.
RxJF. Yo voy.
JUL. Pedid, que deudora soy
y Reina. Andad.
RuF. Vida os dé
en bronce la eternidad.
Ya rico y ya ilustre soy;
ya, padre, tendrás desde hoy
por las armas calidad.
(Vase.)
JUL. Duque: a Camila pondrás
en una torre.
Cam. a la reina.
JUL. Laurencia sólo es la reina.
Cam. Necia, Camila dirás;
yo reino
JUL. Yo soy quien reina
por única.
Ca.m. Yo por sola.
Julia. Plaza a vuestra reina, ¡hola!
Cam. ¡Hola!, plaza a vuestra reina.
(Vanse. Sale Federico, pobre.)
Fed. La fortuna loca y ciega
el bien que gozando está
al que lo huye lo da
y al que lo busca lo niega.
Y es desdichado el que llega
a buscallo, conociendo
su tiranía y sabiendo
que la inconstante fortuna,
si tiene piedad alguna,
es con el que la va huyendo.
(Sale RrnNo, paldn, trayendo utta colanilla y ferreruelo
en ¡as manos.)
ACTO SEGUXDO
45
RlF. Tanto el deseo se esconde,
que pienso que no he de hállalo;
mas la prisa de buscallo
liace el cuidado mayor,
Mas él es. — Padre y señor.
,; Calláis?
FED, De contento callo,
que por poderme vencer
y de mí mismo triunfar,
como he callado el pesar
quiero callar el placer.
Pero imposible ha de ser,
aunque atropellarme intento
en tan grave sufrimiento,
que es cuando el alma se enfrena
menos resistir la pena
que resistir el contento.
RuF. Por la armas prometí
volveros la calidad,
contra la desigualdad
de la fortuna en que os vi,
y esto ha sucedido ansí.
Pues vuelvo, señor, a veros
con calidad y dineros,
si los dineros lo son.
Fed. ¿Qué dices?
RuF. Que la opinión
y la hacienda he de volveros.
Poneos, padre, este vestido
y vamos luego a palacio,
que el gusto no pide espacio
cuando de prisa ha venido.
Hoy un diamante he vendido
para vestimos; entrad,
y estas glorias celebrad,
y decid, pues llego a veros,
por las armas, con dineros,
qu? ellos dan la calidad.
(Vanse. Salen Julia y César.)
Tüi:<. César, prudencia no tiene
quien no teme los peligros,
que es la confianza siempre
de los agravios principio.
Mostrarse aquesta mujer,
Duque, tan libre conmigo,
no debe de ser sin causa.
Conspiración imagino
en el reino.
CÉS. Lleno está
de encubiertos enemigos,
que tu confusión desean,
aunque yo no te lo he dicho.
El condestable Amadeo,
en sus villas y castillos,
armas encubre y soldados;
el Regente y sus ministros
te engañan, y de secreto,
quien más mueve es Federico,
ambicioso por cobrar
los estados que ha perdido
por soberbio.
Jur,. Yo de todos,
Duque, vengarme imagino.
De la corte he desterrado
al Regente, y tengo escrito
que me envíe de París
el rey de Francia, mi primo,
un varón de su asistencia
y de mi privanza digno,
que de consultar ninguno
de Ñapóles me confío.
Será el Regente de Francia,
y de ella algunos presidios
pondré en el reino y saldrán
del, por rigor y castigo,
los enemigos secretos.
CÉS. Federico y sus tres hijos
son los contrarios más fuertes,
no digas que no te aviso.
(Salen Federico y Rufino, galanes.)
RuF. Glorioso vengo a esos pies
por el premio prometido,
pues las palabras reales
el cielo leyes las hizo.
(Da un memorial.)
JuuA. Lse. Ansí dice: «La merced
que a vuestra Alteza le pido
por la prisión de Camila,
es sólo que en sus antiguos
estados hoy restituya,
abonando mis designios
a Federico, mi padre.»
¿Vuestro padre es Federico?
RUF. Sí, señora.
Fed. Sí, señora.
JuwA. ¡Loco, villano, atrevido!
Ansí los estados vuelvo,
y ansí los papeles firmo.
(Rompe el memorial.)
Salid de Ñapóles luego,
o en los átomos rompidos,
blancas lisonjas del viento,
hallaréis tantos castigos
40
DINEROS SO-V CALIDAD
RlF.
Fed.
Rl-f.
Fed.
Rvp.
Fed.
Cam
Fed
Rrp.
Cam
Kn
Cam
como letras con que aquí
la sentencia os notifico
de muerte, si en ella estáis
mañana, que Ludovico
vive en I„aurencia y Laurencia
sabe castigar delitos.
(Vasí^ y CÉs.«.)
¿Qué dices desto?
Que aquí
claro el efeto se ha visto
de tu poca discreción
y de mi poco juicio.
Si dice por bando exprc so
V por pregones y edictos
que el que a Camila le traiga
presa pida a su albedrío
lo que en Ñapóles quisiere,
y yo le pido lo mismo
que era nuestro, ¿en qué soy necio,
en qué sov inadvertido?
En que siendo desdichado,
apruebes (i) los beneficios
de la fortima, que ingrata
ansí ha dado en perseguimos.
De Xápoles nos salgamos;
excusemos los precisos
daños que nos amenazan;
dejemos esta Calipso,
esta Medea de Italia
y esta cruel, que es lo mismo
que Calipso y que Medea
con sus encantos y hechizos.
¡Ah, cruel!
¡Ah, ingrata!
fSaU Camua.)
¿Quién
da voces?
Dos afligidos
que a la fortuna llamamos,
y es sorda y no quiere oirnos.
Danos tus pies.
Levantad.
¿No sois vos el que atrevido
me prendió?
¡Pluguiera a Dios
que en titn loco desatino
¡K-rdiera la vida i.iitonces! {¿)
¿Julia Laurencia no os premia?
it) HartaenbciAcli enmend<'>: • aguardabas bcncf i ciris>
^2) Falta aqni un veno.
Fed. ■ Porque el premio le pedimos,
de Xápoles nos destierra.
Cam. ¿Quién sois?
Fed. Tan desconocido
estoy después que soy pobre,
que quién soy no sé deciros;
sólo os sé decir que estoy
tan pobre y tan abatido
por vuestro padre y por vos.
Cam. ¿Qué decís?
Fed. Verdades digo,
yo soy Federico el conde,
que para restituiros
en el reino, dos millones
os presté, y agora vivo
por ello en tanta miseria,
que de puerta en puerta pido.
Cam. ¡Ay, Federico!, creed
que todos en él perdimos
estados y libertad;
pero si vivo y me libro
desta prisión en que estoy,
y a quien vos me habéis traído,
la mitad prometo daros
de mis reinos, si a ser míos
llegan algún tiempo. Agora
con esto puedo serviros;
que sólo tiene una presa
cadenas.
RuF. Ponernos grillos
queréis con ella: que somos
piadosos y agradecidos.
Y ansí, señora, prometo,
por los orbes peregrinos,
convocar nobles vasallos,
incitar reyes vecinos,
hasta daros libertad,
ya que os prendí inadvertido.
Cam. El condestable Amadeo,
con sus parientes y amigos,
gente junta; ve a buscalle
y dile cómo he sabido
que las gentes de esta fiera
postraron el obelisco
donde mi padre habitaba,
jaspes y alabastros limpios.
Desmantelando la fuerza,
que esto lloro.
Rir. Va publico
a voces tu libertad.
PiCD. Vo a los cielos se la pido.
Ca.m. Id con Dios, (jue si la cobro,
todos quedaremos ricos.
ACTO SEGUXDO
47
(l'anse. Tocan chirimías y atabalillos, y dicen dentro.)
i.'^ ¡Luciano, vítor!
2.° ¡Vítor!
Luc. Quedo muy agradecido
al favor que he recibido.
Todos. Vítor al señor Dotor. (i)
(Vuchon a tañer y salen galanes de licenciados, con capi-
rotes y borlas, Urbáx y IrUCL-iNO.)
Urb. No ha visto jamás París
tan grave acompañamiento
eternamente, argumento
de lo mucho que lucís
en esta Universidad,
cuyo claustro hace de vos
tanta estimación.
IvUC. A Dios,
que engrandece la humildad,
estos favores le debo;
que pienso que premios son
de mi piadosa intención;
pues comenzando de nuevo
mis estudios, he lucido
en tan breve tiempo tanto,
que de mí mismo me espanto.
Urb. Premio a la virtud ha sido
de estudios tan continentes,
pues viendo vuestro cuidado,
el claustro os ha graduado
con los aplausos presentes,
a su costa.
Luc. ^Nlueve Dios
sus ánimos en mi aumento.
Urb. Subiréis al Parlamento
del Rey.
Luc. Será de los dos
el honor que consiguiere.
(Sale un caballero con un papel.)
Cab. ,; Quién es el dotor Luciano
de \Tiestras mercedes ?
Luc. Gano
tanto en serlo, que no quiere
que lo dilate el honor
que merezco; yo soy ése.
Cab. Este mandó que le diese
agora el Rey, mi señor.
Luc. ¿A mí?
Cab. Si no hay en París
otro Luciano, será
vuestra merced.
Urb. Claro está.
(i) El original pone aquí otro «Vítor» que sobra.
Luc . ¡ Válgame Dios!
Urb. ¿No le abrís?
Si es gusto, ¿qué hay que temer?
Luc. Cuando llega sin pensar,
más que se teme un pesar
se ha de temer un placer.
Luc. Lee. «La Reina de Ñapóles, mi prima,
me pide un Regente para su Vicaría,
varón selecto en nuestras escuelas,
en quien juntamente resplandezcan
virtudes y letras. Hanme dado no-
ticias de vos vuestros (i) maestros,
y ansí os hago en su nombre merced
de esta plaza. Venidme a ver, que
quiero admirar en tan pocos años
tanta alabanza, y daros la ayuda de
costa necesaria para el camino. — El
Rey.»
Urb. Déme vuestra señoría
las manos.
Luc. Los brazos son
lisonjas del corazón
y efe tos de mi alegría.
¡Ay, Urbán!, que esto es premiar,
como el sabio lo predijo.
Dios los deseos de un hijo
que sabe a un padre estimar.
Ya la calidad os llevo,
que por las letras juré
conseguiros; ya os pagué,
padre' y señor, lo que os debo.
Ya con espíritu nuevo
al mundo resucitáis,
ya Federico os Llamáis. —
Ven, Urbán.
Urb. Hoy partiiéis.
Luc. ¡Oh, letras!, mucho tenéis
de Dios, pues hombres criáis.
(Vattse. Salen OTA\^o r ÍLvcaerón, pobres.)
Ota. ¡Que con tan grande rigor
el cielo me desampara!
¡Vive Dios que me matara
con el demonio!
IVLvc. Mejor
fuera con la que nos mata,
que contigo de hambre muero;
que si es ingrato el dinero,
ella también es ingrata.
Ota. ¿No dicen que aparecerse
suele el demonio al que está
En el original .-sus» por errata
4S
DINF.ROS SON' CAI.IDAn
desesperado, y le da
dineros? Esto es buscar
cuánto pide?
desdichas y menosprecios.
Mac.
Suele verse
¡Qué envidia tengo a los necios,
mil veces.
porque jamás sin cenar
Ota.
Locuras deja.
se acostaron!
que hablar de veras deseo.
Ota.
¿Xo es pastor
Mac.
Digo que sí, y yo le veo
aquél?
siempre que encuentro una vieja.
Mac.
Ángel di, ángel es.
Ota.
¡Vive el cielo que te mate!
Ota.
Dale luia voz, pues le ves.
Siempre de burlas estás.
Mac.
¡Señor pastor!, ¡ah, señor
Mac.
¿Aun quieres matarme más?
pastor! ¡Oh, qué bien criada
Ota.
Demonios.
es la hambre y qué discreta!
Mac.
Es disparate
Mas si la engendró un poeta
llamarlos, que no vendrán,
aguda y sutilizada.
porque de prestar dinero
claro está que lo ha de ser.
se está muriendo un coimero
¡Ah, señor pastor!
y allá ocupados están.
Mas por tu vida, señor,
(Sale Clakindo, pastor ¿n el vionte.)
que eches de ver que anochece
Ci^a.
¿Quién llama?
y que lugar no parece,
Ota.
No temáis.
y que este tiempo es traidor;
Cl,A.
Como la fama
que las nubes en invierno
del mal que suelen hacer
son azacanes del nmndo.
los soldados, siempre es tal,
y que este valle profundo
en los montes los tememos.
es retrato del infierno.
Mac.
En la hambre lo seremos;
Ota.
En estos desiertos vimos
pero no en haceros mal.
a Camila.
Ota.
Decid, ¿hay cerca de aquí
Mac.
¿Aim das en eso?
población alguna?
Ota.
Aqui, amigo, perdí el seso.
Cla.
Hay dos.
Mac.
Y aquí la cena perdimos.
Mac.
Buenas nuevas os dé Dios.
Mira qué nubes se van
¿Y habrá bien qué comer?
levantando poco a poco.
Cl,A.
Sí.
Ota.
Húndase el mundo.
Mac.
La que más cerca se ve,
Mac.
¿Estás loco?
¿cuánto está de aquí?
Si llovieran vino y pan.
Cla.
Larguillas,
¡pluguiera a Dios que esta noche
doce millas.
otro diluvio se viera!
Mac.
¡Doce millas!
Ota.
Piquemos, pues.
Malas nuevas Dios os dé.
Mac.
Yo lo hiciera
Ota.
¿Xo tenéis cabana vos,
sobre la arquilla de un coche.
en que esta noche pasemos?
donde un Saturno barbón
Cla.
Xo, por Dios, que perecemos.
salpica, sin cortesía.
Mac.
¿Tenéis leche?
a la jx)bre infantería
(Xa.
Xo, por Dios.
y pega sin compasión;
Mac.
¿Y pan?
pero a pie, no puedo más.
Cl.A.
Xo, por Dios,
Ota.
Allí apenas se termina
Ota.
¡Groseros!:
un edificio.
¡vive Dios'...
Mac.
Ruina
Cl.A.
Hoy vino todo
desmantelada dirás.
a faltarnos.
Ota
Vamonos allá acercanclo.
Mac.
Lindo modo
M\<
¿Y allá qué halxinos de hacer,
éste de buscar dineros.
cansados y sin comer '
Cl.A.
A la mañana vendrá
¿ Esto es buscar, no buscando.
el zagalejo, (lue fué
ACTO SEGUNDO
49
Ota.
Cr,A.
Mac.
Cl,A.
Mac.
ex A.
IMac.
Cla.
IVlAC.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
a Belsi, y franca os haré
mi voluntad.
¿Y no habrá
abrigo donde pasemos
esta noche?
Este castillo,
tiemblo, señor, de decillo,
algunas noches solemos
habitar; pero son tales
los estruendos, los ruidos,
los suspiros, los gemidos
y las voces infernales
que se oyen, que, sin dormir,
a lo raso nos salimos
y a los montes no subimos,
sin podellos resistir.
Será algiin duende, o será
alguna doncella en pena,
que es lo mismo.
Estruendo suena
que horror a los montes da.
¿De muchos?
De muchos.
Pues
almas de sastres serán,
que aquí cosiendo estarán.
Antes, dicen muchos que es
estar en él enterrado
el Rey de Xápoles, muerto
a puñaladas, y es cierto,
que yo le he visto animado
en blanca piedra, y me espanto
que un rej' de piedra ande en pena,
y más que en Belsi se suena
que fué varón justo y santo.
Y otros dicen que anda aquí
el alma de un Ludovico
que le mató.
Albergue rico;
comeremos bien ansí.
Por lo que me has dicho, en él
esta noche he de quedarme.
Eso es querer añadir
disparate a disparate.
¿Qué dices?
Que quiero entrar.
Dime: ¿qué puede ganarse
con almas en pena?
Estas
jamás de las penas salen
en que están; y ansí estas voces,
tan horribles y espantables,
serán de demonios, v éstos
son espíritus cobardes.
]Mac. ¿Cobardes son los demonios?
¿Qué dices, si aún de su imagen
tiembla el mmido?
Ota. Verdad digo.
Mac. Si por ser tus semejantes,
a los soplones tememos,
con ser demonios en carne,
ellos, que incorpóreos son,
por ser materia del aire,
¿no han de ser más invencibles
y más espantosos?
Ota. Baste,
no me repliques.
Mac. ¡Señor!
Ota. ¡Vive el cielo, que te mate!
]VlAC. Si tú estás desesperado,
yo no; que es mucho con hambre
no estarlo.
Ota. En este castillo
tantas desdichas se acaben;
aquí tengo de morir.
Entra.
Mac. Señor, no me mandes
entrar, por amor de Dios,
que me dejes que te guarde
la puerta, que aquí estoy bien.
Ota. Esto ha de ser, no te canses.
Mac, ¡Pobre Macarrón!
Cla. De día,
la entrada no excusa nadie;
antes, sin entrar, jamás
ha pasado caminante,
que hay en sus salas y techos
admiraciones notables,
y entre todas, un sepulcro
que sobre bruñidos jaspes,
blancos alabastros sufre,
en quien de rodillas jace
también de alabastro el Rey
y porque no te acobardes,
mira cómo entro yo solo;
seguidme.
(Vase.)
Mac. Señor, ya es tarde;
con la mañana entraremos.
Ota. ¡Vive Dios!, que he de llevarte
en los brazos.
Mac. San Remigio
y San Cirilo me saquen
deste peligro.
(Llévalo en brazos. Lejos, dentro.)
XII
50
DINEROS SON CALIDAD
Mac.
Ota.
(Xa.
M.^c.
CX.\R.
Ota.
Cla.
Mac.
Seguidme,
Del infierno la voz sale.
¿Por dónde vas?
Por aquí,
antes que la luz nos falte,
entrad, veréis el sepulcro.
(A la otra puerta salgan )
¿Por qué al infierno me traes?
¿Eres tú mohatra o juego?
Suéltame.
De aquí no pases,
que esta es la sala primera.
¡Famosa vista!
Agradable.
De día; pero de noche,
Belcebú que en ella aguarde
a un espíritu que ahoga
y en el viento se deshace.
¡Cobarde!, a tres hombres juntos,
¿quién habrá que los contraste?
La más ruin alma en pena
de la otra vida; no trates
de hacer locas experiencias
con almas que nos desalmen.
Mira el sepulcro.
Ota.
Cla.
(Descúbrese un sepulcro de piedra, donde estti de rodillas
el Rey, también de piedra, debajo de un dosel negro.)
Ota.
Ci^.
Ota.
En las venas
apenas me queda sangre,
viendo el retrato de aquel
que a estado tan miserable
nos reduce.
Aunque Laurencia
mandó que le derribasen,
los soldados, respetando
su presencia venerable,
no la obedecieron.
Dice
(En la frontera del sepulcro.)
ansí este epitafio: Hic jacct u)
Federicus Magnus Rcx
Sidliarum et Italiae,
Occtsstis á Ludovico
violenta crudelitaíe. (2)
Stt krra levis. — l^or vos.
Por vos
jiadccen, rey inconstante,
rais hermanos tantas pc-nas.
(1) Kn el original fCapit» pur crrala.
U) En fl oriKinal •ccrelitate». Ijj enmienda C8 de
Hiirzcenbtucb.
tantas desdichas mi padre;
por vos de esta suerte vamos,
sin hallar quien nos ampare
por los orbes peregrinos,
examinando desastres;
y pues en vos no he podido,
¡vive Dios!, que he de vengarme
en vuestro alabastro eterno,
como el toro que deshace
la capa del que le ofende.
(Saca la espada y dale cuchilladas.)
Mac. Respeta el frío cadáver -
que el sagrado busto ocupa.
Ota. Vivo, glorioso y triunfante
agora verle quisiera,
para hacer lo mismo.
(Dale.)
Mac. Dale,
que por mucho que le hieras,
le sacarás poca sangre.
Ota, Tirano y bárbaro rey:
mi honor y mi hacienda dadme,
o, ¡vive Dios!, que he de haceros
tantos átomos y partes
como miserias nos distes,
como hacienda nos quitastes.
Y para que echéis de ver
que no hay temor que me espante,
aquí he de pasar la noche.
¡Vengan fiu-ias infernales
contra mí!
Mac. Señor, ¿qué dices?
Ota, Digo que aqm' he de quedarme,
para ver si con Enrique
contra mí espíritus salen,
su escura prisión rompiendo,
burlando su eterna cárcel:
¡entrad más adentro!
Cl,A. Espera,
qu"^ ya no hay luz y son grandes
las salas.
Mac. Yo estoy reñido
con el alma de un pelaire;
excusa aquí, por tu vida,
que me mate o que la mate,
porque es alma de la carda.
Ota. Ya no es tiempo de donaires-
Entrad.
Mac. ¡Pobre Macarrón!
¡plega a Dios que desta escapes!
ACTO TERCERO
5^
ACTO TERCERO
(Otavio, ron la espada desnuda; Ci-arindo y Macarrón
asidos del.)
Mac. Señor, por amor de Dios,
que de nosotros te duelas,
¿dónde nos llevas ansí?
Ota. a ver si hay almas que vengan
a espantamos.
Mac. Necedad
será tan loca experiencia:
si no eres excomunión,
con la almas no te metas.
Déjalas en su país,
que los tres en tal tiniebla
los raigones parecemos
en la boca de ima vieja.
Mas, ¡ay!
(Va tentando con las manos y se encuentra conla de Cr.A-
RINDO.)
Cla. ¡Ay!
Ota. Callad, cobardes.
Mac. ¡Vive Dios, que un alma en pena
me asió las manos!
Cla. y a mi.
Mac. Salgámonos allá fuera,
por amor de San Cirilo,
que quiero ver las estrellas.
C];a. Esta es una galería;
por allí se va a una huerta,
que a otra pieza corresponde,
y ha de haber una cisterna
no sé en qué parte, y podrías,
ansí a oscuras, dar en ella;
no pases de aqm'.
Ota. El temor,
pintando lo que deseas,
hace tu lengua pincel.
IMac. Si dicen que los que esperan
a solas al enemigo
muestran mayor fortaleza,
más ánimo y más valor,
tú que de suerte te precias
de gallardo y de animoso,
a solas tu esfuerzo prueba
con las almas, y a nosotros
en ese campo nos deja,
que allí estaremos mejor,
aimque hiele y aunque llueva,
que hace aquí bochorno extraño
y es infernal la marea.
Ota. Si en eso sólo consiste,
dejadme y salios.
Mac.
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
Espera.
Cobardes, dejadme solo.
Si tú, señor, no nos llevas,
Belcebú, que a solas salga,
aquí un poco te recuesta.
Recostémonos, que es todo
lo que de espíritus cuentan
mentiras y disparates;
duerme un poco.
(Recuéstase.)
Yo quisiera;
mas como estoy sin comer,
tengo, señor, la cabeza
como x:ofre de tahúr,
como casa de poeta.
Mira cómo he de dormir
con tal vanidad en ella.
Señor, amigo, señor:
recuerda, amigo, recuerda.
¡Vive Dios, que se han dormido!
¡Que haya bellacos que apenas
se acuestan cuando roncando
el sueño en los ojos tengan
que parece que venía
guardado en la faltriquera!
Estos perros no discurren;
estos bellacos no piensan;
estos brutos no imaginan,
no se fatigan, no rezan.
¡Ah, quién pudiera imitallos!
Pero si el rosario es treta.
(Saca el rosario.)
contra el sueño en este trance
me ampare y me favorezca.
(Ruido de cadenas.)
«Pater noster...» Malo es ésto:
(Otra vez.)
<(Qui es in celis...» Más cadenas.
«Sanctificetur...» ¡Amigo!
Cla.
¿Quién llama?
Mac.
Saber quisiera...
«nomen tuum».
ex a.
;Mi nombre?
Mac.
Sí.
(Cadenas.)
Cla.
Mañana.
Mac.
Ya otra vez suenan;
muerto soy, ¡amigo, amigo!
Cla.
Déjame dormir.
Mac.
«Adveniat
regnum tuum.»
52
DINEROS SON' CALIDAP
Cla.
Déjame.
Ota.
Mac.
oFiat
Enr.
voluntas tua.»
Mac.
Cla.
¿Es culebra?
Mac.
Para mí. «Sicut in coelo»;
¡Escuche!
Cla.
Déjame.
Enr.
^L\c.
Es fuerza
Ota.
saber su nombre.
Enr.
aA.
Es Clarindo.
Mac.
¿Cómo?
Ota.
Cla.
Clarindo.
Enr.
Mac.
«Et in térra.
Mac.
Panem nostrum cotidiaimm
Enr,
da nobis hodie.» ¡Oiga, advierta!
♦Et diniitte nobis.» (Cadenas. j
Cla.
Basta.
Mac.
«Debita nostra.»
Cla.
Mac.
(Dentro, utia voz.)
Enr.
Enrique.
¡Ay!
Ota.
Mac.
¿Quién reza
con esto? «Sicut et nos (Cadenas.)
dimittimus»... Mas se acercan.
Enr.
Enrique.
¡Ay!
Ota.
Mac.
*Debitoribus nostris.»
¡Mucho estas almas vocean!
«Et ne nos inducas.»
Enr.
Otra voz
¡Ay!
Ota.
Mac.
Esta es alma de doncella;
<in tentationem»,., Señor,
(Vase a en
mucho el mal olor me aprieta.
Enr.
Ota.
«Sed libera nos a malo»,
Bueno aquí el romero fuera.
«Amén, Jesús».
Ota
¿Qué hay?
Cla.
Mac.
Escucha.
Mac.
Ota.
¿Qué he de escuchar?: las quimeras
que engendra el no haber comido.
Reposa, que esa es flaqueza
Ota.
del cerebro.
Enr.
Enr.
¡Ay!
Ota.
Mac.
¿Y esto?
Enr.
Ota.
Aguarda.
Ota.
¿Quién bupiera fjuién se queja?
Enr.
Mac.
Alma que andará de parto.
Enr.
¡Ay!
Ota.
OTA.
¡Válgame Dios, qué fiera
Enr.
y espantosa voz!
Ota.
Enr.
¡Otavio!
Enr.
Ota.
¿Nombráronme?
Ota.
Mac.
En lUKstra lengua.
Enr.
Enb.
¡Otavio, Otavio!
¿Quién llama?
Llega a vello.
¡Guarda afuera!
Contra nosotros, señor,
el purgatorio se suelta.
Annémonos de responsos.
¡Otavio!
¿Quién eres?
Llega
y lo sabrás.
Sin luz, ¿cómo?
Llegue ese mozo a encenderla.
¿Yo? Belcebú que allá vaya.
Pues yo haré que luz te enciendan;
llega.
(.Aparece una vela encendida.)
Ya aparece luz.
¡Qué a punto tienen la yesca!
Ya hay luz, ven.
El corazón
en el pecho me revienta
y el cabello se me eriza.
Ya te acobardas, ya tiemblas.
¡Yo temblar, yo acobardarme!
Si los infiernos vinieran
contigo.
Pues ven.
Aguarda,
ya voy.
entrar y sálgale al encuentro el Rey Enkioo.)
No quiero que vengas.
¡Válgame Dios!
(Caen Macarrón y Clarindo.)
Muerto soy.
Y a mí no me falta cera
para el entierro, aunque está
corrompida.
Aguarda, espera.
¿Conócesme?
Sí, sí, sí.
¿Quién soy?
En... En... En...
si te precias de gallardo.
¡Yo temer! Cólera es ésta.
¿Quién soy?
Enrique.
Y tu Rey
Mis desdichas lo confiesan.
Pues confiesas que lo soy,
sigúeme.
No te-
[mas
ACTO TERCERO
53
Ota. ¿Dónde me llevas?
Enb. Donde el valor ilustremos;
donde probemos las fuerzas,
porque otra vez a los bultos
soberanos no te atrevas;
que al Rey en mármol le anima
la deidad que representa.
¿Defenderás lo que hiciste?
Ota. ¿No quieres que lo defienda?
Camina.
Enr. Toma esa luz
y guía por esa puerta.
Ota. ¿Por esa puerta?
Enr. Sí, acaba,
no tiembles, no te suspendas.
Ota. Ya voy.
Enr. Camina delante.
Ota. ¿Voy seguro?
Enr. Sí.
Ota. Pues entra,
que ya alumbro.
Enr. Es en mi noche
esa Itiz oscura y muerta.
Ota. Pues alumbraréme a mí.
Enr. Mira que no te arrepientas.
Ota. Sigúeme; mal me conoces.
Enr. Enrique soy.
Ota. Aunque seas
demonio, que no me espantan
a mí demonios de piedra.
(Vanse.)
Mac. Clarindo, amigo, levanta.
Cla. No puedo.
Mac. Pues como puedas,
sigamos la luz.
Cla. Bien dices.
Mac. Porque nadie nos ofenda,
espalda a espalda, finjamos
las dos águilas del César.
Cla. Dices bien.
Mac. Tiende los brazos,
por ver si espíritu encuentras.
Ci.A. Y tú también.
Mac. Pues sigamos
la luz.
Cla. Si escapamos desta,
no más almas.
Mac. ¿Cómo estamos?
Ver los médicos quisiera,
en quien las almas tomaran
venganza de sus recetas.
(Vansc. Sale Otavio con luz y ENKiguK iras ti.)
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Ota.
Enr.
Basta, ya aquí estamos bien.
Pues deja la luz, y sea
este jardín el testigo
de tu imelice tragedia.
¿Este es jardín? Dile infierno,
cuyos árboles descuelgan
del cielo horror a los ojos,
bañados de sombras negras.
Aquí sacarte he querido,
villano, para que entiendas
que de ti ofendido estoy.
¿Y qué pretendes?
Que mueras.
Pues saca la espada.
Yo
no la he menester; sin ella
aquí te he de hacer pedazos.
Retírate, que te acercas.
Di, ¿por qué me profanaste?
Por mil causas manifiestas,
que tú sabes, pues por ti
me veo en tanta miseria.
Propon tus quejas.
Escucha,
y sabrás mis justas quejas.
Di.
Primeramente, estoy
ofendido de la fuerza
que hiciste a mi padre, haciendo
que dos millones te diera,
confiscando sus tesoros
y embargándole sus rentas,
cuando él, con tres mil caballos.
Atlante de sus empresas,
a su costa te servía.
¿Tienes otra?
Fuera desta,
tengo el haberle forzado
a que la plata vendiera,
tapicerías, caballos,
muebles y pinturas, que eran
la valentía de Italia
y la admiración de Grecia.
¿Tienes otra?
Y la mayor,
que es ver en tanta bajeza
a mi padre y mis hermanos,
por tu ocasión.
Todas esas
son quejas muy injustas.
Cómo?
Como las vidas y haciendas
de los vasallos £on todas
54
DINEROS SON' CALIDAD
de sil Rcv, por justa deuda;
y ansí digo que anduviste
tratando con ind^^cencia
a mi alabastro, alevoso
y vil caballero, y piensa
que aquí te he de hacer pedazos.
Ota. Retírate, que te acercas.
ExR. ¿Cómo retirarme? Agora
verás lo que te aprovechan
el corazón y la espada.
pues no hay golpe que me ofenda
(Dando cuchilladas.)
Ota. ¿Cómo eres viento, si tienes
de alabastro la presencia?
EXR. Viento y alabastro soy,
\illano, para que entiendas
que has de hallar piedra al castigo
y has de hallar viento a la ofensa.
Ota. No te alcanzo,
Entí. Piedra miras
y con el viento peleas;
I, a espada no importa aquí.
Ota. Pues ven a los brazos.
Enr. Llega.
Ota. Aquí he de morir.
Enr. Aguarda,
que esto sólo ha sido prueba
de tu valor invencible
y tu heroica fortaleza.
Detente, que no es mi intento
ofenderte, que eso fuera
ser al beneficio ingrato.
Dios manda que te agradezca
a tu padre la piedad,
y en premio de su paciencia,
quiere que le restituya
a tu padre, de mi hacienda,
los dos millones, y ansí
cavarás, cuando amanezca,
este lugar en que estoy,
hincando en él, para seña,
este clavo; y luego, al punto,
busca a mi hija, que a ella
quiere Dios que des favor
píjrque en su Estado posea
con tu ayuda.
Ota Ilusión vana,
,es de veras?
I^NK. Tan de veras
como las pena.s que pa.so
'II la residencia eterna.
Ota, -llstáí condenado?
Enr. No,
que esta restitución hecha,
del purgatorio saldré;
cava aquí, por que paz tenga,
y tu padre calidad,
que en los dineros se aumenta.
Sácame destos rigores;
redímeme destas penas.
Ota. ¿Tales son?
Enr. Dame esa mano,
por que compasión me tengas.
Ota. ¡Ay!, ¡ay!, ¡válgame Dios!, ¡ay!,
que me abrasas, suelta, suelta.
Enr. Pues ves el rigor que paso,
no quieras que en él perezca.
(Húndese Enrico, y Otavio cae desmayado.)
Ota. ¡Muerto soy!
(Salen Clarindo y IíIacarrón.)
Mac. ¡-"^y!. ¡vive Dios,
que me asieron de una pierna!
Aguarda, mi amo está aquí.
Cla. En tierra está Otavio, es cierta
su muerte.
i Mac. Si lo es la suya,
también lo será la nuestra.
Ya le dije que con almas,
Clarindo, no se metiera.
CIvAR. Si le han muerto, ¿qué juez
le sacará de la iglesia?
Mac. Lleguemos. Señor.
Ota. Yo haré
lo que me pides y ordenas,
por que de ese rigor salgas.
Mac. ¡Señor! ¿vivo estás?
Ota. Pudiera
no estarlo, a no ser de Dios
particular providencia;
luchando con la visión,
se desvaneció en la tierra,
y yo sobre ella caí
como ves.
Mac. Siempre fué necia
toda experiencia, señor;
salgamos antes que vuelvan,
pues tenemos luz.
i Ota Las glorias
i y las virtudes comienzan
i .siempre en las temeridades,
I que éstas la fortuna premia.
Hoy a mi temeridad
debo esta gloria.
Mac ¿Qué .sueñas?
ACTO TERCERO
55
Ota. ¿No te dicen mis palabras
mi ventura? ¡Oh, noche!, mezcla
tus sombras en las espumas
del mar, para que el sol vierta,
entre espíritus de luz,
granos de oro y blancas perlas.
Salgamos a recibir
al día, que el que se acerca
a la esperanza, entretanto,
engaña lo que desea.
Mac. Bien dices; guía y salgamos.
Ota. Por que mañana se vea
donde Enrique se escondió,
hincado este clavo deja.
Mac. ¿Curiosidades agora?
Ota. Estando yo aquí, no temas.
Hinca el clavo.
Mac. ¿Temor yo?
Haré que el clavo se sienta
en los abismos.
Ota. Ya basta.
Mac. Pues vamos.
Ota. Toma esa vela.
Mac. ¡Ay de mí, señor!
Ota. ¿Qué tienes?
Mac. Por Dios, que me favorezcas,
que de la capa me tiran;
mas de j areles con ella.
Ota. ¿No adviertes que la clavaste?
Mac. El miedo es inadvertencia;
sí, por Dios, clavada está.
Ota. Salgamos.
Ci,A. Lo peor queda.
M.ac. Ruego al cielo que las almas
no nos cojan entre puertas.
fVanss. Salen Federico y I^uciano.)
Luc. No temáis, padre y señor,
que yo, para enriqueceros,
poderoso vuelvo a veros,
pues en tan bárbara edad,
es tan vil la calidad,
que consiste en los dineros, (i)
Ya mis letras el decoro
que perdiste os han devuelto,
y esa caña se ha resuelto
báculo de piedras y oro.
Ya, padre, rico os adoro,
si consiste en el ser rico
la calidad que publico;
volved de tanta bajeza,
si es el honor la riqueza.
(i) Faltan los cuatro últimos versos de esta décima.
a llamaros Federico.
Abraza a mi padre, Urbán.
Urb. Si esto en secreto se hiciera,
más cordura pareciera,
que murmurarte podrán
los que adulándote están;
que aunque piedad te parece,
tal vez la virtud perece
por semejantes acciones.
IvUC. En todas las ocasiones
el padre este honor merece.
Y si porque así lo ves,
Urbán, lo desconociera,
yo el vil, yo el villano fuera
y él fuera lo mismo que es
Padre, postrado a esos pies,
quiero a Italia publicar
que vos no podéis bajar
ni que yo os puedo exceder;
que el tiempo os quitó el poder,
pero no os quitó el lugar.
Balanzas somos los dos,
y aunque alto me considero,
abatirme al suelo quiero
para que os levantéis vos;
que si a las manos de Dios
nuestro peso he reducido,
tiranía hubiera sido,
habiéndonos Dios pesado,
ver el hijo levantado
estando el padre caído.
Fed. ¡Ay, hijo del alma mía!;
las balanzas igualemos,
por que las almas pesemos
al compás del alegría.
Luc. Padre, ya ha llegado el día
de pagaros lo que os debo.
Fed. Ya a llamarte no me atrevo
hijo aquí; 5^0 el hijo soy,
tú el padre, pues vuelves hoy,
hijo, a engendrarme de nuevo.
Urb. ¡Que un villano sea Regente! (ii
Diré quién es a su Alteza. (Aparte.)
Debo, amigos, la grandeza
al que ya aquí veis presente. (2)
(Aparte los dos.)
Fed. Luciano, no digas que eres
mi hijo a la Reina, mira
(i) En el original «■presente» por errata.
12) Eu el original dice: «al que ya te ves presente».
Hartz. enmendó este verso asi: «mía al que aquí veis
I presente». Además faltan los seis versos aue deberán
' seguir para formar décima.
56
DINERC-S SON CALIDAP
que son el amor y la ira
vehementes en las mujeres.
Hazme villano, si quieres
verte en su reino estimado;
mira que me ha desterrado
de Ñapóles, por traidor,
y mira que su rigor
de nuevo se ha confirmado.
Porque después que Rufino
dio a Camila libertad,
alterada la ciudad,
con bárbaro desatino
su gente a prenderme vino,
y para encubrirme ansí
este vil traje vestí.
Padre, estimo la advertencia,
aunque ya de la regencia
traigo la cédula aqm'.
Este aviso es de importancia.
Haré lo que me has mandado.
Ya está aguardando el Senado.
Urbán, tú a Ñapóles pasa,
visita a su Alteza y traza
los aumentos de tu estado, (i)
Besa en mi nombre sus pies,
abonando mis deletos,
que en los amigos perfetos
la ausencia el examen es.
Documentos no le des,
Luciano, a nuestra amistad.
Padre, la mano me dad,
que lo que el tiempo no pudo
restaure el poder.
No dudo
que esta es del cielo piedad.
(l'aHsc. Síilai JiLiA y César.)
Luc.
Fed.
Luc.
Cab.
Luc.
Urb.
Luc
T'RB.
CÉS.
JUI..
No le cumples la palabra.
Ansí palabras se cumplen
cuando se dan a traidores,
para que el daño ejecuten;
Camila del se fió,
cuando sus campos conduce,
y bien, en tal confianza,
las obligaciones cumple.
Y sí esto hizo con ella,
la razón me hace que juzgue
que hará lo mismo crmniigo,
que un traidor no hay mal que e>:
^Yo había de ser esfxi.sa (cu.^c
de un traidor.^ ^Cómo no crujen,
(») I-alian cuatro ver»r.» jmrn omiplctar la déciiiia.
Admi.'iB h.'v l;i í:i\k% tltiiíi 'Ir •i'.'i<ui v •t!;i7:i>,
desencajadas sobre él,
las eternas pesadumbres?
Ivos reyes premiar no deben,
aunque por traiciones triunfen
los que las hacen, que sólo
se han de premiar las virtudes.
César, tenle en una torre,
que no hallo lugar que ocupe
más debido a su soberbia,
que Dios en torres confunde.
CÉS. Tan justa pena merece,
no hay disculpa que se excuse
ni te obligue a la palabra.
(l'asf. Sah- Urb.4n.j
Urb. Ya el aire los ecos dulces
de los instrumentos quiebra
en los montes de sus nubes,
nuncios que el Regente llega.
Jui.. Mucho a sus partes acudes.
Urb. Soy francés y caballero.
JUL. La lengua del alma es limibre;
ella descubre tu ingenio
y tu nobleza descubre.
¿Y de qué país de Francia
es el Regente?
T^RB. Del supe
ser napolitano.
Jui,. ¿Cómo?
¿no es francés?
L'rb. Las letras suben
al cielo las humildades;
que son fortunas que infunden
próspera suerte en los hombres.
Ellas le hicieron que curse
en París, donde ha ganado
tantos aplausos comunes
del pueblo, en tan breve tiempo,
que ser prodigio presumen
o fortuna superior,
que .sin ella, aunque uno estudie,
no logra sus esperanzas,
que antes de sazón se pudren.
JUL. ¿Que es napolitano?
Urb. y tiene
padre vivo.
JUL. ¿Ivs hombre ilustre?
Urb. La virtud hace los nobles;
porque es como el sol que excluye
todo defeto y tiniebla:
tanto puede y tanto luce.
JUL. lí.so es decir que no es
bien nacido.
ACTO TERCERO
57
Urb.
JUL.
Urb.
Jui,.
Urb.
CÉS.
Jui..
CÉS.
Nunca busque
mal nacido vuestra Alteza,
habiendo virtudes.
¿Puse
en mi primo, el Rey, mi honor,
para que lo ría 3- burle?
Pedí Regente francés,
y, haciéndome pesadumbre,
me lo da napolitano
3' hombre vil; ¿dónde se sufre
tal menosprecio 3' afrenta?
Su plaza quiero que ocupes
tú.
¡Señora!
Esto ha de ser.
¡Qué bien incitarla supe!
¡Oh, ambición desatinada,
qué de lealtades destru3-es!
(Sale CÉSAR.)
Ya queda pre&o Amadeo.
A vos os lo encargo. Duque:
no sea como Camila.
Ya el nuevo Reeente sube.
(Tocan chirimías y sale Luciano y acompañamiento.)
Luc. Déme a besar vuestra Alteza
su mano, por el favor
que debe al Rey, mi señor,
en su nombre mi bajeza;
que él por Regente me envía,
3' es la cédula presente
la merced.
(Toma el papel y rómpele.)
JUL. ¡Gentil Regente
a Ñapóles nos envía!
Volved y decid que os dé
la plaza en su Parlamento,
y en Ñapóles un momento
no estéis, que me enojaré.
Venid, Regente. (Vanse)
IrUC. ¿Qué es esto?
¿qué fué? ¿qué me ha sucedido?
¿cómo ansí se me ha caído
sobre rm' el cielo tan presto?
¿No soy el que agora fui,
venerado de la gente ?
¿No era yo agora el Regente?
¿pues qué soy agora aqm'?
(Sale Federico.)
Fed. Hijo, ¿qué es esto?
Luc. No sé;
Fed.
Luc.
Fed.
Luc.
Fed.
(Vanse
Ota.
Mac
Ota.
Mac.
Ota.
Mac.
sólo sé que me han dejado
los que me han acompaííado,
y que la Reina se fué.
La cédula me rompió
la Reina, airada y cruel.
Luciano, en otro papel
a romperla se enseñó.
Siempre este daño temí;
que el sabio debe temello,
si no quiere padecello.
Pues 3'o el ignorante fui;
Urbán, padre, me ha vendido:
Regente es Urbán.
Salgamos
de este infierno.
Padre, vamos,
que glorias del mundo han sido.
No irritemos la fortuna;
a la aldea nos volvamos,
a ser Arístides nuevos
y a ser nuevos Belisarios.
salen OxAVio, de csguizaro, y Macarrón
ridiculo.)
El dinero redimimos,
si esfuerzas bien el engaño,
fingiéndole (i) embajador,
como tengo concertado.
En desposeerte del
fuiste un grande mentecato.
Con ellos juntó en un día
Camila diez mil soldados,
3' con ellos viene agora,
con tal silencio marchando.
Viene en nombre de Vaiboda,
porque de secreto entrando
en la ciudad, la prisión
hará de la Reina, 3^ dando
el dinero yo a Camila,
que el Re\' difunto me ha dado,
su padre, será forzoso
que ella vuelva a sus Estados
3' yo a mi padre socorra
y libre de sus contrarios.
Allí va tu padre.
Amor
me hace agora ser ingrato;
no quiero hablarle hasta verme
con honor y con descanso.
Eso es si el dinero vuelve;
que si no, a escuras quedamos.
(I) En el texto «finiíiendo del cmbaxadoi' que hace
el ver.so largo.
58
DINEROS SON CALIDAD
Ota. La Reina sale.
Mac. Esto es hecho;
aquí me azotan. Temblando
estoy.
(Sahn JfLiA, l'RB.'VNO y otros.)
Ota. Calla, porque llego. —
Del Vaiboda transilvano
está aquí un embajador,
gran príncipe y potentado,
de la Moldavia.
Jru.\. ¿Pues cómo
viene con silencio tanto?
Ota. Pasa el príncipe Vaiboda
a Roma; viene excusando
ansí gastos y alborotos,
aunque el Colegio romano
lo acompaña y viene a darte,
aunque en lenguaje polaco,
un gran recado en su nombre
el príncipe Balfraganio,
de quien yo vengo por lengua.
JVL. Vueseñoría llegado
sea en buen hora a esta corte.
^L\c. Cochimi.
Ota. Pide su mano.
T'rb. Extraña lengua.
Mac. Osfricot,
quirlin, cucut.
Ota. Tan despacio
quiere hablar, que pide asiento.
J UL. Dadnos a.sientos.
Mac. Quitambo.
Ota. La merced ansí agradece.
Mac. Guturo.
Jl'L. Lenguaje extraño.
Ota. CaUa.
Mac. Gaturo.
Ota. Prosigue.
M.\c. Sácame de estos vocablos;
porque si mucho me aprietan,
tengo de hablar p>or abajo.
(SaU CÉSAR.)
CÉS. ¿Qué haces, gran señora, ansí
con ese descuido, cuando
Camila en Ñapóles entra?
Mac. Tripifomio dinerango.
Ota. Dice, señora, que diga
que es el Vaibfxla el que lia entrado.
Cíes, Mi'is de diez mil hfmibn-s vienen.
(yr\. ,De tanta gente es su campo?
Mac. Capfilican.
Ota.
Que prosiga
me manda.
(Sale un caballero.)
Cab. ¿No oyes entrando
a Camila en la ciudad
con diez mil napolitanos,
aunque en trajes diferentes?
Ota. ¡Lo que el Vaiboda ha causado!
Jui.. ¡Camila! ¿Cuándo Camila
pudo, necio, juntar tantos,
sin poder y sin dineros?
Cae. ¿No oyes el marcial rebato
de Castelnovo y Santelmo?
Jui,. El príncipe transilvano
a Roma pasa de paz
con ese escuadrón bizarro.
(Salen Camila, Aurelia, vestidas con exirañeza, y gente).
Ota. Aquí está el príncipe ya.
JUL. ¿Veis cómo el temor fué falso?
Ota. T^a Reina tienes presente.
Jui,. Dadme, señor, esos brazos.
Cam. Para prenderte.
JUL. ¿Qué es esto?
Cam. Castigo de tus pecados.
Jui,. Tan grande engaño conmigo.
Cam. Engaños hacen engaños;
muere, traidora.
Ota. Detente.
Cam. Tu lengua es ley de mi brazo.
(Dentro, voces.)
¡Viva Camila!
JUL. ¡Ah, fortmia!
Pero si hay falsos vasallos,
¿cómo reyes puede haber?
Cam. Dadme lo que me quitaron.
Ota. Esto a mis dineros debes.
Mac. y esto debes a mi engaño.
Cam. r,a mitad del reino es tuyo.
Ota. Que me coronen aguardo
hoy, juntanifute contigo.
Llegadme aquellos villanos.
(Salen Kicdekico, RuriNo, Luciano y Lucila.)
Luc. En el traje, que son nobles
sus espíritus gallardos.
Ota. y será enemigo mío
quien dijere lo contrario.
Agora, padre, os conozco,
f|ue honor y calidad traigo,
y dineros, que con tilos
tan alta ventura alcanzo.
I'KD. Dame esos pies.
ACTO TERCERO
59
Cam.
Levantad.
Fed.
Laurencia: rico y honrado,
ya puedo decirte agora,
como dijiste, triunfando:
«dineros son calidad».
JUL.
Verdad.
Fed.
Pues puedes buscarlos
agora para tenella.
Jur..
Mi soberbia has castigado.
Rot.
De tu fortuna me pesa.
Cam.
Ya el dinero te he pagado
con la mitad de mi reino.
y agora el amor te pago
con mi mano; tuya soy.
Ota.
Y yo soy tu humilde esclavo.
De la parte de Sicilia,
que yo elijo, señor hago
a Rufino.
RUF.
Premio es tuyo.
Ota.
Ya del triforme peñasco
eres rey.
RUF.
Pues hoy mi reino
pongo en los pies soberanos
de Laurencia; suyo es ya.
JUL.
A quien sabe obligar tanto,
¿qué he de responder? Corrida
y afrentada, me acobardo.
RuF. Con la mano, el sí de esposa,
confirmándolo los labios.
Cam. Mañana, con regia pompa
y con glorioso aparato,
se traiga mi padre al Domo.
Mac. ¿Ha de quedar sin formacho
Macarrón? Denme algo a mí.
Ota. Lucila y seil mil ducados
de renta son tuyos.
Mac. Fué
merced con aforro.
Ota. y hago
del ducado de Calabria
merced, señora, a Luciano.
Cam. Yo gusto dello.
Ota. a Clarindo
haré merced.
Mac. Hoy quedamos
todos, señor, con dineros.
Ota. Para que decir podamos:
Dineros son calidad,
pues se alcanza con hallarlos.
FIN DE LA FAMOSA COMEDIA
«DINEROS SON CALIDAD».
EL DÓMINE LUCAS
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DIRIGIDA A J U A N DE PINA.
SECRETARIO DE PROVINCIA Y SU MAYOR AMIGO
•Sin-iendo al excelentísimo sciior don Antonio de
Toledo y Beamonte, Duque de Alba, en la edad que
pude escribir
ha verde primavera
de mis floridos años,
oi contar alguna parte de esta fábula, de cuyos prin-
cipios había sido testigo, dando por autor de su ver-
dad (si tiene alguna) a un caballero valenciano, por
apellido Borja, por ánimo Alejandro y por valentía
de su ptrsona otro español Alddes. Aficióneme al
suceso, porque ya lo estaba al caballero que digo, y
cscribíla en el estilo que corría entonces; hállela en
esta ocasión pidiendo limosna como las demás, tan
rota y desconocida, cual suelen estar los que salieron
de su tierra para srjldados, con las galas y plumas de
la nueva sangre y vuelven desjjués de muchos años
con una pierna de palo, medio brazo, un ojo menos y
el vestido de la munición sin color determinada, hice
por cotregirla, y bien o mal sale a la luz con el nombre
del mayor amigo.
Saben muchos que lo es V. m., y sería cansada la
di.sculpa de no ofrecerle cosas mayores, más dignas de
su ingenio; pero muchas veces no dan los hombres a
lo que aman las cosas de más precio, sino las que más
CKtinian. Tenia yo en la menior a esta comed a, por las
caunas que refiero, y i)or<|ue represen tándrjla Melchor
de Villalba (hombre <|ue en su i)rofesi<'m no tuvo (|uien
le i>recedie»e ni habernos conoddo <|uien le igualase)
era jmjt a'|uel](M tiempos de las bien escuchadas, como
ahora i>e dice jíor las mujeres, de las bien i>rendidas, y
asi la c|ui»e i»oner en esta parte entre otras de más
txmsirteradón, no té si de más gusto. Y d<<litándola al
TifimhTc de \'. m., calificarla, lejos de to<la lÍHonja, í)ue
en tanto* años de aniur luera locura; y añadiendo a las
amistades recibidas tantas cbligaciouc-s, c|ue fv'iU) le ha
faltado a V. m. haber escrito la mitad de mis versos
porque en las elecciones, disposiciones y pensamientos
siempre le he debido la maj-or parte, y con su consejo
puesto en el papel, con menos miedo la pluma, que no
quieren las cosas del ingenio ser menos comunicadas
que los edificios que se fabrican, si han de acertarse,
maj'ormente de este género, en que se ha de agradar
a tanta diferencia de entendimientos, desigualdad ma-
yor que la de los pintores, donde repara más el vulgo
en la alegría de las colores que en la simetría de las
figuras. En tres partes dividió Plutarco la amistad,
que a mi parecer, nmguno con más claridad y acerta-
miento. Para amar los amigos, dijo que era necesario
buen juicio; aquí entiendo el escogerlos, deleite en el
conservarlos y segundad de su ánimo en las necesi-
dades que se ofreciesen. Todas tres partes he hallado
en V. m. confirmadas en tantas ocasiones; que como
este amor comenzó a los principios de la vida, tendrá
la misma fuerza hasta los últimos fines de su término,
pudiendo decir, como Paulino a Ausonio:
Hi cum solutus corpota'i rarccre
tcrraque prolavero,
qtto me locarit axc communh Patcr,
illic quoquc te animo eeram.
Y donde quiera que esté
mi csjiiritu, libre ya
de la cárcel en (pie está,
vivo un él te llevaré.
Amigo y caiicll.in <lc \'. iii..
I.oi'i; ni: Vi.oa Carpió.»
ACTO PRIMIiRO
6l
F.VBRICIO y ROS'VRDO.
FnLOiíNCiA y Lucrecia.
I,i:ONARDA, FLORIANO.
FIGURAS DE LA COMEDIA
Alberto, Decio, Plá-
cido,
doristo, i,avino.
REl'KnSKNTÓLA MeLCHOR DE \"ir.LALl?A.
Nebro, Un Corregidor.
l/n Mesoxero.
ACTO PRIMERO
(SaUn Fabricio y RosARDO y Fülgentio, Leonarda
y dos pajes con hachas.)
Leo.
Ros.
Extremada fiesta ha sido.
i Bravo toro!
Leo.
Aquí le temo.
¿Y las suertes?
Ros.
Fab.
Por extremo,
y más la que yo he tenido.
Leo.
¿Vos, Fabricio, en qué?
Fab.
En mira-
acompañaros y veros. [ros.
Leo.
No puedo aqm' responderos.
Fab.
Ni yo dejar de obligaros.
¿Qué os parece de este día,
señor Fulgencio?
Fab.
Fui,.
Que está
Alba diferente ya
de lo que en mi edad solía;
que por mi fe que a esta fiesta
Fui,.
vi toda una corte aquí
y que aquesta plaza vi
más adornada y compuesta.
Ros.
¿Más que la corte?
Fui..
Sin duda
que lo fué la que algún día
Leo.
el viejo Duque tenía.
Fab.
El tiempo lo acaba y muda.
Fui,.
Fué hombre de gran valor.
Leo.
Fui,.
No menos esta Alba espera
cuando amanezca en su esfera
el sol de tal sucesor.
Que yo, con esta vejez,
Ros.
pienso esperar confiado
Fui,.
de que aquel siglo dorado
ha de volver otra vez.
Que hoy no ha podido la fama
sacar de su olvido fiero (i)
Fab
a la plaza un caballero
ni a la ventana una dama.
Ros
Fab.
Si es por hacemos afrenta
Leo
a mí y a Rosardo, advierte
Fui,
(i) Kii ^"1 original lovillo».
Fab.
que no pongas de esa suerte
tu hija y sobrina en cuenta.
Que ellas solas en el suelo,
que en otra parte es error,
dan más luz y resplandor
que el sol y luna en el cielo.
Por Dios, que yo no saH
por estar mi overo manco
dejando una suerte en blanco
que a una negra prometí.
Y de Fabricio, yo sé
que por eso lo dejó;
porque no saliendo yo,
a no salir le obligué.
Yo tenía mis jaeces
en Salamanca prestados,
y estábamos disculpados
saliendo otras muchas veces.
Pero yo juro enmendallo,
ofreciéndose ocasión.
¡Que hoy no saliese un rejón
ni un hombre solo a caballo!
Cierto que os he de reñir,
pues no salir causa fué
que un forastero, y a pie,
pudiese hacer y decir.
¿Decís por el estudiante
de Salamanca?
¿Pues quién?
Bien anduvo.
Anduvo bien,
pero es un poco arrogante.
Y no fué solo, que había
otros valientes con él.
Ya por ellos y por él
fué regocijado el día.
A casa habemos llegado;
si entrar no queréis, adiós.
Quede, Fulgencio, con vos,
aunque me habéis agraviado.
¡Mi bien!, ¿cuándo podré veros?
Que lo deseo, creed.
¡Hola!, esas hachas volved
con aquesos caballeros.
Eso no habéis de mandar.
02
EL DOMINE LUCAS
Fix. Irán, sin duda.
Ros. Eso no,
no he de llevar haclia yo.
Fab. Ni yo la puedo llevar.
Fi'i,. Pues adiós, entra adelante.
Ros. El viejo nos ha corrido.
Fab. ¡Oh, cuánta envidia he tenido
al venturoso estudiante!
¡Qué soberbias cucliilladas
que le daba al toro!
Ros. Y tales,
que no tu\'ieron iguales
y pueden ser celebradas.
¡Gallardos brazos!
Fab. Soberbios,
pues cada vez que herían
poca resistencia hacían
cuero, carne, hueso y nervios.
Confieso mi envidia.
Ros. Y yo
mi envidia y mis celos juntos.
F.\B . Pues en mí crecen por pimtos
los que su talle me dio.
Fuera de que yo entendí
que se le inclinó Lucrecia.
Ros. Sí, mas no anduvo tan necia
como yo a Leonarda vi.
Que aún aquí me quema y arde
de ver cómo la decía,
cuando el toro acometía:
«¡Válete Dios! ¡Dios te aguarde!»
Y por eso entre la gente
tuvo tales opiniones;
porque aquellas oraciones,
¿a quién no hicieran valiente?
Si ella a mí me deseara
tal bien y buena opinión,
no a un toro, a un tigre, a un león
acometiera y matara.
Fab. V Lucrecia, ¿qué decía,
cuando 1.^'onarda rezaba?
¿No viste lo que rogaba
y lo que al cielo pedía?
¡Oh, cuanto habernos errado
en no haber salido al coso!
Ros. ¿No es éste aquel venturoso?
Fab. ¿Cuál?
Ros. Aquel que vu embozado.
fSale I'LOktANü y Ai.iii:ktu. embozados, estudiantes
muy galatut y con cuellos bajos.)
I-AB. ¿Pues en qué le conociste?
Ros. En la capa con el oro,
que mil veces sobre el toro
con el blanco acero viste.
FXo. De esto, Alberto, no te asombres,
que has, después de hacer extremos.
Fab. ¿Quieres que ahora probemos
si es tan bravo con los hombres?
Ros. ¿Y de un hombre ha de temer
quien rinde un fiero animal?
Fab. Creed que ima espada igual
más miedo suele poner.
Pero pues es forastero
y que mañana se irá,
segura el alma estará
de sus celos y su acero.
Ros. ¿Vos habéisle conocido?
Fab. Anduvo tan embozado,
que mientras más fué mirado,
menos conocido ha sido.
Pero vamos, que no importa,
que es esto mucha flaqueza.
( Vanse.)
Al,b. Al fin, que a tan gran belleza
juzgas tu ventura corta.
Flo. A otras fiestas he venido,
trayendo determinado
de decirle mi cuidado
para despertar su olvido.
Porque, en efeto, la adoro,
pero nunca me atreví.
Alb. ¿Pues a qué vienes aqm'?
Flo. No más de a matar un toro.
Sólo aficionalla espero.
Alb. Muy bien tus brazos podrán,
pues en lugar de galán
la sirves de carnicero.
Si de Salamanca, a donde
estudias, vienes aquí
a descuartizarle ansí,
¿qué efeto esperas? Responde.
Si siempre embozado vienes,
que aun apenas te conoce,
¿qué fruto quieres que goce
de la esperanza que tienes?
¿Qué papel te dio molestia;
qué razones estudiadas,
sino andar a cuchilladas
y a brazos con mía bestia?
Cuando se enternezca así,
¿piensas que te ha de rogar
y (|ue en un corto lugar
jmedes verla y verte a ti?
Tu amor, al fin, vitupero;
ACTO pri.ml:ro
63
porque ésta, para ser casta,
llamarse Lucrecia basta,
casto nombre y mal agüero.
¿Hasme entendido, Floriano?
¿Floriano, duermes?
Flo. Yo, sí
que a tus razones dormí
fuerza de amor inhumano.
Que el alma que está despierta
a mil penas y pasiones,
a la luz de tus razones
se duerme obstinada 3^ muerta.
Y porque es muy ordinario
de tu amor aconsejarme,
quiero ahora consolarme
con este dolor contrario.
Que todos tus argumentos
aqm' se han de resolver,
que amor de amigo y mujer
son contrarios elementos.
Tú me encaminas al bien
y Lucrecia a tanto mal,
que hoy, por medio desigual,
quiero probar su desdén.
Lo mejor he conocido
y lo peor aprobado;
ya soy áspid encantado,
en vano tientas mi oído.
A Salamanca te vé
y di que a Madrid me fui,
porque yo me quedo aquí,
por ver si hallarme podré.
Llevarás esos criados,
a quien tendrás por mi cuenta,
mientras a la tuya asienta
amor mis largos cuidados.
Y di en escuelas, por cierto,
que vuelvo, y presto ha de ser,
si es cierto poder volver
un hombre después de muerto.
Que cuatro pequeñas leguas
que hay de Salamanca aquí,
iré yo por verte a ti
y dar a mis ansias treguas.
Que eres, al fin, el descanso
de mis penas, dulce Alberto,
y para llegar al puerto
viento en popa y viento manso.
Bsto fué desdicha mía.
Alba mi noche ha de ser,
que tras tanto anocliecer
espera el alma algim día.
Ai,B. Ve ordenando el testamento;
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
ítem más, di lo que queda,
porque a cuerpo y alma pueda
dar descanso y monumento.
¿Qué es aquesto, mata toros?
¿todas aquellas fierezas
paran en esas tristezas
y en aquesos tiernos lloros?
¿Fres quien hoy, como un Cid,
con el valor de tus brazos,
hizo aquel toro pedazos
sin gastar traición ni ardid ?
¿Pues qué sentimiento es éste,
v más donde está mi ayuda,
que no hay cosa a que no acuda,
avmque a estudio y amor pese?
No te quiero aconsejar,
aunque fuera lo mejor,
sino esforzar este amor
y este delito ayudar.
Ya soy cómplice contigo,
¿qué es lo que piensas hacer?
Agora acabo de ver
que eres verdadero amigo.
Pero es forzosa tu ausencia
por dos imposibles grandes.
Ni lo quieras ni lo mandes,
que perderé la paciencia.
Más que imposible, ¿no es sueño
a un amor tan desigual?
Ser mujer tan principal
y ser lugar tan pequeño.
Antes, por esa razón
sólo te echarás de ver.
Muy diferente ha de ser
mi nueva imaginación.
¿Cómo?
Aquí suelen venir
de Salamanca estudiantes.
¿Qué estudiantes?
Mendicantes,
que vienen a Alba a pedir.
Y de éstos uno he de ser
con pobre traje y vestido.
Con risa te he respondido;
y bien, ¿qué piensas hacer?
Hablalla y vella.
¿Y no más?
Y declararme con ella.
¿Y ese traje para vella
adonde hallarle podrás?
Decio, ese capigorrón
que nos compra de comer,
vino a las fiestas ayer
64
EL DOMINE LUCAS
Alb.
Flo.
Alb.
F1.0.
Alb.
y hoy le he visto en el mesón .
Entra, Alberto, por tu vida,
y a la plaza le enviarás.
¿Quieres roballe?
No inás
de la sotana raída,
el ferreruelo y sombrero.
Entro, pues.
Entra y no tardes.
Si sale, no te acobardes,
que darle esta espada quiero
(Tase.)
Flo.
Si Amor sus flechas y el infierno el fuego,
perdido hubieran, de mi pecho ardiente,
para matar y atormentar la gente.
fuego y flechas sacar pudieran luego.
Y si a Neptuno, que en mi llanto anego,
faltara el agua y la inmortal corriente,
hallara nuevo mar en la gran fuente
de lágrimas, que ya me tienen ciego.
Y si al áspid soberbio e iracundo
faltara la ponzoña de su aliento,
la hallara de mi pecho en lo profundo.
Y si faltara al ave su elemento,
con mis suspiros sustentara el mundo,
que soy ponzoña, fuego, mar y viento.
(Sale Decio, capigorrón, con utta sotanilla muy raída
y otra hecha pedazos, debajo, y un mal sombrero y mal
ferrerv.elo.)
Dec. ¡Qué hora para enviar
a mi forastero a la plaza!
Flo. \'il resolución y traza
me manda amor intentar.
Decio es éste.
Dec. Estaba loco
hombre que tal enviaba;
mas yo que salí, lo estaba,
no siendo el peligro poco.
¿A quién he de preguntar?
que no hay un hombre en el suelo
ni una estrella en todo el cielo
por (luien me pueda guiar.
Pues yo soy muy animoso,
no hay .sombra que no me asombre
con imaginar que es hombre —
¡N'álganie Dios ¡K^leroso!
Hele aquí puesto delante,
o que de arriba cayó.
Flo. < Qué gen te?
I^KC. ¡Díjelo yo.!
Flo. ¿Qué gente?
Dec. Un pobre estudiante.
Flo. ¿Estudiante? ¿de a do bueno?
Dec. Salmanticense, señor.
Flo. Sosegaos, no hayáis temor,
y cubrios, que hace sereno.
Y es para el cerebro malo.
Dec. Tiene razón en verdad.
Flo. iQiiam artem; qué facultad?
Dec. Con el latín me regalo,
ya voy cobrando el aliento;
«Logicam audio et sum ego
Compostellan us.»
Flo. ¿Gallego;^
Dec. «.Máxime. :>
Flo. Gracioso cuento;
¿a qué habéis aquí venido?
Dec. líVeni ad agitandoz tauroso
con otros dos bacalauros
que los habernos corrido.
Flo. ¿Servís?
Dec. Al hombre más ruin
que tiene toda la Europa:
testigo, esta pobre ropa.
Flo. ¿y de qué?
Dec. Curo un rocín
y compro lo que manduca.
Flo. ¿y dónde está?
Dec. En el lugar.
Flo. ¿a qué ha venido?
Dec. a acabar
un padre que ya caduca.
Flo. ¿De dónde es?
Dec. Es de .Madrid.
Fi,o. ¿Es caballei'o?
Dec. Eso es llano;
sino que siendo un villano,
presume venir del Cid.
Flo. ¡a buen mozo, por mi vida,
doy de comer y salario!
Dec. Si no soy más necesario,
«da veniamf) que me despida,
«quia vado» jjor pasteles,
cí «ad iabernam ciimo bota.
F1.0. Iréis la cabeza rota.
Dh;c. Deten tus manos crueles,
(jue yo 110 tengo tesoros.
Flo. Arrojíid luego la capa.
Dec. Si de ésta el cielo me e.scapa, (Ap.)
nunca más Alba a ver toros.
Flo. Quítese la sotanilla
y el .sombrero.
Dec. Que me place;
ACTO PRIMERO
65
¿pero de qué intento nace,
siendo tan mala, el pedilla?
¡Ea!, declare si es dudus».
Flo. Camine, capigorrón.
Dkc. ((Nuduso salí dú mesón,
eí oilluc reyertar iiudns».
( Vase.)
Fl,o. No se ha negociado mal,
pues son estos los despojos
que han de llevarme a los ojos
de aquel ángel celestial.
Otros, para ver sus damas,
sacan libreas costosas
en las cubiertas vistosas,
manifestando sus llamas.
Ponen morado de amor
y nácar de crueldad,
carmesí de voluntad
y pajizo de temor.
Y yo, con tanta firmeza,
pongo a la luz de mi espejo
un vestido negro y viejo,
porque es vieja mi tristeza.
Pero es bien que el alma mía
con algún consuelo quede,
que de esta tristeza puede
salir después mi alegría.
Vamos, pues, que hasta su vista
ha de durar mi tristeza,
que si es cielo la pobreza,
hasta los cielos conquista.
(Vase Floriano con el vestido; salen I.eonarda y
Lucrecia, damas.)
Luc. Al fin, ¿no le viste bien?
Leo. Digo que entonces le vi,
y que fué milagro en mí
y rayo su luz también.
Luc. ¿Que te ha enamorado?
Leo. No.
Luc. ¿Pues qué?
Leo. Bien me ha parecido.
Luc. De eso mi parte he tenido,
que también tengo alma yo.
Leo. ¿Eso me dices? Presume
que le he de solicitar,
que tengo de confesar
que me abrasa y me consume.
Y estará muy en mi mano,
pues en Salamanca vivo.
Luc. Tu propósito concibo,
pero es pensamiento vano.
Que mi padre te ha traído
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
a que Rosardo te vea,
en razón de que desea...
¡Dilo!
Hacerle tu marido.
Y esto está medio tratado
y no te podrás volver,
que ha de quedar, dijo ayer,
escrito y efetuado.
¿No se ha de hacer con un sí,
y aqueste yo le he de dar?
Pues quiérosele negar
y podré librarme así.
Mudable debes de ser.
Tú con extremo lo eres,
pues hoy a un extraño quieres,
queriendo a im amigo ayer.
¿Yo a un extraño?
¿No lo dices?
¿Yo querer? ¿por qué razón?
¿qué has visto en mi condición
para que te escandalices?
¿He llorado? ¿he suspirado?
¿no he comido? ¿no he dormido?
¿en qué mi honor he ofendido
ni a mis padres agraviado?
¿Qué gracias he visto en él
sino que ayer mató tm toro
con vma capa con oro,
más fiero y robusto que él?
¿El no es estudiante, prima,
y reside en la ciudad?
Sí.
¿Pues qué facilidad
a pretendelle te anima, (Ap.)
que hoy ya se irá, si ya no es ido?
Basta, que esta necia ha dado
en poner nuevo cuidado
adonde yo le he tenido.
Que yo sé que es Floriano
y viene al lugar por mí,
amique jamás lo entendí
de su lengua ni su mano.
Pero selo de sus ojos,
que hablan y escriben más.
Tratando acaso estarás
darme ocasiones de enojos.
¿Yo? ¿y cómo?
Dando a mi tío
de mis desatinos cuenta.
Quien así mi amor afrenta,
no debe de ver que es mío.
Digo que saber quisiera
nuevas de ese hombre que darte.
XII
66
EL DÓMINE LUCAS
Leo.
Ful.
lAC.
Leo.
Fltl.
Leo.
Ft-L.
Leo.
FiL.
Leo.
Ful.
Flo.
Luc.
Flo.
Ful.
Luc.
Ful.
(Sale
FlX).
Ful
FlX)
Sólo eso, laicrecia, es parte
para que ya no le quiera.
Yo le dejo desde ahora,
porque nunca ima mujer .
más presto viene a querer
que aiando liay competidora.
Fulgencio viene.
(Sale Fui-orNCio, viejo.)
Yo sé
cómo esto se ha de tratar.
¿Mas, que ya te viene a hablar?
Lucrecia, ¿qué le diré?
¿Sobrina?
Tío y señor.
Sólo a buscarte he venido.
Ya la ocasión he sabido
)' que me has hecho favor.
Deseo de tu remedio
es, Leonarda, mi intención,
que la presente ocasión
apenas se pone en medio;
que con ser hija, no sé
si esto a Lucrecia deseo.
En la nobleza lo veo,
que de la tuya heredé.
Rosardo, que ya conoces...
(Llama Floriaxo a la puerta.)
¿Quién está acá?
¡Qué importiuio!
Al fin, Rosardo, que es hombre
de grande linaje y nombre.
¿Quién está acá?
¿Xo hay alguno
que responda en esa casa,
algún criado o la gente?
Ya es ido el impertinente;
señor, adelante pasa.
Digo, pues, que te ha pedido
por nmjer este Rosardo,
que, como ves, es gallardo,
muy rico y muy bien nacido.
Tríijete de Salamanca,
para que viniendo aquí...
FloRI'íKO con Vy^ vfxliJo^ que quttó al capiccrrón.)
¿Quién está acá?
¿.\(j hay ahí
quien dé a ese pobre una blanca?
Rntrá, hermano, ejitrá en buen
veamos qué nos queréis. (hora,
¿Quién sois?
Va, señor, lo veis
el que vuestro auxilio implora:
Pauper scolasticus
que pide un poco de pan.
Ful. Aguardad, dároslo han;
¡qué importuno sois, Jesús!
Ve tú por ello.
Luc. Yo voy.
Ful. ¡Qué importuno sois, hermano!
Flo. Con pan de tan bella mano,
por hoy, satisíedio estoy.
Cri. Rosardo está en el jardín,
que viene a hablarte, señor.
Ful. Que suba será mejor,
pero turbaráste al fin;
vo}' y estarás advertida,
di que luego subirá.
Luc. A ver a mi muerte va.
Flo. Y yo espero ver mi vida.
Leo. Quiero irme a componer,
ya que aqueste ha de subir;
que más quisiera morir
que haberle de hablar y ver.
(Vanse; queda Ft.ori.\no solo.)
Flo.
Amor, tiempo, ocasión, fortiuia, cielo,
veisme aquí pobre, que el sustento pido;
amor me dio el sujeto enriquecido,
en cuyas alabanzas me desvelo.
El tiempo me dio tiempo, y con su vuelo
esta ocasión presente me ha ofrecido;
si la fortuna me ha favorecido,
¿quién debe al cielo lo que yo en el suelo?
Eché la hacienda por salvar la vida
en tu piélago, amor, y llegué al puerto
pidiendo como pobre la comida.
Ya de la vida estoy seguro y cierto,
¿qué milagro me queda que te pida
después de haberle dado vida a un muerto?
(Falc I.Tt'Ri:ci.'>.)
Luc. ¡Hola, hermano!
I^Xo. Mi señora.
Luc. ¿Estáis ahí?
Flo. ¿No lo ve?
No puedo mover el pie,
ni luera posible ahora.
Luc. ¿Estáis enfermo?
Flo. Mortal.
Luc. ¿Pues no se os echa de ver?
Flo. No lo (juerer entender
tengo por mala señal.
Luc. Tomad, dómine.
.\CT0 PRIMERO
Fi,o.
¿Sabéis
que señor quiere decir?
Luc.
Luc.
Sélo.
Flo.
FXo.
A quien ha de servir
¿vos señor llamar queréis?
Por buen agüero lo tomo,
y ese nombre he de llamarme,
que vos podéis confirmarme.
Lrc.
Comeos el pan.
F1.0.
Ya lo como.
Y mejor diré lo beso,
porque es tan bendito el pan.
que alma y cuerpo comerán
Luc.
de la dulzura del beso.
Flo.
Luc.
¿Vino ayer de la ciudad?
Luc.
F1.0.
Vine, aunque no vi la fiesta,
por lo que ya me molesta
tan áspera enfermedad.
Flo.
Luc.
¿Qué es su mal?
Fi,o.
Calor es todo.
Luc.
¿Del hígado?
F1.0.
Cerca está.
Luc.
¿No hay remedio?
Fi,o.
Algimo habrá.
Luc.
Pues, cúrese.
F1.0.
¿De qué modo?
Luc.
Hablando al médico.
Flo.
Es rico.
Luc.
¿Y vos?
Luc.
Fuo.
Pobre por extremo.
Luc.
Xo importa.
Flo.
Flo.
Eso sólo temo.
Luc.
¿Moriréis?
Flo.
Remedio aplico.
Luc.
¿Cómo?
Flo.
Que jarabes tomo.
Luc.
Ya es principio.
Flo.
Buenos son.
Luc.
¿Pues qué os duele?
Luc.
Flo.
Luc.
El corazón.
Comeos el pan.
Flo.
Ya lo como.
Luc.
Notable es el estudiante,
¡qué buena cara que tiene!
¡ah, dómine!
Flo.
Ya se viene,
amor camina adelante.
Luc.
¿Sois, acaso, bien nacido?
Flo.
Sí, en verdad; pero quedé
sin padre; al fin, me apliqué
Flo.
a las letras, que he seguido.
Que me cuestan lo que veis;
porque si oficio aprendiera,
; 67^
menos trabajo tuviera.
Hombre honrado parecéis.
Dios se lo pague y le dé
entero conocimiento;
lo que más ahora siento
es que tan sin él esté.
En verdad, que conocí
a mi padre con criados,
que viven ahora honrados
con la hacienda que perdí.
Y aun he visto im mayordomo
con no poca prestmción.
No lloréis.
Es condición.
Comeos el pan.
Ya lo como.
Y creed que ya prevengo,
con esta epítima rica,
la medicina que aplica
el tiempo al dolor que tengo.
Es propiedad del veneno
irse luego al corazón,
y así, en aquesta ocasión,
va el pan de lágrimas lleno.
Por que la purga le mueva,
siempre se mezcla con él;
y así, por que vaya a él,
este pan lágrimas lleva.
¿Estudiáis Filosofía,
o qué es aquesto que habláis?
Para que el alma entendáis,
hablar romance querría.
Pero si aquí no hay lugar,
porque no digáis que he sido
ingrato al pan que he comido,
el pan os quiero pagar.
¿Tenéis algún dolorcillo
o alguna secreta falta?
Bueno, la pregunta es alta;
pero no me maravillo.
Quizá el dómine tocó
un paso de Celestina,
en que da esta medicina
a otra Lucrecia cual yo.
De lo que es secretas faltas,
no tengo qué confesar;
lo que es dolor, me hace dar
muchas veces voces altas,
porque me duelen las muelas,
¡Alabado sea el Señor,
y más, con tanto favor
como ahora me revelas!
Que como si lo supiera.
68
EL OOMINK LUCAS
Luc.
Flo.
I.UC.
Flo.
Luc.
Fto.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
I.uc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
traigo una oración escrita
de aquella Santa bendita
que es su abogada primera.
¿Es Santa Polonia.'
Sí;
V como aquesta recéis,
salvoconducto tendréis
que no os duelan más que a mí.
¿Sabéis leer y escribir?
¿No basta saber leer.'
Para ser noble mujer,
qué os falta os puedo decir.
Hablad A-uestro padre hourado,
que, si queréis, yo estaré
en casa, y os mostraré
a leer latín^ y tirado.
Yo entiendo que él gustará;
y yo, amigo, en grande extremo.
¡Oh, amor! ¿Qué dudo? ¿qué temo?'
Todo de mi parte está.
Pues estáis enfermo, ansí
no os vais, que aquí comeréis,
y mientras le hablo, podréis
iros a sentar allí.
Que él es tan caritativo,
que os hará limosna y bien.
Dadme vos los pies también,
por la merced que recibo.
¿Cómo os llamáis?
Yo, señora,
Lucas.
Idos a sentar,
Lucas, yo os haré llamar.
¡Oh, prenda, que el alma adora!
¡Oh, pan, oh, esperanza mía!
¡Oh, dichoso fingimiento!
¡Qué cara, qué entendimiento!
.\lma, esfuérzate y porfía.
¡I,o que ha jxxlido moverme!
I-'l trae carta de favor,
jxjrque es gran despertador
de la voluntad que duerme.
¡Qué buena presencia tiene!
Seguramente camina,
jxjrque parece que inclina
y que a los ojos le viene.
Quiero la oración leer
de aquella bendita Santa;
lo que es la entrada me espauta,
más prosa debe di- ser.
(< arl'i.}
«No lie tenido
Ros.
Ful.
Luc.
Ful.
Ros.
atrevimJL-nto de-
descubrir mi pecho, con el temor de
mi bajeza y tus méritos; basta que
la enfermedad ha sido de muerte,
y tan forzoso el último remedio, que,
por ventura, por no perdella del
todo, te escribo que soy Floriano. y
que por tu ocasión he venido a
aquestas fiestas a aventurar la vida,
porque no la estimo hasta saber si
me la deseas; la tuya guarde el cie-
lo, para que me la quites o me la
des, que en tales manos todo es
vida.»
Extremada es la oración
y el remedio singular,
y podría aprovechar
dicha con buena intención.
¡Qué discreto es Floriano
en el tercero que envía!
¡qué santidad que fingía
hasta ponerla en mi mano!
Basta, que de aqueste oficio
dejó Celestina nietos,
y no con menos efetos,
para engañar el juicio.
Aquí no hay que resistir:
Floriano es caballero,
yo le adoro y por él muero;
¡qué gran falta el no escribir!
Pero pues prüicipios tengo,
este hombre me ha de enseñar.
(Sale Fulgencio y Ros.^rdo.)
De quererlo dilatar,
Fulgencio, enojado vengo.
Que parece que a mi amor
no es buena correspondencia,
después de tan larga ausencia
desvanecerme el tavor.
Fáltaos en eso razón,
pues sabed que os quiere bien;
pero hay nuijercs también
de esta esquiva condición.
Que hay alguna que si in\\ú
la tratasen de marido,
sin haberle conocido,
dirá treinta veces .sí.
¿Luciecia?
¿Xo seré yo
poi <juicii e.so vas diciendo?
Bien sabes que no te ofendo.
Todo en esta casa es no.
Vos decís que no habéis sido
ACTO PRIMERO
69
ri'i.
Res.
Ful.
Ros.
y VI..
Ros.
Ful.
Ros.
Ful.
Ros.
Fui,.
Ros.
quien este trato tenéis
y vos que no la ofendéis.
Ni Leouarda te ha ofendido,
que este no yo le aseguro,
y aquel sí no la ha engañado;
de vos estoy agraviado
y de Leonarda seguro.
Que ella, en esta dilación,
ha hecho como mujer.
Y vos debéis de volver
por vuestra buena opinión.
¿En qué con vos la perdí?
En que este pago me den
las esperanzas del bien
de aqueste negado sí.
Que por vos asegurado,
me he atrevido como necio
hasta llegar al desprecio
del no cierto y sí negado.
Fuera justa vuestra queja,
Rosardo, si os prometiera
lo que en mi poder tuviera,
puesto que os ama y no os deja.
Pero si esta dilación
es honesto proceder,
¿en qué se puede ofender
vuestro honor y mi opinión?
Con Lucrecia, que es mi hija,
y de quien disponer puedo,
y donde respeto y miedo
sufren que la mande y rija,
hoy podréis quedar casado,
cumpliendo mejor así
esa palabra que os di.
Es cumplimiento excusado.
IvO que ella no ha de acetar,
Fulgencio, me prometéis.
¿Por qué no, si vos queréis?
¿Eso es cumplir o engañar?
Dadme esa mano, Rosardo,
de hacer este casamiento,
y veréis si es fingimiento.
¿Cierto?
Cierto.
¿Pues qué aguardo,
que ya el amor de Leonarda
se acabó con su desdén,
y con ser mayor el bien
que de Lucrecia me aguarda?
¿Pero cómo he de poder
desenojar a Fabricio
y dar tan contrario indicio
de mi hidalgo proceder?
Luc.
Ful.
Ros.
Luc.
Ros.
Ful.
Luc.
Luc.
Ros.
Luc.
Mas también es grande error,
cuando tcuo es falsedad,
guardar a nadie lealtad,
y más de interés de amor.
Mujer y diez mil ducados,
¿a quién no disculparán?
Que por menos que esto, están
mil necios desengañados.
Señor, la palabra vuestra
no es quien os ha de obligar
a quererme ahora dar
de quien soy tan clara muestra.
Si acaso igual os parezco
a vuestra imaginación,
para tan alta ocasión
humildemente me ofrezco.
Que yo no os quiero forzado,
sino voluntario en esto.
¡Airado cielo!, ¿qué es esto?
Por todo estoy obligado.
Y si la palabra dada
no cumplió la prenda ajena,
la propia obligó a la pena
como fianza pagada.
Que en esto tengo poder
como en propia hacienda mía.
Pues, señor, desde este día
es Lucrecia mi mujer.
¿Cómo no me dais la mano?
Detened la vuestra un poco.
Juzgado me habréis por loco
o, por lo menos, liviano;
mas mirad vuestro valor
en cuanto a Leonarda excede^
y veréis que le concede
bastante disculpa amor.
¿Has, por ventura, entendido
que es esta mi voluntad?
No tienes dificultad
para ser obedecido,
que eres mi padre, en efeto;
pero yo sé de Leonarda
que este casamiento aguarda
y ama a Rosardo en secreto.
Y como ella no lo impida
ni diga que está quejosa,
yo digo que soy su esposa.
Justa respuesta.
Escogida.
Yo sé que dirá que sea,
sin impedillo jamás.
Pues yo no pretendo más
de ver que no lo'Üesea.
70
EL DOMINE LUCAS
Ros. Pues vámosla a hablar.
Ful. Partamos.
(l'asc Ros.vRDo.)
Luc. \Oje, señor!
Flt.. íQu^ í^^ quieres?
Luc. Bien es que nobles mujeres
firmar y escribir sepamos.
Aquel enfermo estudiante
que ayer limosna pidió,
a enseñarme se ofreció
mientras no pasa adelante.
En fin (i), el mal le detiene,
permítele que se cure
y que enseñarme procure.
Pl'L. A extremado tiempo viene.
Denle en casa un aposento
donde se pueda curar.
LüC. ¿Y en el nn'o podrá estar?
Ful. Podrá, si te da contento.
(Vase.)
Luc. Confusa y turbada estoy,
entre dos extremos puesta,
si dijese mi (2) respuesta
que ya de otro dueño soy.
Consentiré lo tratado.
¿Tal dije? ¿en mi lengua cupo
co.sa que el alma no supo?
(Sale Flori.\no.)
Flo. ¿Pues qué habernos negociado?
¿Hame, señor, recibido,
o ya de casa me voy?
Ltj'C. ¡Oh, Lucas, muriendo estoy!
Flo. ¿Vos, de qué?
Luc. Pierdo el sentido.
Flo. ¿No se mitigó el dolor
con esa oración que os di?
Luc. Cuando la recé, creí
que era acabado el rigor.
Y sentí tanto consuelo,
que no entendí que podía
bajar el tiempo en un día
mis esperanzas, del cielo.
Porque e.se tu Floriano,
que aquese papel te dio,
es a quien le diera yo
d • mujer palabra y mano.
Tanto como esto le quiero,
de.sde el punto que le vi;
pero ya, triste de mí,
(1) Hartzcnbusch corriwo «l'iiMto».
12) Hartz. «m mi..
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
Luc.
Flo.
de gozalle desespero.
Porque mi padre me fuerza
a dar la mano a Rosardo.
Desde ese punto acobardo
todo el valor que me esfuerza.
¿Qué oigo, triste de mí?
¿Qué dices?
Que es caso extraño.
Extraño para mi daño,
pero nuevo para mí.
¿Qué es lo que piensas hacer?
Resistir, amique me mate.
Es este el primer combate,
y sois, Lucrecia, mujer.
¿Cómo habéis de resistir,
si vuestro padre lo quiere?
Resistir cuanto pudiere
y poder hasta morir.
¿Es caballero ese hombre?
vSÍ.
¿Y es galán?
Por extremo.
Agora de nuevo temo.
¿Cómo decís que es su nombre?
Rosardo.
Ya caigo en él;
a fe, que es galán de fama,
y que tan hermosa dama
se emplea muy bien en él.
Obedeced, pues es justo,
a vuestro padre, señora,
que no os va menos agora
que tener provecho y gusto.
Que por ser yo bien nacido,
lo que es verdad aconsejo,
aunque a I'loriano dejo
por vos, perdiendo el sentido.
Pero él os dirá lo propio,
según es hombre de bien,
aunque por quereros bien
parece consejo impropio.
Rosardo es buen caballero,
notorio en este lugar;
con quién os podéis honrar
mejor (jue de un forastero,
Floriano es advenedizo,
lX)bre estudiante, aunque honrado,
y (jue sólo os ha obligado
con lo (|ue ayer veis que hizo.
Que fué cosa para vos
bien excusada, en verdad,
y para él necedad,
si no la remedia 1 )ios.
ACTO PRIMERO
n
Bueno es que al vuestro dejéis
por lui matador de toros:
¿qué respetos, qué decoros,
qué obligación le tenéis?
¿Un papel que os ha enviado
con un pobre como yo:
es más que esto?
Luc. Amigo, no;
pero es mucho haberle amado.
Y este amor es de tal suerte,
que ya tu consejo es vano,
porque en sólo Floriano
está mi vida o mi muerte.
Y no digas que naciste
menos que como villano,
pues aquí contra Floriano
la amiga lengua moviste.
Yo tem'a negociado
que os quedásedes aquí;
pero pues sois contra mí,
ya me habéis desobhgado.
No estaréis en casa vm punto;
a la de Rosardo, hermano,
que aquí vive Floriano
y Rosardo está difunto.
¡Con qué suspensión y calma
me reprehende el grosero!
¡Por cierto gentil tercero,
para fialle mi alma!
¿De Floriano dice mal,
que no hay en la corte dama
que no le quiera por fama
y porque no tiene igual?
Pártete de mi presencia,
aunque descubráis el caso.
Flo. Domina, domina, paso,
que es esta mucha licencia.
Luc. ¿Cómo, no os puedo yo echar?
Fi,o Detened, mi bien, la mano,
porque echáis a Floriano
de su dichoso lugar.
Yo soy el que os ha querido,
y aquel vuestro esclavo soy,
de quien el alma que os doy
os habla el mejor sentido.
Yo aquel que, siempre callando,
hablé tanto con los ojos,
para que en un mar de enojos
se vaya el alma anegando.
Que este enemigo suceso
que así de casaros trata,
poco haré si no me mata
después de quitarme el seso.
Ya estoy aquí, ya llegué
a lo más que pretendí;
de la tempestad salí
y en el puerto me anegué.
Pluguiera a Dios que muriera
entre aquellas ondas bravas,
dulce amor, que levantabas
fiero olvido, ausencia fiera.
Y no ahora, que en el puerto
me veo favorecido,
cierto de mi bien perdido
y de mi remedio incierto.
IvUC. Floriano: a quien ha visto
tantas pruebas de mi fe,
poco importa que las dé
con el llanto que resisto.
Huélgome que hayas probado
los quilates de aquel oro,
con cuyo valor te adoro,
y su fineza tocado.
Y pues ya no hay que decir
más de lo que visto has,
o tú mi esposo serás
o tú me verás morir.
Mi padre qviiere curarte,
siendo tú el médico mío,
porque de mi desvarío
eres medicina y parte.
Aquí tendrás aposento,
y aun dos creo que tendrás,
porque en mi alma estarás
para su huésped, de asiento.
Y pues que tiempo tenemos
para contar nuestras cosas,
de las que son sospechosas
las ocasiones quitemos.
Créeme que estoy corrida
de no te haber conocido,
aunque es más culpa el vestido
que el ser yo desconocida;
que ya el alma me avisaba,
si yo creer la quisiera;
pero de cualquier manera
en tu pensamiento estaba.
Ya es hora de ir a comer;
apercibe tinta y pluma,
que habemos de hacer la suma
de un infinito querer.
Que esta ha de ser la cubierta
coa que podremos hablar.
Flo. Dame esos pies a besar,
gloria de mi cielo abierta,
a cuyo sol, desde hoy.
72
EL DOMIXE LUCAS
ofrezco un águila nueva,
que en esos rayos se prueba
para conocer quién soy.
Pues espacio me prometes,
no quiero aliora cansarte,
mas solamente avisarte
que el casamiento no acetes,
que yo te daré invención
con que los burles a todos.
Iax. Cuando falten nuevos modos,
morir es resolución.
Flo. Vivirás, pues que yo espero
gozarte con mucho gusto.
Luc. Muy bien sabe el cielo justo
que eres mi amor verdadero.
Flo. Estaré este tiempo en calma.
Luc. Va aperciben la comida.
Flo. ¡Adiós, Lucrecia querida!
Lrc. ¡Adiós, dómine del alma!
ACTO SEGUNDO DEL DÓMINE LUCAS
(Salen I.eonarda y l.vcnr.ciA, dantas.)
Leo. X'uelve a decir, por mi vida,
amada prima, ese cuento.
Luc. ¿Cuento?
Leo. ¿Pues no es fingimiento.^
Luc. ¿Yo fingida?
Leo. Tú fingida.
Luc. ¿Porqué?
Leo. Por darme a entender
que Floriano estaba aqm'
y viene a pedirme a mí
a Fulgencio, por mujer.
Luc. Ivconarda, yo no le he visto,
pero dicen que ha llegado
de liidalgos acompañado,
que es en el lugar bienquisto.
Y por mujer te pidió.
Leo. ¿Posible es que fué verdad?
Luc. ¿Pues qué e.s la dificultad?
Leo. Que no le merezco yo.
Luc. Deja esa Immildad tan necia.
Leo. ¿Quién te lo dijo?
Luc. r'abricio,
dándome ba.stantc indicio
de lo que te estima y precia.
Leo. ,V, prima, fjiu- ha respondido?
Luc. Mi padre, de aficionado,
tenía casi tratado.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Li:o.
Luc.
Dilo.
Hacerle mi marido.
Y creyendo que tu gusto
agora otras cosas trata,
la respuesta le dilata,
y no con poco disgusto.
Pues llámele dado grande,
digo que ese es gusto mío,
y no hay para qué mi tío
en hacienda ajena mande.
Que si el yenio le contenta
y le quiere para sí,
Floriano me qixiere a mí.
Codicia el talle y la renta.
Pero yo te quiero tanto,
que no te le he de quitar.
¿Quién ha de poder turbar
lo que ordena el cielo santo?
El, que quiere que Floriano
sea mi esposo, ya lo es.
Digo que luego le des
la fe, la palabra y mano.
Que a mí me sirve Fabricio,
de quien yo seré mujer;
mas también ha de entender
que te hago en esto servicio.
Y así, te vengo a avisar
de que a hablarte han de venir
y con instancia pedir
el sí que le has de negar.
Y mira lo que te quiero,
que su traición te declaro.
¡Oh, traza de ingenio raro, {Ap. }
qué bien engañarte espero!
Todo cuanto digo aquí,
Floriano lo ha trazado,
y es mi enredo extremado
para que él me goce a mí.
¿Y qué traición puede haber?
Han concertado venir
con Rosardo, a concluir
que quieras ser su mujer.
Y detrás de este aposento
hacer que esté Floriano,
para que tenga por llano
que tratan su casamiento.
Y como dirás de no
a Rosardo, claro está
que por sí lo entenderá.
-Ansí pues, .sí diré yo,
desde una hasta mil veces.
Pues eso es lo que lias de hacer,
si quieres ser .su mujer,
ACTO SEGUNDO
73
ya que a agiadaile te ofreces.
I,F,o. Por el declarado engaño,
darte, prima, el corazón
es corta satisfacción.
I,UC. ¡Que a mi contento la engaño!
Rosardo y Fulgencio vienen;
yo aseguro que ya está
Floriano donde oirá
el pensamiento que tienen.
Leo. a lo menos, el contrario,
porque pienso decir sí.
(Salen Rosardo y Fulgencio.)
Ful. Como ella lo niegue aquí,
¿qué testigo es necesario
aunque palabra no hubiera?
Ros. Todas las que yo le he dado
el viento las ha llevado;
bien puedes hablarla.
Fri,. Espera, —
Leonarda, aqm' está Rosardo,
a quien la palabra niegas.
Leo. ¡Qué descuidado que llegas (Ap.)
de que 3^0 engañarte aguardo!
Ful. Yo que por ti se la di,
si no te quieres casar,
mi hija le quiero dar.
Leo. Digo mil veces que sí.
Ful. ¿Cómo sí? ¿Pues no decías
que procuraba tu daño?
Luc. (Ap. )\0h, qué bien que va el engaño!
Leo. Señor, múdanse los días.
Hoy sale el sol, y mañana
no quiere salir y llueve,
y como el cielo se mueve,
mueve a esta máquina humana.
Hoy se abomina una cosa
y mañana causa gusto;
yo he conocido que es justo
ser, como digo, su esposa.
Y aquesto respondo aquí.
Ful. ¡Mirad lo que son mujeres!
Ros. Leonarda, ¿en fin, que me quieres?
Leo. Digo mil veces que sí.
Ros. Mira que me da Fulgencio
a I/Ucrecia.
Leo. Ya lo sé,
y aun esa la causa fué
para mover mi silencio.
Ful. Bien os podéis ir de aqm'.
Envidia debió de ser. (Ap.)
Ros. ¿Confiesas ser mi mujer?
Leo. Digo mil veces que sí.
Ful.
Ros.
Ful.
Ros. Esto no tiene rK.ms.dio.
Luc. ¡Qué bravamente la incita! (Ap.)
El la mueve y solicita
por estar yo de por medio. —
Ya estaréis desengañados
de que ésta lo ha de impedir.
Leo. ¿Tengo yo más qué decir?
Ros. Hoy pierdo diez mil ducados.
¿ Pero qué se puede hacer
sino acetar la mitad
con quien muestra voluntad
y quiere ser mi mujer?
Ful. En fin, que callado habías
para dar aquestas voces.
Leo. Mal las mujeres conoces,
si lo que aman les desvías.
Celos y envidia lo han hecho;
vergonzosa estoy, adiós,
(Vase.)
¿Qué decís, Rosardo, vos?
Que ha descubierto su pecho.
Y que es forzoso el casarme.
Pues Leonarda lo procura,
vamos a hacer la escritura,
que quiero desobligarme
de la palabra que di.
(Vase.)
Ya, en eíeto, libre quedo.
Mirad si serviros puedo.
(Vase.)
Vos podéis mandarme a mí.
Ingeniosa traza ha sido
para remediar mi daño,
si no se sabe el engaño
hasta hacerle mi marido.
Y creo que cierto es,
aimque fuese descubierto,
porque de un engaño cierto
resultan muchos después.
(Sale Floriano con escribanías y papel.)
Flo. ¿PZs hora ya de lición?
Luc. De la tuya siempre es hora.
Flo. ¿Pues qué hay de nuevo, señora?
¿Es cierta mi perdición?
Luc. Antes mi ventura es cierta,
con la traza que me has dado.
Flo. ¿Que en mi bien ha resultado?
Luc. La escritura se concierta,
que aumenta la prisa el gusto;
pero he quedado celosa
de I^eonarda, que es henuosa.
Luc.
Ros.
Luc.
74
EL DOMINE LUCAS
Fto.
lAC.
FLO.
Lie.
F1.0.
I.IC.
Fi/).
Luc.
Flo.
Luc.
FW).
Luc.
F1.0.
Luc.
¡Oh, qué pensamiento injusto
y falsa imaginación!
Sentaos, porque no entre algmio,
que en tiempo más oportuno
os daré satisfacción.
Dejad vos el almohada,
que no me habéis de servir.
Celosa os queréis fingir;
eso de servir me agrada.
Cree que anda el alma agora
niás humillada que el traje;
o soy grande para paje
o no me queréis, señora.
Antes, por lo que os estimo
y de rodillas estáis.
Diré, si eso me estorbáis,
que es por lo que a vos me arrimo.
Yo estoy bien, y es<^oy tan bien,
que como fuera inmortal,
ni mi mal temiera mal
ni mi bien fuera más bien.
Decir que puede Floriano
él por sí reconocer
la distancia que ha de haber
de lo divino a lo humano.
Sol es vuestro entendimiento
cjue alumbra mi ceguedad;
luna vuestra voluntad,
por el fácil movimiento.
Que aunque ahora está creciente
tf'ino después la menguante.
Hoy estáis mu}^ estudiante
y cerca de impertinente.
Vamos a lo que hace al caso,
que yo no puedo menguar,
que soy luna en el llorar
y soy sol cuando me abraso.
Si en esto os vine a ofender,
bien es altivo mi celo,
que estando cerca del cielo
era forzoso caer.
i Jesús!, ¿del cielo caistes?
Sí, que vos sois celestial.
;IIaljéisos hecho gran mal?
Xo, que vos me detuvistes.
Que es también del cielo oficio.
De eso de escribir tratemos.
Aqm' materia tenemos,
y a uií me la da Fabricio,
que píjr la calle pasea
mientras escribiendo estáis.
Si en esta materia habláis,
haré yo la ktra fea.
Flo. ¿Pues qué, sí me da pasión?
T,uc. Callad, que ya íne avergüenzo.
Flo. Escribid, pues.
Lttc. Ya comienzo.
Flo. Ya pasa.
Luc. Ya eché un borrón.
Flo. Así su ventura sea;
mostrad.
Luc. Si será, pues, mengua,
Flc. ¿Quitaréle con la lengua?
Luo. No, que os quedará muy fea.
Flo. ¿Por qué, señora? Mostrad.
Luc. Dejadle, que así me agrada,
porque no ha de estar manchada
lengua que trata verdad.
Flo. ¿Ha de quedarlo el papel?
I/UC. ¿Pensáis que se quejará?
Flo- Vuestra fe parecerá,
que es tan blanca como él.
Pero hay en medio un borrón,
que amaros Fabricio fué.
Luc. Otro, por mi vida, eché.
Flo. ¿Luego dos F'abricios son?
Ia^c. Mancharé toda la plana,
si me vais tratando de él.
Flo. Quedará bueno el papel,
y escribiréisle mañana.
Que yo os daré tinta, ¡ay, cielos!
Luc. ¿Cómo?
Flo. Porque estos enojos
la sacarán de mis ojos
por quintaesencia de celos.
Luc. No lo dais por poco precio,
si por mi afición la dais.
Flo. Razón es que ya escribáis,
que yo sé que he andado necio.
Luc. Eso, en estar de rodillas.
Flo. Yo estoy como debo estar.
Luc. Sólo me enseña a firmar,
ya que de firme te humillas.
Que estas letras: A, B, C,
ayer las iba imitando.
Flo. Si las quieres ir juntando,
escribe.
Luc. ¿Qué letj-a haré?
Flo. ¿Quieres escribir tu nombre?
Luc. ¿Ya no te digo que sí?
Flo. Pues toma la pluma así.
T^ibre estoy, mas no te asombre,
(jue es fuerza locar la mano.
I<UC. Turbarásme, si la tocas.
FLf> I A qué gloria me provocas,
• lelo mío soberano!
ACTO SEGUNDO
75
Luc. ¿He de escribir o escuchar?
F1.0. Todo lo puedes liacer.
Luc. Di qué letra he de poner.
F1.0. Por L has de comenzar.
(Escribe.)
I.uc. Comienzo.
F1.0. Una efe has hecho.
Luc. ¿Efe? Pues perdona, hermano,
que iba a poner Floriano,
como le tengo en el pecho.
Y si Lucrecia quería,
ya todo una cosa es.
F1.0. Deja esa letra, y después
comienza, por vida mía.
Porque es uso en corte nsado,
cuando la carta se firma,
poner antes de la firma
la letra del nombre amado.
Luc. ¿Luego la efe está bien?
Fi,o. Extremadamente está.
I/UC. La / he formado ya.
Fi,o. Haz la u.
Luc. Y la c también.
Fi,o. Haz la r bien, a fe.
Luc. En mi vida la escribí.
Fi<0. Haz la e.
Luc. ¿Está buena?
F1.0. Sí.
Luc. El ojo un poco cegué;
¿mas cómo podrá una ciega
dar ojos a quien le faltan?
Fi,o. Tres letras solas te faltan;
a esa c otro punto llega.
Luc. ¡Linda letra es esta i,
que tiene poco qué hacer!
Fi<o. La a falta por poner.
Luc. ¿Está bien?
Fw). Bien está ansí.
Luc. ¿Cómo dice aquí?
FiyO. Lucrecia.
Luc. La firma en blanco he dejado.
Fí.o. Tu castidad has firmado.
Luc. Fué la de Roma muy necia.
Fi,o. Dame el papel, por tu vida,
que quiero guardar tu nombre
contra la visión de un hombre.
(Salen Fulgencio, Rosardo y Plácido, escribano.)
Pi,A. La traza tengo entendida,
y sé que sois su tutor.
Fui;. Plácido, aqm' se procura
hacer llana la escritura
y que no resulte error.
Mi hija está aquí también
y el dómine que la enseña.
¡Hola, Lucas!
Ros. Creo que sueña.
Fl<o. Forma esas letras más bien.
Fui.. ¿No ves que te estoy llamando?
Fl<o. Tu padre está aquí, señora.
Luc. ¿Hay en qué te sirva ahora?
Fui,. ¿No ves lo que estoy tratando?
Ve por Leonarda, tu prima.
Luc. Ya voy por ella, señor.
(Vase.)
Fui,.
Ahora podrá mejor
decir que a Leonarda estima. —
No os vais vos, que habéis de ser
de esta escritura testigo.
Pl,A.
Vaya, llame a algún amigo.
que bien será menester.
Flo.
El pastor estaba aquí.
Fui,.
¿A qué ha venido?
Fi,o.
A llevar
recado de quesear;
¿quieres que le llame?
Fui,.
Sí,
que sólo a que firme aguardo
lyconarda lo que nos dijo.
para partirme al cortijo.
(Sale
lyEONARDA r Lucrecia y vase Floriano.)
Leo.
¿Yo casarme con Rosardo?
¿Quién, prima, lo concertó?
Luc.
Tú misma lo prometiste.
Leo.
Fué por lo que me dijiste.
que no por quererle yo.
Ros.
Leonarda viene.
Leo.
He venido
Fui,.
Leo.
Ros.
Fui,.
Ros.
Fui,.
Leo.
a saber lo que me quieres.
Di que de Rosardo eres
mujer, y él es tu marido.
Que ya está aqm' el escribano,
y firmaréislo los dos.
¿He de casarme con vos,
si lo estoy con Floriano?
¿Cómo, cómo?
¿Qué es aquesto?
¿Hay locura semejante?
¿Quién es éste?
El estudiante.
¿Para qué te admiras de esto?
¿Piensas que no lo he sabido
y que has querido engañarme.
EL DOMINE LUCAS
Pl,A.
I-TL
I.EO.
Ros.
Ful.
Uc.
Ful.
Ros.
I-MO.
Ros.
I.KO.
Rf)S
Ros.
IJEo.
k(»s.
Lvj).
Rf)S
teniéndole, para hablarme,
detrás de un paño escondido?
¿Piensas, engañoso tío,
darle a tu hija Lucrecia?
Pues cree que le desprecia
sólo por saber que es mío.
Xo me quites mi contento;
con Floriano estoy casada.
I.a escritura es extremada
y extremado el casamiento.
Si ya con otro lo está,
¿qué me mandan escribir?
¿Xo me acabas de decir
que a Rosardo quieres ya?
¿Estás, por ventura, loca?
Ya supe vuestra intención,
y no fía el corazón
las palabras de la boca.
Escondióse Floriano,
y por eso dije alh'
una y mil veces que sí
y le di palabra y mano.
¿Qué es esto? ¿qué furia es esta?;
deshonra mía, ¿qué dices?
¿Cómo ahora te desdices
de aquella dulce respuesta?
¿Qué es esto, enemiga nua?
Lucrecia, ¿de qué está loca?
Sospecho que la provoca
alguna melancoh'a;
que ella dio en triste después
que la tratan de casar.
Vuélvela, Rosardo, a hablar,
que amor o locura es.
Mi bien, que se os ha olvidado
cjue vuestro marido soy.
Ca.sada, Rcsardo, estoy,
y tú dos veces casado.
¿A Lucrecia no te dieron?
¿Para qué vuelves a mí?
Xo me dieron smo a ti,
o tus palabras mintieron.
Que ya supe \'uestro enredo
p<}T quitarme mi marido,
y cómo estaba escondido.
.Quién-'
l'loriano.
¡Bueno quedo!
¿ Piensas que no sé muy bien
que por mujer me pidió?
,. Quién?
Floriano.
Que soy yo.
Ful. Loco te hará a ti también.
(Salftt Floria.no y Donl.'^To, f>aslor.)
DoR. Por muchos años y bucnocs
todo a tu gusto suceda.
Flo. Ya por testigos no os queda.
Pla. Testigos es lo de menos.
Mirad, señor, que es locura;
curalda, después se hará.
Ful. De esto no se trate ya,
que quiero ponerla en cura. —
Rosardo, Lucrecia es vuestra;
para los dos ser\'irán
los testigos que aquí e.stán.
Muestra la mano.
Luc. ¿Qué?
Ful. Muestra.
Luc. Cómo muestra, ¿pues no hay más
de en faltando dar en mí?
Ful. Esto me conviene ansí.
Si luego no se la das,
¡vive Dios, que te...!
Luc. Detente,
que ese término no es hijo
de tu valor.
Ful. ¿Quién te dijo
que no es término decente?
Soy padre y lo puedo hacer.
IvUC. Ved a qué punto he llegado.
Ful. Esto ha de quedar firmado:
T<ucrecia es vuestra mujer.
Vos, I,ucas, y vos, Doristo,
testigos de esto seréis.
Flo. Yo diré, que si lo hacéis,
es con la fuerza que he visto.
Que es casamiento forzado
y contra la ley de Dios.
Ful. ¿Quién os mete en esto a vos,
bellaco desvergonzado?
¿Es esta la recompensa
de haberos curado aquí?
I'lo. ¡Señor! ¿en qué os ofendí?
Ful. ¿Esta no llamáis ofen.sa?
Flo. Soy estudiant'^ y estoja
a ley de esto, y de hombre honrado,
a avi.saros obligado,
y porque cristiano soy.
Matadme, heridme, acabadme;
estas causas me han movido,
ya, .señor, perdón os pido.
1*UL. Calla, emniigo.
l'Lo. Matadme;
pero no he de consentir
ACTÜ SEGUNDO
7;
que aquí se ofenda al Señor.
Fur,. ¡Oh, hipócrita de mi honor!,
calla.
l'i.o. Hablando he de morir.
Ros. ¿Qué os va a vos, dómine, en esto?
VhO. Defiendo mi teología.
Ros. ¿Por qué causa?
Fi,0. Porque es mía,
y me la quitan tan presto.
Pla. Este mozo es buen cristiano
y habla como estudiante;
no pase ahora adelante
la boda.
Fui.. ¡Calla, villano!
Fr<o. ¡Señor, no lo permitáis,
por \aiestro divino amor!
Fui.. ¿Hay más gracioso doctor?
Ros. Hermano, ¿de qué lloráis?
Fto. ¿No he de llorar un pecado
contra el dómine y maestro?
Fui,. Xo es bajo temor el vuestro,
por un tonto, mi criado.
Dale allí luego la mano.
Vlo. Señores, que es herejía;
que se ha casado este día
Lucrecia con Floriano.
Ful. ¿Otro Floriano? ¡bueno!:
algo han estos dos comido.
Flo. Floriano es su marido;
segundas bodas condeno.
Leo. Mientes, necio, que conmigo
Floriano está casado.
Pla. Ved la locura en que ha dado
la casada y el testigo.
Luc. Ahora es buena ocasión (Ap.)
para hacerme también loca,
que no poco me provoca
tanto mal de corazón.
¿Quién te dijo a ti que estabas
casada con Floriano?
Tú.
¿Yo?
Sí.
Cansaste en vano;
soñaste el bien que esperabas.
Floriano es mi marido.
¿También? ¡Perdido está todo!
Y yo, de ese mismo modo,
testigo de todo he sido.
¿Qué Fio ríanos son éstos?
-^u."5. ¿No me diréis que han comido?
Ful. Unas setas que han traído
algimos villanos de estos.
Leo.
Luc.
Leo.
Luc.
Ful.
Flo.
Ful.
os.
Yo apostaré que tenían
ponzoña y que los han muerto.
Ros. Eso es, sin duda; eso es cierto,
y por eso desvarían.
DOR. Yo las traje, y juraré
que no tenían ningmia.
Pla. ¿Eran de prado o laguna?
DoR. Del monte las arranqué,
que junto a un roble nacían.
Pla. Curallos será mejor;
traigan triaca.
Flo. ¿Es amor?
Luc. IVIi bien, por triaca envían.
Flo. Bien la habré yo menester,
que harta ponzoña he tragado.
Leo. Como a loca me han tratado,
y ellos lo deben de ser.
Fltl. Entraos adentro los tres.
I.,EO. Aunque hagas más invenciones
y géneros de traiciones,
Floriano mi esposo es.
Luc. Floriano, no lo creas,
porque ha de ser mi marido.
Flo. Digo que testigo he sido
y que sé lo que deseas.
(Vanse los ires.)
Ros. Buenos van con sus locuras.
Ful. Yo voy a darles triaca.
Pla. vSi este frenesí se aplaca,
volveré a hacer la escritura.
(Vanse todos y queda Rosardo.)
Ros.
¡Cómo se echa de ver que siempre huye
de cualquiera deseo el justo efeto,
y que lo aborrecido se concluye!
Que el hombre a lo contrario está sujeto;
de mi deseo de casar se arguye,
pues como no hay partido que no iceto,
no hay casamiento que a su efeto llegue,
y todo quiere amor que se me niegue.
Tema parece ya tanta inconstancia;
ya de Leonarda soy, ya de Lucrecia;
pero tanta nobleza y tal ganancia
con justa presunción se estima y precia;
no procurar el bien es ignorancia,
y es loco y sin razón quien le desprecia ;
que para casamiento en tierra propia,
en ésta el cielo derramó su copia .
(Saíe Fabricto, gatán.)
Fab.
No hay que fiar de lisonjero amigo.
HL DÓMINE LUCAS
después que la verdad p>erdió su fueiza;
y pues soy en mi mal parte y testigo.
a la venganza la opinión me esfuerza. —
¿Mas no es este Rosardo, mi enemigo,
nuevo Tarquino que a Lucrecia fuerza ?"
Sin duda que vengarme es justo celo.
pues que a su puerta me le ofrece el cielo. —
; Fuiste testigo, di. en aquesta puerta,
de mis lágrimas, quejas y tonncntos.
estando para ti del pedio abierta,
para los más secretos pensamientos?
¿Qué es esto, di, que tu traición concierta
en esta variedad de casamientos?
¿Xo era Leonarda tuya? ¿Cómo es esto
que ya en Lucrecia el pensamiento has puesto""
Casado estás, que en Alba se murmura;
vendido me has, que a todos es notorio;
mas primero verás tu muerte dura
que el clandestino y lalso desposorio,
ni gozarás, si puedo, la perjura,
infame rama del linaje Osorio,
porque esta espada vengará mi agravio.
Ros.
Resolución de caballero sabio.
Oye primero mi razón, y entiende
que amique aquí resp)ondiera bien la espado,
por tu amistad la lengua se defiende,
que miro, al fin, la voluntad pasada.
Quien a su amigo sin razón ofende
por falsa información, con lengua airada,
mejor merece nombre de enemigo,
y aíjuel que no le sufre no es su amigo.
Y pues que esas locuras te he sufrido,
Fabricio; como amigo verdadero,
que de Fulgencio importunado he sido
con Lucrecia, con ruego y con dinero,
que ni la solicito ni la pido,
ni t«* la quito a ti ni yo la quiero;
.si dije sí, por ocasión tan alta,
fué ajena fuerza, que no propia falta.
Fab.
,Qué sí dijiste? ¿Que Uui sin vergüenza
1«) roiifií-KííS, tr.'iidiir"'
Ros.
Habla má.s quedo,
que tu> Ijabra amor fjue tu locura venza,
ni tanto atrevimiento sufrir puedo.
Fab.
Pues mete mano, véngate, comienza.
Ros.
Debe de ser porque te tengo miedo.
Fab.
Déjate de razones, vil cobarde,
que tus satisfacciones llegan tarde.
(Echan mano, \ salen Floriano, Fulgencio y Doristo,
alborotados.)
Vvx,.
¡Espadas a la puerta!
F1.0.
Llega presto,
que Rosardo y Fabricio se acucliillan.
Ful.
Ténganse, caballeros.
Fab.
Agradece
que es en la calle y en lugar tan público/
pero en el campo, como voy, te aguardo.
(Vasc.)
Ros.
Haz, como caballero, lo que has dicho.
Fi/3.
El puede irse; pero vos, Rosardo,
de aquesta casa no saldréis un punto.
DOR.
La puerta cierro, que se llega gente.
Ful.
¿Qué ha sido la ocasión?
Ros.
Mi casamiento.
Ful.
¿Cómo?
Ros.
Por estorbarlo.
Ful.
¿Quién?
Ros.
Fabricio.
Ful.
¿Pues qué le va a Fabricio?
Ros.
Bien se entiende,
sin que lo diga yo.
ACTO SEGUNDO
79
Ful.
Llama a Lucrecia.
Flo.
¡Oh, cómo viene todo a mi propósito!
Fui,.
¿En qué funda Fabricio su locura?
Ros.
El sabe la ocasión y quién le ha dado.
Flo.
Aquí está mi señora con ,su prima.
Ful.
¿Eran, Lucrecia, las locuras estas?
¿La ponzoña comida, la triaca
el decir disparates a concierto,
el no darle las manos a Rosardo?
¿Qué tienes con Fabricio? Dilo, acaba,
confiesa, perra.
Luc.
Yo, señor...
Fui,.
Confiesa
Va mi honra y la tuya el remediallo.
Flo.
Huélgome que mis celos se averigüen,
y que por mí los pida el mismo padre;
ahora sabré yo lo que temía.
Ful.
¿Haslo pensado ya?
de casarse con...
Luc.
Voluntad tuvo
Flx.
Túrbase!
Luc.
Y propós
to
¿Hablóte alguna vez?
Ful.
Luc.
L'na o dos veces.
Luc.
Por la ventana.
Ful.
¿Ha te tocado manos o vestido?
Luc.
Xi me tocó el vestido ni las manos.
Fu-L.
:Hate escrito?
Ful.
¿Y esto por dónde fué?
Luc.
Verdad es que me ha escrito.
Fulgencio.
¿Y respondido tú?
Flo.
¡Tenedla, cielos, (Ap.)
que me mata, si dice que le ha escrito!
FUI^GENCIO.
Habla, ¿de qué te turbas?
Luc.
Como era
dirigido a casarse...
Flo.
Ella lo dice.
Luc.
Con mucha honestidad, con mucho acuerdo,
dos papeles no más he respondido.
Flo.
¡Matóme, muerto soy!; ¡ah, celos, celos!
¡pluguiera a Dios que no se averiguara!
Ful.
Dos papeles; mirad si la pendencia
era sin ocasión. ¡Alto! Doristo.
Lleven aquestas damas a la aldea;
no vivan más en Alba sólo un punto.
Ve a aderezar el coche, tú. Felino;
lleva recado de cocina y cama. —
No repliquen palabra, vayan luego.
Flo.
¡Que celos no bastaban, cielo airado!;
También ausencia y una muerte a otra,
y para contrastar tan flaca vida.
i Leonarda.
¿Hete ofendido yo, que me destierras?
So
EL DOMIXt: LUCAS
Ful.
Camina, no repliques.
IvEOXARDA.
¿Por qué causa?
Ful.
¿Quién duda que eres cómplice con ella?
Leo.
;Sou invenciones nuevas?; ¿son, por dicha,
jjara quitarme todavía mi esposo?
Pues todo he de escribirlo a Floriaiio.
DOR.
¡Qué poco efeto ha hecho la triaca!
Vayanse luego.
Ful.
Luc.
¡Esto faltaba, cielo!
DOR.
Callen, que se holgarán de ver el campo
todo esmaltado de diversas flores;
de hacer el queso y de cuajar la leche,
los requesones y las blancas natas;
y allá está mi mujer, que las aguarda
con rail regalos y con mil deseos.
(l'ase Lucrecia y Leonarda y Doristo.)
Ful.
\'os quedaréis aquí, dómine Lucas,
en guarda de la casa y de esta gente.
F'Lü.
¿No estuviera mejor en el aldea,
ayudando, señor, a los pastores,
que yo también sé de osto de hacer que.so,
que en mi tierra lo vi diversas veces?
I-LL.
Aquí os he menester.
Y aquí, sin iluda,
rae acabarán los celos y el au.sencia.
Ful.
Vos, kosardo, podéis venir connu^ci,
mientras este negocio se averigua,
que de una y otra parte está muy «iirto
que lo» dcudo.H querrán ponerse en bund<
Ros.
Mientras que no hay agravios, no le temas;
mas vamos a San Juan, por si codicia
meternos en la cárcel la justicia.
(Wansc Rosardo y Fulgencio.)
F1.0.
Si alguno justamente quejas forma
de su contraria estrella y de los cielos,
consuélense los suyos con mis duelos
y no se queje mientras no se informa.
Ya Circe, de hombre en piedra me transforma,
y aun fuera bien, por no sentir mis celos,
que, en en efeto, presentes sufrirélos
y no en la ausencia, que al morir conforma.
Bien puede ser de un hombre resistido,
un contrario cruel y su violencia,
mas no cuando a traición como éste embiste.
Los celos por los ojos me han venido,
pero por las espaldas el ausencia,
y lo que no se ve, no se resiste.
(Suie Decid, el capigorrón.)
Dec. ¿Quién está acá?
Flo. Pobre es éste,
pero más pobre estoy yo,
pues lo que el cielo me dio
quiere que tanto me cueste.
Xo hay pobreza que a la mía
pueda hacelle competencia;
más rico soy de paciencia,
si yo la tengo este día.
Dec. ¿Hay algo acaso que dar
a aqueste pobre estudiante?
¿Qué es lo que he visto delante?
Flo. ¿Hasta acá os habéis de entrar?
¿No podéis desde allá fuera?
Dec. ¿Ya desconoces, señor,
a tu antiguo servidor?
Flo. Yo hablara, si os conociera.
Dec. Yo soy el desconocido,
pero ya no puede ser,
pues más vengo a conocer.
Flo. ¿y qué es?
Dec. Mi propio vestido.
Flí). Yo soy quien te le quité
para hacer esta invención.
Dec. ¿Aquí paró tu afición?
Flo. No, porque adelante fué;
íjue aunque el cuerjM) venga a e.star
desliedlo en ceniza y hielo,
L-s como el noveno cielo,
que nunca puede parar.
ACTO SEGUNDO
8 1
DEC. ¿Qué, al fin, tú fuiste ladrón?
Fto. Dime ¿dónde quedó Alberto?
DEC. Estudiante queda, y cierto
de tu daño y perdición.
Flo. ¿No sustenta a mis criados?
Dec. Sólo conmigo es cruel;
que todos están con él
bien puestos y acomodados.
Y yo ando cual me ves.
F1.0. A muy buen tiempo has venido
para despertar su olvido.
Dec. ¿De qué suerte?
Flo. Escucha, pues.
Hoy irás a Salamanca
y aquesto le has de contar.
Dec. No estoy para caminar.
Fi,o. ¿Cómo?
Dec. Estoy sin una blanca.
Fix). No te faltará dinero.
Dec. y sin él te he de servir.
Fi,o. Pero escúchate, que has de ir
aqm', a mi huésped primero;
y con ima carta mía
mi vestido pedirás.
Dec. ¿y esto bastará no más?
Fi,o. No le traigas, si porfía;
mas buenas señas pondré
de la arca en que le metió.
Dec. Fiador le daré yo;
mas di, ¿dónde le traeré?
FXo. Aquí pregunta por mí,
porque luego me le vista.
. Dec. ¿Adonde vas?
Fi<o. Donde asista
más cerca al bien que perdí;
voy, Decio amigo, a una aldea
a donde Lucrecia va.
Dec. ¿Es lejos?
Fto. Cerca será,
puesto que muy lejos sea;
aunque siempre oí decir
que es media legua no más.
Dec. ¿Allá en ese traje vas?
F1.0. Ansí me conviene ir
para no ser conocido.
Dec. Guíente, señor, los cielos.
Flo. Casados, ausencia y celos,
¿qué han de engendrar sino olvido?
(Vanse. Salen Fabricio y Nebro y I,avieno, amigo
suyos.)
Neb . Yerras en llamarlo agravio
después de lo sucedido.
Fab. No es tanto por lo que ha sido,
cuanto porque yo me agravio.
IvAV. De esa suerte, el nombre trueca.
Fab. Todo me obliga a furor,
que los negocios de amor
traen la pólvora seca.
Neb . Mejor pudieras formar
esas quejas de Lucrecia.
Fab. Si ella a Rosardo desprecia,
¿en qué la debo culpar?
Lav. Ocasión habrán hallado,
pues el padre los desposa.
Fab. Es la que ha sido forzosa
la que el intento le ha dado.
Que es en extremo avariento,
y es porque Rosardo es rico.
Lav. Menos esa causa aplico,
por sustancial fundamento.
Que vos le igualáis en todo
y en nobleza le excedéis.
Fab. Como deudo respondéis.
Lav. y aquí me hallaréis a todo.
Y no hay en todo el lugar,
cuanto más en el linaje,
hombre que más se aventaje
y lo pueda sustentar.
Neb. De Lavieno y de (i) mí
estáis segviro, a lo menos.
Fab . Deudos y amigos tan buenos
basta que ^naelvan por mí.
(Sale Fulgencio.)
Fui,. a solas quisiera hallaros,
por satisfacer mi antojo;
que no con pequeño enojo
vengo, Fabricio, a buscaros.
Mas pues vuestros deudos son
los que ahora os acompañan,
no creo que aquí me dañan
testigos de mi razón.
Fab. La que tenéis en quejaros,
tengo en quejarme de vos;
y podrán muy bien los dos
disculpándome, culparos.
¿Hay más de que estáis quejoso
que vuestra hija serví?
¿En qué, Fulgencio, ofendí
vuestra casa y trato honroso?
■ ¿Puse, acaso, alguna escala?
¿Rompí ventanas o puertas?
¿Eran pretensiones muertas?
¿Soy igual a quien la iguala?
( I ) Hartz. enmendó «De Lavino y aun de mí».
XII
8?
EL DOMINE LUCAS
Ful.
Fab.
Ful.
i-Ah.
Ful.
Fab .
Ful.
Iab.
Flx.
Fab.
NKB.
Iab.
Kav.
neb.
Pudiéndomela entregar,
como el caso (i) diría,
¿no es mayor queja la mía,
si ya se la queréis dar?
¿Qué obligación me ha corrido
de daros mi luja a vos.
porque lo queréis los dos.
porque la hayáis vos servido?
Si yo la quiero casar,
¿qué me importa \-uestro amor?
Si ella quiere, ¿no es error
querérmela a mi quitar
por darla a quien no es tan bueno?
Cuando no fuera, podía.
¿Esto no es hacienda mía?
¿quién os mete en gusto ajeno?
Dadme luego dos papeles
que de mi hija tenéis,
si, por dicha, no queréis
probar mis manos crueles,
que aunque caducas están,
les da fuerza la razón.
Es vana esa pretensión,
y las demás lo serán;
que los papeles que tengo
información han de ser
para lo que pienso hacer.
¿Esto escucho y a esto vengo?
¿Qué me habéis de hacer a nu:'
Pedir mi esposa con ellos.
¿V qué fuerza tendrár ellos,
si ha dado a Rosardo el sí?
La justicia os lo dirá.
Menester es buena prisa, (Ap.)
porque ya aqueste me avisa
que en otro poder está.
Y por que llegue más tarde,
luego a entregársela voy.
(Vasf.)
En grande peligro estoy,
no es bien que mi daño aguarde.
¿Qué me aconsejas en esto?
Que este matrimonio impidas,
y que por mujer la pidas,
si no se la dan tan presto.
Ixw pajK-Ies no son tales
que la obliguen, si no c|uiere.
Como el padre no la altere,
bastan menores señales.
Busca algún falso testigo
ii] Uarlx. aimeiKl<'i él «acaM>».
que diga que ella te dio
la palabra.
Fab. Bien sé yo
que pudiera mi enemigo,
que él solo estaba presente
a nuestro requiebro y gusto.
Neb. Se ralo de su disgusto.
Fab. Esto es verdad llanamente.
¿Y no sabéis que he pensado,
por lo que puede interés,
que aquel dómine, o lo que es,
es para el caso extremado?
Que, en fin, como hombre de casa,
podrá jurar que lo vio.
Lav. Como eso el oro acabó,
como esos peligros pasa;
como esas dificultades
tiene llanas por el suelo.
Fab. Sí, mas cuando tiene el cielo
encubiertas las verdades.
Si éste jura lo que ha visto,
que pues es pobre, sí hará,
seguro el negocio está;
con tres doblones le embisto.
Neb. ¿Pues qiié tiros le combaten
para que no le derriben ?
Fab. No habrá lealtad que no priven
ni respeto que no maten.
Neb. No hay remedio que más cuadre,
como éste, a tus pr tensiones.
F'AB. Hombre hay que por tres doblones
jurara contra su padre.
(Vansc. Salen L,f.onarda y Ia'Crkcia.)
I.EO.
No es mala la casería
para en el campo.
Luc.
Es tan mala
que solamente la iguala
la misma desdicha mía.
Leo.
Dame que fuera un palacio,
que lo mismo pareciera.
Luc.
Para im día, buena era;
mas no para tanto espacio.
Y ami aquella labradora,
que allá tanto me agradó.
sólo en vella me enfadó
por morar a donde mora.
Leo.
¿Aquí te quedas?
Luc.
Estoy
tan tri.ste, que me ha de dar
vida hartarme de llorar.
Leo. Si te enfado, ya me voy,
aunque de manera vivo,
ACTO SEGUNDO
83
que cuando aquí me quedara,
a llorar (i) te acompañara.
Luc. Sola más gusto recibo.
Leo. Si así te melancolizas,
en la salud lo hallarás.
Luc. Con poco viento verás
el fuego entre las cenizas.
Leo. Aquí me quiero esconder
por saber este secreto.
{Escóndese.)
Luc. Solo valle, monte quieto,
oye una triste mujer.
Que si a escucharme te inclinas,
de su propia voluntad
se moverán a piedad
los duros robles y encinas.
De un cruel padre me quejo,
para escurecer mi gozo
con desatinos ae mozo
y con intentos de viejo.
Casarme por iuerza quiere.
(Sale Floriano vestido de galán.)
Fio. No he tomado mal la senda,
pues veo la dulce prenda
que por otras manos muere.
Dicha ha sido hallarla sola .
Luc. ¡Jesús!, ¿qué hombre es éste?
Fr,o. Soy
quien en la fragua de hoy
tu fingida fe acrisola.
Luc. ¿Floriano?
Fi,o. ¡Enemiga mía!
Luc. ¿Qué hábito es éste?
Fi<o. El que es mío.
Luc. ¿Quién te incita a un desvarío
tan grande?
Fi,o. Tu alevosía.
Leo. ¡Mirad si decía yo
que tenían escondido
a Floriano, mi marido!
Luc. Floriano, ¿quién te engañó?
Fuo. ¿Tú no eres la que escribiste
dos papeles y juraste
que, al fin, a Fabricio amaste,
y esto a tu padre dijiste?
Luc. Eso que dices, ha un año,
que es antes que yo te viese.
Fi,o. ¿Y no es razón que me pese
y mi fe se llame a engaño?
íi) Kn el original dice «versos». La enmienda es de
Hartzenbusch.
¿Tendré yo en ti confianza,
si olvidas para querer,
o será justo temer
lo mismo de tu mudanza?
Mas no quiero ser ingrato
ni estar celoso de ti,
que sólo he venido aquí
para gozar este rato.
Abrevia con esta ausencia,
que si vuelves tarde, es cierto
hallarme sin seso o muerto.
Leo. ¿Para esto tengo paciencia?
Luc. Ya sabes tú la razón
que a mi viejo padre esfuerza
para casarme por fuerza
y vencer mi obstinación.
Deja que el destierro dure,
pues de noche podrás verme,
que en la vida ha de ofenderme
cuando casarme procure.
Y mira que te verán
si te detienes aquí.
Fl<o. ¿Y no merezco de ti
algo, porque estoy galán?
Luc. A que te viese viniste
y fingiste muy celoso.
Fi,o. ¿No lo soy más que tu esposo?
Luc. Tú sólo mi esposo fuiste.
Flo. Ahora que limpio estoy,
bien puedes darme un abrazo
con un amoroso lazo.
Luc. Tu esclava y rendida soy.
Leo. ¿Para aquesto te escondías?
Luc. ¡Ay, triste, aquí está Leonarda!
Fl,o. ¿Quieres que me vaya?
Leo. Aguarda,
¡qué buenas melancoh'as!
«Tan triste, Leonarda, estoy,
que aquí me quiero quedar
para hartarme de llorar.»
Flo. ¿No me conoces? Yo soy.
Leo. «Con poco viento verás
el fuego entre las cenizas».
si así te melancolizas,
mil envidiosas tendrás.
Fl,o. No me conoce, aunque estoy
con el vestido galano.
Leo. ¡Traidor!, ¿no eres Floriano?
F1.0. El dómine Lucas soy.
Leo. En la cara lo pareces,
y, sin duda, que has fingido
aquel infame vestido
con que a engañarme te ofreces.
84
EL DOMINE LUCAS
Mi tío ha llegado ya;
yo te asiré y tendré fuerte,
para que te dé la muerte.
Flo. ¡Suelta!
Leo. ¡Aquí, que se me va!
¡Fulgencio, señor! ¡ah, gente!
Lrc. Mira, necia, que estás loca,
que el deseo te provoca
al alboroto presente.
(Salf Fulgencio y Doristo y vase Floriano.)
Leo.
Ful.
Leo.
Flx.
Luc.
Ful.
Leo.
Ful.
Luc.
Ful.
Leo.
Ful.
DOR.
Leo,
Ful.
DOR.
Ful.
Leo.
Ful.
Leo.
Ful.
Leo.
Luc.
Ful.
Luc.
Ful.
Luc.
Ful
Floriano estaba aqm',
y con Lucrecia abrazado.
Ved la tema que ha tomado.
Xo es tema, que bien lo vi.
¿Qué es esto, Lucrecia?
Es poco
lo que tiene que perder.
Tristezas deben de ser.
Xo estoy loca, tú estás loco;
Floriano trata amores
con Lucrecia, y aquí estaba.
Sin duda que lo soñaba.
¡Aquí de Dios!
No me llores.
¡Que me quitan mi marido!
¡Vive el cielo, de matarte!
¿Que no quieres sosegarte?
¿Tu me tocas, atrevido?
Asidla, que está furiosa.
¿Tú no ves que se resiste?
¡Ea, para poco, embiste!
¡Loca! ;Hay, semejante cosa?
Por dar a tu hija esposo,
loca me haces a mí.
¿Qué esposo?
El que estaba aquí.
¡Oh, frenesí lastimoso!
¿Quién es?
El dómine Lucas.
¡Mirad qué bien lo concierta!
Milagro es que no estés muerta
por e.stas manos caducas.
Llevadla luego de ahí,
y tú apercibe ese coche
y lleguen a Alba a la noche.
¿Hay algo de nuevo?
Sí.
¿Qué es?
Un pleito de Fabricio.
fundado en tu.s do.s papeles,
para honrarme como sueles
c-n dar tnn honesto indicio.
Mas yo te daré a Rosardo,
para vengarme de ti.
Luc. Haz tu voluntad en mí,
fe en que vivo y ley que guardo.
Ful. Vencerásme de ese modo.
Luc. Para tanto desvarío,
sólo en el dómine fío,
que dará remedio a todo.
ACTO TERCERO DEL DÓMINE LUCAS
(Salen Fulgencio, Lucrecia Floriano: de dómine,
Lucas.)
Ful. ¿Cómo que no has de casarte?
Luc. A ti de ti mismo apelo.
Ful. No, sino al cielo, que el cielo
sólo a tu remedio es parte.
Mira, enemiga, que importa
que des la palabra luego.
Luc. Arroja mi cuerpo al fuego,
saca el alma, el cuello corta
y no me mandes casar,
cosa que tanto aborrezco"
Ful. ¿Qué es esto? ¿De ti no merezco
con poder ni con rogar?
Dame el sí.
Flo. No se le des
y verás lo que te va.
Ful. Aconséjaselo ya,
Lucas, échate a sus pies.
Flo. Señora, que el sí no deis
es cosa bien conocida,
que os importa el alma y vida.
que a tal peligro os ponéis.
Negáis con tal cora ón,
que es en balde mi consejo;
mirad vuestro padre viejo
y mirad mi obligación.
Haced, como mujer noble,
señora, lo que es tan justo.
Luc. No creas que de mi gusto
fuerza ni ruego me doble.
No tienes tú que advertirme
ni mi padre que mandarme,
que es hacer, con avi.sarme,
que esté como roca firme.
I'UL. No haré de ti sacrificio,
pues tan obstinada eres;
esto es confesar que quieres
que venza v\ jiU-ito I'abricio,
ACTO TERCERO
85
i
y casarte sin (i) mi gusto.
Luc. Si yo a Fabricio deseo,
del bien que presente veo
me venga el mayor disgusto.
Fri,. ¡Mirad qué buen juramento
a mí, que presente estoy!
FI.O. (Ap.) Xo es sino a mí, que yo soy
señor de su pensamiento.
Ful. ; Estás resuelta?
Lvc. ¿Eso dudas?
Fui,. Bien te puedes confesar,
que te tengo de matar,
si el propósito no mudas.
Luc. Ya espero yo tu martirio.
Fui,. iQ.^¿^ ¿santa pensabas ser?
Las carnes te he de poner
como las hojas de un lirio.
Ténmela, Lucas, aquí.
Flo. Yo la tendré con firmeza,
que es bien que tanta dureza
se me entregue sólo a mí.
Fui,. Ásela bien de esos brazos.
Flo. ¡Mira por donde se mete
tu padre a ser alcahuete
de estos dichosos abrazos!
Luc. Cuando me quite la vida,
que de su crueldad lo espero;
yo estoy contenta, que muero
a buena colunma asida.
¿Qué temes?
Flo. Tu pensamiento.
Fui,. Ata bien.
Flo. Atada está.
Ful. Métemela luego allá,
que yo la daré tormento.
Flo. Quiere, señora, que es justo,
a quien te digo, que quieras.
Luc. Tú verás la fe que esperas,
hasta morir por tu gusto.
Oue para que esté más fuerte,
de puntal me servirás,
y por eso vas detrás
para animarme a la muerte.
(Vanse Lucrecia y Floriano.)
Ful.
No es taii robusta sobre el alta sierra
la vieja encina, ni en la mar salada;
la roca, de los vientos contrastada,
opuesta siempre a su furiosa guerra.
Ni más dureza aquella piedra encierra
que con la sangre suele ser labrada,
que a su disgusto la mujer rogada,
aunque conozca que su gusto yerra.
En vano el hombre a la mujer desvía
de su opinión rebelde e (i) importuna
al blanco ruego y al desnudo acero;
porque si es por amor lo que porfía,
contará las estrellas una a ima
y las arenas de la mar primero.
(i) En el original «con). La enmienda de Hartzen-
busch.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
Ful.
Flo.
(Sale Floriano.)
Sin duda que ya tomaste,
con Lucrecia, nuevo acuerdo,
y ha sido parecer cuerdo.
¿Y tú por qué la dejaste?
Porque como te tardabas,
tenella así no era justo.
¿Pues qué haré contra su gusto?
Tirano medio tomabas,
que no ha de ser el castigo
igual en todas mujeres,
y es bien que mires quién eres.
¿Pues qué haré, Lucas amigo?
Dame, pues eres discreto,
un consejo de tu mano.
Mal puede el enfermo al sano.
Como estudiante, en efeto.
Mira lo que yo hiciera,
si esta cuestión fuera mía:
era dejar la porfía
de que a Rosardo quisiera,
y hacerle contra el honor
una gentil amenaza.
¿Pues cómo?
Escucha la traza,^
que no es de poco primor.
Di que a toda Alba dirás
que la has hallado conmigo^
porque con este castigo
lo que quisieres harás.
Di, ¿dúrate todavía
la locura de las setas?
¡Qué bien la traza interpretas!
No hables más.
La industria mía
fué tomada de Tarquino,
para obligar a Lucrecia.
Quien de estudiante se precia,
¿intenta igual desatino?
Como ésta lAicrecia es
(i) Hartz. «y la»
Só
EL DOMINE LUCAS
y no se deja forzar,
quise este ejemplo tomar.
Ful. ¿y qué resulta después?
Flo. Que por no vei su deshonra,
se casará con Rosardo.
Ful. Ahora bien, la prueba aguardo,
aunque se ofenda mi honra.
Flo. ¿Qué honra pierdes, si esto pasa
solamente entre ti y ella?
Cosa es que no ha de sabella
ninguno fuera de casa.
Fl'L. Voy a ponelle ese miedo,
que quiero intentallo todo.
(l'asf.)
Flo. ¡Oh, si hiciese de ese modo
algún provechoso enredo!
Gente siento en el portal.
(Sale Fabricio.)
Fab. ¡Cé, dómine!, dos razones.
Flo. De mis celosas pasiones,
éste es el original.
¿Qué buscáis, señor Fabricio?
F.\B. Dómine Lucas, yo estoy
perdido, a fe de quien soy.
Flo. De ello me habéis dado indicio;
¿no va el pleito bien fundado?
Fab. Bien, pero sois menester.
FiX). ¿Yo, señor, qué puedo hacer?
Fab. Darme el bien que me han negado.
Flo, ¿Pues está en mi mano?
Fab. Sí.
Flí). ^Cómo?
Fa3. Que me habéis de jurar
que aquí me habéis visto entrar.
Flo. ¿Pues yo, señor, cuándo os vi?
Fab. Abrid la mano y callad.
Flo. jV'ivit Domimis in ccclis
cutn sanctis et citm angelis
que no haga tal maldad!
,Bien a Lucas conocéis!
Fab. Acabad, dómine Lucas.
Flo. Ne in tentationcm me inducas;
basta las que me ponéis.
Fab. Dejaos de hablar latín
y tomad estos doblones.
FL'í. Ruines son vuestras razones,
no sé yo si el dueño es ruin.
Y de mí, aunque no valgo
nada en el traje en que estoy,
creed que como vos soy
tan caballero e hidalgo.
Toílo el oro de la tierra,
Pak.
Flo.
Fab .
Flo.
Fab.
Flo.
Fab.
Flo.
Fab.
Ful.
Fab.
Flo.
Fab.
Flo.
Fab.
Luc.
Fab.
Ful.
Flo.
Fab.
que mi pobreza contraste,
os prometo que no baste
si un siglo me hiciese guerra.
Tengo en esta ropa pobre
un alma de oro tan rica,
que lo que la vuestra aplica
puedo convertir en cobre.
Bellaco pleito tenéis,
pues testigos sobornáis.
Ya que en nada me ajioidáis,
Lucas, mirad lo que hacéis.
Callad la boca y seamos,
como antes, buenos amigos.
¿Sobornaditos testigos?
Buena sentencia esperamos.
De este oro os serviréis,
que aunque yo os le vine a dar
por jurar y por hablar,
ya os le doy por que calléis.
Que no lo quiero, guardadlo,
que de albricias os lo diera,
si acaso yo lo tuviera.
Tomadlo, Lucas, tomadlo.
Escuchad, riñendo están
Fulgencio y su hija.
Deseo
saber la causa.
Eso creo.
Oye las voces que dan.
(FuLGKNCio, desde de:iiri.)
¡Traidora!, (i) ¿no te hallé
con el dómine acostada?
¿Cómo, cómo?
Que no es nada,
que sólo una noche fué.
¿Vos con Lucrecia?
Yo, pues.
¿Y ésta por mujer pretendo?
¡Fuego de Dios!
No me ofendo
que aquese esposo me des.
Ivse es igual para mí.
¡Mirad si ella lo confiesa!
De que la pedí mo pesa;
yo la dejo desde aquí.
¿Por qué dejas a Fabricio?
Porque es mi nuijer le deja.
Por cierto, ¡gentil pareja!,
con un mozo de servicio.
Dómine, ¿sois hechicero?
(i) Hartz. «¡(Jli, tr;u<l<)ra
ACTO TERCERO
87
Fi,o. No, soy hombre como vos.
Fui.. Matarte tengo, ¡por Dios!
Fab. Ni oiría ni verla quiero.
Quédate, infame mujer,
de bajo trato y servil,
que diste al hombre más vil
en tu persona poder.
Quédate, falsa murena,
que del profundo del mar
saliste ardiendo a buscar
la culebra en el arena.
Quédate, armiño enlodado,
porque no te cojan vivo,
pez ignorante y lascivo
con pies de cabra engañado.
Sol de invierno, que salió,
para llover, muy hermoso;
flor de almendro presuroso,
que al primer aire cayó.
Oro y moneda de pobre
envuelto en sucio sayal;
mujer propia y natural,
que esta cifra baste y sobre.
Ya mi pleito se acabó
y ya tus papeles dejo,
como pedazos de espejo
que al muladar ,se arrojó.
(Vise.)
FivO. Mejor de lo que pensaba
ha sucedido el enredo;
libre de los celos quedo,
que aqueste necio me daba.
¡Oh, papeles enemigos!,
bien a mi poder vengáis;
dejaos tomar, no me huyáis,
que hemos de ser muy amigos.
Veamos qué dice aquí.
fSale Decio, capigorrón.)
Dec. Floriano, ¿puedo entrar?
Fl,o. Bien puedes, Decio, llegar
y mi Alberto, si está ahí.
Quiero guardar los papeles.
(Sale Alberto, sm amigo, de estudiante, de camine,
como salió primero.)
DEC. I?ntra, Alberto.
Ai,B. ¡Olí, Floriano!
Fl<o. ¡Oh, amigo!, ¡oh, mi propio hermano!.
Tiempo es ya que me consueles.
AlrB. ¿Cómo es eso que me escribes?
Fl,o. Es que te quiero casar.
Ai<B. ¿Adonde?
Fr.o.
AI.B.
Fi<o.
Al,B.
FivO.
Al<B.
Fi,o.
Al,B.
F1.0.
AtB.
FI.O.
Alb.
Fi,o.
Al<B.
PivO.
Al,B.
FI.O.
AI.B.
Leo.
F1.0.
Leo.
F1.0.
AI.B.
En este lugar.
¿Y es en la casa que vives?
Adivinaste lo cierto.
¿Cómo?
En ella hay una dama
hermosa y noble y de fama,
rica, sobre todo, Alberto.
Y por fama, está perdida
por Floriano.
Pues bien.
Esta me estorba también
el remedio de mi vida.
Dirás que eres Floriano
y casaráste con ella,
y quedaré yo libre de ella;
quedarás rico, hermano.
¡Bravas quimeras inventas!
Esta tu remedio es.
¿Qué resultará después?
¿Ahora el después me cuentas?
Casémoste una por una,
que después, ¿qué hay que temer?
Cosa me mandas hacer
que a toda razón repuna.
Pero si nuestra amistad
jamás cosa te negó,
y yo soy tú y tú eres yo
y entrambos de un yo mitad,
¿cómo excederé tu gusto?
Muéstrame aquesa mujer.
Ya conozco que ha de ser
en que ella ha venido al justo.
Si es la que sale, es extremo.
Esta, mi Alberto, es Leonarda.
¿Quieres que la hable?
Aguarda,
no te turbes.
Eso temo.
(Sale I<EONARD.\.)
En busca tuya me traes
todo el día.
Aquí estoy yo.
¿Quién es, di, quién me engañó?
Que en tus engaños no caes.
Yo soy el que me vestí,
por burlarte, aquel vestido,
que el otro estaba escondido
y luego con él me fui.
Llega Floriano acá,
desengañarasla agora.
Dame esas manos, señora
Leonarda, que tiempo es ya.
88
EL DOMINE LUCAS
Leo.
ALB.
Flo.
Leo.
Alb.
Leo.
Flo.
Leo.
Al,B.
Vw.
Alb.
I-LO.
ALB.
f.EO.
ALB.
I'I/J.
I'EC.
1 LO.
I'RC.
l¡.(>.
Lr.o.
iJesrs!, ¿vos sois Floriauo?
Yo soy, señora, y aquel
que a \-uestro tío cruel
por vos le pedí la mano;
que ya Lixcas me escribió
que a Lucrecia me ofrecía,
y debéisle que este día
venga a visitaros yo.
Aunque esto yo lo he debido,
como quien está obligado.
a que vos le hayáis amado
y a su amor correspondido.
¿Voy bien? (Ap.)
Extremadamente.
Mi tío, señor, no quiso,
cuando de vos tuvo aviso,
que gozase el bien presente,
sino esconderos de mi,
codicioso del valor
que de vos cuentan, señor,
y porque 3-0 os quiero ansí.
Que la vista nunca lué
quien de vos me aficionó;
la fama sí, que bastó
para que yo el alma os dé.
Si gustáis, por \-uestra quedo,
a pesar de este tirano.
Ya os doy, señora, la mano
con cuanto del alma puedo.
Yo os recibo por mi esposo.
Yo soy d** todo testigo
y las dos manos bendigo.
¡Dichosa yo!
Yo dichoso.
¡Extremado casamiento!
Alba es un corto lugar,
¿pcKlré en el secreto estar?
Bien poílrás en mi aposento.
Entra, sin que visto .seas
de este viejo escrupuloso.
¡Adiósl
Adiós, dulce esposo.
Mira qu" luego me veas.
Vete tú, Dc-cio, al mesón,
y acudirás luego aquí.
H arelo, señor, ansí.
Punto en boca, que es razón.
Cosida, señor, la llevo.
fVase.)
\ a í-st.is, Lt-onarda, cas-Kla;
¿qué me dice»? ¿no te agrada?
Jvs un gallardo mancebo;
y no has de i)erüer de mí
la diligencia que has hecho.
Flo. Todo lo debo a mi pecho,
que en nada te sirvo a ti.
Leo. ¿Cómo?
Fl,0. Que haheo Ubi gratiam
que servirte fué mi oficio,
verum iste beneficio
mihi et Ubi ei illi faciam.
(Sale Fulgencio.)
Ful.
Basta, que no es posible que se ablande
Leo.
Dejad, señor, de atormentarla tanto.
Flo.
Ofenderála más mientras más ande.
Ful.
¿A quién no da su pertinacia espanto?
Ni que yo, como padre, se lo mande,
ni que la niegue por el cielo santo,
como si fuese yo su humilde hechura,
hallan remedio en condición tan dura.
F'LO.
¿Con quién quiere casarse?
Leo.
Eso me admira;
que a Fabricio me dicen que aborrece.
Flo.
¿Luego ya por Fabricio no suspira?
Ful.
Con nombralle a Fabricio se entristece.
Flo.
¿Ya Rosardb?
Ful.
Respóndeme con ira.
Flo.
¿Pues a cuál de los dos el alma ofrece?
Ful.
A todos dice no, con alma y boca.
Flo.
¿Y qué imaginas de eso?
Ful.
Que está loca.
ACTO TERCERO
80
i
(Sale RosARDO solo.)
Res.
Si la prisa que has dado por casarme,
cumpliendo tu palabra y juramento,
era para encubrir con deshonrarme,
Fulgencio, de tu honra el detrimento,
el cielo permitió desengañarme
y a Fabricio tomó por instrumento,
que va diciendo tu maldad por Alba,
lat uya con la suya hacienda salva.
¿Para aquesto forzabas a Lucrecia?
¿Para aquesto, traidor, la maltratabas?
Mejor que tú, su alma estima y precia,
pues, al fin, conoció que me engañabas.
¿Era de menos bríos o más necia
mi sangre y parentela, que afrentabas,
que dársela a Fabricio no querías
cumplir, diciendo obligaciones mías
con esta infame de tu hija loca,
que tu casa y hacienda [all fuego echaras
y que tu vida y honra fuera peca?
Ful.
Bien se conoce en tus razones claras
que el vino o la locura te provoca,
que sólo en él o en ella las hallaras.
¿Qué dices de mi honra ni qué vicio
de mi hija podrá decir Fabricio?
Ros.
Fabricio oyó que tu hija castigabas
porque la hallaste en deshonestos brazos.
Ful.
¿Con quién?
Ros.
¿Con quién?
Ful.
Comienzas y no aca-
Ros. [bas.
Con éste, que yo hiciera mil pedazos.
¿Pues qué dirás si esta maldad acabas?
Ful.
Nuestros cuellos se vean en dos lazos,
Rosardo, si el traidor no te ha mentido,
por quitarle a Lucrecia su marido.
¿Con el dómine dices?
Ros.
Sí, con éste.
Flo.
¿Conmigo? ¿Hay tal maldad? ¡oh, vil infame!
Ful.
La vida haré que la maldad le cueste,
que porque no la doy me la difame.
Paciencia el cielo o su rigor me preste.
Flo.
; Y no es mojer que a la justicia llame
Rosardo, pues que en esto es ofendido,
o entrambos, que eres padre y él marido?
Ful.
Vamos allá, que importa el desagravio
de una deshonra como aquesta mía.
Ros.
Llévalo a la justicia, como sabio,
que en la verdad el sabio se confía;
y si quieres mejor vengar tu agravio,
no lo encomiendes a tu sangre fría;
que yo la tengo como fuego vivo
y por propia la quiero y la recibo.
FUT,.
Dejemos por ahora las espadas;
que los papeles para el vulgo importan,
porque en las honras mal averiguadas,
discretamente las palabras cortan;
los que prueban verdades apuradas,
las armas en sus términos reportan;
que dan, para probar lo que penetras,
la sangre manchas y la tinta letras.
Ros.
Pues vamos, que quedaba en este punto
la justicia en la plaza y el culpado.
(Vanse todos y queda Floriano.)
Flo. ¡Olí, cómo se traza bien!
¿Quién imaginara tal?
Ya soy a Ulises igual,
su astuto nombre me den.
¿Qué haré para que esto pare
y en mi provecho redunde?
¡Oh, amor!: tu ciencia me infunde.
Tu inmenso favor me ampare.
(Sale Alberto.)
¿Dónde, Alberto?
Flo. Como vi
que sale el viejo de casa,
vine a saber lo que pasa.
Alb. Grande mal hay.
Alb. ¿Cómo ansí?
Flo. Hice a Fulgencio decir
QO
EL DOMIX1-; LUCAS
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb .
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Fi/j.
Alb.
Flo.
Alb.
a su hija, que diría
que conmigo estado había
y él mismo la vio dormir;
si no quería a Rosardo;
porque el temor la venciese,
y quiso Dios que lo oyese
Fabricio.
El suceso aguardo.
A toda Alba lo ha contado,
y vino Rosardo aquí
tal, que delante de mí
le ha corrido y difamado.
¿Y paró?
En que los dos van
a hacer prender a Fabricio,
que infamalla es claro indicio
que es porque no se la dan.
¿Y tú qué piensas hacer?
Probar que ha sido verdad.
¿Con quién?
La dificultad
en la probanza ha de ser.
Pero mira, yo he guardaao,
desde que enseño a Lucrecia,
un papel que el alma precia
por tener su nombre amado.
Ella hizo aquesta firma
no más de por aprender;
pero aliora vendrá a ser
lo que esta verdad confirma,
porque puedo encima de ella
ima cédula escribir
y que es mi mujer decir.
¿Qué importa, si niega ella?
Yo sé que no ha de negar.
Si es así, no hay que receles.
También de ciertos papeles
me tengo de aprovechar.
¿Son suyos?
Sí, suyos son,
pero escritos a Fabricio.
¿Pues cómo darán indicio
de que te tuvo afición?
Porque diré que son míos.
¿Cómo a tus manos llegaron?
Las suyas los arrojaron
con iguales desvarios,
cuando creyó que yo liabía
de .su Lucrecia grjzado.
No va muy mal ordenado.
Hoy será Lucrecia mía.
¡Plega a Dios que tus cuidados
tengan fin tan venturo.sfj.
Flo.
Alb.
Flo.
Alb.
Flo.
Ale.
que añadas al ser su esposo
más de doce mil ducados!
Leonarda tiene seis mil,
que seis millones quisiera,
pero buena hacienda espera.
Ha sido invención sutil.
Hazla que entre a hablar conmigo,
que estoy muy enamorado.
Ya el dios de amor te ha picado.
Y al mismo doy por testigo.
Voy a escribir el papel
sobre la firma.
Bien haces,
que él ha de hacer esas paces;
oblígala mucho en él.
fVanse Floriano por una parte y Alberto por otra; sale
el Corregidor, Fulgencio, Rosardo, Fabricio, Ne-
bro y Lavino.)
Cor.
Parecen mal en amistades hechas,
y en mi presencia es justo que se excusen,
Rosardo, las palabras injuriosas,
que esta persona representa al Duque,
y es j usto que en aquesto se interponga
su autoridad y la de aquesta vara,
que los buenos respetan la justicia
y los malos no temen el castigo;
averiguarse con razones puede
el que la tiene de los dos en esto.
Ful.
Yo digo que querello de Fabricio
como difamador de mi honra y casa,
porque no le he querido dar mi hija.
Fab
¿En qué te he difamado, si a ti propio
oí decir lo que en la plaza dije?
¿A raí? ¿adonde?
Ful.
l\\n.
En tu casa.
Ful.
¿Y dónde esta-
cuando en mi casa lo que dije oíste? [bas
I-AI».
líntré a bu.scar a Lucas, tu criado,
ése que en ca.sa y fuera llanum dómine,
y él .sabe bien que aquesto le decías
ACTO TERCERO
91
con soberbias palabras a Lucrecia,
y en esto le presento por testigo.
Fut.
Pues yo quiero quedar por condenado,
si el dómine dijere que lo ha oído.
Fab.
Bien puede ser que niegue, si, por dicha,
teme sus amenazas y conoce
el bien que de tu casa ha recibido.
Ros.
Si lo sabe, no creas que lo niegue,
porque es en tanto extremo buen cristiano,
que contra todos defendió tu parte
el día que me daban a Lucrecia;
llamarle importa, vayan a buscalle.
Cor.
No es menester, que ya se ofrece él mismo
(Siile Floriano.)
Fui,.
A buen tiempo has venido.
Cor.
No le hables,
que quiero examinarle yo primero.
Dómine Lucas, puesto que viniste
enfermo y pobre a casa de Fulgencio
y de su mano socorrido fuiste,
mirad que no hay respeto que os obligue
a que en daño del alma juréis falso,
y que es el cielo más perfecto amigo,
padre y socorro y verdadero amparo.
F1.0.
¿Pues para qué es agora tanta arenga?
Declárate conmigo sin preámbulo,
que soy tan ignorante como el hábito;
yo sé que hay Dios y que es verdad inmensa;
conozco su bondad y su justicia;
y que hay rey en la tierra, que la rige,
con jueces que gobiernan la república;
caballeros, hidalgos, ciudadanos,
artífices, mecánicos, y en todo
para el bien, premio; para el mal, castigo.
Cor.
Pues a quien sabe y sabe lo que importa
preciarse un hombre, como vos, honrado,
de decir la verdad sobre este prólogo.
¿Fabricio ha entrado hoy en vuestra casa?
Entró a buscarme.
Fi,o.
Cor.
.Habló con vos?
Fi,o.
Un poco.
Cor.
¿Qué oyó a Fulgencio? ¿qué a Lucrecia dijo?
F1.0.
Que conmigo la halló.
Cor.
¿Cierto?
Fi,o.
Sin duda.
Cor.
¿Qué respondes?
Fui,.
Confieso que lo dije.
Fab.
¿Pues para qué de mí querellas?
Fui,.
Oye,
que eso es maldad: que fué invención de Lucas:
porque haciendo a Lucrecia esta amenaza
hiciese con Rosardo el casamiento,
temiendo el detrimento de su honra.
Cor.
¿Y fué tuyo el consejo?
Fl,o.
No lo niego.
Cor.
¿Pues esto aconsejaba un estudiante?
¿Qué has estudiado?
Fi,o.
Cánones y Leyes,
y soy por Salamanca Licenciado.
Cor.
¿Tú?
Yo.
Fi,o.
Cor.
¿Pues cómo de esa suerte vives,
sirves, pides por Dios, y, sin paráfrasis,
andas hecho bribón por las tabernas?
9-^
EL DOMINE LUCAS
Fuo.
Ninguno con verdad podrá decirlo,
que donde yo serví, pedí y me mandan,
es solamente en casa de Fulgencio,
y para lo que fué. ya lo habéis visto,
que. al fin. estoy casado con su hija.
Ros.
¿Con Lucrecia?
Flo.
¿Su padre no lo dice?
FULG.
¿Yo lo dije, traidor? ¡Fuera!
Cor.
Detente.
Ful.
Déjame pasarle aquesta espada.
Flo.
Si así me pasas, casarásme luego?
Cor.
Tengan respeto a la justicia todos. •
Fab.
Nadie !e ofenda al dómine, o presuma
que Fabricio y sus deudos le defienden.
Ful.
Ya no me quejo de él, pero es muy justo
que de vo.sotros todos forme queja,
que a un loco dais en mi deshonra crédito.
Flo.
Si soy loco, no quiero ser creído;
mas si de lo que digo doy probanza,
¿por qué no me tendrás por hombre cuerdo?
Ful.
¿Pues qué probanza tienes, enemigo?
Lro.
;Dc Lucrecia no basta aquesta cédula
y dos papeles .suyos amorosos,
de letra ajena, aunque de propia nota,
porque escribir entontes no sabía?
Ful.
¿Cédula de I^ucrecia?
Fi/).
Fsta presento,
LÍAandro, ¡xjr mi abono, y sean testigos
que se la doy y entrego.
Cor.
Está seguro
que no te faltará.
Ful.
Muestra la firma.
Flo.
La cédula leed.
Cor.
Así comienza:
«CÉDULA : Digo yo, Lucrecia Fulgencia, que
siempre que me sea pedido por Lucas de Ma-
drid, estudiante que en mi casa vive, me entre-
garé por su propia mujer, sin para ello alegar
cosa en contrario, porque de mi propia volun-
tad hago este casamiento. — Lucrecia Fulgencia. iy
Ful.
¿Hay maldad semejante? ¿Que hombres cuerdos
puedan creer una maldad tan grande?
Eso es mentira e invención notoria.
Ros.
Pide, señor, que prenden a Fabricio.
Ful.
Que prendas a Fabricio te requiero.
Fab.
¿A mí? ¿por qué?
Ful.
Porque es invención tuya;
que te has aprovccliado de e.ste loco
y has heclio aquesta cédula fingida.
Fab.
¿Que es menester prenderme para eso?
Cor.
Ni yo puedo prenderle sin testigos.
Ful.
Pues echa mano del infame dómine,
que él dirá la verdad en el tormento.
Flo.
Sea el tormento de tu propia hija,
aunque será el descanso de mi alma;
condéneme su lengua, y si ella dice
que aquesto no es verdad, ¡¡onme en nii jialo,
que allí quiero morir pedazos hecho.
Cor.
Bien dice, bien se allana, ¿qué le pides?
ACTO TERCERO
93
Fui,.
Ásganle bien, que puede, si va suelto,
meterse en San Esteban, de camino.
Cor.
No es menester asille, yo le fío.
F1.0.
Que no me iré, aunque me echéis a palos.
Fui,.
¡Ay, pobre viejo!
Fab.
Dómine, ¿qué es esto?
Fl,o.
Dómine de esta casa seré presto.
(Vanse. Sale Decio, el capigorrón, y el Mesonero.
DEC. ¿Palabras tan afrentosas
me habéis de decir a mí?
Mes. ¿Qué es del vestido que os di,
medias, plumas y otras cosas?
DEC. Cuando entré en vuestro mesón,
¿no me viste por criado
de Floriano?
Mes. Habéis dado
muestras de fino ladrón.
Verdad es que os vi con él,
pero ya con él no estáis,
pues ha más de un mes que andáis
en este lugar sin él.
Una carta me trajisteis
para que el vestido os diese,
y no querría que fuese
fingida .
Dec. ¿y vos qué la hicisteis?
Mes. Guardada la tengo aquí.
Dec. ¿Pues de qué habéis colegido
que me he llevado el vestido?
Mes. ¡Qué necio en dároslo fui,
sin tomar un fiador
o buena seguridad!
Dec. Que se le he dado, es verdad.
Mes. ¿Vos? ¿a quién?
Dec. a mi señor.
Mes. Algún ropante, que ya
le tendrá en la percha puesto;
confesad la verdad presto
y decidme adonde está.
Dec. Digo que ya se le di.
Mes. Pues no habéis de Alba salido,
¿y habéis llevado el vestido?
Dec. ¿Eso os da sospecha?
Mes. Sí.
Que hay quien dice que no hay día
que en la taberna no os ve.
Dec. ¿Qué importa si lo llevé,
y eso de vuelta sería?
¡Suelta, diablo!
Mes. ¿Oyete?
Dec. ¡Suelta!
Mes. Por el Duque, don bribón,
que te deshaga la faz.
Dec. Averigüémoslo en paz.
Mes. Eso pido.
Dec. ¡Oh, confusión!.
Buen huésped: ¿tendrás secreto?
Mes. Eso sí, decid verdad
y de quien yo soy fiad.
Dec. ¿Que he de decirlo, en efeto?
Mes. ¿Dónde lo habéis empeñad ?
Dec. Que no es eso lo que os pido.
Mes. ¿Pues cómo?: ¿habéisle vendidoo
Dec. Al mismo dueño lo he dado;
sino que escondido está
en casa de vma mujer.
Mes. Sí, mas téngolo de ver.
Dec. Venid, con el diablo, ya,
que yo sé (i) que ha de matarme,
■ que no tengo de (2) eso pena,
¡Soltadme!
MES. La industria es buena:
¿pensábades engañarme?
(Vanse, y sale el Gobernador, (3) Fulgencio, Rosar
DO, I.ucrecia, L,eonarda, Fabricio y Floriano.)
Fui,. ¡Traidora!, ¿que, esto confiesas?
lyUC. Digo que es Lucas mi esposo.
Ros. ¿Ya no os mostráis riguroso?
GoB. Las probanzas son expresas.
¿Es aquesta vuestra finna?
Luc. Digo, señor, que lo es.
Flo. Querella de mí desp és,
si ella lo dice y confirma.
GoB. Ellos están concertados.
Leo y si importa lo que igo,
digo que yo soy testigo
de haberlos visto abrazados.
GoB. ¿Adonde?
Leo. En la alquería,
cuando allá nos envió
Fulgencio.
( 1 ) En Hartz. «Aunque sé».
(2) En Hartz. «Sin deber por».
(3) Hartz. emuieuda «Corregidor».
94
EL DOMINE LUCAS
FVI..
Res.
GCB.
Ros.
Flo.
Res.
Flo.
Res.
Fl-L.
GOB.
Flt..
' .OB.
Mks.
DEC.
Mks.
GoB.
Mks.
Dec.
G,OB.
Pensaba yo
que honrada hija tenía;
pero pues es tan infame
que ella misma se condena,
quedándose en mí la buena,
tu sangre infame (i) derrame.
¡Vive Dios, que has de morir!
Y yo propio, si yo he sido
quien pensó ser su marido,
pienso el traidor perseguir;
que, en faltando de mis ojos,
esa vara a quien respeto,
le he de acabar, y, en efeto,
satisfacer mis enojos.
Y tú, que el lugar gobiernas,
¿pennites esta traición?
Hablad más bajo.
¡Ladrón!, (2)
yo os he de cortar las piernas.
Suplico a vniestra merced
siquiera me deje una.
No os ha de quedar ningima;
ni vida, infame, creed.
¡Ea, no más, hablador!
que si otra espada tuviera,
echado a mis pies te hiciera
confesar tu loco error,
¿Hay desvergüenza como ésta?
¿Esto a un villano escucháis?
¿Qué ha de hacer, si le afrentáis?
Y vos también, dama honesta,
llevadlos a xniestra casa.
Honrad, señor, vuestro yerno,
¿Cómo mi yerno? En eterno
fuego primero me abrasa.
¿Eso me liabéis de decir?
¿Pues qué (3) se puede hacer
si dijo que es su mujer?
Xo lo querer consentir.
(Sale Decio y el Mesonfro.)
Huélgome, que hemos venido
donde la justicia está.
Xo habéis de d.ir voces ya.
Vo he de cobrar el vestido.
¿Qué es esto?
Un pleito, .señor,
¿Y aquí se ha de averiguar?
¿Queréis, buen hombre, callar?
¿Xo era en la audií ncia mejor. ^
Mes.
(i) Hartz. rnmirnda: tbu .san((rc miui se».
12) Hnrlz. •Jlriix'm!».
(3) Hartz. •l'ues eso*.
DEC.
GCB.
Flo.
Dec.
Mes,
Dec.
Flo.
Ful.
Mes.
Ful.
Mes.
Leo.
Flo.
Leo.
Flo.
Leo.
Flo.
Leo.
Ful.
Leo.
GOB.
Leo.
GOB.
l'UL.
Ros.
Mes.
GOB,
Leo.
En mi mesón ha posado
Floriano, el caballero
que deshizo el toro fiero
al pie de \'nestro tablado.
Dióme a guardar un vestido,
mientras a Madrid se fué,
el cual después entregué
al que ahora traigo asido,
Pero he venido a entender
que fué la carta fingida.
Esa es maldad conocida
y muy fácil de entender.
Y dígalo Floriano,
pues aquí presente está.
¿Quién esp
Yo.
Pregunta ya
si le di el vestido, hermano.
Señor, ¿cómo es+áis así?
Ya me dejaréis en paz.
Buen huésped es vm disfraz.
¿Este es Floriano?
Sí.
¿Conocéisle?
Y dos mil veces
ha posado en mi mesón.
No está mala la invención;
que te azotasen mereces,
¿Por qué?
Por haber fingido
que eres P^loriano.
Y lo soy.
¿Cómo, si con él estoy
casada?
Engañada has sido.
Señores, no es Floriano,
que estoy casada con él.
¿Pues adonde está, qué es de él?
Hoy me dio sti propia mano,
y yo le he dado la mía.
Y éste trazó el casamiento.
¿Pues dónde está?
En su aposento.
¿Hay tan gran bellaquería?
Que se fingiese l'loriano
con estos fal.sos testigos.
Y que los han dado amigos.
Con que los untó la mano.
Floriano digo que es
caballero de Madrid.
Xo ha sido malo el ardid.
¿Y a qué te ofreces después,
si traigo aquí a I''loriano,
ACTO TERCERO
95
Mi;s. A que me saquen los dientes,
Ya espero, señor, que cuentes
tu vida, encubierta en vano,
Flo. ¿Qué hay en eso que decir
sino que ese propio soy,
aunque en este traje estoy,
porque lo quise fingir?
Después que el toro maté,
en la plaza rebozado,
a Decio, que es mi criado,
este vestido tomé.
Y con él me descubrí,
como habéis visto, a Lucrecia.
Ful. No la culpo yo de necia,
si es verdad que pasa así,
Luc. Ni me tengas por mujer
que menos que a Floriano
había de dar la mano.
(Sale L,FONARDA y -\lberto.)
Leo. ¿Que ami no lo podéis creer?
Ya vienen los dos aquí.
Alb. No, que soy Alberto yo,
que Floriano me dio
su nombre, Leonarda, a mí.
Aunque como la amistad
ha sido tan verdadera,
por su mismo ser pudiera.
Leo. ¿Eso es cierto?
Alb. Esto es verdad.
Aunque también esto es llano,
que es tanto el amor que ves,
que no sabemos quién es
Alberto ni Floriano.
Aunque yo tengo por cierto,
segiin en el mismo estoy.
que yo Floriano soy
y que él es el mismo Alberto.
Si contigo me casé,
no creo que te he engañado;
que soy caballero honrado
y alguna renta heredé.
De Floriano soy primo,
y así, pues, eres su prima,
a mí, Lucrecia, me estima
en lo mismo que la estimo.
Leo. I^igo que ya soy contenta
de hacer tan buen casamiento,
y perdono el fingimiento.
Ful. Ellos se han hecho la cuenta.
No hay más tío ni respeto.
Leo. Pienso que será tu gusto,
pues es negocio tan justo.
Ful. Eso yo te lo prometo. —
Y vos, dómine, ¿no habláis?
Fue. Yo os pido, señor, perdón.
Ful. Mejor es la bendición
por el favor que me dais.
Abrazad a esos señores
y dad la mano a esa dama.
Ros. Vos tenéis yerno de fama.
Fab. ¡Extremado fin de amores!
Ful. Ya sois dómine de casa,
de mi hija y de mi hacienda.
Flo. a esto llega, dulce prenda,
quien tantos trabajos pasa.
Lup. Merécelo mi afición.
Flo. El dómine acaba aquí,
y por todos y por mi
pide al senado perdón.
. FIN DE LA F.-VMOSA COMEDIA
DEL domine lucas
L\ FAMOSA COMEDIA
DK
LOS EMBUSTES DE CELAURO
ACTO P RIMERO
FIGURAS DEL PRIMER ACTO
Gerardo, vii-io.
LfPERCio, su hijo.
Sabino, su criado.
Ft'LGENCiA, dama.
KiSELO, su criado.
Celauro. scntilhombre.
Alfredo, su criado.
Leonela. hermana de Celauro.
Octavio, caballero.
Akisto, su criado.
(Gerardo, padre; L,upercio, hijo.)
Ger. ¡Traidor!, ^con una mujer
tan loca y pobre te casas?
LUP. Siempre para bien hacer
tienes las manos escasas,
y largas para ofender.
Padre, el báculo reporta.
Ger. ¿Por qué, si me rompe y corta
tu infamia el de mi vejez,
y yo sé bien (jue esta vez
volverle espada me importa?
Y no ha estado más tu vida
que en traer esta cayada,
en vez de la espada asida
para la mano arrugada,
no para el lado ceñida.
Luí». ¡Pluguiera a Dios que lo fuera,
ix)rque menos me afrentara
cuando la muerte me diera,
y esta sangre de mi cara
honradamente saliera!
Soy tu hijo y caballero.
Gl-.k. ¿Pues qué tiene de grosero
que uno y otro la derrame?
J/i 1'. Porque es la del palo infame,
y honrada la del acero.
Gkk. ¿IvUego las leyes del duelo
tocan a los padres?
L'í'. Tocan
a cuantos hoy cubre el cielo
Gkk. Tiw locuras me provocan
u lionrar de tu sangre el suelo.
Luí*. Tu ira, .«ef»>r, contenta,
niíi-s jxjrque no está a mi cuenta.
'•iK l'orque el padre y el señor,
lyUP.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Ger.
Li'P.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Geu.
la justicia y el mayor
no pueden hacer afrenta.
Antes yo me vengo en ti
de la que me has hecho a mí,
si un loco puede afrentar.
¿Tú te pretendes casar
sin mi gusto?
Escucha.
Di.
¿Quién te ha dicho que me caso?
El pueblo, que es voz de Dios.
No es su voz en cualquier caso,
ni es el pueblo un hombie o dos,
o una calle por quien paso
¿Cómo no?
Pruébolo.
Di.
Si aquel que me envidia a nu'
lo dice de malicioso,
voz de Dios y de envidio.so
t no puede ser.
Es ansí.
Mas di, ¿la justicia en Dios
no es atributo?
Sí, es;
cristianos somos los dos;
y que ésta temáis después
es ejemplo para vos.
¿Pues Dios para castigar
no suele a veces tomar
los malos por instrumento?
Luego es llano el argumento;
justicia se han de llamar.
En cuanto aquel a ministerio.
Pues aqueste vituperio,
lie mi honor ])or tu ocasión,
tiene e.sta misma razón,
y yo en ti paterno imperio.
¿Pero para (jué disputo
contigo, si tengo en ti
jioder (i) ab.solutor'
(I) Vcr«oiiu(>nii)kt<>, II;iil/.i.iiljiisdi lo completó así:
«¿poder plcuu y absoluto?».
ACTO PRIMERO
97
Lup. ¿Q"é tienes tú contra mí,
si tu mandado ejecuto?
Ger. Mi sangre.
Lup. La que has sacado
por eso no te la pido.
Ger. ¿Cómo?
Lup. Porque me la has dado.
Ger. ¡Ah, cordero en el vestido
y en piel de lobo aforrado!
Dime luego la verdad:
¿quién es aquesta mujer?
Lup. Mujer es de calidad.
Ger. ¿Luego liaste casado?
Lup. Ayer.
Ger. ¿Hay tan notable maldad?
Justicia venga del cielo
sobre ti.
IvUP. Tente, señor,
que no fué en esto mi celo
más que probar tu rigor;
vesme aquí echado en el suelo.
Ger. ¿Que no lo has hecho?
T<up. Quería;
pero ya que sé tu gusto,
es tu voluntad la mía;
con ella mi gusto ajusto.
Ger. y yo te engendro este día.
Hoy has nacido, Lupercio;
hoy, con sólo obedecer,
mi amor has crecido un tercio.
Deja esa vana mujer
y su lascivo comercio.
Deja, hijo de mi vida,
el vano amor, y repara
que has de dejar ofendida
la sangre y virtud más clara
que ha sido vista ni oída.
Bien sé qué es tener pasión.
Mozo fui; pero ya basta
su infame conversación;
juega, come, viste, gasta,
busca otra nueva pasión.
Haz una gala costosa,
rinde un caballo andaluz
con la espuela rigurosa,
o con el presto arcabuz
el ciervo o liebre medrosa,
¿Qué quieres? ¿qué has menester?
¿Quiérete coger cercado
por pobre aquesa mujer?
¿Qaé debes? ¿qué te han prestado?
¿qué es lo que empeñaste ayer?
No tengas vergüenza, dame
LuP.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
Ger.
Lup.
esos brazos, y mi amor
deshaga el amor infame.
Deja que a tus pies, señor,
tu sangre en agua derrame.
No más perdición pasada;
tabla nueva soy desde hoy:
escribe en mí.
Xo me agrada
que seas papel.
Pues soy
piedra en tus manos labrada.
Esto que ahora te imprimo
quiero que dure, pues es
mi honor, el que sólo estimo;
no le venza el interés,
pues a tus gastos me animo.
En esta bolsa, contados
van ciento veinte ducados
que son, y doce escudos,
dos reales y otros menudos,
por una deuda pagados.
Espera, ¿quiéreslo ver?
No, señor, no es menester,
que así tu crédito afrentas.
Bien se ve, pues no los cuentas,
que no los has de volver.
Gasta, huélgate y pasea,
y mi bendición te alcance.
Llorar me has hecho.
¿Ha}', quién vea
tu humildad...
¡Dichoso lance!
Que tus desatinos crea?
Adiós.
(Vase Gerardo.)
El te guarde, y guarde
la vida del ángel mío;
¿qué miro? ¿qué estoy cobarde?
¿cómo este plus (i) no le envío,
que para amor todo es tarde?
Corre con el pensamiento,
como tiene alas amor.
Pero ¿hay tan gracioso cuento?
¿Hay tal padre, hay tal rigor,
hay tan lindo casamiento?
Pues, señor viejo, paciencia;
que, ¡vive Dios!, que está hecho
y que es vana resistencia
de un determinado pecho
castigo, ni diligencia.
(i) Hartz. eniueadó mcIou') en lugar de <.plus».
Xlt
o8
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Sab.
Lrp.
Sab.
Lrp.
Sab.
Sab
Iji'.
Lup.
Piensa un padre que no hay más
de casarte (i) y no te cases,
y que no exceda jamás
un hijo de estos compases;
y amor no danza a compás.
Es muy vieja esta pasión
con mil trabajos prolijos,
para más confirmación,
y con dos líennosos hijos,
sellos de esta provisión.
Y no j)endientes de seda,
sino de tu blanco pecho,
que no hay nieve que no exceda;
y lazo que es tan estrecho
no es bien que romperse pueda.
(Entre Sabino, criado.)
Basta, que has dado en la treta
de quien debe, pues te escondes
cuando el pagar te inquieta;
mal a la deuda respondes;
no es satisfacción discreta.
Hoy prometiste llevar
dineros para Fulgencia,
y hasla mandado esperar
sobre su misma paciencia,
plazo que no ha de llegar.
Advierte que si es mujer
y se sustenta de ver
tu talle a falta de todo,
que hay dos niños, que de un modo
saben llorar y comer.
Avisa si ha de empeñarse
otra basquina o baquero.
Si im triste quiere ahorcarse,
nmica falta un majadero
que le ayude a rematarse.
¿Estarás muy triste?
Estoy,
Sabino, para matarme.
De eso comeremos hoy;
^qué, no hay plata?
Ni un adarme;
ahora a venderme voy.
(iJe qué estás tan de.scompuesto?
\)i¿ estii manera me ha puesto
el buen viejo, a puros palos.
En verdad que no son malos,
j>ara no comer tan presto.
¡Olí, que le acabe la j^ota!
No, sino el mar de mi amor,
cuando su campo alborota,
esperaba su favor.
Sab.
¿Tras tanta bníjula, sota?
¿Qué hemos de hacer?
Lup.
Morir.
S--^.
¡Bueno!
Lup.
A Italia me quiero ir.
Sab.
Y que se quede al sereno
tu mujer y hijos.
Lup.
0 asir
algún vaso de veneno.
Sab.
¿Querrás brindarme?
Lup.
Xo quiero
sino bebérmelo entero.
S.\b.
»Si en la mano lo tuvieras,
sospecho que de él me dieras.
Lup.
A la ocasión me refiero.
(Alce la bolsa.)
¿Beberé?
Sab.
¡Ten, pesia tal!
¿Es bolsa?
Lup.
¿Pues no lo ves?
¿Estaráte el medio mal?
Sab
Y aunque todo me lo des.
¿es oro? (i)
Lup.
Sí.
Sab.
Rico metal.
Lup.
Fuera como oro potable.
vSab,
¿Dime, señor, quién te dio
su epíctima favorable?
Lup.
Del mismo palo salió
el antídoto admirable.
Toma, y a la plaza irás.
donde de cenar traerás,
con que excedas las comidas
de Oeopatra.
Sab.
Eres un :Midas.
Lup.
Mido esta bolsa y no más.
Camina.
S.\B.
¿Traeré mi capón?
Lup.
Trac im pavo.
Sab.
¿Habrá perdiz?
Lup.
Con su pimienta y limón.
(lue es de este invierno el tapiz,
y para el vino un jamón.
Sab.
De lo de a dos pelos saco.
Lup.
Yo, en tanto, a Fulgí ncia aplaco
de desta mi ausencia tardía.
Sab.
¡.'\h, cómo Venus se enfría,
si faltan Ceres y Baco!
(i> Hartz. enmendó (<in i>r<il».iljk- a<.i<iio «< .tsau
(i) Hartz. corrígí6 «¿oro os?» pura (juc el verso no
resulte lurjfo.
ACTO trímero
99
(Vayanse. Entren Fvlgencia y Cixauro.)
Cei,. Digo que ti no haber venido
de lo que digo procede.
Ful. ¿Tanto mi desdicha puede?
CeIy. Mucho en el querer Jo has sido.
Porque si eres extremada
en discreción y hermosura,
fué pensión de tu ventura
ser en amor desdichada.
Fui,. ¿Que mi Lupercio, Celauro,
quiere bien a otra mujer?
CEU. Su amistad quiero ofender,
porque tu vida restauro.
Digo, Fulgencia, que sí,
y que el no venir a casa
es que por ella se abrasa
y no se acuerda de ti.
Fuu. ¿De mí no se acuerda?
Cei,. Xo.
Fru. cQué dices, Celauro?
Ceu. Digo
que no es Lupercio mi amigo,
de'spués que tú fe rompió.
¡Jesús!, ¿quién imaginará
que, por viles ocasiones,
a tales obligaciones
pudiera volver la cara?
¿Esto es amor? ¿esto fe?
¿esto es años de amistad?
¿esto es gusto? ¿esto es lealtad?
¿esto en los hombres se ve?
Hombre soy, y desde aqiu',
para que mejor te asombres,
quiero estar mal con los hombres,
quiero comenzar per mí.
Fuu. Dame un poco de lugar,
para que mi sentimiento
se pueda de mi tormento
más a la larga informar.
Que si de él ansí te quejas,
y no te importando a ti,
¿no sabré yo para mí
las injurias que me dejas?
En fin, ¿dices que este hombre
quiere bien a otra mujer?
Ceu. y digo que lo has de ver,
y saber su casa y nombre.
Fuu. Digo que es poca lealtad
de una mujer como yo,
a quien Lupercio obligó
con su hacienda y voluntad,
creer de él esta bajeza
sin remitillo a la vista.
CEU.
Fuu.
CEU.
Fuu.
CEU.
Fuu.
CEU.
Fuu.
CEU.
Fu-U.
CEU.
Quien la costumbre conquista,
emprende (i) a naturaleza.
El trato te hace estar
tan confiada del daño,
pues no puede el desengaño
tu loco amor derribar.
Si no juzgas por traición
ser de Lupercio enemigo,
ven esta noche conmigo,
verás su loca afición.
Verás que lo que se goza
se tiene en poco o fastidia,
y que ha de engendrar tu envida
celos de una hermosa moza.
¿Qué eso podré ver?
Y como
si es secreto que me fía.
Notable paciencia mía;
como de burlas lo tomo.
Ahora bien, ¿de qué manera
podré verlo?
Rebozada,
o como hombre disfrazada,
al descuido desde fuera.
¿A qué hora?
Entre las doce
y la tma la ha de hablar;
y como él acierte a entrar,
ten por cierto que la goce.
Y si aquesto no te obliga
a estimar mi volimtad,
y su mucha deslealtad
no te ofende y desobliga,
desde aUí me verás ir
donde mmca más me veas.
Oue haré lo contrario creas,
que no me quiero morir.
Somos todas las mujeres
de un humor tan bien dispueto
que nos consolamos presto.
Basta decir que lo eres.
Está a punto prevenida,
que Alfredo vendrá por ti.
¿Que también lo sabe?
Sí,
que es testigo de mi vida.
Ya sabes que los criados
no se excusan el secreto,
porque son para este efeto
enemigos no excusados.
En fin, es hombre de bien.
(i) Hartz. enmendó «desmiente».
lOO
LOS EMBUSTES DE CEI.AURO
Fui..
Cel.
Ful.
Cei..
Fui,.
Pues llama, en siendo ocasión.
El te hace a ti traición
y yo a Lupercio también.
Pero, en fin, más te debía
y menos bien te ha pagado,
pues yo estoy por ti abrasado
y él entre fuego se enfría.
\'oinie, ¡plega a Dios que sea,
Fulgencia, para tu bien!
Celauro, aun el bien no es bien
para quien no lo desea.
Todas estas cosas dichas
verás en dando las once.
(Vase Celauro.)
Fui,.
El alma tiene de bronce
quian quiere ver sus desdichas.
La mano pone en la caliente cama
del áspid que el veneno ardiente espira;
desde cerca a las piedras flechas tira,
el \'idr¡o quiebra y el licor derrama.
Su infamia dice al vulgo, y a la fama;
al hambriento león incita a ira,
al toro silba, al basilisco mira,
al VIVO fuego quiere asir la llama.
La jaula rompe al tigre, y abre al loco;
en el mar busca la perdida joya,
y escupe, cuando menos, a los cielos.
La espada del contrario tiene en poco,
y el caballo de Grecia lleva a Troya
quien quiere averiguar sus propios celos.
(Lupercio entre.)
LUP. Mi señora, enhorabuena
mis ojos merezcan veros,
y se alegre el alma, llena
de la luz de esos luceros
de la noche más serena.
Norabuena, mujer mía,
salga el sol de mi alegría,
y para dar gloria al suelo,
el aurora de mi cielo
abra las puertas al día.
Norabuena, mi Pulgencia,
vertiendo i>erlas y rosas,
corra el alba sin licencia
las cortinas temerosas
de la noche de mi ansencia.
Norabuena yo merezca,
después (juc el sol amanezca,
ver un ángel como vos,
donde la i magen de Dios
más al vivo re.splandezca.
Lup.
Fui,.
Lup.
Fui,.
Lup.
Fui,.
Lup.
Fui,.
Lup.
Fui,.
Lup.
Y norabuena os lo diga,
no amiga en breve amistad,
mas mujer que a eterna obliga,
aunque si digo verdad,
imuca fuiste más mi amiga.
]VIil horas, y todas buenas,
por mi gloria os dan mis penas.
¡Qué gracioso habéis llegado!;
las horas que habéis tardado
me pagáis en horas buenas.
Y a quien sin verme se pasa
hasta en cortesía escasa
la gente de fuera imita,
que norabuena y visita
es muy de fuera de casa.
¿Qué habéis hecho tantos años
horas digo, perdonad?
Son mis padres tan extraños,
que anda su riguridad
a caza de mis engaños.
Mi viejo dice que estoy
casado con vos, mi bien.
Dirá cuan indigna soy. '
Dirá el alma que también
por vin cabello os la doy.
Habla como padre, en fin.
No habrá cosa más ruin
que yo en aqueste lugar.
Veneno suele sacar
un araña de un jazmín.
Mal lo toma si le toco
en que es casamiento justo;
yo niego y sosiego al loco,
porque lo que da disgusto
se ha de tragar poco a poco.
Y así, con no frecuentar
vuestra casa, como suelo,
pienso a mi padre engañar.
Bien dijo Celauro, ¡ali, cielo!, (Ap.j
¿qué tengo más que probar
que acá no quiere venir?
No le podrá persuadir
todo el nunnlo, si se enoja.
¿Eso, .señor, os congoja?
¿Quién se lo podrá decir?
Que no, mi bien, no, señor;
mejor será desvelalle.
¿No venir acá es mejor?
Sí, por(iue de.sengañalle
es dar fuer/.a a .su furor.
Vendré de noche, y vendré
secreto, siendo de día,
hasta que seguro esté.
ACTO PRIMERO
lOI
l-UL.
Fui,.
Lup.
Cel.
Lup.
Cei,.
Fui,.
Lup.
Cfx.
Lup.
Cei..
Fui..
Cet..
Ya de la desdiclia mía
bastantes pruebas hallé.
¿"Esto hace un hombre?; ^;ansí
paga ixn hombre a una nuijcr?
¿Qué dices?
Pensaba en nn',
si era bien ausencia hacer
por algún tiempo de aquí.
Con mis hijos y licencia,
me iré donde vos mandéis,
a Zaragoza o Valencia,
por cuatro meses o seis,
que podré sufrir de ausencia.
Y creed que a esto me atrevo
porque a casos tan prolijos,
no sin vos, con vos me muevo,
que llevando vuestros hijos,
emdos pedazos os llevo.
Y como ya para vos,
aunque para mí no es carga,
quiéreos dividir en dos,
que, al fin, la jornada es larga.
¿Lloráis? ¡Oh, qué bien, por Dios
Pues yo os prometo que es día
para tener alegría.
(Entre Celauro.)
¿Está aquí Lupercio?
Estoy.
Escucha.
Sin duda, hoy
se traza la muerte mía.
Hablándole está al oído;
debe ie ser el concierto
entre los dos prevenido.
Si esto escucho, si esto advierto,
¿qué aguardo al mayor sentido?
¿Si hablaré, si le diré
mis celos a mi enemigo?
Cuanto me mandas haré;
que el peligro en el amigo
es la prueba de su fe.
Fulgencia, adiós.
Mi señora,
perdonad, que no se excusa
a lo que vamos agora.
Parece que está confusa.
Es que a lo que vas ignora.
¿Has de salir?
Venga Alfredo.
(Vuélvase a ella Celauro.)
Pues mira que has de callar.
Fui,.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Ris.
Ful.
Yo sé que cumplirlo puedo;
porque cuando quiera hablar
atara mi lengua el miedo.
(Fulgencia quede sola.)
¡A)^ desdichada mujer,
entre cuantas han nacido!
Lupercio, ¿esto vengo a ver?
La posesión de marido
te ha enseñado a aborrecer.
Si marido vituperas
la que mis brazos te dan,
y otra que pierdas esperas,
más te quisiera galán,
para que amor me tuvieras.
Hoy muero, sin duda alguna.
(Entre Riselo, criado.)
Ya. parece que nos mira
favorable la fortuna;
Fulgencia está aquí y suspira,
humildad (i) tiene la lima.
¿Señora?
¡Oh, Riselo amigo [
¿De qué estás triste?
No sé.
¿No estaba agora contigo
Lupercio?
Y de aquí se fué
con su amigo y mi enemigo.
Alégrate, que he topado
a Sabino, su criado,
hecho un rico despensero;
que la flota del dinero
ya debe de haber llegado.
Pavos, perdices, capones^
buena ternera y jamones,
alegre estaba comprando,
y comprándolo trocando
muy regalados doblones.
¿Qué dices?
Lo que te cuento.
¡Ay, triste!
¿Qué, no ha llegado?
Ni lo tiene en pensamiento,
que todo lo que ha comprado
es con otro fundamento.
Yo le hablé, y es para ti,
que no es para el viejo, no.
¿Que en efeto te vio?
(i) Hartz. corrigió, «humedad». Lope escribiría,
como de costumbre en su tiempo 'humidad». Así lo
escribe nids adelante.
I02
LOS EMBUSTES DE CELAURO
RiS.
Fui,.
Sab.
Fui.
Sab.
Ris.
Ful.
t^AB.
Ris.
vSab
I"LI,
Sab.
l'íi.
Sab.
y digo que le hablé yo,
y el oro y la ceua vi.
Cree que es para otra parte,
donde ya Lupercio vive.
fENTRE Sabino,)
Eso dejarás aparte,
y lo demás apercibe,
si sabes del gusto el arte.
Capón y perdices asa,
V pon el pavo a lo fresco,
que la mano más escasa
hoy hace un brindis tudesco
a la gente de esta casa.
¿Qué hay, vSabino?
Soy veedor,
esta noche, de una cena
que quiere dar mi señor.
¿\'es que para ti se ordena
toda esta jira y favor?
¡Ay, Riselo, ya lo entiendo!
Como vio que tú le vías,
el oro distribuyendo,
viene para fiestas mías
este convite fingiendo.
Dame tú que no lo vieras,
que nunca viniera acá.
¿Qué?, ¿tenemos A-a quimeras?
No sé, por Dios, triste está.
Xo debe de ser de veras.
¿Dióte cincuenta doblones
Lupercio, en mía bolsilla?
Bueno vienes de invenciones;
pero tal es la cartilla
donde te enseñan traiciones.
Veinte escudos me dio a mí,
de ciento y veinte que ahora
sacó al viejo, y yo los vi,
y sé que dijo, señora,
que eran todos para ti.
¡Ea, desecha el recato!,
IK»ique mostrarte inhumana
parece en tu jk-cIio ingtato,
como quien niega que gana
]x}T no obligaise al barato.
Linda cena te he traído,
y para mañana mi pavo
jK-quefio, gordo y manido.
Hoy de conf>certe acal)o;
]cuán cierto Ci-lauío ha sido!
¡Ay de nu"!
Uajite.
Vv\..
Sab.
Ris.
Sab.
Ris.
A ver vov
esos regalos.
bAB.
Ris.
Sab.
(Vase FuLGENCiA.)
¿Qué es esto?
De todo inocente esto}-.
En qué confusión me ha puesto.
Poco espantadizo soy.
Que como conozco amantes,
nunca sus enojos creo,
porque son muy semejantes
a las lunas, en que veo
sus crecientes y menguantes.
Ellos llueven y hacen sol
cuando les viene al capricho
el nublado o arrebol.
Sí, pero lo que me ha dicho
no es bueno, a fe de español.
Entra y mira en lo que entiende,
porque es amor como duende
que siempre escucha y acecha.
Voy.
Mas ¿de qué le apiovecha
iü Lupercio no la ofende?
(Entren Celauro y Lupercio.)
CEL.
Desdicha ha sido, y para mí de suerte,
por haberos sacado de esta casa,
que no es menor dolor el de la muerte,
'"on tal rigor el corazón me pasa.
Lur.
Menos, por vida Niiestra, me divierte
que así mi condición notéis escasa.
Celauro, yo he perdido, ya e.«tá hecho,
y es todo sentimiento sin provecho.
¿Sabino?
Sab.
¿Mi señor?
Lup.
¿Qué hay de Fulgencia?
Sab.
La cena truje y a mirarla es ida.
Lup.
I'arte y dile que salga a mi presencia,
(¡ue ya espero tenella desabiida.
Sab.
También estotro viene de pendencia,
1 i visla en los bigotes escondida.
ACTO PRIMIÍRO
103
¡Olí, amor!, ¿quién templará tus instnimentos,
siendo tus cueidas locos pensamientos?
(Vayase Saüino.)
Conozco yo la casa de Ricardo;
dijeos mil veces que no entraseis dentro,
<jue allí nadie se viste paño pardo,
Lup.
Mi dinerillo, en fin, volvió a su centro.
Cet,.
Parábades también a lo gallardo.
Lup.
Nunca entre mil azares un encuentro,
Cei..
¿Que perdéis?, la verdad
Lup.
Siempre la digo,
que de fanfarrias nunca he sido amigo.
Cei<.
¿Perdéis seiscientos?
Lup.
¡Bueno!; y cien escudos
de a once reales y de tres cuartillos,
recién nacidos, solos y desnudos,
de miedo de mis manos, amarillos.
Cei..
Con eso ya esta noche iremos mudos,
que es del gusto el perder cadena y grillos.
I,UP.
No puede el interés perdido tanto;
vos veréis que de alegre taño y canto.
¿Dónde decís que viven esas damas?
Cei<.
Iodo se os ha olvidado con el juego;
por la que yo me abraso en vivas llamas,
celoso el padre pierde su sosiego;
yo por guardar sus honras y sus famas,
a su ventana disfrazado llego;
el padre me conoce y se ha corrido
de que la ofenda quien su amigo ha siao.
Ella con el castigo ha confesado
que es otro y no soy yo, y en esta prueba
queda para esta noche concertado,
que como no sea yo, mejor lo lleva;
llegad a la ventana disfrazado,
que engaños en amor no es cosa nueva,
y como el viejo vea el desengaño,
no temeremos de su enojo el daño.
Lup.
Casi (l) os entiendo, pues si aquesto pasa
como se traza, el padre se asegura.
Cei..
Y como antes entraré en su casa,
que es lo que el alma de mi amor procura.
(P'tjlgencia, entre. j
Fur,.
La mano liberal, la vista escasa
trae Lupercio en esta cojointura;
¿es acaso Celauro convidado?
Cei..
No es nuevo el verme en vuestra casa honrado.
Pero de buena gana lo aceptara,
a no tener que hacer, y así, Fulgencia,
licencia os pido.
Fui,.
¡Qué traidora cara!
Responde.
Lup.
Fui,.
Vos tenéis, señor, licencia.
CEt.
En fin, aguardo.
Lup.
En mi temor repara,
y no me hables secreto en su presencia.
(Vayase Celauro.)
Ful.
¿Para qué es tan espléndida comida?
Lup.
Para serviros; para vos, mi vida.
Fui,.
¿Para servirme a mí?
Lup.
¿Pues a qué efeto?
Fui,.
Rico, sin duda, estáis
(i) HarLz. enmeudó, «así lo».
I04
LOS EMBUSTES DE CELALRO
LlP.
Antes muy pobre,
que el rico a la miseria esta sujeto,
y el pobre gusta que el sustento sobre.
Ful.
¿í*ues el dinero me tenéis secreto?
Lup.
Si moneda de oro, plata o cobre
yo tengo en mi jxxler. Dios me destruya.
FlX.
¿Hase visto maldad como la suya?
¿Que no tienes dinero?
Lup.
Ni una blanca.
Ful.
¿Ni hoy tu padre te ha dado cien ducados?
Lup.
¡Sí, que es su mano liberal y franca!
¡Allí los tiene para mí contados!
Si entrara yo en la cueva en Salamanca
y sacara seis diablos conjurados,
no le sacara de un doblón arriba.
Ful.
¿Así viva mi F^steban?
Lup.
Así viva.
Ful.
¿Que no os ha dado nada?
Lup.
¿Qué es aque.sto?
Ful.
¿Por vida de Enriquito?
Lup-
Y de vos propia.
Ful.
jMiradlo bien!
Lup.
Verdad os digo en esto,
.sf palos para dar no es voz impropia.
Que por vuestra defensa descompuesto,
su báculo me ha datio tanta copia,
que hoy me costáis la sangre de este lienzo.
Fui,.
alastrad
lyUP.
Fste es.
(Mué'^trde el lienzo con samare, que frac en la laltriqucra.)
Ful.
¡Qué presto que me venzo!
¿Fs posible que aquesto sea mentira?
¿Es posible que en trato de diez años
quepa maldad que así me mueva a ira?
Amor, déjame estar en mis engaños.
Lup.
Vuélveme el lienzo, mis señora, y mira.
Ful.
¿Qué me queréis, crueles desengaños?
Lup.
¡Qué divertida estás! El lienzo suelta.
Fui.
Deja, que el alma va en su sangre envuelta.
Lup.
No le laven, señora, por tus ojos;
déjale por testigo de este día.
Ful.
Laváranle mis lágrimas y enojos;
Lup.
Con esas perlas, no, señora mía.
Ful.
Antes, mi bien, con sus corales rojos
guardarlas en el lienzo amor podría,
y en memoria a los cielos ofrecerlas.
Lup.
¿Qué rico lienzo de coral y perlas?
Ful.
Vente a cenar, mi bien
Lup.
Soy tu marido.
Ful.
Habla bajo, no lo oiga algún criado,
pues por tu padre tan secreto ha sido,
que nadie ha de saber que estás casado,
Tap.
De no poder decirlo estoy corrido,
que mucho gana el bien comunicado.
Ful.
Tu esclava soy.
ACTO PRIMERO
lO:
T.up.
ijesús!, ¡Amor lo ha hecho!
Ful.
Aun llevo el corazón fuera del pecho.
(Entren I.eonela y Celauro.)
Leo. Extraña es esa invención.
^•Que hable a Lupercio me mandas?.
Celauro, ¿en qué pasos andas?
Cel. En pasos de mi pasión..
Leo. ¿y que él me ha de quebrar?
Cel. Haz eso por mí, Leonela.
Leo. Poner puedes una escuela
de fingir y de engañar.
Cel. Vame en aquesto la vida.
Leo. ¿Pues qué resulta en tu bien?
Cel. Oue la posesión me den
de una esperanza perdida.
Haz, hermana de mis ojos,
esto ahora por tu hermano.
Leo. Que he de obedecerte, es llano,
y que lo son mis enojos.
Pero, mira, hermano mío,
que desdice a tu valor
que yo muestre a un hombre amor.
Cel. Del tuyo esto y más confío.
Leo. ¿No me dirás a qué efeto
eres tercero conmigo
de tu amigo?
Cel. Ser su amigo
V tener de él buen conecto.
Porque quiere amartelar
una dama con quien habla.
Leo. Bien mi negocio se entabla;
si me pretendes casar.
Mira, señor, lo que haces.
Cel. Leonela, tu honor pretendo;
haz esto que te encomiendo,
que así mi amor satisfaces.
IvEO. Ve con Dios, que yo estaré
en la ventana esperando.
Cel. y 3-0 a verle requebrando,
su ingrata dama traeré.
Leo. ¿Eso te debe de hacer
que intentes eso tan ciego?
Cel. Cosas, Leonela, te niego,
que un ciego las puede ver.
Leo. ¿Quieres bien?
Cel. Tengo perdida
el alma.
Leo. Tu hermana soy,
habla.
Cel. Satisfecho estoy.
Leo. Pues di.
Cel. Escucha, por tu vida:
p;n una casa de juego,
donde reina la fortuna,
más que en el mar y en palacio
entre lisonjas y burlas,
hice amistad con Lupercio,
un hombre en qm'en viven juntas
cuantas gracias pensar puedes,
que es poco, aunque pienses muchas.
Pasados algmios días,
de dos almas hizo una
amor, el trato o la estrella
que nuestros pechos ajusta.
Confióme sus secretos,
pareciéndole segura
el arca en que los guardaba;
pero no hay fuerte ninguna.
Llevóme a ver mía dama;
no la consideres rubia,
así te dé Dios contento,
que harás a mi gusto injuria.
Xo pienses que de su rostro,
prestándome amor la pluma,
quiero hacer vanas quimeras
con fabulosas pinturas.
Xo robaré a los jardines,
entre los cuadros de murta,
los jazmines y claveles,
oro al indio, plata al Fvicar.
Xo diré que es sol, ni imagen,
Venus clara o blanca luna,
sino que es una mujer
que vi, por mi desventura.
Roca del mar, en firmeza;
tigre de Hircania, en la furia;
sibila, en la discreción,
y fénix, en la hermosura.
Vila, en efeto, Leonela,
y que enamorara juzga,
no digo a un hidalgo noble,
pero a mi villano de Asturias.
Pasé gran tiempo callando,
y entre estas penas y angustias,
con ser yo quien me sufría,
fué insufrible mi locura.
Lo que he dicho y lo que he hecho
a quien ama lo pregunta;
pero es labrar en un jaspe
con im vidrio una figura.
Viendo, pues, que no tuvieron
mis penas remedio nunca.
io6
I.OS EMBUSTES DE CEI.AUKO
Leo.
Cel.
Leo.
Cel.
Leo.
pretendo descoiiiponellos
y dar principio a las suyas.
Quiero que Fulgencia vea
que de otras mujeres gusta
el más firme de los hombres,
V que a estas horas las busca.
Que yo sé que aunque no olvide
amor que ha tanto que dura,
dará gusto por venganza
a esta vida, sangre tuya.
Si te parece traición,
mira a donde el amor triunfa,
a Egisto, Tarquino y París,
que amarrados me disculpan.
Y iplega a Dios que me vea
en una galera turca,
si es \-icio mi pretensión,
sino del amor la culpa!
Las doce, hermano, han tocado;
déjame que arriba suba,
mientras que vas a llamarle.
¡Oh, hermana, mi invento ayuda!
Parte, que en la reja espero.
Advierte que si te turbas,
me puedes quitar la vida.
Quien ama todo lo duda.
(Vanse.)
(Octavio, caballero, y Aristo, criado.)
QCT.
Si supieras qué es celos,
yo sé que mi cuidado disculparas.
Ari.
No lo quieran los cielos,
que para no ver cosa con dos caras,
hay muchas opiniones,
que son aborrecibles los doblones.
OCT.
¿Celos tienen dos caras?
Dime de qué manera, por tu \ida.
Ari.
Si en los celos reparas,
verás bien que no hay cosa más fingida.
OCT
liso saber deseo,
que entiendo menos cuando más po.seo.
.\KI.
Cuando un ctlo.sí> quiere
averiguar sua celos, luego llama.
pues por saberlos muere,
amigas o criadas de su dama,
y jurando secreto,
dice que importa para cierto efeto.
No le han desengañado,
cuando escondiendo el que mostraba tierno
les muestra el rostro airado
y se convierte en furia del infierno;
ya ves aquí dos caras.
OCT.
Digo que por extremo lo declaras.
Ari.
Pues si habla con su dama,
verás que la regala y la requiebra,
y que su bien la llama,
y está como una víbora o culebra
oculto entre las flores;
¿éstas no son dos caras?
OCT.
^Oué mayores?
Ari.
Pues todo cuanto intentan,
hablan, regalan, piensan, imaginan,
fabrican, trazan, cuentan,
prometen, disimulan, determinan,
todo tiene dos caras.
OCT.
ívuego, ¿téngolas yo?
Ari.
One se ven claras.
¿No dejaste a I^eonela
esta noche segura?
OcT.
Amor me abrasa.
Ari.
Luego ha sido cautela
volver celoso a ver su calle y casa;
quien ama, é.se confía.
OCT.
Quien ama teme, cela y desconfía.
Ari.
Amor es confianza.
OCT.
.Vmor es miedo y po.se,sión nicdro.sa,
después que el bien alcan/.:i.
ACTO PRIMERO
107
Ari.
Quien quiere está en su centro, allí reposa
OCT.
No hay reposo en quien ama;
solícito es amor, temor se llama.
Ari.
Quien duda y teme, ofende
la confianza de la cosa amada.
OCT.
Temiendo la defiende,
que del amor es el temor la espada.
Ari.
Gente viene.
OCT.
Aquí espero.
Ari.
^las, ¿si fuese tu miedo verdadero?
(Entren Celauro y I^upercio, en hábito de noche.)
L,UP.
Quisiera que te hallaras en la cena,
porque fué por extremo regalada.
Para ti, por lo menos, lo sería.
Lup.
Xo lo digas de burlas, que no hay cosa
como la mesa, para dos que se aman;
aquel hacer el plato, aquel partirle
lo más sabroso y ver que si lo come,
parece que es del que lo da sustento,
no tiene igual con los tesoros de Indias.
Cei..
Dices muy bien, que en esas ocasiones
trinchan los ojos y hace salva el alma,
pues que el saber que gusta de una cosa
y el haberla buscado con cuidado
y ver que come en ella juntamente
la voluntad con el sustento, creo
que puede de placer matar un hombre.
Lup,
¿Xo estoy bien empleado, por tu vida?
Cei,.
¿Eso preguntas? Es Fulgencia un ángel,
no he visto yo virtud como la suya.
Lup.
Xi has visto voluntad como la mía.
Cei..
Lo mismo quiero, que en oyendo a Flérida,
digas de mi firmeza y su hermosura;
la reja es ésta; llega, que aquí aguardo.
Lup.
¿Y saldrá con la seña?
Cel.
En el momento
que con el pomo en la rodela toques.
(Llegue IvUPERCio a la reja.)
OCT.
¿Qué te parece de esto, Aristo?
Ari.
Digo
que sois casi poetas los amantes.
OCT.
¿Parécete que es justo tener recelos?
¡Prevén la espada!
Ari.
Mejor fuera el ánimo.
(Alfredo, y Fulgencia en hábito- de hombre.)
AiF.
Esta es la calle y ésta es la ventana.
Ful.
Un hombre está debajo de la reja.
Alf.
Si es hombre, no lo dudes que es Lupercio;
mas suele amor hacer de sombras hombres.
Fui,.
Señas hace.
Alf.
Ya sale la señora.
(Leonela, en lo alto.)
OCT.
¿Señas, Aristo? Cosa nueva es ésta.
Ari.
Más nueva me parece que ella sale.
OcT.
Matarle quiero.
Ari.
Tente, que ha venido
bastantemente apercibido el hombre;
io8
LOS KMRUSTES DE CELAUKO
que uno está rebozado en esta esquina
y dos vienen ahora en retaguardia,
de suerte que han de ser cuatro por fuerza,
pues cuatro a dos es la mitad.
OcT.
Ari.
Hov muero.
Leo
.\d vierte el fin.
OCT.
El de mi vida espero.
¿Cómo, mi bien, no me habláis,
que ha rato que estoy aquí?
Porque no hay fuerzas en mí
hasta que vos me las dais.
Que como hasta que el sol sale,
todo está mudo, en silencio,
no menos me diferencio,
ni él más que esos rayos vale.
Ya que me habéis hecho salva
y decís que el sol espera,
soy la calandria primera
que canta en saliendo el alba.
A fe que es hombre leído.
;Xo ves la comparación?
Leído habré su traición,
que letra bastarda ha sido.
¿Xo escuchas, Fulgenc'a bella,
a tu Lupercio?
Xo sé
si al alma crédito dé
o al traidor que vive en ella.
¿Que esto pasa, que esto ven
los ojos que éste adoraba?
Hoy con la vida se acaba,
Alfredo, el amor también.
¿Qué me tienes, honra infame?
déjame vengar mi afrenta.
¿Qué es lo que tu furia intenta?
Oye. ¿quieres que le llame?
Xo, amigo, que aunque estoy loca,
guardíí í'l rostro a mi opinión,
reprimiendo el corazón,
que viene ardiendo a la boca.
Que si faltase esta luz,
con una voz fjue daría
del pecho se esca])aría (i)
como bala de arcabuz.
(CnLAUBO, aparte.)
Ckl. TíkJo se traza a mi gusto;
Ari
OCT
Al.F.
I- 1 -I.
Al.F.
I-ri.
(t) V.n el •irJKÍn'il «If cssarparía». I^t corrección,
at c-rt.-ul:i, <••* <\f H.-irl/i-nliiivi h.
Fulgtncia se va inquietando.
Muere, pues matas amando,
de celos, rabia y disgusto.
¿Hay bien que a mi bien se iguale?
¡Oh, industria^ cuánto aprovechas
para fortunas deshechas
donde la fuerza no vale!
Lup. Traigo contento el deseo
de una esperanza tan loca,
que ^'a parece que toca
lo que pienso que poseo.
Suplicóos que algún favor
confirme esta confianza.
Leo. Sí, haré, por mi fe, si alcanza
tanto la mano de amor.
I<UP. Con la vuestra me contento.
Leo. Es imposible alcanzar.
OcT. ¿Que a tanto puede llegar
un cobarde sufrimiento?
Fn^. ¿Ves, Alfredo, cómo pide
la mano al galán?
Alf. Sí, veo.
Lup. Pues yo mido mi deseo,
tú, señora, tu amor mide.
Ivlega mi deseo a ti,
qixe va por este favor;
baje a mí tu mano, amor,
verás tu medida ansí;
aunque era mejor tu mano
para esforzarme a subir;
¿pero quién podrá medir
lo divino por lo humano?
Leo. ¿No es bueno que sin amor
hablo a un hombre que no veo?
Lup. ¿Xo es bueno que sin deseo
estoy pidiendo favor?
OcT. ¿Xo es bueno, Aristo, que esté
aquí un hombre como yo?
Ful,. ;Xo es bueno, que le pidió
la mano? ¡oh, traidor sin ^e!
Al,F. ¿No es bueno que tú lo aguardes,
pudiéndolo remediar?
OcT. Déjame, Aristo, llegar,
que nunca hay celos cobardes.
Cei,. ¿No es bueno que estoy contento
de ver a F\ilgencia ansí?
Fl'l.. Déjame llegar a nn',
que me ahoga el sufriiiúc uto.
Al.F. Detente.
Fui,. Déjame hacer,
¡Ah, caballero!, ¿A quien digo?
(Llegue l'n.GKNCiA arrebozada a I.upircio.)
ACTO PRIMi:iiG'
109
Lup.
¿Es amigo?
Cei,.
Fut.
No es amigo,
que vos no lo sabéis ser.
Lup.
Lup.
¿En qué os ofendo?
CEr,.
Fui,.
En hablar
I,UP.
esta mujer.
Cei,.
Lup.
¿Esto había?
¿es vuestra?
Fui,.
Si fuera mía,
yo la supiera guardar.
OCT.
Lup.
¿Pues qué es lo que pretendéis?
Fui,.
Que dejéis este cuidado.
que yo sé que estáis casado.
Leo,
Lup.
Vos, pues, ¿de qué lo sabéis?
Fui,.
Esto basta, y dame pena
lo que aquí en su ofensa pasa.
Ari.
y mal guardáis \Tiestra casa
OCT.
mientras andáis por la ajena.
Lup.
¿Es mi hermano?
Fui,.
Soy quien so}';
salid de la calle luego.
Cel.
Yo he de perder este juego,
si a remediarlo no voy.
¡Ah, celos, que no guardáis
palabra que prometéis!
Leo.
¡Ah, caballeros!, ;no veis
que mi opinión infamáis?
Ari.
Había un competidor
y ya hay dos.
Leo.
Lup.
Vamos de aquí.
OCT.
Fui,.
Seguidme.
Leo.
Lup.
Venid tras mí.
OCT.
¿Hay más extraño rigor?
Leo.
Al,F.
A reñir van, ¿qué remedio?
Ari.
Cei,.
Alfredo, yo soy perdido.
OCT.
si aquesto queda entendido.
Leo.
(A un lado riñen Fulgencia y I.upercio.)
Ari.
OCT.
Al,F.
Ven, que riñen.
-IRI.
Cei,.
Ponte en medio.
OCT.
Al,F.
Paso, señores.
Leo.
Fui,.
No hay paso.
OCT.
Lup.
¿Quién es?
IvEO.
Fui,.
Apartaos de ahí.
Lup.
Dejadle, pues.
Fui..
¡Pese a mí!,
de aquesta punta le paso.
Cei,. ¿No ves que estoy de por medio?
Lleva, Alfredo, a ese galán.
Ai,F. Vamos, señor.
Fui,. ¿Qué no harán
celos? ¡Oh mal sin remedio!
(Vayase Fulgencio y Alfredo sosegándole.)
Echa tú por esta calle,
y no os encontréis los dos.
¿Sabes quién es?
No, por Dios.
¡Qué buen mozo!
¡Gentil talle!
(Llegue Octavio a la ventana.)
¡Ah, señora, por quien son
las presentes cuchilladas,
o aquesta danza de espadas
hecha en vuestra devoción!
¡Ah, señor, el que lo mira
y está en la calle envainado!
¿cuánto le cuesta el tablado?
Gentiles pedradas tira.
Cuando riñen dos galanes
de ima dama tan fingida,
no se ha de jugar la vida
ni se han de hacer ademanes.
Y crea vuestra merced,
que cuando mi causa fueía,
a estocadas los cosiera
yo sólo en en esta pared.
Mas si con igual querella
riñen sobre este lugar,
ventana quiero alquilar
y ver los toros en ella.
¿Es mi Octavio?
Soy el diablo.
Octavio, señor, espera.
¿Que espere? ¡Gentil quimera!
Oye, escucha, ¿con quién hablo?
¡Óyela, señor!
No quiero.
Oye la satisfacción.
¡Oye, señor, su razón!
Déjame tn, majadero.
Mira que está haciendo extremos.
Ya no hay hablarnos los dos.
¿No queréis?
No.
Pues adiós,
que mañana nos veremos.
FIN DEL PRIMER ACTO
no
I.OS EMBUSTES DE CELAURO
ACTO SK(U'XDC;
FIGURAS DEL SEGUNDO ACTO
Cklauro. gentilhombre.
Alfrkdo. su criado.
Ft-LGEXCIA, dama.
RiSELO, su criada.
Octavio, caballero.
Arlsto, su criado.
Leonela, hermana de Ce-
la uro.
I.rPKRCIO.
Sabino, su criado.
(Alfredo y Cexauro.)
Alf.
¿Que tanto descompuso la pendencia
dos voluntades que el amor tema
en tan estrechos lazos obligadas?
Cel.
Luego que te partiste de esta villa,
amigo Alfredo, fué creciendo el daño,
p>orque entre los amantes, las pendencias
suelen durar por ser tan pertinaces,
porque quieren que el uno niegue al otro.
Alf.
Yo los dejé en extremo desabridos,
después, señor, de los injustos celos.
¿Supo, dime, Lupercio, que era ella
la que en hábito de hombre lo fué tanto
que osó reñir con él de cuerpo a cuerpo?
Cei..
No lo supo Lupercio, ni lo sabe,
porque yo le llevé tan divertido,
que cuando vino a verla aquella noche,
ella estaba en la cama y sosegada.
Mas como amor no duerma bien con celo.s,
y sean los dos tan grandes enemigos,
puesto, Alfredo, que padre e hijo sean,
así se los pidió de aquella dama;
así enojada estuvo, así ha llorado,
que Lupercio, movido a ira y cólera,
pu.so las manos en su rostro hermo.so;
pu.sí> las manos en el sol, Alfredo;
ofendió las estrellas de .sus ojos;
escurcció la clara luz del día;
y como en los eclipses <le ordinario
nos muestre el .sf>l aíjuel color sangriento,
sangre puso en el sol, sangriento estuvo
el roslro a quien e.sta alma adora y teme.
Ar.i'.
¡Válame Dios! ¿que esa bajeza hizo?
Cel.
No le culjK-.s, Alíredí), que luios celos
pedidos sin raz/'in, de .se.so privan.
Alf.
Razón tuvo Fulgencia.
Cel.
Kn el engaño,
mas Lupercio inocente de la culpa.
Alf.
¿No te pesa de haber, con tus embustes,
dado ocasión para que aquellas manos
hayan tocado temerariamente
en el sol, en el cielo, en las estrellas,
del cabello, del rostro y de los ojos?
Cel.
Dios sabe que su daño me ha pesado
}• que me cuesta lágrimas piadosas;
pero ¿qué quieres?; que el camino es éste
de negociar mi bien; porque no hay otro
como sembrar discordia entre sus almas.
Alf.
¿Qué tienes negociado?
Cel.
Que Fulgencia
dejó su casa y sus queridos hijos
y, como huyendo, vino a la de Andronio,
que, como sabes, es mi tío, a donde
he comido y cenado aquestos días,
sustentando esta vida de sus ojos:
que así en la India se sustenta gente
de sólo olor y sólo de la vista,
y no es mucho milagro para un ángel.
;Hasla hablado?
Alf.
Cel.
Hela hablado y persuadido.
Alf.
¿Y qué responde?
Cel.
Que a Lupercio adora.
Alf.
Muy adelante estás.
CEL.
Hice a mi hermana
que la viniese a ver y a persuadilla,
y ha dormido con ella cuatro noches,
con envidia <U I niuiido v <lr mi ¡ihiia.
Alf.
¿Qué negocia:
ACTO SEGUNDO
III
CEr<.
Oue siga mi justicia.
¿Dura el enojo?
CeIv.
No, que ya se hablan,
y se han de ir a su casa aquesta noche,
para mis ojos y alma, noche eterna.
Ai,F.
¡Qué poca fuerza tus enredos tienen!
Retírate, que sale.
Cel.
Ai,F.
Aquí me aparto.
Cei<.
Costar me tiene hacienda, vida y alma
o de esta ingrata lie de llevar la palma.
(RiSELO y FuLGENCiA, dándole un papel.)
RiS. Acaba, lee el papel.
Fui*. Xo me porfíes, Riselo.
RiS. Por mi vida, que recelo
que te enflaqueces por él.
¡Ea, cesen los enojos,
señora, de tantos días!
Fui,. Primero las manos rm'as
se vengarán en sus ojos.
RiS. Harto más te vengas tú
en los tuyos, con llorar
perlas, que pueden comprar
las riquezas del Peni.
I^ee, que te estás muriendo.
Fuiy. Ahora bien, leo por ti.
RiS. ¿Y por ti no?
Fui,. Yo, por mí,
soy nuiy tierna.
RiS. Así lo entiendo.
Fuiy. Dame que allá no tuviera
a Bsteban y a Enrique.
Ris. Lee,
que Lupercio así lo cree.
Fui,. El dice de esta manera:
(Lee el papel.)
«Basta ya, señora mía,
las pesadumbres de un mes,
que la venganza no es
amor, sino tiranía.
Ven, mis ojos, ven, mi cielo,
que si una hora tardas más.
RiS.
Fui,.
Ris.
Fui,.
Ai,F.
cuando vengas me hallarás
muerto.»
¡Ea, entrañas de hielo!
Muerto dice.
¿Y eso dudas?
No, sino con otra dama,
muerto en sus brazos.
(Alfredo aparte con Celauro.)
¿Qué llama,
Celauro, en hielo no mudas?
Cei,.
Antes aquéllo me enciende.
AlF.
Eres loco.
cei..
Soy amante.
Ris.
Lee, señora, adelante.
Fui,.
Sólo engañarme pretende.
(Vuelva a leer.)
«Sí de mí quieres vengarte,
mejor estarás aquí;
pero no vengas por mí,
pues ya no puedo obligarte.
Ven por Esteban y Enrique,
que lloran por ti, mi bien.
y si allá hay otro también.
le ruego te lo suplique.
Tu Lupercio »
Ris.
¿Lloras?
Fui,.
No.
Ris.
¿Pues qué?
Fui,.
I,a vista penetra
el rejalgar de la letra.
Cei,.
¡Qué buena disculpa dio!
Ris.
Eso es en letra de estampa.
que hay no sé qué humo en ella
Fui,.
¿Qué más estampa que aquella
que en el corazón se estampa?
Y bien dices que trae humo.
que es fuego con humidad.
Ris.
Ten, mi señora, piedad.
Cei,.
Cual nieve al sol me consumo.
¡Vive Dios, que el vil tercero
me ha de pagar estas paces!
Ai,f.
Como enamorado haces,
mas no como caballero.
Fui,.
Dile a ese hombre, Riselo,
dile a ese traidor amigo.
dile a ese falso enemigo
que de noble sufre el cielo.
que venga luego por nn.
Ris.
Dame esos pies.
Fui,.
Parte.
Ris.
Voy.
(Vase Riselo, alegre.)
112
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Frr,.
Cei..
Alf.
Cel.
FlL.
Cei..
Fli..
Cel.
Fui..
Cei..
Fri..
Cel.
Fix.
Cel.
l'\-i..
Cel.
Ful.
Cel.
rt-L.
Cel.
I^L.
Cel.
¿Celaviro, aquí estás?
Estoy
cual souxbra, siempre tras ti.
Vete, Alfredo,
Mal se lucen
los embustes de este loco.
(l'ase Alfredo.)
¿Estás ya más tierna?
Vn poco.
A esto siempre se reducen
los enojos de quien ama.
Esta noche ¿vas con él?
Acúsame de cruel,
y en este papel me llama.
¿Tanto un papel enternece?
Xo sé qué tiene el hechizo.
¡Maldiga Dios quien le hizo,
que tan tierno te parece!
¡Maldígate Dios a ti!
Xo digo quien le escribió.
Para maldecirte yo,
basta el papel.
¿Cómo ansí?
Porque cosa que ha tocado
tal mano, queda su ofensa
a cuenta de mi defensa,
como está un lugar sagrado.
¡Oh, pesia tanto rigor
y mi loco sufrimiento!
¿Qué ofensa en tu daño intento
pHjr tener a un hombre amor?
¿Soy yo tu sangre, por dicha,
soy tu hermana o tu mujer?
Xo. pero debes de ser
toda junta mi desdicha.
Pues vete, ingrata, en buenhora,
aunque sea mal para mí;
gózale y goce de ti,
a pesar de quien te adora.
Que pues que no he merecido
de ti una palabra buena,
yo haré que rabies de pena,
como yo rabio de olvido.
¿Tú qué me puedes liacer?
f Saque la da^a.)
jVive DÍO.S, que estoy de suerte;
que estoy |x>r darte la nmerte
y acabarme <le jxrder!
¿Iv.stá.s Ifx'O' ,]rar:i mí,
para una mujer la daga'
Sí. |N)rqiii- una j)n(rta iuiga
FlL.
Cel.
Lup.
Sab.
Cel.
Lup.
Cel.
Lup.
Ful.
Cel.
Ful.
Lup.
con que me saque de ti.
¿Yo te tengo? Espera un poco.
Bien dices, que yo te tengo.
(I,upi;rcio t-ulre, Risklo v S.^bino.)
(Diga, disimulando, Cei.auro.)
Loco de contento vengo.
Y yo de contento, loco.
Puesta la mano, .señora,
sobre esta daga, te juro,
por ser cruz, que es su amor puro
y que Lupercio te adora.
Deja celos y quimeras;
vete esta noche con él.
¡Oh, amigo noble y fiel,
dame esos brazos!, ¿qué esperas?
¡Oh, buen Lupercio!, primero
los has de dar a Fulgencia.
X'o sé 3 i tengo licencia,
pero obedecerte quiero.
(Arrodillase Lupercio.)
Y así, echándome a sus pies,
veré si sus manos gano,
subiendo del pie a la mano
y de ella al brazo después.
Y desde el brazo al abrazo,
y del abrazo...
Prosigue,
porque tu hechizo me obbgue
a ser de tus brazos lazo,
¿Es posible que esto veo?
¿Cómo has estado sin mí?
Pregúntalo al alma en ti,
infierno de mi deseo.
Que (i) como el mundo en su caos
y sin forma, inanimadas
las materias, y varadas
sobre la tierra las naos.
Como en el limbo el rapaz,
mas no es comparación buena,
porque 3-0 iie tenido pena
y fui de gloria capaz.
Cual tórtola sin hallar
compañía alegre algmia;
como sin el sol la luna
y sin la luna la mar.
Como el inslrunu-nto está
sin la mano del (jue toca;
como Tántalo a la boca
la fruta que .se le va.
(i) Ilartz. i'Iiiiu-ikIú hii-n para el sentido (.Fue».
ACTO SEGUNDO
113
Sab.
Lup.
Fui..
Leo.
Ful.
Cei,.
Y como sin ti, mi bien,
que eres mi causa y mi forma,
quien me mueve y quien me informa.
Por siempre jamás amén.
Acaba, vamos de aqm',
que me muero ya por veros
en casa.
Hermosos luceros,
¿posible es que os ofendí?
Entra, Riselo, y dirás
a Leonela que me voy,
y tráeme manto.
Aquí estoy,
y he sabido que te vas.
Pero así me guarde Dios,
que me pesa, aunque es tu gusto.
¡Oh, mi Leonela!
Esto es justo;
¡ea, despedios las dos!
(Cúbrase el manto.)
Leo.
Déjala cubrir siquiera.
pues Lupercio no porfía;
¿qué quieres?
Cel.
Hermana mía.
lo que es amor considera.
Déjalos, que tras pendencia.
es gran gusto el amistad.
Fui..
Cubierta estoy, perdonad.
Leo.
Adiós, hermosa Fulgencia.
Ful.
"Mi Leonela, adiós, y ved
que me habéis de ver.
Leo.
¿Pues no
Cel.
Allá la llevaré yo.
Ful.
Haréisme mucha merced.
Lup.
Leonela y Celauro, adiós.
Leo.
Adiós.
CEL.
Adiós, tigre hircana. —
Por quedarme con mi hermana.
no voy, Lupercio, con vos.
Ful.
Vos quedáis bien ocupado.
Lup.
Vamos, señora enojada.
Sab.
La cena está aparejada,
y el amor por convidado.
Ful.
¿Qué dice Enriquito?
Sab.
Llora
por su mama y por su taita,
que apenas con una gaita
le puedo callar, señora.
Ven alegra a aquella casa;
entre el sol, la noche huya.
Ful.
Vamos, vamos.
Sab.
¡Aleluya!
Hoy brindo.
Ris.
Sab.
Leo,
Cel.
Leo.
Cel.
Leo.
Cel.
Leo.
Cel.
XII
¿A quién?
A Ganasa.
(Vayanse; queden Cel.a.uro r Leonela. J
No dudo que habrás sentido,
Celauro, aquella mudanza,
porque, en fin, de tu esperanza
riguroso viento ha sido.
¿Qué te embelesas? ¿qué miras?
¡Ea, ya pasó la caUe!
¡Hola!, quiero despertalle.
¿Celauro?
¡Ay, Dios!
¿Qué suspiras?
Cual queda desvanecido
el niño que volar vio
el pájaro que pensó
coger durmiendo en el nido.
O como queda el viUano
viendo la liebre correr,
que la pensaba coger
en la cama, con la mano.
O como queda despierto
el que dormido soñaba
que en arca o campo se hallaba
algún tesoro encubierto.
O, si por un mal suceso,
soñaba en cautividad,
que ya estaba en libertad
y despierto se halló preso.
Así yo en la posesión
del bien que estaba gozando,
mi libertad vi soñando,
y despierto, mi prisión.
Yo muero, hermana Leonela,
sin remedio de remedio,
aunque ponga de por medio
toda Grecia su cautela.
¡Desventurado!, ¿qué haré,
que ya se van a gozar?
Tienes razón de penar;
alabo, hermano, tu fe.
Que es la cosa que yo he visto
más digna de ser amada.
Y tú la más envidiada
de las que en eUa conquisto,
que, al fin, dormiste a su lado.
Si vieras partes tan bellas,
más almas dieras por ellas
que por lo exterior le has dado.
Cuéntame, Leonela mía,
algo de aquel ángel santo.
8
114
Leo.
Cel-
los EMBUSTES DE CELAUIÍO
¿Santo? No te alargues tanto
que toques cu herejía.
Mira, bien puedo llamar
ángel santo una uuijer
virtuosa, sin hacer
cosa digna de culpar.
Vive en sí y fuera de sí,
V eso es más de ángel que de hombre ;
luego en darle aqueste nombre
no estoy yo fuera de mí.
Leo. Xo me mandes que te diga
más de que es lui mármol parió.
Cel. Para eso no es necesario
haberle yo visto, amiga.
Ya sé que es mármol tan fuerte,
que me resiste y me mata;
pero lo demás retrata,
V de otra cosa me advierte.
Leo. Basta decir que es bien hecha,
limpia, conforme y igual.
Cel. Es hecha de un mármol tal,
que ningún hierro aprovecha.
Y el mayor mío, es querer
hacer en esta ocasión,
sin ser yo Pigmaleón,
de im mármol una mujer.
Debajo del pecho izquierdo
tiene un lunar peregrino.
Inina en cielo tan divino,
por qué no hará loco a un cuerdo.
¿Qué color tiene?
Muy buena,
que parece su blancura
como sangre en nieve pura,
el clavel en azucena.
Sale mi cabello sutil
de en medio, por tanto trecho,
que puede dar vuelta al pecho.
Cel. Hermoso lazo.
Leo. Gentil.
Cel. Milagro, Leonela, fuera
que e.se cometa de hielo
no tuviera en este cielo
rastro que muerte me diera.
Si no es en fonna de espada
para matanne su brazo,
es, a lo menos, de lazo,
y en mi cuello ejecutada.
¿Qué haré, si en mi cielo veo
pronósticos de mi nmerteí*
Mas Vf) pienso liarcr de .suerte
que o yo muera, o mi deseo.
Quédate aquí, que lu mi iii.il
Leo.
Cel.
Leo,
ya no hay remedio mayor
cjue pretender por traidor
lo que pierdo por leal.
(Vdyare Cel-'^uro.)
Leo. Menos lástima tuviera
a tu dolor inhumano,
si lo que es amor, hermano,
libre del mismo amor viera.
Pero tengo amor también,
y conozco tu disgusto,
aunque de él me alegro y gusto,
pues me quitaste mi bien.
Hablé a Lupercio por ti,
y violo mi amado Octavio,
que, sentido de este agravio,
vive quejoso de mí.
Pero ¿quién es el que viene
sollozando y suspirando?
(Entre Aristo como llorando.)
Ari.
¡Triste del que vive amando.
galeras perpetuas tiene!
¡Ay, de mí!, ¿qué podré hacer
sin mi señor, solo y pobre?
¿cuál otro hallaré que cobre
lo que en él vengo a perder?
Leo.
¿Aristo?
Ari.
Señora mía.
Leo.
¿De qué te enjugas los ojos?
Ari.
Porque cifra mis enojos
mi desventura este día.
Leo.
¿Dónde queda tu señor?
Ari.
¿Dices Octavio?
Leo.
¿Pues quién?
Ari.
Ya le ha muerto tu desdén .
Leo.
Mejor dijeras mi amor.
Ari.
¿Qué amor?
Leo.
Ivl que le he tenido
Ari.
Kien dices, pues ya es pasado.
Leo.
Dinie adonde queda.
Ari.
Ha estado
estos días escondido.
Y de esta melancolía
salió de consulta hoy
irse a meter fraile.
Leo.
lístoy
al cabo, por vida mía.
¡lía, señores, a mí!
Arl
Si no lo (juieres creer,
mañana le puedes ver.
Leo.
¿Qué me cuentas?
Arl
Lo (¡ue vi.
I
ACTO SEGUNDO
115
Leo. ¡Ea, que es cosa de risa!
Ari. No, sino de llanto es,
que los ojos en los pies
le he visto a>mdar a misa.
Este papel me dejó
para que te diese.
Leo. Muestra.
Ari. ¡Qué amor, qué amistad la nuestra!
Sin ti, señor, ¿qué haré yo?
(Lea Leonela.)
«Ingrata: pues ya tienes otro gusto,
cubra este cuerpo un hábito de paño,
que en invierno y verano venga al justo
luto a mi amor y fiesta de tu engaño;
esto quiero que pueda mi disgusto,
y que aqueste papel, al fin de un año,
sea carta de pago y finiquito
de nuestro amor.»
Bien breve viene escrito.
¿Tanto ha sentido el agravio?
Ari. Ese papel lo confirma;
¿no dice «Octavio» la firma?
IvEO. Mejor fuera «fray Octavio».
¿Pero es de veras?
Ari. Tan cierto
como que contigo estoy.
Leo. ¡Ay, Octavio, que no soy
causa de este desconcierto!
La culpa tuvo mi hermano,
que me ha hecho hablar un hombre,
y que mudándome el nombre,
él me requebrase en vano,
sólo por amartelar
una mujer con cautela.
Ari. Ya no es posible, Leonela,
que lo puedas remediar.
I^EO. ¿Cómo no? Iré dando voces
y de allí le sacaré,
y que es mi esposo diré.
Ari. No podrás, así te goces.
Leo. Pues si no, daréme muerte.
OCT.
Leo.
OcT.
Leo.
OCT.
Leo.
(Entre Octavio.)
Eso no, señora mía,
que sólo mi amor quería
ver si es el tuyo tan fuerte.
¡Jesi'is!, ¿que no es verdad?
No.
¿Cómo entraste?
Vi a tu hermano
OcT.
nuestro disgusto causó.
Todo lo tengo entendido.
(Entre Alfredo.)
Aií.
¿Es Octavio?
T/EO.
Alfredo viene.
Al,F.
Mi señor que hablaros tiene.
OCT.
Notable desdicha ha sido.
Sin duda que entrar me vio.
¿Adonde queda?
Al,F.
En la puerta
de Fulgencia.
Leo.
Yo soy muerta.
OCT.
No os alteréis.
Leo.
¿Cómo no?
Con achaque de visita
a Fulgencia, iré a su casa.
OCT.
Cuando sepa lo que pasa
y éste mi amor solicita.
no estará muy agraviado
que entre en su casa, si ha sido
a título de marido.
Al,F.
¿No venís?
OcT.
Voy.
Leo.
Ve a sn lado.
salir fuera.
E.se tirano
(Éntrense iodos. Entre Cfxauro.)
Cei^^uro.
Ya sólo de mi engaño me sustento;
ya no tengo más vida que mi engaño;
con este engaño mi tormento engaño,
que es verdad el engaño en mi tormento.
Con engaño se alienta el pensamiento,
engañando su mismo desengaño;
y atmque este engaño ha sido por mi daño,
el mismo engaño en engañarme siento.
¿Mas qué me quejo del engaño, ¡ay triste!,
si de este engaño tengo el alma asida,
engaño que de muchos me divierte?
Porque con este engaño se resiste
la fuerza del engaño de la vida,
porque todo es engaño hasta la muerte.
(Entren Alfredo, Aristo y Octavio ) .
AiF. Aquí está Celauro.
OcT. Aqm'
está Octavio, que ha venido
a ver en qué sois servido
de mis cosas y de raí.
Cei.- Apártense los criados.
OcT. Vete, Aristo.
Cei.. y tú también.
; Conocéisrae ?
ii6
LOS EMBUSTES DE CELAURO
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
Sí, y muy bien.
¿Y mis padres?
Son honrados.
¿Xo más de honrados?
¿Oué más?
Caballeros.
Eso es menos,
p>orque honrados dice buenos,
que es punto de este compás.
¿A qué entrasteis en mi casa,
si sabéis que honrados son,
y su virtud y opinión
por buena moneda pasa?
¿Xo sabéis que vive allí
una mujer, que es mi hermana,
y su hija?
Cosa es llana
que lo supe y que lo vi.
Pero así me fué forzoso
para el intento que emprendo.
¿Cómo así?
Porque pretendo
servirla.
¿Qué?
Soy su esposo.
¿Sábenlo mis padres?
Xo.
Pues es mal hecho.
Xo es,
si lo han de saber después.
¿Sin saberlo ellos ni yo?
Meted mano, Octavio.
Oíd.
Xo hay oír.
Eso es furor.
(Riñan los dos. RisKr.o di-ntrn.)
Celauro riñe, señor.
fSalqa I.upercio dc:\ctivainando.:
Di, necio, que riñe el Cid.
Fuera, digo.
¿Cómo? ¿tres
para un caballero solo?
Este es fraude, engaño y dolo,
valdránme manos y pies.
(Huye f)CTAvio. Salen ritiendo .\risto v .\r,rREDO.)
Tente, liombre.
Cuan(]<j rifiL-
el amo, es son concertado
para que baile el criado,
.si es hombre que e.sj)ada cifie.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Cel.
OCT.
Rls.
Lup.
Ocr.
Ari.
-Uf.
Cel.
Alf.
Ari.
Cel.
Alf.
Déjale, necio.
Huye, perro.
¿Tantos a uno?
Dejadle.
X'^o lo llevara de balde,
si con esta punta cierro.
(Huya Aristo. Sabino entre, metiendo mano.)
Sab.
Fuera, bellacos, ¿qué es esto?
¿a Lupercio, mi señor?
Lup.
Ten, majadero, el furor;
¿dónde vas tan descompuesto?
Cel.
Paso, no lo oya Fulgencia.
Sab.
De cólera estoy perdido.
Ltjp.
Como Santelmo has venido.
acabada la pendencia.
Sab.
¿No ha quedado por ahí
alguna cosa fiambre?
Lup.
Ve, necio, a matar la hambre;
apartaos todos de aquí.
Alf.
¿Si vuelven?
Lup.
X'o volverán.
Cel.
Entraos allá.
Ari.
A punto ponte.
Sab.
Yo voy hecho un Rodamonte.
Alf.
Yo un Rugero.
Sab.
Yo un Roldan.
(Etrense lo<; criados. Queden Cel.'Vuro v Lupkrcio.)
TjJPIÍRCIO.
¿Q'
ié ha sido aquesto?
Celauro,
Todo niñería.
LUPERCIO.
¿Por
qué has reñido?
Celauro.
Digo que no es nada.
Lupkrcio.
¿Nada, Celauro, y tanta pesadumbre?
ClíLAURO.
No e«
nada, a fe de caballero.
I.rpiíRCio.
Basta,
no lo
digáis; que bien sé yo que en esto
lo que es nada es mi amor, para que pueda
del vuestro merecer vosa lan fácil.
Chl.M'ko.
¿Por eso os enojáis?
ACTO SEGUNDO
117
LUPERCIO.
¿Pues no os parece
que es bastante ocasión para enojarme?
¿Esto se usa en amistad como ésta?
;Kn dos amigos hay secreto alguno?
¿Qué os he negado yo, no de mis obras,
que ese fuera de amor pequeño efecto,
mas de mis pensamientos escondidos?
CE1.AUR0.
Querido amigo, amigo mío del alma:
el negaros aquesto no procede
de poco amor, ni de que soy ingrato,
sino de ser negocio y causa vuestra;
el amigo, Lupercio, que es honrado,
a su amigo defiende con la espada,
sin darle pesadumbre con la ofensa-
ésta os importa que yo calle.
Lupercio.
¡Bueno!
Tanto más encendiste mi deseo,
cuanto mi causa fué la defendida;
que aunque los dos tengamos una causa,
yo moriré si no la sé.
Celauro.
No creo
que puede ser, porque es de pesadumbre.
Lupercio.
Esa es mavor.
CEI.AUR(^.
Mirad, señor Lupercio,
que os va la honra de este desengaño.
Lupercio.
Y en saberlo, Celauro, está mi vida,
mi honra, gusto y salvación.
Celauro.
Es cosa
que tiemblo de decilla.
IvUPERCTO.
¿Sois mi amigo?
CE1.AUR0.
Sí, soy.
Lupercio.
¿Pus qué dudáis?
Cei,auro.
Temo el suceso.
Lupercio.
¡Oh, pesia tal!, sacad la daga y dadme
por este corazón,
Cei,auro.
Aliora bien, sea,
que mi desdicha quiso que palabras
hiciesen la pendencia antes de tiempo;
que yo, Lupercio, le llevaba al campo.
Lupercio.
No dilatéis, Celauro, con rodeos
mi muerte, mi disgusto, mi deshonra.
Celauro.
Va de deshonra, muerte y de disgusto. —
Sabed que las mujeres en el mundo
nacieron para ser destrucción suya;
y que supuesto que haya muchas buenas,
virtuosas y santas, hay algunas
ingratas en extremo al amor nuestro;
falsas, lascivas, locas y perjuras.
Lupercio.
Que no quiero preámbulos.
Celauro.
Fulgencia...
Lupercio.
¡Ay, cuánto lo temí!
Celauro.
Fulgencia, digo,
aunque ha diez años que tratáis sus cosas,
la sustentáis, la regaláis...
IjJPERCIO.
¡Ay, triste!
Celauro.
Quiere bien a este Octavio.
Lupercio.
Eso es quimera;
ni en mi vida le ha visto por su calle.
Celauro.
Yo sí, de día y de noche, y aim alguna
le he hecho salir a cuchilladas,
de que es Alfredo buen testigo.
Lupercio.
i o cómo la habla?
; Adonde
it8
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Celauro.
No hay cosa inás ciega
que un pobre amante. Basta, aquesto basta.
LUPERCIO.
Prosigue, buen Celauro, 5-a te creo.
Celauro.
¿Habían de llamarte, por ventura,
los días y las noches que se hablasen?
LUPERCIO.
Bien dices: ciego estoy.
Celauro.
Yo, por tu gusto,
o temiendo el disgusto de este día,
rogábale a este necio que dejase
su loca pretensión.
LL'PERCIO.
¿Qué más hacías?
Celauro.
Hoy, rinalmente, vi que su criado
con un papel la hizo señas.
I.UPKRCIO.
i
Celauro.
Dónde?
En la ventana.
LUPERCIO.
B'en.
Celauro.
IJegué y quitésele,
y viniendo a cobralle el dueño infame,
resultó la pendencia.
LUPERCIO.
Kl papel muestra,
que aun viéndolo, no oreo que es posible.
Celauro.
Aun no le he visto yo.
LUI'ERCKJ.
Celauro, escucha:
fí.ea LfPURCio.)
«Kste necio de Celauro,
mi vida, me impide el verte;
mas lioy pienso, con su nuierte,
gozar de e.sta empresa el hiuro.
No llores, fjue es sin pr^veclio,
sino procurarme hablar;
sí, por vida del lunar
que cubre tu blanco pecho,
cuyo cabello sutil
es lazo de mi prisión.»
LUP. No más, no más; señas son
de I-^ulgencia infame y vil.
No leo más sus conceptos,
bastan estas señas ya,
que creo que las dará
de otros mayores secretos.
¡Ay de mí!, verdad es todo,
notable seña, ¿que dudo?
Porque saberla no pudo
sin gozarla de otro modo.
¡Ay, Fulgencia! ¡Ay, enemiga!
¿Estas tus lágrimas son?
¡Ay de mi sana intención!
¡Ay de mi antigua fatiga!
¡Ay de diez años de amor,
con tantas persecuciones!
¡Ay de mis obligaciones,
fundadas en tanto error!
¿Tus señas otro hombre? Otro
de aquel cabello colgado, [hombre
en que estuve aprisionado
con los hierros de tu nombre.
Tu lunar, ¡oh, luna!, amengua
su viva color leonada,
ya de tu infamia eclipsada
y menguada de tu mengua.
¡Oh!, maldiga Dios mi boca,
que así celebró esa Imia,
ese limar, si otra alguna
le jura, le besa y toca!
¡Malditas mis manos sean,
que se dejaron atar
de ese cabello al lunar,
en que otras manos se emplean!
Y mi desdicha también
sea maldita, enemiga,
pues a maldecir me obliga
lo que fué todo mi bien.
¿Yo te amé, yo te adoré;
yo estuve engañado así?
C.KL. ¡Oh, por Dios, vuelve ya en ti!
I<UP. Tarde o nunca v<ilveré.
Cel. ¿Ves cómo fuera mejor
dejarte estar con tu engaño?
Lup. No entendí que el desengaño
viniera con tal rigor.
No enU-níH (jue una nuijer
fuera tan mujer, Celauro
ACTO SEGUNDO
TI9
CEt.
Hoy mi perdición restauro;
éste la ha de aborrecer.
LüP.
Quédate aqiü.
Cei,.
No, por Dios,
que querrás irla a matar.
Lup.
Bien se puede asegurar
que hay una vida en los dos.
Cei..
Dame la palabra aquí
de no tocarla.
Lup.
Sí, haré.
Cei..
Jura.
I/UP.
Por Dios y su fe.
Cei..
Otro juramento di.
Lup,
Pues por vida de la lumbre
destos ojos, que es Fulgencia.
Cei,.
¡Juramento de conciencia!
¿Es ironía o costumbre?
Lup.
Es que quiero asegurar
tu sospecha mal nacida.
que jurando por su vida,
no se la quiero quitar.
CeIv.
Vamonos, y tu amor sella
con que no vamos allá.
I/UP.
No podrá el alma, que está
abrasándose por vella.
Cei,.
Entretenerte es mejor;
vamos a jugar.
T,UP.
No puedo.
que de verla tengo miedo.
y de no verla mayor.
Cei,.
¿Verla?
Lup.
Impórtame infinito
Cei..
Eso, Lupercio, declara.
Lup.
Quiero ver si aquella cara
pudo hacer este delito.
(l'íiyase I,upercio.)
Cei,. ¿Hay entrañas de león
más crueles que las mías,
veneno en áspides frías,
ni en Grecia mayor traición?
¿Hay más furia en el abismo?
No es posible; antes recelo
que no ha hecho cosa el cielo
como yo, sino yo mismo.
Amor, ¿qué es tu pensamiento?
Mas, ¿qué te pregunto yo,
después que el alma te dio
su razón y entendimiento?
Pues querérsela pedir
es verme de mí distinto,
ya estoy en el laberinto,
o he de salir a morir.
(Vayase. Entre Fulgencia.)
Fuiv. Cuánto y con cuánta razón
arrogante debo estar,
juzgúelo quien supo amar
y tuvo satisfacción.
Amo un hombre que es espejo
de hombres en talle y consejo,
con quien mil contentos gozo,
para mi regalo mozo
y para mi honra viejo.
Galán, discreto, aseado,
limpio, apacible, animoso,
liberal, cuerdo, alentado,
de mi vida cuidadoso
y de la suya olvidado;
casado, aunque de secreto,
conmigo, que fué el efecto
más alto de voluntad,
cuando tuvo a .su amistad
mi entendimiento sujeto.
Aimque, ¿a cuál piedra tan dura
dos hijos no enternecieran,
de tan notable hermosura?;
que bastardos nvmca hicieran
legítima mi venttira.
Cuantas hoy tenéis amor,
tened envidia al favor
que el cielo en esto me ha hecho,
cjue ftiera de él no sospecho
que puede haberle mayor.
Y tú, mi bien y mi dueño,
¿dónde estás que estás sin mí?
Ya no te tengo en empeño,
ya eres mío, ya te di
el alma en precio pequeño.
Ven a ver aquestos ojos,
de tu víctima despojos,
en cuyas niñas retratas
el talle con que me matas
y me das celos y enojos.
(L,UPERCio, tristísimo.)
¿Eres tú, señor? vSí, él es.
Dame esos brazos que adoro,
por que en tu prisión estés;
déjame asir el tesoro
de toda el alma interés.
Que cual suele el avariento,
del cofre cada momento
sacar el oro y con tallo,
no menos avaro hallo
contigo mi pensamiento.
Que aunque te tengo y poseo.
120
LOS EMBUSTES DE CEI.AURO
TA'P.
si mil veces no te toco,
si mil veces no te veo,
pienso que te tengo en poco
y que ya no te deseo.
Eres mi tesoro, en quien
las annas de su hacedor
se ver» esculpidas bien. —
¡Av!, ¿qué es aquesto, señor?
¿qué enojo es éste y de.«dén?
¿Vos el sombrero en los ojos?
¿vos los ojos en el suelo?
Que éstos tienen por despojos,
decidjne, por Dios del cielo,
si tenéis conmigo enojos.
Mi bien, alma de esta vida,
;qué os he dicho? ¿qué os he hecho'
¿no habláis^ (i)
¡Ah, mujer fingida;
áspid que entraste en mi pecho
V estás en el alma asida!
Sanguijuela de mi honor,
que en él pegada has sacado
toda su sangre mejor;
fuego en nieve disfrazado;
pensamiento de traidor.
Amigo vil, que te alejas
en viendo pobreza y quejas;
víbora que concebí,
que para salir de mí
el pecho abierto me dejas.
Rayo que me has abrasado,
dejando sano el vestido;
enemigo perdonado,
ingrato que me has vendido
y deudo que me has negado.
Enmascarada homicida;
calentura lenta asida
con tan tibio proceder,
que no se echando de ver
está acabando la vidi.
Fuego secreto sin llama,
que nunca de abrasar cesa;
vil en obras, casta en fama;
Arpía en mi ak-Rre nu'.sa
y Clitemestra en mi cama.
Mujer de quien e.ste ser
aim no quisiera tener;
mujer que tan mal viviste,
f|uc por .ser nuijer qjiisisti-
dejar de ^e^ mi tnujcr.
(I) lin el original «¿no nu- hat)láis?» cinc haec larp.
el verso.
Abreviemos de razones,
sin hablar, sin pregimtar
causas justas, ni ocasiones,
que esta daga he de pasar
aquí tus dos corazones:
el mío, que está en el tuyo,
y el tuyo, que está cu el mío.
Concluye, que aquí concluyo.
Ful. Si eso es jxisto, señor mío,
matad me, aqm' esto}^ no hu3'o.
Pero si acaso no es justo,
decidme vuestro disgusto...
Mas esta réplica es fea;
que para que justo sea
basta ser de vuestro gusto.
Veis aqm' el pecho pasalde.
de suerte que no toquéis
este inocente; guardalde
o heridme, si vos queréis,
o por la herida sacalde.
Que os juro, dulce señor,
que en mi vida os ofendí,
si no es ofensa el amor,
que el quereros más que a n:í
me obligaba algún rigor.
Hoy salisteis de mis brazos,
¿por qué casos tan siniestros
queréis hacerlos pedazos,
pudiendo hacer de los vuestros
a mi cuello estrechos lazos?
¿Qué os han dicho, mi señor,
dulce bien mío y mi vida,
que con tanto desamor
me llamáis vuestra homicida,
fe falsa y paz de traidor?
Que de que vos me matéis,
que soy vuestra humilde hechura,
ningi'm agravio me hacéis;
siento por más desventura
S(Slo el ver (jue me afrentéis.
¿Queréismelo decir?
Lrr. Calla,
calla, sierpe venenosa,
que entre la hierba .se halla;
flor de adelfa; araña en ro.sa,
con más hierros que una malla.
Xo quieras saber lo que es,
(|ue no habrá nnierte decente.
Ful. (Alto!, .señor, si así es,
dejadme, como inocente,
que me arrodille a e.sos pies.
Ya que todo se me niega,
que cubráis mis ojos ruega
ACTO SEGUNDO
121
con una toca, mi boca;
pero no ha menester toca
mujer que lia estado tan ciega.
I<UP. ¿Que cubra, uie persuades,
tus ojos? ¡ Oh error profundo!;
bien saben sius liviandades,
que no hay ya toca en el numdo
con que cubrir tus maldades.
Esa toca es que me toca
mataite y lavar mi honor,
y si a toca me provoca,
es para cegar a amor,
que esta sentencia revoca.
Porque, aunque es ciego, es de arte
este mi amoroso fuego,
que para no perdonarte
ha de estar dos veces ciego,
porque una venda no es parte.
Ful. Tres estamos a este fiero
sacrificio prevenidos;
tú, con el desnudo acero,
liedlos piedras los oídos,
inexorable 3- severo.
Yo, cual víctima inocente,
y el ángel que, condolido,
te está diciendo: «detente»,
en mis entrañas metido
y a la ejecución presente.
El te detenga, y Dios sea
en mi guarda.
(Vala a dar y detenga la daga.)
L,UP. ¿Qué temor
me detiene que no vea
la venganza de mi honor,
que es lo que el alma desea ?
¡Oh, amor, que en tener mi acero
como con alas estás!
Eres ángel, aunque fiero;
basta, que pudiste más;
basta, obedecerte quiero.
Y pues que nadie ha sabido
que con ésta estoy casado,
¿qué obligación me ha corrido?
¿qué leyes me han obligado
de las que tiene un marido? •
¡Alto! Dejalla es mejor.
¡Hola!, Riselo, Sabino.
(Entren Sabino y Riselo.)
Rus. ¿Qné es lo que mandas, señor?
Lup. En lo que hacer determino,
será replicarme error.
Porque, ¡vive Dios!, si al hecho
que intento, replica en nada
algimo, aunque sin provecho,
que la cruz de aquesta espada
le sirva muriendo ál pecho.
vSab. Pues, señor, ¿qué ira es ésta?
lyUP. Yaya, no haya más respuesta;
traed a Esteban y a Enrique.
Fui,. ¡Ea, nadie le replique!
Sab. Tragedia ha sido la fiesta.
(Vayanse los criados.)
Fuu. ¿Y no podré yo saber,
mi señor, dónde los llevan?
Lup. Donde no los has de ver.
Fui.. Señor, Enrique, ¡ay!, y Esteban,
partid con esta mujer.
Lup. Ya no, que no lo eres mía.
Ful. ¡Mi bien, mi señor!
I/UP. Desvía.
Ful. ¿No son bienes gananciales?
Lup. Los hijos no, celestiales,
que el cielo los da y envía.
Ful. Llevaos a Esteban, señor.
Lup. Aunque él mismo lo suplique,
vete, infamia de mi honor.
Ful. Dejadme, señor, a Enrique,
que me costó más dolor.
Dejádmele, señor mío,
porque un retrato me quede
de esa cara, talle y brío;
que éste consolar me puede,
ya que os vais con tal desvío.
('Sabino etitre con los dos niños.)
Sab. Aquí los niños están.
Lup. Vente conmigo.
Sab. Yo iré.
Ful. Espérate y me verán,
que verlos yo no podré,
según mis lágrimas van.
Hijos, 3-0 soy la mujer
del mundo más desdichada;
vuestra madre solía ser,
ya SO}' madrastra culpada
y que no os tengo de ver.
Si acaso vivís, y acaso
sabéis por quién esto paso,
vengad me de él, hijos míos.
T<UP. ¡Qné notables desvarios,
cuando en cólera me abraso!
Quítalos de ahí.
Ful. ¡Señor!
12.
LOS EMBUSTES DE CELAURO
LUP.
Fui..
Lup.
Ful.
Lup.
Ful.
Lup.
Ful.
Lup.
Ful.
Lur.
Ful.
Lup.
Fui,.
Lup.
Ful.
Lur.
Ful.
¡Angeles, besadme!
Suelta.
¿A mí con tanto rigor?
Suelta, adúltera, resuelta
en la infamia de mi honor.
Gracias a Dios que ya sé
por qué es aqueste castigo.
;Yo te he ofendido?
Y no fué
ese lunar mal testigo
del eclipse de tu fe.
Pues oye.
No hay ya que oír.
^- Dónde vas?
A un monte voy.
-Vllá te quiero seguir.
.Mataréte.
IMuerta estoy,
no he de volver a morir
\'uélvete.
¡Señor!
Detente,
que auméntale tu castigo.
¡Hijos, hijos!
¡Ali, insolente!
A Dios pongo por testigo
que estoy de culpa inocente.
FIX DEL SEGUNDO .VCTO
A C T o T !•: R C R R O
FIGURAS DEL TERCER ACTO
FULGEN'CIA.
LUPERCIO.
CEI ATTRO.
Octavio.
León EL A.
Gerardo.
Sabino.
Felicio.
PlNARDO.
TORSINDO.
SlRENO.
Belardo.
(Entre Fulgencia.)
Desesperados pasos,
^d'inde lleváis tan lejos de la muerte.
después de varios casos,
mi triste vida? Pues mi triste suerte,
si no la pone en medio,
no puede hallar a tanto mal remedio.
Y tú, causa de tf>do,
Lupercio mío, ^dónde vas huyendo,
sin advertir el nujdo
con que te van mis láj<rimas siguiendo.
que ya mis pies se quedan
atrás, pues no podrán cuando más puedan.
Cual la tigre parida,
a quien el cazador los hijos lleva,
y en los hijos la vida,
salgo furiosa de la oculta cueva
y voy al agua, a donde,
entre la tierra y mar me los esconde.
Días ha que camino
I por este monte en busca tuya, ingrato,
con tanto desatino,
I que de ninguna fiera me recato,
I que no puede haber fiera
que iguale tu crueldad y tu carrera.
¿Dónde llevas, tirano,
esos pedazos de mi sangre y vida,
si ya tu propia mano
no ha sido de las tuyas parricida,
y en parte los d?smiembras
y, cual Medea, por la tierra siembras'
¡Oh, qué dura venganza!
¡Oh, qué fiereza de hombre mmca vista!
Y más que la esperanza,
por más que a mis temores se resista,
conoce que no puedo
j cobrar el bien de que desierta quedo.
¿Pues qué tarda la muerte
I que no acaba una vida tan errada,
¡ pues no hay cosa que acierte,
i ni alguna en que no viva lastimada?
\ ¿Y en qué tendrá esperanza
I quien de.sea su mal y aún mal no alcanza?
I ¿Posible es qne no pueda,
ya que el dolor no pueda, el miedo grave
de esta áspera arboleda,
tanto en mis fuerzas, que mi vida acabe?
¿Quién dice que es flaqueza,
ni fué nuestra común naturaleza?
¡Ay, Dios, qué gran ruido!
¿Si fuere alguna fiera rigurosa,
como la que el vestido
de Tisbe hizo pedazos animosa?,
que no haya miedo que entre
en otra cueva que su mismo vientre.
(Entren Hklakuo, Sireno, Femci\NO, viejo.)
Bel. ¡Pardiez!, que se ha de comprar
el sayuclo y la basquina,
aunque se venda la viña,
o (]ue no me he de casar.
Fel. No digo que no, muchacho,
s m que sea coníornu' al dote.
Bel. ¡Oh, pesar de mi c.qjote!.
ACTO TERCERO
123
ya decís que estoy borracho.
¡Voto al sol y a treinta soles,
que han de ser los más polidos!
Fei.. ¿Ha de irse todo en vestidos?
¿Somos, por dicha, españoles?
SiR. Callad, Felicio, en buen hora;
dejad que su esposa vista.
Fel. Que la vista y la revista,
que ya yo sé que la adora.
Y también sé que merece
la muchacha cualquier cosa,
que, a la fe, es limpia y hermosa.
SiR. Pues si es eso, ¿qué os parece?
¿no es justo, ¡pese a mi sayo!,
que se lo compre de seda?
Fel. Ved lo que el demonio enreda (i)
Bei<. Vended mi buey.
Fel. ¿Cuál?
Bel. El bayo.
Fel. ¿Hay tal locura? ¡el ba^iielo!
¿Tal alhaja has de vender
para dar a una mujer
una basquina y sajoielo?
Bel. Pues bien, ¿es el buey persona?
¡La comparación es linda!
¿No me sirve más Lucinda,
que cuece, guisa y jabona?
SiR. Y más si es porque te ama
y tú la tienes amor.
Bel. Sí, que un buey será mejor
para aco.stalle en la cama.
Padre, caminad, que hoy quiero
comprar sajTielo y faldilla,
el mejor que halle en la villa.
Fel. Tú gastas bien tu dinero.
Bel. En vuestro tiempo era bien
vestir las novias de paño,
sabed, padre, que este año
se muda el paño también.
Fel. Pues bien haces si le mudas,
que al tiempo que yo gozaba,
la virtud vestida andaba
y las personas desnudas.
Ahora, por la inquietud
con que se alterar las vidas,
van las personas vestidas
y desnuda la virtud.
SiR. Dejaos de filosofías.
Bel. Padre, padre, yo no os quiero
aquí para consejero.
Fel. No llegarás a mis días.
Bel.
SlR.
Fel.
Ful.
Bel.
Ful.
(i) Kn e! oiiginal «ordena» por errata.
SlR.
Bel.
Fel.
Bel.
Fel.
Bel.
Ful.
Bel.
Pul.
Bel.
Ful.
Bel.
¿Pensáis que son muchos daños?
Plega a las desdichas mías,
que no llegue a vuestros días
y pase de vuestros años.
¡Hola! ¿Quién va por aquí?
¡Ay, Dios!, ¿y qué puede ser?
Soy una triste mujer,
que por serlo me perdí.
¡Válame Dios!, ¿de qué suerte?
Un hombre que me sacó
de mi casa, me dejó
aquí en manos d^ la muerte.
Robóme, y en la espesura
de esta montaña quedé,
donde hasta ahora no hallé
ni el lugar, ni la ventura.
¿Cómo se llama esta aldea?
La que veis, es San Germán;
y por esta senda van
a Olavia y a Claridea.
Padre, ¿veis este vestido?
¿Pues bien?
Pues así ha de ser.
¿Quiéreste echar a perder?
Xo, padre, ya estoy perdido.
¿Sabréisme acaso decir,
dueña, que Dios os mantenga,
mientras vuestro amante venga,
y en después hasta morir,
qué os costó la ropa y saya?
¿Para qué queréis sabello?
Xo me va tan poco en ello,
cuando sabido lo haya.
Porque sabed que me caso,
si no lo habéis por enojo,
y me ha venido en antojo
vestir la novia de raso.
Este buen viejo es mi padre,
gran hombre de mi desprecio;
pero sabed que es un necio
desde el vientre de su madre.
Diz que de paño no exceda,
que la seda viste el Rey,
y yo, con vender un buey,
hago una reina de seda.
Querría saber de vos
a qué os llega saya y ropa.
Mis desdichas van en popa.
¿Que te casas?
Sí, por Dios.
¿Sabes qué es el casamiento?
Un buen día, cena y baile,
y aun sé que cierto fraile
124
LOS EMBUSTES DE CELAURO
FlL.
Bet.
Fi-L.
Bel.
Fl'L.
Bel.
FlL.
Bel.
dijo que era sacramento.
Pero lo que fuere, sea;
cuando el hombre tiene amor,
nunca escoge lo mejor,
que no hay ojos con que vea.
Ya les rogaba yo allá
que me la diesen a cata.
Ropa tendrás más barata,
y, en fin, la tienes acá.
¿Cómo^
Tniccame el vestido
por alguno de sayal.
¡Par Dios, que sois liberal!
Bien se vé en lo que he perdido.
Vem'os conmigo quedito,
que os daré ropa y dinero,
que es este viejo un parlero.
\'amos, hoy mi dicha imito.
Ya no hay temor que me rinda;
segura p>odré pasar.
¡Par diobre, que ha de quedar
hecha una reina Locinda!
(l'ansc los don.)
Fel.
¿Fuese aquel Sireno?
SlR.
Sí.
y se llevó la mujer.
Fel.
Verá el diablo.
SlR.
Ks Ivucifer.
Fel.
Asi. cuando mozo, fui.
Pero temo su salud.
que aunque es la dama polida,
así sola y bien vestida,
arguye poca virtud.
^(íkrardo, padre de I,upKRCio, y Sarino.)
CiKR.^RDO.
;Qué me cuentas. Sabino?
I, o que oyes.
S.MtlNO.
r.ERARDC).
¿Hay tan extraño caso?
Sabino.
Yo te juro
que le han llorado bien aquestos ojos.
I'KLICIO.
ífcrardo es éste, el dueño dt- la haciejida;
retírate. Sireno, entre estos árboles,
no no» llame baltlíos, como suele.
Sireno.
Vamos, que trae pesadumbre y creo
que este paje chismoso le ha traído
algunas travesuras de Lupercio.
Gerardo.
¿No me dirás la causa que fué origen
de aquesta desventura?
Sabino.
Tu dureza.
Gerardo.
Xo te piden, Sabino, mis desdichas
que las resuelvas tanto.
Sabino.
Pues advierte.
Gerardo.
Prosigue las obsequias de mi muerte.
Sab. Después que de aquesta aldea
pasó Lupercio a la corte,
trocando en galas de hidalgo
las abarcas y el capote,
sacó el talle de la funda
más gallardo, airoso y noble
que jamás tuvo mancebo
de cuantos tiene el Piamonte.
Pusieron tn él los ojos
muchas damas; pero vióse
que el amor es accidente
y que es gusto el que se escoge.
De todos, amó a Fulgencia,
que era a su gusto conforme,
que parece, a ser posible,
que las almas se conocen.
Mujer hermosa en extremo,
y bien nacida, auiujue pobre,
secreta en sus libertí.des
y astuta en sus condiciones.
Desde el día en que Lupercio
comenzó a decille amores,
nació Lucrecia otra vez,
otra Porcia y Penelope.
Comenzaron a quererse,
creciendo amor desde entonces
tanto, que en otras es niño
y gigante en sus pasiones.
Diez vueltas dio vuelta Febo,
o discurrieion diez soks
del Aries ai Pez, y fueron
las lunas diez veces doce.
Mientras preso amor le tiene,
ACTO TERClíRO
12-
que dicen que, cuando coge,
abre luia puerta de cera
y cierra cuatro de bronce.
Xacieron de aqueste trato
das niños como unas flores:
llámanse Esteban y Enrique,
permita Dios que se logren.
Lupercio, viendo a los ojos
sus hijos y obligaciones,
ellos dos, y dos mil ellas,
quiere que la deuda cobren.
Casóse con gran secreto,
y cree que corresponde
esto a ser noble y cristiano,
y lo contrario se opone.
Ger. Qué ¿se casó?
Sab. No lo dudes.
Ger. Dime lo demás.
Sab. Casóse,
y vivía más contento,
libre de tantos temores.
Pero como a las espaldas
del bien, siempre el mal se esconde,
y el oro de la fortuna
se gasta y descubre el cobre.
Comenzó un infame amigo
a traellos disconformes;
de manera que a Lupercio
le dijo dos mil traiciones.
La última fué de suerte,
que el triste, una triste noche
tomó sus hijos y fuese
por lo oculto de este monte.
Siguióle la triste dama,
mas no es posible que cobre
sus hijos, ni su esperanza,
ni ellos xTielvan, ni ella tome.
Yo, que los iba siguiendo,
perdidos junto a la torre
que esta montaña atalaya,
dando suspiros y voces,
donde creo que ella ha nuierto
por la maldad de aquel hombre,
y que Lupercio y sus hijos...
¿Lloras?
Ger. ¿Xo quieres que llore?
Parte, Sabino, otra vez;
llama mi gente y pastores;
lleva toda aquesta aldea,
si no quieres que me arroje
de esta peña en este río,
que de mis lágrimas corre;
ten lástima que estas canas
Sab.
Ger.
Ful.
Ger.
' Fui,.
Ger.
Fui,.
Ger.
Fui<.
Ger.
Fui,.
Ger.
el suelo de hierba adornen.
¡Ay, mis hijos!
Quiera el cielo
que los halle y tú los goces.
(Vase Sabino.)
¡Cuan mal lo que de él está
quieren impedir los hombres!
Como la fortvma es vidrio,
cuando más luce se rompe.
¡Ay, Lupercio!; ¡ay, hijo mío,
pues te llamo y no respondes!,
no habrá bien que no me falte,
ni habrá mal que no me sobre!
(FuLGENCiA f>iíra en traje de serrana.)
Si a la desdicha valiera,
como la que yo he tenido,
mudar el traje y vestido
para que no conociera,
¡cuan libre de ella quedara
de la manera que voj',
pues apenas de quien soy
sola una parte declara!
Troqué el vestido, ¡ay de mí!,
que hablaba sin ver que había
quien esciicharme podía.
¡Jesús! ¿Cortesano aquí?
Pero éste debe de ser
el señor de aquesta hacienda;
aun no sé si hablarle emprenda.
¿Quién sois, hija?
Una mujer.
¿Qué buscáis?
Dueño, señor,
que he perdido el que tenía,
quizá porque le servía
con tal cuidado y amor.
Si vivís en esta aldea,
servios de mi persona,
que mi desdicha me abona
para que fiadora sea.
Que si me desamparáis,
según mi tristeza es fuerte,
luego me daré la muerte.
¡Ay, liija!, ¿tan triste estáis?
Xo tengo igual en el mundo.
Por triste quiero acogeros,
por consolarme de veros
triste en mi dolor profmido.
¿Luego triste estáis?
Estoy
perdiendo a gran priesa el seso.
126
LOS EMBUSTES DE CELAURO
del daño de un mal suceso.
Ful. Sin duda a mi centro voy;
;qué daño os lia sucedido?
Ger. He perdido un hijo honrado,
por no haberle yo estimado
y no haberle merecido.
Y porque Dios me depare
lo que perdí, estoy contento
de daros acogimiento.
Ful. El os lo traiga y ampare.
¿Es muy pequeño?
Ger. Es ya hombre.
Ful. ¿Cómo se pudo perder?
Ger. Por una mala mujer,
que tiemblo en decir su nombre.
Ful. ¿Era en aqueste lugar?
Ger. Xo, hija, en la villa fué,
adonde yo le embarqué
para perderle en la mar.
Que si aquí, en aquesta sierra,
adonde yo le he criado,
le hubiera siempre guardado,
menos peligros encierra.
Ful. ¿Cómo, señor, se llamaba?
Ger. Lnpercio.
Ful. ¡Válame Dios!
Ger. Hija, ¿conocéisle vos?
Ful. Sí, señor, con él estaba.
Ger. ¿Cómo?
Ful. Ser\-íle diez anos,
alh' en casa de Fulgencia,
y eso lloro en mi conciencia;
¡Ay, ay!
Ger. Sucesos extraños.
¿Que le serviste?
Ful. ¿Pues no?
Ger. Diz que se casó con ella.
Ful. Merecíaselo ella.
Ger. ¡Ay hija, que le engañó!
Pasan de seis mil ducados
los que de renta tenía;
pero contadme, hija mía,
sucesos tan desdichados.
I'UL. De aquí a c;isa, .señor mío,
os diré cuanto ha pa.sado.
Ger. Basta, que al ciclo han llegado
los suspiros que le envío.
Sin este consuelo, os llevo
\X}T prenda .suya también.
Ful. <Que éste es padre de mi bien?
¡Oh, cielo, cuánto te debo'
(Vayanse, hnlfe Lvpkkcio.)
LUPERCIO.
Ásperos montes, de tinieblas llenos,
por resistir al sol con vuestras llamas;
cuevas de lobos y leones; camas
de sierpes, basiliscos y venenos.
Cielo que con relámpagos y truenos
su intrincada maleza desenramas,
y por entre estos robles y retamas
quieres herir los infernales senos.
Aguas que despeñadas de la suerte,
que el llanto mío, vais por campos rasos;
que no hay estío que su hierba queme,
si no es este camino de la muerte,
decidme dónde van tan tristes pasos;
que quien desea morir, la vida teme.
(Bei.ardo entre con el vestido de Fulgencia.)
Bel. ¿Hase visto igual ventura,
que así me diese vn vestido
tan costoso y tan polido?
Todo este mundo es locura.
Lucinda, que sayal viste,
de aquesta seda se agrada;
y estotra, a seda enseñada,
quiere sayal pardo y triste.
Esto ya es cosa entendida
y averiguado argumento;
y es que nadie está contento
del estado de su vida.
¡Oh, cuál se le ha de poner
Lucinda, aunque al viejo asombrí!
LUP. Q"i<" ' pedir a este hombre
si trae algo de comer.
¿Buen hombre?
Bel. ¡Válgame el cielo!
¿Quién sois?
IvUr. Soy lUi peregrino.
No temáis, no hayáis recelo.
Bel. Que yo no tengo temor.
¿Si habrá por adonde huya? (Ap.)
Dígame, por vida suya,
¿es ladrón o salteador?
Lup. ¿A ver aqueste vestido?
Bel. El me le quiere quitar.
Lup. ¡Ay, triste!
Bel. No hay que mirar,
(juc tu verdad que está polido.
V que, para no mentir,
para una novia se ha lucho;
mas viének- un 1)üco estrecho
y llevóle a hacer abrir.
Lup. ¿Quién te dio, villano infauu\
este vestido?
ACTO TERCERO
127
I,UP.
BEL.
Lrp.
Bei..
Lup.
Bel.
Lup.
Bel.
I.UP.
Bel.
Lup.
•Ay, señor,
piedad!
¿Qué piedad, traidor,
sin que tu sangre derrame?
¿Qué se ha hecho la mujer
a quien desnudaste?
¡A)', triste!
Di presto lo que la hiciste.
Debímela de comer.
Di presto, o aquesta espada
te hará otra lengua en el pecho.
Ni la desnudé, ni he hecho
cosa en que fuese agraviada.
¿Pues cómo hubiste el vestido?
Señor, un novillo overo,
celoso, insufrible y fiero,
y de mi ganado huido,
la mató en esta sendeja,
y dos pastores y yo,
luego, al punto que expiró,
la llevamos a la igreja.
A mí me cupo del hato
esto que veis,
¿Que un novillo
la ha muerto?
Entre este tomillo
la dio la vuelta del gato.
Y aun en verdad que discierno
distintamente su mal,
que aquí ha de estar la señal
por donde la metió el cuerno.
Suelta, ¡maldígate Dios!, (i)
villano vil ignorante,
o quítateme de delante,
porque haré, si me replicas,
lo que a Hércules, cuando Licas
de Deyanira su esposa
la camisa ponzoñosa
le trujo y le dio en presente.
Yo me iré tan brevemente,
que su merced no lo vea;
¡que para tan poco sea
que así me dejé engañar!
Que éste se me ha de quedar
con mi vestido, ¿hay tal cosa?
¿Qué hará mi Lucinda hermosa?
Bañará en agua el jardín,
rosa, clavel y jazmín
de su rostro celestial.
¿Hay pena y desdicha igual
como la que miro y toco?
Lup.
Bel.
Lup.
(i) Quiza falte un verso consonante de «Dios».
Basta, que éste, haciendo el loco,
se queda con el vestido.
Villano, ¿que no eres ido?
Esperad, que voy por gente.
fVasc Bklardo.)
Trae diez, trae doce, trae veinte,
trae mil, trae el mimdo todo,
porque yo ya estoy de modo
que no tengo qué temer.
¡Triste!, ¿qué habemos de hacer
muerta aquélla que solía
ser alma por quien vivía
este espíritu cansado?
Que avmque es verdad que afrentado,
di en venirme como loco,
no la he querido tan poco
que, aunque me agravia, la olvide,
¡Oh, cielos, venganza pide
la muerte de mi Fulgencia!
Por eso dadme paciencia
o quitadme el sentimiento.
Toro feroz y sangriento,
que mueras corrido en coso,
como mataste celoso
a quien yo no di la muerte,
siendo mi celo más fuerte
y el dueño de aquella ofensa.
¡Plega a Dios, que en recompensa
de tu contrario vencido,
bramando vayas huido
entre esta ciega espesura!
¡Plega a Dios, que la figura,
en que eres signo del cielo,
caiga de su esfera al suelo
y mil pedazos te haga!
¿Qué habrá que me satisfaga,
¡cielos!, Fulgencia perdida?
¿Para qué quiero la vida?
¿hay alguno que la quiera?
¿No hay un áspid, una fiera?
Mas, ¿por qué me desespero?
¿No me agravió? ¿Pues qué quiero?
¿Qué pretendo que me mata?
¿No fué a mis obras ingrata?
¿pues que su muerte lamento?
Mas, ¡ay!, que sin fundamento
di crédito a un falso amigo,
y sin parte y sin testigo
quise pronunciar sentencia
contra la humilde Fulgencia.
Porque no pudo agraviarme
la que por sólo buscarme
128
LOS EMBUSTES DE CELAL'KO
p)erdió la vida y la fama.
Parece que aquesta rama
con sus brazos me convida
a que me quite la vida,
arrojando un lazo en ella.
Perdí mi Fulgencia bella,
perdí juntamente el alma.
¿Pero qué victoria y palma
saco de este mal consejo,
si mis tristes hijos dejo
en esta cueva escondidos,
adonde serán comidos
de algi'm oso o tigre fiero,
o si aquí me desesf)ero,
la hambre podrá matallos?
Mejor será sustentallos
de aquestas silvestres frutas
y del agua de estas grutas,
áspera, fría y salobre,
pasando esta vida pobre
en penitencia, que abone
el haber muerto a Fulgencia,
si puede haber penitencia
que mi delito perdone.
(Entren Beiardo, Felicio, Sireno, Orsindo, Pi-
na rd o.)
Bel. Digo que me le quitó
y que con él se me va.
SiK. ¿Xo sabremos dónde está?
Bel. lintre estas ramas quedó.
Ors. Estos espesos castaños
un ejército cubrieran.
I.L'i'. Estos villanos se alteran,
para aumento de mis daños.
(Quiero del monte .salir
con mis hijos al aldea,
que ellos son causa que sea
hoy mi enemigo el morir.
Que si hijos no tuviera,
que son del alma pedazos,
o los matara en mis brazos
o entre sus brazí)s nmriera.
(Vayase I.upercio.)
I'IN. ¡Pardiez! Orsindo, si él fuera
salteador, no andaba a solas;
ya que bandera eiiarbolas,
forme escuadrón tu bandera.
No quede mozo uingimo
en San Germán, (|ue no venga.
l'i'.L Como de esto avi.so tenga,
u<j creo que falte alguno.
Vendrá Peloro, Salicio,
Nemoroso, Alfesibeo,
Felinardo, Rosileo,
Panfilo, Ergasto y Claricio.
Que cada cual, por el cuerno,
derriba al suelo un novillo.
Bel. ¡Pardiez!, que me maravillo
ds vuestro engaño y gobierno.
Cuando este salteador
tenga tres hombres, es todo.
Ors. Pues andemos de ese modo
todo el monte alrededor,
hasta que con él topemos.
Bel. Onsindo ha dicho muy bien;
¿viene Pinardo?
PlN'. También;
seguidme todos.
Ors. Sí, haremos.
(Vanse. Entre Lupercio con sus hijos.)
LUPERCIO.
Reliquias de aquel ángel que ya pisa
con su dorada planta las estrellas,
mirando aqueste llanto con su risa
y los suspiros con que llegó a ellas.
No os espantéis si os traigo tan aprisa,
cubriendo de agua vuestras frentes bellas
que no guarda mi vida más la \'uestra
en fortuna tan áspera y siniestra.
Hijos: estas pequeñas caserías
fueron de vuestro padre el nacimiento;
■iquí gocé de mis primeros días,
libre del mal que en los presentes siento.
Todas aquestas huertas eran mías
y cuanto por aquí refresca el viento;
pues hoja sin ser mía no se mueve,
ni oveja arroyo de estos prados bebe.
Mi padre quiso que a la corte fuese,
al apuntar de mi primero el bozo,
y el cielo quiso que a Fulgencia viese,
la madre vuestra y de mi honor destrozo,
y el amor quiso que a un traidor creyese,
libre y precipitado, como mozo,
para perder, por tan ligera cosa,
vo.sotros vuestra madre y yo mi esposa.
Llamemos, pues, a ver si algún criado
d'j los que cuando está mi padre ausente
guardan su casa, nos dan un pan prestado
'le limo.sna, en la ocasión presente.
Cual pródigo a sus puertas he llegado;
pero guardo ganado diferente,
(|ue sois vosotros, mis corderos tiernos,
(juejosos de mis ásperos gobiernos.
ACTO TERCERO
129
¡Ah, de casa! ¡ah, gente honxada,
criados de buen señor!
(Adentro.)
Fui,. ¿Quién está ahí?
I,up. ¡Qué furor!.
Puerta rica, al fin cerrada.
¡Ah, señora!, ¿tendrá, por dicb.a,
para dos niños y un padre,
si acaso haber sido madre
os mueve a ver su desdicha,
algún pedazo de pan?
Fut. ¿Hijos decís?
Lup. Hijos digo,
de madre muerta.
Ful. ¡Ay, amigo!,
¿son los que con vos están?
Lup. Estos, mi señora, son.
(Stlga FuLGENCiA con un panecillo.)
Ful. ¡Cielos!, ¿qué es esto que veo?
Lup. ¡Ay, Dios! ¿Si es de mi deseo
esta sombra o ilusión?
¿Esta no es Fulgencia? ¡Cielos!
¿Cómo en casa de mi padre?
Ful. ¡Hijos de mi alma!
(Los niños.)
¡Madre!
Ful. ¡Suelta, traidor!
Lup. Soltarélos;
y cree que me ha pesado
que sea tu vida cierta,
aunque creyéndote muerta,
mil lágrimas he llorado.
Muerta tú, pensó mi honra
estar soberbia y altiva;
pero aquí, viéndote viva,
vuelve a vivir mi deshonra.
Y, pues con haberte visto,
vuelvo a ver mi deshonor,
vanamente con mi amor
a tus maldades resisto.
¿Tú con mi padre? ¿tú aquí?
¿tú viva? ¿tú labradora?
¿tú en mi casa? ¿tú señora?
¿tú darme limo.sna a mí?
¿Qué puede querer tvi pecho
que agora a tu gusto cuadre,
sino deshonrar al padre
como al hijo, infame, has hecho?
Algún Sinón de su casa
a ella trujo esta joya.
como el caballo de Troya
que ya la enciende y abrasa.
Pues tus hijos, bien ha sido
dártelos, para que sean
los soldados que pelean,
y de tu vientre han salido.
Da ese pan a esas arpías,
que bien será de dolor,
podrán pelear mejor,
que ha que no comen tres días.
Que yo me vuelvo, y quisiera
haber hallado la muerte,
primero que hablarte y verte.
Fui,. ¡Mi bien!
Lup. Suelta.
Ful. Espera.
(Vayase Lupercio presto)
¿Hay entre los fieros citas,
cafibes o lotofagos,
ni en los abarimos lagos
crueldades más inauditas?
¿Hay hombre que quiera más
ni que se parezca menos?
Dime, cifra de venenos,
¿dónde huyes? ¿dónde vas?
Pero vete donde quieras,
cazador acobardado,
pues mis hijos he cobrado,
como tigre, en tus riberas.
Anda, aborrece a Fulgencia,
si te ha cansado su trato,
que yo te prometo, ingrato,
que vuelvas a la querencia.
Huye y déjame con ellos,
que ya sospecho que vas,
villano, volviendo atrás
la cabeza para vellos.
Anda, pues, que si no sabes
quién son, en esta ocasión
las llaves del alma son,
tú volverás por las llaves.
Hijos, pues os he cobrado,
buen Lupercio en vos me queda.
(Entre Ger.'VRDo.)
Ger. ¡Que un perdido hallar no pueda
quien guarde tanto ganado!
¡Ay, larga desdicha mía!
Tebandra, ¿qué haces aquí?
Ful. A dar este pan salí
a un pobre que lo pedía.
Ger. ¿Quién son estos niños?
13^
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Ful. Son
sus hijos, que aquí ha dejado,
por no caminar cargado.
Ger. ¡Qué Benjamín y .\bsalórl
Ful. ¿Son bonitos?
Oer. Como un oro.
Ful. a esta traza son tus nietos.
Ger. Si ellos eran tan perfetos,
mayores pérdidas lloro.
;A qué va el padre a la corte?
Fll. a ver si un deudo que tiene
le socorre.
Ger. a tiempo viene,
que más que el deudo le importe.
Avísame y le daré,
por estos niños no más,
cincuenta escudos.
Flt,. Harás
como quien eres, a fe.
Que es hombre que ha sido neo,
y de un traidor confiado
se va triste y desterrado;
yo, por él, te lo suplico.
Ger. Mayores cosas, Fulgencia,
son las que me has de pedir.
Ful. y yo os tengo de servir
de hoy más, con más diligencia.
Ger. Hija, si no pareciere
Lupercio, quiero casarme,
]X)r que no venga a heredarme
alguno que mal me quiere.
Y si tengo de escoger,
yo no he menester dinero,
mi gusto, Fulgencia, quiero,
y tú has de ser mi nnijer.
Ful. Besóos, mi .señor, las manos,
por tan singular favor;
pero fáltame valor
y son pensamientos vanos.
Ger. Tebandra, para mis canas,
esa virtud y gobierno
tienen valor casi eterno.
Ful. Damas habrá cortesanas
en quien hagáis elección.
Gkr. Tebandra, elección he hecho,
que tu noble y casto pecho
me ha robado el corazón.
Tú lias de mandar esta hacienda,
tU5 hijos la heredarán.
I'fL. No dice mal, que aquí están.
Gkr. Tú será.s mi amada prenda.
Voy agora a ver si hay nueva
de aqueste perdido; tú, en tanto,
guarda este secreto cuanto,
Tebandra, a mi amor se deba,
que tú te verás señora
de esta casa.
Ful. Dios te guarde.
(Víiyase Gerardo.)
;Hay más fortunas que aguarde?
¿Mas de qué me quejo agora?
Que antes me ha venido bien
para hacer un nuevo engaño,
que me ha enseñado mi daño
a hacer engaños también.
Yo quiero decir que sí
a este viejo en lo que intenta,
que ya se me representa
que engaño a Lupercio ansí.
Que, como en torno de casa
por sus hijos ha de andar,
oirá a todos publicar
cómo su padre se casa.
Y sabiendo que es conmigo,
na de entrar por estas puertas,
donde las del alma abiertas
acojan su dvüce amigo.
Vamos, para que la emprenda,
hijos, y tened consuelo;
que ya dice ATiestro abuelo
que habéis de heredar su hacienda.
í Vayanse. Entren Sireno, Felicio, Pinardo, con Ce-
lauro herido, como que le ayudan, y Belakdo con la
espada.)
Fel.
Tened ánimo.
Cel.
Xo puedo.
que es esta herida mortal,
y la causa de mi mal
la que me da mayor miedo.
Tengo a Dios rtmy ofendido.
y así, para el mal que siento,
os tomo por instrumento.
Bel.
Dad acá luego el vestido.
Cel.
¿Qué vestido?
Bel.
El que hoy aquí
ruin hombre, me habéis tomado.
Cel.
En este punto he llegado
de la ciudad.
SlR.
Tvso sí;
¿estáis cercano a la nuierte
y negáis lo que es verdad?
Cel. Tened, pastores, piedad
de mi mal áspero y fuerte.
Mirad que es grande rigor
ACTO TERCliRO
131
acabarme de matar.
Bel. ^I/uego quereisme negar
que no sois el salteador?
CeIv. rVo salteador?
Bel. El que agora
un vestido me ha robado.
Cei,. Soy un caballero honrado
que en la ciudad vive y mora.
Que en busca de una mujer
voy por el mimdo, perdido.
Bel. Dad acá luego el vestido.
Fel. Que te engañas puede ser.
Aura bien, hijo Belardo,
si es él q\üen te lo tomó.
Bel. ¡Voto al sol!, que me quitó
hasta el capotillo pardo!
Cel. Mira, hermano, que te engaña?,
que S03' caballero noble.
Bel. ¡Oh!, que os cuelgue de ese roble
para que perdáis las mañas.
Pin. ¿Tú no sabes bien que es él?
Bel. Como que vos sois Pinardo.
Pin. ¿Pues qué aguardáis o qué aguardo?
Muestra, Sireno, el cordel.
Fel. No le ahorquéis, por vida mía,
sino atalde en esa rama.
Bel. Perro salteador de fama,
ho}' es de tu muerte el día.
Aqioí atado quedarás,
donde fieras o hambre fiera
te han de acabar.
SiR. Quiero
darte el vestido, (i)
Bel. Xo hay más.
¡Voto a mi vida! Sireno,
que le ha de comer un lobo!
(Atcv.le a un árbol.)
Pin.
Aqiü pagaréis el robo.
salteador de engaños lleno.
Fel.
Harto mejor os sería
decir adonde tenéis
el vestido.
Bel.
Aquí estaréis,
ladrón.
Cel.
¡Ay, desdicha mía!
SlR.
Vamonos luego a la aldea
y contémoslo a nuestro amo
(i) Este pasaje e?tá falto y errado. Hartz. lo com-
pletó así:
«donde fieras o hambre fiera
te acaben.
SiR. .\ no que quiera
darte el vestido).
Fel. Camina, pues.
Bel. Ese ramo
quiero que su horca sea.
Pin. ¡Pardiobre!, con ella alinda.
SiR. Y aun poco castigo ha sido.
Bel. a él le mata el vestido
y a mí el amor de Lucinda.
(Vayanse, dejándole atado.)
Celauro.
Fábricas de la tierra, polvo, nada;
vano mortal, caduco fimdamento;
esperanzas de viento, que en el viento
paráis, al fin, en fin de la jomada.
Máquina de soberbia levantada,
en las alas del loco pensamiento;
razón dormida, ciego entendimiento,
señora voltmtad desenfrenada.
Icaro corazón, Faetón te pecho,
que cara cara al sol miró la suya,
hoy nuestro laberinto se ha deshecho.
¡Oh, justo Juez!, ¿quién mirará a la tuya?
Ya de la muerte llega el paso estrecho.
¡Piedad, Señor, que no hay adonde huya!
(Entre L,upercio.)
Lupercio.
¿Qué sirve huir de lo que voy siguiendo?
¿Por qué aborrezco lo que más adoro?
¿Qué me finjo contento cuando lloro,
y por qué sano si me estoy muriendo?
¿Por qué, si soy culpado, reprehendo?
¿Si pobre soy, por qué desprecio el oro;
Busco mi honor y pierdo mi decoro,
y si vencido estoj-, vencer pretendo?
¿Por qué de lo que busco más me alejo
y huyo de gozarlo si lo toco,
y si sé que es mi bien, por qué me engaño?
¿Y si lo tengo ya, por qué lo dejo?
Debe de ser porque el amor es loco,
y cansado del bien, procura el daño.
¡Ah, caballero!
Celauro.
Lupercio.
¿Quién se queja?
Celauro.
Un hombre
casi en el mortal tránsito.
Lupercio.
¡Oh, qué lástima!
¡Válame Dios!, ¿qué es esto?
132
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Celauro.
¡Cielo santo!,
¿Es Lupercio?
IvUPERClO.
¿Es Celauro?
CEr,AURO.
Soy el mismo.
IvUPERCIO.
Abrázame, querido hermano mío,
V dime la ocasión de tu desdicha.
Cei.auro.
DesWate de mí.
LüPERCIO.
¿Por qué, Celauro?
¿Qué tienes tú para que yo me aparte?
Aguarda, amigo, y con aqueste lienzo
te limpiaré la sangre.
Celauro.
Xo la limpies,
si no quieres bebería, aunque es más justo
que te vengue de mí con ir corriendo
desde mi boca hasta tus pies.
(Desátele.)
I/UPERCIO.
¿Qué dices?
¿He sido, por ventura, j'o la causa
de estas heridas, por buscarme?
Celauro.
El cielo
quiere que tenga vida hasta que sepas
cómo por causa tuya me castiga.
IvUPERCIO.
¿Por cau.sa mía?
Celauro.
Escucha atentamente,
que quiere Dios que la verdad te cuente.
Sin saber que era tu esposa
la d<-sdichada Fulgen cia.
t" ella puse los ojos
y el corazón puse en ella.
De.scubrlle mis dáseos;
pero su honrada vergüenza
me arrojó de sí, más fácil
que el arco arroja las flechas.
Yo, con la de amor herido,
con celos quise vencerla,
llevándote a hablar la dama,
que fué mi hermana Leonela.
Hice que te oyese y viese;
pero puse al fuego leña,
volviéndose contra mí
las mismas armas secretas.
Después fingí lo que sabes,
Lupercio, de Octavio y de ella.
Octavio que de mi hermana
goza y merece sus prendas.
Porque en su vida la vio,
que de la carta las señas
mi hermana me las contaba,
que fué quien durmió con ella.
Cuando vi que te seguía
por estos bosques y peñas,
vine tras ella pensando
hacer a Fulgencia fuerza.
Pero en lo bajo que cubren
retamas, brezos, adelfas,
me toparon seis villanos
dijera mejor seis fieras,
y pidiéndome im vestido,
con cayados y con piedras,
llamándome salteador,
me han puesto de esta manera.
Lup. ¡Ay de nu, triste, Celauro!
¿Que es posible que tú seas
la causa de esta desdicha
y la ocasión de las nuestras?
¿Que tú me hiciste el engaño
que tanta pena me cuesta?
Cel. Yo soy, Lupercio piadoso,
y así, mi maldad te ruega
desnudes aquesta espada
y me atravieses con ella,
para que muerto a tus manos
tú mismo vengues tu ofensa.
Lup. Celauro, yo no soy hombre
de los que en niuertos se vengan,
sino de los que perdonan
a quien su maldad confiesa.
Tú has causado mi deshonra,
y yo tu muerte, aunque fuera
mejor excusar la causa.
Cel. Tú mi muerto, ¡oh, gloria inmensa!
como .señor, como amigo,
para (]ue salga contenta
el alma que te ha ofendido,
en ver que a tus manos muera.
Lur. Esc vestido, Celauro,
'ué de la tri.ste Fulgencia,
que le Uevalm a la villa
un villano de esa aldea.
ACTO TERCERO
133
Quitésele yo, pensando
consolarme con sus prendas,
y él ha jiuitado esa gente,
hijos de este monte y sierra,
que teniéndote por mí,
te han dado muerte.
Cei.. Yo era,
IvUpercio, el que merecía
la muerte, que ya se acerca.
Y pues lo permite Dios,
llévame adonde merezca
decirle esta culpa y otras.
I<up. Ven, que mis hombros te llevan,
Dios sabe con qué piedad;
soy de tu desdicha Eneas.
Cei<. Eres noble, aun no conoces
la carga infame que llevas.
(Entre I,eonf.la y Octavio, de camino, y Gerardo.
Ger.
OCT.
Ger.
OCT.
Leo.
Ger.
Ful.
Leo.
Ful.
De que honréis aquesta casa
estoy contento en extremo.
Antes enojarla temo,
viendo lo que en ella pasa,
que me han dicho que os casáis,
y estará ocupada toda.
Antes la casa y la boda,
en esta ocasión honráis.
Porque según es secreta,
hacer padrinos querría
a los que en mi casería
está mi hacienda sujeta,
que son dos viejos honrados;
pero pues habéis venido,
seréis padrinos, que ha sido
ventura de mis cuidados.
Y pues sólo vais a ver
de vuestra hacienda el agravio,
o el aumento, amigo Octavio,
con \'Tiestra hermosa mujer,
deteneos aquí dos días.
¿Qué dices, T^eonela?
Digo
que obedecer tal amigo
son honras vuestras y mías.
Apadrinemos su boda.
¡Hola! Sacadnos asientos.
(Entre Fulgencia.)
¡Con qué extraños pensamientos
este engaño se acomoda!
¿Es la novia?
Soy, señora,
vuestra esclava.
OcT. Gran presencia.
Leo. Fulgencia amiga, Fulgencia.
Ful. Calla, mi Leonela, ahora
y advierte al oído.
Leo. Di.
OcT. A fe, que es la novia hermosa.
Ger. Sentaos, mi querida esposa,
y sentaos vos junto a mí.
(Sentados tos cuatro, entre Pinardo.)
Pin ARDO.
Pardiós, nuesanio, que me pesa mucho
de traeros acá tan tristes nuevas
y en día de tan alto regocijo.
Gerardo.
¿Qué nuevas dices?
Pinardo.
Que Lupercio es muerto
a manos de unos fieros labradores,
que por salteador, en este monte,
le mataron con palos y con piedras,
y un hombre hasta el lugar le trujo en hombros-
Gerardo.
¡Mísero yo!, ¿qué escucho?
Fulgencia.
¡Oh, triste nueva!
Afuera fingimientos y disfraces;
afuera enredes, ¡ay de ti, Fulgencia!
Fulgencia soy; I<upercio fué mi esposo;
muerto Lupercio, ya Fulgencia es muerta.
Gerardo ingrato, padre de mi gloria:
esos niños que veis, son nietos txiyos;
mira por ellos, sírveles de padre,
más noble que lo has sido de Lupercio,
en tanto que el cuchillo de este estuche
pasa este pecho y abre puerta al alma.
Gerardo.
Tenedla, amigos, gente de mi hacienda;
salid todos de aqm', tenedla todos.
(Salgan pastores.)
Hija, ya que me falta mi Lupercio,
no pierda yo tu alegre compañía;
serás mi hija, heredarás mi hacienda,
tus hijos son mis nietos.
Octavio.
¿Hay desdicha
que con ésta, Leonela, se compare?
]Ah, señoia Fulgencia!
134
LOS EMBUSTES DE CELAURO
Leonera.
¡Ah, mi Fulgencia!
FULGEXCIA.
Dejadme, perros, que Lupercio es muerto;
furia soy, yo no soy Fulgencia; ¡afuera!
Gerardo.
Hija de mis entrañas, no te mates.
(S.\Bixo cníre.)
Sabino.
¡.Vlbricias, mi señor!
Gerardo.
¡Oh, mi Sabino!
¿Qué albricias puede haber, I.upercio muerto?
Sabino.
Lupercio vive, y viene a toda prisa
a remediar la culpa que cometes,
en que con su mujer quieres casarte.
Gerardo.
¿Lupercio vive?
FUI,GENCIA.
¡Ay, Dios!
Sabino.
I/Upercio vive,
que el herido es Celauro, y le han curado
y no son las heridas de peligro.
Leon-ei,a.
¿Celauro herido""; ¡ay, triste, que es mi hermano!
Sabino.
No tengáis pena, que no son heridas
de- peligro, cual digo.
Octavio.
A verle vamos.
Sabino.
Esperad, que traerle a casa quieren.
(Entre Lupercio, desatinado.)
Luí'. Si no fueras, padre ingrato,
mi padre, en esta ocasión
tomara satisfacción
de la maldad de tu trato.
¿F,n qué ley, cri.stiana o mora,
se usa que pueda ser
casarte con mi nuijer,
como lo intentas ahora'
Cer. i Mijo mió!
Lur, ¡HsjHjso amado!
LUP. Desvía, falsa engañosa.
Ful. Fué esta boda fabulosa
para darte algún cuidado.
Tu padre, con ignorancia,
y yo por traerte aquí,
lo habernos trazado así,
que no hay cosa de importancia.
Ger. De esta manera, yo soy
el engañado.
Ful. Es forzoso.
Ger. Pues quiero ser el quejoso,
que, al fin, de los dos estoy.
Ful. No harás, que los dos aquí
nos echamos a tus pies,
para que perdón nos des.
Ger. ¿a un viejo engañar ansí?
Lup. ¡Ea, señor!, que aquí es justo
adviertas si justo ha sido
que haya a P^ilgencia querido.
Ger. Hoy alabo tu buen gusto.
Tu disculpa y mi perdón
llegan juntos, )' las nuevas
de tu vida.
LxJP. Que me debas
la de tu hermano es razón.
Yo te contaré el suceso.
Leo. Estoy, Lupercio, sin mí.
(FrLicio con los niños.)
Fel. Iais niños están aquí.
LUP. ¡Oh, mi Enrique, dadme un beso!
Ger. Suelta, que éstos ya no son
tus hijos.
LUP. ¿Pues cuyos?
Ger. Míos,
porque no aprendan tus bríos.
LUP. Échales tu bendición.
Ger. Desde agora los señalo
mil ducados de alimentos;
y a vos, por los fingimientos,
dos mil, sin algún regalo.
Do}' quinientos a Sabino,
con mi criada Arnielinda.
Fel. ¿Ya Belardo con Lucinda?
Ger. De la boda, el pan y el vino.
Que hoy es día en que restauro
mis hijos.
Ful. Todos te alaban.
Lup. Aquí, senado, so acaban
Los embustes de Celauro.
riN DK LA COMKDIA DIC
LOS EMBUvSTES DE CELAURO
LA GRAN COMEDIA
DE LA
ESCLAVA DE SU GALÁN
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
Don Juan, estudiante.
Don Fernando, padre
de Don Juan.
Antonio, criado.
I^EONARDO, caballero.
Pedro, de gorrón.
Alberto, de soldado.
Elena, dama.
Serafina, dama.
Ricardo.
Finea, esclava.
Inés, criada.
Fabio, lacayo.
Florencio.
Notario .
PRIMERA JORNADA
(Salen DoÑ.\ Elen.a., dama
Ele.
D. Juan
Don JU.4.N, estudiante.)
Esto se acabó, don Juan.
No es ese lenguaje tuyo,
y de ese término arguyo
que mal consejo te dan.
Eso de argüir es bueno
para escuelas.
Novedad.
Elena, tu voluntad
sin argumentos condeno.
Confieso (i) que la he tenido.
¡Qué mala suposición!
Pues yo, don Juan, ¿qué lición,
qué facultad he leído?
Aguardo la consecuencia.
Habla como para mí.
¿Qué puedo hablar para ti
con tan cansada licencia?
¿Quieres que la tome yo
y te diga lo que siento?
Prosigue, que estoy atento.
¿Pues has de enojarte?
No.
Elena.
Yo soy hija, don Juan, de im hombre indiano,
hidalgo montañés, muy bien nacido;
dióme su luz el ciejo mejicano,
que fué para nacer mi patrio nido.
Mas la fortuna, resistida en vano
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
por sucesos que ya los cubre olvido,
le trujo a España con alguna hacienda,
o persuadido de su amada prenda.
Divídese SeviUa, como sabes,
j por este ilustre y caudaloso río;
senda de plata por quien tantas naves
le reconocen feudo y señorío.
Es esta puente de maderos graves,
sin pies que toquen a su centro frío,
mano que las dos partes divididas
por im.a y otra orilla tiene asidas.
Hizo elección mi padre de Triana.
patria de algún emperador romano,
para vivir; la causa fué una hermana,
o por no se meter a ciudadano.
Finalmente, pagó la deuda humana,
con su mujer, el venerable anciano,
dejándome, ni rica ni tan pobre,
que el sustento me falte ni me sobre.
Aquí he vivido con tan gran recato,
que se puede escribir por maravilla;
pues que de Triana, verdad trato, (i)
pasé dos veces solas a Sevilla.
Pienso que ansí mi condición retrato,
pues habiendo de aquesta a aquella orilla
paso tan breve a dividir sus olas,
a SeviUa pasé dos veces solas.
Una, con gran razón, a ver la cara
del sol de España, que nos guarde el cielo,
porque estando en Sevilla se agraviara
[ I ) Hartzenbuscli enmendó « Supongo».
(i) Verso incompleto. Ha^tzenbusch enmendó «pues
lo es auc de Triana» (verdad trato).
136
ESCLAVA Dl£ SU GALAX
si no la \iera la lealtad y el celo.
Otra, por ver la máqiúna tan rara
del monumento a la mayor del suelo;
de suerte que fui a ver cuanto se encierra
de grandeza en el cielo y en la tierra.
Mas como siempre en los mayores días
las desventuras suelen ser mayores,
ti'i, que tan libre como yo venías,
^^ste en mí la ocasión de tus errores.
Segm'steme a Triana, y las porfías
de tus paseos escribiendo amores,
aunque rasgué con justo enojo algunos,
mostraron lo que vencen importunos.
Yo te escribí, para decirlo en breve,
y yo también te amé, porque entendía
que al casamiento que al honor se debe
tu amor el pensamiento dirigía.
Con esto, el necio nn'o ya se atreve
a darte entrada como a prenda mía,
entras con libertad, j en este medio
hallo que es imposible mi remedio.
Dicen que vale cinco mil ducados
la prebenda eclesiástica que tienes,
y que 3-a de tu padre los cuidados
no se extienden a más de que te ordenes.
Si tú pensaste que sin ser casados,
porque a Triana de Sevilla vienes,
tengo yo de perder el honor mío,
mal consejo te dio tu desvarío.
Ayer lo supe, y ese mesmo día
vino mi tío de Jerez, que estimo
poT padre, el cual dispensación traía
para casanne luego con mi primo.
Y como yo tu in-^^ratitud sabía,
a darle el sí con lágrimas me animo,
y hoy parte por su hijo y por mi esposo,
porque dentro de un mes será forzoso.
;Cuál hombre noble, hubiera entretenido
una nmjer de prendas, con engaños,
habiendo de ordenarse, aunque hoy han sido
claros de tu maMad los desengaños?
Pensásteme burlar mi honor vencido;
pues si gastaras infinitos años
en locuras de amor, no me vencit-ras;
si Ulises fueras si Narciso fueras.
Yo estoy, don Juan, resuelta, y es más justo.
como estado tan alto, que te ordenes,
píírque es razón y es de tu padre gusto^
De renta, cinco mil ducados tienes;
yo perdono el engaño, amique fué injusto,
que un peclio de traiciones ofendidíj
volando pasa desde amor a olvido.
1). Juan. Elena, ;a tantas verdades
qué respuesta darte puedo,
pues que todas las concedo
sin poner dificultades?
Mas, ¿por qué te persuades
que mi verdad te engañó,
pues cuando te quise yo
ni la prebenda tenía,
ni más que amarte sabía,
qué es lo que amor me enseñó?
I\Ii padre alcanzó después
la renta de que 3-0 estaba
seguro cuando buscaba
más bien, ni (i) más interés,
que merecer esos pies;
Dios sabe si lo sentí;
y si parte no te di,
fué porque no quise, Elena,
que partiéramos la pena
que era sola para mí.
Pasó adelante mi amor
encubriendo mi desdicha,
no empeñándote a más dicha
que algún honesto favor.
Pero si por ser traidor
tomas venganza en casarte,
bien puedes desengañarte
de que amor me ha permitido
que me hubiese sucedido
con que poder obHgarte.
¿\'es la renta, y ves también
de mi padre el justo enojo?
Pues de todo me despojo
aunque mil muertes me den.
¿Será entonces querer bien
o mentira si me obligo,
para cumplir lo que digo?
Mira i5Í es prueba de te,
pues todo lo dejaré
y me casaré contigo.
¿Puede hacer mayor fineza
un hombre por lo que adora?
¿Creerás entonces, señora,
lo que estimo tu belleza?
Dirás tú, que es más riqueza
ser, Elena, mi mujer,
y sabré yo responder
que aun el jjropio ser perdiera,
si no siendo, ser pudiera,
que fuera tuyo sin ser.
Pues quien dejara (2) por ti
I i) Hartz. corrÍRió «mi bien, 110», jicro el .scntidí}
está claro en el original.
(2) En el texto original *dixcra».
PRIMERA JORNADA
T37
el propio ser en que vive,
no hará nniclio en que se prive
de lo que es fuera de sí.
Yo voy a hablar desde aquí
a qvüen licencia nos dé.
Ele. Detente.
D. Juan. Ya no podré.
Ki.E. ¿Qi^ié intentas?
D. JUAX. Tú lo verás.
Ele. ¿Loco estás?
D. JUAX. Xo puedo más.
Ele. J\íira tu honor.
D. Juan. ¿Para qué?
Ele. ¿Tanta renta no es error?
D. Juax. ¿Xo has vi.sto un niño que viene
a dar un doblón que tiene
porque le den una flor?
Pues haz cuenta que mi amor,
que amor en nada repara,
como el ejemplo declara
si lo que vé le contenta,
es niño, y deja la renta
por el clavel de tu cara. (Vase.)
Elexa.
Aunque es verdad que yo también deseo,
quiero tanto a don Juan, que me ha pesado
de que quiera emprender (i) precipitado,
esta locura por mi humilde empleo.
Pero el grande peligro en que me veo,
amando amada sin tomar estado,
animando el temor templa el cuidado
y me parece que mi bien poseo.
Gran fineza de amor; pero cumplida,
tantas desdichas pueden ofrecerse,
que en dejar a don Juan me va la vida.
Mejor es apartarse que ofenderse;
que una mujer que quiere y es querida,
¿en qué puede parar sino en perderse?
(Vasc y salen Dox Fernando, padre de Don Juan,
y Antonio.)
AXTOXIO.
Como si fuera mía me ha pesado.
Dox Ferxaxdo.
Pues a nu no me da mucho cuidado;
hacienda tengo gracias a los cielos.
AXTONIO.
Que no puedan armadas ni desvelos
contra aquestos rebeldes holandeses.
( I ) Kn el te.xto «entran; la corrección e.s de Hartzeu-
busch.
Dox Ferxaxdo.
Ayudan los ingleses,
mas no siempre suceden sus fortunas
con tal prosperidad; que si hay algunas
en su favor, nuestro descuido ha sido.
AXTOXIO.
El Draque muerto ya, quien es vencido
basta que agora a la memoria aplique.
Dox Ferxaxdo.
Más cerca, en Puerto Rico, el Conde Enrique,
sin otras mil victorias, (i)
AXTOXIO.
En Cádiz y el Brasil, ¿qué os han tomado?
Dox Ferxaxdo.
Diez mil pesos serían, y han quedado,
Gracias a Dios, cien mil, y solamente
para don Juan, mi hijo.
AXTOXIO.
X^^adie siente
bien de vuestra elección, siendo tan rico.
Dox Ferxaxdo.
A la iglesia le aplico,
y trato de ordenalle brevemente,
por causas que me obligan,
que no a todos es bien que se les digan.
Tiene de renta cinco mil ducados,
que vale la prebenda, 5^ mis cuidados
le llegarán a diez, a lo que creo.
AXTOXIO.
El estado es tan alto, que su empleo
no puede ser mayor; pero quisiera
que vuestra casa sucesión tuviera
dilatada a los nietos.
Dox Ferxaxdo.
Ese intento
nace de aborrecer el casamiento.
AxTOXIO.
¿Por qué razón no es cosa justa?
Dox Ferxaxdo.
Y tanto.
(i ) Este hemistiquio suelto entre dos pareados prue-
ba que faltan lo menos verso y medio.
138
ESCLAVA DE SU GALAX
que es sacramento santo, (i)
Pero, pues sois mi amigo, estad atento,
que quiero, y es razón, satisfaceros.
AXTOXTO.
Y yo escucharos más que reprenderos.
DüX Fkrnaxdo.
Pasé a las Indias mozo, y con hacienda.
Casé con ima dama, y aunque hermosa,
cansóme, Antonio, como propia prenda,
que en conquistar mi amor no fué dichosa.
Llevando, pues, la edad suelta rienda,
me enamoré de una criolla airosa
y no muy linda; así en el mundo pasa,
por lo feo dejar lo hermoso en casa.
Esto de los conjuros que sabía,
aimque es necia disculpa de casados.,
de suerte enloqueció mi fantasía
que el depósito fué de mis cuidados.
Tuve en ella a don Juan, que no tenía
hijos de mi mujer, con que elevados
quedaron mis sentidos, que es locura
que quien todo lo acaba no la cura.
A NT.
D. Per.
Ant.
D. Fer.
Ant.
D. Fer.
Leo,
Admiración me ha causado
que bastardo sea don Juan.
¿Oué pierde, rico y galán,
si el Re}- le ha legitimado?
¿Qué hace agora?
Pasando
está en mi huerta.
Estudioso
mancebo.
Es tan virtuoso,
que siempre le estoy rogando
deje el estudio y porfía,
y agora debe de ser
porque presto ha de tener
un acto de teología.
Caso extraño, maravilla
rara, que este mozo sea
tan honesto, que no vea
una mujer en Sevilla,
liabiendo tanta hermosura.
En éste no me parece.
fSaU I.FXíNARDO, rabalUro.)
Justo parabién merece,
y ha sido mucha cordura.
Estoy, señor don T-emando,
enojado con razón:
(i) Coinn cl vcrsu que sigue tenninu en i alen lo»,
probablemente éste se C8tTÍ!)itía así: »(|ue es santo <»a-
cramcntu», si no «» que éste «ca suelto entre otros
pareados.
D. Per.
Leo.
D. Per.
Leo.
D. Per.
Leo.
D. Fer.
Leo.
D. Fer.
Leo.
¿cómo en tan grande ocasión
nos olvidáis, despreciando
la amistad )• vecindad?
De la plata que he perdido
daros cuenta hubiera sido
pesadumbre y no amistad.
De la plata no sé nada:
pésame si os alcanzó;
parte; lo que digo yo,
es cosa en razón fundada;
pues que casando a don Juan
los hacéis con tanto .secreto.
Si es burla, ¿para qué efeto?
Burla, si él y Pedro están
pidiendo que por temor
vuestra licencia le den
sin que se amoneste.
¡ Bien! ;
■gracioso engaño!
Y mayor
el no lo creer ansí;
pues al juez han informado
que le mataréis airado,
si lo sabéis.
¿Don Juan?
Sí.
¿Yístelo?
Si no lo viera,
;os lo viniera a decir?
(Salen Don Ju.\x, y Pedro, de gorrón.)
D. Juan. En fin, ¿mandó recibir
nuestra información?
Ped. Espera,
que está mi señor aquí;
no entienda lo que tratamos,
que en grande peligro estamos;
que si lo sabe, ¡ay de ti!
D. I-'ER. Don Juan.
D. Juan. Señor.
D, Fkr. Yo pensé,
hijo, que pasando estabas
en la huerta.
D. JlAN. De allá vengo;
tanto deseo que salga
este acto de teología,
para tu honor y mi fama.
D. 1' i;k. Bien dices; bien se contirma
con el cuidado que andas
de casarte, ]nies que ya
secreta licencia sacas.
Ped. ¡Zape! (Af^.)
1). JiAN. Yo, .señor, ¿qué dices?
PRIMERA JORNADA
139
Ped.
D. Fer.
¡Vivii Domimts, que estaba,
cuando inirabimus per poriam
soplaverunt en ]a sala.
Hijo, no recibas pena,
ni las colores te salgan
al rostro, que en dar estado
mucho los padres se engañan
contra el gusto de los liijos.
Dime, por Dios, si te casas;
que cien mil ducados tengo,
tu padre so}^: ¿por qué causa
lías tu secreto a un mozo
y de tu padre te guardas?
¿Hay otra luz en mis ojos
ni otros ojos en mi cara?
¡Señor!...
Xo te turbes, di.
Confiesa, señor, ¿qué aguardas?
Advierte que dice que eres
oculorum de su cara.
D. JuAX. Señor, sí verdad te digo;
por tu gusto me ordenaba.
Yo no soy para la Iglesia;
casóme con una dama
virtuosa y bien nacida,
aunque pobre.
¿Esas palabras
han salido de tu boca
sin que yo te saque el alma?
D. Juan.
D. Fer.
Ped.
D. Fer.
Fuera!
(Saca la espada.)
Leo.
Antonio.
D. Fer.
Ped.
Leo.
D. Fer.
Ped.
D. Juan.
Ped.
¿Estáis en \Tiestro seso?
¿Para vuestro liijo espada?
Señor don Femando.
¡Fuera!
Cogebiiur en la trampa.
Teneos.
¿Qué he de tenerme?
¡Vil bastardo! ¿xlnsí se hallan
cinco mil ducados? ¡Fuera!
¿Bastardos los padres llaman
los que ellos hacen? Que estotro
como él le hiciera en su casa,
¿que le costaba salir
más por mujer que por dama?
Señor, pues quisiste bien,
cuando sin disculpa andabas
con la madre que me diste,
¿por qué mis años infamas?
¿tengo yo culpa de ser
bastardo?
Ver i tas clara.
D. Fer. Ahora bien: por los presentes,
con la infame vida escapas.
Vete de .Sevilla luego,
que la hacienda que pensaba
dejarte, al primer convento
la dejaré por mi alma. —
;Hola!, echadle esos vestidos
y libros por la ventana.
Idos, picaro.
Ped.
Señor,
yo no me caso.
D. Fer.
Si a casa
volvéis, yo os haré colgar
de una reja.
Ped.
¿Qiia de causa?
¿soy yo pierna de camero?
D. Fer.
¡Ea!, los bastardos vayan
al Rollo de Ecija.
Ped.
¿Yo?
Mas que también me levanta,
que nos hizo a los dos juntos.
Leo.
:Mirad, señor, que se para
gente a escuchar \aiestras voces
Ant.
Entraos, señor, que ya basta.
(E,
transe y quedan Don Jr.\x v Pedro.)
Ped.
¡ Buenos quedamos!
D. Juan.
¿Qué quiere
Como esto los hombres pasan
por amor...
Ped. Si fuera amor
persona, como es fantasma,
¡qué de veces me le hubiera
dado dos mil cixchilladas!
Al Rollo de Ecija a un hombre
que mañana se ordenaba
de vísperas ¡Vivit DSminus,
que ha de ir a Roma! ¿Eso pasa?
¿Qué habemos de hacer?
Morir.
Las puertas cierran.
Cerradas
debe de tener también,
quien las cierra, las entrañas.
¡Qué cerca estás de llorar!
¿Pues de eso, Pedro, te espantas?
Ayer un coche y criados,
casa, hacienda, padre y galas;
y hoy, cerradas estas puertas.
Ped. Presto se abrirán, si llamas,
con decir que te arrepientes
y que te ordenen mañana.
D. Juan. Aimque mil muertes me den.
D. Juan.
Ped.
D. Juan.
Ped.
D. JU.AX.
140
ESCLAVA DE SU GALÁN
de proseguir no dejara
el casamiento de Elena.
Ped. Desde la Hiena tro vana,
ha quedado por herencia
quemar Troyas, perder casas;
mas quiero darte un consejo.
D. Juan. Cómo.
I'KD. Deja la sotana,
y viste galas y plumas;
finge que te vas a Italia,
y entra a pedirle la mano,
que es padre, y [le] hará en el alma
cosquillas la ausencia.
D. Juan. He visto
gran crueldad en sus palabras.
Ped. No creas en esas furias;
pídele la mano, y saca
por fuerza una lagrimilla,
que .se la moje al tomalla,
que tú le verás más tierno
que una cocida patata.
D. Juan. ;Y si no puedo llorar?
Ped. Lleva la valona untada
de la mano con cebolla,
y haz que te limpias, que basta
para que llores seis días.
D. Juan. ¡Oh, Elena! ¡Oh, bien empleada
pena! A}-ude tu hermosura
el ánimo que desmaya
ver lo que pierdo por ti.
Ped. Ya arrojan por las ventanas
tus vestidos.
(A rrojan hs rcsíidns y libros y otras cosas.)
D.Juan. ¡Bravo enojo!
Ped. Anda la mar alterada,
y aligeran el navio. —
Voy a buscar mi sotana.
¡Ay Dios!, si se han de perder
de doña IClena las cartas
y una cinta de cabellos.
<Qué joyas?
Joyas del alma.
Cierto que hay almas buhoneras,
pues andan siempre cargadas
de cintas y de papeles.
¡Ay mi Elena!
¡Ay mi sotana!
I>. Juan, ¡Ay papeles!
Pkd.
J >. J UAN. j Ay mis cintas!
i'i'A». ¡Ay mi cama!
D. JiAN. Quien supiere qué es amor,
D. Juan.
ni).
]). JU.VN
Pkd.
D. Juan
Ped.
¡Ay gregüescos!
apruebe mis esperanzas;
quien no, diga que estoy loco,
pues quedo con sola el alma.
(Vanse.)
(Salen Seratix.^, dama, y Ricardo 3' Fine\ con manto.)
Ser. No me habéis de acompañar.
Ríe. • La vida, señora mía,
podéis, no la cortesía,
aborreciendo, quitar.
Ser. Xo son las calles lugar
para tratar casamientos.
Ríe. Si se han de dar a los vientos
por \-uestro injusto rigor,
¿desde dónde irán mejor
a sus propios elementos?
Ser. Dejadme pasar.
Ríe. Teneos,
y no recibáis enojos;
que por vida de esos ojos,
de no hablar en mis deseos.
Ser. ¿Pues en qué?
Ríe. Vuestros empleos
eran materia sin nu.
Ser. ¿y qué me diréis ansí?
Ríe. Que estáis muy mal empleada.
Ser. ¿y estuviera mejorada
en vos?
Ríe. Presumo que sí.
Xo porque no haj-a en don Juan
muy grandes merecimientos,
vuestros altos pensamientos
mirad vos, que fin tendrán (i)
con quien mañana se ordena;
pues, ¿qué loco amor condena
luia mujer principal,
a que se quede tan mal
que se quede con su pena?
Toda acción se comprebende
del fin, falso o verdadero;
todo discreto, primero
mira el fin de lo que emprende;
«juien lo que espera no entiende;
disculpa tiene del daño,
porque esperó con engaño
dónde, el fin oculto está;
mas ¿qué disculpa tendrá
quien ama con desengaño?
Ser. Yo, Ricardo, ya que os veo
conmigo tan declarado,
que en vez de vuestro cuidado
i ( I ) Falta un verso antes de éste ¡lara la dócinia .
PRIMERA JORNADA
141
me decís mi propio empleo,
satisfaceros deseo.
Don Juan se crió conmigo;
fué su padre gran amigo
del mío, y lo es de Leonardo,
mi hermano.
Ríe. Más causa aguardo.
Ser. ¿Qué mayor de la que digo?
Creció el amor con la edad;
porque (i) ¿quién imaginara
que tan presto comenzara
su oficio la voluntad?
Al principio fué amistad,
simple, y honesta ignorancia;
pero la perseverancia
juntó las cosas distantes,
y desde amigos a amantes
no hay un paso de distancia.
Queríame bien don Juan,
pagábale yo también;
pero en medio de este bien,
(que bienes presto se van)
o fué, como era galán,
admitido de otra dama,
cuyas penecciones ama,
o yo le desagradé;
que aunque él lo niega, 3-0 sé
que me aborrece y desama;
Hágole seguir de día
y de noche. ¡Caso extraño
que no tome el desengaño
quien tanto hallarle porfía!
Ni en casa de amiga mía
largas visita dilata;
ni con sus amigos trata,
rd le han visto hablar, ni ver,
en calle o campo, nmjer,
y con tibiezas me mata.
Muerta entre tantos desvelos,
sin saber qué puede ser,
soy la primera mujer
que tiene celos sin celos.
Asegura mis recelos
con regalarme y jurar,
en oyéndome quejar;
pero en materias penosas,
no hay cosas más provechosas
que el jurar y el regalar.
Aqm' viene la elección
de su padre, y aquí viene
pensar que el amor no tiene
Ríe.
[\) Hartz. enmendó «pueril».
amistad con la razón.
Bien sé que mi pretensión
ningi'm fin puede tener;
¿pero quién ha de poder,
amando, dejar de amar,
si hay tantas leguas que andar
desde amar a aborrecer?
Esta, pues habéis querido
saberla, fué la ocasión:
pude amar por la razón,
Ricardo, que habéis oído;
pero no dar al olvido
tantos años de amistad,
que hay mucha dificidtad
en mudar el pensamiento
cuando está el entendimiento
sujeto a la volvmtad.
Habéisme favorecido;
que un discreto desengaño
nunca hizo tanto daño
como un engaño fingido, (i)
Yo voy muy agradecido
al bien que aquesto me ofrece (2)
mirad que premio merece
quien le tiene por favor,
y así agradeciera amor
quien desengaño agradece.
Con esto, palabra os doy,
no de [no] amaros, pues veo
ejemplo en \Tiestro deseo,
y desengañado estoy;
mas no hablaros desde hoy
en mi necia voluntad,
ni estorbar \aiestra amistad;
quered a don Juan, que es justo,
porque no es amar con gusto
donde no hay dificultad.
Que si venganza quisiera,
¿qué mayor que ver que amáis
donde el amor que empleáis
ni fin ni remedio espera?
Rogaré al tiempo que qmera
templar esta ardiente llama,
no obligando a quien os ama (3)
los méritos que tenéis,
aunque licencia me deis
para querer a otra dama.
(Vase.)
( 1 ) Hartz. enmendó «como hace un favor fingido.»
(2) En el original dice, por errata, «en esto me ofrez-
co». Hartz. escribió «el daño me ofrece».
(3) Hartz. suprimió el «no» de este verso.
14-
l^SCLAVA DE SU G.\LAX
Ser.
Fin.
Ser.
1-ix.
Ser.
Leo.
Ser.
Leo.
Ser.
Leo,
Ser.
Leo.
Ser.
Leo
Cortés caballero.
Tauto,
que lástima le lie tenido;
fuerte desengaño ha sido.
Toma. Finea, este manto,
que no es tiempo de mirar
en lo que no puede ser.
Notable cosa es querer.
Más notable es olvidar.
(Sah- LroNAPDO.)
Serafina.
Hermano mío,
¿de dónde?
Vengo admirado
de dos cosas con razón,
en casa de don Femando;
la primera, que se casa
don Juan.
¿Qué don Juan?
Xo ha sido ( i ]
sin causa el dudar el nombre.
Decir que se casa es caso
tan extraño, que no es mucho
dudar qué don Juan, Leonardo.
Don Juan, su hijo.
¿Es posible?
Debajo de hábitos largos
suele haber poco juicio.
¡Qué bien su padre ha empleado
lo que le cuesta el ponerle
en un estado tan alto!
I.oquillo, ignorante, en fin,
un mozuelo enamorado
que arroja hacienda y honor
y estudio de tantos años,
por lo que mañana creo,
y aun hoy, estará olvidado,
si lo tuviese esta noche
como en el alma los brazos.
lx> segundo que me admira
no es el ver el padre airado,
porque es grande la ocasión,
pero el ver que llegue a tanto
que después de lialxr querido
matarle, descsjierado,
ha hecho con grande nota
por las ventanas abajo,
echar su ropa y vestidos,
sus libros V cuanto hallaron
'i) No m t<idn» a.sonante propio de istc- r(jma>icc.
llartz. enmendó iXo es ruro».
ser del pobre caballero. —
Parece que te ha pesado.
Ser. ¿Pues a quién no ha de pesar,
y con más razón que a entrambos,
que nos criamos con él?
Leo. Entra, que quiero que vamos
a hablarle esta tarde juntos,
si vive, porque ha quedado
de cólera casi muerto.
Ser. Hasta agora fué mi daño
un imposible de amor;
ya es mayor, pues es agravio.
Porque ¿quién podrá sufrir
los celos desengañado?
Que el amar un imposible
no ha menester desengaño.
(]'ansí\)
(Salen Don Juan v Pedro, de soldados, ron hc.v.das y
p •■urnas.)
D. JUAX. Ya vengo como tú qviieres.
Ped. y como el tiempo lo manda;
esto de plumas y banda
es hechizo de mujeres.
Mucho se ha de holgar Elena.
D. JUAX. Mi padre qiiisiera yo.
¡Ay, mi casa!, quién te vio
de tantas ricjuezas llena
solamente para mí,
y agora te ve cerrada.
Ped. Que la cólera pasada,
toda ha de ser para ti.
D. JUAX. Xo me des a conocer,
Pedro, un hombre tan airado
que mató, mal informado,
la desdichada mujer.
Ped. ¿Mn] informado?
D. Juan. ¿Pues no?
Ped. ¡Bien haya amén, pues lo eres,
(juién sabe honrar las nuijeres!
D. JUAX. ¿Xací de las piedras yo?
Ped. ¡Oh, sabrosos animales!,
no es hombre el que os tiene en poco.
D. Juan. Yo, a lo menos, estoy loco.
Ped. Xo todas nacen iguales;
pero como no sean brujas
de estas que andan a chupar,
que es menester preguntar
si son de pierna y de agujas;
y consuélate, don Juan,
de cuanto puedes perder,
(jue más ¡)eidió por nuijer
no habiendo más de una, Adán.
PRI.MLÍRA JORNADA
43
D. Juan.
Ped.
D. JUAV.
Ped,
D. Juan.
Ped.
D. JUAX.
Ped.
D. JUAX.
Ped.
D. JUAX.
Ped.
D. Fer.
¿Oiié virtuosas, qué santas
disculpan aquella culpa?
Por Dios, que tiene disculpa
quien se pierde donde hay tantas.
¡Ea!, acaba de llamar.
A nn echaránnie, señor;
yo tomaría cualque (i) olor,
aunque no fuese de azar;
pero temo algiin cascote.
rPues para qué me he vestido?
El cuento viejo ha venido
aquí a pedir de cogote.
Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de un largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
qtie andando el gato con él
guardarse mejor podían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo (2),
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar cuito un rato:
«¿Quién, de todos, ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?»
Ya entiendo; que haber venido
ha sido, Pedro, invención,
y el llamar, la ejecución.
¿No tienes apercibido
el llanto para la mano
cuando te la ha dé a besar?
Por eso no ha de quedar,
si mi padre es hombre humano.
Di que su esclavo serás.
Póngame un clavo, una argolla.
Si no tiene harta cebolla
la valona, pondré más.
¡Ah de casa!; ¡qué ocasión
hoy en la calle perdimos!
Mu}- emplumados venimos
para pródigo y lechón.
Tú, ni en vestido ni en cara,
tu papel puedes hacer;
que yo bien puedo tener
plaza en cualquiera piara.
(Sale Don Fernando.)
;Ouién es?
( 1 ) En el original « que>>.
(2) En el original «ojiqueromo».
D. Jt:ax. Un hombre, señor,
que ya no merece nombre
de tu hijo, pues es hombre
que no mereció tu amor.
Voy a Flandes a morir
entre fieros enemigos,
pues que no supe entre amigos
y en tu obediencia vivir;
• y aun ojalá que en Triana
me matara una pistola.
D. Fer. Xo es tu desvergüenza sola
la que hiciste con sotana;
y que de plumas presumas (i),
con éstas puedes volar,
porque ya quedas de suerte
que sólo pueden valerte
por la tierra o por la mar.
Vete, y en tu vida creas
que me has de volver a ver.
D. JUAX. ¡Oh, qué presto has de saber
la muerte que me deseas!
Pero siquiera, señor,
porque me has criado, mira
que no es nobleza la ira
y el perdonar es valor;
sólo te pido la mano,
merezca tu bendición.
D. Fer. Donde no se da perdón
es la bendición en vano.
D. Juan. ¿Pues es posible, señor,
que me dejas ir ansí?
D. Fer. ¿Y tú, parécete a ti
que me has dejado mejor?
D. JuAX. Xo era yo para el estado
que tú me querías dar.
D. Fer. Xi yo para transformar
un sacerdote en soldado;
que si de ti no me vengo,
es porque aunque no lo fuiste,
basta que serlo quisiste
para el respeto que tengo.
Clérigo te imaginé,
y de haberlo imaginado,
ya tienes algo sagrado
con que luego te dejé.
Vete, y no pares aquí,
ni sepan tus desvarios.
D. JUAX. Ojos no parecéis míos,
pues no me vengáis de mí.
(i) Faltan lo menos tre.'s versos antes de este, que
que fonnarían una redordilla. I-'l sentido también lo
pide.
144
ESCLAVA DE SU CALAX
Ped.
D. Fer.
D.
Jl-AX
D.
Fer.
D.
JlAX
Ped.
D.
Fer.
Ped.
D.
Fer.
D.
Jr.^x
D. Fer.
Ped.
D. Fer.
Ped.
D. Fer
Ped.
D. Fer.
D. JlAX.
Ped.
D. JtAN.
I'ED.
D. Juan.
Ped.
l>. JlA.V.
Peí.
Dale cebolla, que ya
parece que se enternece.
¡Qué p)oco el llanto merece
cou quien ofendido está!
¿En fin, me dejas ansí?
Esto es hecho.
¡Qué rigor!
Dale cebolla, seiior.
Vete, pródigo.
¿Y a mí
no me oirás por tu cochino,
hablando con reverencia ?
Mas que incitas mi paciencia
para hacer uu desatino.
¡Cuiín de otra suerte aquel padre
de íaniilias recibió
su hijo!
Y lo hiciera yo,
mas no es posible que cuadre
aquí la comparación,
que aquél vino arrepentido.
Sí, mas no le has parecido
en la debida porción.
Tema parte en su hacienda,
y ésa no tiene don Juan.
¿Señor?
Quedo, ganapán.
Dale cebolla.
Xo entienda
que ha de ver más esta casa.
(]'ase.)
¿ Fuese ?
Xada aprovechó:
mas seña.e le he visto yo,
y todo, en efecto, pasa.
Otros hijos se han casado.
Sí, pero la bendición
del padre, auntjue haya perdón,
es de.sgracia haber faltado.
Ivllo ha de ser cou su gusto,
porque ansí lo manda Dios.
Pues volvámonos los dos,
que yo sé también que ts justo.
¿Y Elena?
En Triana está
labrando una verde manga,
para el venturoso día
que casados juguéis cañas.
Camina, Pedro, a la puente,
y pasemos a 'iriana:
(jue grandes re.solucioncs
no quieren grandis tiinlaiizas.
I")n fin, ¿te casas
D. Juan.
Ped.
D. Juan.
Ped.
D. Juan.
Er.E.
IxÉ.
Er,E.
IxÉ.
XVI.E.
INÉ.
D. JTAX.
Ped.
D. Juan.
¿Qué quieres?;
tengo la palabra dada.
Otros tienen dadas obras
y no cumplen las palabras.
¡Qué villano estuvo! ¡ay, cielo!
Antes no, pues que le dabas
cebolla y nimca la quiso.
Camina, Pedro, a Triana.
(Va use.)
(Salen F.LKNA t' IxÉs, criada.)
Las sombras de mi temor
no me dejan alegrarme
con cuanto dices que viste.
Propia condición de amantes;
quitas el crédito al bien
con que dejas de gozarle,
mientras le adnútes dudoso.
¿Que viste, Inés, esta tarde,
para tanta dicha mía,
a don Juan mudado el traje?
Digo que le vi con plumas;
mira si duede mudarse
en más diferente forma,
quien era ayer estudiante.
¡Ay, Dios!, si ya mi fortuna
se mostrase favorable
a mis deseos; mas temo
que al mejor tiempo me falte.
Porque, como no son justos,
no dejan de asegurarme
en esperanzas que duren,
sino en penas que me maten.
¿Quién ha de pedir al cielo
que deje, para casarse,
un hombre tal alto estado,
tanta renta, honor tan grande?
¡Oh, amor!, que sólo reparas
en tu gusto, porciue haces
cosas injustas, dirás
que fué disculpa bastante
el haber nacido ciego.
(Salen Don Juax y Pedro.)
¿Llamaron?
Entra y no llames.
¿Tomas ya la posesión?
\'engo, mi señora, a darte
satisfacción de la fe
con que .sujiiste obligarme;
vi-isme aquí, si i)or vi-ntura
asegurar descaste
la esperanza de ser tuyo,
PRIMERA JORNADA
i4S
ped.
EI.E.
XII
para que ya no se alaben
cuantos hicieron finezas,
que fueron con ésta iguales.
¿Que importa que desde Abido,
Leandro el estrecho pase ?
¿Qué mar se iguala el enojo
de un noble y airado padre ?
Sacando yo la licencia,
Elena, para casarme,
probando que no tendría
efecto con publicarse;
no faltó quien se lo dijo,
aquí no es justo cansarte
con pintar tigres, leones
y otras fieras semejantes,
sacó la espada, no pudo,
por los presentes, matarme,
y porque llevaba yo
dos ángeles que me guarden;
cerró las puertas, en fin,
y mandó que me arrojasen
por las ventanas mi ropa.
Yo, pretendiendo probarle,
tomé el traje en que me ves,
y para partirme a Flandes
le pedí la bendición;
mas íué tan inexorable,
que no la pude alcanzar;
mas déjame que le alabe
de una cosa que en sus iras
me ha parecido notable.
No me ha echado maldiciones,
como muchos padres hacen,
neciamente, porque a nmchos
quiere Dios que les alcancen.
Esto me ha dado consuelo
y esperanza de gozarte
en paz, dulce prenda ima,
que algún día haremos paces.
Es justo acuerdo y es fuerza
por algún tiempo ausentarme
de Sevilla y dar lugar
a que este suceso pase.
Porque el mayor dura un lues,
al fin del cual a casarme
volveré a SeviUa, alegre;
tú, en tanto, mira que pagues
esta fe, este amor; no puedo
pasar, mi bien, adelante.
¿Andamos con la cebolla
tan tiernos que en todas partes
lloramos sin ocasión?
Pensé, don Juan, alegrarme
con verte, y estoy tan triste,
habiéndote visto, que antes
todo el discurso fué alegre,
hasta llegar a ausentarte.
Porque, ¿dónde habrá paciencia
que para tu ausencia baste,
siendo perderte de vista,
no presumiendo que engañes,
una mujer que te adora?
Porque para no casarte,
no era menester dejar
la riqueza de tu padre,
la dignidad de tu oficio,
dando lugar a que hable
toda esta ciudad de ti;
pero si es fuerza dejarme,
dime dónde vas, mi bien.
D. Juan. El amor, Elena, es grande,
que mi padre me ha tenido,
y aunque éste puede templarse
con el agravio, es muy cierto
que en mi ausencia he de obligarle
a notable sentimiento,
con que piadoso me llame.
Iré a la corte, y allí
escribiré por instantes
al mayor amigo suyo,
para que el perdón me alcance.
Vuelvo a firmar la palabra
de ser tuyo, y porque es tarde,
para pasar atrevido
con las postas, por su calle,
sólo te pido...
Ei,E. Detente,
mi señor, que es agraviarme
pedirme fe, ni memoria,
porque primero que falte
a tantas obligaciones,
se verán las altas naves
de este río en las estrellas,
y que las estrellas bajen
a ser de sus aguas peces;
y rompidos los cristales
del cielo, caerán sus polos,
dividido el sol en partes.
¿Qué mujer debe en el mimdo
amar tanto, aunque llegase
a perder por ti mil vidas?
Ped. En fin, Inés, hoy se parten
soldados los que ayer fueron
pacíficos estudiantes;
así va el mundo
Iné. ¿a qué niiuo,
10
146
LSCLAVA DE SU GALAX
picarón, pensarás darte
en aquel Madrid, coa plumas?
Ped. ¿Con plumas? ¡Qué disparate!
Mal conoces hopalandas.
Gorrón, echaba yo lances
famosos, que donde quiera
se cuelan los de este traje.
A dos veces de ver plumas,
lo que no pasa se sabe;
échanse nmcho de ver;
mas ya mi amo se parte,
¿has de tener fe en ausencia?
IxÉ. .Intes, Pedro, que me falte,
estará el sol donde suele;
porque, ¿quién podrá quitarle
de dónde le puso Dios?
Ped. Estas sí que son verdades.
D. JUAX. Mi bien, 3-0 me voy, adiós,
que partirme apriesa nace
de que este tiempo que pierdo,
para la vuelta se alargue.
Ele. El cielo vaya contigo;
Pedro, mira que regales
a don Juan.
Ped. Sin ti, señora,
no habrá regalo que baste;
¿qué mandas para Madrid?
Ele. Que acuerdes, si me olvidare,
a don Juan.
Ped. Xo me lo digas,
ni tanta firmeza agravies.
Ele. Abrázame, Pedro.
Ped. Tente,
que harás que don Juan me abrace,
para quitarme el abrazo.
Ele. Celosa quedo y cobarde.
Ped. ¿De qué?
Ele. De ver que se pone
el sol que en mis ojos sale;
que im Madrid y aquellos años,
¿qué lealtad quieres que guarden?
SEGUNDA JORNADA
(Salen Leonakdo, I'kuro y Don Jl'.an.)
I.KO. Antes fuera maravilla
venir con menos cuidado.
D. Jl'AX. Enojos de un padre airado
me .sacaroJí de Sevilla.
Y vuélvenme los deseos
de la ocasión, a salx-r
qué fin puedo prometer
a mis dudosos empleos
para que vos, a quien tiene
respeto por amistad,
rompáis la dificultad
que a mis desdichas previene.
Leo. Yo no sé cómo ha de ser,
don Juan, que podáis volver
eternamente a su agrado, (i)
Porque después que a la Corte
os fuisteis, se ha procurado;
pero con su pecho airado,
no hay medio humano que importe.
Antes, hablándole, jura
que un esclavo ha de buscar,
a quien le piensa dejar
su hacienda.
D.Juan. Extraña locura;
hágame su esclavo a mí.
Ped. No, sino a mí, que podrá
con más propiedad.
D. JUAX. ¿Qu-e está
tan airado?
Leo. Ayer le vi
con tal determinación;
mas cómo fué me decid
en Madrid.
D. JüAK. Llegué a Madrid,
lyconardo, en buena ocasión
para entretener los ojos,
que el alma 110 era posible,
mientras airado y terrible
ejecuta sus enojos.
Ped. Tú padre, señor.
D. Juan. ¡Ay, triste!
Leonardo, adiós, no me vea.
(Saun Don Fernando y Fabio.)
D. Fkk. No te espantes, que no crea
lo que dices; ¿tú le viste?
Fab. T)igo, señor, que le vi.
D. Fer. Basta, Leonardo, que F'abio
dice que para mi agravio
está aquel villano aquí.
Lico. .Aquí está, que le han traído
pobreza y enfermedad;
no cerréis a la piedad,
como el áspid, el oído.
que ya toca en vuestro honor
favorecer a don Juan.
D. FlvR. Gentil favor le daráíi
su maldad y mi valor.
(i) Falta d jiriincr vcrsu de esta redondilla.
SEGUNDA JORNADA
147
Id con Dios, porque en llegando
a hablarme por él, me pierdo.
Leo. Vos, como prudente y cueido,
veréis, señor don P^ernando,
lo que en esto habéis de hacer;
yo, entretanto, y perdonad,
cumpliré con mi amistad
en no dejarle perder;
a mi casa le he traído,
allí le pienso curar.
D. Fer. Haréisme un grande pesar,
y que no lo hagáis os pido,
que estáis muy cerca de mí,
o mudar eme, por Dios.
Fab. La vecindad de los dos,
¿qué ofensa te hace a ti?
D. Fer. ;No podrá ser que le vea
alguna vez?
Fab. Ya, señor,
es ese mucho rigor.
(Sale Alberto, criado de Elena, de soldado.)
Al,B.
D. Fer.
Fab.
Al,B.
D. Fer.
Al,B.
D. Fer.
Al,B.
D. Fe;r.
No habrá en el mundo quien crea
esta determinación,
mas es fuerza aventurarme.
Mira quién viene a buscarme.
Soldados pienso que son.
So}', señor, un capitán
de una navio.
¿Mas que viene
a decir que me conviene
favorecer a don Juan?
Habiendo sabido que
andáis buscando un esclavo,
de tantas partes que pueda
la tristeza consolaros,
de un hijo que habéis perdido
o que ha dado en ser soldado,
traigo una esclava, que creo
(no siendo fuerza obligaros
a ser esclavo) que tiene
prendas que no las ha dado
el cielo a mujer ningima.
Amor siempre ha sido engaño;
esclavo buscaba yo,
pero tampoco reparo
siendo ella tal, en que sea
esclava.
Es tal, que no hallo
a qué poder compararla,
si no es al precio, que es tanto,
que dije bien su valor.
¿Ks negra?
Ai<B. Por ningún caso
tratara yo en esa hacienda.
D. Fer. ¿Mulata?
Ai,B. Tampoco.
D. Fer. Aguardo
Al,B. qué sea.
Ai,B. Es india oriental,
a quien los moros han dado
su seta en aquellas tierras,
que ahora van conquistando
valerosos portugueses;
en Malaca la trocaron
a perlas, y un capitán
la trujo a España del Cabo
de Buena Esperanza, y yo
la compré siendo soldado
del castillo de Lisboa;
entra, Bárbara.
(Sale Elen.4, dr. esclava, con clavo en la barba.)
D. Fer.
EI.E.
D. Fer.
Fab.
D. Fer.
Al,B.
D. Fer.
Al,B.
Es retrato
de aquella reina de Persia.
Dadme, señor, vuestras manos.
Hija, no estéis en la tierra;
la fortuna os hizo agravio.
¡Notable mujer!
Famosa.
Adoptaban sus esclavos,
los romanos, como a liijos,
sus apellidos dejando,
y su casa en ellos; yo
pensaba hacer otro tanto,
por cierto enojo que tengo;
pero puesto que me agrado
de la esclava, haré lo mismo.
¿Es el precio?
Mil ducados.
Bien dijiste que en el precio
se vería, y se ve claro
su valor.
No os espantéis,
que donde son más baratos
me los han dado por ella;
tiene entendimiento raro.
Por comenzar por el alma,
el cuerpo est aisle mirando;
no tengo que encarecerle,
los ojos son desengaño.
Por virtuosa la vendo,
que haber sido lo contrario,
no era precio para ella
el tesoro veneciano.
Canta, baila, cuenta, escribe
148
i:SCLAVA DE SU GALAX
D. Fer.
EI.E.
D. Fer.
Ele.
D. Fer.
Er.E.
D. Fkr.
Al.H.
D. Fkr.
y es, con notable regalo,
milagrosa conservera;
esto podéis ver despacio,
si queréis que aquí la deje.
¿Cómo os llamáis?
Yo me llamo
Bárbara, y no por gentil,
porque este nombre es cristiano.
En la nave que venía
con el bautismo sagrado,
me dio mi primero dueño,
temeroso de los rayos
de una tempestad que tuvo
la nave en milagro tanto,
que haber librado las vidas
fué del bautismo milagro.
Sin esto, jmito a los Cafres
dimos en irnos peñascos,
que sir\'ieron de rodelas
a las flechas de sus arcos.
Como echó su hacienda el mar,
aquel mercader indiano
guardóme para la tierra,
donde le fué necesario
remedialla con venderme.
¿Cómo, Bárbara, este clavo
os puso en la barba ?
Fué
presumir amenazando,
rendir mi pecho a su gusto,
y como sé que le traigo
en defensa de mi honor,
lunar de mi honor le llamo;
que como ponen blasones
los que empresas acabaron,
puso por armas mi honor
hierro negro en campo blanco.
¡Qué bien dicho!: yo lo creo.
Ahora bien, cuando me agrado
de mía cosa, pocas veces
en el dinero reparo,
que no vos, señor; ¿en cuánto
os la vendió el capitán?
Señor, mientras es mi amo,
no puedo cfHítradecirle;
después que me hayáis comprado,
os lo diré como a dueño.
¡Qué discreción!
Si llegamos
cuando os agrade el concierto,
sean quinií-ntos ducados,
que me costó cuatrocicnto.s.
Esos daré yo.
Ar,B. Subamos
a contarlos, todo en plata.
D. Fer. y en oro podéis contarlos,
porque es dar oro por oro.
AxB. Ya es vuestro suceso extraño.
D. Fer. Bárbara, no a ser mi esclava
quedáis, que con vos aguardo
cobrar el amor de un hijo
inobediente e ingrato.
Ei.E. Pues, señor, haré yo cuenta
que por él traigo este clavo,
que sirviendo en su lugar
esclava seré de entrambos.
(V'ase Fernando.)
Esta amorosa pasión
con que se me abrasa el pecho,
pues hierros dorados son,
por una fineza ha hecho
esclavo mi corazón.
Con darle a don Juan, no huyo
de confesarle por suyo;
mas puede decir después
que de dos dueños lo es;
esclavo soy, ¿pero cuyo?
Aunque si dadas están
cuyo ha de ser preguntando,
mi fe y lealtad las dirán,
que no soy de don Fernando,
sino esclava de don Juan.
Verdad es que él me compró
y que el amor me vendió;
pero cuando en m reparen,
si cuya soy preguntaren,
eso no lo diré yo.
Porque de concierto están
la fe y el amor en mí,
que si tormento me dan
la esclava de su galán.
(jue mi corazón quebró (i)
lo que don Juan le obligo,
le dijo al alma: prometo
de guardar siempre el secreto
quf cuyo soy me mandó.
Soy tan leal corazón,
que sabiendo que ha perdido
por nn', hacienda y opinión,
secretamente he querido
pagarle tanta afición.
(i) Hartzeulnisch ouniciuló csle liiKai, ;isí: líCuiiio el
corazóu obró.»
SEGUNDA JORNADA
149
Porque como restituyo
la deuda, el amor arguyo;
mas, ¿cómo se encubrirá?;
porque nadie me verá
qne no diga que soy suyo.
(Fabio sale.)
Fab.
Haciendo está la escritura;
entre, Bárbara, que quiere
Ele.
verte el escribano.
Fab.
EI.E.
Hoy muere
Ele.
mi libertad, y asegura
la eterna fama que adquiere.
Informarme he menester
Fab.
de algo, si en casa quedo,
Ele.
de la familia, y saber
Fab.
porque errar términos puedo;
Ele.
¿con quién lo debo tener?
¿Hay señora?
F.ab.
Fab.
Ele.
Fab.
EI.E.
Fab.
EI.E.
No hay señora.
¿Hijos?
Uno.
¿Edad?
Mancebo.
¿Qué estado?
Ele.
Fab.
Estado de nuevo,
Ser.
porque cierta pecadora
le ha puesto en los ojos cebo.
Cerca de clérigo estaba.
D.ju
y que quiere casarse.
Ser.
Ele.
¿El nombre?
D.JU
Fab.
Don Juan.
Ele.
Ya lo imaginaba;
¿es galán?
Fab.
Es gentilhombre.
Ele.
Peligro corre la esclava.
Ser.
Fab.
No corre, que no está en casa.
Ele.
¿Cómo?
Fab.
Su padre le echó,
no más de porque se casa.
Ele.
¿Por eso?
Fab.
¿Es poco?
Ele.
¿Pues no?
Como eso en el mmido pasa.
¿Quién hay más?
Fab.
La cocinera.
y un ama que la crió.
Ped.
Ele.
¿Es muy vieja?
Fab.
Es hechicera.
Ele.
¿Vos quién sois?
Fab.
Aquí entro yo.
Soy señor de la cochera.
Ele.
Sois hombre muy importante.
Ser.
Fab. y otras veces voy mejor.
Ele. ¿Cómo?
Fab. Con plaza de infante;
soy víspera del señor,
porque estoy siempre delante.
Desde que os vi, con deseo
estoy, por vida de entrambos,
de ministrar himeneo.
Mírasme con ojos zambos.
Son señas de regodeo.
Entrad y tened la mano,
porque os daré.
(Dale.)
Ya es después.
Yo no aviso más temprano.
Así me trataba Inés.
Pues tened respeto, hermano,
porque yo respondo así.
Yo me despido de ti.
Buenas mis locuras van;
yo me vendo por don Juan,
amor, ¿qué quieres de mí?
(Vanse.)
(Salen Pedro, Serafina y Don Juan.)
Pensarás que te agradezco
que a mi casa hayas venido,
si necesidad ha sido.
j.Asr. Eso y mucho más merezco.
¿Tú casarte y no conmigo?
UAN. Cuando venir presumí,
bien imaginé que en ti
tuviera un grande enemigo;
mas para desengañarte
no hallé camino mejor.
Responde mi necio amor
que ninguna cosa es parte,
pues tú me engañas a mí
y quiere otra mujer;
tanto, que te obliga a ser
o que estoy mirando en tí.
Pedro, aimque tú me has vendido
también, como tu señor,
¿qué me dices de vm traidor
que hasta el honor ha perdido?
¿Pero qué puedes decirme?
Amaina, señora, amaina;
\'uelve la espada a la vaina,
no mates hombre tan firme,
que siendo tú la mujer
con quien se quiere casar,
¿cómo te puedes quejar?
¿Yo soy?
I50
KSCLAVA DE SU GALAX
Ped.
Ser.
Ped.
Ser.
D. Juan.
Ser.
D. Jl-AX.
Ser.
D. JlAN.
Ped.
¿Pues quién ha de ser?
¿Hate diclio a ti tu hennaiio
quién es la mujer u hombre
que sepa si quiere el hombre?
lluego, ¿yo me quejo en vano?
¿Pues no está claro que ha sido
la jomada y la invención
sólo por esta ocasión?
Amor la culpa ha tenido
del enojo que ha causado;
mi desconfianza fué
la causa, que no pensé
de verle tan descuidado,
que era por mí la fineza. —
Don Juan, mi desconfianza
no dio, por tanta mudanza,
créditos a la firmeza;
Perdonad el recibiros
con tan injusto desdén.
Cuéstame el quereros bien,
no deseos y suspiros,
como suele suceder,
sino hacienda, honor y vida.
\ os veréis que agradecida
soy, si soy vuestra mujer.
¿Pues, por quien pudiera yo
hacer fineza tan rara?
De mis dichas lo dudara,
de mis pensamientos, no.
Mi hermano pienso que viene;
no puedo agora decir
lo que habré de remitir
al alma, que dentro os tiene.
En ella y el corazón,
como en secreto lugar
los dos podremos hablar
de esta peregrinación
con que me habéis obligado;
\'uestra eternamente soy.
(l'ase.)
Necio, ¿qué has hecho? Ya estoy
metido en mayor cuidado
con decir a Serafina
que es ella con quien me caso.
Si esta mujer es el paso
por donde tu amor camina
al fin de su pretensión,
no fué engañarla locura,
que pudiera por ventura
hacer en esta ocasión
que .su hermano, por quien ya
corren esta.s amistades,
pusiera dificultades
en lo que tratando está,
no se pudiera vivir
aquí con este enemigo.
D. Juan. Y si habiéndola me obligo
a lo que no he de cumplir,
¿parécete que son cosas
que poco después fatigan?
Ped. ¿Pues a qué escritura obligan
dos palabras amorosas?
D. Juan. Bien dices, que desde aquí
habernos de negociar;
mas ¿cuando piensa llegar
esta noche para mí?
Muero por ir a Triana,
muero por ver a mi Elena.
Ped. Basta un mes de injusta pena;
dejemos para mañana
ir a Triana, señor;
porque si esta noche vas,
a Serafina darás
sospechas de ajeno amor.
D. Juan. ¿Eso dices? Si pensara
no vella estando en Sevilla,
tuviera por maravilla
que la vida me durara
hasta que el alba saliera.
¡Ay, noche, ven!, porque el sol,
dejando el polo español,
cubra la antartica esfera:
deja, sol, que el negro manto
pueda tu rostro eclipsar,
que aunque temieras la mar,
no te detuvieras tanto.
Embarca tu resplandor,
que ver la noche me niega;
con mis lágrimas navega,
que soy todo mi mar de amor.
Vete, que no he menester
celajes de tu mañana,
que está mi aurora en Triana
y ella me ha de amanecer. —
Vamos, Pedro.
Ped. Tente un poco.
D. Juan. ¿Xo es de noche?
Ped. Iíu tu sentido,
tanta es la luz que ha per ido
quien e.stá de amores loco.
D. Ji'AN. Pues, di, ¿no tengo razón?
¿no es herniosa y virtuosa?
Ped. Virtud, sobre .ser hermosa,
es la mayor perfección;
y así será justo empleo.
SEGUNDA JORXADA
151
pero con mucho juicio.
D. Juan. Pues es para su servicio,
a\Tide Dios lui deseo.
(Vanse y salen Dos Fernando y Hlena.)
D. Fer. Tan contento estoy de ti,
Bárbara, que desde hoy
eres lo mismo que yo.
EtE. Cuanto ha sido contra mi
hasta agora la fortuna,
le perdono justamente,
si no es que de nuevo intente
de este bien mudanza alguna;
pues, piadosa, me ha traído
a servar a vm caballero
de quien mi remedio espero.
D. Fer. Bárbara, mi dicha ha sido,
y pues que lo siento así,
se ve lo que te he fiado;
todas las llaves te he dado,
rige y gobierna por mí.
Criados, casa y hacienda;
tanto de tu entendimiento
y virtud estoy contento,
y por que tu pecho entienda
que es lo menos que te fío
óyeme atenta y sabrás
lo que a mí me importa más,
todo el pensamiento mío:
yo tengo un hijo.
EI.E. Ya sé
todo el suceso, señor,
que me lo dijo I.,eonor
el día que en tu casa entré.
D. Fer. Ese, pues, inobediente,
estando para ordenarse,
dio en que había de casarse,
y ausentóse cuerdamente,
que pienso que le matara.
Ha \Tielto a Sevilla ya,
y en cas de mi vecino está,
que a mi disgusto le ampara.
Entre todos los enojos
que me ha dado este rapaz,
anda amor metiendo paz,
porque es la luz de mis ojos
yo finjo que le aborrezco,
y nadie sabe de mí j
lo que he fiado de ti. 1
Ei,E. Dios sabe que lo merezco. i
D. Fer. Quiero, porque me han contado |
que viene enfermo y perdido, ¡
que tú, como que has querido, 1
Ele.
D. Fer.
El,E.
D. Fer.
viéndome con él airado,
cuidar de su enfermedad,
como tu propio señor
le veas, y de mi amor
sustituyas la piedad.
Las llaves tienes, y tienes
discreción en regalarle,
te ocupa, sin declararle
que por mí, Bárbara, vienes,
sino por tu obligación;
que sé que en viendo a don Juan
tan entendido y galán,
dirás que tengo razón.
Xo hay mozo en toda Sevilla,
no lo digo como padre,
más gallarda fué su madre,
en Méjico maravilla
y muy principal mujer,
que a ser legítimo amor
más tiene de su valor
que de mí puede tener.
Lo primero, has de llevar
esto, sin nombrarme a mí:
unas camisas que aquí
quedaron por acabar.
Y totfna en este bolsillo
cincuenta escudos, que está
pobre, y no los hallará
sobre prendas en Sevilla.
Pienso que me has entendido.
Y como, señor, muy bien
y de camino también,
con el alma agradecido,
la confianza que hacéis
de esta humilde esclava vuestra;
en lo demás, bien se muestra
que piadoso procedéis,
como padre, imitación
del verdadero desvelo.
Si tú, con discreto celo,
pues se ofrecerá ocasión,
le pudieses persuadir
que dejase de casarse,
y que volviese a ordenarse
no le dejes de advertir
lo que ganará conmigo.
Señor, ¿cómo podré yo
sabiendo que no bastó
tu enojo ni tu castigo?
Pero, en fin, yo te prometo
de hablarle en esto y nmy bien.
Haz, Bárbara, que te den
las camisas en secreto.
Is2
ESCLAVA DE SU GALÁN
que ya acabadas estáii;
y si en este amor reparas,
yo sé que me disculparas,
si hubieras visto a don Juan,
y quiero que se te acuerde
mirándonos a los dos.
Que siendo Dios con ser Dios
un hijo que se le pierde.
Ele. ¿Ha de ir algmio conmigo?
D. Fer. Fabio, que te enseñará
la casa que cerca está.
Ele. Alabo, ensalzo, bendigo
la piedad que usas conmigo;
cielo, en aquesta ocasión;
parece que el corazón
me miraba don Femando,
y que de él fué trasladando
mi propia imaginación.
¡Que podré ver a don Juan
después de tan larga ausencia!:
¡que dineros y licencia
de regalarle me dan!
Parece que ya se van
declarando en mi favor
los cielos, pues el rigor
piadoso de un padre airado
da cuidado a mi cuidado
y añade amor a mi amor.
Agora os satisfaréis
ojos, que sin luz estáis,
que a ver \-uestra gloria vais,
de lo que llorado habéis.
Hoy vuestro dueño veréis,
y siempre licencia os dan,
tercero para don Juan
es hoy (juien más me aborrece,
pues me dice y encarece
que es gentilhombre y galán.
Con la gracia que me hablaba
en las que don Juan tenía,
como que yo no sabía
que me cuestan ser su esclava.
Jx) mc'smo (jue deseaba
me ofrecía liberal,
porque con suceso igual
sea mi ejemplo testigo
de íjue suele un enemigo
hacer bien, p<jr hacer mal.
( Vase.)
(Salen 1-lorkncio y Ricakdo.)
1'lorencio.
No siempre puede amor lo (jue imaghia.
Ricardo.
' J uré, no ver Florencio, a Serafina
I después de ver tan claro desengaño;
I y aunque pensé que fuera por mi daño,
im milagro de amor ha sucedido,
que fué con otro amor quedar vencido.
Florencio.
Si tiene alguna cura
la locura de amor, es la hermosura
de otra mujer, y ansí dijo im poeta;
aunque es pasión que tanto nos sujeta,
para vencer amor querer vencelle. (i)
Ricardo.
No pienso yo ponelle
remedio tan violento;
pero andando con este pensamiento,
vi im.a mujer a donde puso el cielo
dos estrellas de fuego en puro hielo,
un talle tan gallardo, honesto y grave,
un mirar tan suave,
un andar tan gracioso
y en cada parte am todo tan hermoso,
que vivo sin sentido;
mas todo lo que veis (2) y fué el olvido
de aquel pasado amor, pues ya me abrasa,
se encierra en una esclava de esta casa.
¿Esclava?
Florencio.
Ricardo.
Sí.
Florencio.
¡Qué bajo pensamiento!
Ricardo.
Sin verla 110 culpéis mi entendimiento.
Florencio.
¿Es africana?
Ricardo.
Es india, y justamente,
que siendo .sol viniese del Oriente.
1'lorkncio.
Mal gusto, y en que el vuestro desatina,
dejar el serafín de Serafina
por una esclava Bárbara.
(i) Es el titulo (le una comedia de Calderón; pero
ésta de Lope debe de ser anterior.
(2) En Ilartz. «oís».
SEGUNDA JORNADA
153
Ricardo.
. Su nombre,
I Florencio, es ése, y porque no os asombre
mi pensamiento justo,
mirad su talle y culparéis mi gusto.
(Salen Doña Ei-ena r Fabio, con un azafate.)
Fabio.
Esta es la casa.
Elena.
¡Que tan cerca era!
Fabio.
. ¿Quisieras tú que al Alameda fuera?
I la devoción de San Trotón te obliga.
Elena.
Nimca salgo de casa.
Fabio.
Pues, amiga,
L si señor te hace dama, ten paciencia;
F demás que las ventanas, en ausencia
de la calle, no son poco remedio.
Elena.
Xunca por ese medio
remedio yo la soledad que paso.
Fabio.
¿Ventana no?
Elena.
■ ¿Soy yo botón acaso,
que tengo de estar siempre a la ventana?
Ricardo.
¿Qué os parece la indiana?
Florencio.
Que trujo cuantas perlas y oro había
en la tierra y la mar que el sol las cría.
Elena.
Entra, Fabio, y dirás a lo que vengo.
Ricardo.
Luego ¿disculpa de quererla tengo?
Florencio.
El lacayo se ha entrado
en casa de Serafina.
Ricardo.
Traerán de don Femando algún recado. —
Pues, Bárbara divina...
Elena.
Vuestra merced suph'cole se tenga,
antes que el hombre con quien vengo venga.
Ricardo.
¿Por qué pagas tan mal lo que te quiero?
Elena.
¿Qué obligación me corre, caballero?
Ricardo.
Amor ¿no obliga?
Elena.
Obliga con servicios
y amorosos oficios,
no con palabras y ánimos donceles,
que aún en tiempo de Adán le daban pieles.
Ricardo.
¿Quieres tú galas, quieres tú dinero?
Elena.
No puedo yo deciros lo que quiero.
Ricardo.
¿Quieres que te rescate?
Elena.
Ni por el pensamiento de eso trate.
Todo mi gusto en esta casa tengo;
esclava de mí misma a verme vengo.
Ricardo.
Ya te he entendido. Quieres a Leonardo.
Elena.
¿Xo es don Juan más gallardo?
Ricardo.
¿Pues quieres a don Juan?
Elena.
Como a mi dueño,
que en lo demás ya sé que fuera sueño,
pues quiere a una mujer, con quien se casa.
Ricardo.
Pues, Bárbara, si sabes lo que pasa,
quiéreme a mí, que en indio me transformas
pues ídolo te formas
de marfil y de oro,
y siendo tú mi sol indio, te adoro.
¡Ea!, dame una mano, por que en ella
te ponga este diamante,
que aunque es muy bella quedará más bella
154
FSCr.AVA DE SU C.ALAX
Elena.
Quedito y salvo el guante,
que soy un poco arisca,
y con las nueve efes de Francisca,
fe, fineza, firmeza y fortaleza,
soy toda junta un monte de aspereza,
y lo quiero añadir el ser famosa.
Ricardo.
Pues déjame tocar con sólo un dedo
el clavo de tu rostro.
Elexa.
¡Lindo enredo!
¿Soy cuenta de perdones?
Por sus ojos, que mude de estaciones.
Ricardo.
Yo he de comprarte a don Femando.
El.EXA.
Creo
que aunque busquéis para tan necio empleo
más piedras y oro y perlas que un poeta
para pintar un día,
no os venderán una chinela mía.
El hombre sale; adiós.
Florencio.
Mujer discreta,
Ricardo.
pero taimada.
Vamos, que yo espero
mi remedio en engaño o en dinero.
( V'anse.)
(Sale Fabio.)
Fab. Don Juan sale a recibirte,
y las camisas di a Pedro.
Eu?. Pues vete, así Dios te guarde,
que tengo cierto secreto
que me dijo mi señor
que dijest- a don Juan.
Fab. ¿Vuelvo
dentro de una hora por ti?
ElJi. Vuelve jkh:o más o menos.
Fab. ¿Quién son aquellos lindones
que te hablaban-'
Ele. Caballeros
que, cansados de fai.sanes...,
ya entiendes, I'abio.
Fab. Va entiendo.
Ele. ¿Celilos? Soy yo muy propia
Fab.
Ele.
Fab.
Ele.
Fab.
para oír [a] lacaicelos. (i)
Por el agua de la mar,
que he de darles, si les veo
otra vez, iina mohada,
que llaman acá los diestros,
la de Domingo Gayona.
¿Son estos los aposentos
de don J uan ?
Sí.
Vete.
Adiós.
(Vase, y sale Don Juan y Pkdro.)
D. JlAX. Mal podré tener contento,
Pedro, con tanta desdicha;
hoy a mis hábitos xiaelvo.
Ped. No debió de poder más,
que por ventura la hicieron
fuerza su tío y su primo.
D. JUAX. Qué fuerza, si fué el concierto
que a casarme volvería.
Ped. Como no lo hiciste luego,
entró la desconfianza;
que no hay cosa que más presto
rinda y mude una mujer.
D. JUAX. En lo que su engaño veo
es en negar sus criados,
y decir que no supieron
quién le llevó o dónde fué.
Ped. Hablemos, señor, primero
esta esclava de tu padre
que dicen que es su gobierno,
y no mudemos de ropa,
que será sin grande acuerdo
vender risa a la ciudad.
D. JUAX. Buen talle.
Ped. y gentil aseo.
D. JUAX. Xo he visto esclava en mi vida
de mejor traza.
Ped. El invierno
tenga yo tales frazadas,
y los veranitos frescos
estas colchas de la China.
Ele. Temblándome está cu el pecho
el corazón. — Señor mío,
hoy a vuestros pies presento
una esclava.
D. Juan. No prosigas;
¡Jesús, Jesi'is!, ¿qué es aquesto?
Alza el rostro, no le bajes.
¿Qué es esto, Pedro?
(i) Quizrt «lacuyuclos». Hartz. enmendó sin necesi-
dad «oir !ncavun<)S celos».
SEGUNDA JORNADA
155
EI.E.
Ped.
PED.
í;i,e.
Bien puedo,
si las lágrimas me dejan.
¡Señor, vive Dios, que creo
que habernos los dos bebido!
D. Juan. ¡Ay, Pedro!, lágrimas bebo
de un áiigel; pero bien dices,
que esto es locura o es sueño.
Habíame, señora una;
habíame y dime si tengo
mi fantasía en tu sombra,
fuera de mi entendimiento.
Señora, dime quién eres.
¿Han hecho algún embeleco
estas moras de Sevilla?
¿Bres tú, quién eres? Presto,
que estoy por huir de ti.
Yo soy, don Juan; yo soy, Pedro;
que quién sino yo pudiera
arrojar al mar soberbio
de tu padre honor y vida.
Que de una amiga sabiendo
que dar quería a un esclavo
su hacienda, este pensamiento
se me puso en la memoria,
y ejecutólo e] deseo.
Tuve tal felicidad,
que ya de tu padre tengo
hacienda y casa en mi mano.
Hoy me descubrió su pecho
y me dijo que sabía
que habíais venido enfermo
y que venías a curarte,
siendo yo cierva que tengo
llenas de flechas de amor
al agua de mi deseo.
Este dinero me ha dado,
tan declarado y tan tierno,
que a los ojos se asomaban
las lágrimas por momentos,
como a ventanas, doncellas
que andan cerrando y abriendo.
Di jome que yo te diese,
en razón del casamiento,
consejos que no te doy,
que son contra mí consejos.
Fingí hierros en mi cara,
porque están los verdaderos
en el alma, señor mío,
donde no los borra el tiempo.
Hierro es este de mi cara,
porque el del alma es acierto,
que solamente por mí
se dijo acertar por yerro.
Hierro parece, y es flecha,
que del arco de sus celos
amor me tira a la boca,
por que le sirva de sello.
Haz que me pongan tu nombre,
por que sepan muchos necios
(que fundan en intereses
todos los amores nuestros),
que hubo una mujer que fué,
por sólo agradecimiento,
esclava de su galán,
por el nombre y por los hechos.
D. Juan. Dulce esclava de mi vida,
de mi libertad señora,
hierro que mi alma adora,
señal por mi bien fingida:
Hoy ha de quedar corrida
la griega y romana historia,
pues en vuestro honor y gloria,
que para siempre ensalzáis,
con esta señal dejáis
en olvido su memoria.
Templado habéis mis enojos,
porque ese clavo recelo,
que es como signo en el cielo
para el sol de vuestros ojos;
templad también mis antojos,
porque está el alma tan loca,
que a imaginar me provoca
que es la señal que en vos veo,
porque no yerre el deseo
el camino de la boca.
Que érades ida pensé,
luego que os busqué en Triana;
allí me hallé de mañana,
¡qué triste noche pasé!
¿Es posible que os hallé,
y sólo el errado fui?
Pero siendo el hierro aquí
de \aiestra casa fingido,
en siendo \aiestro marido
me le pasaréis a mí.
Qué, como suele en la imprenta
pasar la letra al papel,
vendré yo a quedar con él,
y vos de ese liierro exenta.
Mirando está el alma atenta
cómo le podrá pasar,
donde en inmortal lugar
le pueda tener por vos;
pero presto querrá Dios
que lo podamos trocar.
I5Ó
ESCLAVA DE SU GALAX
(Sale St.ratisa.)
Ped.
Señor, Serafina.
Ele.
¿Quién?
Ser.
A ver vengo \n.iestra esclava .
Ele.
D. J VAX.
Esclava: aquesta, señora
es Serafina, la hermana
de Leonardo, grande amigo
Ped.
de mi padre.
Ele.
¡Qué gallarda!
¡qué gentil! ¡qué bien dispuesta
señora!
D. JüAX
Ser.
¡Qué bella esclava!
Ele.
Xo codiciéis en el mundo
otra cosa ni otra esclava,
si aquesta dama tenéis.
Ele.
Ser.
Pues, amiga, ¿cómo os llaman?
Ele.
Bárbara, señora m.ía.
Ser.
Pues, Bárbara, no soy dama,
sino mujer de don Juan.
Ele.
¿Que sois vos con quien se casa?
Ser.
A lo menos, lo he de ser.
Ele.
Eso sólo me faltaba
para dar el parabién
a cierta loca esperanza.
Ser.
¿Quién hizo aquellas camisas?
Ele.
Esas mujeres las labran,
que sirven a mi .señor.
D. Ju.\x
Ser.
Mejores están guardadas
para cuando quiera Dios.
Ele.
D. JUAX.
Vete con Dios, que te tardas,
Bárbara.
Ele.
vSí, mejor es,
pues aquí ya no hago falta,
y en mi casa pcdrá ser.
Ped.
(Sale FiNKA, esclava de vSerafin.'í.;
I-ix. Aquí, señora, te aguarda
una visita.
Ser. ¿Quién es?
Vis. Tu grande amiga Li.sarda.
Ser. Perdonad, señor don Juan,
luego volveré.
D. Jr.\N. Xo salgas,
Bárbara, sin que te lleve
Pedro desde aquí a tu casa.
lü.E. Tú me detienes en tiempo
que está reventando el alma
poT dar voces; si deseas
que declare cuanto pasa,
bien harás en detenerme.
I» JiAN. Detenía, Pedro.
I'Ki». N'o vayas
enojada, hermosa Elena,
Ele.
D. Jl'AN.
Ped.
hasta que sepas la causa
por qué dijo Serafina
aquellas necias palabras.
Enojada yo, ¿por qué?
¡Ah, perro!, quién te sacara
el alma.
Tente, señora;
tente, por Dios, que me matas.
Si engañar esta mujer
ha sido ofensa que agravia
la verdad de nuestro amor,
deja a Pedro, y tu venganza
ejecuta en mí, que soy
desdichado en tu desgracia.
En ATiestra merced, ¿por qué?
Si los hábitos dejara
por esta dama, que puede
serlo de un grande de España.
«¿Quién hizo aquellas camisas?
Mejores están guardadas
para cuando quiera Dios.»
¡Qué bien, qué buena Cristina!
Dios le cumple sus deseos.
¡Ay de aquella desdichada,
vendida por un traidor!
Si no escuchas, nadie basta
a poder satisfacerte.
Que pusiese yo en mi cara
esta cédula, este hierro,
que publicase mi infamia,
para que todos le lean.
Señora, ¿por qué te acabas
y quitas la vida a mi hombre,
que sólo de verte airada
no sabe tomar consejo?
Hasta agora no fui esclava;
doña Elena fui hasta agora;
ya soy la Elena troyana,
incendio soy de mí misma,
mi propio fuego me abrasa;
quien me ha robado el honor
es quien me vende a mi patria;
traidor Paris de Sevilla,
firme Ivlena de Triana;
pero im don Juan me vende,
y el esclavo que maltratan
huye del dueño; perdone,
don Femando, que a Triana
me vuelvo, y de allí a Jerez,
poríjue esclava j)or esclava,
quiero serlo de mi primo.
Oye.
Espera.
TERCERA JORNADA
D. Juan. Tente.
Ped. Aguarda.
CHuyc.)
D. Juan. Ve tras ella.
Ped. Voy.
D. Juan. Hoy hace fin mi esperanza.
TERCERA JORNADA
(Salen Florencio r Ricardo.)
Ff.o. ¿Esos eran los enojos,
recibille y regalalle?
Rrc. Es padre, no hay que culpalle;
que los hijos y los ojos
tienen poca diferencia;
antes bien la espiración
de aquella pronunciación,
suspiros son de su ausencia.
En efecto, está don Juan,
después de tanta porfía,
con la paz que antes tenía,
con hábito de galán.
Pensaréis (i)
que ama a Bárbara, y tendréis
de esta sospecha testigos,
en que no sale de casa,
sin ver, que vergüenza es,
de los amigos después
que supieron que se casa.
RlC. Si amor y celos tuviera,
cualquier injusto rigor
fuera como mal de amor,
y como amor le sufriera.
Fr.o. ¿Celos con una bajeza
que el valor de amor infama ?
Ríe, ¿Dónde hay tan hermosa dama,
con tanta gracia y belleza?
Fi<0. ¿Una esclava os trae perdido?
Ríe. Amor no tiene elección.
(Salen Don Fernando y Fabio.)
D. Per. Alguna causa y razón
esta mudanza ha tenido;
Bárbara no tiene ya
la alegría que solía.
Muy contenta me servía,
triste por extremo está.
Fab. Como don Juan, mi señor.
( I ) Faltan un verso antes y el principio de éste.
ha venid.o.y has mostrado
en regalalle cuidado,
y a Bárbara poco amor,
estará con sentimiento.
D. Fer. ¿Una esclava ha de querer
ser como un hijo y tener
el mismo merecimiento?
Fab. Culpa al principio tuviste;
como a hija la trataste,
y como el amor mudaste,
no te espantes que ande triste;
sino es que aquel gentilhombre,
que nunca deja esta puerta,
algo con ella concierta.
D. Fer, Con bien diferente nombre
me la vendió el capitán.
Fab. Pues si no es esto, señor,
serán celos del amor
que le muestras a don Juan.
D. Fer. íEs aquel el caballero
que dices?
Fab. El mismo es.
Ríe. Con lo que veréis después,
remediar mi pena espero;
que sin alguna invención,
es imposible mover
el pecho de esta mujer.
Fe,o. Siempre más fáciles son
con sus iguales; mas fuera
mejor compralla.
Ríe. Ese intento
fuera loco pensamiento:
por un millón no la diera.
Pienso que repara en nu,
Fi,o. Vamos, que os está mirando.
(Vanse Fr.oRENcio y Ricardo.)
D. Fer. Si la esclava üiquietando,
anda, Fabio, por aquí,
sabré yo darle a entender
que respeto ha de guardar
a mi casa.
Fab. Codiciar
la gracia de esta mujer
no te espante, que es hermosa,
y su limpieza y aseo
solicitan el deseo
de la juventud ociosa.
Todos se prometerán
felicidad, en bajeza,
y yo sé que hay aspereza.
D. Fer. Mucho se tarda don Juan.
Fab. La caza, señor, divierte.
i;8
ÍÍSCÍ.AVA Dlí SU GALÁN
D. Fer. Desde que hoy amaneció,
está en el campo, aimqiic yo
lo tengo por buena suerte;
pues con eso entretenido,
pienso que se le ha olvidado
el casamiento tratado.
Fab. Todo lo ha puesto en olvido.
(Sale Don Juan, de campo.)
D. JiAX. Mira, Fabio, este caballo,
que Pedro se queda atrás. —
¡Oh, mi señor!, ¿aquí estás?
Gracias a Dios que te hallo
con la salud que deseo.
Seas, don Juan, bien venido;
¿cómo en el campo te ha ido,
que ha un siglo que no te veo?
\'uelvo a besarte la mano
por tal favor, pero quiero
contarte.
Eso no, primero
descansa.
Escucha.
Es en vano;
tiempo queda en que podrás,
¡Hola!
D. Fer.
D. Juan.
D. Fer.
D. Juan.
D. Fer.
Ele.
D. Fer.
I). JUAX.
1). Fer.
I). JUAX.
D. Fer.
1). Jlax.
D. Fer.
l>. Jvax.
IvLE.
D. Jlwx.
I-i.i:.
I^. }IAS.
i'AJÍ.
(Sale Doña Elena.)
Señor.
Llega allí,
descalza a don Juan.
¿A mí?
¿Pues es más que los demás?
Siéntate.
Pedro, señor,
vendrá ya.
¿Qué novedad
es aquesta?
Ea pues; llegad.
Ven luego a comer.
(l'ase.)
Que error
de nu' y cjue favor
de mi buena dicha ha sido
el no haberte conocido;
ángel, la mano tened.
Déme el pie vuestra merced.
Miro si mi padre es ido,
para darte mil abrazos.
Déme el pie, vuelvo a decir.
Va no es tiempo de reñir,
sino de darme los brazos.
.fVntes loe haré pedíizo«.
D. Juan. Pues volveréme a enojar,
que no te pensaba hablar
por los celos que me lias dado;
que bien sabes que has hablado
con quien me los puede dar.
De verte me enternecí,
y te he perdonado ya.
Ele. Tarde pienso que hallará
\Tiesa merced para mí
satisfacción, aunque aquí
como será, se regale
al sol, puesto que se vale
de la invención que propone;
porque no hay que me perdone,
y del propósito sale
que Ricardo me hable a nu'
cuando por la puerta pasa,
¿qué importa si él en su casa
habla a Serafina así?
Es fuerza.
Es amor.
D. JUAX
Ele.
D. JUAX
Ele.
El, sí;
que hablarme un hombre saliendo
a algún recaudo, o volviendo
a casa, no es en mi mano;
mas \-uesa merced en vano
se disculpa, conociendo
el pesar que me hace a mí.
D. JUAX. A tantas vuesas mercedes,
mira que matarme puedes;
dueño de mi alma, ansí
que desde que te la di
aborrecí cuanto amaba.
Ele. ¿Dueño yo, siendo su esclava
de \-uestra merced ?
D. JuAX. Va es eso
traición, malicia y exceso;
amor no; condición brava.
Ya estoy rendido, ¿qué quieres?
Por Dios, que de tú me nombres.
¡Qué tiernos somos los hombres;
que fuertes sois las nmjeres!
Ele. ¿Tú dices que tierno eres?
¿Siempre liabemos de buscar?
D. JuAX. ¿Siempre habcmos de rogar?
¿Quién no .se deja morir,
para no llegar a oír
tu ténnino de matar?
¡Ay!, si en el camjio me vieras
de jKclios .sobre una fuente,
aumentando .su corriente
con lágrimas verdaderas.
KkCERA 1 ORNADA
159
Ele.
¿Por Serafina?
D. Juan.
¿Hay locura
tan grande? Que si procura
tu olvido matarme ansí,
yo quiero imitar de ti
la misma descompostura. —
Señor, ¿ésta es doña Elena ,
con quien pretendí casarme?
Ven a matarme.
Ele.
A matarme
vendrá primero tu pena.
D. Juan.
Déjame.
El,E.
I,a lengua enfrena,
loco de mis ojos.
D. Juan.
¿Qué?
Ele.
De mis ojos dije, erré.
D. Juan.
Ya lo dijiste, ya eres
mi dueño.
Ele.
Sí, pues, quieres
que yo te quiera sin fe.
(Entra Pedro, de caza.)
Ped. ¡Gracias al cielo que os veo
en paz!
D. Juan. ¿Cómo te has tardado?
Ped. El pájaro lo ha causado,
que es algún demonio creo.
¡Que haya quien cace en el mundo;
que vaya siguiendo, en fin,
un hombre con un rocín,
que le despeñe al proftmdo,
aves que andan por el viento!
Sólo hallo disculpados
los naipes, porque sentados,
es dulce entretenimiento.
Quien puede en trucos sufrir
dos torneadores crueles
y una mesa sin manteles
con dos varas de medir;
que parecen las casitas
de corral de vecindad,
con mucha curiosidad
tirándose las bolitas.
¡Cuerpo de tal con la flema!
¿Pues otros que juegan solos
toda una tarde a los bolos,
quebrantándose por tema,
de que salen derrengados
por enderezar la bola,
y otros que con ella sola
tiran por sendas y prados?
Con los mallos o los mazos,
si es ejercicio y no vicio;
la esgrima es lindo ejercicio
para hacer fuertes los brazos.
Que no ejercitar la espada,
es causa que en la ocasión
falte el aliento; éstas son
para juventud honrada.
Las cazas y pajarotes
allá son para los reyes,
que tienen libros y leyes;
porque con dos matalotes
y un neblí tuerto de im ojo,
¿quién diablos sale a cazar?
Vete, Pedro, a descansar,
que vienes con mucho enojo.
Y vos, mi bien, ya quedáis
en paz conmigo.
Primero
quiero que jures...
Yo quiero;
¿juro que vos me matáis?
De no ver al serafín
que piensa que has de ser suyo.
Eso juro, y de ser tuyo.
¿Y el serafín?
Será fin:
en mi vida le veré.
Sino a ti, que lo eres mía.
¡Que glosa hacerse podía!
¿Cómo?
Escucha.
Di.
Diré.
Es el ti diminutivo
del tú, y es hijo del mi,
porque le regala ansí
con el acento más vivo.
Que el tú es bajo, y tiple el mí.
Tú manda, tú desafía;
tú es trompeta, tú es cochero;
ti es clarín, ti es chirimía;
y por eso el tú no quiero,
«sino a ti, que lo eres rm'a.»
Tal te dé Dios la sahid.
Tu padre llama, y no entienda
que hablamos.
Adiós, mi prenda.
Adiós.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ped.
Ele.
Ped.
Ele.
Ped.
D.Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
(Vansc los dos.)
¡Qué dulce inquietud!
¡Qué poco sabe sufrir
una locura de amor!
¿Pero quién tendrá valor
i6o
líSCLAVA DE SU GATEAN
Fin.
EI.E.
Fíx.
Elk.
Fi.v.
i:i,K.
Vis
Ki.i.
Fin
para dejarse morir?
O no se había de ir,
o no amar, que no hay porfía
de celosa fantasía
que, estándose defendiendo,
dure sin rendirse, oyendo
«sino a ti, que lo eres niía>>.
Celos, si estáis satisfechos,
¿qué queréis? Dejadme aquí,
que pues que ya me rendí,
ya debéis de estar deshechos.
Si más daños que provechos
resultan de mi porfía,
crueldad matarme sería;
no tiréis flechas al aire,
que dijo con gran donaire:
<<sino a ti, que lo eres mía>>.
(Entra Finea.)
Bárbara, ¿es tiempo de verte?
¿Qué quieres, Finea amiga?
Después que el señor dou Juan
vive en casa, no hay quien viva.
Porque con la ocupación
de valonas y camisas,
ni yo sé cuándo es de noche,
ni menos cuándo es de día.
¡Qué trabajos!
¿Cómo está
tu señora Serafina?
Dala al diablo, que se ha hecho
un tigre, una sierpe libia.
Mejor fuera ya llamarla
demonia que Serafina,
que como está enamorada,
no hay quien la sufra ni sirva;
todo es mirarse al espejo,
todo es joyas y sortijas.
Endomiarse (i) o enmonarse,
ya se toca, ya se enriza;
tcxlo es mirar si le ve,
y todo ver si la mira;
todo a acechar por las rejas,
que están ya las celosías
cansadas de darle calle.
, nácele muchas visitas
mi amo?
Siempre está allá.
>icinpre?
r,a lindo romix-sillas;
al cinco de oros parecen
los dos, que siemjjre .se miran;
Ele.
Fix.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
Fin.
Ele.
I'IN.
(i) Hartz. emnendó «cndcmoaiarH:».
IvLl
él ensillado, y mi ama,
como cuadro de Sevilla,
ensalzada y enfrenada.
¿Ouiérense mucho?
Suspiran
como borricos en prado.
¿Casaránse?
Eso porfían.
¿A qué venías?
A darle
este papel de mentiras;
ya sé que tiene un secreto.
¿Qué secreto, por tu vida?
Bárbara, no lo pregmites,
no es posible que lo diga.
¿Esa es la amistad?
Perdona.
¿Y si jurase?
Aun podría
ser que lo dijese.
Yo
soy tu verdadera amiga;
dame el papel, que don Juan
vino de caza, que el día
le halló en el campo; y descansa,
que el secreto, pues porfías,
ya no lo quiero saber.
vSi no juravSte.
Si obliga
el juramento, yo juro
que nunca vuelva a las Indias,
que es lo que yo deseo
desde que vine de Lima,
si revelare el secreto.
Pues sabe que una vecina...
¿óyenos alguien?
Xo hay nadie.
Que es una sabia Felicia,
ha perfumado el papel
con veinte borracherías,
para que don Juan se case;
dásele y no se lo digas,
a.sí Dios nos libre a entrambas.
El secreto que me fías
haré escritorio del alma.
Pues adiós, que voy de prisa,
a ver aquel pajecillo
(|ue me vi.ste el otro día
li;il)|.ir junto a Cal de Francos.
( Vas,.)
¡Qué j)oco duran las dichas!
Tornasol parece el bien;
TERCERA TOKXADA
lÓI
que a cualquier parte la vista,
conforme la luz que toma,
halla la color distinta.
¡Ay, Dios! ¿por qué persevero
en tal vida, en tal porfía?
¿por qué aguardo desengaños,
donde tantos me la quitan?
Cuando en mejor ocasión
a Triaua me volvía,
¿por qué me tuviste, amor,
con lágrimas y mentiras?
¿Qué mujer fué tan mudable,
que no ha una hora que decía
don Juan, con alma traidora,
que era yo su alma y vida?
¡Ojalá fuera yo, que el mismo día
yo me matara si lo fuera mía!
(Entran Pedro r Don Juan.)
D. Juan. Xo es posible sosegar.
Ped. Xo es mucho, teniendo amor;
mata el desdén y el favor, (i)
y todo, en fin, es perder
el seso por disparates.
D. Juan. ¡Klena mía!
líi^E. No trates
de hablarme, que no ha de ser
esta vez como hasta aquí.
Yo no digo que me iré,
sino que aquí me estaré,
a ver lo que haces de nn'.
Yo quiero aguardar a ver
tu casamiento, y te ruego,
porque importa a mi sosiego,
que hoy sea, si puede ser;
o, por lo menos, mañana;
que con dejarte casado,
iré, don Juan, sin cuidado,
iré contenta a Triana.
Allí mi primo y mi tío,
si no han venido, vendrán;
poco me debes, don Juan,
pues sólo pasar el río
por esa puente me debes
con este hierro fingido,
por quien vendida he sufrido
penas y trabajos breves.
Que no fui a lama por ti,
ni por barcos, horizontes,
pasé mares, subí montes,
ni hacienda ni honor perdí.
( 1 ) Falta el último verso de esta redondilla.
xa
Vuelvo con manos y pies,
¿qué hay perdido?
D. Juan. ¿Qué es aquesto,
Pedro amigo?
Ped. Es agua en cesto;
humo, espuma y viento es;
es un puñado de arena;
es, ctiando el austro se mueve,
cielo que hace sol y llueve,
y es luna menguante y llena;
desde lo de la costilla,
no tienen segura espalda. —
¡Cual eres para giralda
de la torre de Sevilla!
D. Juan. ¿Hay tan extrafia mudanza?
¿Aun no aguardaras un hora,
para mudarte, señora?
Ei<E. ¡Ay de mí, loca esperanza!
D. Juan. Mi bien, yo saU de aquí,
y de tus brazos también,
¿quién te ha mudado, mi bien,
en cuanto de aquí salí?
Er^E. Menos «mi bien», que no estoy
para ser su bien; y advierta
que es esta verdad tan cierta,
que el testigo no le doy.
En este papel tan tienio,
como de aquel su cuidado,
porque viene perfumado
con pastillas del infierno.
Aquí le trujo la esclava
del serafín que visita,
pues está la retroescrita, (i)
¿para qué me la negaba?
Porque se ha de enamorar
con él, no le ha de leer,
ni yo, para no lo ser,
* de quien quisiera matar
con las manos y los dientes.
D. Juan. Elena, si agora vengo
del campo, ¿qué culpa tengo
de esos locos accidentes?
Tener celos con razón,
no es mucho; pero sin ella,
quien lo quisiere atropella
con tal determinación.
Ele. Dice este señor muy bien,
y Pedro dirá que es justo,
y que no le den disgusto;
y yo le diré también.
¿No es verdad, Pedro?
( I ) Hariz. enmendó «pues está mi ofensa escrita».
il
102
ESCr.AVA DE SU GALAX
Ped. Señora,
no apruebo esa mansedumbre,
que callar con pesadumbre
arguye traición traidora.
¿Qué importa que Serafina
haya escrito ese papel?
Ele. Ser moreno y moscatel,
es un flamenco en la China.
Pero porque es necesario
que la historia se declare,
lo que de aquí resultare
sabrá para otro ordinario.
Y sólo por culpa mía
le digo, a más no poder,
que mal haya la mujer
que de palabras se fía.
Ped. Espera mi poco.
Ele. Xo hay poco,
sino mucha rabia y pena.
D. JiAN. Yo pienso, Pedro, que Elena
pretende volverme loco.
Ped. Xo te espantes, si a sus manos
llegó este negro papel,
ya no blanco, pues lo es él
de celos tan inhumanos.
Declárate que es morir
andar templando el humor
de este jumento de amor.
(Salín Ricardo y Florencio.)
Ríe. Esto le vengo a decir.
Pl<). Quedo, que está aquí don Juan.
Rit. A vuestro padre buscaba.
D. JUAX. ¿Qué es, señor, lo que mandáis?
Que presumo que descausa.
Ríe. Señor don Juan: he pensado
fjue notan en esta casa
íjue hable a esta esclava vuestra,
¡xjrque la malicia humana
siempre piensa lo peor,
y que con esto se cansa
de mí el señor don l'cniando;
y es que si con ella hablaba,
era para rcducilla,
por bien o por amenazas,
ffue ante la justicia diga
los días que ha que me falta.
Porque un día me la hurtó
un soldaíio, que engañarla
con casamiento y amores,
la embarcó y la trujo a líspaña.
Ella, porque acas(i os mira,
niega, mas no importa nada,
que la verdad siempre vence.
D. Juan. Y muchas veces se engañan
los ojos, y puede ser
que se parezca esta esclava
a la que os llevó el soldado.
RlC. ¿El nombre, el rostro y la habla
la ha de tener sin ser ella?
Yo bien puediera sacarla,
como lo haré, sin dinero,
probando que es prenda hurtada;
pero por estar aquí,
y respetar i'uestra casa,
daré el precio que costó.
D. Juan. Vuestra merced, su probanza
haga por allá, y no crea
que toda la plata indiana
será de Bárbara precio,
y en esto pocas palabras,
porque siento que me burlen.
RlC. Todo lo que aquí se trata
es tan de veras, que presto
os lo dirá la probanza,
remitiendo a la justicia
lo que no es justo a la espada.
Ped ¿Hay semejante maldad?
D. Ji'AN. Mi paciencia ha sido tanta,
porque he pensado, y es justo,
que como los años pasan,
pensará este caballero
que ésta es Bárbara, su esclava,
por el nombre, y porque acaso
tendrá alguna semejanza
con la que en Indias tenía.
Ped. Esa habrá sido la causa
de hablarla y de darte celos.
D. Juan. Confieso que me los daba,
como Serafina a Elena;
mas dime, ¿qué haré?
Pkd. Quitarla
este necio pensamiento
de con ella te casas.
D. Juan. ¿Cómo?
Ped. lIal)landoy regalando,
v jurando, cjue si hablas
juras y regalas, no es
mar, monte ni tigre hircana,
sino mujer tierna, sola,
que ve, oye, entiende y ama.
D. J'AN. Que desdichados amores,
cuando esto en Grecia pasara,
TERCERA I ORNADA
163
no era mucho; pero es inuclio
entre Sevilla y Triana,
temo su honor y mi vida.
(SaleFABio.)
Fab.
Si albricias, señor, me mandas,
sabrás las mejores nuevas
que pudo esperar tu casa.
Ser.
D. Juan.
Yo te las mando.
Fab.
Han de ser
las que de tu mano aguardan
Ele.
mi servicio y mi deseo.
D. Juan.
Fab.
Di presto.
Vino la plata.
vSer.
¿pudo ser más presto?
Ele.
D. Juan.
¿No hay cartas?
Fab.
• Trujo la carta
Leonardo, y, por las albricias,
a Serafina su hermana
tu padre un diamante envía,
y allá no sé qué se tratan
los dos.
D. Juan.
¿Qdién llevó el diamante?
Fab.
Bárbara.
Ped.
De toda España
será esta plata el remedio;
Ser.
suplirá, señor, las faltas
Ele.
de las pasadas fortunas.
Fab.
Las albricias que me mandas
no te han de costar dinero.
D. Juan.
¿Qué quieres?
Fab.
Yo sólo que vayas
y le pidas a señor...
Ser.
D. Juan.
Di lo demás, ¿qué te paras?
Fab.
Que con Bárbara me case,
porque es india, aimque es esclava,
Ele.
y de gente principal.
Ser.
D. Juan.
Pedro, sólo esto faltaba.
Ped.
Si quiere lo que tú quieres,
milagros son de tu cara.
Ele.
D. Juan.
¿Hasla hablado?
Ser.
Fab.
Ayer la hablé,
y púsose como un nácar.
D. Juan.
Ahora bien, a hablarla voy.
Fab.
Vivas más, por merced tanta.
que un bando en ciudad pequeña.
Ele.
D. Juan.
Hoy se juntan mis desgracias.
¿Qué habrá que no me persiga?
(Vase.J
Ser.
Ped.
¡Brava mujer, Fabio!
Ele.
Fab.
Brava.
Ped.
Tuya pienso que será,
aunque el casamiento amansa.
(Vanse.)
(Salen Elena, Serafina y Finea.)
Aquella ropa, Finea,
a Bárbara le darás,
y a tu señor le dirás
que el rico diamante emplea
en sola mi voluntad.
Y en vuestro merecimiento,
que aún le juzgo atrevimiento,
si valiera una ciudad.
Ya, Bárbara, no me ves,
solíamos ser amigas.
¡Ay, señora, no lo digas,
por tu vida!, que después
que vino a casa don Juan,
mi señor, no tengo \m pimto
de descanso, porque jimto
todo el trabajo me dan.
¿Piensas que la hacienda es poca?
Todo es lavar, jabonar
y almidonar; no hay lugar
para ponerme una toca.
Pues no se te echa de ver;
envidia tengo a tu aseo.
Antes, si os veis, como os veo,
de vos la podéis tener,
que si ya por él no fuera,
veros fuera mi placer.
¿Pero cómo os puedo ver,
si nunca veros quisiera?
Eso que te cansa a ti
tuviera 3-0 por regalo.
Pues es para mí tan malo,
que vivo fuera de mí.
Yo, como quiero a don Juan,
sólo servil le deseo.
Yo también; mas siempre veo
que pesadumbre me dan.
Pocas tendrás, que ya está
mi casamiento tratado;
porque se ha desengañado
don Fernando, de que ya
es imposible volver
al hábito que solía.
Deseando estoy el día
que don Juan tenga mujer,
para pedir libertad.
Tú la tendrás, si yo puedo.
Si vos os cansáis, ya quedo
libre; ¡ay, si fuese verdad!
164
ESCLAVA DE SU GALÁX
Ele.
Ser.
Ele.
Ser.
Ele.
Ser.
Ele.
Ser.
Ser. Ruégalo, Bárbara, a Dios,
y aunque yo no lo merezca,
siempre que ocasión te ofrezca
de que estéis juntos los dos,
dile alabanzas de nn'.
Y como sí las diré...
l'n vestido te daré.
Como eso espero de ti.
Enamórale, que puede
mucho mía buena terceía.
Puesto que no lo estuviera,
tengo de hacer que lo quede.
Pues abrázame, y adiós.
El os guarde, reina mía.
(A brázanse.)
¡Ay, llegue, Bárbara, el día
que estemos así los dos!
(Vase.)
Elena.
Cansóse la fortuna en perseguirme,
que ya no tiene mayor mal que hacerme:
que necia he sido yo, por mujer firme,
¿qué puedo ya perder, sino el perderme r
\'amos a donde salga a recibirme
aquel traidor que acaba de venderme,
que fundado en el gusto de engañarme
por matarme no acaba de matarme.
Entrando voy por esta casa agora,
como quien sube pasos a la muerte,
y apenas tiene ya de vida un hora,
y en esa voy, dulce enemigo, a verte.
Este yerro de amor que el amor dora;
esta crueldad de mi fineza advierte:
ésta será blasón para mi nombre,
que ha de informar la ingratitud de un hombre.
(Sale Don Jvan, con gabiin, como que se levanta, y
Pedro.)
^luestra ese espejo.
¿A qué efecto,
si está aquí Elena, señor?
Con la tapa del rigor
no será el cristal perfecto.
Criados hay por aquí,
mirad los dos cómo habláis,
que, celosos, no miráis
en que os miren.
Es ansí;
llega, y poimu- esta valona.
No quiero.
¡Qué buena t-sclava!
Cuando lo fuera, no estaba
obligada mi jxT.sona
D. Juan.
Ped.
D. JTAX.
Ped.
I). Juan.
i: LE.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
Ele.
Ped.
D. Juan.
Ei,E.
Ped.
Hle.
Ped.
lÍLE.
1), i"i;k.
IvLlv.
1). T'i:k
a llegaros a la cara;
eso es de propia mujer;
llamad la que lo ha de ser,
que amí me cuesta muy cara.
Huélgome de que lo niegues,
pues quedo, como es razón,
libre de la obligación.
One la escritura me entregues
aguardo.
¿Cuál escritura?
Esa de tu casamiento,
porque es el apartamiento
que mi libertad procura.
Xo, sino lo que Ricardo
dice que tiene de ti.
¿Qué Ricardo?
Yhio aquí
ese tu amante gallardo,
y dice que eres su esclava.
y que uii soldado te hurtó,
y esto bien lo entiendo yo.
¿Pues no, si tan claro estaba?
¿Y cómo si es invención
que entre los dos se ha tratado,
para irte sin cuidado
de mi padre, y tu opinión?
Cuando yo me quiera ir,
¿adonde me han de buscar?
Pues yo me quiero vengar,
que sé amar y no fingir.
lylega, llega.
Sí llegara,
si en cada mano tuviera
cinco puñales.
Hiciera
rallo tu cara.
Repara
en la crueldad con que vienes.
¿Qué importa que te quitara
la cara? Pues te dejara
una de las dos que tienes.
Esta, amistad quiere hacer.
Con este principio, (Dale )
Dióme.
Ivso el alcahuete tome,
mientras qne le vuelvo a ver.
(Sale Don I-kknando.)
¿Qué es esto, Bárbara?
lia dado
Pedro t.11 rc<juil)raniU'.
muy bien.
lia liecho
TERCERA JORNADA
i65
Pkd. Estoime burlando.
Hi,K. Conmigo se burla el necio.
D. l'KK. Don Juan, pues ya estás vestido,
esta mañana vinieron
I.,eonardo y el escribano;
entra, por tu vida, adentro.
Firmaremos la escritura,
que los suyos y mis deudos
han ido por Serafina;
tu mujer, porque en sabiendo
que fué por quien has dejado
aquel intento primero,
como ella propia me ha dicho,
y que siendo tu deseo,
no tuve que preguntarte.
Hicimos nuestro concierto,
con el secreto que es justo:
en fin, te casas sin suegro.
y cor veinte mil ducados.
D. Juan. ¿Agora, señor, tan presto?
Mirémoslo más despacio.
D. Fer. ¡Por Dios, don Juan, que no entiendo
tu condición: ni casado,
ni clérigo!...
D. Juan. Yo no puedo
dejar de serte obediente;
pero digo que pensemos,
si acertamos, más despacio.
D. Fer. ¿Si acertamos, majadero?
¿merecéis vos descalzar
a Serafina? ¿qué es esto?
Dejáis cinco mil ducados
por ella, y agora, necio,
queréis quitarme el juicio.
Entrad dentro.
D. Juan. Voy. ¡Ay, Pedro!,
cjiíédate aquí con Elena.
Ped. Hablando de Elena quedo.
D. F^ER. ¡Ea!, Bárbara, esta casa
me poned como un espejo;
aderezad ese estrado. —
¿Tri.steza? Pues, ¿qué tenemos?
¿Qué cara es ésa? ¿no habláis?
Días ha, perra, que os veo
muy triste y muy entonada.
¿Vos pensáis que no os entiendo?
Érades ya la señora,
y con este casamiento
os pesa que Serafina
a esta casa venga a serlo,
que desde que se trató
andáis que es vergüenza veros.
F'stábades enseñada
Ped.
D. Fer.
Ele.
Ped.
Ele.
Ped.
Ele.
Ped.
Ele.
Ped.
a hombre solo, pues poneos
de lado, que tengo nuera,
c^ue ha de tener el gobierno
y las llaves de mi casa;
pues, ¿qué te parece, Pedro,
de esta esclava?
Señor,
tiene poco entendimiento;
la mejor, cuando se emperra,
tiene esos reveses.
Creo
que la habremos de vender.
(Vasc.)
; Adonde habrá sufrimiento
para tan grandes fortimas?
Ya no me bastaban, ¡cielos!,
perder honra y opinión,
sino pasar por desprecios
de esclava, como si fuera
verdad que lo soy; mas pienso
que siempre lo fui, y el hombre
que me ha perdido, es mi dueño.
Pedro, ¿sabes tú quién soy?
¿Qué dices?
En algún sueño,
pensé que era de Triana
una mujer que trujeron
de Méjico allí sus padres;
su nombre, si bien me acuerdo,
era doña Elena.
Mira
que este triste pensamiento
te vuelve loca; no eres
esclava, que amor te ha hecho.
errar el rostro.
Es verdad,
si bien dices, amor tengo;
pero ¿sin duda soy yo?
¿Sábeslo, Pedro, de cierto?
¿Pues no? Y como si lo sé,
y que el hierro que te han puesto
te agradece mi señor;
porque han mentido los celos.
si te dicen que pretende
ese injusto casamiento
de Serafina.
¡Ah, traidor,
fementido, infame, perro!
Yo te quitaré la vida,
que, como fuiste el tercero
de sus amores, me engañas.
Señora, envaina los dedos.
1 66
ESCLAVA DE SU GALÁN'
que me has deshecho la cara;
que se le antoje el pescuezo
a una preñada, está bien;
muerda, pero no con celos.
(S.ih-n Leonardo v Finf.a, Skrafina Je l-a mano, y
ilt-tidos. '
Leo.
Fin-.
Ser.
Ped.
Ser.
Ele.
fSah-ii
XOT.
D. Fer.
Ele.
Ser.
Ele.
Ped.
Ele.
Ped.
Ele.
D. Fer.
Ped.
D. Fer
Nf)T.
Ele.
Ped.
Ele.
¿Si habrá venido el notario?
Aquí están Bárbara y Pedro.
¿Pero dónde está don Juan?
Pienso que están allá dentro
él, su padre y el notario.
Bárbara, ¿no me hablas?
\'engo
a aderezar los estrados,
V componer los asientos
para los jueces, que hoy
han de sentenciar mi pleito.
Dox Juan, Don Fernando \ el Notario.,)
Sólo resta que firméis,
pues ya vino esta señora.
Mi Serafina, en buen hora
esta vuestra casa honréis.
¡Que pueda yo estar aquí!
¿Qué perdón del Rey espero,
si llega el cordel primero?
Señor, hoy tenéis en mí
ima esclava en vuestra casa.
Pues si ya esclava tenéis,
¿para qué a mí me queréis?
Calla hasta ver lo que pasa.
¿Cómo puedo yo callar?
Tú lo has de echar a perder.
¿Pues qué me falta de hacer
sino dejarlos casar?
Pedro, ¿qué dice esa esclava?
No sé qué pasión le dio
(le unos berros que cenó;
si acaso en ellos estaba,
cual suele, algún anajjclo.
Pues calle, o llévala allá.
Sabed, señores, que está
(la ejecución í|uiera el cielo)
hecho p<jr esta escritura,
concierto de voluntad
de entrambos.
¿Hay tal maldad?
Calla, sufre, ten cordura;
,;no ves que le están leyendo
y que la quieren firmar:'
¿Qué me í|ueda que esjxT.ir,
Pedro, si uie estoy muriendo'
Ped. Desde mía reja miraba
un canónigo, en Toledo,
una muía que sin miedo
de una. peña en otra daba,
para despeñarse al río.
Dábanse prisa al salir,
y él, sin cesar de reír,
daba en acjiíel desvarío,
hasta verla despeñar;
pero viendo, como un rayo,
ir tras ella su lacayo,
volvió el placer en pesar,
sabiendo que era la suya.
Y puesto, Ivlena, que sea
comparación baja y fea,
para la desgracia tuya,
parece que está don Juan
viéndote andar por las peñas,
y que ha visto por las señas
que ya mis ojos le dan,
aunque el dolor disimula,
para dar voces dispuesto:
«Señores, acudan presto,
que se despeña mi muía.»
Ele. Pues ya me ha desconocido,
él me dejará caer.
Ped.
Ya acabaron de leer.
Ele.
Yo he de perder el sentido.
NOT.
Con éste podéis firmar.
(Qiiilascla y rómpcl.i.)
Ele.
Mas yo firmaré por él;
que con rasgar el papel.
rae acabo de despeñar.
D. Fer.
vSuelta la escritura, loca.
Ele.
Pues suélteme él (i) a mí.
por quien el seso perdí.
D. Fer.
¡A qué dolor rae provoca!
D. Juan.
Temblando estoy; si diré
quién es.
N\)T.
Toda la rompió.
D. Fer.
I,levadla de a(]uí.
Ele.
Si yo
soy loca, la culpa fué
dése traidor, que me ha dado
la causa por(|ue lo estoy.
(Sale Fauio.)
¡•ah.
Ivspcrad, (¡ue a decir voy,
.señores, (jue habéis entrado.
1). I'IÍK.
,;Qué es eso, l'abio?
( i) Hartz. cunicnd6 «aquel»
TERCERA TORNADA
167
Fab.
D. FKR.
Aquí eí5táii,
señor, con un iiiaudaiuiento,
para que se deposite
esta esclava.
Eutre su dueño,
siu los que vieneu con él,
que éste no es día de pleitos,
y es mucha descortesía.
(S.i!:n RiCARBO y Florencio.)
Ríe
Er.E
Ríe
Yo vine aquí, no sabiendo
esta ocupación, señores,
y que perdonéis os ruego,
que yo volveré otro día.
¿Para qué, si desde luego,
digo que mi dueño sois,
y que como a tal os quiero?
¡Ea!, vamonos de aquí,
que cuanto decís confieso.
Que si negaba ser vuestra,
fué la causa el amor ciego
que en esta casa tenía;
pero ya conozco el \Tacstro.
¡Ea!, ¿qué hacemos aquí?
Pues para que no entren dentro
los que han venido conmigo,
guardando el justo respeto,
dadme, señores, licencia,
para que como su dueño
lleve esta esclava a mi casa.
D. Juan. No pienso yo, caballero,
que basta para llevarla
que ella con el mucho exceso
de la locura en que ha dado,
diga que es vuestra.
Sin esto,
son cuatrocientos escudos
los que han de venir primero
que la saquen de esta casa.
Si me la hurtaron, no tengo
obligación de pagarla.
Pésame de haberos puesto
demanda en esta ocasión;
pero esto tiene remedio,
depositándola en tanto
que averiguamos el pleito.
D. Juan. ¿Qué depósito mejor
se le puede dar que el nuestro?
Eso no; mas por los dos,
la tendrá el señor Florencio.
¿Para qué?, si yo soy \'Tiestra,
y lo digo y lo confieso;
y si en el dinero topa,
D. Fer.
Ríe.
Ríe.
EI.E.
D. Juan.
ElvE.
D. Juan.
Ele.
D. Juan.
EI.E.
D. Juan.
D. Fer.
Ríe.
D. Juan
Ríe.
D. Juan
D. Fer.
EI.E.
D. Fer.
vénganlo luego a contar,
que el mismo en escudos tengo,
como lo dio don Fernando.
Dejádmela hablar primero.
Oye aparte.
¿Qué me quieres?
Elena, aunque estás sin seso,
no igualas a mi locura;
porque entre tantos extremos,
de confusión divertido
sólo pensar me detengo,
cómo guardando tu honor
podemos hallar un medio
para que lleguen al fin
tu esperanza y mi deseo.
¡Oh, qué gracioso letrado!
Preguntadle el cuento a Pedro,
del canónigo y su muía,
que estáis muy despacio viendo
que voy al profvmdo pico;
de la ingratitud que veo
en vuestra crueldad, don Juan,
de peña en peña cayendo.
¡Ea!, vamonos de aquí.
Ricardo ha de ser mi dueño;
yo le daré posesión
de mi alma y de mi pecho.
Y tú, perro fementido,
quedarás trocando el hierro,
por infamia de los hombres;
cobarde, vil caballero,
mal parecido a tu padre,
sino a quien...
Tente.
Xo quiero.
Tente, luz de aquesto ojos;
mi bien, tente.
¿Qué es aquéllo?
¿Ojos y bien a una esclava?
Vamos, Bárbara.
Teneos,
que os engaña el parecerse
a quien piensas.
1,0 que pienso
es que aquella esclava es mía.
. Mirad si el engaño es cierto,
pues es mi nmjer.
¿Quién?
Yo.
¿Mujer lUia esclava, perro?
¡Oh, perro!, nunca viniera a mi casa
Llevadla, señor, os ruego;
llevadla, que yo os perdono
IÓ8
ESCLAVA DE SU GALAX
los CLC.-düS.
KLE. Paso, quedo,
que soy mejor que don Juan,
que por agradecimiento
de que dejase por mí
dignidad, padres y deudos,
sabiendo que vos, airado,
por venganza o por desprecio,
queríades adoptar
por hijo y por verdadero
de \-ucstra hacienda un esclavo,
desesperado consejo;
hice que un criado mío
me vendiese, que este hierro,
es fingido, como veis,
pues me lo fiuito tan presto.
(Quítasele.)
Es doña Klena mi nombre,
vivo en Triana; no es tiempo
de cansar con relaciones.
Disculpo a este caballero
qua me tuvo por &u eí.clava.
Y a esta señora le dejo
a don Juan, porque es nmy justo;
con que a Triana me vuelvo,
contenta de que he tenido
para ser valiente pecho
esclava de su galán.
Ser. La acción que a casarme tengo,
señora, os doy por hazaña
de tanto valor.
D. Fer. vSuspenso
de lo que mirando estoy,
digo que a don Juan le ruego
la dé la mano y los brazos,
porque tan heroicos hechos
merecen premios mayores.
Ríe. Señores, oigan a Pedro.
D. Juan. ¿Qué quieres decir?
PED. Que aqvií,
senado ilustre y discreto.
La esclava de su galán
da fin a servicio vuestro.
COMEDIA FAMOSA
LAS FLORES DE DON JUAN
Y
RICO Y POBRE TROCADOS
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
Un PlATERO.
Ui: ESPADERO.
Don Alonso.
Don Francisco.
Don T.uis.
Don Juan.
Leonardo.
Ot.^vio.
Camilo.
Rósela.
Celinda.
Doña Inés.
La Condesa de l.». Flor.
Doña Costanza.
DURANGO, escudero.
Laurino.
Alberto.
PlSANC.
Pescadores.
MÚSICOS.
Un Moro.
Germán, lacayo.
El Marqués Álej.\ndro.
Lucio.
Celio.
RUTILIO.
El Virrey.
La Guarda.
ACTO p R 1 :m E r o
C Salen Don Alonso; Ota vio, su mayordomo, y Camilo,
gentilhombre.)
Alón. ¿Está acabcdo el vestido?
Ota. I<as calzas faltan no más.
Alón. ¡Qué descuidado que estás!
Qxyi. El espadero ha venido.
(Salen un Esp.^dfro r un Mozo con una espada y daga
dorada.)
Esp. Aquí está la guarr.ic'ón.
Alón. Vengáis, maestro, en buen hora.
Esp. ¿Está a tu contento agora?
Alón. Está a mi satisfación.
¿No está en extremo dorada,
Ota vio?
Ota. Bien merecía
la hoja esta cortesía.
Sácala.
Esp. Linda.
Alón. Extremada.
Esp. ¡Vive Dios, que es un diamante!
Alón. Aun el diamante es común;
que espada de Sahagún
no ha de tener semejante.
Ota. Está bien, se ve que es suya.
Esp. Lo menos las letras son.
Alón. Ella da satisfación.
Esp. y mucho más siendo tuya.
Cortará un hombre.
Ota. Es famosa.
Esr. Cortará en ti m'smo viento
la bolsa de un avariento,
aunque no hay tan dura cosa.
Alón. Pues no lo diréis por mí,
que no gasto mal mi hacienda.
Esp. Antes hacéis que se extienda,
señor, \niestra fama ansí.
Que aimque sois gran caballero
y acabado de heredar,
más grande os hace el gastar
liberalmente el dinero.
Cam. El platero quiere verte.
Alón. ¡Cómo luce el dinerillo!
(Sale un Platero.)
Pla. Aquí traigo el cabestrillo.
Alón. Muy bueno está desta suerte.
Pla. ¿Están los esmaltes bien?
Alón. A mi gusto agora están,
porque desta suerte van
descubriéndose también
los diamantes, y mejor
se casan las dos colores.
Cam. Seis muestras trae mejores
el calcetero, señor.
Alón. Al juego de la pelota
di que las lleve esta taid?,
o que un instante se aguarde.
Ota. ¡Lo que brilla y alborota
ima fiesta de San Juan!
Alón. ¿vSalcn bien les capitanes?
T70
LAS FLORIÍS DE DOX JUAX
Pla. Mañana hay bravos galanes,
porque de joyas lo van.
Ai.oN. ¡Qué bien parece en Valencia
ir al mar sus compañías!
Pla. Alegres son estos días.
Al.dX. Importa su diligencia;
por que los moros de Argel
sepan que se ha de guardar
con este cuidado el mar
y que hay gigantes en él.
Despacha, ütavio, a los dos;
lo que te pidieren da..
Maestros, entren ccá.
Mil años te guarde Dios.
Veas con aquestas galas
muchos días de San Juan,
que en esos años serán
de tus pensamientos alas.
\' Síilüciii d Capitán I^eoxardo, Don Luis y
Don Fr.^xcisco.)
Aun no se habrá levantado,
si anoche salió a rondar.
Bien me suelo levantar
la noclie que no he jugado;
' que Cía es ronda para mí
que hasta el alma me desvela,
¿Vistes anoche a Rósela?
Anoche a Rósela vi.
Mas cánsame, vive Dios,
el verla entre tantas viejas,
de mis agüeros cornejas.
¿Muchas os parecen dos?
Cuando Dios las repartiera
entre la tierra y el mar
había para cansar
otros mil mundos que hubiera.
l'na república había
que grandes perros criaba
a quien los viejos echaba.
Pues muy bárbara sería;
aunque todas son consejas.
Sfjn caracteres parejos
a y o, que dijo viejos
y había de decir viejas.
\'n hombre viejo es muy grave,
nmy venerable y provf ca
a respeto; al fin le toca
la ccjnfianza. la llave,
la dignidad el oficio,
y todo lo que es gobierno;
mas una vieja...
•^'■''''- Ivn qué iiifitriKi
Ota.
Ksp.
Pla.
Leo.
Ai.ox.
Al. .N.
l-K.
Ai.ox.
Lko.
Ai.os
Mis.
I-K.
os metéis de puro vicio.
Yo sólo puedo quejarme,
que para llegar a ver
a Rósela es menester
en mil viejas anegarme.
Tna me pide el vestido;
otra, el regalo; otra qxiiere
dinero seco; otra muere
por contarme lo que ha sido:
su hermosura, siis galanes,
que don Gazmio la sirvió
y que don Diablo se entró
allá por unos desvanes.
Cuentos tan impertinentes,
que sin sentido me deja.
Leo. ¡Qué cosa es ver vuia vieja
con más historias que ditntet!
I'R. Desdichado del que pasa
por mil viejas a su gusto.
Ai,ox. Sólo en nombrallas me asusto.
Luis. Xo muy lejos de su casa
hay imas mozas famosas,
caza que yo descubrí.
Alón. ¿Hay para todos?
LULS. Xo y sí.
Alón. ¿Son hermosas?
Luis. ?,Iuy hermosas.
Alón. ¿Cantan?
Luis. X"i por pensamiento.
Alón. ¿Piden?
Luis Xo dan pesadumbre.
Alón. ¿Son nmy bobas?
Luis. Xi por lumbre.
Alón. ¿Pues qué intentan?
Luis. Casamiento.
Alón. ¡Guarda la cara!
Leo. a los bobos.
Fr. Hazte acá, necio.
Luis. Braveza.
Alox. Un tocándome esa jjieza,
brinco, salto y doy carcovcs.
Leo. a la noche habéis de ver,
de cierta viuda al fresco,
con más color (jue un tudesco,
el inmortal parecer.
Luis. ¿De ese vocablo te vales?
Ai.ox. Cierto amigo de sus famas,
las que ha días (jue .son damas
las llama las inmortales.
Liío. Algo tiene esta señora
de aquesa inmortalidad,
por(|ue compite su edad
con la historia de Zamora.
ACTO PRIMERO
I7t
Pero la buena alegría
del rostro, y el estirallos,
cubre ciertos perigallos
que la edad antigua cría.
Lris.
¿Qué tenemos en romance
por perigallos?
Leo.
Las quiebras
(jue hace el rostro.
Fr.
Si celebras
mujer que va dando alcance
a la cuarentigia edad,
como si fuese escritura,
Lisarda es alta figura:
allá esta noche cenad.
Y os dará en donaire y brío.
aseo, gala y limpieza,
lo que le falta en belleza.
Al.
De ^■^lestras trazas me río.
Esas damas ya pasadas,
¿para qué las quiero yo?;
que no sé quién las llamó
difuntas embalsamadas.
Vamos al vuelo, y paremos
donde quisiere la caza.
Fr.
Dad en lo presente traza.
Luis.
Paréceme que juguem.os.
Al.
Por mí, aquí estoy.
Fr.
Capitán, i
¿jugaréis?
Leo.
Sí, jugaré.
Al.
¿Pintaremos?
Luis.
No.
Al.
¿Por qué?
Luis.
Porque es tarde y nos darán
las pintas, mala comida.
Fr.
La polla podéis jugar.
Al.
Como la suele pelar,
a la polla nos convida.
Leo.
¡Ba!, que polla ha de ser.
Fr.
¿De a cómo?
Luis.
A doblón .
Fr.
Braveza.
Al.
Entrémonos a la pieza
donde solemos comer.
¡Hola!, naipes.
Cap.
Aquí están.
Leo.
Quien burro hiciere, que pague. i
Luis.
De juego que el gvisto estrague,
Dios os libre, capitán. i
Leo.
Yo bien tomara los dados;
mas quiérome entretener.
Ota.
Estos aquí han de comer.
Cam.
Xo hay platos aderezados.
Ota. Haz que añadan dos o tres:
dos carne y uno pescado,
Cam. Voy.
Ota. Di que tengan cuidado.
Extraña la vida es
de un mozo rico y soltero,
que desenfrenado que corre.
(Salen Don Juax, hermano de Don Alonso, con un
vestido de bayeta, galán, aunque pobre, y Geum.4n, su
lacayo.)
Juan. Si agora no me socorre,
irme de Valencia quiero.
Ger. Mal pasarás sin tener
algún vestido galán,
para el día de San Juan,
si es que ya se puede hacer.
Juan. Déme mi hermano el dinero,
si es que me le quiere dar;
que es más fácil conquistar
en la China un reino entero;
que esta noche ba.sta.
Ger. Aquí
está el mayordomo.
Juan. Aguarda.
Ger. ¿Qué tiemblas? ¿qué te acobarda?
Juan. La desdicha en que nací.
Señor Otavio.
Ota. Donjuán.
Juan. ¿Qué hace mi hermano?
Ota. Juega.
Ger. ¡a qué lindo tiempo llega!
Juan. ¿Con quién?
Ota. Con el capitán
Leonardo, con don Luis
y don F'rancisco.
Juan. ¿Son dados?
Ota. Juego es de mil ducados,
si en los tantos advertís,
aimque es polla la que juegan
J UAN . ¿Esaesciido?
Ota. Es a doblón.
Juan. Muy entretenidas son.
Ota. También pican, también ciegan.
Juan. Quisiera, señor Otavio,
que para vestir me deis;
que ando agora, ya me veis:
y es de don Alonso agravio
que salga un hermano suyo
tal el día de San Juan;
que yo pobre y él galán,
lo que han de decir arguyo
de verle v de verme a mí;
K2
I.AS FLORES DE DOX 1UAX
que para tanta riqueza,
es notable la pobreza
en que me trae.
Ota. Es ansí.
Pero él me tiene ordenado
que ai'm para medias no os dé,
sin avisarle.
JlAX. ¿Porqué?
;Soy algi'm bastardo echado
a la puerta de su casa?
¿Soy falto de entendimiento?
¿Soy hombre sin fundamento?
¿Desliónrole yo?
Ota. Esto pasa.
JiAN. ¿Qué bajezas hago yo?
¿en qué malas compañías
me ha visto andar estos días?
Ota. Esto don Juan me mandó.
Jl'.\N. Pues es ya mucha crueldad;
tan buen padre y madre fueron
los que esta sangre me dieron,
como a él la suya.
Ota. Es verdad;
pero aim hay causas más grandes;
quisiera, y fuera mejor,
don Alonso, mi señor,
que os fuérades vos a Flandes,
donde al cabo de seis años
el Rey un hábito os diera.
JiAN. Xo me habléis de esa manera.
Ota. Allá, en los reinos extraños,
no están los segundos mal;
no (i) en la patria, pues nacieron
después.
J 'AN. ¿I^os primeros fueron
de sangre más natural,
para que sean los reyes,
y sus esclavos los otros?
Ota. Xo lo juzguemos nosotros;
esto disponen las leyes.
Xo quisiera vuestro hermano
veros ocioso en \'alencia.
JiA.v. ¿Oféndele mi presencia?
¿Tanto le gasto?
Ota. En mi mano
quisiera yo que estuviera:
ya .sabéis vos mi deseo.
Jt A.v. ¡A l"l:uides', ¡lindo rodeo!;
ya sé yo lo que él (pusiera:
Quí- me f)uitaran allá
1 I Hartzc-nbust h inimiidó «sí», creo <iuc .'^in luit-
Ota.
Juan.
Ger.
Ota.
Gkr.
OTA.
JrAX.
Ger.
Juan.
la vida de mi mosquetazo,
por quitarle el embarazo
que conmigo tiene acá.
¿A que un hábito pretenda
me envía?
¿Y es maravilla?
¿ Pues líame dado ropilla
a donde el hábito extienda?
¿ Es cruz de saludador,
(jue en la canie he de ponella?
\'aya él a preteiidella,
(]ue podrá honrarla mejor.
Que no es bien que hábito en mí
parezca cruz en rincón.
Juega el tanto de a doblón,
y deja a su hermano ansí.
¿Fuera mucho de barato
vestirme para San Juan?
Cuando él anda tan galán,
¡es conmigo tan ingratc !
¿Para Pascua, no decía
que a mí y a un pobre criado,
que me sirve por honrado,
dos vestidos me daría?
Y en vSan Juan, roto me veis.
Aquí lindo lugar tiene:
«si para Pascua no viene,
a San Juan me aguardaréis».
Pardiez, señor mayordomo,
que es terrible este señor,
puesto que hermano mayor,
y que yo no entiendo cómo
a su hermano trata ansí.
¿Vos también, picaño, habláis?
El nombre que me llamáis
me viene muy bien a mí,
pues que le tiene don Juan,
porque su hermano lo quiere.
Don Juan, esto se refiere
a que es orden que me dan.
Yo hablaré por vos en esto,
y si él lo manda, se hará.
(Vase fiTAVio.)
¿Xo ves con lo que se va?
Descolorido le has puesto.
Cuando te llamó picaño,
quise la espada sacar
y de sus carnes cortar,
con que te vistieras, paño.
¿Hay desvergüenza como ésta?
¿Hay estado de hombre honrado
f|ue a tal punto haya llegado,
ni escuchado tal respuesta?
ACTO PRIMERO
/ J
(^.KK.
JlAN.
GER.
Juan.
Ger.
Juan-.
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
«Yo hablaré por vos en esto,
y si él lo manda, se hará.»
Este sirve, en fin, y está
a la obediencia dispuesto.
Terrible cosa es oír
un escudero cruel,
que preciado de fiel,
suele un señor consumir.
«Esto me tienen mandado;
no puedo desto exceder;
es orden, no puedo hacer
más de lo que está ordenado. >>
Y otras frialdades así,
espetadas en un palo.
No hubiera sido muy malo
que se acordara de mí,
dándole algmios, Germán.
Desapasiona, señor;
ese ingenio, ese valor,
que como niños están
en paños de la fortuna ,
deja que el tiempo los críe.
¿Habrá tiempo en que confie
de mi mal mudanza alguna?
Conténtate con que el cielo
te ha hecho gallardo y sabio:
la pobreza no es agravio.
Yive Dios, que me consuelo,
cuando voy detrás de ti,
y dicen «¡Que talle y cara!
¡Que este mozo no heredara,
y no aquel tonto!
¡Ay de mí!
¡Ay del turco!, y ¡ay de quien
lleva la fortuna en popa,
si en algún escollo topa
o da la barca vaivén!
Ríete, y para olvidarte,
juega tú también un poco.
¿Yo? ¿qué, o con quién? ¿estás loco?
Dineros tengo que darte.
Ves aquí de la ración,
no sé cuantos dinerillos.
Pobreza y tristeza, grillos
d; la edad dicen que son.
Quiero estar pobre y no triste;
de dos males, el menor.
¡Ea!, siéntate, señor.
Donaire, por Dios, tuviste;
¿pues con quién he de jugar?
Conmigo.
¿Contigo?
Sí.
Juan. ¿Qué hará quien me viere aquí
jugar contigo?
Ger. Callar.
Como el sacar los aceros
con el que diere ocasión,
así el jugar es razón
con quien trajere dineros.
Juan. Entra por una baraja,
que no pocas hay allá.
Ger. Aquí la baraja está,
y el jugador de ventaja.
Juan. ¿En el pecho la traías?
Ger. ¿Pues hay almilla, ni grana
de más provecho? Mañana
te la pongo, no te rías.
Juan. Arrastra el bufete aquí,
y en las dos siUas sentados
juguemos nuestros cuidados,
por ver si los pierdo ansí.
Ger.
¿A qué habemos de jugar?
Juan.
Al triunfo.
Ger.
Barajo y doy.
(Salen
Rósela, dama, y Celinda, en sentándose en las
dos sillas a jv.gar; salgan con mantos.)
Ros.
¿Pierdo acaso de quien soy.
porque le vengo a buscar?
Cei..
Tápate bien, que hay aquí
quien te puede conocer.
Ros.
¿Juegan?
Cel.
Sí.
Ros.
¿Quién puede ser?
Cei,.
¿Es don Juan, su hermano?
Ros.
Sí.
Cel.
¡Gentil flema!
Ros.
¡Lindo ensayo!
El aprende en buena escuela.
Cei<.
Por vida tuya, Rósela,
que juega con su lacayo.
Ros.
Tan divertidos están.
Celinda, que no nos ven.
Cei,.
¡Que en tan bajo punto estén
las cosas de este galán.
por la crueldad de su hermano!
Juan.
Renuncio.
Ger.
No renuncié;
que siempre espadas jugué.
y ésta me queda en la mano.
JUAN
Seis bazas hice.
Ger.
Yo, tres.
Ros.
¡Que un hombre tan principal
trate a su hermano tan mal!
Cei,.
Lástima, por cierto, es.
'74
LAS ri.ORES ülí DON JUAX
Ger.
Ros.
Cel.
Ros.
Cei..
Ros.
Cel.
Ros.
Cel.
Ros.
Ger.
Cel.
JUAN.
Ros.
Cel.
Ger.
Juan.
Ger.
Jr.\x.
Ger.
Juan.
Cel.
Ros.
Ger.
Juan.
Ros.
Jl-AN.
Gkk.
JlAN.
Cel.
JlA.N.
Cki.
Déme cartas.
¿Juegan plata?
Xi aiin cobre pienso que vi.
Don Juan se entretiene ansí;
es pobre, y con pobres trata.
;Xo tiene gallardo talle?
V extremado entendimiento.
El verle tan pobre siento.
Vo no me atrevo a miralle.
A este hombre quisiera yo,
y uie vendiera por él.
; Quieres que hablemos con él?
La malilla.
¿Por qué no?
Serviré con esta sota.
¿Tómalo por mal agüero?
Nunca, Rósela, si quiero;
eso que ves me alborota.
¿Hay oros?
A quien le .sobre.
Oros juego.
No he tenido
oro en mi vida.
Y yo he sido,
hasta en los de naipes, pobre.
¿Hay caballo por ahí?
¿Cuándo tuve yo caballo?
Turbada estoy de mirallo.
Pues yo le hablaré por ti.
¿Quiéreme vuesa merced,
señor don Juan, dar barato?
¿ Damas ?
¡Petia al tiempo ingrato!
Si ganáis, haced merced
a dos servidoras vuestras.
Por Dios, .señoras tapadas,
que le piden engañadas;
si no, díganlo las muestras.
¿Solas en Valencia son
de mis cosas peregrinas?
Pien.so que son tus vecinas.
Pues si es burla, no es razón.
Antes .somos forasteras.
Pues forastercs o no,
barato ks daré yo,
sea de burlas o de veras.
Tomen lo que entre los dos
tenemos; bien hay tres reales,
mas no sé si están cabales;
pero los pnjmtto a Dif)S,
que es más que «Jarles mi lurmaui
tres mil e.scudos.
Creed,
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
Cel.
Juan.
Cel.
Juan.
Cel.
Juan.
Cel.
J UAN.
Ger.
Juan.
Ckl.
Juan.
Ros.
Juan.
Kos.
que me hacéis mayor merced.
¿Tomáronlo?
Con la mano.
A fe que son cortesanas:
pobre Germán, hoy no cenas.
¿Tres reales?
¿Esto condenas?
¡Qué busconas tan humanas!
Don Juan, vos nos habéis dado
barato.
Cuanto tenía
os di. que la suerte mía
no pinta mejor mi estado.
Creed que si mundos fueran
llenos de diamantes y oro,
era pequeño tesoro,
para que mis manos dieran.
Estamos agradecidas,
de suerte.
Tendréis por loco
quien esto da.
Que son poco
mil nmndos de almas y vidas,
para poderos pagar:
desta bolsilla os servid.
Mucho me corro.
Advertid
que esto se puede tomar,
después que iin hombre le ha dado
a una mujer cuanto tiene;
con cien escudillos viene,
que es de lo que me ha pesado;
pero si otra vez nos vemos,
no faltarán otros tantos.
¿Tomarélos?
Toma cuantos
te dieren. ¡landos extremos!
Tomaré, señora mía,
a cambio de voluntad,
este dinero, y fiad
cjue vuelva al doble algún día;
que agora quiero poner
pleito de mis alimentos.
Pagad vos mis pensamientos,
que es lo que yo he menester.
Descubiid, por vida mía,
de ese cielo algmia estrella.
No lo hayáis todo con ella,
(jue también i)arte (¡uerría
de vuestrt) agradecimiento.
De quien me regala .soy.
Vo estas .sortijas os doy,
con el mismo pen.samiento.
ACTO PRIMERO
1/5
Juan. ¿Tomarélas, di, Germán?
Geb. ¡No, sino el alba! Si puedes,
desmídalas.
Juan. ]\Iil mercedes
me hacéis.
Ros. Vos sois tan galán,
que entre damas de buen gusto,
os habían de dar galas.
Juan. Solas están estas salas,
no hay quien os vea, y es justo
que los rostros descubráis.
Ros. Eso no, tened la mano;
prenda soy de vuestro hermano.
Ger. Si a don Alonso buscáis,
entrad, c]ue jugando está,
y lo dado esquitaréis.
JUAX. Vos que no lo sois, podéis
descubriros.
Cel. Tarde es ya;
a quien deseasteis ver,
que os haga, don Juan, favor.
Juan. ¿Celos?
Cei,. ¿Cómo, sin amor?
(Viiyanse la^ dos.)
Juan. Condición debe de ser.
Ger. Las dos se han entrado allá.
Juan. Éntrense donde quisieren.
Ger. ¿Quién serán?
Juan. Sean quien iueren,
yo tengo dineros ya
para salir más galán
que el sol de San Juan, el día.
Ger. ¡Qué dicha!
Juan. No como nn'a.
Ger. Siendo mañana San Juan,
¿cómo te liarán el vestido?
Juan. Como eso puede el dinero,
vestirme de blanco quiero.
< jER. De blanco saldrás lucido;
¿pero habrá en los cien escudos
Juan. Con las sortijas, sí habrá.
(tER. ¿Cuál tu hermano quedará
y sus amigóte s?
Juan. Mudos.
Ger. Pero advierte que no excusas
de vestirme a mí también,
porque solo no vas bien.
Juan. Invoca, Germán, las musas.
Ger. ¿Díceslo por estas damas?
¿Pues no era mío el dinero?
Juan. Vestirte de nuevo quiero.
Ger. Eres Juan, gracia te llamas.
(Salen Don Alonso, Leonardo, Don Luis y Don
Francisco.)
Alonso.
No sé, por Dios, quién son.
Leonardo.
¿Para qué es eso?
Perder y levantaros no es sin causa,
y no sabiendo vos picaros poco.
Luis.
Pues a fe que lo estábades, y tanto,
que menos que las damas que vinieron,
no fuera el mundo parte a levantaros.
Francisco.
Vuestro hermano está aquí.
Alonso.
¡Linda figura!
Leonardo.
Mal hacéis en tratarle desta suerte.
Alonso.
Vayase a Flandes. ¿Qué hace aquí mi hermano?
Sirva, pretenda, como lo hacen otros;
venga con dos balazos, aunque traiga
el cuerpo en dos muletas, y esté cierto
que le traeré en carroza y daré galas;
pero en Valencia, hacierdo picardías...
Luis.
No quiero que digáis que las costumbres
de don Juan no son buenas.
Alonso.
Luis.
Buenas?
Tanto,
que es tenido por hombre virtuoso.
Alonso.
Tal tenga la salud quien, eso dice.
Luis.
Otavio me ha pedido que os suplique
vistáis a vuestro hermano, que mañana
es día de saUr como tegmido
de vuestra casa.
Alonso.
Gracia tiene Otavio.
Luis.
¿Erró nmcho en echarme por tercero?
176
LAS FLORES DE DOX JUAN
AlX)NSO.
Xo lo he de hacer, a fe de caballero.
pRANasco.
Ea hablándole, en esto se apasiona.
Leonardo.
Pienso que tiene envidia a sii persona.
Luis.
Bien la puede tener.
(rEKNLVN.
Tu herniauo es ido.
JüAX.
Hablar quiero con estos caballeros.
¿Quién de vuesas mercedes ha perdido!'
Leonardo.
Todos hemos ganado, y solamente
vuestro hermano ha perdido.
JlAX.
Xo me pesa.
pRANCISCO.
Barato os quiero dar.
Luis.
Yo haré lo mismo.
Leonardo.
V yo también, aimque he ganado poco.
J LAN.
Parece que limosna os he pedido;
y tal estoy, que pienso que la pido.
Yo he menester que el capitán Leonardo
un caballo me preste, porque quiero
salir al Grao el alba de mi nombre.
I,EONAKD().
Yo os daré i-l blanco, y siempre que se ofrezca
están él y otros dos para seviros.
JlAN.
Besóos las manos por merced tan granck-.
Xo me atrevo a ¡K-dírsele a mi hermano
porque conmigo ha dado en ser tirano;
y atrévonje a pedírosle, .senuro
de la nu-rctd que siempre me habéis hecho.
¡A'.OSARIM).
Ya estáis de lo que os quiero satisfeclio.
T.uis.
Don Alonso tendrá dos convidadas,
a lo que pienso, y no querrá testigos.
Yo convido a don Juan.
J t'AN.
Bé.soo3 las manos.
Luis.
Y a los demás también .
IvEO NARDO.
Por mí, yo acepto.
Francisco.
Y yo, porque comamos juntes.
Luis.
Yamos.
Germán.
Dios me ha venido a ver, que en el tinelo
comiera mucho hueso, palo y pelo.
(Salen la Condesa de la Flor, con una capá con oro y
un sombrero de plumas, y otras dos damas con capotillos
y sombreros, y un Escudero.)
(Dentro.)
Con. Parad el coche, parad,
que al nuielle .'íubir queremos.
(Doña Cüstanza.)
Cos. Muy poco lugar tendremos,
que hay gente de la ciu ad.
(Doña Inés.)
IN. No importa, lugar darán.
(Salen ahora.)
Cos. ¿Hay, tal vista?
Con. ¿Hay, tal frescura?
IN. Añade al mar hermosura
la mañana de San Juan.
Ivsc. Tales mañanas como estas
andan moros por aquí.
Con. ¿Vísteilos vos?
l?sc. Yo los vi
más d'-- guerra que de fiestas;
que por esto el Grao se guarda
y andan por él estos días
tan lucidas comjKiñías
haciendo cuerjx) de guarda.
Llegan cerca de Yaleiicia
y dan vaya a los soldados.
Cos. ¿ Buenos barcos?
IN. ICxtrt'mados.
ACTO PRIMERO
1/7
Con. Todo tiene diferencia.
Las aguas se están riendo.
T\SC. Mejor se riera el vino
con iin pernil de tocino.
IN. ¿Siempre habéis de estar bebiendo?
Ksc. De aquesta salada balsa
pviede tal cosa decirse;
bien puede el agua reírse;
pero será risa falsa.
Mas cuando se ríe el vino,
ríese de corazón;
que sus alegrías son
que en él se embarque un tocino.
¿Qué armada en vino se anega?
¿Qué flota en él .se perdió?
Aquí me sentara yo. '
¡Hola! Aquella alfombra llega.
(Sale tm Paje con una alfombra.)
Bello sitio el desta puente.
Remata dentro del mar.
Desde aquí podéis mirar
toda Berbería enfrente.
Anoche se viera bien,
que en Argel luces habría.
¿Sabéis vos la Berbería?
Y aun la he pisado también.
¿Cómo? ¿Descendéis de moros?
¡Arre allá! Soy montañés;
mas fui dos años o tres
por novillos o por toros
a las galeras de Bspaña.
¿Por delito?
¿Otra cañita;"
Era el capitán Zurita
mi pariente.
(Cosa extraña!
Pues 3'0 de veras lo tomo.
Pues si Zurita consiente
que seáis vos su pariente
¿qué mucho que seáis palomo?
Es. Argel. Túnez y Bugía
hacia aquella parte están;
adelante Mostagán,
siguiendo de Oran la vía.
Luego Melilla y Bozmar;
Fez queda dentro, y enfrente
aquel estrecho eminente
que llaman de Gibraltar.
In. ¿y la sierra de las Monas
no cae cerca de ahí?
Es. No suelen hablarme a mí
otras tan nobles personas
Con.
Cos.
' IN.
Cos.
i Esc.
Con.
IN.
Esc.
IN.
[ Es.
IN.
Esc.
desta suerte, y he servido
en Castilla y Portugal.
In. Yo no lo he dicho por mal.
Con. Muy presto os habéis corrido
para ser tan cortesano
y ser alba de San Juan.
lis. Pues si de burlas están,
digan, y tendréles mano.
Cos. Coche de música viene,
que hay grande grita y ruido;
¡casi en el mar se ha metido!
será porque mejor suene,
(Grita y alegría dentro, y canten con sonajas.)
MUS.
«Salen de Valencia,
noche de San Juan,
mil coches de damas
al fresco del mar.»
Con.
Bien responden las orillas.
Cos.
El eco aprende a cantar.
Esc.
Por Dios, que estoy por bailar,
según hace el son cosquillas.
Mus.
«Cómo retumban los remos.
madre, en el agua
con el fresco viento
de la mañana.»
Esc.
Harto mejor retumbaran
ai fresco vino sutil
los remos de un buen pernil.
o nunca de agua cantaran.
Mus.
«Despertad, señora mía.
despertad;
porque viene el alba
del señor San Juan.»
Con.
Caballeros van viniendo,
a caballo algvmos van.
In.
¿Correrán?
Cos.
Xo correrán.
Con.
Algimos voy conociendo.
Cos.
Don Francisco y don Luis
son los de pardo y morado.
Con.
¿Quién es aquel de encarnado?
Inés.
El capitán don Dionís.
Galán viene de pajizo
don Alonso.
Cos.
Está heredado.
Con.
Al galán de lo leonado
mi color le satisfizo.
In.
Trompetas hay en el mar.
Es.
Moros son de Berbería.
Con.
¿Qué dices?
Es.
Vusiñoría
se puede segura estar
XII
12
lyñ
LAS FLORES DE DON TUAX
IK.
que no llegarán aquí
ni a pieza estar osarán.
Xo hay manarla de San Juan
que estos no vengan así.
Mor.
(Descúbranse en Jo alto dos fragatas coH muchos moros,
tocando trompetas y caias.)
¿Ali cristianos de Valencia,
lo que estar holgando al Grao
el mañanica de Juan?
Escuchadle el que te hablamos.
Yo ser Zelín de Marrocos,
y en Castilia haber estado
cautivo de un cristianilio
que liamar hijo de galgo.
Escapamus.del prisión
gracias Mahoma, melagro;
que valemos setecentos
e costamos mil ducados.
Por todo el bon tratamento
os envío este regalo.
Despara, démosles grita.
¡Ah beliacos, ah beliacos!
¡Ah galinas, pecarilios,
vivir torco mochos anios.
( Ciérrese.)
Presto la espalda volvieron.
Tal pieza les dispararon.
Retumbando queda el mar.
Brava grita nos han dado.
;Xo estuviera aqm' un Marqués
de vSantacruz, un gallardo
Conde de Xiebla, un don Pedro
de Toledo, un Oria, un Carlos.
Vuelve, Condesa, los ojos.
¿Quién es aquel de lo blanco?
Apostaré que es don Juan.
¿Quién?
De don Alonso hermano.
¿Aquel |X)bre caballero
que, envuelto en bayeta, ha dado
en ser tumba de su alma?
VA misniíj.
Notable caso.
¿Quién le ha dado de vestir?
Quizá lo pidió prestado.
No hay vez que venir le vea
envueltos los pobres brazos
en el pelado herrcnielo,
que fut- bayeta y es raso,
que entre la risa no tenga
del lástima y de su liermano
queja.
Todos.
Cox.
Cos.
Inés
Es.
Cos.
Cox.
Cos.
Cox.
Cíjs.
CíjN.
CfíS.
Cox.
IXÉS.
Cox.
Cos. ¡Que gallardo viene
él blanco y blanco el caballo!
IxÉs. Si tuviera qué vestirse,
yo sé bien que más de cuatro
tuvieran envidia del.
Cox. Enviémosle un recado.
Cos. ¿Cómo?
Cox. Ahora lo veréis.
Cos. Por el muelle viene entrando.
Ix. Burla quieres hacer del.
Cox. (¡Qué importa? Escuchad, Durango.
Decid a don Juan de P^ox
que le ruego, o le rogamos,
que por ese puente al mar
ponga espuelas al caballo.
Es. ¿Pues ha de correr el otro?
¿No veis que en llegando al cabo
ha de caer en el mar
y podrá hacerse pedazos?
Cox. Haced vos lo que yo os digo.
¿No entendéis que nos burlamos?
Es. Yo voy.
Cox. Con esta ocasión
veréis cómo viene a hablamos.
Cos. ¿No es lástima que sea pobre
mi hombre tan bien hablado
y de tan linda persona?
Cox. El cielo no hace agravio,
que es suyo, y dalo a quien quiere,
que no puede ser forzado;
a un pobre hará gentilliombre
y a un feo discreto y sabio.
(Suenen cascabeles y un ruido de un golpe de mar.)
Cox.
¿Qué es aquello?
Cos.
Que corrió
luego en dándole el recado;
y como remata el puente.
en el mar hombre y caballo
se han sumergido en sus ondas
(Levántese.)
Cox.
I 'I h'-clio ha sido gallardo;
mas no quisiera, si muere.
habérselo yo mandado.
INÚS.
Que morirá, no lo dudes.
Con.
Pues íuiegaréme en llanto
como él en agua del mar.
Dkxtr.
¡Gran lealtad!
Otro.
¡Suceso extraño!
¡Aíjuí ayuda!
(JTKO.
Vivo está.
lis.
(Sale el Escudero.)
¡Cuan mejor que el de Alejandro
ACTO PRIMERO
179
Con.
Es.
Cox.
Esc.
Con.
Cos.
Cox.
Cos.
Cox.
Cos.
Cox.
Ix.
Cox.
este caballo merece
sepulcro de jaspe y mármol!
¿Qué es esto, amigo?
Señora,
apenas di tu recado,
cuando poniéndole espuelas
batió al caballo los lados.
Corrió al puente, y del cayó,
furioso, en el mar, que alzando
blancas espumas al cielo
tiró al sol vidrios quebrados.
Mas dentro de breve tiempo
él y don Juan asomaron
por el agua las cabezas,
uno hablando, otro bufando.
Con la beca y las narices
agua arrojaba el caballo;
don Juan voces animosas,
a su cerviz abrazado.
A la orilla con el hombre
salió el caballo' nadando,
donde algunos pescadores
que estaban atando un barco,
ayudados de otra gente,
a sus chozas le han llevado,
que están de la orilla cerca,
y allí le están desnudando.
Hacedme placer, amigo,
que volváis a visitarlo
y de mi parte le deis
este herreruelo aforrado
para que se abrigue agora,
que cuando a casa volvamos
yo le enviaré qué se vista.
Dios te guarde, voy volando.
(Vase.)
¡Hola, cochero ¡
¿No quieres
gozar el fresco?
Hame dado
el suceso pesadumbre.
¿Pues qué qviieres?
Oue nos vamos.
Tienes razón de estar triste
si muere don Juan.
Pensando
que me burlara con él.
me ha pesado de su daño.
¿Qué importa que muera un pobre?
¿Tú no miras que es sacarlo
del purgatorio del mundo?
Ser la causa importa, y tanto,
que en obligación estoy *>
de atender a su regalo;
y si como soy Condesa
de la Flor, aunque mi estado
está en Italia, una dama
fuera humilde...
Cos. Dilo.
Cox. Callo,
porque nunca de imposibles
se pagan pechos gallardos.
f]'íivansc, y salgan írcs pescadores, Laurino, Albkrto
y PisANO, y Don Jx^an, mojada la cabeza, envuelto en
una capa gascona, y Germán.)
Alb. Sin asco pedéis dormir
un rato en aquesta cama.
Jl'AX. No tenéis que me advertir.
Ger. Pensará que gana fama
en no querella admitir.
Mira que es bastante el susto.
JUAX. Germán, déjame, que gusto
de enjugarme el agua ansí.
Ger. ¿Quiéreste morir aquí?
JUAX. Necio, no me des disgusto.
Ger. ¿Disgusto te puede hacer
quien procura tu salud ?
JUAX. Yo sé que no es menester.
Lau. No quiere la juventud
ni obedecer ni temer.
Ger. a mí, que se muera luego.
Pis. Ya puede llegarse al fuego.
Ger. Comiénzate a desnudar.
Juan. Así me podré enjugar.
Ger. Que no seas loco te ruego.
fSa\e el Escudero con la capa.)
Es. ¿Está aquí el señor don Juan?
Ger. Aquí está. ¿Qué le queréis?
Y más fresco que galán.
Es. Yos no me conoceréis,
tal vuestros ojos están.
JUAX. Sí, conozco que vos fuisteis
quien el recado me disteis.
Es. La Condesa de la Flor
está muy triste, señor,
de la lociura que hicisteis.
Que ella lo dijo por dar
ocasión a que con ella
allegase des a hablar,
y pésale que por ella
corriésedes hasta el mar.
Para que sepa me envía
cómo estáis, y con dolor
del daño que haber pcdría.
1 8o
LAS FLORES DE DOX TUAX
JlAN.
Es.
JlAN.
Es.
Jr.xN.
Es.
Alb.
Lau.
Juan.
Pis.
J LAN.
r.i.k
este herreruelo, señor,
que trajo su señoría.
Abrigaos luego con él,
que está uiuy desconsolad:!.
Hallaré la vida en él;
que la triaca extremada
tiene ponzoña cruel,
que de víboras se saca,
y así será mi triaca
de la mano del veneno.
¿Y cómo estáis?
De agua lleno,
aunque ya el frío se aplaca.
V aquesta capa os prometo
que muerto me diera vida,
como lo dice el cfeto.
Ella se \'uelve afligida
y vos respondéis discreto.
Esto le vo}' a decir.
Decidle que por servir
persona de su valor
no tuve a la mar temor
ni le tuviera al morir.
Que como aquel a qui^'U luego
Roma mil estatuas fragua,
con más valor y más ciego
he sido Mucio de agua
como él de tierra y de fuego.
V que quedo muy contento
di pensar que la he servido,
con sólo mi pensamiento,
luego que tocó mi oído
su gusto y su mandamiento.
Que aunque no somos los dos
iguales, como veis vos,
si también me lo mandara,
del Micalcte me echara
como del puente, por Dios.
Voy presto, que se ha de holgar
de la salud que tenéis.
Va el fuego os viene a llamar.
Ilien será que os desnudéis,
que el agua os puede matar.
ICntrad, amig(js, que quiero
hablar un pcjco a Cieniián.
Va con la ropa os e.spero.
Las desdichas de don Juan
él se las dice primero,
De.'-de el punt'í que .salí,
este .suce.'o temí.
Qui.siera darte un con.^ejo,
ni de cuerdo ni de viejo,
]K-ro de quien ama, sí.
I JUAX.
I Ger.
Juan.
Gkr.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
JlAN,
Ger.
JlAN.
Ger.
JU.^N.
Ger.
JU.VN.
Ger.
Juan.
¿Agora qué puede ser?
Que sirvas esta Condesa.
¿Estás loco?
¿Xo es mujer?
Es tan imposible empresa
como ver el hielo arder
y helar el fuego, Gennán.
¿Y qué se pierde en servilla?
Que por loco me tendrán.
Acuérdate desta orilla
en que te advierto, don Juan.
Necio, es Hipólita hermosa
de sus padres heredera,
título, y forzosa cosa
que sea en suprema esfera
de mayor planeta esposa.
Pídenla muchos señores
de Castilla y de Aragón.
¡Qué importa decirla amores,
si los pensamientos son
cuanto más altos mejores!
¿Y si tanto me enamoro
que cuando sin ella quede
me muero, me abraso y lloro?
¿Ser al contrario no puede?
¿Qué calidad, qué tesoro
tengo yo para emprender
la Condesa de la Flor?
Ese talle; que es mujer,
y suele im poco de amor
tales milagros hacer.
Confieso (]ue me has hurtado,
puesto que he disimulado
el pensamiento, Ciennán;
desde aquí soy su galán.
Desde aquí soy tu criado.
Suda el susto del morir
y daréte dos liciones
de cómo la has de servir.
Ivn laberinto me pones
que es imposible salir.
ACTO SE(U'ND()
DE LAS FLORES DE DON JUAX
y rico y pobre trocados.
(Salen la Condi.sa r Doña Constanza,)
Cos. Ueste parecer estoy.
Con. ¿Que a don Alonso tratáis
desa manera?
Cos. ¿ Pensáis
que de las nuijeres soy
ACTO SEGUNDO
l8l
que por casarse uo miran
la calidad del sujeto?
Con. Amar y tener respeto
de andar jixntos fe retiran.
Cos. Pues sepa vusiñoría
que no le pienso tener,
para no venir a ser
necia y casada en im día.
Don Alonso me agradó,
su deseo agradecí,
y todo lo aborrecí
cuando él la causa me dio;
y no una, sino mil;
siendo el hombre más perdido
que esta ciudad ha tenido
y de condición más vil.
Toda su hacienda ha jugado,
y dado a mujeres tales
como dirán las señales
que en la salud le han dejado.
Sus lugares ha vendido,
ya come de aquel valor.
Decidme: ¿es digno de amor
o de ser aborrecido?
¿Será bien que pague yo
de mi dote estas locuras ?
Con. Yo os deseo mil venturas,
que tales desdichas, no.
Eso, Costanza, ignoraba,
supuesto que algo sabía
de la vida que traía
y lo mucho que jugaba.
Mas que estuviese en estedo
c|ue hasta sus lugares vende,
eso no, porque me ofende
aun haberlo imaginado.
Que solamente por ti,
a tu persona inclinada,
no le aborrecí cansada
de las crueldades que oí.
que con su hermano don Juan
usaba en toda ocasión:
hombre de otra condición.
Cos. ¿Y no añades tu galán?
Con. Don Juan, porque le envié
los regalos que supiste,
por la enfermadad que viste,
y que por mi causa fué,
con loca satisf ación
de pensar que yo le quiero,
siendo tan pobre escudero,
me da a entender su afición.
A veces estoy corrida
de ver que un galán tan roto
cause en Valencia alboroto
siendo de su amor servida.
Y a veces tomo a donaire
verle siempre tras el coche
y que de día y de noche
detenga a mi calle el aire.
No voy a parte ninguna
adonde no esté don Juan;
y cierto que él es galán;
pero de humilde fortuna.
Y que me da compasión
y le quisiera vestir
cuando le veo seguir
tan lucida pretensión.
Cos. Yo os juro que si don Juan,
Condesa, a mi me quisiera,
que así, pobre, le admitiera
más que a su hermano galán.
Porque sus defectos son
del hado con él tirano,
y los de su loco hermano
de su misma condición.
Ese, porque más no puede,
es pobre; esotro lo ha sido
no más de porque ha querido,
y así es justo que lo pague.
¿Es posible que no miras
a don Juan con afición?
Cox. Das tormento al corazón
con sospechas de mentiras.
Confieso, pues hoy has hecha
juez tu curiosidad,
que le tengo voluntad,
mas no me pasa del pecho.
Don Juan me parece bien
roto y pobre como está;
su amor ocasión me da
a no mostrarle desdén.
Pero el ver que es imposible
ser mío ni suya ser,
que no siendo su nuxjer
no se da medio posible
y serlo es muclio mayor,
por más que el amor exceda,
para que correr no pueda
tiene la rienda a mi amor.
Cos. Discurres prudentemente;
que donde el intento es vano,
llevar la sonda en la mano
es prevención excelente.
¿El háblate algunas veces?
¿Qué te dice?
I82
LAS FLORES DE DOX JUAN
COX. Si ts hablar
un siempre humilde mirar
con el talle que encareces,
mil veces habla don Juan;
pero con la lengua, no.
Cos. Pues que habla muy bien sé yo.
Con. y yo, que no le darán
desigualdad y pobreza
licencia más que a mirar;
que siempre la dan a hablar
la arrogancia y la riqueza.
Y como hablar de discretos
con efectos siempre ha sido,
y no le deja el vestido
que pueda hablar con efe tos,
a los ojos les remite
cuanto la lengua dijera,
si hablar de mano pudiera.
Cos. ¡Que la fortuna les quite
a los hombres de valor
desta manera las alas!
Cox. ¡Cuántos, tiempo, desigualas
que hiciera iguales amor!
Yámonos, doña Costanza,
en casa de Inés mi poco;
verás a don Juan qué loco
sigue su vana esperanza .
Ce, Durango, ¿estáis aquí?
Esc. Sí, mi señora, aquí estoy.
Cox. Pongan el coche .
Es. Yo vov.
Cox. ;Está don Juan por ahí?
Esc. ¿Pues cuándo deja don Juan
de estar mirando tus rejas?
Cos. Ten lástima de sus quejas.
Cox. Xo puedo, que escribirán
al señor, mi desposado.
C''s ¿Cuándo dicen que vendrá?
<^ "N De camino queda ya.
C(>s. ¿Hasle visto?
Cox. Retratado.
Cos. ¿Qué tales sus gracias vienen ?
Cox. Yo no fío de retratos,
|xjrque .son estelionatos
que venden lo que no tienen.
(Viiyante, y salgan Don L'IS, Don .Alonso y el Ca-
pitán Li:oN,\RDo.)
Li is.
Si vos gastáis dcsatinadanunU-,
no es justo que os quejéis de la fortuiui.
Alonso.
¿Xo queréis, don Liús, que me lamente
de ver que no me ayude en cosa alguna?
Leonardo.
Sois en el juego xm bárbaro impaciente;
y en vuestros gustos, no hay nmjer, no hay luna
que tantas menguas y crecientes tenga:
que bien queréis que por los dos os venga.
Alonso.
Otros suelen ganar, y cuando menos,
tienen la dicha y la desdicha a días.
Luis.
El juego ha sido infamia de mil buenos.
Alonso.
Poco ha dañado las costumbres mías.
Leonardo.
De sus iras están los libros llenos;
tragedias que engendraron sus porfías;
no haj- cosa que dej-lustre tanto un hombre:
fuego y no juego es ya su propio nombre.
Ll'LS.
Jugar tasadamente lo que puede,
un hombre que procura, estando ocioso,
un rato entretenerse, se concede;
mas no su hacienda, vida y su reposo.
X'i que perdido para siempre quede
hecho afrenta del vulgo licencioso,
vendiendo hasta las cosas vinculadas,
de sus honrados padres heredadas.
Los lugares que vos habéis vendido
con los infames naipes y los dados,
en la conqiusta deste reino han sido
de vuestros ascendientes conquistados
con sangre que les dio tal apellido,
con lanzas, con espadas, con soldados;
no con las de papel, con bastos y oros,
en que expendido habéis tales tesorcs.
Xo diréis, a lo menos, que yo he sido
de los amigos que a perderse ayudan,
el que va caminando a ser perdido,
y que en faltando, df amistades mudan;
siempre a todo vendré como he venido,
cuando todos os falten y no acud in
a las obligaciones que les dieron
los beneficios que de vos tuvieron.
¿Mas cómo dejaré, si me he preciad >
.'•iempre de ser leal y verdadero,
de deciros que vais tan engañado
ACTO SEGUXDO
1S3
y a vuestra perdición corréis ligero?
Si algún remedio tiene lo pasado,
es que agora guardéis este dinero
en que \'uestros lugares se han vendido.
Molesto amigo sois.
Alonso.
Luis.
No sov fingido.
Alonso.
¿Xo veis que concertado el casamiento
de Costanza, que ya llamo mi esposa,
he de mudar de vida y pensamiento,
y que podré, pues es rica y hermosa?
¿Cuántos, con desfrenado atrevimiento,
corrieron por la senda licenciosa
de la gallarda mocedad, que es fuego,
y en llegando a casar, pararon luego?
Xo VLiela por el aire la cometa
con tantos resplandores encendida,
como la tierna edad corre inquieta,
de la caliente sangre persuadida;
ni fenece más frígida y qmeta,
exhalación ardiente, que la vida
de un mozo libre y sus locuras todas,
a los lunbrales santos de las bodas.
Yo seré así, y el dote puesto en renta,
mis lugares irá desempeñando;
que en mozo es gala y en casado afrenta
el ir su hacienda y vida disipando;
el hombre que ha pasado sin tormenta
el inar de juventud, guárdese cuando
llegue la de la vejez, que las edades
trocando en ella, hará mil mocedades.
Leonardo.
Reformad \n.iestra casa de criados.
Alonso.
Xo puedo descaecer, hasta casarme,
del honor que he tenido.
Luis.
¡Qué engañados!
viven todos los mozos.
Alonso.
Es cansarme.
Luis.
Más honra y casa han menester casados.
Alonso.
¿Venís a entretenerme o a matarme?
Ota VIO.
Vn coche está a la puerta.
Alonso.
¿Con qué gente?
Otavio.
Tres damas, don Francisco y un valiente.
Alonso.
Vamos al Grao.
Leonardo.
Tracemos esta tarde
hablar orilla de la mar un poco.
(Salen Dox JuAX y Germán.)
Juan.
;Xo quieres que el ser pobre me acobarde?
Ger^lín.
Xi te detengo aquí ni te provoco.
JUAX.
¿Qué es lo que quieres que en Valencia aguarde
de vano amor de la Condesa loco
y sin tener con que mi cuerpo cubra,
por más que a todos mi pobreza encubra?
Máteme en Flandes la impelida bala
del polvo ardiente en bélico ejercicio,
y no en Valencia amor, que se regala
entre la seda, el ámbar, oro y vicio.
Para salir haremos una gala
que diga en las colores el oficio;
con esto dejaremos la Condesa.
Ger:mán.
i Que aciertas digo, y digo que me pesa.
Juan.
Hoy han de dar dineros a mi hermaríp,
Germán, destos lugares que ha vendido.
Hablarle quiero y no perder en vano
el tiempo, que jamás \'xielve perdido.
Salgamos del poder deste tirano.
Germán.
¿Xo miras que está aqiu'?
Juan.
¿Si nos ha oído?
Germán.
Sí hará, que el rico al pobre solamente
oye lo que murmura del ausente.
i84
LAS FLORES DE DOX lUAX
Alonso.
¿Quién es?
J lAX.
Yo soy.
Alonso.
¿Qué quieres?
JUAX.
Quiero hablarte.
Alonso.
¿Qué tienes tii que hablarme? ¿Impertinencias?
Juan.
Escucha y lo sabrás.
Alonso.
Di presto.
Juan.
quisiera hablar.
Aparte
Aloxso.
Y yo comprar paciencias.
Acaba de decir.
Juan.
Por no enfadarte,
y, como dices tú, con insolencias,
a Flandes quiero inne.
Aloxso.
Buen amigo
ha sido, Juan, el que hoy habló contigo.
¿Y tienes esto ya determinado?
Juan.
Y que saldré pasados cuatro días.
Alonso.
I*ues ve con Dios, que allá podrás, soldado,
perder los bríos que en Valencia crías.
J UAX.
Dinero he menester; hoy te lo han dado.
Al/)XSO.
¿ Dinero yo, don J uan ?
Ju.vx.
¿Pues qué querías?
¿Que fue.se de aquí a I'iaiuk-s sin dinero?
¿No ves que .soy tu hermano, y caballero?
Alonso.
¿Qué has menester?
Juan.
I.,o menos mil ducados.
Alonso.
¿Hay desvergüenza igual?
Juan.
Nunca entre iguales
he conocido yo desvergonzados.
Aloxso.
¿Pues no te bastan, di, quinientos reales?
J UAN.
Si los echas al naipe o a los dados
en una mano y en jornadas tales
que te infaman a ti, para jomada
que te ha de honrar, ¿qué es mil ducados? Nada.
¿Nacimos, don Alonso, por ventura
de un padre y una madre a que tú vivas
con tal regalo y tal descompostura
que de ningima libertad te privas,
y yo con tal pobreza y desventura,
por mil necesidades excesivas,
que a tus esclavos venga yo a envidiallos,
que curan y regalan tus caballos?
¿Quinientos reales das a un hombre honrado,
de limosna eran buenos, no debidos
a un hermano, que quiere ser soldado
porque tú no le sueldas los vestidos?
Alonso.
Es tan anejo el ser desvergonzado
al ser pobre, que piensan, atrevidos,
todos los que los son, que se les debe
lo que con esta haré que algimo lleve.
Leonardo.
I^a espada no es razón, que es vuestro hcr-
fmauo.
Alonso.
¡Vive Dios, que es im picaro!
Juan.
No digo
que mientes; que lo estoy ¡)or ser tirano
quien quiere usar esta crueldad conmigo;
mas guarda bien que no la pongas mano,
que si la sacas, a mostrar me obligo
que el picaro eres tú, pues estos brazos
te harán vestido y carne mil pedazos.
Aixinso.
Dejadme, capitán; don l.uis, dejadme.
ACTO SEGUNDO
185
Jt'AN.
¡Pues, vive Dics, que si le dejan.
Luis.
que debéis de estar loco.
Creo
que he de matarle.
Alonso.
Perdonadme,
Juan.
De hambre, yo lo creo.
Alonso.
Don Juan, dejo las armas; escuchadme.
Juan.
Si decís que os morís, que eso deseo.
Alonso.
Si entráis más en mi casa, dos lacayos
os han de hacer pedazos.
Juan.
¡Bravos rayos!
Alonso.
Si llegáis a esta puerta, vive el cielo...
Juan.
Cuando yo fuere Lázaro, llegara
de perros y avarientos con recelo.
Alonso.
Miradme, infame bárbaro, a esta cara.
Juan.
Mirarla pensé yo, por mi consuelo;
mas no tan loca, desigual y avara.
Vete con Dios, que quiero que algún día
dé premio el cielo a la paciencia mía.
Leonardo.
Dejadle ya.
Alonso.
En una horca espero
ver este libre mozo.
I,UIS.
Basta, vamos. (Vanse.)
Germán.
¿Estás contento?
J UAN.
Sí; que estarlo quiero.
' (ÍERMÁN.
¿Por qué, señor, pues como ves quedamos?
Juan.
Porque salimos de un tirano fiero
y de su cautiverio nos libramos.
CjERMÁN.
¿Y qué habernos de hacer de doce a una?
Juan.
Dar una higa y cuatro a la fortuna.
Germán.
Buen ánimo, señor, que cierta dueña
te acogerá en su casa, que es honrada,
y algún amor sospecho que me enseña.
Juan.
Eso es por lo que toca a la posada.
Gekmán.
Pues para una comida tan pequeña
como en aquesta casa te fué dada,
yo me pondré a peón de algvma obra,
que con tres reales para entrambos sobra.
Alh trabajaré todos los días
y te traeré el dinero.
Ju.\N.
No hay hermano
como im amigo.
Germán.
Tente, ¿qué porfías?
Juan.
Si no mudas los pies, dame la mano.
Germán.
Detente, pues.
Juan.
Espeio que las mías
me podrán sustentar; verás que gano
con que los dos comamos.
Germán.
¿De qué suerte?
Juan.
Oye una habilidad.
Germán.
Prosigue.
Juan.
Advierte.
Yo sé hacer flores con primor notable.
i8ó
r.AS FIORKS DE DON' lUAX
que lo aprendí de cierta hennana mía,
hasta imitar romero saludable,
que es el mayor primor y gallardía;
la pálida retama, la admirable
angélica, el rosal de Alejandría.
el clavel carmesí, la azvil violeta,
la azucena y la candida mosqueta.
Haré mil flores, tú podrás llevallas
■poT Valencia a vender, hasta que el cielo
disponga nuestras vidas.
Germ.ín.
Remediallas
puede tu habilidad.
J UAX.
Xo tiene el suelo
flores que yo no sepa retratallas;
soy de un jardín particular modelo,
ven, comprarcmcs rebotín y seda.
Germán.
El ingenio no hay cosa que no pueda.
(Salen Don L,uis, Don Alonso y Dox Francisco.
Luis. Si vos volvéis a jugar
y perdéis cuanto tenéis,
acabado de avisar
que no juguéis, ¿qué queréis?
¿Queréis por fuerza ganar?
¿Xo sabéis lo que difieren
los que esa ventura adquieren,
y que el juego y la poesía
se enfadan de la porfía,
porque vienen cuando quieren?
lil que versos quiere hacer
y buena dicha en ganar
no piense que ha de poder
por picarse y porfiar
ni ganar ni componer.
Mejor, don Alonso, fuera
ir al Grao.
Alo. Xo pensé
que el juego, don Luis, creciera;
jugué, piquéme, llegué
a que nnl nnnulos perdiera.
Por dar barato a J jsarda
tomé el dado.
Luis. K1 capitán
lii/.o una suerte gallarda.
I'ran. Aquí líus dama» están
y el cíx'lie y merienda aguarda.
Aix>. , Habéis vos jamás comido
que hayáis tan lindo dinero
en cuatro manos perdido?
Fran .
I Ai^.
I Fran.
I Alo.
! Fran.
Ai,o.
Fran.
Luis.
Alo.
Fran.
Alo.
Fran.
Alo.
Fran.
I Alo.
Lt'is.
Alo.
LVLS.
AU).
Que lleven las damas quiero,
ya que a mi casa han venido;
pero que en llegando al mar
las echen dentro.
Ivsto es hecho,
las ninfas quiero tomar.
Yoh'cd.
Que os canso sospecho.
Antes os tengo que hablar.
¿En razón de qué?
En razón
de aquella resolución
del casamiento tratado.
¡Más que propio de un picado!
Los mismos efectos son.
¡\'ive Dios, que he de probar
si casándome es posible
aborrecer el jugar!
¿Qué medio más convenible
donde no basta el jurar?
Tendréis luego otrcs cuidados
de la familia y los hijos.
Ocúpenme y sean pesados.
Antes con mil regocijes
y libres de mil cuidados,
que es ver una honrada cara
y dos hijos a una mesa.
Aquí mi discurso para,
aquí mi locura cesa
y deste asilo se ampara.
Válgame contra mi edad
el freno del casamiento.
Id presto, Franci.sco, hablad
a doña Costanza.
Siento
cjue os hago en esto amistad,
y por eso voy.
El cielo
os pague tan grande bien,
o tragúeme vivo el suelo
si más jugare y a quien.
Dése juramento apelo.
Y vuestra lengua no (.-xceda;
porque un discreto decía
que no hay adonde se pueda
conocer la gallardía
conu) en quien perdiendo (|ueda.
¿Hay (juien no lo sienta?
No;
mas saber disimular
con la prudencia nació.
Poco supo de jugar
quien ese aforismo <\s dio.
ACTO SEGUXDO
187
Ai,o.
Luis.
Ai,o,
(Salen
Inés.
Cos.
Con.
Inés.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
Con.
Inés.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
¡Pesia tal!, la condición
de los hombres no es igual
en sentir lo que es razón,
y más si de causa igual
los efectos no lo son.
Vamos a la platería,
algo que vender hallé.
¿Y el juramento que había
de abrirse el suelo?
¿Juré?
¡Bueno vais, por vida mía!
Don Luis, esto sólo os ruego:
que no tengáis por constante
más que la nieve en el fuego
el juramento de amante
ni de hombre que pierde' al juego.
Doña Inés, Doña Costanza y la Condesa.)
La visita os merecí
por hurtarme el pensamiento,
aunque obligada me siento.
No me la debéis a mí,
que la Condesa trazó
el venir las dos a veros.
Quise, Inés, entreteneros,
porque Celia me contó
que andáis con ciertas tristezas.
Algo venís a saber,
curiosa debéis de ser
de las ajenas finezas.
Malicia es ésa.
¡Y qué tal!
Si hablare en cosa de amor,
que merezca el disfavor
de haber juzgado tan mal.
Advierta, vusiñoría,
que si de amor no ha de ser,
no queda en qué entretener
tan largo y ocioso día;
o porque solas estemos,
o por no admitir galanes.
Si es por solos ademanes,
que es lo más que en ellos vemos,
yo serviré de galán.
Sí; ¿mas cuál de los dos?
Dentrambas; porque, por Dios,
que así al propio me verán,
pues vma sola no sé
quién la quiera y sirva.
Yo
sé quien la adora.
Yo no.
Ivicencia, y yo lo diré.
Con. No habéis de decir, don Juan,
que ése no tiene vestido
para querer dos; que ha sido,
por pobre, de una galán.
Inés. ¿No os causa mucho donaire
el ver cuál se anda tras vos?
Con. Donaire y aire, por Dios,
porque siempre le da el aire.
¿A quién no moviera a risa
verle en Pascua con bayeta?
Inés. Sí, pero buena es la treta;
de buen zapato y camisa,
lo demás es nifio en faja.
Cos. Veces en la calle dan,
que flores vendiendo van.
Con. ¡Hola!, por las flores baja.
Esc. Yo, señora, estoy aquí.
Con. Id presto.
Esc. Como un cohete.
Inés. Cada cual su ramillete
tiene en presente d? mí,
por ver si con esto excuso
el daros de merendar.
Con. Buen modo de regalar;
si 110 es galán, es al uso;
la visita no es sangría.
Esc. El hombre ha subido ya. —
L egad, y os las comprará;
mas llamadle señoría.
(Sale Germán con un iabaquillo de flores de sed
Ger. ¡Ay, cielos, dónde he subido!
Volverme a bajar quisiera;
no pensé que en esta casa
estuviera la Condesa.
Irme quiero, que lo dudo.
Con. ¿Por qué se va el hombre?
Esc. Espera,
floreio; ¿de qué te cubres?
Ger. Amigo, tengo vergüenza.
Con. ¡Hola, buen hombre!, detente.
Ger. ¿Qué quieres que me detenga?
Con. Dadnos flores, ¿qué os turbáis?
Cos. ¿De qué jardín son?
Ger. No fuera
un ave en aqueste punto.
Cos. Por vuestra vida, Condesa,
que es lacayo de don Juan.
Inés. y las flores son de seda.
Con. ¿Si es invención para hablarme?
Cos I^a vergüenza no la nmestra;
antes él le habrá dejado,
y sirve a alguna florera.
j88
I.AS FLORES DE DOX TUAX
Cox. Xo me espanto, que tendría
con don Juan comida y cena
tan inciertas, que es disculpa.
Cos. Por necesidad le deja.
¿Es monja, amigo Germán,
quien hace flores tan bellas?
Bendiga el cielo sus manos.
Inés. Xo pueden las verdaderas
ser más lindas.
Con. Sólo liarán
en el olor diferencia;
dinos algo: ¿por qué callas?
Ger. l'na mentira y quimera
os quise decir, señora,
si diera el tiempo licencia:
en esto suspenso estuve;
mas desatando la lengua
a la verdad, os suplico
estéis un instante atentas.
Hoy el cruel don Alonso,
con fieros 5' voces fieras,
echó a don Juan de su casa:
¡gran prueba de su paciencia!
Lievéle a naa pobre choza
de una mi comadre vieja,
que dice que me ha criado;
recibióle, en fin, en ella.
Díjele que le daría
de comer cuando pudiera
pleitear sus alimentos
o salirse de Valencia.
Qui.so .saber cómo, y djje
que en las fábricas o cercas
de peón me alquilaría
para dar ladrillo o piedra.
Respondió que no era justo;
mas que comprá.semcs seda
y rebotín, que él sabía
imitar las flores bellas.
Comprámo.sle, y como veis,
ha comenzado por éstas,
que llevo a vender agora;
entré aquí, que no debiera,
porque no pensé que estaba
mi señora la Condesa,
<loiide con este azafate
me viera agora venderlas.
A.sí Dios, bellas señoriis,
tan alta dicha os conceda,
que la hermo.sura y la dicha
se igualan en coni|K-lencia.
Oue no digáis a don Juan,
Con.
Co.s.
Con.
In-és.
Cos.
Con.
Ger.
Con.
Ger.
Cox.
Ger.
ni de burlas, ni de veras,
que me habéis visto, o sabéis
de mi boca ni la ajena,
que él ha hecho aquestas flores»
que me cortará las piernas;
que mientras más pobre está,
más estima su nobleza;
con esto, si sois servidas,
mandad que me den licencia,
que estoy temblando.
Detente.
¿Hay tal lástima?
¡Que sea
tan bárbaro don Alonso!
¡Qué bien dices, no lo quieras!
¡ Ea!, señoras, tomad.
¡Hola!, el azafate llega;
comprar tenemos las flores.
Yo compro aquestas violetas,
y le doy estos escudos.
Yo por estas azucenas
le doy éstos.
Las demás
para mí quiero que sean;
guardad, Durango, estas flores;
tomad, Germán, que pudieran
dar otro fruto, si el tiempo
no helara las manos dellas.
Mil veces beso las tuyas.
Si hiciere más, me las lleva
a casa por ver si en tantas
alguna esperanza siembra,
y ojalá pudiera .ser...
¿Qué, señora?
Que dijeras
que estaban tan naturales
que han engañado una abeja.
Loco de contento voy.
Los cielos, señoras bellas,
os den más años de vida
que en los escudos hay letras.
(Vasc.)
Cos.
Triste e.stás.
Cox.
Estoy de suerte
con don Alon.so, (jue, a ser
hombre...
Cos.
^Oué habías de hacer?
Cox.
Dijera darle la muerte,
.si 110 creyera de ti
í|ue le tienes afición.
Cos.
Mátale, que no es razón
que le perdones j^or nn'.
ACTO SEGUNDO
189
(Sale Don Francisco.)
l'RAX. Aiites de pedir licencia,
hallé quien rae la ha de dar;
mas a quien trata en casar
nunca se le mega audiencia.
Yo vengo por sólo un si,
si cuyo fué me entendió.
Cos. Yo tengo que dar un no,
si viene el recado a mí.
Frax. a vos viene; mas de quien
merece el sí.
Cos. No hay ninguno.
Fr.\x. Bien decís, que sólo es uno
que queréis y os quiere bien.
Licencia os pide de veros
con título de marido.
CoST. No poca licencia ha sido;
con ella podéis volveros.
Y decid que no soy yo,
cual piensa, universidad,
que doy licencias.
Frax. Mirad
que es bien mirar mucho un no.
Cos. yiás hay que mirar un sí,
que es el que obliga y cautiva;
que nunca hay no que se escriba,
y el sí mil veces le vi.
Frax. Dirélo de esa manera.
Cos. Haréisme mucha merced.
Frax. Dios os guarde.
Cos. Esto creed.
Cox. Quién mil abrazos te diera.
Cos. ¿Haste holgado?
Cox. ;Xo lo ves?
Cos. Pues basta.
Esc. La mesa aguarda.
con la merienda.
Cox. Es gallarda
en sus descuidos Inés.
IxÉs. Las criadas hecho habrán
alguna mala crianza.
Cox. Después te daré, Costanza,
mil lástimas de don Juan.
(Salen Don Juan y Germ.4n.)
JUAX.
A no tenerte obligaciones tantas,
te quitara la vida. ¿Estabas loco?
¿Oficio de mujeres delicadas
dijiste que yo hacía a la Condesa?
Germáx.
Bien sabe Dios, señor, lo que me pesa.
Entré ignorante, que no soy astrólogo,
ni pude prevenir que visitaba
a doña Inés, nuestra Condesa Hipólita.
Juan.
¿Pues no bastaba, necio, ser la casa
de doña Inés?
Germáx.
Si había de guardarme
de todas las señoras que conoces,
¿a quién querías que las flores venda?
JUAX.
¡Malditas sean las flores, que, aun de burlas,
rae dan por fruto penas tan de veras!
¡Que siembre flores yo de lienzo y seda
y que me den cosecha de pesares
y en cada grano de pesar millares!
¿Hay vergüenza como esta? Aquí parece
que escucho con la risa que se burlan,
y me salen al rostro más colores
que hay dellas diferencia en las flores.
Xo te quiero culpar, culpo mis dichas,
¡que quien seda sembró coja desdichas!
¿Qué haré? ¡Triste de mí! Pero no importa;
el dinero que traes viene a tiempo,
que nos pondrá en camino. Adiós, Yalencia;
adiós, honrados pensamientos míos,
o si queréis venir conmigo a Flandes,
venid, donde veréis fuegos tan grandes,
que si el mar no os consume puedan ellos;
mas no podrán entrambos deshacellos.
Germáx.
¿A Flandes quieres ir?
Juan.
¿Pues cómo quieres
que delante de Hipólita parezca?
-vial conoces burlando las mujeres,
r.i hay hombre que mejor se la merezca.
Germán.
Mira que pienso que dichoso eres;
porque me dijo: «Espero que florezca
alguna destas flores».
Juan.
Disparate,
llores de seda y tierra de azafate.
Vistámonos al pirato de soldados,
:.i alcanzare a los dos el dinerillo,
o por lo menos vamos emplumados,
medias bandas y plumas de amarillo.
igo
LAS FÍ.ORKS DE DOX lUAX
CiERMÁX.
¿Quieres que lo probemos a los dados?
JUAX.
Pues yo puedo ganar, tiemblo de oíUo.
GermAx.
Si temes la fortuna, es nnijer, basta,
que a quien no la temió no le contrasta.
(Salen Dos Alonso v Don Francisco.)
Francisco.
¿Qué os tengo de decir si esto responde?
Ai.oxso.
Hn declinando de su estado alegre,
don Franciso, la suerte con i:n hombre,
no para hasta acabarle y destruirle.
GermAx.
Tu hermano.
Juan.
¿Pues qué temes? Esta plaza
es de Predicadores, no es su puerta.
GermAn.
Con todo eso, es bien que el verle excuses,
porque según estáis es gran prudencia
huir las ocasiones.
J LAX.
Porque quiero
comprar algxma cosa con que irme,
me voy, que por temor no lo dejara.
GermAx.
A quien enfada se ha de huir la cara.
(Vanse.)
I'RAXCISCO.
Tan gran resolución no vi en mi vida.
.•\l,()NSO.
No tengo que esperar, perdido cpudo,
y hasta perder el seso tengo miedo.
I'kANCISCO.
Ihies yo os prometo que la hablé tan lihn ,
aimque tuve re.speto a la Condesa,
como si menos calidad tuviera.
Ai,c)X.S(i.
¡Pesar de jui fortuna, siempre adversa
a tíxlos mis intentos, ya nf) tengo
en quí- csjKrar ni f|ué ¡K-rder, perdida
la que fuera el remedio de mi vida!
Tan gran nnidanza, ¿quién la habrá causado?
Sin duda que de mí le han informado;
la perdición ha sido de mi hacienda
ocasión de perder tan alta prenda.
Quien ama ayer, Francisco, y hoy desama,
de lo que quiso tuvo infame fama.
I'RAXCISCO.
Pensáis que os faltarían enemigos.
Alonso.
¿Yo enemigos? ¿Pues quién?
Fr.\xcisco.
Tyos más amigos.
Aloxso.
¿Los más amigos?
I^raxcisco.
Sí; porque acabado
! el dinero, las fiestas, los convites,
los beneficios y otras cosas tales,
se vuelven enemigos los amigos.
Alonso.
Y bastan mis desdichas por testigos.
No las quiero aguardar ni verlas quiero,
por no decir o hacer un disparate;
antes pienso ausentarme de Valencia.
Fraxclsco.
Agora es necesaria más prudencia.
(Sale Ota vio.)
Ota. Aquí vienen ya, señor,
la Condesa de la Plor,
doña Inés, doña Costanza;
en fin, toda su esperanza
llega; liaránte algiiu favor.
Del coche se han apeado,
que entrar en Predicadores
quieren.
Alox. Gracioso criado.
()T.\. Licencias se dan mayortü
a un casamiento tratado.
Llega, que es bueria tercera
la Condesa.
Alox. * Calla, Otavio,
(|iie iii este pinito esa fiera
iiu- li;i Iieelio el mayor agravio
(|ue un enemigo pudiera.
Sin ella quedo j)er(li<lo;
(]ue Uí) quiere ha res]K)ndi(lo
al cabo de tu concierto.
i
ACTO SEGUNDO
igr
I
Ota.
¿Cierto, Sfcñoi?
Salen a las tres, que vengo
AtON.
No es tan cierto
lleno de mil desventuras.
haber sin dicha nacido.
Con.
¿Tenéis mujer?
Ota.
No sé qué respuesta darte.
Es.
Mujer tengo.
Al,ON.
Yo sí, que en tantos cuidados
Con.
¿Celos?
quiero dejarla y dejarte.
Es.
No digáis locuras.
Ve y despide mis criados.
Cos.
De que es hermosa os prevengo.
di que vayan a otra parte
Que yo la vi cierto día.
donde tengan más ventura,
y es moza...
ya no tengo que les dar.
Con.
Por vida mía,
Ota.
Oye, señor.
que debéis de andar celoso.
Alón.
Quier procura
Es.
Aunque viejo, soy airoso;
de mujer, si no es pesar.
la edad no me desconfía.
él tiene poca cordura.
Con.
¿Tendréis mil años?
Esc.
¿Mil años?
(Vasc.)
^
.
¿Soy del tiempo de Noé?
Ota.
Don Frr;ncisco, ¿qué es aquesto?
Con.
¡Qué celos tendréis!
Fran.
Que se perdió la esperanza
Cos.
Extraños.
que en su dote se había puesto.
Es.
¿Yo celos? ¿Por qué o de qué?
Ota.
¿No quiere doña Costanza?
Con.
¿No hay en mujeres engaños?
Frax.
No, pues lo dijo tan presto.
Es.
No los niego; mas por eso
(Vasc.)
que estoy sin celos confieso
Ota.
¡Buenos habemcs quedado!
Quien en la mujer y el dado
que si no hay buena mujer
es imposible tener
segvxro el honor y el seso.
puso esperanza, ¿qtié espera?
Con.
¿Hay remedio para ver
(Salgan,
con mantos, la Condesa, Doña Costanza c
si los hijos de un celoso
Inés, y venga el Escudero.)
son suyos?
Es.
Díjome ayer
un hombre xm cuento donoso
Con.
Holgárame que no fuera
tarde.
Es.
El tiempo está ijublado,
Con.
con que se puede saber.
¿Cómo?
no es día de ir a la mar;
Es.
Un cierto labrador,
entren, si quieren rezar.
que no ha de ser todo fiestas.
cuya mujer, que paría,
nunca estaba sin amor,
Con.
Las demandas y respuestas
de sus hijuelos, tenía
suelen, Costanza, dañar;
que no eran suyos temor.
en esa resolución
se cifró tu desengaño.
Y queriendo everiguar
si era cierta en el lugar
Cos.
Pienso que fué discreción.
de su mujer la opinión.
y de mi pasado engaño
halló una cierta invención.
pido a los tiempos perdón .
Con.
¿Cómo?
IMandóse castrar,
Inés.
¿No sabe vuseñoría
Es.
cómo hay sarao mañana?
porque con esto pensaba
Con.
Huélgome, por vida mía;
que si su mujer paría
una gala castellana
sabría si le engañaba.
en él estrenar qugrría.
Cos.
Costosa invención sería.
Durango, ¿qué sabéis vos
Con.
Sí; mas seguro quedaba.
desto del sarao?
y vos lo podéis hacer.
Es.
Por Dios,
Es.
Yo tengo seguridad
que he de morir de un sarao;
de la fe de mi mujer.
siempre dellos y del Grao
Con.
Si tenéis enfermedad.
traigo romadizo y tos.
aun puede ser menester.
192
r.AS FLORES DE DOX TUAX
Ger.
Con.
Cos.
Cox.
Ger
Cox.
Ger
Con
Cos.
Cox
Gkk
Con
Germ.^x, de soldadillo, con uua pluma a la valona
y en cuerpo.)
Aquí dijo que esperase,
porque a hacer concierto vamos
para de aquí a Viuaroz
con quien nos lleve a caballo,
que después al mar le queda
de nuestras desdichas cargo;
que el mar, en largos caminos,
es posta de desdichados.
¿No es aquel Germán?
El mismo.
Germán, ¿dónde tan bizarro?
Esta vez ya no me pesa,
bellas señoras, de hallaros;
que si bien no voy muy rico,
voy al fin como soldado.
;Cómo soldado? ¿Qué dices?
Cansado don Juan, mi amo,
de tantas necesidades
y crueldades de su hermano,
viendo que sus alimentos
es imposible cobrarlos,
porque don Alonso ya
despide hasta sus criados
por mujeres y por juego,
por banquetes y por bravos,
que le ha puesto en más extremos
que el de los dos, pues nos vamos;
ir a Flandes determina,
y de aquel oro comprando,
que de limosna le disteis
por las flores de sus manos,
estos pobres vestidillos,
vine a buscar dos caballos
que nos lleven hasta el puerto;
dele Dios a .sus trabajos.
¿Que don Juan se va esta tarde?
La color se te ha mudado.
Confiésote que me pesa.
Déjame liablar al lacayo.
Germán, gran resolución
ese tu dueño ha tomado.
¿A I 'laudes?
¿Pues qué ha de hacer?
¿No es mejor que de un balazo
dé fin a tíuitas de.s<liclias
y le entierro suelo extraño
que verse en la patria ]K)l)re,
tan pobre, que liaya llegado
a hacer con sus manos flores
sin .ser primavera o mayo'
Quien hace flores sin fruto
Ger.
Cox.
Ger.
Cos.
Cox.
Cos.
Cox.
Cos.
Con.
Cos.
Cox.
Cos.
Ger.
JUAX.
Ger.
JUAX.
Ger.
JUAX.
Gi;k.
Jr.vx.
Ger.
no se tenga por buen campo.
No le digo que se vaA-a
ni que se esté; pero cuando
un hombre de bien intenta
seguir con ánimo honrado
un heroico pensamiento,
ha de morir sin dejarlo;
que amor es como la guerra,
que siendo más los contrarios
e imposible huir con honra
basta morir peleando,
y añade estas dos palabras...
Ya, señora, las aguardo.
«Nunca buena dicha aguarde
el que se va de cobarde.»
^'anlos, señoras d? aquí.
Yo lo diré.
¿Cómo vamos?
TJena de enojo y pasión.
Quieres bien y andas burlando.
¿Yo quiero bien?
¿No lo ves?
¿A un pobre?
Sí; mas gallardo.
No lo creas.
No hay señal
de amor mayor que negarlo.
(Vanse, y sale Dox Ju.\n', de soldado.)
¿Pyres tú, señor?
Yo so}'.
¡Oh si llegaras!
Temblando
estuve de sólo verla.
Roto y desnudo has osado
verla y seguirla otras veces,
y agora, galáii, bizarro,
lleno de plumas y airoso,
¿tiemblas de verla?
Pensando
en (jue la pierdo, Germán,
la lengua y pies .se me helaron.
Pues en tu vida pudieras
llegar ct)n ánimo tanto.
¿Cómo?
Así como lo dije
cjue te vas desesix-rado,
(juedó como flor del .sol
en ausem'ia de sus rayos.
Díjome que te dijese
(]ue quien con ánimo honrado
.seguía im gran |xiisamiento,
ha de morir sin clejarlo,
ACTO TERCKRO
193
J l'AX.
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
Juan.
Ger.
xir
y que en amores y guerras,
que se parecen entrambos,
no pudiendo huir con honra
se ha de morir peleando.
Y añadió tales palabras.
Ya las estoy escuchando.
«Nmica buena dicha aguarde
el que se va de cobarde.»
¿Qué sientes deso?
Que quiere
que esperes, y quiere tanto,
que se lo viera en los ojos
un ciego.
Suceso extraño.
¿La Condesa de la Flor?
Y ami de tus flores tratamos.
Y me dijo que en el fruto
eras muy estéril campo.
Palabras son éstas, digo,
para esperar dos mil años.
De mi consejo, esperemos;
por lo menos no partamos
hasta ver si se declara.
Hay en amor mil engaños.
Mas si como el Dante dice:
amor a ninguno amado
que no amase perdonó,
y el Petrarca, entre sus raros
versos: que no hay corazón
de tan duro bronce o mármol
que no se ablande o se mueva
rogando, llorando, amando,
ya puede, Hipólita bella,
haber el tuyo tocado.
Mujer eres; muchos días
me ha visto el sol abrasado
o los hielos de la noche
al furor de mis contrarios
asistir a tus umbrales,
seguir el dorado carro ■
de tu sol, su pura luz,
como un indio idolatrando.
Algún efecto habrán hecho
tantos amores y agravios;
no mira amor en riquezas,
desnudo suelen pintarlo;
yo no quedo a proseguir
el intento comenzado
hasta que sepa del tuyo
que con este amor te canso.
Bien has dicho y bien has hecho.
Adiós, plumillas de gallo.
J UAN.
GER.
Juan.
{Salen
Cos.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
Con.'
Cos.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
Con.
Cos.
¿Qué Flandes hay como ver
a su señoría en tus brazos?
Espero en Dios que algún día,
Germán amigo, veamos.
Dilo, y en buen punto sea.
El rico y pobre trocados.
ACTO TERCERO
LAS FLORES DE DON JUAN
y rico y pobre trocados
Doña Costanza y la Condes.a., con mantos.)
¿Cómo habéis dejado el coche?
Impórtame el ir así.
Muy melancólica os vi
en el sarao de anoche.
Triste no. mas pensativa.
¡Que un hombre como don Juan
fuese anoche el más galán!
¿Es lisonja?
Así yo viva.
Que lució más su pobreza
que la riqueza mayor.
Yo estoy bien necia de amor
por su pobre gentileza.
De que no os puedo culpar,
Hipólita, os aseguro.
De que estoy corrida os juro
de lo que vengo a intentar.
¿Cómo?
Querría saber,
para cierto pensamiento,
si iguala el entendimiento
al exterior parecer.
Que si me ha de despicar
de don Juan alguna cosa,
Costanza, estoy sospechosa
que ha de ser oírle hablar.
A tu mucha discreción
podrá ser que no contente;
mas cierto que entre la gente
tiene don Juan opinión.
Habíale, que vesle aquí.
Tápate, por Dios, muy bien.
Su Acates viene también
y me ha de caber a mí.
(Salen Dox Juax y Germán, de soldados.)
Juan. Si andamos en el lugar
tanto tiempo de soldados,
¿no hemos de ser nuiy notados?
13
1 94
I.AS FLORES DE DOX TUAN
Ger.
Ya damos qué munnurar.
Ayer dijo xin Marquesote,
Ju.^x
destos que hablan con espuma,
viéndote con tanta pluma:
♦ ¿Cuándo sale este virote?»
Jl-AX.
Desairada cosa es
un vestido de camino
más de un día.
Ger.
Algún vecino
le lia traído más de un mes
JlAX.
A ese le diera yo
del volver la bienvenida.
Ger.
¡Brava clama!
Jl-AX
Y bien vestida.
Ger.
En viéndote se tapó.
Cox.
¡Ah, caballero!
Cos.
Jl-AX.
¿Es a mí?
Cox.
¿Pues cuál es el caballero?
Jl-AX.
Si ha de topar en dinero,
ninguno hallaréis aquí.
Cox.
Cox.
¿Con ese talle sois pobre?
JUAX.
Bacliillera parecéis.
MER.
Oid la causa, sabréis...
Juan
Cox.
Deseo que el bien os sobre.
Cos.
JT-..X.
Gracia con hacienda alguna
siempre se oponen las dos;
porque alma y cuerpo da Dios
y la hacienda la fortuna.
La fortuna es desatino,
y Dios ya sabéis quién es.
JUAX
Cox.
¿Qué te parece?
Cos.
¿No ves
Cjué entendimiento?
Cox.
Es divino.
Cos.
Qué presto te contentó.
Cox.
Llevaba yo buen deseo.
;\'ais de camino?
AIER.
Jr.KS.
Yo creo
que ninguno más que yo.
C(*x.
¿Pues adonde camináis?
Cox.
Jf.^X.
Voy tras el sol.
Mer.
Cox.
Estáis loco.
Cox.
JlAX.
De no estarlo.
Cox.
No haréis poco
si al sol, señor, alcanzáis.
JfAX.
Alcanzarle es imj)()sible;
con mirarle me contento,
porque basta el pensamiento
si es la empresa inaccesible.
MliR.
Cí»x.
,QiuT('-isnos decir quién es?
JlTAX
Juan.
Ni) me dan tanta licencia.
Con.
¿Y tomaréisla en su ausencia
para que este milanés
Con.
nos dé ciertos pasamanos?
I'orasteras parecéis,
pues la historia no sabéis
de dos perdidos hermanos.
Mas os juro que en mi vida
cosa nadie me pidió
que se la negase yo.
ICn fin, haré que los pida
este mozo al mercader,
y si él me quiere fiar,
cosa que en este lugar
más que imposible ha de ser,
y más que estoy de camino,
con la tienda os serviré.
¡Ah, señor Laurencio!
Fué
pedírselos desatino,
que se ha de ver en vergüenza.
¿Por qué si yo estoy aquí?
(Sale I..AUREXCIO, vicrcadcr.)
¿Mandáis algo?
Aunque de mí...
Más que turbado comienza.
No os habéis jamás servido,
os soy muy aficionado;
estas damas me han mandado,
puesto que su engaño ha sido,
que les dé irnos pasamanos
y unos cortes de ^Nlilán,
y, por vida de don Juan,
mostrad, Laurencio, esas manos,
de pagaros del primero
dinero que me han de dar
para partirme.
Afrentar
queréis lo mucho que os quiero.
Si lo pidiera el Virrey
no lo llevara mejor.
Todos le tienen amor.
¿Qiié ha de ser e.sto?
Oiga, rey.
Esos cortes de Mihín
que el señor don Juan añade,
que a esto me persuade
verle tan cortés galán.
Y de pasamanos rizos
cuarenta varas.
Yo voy.
Crédito tengo, aunque vsoy
IK)l)n'.
vSois rico íU' heclii/.os.
Pasamanos os jiedí
ACTO TERCERO
195
i
y, cortés, me dais de más.
Juan. Lo que me piden, jamás
el darlo me agradecí,
sino lo que no me piden .
Con. De la suerte fué rigor
que no seáis gran señor.
Juan. Mis desventuras lo impiden.
Buen camino y buena estrella
mi fortima me enseñaba.
Con. No lo es la fortuna tan brava
cuando el valor la atropella.
Ger. y ella, señora tapada,
diga, ¿qué figura es?
¿es dueña de negros pies,
o es doncella mesurada?
¿No podrá un pobre soldado
alcanzar de sus granzones?
Cos. ¿ Pues qué quiere ?
Ger. Sus facciones,
si no todas, por vm lado.
Cos. ¿No era ayer vuesa merced
lacayo, si bien me acuerdo?
Ger. Lacayo, mas no tan lerdo
que otras no me hagan merced .
Si no tan buenas, mejores,
aimque no con tanta seda,
Cos. Pues tenga la mano queda.
Ger. ¡Por Dios, que hay bravos olores;
brava cazoleta ha habido!
Mal le va del natural,
quien de olor artificial
baña el cuerpo y el vestido.
(Sale el Mercader con unos papeles alados.)
Mer . Aquí viene todo y bueno,
si ha venido de Milán.
Con. Oíd.
Mer. Decid.
Con. a don Juan,
que está de vergüenza lleno,
no pidáis nada, que yo
soy mejor que habréis pensado;
por probarle me he burlado.
¿Sabéis de piedras?
Mer. ¿Pues no?
Con. Guardad aqueste diamante,
que yo os enviaré el dinero.
Mer. Ni vuestro diamante quiero,
ni otra prenda semejante;
que más estimo servir
a un hombre como don Juan;
que cuanto vale Milán,
y si volvéis a pedir
Con.
Juan.
Con.
Cos.
Con.
Juan.
Con.
Juan.
Con.
JuAn.
Ger.
Con.
Juan.
Con.
Juan.
la casa le he de fiar,
los hijos y la mujer,
que la virtud ha de ser
riqueza en cualquier lugar.
¿Hay cosa de más estima
que ver este caballero
justar, o con el acero
en el torneo, en la esgrima?
¿Y en los actos militares,
cuando en la plaza se ven?
¿hay cosa que no haga bien ?
Gracias tiene singulares;
mal he hecho en alaballe,
que es oficio de tercero.
( Vase.)
Dos palabras, caballero;
vuestra cortesía y talle
me obligan a grande amor;
esta noche os quiero hablar.
Habéisme de perdonar,
porque el divino valor
de la señora que sigo,'
no me da licencia a ofensa.
¡Qué firme galán!
¿Si piensa
quién eres?
Lo mismo digo.
Mas pienso que se turbara;
mirad, don Juan, que esa empresa
ya sé 3'o que es la Condesa
y todo en el viento para;
porque aguarda cada día
cierto Marqués siciliano,
a quien ha de dar la mano.
Ya sé que la suerte mía
no merece su valor;
mas, ¿qué importa que se case,
que me hiele o que me abrase
para que los tenga amor?
¿Y si os quiero para daros
un recado de su parte?
Eso sí, y a cualquier parte
iré a serviros y a hablaros.
En casa de doña Inés,
a las diez, por el jardín.
Ellas se van.
¿A qué fin
te quieren hablar después?
Oid.
¿Qué es lo que mandáis?
¿No nos habéis de seguir?
Por allí me quiero ir,
pues que vos por alU vais.
196
l.AS rr.ORI-.S DK DOX lUAX
Con. Sois en extremo galán ,
y parecéisme muy bien.
Juan. ¡Ay, si lo dijera!
Con. ¿Quién?
JUAX. I. a Condesa.
Cox. Adiós, don Juan.
(l'anse, y san-n a ^L\RQ^És siciliano y cuatro criados.)
Alejandro.
Aimque me dio contento Barcelona,
Valencia me ha agradado sumamente.
Lucio.
Bellísima ciudad; pero quisiera
que llegaras, señor, con gallardía,
que son muy principales los señores
y caballeros desta tierra, y suelen
en las cosas de honor ser Alejandros.
Alejandro.
De serlo yo en el nombre, me contento;
;cómo pude venir de otra manera,
habiendo de venir a la ligera?
Demás que la Condesa no me ha escrito
más ha de cuatro meses, y no quiero
venir tan fanfarrón, si se ha mudado,
que vuelva más corrido que pagado.
RUTILIO.
Bien hace en esto \'uestra señoría,
que mejor es llegar humildemente,
hasta saber de la Condesa el pecho.
Pabio.
Quién es esta señora, te suplico
que rae digas, pues tanto la encarecen.
Alejandro.
Vespasiano Gonzaga, que en Valencia
un tiempo fué Virrey; trajo a sus padres,
jxarque eran deudos suyos; nació Hipólita
en aquesta ciudad, y nmertos ellos,
de tres años estuvo en la Zaidia,
monesterio tan célebre en España;
de allí salió después para casarse,
puesto que ha sido en esto tan prolija,
como heredera de tan grande estado.
que nunca, aunque »'e nmchos lué .servida,
se ha querido casar.
Cklio.
Ivstá guardada
para sólo Alejandro esta ventura.
Alejandro.
Aun agora no sé si está segura,
recójase la ropa y los criados,
para que lo mejor que sea posible
se pongan todos, porque luego quiero
pedir licencia para verla.
RUTlLIO.
En todo
tendremos el cuidado necesario.
Alejandro.
Si en estas vistas tengo buena estrella,
¿quién casó con mujer tan rica y bella?
(]'anse,
Con.
Inés.
Con.
Cos.
Con.
Inés.
Con.
Cos.
Con.
Es.
Con.
salen DoÑ.\ Inks, DoSa Costaxz.\ y la
CONDKSA.)
La merced que me habéis hecho
me hace tan atrevida.
En mi casa sois servida
por dueño della y del pecho.
Fingiros tenéis criadas,
que la noche da lugar,
pues me quieren a\-udar
las estrellas disfrazadas.
¿Cuándo no lo somos \niestras?
Cumplimientos excusad.
Notable es la volmitad
que a este caballero nmestras
Como es pobre, doña Inés,
todas estas pruebas hago,
que pues de un pobre me pago,
no me he de quejar después.
Pasar tiene por crisol,
pues que me han de nmrmurar.
¿La noche te ha de casar?
Sí, mas con el mismo sol.
(Sale el Escudkro.)
Aquel caballero lia entrado.
Pues retiraos vos allá.
(Salen Don Jl'An ,v C.krmá.n, de noche.)
Jt'AN. ¿Dónde aquella dama e.stá?
C(íS. ¿Quién va?
Juan. l'n hombre y su criado.
Cos. Allegaos a aquel jaznu'n,
y hallaréis esa nuijer.
r.ER. ¿V yo qué tengo de hacer?
¿no más de ser mataclu'n?
Cos. listaréis entre las dos.
(^•KK. Amargamente me irá.
Con. ¿Quién va?
Juan. Quien no .sabe ya
.si .sois vos, ni (]uién .sois vos.
ACTO TERCERO
197
Cox. Por lo menos, soy mujer
que os quiere bien.
jUAX. Y yo un Iiombre
que apenas tengo más nombre
de que soy hombre de bien.
¿Cómo se ha de hablar aquí?
Cox. Asentados, que hay espacio.
JUAX. ¿Xo hay cosa de cartapacio?
Cox. En mi vida le aprendí,
eso ni vocablos nuevos;
melindres, bachillerías,
son gracias viejas y frías.
JUAX. Muchos galanes mancebos
han dado agora en hablar
esto que llaman pausado.
Cox. Cuatro veces me han sangrado,
solamente de escuchar.
JUAX. Cierto que es cosa sin precio
un discreto.
Cox. ¿Soislo vos?
JUAX. Xo, por Dios, que entre los dos
vo tengo de ser el necio,
porque no os puedo querer;
mas si Condesa no hubiera,
estad cierta que os quisiera
por tan galán proceder.
Dios os pague la intención;
si la Condesa os hablara,
¿qué hiciérades?
Yo temblara.
¿Pues qué es \niestra pretensión?
Quererla hasta que me muera.
Dios os harte de querer;
pues en verdad que es mvijer
que, si os hablara, os quisiera.
¿A mí?
A vos.
Xo lo creáis:
es angélica, es divina,
' transparente, cristalina;
mujer que si la miráis,
suspiraréis por ser hombre,
¡ay, de mi humilde fortuna!
Cox. Oí contar que a la luna,
porque la empresa os asombre,
ladraba mi perro, y le hacía
grandes fieros: ¿si sois vos?
JUAX. Xo me quitaréis, por Dios,
con eso, de mi porfía;
que también Endimión
fué querido de la luna,
con más humilde fortuna.
Cox. ¿Xo veis que fábulas son?
Con.
JUAX.
Con.
JUAX.
Con.
JUAX.
Cox.
JUAX.
Juan.
Con.
JUAX.
Con.
JUAX.
Cox.
JUAX.
Ger.
IXÉS.
Ger.
IXÉS.
Ger.
Cos.
Ger.
Cos.
Ger.
Cos.
Ger.
IXÉS.
Ger.
IXÉS.
Cos.
Mas buen ánimo tened,
que es nmjer y ser podría
vencerla \Taestra porfía.
Hacéisme mucha merced.
Ella gana, que, por Dios,
que es fea y no muy discreta.
Levantóme.
Quedo.
Es treta,
o me enfadaré con vos.
Si os he de hablar, ha de ser
solamente en la belleza
de Hipólita.
La pobreza
os hace desvanecer.
Pobre o no, yo me contento
con ser rico deste bien.
Hablemos acá también,
pues que nos dan este asiento.
¿Son criadas desta dama
vuesas mercedes?
Como él
de su amo.
A lo cruel,
más bajo; ¿y cómo se llama?
¿Yo? Doña Tigre.
¡:\Ial año!;
y más si parida está,
que dicen que correrá
tras el cazador un año.
Y ella, ¿a ver?
Doña Serpiente.
¡San Jorge!
]\Ii nombre digo.
Si no se burlan conmigo,
por verme tan inocente,
digo yo que su señora;,
segiin la cosa se entabla,
se llamará Doña Diabla.
Ese nombre tiene aeora.
¿Cómo les va de ración ?
¿Aliorran pan?; mas, serpientes
comeránse hasta las gentes,
en buena conversación.
Yo estoy ya medio comido.
¿Para qué se puso en medio?
Por ver si hallaba remedio
para estar mejor vestido.
Apriétenme, denme seda,
vístanme una vez con oro.
Apriétele, amigo, un toro.
Tenga la persona queda
y el medio como virtud.
igS
LAS FLORES DE DON JUAN
Ger.
Cos.
Inxs.
Ger.
Cos.
Intés.
Ger.
Con-.
Cos.
Con.
Juan.
Con.
Juan.
Con.
¿Son los extremos viciosos?
N'o son sino virtuosos;
así Dios le dé salud.
Acerqúese deste lado.
¡Qué fealdad tan atrevida!
Xo he estado en toda mi vida
mejor que agora acostado.
Jure de no pegar nada.
Xo granice, majadero.
<De un cabo me cerca Duero
y de otro Peñatajada».
Y tajadas, dije bien,
pues dos y de carne son .
(Sale el Escudero.)
Esc.
Señora, en esta ocasión
perdóneme tu desdén.
Con-.
¿Cómo os entrasteis así?
Esc.
Porque dicen que ha venido
aquel Marqués, tu marido.
Con
¿Cómo marido?
Esc.
Esto oí.
JlAN
(Lcvintcnse.)
Yo no tengo otro marido
que el señor don Juan.
¿Qué es esto?
Ese Marqués siciliano,
que viene a su casamiento.
Yo, señora, ¿por qué causa
he de ser marido ^'uestro?
En vuestra casa no entré
por gusto, ni amor que os tengo;
daré voces que es engaño.
Y que es muy grande os confieso;
yo soy la Condesa.
¿Quién'
La Condesa; que no quiero
Marqueses, Condes ni Duques,
sino un pobre tan discreto,
tan prudente, tan galán
y tan firme caballero.
Ya sois Conde de la I'lor,
y es éste mi amor tan cierto,
que hoy he hablado al Arzobisi>o,
de quien ya licencia tengo,
para que nos den las manos
esta noche.
¿Cómo puedo,
ni dando a la l«-ngua el cargo,
ni a los ojos ix)r el .suelo,
daros, heroica señora,
debido agradecimifiilo-
Las lágrimas se me vienen
a los ojos, y os prometo
que en mí compráis mi esclavo.
Con. Esto puede un hombre cuerdo,
que quien ama, sirve y calla
merece tan justo premio.
¿Cómo no me conocisteis?
Juan. De deslumhrado, de ciego.
Cos. ¿Y a mí, conocéisme agora?
Juan. Apenas, porque no os veo
delante de tanta luz-
Cos. Doña Costanza, que os quiero
por lo que Hipólita os quiere.
Inés. y yo también, ¿no merezco
que me conozcáis a mí?
JUAX. ¿Es doña Inés?
Ger. Bueno quedo;
que como a viles fregonas
las he tratado; hoy perezco.
Señoras, denme perdón,
que mi corto entendimiento
no juzga de cosas grandes.
Buena, Germán, me habéis puesto.
Y a mí dejóme en borrón.
Señoras, sólo tratemos
de que no nos halle el alba
tratando mi casamiento;
amor es hoy el juez,
con ejecútese luego.
¿Es posible, gran señora,
que pudo mi pensamiento
asir los rayos del sol?
Vuestros méritos han hecho,
don Juan, que desprecie a cuantos
su riqueza me han propuesto;
esto sólo me debéis.
Y la misma vida os debo.
Vamos todas a mi casa,
porque quiero que cenemos
juntas, por más regocijo.
¡Hola, el coche!
Voy ligero.
¿Qué te parece?
Que ha sido,
.señor, tu j)a(lrino el cielo.
¿Xo me llamas .señoría?
IJieu dices, ya estás electo;
pero bien es aguardar
la bendición y el sí quiero,
íjue entre la s y la /
cabe im no, si unida el ti^-mpo.
(]'au\<- y salfii Don Ai.onsu y Ot.avio, ¡cobres.)
Cos.
Inés.
Con.
Juan.
Con.
Jtan.
Con.
Cos.
Esc.
Juan.
Ger.
Jl'AN.
r.EK.
ACTO TERCERO
199
Al.ONSO.
Ouieu no supo del mal, dice un poeta
que no merece el bien, y yo podría
decir que quien el mal no conocía,
tendrá el alma con él más inquieta.
No hay vida humana a más dolor sujeta
que la que del descanso que tenía
vino a tan bajo estado, que no hay día
que miserable fin no le prometa.
Xo puse mi esperanza en cosa alguna
en que tuviese firme confianza,
más que en los cursos de la blanca luna.
Cual el principio fué, tal lin me alcanza;
que el mar, el fuego, amor y la fortuna
no piensan que lo son sin la mudanza.
Ota VIO.
¿Para qué te lamentas de fortuna
teniendo culpa tú de tus sucesos?
Al^ONSO.
No hay cosa, Otavio, de mayor cuidado,
al que baja de un alto a humilde estado,
como el ver que cualquiera se le atreva.
Otavio.
Y añade que tener paciencia deba.
Alonso.
Ya sin criados, sin hacienda y honra,
que es vínculo la honra de la hacienda;
ya sin vestidos, ni tener de dónde
pueda alcanzar un mísero sustento,
¿qué debo hacer? Y, por tu vida, Otavio,
c]ue no me digas ya más culpas mías,
que no se han de afligir los afligidos.
Otavio.
En tanto mal, en desventura tanta,
que ya tienes el agua a la garganta,
¿qué remedio mayor que tus amigos
sean del mal, como del bien, testigos?
Alonso.
¿No has leído en Ovidio, que en el tiempo
de la felicidad acuden muchos
y que en la adversidad le dejan solo?
¿Pues cómo pensaré que habrá remedio
para mi mal en falsas amistades?
Otavio.
Prueba, señor, que sin probar no es justo.
Alonso.
Yo sé que no han de darme cosa alguna:
amigos son de próspera fortuna.
Otavio.
Pareces al hidalgo de quien cuentan
(¡lie tenía un amigo, y en la furia
de su amistad se retiró a .su casa,
y no le habló por más de un año entero;
ni aun le quitaba, en viéndole, el sombrero.
Picado el otro, diligencias hizo
con otro amigo, por saber la causa;
el tercero le dijo que era cosa
que en todo aquel lugar causaba escándalo
que dijese la causa por c]ué había
dejado la amistad de un hombre honrado,
porque satisfación pudiese darle;
y después de preguntas y respuestas
que el discurso duraron de una tarde,
le dijo así: «Sabed que por entonces
se me ofreció un camino, y que Fulano
tiene un rocín que estima y quiere mucho;
propuse de pedírsele, mas viendo
que por quererle había de negármele,
no le pedí; mirad si tengo causa.»
El otro replicó: «¿Pues sin pedirle,
por sólo imaginar que os lo negara,
le habéis quitado el habla?» «¿Y no os parece
— le respondió el hidalgo — que es muy justo,
si había de negármele?» De suerte,
que sin probar el amistad del otro,
tuvo mil quejas y enojado estuvo,
como las tienes tú de tus amigos,
que no habiendo probado sus verdades,
te quejas de sus fals£s amistades
Alonso.
¿Tengo de avergonzar mi rostro, Otavio?
Otavio.
Papeles se inventaron para eso,
que por blancos que son, aunque más pidan,
no se paran entonces colorados.
¿Qué pediré i
Alonso.
Otavio.
Poquito, cien ducados;
porque si pides mucho, das excusa,
y poco, pones ánimo de darlo;
que quien volver no puede lo que pide,
no lo podrá alcanzar si no se mide.
(Sale el Marqués, muy galán, y sus criados.)
Alejandro.
Pregmita, Iaicío, si la calle es ésta.
200
LAS FLORES DE DOX JUAN
Lucio.
Yo sé bien que es la calle. ¡Ah, caballeros!
¿Es la de los Mascones esta calle?
Al.ONSO.
La uüsma. El forastero es de buen talle.
Otavio.
Extranjeros parecen.
Alonso.
Por tu vida,
que preguntes quién son y lo que buscan.
Otavio.
¿Quién es, hidalgo, aqueste caballero?
Celio.
El Marqués Alejandro se apellida,
es siciliano y viene de secreto
a casarse a Valencia, e informado
que la Condesa de la Flor vivía
o vive en esta calle, viene a vella.
Otavio.
Esa es la casa y ella es la más bella
de cuantas damas hoy \'alencia tiene.
Celio.
Por fama y por pincel perdido viene.
Señor, esta es la casa.
Otavio.
Este es el novio
de la Condesa Hipólita.
Alonso.
Es gallardo.
Gracias a Dios que al necio de mi hermano
le quitará del loco pensamiento
ser fábula en Valencia, por .servilla.
Alejandro.
,OÍi casa de la otava maravilla!
Ckl
i:s.
Ltc
l-s.
LL'C.
(Sale el lísciDiiRO.)
¿Quién está acá?
Con íjué priesa
nos vienen a visitar.
Id, cantarada, a ganar
albricias de la Condesa.
Decid que está aqiií el Marqués.
í|ue de Sicilia ha venido.
¿V f|ué Marqués?
Su marido.
Es. ¿Su marido?
Luc. Corred pues.
Es. ¿Estáis locos?
Luc. Corred presto.
Esc. Don Juan de Fox el galán
es su esposo.
Luc. ¿Qué don Juan?
Ale. Escudero descompuesto,
decid cjue yo estoy aqm'.
Esc. Muy compuesto, caballero,
respóndole que no quiero.
Alón. ¿Oj-es lo que pasa allí?
Ota. Tu hermano llamó su esposo.
Alón. El escudero ha venido.
Ale. Decid que soy su marido,
presto, escudero enfadoso.
Esc. Desenfadado seiior,
pienso que durmiendo están
doña Hipólita y don J uan
el primer sueño de amor;
que anoche se desposaron.
Alón. ¿Cosa que fuese verdad?
Ale. Porfía en su necedad.
Esc. Antes ellos porfiaron.
(Sah, muy ^altin, Gkr.m.íx, el lacayo.)
GeR. ¿Q^^é ^s aquesto?
Esc. Veis ahí,
donde viene el mayordomo.
Alón. Ya más de veras lo tomo.
¿Es este el lacayo?
Ota. Sí.
Ai.Ej. Caballero, ¿sois por dicha
desta casa?
Ger. Sí, .señor,
v por dicha la mayor,
que ha s'do escrita m¡ dicha.
Alej. ¿Podré hablar a la Condesa?
(jER. Pienso que no se han vestido
ella y su nuevo marido.
Ale. ¿Marido?
.\L0N. No hay alta iMiipresa
Otavio, dificultosa
al esperar y al sufrir.
Quiero irme por no oír
una historia tan dicliosa
y de tanta envidia nn'a.
Ota. líspera a ver si es don Juan.
Alón. Necio, ¿y de nn' (|ué dirán
poV)re a su ])uerta en tal día?
¡Ah, Cielos, (jué gran castigo!
Su bien aumenta mi ni;d.
( l'an^c los dos.)
ACTO TERCERO
201
Ai,Kj. Puesto que a respuesta igual
de lo que usaron conmigo
me obligaba este suceso,
disimular es mejor.
Id en buen hora, señor.
Ger. a todos parece exceso;
pero, parézcalo o no,
posesión está tomada,
como quien no dice nada,
y sacado en limpio yo.
Que a5'er, con tanto retal,
parecían mis faldetas
borrador destos poetas
que escriben sin natural.
¡Hola! Esc capón subid
para el conde mi feñor.
(Var.c.)
Alej. Daré lugar al furor;
entrad adentro y decid...
Pero no, venid conmigo,
que no sé de qué manera
a tan mudable y ligera
mujer se ha de dar castigo.
¿Quién es aqueste don Juan?
Ia'C. Presto, señor, lo sabremos.
Alej. Amigos tengo, hoy veremos
cómo palabras se dan.
Cel. ¿Qué disculpa irán trazando?
Ar.Ej. Que las letras de mujer
ondas del mar pueden ser,
que las va haciendo y borrando.
(Vanse.)
(Salen la Coxdfsa y Don Juan, de novios; él, capa
gorra, y ella vestido enttro.)
Juan. ¿Tan presto vusiñoría
quiere enseñarme a vivir?
Con. Aun me queda qué decir.
Juan. Pues no más, por vida mía,
que corre sangre el amor
para hablar de esa manera.
Con. Antes agora sois cera
e imprime el sello mejor.
Juan. Yo pienso tan obediente
estar siempre a vuestros ojos,
que antes de daros enojos
quitarme la vida intente.
Con. ¡Hola!
Esc. Señora.
Con. Traed
el cofrecillo que es di.
Es. Yo voy por él.
Juan. ¿Cofre?
Con. Sí.
Juan. ¿No basta tanta merced?
¿Qué es lo que darme queréis?
Con. ¿Pues tenéis necesidad?
Juan. Con vos, no.
Con. Decid verdad.
Juan. Vos lo que digo sabéis.
Con. Hablad, conde, mi señor,
en casa hay harto dinero.
Juan. Vos probaréis lo que os quiero,
como yo vuestro favor,
en lo que os diré.
Con. Decid.
Juan. Los lugares que ha empeñado
mi hermano, vendido o dado...
Con. Xo digáis más. Advertid,
hoy todos se quitarán.
Traigan a vuestra presencia
de la tabla de Valencia
cuanto allí tengo, don Juan.
Juan. Hay otras joyas también
que don Alonso empeñó.
Con. Pues quítenlas luego.
J UAN. Y yo,
poi tal merced, por tal bien,
besaré esos pies.
Con. Teneos,
que no me habéis conocido.
Juan. Herradme en el rostro os pido.
Con. Nunca hierran mis deseos,
ni quiero yo, conde, herrar
donde tan bien acerté;
sellar, si; mas yo os diré
adonde os quiero sellar.
(Sale el EscuDiRO.)
Esc. El cofrecillo está aquí.
Juan. ¿Para qué le traen, señora?
Con. Abriré y veréisle agora.
Juan. ¿Flores tenéis dentro?
Con. Sí.
Estas son aquellas flores
que solíades hacer
y Germán trajo a vender.
Juan. Haréism? salir colores.
Con. Aquí las he de guardar,
y quisiera en un diamante,
porque si sois arrogante
os las tengo de enseñar.
Que basta para castigo
que veáis en lo que os visteis,
porque viendo lo que fuisteis
seréis humilde conmigo.
;o2
LAS FLORES DE DON' lUAX
Tomad y llevadle allá.
J lAN'. Buen espejo me habéis puesto.
(SaU Germ.W.)
Ger. Xo os quisiera ser molesto,
y es fuerza. Sabed que está
Alejandro, por lo menos
en Valencia.
Juan. ¿Pues quién es?
Con. ;En Valencia está el Marqués?
Ger. V con más rayos y truenos
que una nube de verano.
Jt AN ¿Ouién es, que yo no lo sé?
Con. IU novio que tripulé.
Jf.^N. ; Aquel marqués siciliano?
Ger. F,1 mismo, y mil envidiosos
de tu bien que va jimtando
hacen cabeza de bando.
J LAN Son enemigos forzosos;
que a gran bien no ha de faltar
la envidia. Yo quiero ir
a ver si puedo impedir
lo que comienza a intentar.
Que deudos y amigos t-ngo,
y más si rico me ven,
que a darles y a hacerles bien
y que no a pedirles vengo.
Que al rico todos acuden
como al pobre desamparan.
Con. Si en el interés reparan,
yo haré que el intento nuiden.
Hacienda tenéis, gastad,
gastad, Conde, mi señor.
J ' .vN Compráis, con tanto favor,
la vida y la libertad.
(l'asc.j
(Ella sola.)
Condesa.
Casáronme mis ojos, mis oídos,
mi voluntad, mi propio entendimiento,
dando con la razón consentimiento
al con.se jo de tridos mis sentidos.
Xo tan pncipitíulos ni atrevidos
que los cegaM- un loco pen.saniiento,
que antes en este mar del casamiento
los ha embarcado el alma prevenidos.
Amor, yo te agradezco las ix)rfías
cfjii que tantos «lulcísinios engaños
rindieron hoy las altiveces mías.
y cuando dcste bien resulten daños
jKjr el placer de los primeros días
te jM-rdímo el jx-sar de mnclu)s añíps
Alón.
Ota.
Alón.
Ota.
Alón.
Ota.
Alón.
Ota.
Alón.
Ota.
Alón.
Ota.
Al.)N.
(Salen Dox .Xloxso y Ox.wio.)
Irme quiero del lugar,
un hora no aguardo en él.
Respuesta ha sido cruel.
El papel quiero rasgar.
rOué tengo ya que esperar?
listos pedazos hiciera
al capitán, si pudiera,
y a los demás que escribí.
Cien ducados. ¡Ay de mí,
no hay ami.stad verdadera!
Cuando Luciano pintó,
Otavio, los siete ejemplos
de amigos que a siete templos
de la amistad consagró,
¿fueron fábulas o no?
En Grecia, en aquella edad,
teníase el amistad
por excelente blasón;
pero en la nuestra lo son
la mentira v falsedad.
¿Qué haré, que por no tener
qué vestir de noche salgo
y de su capa me valgo
por no poderme poner
con ésta a dejarme ver
a la clara luz del día?
Yo, que partirla solía,
y aun darla a todos entera,
vengo ya desta manera.
¡Mal haya la suerte mía!
¡Mal haya el juego villano,
tan hijo de la fortuna
que tiene su rueda y lima
y su volante en la mano!
¡Mal haya el gusto tirano
de tanta libre nmjer!
¿Qué tengo, Otavio, de hacer
para salir de Valencia?
Escúchame con paciencia,
que bien la habrás menester.
Dicen que el Conde, tu hermano.
¿Conde mi hermano?
Está atento.
¿Podré tener sufrimiento?
Pnuba.
Inli'iitarélo i n vano.
Es tan gallardo y humano,
que de.s])ués íjue se ca.só
ningún Indalgo llegó
a jK'dirle algima co.sa,
(|ue con mano piadosa...
Xo digas más.
ACTO TERCERO
203
Ota.
Al,ON.
Ota.
Alox.
Ota.
Atox.
Ota.
Ar,ox.
Ota.
Alox.
¿Cómo no?
Pues, ignorante, ¿yo había,
aunque de hambre me muriese,
de pedirle que me diese
cosa alguna a quien soh'a
negalle la hacienda mía,
ni dalle tanta venganza?
¿Esa vergüenza te alcanza?
¿Tienes seso?
Escucha un poco.
La hambre te ha vuelto loco.
Y a ti la desconfianza.
TJegan de noche a su puerta
muchos hidalgos honrados
hacia lo obscuro embozados,
que estos días está abierta;
con sus criados concierta
quiten la luz, y al pasar
por lo menos suele dar
a cada hidalgo un doblón,
y si le dan más razón
a cuatro suele llegar.
IJega, que la obscuridad
te ha de encubrir.
¡Ay de mí!
Habla mía palabra allí,
y verás que su piedad
en esta necesidad
te socorre.
Estoy teniblando.
¿Mas si el cielo va trazando
que éste se vengue de mí?
Llega.
Gente viene aquí.
El es con im hombre hablando.
(Salen Don' Juan y Germán, con espacias desnudas y
broqueles.)
JUAX. ¿Gente dices en la puerta?
Ger. y mirando a las ventanas.
JuAX. ¿Si son galanes, por dicha,
de Jnés y doña Costanz?. ? ;
que como son esta noche
de Hipólita convidadas,
para ver si pueden verlas
querrán rondarme la casa.
¿Quién va?
A1.0X. ¿Qué es aquesto, Otavio?
Con dos desnudas espadas
nos reciben.
Ger. Caballeros,
¿qué es lo que rondan y aguardan? —
Son del iMarqués Alejandro.
Ai.ox.
JüAX.
Alox.
J UAX.
Ai,ox.
JUAX.
Alox.
JUAX.
Alox.
JUAX.
Alox.
JUAX.
Alox.
JUAX.
Alón.
Desvíate allá, no traigan
alguna oculta pistola.
Si necesidad son armas,
no poca nos ha traído
a las puertas desta casa.
¿Dónde está el señor don Juan i*
Don Juan de Fox, que se llama
Conde de la Flor, yo soy.
¿Pues de qué señor te guardas?
De im cierto Alejandro nuevo
que me aseguran que anda
con cuidado de matarme .
Nunca los que avisan matan.
¿Quién sois vos?
Un caballero
de noble y clara prosapia
que ha venido a no tener
más que aquesta pobre capa.
Quiere irse a Flandes, y viendo
que la fortuna voltaria
os ha puesto en tal estado,
que vmos ensalza, otros baja,
viene a pediros limosna
para hacer esta jomada.
Esa, señor caballero,
daré yo de buena gana;
pero si esta es invención
y al henchiros de oro y plata
las manos me henchís el pecho
de plomo de alguna bala,
no será la culpa vuestra;
hacedme merced, y tanta,
que aquí solamente entréis.
¿ Adonde ?
A la primer sala.
Xo puedo donde haya luz,
porque si me veis la cara,
en vez de darme limosna
me atravesaréis la espada.
¿Yo a vos? ¿Pues qué me habéis he-
[cho?
I<as lágrimas se me saltan.
Tomad de mí, caballero,
si lo sois, esta palabra,
que amique fuérades mi hermano,
que es la cosa más ingrata
que Dios ha hecho en el mundo,
estas venas me rasgara
en viéndoos pobre, que yo
lo he sido tanto en su casa,
que en viendo mi pobre, si es noble,
se me rasgan las entrañas.
¿Cómo sufrirán las mías,
204
LAS FLORi:S HE DüX J UAX
hermano, tales palabras?
Yo soy don Alonso, yo,
que vengo a darte venganza:
vesnie aquí, a tus pies, don Juan.
Juan. Señor inío de mi alma.
¿vos a mis pies? Yo a los vuestros.
Entrad, esta es vuestra casa.
¿Vos en la calle a estas horas'
Oer. Xo puedo hablar.
Ota. Esto basta
para ver.
jiAN. ¿Quién es?
UTA. Otavio.
Juan. Otavio, no digas nada.
Venid, hermano, conmigo.
.vi.oN. Mi señor, los ojos hablan.
( Vase.)
< '.KR. Agora, mi señor lindo,
a tiempo cuantas mudanzas
vas haciendo en los discursos
de nuestras vidas humanas,
que don Juan su hennano albergue
en necesidad tan clara,
es imitación de Dios,
noble hazaña, heroica y santa;
mas aquel mayordomillo
que la ración nos quitaba,
¿Por qué ha de venir aquí?
(Sale el Esct'Dero.)
E.s. ¿Q"é alboroto es este que anda?
r,ER. ¿Cómo?
I-'s. Dicen que el Virrey
prendió con toda la guarda
al Marqués.
fíER. ¿Al Mar(|ués?
Es. Si,
jxjrque dijeron que andaba
para matar a don Juan.
■ KR. La casa está alborotada;
la Condi sa, mi señora
sale a la primera .sala.
Ms. Y .sus amigas con ella.
(Sal(H la CoNDi SA, Doña Iníis y DoS-v Costan/.a.)
CoST. Con razón estás turbada
si qvicren prender al Conde,
aunque al Conde, ¿por qué causa?
■ <)S. IIa.sta hacer las aniistadc ;,
pfKlrá ser f|ue preso vaya.
Mas don Juan, ¿qué ctiipa tiene '
Inés. ¿V no es mejor (¡ue las )i;ig;in
y los bandcs se sosieg-.iuj.'
(SaUn Don Juan y Don Alonso va bien vestido, y
ÜTAVTO.)
Ju.\N. Estará muy descuidada
vusiñoría, pues sepa
que si trajo convidadas
yo le traigo un convidado.
Con. Quien vuestra prisión aguarda,
¿qué descuido tener puede?
Juan. ¿Mi prisión?
Con. El Virrey trata
de asegurar al Marqués
y le prendió con su guarda.
Juan. Eso nos está muy bien,
y mejor f|ue honre esta casa
don Alonso, mi señor.
Con. ¿Vuestro hermano? ¡Diclia extraña'
Alón. Déme vuestra señoría
los pies.
Ger. ¡Con mil alabardas
llega el Virrey!
Juan. ¿El Virrey?
(Sale el Virkkv, eon alabarderos y criados, y el Mar-
qués.)
Al.AB. Plaza, caballeros, plaza.
Con ¿Vuestra excelencia, señor,
en esta casa?
VlR. A guardarla,
como amigo y como deudo.
Con. Siendo de vos amparada
a nadie puede temer.
\'iK. Esta por visita valga
en que os doy el parabién
}• porque di la palabra
de hacer luias amistades
y el señor marqués se vaj-a,
muy en buen hora, a Sicilia.
¿Don Juan de I-'ox?
Ju'a:^. ¿Q'!*^' '"<-■ nianda
vuestra excelencia?
VlR. Que luego
se den las manos.
Ale. liastaba
mandarlo vuestra excelencia
y ser gusto destas damas.
Juan. Ya, señor, que estáis presente
y haciéndonos merced tanta,
suplicóos (jue me escuchéis.
VlR. Decid.
Juan. I, a fortuna es varia,
la historia de don Alonso
a toda \'alencia es clara.
ACTO TERCERO
205
AI.ON.
VlR.
Juan.
yo bajé cuando él subía
y cuando yo subo él baja;
la Condesa y yo le habernos
desempeñado su casa,
sus lugares y su joyas
y hablado a doña Costanza
para que su esposa sea.
Palabras, Conde, me faltan
aun para pagar con ellas.
Noble y generosa hazaña.
Si el señor Marqués se sirve
de llevar mujer a España,
Ai^EJ.
ViR
Juan.
Con.
mi señora doñ^ Inés
está en él bien empleada.
De sus partes tengo nuevas
y su persona me agrada.
Pues dense las manos todos
y quedarán confirmadas
las ainistades con deudo.
Aquí la comedia acaba
de Las Flores de don Juan.
Vusiñoría se engaña,
que el Rico y pobre trocados
dice su autor que se llaraa.
GUARDAR Y GUARDARSE
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PKRSONAS DI-:L PRIMER ACTO
Don Félix.
Chacón.
Doña Elvira.
DoSa Hipólita.
Don Sancho.
Don .Arias.
El Rey de Castilla.
El Rey de .Aragón.
Tello.
Inés.
El Almirante.
[Ramiro.]
I-KLI.\.
Chacíín.
I"EL.
LlIA.
1-EL.
Cha.
l-EL.
Cha.
ri:i.
Cha.
I-KL.
Cha.
Vía..
HA
IMI..
HA.
ACTO PRIMERO
Don Féli.x v Chacón, de camino.)
Errados vamos, Chacón.
¿Ya qué importa haber errado?
Pienso que habemos llegado
a la raya de Aragón.
Todas estas sendas son
de aquella aldea.
Repara
dónde este arro vuelo para.
Su espacio me maravilla.
Si él huyera de Castilla,
más aprisa caminara.
Presto le dieran alcance;
bebe.
Con.sejo cruel;
ni aun pienso mirarme en él
como pastor de romance.
SaU de notable trance,
si es que en Aragón estoy.
A preguntárselo voy
a aquel villano.
Detente,
(jue más cerca he visto gente;
jKTí) sin decir quién soy.
Tú lo jniedes preguntar,
que ])ariren dos mujeres.
jHrav.Ls villanas!
Xo esperes,
(jue te impíjrta dcscan.sar.
Déjame, Chacón, mirar
.seda y tela en lal)radoríis.
Cautívalas, que .s(jn nioríus.
Si así las villanas .son
<le los montes de Aragón,
¿cómo serán las .scñoms?
(Ei'.lrcn Doña Hipólita y Doña Elvira oí h-ihito de
labradoras bizarras.)
Elvi. No hay consuelo para mí.
HlP. ¿Quién de este campo no goza?
E1.VI. Quien vivía en Zaragoza
y vino a morir aquí.
HiP. ¿Querías al Rey?
EivVi. Xo y sí.
Xo, porque el Rey no quería
casarse, aunque no sería,
siendo quien soy, novedad,
y sí por la vanidad
de ver que un rey me servía.
Que llegar no puede ser
a más desvanecimiento
el gusto, el entendimiento
5' el alma de una nmjer
que a verse de un rey querer;
porque como son deidad,
habiendo desigualdad
no puede nuestra hermosura
llegar a mayor ventura
que a vencer la majestad.
Hip. Agora conozco, Elvira,
por qué en las fábulas vanas
por hermosuras humanas
el Dios Júpiter suspira.
One a sombra desta mentira
pintaban un rey sujeto
a amor.
I'j.vi. (>alán y discreto
es el de Aragón; mas cuando
su grandeza estoy mirando,
amor se vuelve respeto.
El .MmiraiiU-, mi hermano,
con temor de un rey me euoiena
en la margen desta sierra,
donde con traje villano
veo por su verde llano
jiasear dos labradores;
enseñada a los señores,
al caballo, a la carroza
y al Coso de Zaragoza;
sin amor, oyendo amores.
ACTO PRIMERO
207
Cha.
Fel.
Cha.
Fei..
Ei<vi.
Fei<.
Muy bien cantan al aurora
calandrias y filomenas;
muy bien por diversas venas
corre esta fuente sonora.
Muy bien su esposo enamora
la tórtola en voz suave;
pero ni el cristal, ni el ave
me pueden dar alegría,
porque no es edad la mía
para soledad tan grave.
Más quiero, aunque sean mejoies
para algiin secreto oído,
oír de im coche el ruido,
que cuarenta ruiseñores.
Para un libro de pastores
es buena la soledad.
¿Qué piensas?
Si fué verdad
lo de las ninfas de Ovidio,
los ciegos dioses envidio,
que adoro la antigüedad.
¿Hay tan nuevo villanaje,
es fingimiento, Chacón?
Llega y sepamos quién son;
que es rico, por Dios, el traje,
y si conforma el lenguaje,
no pases de aquí.
Espero (i).
Señoras, un forastero,
que por cierto desatino
viene fuera de camino...
¡Qué gallardo caballero!
Os suplica le digáis
si está dentro de Aragón,
que le obliga la ocasión
a que su temor sepáis.
Y si en esta soledad
podrá hallar algi'm consuelo,
puesto que pasar del cielo
os parezca necedad.
Pero si a buscar posada
fuera el alma sin despojos,
ya yo he visto en unos ojos
donde la hallara extremada.
Mas no tuviera sosiego,
pues ¿qué loco ansí (2) se atreve
a vivir, no siendo nieve,
en dos esferas de fuego?
Perdonad si me atreví
a qvierer posar en cielos
Cha.
Hip.
Cha.
Hir.
Cha.
Hip.
Cha.
Fei..
(i) En el ms. «¿(jwé espero?»
(2} Eu el impreso: «ouc lo coniiin.» I,a enmienda
es de Hartzenbusch.
adonde los mismos celos
tuvieran celos de mí.
¡Pesia tal!, agora amor;
¿oyen, señoras?
Muy bien.
Pues habrá donde nos den,
por dinero o por favor,
cama y cena; que cebada •
no la habernos menester,
ni los ojos pueden ser
de ningún alma posada.
Necio sois.
¿Por qué razón?
Porque de todos los que aman,
casa los ojos se llaman
donde posa el corazón.
Que por eso viene a verse,
cuando uno está enamorado,
en los ojos el cuidado,
y es imposible esconderse.
Que como en el alma tiene
la causa de sus enojos,
y son ventanas los ojos
del cuerpo que a vivir viene.
Y el ver en mujeres es
condición siempre liviana,
asómanse a la ventana,
y saben todos quién es.
Luego a los ojos se van,
porque no las conocieran,
si ellas quedas se estuvieran
en el alma del galán.
Notable bachillería;
señor, vamonos de aquí.
Señoras, oidme a mí,
por piedad y cortesía.
Yo pensé que iba a Aragón,
no sé a que tierra he llegado;
sin ser Ilises he dado
con dulce transformacióri
en el dorado palacio
de Circe; ya no pretendo
saber dónde voy, ni entiendo
que tenga en tan breve espacio
tanto poder la hermosura
sin el ingenio y el arte;
no me busque en otra parte
ya quien mi muerte procura.
IvOs caballos luuertos quedan
que de Castilla saqué;
al laberinto llegué
donde las almas se enredan;
todo fué indicio bastante
20S
CrARDAR V GUARDARSE
de aquesta dulce prisión.
Elvi. Vos estáis en Aragón;
y de don Juan, su Almirante,
es esta tierra; esa aldea,
por ser la casa famosa
de aquella sierra fragosa,
le entretiene y le recrea.
En su palacio hallaréis
para esta noche posada;
y si la Circe os agrada,
de quien sospecha tenéis,
no mala conversación,
si queréis hurtarla al sueño.
Fki.. De hoy más sí os tengo por dueño:
soy vasallo de Aragón,
para bien y mal tratar.
Elvi. Xo os trataré mal ni bien;
pero bastará que os den
donde podáis descansar.
Que a lo que en vos se parece,
vem's con algún cuidado;
el camino deste prado
en aquel lugar fenece.
La grandeza de la casa
os dirá luego la puerta,
a cuantos pasan abierta.
¡Ay de quien por ella pasa,
si ha de pagar lo que j'o!
¿Qué noches habéis pasado
al hielo, por el cuidado
que el haberme visto os dio?
¿En qué penas os he puesto?
¿Qué moros habéis vencido
por mí?
Si haberos rendido,
señora, el alma tan presto,
poco os partee, mirad
que imaginé cuando os vi
(jue ya pasaban por mí
mil siglos de volimtad,
penas, peligros, cuidados,
y que ya me los debéis.
El.Vl. l'ues si vos los padecéis,
por mi causa imaginados,
haced cuenta que también
os he pagado ese amor
imaginando un favor.
I'KI.. l'ues dejad que me le din
esíís pies, si sois servida,
líi.vi. Eso no es imaginar;
id, caballero, al lugar,
no le deis a que os impida
la entrada alguna sospecha,
Fel.
Elvi.
Fel.
Fel.
Ch.\.
Fel.
Elvi.
Hip.
Elvi.
Hip.
IN.
Tell.
IN.
Elvi.
Hip.
Ix.
Elvi.
Tkll.
l'i.VI.
Tkll
ivi.vi.
HiP
Ei.vi.
puesto que sois castellano.
Yo voy; de qué hermosa mano
el amor tomó la flecha
con que el alma me pasó.
¿Burlaste?
Ven por aquí;
que si amor vino tras mí,
en Aragón me alcanzó.
(Vanse los dos.)
Ya, por lo menos, tenemos
con quién hablar.
Si ha de estar
esta noche en el lugar,
que no digan, avisemos,
quien somos, que el castellano
parece un poco hablador,
y con respeto y temor
se irá en hablar a la mano.
¿Y es mejor que no le tenga?
En oyéndolo decir,
más que hablar, querrá dormir,
y no habrá quien te entretenga.
(Entren Tello c Inés, criadas.)
Aquí están.
Di que está aquí
el coche, si han de volver.
Si anochece, ¿qué han de hacer?
Bien queda trazado ansí,
si se detiene algún día.
Tú pviedes hacer que espere.
Tello ha venido, si quiere
volverse vueseñoría.
Tello.
Señora.
Al aldea
vuelve con cuidado y prisa, *
y a toda mi gente avisa,
amique la rústica sea,
que a dos hombres forasteros
que allí llegarán, no digan
quién .soy.
Yo voy. ( Vase.)
OiK- me oldigan
¡Kjr .serlo, y por caballeros,
a la posada no más.
Tú, Inés, al cochero advierte
que lligue.
Ya desta suerte
en t retiñiendo te vas,
y que te halles bien esjuro
en este campo.
Eso fuera,
ACTO PRIMERO
209
Hipólita, si viniera
cada día un forastero.
Y más como éste, entendido
y de buen gusto.
Hip. Ya aguardo
su historia.
El- VI. Es hombre gallardo;
algo le habrá sucedido.
(Vanse.)
(Entre ci- Rey Don Alonso de Castilla, Don Sancho
y el Conde Don Ari.\s, r gente.)
Alón .SO.
¿Xo basta que yo guste destas paces?
Sancho.
Donde hay agravios, gran señor, no es justo;
que no mi honor, tu gusto satisfaces.
Alonso.
¿Pues qué mayor honor que ser mi gusto?
Sancho.
Con tu gusto, señor, mercedes haces.
Alonso.
De un Rey no puede ser el gusto injusto,
y yo sobre mi honor tomo el agravio:
prudente, obedeced; perdonad, sabio.
Sancho.
Si no quieren mis deudos, ¿yo qué puedo?
Alonso.
De vuestra casa es la cabeza el Conde,
de cuyo pecho satisfecho quedo.
Conde.
Por don Sancho, señor, su honor responde;
su agravio ha sido público en Toledo.
Alonso.
Don Arias: si don Félix está adonde
nadie le ha de ofender, mejor partido
es darme gusto con la paz que os pido.
Conde.
Si vuestra Alteza tm caballero fuera
a quien aqueste agravio hubieran hecho,
¿hiciera paz, que con infamia fuera,
no estando del agravio satisfecho?
Alonso.
Por lo menos al Rey obedeciera,
que es ley de obligación; con que sospecho
que por su cuenta desde allí corría
la de todos mis deudos y la mía.
Conde .
El amor que ha tenido vuestra Alteza
siempre a don Félix, su mayor privado,
le obliga atropellar nuestra nobleza.
Don Sancho a la venganza esta obligado;
que cuando hiciese paz con tal bajeza,
deudos tiene, y alguno tan honrado,
que a él le matara, mientras que parece
quien huye del castigo que merece.
Acepte vuestra Alteza el desafío,
y venga de Aragón, que de otra suerte,
si el voto de sus deudos es el mío,
no hay paz que, sin ma talle, se concierte.
Alonso.
Don Arias: bueno está con menos brío,
que no han de ser las paces con su nmerte.
No quiero desafíos, que no es justo
que demos al Pontífice disgusto .
Yo haré que el de Aragón defienda y guarde
la vida de don Félix, y no admita
desafíos tan necios.
Sancho.
¿A un cobarde
\Tiestra Alteza defensas solicita?
Pues aunque el Rey le guarde, como aguarde,
aunque públicas anuas no permita,
sabré matarlo yo.
Alonso.
¡Qué atrevimiento!
Conde.
Habla su honor, corrido de tu intento.
Alonso.
Yo veré si le matan. Por lo menos,
los dos, prendedlos luego.
Conde.
¿Desta suerte,
a los que son traidores das por buenos,
y a los buenos condenas a la muerte?
Alonso.
Vasallos libres de obediencia ajenos,
después que el Rey su gusto les advierte,
merecen castigados, cuando exceden
servir de ejemplo a los que darle pueden.
En luia torre los poned, que quiero
ver si van a Aragón; ver cómo matan,
14
210
GUARDAR V GUARDARSE
a pesar de su Rey, un caballero,
si no es que por traición su muerte tratan.
Sancho.
Que guardarás nuestra justicia espero.
Conde.
Las venganzas, don Sancho, se dilatan,
mas no se olvidan .
Sancho.
Presto haré de suerte
que mía carta le dé violenta muerte.
(Salen Doña F.lvira \ Don Félix.
Elvi. ¿Al fin es fuerza que os vais?
Agradecedme deciros
que me pesa.
Fel. ¿a mis suspiros,
señora, crédito dais?
¿Pero por qué me negáis
vuestra calidad y nombre,
si no queréis que me asombre
de tantas dificultades?
El. VI. Sois vos para mis verdades
muy gentilhombre y muy hombre
De lo que me habéis contado
que en Castilla os sucedió,
conozco, don Félix, 3-0
que me podéis dar cuidado.
Lo poco que habéis estado
en esta casa, ofendiera,
si más por ventura fuera
la calidad de mi honor;
no porque ha llegado a amor,
mas porque llegar pudiera.
La llave de mis sentidos
tienen deudos generosos;
de los hombres peligrosos
se han de guardar los oídos.
Que aimque casíjs .sucedidos
culpan siempre en la mujer,
el ver, como suele ser,
que má.s puede, os sé decir,
sólo mi in.stante de oír
que muclia.s lioras de ver.
Para el mal que nos hacéis,
si a e.stuchar nos atrevemos,
no sé qué cera tenemos
en los oídoíf que veis,
ni sé qué hechizos tenéis
en la lengua, cuando habláis,
en qué fuego la bañáis,
que como el calor esjx-ra,
derrítese aquella cera
y hasta el corazón entráis.
Partid, don Félix, partid,
que el Rey os hará merced
por esta carta, y creed
que os hará mucha; servid,
y solamente decid
que os la dio la Labradora,
questo basta por agora;
que no es poca confianza
daros del Rey esperanza
quien estas cabanas mora.
No la abráis en el camino,
que no se podrá encubrir,
y quererla vos abrir,
si es por vos el desatino,
seréis castellano fino,
yo aragonesa en los fueros
y en saber corresponderos;
y advertid que soy mujer,
que aunque os quisiera querer
es imposible quereros.
( Vase.)
Sin mí he quedado, ¡oh bella labradora!
Más que de campos, de almas y de enojos,
noche, porque te fuiste de mis ojos;
tú eres el día, y anochece agora.
¡Qué extraña confusión! Fuese mi aurora
sembrando lirios y claveles rojos;
si sombras de la noche son despojos,
monte, mi sol, ^•uestros celajes dora.
Con más tormento que las aves lloro
la ausencia de la luz, que en sombra fría
no deja de volver indicios de oro.
Que cuando el sol se parte, ¡ay pena mía!,
otro día promete; y el que adoro
no me deja e.speranza de otro día (i).
(Sale Hipólita.)
Hii'. ¿Tan poco me habéis debido,
Félix, que sin verme os vais?
¿Ansí memorias pagáis
con ingratitud y olvido?
Pues pieti.so que os he servido;
que mi prima, por lo grave,
poco de huéspedes sabe.
I'Kr,. Señora, aun no me partía;
que a tanto mar pnvenía
más el temor(2) que la nave.
(l) Faltn tstc soneto iii el in.s.
{2) Hnrtz<iil)iisili ininciulí'i, «tiiiióii».
ACTO PRIMERO
2! I
Dctiívoine quien sabéis,
y a quien debo tanto yo,
mientras al Rey escribió
por mí la carta que veis.
Hit. Muy poco amor la debéis,
pues así os deja que os vais;
yo pienso que no lleváis
lo que será menester,
para que se eche de ver
que sois vos el que llegáis.
Estas son jojnielas mías,
que valen algún dinero;
que veros después espero,
sin que pasen muchos días;
y no os pongáis en porfías,
que las habéis de tomar;
porque las quiero doblar,
Félix, con vuestro valor,
si hace mohatras amor,
que también sabe tratar.
Fel. Señora, si tierra y cielo
se jvmtan.
Hip. No seáis villano;
sed castellano tan llano
que agradezcáis mi buen celo.
Fel. Ya, señora, me desvelo;
con qué pagar no podré.
HiP. Pues no os ejecutaré.
Fel. ¿Q\^é importa, si ha de doblarse
la paga, por no pagarse?
Hip. Pues, Félix, doblar la fe.
Porque quien recibe amor,
o le ha de pagar doblado
o no tiene pecho honrado.
Confesad que sois deudor,
que esa es la paga mejor,
y creedme que quisiera
que cada diamante fuera
de los que lleváis ahí,
im alma, si la que os di
hacerse muchas pudiera.
(Vase.)
Fei.. ¿Qué es esto, cielos? ¿Qué engaños
hace el tiempo a mis desdichas?
¿Estos son sueños o dichas?
(Cu.'VCÓN cnlre.)
Chac. Estar ase aquí cien años. —
Señor, ¿qué quieres hacer?
Los caballos que nos dan,
pensando pienso que están
si han de partir o volver.
Tan suspensos que, en efeto,
Fel.
Cha.
Fel.
Chac.
Fel.
Chac.
del uno de ellos recelo,
viéndole arañar el suelo,
que compone algún soneto.
Que se habrán enamorado
de ver que tanto lo estás,
que te vas y no te vas,
ensillado y enfrenado.
Que ya deben de querer,
puesto que rocines son;
verás, por comparación,
cuando pare una mujer;
que casadas o doncellas,
a la que pare mirando,
están también empujando
como si pariesen ellas.
Ea, pues, ¿cuándo te vas
de aquesta casa encantada?
Ningún donaire me agrada;
toma.
¿Qué es lo que me das?
Unas joyas.
¿De quién son?
¡Cuerpo de tal!
De callar.
Si salir es como entrar,
¿qué tierra como Aragón?
í Vansc.)
(Entren d Rey de Aragón* y el Almirante Don JU-^n.)
Rey.
Al.
Rey.
Alm.
Rey.
Alm.
Rey.
Alm .
Rey.
Alm.
Tengo justo sentimiento.
Ya por mi hermana envié.
Cuando sabéis que traté
yo mismo su casamiento,
¿la tenéis en una aldea?
;De la corte la sacáis?
Si casamiento tratáis,
¿quién como 3*0 le desea?
Doj-nie, señor, parabién
de lo que estaba ignorante.
Pues estad cierto, Ahnirante.
¿No podré saber con quién?
Importa agora el secreto.
Basta que vos lo tratéis,
que sobre el de Rey tenéis
nombre de cuerdo y discreto.
Don Juan, sin ser vuestro gusto,
no hayáis miedo que la case,
ni que los límites pase
de lo que fuere muy justo.
Doña Elvira es vuestra hermana,
que basta para obligarme.
No acabo de recelarme.
(Aparte.)
212
GUARDAR V GUARDARSE
Ri:v. ¡A y, belleza soberana!
¡Tú labradora por im!
¡Tú haciendo una sierra cielo,
corte el campo, sol el hielo!
¿Qué haré? Desigual nací.
¡Quién te pudiera pagar!
¡Qoién en aquesta ocasión,
de Xápoles y Aragón
te diera el mismo lugar
que del corazón te ha dado!
Al.M. Quimeras pienso que han sido;
casi estoy arrepentido
de haber por ella enviado.
El Rey casa a doña Elvira,
y no me dice con quién;
si no es por mal, a gran bien
su nueva fortuna aspira.
Porque servirla por dama,
¿para qué puede ser bueno?;
siendo de mi sangre ajeno
permitir injusta fama.
Casarse bien puede el Rey,
aunque su vasallo so}-;
celoso con causa estoy:
no hay obligación, no hay ley
que el poder sin la razón
no rompa, atropelle y venza.
Rkv. Este a entendenne comienza,
todo es pena y confu.sión.
Pero si yo no le agravio,
sólo amar no es tiranía;
yo quiero por cortesía;
ella es virtuosa, él sabio.
¿De qué se ofende? ¿Qué intenta-
(SaUn Dos T-íxi.N r Chacón.)
Ci I \ ' Entra con mucho cuidado.
li.í. l'n rey, aunque esté pintado,
pide reverencia atenta.
Dijo Eicurgo en sus leyes,
que iué de Grecia crisol,
que de pedazos del sol
hizo Júpiter los reyes.
V otro, que tuvieron juntos
opiniones .seintjantes,
dijo que eran los diamantes
huesíís de reyes difuntos.
*-HM Mentís, que si verdad fuera,
sepulcro no les quedara,
ni huesí> «le rey se hallara
si diamantes se volviera.
Habla este csp.iñol diamante
V « st<- Mil aragonés.
Fei,.
Rey
Fel.
Rey.
fei,.
Rey.
Fei,.
Rey.
I Fei,.
I Rey.
I Fei..
Rey
Fel.
Rey.
Fel.
Dadme, gran señor, los pies,
porque dellos me levante
con la defensa y favor
que de vuestra mano espero.
Castellano caballero:
escribió vuestro valor
naturaleza en la frente;
¿a qué venís a Aragón?
Que ésta leáis es razón,
antes que decirlo intente.
¿Quién os la dio?
Retirad
los que están aquí primero.
Xo quede aquí caballero;
Almirante, despejad;
bien jx)déis hablar agora;
la letra conozco yo.
(Vanse.)
Que os dijese, me mandó,
que era...
¿Quién?
La Labradora.
Basta; ¿cómo está?
Señor:
en la mujer, la salud
es la hermosura en virtud,
de su alegría y color.
¿Qué es aquesto que he traído.'
¿Quién será aquesta mujer?
Aun no lo acierto a leer,
de alegre y favorecido. (Lea.)
«Don Félix de Mendoza llegó a
esta aldea, huyendo de Castilla por
lo que él dirá a vuestra Alteza, a
quien suplico le ampare y defienda
de sus enemigos, con asegurarle qu**
no puede hacer por mí cosa que
tanto reconozca mientras tuviere
vida.»
¿Sabéis quién es esta dama?
Xo, señor, porque perdido
llegué a su casa.
Xo ha sitio,
esta vez, libre la fama.
Deste me (juiero valer,
pues ya doña lílvira viene,
que el Almirante le tiene
de amparar y defender;
porfiue si yo se le doy,
y en .su casa ha de vivir,
con él la podré escribir.
Xecio fr.í, confuso estoy.
ACTO rRI.MKRO
21
Rey. La causa que os ha traído
a Aragón saber deseo.
Fei,. y yo decirla, si os veo
con gusto de darme oído.
Pedro, invictísimo Rey,
a quien Aragón humilla
la corona de Moncayo,
flores de sus nieves frías;
su famoso IMongibele,
la mayor isla Sicilia;
Xápoles, castillos fuertes,
de tantos reyes envidia:
Don Féhx soy de Mendoza;
así, señor, se apellidan
los señores de mi casa,
nobleza en España antigua,
desde los últimos godos
que sus montañas habitan,
por la arrogancia africana
y la española desdicha.
Murió mi padre en las guerras
de Portugal y Castilla,
dejándome por herencia
su valor y sus heridas.
Crióme el Rey en su casa;
al Rey de paje servía,
entre otros nobles tan pobres
y con la nobleza misma.
Pocas letras, muchas armas
en este tiempo aprendía;
con gusto de ser soldado,
así los genios se inclinan.
Apenas, señor, mis labios
tiñó la primera línea,
y fénix de mis abuelos
fui llama de sus cenizas,
cuando a ver vivos los moros
que pintados conocía,
saH con el gran Maestre
de la sangrienta cuchilla,
con otros mozos, mis deudos,
«de Valladolid la rica»,
y en los campos de Archidona
vestí de color la mía.
Con buena opinión, señor,
que importa mucho adquirirla,
a besar la mano al Rey
volví de la (i) Andalucía.
Mientras estuve en Toledo,
que se ofreció la conquista
de Málaga y Antequera,
I i) Ku el ms. «del Andalucía.»
puse los ojos un día
en una dama, que pienso,
aunque con pasión lo diga,
que naturaleza en ella
aun hizo más que sabía.
Puso en su rostro su nombre,
como suelen los que pintan,
y añadió: «toda mi ciencia
en doña Blanca se cifre».
Los discursos deste amor,
años de esperanzas mías,
dieron sujeto a la historia,
dieron alma a la poesía.
Cuanto ganaba en la guerra,
que no me faltaron dichas,
tanto gastaba en la paz,
galas y fiestas lucidas.
Bajó Almanzor de J aén ,
arrogante de que habían
de ver cristales del Tajo
plantas de yeguas moriscas;
salió al encuentro el Pacheco,
como otra veces solía;
fui con él, y a doña Blanca
dije mi breve partida.
Hubo lo que llaman perlas,
empresas, cabellos, cintas;
dile yo un Cupido de oro
muerto en brazos de una ninfa.
Fuimos a Sierra Morena,
por donde el moro venía
en azules tafetanes,
las lunas al sol tendidas .
Y no bebieron sus yeguas
del Tajo las aguas limpias,
sino de su espuma y sangre
polvo y sudor fugitivas.
Llenos de ricos despojos,
Toledo en un mes nos mira:
julio, para mí fatal,
con estiellai enemigas;
pues en él, cierto don Sandio,
que nunca a las guerras iba,
sirvió, con nombre de deudo,
a doña Blanca, su prima;
tan dichoso en este mes,
que a pesar de algunas finnas,
palabras y obligaciones,
de la inconstancia rompidas
— ¡oh, ausencia, de amor madrastra,
no sé quién de ti se fía! — ,
dio mis prendas a don Sancho:
así la verdad se estima.
214
CrARDAR Y GL'ARDARSE
El alcázar de Toledo
tiene una pared que afirman
las entrañas de unas peñas,
en que su máquina estriba.
Y delante della im llano
que, aunque le cercan ruinas,
sirve a jugar la pelota,
que el Rey y las damas miran
desde unos altos balcones.
Y aquí, desnudos un día,
a ejecutíir un partido
nos provocó la codicia.
Trocó don Sancho el vestido,
y el paje que le servía
dióle un sombrero de noche,
galán, de plumas pajizas (i).
Reparando en la medalla
que en el tranceUín traía,
conocí el Cupido de oro (2)
muerto a manos de una ninfa.
¡Mal agüero!, que, en efetrt,
mis sucesos pronostica;
porque no hay amor más muerto
que aquel que la ausencia ohida.
Culpo mi poca paciencia;
pero tenerla sería
no tener honra ni amor,
cuando celos desatinan.
«Ese amor — digo a don vSancho —
fuera bizarra divisa
a ser la ninfa la muerta,
por Migrata a fe tan viva.»
<Estaba mal empleada
— responde — en quien no tem'a
méritos para quererla,
ni partes para servirla.
Y no importa el muerto amor,
pues agora significa
(¡ue ha mejoradí) de dueño,
por quien amor resucita.»
«Mejor — replico — , si acaso
lo habéis dicho con malicia,
no puede ser, que soy yo;
y yo, para que me sirvan,
tengo e.scuderos nKJ<}res
que vos.» Aquí, con la vista
turbada, ♦mentís», responde;
piílíj consejo a la ira,
y levantando la ]);il;i,
i Lst»" vrp¡o dice en el ins. ♦en cuyas j)Iiinias
tiia» y están tachados los dos .sÍKiiicutcs.
'.' l'Mc verv», en el nin. dice: «pendi<.-iite cl Cti-
;'id'i lie oro.»
Rey.
Fki,.
Rky.
Cha.
RKY
Cha.
RUY
Cha.
RlíY
Cha.
le doy lo que parecía
el nombre; si es más afrenta,
que con mujer los reciba.
Deudos y amigos acuden;
bien haya quien bien se fía,
pues le debo a un escudero
que tanta furia resista.
Sacó la espada animoso,
luego que me dio la una;
si fué valor el de entrambos,
el suceso lo confirma.
Mandóme prender el Rey;
pero su guarda y justicia,
al Tajo entre pardas peñas
rodando vio las orillas.
Arro jamónos al agua,
y con ligera fatiga,
nadando nos dieron puerto
los álamos de una isla.
Bajó la noche, y con ella
dos caballos nos envían
deudos y amigos, a quien
luás las desdichas obligan.
A la raya de tu reino
piadosa deidad nos guía (i),
y en forma de labradora
aquella Venus divina.
Por quien espero, a tus pies,
la defensa de mi vida;
o para pasarme a Italia,
o para que aquí te sirva.
Levantaos, y estad seguro
que nadie os ha de ofender;
que este papel ha de ser
de \'Tiestra defensa muro.
¿Dónde esta vuestro escudero,
que de conocerle holgara?
Allí está; llega, y repara
que hablas un Rey.
Veros quiero
nuis cerca.
Ivstoy a tus pies.
Debéis de S-'r bien nacido.
Bien nací, pues he vivido
iiasta el año en que me ves.
¿l'",l nombre?
Chacón, .señor.
\'(JS sois nmy hombre de bien.
Hoy me lo dice también
tan estu])eu(lo favor.
(r.nln:)
(i) Ivn el iD.s. oíos mira»
ACTO PRIMERO
2T5
Rey. Llamad vos al Almirante.
FEI,. Ya viene aqní.
REY. Estad atento
a lo que os digo, don Juan.
Ai,M. Serviros, señor, deseo.
Rey. Es don Félix de Mendoza
de los buenos caballeros
que tiene e] Rey de Castilla;
escríbeme en este pliego
que le defienda y ampare,
que le conduce a este reino
la defensa de su honor,
por un extraño suceso.
No tengo de quién fiarle
como de vos, y así quiero
que, viviendo en vuestra casa,
sepa Castilla y su dueño
que sois vos quien le defiende;
que a vuestro lado, yo pienso
que no tendrá la traición
atrevimiento tan necio;
esto habéis de hacer por mí,
y que me habéis, os advierto,
de dar cuenta de su vida.
Fuera de que yo no tengo
más bien ni honor que serviros,
por él también agradezco,
en mandármele guardar,
la merced que me habéis hecho.
Mi vida os dejo en la suya.
Contento quedo en extremo
de serviros con mi casa.
Y yo con el mismo quedo,
aunque me pesa de daros
cuidado; si bien entiendo
que sabiendo quién me ampara,
no tendrán atrevimiento
mis eneinigos jamás.
Al,M. Cuando le tengan, yo creo,
aunque más industrias busquen,
que sabré yo defenderos;
venid conmigo.
Fe I,. Chacón:
alegre estuviera desto,
pues no pudo hallar mi vida
más venturoso remedio,
si aquel amor imposible
libre me dejara el pecho.
Cha. Deja ahora desatinos,
no seas ingrato al cielo.
Fei,. ¡Ay mi labradora!
Cha. ¡Ay loco!
AlM.
Rey.
Al,M.
Fei..
Fei<. ¿Quién podrá curarme?
Cha. El tiempo,
(Criados Tello, Tnfs, Doña Elvtoa y Dcña Hipólita
en hábito de damas, de camino.)
Diferentes aires goza,
Hipólita, el pensamiento,
en llegando a Zaragoza.
Parece que por el viento
ha venido la carroza.
Parece que mis deseos
eran los caballos.
Mira
de tu casa los trofeos;
y más, si añades, Elvira,
del Rey los altos empleos.
No me desvanezco tanto,
lo que es igual apetezco.
Mi señor viene, señora.
Dirán sus celos agora
que con venir le entristezco.
(Silen d Almirante, Dox Félix y Chacón.)
E1.VI.
Hip.
Elvi.
Hip.
Ei,vi.
Inés.
El. VI.
Alm.
A buen tiempo.
Fei,.
¿Cómo ansí?
Al<M.
Porque acaba de llegar
mi hermana.
Fei..
¿No estaba aquí?
A1.M.
Estaba en cierto lugar.
y hallábase mal sin mí.
¿Hermana ?
Elvi.
Señor.
A1.M.
No creo,
tal ha sido mi deseo.
que os doy mis brazos.
El VI.
Yo sé
que lo debéis a la fe
con que estando ausente os veo.
AiM.
Prima, seáis bien venida.
Hip.
K vuestro servicio vengo.
Alm.
A buen tiempo habéis venido;
Elvira, un huésped tenemos.
El. vi.
¿Huésped, don Juan?
Alm.
Sí, señora;
y de mano, cuando menos,
del Rey.
Elvi.
¿Quién?
Alm.
Un ca.stellano.
Elvi.
¿Cómo?
Alm.
Llegad, caballero.
Fel.
A don FéHx de Mendoza
dad la mano.
Elvi.
¡Ay, Dios!, ¿qué veo?
Fel.
¡Ay, cielo!, ¿qué estoy mirando?
2l6
GLARDAR V r.UARDARSK
Inés.
Cha.
Iní:s.
Cha.
Fkl.
Klvi.
Fei..
Alm.
lNí:.s.
Cha.
Al.m
Tki.i..
Alm.
Tf.i.l.
Al.M.
Ti;i.i..
Al.M.
¿Eres Chacón?
vSÍ.
¿Qué es esto?
Enredos de la fortiuia.
Yo no tengo qué ofreceros,
señora, si no es im alma;
j>orque fuera atrevimiento,
en mi hombre que ha venido
a ampararse deste reino;
aunque ya con tanta dicha,
que por mi defensa tengo
la casa del Almirante,
mi señor, y el favor vuestro.
El y yo, señor don Félix,
como es justo os serviremos;
más por vos que por su Alteza.
Mil veces los pies os beso.
Entrad, que no es tiempo aliora
de gastarle en cumplimientos;
entrad, don Félix.
Chacón,
seas bien venido; hizo efecto
la carta del Rey.
Notable;
despacio, Inés, hablaremos.
(Todos se entran.)
Xo vendrá de mala gana,
Tello, a lo que yo sospecho,
doña Elvira a Zaragoza.
vSin ti no tiene contento;
pero recibe esta carta
que, entrando, me dio un correo
que pasaba a Barcelona.
¿Carta? Muestra.
Fué tan presto,
que no pude preguntarle
de quién era.
Aquí no veo
firma. ¿Pues .sin finna a mí?
Ijitrate allá dentro, Tello.
Pésame de haberte dado
disgusto.
Vete; ¿qué es esto?
(Vase.)
ilee.)
• Por el agravio antiguo que hizo
vuestra Señoría a don Alvaro, en
no casar con su hermana, habién-
dostla llevado hasta la raya de
Aragí'ni, va don lYlix de Mendoza a
matarle, fingiendo (jue huye de
quien no le sigue, \uestra señoría
5c guarde.»
¿Hay semejante traición?
¿hay enredo semejante?
Pedirle favor al Rey
con intento de matarme.
Y que el Rey me mande a mí
que de Castilla le guarde,
para que estando en mi casa,
más fácilmente me mate.
Bien será decirlo al Rey...
Pero no es posible darle
crédito a carta sin finna,
ni habrá quien le desengañe
si el de Castilla le ha escrito;
porque aquellas son verdades,
y éstas pueden ser mentiras
para que nadie le ampare.
Confusa cosa, por Dios, (i)
porque, al fui, me persuade
el agravio que le hice
neciamente en no cesarme.
A la casa de Mendoza,
que ha de pretender vengarse,
¿qué haré? l'ero si don l'élix,
caballero de las partes,
que dicen come conmigo,
¿cómo puede ser que trate,
sin Dios, sin ley, sin nobleza,
una bajeza tan grande?
Mas, por Dios, que los peligros
de las confianzas nacen;
nunca el discreto se fía,
porque es necedad fiarse.
Oue si yo le tengo aquí,
es imposible guardarme;
que son los falsos amigos
como las enfermedades:
que estando en las mesnias venas,
van corrompiendo la sangre.
Si en la casa deste cuerpo
un ángel traidor nos hace
tanto mal, por eso tiene
para su defensa un ángel.
Mas, ¿qué temo, si me avisan,
vive Dios, (jue he de guardarle
del enemigo que dicen?
Pues basta <jue el Rey lo mande,
y a mí guardarme también,
por <|ue no me eidpe nadie.
Que si guardarle es nobleza,
]nies que viene a qiu- le ampare
Aragón contra Castilla
(i) \\\ nis. dice: «Confuso csloy, ¡vive Dios!».
ACTO SEGUNDO
■17
en nu peligro tan grave,
también guardarme es prudencia,
de que don Félix me mate.
Guardaréme y guardaréle,
porque en im sujeto, iguale?,
ainique contrarios, se vean
j mitos guardar y guardarse.
PERSONAS DEL SEGUNDO ACTO
Don Félix.
Chacón.
El Rey.
El .Almirante.
Doña Elvira.
DoÑ.\ Hipólita.
Inés.
Tello .
ACTO SEGUNDO
(Don Félix v Chacón.)
Fei,.
¡Gran dicha!
Cha.
Vaya adelante,
aunque a la fortuna pese.
Fei..
¿Que la labradora fuese
hermana del Almirante?
Cha.
No alabes tu buena suerte,
hasta el fin .
Fel.
Para querer.
¿qué más bien que hablar y ver?
Cha.
Temo que quieren quererte.
Fel.
Pues eso pretendo yo.
Cha.
¿Y para qué será bueno?
Amor apruebo, y condeno
el ser amado.
Fel.
Yo, no;
c[ue amor quiere amor.
Cha.
Aquí
dos agravios considero:
del Almirante el primero,
que es ingratitud en ti;
y otro del Rey, por ventura,
que la debe de querer.
Fel. Algo me ha dado a entender,
y en la corte se murmura
no sé qué de casamiento;
pero no será verdad.
Cha. ¡Oh, cuánto la voluntad
engaña al entendimiento!
Piénsalo con más espacio.
Fel. Que no se casa imagina,
porque el vulgo desatina
en las cosas de palacio.
Habla en los Reyes a tiento;
Cha.
Fel.
Cha.
Inés.
Fel.
provee, despide, casa (i)
y, en cosas que aun no les pasa.
Chacón, por el pensamiento.
l'Mnalmente, yo no puedo
dejar de amar su belleza;
porque no hay mayor bajeza
que tener miedo del miedo.
Si doña Elvira me mira,
y no es deHto mirar,
¿cómo puedo yo dejar
de mirar a doña Elvira?
Los amantes comenzáis
por una cinta, un favor;
luego le queréis mayor,
y una mano deseáis.
Pues en tomándola es llano,
y de experiencia lo .sé,
que os vais de la mano al pie,
como otros del pie a la mano.
Tú verás en lo que paras.
Yo me sabré defender.
Inés viene.
(Tnés entra.)
Inés.
Vengo a ver
si por acá se declara
esto que se llama el día.
¿Levantado estás? (2)
Fkl.
No son
los cuidados de Aragón
los que en Castilla tenía.
Inés.
Con amor, duérmese poco,
cuando es verdad.
Fel.
Pasa el mío
desde amor a desvarío;
y nunca, Inés, duerme un loco.
¿Duerme tu señora?
Inés.
Está
tocándose.
Fel.
I/Uego no
habré madrugado yo,
si el sol ha salido ya.
Yo te prometo que ahora
el nombre del sol merece,
porque más bella amanece
que cuando los cielos dora,
y esparce el cabello al día,
porque se quiere rizar.
Debe de querer mirar
el mundo por celosía.
(i) Hartzcnbusch enmendó etapa»
(j) V.w el original «estás, señor» que alarga el
verso.
2l8
GUAKDAR V GUARDARSE
IXÉS.
Fel.
IXÉS.
Fel.
Inés.
Fel.
IxÉs.
Fel.
ClL\.
Inés.
Cha.
Inés.
Cha.
Inés.
Cha,
Salen los ojos por él,
como un sol recién nacido.
Si como red le han tendido,
caerán mil almas en él.
¿ Para qué. le dije a)b',
pides al cristal consejo?
Quítale, Inés, el espejo,
no se enamore de sí.
¡Oh! ¿quién la pudiera ver?
Entra quedito, y verás
que no hay más que ver, ni más
que querer ni encarecer.
Verás cómo el cielo Apeles,
a sí mismo al natural,
se retrata en el cristal
con sus divinos pinceles,
Entra, que, pues yo lo digo,
no le pesa que le veas.
¡Ay, Inés! ¿Mi bien deseas?
Entra.
\'aya amor conmigo.
(Vasc.)
En efecto, Inés, ¿está
tocándose tu señora
y es sol que los cielos dora?
¿Pues no?
Xo.
¿Comienzas ya?
Paréceme que la veo
con cuarenta redomillas,
cofrecillos y cajillas,
ir por extraño rodeo
en busca de la hermosura.
Hennosura natural
no busca la artificial,
ni lo que tiene procura.
La hermo.sura verda lera
hecha amanece en la cama (i),
que la más hermosa dama,
sin cuidado no lo fuera.
J'U adorno y policía
a la nmjer se le dio;
pero un gato se quejó
a Júpiter, cierto día,
que k- enviaron lo.s fk-más
por embajador gatuno,
de que no estaba ninguno
.seguro dellas jamás,
j)orque el unto le sacaban,
y mandólas parecer:
A quien dijo una mujer
que ratones paseaban
sus caras, cuando dormían,
y que en llegando a su olfato,
cara con unto de gato,
con temor del mito huían.
iNÉ.s. Y vosotros, ¿qué os ponéis?
¡Si yo hablara!
Cha. Con paciencia.
(Entren el Almirante y Don Fkli.k.)
Alm. ¿Quién os ha dado licencia
que en aquesta cuadra entréis?
Fel. Señor...
Alm. Xo hay de qué turbaros.
Fel. Yo no me puedo turbar,
si no es de daros pesar
y pesanne de enojaros.
Alm. ¿Qué entrabados a buscar
donde mi hermana se toca?
Fel. a mí el saber no me toca
dónde se suele tocar;
quíseos dar los bvienos días,
y vuestro aposento erré.
Alm. Cierta mi sospecha fué,
necias andan mis porfías.
Durmiendo qviiso acabanne;
pero no puedo creer
que se atreviese a emprender
a tales horas matarme.
¿Adonde está mi valor?
Mas, vive Dios que es porfía
muy de aragonés la mía,
pues le temo y tengo amor.
Cuando le miro a la cara,
ni se muda ni se altera;
pues si a matar me viniera,
el corazón me avisara.
Fel. ¡Q"e allí me viniese a hallar!
¿Pero qué razón, qué le)' (i)
de amistad puede culparme?
Mas en celos no hay razón .
Ai.M. Que éste viniese a Aragón
con ánimo de matarme;
quiero lialjiarle, pero no,
que el Rey me podrá culpar (2)
de teniero.so y cobarde;
pues no lo tengo de ser:
¿Xo vais, don Ih'Iíx, a ver
al Rey?
(I) Faltan istt- verso y el anterior in ti ¡inprc-so
y en HartzenhuHih. Conulan en el nianuscrilf).
(i) Kaltnn dos versos a esta redondilla,
(j) I'altnn a(iní otros dos vcr.'<os.
ACTO SEGUNDO
219
(Inés salg'.i.)
¿Hay algo, Inés?
Inés.
Señor, sí.
AI.M.
Esto ha de ser mi remedio.
Inés.
Bsta pistola tem'a
Ar,M.
Inés.
Al,M.
Inés.
Ar,M.
Inés.
FEL. sí, señor.
Alm. Va es tarde,
si le habéis de hablar.
Fei,. Vo voy
con pesar de haberos dado,
con mi ignorancia, cuidado.
Alm. De vos satisfeclio estoy;
y perdonadme, si acaso
juzgué por atrevimiento
entar en ese aposento.
Fei,. Como es para el vuestro paso,
pude, como os dije, errar.
Cha. ¿Qué es esto, -señor?
Fei,. Xo sé,
si no son celos.
Cha. ¿De qué?
Fei.. Mucho tenemos que hablar.
(Vanse.)
Alm. Oye, Inés.
Inés. Yo no sabía
dónde don Félix entraba.
Alm. ¿Nadie con Elvira estaba,
que detenerle podía ?
Inés. Yo, a lo menos, no le vi (i).
Alm. Dime: ¿quién tiene cuidado
de aderezar su aposento?
Inés. Yo, señor.
Ai.M. ¡Qué pensamiento
tan confuso y desvelado!
Entra en él y traeme aquí
las armas que tiene en él.
Inés. Yo voy.
(Vase)
Ai<M. Sospecha cruel,
¿qué es lo que quieres de mí?
¿Por qué a don Félix no digo
que esta carta me escribieron?
Pero por ventura fueron
traiciones de su enemigo,
para que yo le matase;
pues en su modestia creo,
que no cupiera deseo
que a tal maldad le inclinase.
Ahora bien, no hay otro medio
como no tenerle aquí.
don Félix junto a su cama,
que debe de ser la dama
con que su temor dormía.
Muestra; ¿y Chacón, su criado,
qué armas tenía?
Esta bota,
que debe de ser la cota
con que va de noche armado.
Esa no es arma ofensiva.
¡Qué bravo debe de ser,
si hay valientes de beber!
¿Pues qué pistola derriba,
con toda el alma de plomo,
lo que el vino? Vete, Inés,
y volverásla después.
Notables sospechas tomo.
(Vase.)
Ar<MIRANTE.
Arma nacida en el infierno horrible;
imitación del rayo, envidia al trueno;
del acero más rígido, barreno;
hvimo sutil, cometa imperceptible.
De los cobardes, invención posible;
breve reloj de desconciertos lleno;
fácil rigor, afrenta del veneno;
colérica venganza, horror terrible.
Dime, ingenio mortal, ¿dime quimeras?
¿Eres tú, acaso, quien mi muerte trata?
¿Eres el premio que mi amor espera?
¡Oh, breve infierno, que el mayor retrata,
con que matan un hombre como fiera,
siendo más fiera quien contigo mata!
(i) Aquí son tres los versos que faltan.
ElvVI.
Al,M.
El,VI.
AI.M.
EI.VI.
(Sale Doña Flvira.;
¿Qué es esto, señor? ¿Adonde
con armas de fuego, airado?
De que os habéis engañado,
mi condición os responde.
Siempre solicito amigos;
ésta don Félix tenía
junto a su cama.
Sería
temor de. sus enemigos,
que se guarda en Aragón
como si en Castilla fuera.
No me espanto si le altera
temor de algima traición.
Yo la pondré en su lugar;
si bien lo que yo defiendo,
que estará seguro entiendo.
Nunca se ha de asegurar
el que enemigos tuviere.
220
(.lARPAR V (^.UARDARSE
Alm. Bien decís, que el confiado
a las manos del cuidado
de sns enemigos mncrc.
I! I AIRA.
; Quién pensara que amor se me atrevier;
sin que yo le venciera y despreciara?
Mas si no fuera yo, ¿quién no pensara
que amor tan fácilmente me venciera?
De amor me resistí la vez primera,
que qu'so acorné tenne cara a cara;
mas cuando vino con traición tan clara,
¿qué importaba que yo me resistiera?
A la causa fatal de mis enojos
miré, y oí requiebros atrevidos,
y rendí los sentidos por despojos
¿Mas qué culpa tuvieron mis sentidos,
si amor fingió que entraba por los ojos
y después me mató por los oídos? (i)
(Siile Doña Hipólita.)
HiP.
Casi a darte el parabién
de lo que dicen, Elvira,
y de que nadie se admira.
vengo a dártele también.
En fin, ¿te casas?
ELvr.
¿Con quién?
IIii'.
¿Xo lo sabes?
Ki.vi.
¿Cómo puedo,
cuando entre paredes, quedo?
Pero ya pienso, y es justo.
que no es cosa con mi gusto.
nip.
¿Por qué?
i:i.vi.
Porque tengo miedo.
Hl!'.
Que muy de tu gusto sea,
es, Eílvira, justa ley.
l-i.vi.
Si vas a (kcir el Rey,
¿quién quieres tú que lo crea?
Hil'.
VA dicen que lo desea;
y si viene a ser ansí.
• dame el parabién a mí,
de que me caso también.
IJ.VI.
¿Tú, Ilipíilita?
Hii-
Sí.
l-.i.vi.
¿Con quién?
IIii-
Con quien te miraba a ti.
l.I.VI
¿Pues a nn' quién, cuando estab;
tan lejos de amarle yo?
Hii-,
Quien tantos celos me dio,
,;c-uánta,s veces te miraba.-'
I-alla este fmvU) en il iiis.
El,VI.
Hir.
Eui.
Hip.
Ei,vi.
HiP.
El VI.
Como el Rey se sospechaba
que algún amor me tenía,
ningi'm hombre se atrevía
a mirarme en Zaragoza.
¿Ya se te olvida el Mendoza,
que de Castilla venía?
¿Qué dices?
Que si has de ser
Reina, lílvira, en Aragón,
ayudes mi pretensión,
pues no le puedes querer;
hoy has de favorecer
a don Félix, con pensar
qué título le has de dar,
pues sabes que en él es justo. —
Cómo lo escuchas sin gusto?
Por responder sin hablar.
¿Luego no te agrada a ti
mi casamiento?
Si hablé
con los ojos, bien se ve
que callando respondí:
ni le amé ni aborrecí (i).
Xo le quise yo querer
hasta que tú le quisieras,
porque el ejemplo me dieras
que agora pienso tener.
Culpada vienes a ser
en decirme con tal brío
las prendas que de ti fío;
que poner tu amor en él
ha sido reglar papel
para que escribiese el mío.
Eso de que el Rey se casa
es una opinión vulgar
con que me quiere engañar
el ciego amor que te abrasa;
tu intento, Hipólita, pasa
de las burlas a las veras;
que cuando tú merecieras
tanto como yo por ti,
basta que él me quiera a mí
para que ti'i no le quisieras.
fl'tiyasc.)
HlP(')l,nA.
Si hablé. ])ara mi mal, inadvertida,
de tu esperanza, amor, precipitada,
yo quedo justaincnli- castigad.!,
y más que castigada arrepentida.
(i) Falla los últinuts cinco versos de esta cié-
cima.
ACTO SEGUNDO
221
Cantaba el pajarillo en la florida
.si'lva, ocasión que la ballesta armada,
por la garganta en dulce voz bañada,
faese cuchillo de su corta vida.
Así, de mi engañada confianza
lo fué quien castigó mi atrevimiento.
Premio que siempre por hablar se alcanza.
Pero con una cosa me contento:
Oue aunque puede quitarme la espe^ranza,
no me puede quitar el pensamiento. (Vase.)
(E)urcn d Rey y Don Félix.)
Rey. En fin, os halláis nuiy bien
en casa del Almirante.
I-'EL. No me atrevo a encarecer
las mercedes que me hace.
Rey. ¿Cómo os trata doña Elvira?
FEL. ¿Cómo quiere que me trate,
■^Tiestra Alteza, siendo yo
huésped por vos y ella lui ángel?
Rey. ¿Habéis (i) hablado despacio ? ;
que tiene ingenio notable,
adonde corren parejas
entendimiento y donaire.
Fe I,. Sí, señor, yo os certifico '
que tratamos una tarde
de las cosas de Castilla,
y que todo fué admirarme
de tan divinos discursos
Rey. De dama de tantas partes,
Mendoza, eu un rey mancebo
¿será culpa enamorarse?
Fei<. El no lo estar sera culpa;
que no son las calidades
las que engendran al amor,
sino los méritos grandes.
Rey. Pues sabed que yo lo estoy,
y quiero de vos fiarme,
pues vos fiasteis de mí
la vida en peligros tales.
Fet,. Besóos los pies; mas, señor,
podrá su hermano culparme
de ingrato a que él me defienda,
si yo le ofendo en que os hable (2)
Rey. Yo, don Félix, no pretendo
más de que mi amor descanse.
Elvira no ha de ser mía;
poco tardaré en casarme
(r) Hartzenbusch enmendó (.¿Haberla»
(-') Estos dos ver.sos enmendó Ilartz. así:
de ingrato, si él me defiende,
y yo le ofendo en que 03 hable.
en Portugal, como pienso.
Hoy le diréis de mi parte
que quiero hablarla esta noche,
y podréis acompañarme
hasta una reja en que esté;
que amor que desde la calle
solicita entretenerse,
no fuerza las volmitades.
Id a hablarla, y no traigáis
la respuesta; no reparen
en que me habláis tantas veces;
que en esto de novedades
es bachillera la envidia;
y porque no entienda nadie
el pensamiento que tengo,
y así podréis avisarme
con dos renglones que traiga,
en forma de memoriales,
vuestro criado Chacón,
que rae parece bastante
para cualquiera secreto.
Fei<. Voy a hablarla (y a matarme;
que no hay dicha sin desdicha;
porque vienen mil pesares
siguiendo un corto placer,
como sulen tempestades
cuando más abrasa el sol.)
(Vase.)
(Entre el Almirante.)
Aem. Va puedo llegar a hablarle.
Rey. ¿Almirante?
Alm. Gran señor.
Rey. De aquí vuestro huésped sale;
holguéme de hablar con él;
hombre es discreto y que sabe
lo que a tm hombre de la corte,
siendo noble, es importante;
bien habla en cualquier materia.
Almirante, regaladle,
que lo merece don Félix.
Ar.M. Antes, señor, perdonadme
si en esto os ofendo; vengo
a pediros que no pase
más adelante en mi casa
el cuidado de guardarle,
que tengo muchos negocios
a qué acudir, importantes;
y en la corte, por serviros,
habrá muchos que le guarden
con más cuidado que yo.
Fuera desto, disculpadme;
puede ser mozo don l-'élix.
GUARDAR Y GUARDARSE
Rey
Alm.
Rey
Ai,M.
Kí;v
de extremado ingenio y talle,
y no puedo yo guardar,
si por dicha le mirasen
los ojos de doña Elvira;
que suele el verse y tratarse
hacer que lo más difícil
parezca a las manos fácil.
Basta que le guarde a él
que castellanos le maten,
sin guardar almas ajenas;
porque suelen por el aire
pasar de un peclio a otro pecho,
y a solas comunicarse.
Nunca me servís con gusto.
¿Esto os ofende?
¿Xo es darme
pesadumbre que yo os fíe
un hombre que ha de guardarse
no más que de algiin traidor,
y que para no guardalle
culpéis de fácil a Elvira,
que es notable disparate
sabiendo vos su valor,
como quien tiene su sangre,
y os discixlpéis jtmtamente
con que acudís a tan graves
negocios? ¿Qué presidencia
os tiene mañana y tarde
ocupado en su consejo
y en despachar negociantes?
¡Bien guardárades, don Juan,
un fuerte, como el Alcaide
que dio la daga en Tarifa
a las moriscas falanges (i),
si os excusáis de guardar
im hombre que puede un paje
defenderle en Zaragoza;
no guardas ni capití^nes;
un hombre que por sí mismo
menee (|ue todos le amen!
¿Sufrirán aragoneses
cjue castellanos le agravien?
(Guardadle, no os disculpéis.
Señor, ¿si yo os ei: señase
una carta que me escriln n
en que «licen que a matarnu-
viene de Castilla este hombre?
Con industrias semejantes
intentan U»s enemigos
'1) IIar<^. cnmtiid'i «alfanjes»; así rlitc tatiihi^ii
ti m».; pcio el scnllílo parece rcchaznr la idea de
//.;/ itiui d'ifa II i<»i.,> <illan/ei, «inc Inmliión s<i:i armas.
de los ausentes vengarse.
Leed vos ésta del Rey
de Castilla, y esto baste
para que viváis seguro;
y, por mi vida, guardadle,
que lo merece el Mendoza,
y basta que yo le ampare.
Ai,M. Perdóneme \iiestra Alteza.
• (Vase el Rev.)
¿Hay confusión semejante?
I, a carta quiero leer,
que puede ser que me engañen.
«Habiendo entendido que vuestra
Alteza tiene en su protección a don
Félix de INIendoza, estoy tan agra-
decido como pudiera del Príncipe,
mi hijo, en cuyo lugar le tengo; que
aunque están presos sus mayores
enemigos, no son todos, y le deseo
vida, porque en mi servicio la perdió
su padre. i>
¿Para qué paso de aquí?
•Este crédito es bastante
para contra todo el numdo.
¡Vive Dios, que son maldades
que intentan sus enemigos,
por que en Aragón le maten!
Pues no ha de ser desa suerte,
que tengo de acompañarle,
y perder por él mil vidas,
hasta que se hagan las paces.
Que con esto, a los Mendozas,
que de mí pueden quejarse,
desagravio, pue.s defiendo
al mejor de su linaje.
( í'íí.s-c.,l
(Salen Doña Klvir.^ y Don ]'i:i.i.x./
IviA'i. ¿liso os dijo el Rey?
Wx. No sé
cómo le escuché con vitla;
mas la esperanza lícrdida
en mi propia nuierte hallé.
Que quereros bien no fué
delito, pues se debía
a vuestra hermosura, el ilía
que su Alteza pudo veros.
Que amaros sin ofenderos
es virtud y cortesía.
Solamente os (|uiere liablar.
¿Qué seguridad mayor,
de íjue es honesto su amor.
ACTO SEGUNDO
223
lÍLVI.
Fel.
El, VI.
Fel.
Elvi.
que ser público el lugar?
Kn. la reja habéis de estar.
¿Cómo?; que es trance cruel.
Porque yo vendré con él,
y sois tan discreta vos,
que antes que llegue, los dos
podremos hablar sin él.
¿Cómo puede ser hablarme?
Cuando llegue a preveniros,
y después con los suspiros
que me ha de costar dejarme (i);
que amique quise disculparme
con la lealtad que debía
a quien aquí me tenía,
dijo que su honesto amor
aseguraba el temor
V la sospecha vencía.
Xo, Félix, no me queréis;
que quien amor me tuviera,
o se excusara o muriera,
para no hacer lo que hacéis;
mas ya sé que pretendéis
que no os qviiera, con dejar
que me pueda ver y hablar
un hombre tan poderoso,
que es imposible y forzoso
. lo que vos podéis pensar.
Por lo menos, fué muy cierto
que no os dio celos el Rey,
siendo la primera ley
de amor, aunque esté encubierto,
si os asegura el concierto;
por ser yo quien ha de ser
la que le ha de hablar y ver,
gran crédito os debo yo;
¿mas cómo se os olvidó,
don Félix, que soy mujer?
Amor amistad se nombra,
si no hay celos; que, en rigor,
hxego que camina amor
le van pisando la sombra.
Pero si un Rey os asombra,
a mí no; mas venga a hablarme,
que quiero, con arrojarme
a semejantes desvelos,
enseñar a tener celos
a quien no sabe guardarme.
(Vasr, y entra Ch.vcón.)
Fet..
Señora, señora.
Cha.
¿A quién
llamas?
Fei..
¡Qué buena visión!
Cha.
¿Ya no te agrada Chacón?
Fel.
No sé.
Cha.
Ni tú a mí también.
Fel.
Dame tinta y pluma.
Cha.
Aquí
la pluma y papel está;
mas, ¿qué tienes?
Fel.
Salte allá,
que escribo al Rey.
Cha.
¿Al Rey?
Fel.
Sí;
(i) Xo parece bien aquí el c dejarme». Quizás esta-
ría mejor «dejaros» y sustituir el «hablarme» del pvi
mer verso y el «disculparme» del que sigue con «ha-
blaros» y «disculparos».
y no te vayas, que qtiiero
que le lleves el papel.
Cha. Aquí estaré, si por él
algiina ventura espero.
(Vasf.)
FeL- Quiero escribirle que ya
Elvira licencia dio;
que de quien es, bien sé yo
que de diamante será.
(Comience a escribir.)
Pongo en el prmier renglón
la resistencia; esto a efeto
de que el Rey, pues es discreto,
conozca la obligación.
Afuera siento ruido;
impórtame ver lo que es.
(Viiyase, y entre por la otra puerta el Almirante.)
Alm. Sosegado estoy, después
que aquella carta he leído.
Un caballo quiero dar
a don Félix, de contento
deste desengaño, atento
a que si se ha de guardar
sea en quien lo pueda hacer.
Aquí pienso qtie escribía.
Cartas a Castilla envía;
buena ocasión de saber
sus pensamientos; aquí
sólo tiene dos renglones,
qvie dirán pocas razones.
(Lea.)
Nada más dicen ansí:
«Yo hice mis diligencias,
pero anda con gran ctxidado
el Almirante.» ¿Ha llegado
hombre a tantas diferencias
224
GUARDAR Y GUARDARSE
Cha.
I-iii..
Cha.
Fei.
Cha.
Fki.
Cha.
Fei..
Cha.
de confusión como yo?
Diligencias, claro está
que me hubiera r.iuerto ya,
pues dice que me guardó
m.i cuidado. Escribir quiero,
atites que venga, un renglón.
íFscriba.)
¿Pues ya qué satisfacción
para lo que he visto espero?
Bien está ansí, yo me voy.
(Entran Don Félix y Chacón.)
¿Pues deso te espantas tanto?
De cualquier sombra me espanto,
en el peligro que estoy.
Eran unas cuchilladas
de unos lacayos.
Xo puedo
resistirme, ni estar quedo,
Chacón, en oyendo espadas.
Vuelvo a acabar el papel;
pero, vive Dios, Chacón,
que no sé quién un renglón,
o estoy loco, ha puesto en él.
¿Quién ha escrito aquí? ¿Qué es
En lo que escribes, sería [esto?
doña Elvira.
Xo podía
entrar y salir tan presto.
Aquí dice en im renglón
y otro medio mal juntados:
<'Los caballeros honrados
no hacen al huésped traición. .*
¡Oxte, morena!
Sin duda
que ha conocido mi amor
el Almirante.
¡Qué error!
, Quién de una carta se muda
hasta que esté bien cerrada?
Sabes que dijo un discreto,
que he pen.sado, te prometo,
que fué co.sa bien ])en.satla,
y que es justo (jue la adviertas
]X)T lo que vienes a ver:
que no se habían de hacer
las llaves para las puertas.
Que eran mejores, derííi,
y los candados tamijién,
I>ara cerrrar cartas bien,
en que tal peligro había.
¿Qué males, muertes y engaños
por cartas no han sucedido?
¡Ah, descuido permitido,
que yendo a reinos extraños,
vuelvas veneno en papel
a matar a quien te envía!
I'i';r<. ¡Mal haya el hombre que fía,
Chacón, en ellas y en él,
y bien haya el que inventó
la cifra, y que nadie tema
que no es diamante una nema
que dos papeles juntó!
¡Cuántas honras (i) desconciertan
papeles; cuántos maridos,
que estaban. Chacón, dormidos,
a su ruido despiertan!
Crea el que más se entretiene,
si algún temor le acobarda,
que cuantos papeles guarda
tantos enemigos tiene.
Vamos, que yo te diré
lo que al Rey has de decir,
que ya tiemblo de escribir.
Cha. Bien liarás, porque no sé
que haya peligro mayor.
Fei.. Cuidado será importante,
pues me avisa el Almirante
que no trate mal su honor.
/']-in-;c )
(Entren Doña Ivuvíra y d .\lmiraxte.
Al<M. Vengo, con justa razón,
disgustado y enojado.
EiA'i. ' ¿Es posible que te ha dado
el castellano ocasión?
Ai,M. Hablo al Rey, por no tener
este cuidado en mi casa,
que ya de cuidado pasa
y peligro ])uede ser
de la vida }• del honor,
y en que le guarde porfía.
Ivi.vr. ¿Del honor, vueseñoría
dice que tiene temor?
.\í,M. liQ'H' ha de hacer im hombre aquí;
él galán, tú por ca.sar?
IviA'i. Tu grandeza respetar,
y el valor que vive en nn',
y estar nmy agradecid(}
a lo c|uehas hecho por él.
Ai,.M. Ando, vive Dios, con él,
cuidadoso V divertido.
(i) I'.ii el nni:iii:il i ii!|.io''.(), -liorai». I!ii t-l iifí. est.i
l>irll.
ACTO SEGUNDO
225
No será delito, Elvira,
decir que cuando le hallé
en tu cuadra, imaginé
que, por ventura, te mira;
que en esto no eres culpada.
Kr,vi. Por lo menos, yo no fui
causa de que entrase allí,
mal vestida y peor tocada;
que las mujeres, don Juan,
no gustan de que las vean,
aun los que más las desean,
cuando por tocarse están.
Que no sale una mujer
primero que se matice,
si el espejo no le dice
que puede dejarse ver.
AivM. Si te digo la verdad,
entro y salgo en su aposento,
porque traigo pensamiento
que no me trata lealtad.
Y como con tal cuidado
vino hu}^endo de su tierra,
la recámara se encierra
del señor y del criado,
en la maleta no más.
Confieso que la miré,
y que una joyas hallé.
El, VI. ¿En esas locuras das?
Ai<M. Unos papeles de amores
y este retrato.
E1.VI. Será
de la dama por quien ya
se queja de sus rigores.
Ai,iM. Son dos que se están mirando,
y el uno don Félix es.
Elvi. Sí será.
AlvM. ¿Pues no lo ves?
De ti me estoy admirando.
E1.V1. ¿Por qué?
Ai,M. Porque no le pides;
que no pareces mujer,
en que no deseas ver.
Ei,vi. Mal mis pensamientos mides
con mi valor.
Al,M. Antes creo
que en alguna culpa estás,
pues más sospecha me das
con reportar el deseo.
El, VI. Pues para que no lo estés,
muestra el retrato.
Ai,M. Eso sí.
Elvi. A lo que es virtud en mí
no es bien que otro nombre des.
Alm.
Elvi.
Alm.
Ei,vi.
Al.M.
Elvi.
Dicen que cierta romana,
que un monstruo quisiera ver,
murió de no se poner
una tarde a la ventana.
No es monstruo el que estoy mi-
y si lo es, es de hermosura, [raudo,
¡Qué cabello! ¡Qué blancura!
¡Qué humilde la está adorando!
El tal don Félix parece
que le dice lo que amor,
por lisonja o por favor,
miente, engaña y encarece.
Bien se tocan en Castilla,
mas nunca de mía manera.
Vuélveme el retrato.
Espera,
que el aire me maravilla
con que está puesto el tocado,
y quisiérale imitar,
si me le quieres fiar,
que los celos en que has dado
no te han de hacer descortés.
Otras penas me la dan.
¿De quién?
De cierto galán,
que yo te diré después.
( Vase.)
Como no puede la mai
durar mucho en la bonanza,
ni dejar de hacer (i) mudanza
desde el placer al pesar;
como no faltan desvelos
al cuidado del honor,
así no puede el amor
vivir un hora sin celos.
No me enojara el retrato,
sino imas letras que vi,
de un hombre que para mí
no procedió con buen trato.
Si enamorado venía,
¿para qué me dijo amores,
con que a tan necios favores
me pudo obligar un día?
Basta, que la dama adora;
pues las letras que hay aquí
lo afirman, diciendo ansí:
(Lea.)
«Soy de Blanca, mi señora.»
Pues séalo norabuena,
que no digo yo que no.
(1) Eu el ms. «haber»
2i6
ÜUARDAR V tiUARDAKSi;
HlP.
Elvi.
HiP.
Elm.
HiP.
KlAI.
IIii'.
(Entre DoSa Hipólita.)
Amor, no pensaba yo
que era locura tu pena.
¡Qué necia que me atreví!
Hipólita, ¡qué enojada
que debes de estar conmigo!
¿Parécete que es sin causa?
Por tu vida, que fué burla;
que ni a don P^élix amaba,
ni tuve tal pensamiento;
porque fuera ser ingrata
, a los méritos del Rey,
que aunque burle mi esperanza,
ya es vanidad que conmigo
se murmure que se casa.
Quiere a don Félix, prosigue,
que estarás bien empleada
en caballero tan noble,
que sólo tiene una falta:
que en im retrato que trujo
de ima dama castellana,
por reliquias del camino
y los peligros que pasa,
dice a la margen del suyo,
que con ella se retrata:
«Soy de Blanca, mi señora»,
y es muy linda doña Blanca.
Espera, espera.
Xo puedo.
(Vaic.)
Ya se admiraban mis dichas
que de mayores desdichas
no me sucediese el miedo;
pero, al fin, contenta quedo
de que ésta le haya dejado;
si Blanca celos le ha dado,
que como se ve querida,
trata mal, fácil olvida,
y es necio amor confiado.
Al fin me asegura ya
(Je que le puedo querer;
no es discreta la mujer
que tales licencias da
cuando enamorada está;
que si vuelve, confiada,
en que fué de un hombrL- amada,
como ellos tan p<x'o esjjeran,
puede ser (jue no la (]uieran
y que se quede burlada.
lín toílo vengo a perder;
f|ue si antes celos tenía
de una mujer que quería,
de dí>s los vengo a tener;
(Salai
Rey.
Fei..
Rey.
Fei,.
Rey.
Cha.
Rey.
Cha.
Fel.
Cha.
Hevi
Fei..
F.i,v.
Fei,.
V.-í.v.
pero yo sabré poner
en estado mi afición,
que cuando su condición
la obligue por su mudanza,
a volver a su esperanza,
tenga yo la posesión.
(]'axe.)
en habito de noehc el Ri:v, Don Félix y Chacón.)
No quiero que nadie entienda,
don FYlix, mi pensamiento.
Pues, ¿cómo, señor, le fías
de dos hombres forasteros?
Por esa misma razón,
llega a la reja.
Yo creo
que nos estará esperando.
¿Chacón?
Señor.
Está atento,
y apenas te avise el aire,
cuando... ya entiendes.
Ya entiendo.
Mal conoce vuestra Alteza
a Chacón.
¿Alteza, necio?
¡Ah, sí!; no se me acordaba;
pero no te espantes desto,
qiie llamar a un rey alteza
solamente es privilegio
de damas o de bufones.
Concede amor el primero,
y la locura ci segmido,
.supuesto que humor profeso
tan hidalgo como tú.
(Doña Elvira, en una reja baja.)
¿Sois vos, don l'^élix?
No puedo
pensar cjue soy 3'o, señora,
pues que vengo a .ser tercero
del alma niLsiiui (juc adoro.
¿Eso os entristece?
Tengo
ocasión para matarme.
No os tengo yo por tan necio;
pero decidme: si vos
tuviéredes este ])Uesto,
siendo mujer (c¡ue ])udiera
haceros mujer el cielo),
y os sirviera un castellano,
un extríxño, mi caballero,
un Mendoza, un hombre al fin
de buena traza y discreto,
ACTO SEGUNDO
217
Vvx.
EI.V
Fei,.
Ei.v.
Fel.
Elv.
Fei..
Rey
Fel.
Cha.
Fei..
Cha.
Fel.
Cha.
Fel.
Cha.
o el Rey de Aragón , que tiene
tan altos merecimientos,
que por elección pudiera,
si no lo naciera, vSerlo,
¿a cuál quisiérades más?
Al Rey, señora, confieso,
que en llegando a la razón
no doy lugar al deseo .
Pues decid que llegue aquí;
que yo, por vuestro consejo,
quiero más al Rey que a vos.
¿Qué decís?
Esto.
¿Qué es esto?
Que le llaméis.
Y es muy justo
que castiguéis con desprecio
a quien le trujo a que os hable;
mas contra el poder y el tiempo,
¿qué resistencia han de hacer
la desdicha y el silencio?
Bien podéis, señor, llegar;
licencia tenéis
Yo llego.
¿Duermes, Chacón?
No, señor;
despierto esto3^ que no pienso
que tengo tan buena fama,
y más en oficio nuevo,
que pueda echarme a dormir:
ni cuando t\\ velas duermo.
Duerma el rico, el que no debe,
el desposado, el contento,
el que ha tenido en favor
la sentencia de su pleito;
mes no duerma el que anda al lado
del Rey.
Dudé si eras necio (i),
y eres filósofo ya.
¿Qué tenemos?
Vengo muerto.
¿Tiráronte algún suspiro?
Elvira, con gran despejo,
me dijo que ai Rey quería.
Serán de Hipólita celos,
si sabe lo de las joyas;
que hoy he sentido revuelto
cuanto en la maleta estaba,
y el otro día me dieron
a la bota que tenía
a la cabecera, un beso.
(i) ICn el ms., <i¡ Apártate, necio!
Fel. Las damas no beben vino.
Cha. Ya lo beben en secreto,
como los moros, y hallaron
para en público un remedio.
Fel. ¿Cómo?
Cha. a la mesa les trae
un paje vino encubierto
en un búcaro de barro,
porque no siendo tudesco
«no lo conozca Galván .»
F'EL. Un hombre viene; ¿qué haremos?
(Salen el Almirante, de noche, y Tello.)
Alm. ¿Qué, tan tarde no ha venido?
Tell. El y su bravo escudero
se armaron: Chacón, de vino,
y de una cota su dueño;
con esto salieron juntos.
Alm. En buen cuidado me ha puesto
el Rey, pues no he de acostarme
hasta que sepa que ha vuelto.
Ya siento más aguardalle,
que guardalle; ¿qué es aquesto?
Fel. ¿Oye hidalgo?
Alm. ¿Qué me quiere?
Fel. Pase adelante.
Alm. No puedo,
que vñ'O aqiií.
Fel. Pues haránle
pedazos.
Alm. ¿No ven que tengo
esta espada y estas manos?
Fel. ¿Es el Almirante?
Alm. ¡Ah, perro (1),
qixe me vienes a matar,
y me has venido siguiendo!
FÉL. Mira que don Félix soy.
Rey. Ya no tengo sufrimiento;
Almirante, sosegaos.
Alm. ¿Quiénes?
Rey. El Rey; y estad cierto
que deseo vuestro honor.
Alm. Yo, señor, así lo creo.
Rey. Don Félix y yo salimos
solamente a entretenernos,
y os venimos a buscar;
llamamos, y nos dijeron
que no estábades en casa.
Alm. Ya, para el servicio vuestro,
me tenéis aquí.
(i) Kn el ms.
«¡Ay, cielos!
¿tú 111c vicne-S amatar?»
GUARDAR V GUARDARSE
Rey.
Alm.
Fhi..
Cha.
Pues varaos.
¡Qué confusión!
¡Oué remedio
tan discreto!
Más le envidio
que el ser Rey, el ser discreto.
ACTO TERCERO
DE GUARDAR Y GUARDARSE
PERSONAS DEI, ACTO TERCERO
El Ri-v.
Don Félix.
El Almirante.
DoSa Elvira.
Doña Hipólita.
IXÉ.S.
Cn.\cÓN.
Tello.
Ramiro.
(Salen el
Alm.
Ram.
Alm.
Tell.
Alm.
Ram.
Alm.
Tell.
Alm.
Ram.
Alm.
R.vm
Alm.
Ei:l.
Tell
Fel.
Tell.
I- EL
Tell.
I-KI.
Almirante v criados, con la espada la capa
y un espejo; Tello y R.\MiRo.y
;Que el Rey envía (i) a llamarme?
Sí, señor.
¡Qué necio vienes!
Notables tristezas tienes.
Es imposible alegrarme.
Hace fiestas Zaragoza
a los años de su Alteza.
Yo, exequias a mi tristeza.
¿Quieres caballo o carroza?
( Vase Tello.)
Saca, Tello, el alazán;
llega el espejo.
Xo des
que decir; advierte que es
día de salir galán.
¿De mí qué pueden decir?
Que andas triste.
No te espante.
(Entren Tello v Don Félix.)
;I/jváiitase el Almirante?
Ya .se acaba de vestir.
Estará muy enojado.
De las cucliilladas, no;
IK-ro de que al Rey halló,
e.stá quejoso y turbado.
Qué buena del>e de ser
la espada con que rcñfas!
ivs la iiiL-jor «le las mías.
¿Muestra a ver?
^Quiéresla ver?
(U I-u el orixinsl imprc-Mj, «vcaia» i;a el iiis. está
hicn.
(Saca la espada Don Félix.
Es la hoja del mejor
maestro que hay en Toledo.
(El Almirante ve la espa la en el espejo.
Ar.M. ¡Oh, traidor, que ya no puedo
sufrirlo!
FÉL. ¿Quién es traidor?'
Alm. En el espejo te vi
sacar para mí la espada.
Tell. ¿Señor?
Alm. No me digas nada.
FÉL. ¿Yo la espada para ti?
Alm. ¿No la estoy mirando yo,
pues, como en medio del día?
FÉL. Advierta vueseñoría
que Tello me la pidió.
que la hoja quiso ver.
Tell. Sí, señor, yo la pedí.
I'^ÉL. Corrido estoy que de mí
puedas sospecha tener;
que si con el Rey venía,
yo no sé su pensamiento,
ni es para ningún intento
matar a vueseñoría.
Si soy huésped importuno,
hoy lo dejaré de ser;
que a mí no me ha de tener
por sospechoso ninguno.
Alm. Tristezas, don Félix, son;
perdonad, que estoy de suerte
que todo me da la muerte,
todo pienso cjue es traición.
No os espante mi aspereza,
pues sois de mi mal testigo;
sufrid, sufrid a un amigo
efectos de su tristeza .
(Vase, y los criados con él.)
I'ÉL. Confuso pensamiento,
ya que no esperas dicha
.sobre tanta desdiclia
no puede hab^-r tormento;
(jue el fin de la esperanza,
tiene e.ste bien, que es no esperar mu-
Pensé que al Almirante [danza.
causaba yo desvelos;
y son del Rey los celos;
(le doña lílvira amante,
el seso le ha (|nitado
la fuerza dd i>oder y del cuidado.
Y a nu', no menos fuerte
rigor de sus enojos.
ACTO TERCERO
229
delante de mis ojos
que ya no esperan verte,
pues no hay hombre tan necio
que se atreva a esperar sobre un
[desprecio.
(Chacón entre.)
Cha. Kn estando e) dueño loco,
toda la casa lo está.
l-F.i.. ¿Vienes como sueles ya?
Cha. Todo te parece poco.
FÉL. ¿Fues qué tenemos?
Cha. ¿Después
que entra Inés en tu aposento,
no sé con qué pensamiento
todo lo re\Taelve Inés?
FÉi,. íQy^^ escritorios tengo 30,
o qué pinturas?
Cha. Xo sé;
el cofre revuelto hallé,
que doña Elvira nos dio,
y el retrato de quien sabes,
con unas letras detrás.
Vi'X. ¿Letras muestra?
Cha. Es por demás
en casa ajena echar llaves.
FÉr.. Xo las puso Inés aquí.
Cha. ¿Pues quién, señor?
FÉi,. Su señora,
que después que al Rey adora
se cjuiere burlar de mi.
^Lea.)
«Doña Blanca es esta dama;
así su galán lo quiere;
por si acaso se perdiere,
que sepan cómo se llama.»
Cha. Celos andan por aquí;
con el Rey te los ha dado.
FÉi,. El retrato lo ha causado;
escucha.
Cha. ¿Hay más?
FÉL. Dice ansí:
(Lea.)
«El galán que la enamora
no será de doña Elvira,
pues dice cuando suspira:
soy de Blanca, mi señora.»
Cha. Declaróse; celos son.
FÉi,. Celos, Chacón, o desprecios,
no quiero encuentres tan recios
en la primera ocasión.
Xo cjuiero andar cuidadoso,
después de ser despreciado.
Cha.
FtL.
Cha.
FÉL.
lha.
HiP.
Cha.
Hip.
Cha.
F:ip.
Cha.
HiP.
Cha.
Hip.
Cha.
Kip.
cha.
HiP.
Cha.
FIlP.
Cha.
con un Rey enamorado
y un Almirante celoso. .
Las paces ya con don Sancho
no debieron de hallar medio;
busquemos a mi remedio
otro camino más ancho.
Licencia voy a pedir
para irme a Xápoles hoy.
¿Hoy?
X'o sabes ya quién soy;
hoy me tengo de partir.
Dale a Hipólita esa caja,
y busca postas al punto.
Xi respondo ni pregunto.
El cofre a su dueño baja,
y acomoda en la maleta
parte de mi ropa blanca.
(Vase)
¡Que aun pintada, doña Blanca
nos persigue y inquieta!
¿No estábamos bien aquí?
¡Cuánta verdad viene a ser
que desdichas por mujer...
(Sale Doña Hipólita.)
Xo lo digas.
Xo por ti.
¿Pues de quién las quejas son?
De Elvira, por quien nos vamos
a Xápoles.
¿Cómo?
Andamos
en «Lucas y tentación».
¡Bien pronim ciado latín!
Soy lacayo de romance,
basta que a saber alcance
a conjugar un rocín .
Xo hayas miedo que se vaya.
Si el miedo es duda, no creo
que le tendré.
Mi deseo
más me anima que desmaya,
porque me vengo de Elvira.
Esta caja me mandó
restituirte, en que 30
conozco que no es mentira.
¿Muestra a ver?
Xo falta nada
de lo que diste y me dio.
Xo miro las joyas, no (i).
¿Pues qué miras, si guardada
estuvo siempre con llave?
(1) L^n el ms. «yo»)
230
GUARDAR Y GUARDARSE
HiP. Miraba si viene aquí
aquel alma que le di.
Cha. Alma de p^cho tan grave,
¿cómo pudiera caber?;
iréselo a pregiuitar;
pero ni él la ha visto dar
ni tú la verás volver.
No hay amante que no diga
esto del alma, en que siente
las penas de amor y miente,
que sólo el cuerpo 1? obliga.
Pero dime cómo son
las almas de las mujeres,
p>orque hay muchos pareceres.
HiP. Yo tengo por opinión
que son de firmes diamantes.
Cha. ¿Pues por qué dicen mal dellas
los hombres, si por vencellas
las labran con semejantes?
Hir. Porque las quiere el mejor,
si olvida sus beneficios,
fáciles para sus vicios
y finnes para su honor.
Cha. Voime por no responder,
y porque voy a buscar
postas; adiós.
( Vase.)
Hii\ No hay pesar
que no traiga algiin placer;
si envidia pude tener
de la ventura de Elvira,
ya con saber que es mentira
me consuelo en tanta pena;
porque si es grande la ajena,
menor la propia se mira.
Para nn' no fué mudanza
irse don Félix; fortuna,
porque no temió ninguna
(¡uien nunca tuvo esperanza.
Castigó la confianza
de IClvira, amor con ausencia;
vana fué su diligencia,
íjue dicho.so vÍL-ne a .ser
quien no tiene (jué perder,
pues no ha menester paciencia.
Yo te agradezco, de.sílén,
que fueses tan desigual,
inxes no hay mal que iguale al mal,
fie haber teniflo algún bien.
Amor, ya no hay bien ¡xír quien
con triste au.seiicia me j)enes:
si contra mis bienes vieiu-s,
que más presto, aunque mortales,
olvida el tiempo los males
cjue la memoria los bienes.
(Salen Do.^a Elvira t- I.vé-í..
Elvi. Hipólita lo sabrá.
Inés. Pues pregiintaselo a ella.
Elvi. No quiero informarme della.
Inés. Bien dices, vengada está.
HiP. ¿Vienes a ver si se va
don Félix?
Er.vi. ¿Yo, para qué?
Que se vaya o que se esté
a raí no me importa nada.
HiP. Pues si estás tan consolada,
haz cuenta que ya se fué.
Er.vi. Si tú no lo sientes más
que yo, Hipólita, lo siento,
asegura el pensamiento
de la sospecha en que estás.
íiiv. Si tú crédito me das,
verás que no tengo acción
al rigor desta ocasión;
pues en aquesta mudanza,
nunca tuvo mi esperanza
sospechas de posesión.
Y que lo sientas, Elvira,
o no lo sientas, a mí
no me va nada, que a ti
este desengaño; mira,
por Blanca Félix suspira;
eso de Italia es fingido;
su blanco por Blanca ha sido
Castilla en esta ocasión,
que en los montes de Aragón
no nacen hierbas de olvido.
(]'asr.)
lü.vi. ¿De qué .sirve, Inés, querer
disimular el dolor,
que no es posible que amor
paciencia pueda tener?
¿Xo has visto la agua romper
la presa cuyos enojos
lleva también los despojos?
pues así mi amor ha sido,
<|ue del alma detenido
rompe la presa a los ojos.
De celos de aquella dama,
que suele quien los padece
imaginar que aborrece,
y lo que adora desama,
tuve encubierta la llama
con fingida resistencia,
hasta íjue llegó la au.seiicia,
ACTO TERCERO
231
Inés.
El VI.
Inés.
Elvi.
Inés.
Elvi.
VÉL.
Rev.
FÉL.
como suelen, recibidas,
no sentirse las heridas
hasta acabar la pendencia (i).
Ya es tarde para fingir:
a Félix adoro y quiero;
él se parte, yo me muero ;
pues ¿qué remedio? morir.
Necia he sido en resistir
mis celos, cuyos respetos
producen tales efetos,
si amor se aumenta después;
porque es imposible, Inés,
ser celos y ser discretos.
Agora que al Rey has dado
esperanza de favor,
sales con tener amor
a qvden de ti despreciado
se parte desesperado;
y después que le escribiste
tan libre, y del burla hiciste.
]Mal sabes la condición
de los celos; ¿por qué son
risas falsas de hombre triste?
Cuando veas a quien ama
con celos reirse, advierte
que el corazón de otra suerte
tiernas lágrimas derrama;
porque la celosa llama,
cuando quiere bien, a quien
trata con falso desdén,
es juez en tribunal:
que al preso que trata mal,
quiere sentenciarle bien.
¡Ay, Dios, Inés, quién pudiese
detenerle!
Bien podrás,
si lo que diciendo estás
de tu misma boca oyese.
Pues aunque a mi honor le pese,
hoy le pienso detener.
Del Rey, ¿qué piensas hacer?
Desengañarle en rigor,
porque sólo con amor
no es poderoso el poder.
(Salen el Rev v Don Félix.
Con razón os maravilla
el dejar a Zaragoza.
¿Son, por ventura, Mendoza,
soledades de Castilla?
Bien pienso que vuestra Alteza
REY.
FÉI<.
no juzga a descortesía
de la merced que me hacía,
ni a ingratitud la presteza
con que me quiero partir
a Ñapóles, si es testigo
de un poderoso enemigo
que me intenta perseguir
en la Corte de Aragón;
advirtiendo, ¿qué hiciera
si a la de Castilla fuera?
Pues, don Félix, ¿qué ocasión
os mueve a salir de aquí,
y dónde vais que tengáis
mas seguridad, si estáis
como amparado (i) de mí,
guardado del Almirante,
y a entrambos debéis amor?
Oid y veréis, señor,
si es a mi vida importante.
Otra vez, Pedro üivicto, mi esperanza
en tantas confusiones importmias,
por ver si hallaba en su rigor mudanza,
os hice relación de mis fortunas;
agora, con mortal desconfianza,
aunque pudiera remediar algunas,
\'uelvo a decir mi pena y mi partida,
último canto de mi cisne vida.
Que los hombres, señor, tan bien nacidos
aguan la sangre cuando son ingratos
a tantos beneficios recibidos,
ni puede haber honor con falsos tratos;
los Príncipes, ¡oh Pedro!, esclarecidos,
de sus mayores ínclitos retratos,
verdades quieren, porque son verdades
coronado blasón de majestades.
Yo vine, como os dije, de Castilla
hasta la raya de Aragón, huyendo,
por la razón que a tantos maravilla,
cuando su Rey me estaba defendiendo;
y de un arroyo, en la esmaltada orilla
de aziües lirios, que le están bebiendo
las limpias aguas, para ser mayores
o guarnecer de perlas sus colores,
I en hábito de rica labradora
hallé con otra dama a doña Elvira,
sol de mis ojos y del cielo aurora,
que las espaldas de la noche mira;
si vence amor, si mata, si enamora,
si lo del arco v flechas no es mentira.
(i) Esta décima está tachada en el n\í.
(1) .\si rn el ms.: perc está tnciíado el «apart.ido»
que dice el impreso. Harlz. había ya corregido «am-
parado»
23.
CUARDAR Y GUARDARSE
tu mí se vio. pues üei^de eutouces creo
que soy amor, y amor es mi deseo.
Lleváronme a su casa, al pie de lui nidute,
jardín y recreación del Almirante,
cuando con líneas de oro el horizonte
bañaba el sol en púrpura flamante;
mas porque no es razón que me remonte
a digresiones, como tierno amante,
hallóme hablando con Elvira el día,
que ella alumbraba y él anochecía.
Aquel pliego que os di, me dio partiendo;
y cuando ya el caballo me esperaba,
♦Pésame de que os vais», dijo encubriendo
el nombre que saber solicitaba;
mas cuando yo por su hermosura ardiendo
de verla más, desconfiado estaba,
en la misma posada que me distes,
hallan su luz mis esperanzas tristes.
SoUcito su amor, y al fin merezco
que favorezca el pensamiento mío;
hablo con vos, y oyéndoos ennmdezco,
que pues la amáis, amarla es desvarío;
mandáisme hablarla, y mi persona ofrezco;
y cuando de la noche el manto frío
la tierra viste de suspensa calma,
a ver a Elvira me lleváis sin alma.
Pásela toda en ansias y suspiros,
iludas, temores y congojas tristes,
pues que no era traición (i) querer serviros,
(jueriendo lo que vos también quisistes,
sin esto que me obligan a advertiros
quién .soy y las mercedes que me hicistes,
hay mucho que pensar del Almirante,
celoso del poder de un Rey amante.
El está loco, y con temor y celos,
piensa que vos matarle habéis mandado,
y guárdase de mí con mil recelos,
de fjue ])or esto soy vuestro privado;
y llegan a tal punto .sus desvelo.*;,
que me busca las armas con cuidado;
melancólico al fin, trai(lf>r me nombra;
huye y se espanta de su misma .sombra.
Con esto, ;cómo puedí) persuadirme
seros a vos traidor y al Ahnir;uite, j
¡mes mal puedo olvidarla sin j)artirme?; |
que nadie olvida la rxia.'iión delante; I
si en N'ápoles os sirvo, divertirme; i
lejos de España, juzgan importante i
mis breves dichas, para cuya au,s( ncia
l>erdón os pide amor y yo lie ncia
(I) .\f>i en el ni". VA imprcHodiic: •jniis rs ser li li-
;''n« Harlz. cniíitnd''): «priuínndo .<icr tr.'iii.if'iii».
In-EY. Yo os agradezco, don Félix,
resolución tan hidalga,
y el haber con tal respeto
guardado a quien soy la cara;
pues venerable a los hombres
queréis volver las espaldas
a tanto amor fugitivo,
a \-uestra querida patria.
El mío os ofrezco al premio,
con oficio para Italia,
que conozcáis de qué .suerte
tales servicios se pagan.
Xo os vais hasta que os avise;
entretanto que os despachan,
y porcjue viene don Juan,
tomad de un Rey la palabra;
¿qué, no os partiréis quejoso?
FÉi,. De vuestras reales plantas,
beso mil veces la tierra. (Vase.)
fSale el Almirantk.)
Ai.M. Díjome que me llamaba
vuestra Alteza, don Ramiro.
Rey. Mucho, Almirante, me espanta
que os caUvSen tantas tristezas
imaginaciones vanas;
dícenme que habéis perdido,
no digo el seso, que basta
la prudencia que habéis dado,
en imaginar que os matan;
cualquiera espada os asombra,
y siendo tan noble espada
la de don l'"élix, anoche
la culpáis de que os agravia.
Si tales melancolías
proceden de ser la causa
el servir honestamente
im Rey mozo a vuestra hermana,
volved en vos. Almirante,
no perdáis la confianza;
que si en Palacio estuviera,
.servirla yo fuera honrarla.
Aquí sirve don línrique
a doña Ana de Moneada,
el Conde de Ribagorza,
a doña Sol de Peralta;
don Lorenzo de Aragón,
a la lu-rmosa doña | nana
de Toledo, y don Ramiro,
con .ser casado, a Ca.sandra
y otros nuichos desta suerte,
con la lionestidad f|ue tratan
los nol>les tales .sujetos.
ACTO TKRCERO
233
Al.M.
At.í, iiu ciía que üan/.uba
aquel Rey de lugalaterra
con la dama que dio causa,
cayéndosele la liga,
a la Orden que hoy se llama
la Jarretera, con letras
que su honesto amor declaran :
<iMal le venga a quien mal piensa» (i);
que yo sabiendo que pasan
de la razón vuestros celos,
qui<»ro de servir dejarla.
V para seguridad,
que vos llevéis la embajada
a Portugal, de mis bodas
que con su Infanta se tratan.
One más me importa mirar
por la vida y por la fama
de un vasallo como vos,
que biza^-rías ni galas.
Que pocos años perdonan;
porque en guardando una dama
pad'-e, marido o hermano,
¿no hay amor como de jalla?
Mil veces? invicto Pedro,
beso esa mano, que basta
al cetro de los polos,
que el sol apenas abraza.
Donde estás, si es globo el nnuulo,
pones las heroicas plantas.
Ruego a Dios que el mundo pongas
sobre el antípoda opuesto (2),
a quien las minas indianas
besen con doradas bocas.
One yo, si mi vida alcanza
donde pide mi deseo,
haré en tu servicio hazañas
que pongan admiración
a las edades pasadas.
Iré a Portugal contento,
con la mayor arrogancia
de ostentación, de riqueza,
que haya celebrado España.
Traer a mi costa quiero
su Serenísima Infanta,
Reina nuestra y de Aragón,
que ya su venida aguarda.
Pero, señor, bien sabéis
que no es justo que mi hermana
quede sola, hermosa y moza,
al gobierno de mi casa.
(1) F.sta anécdota inglesa falta en el ms.
(2) Falta un verso antes de éste.
Casarla quiero piinitro,
si dais licencia, que tratan
su casamiento en Castilla
los Zi'iñigas y los Laras.
Resolverme pienso luego,
y a quien gustárades, dalla;
que no tengo condición
para hacer ausencias largas.
Rev. Pienso que no es menester,
que yo la tengo casada.
Ai,M. ¿Casada, señor? ¿Con quién?
Rey. Con el Marqués de Miralba.
Alm. No le conozco, señor.
Rey. Es un Estado en Italia
de gran calidad y hacienda.
Al,M. ;Pues cómo puedo llevarla
a Italia, si me mandáis
ir a Portugal?
Rey. Casadla,
y He várala su esposo.
Al.M. ^Cómo su esposo, si tarda?
Rey. No tardará, que esta noche
le tendréis en vuestra casa,
que ha de llegar por la posta;
vos, entretanto, adornadla,
que ha de ir conmigo el Marqués.
Al.M. Quisiera tener mil almas
que ofrecer a vuestra Alteza.
Cumpla el cielo la esperanza
que de vos tiene Aragón
y que envidia toda España.
(]'aiisc.)
(Salen Don Fkt.ix y Chacón.)
FÉL. ¿Está tcdo prcv»nido?
Cha. Es tan poca nuestra ropa,
que, por tierra, viento en popa,
pudieras haber partido.
Estoy agiiardando a Inés,
que la dobla y la perfuma.
EÉi<. Yo me voy; mas no presuma
que podré vivir después.
Respetos de una Corona,
causa de mi muerte fueron.
Cha. Seis galeras me dijeron
que estaban en Barcelona.
I" Él,. ¡Plega al cielo que la mar
me anegue!
Cha. No, plega a Dios,
que vamos juntos los dos,
y no me quiero pasar
por agua, que no soy huevo;
tú, sieres buen nadador,
-34
(.LARDAR V GUARDARSK
1-ÉI..
Cha.
FÉL.
Cha.
I-Éi..
Cha.
l-í:i..
LHA.
Jki..
rí;i..
Cha.
I.IAI
Cl:A.
echa en remojo tu amor,
como aquel pobre mancebo
que quiso beberse el mar,
que tantos locos anega;
porque yo en una bodega
pienso mandarme enterrar.
¡Plega a Dios que multiplique
su furia el mar, de manera
que se pierda la galera
y todo se vaya a pique!
Por el hisojx) bendito,
que te has de ir solo.
Xo quiero
vivir.
Yo sí.
Va no espero
vida; morir solicito.
¿Cómo morir? Ni lo nombres;
vive este poco que ves,
que hay grande tiempo después
para estar muertos los hombres.
Cuando en mi sepulcro veo
de mármol mía figura,
que ha dos mil años que dura
con sus armas y trofeo,
y fué su vida sesenta,
aconsejo a mis amigos
vivan despacio.
Enemigos,
celos, levantad tormenta,
aunque me llevéis a Argel.
¡Vive Dios, de no ir allá!
¿Chacón cautivo?, no hará
presa en mí Zayde Arambel.
¡Oh, agua! ¡Oh. nieves! ¡Oh, hielos!
¿Cuándo un hombre fué por vino
camino de Argel?
Camino
del infierno son los celos.
(Sale DoSa IClvika.)
¿Qué maldiciones .son éstas,
señor don I'élix?
Señora,
al mar en que van agora
niLs esperanzas dispuestas
a dar a mi vida fin.
Deten un «lescs^K-rado
amante, pues lias llegado
a tal tiemjK). seraíúi.
. \'o, cómo?
¿Pue."- fjué mujer
no salx". desíle rjue nace.
cómo este enredo se hace
de ablandar y detener?
Etvi. Si yo pudiera. Chacón,
¿dudas tú que yo lo hiciera?;
pero si Blanca le espera,
¿no ves tú que no es razón?
Cha. iQ"é Blanca, ni calabaza,
si está en Toledo, y nos vamos
a Ñapóles!
FÉi,. No llevamos
para ser amigos traza,
queriendo al Rey en que adora
la señora doña Elvira.
El. VI. De celos fué la mentira;
que lo que yo quiero agora
es rey de mi pensamiento,
que no es el Rey de Aragóii.
FÉi.. ¿Burlas en esta ocasión,
Argel de mi entendimiento?
Fi.vr. No son burlas, sino veras;
porque en llegando a perderte,
serás, Mendoza, mi muerte.
FÉi,. ¿Matarme otra vez esperas?
Elvi. ¿Pues cómo soy yo tu muerte?
FÉl,. Porque el irme aborrecido
es menos mal que querido,
siendo forzoso perdeite;
que aborrecido \\u amante,
más presto consuelo intenta;
que si querido se ausenta,
no hay tormento sem -iant-í
El VI. ¿Forzoso?
Fki.. Sí, porque al Rey
le dije que te adoraba,
y por eso nic ausentaba.
Ei.vi. ¿y cuál es más justa ley:
quererte a ti por marido,
o al Rey por galán?
I'í;i,. ¿Qiit^' haré.
Chacón? Pero no podré
quebrar lo que he prometido.
Voime; adiós.
Cha. Vuelve a mirar
aquellos ojos, señor.
Fíl.. ¿Seré «1 primeio traidor,
(]ue suiK) amor disculpar?
¿No e.stán las historias llenas
de engaños y desleallades?
;Pues qué temen mis verdades?
¿Qué más pena (¡ue mis ¡)enas?
Vuelvo a verte... Mas no pued(í
ser traidor y ser quien soy.
Adiós, mi bien, yo me voy.
ACTO TERCERO
235
Ki.vi. ¡Ingrato!; quejosa quedo
de tu crueldad.
Cha. ¿Xo te uuieven
aquella perlas herniosas,
que en aquel jardín de rosas
dos cielos de niñas llueven?
Fei,. ¿Cielos de niñas, Chacón?
Cha. ¿Xo las ves hacer pucheros?
Fki,. Ojos, traición es perderos;
mas si quedarme es traición,
el quedarme dificulto,
y el irme si ingrato soy.
Cha. Para conjurarte e.=toy,
señor, en lenguaje culto,
por aquel candor brillante
que viva luz y alma ostenta,
con que canoro se argenta
el piélago naufragante
que de sus, te duelas, ojos.
Ahora bien, ojos serenos,
yo os quiero dar, por lo menos,
vida y honor en despojos;
dadme esa mano de ser
mía y el poder me mate.
El Rey es rey, cuando trate
de hacer espada el poder,
apelar a sii grandeza.
Pues ya tan estrechos lazos,
confírmense con los brazos .
Córteme el Rey la cabeza.
(Sale Doña Hipólita.)
¡Bien, por mi fe!
¿Oué te admita?
¿Xo me pviedo despedir?
Puedes; pero no decir
que le aborreces, Elvira,
acuérdate que dijiste:
«quiere a don Félix>), haciendo
burla y libertad fingiendo;
por desprecio me le diste.
Er.vi. Era liberal y franca,
como quien celosa está.
Hip. ¿Y doña Blanca, qué hará?,
que es muy linda doña Blanca.
Cha. «Doña Blanca está en Toledo
labrando»...
HiP. Déjame hablar,
Cliacón, pues me dan lugar
para que les pierda el miedo. — .
¿Eres til la que estimabas
al Rey?
Ei,vi. Y agora también.
FÉr..
El, VI.
FÉi..
HiP.
El, VI.
HiP.
HiP. ¿Pues cómo abrazas a quien
por el Rey menospreciabas?
Ei^vi. Porque a quien viene o quien parte,
de justicia se le deben
los brazos.
Hip. ¡Mucho se atreven
tus nmdanzas a culpaite.
Mal cumples con tu nobleza,
siendo la mayor el dar,
porque volver a tomar
lo que se ha dado, es bajeza.
Mas no pienses que yo estaba
segura de que tenía
a don Félix, que sabía,
y sé, que a ninguna amaba,
si bien puede ser que agora
te quiera; así el tiempo obliga,
y aquel retrato no diga
«soy de Blanca, mi señora».
Extraños los hombres son;
pero que me maravilla
que a volvmtad de Castilla
valgan fueros de Aragón.
Y tú, que a olvidar y a amar
de su mudanza aprendiste,
¿cómo las joyas volviste,
si te habías de quedar?
Bien la vohmtad pagaste,
ya que a quedar te resuelves;
pues amiqiae las joyas vuelves,
con la mejor te quedaste.
Pero no hay de qué me espantes,
si igualmente nos olvidas,
porque son muy parecidas
las almas a los diamantes;
que el precio grande a que viene
más la estima que el valor,
hace mayor o menor
entendellos quien los tiene.
FÉr<. Hipólita, si por mí
tengo de hablar, oye atenta
lo que tui hombre loco intenta;
oye y vengaráste ansí:
Si en el instante que vi
a Elvira, fué su beldad
alma de mi voluntad,
no fué agravio no quererte;
pues ya cuando quise verte,
instaba sin libertad.
Si yo dos almas tuviera,
así tu lealtad me admira,
diera la primera a Elvira
y la segimda te diera.
2^6
GLARDAR Y GUARDARSK
lUv.
Vi.í.
AlM.
1 Ti
Al.M.
Una tengo, considera
que no la puedo partir;
ya no te puedo rendir
deeta victoria la palma,
que siendo espíritu el alma,
¿quién la podrá dividir?
La que dices que me diste
y entre las joyas no hallaste,
es porque no la buscaste
con la atención que pudiste;
que cuando darla quisiste
y no la pude querer,
,qué cargo puedes hacer
de que no te la volví?;
que si no la recibí,
¿cómo la puedo volver?
Si Klvira, celosa un día,
n'.e dio y hoy vuelve a quitarme,
dime, ¿cómo pudo darme
si entonces no me tenía?
Xi darme sin mí podía;
que cuando darme intentó,
de su alma me sacó,
aunque calosa me daba;
y pues fuera della estaba,
no era suyo entorices yo.
Son los celos inhumanos,
como niños que se enojan;
que aunque lo estiman, arrojan
lo que tienen f^n las manos.
Ansí con enojos vanos,
arrojóme Klvira un día;
pero como yo sabía
que eian niños sus enojos,
acallé las de sus ojos
con darle lo que quería.
Bien te .sabes disculpar,
si mi voluntad quisiera.
¿No basta para venganza
ver (jue mi locura intenta
querer lo que quiere lUi Rey?
(Sale (I .Ai.MiKANTi;.)
¿I^htá arpií don l-\-lix?
I Ai y a
.1 tiempo vuesc Coria,
que estoy trazando mi ausen<ia.
Ya no será para Italia;
agradi (•( dnu- las nuevas;
a Castilla volveréis,
porque cstáii las paces hechas.
Don Sancho, vuestro encmii'o,
ca.sado en Tole<U> que<la
Ül.vi.
I'iii..
Hip.
Alm.
Cha.
Thl.
(l'ílUSt
EI.VI.
Al.M.
líI.VI.
Hii'.
Ei.vi.
Al M.
con vuestra hermana, y el Rey
os casa con doña Hiena,
su hermana: que desta .sutite
las amistades concierta.
Dale el parabién, Elvira,
al señor don Félix.
Sea
parabién, señor elon Félix.
Xo acierto a daros respuesta.
Yo también os quiero dar
el parabién; no me pesa
como Elvira, no le goce
de que cualquiera le tenga.
Id a palacio, don Félix,
que os aguardaba su alteza
para daros estas cartas. •
Señor, ¿qué nueva tormenta
es ésta que se levanta?
Tú casas con doña Elena
y elon Sancho con tu hermana.
¿Estas son paces o guerras?
Desdichas son que me siguen;
pero primero que veas
que yo pierdo a doña Elvira
y con Elena tan fiera
me caso contra mi gusto,
aunque el Rey me hiciese fuer /a,
habrá estrellas en la mar
y flores en las estrellas.
los (ios. Queden el Ai.mik.antk, I-Ii.vika í Hi-
róLiT.\.)
Como esto adelante pase,
¿ya no tendrás qué temer?
¿Xo estás contenta de ver
cjue este don Félix se case?
¿Xo te alegras de que ya
salga desta casa, Elvira?
Xi me alegra ni me admira.
Muerta doña Elvira está;
hoy se han vengado mis celos.
¿Cansábate mucho a ti?
I{n sacármele de aquí,
gran bien me han hecho k)s cielos.
Pero ¿cómo no te digei
lo que más te importa, Jílvira,
y lo que más mi honor mira?
Declaróse el Rey conmigo.
I'.nvíame a Portugal
a tratar su casamient<\
vi( ikIo que el servirte siento,
por M>r el fin desigual;
pero pídole ])riiuer<),
ACTO TERCERO
237
Klvi.
HlP.
Er.vi.
Hip.
para casarte, licencia,
que de estar sola en mi ausencia
los peligros considero.
Responde que te ha casado,
Klvira, con el Marqués
de Miralba; pienso que es
en Ñapóles, y admirado
digo que espetar no puedo
a que venga, y respondió
que está en Zaragoza; y yo,
si te digo la verdad, quedo
imaginando que es él
el Marqués con quien te casa;
porque dice que a mi casa
vendrá esta noche con él.
Y no he visto en la ciudad
tal hombre; es mozo, y amor,
como sabes, es furor
en que da la voluntad.
En fin, el que fuere sec.;
yo no puedo replicar.
Haz la casa aderezar,
de manera que el Rey crea
que imaginamos que es él;
}• no me repliques nada,
pues (i) has de quedar casada
con el ]Marqués o con él.
Hoy, al fin, te has de casar;
porque al gusto de los reyes,
no hay más respuesta er las leyes
que obedecer y callar.
(\'ase.)
fOué es lo que pasa por mí?
¿Habrá en el mundo paciencia
que pueda hacer resistencia?
¡Lástima tengo de til
De mi fortmia cruel
conozco el mísero estado,
Hipólita, en que has llegado
a tener lástima del.
Que no hay mayores testigos,
de que es el mal desigual,
como ver que llega el mal
a lastimar enemigos.
Xo me bastaba perder
a don Félix, sin casarme
con quien no he visto y llevarme
a Italia.
Bien puede ser
que sea el Rey, y siendo ansí,
quejarte es notable error.
Er.vi.
Teij..
HlP.
Tell.
Ki,vi.
Teij,.
HiP.
Tei.l.
IXÉS.
Cha.
:xÉs.
Cha.
Tell.
Inés.
LHA.
I.N'ÉS.
Cha.
Inés.
LHA.
(1) Fn el nip. «que hoy»
El gusto es mayor, señor
(Tello entra.)
I'ia tu cuidado en nu'.
¿Qué es esto, Tello?
Señora,
el Almirante me manda
que estas salas aderece.
Cuelga de luto esta casa,
Tello, qu-" hoy el Rey me entierra,
(Vase.)
¿El Rey?
No quiero dejarla,
no haga algi'm desatino.
(Vase.)
Tristezas y bodas basta;
¿aquí hay amor de don Félix?
(Salen Ch.a.cón e IxÉs )
Ya tienes la ropa blanca
puesta a pimto.
No hay paciencia
para tan triste jomada.
¿Siente mucho tu señor
que le casen con la hermana
deste don Sancho?
Está muerto.
Inés, a Chacón despacha,
que tienes mucho qiie hacer.
Pésame de qvie te vayas,
V de que pierda don Félix
el casarse con mi ama.
¡Ah, qué mujer doña Elvira!
¿Piensas que es sola la cara?
Pues no. Chacón; la hermosura
tiene muchas circvmstancias.
Bien se le ve, por las manos,
que es el pulso de las damas.
Sus pjes son dos azucenas;
su cuerpo, alabastro y plata;
sus brazos, marfil al torno;
sus pechos son dos manzanas.
Por una se perdió el mmido.
¿Es muy linda, es muy gallarda.
Chacón, esta doña Elena
con quien a don Félix casan?
Como fué por la hermosura
famosa Elena troyana;
ésta, Inés, por ser taii fea,
que es imposible pintarla.
Es un ángel del infierno;
para galga era extremada,
que tiene largo el hocico,
^^8
CLARDAR V GUARDARSE
IXÉS.
Cha.
Inés.
Cha.
(Salen
AI.M.
RliV
I-IÍI..
Rf.v.
Al.M.
I-ÚI..
Cha.
I-)';r..
Ivi.vi.
Ki.v
I Tf
y es alta, delgada y larga.
Es fría, con ser morena,
que es endemoniada falta;
derecha como iin camello,
la voz como de }¿n cabra.
¡Lástima tengo a don Félix!
A la puerta dicen plaza.
¿Si es el Rey?
¿En casa el Rey?
c' Ai~MiR.\NnE, Don Féux, y el Rey y criados.)
Señor, a mercedes tantas,
a tales honras, no pueden
satisfacer las palabras.
Esta casa, desde hoy
queda tan calificada,
que de igualar a la vuestra
puede tener arrogancia.
Vuestros servicios, don Juan,
lo merecen.
Quién pensara
que el Rey tomara tan presto
de mis palabras venganza;
hoy me quitaré la vida,
porque solamente agtiarda
mi amor a ver el dichoso
que con Elvira se casa.
¿Dónde está Elvira, Almirante?
Díjele que la casaba
vuestra Alteza, )• suspendióse
con la novedad, turbada
por no haber visto con quién,
y ser título de Italia;
mas ya a besaros la mano
viene, señor, obligada
a la merced que le hacéis.
, Chacón?
Señor.
' Esta daga
me ha de pasar este pecho
en viendo a Elvira casada.
iDo.ÑA I-^I.VIUA y IJ ÑA HU'l'.I.ITA.)
Déme los pies vuestra Alteza.
, Elvira?
IIov el Rev me mala.
Rky. Vuestra virtud y hermosura
es digna de xin Rey de líspaña;
mucho me debéis, quisiera
esta voluntad mostrarla
en un grado superior;
triste estáis, alzad la cara,
que no se miran los reyes
con semblante de desgracias,
que el vasallo en su presencia
pone en los ojos el alma.
Elvi. Xo estoy yo triste, señor;
turbada, sí, que turbara
la más libre condición
favor y merced tan alta.
Rey. a casaros he venido.
Alm. Señor, ya todos aguardan
I al Marqués; ¿cómo no viene?
Rey. El INIarqués está en la sala;
I no hay que aguardar al Marqués.
! FÉi, El Rey, sin duda, se casa
i con PUvira; yo soy muerto.
Alm. Si está el Marqués en mi casa,
descúbrale \-uestra Alteza.
Rey. Llegad, Marqués de Miralba,
dad la mano a doña Elvira;
que quien a los reyes guarda
el decoro como vos,
el premio que vos alcanza.
Llegad, don Félix, llegad,
que este título en Italia
os doy. Alegraos, I'lvira.
Los DOS. Señor...
Rey. No digáis palabra,
que yo me obligo a las paces.
Elvi. Lo que vuestra Alteza manda
es justo que se obedezca.
Al.M. ¿()uién puede a mercedes tantas
responder?
FÉL. Sola mi dicha,
diciendo que aquí se acaba
Guardar y guardarse.
Cha. lísperen:
ri\ Chacón no le dan nada?
l'Éi,. Pifie al .senado perdón,
que no es poco si le alcanzas.
LA HERMOSA FEA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PERSONAS DEI. PRIMER ACTO
Ricardo, Principe de
fol'inia.
Otavio, sif amigo.
Julio, criado.
La Duquesa Estela.
Celia, 5» prima.
El Gobernador
Un Capitán.
Belisa, criada.
(Salen Ricardo, Principe ie Polcni^i; Otavio su amigo;
Julio, criado.)
Ota.
Ríe.
JTL.
Ríe.
Ota.
Ríe.
JrL.
Ríe.
Otav
Ric.
Ota.
Fuera temeraria empresa,
pero nmy digna de ti.
Todo cuanto en Francia vi
no iguala con la Duquesa.
Julio, ¿qué te lia parecido?
Un ángel me pareció
que de mujer se vistió,
si alguna vez se ha vestido.
Xo lie leído yo jamás
que se vistió de mujer;
pero como puede ser,
no pudiste decir más.
En cuanto el sol mira y dora
se alaba su gallardía.
¡Oh qué divina armonía
hacen en una señora
la majestad en el talle
y en el rostro la hermosura!
El oro y la nieve pura
de nuestra Alemania calle
con su rara perfección.
Parece que en su belleza
retrató naturaleza
mi propia imaginación.
Aquí me pienso quedar,
de secreto, algunos días
para verla.
Bien podrías
tener de hablarla lugar
como no sepa quién eres.
Tú sólo sabes quién soy.
Pues la palabra te doy,
Príncipe, si hablarla quieres,
después de guardar secreto,
de hacer que posible sea.
Ríe.
]VL.
Otav
Ríe.
Ota.
Ríe.
Jui..
Ríe.
Haz, Otavio, que la vea
y ser tu esclavo prometo.
Si sabe que estás aquí
dificultoso ha de ser,
porque te ha de conocer.
Escucha un remedio.
Di.
Escribe a Celia, su prima,
con quien tienes parentesco,
que por ir a ver a España
a la ligera y secreto
no pudiste visitarla,
pero que después volviendo
cumplirás tu obligación,
y quedaráste con esto
escondido en la ciudad,
donde el ingenio y el tiempo,
para que la veas y hables,
darán traza a tus deseos.
Dices bien, y lleve Julio
la carta; pero advirtiendo
que si la Duquesa Estela
le pregunta, como pienso,
si la vi, que le responda
que sí, una tarde, saliendo
a caza; y si prosiguiere,
lo que dije y lo que siento
de su persona, le diga
que volví triste diciendo
que era su fama un engaño
de algún pintor lisonjero,
cada pincel mil mentiras.
cada color mil enredos;
que el ducado de Lorena
era tan gran casamiento
que hacía los pretendientes
lindo parecer lo feo,
y que a mí, que no lo era,
me pareció con extremo
fea y de persona humilde.
¿Pues qué pretendes con eso?
Asegurar la intención
240
LA HF.RMOSA FEA
jur..
Ríe.
que para servirla tengo,
como veréis adelante.
¿Y no hallaste mensajero
mejor en cuantos te vienen
desde Polonia sirviendo?
¿A qué mujer, cuando fuese
lo más ínfimo y plebeyo,
le dijeran que era fea
que tu Añera sufrimiento
para no tomar venganza,
cuanto más un ángel bello?
Tan gran señora no miras
que entre algunos mandamientos
que hizo para el honor
de las mujeres el celo
y obligación de los hombres
no llamarás, fué el tercero,
fea ni vieja a ninguna,
y que de atrevimiento
sería justo castigo
salir de palacio muerto
a palos de las cucliillas
de dos gigantes tudescos.
Julio, si ella fuera fea,
era delito muy necio;
pero siendo tan hermosa,
como le ha dicho su espejo,
ha de correrse de mí
y poner su entendimiento
en vengarse cuando vuelva;
y este principio el deseo
le ha de dar de enamorarme,
que es lo que voy pretendiendo,
y tú verás que resulta
deste agravio olgún .suceso
cu favor de mi esperanza.
Confieso que voy con miedo,
mas consolando el peUgro
con saber que te obedezco.
¿Tanto sienten este nombre?
Si es la henno.sura el opuesto,
y ésta la mayor lisí>nja,
<qué término más grosero
que quitarles la esperanza
de aquel soberano imperio
fon fjuc rinden a los lumibres?
Tú verás (¡ue es fundami*nto
del edificio mayor
<jue tuvo amoro.so empU-(j.
\'i-n, Otavio.
.Aun no i)ireil>o
tu pciusamieiito.
Pretendo
Jui..
Ríe.
Jvu.
Kk.
OTA.
Ríe.
Cei..
DüQ.
CeIv.
Dúo.
Cei..
DUQ.
obligarla a enamorarme;
lo demás te dirá el tiempo.
(La DuQurs.\ y eiíLi.^.)
Dúo. Bien me holgara que te hubiera
el Príncipe visitado
y que el venir rebozado
menos disculpa le diera.
Mal cumplió la obligación
de pariente
Pensaría
que el secreto me daría
bastante satisfacción,
pues parece que la tienen
para ocasiones mejores.
El secreto en los señores,
cuando de rebozo vienen,
es mayor publicidad,
porque todos hablan dellos.
Es mayor grandeza en ellos
Pensemos que es vanidad.
¿Sabes qué sintió de mí?
Pregiintaselo a la fama.
Fénix de Francia te llama:
lo nii.snio dirá de ti.
Cuidado, Celia, tenía
de ver en alguna parte
este nuevo Adonis filarte
por talle y por valentía;
pero él se guardó de suerte
que me vio sin verle yo.
Cel. Ingrato correspondió
a la ventura de verte;
qué bien pudiera pagarte,
si es gentilhombre y galán,
con dejarse ver
DUQ. l'^stán
tantas culpas de su parte,
que, aunque te escriba, no creo
que a .satisfacerlas baste.
Cel. I^e la privación sacaste
las fuerzas de tu deseo,
porque si verse dejara
menos cuidado tuvieras,
que de lo que visto hubieras
ninguna idea formara
agora la fantasía.
DUQ. VA ])rivar a muí nuijer
(le lo (¡ue desea ver
bien sabes tú, Celia mía,
(jue aumenta más .su de.seo.
Cei,. A.sí nuirió la romana,
[xn no ver par su ventana
ACTO PRIMERO
141
pasar aquel monstruo feo;
así tu hermosura goces.
pues cuánta más diferencia
a tu grandeza respeto.
la de mi gallardo alemán,
DuQ.
¿Pues a mí qué me importara
mancebo hermoso y galán.
cuando a Celia visitara?
■Jui..
Esto de venir secreto
(Bfxisa, criadií, y Julio.)
debió de ser la ocasión
J VL.
Pedid, señora, licencia.
por la poca autoridad.
Bki,.
Hablarte quiere un criado
DUQ.
¿Qué dijo desta ciudad?
del de Polonia. 1
JUL.
Que las de tu Estado son
Cei..
Xo ha sido
la parte mejor de Francia.
descortés ni ha merecido
DUQ.
¿Yióme a mí?
hasta agora ser culpado.
JUI..
Ya te vio a ti,
Licencia vendrá a pedir
que para venir aquí
para verme.
fué lo de más importancia.
Dúo.
Ya le \-uelvo
DUQ.
¿Qué le parecí?
la honra.
Jui*-
Si das
Cel.
Y yo me resuelvo
licencia, a Celia diré
en que le has de ver y oír.
lo que dijo.
Di que entre.
Dúo.
Sí daré.
JUL.
Dadme los pies
JUL.
Oye pues.
DUQ.
No soy yo la que buscáis.
Cei,.
¿A mí no más?
JUL.
Sin razón culpa me dais,
¿Qué puede ser que no sea
que este yerro acierto es,
muy conforme a su valor,
pues me trujo el resplandor
puesto que fuese de amor?
de su divina belleza
Jui..
Haber dicho que era fea.
a saber que \-Tiestra alteza
Cei..
¿Qué dices? ¿Estás en ti?
de dos soles el mayor.
Jui..
Por eso te quise hablar
Y así, me ^^^elvo al segundo.
aparte.
a quien traigo este papel;
Cei..
Estoy por pensar
mirad lo que dice en él
que te has burlado de mí;
y yo cómo abrasa el mundo
que me pareces de humor.
el ángel que estoy mirando
JUL.
Tentado soy del despejo;
en la señora duquesa,
mas siempre las burlas dejo
donde parece que cesa
cuando respeto el valor.
cuanto puede hacer pintando
No he visto necio a mi amo.
con los más vivos colores
señora, con tanto extremo.
la diestra Naturaleza,
¿Cómo necio? Y aun blasfemo
y perdone vuestra Alteza
de un ángel.
que de estrellas y de flores
Cei..
Pues yo le llamo
no haga un retrato aquí,
dichoso, aunque no discreto;
, como suelen los poetas.
porque a parecerle bien,
porque partes tan perfectas
quedara al mayor desdén
son deidades para mí.
que ha visto el mundo sujeto.
Cei..
Yo he leído este papel.
Que de cuantos la han servido
Dúo.
¿Qué escribe?
ninguno agradarla puede.
Ce{.
Que se partió
y es mejor que libre quede
a España.
que a lo imposible rendido .
Dúo.
Correspondió
¿La Duquesa fea?
a aquella patria cruel
Jui..
Sí.
de fieras y hombres feroces.
Cei..
¿Tiene ese hombre entendimiento?
Cel.
Discúlpase con pasar
JUL.
Un mal gusto es fundamento
de rebozo.
de que le parezca ansí:
Jui,.
Y por guardar,
fuera de ser cosa llana
16
242
LA HERMOSA FE.\
Cei..
JlL.
Ci;l.
jrr.
CKL.
DVQ.
Jri..
Drr,.
Jti..
I M o.
Cki..
que no hay disputa en los gustos.
Sí; pero gustos injustos
hacen la razón villana.
Hombres hay que un día obscuro
para salir apetecen
y el sol hermoso aborrecen
cuando sale claro y puro.
Hombres que no pueden ver
cosa dulce, y comerán
una cebolla sin pan,
que no hay más que encarecer.
Hombres en Indias casados
con blanquísimas mujeres,
de extremados pareceres,
y a íus negras inclinados.
Unos que unieren por dar
cuanto en su vida tuvieron,
y otros que en su vida dieron
si no es enojo y pesar.
Muchos duennen todo el día
y toda la noche velan,
y umclios que se desvelan
en una eterna porfía
de amar sola mía mujer,
y otros que, como haya tocas,
dos mil les parecen pocas
para empezar a querer.
Según esto, ia Duquesa
no deja de ser hermosa
por un mal gusto.
Es la cosa
más nueva y que más me pesa
de cuantas pudiera oír.
Ven por la carta después.
Dadme, señora, )os pies
y de no se lo decir
palabra .
Vete en buen hora.
Guarde el cielo a vuestra Alteza,
en cuya hernu)sa cabeza
el laurel que Apolo adora
brille de Francia o líspaña.
¿Tu nombre?
Julio c-s mi nombre.
¿Qué oficio?
Soy gentilhoml^re
que a sí mismo .se acomjjaña;
pero en gracia de mi dueño
que esta embajada me fía.
¿No re.spondes, prima mía?
Celia me mira con reno.
Ya le dije a este criado
que vuelva {xir la ri-sj)U(sta,
que si al Príncipe le cuesta
su papel tanto cuidado,
no quiero escribir siii él.
DlQ. ¡Brava plática tuvisteis!
¿Qué tratasteis? ¿Qué dijisteis?
Si dio materia el papel,
dirá que está enamorado
de mí el Príncipe y que fué
perdido a España.
Cei.. Xo sé.
I^^'Q- ¿Q"i<^" duda que te ha contado;
que es ordinario en los hombres
que en toda Francia no vio
dama, Celia, como yo,
con todos aquellos nombres
de ángel, estrella, jazmín,
rosa, perla y otras cosas
tan necias y mentirosas?
¿De mí qué te dijo al fin?
Xo eran cosas de importancia
las que hablamos.
¿Cómo no?
Antes de enojo. Y si yo
le volviese a ver en Francia...
¿Qué munuuras? ¿Fué, por dicha
descompostura de amor?
¿Pidió, necio, algi'm favor?
Tengo, Duquesa, desdicha
tener tan necio pariente
Dime lo que es.
Xo es razón.
¡Qué confusión!
Cosas son
de aquella bárbara gente.
Quien quisiere una mujer
a puras ansias matar,
procúrele dilatar
lo que quisiere saber.
Xi fué jamás discreción
dejar razón comenzada.
Cel,. Si puede ser excusada,
antes parece razón.
DUQ. Celia, lo qiie fuere sta.
Cki,. íQ"*-' porfiar tan jirolijo!
Dijo ti PríiuMjH...
DUQ. ¿Qué dijo?
Cei,. l^ijo, el necio, que eras fea.
DUQ. Pues bien, ¿fué mucho el agravio?
Cei,. ¿Cómo puede ser mayor?
Pregúntale a tu color
si te imj)orta el desagravio,
])ues ya te escribe el desprecio
en la cara vergonzosa.
Cei,.
DUQ.
Cei,.
DUQ.
Cei,.
DUQ.
Cei..
DUQ.
Cel.
DUQ.
ACTO PRIMERO
243
con letras de pura rosa,
el agravio deste necio.
DUQ. Confieso, Celia, que ha sido
el repetirlo el criado
ocasión de haber quedado
en parte mi honor corrido.
Hazme placer, cuando vuelva,
de decirle que se quede
conmigo.
Cei.. ¿Julio qué puede,
cuando a querer se resuelva,
hacer para tu venganza?
DUQ. ¿Nimca has oído contar
que el que se quiere ahogar
cualquiera cosa que alcanza
tiene fuertemente asida?
Pues así tengo pensado
que el asir deste criado
es asegurar mi vida.
Cel. ¿Q"é dices?
DUQ. Que éste ha de ser
por quien me pienso vengar;
que invención no ha de faltar
para que me vuelva a ver.
Y si me ve, ten por cierto
que ha de adorar la fealdad
que dice y que mi crueldad
le ha de ver perdido y muerto
o no ha de haber alma en mí.
Cel. Con razón estás quejosa;
pero es imposible cosa
que puedas vengarte ansí.
Mejor fuera...
DUQ. Xo hay mejor.
Déjame, Celia, pensar
cómo le pueda obligar
para que me tenga amor.
Que ima vez enamorado,
con la risa y el desprecio
quedará de aqueste necio
mi sentimiento vengado.
Que no hay venganza que sea
más discreta y más gastosa
que hacerle querer hermosa
quien le ha parecido fea.
Así de aqueste enemigo
vengarse mi agravio piensa,
porque de la misma ofensa
se ha de sacar el castigo.
(Salen Ric.VRDO, Juliu y Ot.'ívio.)
Julio.
Esta es la hora que sin alma queda.
Ricardo.
No hay cosa, Julio, que obligarla pueda
a lo que yo pretendo
de mayor importancia.
J ULIO.
Así lo entiendo
Ricardo.
Y el camino que hallaste
fué mucho más discreto. Al fin dejaste
con Celia concertado
volver por la resptiesta.
Julio.
Hale causado
notable novedad que la Duquesa,
cuya hermosura es la mayor empresa
de príncipes y grandes
de Francia, de Alemania, España y Flandes.
te pareciese fea.
Ricardo.
Desta manera el cazador rodea
al animal o al ave.
Presto verás que su arrogancia grave
se rinde a mi deseo.
Otavio amigo, en la ocasión me veo
que tu fidelidad me ha de dar vida;
de tu amistad mi confianza asida
pretende conquistar esta arrogante
hermosura francesa, que en diamante
con pinceles de nieve pintó el cielo.
La traza que fabrica mi desvelo
es la que te he contado;
de todos mis criados he dejado
sólo a Julio conmigo; él me acompai;a,
que los demás a España
van caminando con el Conde. Hoy quiero
dar principio dichoso al bien que espero.
Otavio.
Francés soy por la vida,
ya vuestra Alteza tiene conocida
mi lealtad y amistad. Esté seguro,
y por esta que al lado traigo juro
de guardarle secreto.
Ricardo.
Pues para dar a lo que intento tfeto
dile al Gobernador secretamente
lo que te dije, porque luego intente
prenderme; que por causa tan notable
no dudes de que hable
con la Duquesa y que ella verme quiera,
244
LA HERMOSA FEA
donde mi amor en mi fortuna espera
lo que mi atrevimiento me asegura
o a las manos morir de su hermosura.
Otavio.
Tú verás el efeto
de un noble amigo.
Ricardo.
Di, también discreto,
en qué consiste la ventura mía.
J UI.IC).
¿Cuándo faltó la dicha a la osadía?
\'uelvo por el papel mientras te prenden
y a ver cómo se encienden
<le la Duquesa los claveles vivos
con tantos pensamientos vengativos
.>^i a quien tanta hermosura llamó fea
rendir, matar, o enamorar desea.
(Quede Otavio.)
Ota. No carece de valor
de Ricardo el pensamiento,
y más siendo el fingimiento
el primer paso de amor.
¡Oh fuerza de la amistad,
a qué me pongo por ti!
Pero ya le prometí
favor, silencio y lealtad.
Prósperamente sucede:
este es el Gobernador,
que hasta en esto muestra amor
lo que sabe y lo que puede.
Con él viene un capitán;
concertóse la fortuna
con el amor, si en alguna
fortuna y amor lo están.
(Salen Goberííador, Capitán y criados.;
Con. Conozco vuestro cuidado.
Caí*. Cuando me toca la guarda
soy Argos de la ciudad;
no ha de .suceder desgracia
ha.sta que deje la noche
la capa en manf)s <lel alba;
que aun por esto la prendiera
.si la noche .se quejara.
Ctou. listar limpia una ciudad
de gente ociosa es la causa
de no haber hurtos y nniertes:
en que se ve que .si- engañan
los que gobiernan si iñiiisan
que sólo el castigo basta.
Prevenir que no sucedan
delitos, con que no haya
quien los haga, en quien gobierna
es la prudencia más alta.
Porque castigar después,
supuesto que es de importancia
para el ejemplo, ya es fuerza,
y es mejor que se excusaran.
Cap. ¿Quién limpiará una ciudad
donde acuden gentes varias?
GoB. ¿Quién? El temor del castigo
y el cuidado del que manda.
Ota. ¡Oh, qué a propósito viene
de mi intento lo que tratan!
En vuestra busca venía;
doy al cielo inmensas gracias
de haberos hallado aquí.
GoB. ¿Qué es, Otavio, lo que mandas
que haberme hallado agradeces?
0T-\. Si no te ha dicho la fama
que el Príncipe de Polonia
de rebozo estuvo en Francia,
sabe que, entre otras provincias,
vino por ver a ]Madama
a la corte de Lorena
y fué huésped de mi casa,
donde hicimos amistad.
Partióse, en efecto, a España,
peregrino de su gusto;
tuve anteayer una carta
en que me dice que un hombre,
tan noble que le llevaba
por secretario, que a veces
no conforma al cuerpo el alma,
todas las joyas le hurtó,
y que si por dicha pasa
por esta ciudad, le prenda.
Ha sido mi dicha tanta,
que hoy le he visto en una quinta
pasear con mía dama,
que del hurto y de volver
fué, por ventura, la causa,
l'ingí que no conocía
quién era, aun(|ue él me miraba,
so.speclioso de mis ojos,
(jiic el miedo en lodo repara;
v como ves, he venido.
No permitas que se vaya
con tal (U-lito, pues puedes,
sin ])eligr<), v aun sin guarda,
liaeír tan justa ])risión.
Gon. Cuando Irujera más armas.
ni;'is soldados, más defensas
ACTO PRIMERO
245
OTAV
GOB.
CEI,.
JUL.
Cel.
Jui<.
Cel.
JUL.
Cel.
JUL.
para las joyas hurtadas
que tiene agora sospechas,
porque nunca el alma engaña,
yo solo le he de prender;
que para ladrones basta
el temor de la justicia,
^li intento no es que le hagas
agravio, que es caballero,
mas que con buenas palabras
se cobren todas las joyas.
El capitán de campaña
venga conmigo no más
3^ dos soldados de guarda.
(Salen Julio y Cfxia.)
Esta es la carta.
Sospecho
que con enojo le escribes,
y del que en esto recibes
culpo mi inocente pecho.
Que te parlé sin pensar
lo que el Príncipe sintió
de Madama.
Xo sé yo
a quién se deba culpar:
o al que dijo que era fea
o a ti, pues que fuera justo
que callares su mal gusto.
Pero no hay cosa que sea
más peligrosa, y perdona,
que servirse de criados
necios .
¡Qué bien castigados
vamos los dos! ¿Pero abona
tu culpa, en esto, la mía?
¿Cómo?
Si yo te conté,
que toda mi culpa fué,
lo que el Príncipe decía,
el tuj'o fué el mismo error
contándole a la Duquesa
lo que yo dije.
Xo es esa
disculpa.
Y avui fué mayor,
cfue en su ausencia me atreví,
y es como no haber hablado,
pues, ausente el más honrado,
no puede volver por sí.
Y tú, señora, en su cara
le dijiste que era fea;
que aunque agravio ajeno sea,
si en la verdad se repara.
Cei..
JL'E.
Cel.
JUL.
Cel.
JlL.
Cel.
Jt-L.
Cel.
JrL.
el que le dice le hace,
pues que la lengua le hurtó
al que ausente se atrevió,
y su intención satisface.
¿Cuál será más atrevido:
el que me dice un pesar,
que dijo quién por no osar
jamás me hubiera ofendido,
o el que habló, en ausencia mía,
cobarde y dando a entender
que no pudiera tener
en mi presencia osadía? ■
Claro está que lo será
el que el respeto perdió,
siendo amigo al que ofendió,
cuando más seguro está.
De suerte, que no fué sabio
consejo darme a mi culpa,
porque aquél tiene la culpa
de quien se debe (i) el agravio.
Sentiste el llamarte necio.
¿Pues no quieres que lo sienta
si aquello que el alma afrenta
fué siempre el mayor desprecio?
¿Pues qué llamas afrentar
el alma?
Llamar a un hombre
necio.
¿Por qué?
Porque es nombre
que por fuerza ha de agraviar
al entendimiento, que es
potencia suya.
El honor
te vuelvo.
Y, por el favor,
yo vuelvo a besar tus pies.
Tú, a lo menos, no has tenido
a la Duquesa por fea.
Xo quiera Dios que me vea
falto de tan gran sentido;
que sólo pusiera im ciego
en duda tanta hermosura.
Es ángel de nieve pura,
con dos estrellas de fuego;
es de la Venus de Fidia
retrato, y con más primor,
higa de cristal de amor
contra el ojo de la envidia.
Es toda nácar lustrosa,
en cuj-a boca también
I ) Hartzcubusch enmendó *sabe».
246
I.A HliRMOSA FEA
Ci:r..
Jri..
Cel.
Jt-L.
Cel.
DUQ.
Jfl..
Drg.
las bellas perlas se ven
por celosías de rosa,
cuyo dulce luoviiniento
enseña un rojo calvel,
que es intérprete fiel
de su raro entendimiento.
Sas mejillas encarnadas
de manutisas parecen
cuando entre aljófares crecen,
del alba pura esmaltadas;
V por no hacerlas agravios,
te digo que son tan bellas,
señora, que solas ellas
compitieran con sus labios.
Cuando a las manos te inclines,
de tanta gracia están llenas
que con rayos de azucenas
parece un sol de jazmines.
Finalmente, su valor
es de tan alta excelencia,
que, sin pedirle licencia,
ni tira ni mata Amor.
Pues, ;cómo el Príncipe, ha sido
Estela un demonio fiero ?
Porque es un gran majadero.
Mira, Julio, que te ha oído
la Duquesa.
¿ Dónde ?
Estaba
detrás de aquella antepuerta.
(Sale ¡a DrfjUESA.)
Escuchándote, encubierta,
de tus ILsonjas gustaba;
y como de la alabanza
resulta siempre afición,
tu ingenio y buena opinión
tanta, con mi gusto alcanza,
Julio, que quiero pedirte
que en mi servicio te quedes.
Hácesme tantas m-rcedes
en (juerer de mí servirte,
que ( n tu nombre, serafín,
jxingo la boca dichosa
en la estampa venturosa
del corcho de tu chapín.
;IVro cómo poílrá ser
sin licencia de mi rlueño?
A sacarte de ese empeño
pienso que tendré jjoder
con escribir a Ricardo.
Tú, entretanto, me respcjudí-,
y fjuc a quien es corresix)nde.
como de su nombre aguardo,
estarás conmigo aquí,
que me has parecido bien.
Jri.. Gracias, señora, te den
tus mismas gracias por nn.
Alaben tus altas glorias
y tus virtudes perfetas
en sus versos los poetas
y en su prosa las historias;
los poetas, en sus liras,
a tus méritos divinos
cantando mil desatinos,
las historias, mil mentiras.
DuQ. ¿Dónde estará tu señor
agora?
Jl'i,. Aun no habrá llegado
a España. — Ya su cuidado
es de venganza y amor.
(Salen el Gobernador y Ütavio.)
I Ota. No es razón que le deis cuenta,
para afrentar este hidalgo,
a la Duquesa.
GoB. Yo salgo
al remedio de esta afrenta.
I^í'Q- ¿Q^ié es eso, Gobernador?
GoB. Señora, ha escrito Ricardo,
el Príncipe de Polonia,
desde I^unevila a Ota vio
que, hurtándole muchas joyas,
se le ha vuelto el secretario
a tu corte. Diónie parte
deste suceso, y buscando
los sitios de más sospecha,
en una quinta le hallamos.
Como avisarte de todo
cuanto pasa me has mandado,
aunque Otavio no quería,
a tu presencia le traigo.
DuQ. Otavio.
Ota. Scñota.
Dtiq. Muestra
la carta.
Ota. Esta es.
JfT,. ¡Oué extraño
suceso! ¿l'n hombre tan noble
en tanta bajeza ha dado?
Dry. <Señor Otavio: Después de daros
cuenta de que voy con salud, auiuiue
sintiendo vuestra au.scncia, .salxd
(jue I^auro, mi secretario, con algu-
nas joyas nn'as .se ha ido e.sta no-
che, con admiración mía y de mis
ACTO PRIMERO
247
criados, siendo tan gran caballero.
Si vol viere a esa ciudad, donde en-
tiendo que una dama le ha obligado
a este desatino, haced que, sin afren-
ta suya, sepa de vos el disgusto con
que quedo. Dios os guarde. — El Pn'n-
cit'e de Polonia.»
¿Conoces aquesta firma,
Julio?
Jui.. ¡Y cómo!: amique no creo
de Lauro el error que veo
y que esa firma confirma.
DUQ. ¿Quién le trae?
GoB. El capitán
de campaña.
DUQ. Verle quiero.
■GoB. Entrad.
(Salen el Capit.4.x y Ricardo.)
r>UQ. Gentil caballero,
y por extremo galán.
¿Sois I<auro vos?
Hic. Sí, señora.
Dúo. Despejad todos la sala,
Celia y JuUo solos queden;
vos, capitán de campaña,
volved después por el preso.
Cap. ¿Cuándo \-uestra Alteza manda?
DtJQ. :Mas no volváis, que no importa,
aquí estará en confianza.
Di, caballero: ¿sirviendo
a tan gran señor le hurtabas
sus joyas y fugitivo
desde el camino de España
a Lorena te voháas
y oculto en mi corte andabas?
¿Qué ocasión pudo moverte
para tan infame hazaña
y para venirte aquí?
;Con obligaciones tantas
de noble y de secretario
de un Príncipe y con gallarda
persona y con ser forzoso
tu ingenio en bajeza igualas
a los hombres mal nacidos?
Ríe. Señora, en cuya alabanza
de entendüniento y belleza
gasta la parlera fama
trompetas de inmortal bronce,
del fénix purpúreas alas,
con los ojos del pavón,
que ya de celeste plata
clavos errantes y fijos
el zafiro eterno esmaltan;
yo soy Lauro de Lorena,
que fué mi padre de Francia
y fué vasallo del tuyo,
si en el título reparas.
Casóse en Cracovia insigne
con una dama polaca;
de suerte que £oy francés,
pues es la primera causa
el hombre, como la forma
de su actividad estampa
en la materia que imprime.
De suerte que ya te alcanza
la obligación al favor
por vasallo de tu casa.
Supe en mis primeros años
lo que buenas letras llaman
y dime a la astrología,
después de otras ciencias varias;
porque puesto que no obligan
las estrellas, pues la sabia
prudencia puede regirlas,
y que ellas fueron criadas
por el hombre y no él por ellas,
es ciencia tan dulce y alta
y tan' digna de im ingenio,
que me precié de estudiarla.
Supe, en efecto, por ella
que en tu corte me guardaba
im grande bien la fortuna,
que fué de volverme causa
de^de el camino a tu corte;
que las joyas de la carta
que dice el Príncipe ha sido
invención porque la infamia
me obligue a volver con él.
Tanta ha sido mi privanza,
que era yo Ricardo y él
Lauro, sin que apenas haj-a
diferencia entre los dos,
sirviendo a los dos un alma.
Y pues Julio está presente,
bien sabe que no se hallaba
Ricardo un pimto sin mí
y que fué nuestra crianza
ima misma, siempre juntos
desde la primera infancia
liasta la presente edad.
Pero si acaso te espanta
la ingratitud con que olvido
quien con tanto amor me paga,
si amor merece disculpa,
que en las pasiones humanas
248
LA HERMOSA FEA
DlC.
le dan el imperio ejemplos,
amor, señora, me obliga.
Estando el Principe m\ día
que salió su alteza a caza
con poco gusto de verte,
mira qué necia desgracia,
yo vi, no lejos de ti,
una tan hermosa dama
que vine a creer que amor
mudó la flecha y la aljaba
en arcabuz, como dicen
que, cual la violenta bala,
derriba el aire a la tierra,
que en\-uelto el cuello en las alas
baja sin sangre, que toda
por el aire la derrama;
así yo sentí de un golpe
salir de mi pecho el alma
envuelta en tristes suspiros.
Pasé la noche en mil ansias,
}• antes de ver el aurora
el Príncipe se levanta
y me notifica, ¡ay triste!,
que quiere partirse a España.
Fué forzoso obedecerle;
pero en aquella jomada
traían su amor y el mío
tan espantosa batalla,
que quedó vencido el suyo,
y por la posta, madama,
volví a tu corte, en que estoy
loco de mirar su casa,
contento de estar presente,
gustoso de imaginarla,
triste de no merecerla,
pagado en ver que me mata,
glorioso de que me vence
rendido a belleza tanta,
suspenso en su perfección,
nmerto de sus Ix^llas anuas,
aficionado a su ingenio,
rendido a su hermo.sa cara;
esclavo de Argel, que es cielo,
soberbio de amar sus gracias,
obligado hasta la nmerte,
porque le doy la palabra
de pretenderla sin vida,
de amarla sin esperanza.
Sin tanta satisfacción
vuestra persona abonaba,
(|ue sólo son vuestros hurtos
de voluntades honradas;
que amor a I/orena os vuelva
es disculpa, no es desgracia.
Seguid, Lauro, ^ii estro intento,
y si alguna cosa os falta
en mí la tendréis segura.
Ríe. Con más que palabras almas
beso mil veces la tierra
que esos jazmines esmaltan.
Vendré a veros si me dais
licencia, hermosa madama.
DUQ. Holgaréme de saber
lo que con la vuestra os pasa.
¿Y cómo os va de favor?
¿Celia?
Cel. Señora.
Dúo. La salva
con que ha entrado este navio
muestra que de paces trata.
Mas, ¿si eres la dama, Celia?
Cel. Creo que no me pesara
que me quisiera.
DUQ. Xi a mí.
Cel. ¿Qué dices?
DvQ. Que no te iguala.
Ríe. ¡Ay, Julio!
JUL. Acá estamos todos.
Ríe. ¿Parécete que se entabla
mi pretensión ?
Jt'L Lindamente;
pero guarda bien las cartas,
no te conozcan el juego,
aimque es nueva la baraja.
Ríe. ¿Qué te dijo de ser fea?
JUL. Allá verás de tu carta
la respuesta, y lo que entiendo
es que ha quedado picada
y que vénganse desea.
Ríe. Yo haré de suerte que salgan
a libras, Julio, de amor,
las onzas de la venganza.
l'KRSOXAS DEL AeTO SKOUNDO
La D T' o u I", s A .
Ricardo.
er.LiA.
Jriio.
OTAVIO.
yj COHKKNADOR.
ACTO si:c.rxLo
(¡.a DüyuKSA y eri-iA.)
Dio. Estoy contenta de ver
de I.,auro el entendimiento.
Cel. Mucho me espanta tu intento.
Drg. Soy .-igraviada y mujer.
Cel. Si miente en llamarte fea,
ACTO SEGUNDO
>49
¿qué venganza de su error
es para mostrarle amor
solicitar que te vea?
DuQ. Porque tengo confianza
que le puedo enamorar,
en que pretendo fundar
la más discreta venganza.
Enamorado de un',
yo te le pondré de modo
que se desdiga de todo
cuanto Julio dijo aquí.
Sin esto, cuando mas cierto
de mi amor Ricardo esté,
con mil desdenes le haré
vivir abrasado y muerto.
Hasta llegar a querer
un hombre es hombre
Cei,". Es verdad,
que pierde la libertad,
que es como dejar d« ser.
DUQ. Luego si ha de ser Ricardo
sólo lo que yo quisiere,
de estar sujeto se infiere
que mayor venganza aguardo.
Guárdese un hombre de dar
su libertad por querer,
porque entonces no hay mujer
que no se sepa vengar.
Yo voy con Lauro tratando
que el Príncipe venga a verme,
si él viene, y viene a quererme,
txx le verás suspirando,
tú le verás padeciendo,
porque en viéndole querer
tengo de darle a entender
que estoy por Lauro muriendo.
Lauro tiene gentileza.
¡De celos se ha de abrasar!
Cei.. Xo se puede dar pesar
a costa de la grandeza;
que donde hay tanto valor
no sé, Estela, cómo quieres
imitar a las mujeres
viles en tretas de amor.
DuQ. Y aun por andar tan iguales,
Celia, a su grandeza asidas
suelen ser menos queridas
las nmjeres principales.
Déjame seguir mi intento.
Cel. ¿y Lauro, te ha declarado
quién es la dama que ha dado
principio a su pensamiento?
DuQ. Xo lo ha querido decir,
Cei..
Dúo.
Cel.
DUQ.
JUE.
DUQ.
JUL.
DUQ.
DUQ.
ni era justo porfiar;
secreto la quiere amar
si no la quiere decir;
que este amor debe de ser
al tiempo antiguo.
Aquí viene
Julio.
Grande amor le tiene.
El lo debe de saber.
(Julio cnírc.)
¿Qué hay, Julio?
Venir, señora,
a ver si te sirvo en algo,
que con lo poco que valgo
mi desconfianza ignora
servicio que pueda hacerte
de más consideración,
que para toda ocasión
ser tu esclavo hasta la muerte.
Hoy se ofrece en qué podrás
mostrarme ese buen deseo.
Y hoy la dicha en que me veo
si tanto favor me das.
¿Quién es la dama a quien ama
Lauro?
Pésame, por Dios,
porque, aunque amigos los dos,
nunca me ha dicho su dama;
que bien sabe \Tiestra Alteza
que no guardara secreto
siendo su gusto, en efeto,
aun a su misma grandeza;
lo que más puedo decir
es que parece dentro
de palacio, así por centro
de hermosura a quien servir;
como porque no le veo
fuera del mirar ni hablar,
de donde pueda sacar
la causa de mi deseo.
Duermo en su mismo aposento,
y de noche el pobre amante
es reloj cuyo volante
el alma del movimiento.
Así parece en la cama,
y las horas, los suspiros,
que dan amorosos tiros
al índice de su dama;
todo con tal desconcierto
que nmica sup#la hora
desta encubierta señora.
Pues yo tengo por muy cierto,
2=^0
LA HERMOSA FEA
Celia, que eres tú.
Cei..
DUQ.
Cei..
DuQ.
Cel.
DUQ.
Cei.
DUQ.
Cei..
TVQ.
Cei..
DUQ.
Ota.
;Yo?
Sí.
No lo crea \-uestra Alteza,
fíe más de su belleza.
¿Qué dices? ¿Qutrenue a mír^
¿Xo se ve claro en tener
Lauro secreto su amor?
¡Qué desatinado error!
<Xo puede un hombre querer,
sLi ofensa del sujeto,
con secreto y discreción?
Xo es amor, Celia, pasión
que sabe guardar secreto.
Y ahora bien, quien fuere sea,
ya es mucha ciu^iosidad,
por lo menos es verdad
que no le parece fea.
¿Vamos de aquí?
Siempre asiste
ese pensamiento en ti.
X'ecia en ofendenhe fui
de agravio que no consiste
en la razón, siendo el gusto
un albedrío sin ley,
que, de los sentidos rey,
puede ser justo o injusto.
Mas ya que mi confianza
dice que es ofensa mía,
no dejaré la porfía
hasta tener la venganza.
(l'a'tse las dos.)
Valiente resolución.
Esto se encamina bien,
porque el favor o el desdén
de ima mi.snia suerte son
príncipes de amor (juc ya
a.sisten en la memoria,
de donde la pena o gloria
pendiente del alma está.
Porque como del favor
puede nacer la nmdanza,
tiene el desdén esperanza
de que se mude en amor.
(Otavio v KicAKno.)
Pues ya caminan tan bien,
ix>r la privanza de K.stela,
tus co.sas, que a tu cautela
no hay crtf ito (|ue no den,
advierte, Ricardo amigf>,
no Lauro, pues para nu'
Ric-
ota.
Ríe.
Ota.
Ríe.
Jri..
Ríe.
JLX.
Ota.
no eres Lauro, si yo fui
parte entonces y hoy testigo
de tu secreta invención
que es Celia la misma vida
que tengo en el alma asida
y que ha llegado ocasión
en que me puedes pagar
lo que te he servido en esto.
Hn obligación me has puesto
(]ue es imposible pensar
humana satisfacción,
mira en qué puedo servirte.
Basta, Ricardo, decirte
que tengo a Celia afición
mal declarada en los ojos,
que ellos solos han hablado,
lenguas mudas que le han dado,
por temor de sus enojos,
información de mi amor;
yo c^eo que le ha entendido,
si bien nunca merecido,
aquel primero favor;
que corresponde al mirar
cuando los ojos se encuentran,
porque es, si dichosos entran,
alta manera de hablar.
Tú, pues, si llega ocasión,
infórmala bien de nú,
que mejor se escucha ansí
una amorosa afición.
Esto has de hacer, en efcto,
porque en los tratos de amor
es el concierto mejor
por un tercero discreto.
Fía de mí, que tendré
más cuidado que del mío .
De ti nú remedio fío.
Anúgo Julio.
Aguardé
que con Otavio acabases
el comenzado discurso
para no romperte el curso
de lo que con él tratases.
¿Hablaste al C.obernador?
Dile tu carta fingida,
de su gvisto recibida
con nuichas nme.stras de an:or.
Díjele (jue había venido
de donde el Prínci])e e.staba,
f|ue si responder gustaba,
el que la había traído
mañana se partiría.
¿Carta le escribes?
ACTO SEGUNDO
251
Ríe.
Jui,.
Ríe.
Jui..
Ríe.
Jui,.
Ota.
Ríe.
Ota.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
Dúo.
Después
sabrás, Ota vio, lo qvie es.
Cuando de darla venía
doy con Celia y con Estela,
de quien, señor, entendí
que se han de lucir en ti
la afición y la cautela.
Notable examen, por Dios,
sobre saber quién ha sido
la dama que te ha traído
hicieron en mí las dos.
Porque debe de pensar
cada una que es por ella.
¿Y qué dijiste?
Oue della
solamente imaginar,
que era en palacio sabía,
pues fuera a nadie mirabas,
que de noche suspirabas
y andabas triste de día.
Bien hiciste, porque es justo
ir poco a poco y a tiento,
porque deste atrevimiento
no nos resulte disgusto.
Oue aimque adorar (i) su belleza,
no puede ofenderse ansí,
podría echarme de aquí
per cumplir con su grandeza.
Porque fuera de ser justo
en mujer de calidad,
más puede la honestidad
que los consejos del gusto.
Dices bien; pero yo sé
que no le falta de ti.
La Duquesa viene aquí.
Vete, Julio.
Y yo me iré
con volverte a suplicar
no se te olvide mi ruego.
(Vaiise.)
Será, amigo Ota vio, luego
que Celia me dé lugar.
(Salga la Duquesa.)
Lauro, ¿estás solo?
Aquí estaba
Ota vio.
;Y fuese?
(i) Enmienda de Hartz.: el texto dice «fuera». Quizá
estaría mejor «de amar» para dar sentido al verso si-
guiente que Hartz. tuvo también que enmendar diciendo
«ofenderla'», y no «ofenderse», como está en el original.
Ríe. Ya es ido.
DuQ. Muchas veces he querido,
que sus cabellos me daba,
Laiuro, la ocasión, fiarte
un secreto y me ha faltado
atrevimiento; hoy me ha dado
licencia mi honor de darte
satisfacción del temor
y cuenta de lo que espero
que tan noble caballero
hará por mi propio honor.
Ríe. Imagine %'uestra Alteza
las fábulas o verdades
de aquellas antigüedades
llenas de horror y extrañeza.
Imagine que Teseo
va a matar a Minotaiu-o
y presuma que de Lauro
espera el mismo trofeo.
Imagine que desea
tener las manzanas de oro
cuyo guardado tesoro
fué perdición de ]SIedea.
Imagine que pretende
del campo Elíseo un laurel
y que pasando por él
el infierno le defiende,
o la cristalina esfera
por quien hoy Atlante es monte,
o como a Belerofonte
ir a matar la Quimera,
que no pondré duda alguna
si lo intentan estorbar
la tierra, el infierno, el mar
y el poder de la fortuna.
DuQ. Pues en esa confianza,
caballero ilustre, advierte
que aquel día que me vio
el Príncipe tu pariente,
o tu dueño, si lo ha sido,
esto como tú quisieres,
dijo, no sé cómo diga
para tratarle de suerte
con término más decente
o con disculpa más justa
la causa que me entristece,
que era yo en extremo fea.
Vino este Julio a traerle
a Celia una carta suya,
y como ella pretendiese
saber si yo le agradaba,
pues vino a esta corte a verme,
tan descortés como el dueño
LA HERMOSA TEA
dijo que no libremente,
y contó de mi fealdad
cosas. I^auro, qne parecen
más que de Príncipe, de hombre
que los perezosos bueyes
guía por la tierra dura,
donde con el hierro ardiente
escribe iguales renglones
que abril mira y mayo lee.
Agora quiero que veas
lo que somos las mujeres,
que mi vanidad acuses
y que mi enojo condenes.
Tan grande le tuve. Lauro,
que no hay cosa que no intente
por vengarme deste necio,
y así, quiero, pues tú puedes
a>'udar a mi venganza,
qu*' mi amistad recompenses
en escribir a Ricardo
que venga a Lorena a verme
con luia invención notable;
escúchame atentamente.
Til has de decir en la carta
que tanta privanza tienes
conmigo, que te he contado
mis pensamientos mil veces,
y que te dije que el día
que me vio, sin que entendiese
que yo le vía, le vi,
y conocí claramente,
porque Celia me lo dijo,
y que me dejó de verle
tan perdida desde entonces,
que siendo naturalmente
alegre, vivo tan triste
que no hay co.sa que me alegre,
porque de todos los hombres
me pareció diferente;
con cuya iniagñíación
no hay noche que no me acueste
ni día que sin deseos
de volverle a ver despierte,
y que yo misma te dije
que si a la corte volviese
tendría gusto en hablarle,
novedad de mis desdenes,
castigo de mis desprecios,
padecidfís justamente
]¡()T haljíT sido i-nn todos
ingrata y áspera siempre.
])entro, J.auro, de la carta
quiero también que le lleven
un retrato, por que vea
lo que tan mal le parece;
éste es hombre al fiíi, y mozo,
y pienso que como piense
que una nnijcr como 3'o
con canto extremo le quiere,
vendrá, sin duda, a buscarme,
que tanto los elesvanece
su presunción, y está cierto
que si el necio a verme viene
le tengo de enamorar
tan diestra, tan falsamente,
que llegue a vivir sin alma;
y que cuando llegue a verse
en estado qixe yo pueda
a la venganza atreverme,
me tengo de retirar
con tiros, con disfavores,
con celos y con desdenes
que le ponga en ocasión
que le parezca la nmerte
más alegre que la vida.
Y si este caso sucede
como le tengo trazado,
y tií, I^auro, no me vendes,
tengo de hacer ele Ricardo,
aimque no quiera, confiese
que so 5^ lo que dicen todos
y que en haber dicho miente
que soy fea, despreciando
lo que en reinos diferentes
ha parecido a sus dueños,
tan buenos como él, de suerte
cjue por mil embajadores
han intentado ofrecerme
los imperios y las manos
para que aceptase y diese
las nn'as, a quien castiga
mi arrogancia justamente,
pues me ha despreciado un hombre
que sólo el nombre me ofende;
que no merecen amor
los que sf>n tan dese'ortcses
que a las nuijeres les cjuitan
le) mejor que las cenicede
Naturaleza, piadosa,
para que estiniaelas fuesen.
l'ua mujer ne) ha de ser,
Lauro, cajntán ni alférez;
fueía de que ha habido alginias
que con etenms laureles,
por liazafias admirables,
ciñen las glorio.sas frentes;
ACTO SEGUNDO
253
ni ha de ser una mujer
filósofo, ni oponerse
a las cátedras que enseñan
divinas y humanas leyes.
¿Pvies qué ha de ser? I^o primero
hermosa, discretamente
y hermosamente discreta,
que es decirte, Lauro, en breve
que hermosura y discreción
la ennoblezcan igualmente.
Con esto será estimada,
dejando aparte que debe
preciarse más la virtud
que en las buenas resplandece.
De forma. Lauro, que ha sido,
perdone Ricardo ausente,
agravio de necio, a quien
mi honor castigo previene.
Y pues no estás bien con él,
permíteme que me vengue
si vencido de tu engaño
y desvanecido vuelve.
Que no hay víbora en la Scitia
ni tiene el África sierpe
como mujer agraviada
de que el hombre la desprecie.
Ríe. Pésame, Duquesa ilustre,
por la parte que me toca
Polonia, la opinión loca
de un hombre de tanto lustre.
Que aimque no es justo alabar
delante de quien lo siente,
el que agravia injustamente
al que se quiere vengar.
Os aseguro que es hombre
de entendimiento y valor
y, en efecto, im gran señor,
que basta sólo este nombre.
No sé cómo puede ser
que le pareciese mal
un ángel tan celestial
en figura de mujer.
Pero, al fin, hay en los gustos
tal vez tan níala elección
que en la mayor discreción
son, por extraños, injustos.
Pero puédoos consolar
que de vuestra parte estaba,
que siempre se desalaba
lo que se quiere comprar.
Justamente os vengaréis,
y yo a escribirle me ofrezco,
contento de que merezco
que, extranjero, me fiéis,
señora, tan gran respeto.
Y así, pienso despachar
a Julio, que sabrá dar,
como criado y discreto,
la carta en su propia mano.
DuQ. Pues esto aparte, escuchad
si en vuestra firme amistad
todo cumplimiento es vano.
Cuando vui músico pretende
a otro músico escuchar,
suele primero cantar,
y el otro no se defiende.
Porque al fin está obligado
de lo que el otro cantó,
y asi para oíros 3-0
mi secreto os he contado.
¿Cómo se llama la dama
a quien servís?
Gran señora,
no me preguntéis agora
cómo mi dama se llama;
porque siendo desigual
notable ofensa sería.
El favor y amistad mía,
¿cómo puede estarte mal?
Sea quien fuere la dama,
pues yo ayudarte prometo.
Por pagar vuestro secreto,
Celia, señora, se llama.
Pésame .
¿Por qué?
Yo soy
con vosotros desgraciada,
nación tan mal inclinada
a mi favor, (loca estoy)
Tu dueño me llama fea,
y tú aun de burlas no quieres,
tan descortés, Lauro, eres
querer que la dama sea.
¡Notable estrella he tenido
con vosotros!
Ríe. Pues, señora,
¿si yo. te dijera agora,
a tu grandeza atrevido,
que eres el alto sujeto
de mi humildad, no me hicieras
castigar?
DUQ, No, mientras fueras
honestamente discreto;
porque, ¿cómo puede ser
dar castigo por amar?
Por amar se ha de premiar.
Ríe.
Dúo.
Ríe.
DuQ.
Ríe.
Dúo.
234
LA HERMOSA FEA
que no por aborrecer.
Querer mal a quien me quiere
no era cosa natural;
yo no te quisiera mal.
pues, desta razón se infiere.
El galán que se contenta
del estado de .su dama
jamás ofende a quien ama,
pues lo que es honesto intenta.
Ríe. Duqutsa y señora mía,
dándome tanta licencia
\-uestra discreta prudencia,
vuestra dulce cortesía,
dice... Mas ¡ay, osadía
de mis fáciles antojos!
¿cómo diréis mis tnojos
si podéis con menos mengua
hacer de los ojos lengua,
pues saben hablar les ojos?
¿Quién es el sol que me enciende
y me hiela y me acobarda?
¿Quién la tirana gallarda
que en su dulce Argel me prende?
¿Quién me entiende y no me en-
[tiende ?
¿Quién es mi hermosa homicida?
¿Quién mi esperanza perdida
en tanta gloria convierte,
que de tan hermosa muerte
aun se halla indigna la vida?
Ea, pues, atrevimiento,
a.gora es tiempo de hablar,
pues os mandan declarar
vutstro oculto pensamiento:
mas si lo que callo y siento,
se pu'de en los ojos ver,
presumir y conocer,
aiuique me deje morir
no se lo quiero decir,
pues no lo quiere cnterder.
( Vasc.J
] "O. Con razón me tuvo atenta
relación tan bien fundada;
de oírle quedo admirada,
mas no quedo descontenta;
que cualquier atre\ iniieuto,
hiendf) amoroso, perdona
una gallarda per.sona
y mi di.screto tnttndimicnto.
Mucha lice-ncia le di
por .salxT a f|uién ípuTÍa;
mas sirva en diseniljja mía
el quererme I.auro a mí.
Porque, enojada y corrida,
estaba desconfiada,
del Príncipe despreciada
y de I,auro aborrecida.
Que a quien ningimo procura
querer bien y vive en calma,
o es hermosura sin alma
o es alma sin hermosura.
(Celia entre.)
Cel. Bien despacio Aiiestra Alteza
ha estado con Lauro.
DuQ. Emprendo
la venganza que pretendo
de su ingenio y su nobleza;
que a los dos he confiado
el hacer que venga aquí
Ricardo.
Cei.. ¿y dice que sí?
DuQ. Esa palabra me ha dado.
Cei . ;Pues cómo vendrá?
DuQ. vSecreto,
para que le pueela hablar,
e|ue habláudole pienso dar
a mi pen.«amiento efeto.
Cei.. ¿y si se sabe en la corte
que Ricardo viene aquí?
Drg Déjame el cuidado a mí
cuando el esconderle impoi te,
que le tengo de burlar
aunque aventure en rigor
cuanto no fuere mi honor.
Cei.. No te quiero aconsejar;
conozco tu condición,
tan furio.'-a resistida,
que aiUKjue aventure la vida
has de lograr tu opinión.
Pero dime: ¿preginitastc
a Eauro la dama?
DrQ. Sí.
Cel. ¿y a quién ama Lauro?
DiiQ. A ti.
Tú, Celia, le enamoraste;
til le truji'ste a Lorena,
por ti su elueño olvidó.
Cel. No es posible, que soy yo
la <|ue lo fué de su pena.
DUQ. No me dé el cielo ventura
si no me lo dijo ansí.
Cel. ¿Q"*^" "'^' quiere Lauro a mí?
l)V(¿. Bien puedes estar segura.
ClíL. Y agradecida también.
Dio. L.M) no, ])oríjne is mal caso.
ACTO SEGUNDO
255
Cel.
DUQ.
Cei..
Dúo.
Cei..
cuando sabes que te caso,
querer a ninguno bien.
Si le pesa a vuestra Alteza,
ni le veré ni hablaré.
Xo me pesa; pero sé
que puede su gentileza
impedir la vohuitad
del tratado casamiento
si este nuevo pensamiento
te quita la libertad.
Xo pasará por el mío
querer a Lauro.
Hatás bien.
( Vase.)
Xo ha}' ocasión que le den
al amor como el desvío.
Mal, si son celos, intenta
que muestre a Lauro rigor,
porque resistido amor
con la privación se aumenta.
Ríe.
Jvi,.
Ríe.
JUL.
(Salen Ricardo y Julio.)
Ponte, Julio, de camino,
y por la posta saliendo,
a vista de la ciudad
llegarás a donde tengo
al Conde y a los criados,
que de Polonia vinieron,
en mi servicio, y diiás
que vuelvan todos fingiendo,
aunque con poco ruido,
que vengo también con ellos.
Esta carta me darás
en que diciendo que luego
que vi la de Lauro, puse
en ejecución su intento;
y advierte que me la des,
con atrevido despejo,
delante de la Duquesa.
Xo has tenido pensamiento
de más ingenio en tu vida.
Es amor grande ingeniero;
las máquinas de Arquimedes
no son encarecimiento
para las que tiene amor.
Ya sé que amor es tan diestro
que fabrica laberintos,
tal vez a maridos necios,
donde encierra Minotauros,
que suelen matar Téseos
con hilos de oro, que son,
sobre tabíes diversos
y lamas tornasoladas.
pasamanos de manteos.
Ya sé que no va T<eandro
por Hero de Abido a Hesto,
que para romper las torres
los Heros vuelven dineros.
Dédalo se ha vuelto amor,
no por los dorados cercos
del sol; por lo bajo danza
entre sastres y plateros.
Su matemática toda
es inventar usos nuevos
de joyas y de vestidos,
y yo pienso que es lo cierto;
porque si de lo que ha sido,
por amor, vicioso extremo,
es fuerza, en quien tiene honor,
que quede arrepentimiento.
Cuatro joyas de diamantes
serán más noble constielo
que del honor y el peligro
las memorias sui provecho.
Parte, Julio, con cuidado.
Yo paito en brazos del viento,
para volver en sus alas.
Ríe.
jri..
Rjc.
Cei..
Ric.
CEU.
Ríe.
Cei,.
Ríe.
CEU.
(Vase.)
Y yo quedo satisfecho
de tu diligencia, Julio.
Lauro.
Señora.
;Oué es esto?
¿Dónde despachas a Julio?
Ai Príncipe, con deseo
de dar gusto a la Duquesa,
a quien ya tengo por dueño;
ni es deslealtad engañarle
y hacerle venir, pues pienso
que aunque pretende burlando
enamorarle, el ingenio
de Ricardo es tan sutil,
que, por si duda, sospecho
que le ha de querer de veras.
Aquí me dijo su intento
y que te había preguntado
quién era aquel nuevo empleo
de tus pensamientos, Lauro.
¿Y qué te elijo?
Xo acieito
en decirte que soy yo;
pero si no te agradezco
tanto amor que por el mío
hayas dejado tu dueño
V aventurando tu honor;
25^
r.A HERMOSA FEA
que en ocasión te hayas puesto
de estar en país extrafio
con nombre tan bajo preso,
mal cumplo la obligación
de mi noble nacimiento;
y así, digo que lo estimo.
Lauro galán, como debo
V cuanto puede mi estado
mostrar agradecimiento; ,
que de ser agradecida
a quien me obliga me precio,
mayormente con amor,
que es acción de nobles pechos.
Ricardo.
Celia, yo sé que un hombre desdichado
para mayor desdicha fué dichoso,
como mi ejemplo muestra que ha llegado
a romper mi silencio temeroso.
Tu agradecido pecho, tu cuidado
y el verme tan aprisa venturoso,
siendo en tus prendas mi valor tan poco
fueran bastantes a volverme loco.
Mas no quiso el rigor de mi fortuna
que yo gozase el bien de mi de.'^eo,
mostrándose tan fiera e inoportuna
cuando el favor sin esperanza veo.
Ayer, cuando a la vista de la luna
se trasladaba el resplandor febeo
al ocaso entre nubes de zafiros,
mezclando en las palabras los .suspiros,
me dijo Otavio que eras, Celia hermosa,
alma de sus sentidos ■y que estaba
.sin la suya por ti con amorosa
ternura que las piedras ablandaba.
Que pues con la iJucjuc-a generosa
hallé tal gracia que. en palacio entraba
con libertad y en él te hablaba y vía,
fimdase su esperanza en mi osadía;
que te dijese, Celia, que le dieses
licencia de servirte libremente,
jKjrque si tanto amor favorecieses
verte, aflorarte y escribirte intente.
Aquí querría que pen.sar pudieses
cuál fué, dulce señora, el accidente
que mis venas heló, viendo el amigo
mayor que tengí> de.'-cansar conmigo.
Quererte y engañarle es inijjosibh-;
aunf|ue me uniera yo, <lejarle debo
la empresa a C>tavio, y con dolor terrilíle,
cuando ]medo vivir, la muerte ajjrucbo.
Tú, cuauílo fuere a tu valor pt)sibl»-,
nura f|uc «ngaño en el amor tan nuevo
que a Otavio favorece, sin que Otavio
sienta mis celos }• tu amor mi agravio.
CEU A.
Si tuvieras amor, ¿quién te quitaba
que le dijeras, «Lauro, a Celia quiero»,
aunque lo que él de mí te declaraba
en tu imaginación fuera primero?
Mas como el no tenerle te obligaba,
sigues la ley de amigo verdadero,
que tantos han quebrado con clisculpa
de que el agravio por amor no es culpa.
¿A qué padre, a qué amigo, a qué pariente
guarda respeto amor? Pero ya es tarde
para reñir a un hombre que no siente
}• que quiere que amor respetos guarde.
No quiera el cielo que querer intente
hombre que tuvo amor y fué cobarde,
pues no lo siendo para hablar conmigo
calló sus penas a su propio amigo.
Traidor fuiste a los dos: a él callando
tu amor, cuando él su amor te fué diciendo,
y a mí, pues, mis favores despreciando,
de tu villana ingratitud me ofendo:
nhiguno me hable, aimque se nmera amando,
porque a los dos estoy aborreciendo.
Ricardo.
Celia, señora.
CiajA.
Vete, impertinente.
Ricardo.
Por Dios, que la engañé famosamente.
(Salgan el Gorernador, la Duquesa y Celia..
DuQ. ¿Carta del Príncipe a ti?
GoK.
DUQ.
GOB.
Dt'q.
Goii.
Dry.
Ci:i..
DfQ.
Por mano de Otavio ha sidei
este milagro.
Ofentlido
Ricarelü estará de mí
viendo que di libertad
a Lauro.
língáñase en tode)
\ ueslra Alteza; de otro modo
intenta hacerle amistad.
¿Cómo amistad?
ICsta es
la carta, que vista, fuera
causa (jue pena uíe diera
de haberle preso después.
Celia, ¿es su letra?
^' su firma.
Lee.
ACTO SEGUNDO
257
Cel. Escucha.
DuQ. Como sombra
este principio me asombra
y sus agravios confirma.
Celia.
«El enojo que me dio I<auro con su necia par-
tida me hizo tomar tan mal consejo por dete-
nerle. Suplico a vuestra señoría que, si está
preso, le dé libertad, y si no, le persuada que
se vnielva conmigo, que estoy en una aldea a
veinte leguas de esa corte, enfermo desde que
él se partió, porque, fuera de ser mi primo, es
mi mayor amigo.»
DrQ. Dos cosas vienen aquí
notables; es la primera
ser su primo. ¡Quién crej-era
menos de Lauro!
CeIv. Es ansí;
la nobleza trae escrita.
DuQ. La otra, que enfermo esté
desde que de aquí se fué.
Cei,. No sin causa solicita
que \'uelva Lauro con él.
DuQ. Responded, Gobernador,
que no fuisteis con su honor
de Lauro vos tan cruel,
y que nunca estuvo preso.
Que le hablaréis con cuidado
de verle tan agraviado
por aquel pasado exceso;
pero no le prometáis
que irá a verle.
GoB. A escribir voy.
DuQ. Ni que yo avisada estoy
del mal que tiene escribáis.
(Sale Ricardo.)
Ríe. Parecióme que trataban,
gran señora, Vuestra Alteza
y el Gobernador de mí.
DuQ. Hay ima cosa muy nueva.
Ríe. ¿Cómo?
DUQ. El Príncipe tu dueño,
mejor tu primo dijera,
no veinte leguas de aquí
está enfermo en una aldea.
Ríe. ¿Enfermo?
DUQ. Así lo escribió.
Ríe. ¿Pues cómo estando tan cerca
no se ha sabido?
DUQ. Habrá dado
también en que no se sepa.
como en otras necedades,
porque presumo que piensa
que estás preso.
Ríe. A no haber sido
por tu piedad, yo estuviera
no sólo en duras prisiones
entre la gente plebe^-a,
mas, por ventura, sin vida.
DUQ. Primero la suya sea
ejemplo de desdichados
y mmca a Polonia vuelva.
Cei.. ¿No le dices cómo quiere
que Lauro vaya al aldea?
Ríe. ¿Pues escribe que yo vaj-a?
DuQ. Con el temor de tu ausencia
aun no te osaba decir
que verte. Lauro, desea;
pero si sientes tu agravio,
como es razón que le sientas,
no pienso 3-0 que en tu vida
volverás donde te vea.
Ríe. Si mi ausencia, como dice,
la de sentir Vuestra Alteza,
perdone esta vez Ricardo,
por más que la sangre mueva
los deseos de su vista,
fuera de estar mi inocencia
tan quejosa de su agravio.
(Sale, de camino, Julio.)
Jui,. ¿Quién pensara que pudiera
volver tan presto de España?
RiC. ¿Es Julio?
Jui,. Con razón llegas
a dudar si Julio soy
dando tan presto la vuelta,
que más parece de marzo.
DuQ. Lauro, ¿Julio estaba fuera?
Ríe. Fué el criado que escogí,
fiado en su diligencia,
para la que hacer mandaste,
y pues ya lo sabe Celia
y este loco ha entrado aquí,
que hablarme después pudiera,
él te dirá lo que pasa,
excusando que en la aldea
que dice el Gobernador
le ha detenido en Lorena
peligrosa enfermedad.
Jui<. Si lo saben, ¿qué me queda
para que les pida albricias?
Ríe. Saber si te dio respuesta.
Jui,. Esta carta, y por la tuya
17
2^8
LA HERMOSA FEA
el porte desta cadena.
Queda loco del retrato
• y el favor de la Piiquesa,
de suerte que, al mismo punto,
como si tu imagen bella
jFuera de milagros, pide
le den de vestir, y queda
tan alentado y brioso,
que el Conde y la gente nuestra
han dado con los caballos
por varias partes carreras
alborotando el lugar
como a) salir la sentencia
de mi gran estado en las cortes
los que van a dar las nuevas.
DuQ. Pues el que me tuvo en poco
y a quien parecí tan fea,
;con mi favor, con belleza
y mi retrato se alegra?
Ríe. Debe de querer el cielo
dar a tu venganza fuerzas.
Léete la carta.
Dl'q. Después
quiero, Lauro, que la leas,
cuando estem solos dos solos.
Ríe. ¿De qué manera conciertas
que venga a verte Ricardo?
DuQ. Porque no demos sospecha,
verme de noche podía.
Ríe. ¿Y ha de entrar a tu presencia?
DUQ. Xo, Lauro, que no es razón.
Ríe. ¿Pues cómo quieres que sea?
DuQ. Hablái:dome como amante
por alguna de las rejas
que salen a los jardines.
Ric. Ya voy pre\'iniendo penas.
DUQ. ¿De qué, Lauro?
Ríe. Ya, señora,
de aquel favor no te acuerdas
con que prometiste dar
vida a mi esperanza muerta.
DuQ. Sí, acuerdo.
Ríe. ¿Pues no es razón
que celos un hombre tenga
de las partes de Ricardo?
DüQ. Calla, Lauro, que si llega
esta venganza a su pimto,
como mi agravio desea,
él tendrá celos de ti.
(Vate.)
RlC. Beso los pies de tu Alteza.
Cei.. l.auro.
RiC. Celia.
CEL.
Ríe.
Cei,.
Ríe.
Jri,.
Ríe.
Jui..
¿Xo hablarás
conmigo mientras Estela
con el Príncipe?
Si Otavio,
señora, me da licencia...
¡Qué cobarde caballero!
( Vasí.)
Señora, guardar es fuerza
el decoro a la amistad.
¿Qué dices, Julio?
Que enredas
tal máquina de invenciones,
que es imposible que puedas,
si has de ser Lauro y Ricardo,
salir bien, con lo que intentas.
En gran peligro me veo,
pues he de hablar en la reja
con Estela a un tiempo mismo
y, como Lauro, con Celia.
Mas como voy entablando,
Julio, el amor que me muestra,
¿qué daño puedo temer
cuando el engaño se entienda?
Pareces amante halcón,
en conquistar su belleza,
que gustan de que la caza
que han de comer se defienda .
PERSONAS DET, ACTO TERCERO
Otavio.
Ricardo.
JULIC.
La D u Q u E s .\.
Celia.
El Gobernador.
El Capitán.
Ei Conde.
Ota.
Ríe.
Ota.
Ríe.
ACTO TERCERO
(Salen Ot.wzo v Ricardo.
Xotable invención ha sido
tú mismo fingirte a ti.
Mayor es, estando aquí,
.'er, Otavio, el que ha venido.
¡Qué bien fingido secreto!
Bien llegaron tus criados.
\ienen diestros y eiuseñados
del Conde para este efeto.
Pero el peligro mayor
es hablar a la Duquesa.
Cuando esto pienso, me pesa
df liaberla tenido amor.
Porque llegando a ¡¡ensar,
aunque de noche ha de ser.
ACTO TERCERO
259
que me puede conocer,
temo que se ha de enojar.
Y si yo libre estuviera,
dejara en aquel estado
cuanto sabes que ha pasado
y con Ricardo fingiera
que a la patria me volvía
o a España, como pensé
cuando la Francia pasé,
pues íólo a verla venía.
Ota. En vano tienes temor,
que no te ha de conocer
por la habla, si ha de ser
en la distancia ma^^or.
Y cuando a su pensamiento
malicia pueda llegar,
por la patria ha de pensar
que tenéis un mismo acento.
Ríe. Esa razón es verdad,
y gran ventura haber sido
esta noche, en que ha venido
xm limbo de obscuridad.
Algo tiene que decir
la luna en esta ocasión
al pastor Endimión,
pues no ha querido salir.
Y como son sus doncellas
las estrellas que la ven,
habrá querido también
recoger a las estrellas.
Lluvioso el cielo se muestra
y favorable a mi engaño.
Ota. La habla no te hará daño,
que no es Estela tan diestra.
Y como es tan poderosa
la imaginación, no dudes
que, por poco que la mudes,
quede Estela sospechosa.
Ríe. Paréceme que dirás
a qué efecto me he fingido
con ella el mismo que he sido,
pues no ha de quererme más.
Mira, Otavio, esta señora,
por soberbia de hermosura,
dio en despreciar la ventura
que tiene dudosa agora.
No le agradaba marido,
mil Príncipes despreció;
temiendo lo mismo yo,
cuánto sabes he fingido
por enamorarla ansí,
que si de otra suerte fuera
lo mismo conmigo hiciera;
pero más dichoso fui,
pues )'a la tengo en estado
que cuando llegue a saber
quién soy, no podrá tener
desprecios de mi cuidado.
Ota.
Dichoso fuiste; mas yo
tan desdichado me veo
con Celia y con mi deseo.
que Celia me aborreció
y él no me quiere dejar.
Ríe.
Celia será tuya.
Ota.
¿Mía?
Ríe.
Si llegare, Otavio, día
que yo lo pueda mandar.
OTA.
¡Quiéralo el cielo!
Ríe.
Sí hará.
Ota.
Julio sale.
Ríe.
¿Es hora?
Jui,.
Sí.
Ríe.
¿Viste a la Duquesa?
Jui..
Vi. •
Ríe.
¿Sale ya a las rsjas?
JUL.
Ya.
Ríe.
Pareces eco.
Jui,.
En oyendo
que estaba allí me llamó,
entré, vi el sol y él me vio
a media noche saliendo.
aunque este concepto sea
villancico en Navidad.
Pintarte la majestad
de aquella divina fea
es ofender su hermosura.
Detrás de un bufete estaba.
que luz a dos luces daba
con su luz hermosa y pura.
Allí estaban, por despojos.
tus amorosas porfías
V corridas las bujías
de que alumbraban sus ojos.
La ropa de levantar
era deste sol esfera.
mas mejor lo pareciera
para ropa de acostar.
El faldellín en que había
quedado aquel cuerpo hermoso
era telliz venturoso
del alba en que sale ti día.
Lo demás es lo de menos.
siendo del mundo lo más,
y, al decirme cómo estás.
brilló los ojos serenos.
Aquí viene la oratoria
26o
LA HERMOSA FEA
Ríe.
Ota.
Ríe.
en su pimto. Filialmente,
me pregimtó: < ;Cónio siente
Lauro la amorosa historia?
De su Príncipe Ricardo,
después que a la corte vino,
ya celoso le imagino,
que me dicen que es gallardo.»
«•Señora — le repliqué — ,
toda la noche han estado
juntos y de ti han hablado.»
Y en esto no la engañé.
Pues que sois uno los dos,
siente que esta noche quieras
hablarle, y, si perseveras,
matas a Lauro, por Dios.
«Ya no lo puedo excusar
— dijo — , pues está en la calle;
y celos, sin ver su talle,
¿cómo se pueden causar?
«Celos — dije yo — , pues sientes
las causas de sus achaques,
son, gran señora, almanaques
de futuros contingentes.»
Donde dicen que ha de hacer
claro, llueve sin reparo
y sale el sol puro y claro
si dicen que ha de llover.
Yo no sé de astrología
desto que llaman amor;
pero llame dado temor
que se ha de trocar el día.»
«Vete — dijo — , y di que ya
salgo al balcón». Está atento,
que en las celo.sías siento
que alguna persona está.
Y pues te has determinado,
llega a morir o a vencer.
Dos papeles he de hacer
que el poeta amor me ha dado:
ya he de st?r Ricardo y ya
Lauro; pero ütavio entienda
que los mismos le encomienda,
que así concertado está,
Ricardo y Lauro ha de ser.
Si sales con este engaño,
¿servirá de desengaño
de Jo que amor puede hacer?
Señas han liecho, yo llego.
DUQ.
Ríe.
DuQ.
Ríe.
Dúo.
Ríe.
Cer..
Ota.
CeIv.
Ota.
Cel.
i Ota.
Cei..
fEn dos balcones altos y apartados están la Duquesa
Celia, teniendo las cortinas dellos cm las. manos.)
Ota. I''u dos partes hacen señas.
Ríe. Si .1 C"»li;i f)f.i\i(. i-.i-ioc-v.
fíngete Lauro con Celia,
porque yo me fingiré
Ricardo con la Duquesa.
Si es fingirme el ser quien soy,
tú, Julio, ya entiendes.
Llega. (I)
¿Es el Príncipe Ricardo?
¿Es, señora. Vuestra Alteza? (2)
Soy yo.
Y yo quien adora
esas hermosas estrellas. (3)
¿Qué diréis de mi osadía?
Pero fuera yo muy necia
si disculpara quien vio
vuestra rara gentileza.
Xo he sabido defenderme
de vos, pues que tanta ausencia
sola una vista no olvida.
Si amor con milagros piensa
hacerme tan venturoso,
¿qué tengo )'o que le ofrezca
si os he dado a vos el alma?
La enfermedad del aldea
fué de amor, fué de haber visto
vuestra divina belleza.
¡Ah, caballero! ¿Sois Lauro?
T.,auro soy, hermosa Celia.
¿Xo queréis hablar conmigo
poi no dar celos a Estela?
Yo, mi señora, no doy
celos, y cuando los diera,
aventurara mi daño
por el gusto de (juicn reina
por alma de mi albedrío,
donde no puede haber fuerza
mayor qir^ la voluntad.
¡Qué desigual competencia
hacemos mi prima y }-o!
Xo jHicde Estela tenella
con \os si yo so)' la causa.
¿Con (jué queréis que agradezca
tanta merced?
(1) Aquí intercala Hartz. estos dos versos, que dice
toma de edicir ncs modernas de la comedia.
(Ap. Y entre tanto dormiré
mientras ellos se desvelan.
(2) Hartz. intercala estos otros:
(A p. Finjo la voz para que
tcn^a el eunaño niíis fuerza.
(3) ICl misiiin intercala óstos;
DuQ. (Ap. ¡eielos! El eco en Kicardo
a la voz de Lauro suena.
ACTO TERCERO
201
Ota. Con pagarme;
mirad qué breve respuesta.
DuQ. Muriéndome estoy de ver
que hablen juntos I<aiiro y Celia.
¿Qué haré para dividirlos?
Ríe. ¿Con quién habla Vuestra Alteza?
DUQ. ¿Es I,auro aquel?
Ríe. Sí, .señora.
DUQ. Decidle que a hablarme venga
y vos a Celia daréis
de lo que traíamos cuenta,
que es muy justo, por mi amiga,
por mi prima y deuda vuestra.
Ríe. Notablemente sucede. (Ap.)
¡Cuánto se engaña quien piení^a
que nadie puede engañarle!
Lauro.
Ota. Señor.
Ríe. Dad licencia
por un instante. Oj'e aparte.
Ota. ; Conocióte la Duquesa?
Ríe. De ningmia suerte, Otavio;
mas como de ver le pesa
que hables con Celia, que, al fin,
presume que hablo con Celia,
me ha mandado que te llame
y que entretanto entretenga
a Celia.
Ota. ¿Pues qué has de hacer?
Ríe. Que tú a hablar a Celia vuelvas
y yo vuelva como Lauro,
de suerte que vaya y venga
a ser dos, siendo uno mismo.
Ota. ¡Extrañas cosas intentas!
Ríe. No puede mi desatino
volver atrás aunque quiera.
¿Es Vuestra Alteza?
DuQ. Yo soy.
Ríe, Que me Uama Vuestra Alteza
me dijo el Príncipe.
Dúo. Lauro,
líame dado mucha pena
que hables con Celia.
Ríe. Señora^
Dios sabe que no quisiera
ni verla, ni haber nacido
para ser de mis ofensas
tercero, como lo soy. (i)
(i) Aquí intercala Hartz. estos versos:
DuQ. ( Ap. ¡Hay tan notable extrañeza!
Que a Ricardo y I^auro un mismo
acento, naturaleza
les concediese, es prodigio.)
DuQ. ¿De que pretenda te quejas
burlarme con estas burlas?
Ríe. Quien llega a morir de veras,
no funda en burlas vsus celos.
Dt.'O. Lauro, si yo presumiera
que esto había de causarte
un átomo de sospecha,
ni la venganza intentara,
ni, aunque me llamara necia,
que, entre personas con alma,
es más agravio que fea,
tratara de castigarle.
Ríe. Que satisfacción merezca
de esa boca mi osadía,
todos mis celos sosiega.
¡Oh qué palabras tan dulces!
Bien haya quien paga en perla
penas de celos fingidos.
I Oh quién estuviera cerca
para deshacer las hojas
desas blancas azucenas
poniendo en tierra la boca!
Dro. Yo aguardaba que amanezca
por ver al Príncipe el talle;
pero porque me agradezcas
que este deseo no cumpla,
qxie en mujer es cosa nueva,
di al Príncipe que perdone,
porqvie el aurora no sea
causa que alguno en palacio
esta novedad entienda.
Esto fineza parece.
RlC. Si en la voluntad engendra
almas amor, sean mil almas
agradecida respuesta.
Secretaria de la cifra
de amor llamaba vm poeta
a la noche, en quien se fían
cuantas palabras y señas
de dos amantes caminan
desde la calle a las rejas.
Es el aurora una espía
cuya luz viene secreta
a disfrazar pensamientos
y a entretener dulces penas.
Yo voy para que nos vamos,
qvie noches, señora, quedan
para engañarle, y como es
mozo de poca experiencia
y soberbio de su talle,
no dudes de que ya piensa
C[ue estás del enamorada.
DuQ. Bien dices, yo me voy. Celia.
202
LA HERMOSA FEA
Cel. Señora.
DUQ. Vamos de aquí.
Cel. Adiós, Lauro.
Ota. ¡Quién pudiera
iros siguiendo, sol mío!
Ríe. ¡Julio, hola. Julio, despierta!
Jül,. ¿Quién llama?
Ríe. ¿No me conoces?
JUL. Mueran.
Ríe. ¿ A quién dices mueran?
JUL. ¿Dónde están los enemigos?
Ríe. ¡Deten la rodela, bestia!
Tul. Si no eres tú, ¡vive Dios,
que estás haciendo floretas
a estas horas en el aire!
¿Qué hay de Duquesa y de Celia?
Ríe. Q'ic he sid' :• un dios Jano amante
con dos caras.
JUL. ¿I'^ Duquesa
al fin no te ha conocido?
Ríe. ¿Quién pensara que tuviera
tan firme imaginación
en mi fe y en su grandeza
para no .ser engañada?
JUL. Triste está Otavio.
Ota. -So alegran
dichas fingidas.
Ríe. La aurora
ya per la boca risueña
candidos rayos dilata,
flores y fuentes le besan
los coturnos de oro y nácar.
JTT. Y yo dijera, en mi lengua,
que salía la mañana
en chapines o en chinelas.
Ríe. ¡Oh, amor!, ¿qué será de mi?
¡Adiós, rejas!
Jiri.. ¡Quién creyera
que no hubiera para Julio
una Inés en esta feria!
Mas dícenme que se cansan
de que los amanU'S tengan
criado para criada;
y así, no hay Inés; paciencia.
(la Duquesa y Celia.)
DuQ ;.\ uu' me quieres hacL-r,
prima, tan grande disgusto?
Clli,. La que se casa sin gustf),
¿dónde le piensa tener?
DüQ. Casada, toda miijer
ama de.spués su marido;
pocas dichosas han sido
por casarse enamoradas.
DuQ. Debieron de ser culpadas,
cuando amor merece olvido.
DuQ. Si Lauro no te obligara,
yo sé que me obedecieras.
Cei,. y yo que no te ofendieras
si Lauro no te agradara.
Pero, señora, repara
en que no te iguala a ti;
Rej'es y Príncipes, sí.
I/Uego no he pensado mal
que un hombre que no es tu igual
será bueno para mí.
DuQ. Celia, menos bachillera;
que yo me puedo casar
con mi gusto y pu.edo dar
mi estado a quien menos fuera.
Y cuando yo a Lauro quiera,
¿no es Lauro primo de quien
a mí me estuviera bien?.
Luego aquel mismo valor
me puede obligar a amor
como al Príncipe a desdén.
Cri,. Como tu melindre lia .«ido
tan recatado liasta agora
en querer buscar, señora,
entre Príncipe s marido,
no pensé verle rendido
a un hombre que no lo es,
y me espanto de que des
en querer, Estela, ansí
quien me quiere sola a mí,
pero a ti por interés.
DuQ. ¡Qué loca te tiene amor!
¿Lauro a ti?
Cei.. Si anoche oyeras
a Lauro conmigo, hubieras
desengañado tu error.
DüQ. Del Príncipe, su señor
que conmigo, Celia, hablaba
celoso, por dicha, estaba,
pues ciumdo yo le llamé
desengañada quedé
de que Lauro te engañaba.
Cei,. ¿Cómo que te hablaba a ti?
I'ues nunca Lauro te habló,
si de nn' no .se apartó
en cuanto estuviste allí.
DuQ. Digo que le ha])lé y le oí
tan tierno, tan dulce amante,
que se al)landara un diamante.
CKI,. No sé cóuío puede .ser
ACTO TERCERO
263
que de I,auro pueda haber
un retrato semejante.
Pero pues se ha declarado
desta suerte Vuestra Alteza,
en mí fuera ya bajeza
darle con celos cuidado.
Y del que Lauro me ha dado
quedo tan arrepentida,
que no le hablaré en mi vida;
que prenda tan estimada
no ha de ser de mí enojada,
sino adorada y servida.
(Vase.)
Duquesa,
¿Soy yo, por dicha, pensamiento mío,
la que jamás rindió su pensamiento?
Celos quieren vencer mi entendimiento
y entiar con mi valor en desafío.
Amar por la razón el albedrío
es dar a la disculpa fvmdamento;
por celos no, que es envidioso intento,
y ofensa del honor el desvarío.
Conciertan las estrellas de los cielos
el amor entre dos, porque por ellas
se quieren con recíprocos desvelos.
Pues si estrellas de amor son causas bellas,
conciértenos el cielo; que los celos,
si son infiernos, ixo han de ser estrellas.
Jui<. Salga Vuestra Alteza a ver
del Piíncipe mi señor
un presente, aunque el valor
tan desigual viene a ser
con el que hoy ha recibido
(le sus manos liberales,
que en sus minas celestiales
diamantes han producido,
si bien más que los diamantes
la ropa blanca estimó,
que nunca el sol se vistió
con auroras se mej antes;
porque tan lindas camisas
parece que le dio el alba
en su azafate con salva
de sus flores y sns risas.
Alaba olor y limpieza
de las cajas de ciprés
y dice que todo es
retrato de su belleza.
Finalmeiite, se ha esforzado
a enviarte niñerías.
I^UQ. Qué, ¿tan presto de 1as mías
el Príncipe se ha pagado?
Jui,.
No son cosas de valor,
si bien son curiosidades.
DUQ.
Con esto me persuades
que me tiene poco amor.
Jui,.
Sólo un retrato le tiene
que está engastado en diamantes.
DUQ.
¿De quién?
Jur..
Por que no te espantes.
la lengua el nombre detiene.
DUQ.
Di presto.
Jui,.
De Lauro es.
DUQ.
¿Retrato de Lauro a mí
con tantos diamantes?
Jui,.
Sí,
porque dice que después
que te oyó .decirle amores
no te pudo hacer presente
de más valor.
DUQ.
Lauro miente
si le ha dicho mis amores.
Ricardo.
Siempre he de hallar, señora, en vuestros labios
a Lauro.
Duquesa.
No esta vez por gusto mío,
sino para vengar necios agravios.
Ricardo.
Más de tu ingenio y tu valor confío.
Duquesa.
Nunca se alaban los amantes sabios,
porque es ingratitud y desvarío,
de los favores de sus damas.
Ricardo.
Mira
que son los celos del amor mentira.
Díjome anoche el Príncipe, señora,
que nos oyó requiebros cuando hablaba
con Celia, en cuya plática el aurora
nos halló sin dormir, tan necio estaba.
Con esto, Julio te habrá dicho agora
que mi retrato propio te enviaba ,
pasándole a una caja de otro .suyo.
Duquesa.
Más la merece, .sin enojo, el tuyo.
Ricardo.
Pues si esto en la verdad, los claros cielos
serene de sus ojos Vuestra Alteza,
264
LA HERMOSA FEA
que no se han de atrever a cielos celos
ni la sombra a la luz de la belleza.
Duquesa.
Lauro, no me bastaban los recelos
de Celia, que me han dado igual tristeza,
sino pensar de ti que me vendías.
Ricardo.
¿Pues qué dice de mí?
Duquesa.
Que la querías.
¿Yo?
Ricardo.
Duquesa.
Sí.
Ricardo.
Til misma entretenella,
señora, me mandaste, y porque fuese
más secreto mi amor fmgí qvxerella,
no porque yo, señora, la quisiese.
Duquesa. .
Lauro, Lauro, no más hablar con ella,
que hablaré con Ricardo, aunque te pese;
3-a no es tiempo que andemos tan secretos.
Ricardo.
¿Pues no es secreto amor entre discretos?
Duquesa.
Talegada a declararme desta suerte,
no quiero discreciones.
Ricardo.
Ciran señora,
que está aquí Julio y que nos oye advierte.
Duquesa.
Pues por eso haré yo matarle agora;
Ji'i.io.
,-.\ nu', señora r ;A mí me das la muerte?
,Por qué delito, a Julio, «jue te adora?
Pero para la nnierte, ;(jué mayores
<ju«- haber sabido faltas de señores?
Duquesa.
Por el (lonire, Julio, te perdono.
Jui.io.
i'Ka!, que no pen.sabas en matarme,
<jtie tengo en tu grandeza ilustre abono
y aquí no tienes tú que peruonarnie;
pero así del mayor inii)erio y trono
tu casa de I^orena timbres arme,
como pienso que Lauro te parece,
y no es falta querer quien te merece.
Duquesa.
I/auro, ¿agora tristezas?
Ricardo.
¿Nunca oíste
que en la prosperidad ningimo es sabio
y que mejor un hombre se resiste
de la desdicha en el adverso agravio?
Estoy, ¡ay, Dios!, de tus favores triste;
desconfiado el pecho, mudo el labio,
el alma sin valor y la esperanza
temiendo la fortuna en la bonanza.
Cuando tormenta mi bajel corría
con menos pensamientos navegaba,
las olas que llegaban recibía
y de las que pasaban me alegraba.
Mas triste agora estoy, sereno el día,
y en las velas que el ábrego bramaba
cantar oyendo el céfiro suave,
que más teme el peligre quien le sabe.
Veo celoso al Príncipe Ricardo,
Príncipe al fin, y a ti no mal contenta
de verle padecer, ¿pues ya qué aguardo
si sé el peligro y temo la tormenta?
El de Polonia, próspero y gallardo,
público, E.stela, j-a servirte intenta,
pues en saliendo en público ¿no miras
qiie en vano de ti misma te retiras?
¿Cómo puedes, señora de mis ojos,
que presto no verán los de tus cielos,
excusar su favor y mis enojos
ni la ciudad hablar en sus desvelos?
¿Tengo yo de aguantar (i) a tus antojos
que él se enamore y que rae maten celos
y esperar a si quieres o no qiúeres,
no siendo de diamantes las mujeres?
¿Tengo yo de mirar, señora mía,
de qué manera, a vista de tus rejas,
pasa Ricardo, por ventura, el día
que ya firmados los conciertos dejas?
¿Será bien que mi bárbara porfía
venga a decirte lastimosas (juejas
la misma noel\e, y que .se queje al viento
la envidia de mi loco pensamiento?
¿Tengo yo de sufrir c|ue, coronado
de varias plumas, pase por la tela
mirando al .sol de tu balcón dorado
y que salgas a verle, hermosa Estela?
(1) Hartz, «aguardar».
ACTO TERCERO
265
rY que bañe al bridón, de fuego armado,
espuma el freno y púrpura la espuela,
con aplauso común, que el vulgo admire,
por que no sientas cuando yo suspire?
¿Será justo que entonces mi esperanza,
que fité por ti pirámiae en el viento,
'caiga por la región de tu mudanza,
lastimando su mismo fundamento?
Siempre estuvo el peligro en la tardanza;
no quiero estar a mi desdicha atento
para morir de un súbito accidente,
que más despacio muere un hombre ausente.
Dame licencia que me parta a Espaiía,
donde me escribirán tu casamiento,
que basta, para ser gloriosa hazaña,
inclinar a mi amor tu pensamiento.
Mejor me tratará la tierra extraña
y allí será menor mi sentimiento,
fuera de ser peligro cviidadoso
dar celos a un amante poderoso.
Xi til querrás que yo pierda la vida
a manos de Ricardo injustamente,
que un hombre, de quien tii fuiste homicida,
sólo le ha de matar su pena ausente.
Y no presumas que el ausencia olvida
en tu hermosura efecto diferente,
que tiene amor, para impresiones tales,
estampa de las almas inmortales.
DuQ. Lauro, si tú no supieras
mi calidad y valor,
ingrato a mi grande amor,
temer mudanza pudieras.
Mas si quien soy consideras,
es justo que consideres
que no todas las mujeres
a cualquier viento que corre,
como veleta de torre,
mudamos de pareceres.
Sin esto, más confianza
merece mi inclinación,
sabiendo que mi intención
no es amor, sino venganza.
Ya que te he dado esperanza,
no es para mudar de intento,
que cuando mi entendimiento
dijo «a Lauro he de querer»
no supe que era mujer
para mudar pensamiento.
Si temes, viendo que intenta
salir piiblico Ricardo,
más presto venganza aguardo
de aquella pasada afrenta;
porque a darte gusto atenta.
impediré que lo intente.
Espera, Lauro valiente,
que si, cobarde, te vas,
mucha licencia me das
para que te olvide ausente.
No he pensado declararme
tan locamente contigo,
ni es bien, si lo más te digo,
en lo menos recatarme.
Para ayudar a vengarme
no te ha de faltar valor;
escucha, y pierde el temor,
que si amor crédito alcanza,
quien no tiene confianza
no diga que tiene amor.
Ríe. Señora, nunca he temido
de tu generoso pecho;
de mi poca dicha, sí.
DuQ. Oye lo que digo atento:
para abreviar mi venganza
y quitarte, Lauro, el miedo,
dile al Príncipe Ricardo
que si como yo le quiero
me quiere y como me agrada
le agrado, no nos casemos
en calles, rejas y noches,
dilatando el casamieiito;
que de la corte se vaya
y c¡ue vuelva descubierto,
echando fama que ha sido
resuelto por mi coiisejo
que nos casemos los dos;
y cuando juntos estemos
y él llegue a darme la mano
mira qué venganza espero:
retirando yo la mía,
diré con atrevimiento:
«Príncipe, no me agradáis,
atrás la palabra vuelvo,
porque si os parezco fea
vos me parecisteis necio.
Ríe. ¡Notable imaginación!
DuQ. Lauro, en esto me resuelvo.
Ríe. ¿Y si se enoja Ricardo?
DuQ. ¿Qué importa, si entonces tengo
mil soldados prevenidos?
Ríe. Y yo ¿qué figura llevo
en este discurso tuyo?
DuQ. Ser condición del concierto
que tú vienes a casarte
con Celia, para que, al tiempo
que te quiera dar la mano,
llegue yo entonces diciendo:
26Ó
I -A HERMOSA FEA
DUQ.
Ríe.
JDI,.
«Eso no, que Laiiro es mío
y los dos nos casaremos».
Ríe. La venganza, Estela mía,
conozco qne es de tu ingenio
y la merced que me haces
digna de tu heroico pecho:
mas si Ricardo, agraviado,
pre\"iene ejército luego...
DuQ. ¿Por dónde le ha de pasar
desde Polonia, .su reino,
ai ducado de Lorena?
Ríe. Ahora bien; lo que has resuelto
es para tanto honor nno
que, acertado o desacierto,
se ha de ejecutar por nü.
Da cuenta a tu Parlamento
de lo que has determinado
mientras al Príncipe vuelvo.
Voy a prevenir a Celia,
de quien me vengo con esto
de los celos que me ha dado.
(Vase.)
Siempre se vengan los celos.
Escuchando estas locuras
he estado atento, aunque pienso
que debo de habe soñado,
.señor, lo mismo que veo.
Disculpo de la venganza
a la Duquesa, y confieso
que haberla llamado fea
es el último desprecio
f n condición de mujer,
y que este notable enredo
es fábrica del agravio
en su raro entendimiento.
I/O que me admira y me obliga,
Ricardo, a perder el .seso
es ver que el l'rínciise seas
y que digas muy severo
que irás por él. ¿Dónde? ¿Cuándo?
;A quién o cómo? ¿Qué es esto?
¿Qué Príncipe ha de venir?
Si no es que estás previniendo
que venga el Conde en su nombre.
Ríe. Hoy ha de quedar deshecho,
JuHo, todo este teatro
de la fortuna y cUl tienipcj;
hoy lia de hacer fin mi engaño
viendo (jue ha llegado al iMU-rto
de mi esperanza y vencido
este gigante soberbio
despreciatlor de los hombres.
Jt'l.. ¿Cómo?
Ríe. Ten, Julio, silencio;
que pintaron los antiguos
la dicha de un buen suceso
en los pies la diligencia
y en las manos el secreto.
(Salen el Gobernador, el Capitán, ♦« Duquesa
Celia.)
GOBERNAEOR.
Albricias me darán \Tiestros estados.
Duquesa.
Solícitos cuidados
de su descanso y gusto han preferido.
Gobernador, mi condición y olvido.
Ya estamos de casarnos concertadas
mi prima y yo.
Gobernador.
Si estáis bien empleadas,
dichosos parabienes
Ivorena os da por mí.
Duquesa.
Si queja tienes
por haber excusado al Parlamento
el conferir con él mi casamiento,
sabed que fué forzoso
el .secreto y el nombre d^ mi esposo,
Pero ya que ha venido,
desde hoy sabréis que el de Polonia ha sido
Príncipe generoso,
que por cartas de I^auro concertado,
que con él solamente se ha tratado,
está en T.orena y en la corte pienso.
Gobp;rxad(jr.
De tus vasallos el amor inmenso
esto sólo podía
por conservar en ti .su monarqnía.
¿Ya Celia en quién la empleas
si la misma ventura la deseas?
Duqt^esa.
iCn su primo del l'ríncipe Ricardo,
que todos conocéis: Lauro, gallardo.
Cki,i\.
Hasta agora, señora, no creía
tanta ventura mía.
Tus pies mil veces Ix-.so,
y ya, pues puedo, alegre te c(jnfieso
< 1 justo, el grande amor que le he tenido.
Duquesa.
Lnporta que advertido
el Capitán, y con igual secreto,
ACTO TERCERO
267
tenga, para este efeto,
un tercio de soldados
no lejos de palacio.
Capitán.
¿Qué cuidados
de guerra, en tanta paz, teme su Alteza?
Duquesa.
O sea por grandeza
o por temor de algi'm suceso extraño,
no puede el prevenirlos hacer daño.
Id vos, Gobernador, a acompañarle,
reconocerle y darle
el parabién por todos mis estados;
y vos para que estéis con los soldados,
capitán, en el puesto que os parezca,
para salir cuando ocasión se ofrezca.
Capitán.
Bien puede \^uestra Alteza estar segura.
Gobernador.
Conceda el cielo próspera ventura
a tan dichosas bodas.
(Vanse.)
Celia.
Confusa estoy de ver que no acomodas
el aposento que a los dos conviene,
pues ya te han dicho que Ricardo viene.
DUQLTESA.
Sosiega, Celia amiga,
que ha de tener la noche de este día
suceso diferente.
Cewa.
Ya parece que suena entre la gente
el regocijo.
Duquesa.
¡es
Es propio en los antoj
de amor anticipar el bien los ojos.
(Sale Julio.)
JUL. Público, pues lo has mandado
y justa licencia tiene,
del Conde y de Lauro viene
el Príncipe acompañado.
Admírase la ciudad
del secreto que has tenido.
CeI/. Más lo estará de que ha sido
en tu desdén novedad.
DuQ. ¿Viene muy galán Ricardo?
Jui,. No ha pretendido mostrar
cuidado, aunque no faltar
DUQ.
Jui<.
DUQ.
Tul.
DUQ.
Cel.
DuQ.
a lo que debe a gallardo.
¿Y Lauro viene contento?
Viene contento de ver
que llegue el tiempo de ser
de tu venganza instrumento.
Habla, Julio, con recato.
¿Cuál te parece mejor
de Lauro o Ricardo?
Amor
del Príncipe, o fuera ingrato,
no me dejarán juzgar
cuál es mejor; pero advierte
que los quiso de tal suerte
naturaleza pintar,
que parece que copió
el uno del otro tanto
que mirarlos causa espanto,
pues no determino yo,
con tratarlos cada día,
cuál es Lauro y cuál Ricardo.
Parece que me acobardo
de ver mi necia porfía.
Casi arrepentida estoja
que es propio de la venganza
cuando lo que espera alcanza.
Viene.
A recibirle vov.
(Acompañamiento, Gobernador, Capitán, Otavio y
Ricardo, galán, de camino, y plumas, y el Conde.)
Ríe. ¿Adonde decís que está
mi señera la Duquesa?
GoB. Aquí os están esperando
su Alteza y su prima Celia.
Cap. Notablemente parece
a Lauro.
DuQ. Sea Vuestra Alteza
bien venido.
Ríe. Y no es posible
que haj-a bien que mayor sea.
DuQ. Perdonad, Lauro, que os tuve
por Ricardo. ¿Adonde queda
el Príncipe?
RiC. Yo, señora,
soy el Príncipe.
DuQ. No fuera
posible, sin ser milagro,
haber la naturaleza
hecho en una misma estampa
dos rostros de una manera.
Lauro, decid: ¿dónde está
el Príncipe?
Ríe. Hermosa Estela,
268
LA HERMOSA FEA
ya os digo que soy Ricardo.
DuQ. Vasallos, traición es ésta,
el Príncipe me ha burlado.
Ríe. Conde, ¿soy yo?
Con. ¿Quién pudiera
ser sino vos?
RiC. ¿Soy Ricardo,
Otario?
Ota. ¿Xo manifiesta
^•^lestro valor que sois vos?
Ríe. Julio.
Jui.. Señor.
Ríe. ¿Qiié esperas
que no le dices quién soy?
JCi.. Señor, en cosa tan cierta,
¿qué importa e! crédito uno?
Ríe. A la corte de Lorena
vine, señora, por verte,
presumiendo que pudiera
verte sin dejarte el alma;
y como de tu belleza
liizo tan grande impresión
aquella divina fuerza
en ella y en mis senl idos,
no pude, ni me atreviera,
a pasar de Francia a Hspaña.
Pero la imposible empresa
de conquistar tu desdén,
que a tantos Reyes desprecia,
tantos Príncipes descarta,
tantos amantes desdeña,
me puso tanto temor,
que intenté que te dijeran
cuanto fué causa, señora,
de la venganza que intentas,
solicitando tu amor,
no por soberbia grandeza,
como muchos, confiados,
que has despreciado por ella.
Si entendí tu condición,
si tu endiosada aspereza,
si vencí tu libertad
y la palabra confiesas
que me diste, siendo I^auro,
y agora no me deseas
por Príncipe de Polou'a,
tu.s bellas manos merezca
con título de tu esposo;
JK-TO .si juzgas a ofensa
que haya encubierto mi nombre
para que estando tan cerca
de tu persona, mejor
rindiera tu fortaleza,
que mejor llegan suspiros,
ansias y palabras tiernas
cuando juntos dos amantes
tienen de hablarse hcencia
que con distancias ausentes,
calles, papeles )' rejas,
como el efecto confiru;a
mis dichas en tu presencia,
para merecer tus manos;
porque, finalmente, en ellas
están mi nmerte y mi vida,
mi bien, mi mal, gloria y pena,
que, muerto o premiado, estoy
contento de ver que tenga
victoria amor de un desdén
que fué en belleza y soberbia
fénix y Luzbel de Francia,
quedando mi nombre en ella
con más fama que Alejandro
y con mayor diferencia, .
pues él conquistaba el mundo
y yo el cielo de la tierra.
Dúo. Tanto ha sido tu valor,
que me pesa que no .seas
I^auro para hacer por ti
lo que por Ricardo hiciera.
No por Lauro mereciste
castigo, ni yo quisiera
más venganza de Ricardo
que saber por cosa cierta
que le estaba enamorando
cuando él me daba sospechas
de que era fea en sus ojos.
F.nojada he visto a Celia.
¿Darémosla al Conde?
Ríe No,
para que de Ota vio sea.
Cei,. Ya sabes que siempre estuve
a tu voluntad .sujeta.
Ríe. Al fin, ¿qué dices de mí?
Jui,. Antes que lo digas venga,
pues no hay, Inés, para Julio
alguna cosa que pueda
satisfacer tantos pa,s(>s.
DuQ. Dos mil ducados de renta.
y a Lauro y Ricardo juntos
la mano y el alma a medias
para que los dos la j)artan.
Ríe. A(\u{ dio fin el poeta
a La hermosa fea, senado;
pero con esta advertencia:
si os agr.ida, será hermosa,
y si no, La hermosa fea.
EL HIJO DE LOS LEONES
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DEDICADA A DOX JUAN GELDRE, CABALLERO DEL HABITO DE S.INTIAGO
Si la gallardía, nobleza y entendimiento que en v. m.
resplandecen, obügan tanto a cuantos le conocen, con
más fuerza liarán este efecto en aquellos a quien fa-
vorece y honra. Los ingenios que en esta Corte ocupan
algunas horas de otros mayores estudios en las festi-
vas musas de las comedias, están agradecidos al aplauso
con que v. m. las escucha y defiende del malicioso vulgo
que por la mayor parte en esta Corte se ha tomado el
imperio de su censura y la primera voz de su agrado
o disgusto, con tan justo sentimiento de la nobleza,
pues quiere calificar su ignorancia, lo que es debido a
la ciencia; y así, en nombre de todos, dedico a v. m., en
señal de reconocimiento y tributo, EL HIJO DE
LOS LE O X ES, cuyo título no desdice de su clara y
antigua sangre, pues en su ilustre familia han florecido
siempre tan magnánimos varones, que no ha podido
en tantos siglos la envidia de su grandeza mellar un
átomo, porque la suprema virtud está asegurada de su
veneno, como las cenizas (i) del monte Olimpo, donde no
alcanza la libre jurisdicción del viento. Para hablar en
tantos príncipes como reconoce Alemania, de los se-
ñores de esta casa y generosa estirpe, largas historias
fueran breves epítomes, con que se excusa la obliga-
ción y se queda suspensa como en la margen de tan
grande océano. V. m. admita la voluntad, pues tiene
más estimación que el artificio, cuanto va de respetar
la verdad con reverencia, al atrevimiento de ofende
lia con ignorancia.
Su Capellán, I,ope Félix de Veg.\ Carpió.
i) Hartzenbusch enmendó «cumbres».
Perseo.
teba.xdro.
Fevisa.
Clávela.
I^ISARDO .
FIGURAS DE LA COMEDIA
Un Capit.4n.
Bato.
RiSELO.
Flora.
Un Cura.
El Rey de Alejandría.
Faquíx.
La Princesa de Tebas.
Leonido.
Fileno.
ACTO PRniERO
f Salen Tebanuro y Perseo.j
Teb. Quitarme tengo la vida.
Per. Guien la vida tiene en poco,
más que desdichado, es loco.
Teb. ¿Pues cómo tan ofendida
queréis que a la muerte impida
quien tuvo siempre su (i) nombre
que ya no hay mal que le asombre?
Per. Porque es terrible locura,
(i) Hartzenbusch corrigió: «quien pierde Su hacien-
da y su» que hace el verso largo, aunque mejora el
Sentido. Quizá I,ope escribiría: «quien pierde su hacien-
da y nombre».
Tab.
vida que tan poco dura,
querer abrevialla un hombre.
Cuando tan mozo (i) os quedara
mucha vida que vivir,
no pudiérades sufrir
la que después os faltara:
pero tanta edad, repara
en lo poco que le queda.
Cuando el cielo me conceda
menos, para tanto mal
no tiene el alma caudal
ni sufrimiento que pueda.
Espero (2) en aquella nave
(i) Hartz. puso: «Doy que,
(2) Hartz.: «Expuse».
aun mozo, si os quedara»
270
EL HIJO DE LOS LEONES
toda mi hacienda, Perseo,
conducirla, al puerto veo
próspero viento suave,
y la fortuna que sabe
deshacer en lui instante
los cielos (I) al caminante,
y al labrador flor y fruto
cubrió de funesto luto
el pabellón de diamante.
Con relámpagos y truenos
que asombran luces y sinos,
y entre horribles torbellinos
de balas de nieve llenos,
abre los celestes senos
y los ejes de oro rotos,
en tan fieros terremotos
parece que siembra estrellas,
y entre balas y centellas
junta los polos remotos.
Los tridentes encendidos,
parece que cuando caen
del sol fugitivo, traen
el mar y tierra atrevidos,
a quien defienden apenas
adargas de agua y arenas,
también quieren conquistar,
con los gigantes del mar,
las celestiales almenas.
Rompe, corta y despedaza
gi'imenas, jarcias y velas,
que de las aferravelas
desañuda y desenlaza,
y la marítima plaza,
sembrada de cuerdas y hombres,
hace, por que más te asombres,
que los que han de gobernar
con los peces de la mar,
truequen oficios y nombres.
Allí quedó mi riqueza
con mi dicha sepultada,
y la fortuna vengada
en mi hacienda y mi grandeza.
Ivl lustre de mi nobleza
no me diera tal dolor,
mas es terrible rigor
que I'enlsa por casar,
sin liíu-itiida, nf> ha de hallar
mariílo igual a .su honcjr.
Ya no es dote la virtud
ni el honrado nacimiento,
que es el oro el fundamento
(i) Ilartz.: «Veredas».
de toda humana quietiid:
Con mucha solicitud
quise casalla altamente;
pobre, ¿qué cjueréis que intente
que no me infame y ofenda,
pues no hay más dote que hacienda.
en la opinión de la gente?
Per. y si yo os diese un marido
rico y del rey estimado,
que os quitase del cuidado
del sustento y del vestido,
en cuya casa servido
y regalado estaréis,
¿será razón que os matéis?
Teb. Daría gracias al mar
si por él vengo a alcanzar
la vida que me ofrecéis
Per. Pues yo os quiero dar mi casa
y casarme con Fenisa.
Tab. Tierra que tal hombre pisa,
boca, a tus labios la pasa.
Per. Pues hoy Perseo se casa,
Tebandro, y por padre os quiere.
Teb. Quien tanta ventura adquiere,
no dirá que se ha perdido.
Perdona, cielo ofendido;
todo hombre que viva, espere.
Voy a decir a Fenisa
esta dicha, mi Perseo.
Per. Dila, .señor, mi deseo
y de las nuevas la avisa.
Teb. Tropiezo en la misma prisa,
¡Oh, nave!, no te has perdido,
antes, por la mar traído
dos venturas de una vez:
hijo para mi vejez,
.para Fenisa marido.
(Vase. Sale Faquín.)
I'aq. Siempre que a la Corte vengo,
vengo de miedo temblando:
allí se está pa.seando:
ventura en hallarle tengo.
¡Ah, señor!
Per. Faquín, amigo,
¿qué hay por acá?
I'aq. Sólo ver
a su merced, y traer
alguna cebada y trigo.
Trigo para el panadero
la cebada... ya lo ve.
Per. ¿Cómo?
Faq. Para su mercé;
ACTO PRIMERO
271
Per.
Faq.
Per.
Faq.
Per.
que ayer me dijo el cochero
que no había en casa un grano.
El quererme persuadir
a tu inocencia, es decir,
que hay inocente villano.
¿Cómo va de la labranza?
Puesto que tan rico sea
su merced y de esta aldea
no tenga mucha esperanza (i),
le juro que es buena hacienda:
el ganado, así vacuno
como ovejuno, a ninguno
da ventaja, que yo entienda.
Puercos, conio su mercé
ha visto muchos, no quiero
encarecellos, que espero
que se admire si los ve.
Traigo un carro de carbón
y unos quesos; él es pez
y ellos nieve; pera y nuez
para después del jamón.
Los que llaman cuerdas de uvas
en la corte y en la aldea
colgajos, y por que vea
en qué estado están las cubas,
un cuero de ojo de gallo,
que, si no lo ha por enojo,
puede el Rey sacalle un ojo
y, a falta de él, un vasallo.
El clarete es cosa rara,
de quien decirse podía
que parece a la poesía,
porque ha de ser dulce y clara.
En cuerdas, melones bellos,
del tiempo, invernizos, albos,
que parecen a los calvos
cuando se atan los cabellos.
Yo le juro que pudiera
envidiar su hacienda el Rey,
desde la cabra hasta el buey,
desde el pollo a la ternera,
si un demoño de un salvaje,
un monstruo, o no sé quién sea,
no destru3^era la aldea
en un espantoso traje.
¿Monstruo? ¿Cómo?
De la sierra
ha bajado aquestos días
tembrando las caserías
y destruyendo la tierra.
¿Pues quién a esta tierra trujo
(i) Hartz.: «enseñanza».
monstros, si ese es su nombre?
Fa q. X o sé , ¡ pardiós ! .
Per. ¿El es hombre?
Faq. Es medio hombre y medio brujo.
Per. Codicia de ver me pones,
Faquín, cosas tan extrañas.
Faq. Es hombre que en las montañas
le obedecen los leones.
Solían las mozas ir
a coger hongos y setas,
y las trae tan inquietas,
después que las hace huir,
que no se halla en el lugar
un hongo, aunque den por él
un ojo.
Per. Cosa cruel
y digna de remediar.
Nunca supe que criase
salvajes Alejandría.
Faq. Señor, agora los cría.
Per. ¡y que esto en silencio pase!
Faq. vSiempre pienso yo que ha habido
salvajes; mas no tan grandes
como ahora.
Per. Puesto que andes,
Faquín, en tosco vestido,
tienes buen entendimiento.
Hoy has de hablar con el Rey.
Faq. ¡Arre allá!
Per. tú le has de hablar.
FaQ. Quien en su pobre lugar
habrá con la oveja y buey,
¿quiere que tenga atrevencia
para habrar con rey?
Per. Yo sé
que sabrás.
Faq. Yo le diré
de ese monstruo la insolencia.
Per. Pues ven conmigo.
Faq. Los bueyes
de aquesta vez dejo allá,
que dicen que todo está
sólo en habrar con los reyes.
(Vansc y salen Clávela y Fenisa.)
Cea. Del casamiento te doy
el parabién, por lo menos.
Fen. Con los ojos de agua llenos,
Clávela, diciendo estoy
que menos dichosa soy
de lo que tú me imaginas.
Ci,A. Si a Perseo no te inclinas,
y más en esta ocasión,
EL HIJO DE LOS LEOXES
más rae encubres que es razón.
Fen. Mi raal, Clávela, adivinas.
Yo no me puedo casar.
Cla. ¿Es la causa ajeno amor?
Fex. Xo es amor, que aim es mayor
la ocasión de mi pesar.
Cl.\. Si se puede declarar,
remedio comnigo intenta .
Fen. Ahora te daré cuenta
de las desdichas y engaños
que he callado tantos años.
CL-V. Ya te escucho.
Fex. Estame atenta.
El año doce de mi edad, advierte
tal desdicha, Clávela, en años doce,
y que quien tiene tan contraria suerte
ni tiene bien sin mal ni edad que goce,
el Príncipe Lisardo, de mi muerte
ilustre autor: I^isardo, a c|uien conoce
por sucesor del Rey Alejandría,
me vio, para mi mal, un cierto día.
En esta playa de la mar que piso
agora refiriéndote mi historia,
con más belleza y con menor aviso,
sus ondas ocupaban mi memoria.
No era la fuente en que se vio Narciso
ni el líquido cristal mi vanagloria,
porque sólo miraba sus arenas
sembradas de coral, de conchas llenas.
Huyendo de las ondas, que volaban,
Lisardo, de improviso, me detiene
con otros mozos que con él andaban;
así la edad primera se entretiene.
Olas de amor sus brazos imitaban,
que, huyendo al mar que a las espaldas viene,
daba en mayor; de suerte que temía
más que al mar que dejaba al que venía.
Llegó su libertad, Clávela, a asirme,
cuando fuera mejor aventurarme
al mar, que me anegara, honesta y firme,
que no en el de sus brazos enredarme.
Por desasirme yo, por <lividirme,
y él por no me dejar y por matarme,
llegamos a los brazo.s, cuyo juego,
tan cerca de las llamas, era fuego.
«Déjeme vuestra Alteza», le decía.
Y él, «mi bien, mi .señora», me llamaba.
♦¿H.sto es gala, es razón, es cortesía?»,
con vergüenza y temor le replicaba.
♦No pa,saréLs de aquí, sirena mía
— como al a-stuto Ulises imitaba,
me dijo — , <-in dejar alguna prenda».
¿Qué habrá que \m hombre en la ocasión no em-
[prenda?
Desde entonces. Clávela, dio en bviscarme
como rapaz, en fin, y poderoso,
cuanto yo en defenderme y au.sentarme,
solicitada, de mi honor celoso,
conociendo imposible el conquistarme.
Encomendóle al oro milagroso
la empresa de mi honor, casto, invencible;
que al oro todo dicen que es posible.
Una noche que yo durmiendo estaba,
criadas le pusieron, ¡qué cautela!,
tan cerca de mi cama, que m-raba
lo que el descuido a un pabellón revela.
Mi padre ausente, la ocasión les daba
y de él aseguraban la cautela,
porque dijo que sólo ver quería
con qvte colores mi desdén dormía.
Pero, solicitado fuertemente
de los ojos, allí más codiciosos,
se dispuso, a la fuerza, el accidente,
desmayando mis brazos desdeñosos.
Tal fué el desmayo, que el honor, ausente,
quedó mortal, quedando victoriosos
traición y amor y yo como sin vida,
menos enamorada que ofendida.
Yo no sé lo que allá con argumentos
prueba la natural filosofía
para los naturales sentimientos,
pues fué creciendo la deshonra mía;
que, aun no poniendo yo los pensamientos,
llegó del parto el miserable día,
con mi nmo tan bello, que bastara
a consolar mi honor, si le gozara.
Yo propia le llevé, Clávela, a un monte
y al pie de un roble le dejé a las fieras
cuando rayaba el í Iba el horizonte
dorando las celestes vidrieras.
Agora, dulce amiga, a pensar ponte,
si tales desventuras consideras,
¿cómo puedo casarme? ¡Que estos daños
no los olvida v\ cur.so dv los años!
I Cla.
I'en.
Notable fué tu desdicha
y tu silencio mayor.
Calló su pena mi honor,
que suele aumentarse dicha.
Sin esto, como tú sabes,
el Príncipe se casó,
cuando a los años llegó,
como mayores, más graves.
lia .salido gran .«-oldado;
conquista, con grandes guerras,
ACTO PRIMERO
273
CtA.
Fen.
Cr,A.
Fen,
Cr^A.
(Tocan
Lis.
Cap.
Lis.
Cap.
Lis.
Cap.
Lis.
Cap.
Lis.
Cap.
Lis.
Fen.
Cl,A.
XII
varias provincias y tierras,
siempre ausente y ocupado.
Mas, por faltar sucesión,
su padre y él se entristecen.
Bien sus olvidos merecen
esa pena y confusión.
Pero di: ¿nimca supiste
de ese niño cosa alguna ?
En tan mísera fortuna,
en un estado tan triste,
¿qué diligencias quisieras
que hiciera contra mi honor?
Claro está, ¡qué gran rigor!,
que le sepultaron fieras.
Música suena en el mar.
¿Si es Lisardo que de Atenas
viene ?
Bien podrán mis penas
sus arenas igualar;
que aquí fué donde le vi
y donde mi triste historia
renovará su memoria.
El es, retírate aquí.
a marchar, y salen Lisardo, un C.'Vpitán,
acompañamiento.)
No tiene el mundo placer
como llegar a la patria.
Parece que las arenas
de esta playa nos abrazan.
Buen agüero, capitán.
Si es después de la jomada,
¿qué tienes por buen agüero?
Las sirenas en la playa.
Dices bien; pero el peligro
del mar a la tierra pasa,
que no hallándolos en él,
nos matan fuera del agua.
¿Hablarélas?
Bien podrás.
Pero pues ellas se guardan,
marchemos a ver el Rey
antes, Emilio, que salga;
póngase en orden la gente.
Bien aprisa desembarcan.
Ensalza nuestras banderas
y las de Atenas arrastra.
(Vanse.)
No he podido detener
el corazón, alterada,
que no salga por los ojos.
Justamente le acompañan
la gallardía y el gusto;
Fen.
Cl,A.
Fen.
(Vanse,
MÚS.
CUR.
RiS.
CUR.
BaT.
FI.OR.
Bat.
las plumas, bandas y galas
señales son de vitoria.
Todas las que emprende gana,
como de mi honor la tuvo.
En fin, ¿dejas o dilatas
de Perseo el casamiento?
Es atrevida ignorancia
querer segundo marido
la que sin honra se casa,
porque se pone al peligro
de ser siempre desdichada
o de que el hombre la deje
sospechoso de su imfamia.
Y, finalmente. Clávela,
mujer que fué desdichada
pida su remedio al cielo,
que el de la tierra no basta.
' salen Bato, Flora, Riselo y los Músicos
y un Cura.)
«Al cabo de los años mil,
vuelven las aguas por do solían ir.»
Diga su coplita el cura,
que avm está lejos la ermita.
Si trujera agua bendita,
que ya diz que se conjura
aquesto de la poesía.
¡Ea!, diga, que no importa.
En el bodigo y la torta
se cifra toda la mía.
Como la fortuna es rueda,
unos suben y otros bajan,
y los que más se aventajan
saben menos lo que rueda (i).
Quien quiere tenerla queda,
no ha de bajar ni subir,
que al cabo los años mü,
vuelven las aguas por do solían ir.
El cura ha dicho muy bien.
Yo, que la novia celebro,
quiero decilla un requiebro.
Y yo a vos, Bato, también.
Flora y flor de nuesa aldea,
til por quien abril se ríe
por más que le desafíe
el mes que el agua desea.
Flora más bella que natas,
y que guindas y pernil,
que truchas con perejil
y en vino asadas patatas.
Yo, Bato, en este rebato,
sin hache te pido un sí.
(i) Hartz.: «enreda».
18
274
EL HIJO DE LOS LEONES
Fxo.
Bat.
Flor.
Bat.
Ris.
Flo.
Cl-r.
Flo.
Flo.
Leo.
Bat.
l'ij).
porque si respondes clii
harás a Bato chivato.
Bato de mi corazón,
más hermoso que un ternero
y más sabroso que el cuero
de un muy hicido Icchón;
quiero decir más pelado,
Bato, más dulce que frito
el rebozado cabrito
V el empanado venado.
No pases, Flora, adelante;
¡pesar de quien me vistió!,
que bien te avisaba yo
como temeroso amante.
¿Xo había comparaciones
de animales infinitos
que en terneros y cabritos
y entre venados me pones?
Y es lo bueno que te vino
a la memoria im lechón
por empapar la traición
con un poco de tocino.
Si así me has de comparar,
mejor es que no me case.
La boda adelante pase
y dejaos de requebrar,
que es tarde para la ermita
y áspero el monte.
Yo hablé
sencillamente a la fe .
Ya el enojo se me quita.
¿Pero qué voces son estas
que suenan por el pinar?
(Dentro.)
¡Guarda al monstruo!
Por burlar
deben de ser estas fiestas,
que hacen leña por acjuí.
(Dentro.)
¡Guarda al monstruo! ¡Guarda, guar-
Ya la prita me acobarda.
ICl es, .sin duda.
¡Av de mí!
[da!
(Dentro, Leonido.)
¿Dónde vais, canalla?
Av, cielo!
,Sin mi licencia i)a.sáis
por el monte? , Dónde vais?
Huye, l*'lora; Iniye, Ki.selo.
Ivl temor me desatina.
Huya, señor DiccJiciado.
CUR.
Bat.
Leo.
Bat.
¡Mal hubiese el cura honrado
que sin hisopo camina!
¡Ah, bellaco salvajón.
medio hombre, medio cochino!
Colgarte tienen de un pino
si allá te cogen, ladrón.
¡Leones, venid, corred,
alcanzadme aquel pastor!
De burlas era, señor;
no se enoje su merced.
El rey es de aquesta tierra;
no tiene más cortesía
toda la salvajería
con ser tanta en esta tierra.
Quien dice que es brujo o mono,
miente. ¡Oh, pies!, ¿de qué os heláis?
(Vase.
Leo.
Leones, no le sigáis;
dejadle, yo le perdono.
Claros, hermosos cielos,
que siempre estáis constantes
en revolver los años presurosos,
los turquesados velos
vestidos de diamantes,
mostrando en vuestros polos luminosos
el ser tan poderosos.
La variedad enseña
con qué habéis producido
cuanto vive esparcido
desde este valle a la más alta peña
de aquel nevado monte
que con oro divide el horizonte.
Ya el animal, ya el ave;
que ésta vuela, aquél corre,
con varias pieles y con varias plumas:
ya el mar, que tanta nave,
alta portátil torre
sustenta por tan frágiles espumas;
)'a innumerables sumas
de peces plateados;
ya por la verde sierra
tantos arroyos en amenos prados,
donde cuelgan los flores
sus espejos en cintas de colores.
Pero entre tantas cosas
y el orden soberano
con que tenéis el año dividido,
coronado de ro.sas
el desnudí) verano
y el invierno de nieves revestido,
criar el hombre ha sido
milagro más hermoso.
ACTO PRIMERO
275
si bien no soy ejemplo;
pues cuando me contemplo
así, rústico, fiero y espantoso,
envidio cuantos veo
y de su imitación tengo deseo.
Tal vez aquestas fuentes
que muestran que soy hombre
cuando en la hierba duermen sus cristales,
tal vez los accidentes
me quitan ese nombre
que imitan los más fieros animales .
Viven conmigo iguales,
y yo sujeto a un viejo,
que me enseña y corrige,
que me gobierna y rige,
si bien yo me resisto a su consejo;
y pues me riñe en vano,
fiera debo de ser, no soy Inimano.
(Dentro, Fileno.)
F"ix,. ¡Leonido, Leonido!
Leo. ¿Quién
con voz tan débil y enferma
me nombra?
Fii, . Yo soy, Leonido.
Leo. Pues, padre, ¿de qué te quejas?
¿Qué tienes? ¿Quién te ha ofendido?
Llega. ¿Estás herido? Llega.
Fn.. No, Leonido; pero estoy,
con la edad, falto de fuerzas.
Pienso que el fin de mi vida,
si no me engaño, se acerca;
soy mortal, y a los mortales
la ley del morir sujeta.
Leo. Debe de ser accidente
y cansancio de estas cuestas .
Aguarda, y traeré qué comas,
que no está lejos la cueva.
Fii,. No, hijo; ya llegan tarde
remedios.
Leo. ¿Pues qué sospechas?
Fri,. Que es hoy el fin de mi vida.
Leo. Xo pudiera mi fiereza
enternecer otra cosa.
Traeré, padre, algunas hierbas
y un corcho de agua.
Fii,. Si vas,
no me hallarás cuando vuelvas.
Leo. Di, padre, lo que quisieres;
cobra aliento.
Fii,. El alma piensa
que contra la ley divina
quiero cerralle las puertas.
Servir en las soledades
a Dios me trujo a esta sierra,
Leonido, desengañado
del mundo y de sus promesas.
Serví al Rey de Alejandría
en la paz como en la guerra,
algunos años, igual
en las armas y en las letras.
Quitóme el premio la envidia;
no conoces esta fiera.
Ella se cría en las cortes,
no por los montes y selvas.
Allá vive en los palacios,
entre diamantes y telas,
de murmuraciones viste,
de ambiciones se sustenta.
Hice la cueva que sabes,
ermita entre aquestas peñas,
con una imagen que truje,
V escondíme al nivmdo en ella.
Bajando una tarde a un prado,
oí lastimosas quejas
y vi en un cepo de lobos
cogida la mano diestra
de vma leona; movíme
a piedad, llegúeme a ella,
y viendo que la soltaba
queda se estuvo y suspensa.
Saquéla del fiero lazo,
y, agradecida y contenta,
me fué siguiendo a la ermita
y yo sin temor con ella.
De allí adelante (¡qué ejemplo
para ingratos, que en ofensas
restituyen beneficios
y satisfacen las deudas!),
de los montes me traía,
unas vivas y otras muertas,
fieras que a mis pies echaba
desdi, la boca sangrienta;
entre las cuales, un día
que el alba rayaba apenas
las coronas de los montes
con cintas de plata y perlas,
me trujo un hermoso niño
en una tejida cesta,
envuelto en paños de holanda,
cubierto de seda y telas.
Como vi llorar al nmo,
vi que a la pura inocencia
daba su favor el cielo;
alegre, .saquéle de ella.
Daba la leona saltos.
276
EL HIJO DE LOS LEOXES
mientras j-o, con vista atenta,
entre la piedad del cielo
contemplaba sii belleza.
Pensé que me le pedía
para sepiü talle, fiera;
y era por dalle, piadosa,
lo que a sus hijos sustenta.
Porque (jueriendo Uevalle
a la más vecina aldea,
mientras oración hacía
le puse en la verde hierba.
Pero estando descuidado
y volviendo la cabeza,
vi que sus pechos le daba,
como de Reno se cuenta,
a quien dio leche ima loba;
a Telemonte, una cierva;
a Júpiter, una cabra;
a Semíraniis, la reina
de las aves, y a Camila,
piadosamente, un yegua;
ima osa crió a París
de Troj^a en las verdes selvas,
y una perra al fuerte Ciro,
el mayor rey de los persas.
Dejé tan piadoso oficio
a una ama, cuya soberbia,
a no detenerla el cielo,
su vivo sepulcro fuera.
Tómesele de los brazos,
y en un arroyo que cercan
juncos, liríos y espadañas,
al pie de estas altas peñas,
le di el agua del bautismo,
y volviéndole a la cueva
se le entregué con halagos
y le recibió con fiestas.
Año y medio le crió,
después del cual, era fuerza
sustentalle con la caza
más regalada y más tierna.
lAU-go que el tienipo veloz
le desataba la lengua,
le enseñé con gran cuidado
lo que esta tierra profesa,
y en los libros que tenían
divinas y humanas letras
le enseñé lo (jue bastaba
al conm-imiento de ellas.
Púsele, píjr la leona,
I.eonido. Tu vida es ésta.
Así te hallé y te he criado,
sin .saber jannis (juién seas.
LEO.
FlL.
Leo.
FiL.
Leo.
( Vasf.
Veinte veces a este prado
descendió la primavera
y subió su nieve enero
desde ese valle a estas cuestas
desde que aquella leona
te trujo, cuya fiereza
te ha dado una condición,
como sus entrañas, fiera.
Con los leones, sus hijos,
te has criado en esta tierra,
adonde no hay animal
que no te obedezca y tema.
Hijo, ya el fin de mis días,
como te he dicho, se acerca;
pues has de quedarte aquí,
y ya sin tu padre quedas,
no seas león, Leonido;
mira que es justo que seas
hombre humano con los hombres,
ya que con las fieras, fiera.
Ouiérote dar, hijo mío,
un rebociño de seda
que he guardado algunos años
por que te sirva de señas
si Dios quisiere algi'in día
que de tus principios sepas.
Espera, padre; detente.
Voy a morir.
Oye, espera.
Hijo, a quien debes la \'ida,
pues que no hay más justa deuda,
con darle aquí sepixltura
honra su muerte en la tierra.
( Vase.)
Padre, si en mi condición,
de que dices que te quejas,
cabe piedad, hoy verás
bañarme en lágrimas tiernas.
El temor de tu partida
y de tu ausencia la pena,
pues, como dices, te vas,
padre, para eterna ausencia.
Hombre soy, padre querido,
y cuando de piedra íuera,
para de«diclias tan erandcs
aun tienen alma las ])iedias.
Salen d 1<j;y, I.isaruo y íicoml^añamicnio.)
Rkv.
Años aumentas, Príncipe Lisardo,
a mi caduca edad con tal victoria;
que ver (jue vuelvas vencedor gallardo
refresca en mí la juvi-nil nuinoria.
ACTO PRIMERO
277
Más que de Pirro y de Alejandro aguardo,
contra los tiempos, la feliz historia
de tus hazañas, que con alto ejemplo
la fama escriba en su glorioso templo.
En bronce, en oro, en láminas de Homero,
que son más que los bronces inmortales,
verlas escritas por la pluma espero
de ingenios raros a la tuya iguales.
LlSAEDO.
Lo que de mis sucesos te refiero
hazañas tuyas son, y fueron tales,
por ser de mis victorias referidas,
que así merecen ser engrandecidas.
No fué más digno el que volviendo a Creta
halló en el Laberinto el Minotauro,
dejando a Atenas trágica sujeta
de las ansias del sol en verde lauro;
que una mujer hermosa y no discreta,
cuya opinión con mi valor restauro,
le dio la puerta que ganó mi espada,
a viva fuerza, en púrpura bañada.
Contarte por extenso el grade estrago
era contar del mar olas y arenas;
fué toda la ciudad de sangre un lago
que anegaban del muro las almenas.
Así la vana presunción deshago
de tus rebeldes, atrevida Atenas;
ansí derribo tu soberbia loca,
que a ser Nerón de sangre me provoca.
Pero agradece la piedad que impetras
rendida a mi valor y di que sabes
menos las fuertes armas que las letras
con que te precias de varones graves.
¡Oh, guerra ilustre! ¡Oh, Marte, que penetras
las hazañas del sol con altas naves!
¿Quién sino tú, por atrevidas leyes,
hizo monarcas, príncipes y reyes?
(Salen Perseo y Faquín.)
Per. Entra y no tengas temor.
Faq. ¿No hay más de venir del campo
de habrar con cabras y bueyes
y usar bárbaros vocablos,
como: «¡Rita acá. Palomo!»
«¡Urri acá, branco tostado!»
«¡Echa por esa ladera,
chasquea, tira un guijarro!»
«¡Voto al sol, que va a los trigos
el tiznadillo, el bragado!»
«¡Urri acá, buej^», y otras cosas
de que no hay vocabulario,
y luego habrar con el Rey,
un rey que come con pratos
de terciopelo y se acuesta
en sábanas de brocado?
Per. Llega conmigo y no temas.
Fao. Déjame mirarle un rato
y persinarme primero.
Santispritos, San Hilario,
San Cosme y Santi Liprisco.
Per. Dame, gran señor, tus manos.
Lis. ¡Oh, Perseo!
Per. Con vergüenza
llego a merecer tus brazos
por no haberte en esta guerra
servido y acompañado.
Mandóme el Rey, mi señor,
que me quedara ya, cuando,
con las armas pie venidas,
estaba puesto a caballo.
Fuéme fuerza obedecer.
Lis. Conmigo estás disculpado;
tanto importa el buen consejo
como la espada en las manos.
¿Qué labrador es aquel?
Per. Señor, de escucharle acabo
la más prodigiosa historia
que se ha visto en muchos años.
Este, con otros, asiste
a mi labranza y ganado
en este vecino monte.
Llega, Faquín.
Faq. • Vo tembrando.
Per. Dice que ha bajado un monstruo,
de aquestas montañas parto,
que destruye cuanto mira.
Lis. ¿Qué dices?
Rey. ¡Extraño caso!
Faq. Sí, señor; un medio brujo,
que con un robre to^^tado
no hizo el griego Hércoles
más temerosos estragos.
Rey. Llégate más.
Faq. Bien estoy.
Rey. Llégate más.
Faq. Si en las manos
lleva guantes su merced,
llegaréme por un lado;
tápese bien las narices.
Rey. ¿Tú le has visto?
Faq. Ayer, estando
fajando a mi burra prieta
algunos leños cortados,
como si fuera un cabrito
le vi venir dando saltos.
Rey. ¿Qné forma tiene?
278
EL HIJO DE LOS LEONES
Faq. Señor,
no creo que trae zapatos,
y así no le \i las hormas.
Per. Está, de verte, turbado.
Rey. El modo, digo.
Faq. No es mono;
aunque, mirado despacio,
bien puede ser que lo sea,
que le vi no sé qué largo.
Rey. Quiero decir c-1 aspecto.
Faq. Sí, señor; muy espetado
y cubierto de pellejos
de bueyes y de venados.
Lis. Pregunta el Rey, mi señor,
de ese salvaje inhumano
qué fisonomía tiene.
Faq. Que no es frisón, con les diabros,
sino un hombre como todos.
Lis. Pues si es im hombre, villano,
¿per qué no dices lo que es?
Faq. Porque es hpmbie sólo habrando
y en lo demás una bestia
a quien los leones bravos
por todo el monte obedecen.
¿Nunca, señor, te contaron,
cuando er^s niño, que había
brujos?
Rey. ¡Qué portento extraño!
Lis. ¿Si es fantasma?
Faq. jQua no es frauta.
Ijs. Ahora bien, Perseo; vamos
los dos al monte mañana,
que, con tu licencia, aguardo
el laurel de aquesta empresa,
como los héroes' pasados
que eij la selva Calidonia
a Atalanta, a Meleagro
dio fama el gran jabah';
Fiton, a Apolo dorado,
la fiera .sierpe Iveniea,
al gran Hércules tebano,
y al belico.so J asón,
los dos toros encantados.
Plv I^igo, señor, que es emj^re.sa
digna de tu heroico brazo
y que ninguno en el mundo
merece mejor su aplauíio.
Faquín salx.- bien la parte
donde reside.
J'aq. Vm llegando
a hacer ruido en el monte,
saldrá de su.s ri-scos altos;
porque apenas el postor
silba al travieso ganado
cuando, salteador de \4das,
sale con su robre al paso.
Apenas la pastorcilla
bajó de su aldea al prado
a coger en los arroyos,
junto a los álamos altos,
los berros, nietos del agua,
cuando la agarra los brazos,
3'^ cesta, berros y moza
todo rueda con los diabros.
Lis. Ahora bien, tú has de guiarme.
Rey. Mira no sea, Lisardo,
mayor conquista que Atenas.
Lis. Si es fiera, con flecha y arco;
si es hombre, no hay qué temer.
Faq. Yo sé un remedio, si hallo
la cueva.
Lis. ¿Cómo?
Faq. Ponerle
en un anzuelo un gazapo,
echar la cuerda en la cueva
por encima del peñasco
y, en comiéndole, tirar
y sacalle como barbo.
ACTO SEGUNDO
(Salen Fenisa r Tebaxdro.)
Teb. ¿Que no puedan persuadirte
mis canas y tu obediencia?
Fen. De mi justa resistencia
la causa quiero decirte.
Teb. No quiero verte ni oirte,
pues tan rebelde te veo
a la razón y al deseo
con quien cjuisiera emplearte
por remediarme y casarte
con el piadoso Perseo.
Dan este nombre al troyr.no
porque a su padre sacó
del fuego a que la obligó
ser padre o ser inluiuiano;
él llevaba de la mano
a su hij(j y a .su esposa.
Luego hazaña más piadosa
es la que I'erseo intenta,
pues me .saca de e.sta afrenta
sin ser la causa forzosa.
Cuando me ha quitado el mar
mi honor, hacienda y sosiego.
ACTO SEGUNDO
279
del agua como del fuego
me quiere en hombros sacar;
su casa me quiere dar
y que tú su esposa seas;
de suerte que tú deseas
ser, Fenisa ingrata, aquí
fuego y Troya para mí
y él hijo y piadoso Eneas.
Fen. Señor, si yo me mostrara,
sin causa, desobediente,
como ingrata justamente
fuego y Troya me llamara.
En la enfermedad repara
que tvive, en que prometí
al cielo que si de mí
y de tu edad se dolía,
suya viviendo sería,
que por ti no lo cumplí.
Ni agora, por no dejarte,
me parece que es razón;
pero de esta obligación
me toca la misma parte.
Por el cielo he de faltarte
¡oh padre!, en deudas tan claras;
pero verás, si reparas
o en ejemplo o en castigo,
que el hijo, el mayor amigo,
no ha de pasar de las aras.
Hasta lo que a Dios le toca
el hijo puede llegar;
pero no puede pasar,
aunque el amor le provoca.
No me tengas por tan loca,
que si Dios qmen es no fuera,
padre, no te obedeciera.
Ello ha de ser, y así es justo
que sufras este disgusto,
pues mayor premio te espera.
Teb. Pues, hija, con tal pobreza
bien veis la dificultad
de asistir en la ciudad
un hombre de mi nobleza.
El que con tanta riqueza
tal familia sustentó
no se ha de ver como yo
por vuestra causa me veo,
pues no queréis a Perseo
que mi remedio intentó.
Ho}' habéis de ir a la aldea
y en ella habéis de vivir.
Fen. ¿Qué me pudieras decir
que más a mi gusto sea?
Teb. Allí donde nadie vea
en la miseria que estoy
quiero vivir desde hoy
como villano grosero,
pues ya no soy caballero
porque vuestro padre soy.
Laura os llamaréis allí,
Lucindo me llamaré,
con que seguro estaré
de que no sepan de mí.
Pues ya no soy el que fui,
piérdase el nombre también,
porque no se sepa quién
ha sido tan desdichado
que sólo im bien le ha quedado,
que es no esperar ningún bien.
Apercibid la partida,
si tenéis que apercibir,
donde podemos vivir
los dos triste y pobre vida;
que no es justo que yo pida
al cielo, de quien tuviste
piedad, lo que prometiste
no cumpláis, pues me consuelo
de que también hizo el cielo
la muerte para los tristes.
fVase.)
Fenisa.
Cuantas cosas formó naturaleza
tienen divino y alto fundamento;
que del mayor poder siendo instrumento
en sus obras retrata su grandeza.
Que es ver de tantos cielos la belleza,
la tierra, el fuego, el agua, el sol, el viento
y, para su hermosura y ornamento,
de las perlas y el oro la riqueza.
Cuanto sustenta al hombre y cuanto daña
los humanos deleites y placeres,
artes y ciencias de tan varios nombres.
Solamente parece cosa extraña
que pusiese el honor de las mujeres
en el atrevimiento de los hombres,
(Vase.)
(Salen I<isardo y Perseo.)
LlSARDO,
Paréceme que en esta casería
estaremos mejor.
Perseo.
De cuantas tiene
aqueste prado es la mayor.
2 So
EL HIJO DE LOS LEONES
LlSAPDO.
El día
con más calor que imaginaba \'iene.
Perseo.
Hace en aqueste monte ima sangría
una fuente veloz que se detiene
en un pequeño estanque en que las flores
componen por la margen sus colores.
AHÍ puedes, señor, pasar la siesta
mientras que el animal que dicen baja,
si de aquestos villanos te molesta
la arquitectura vil de tierra }• paja.
Lis ARDO.
Nuestra partida con la gente apresta
y el verde monte con la red ataja,
que de esta vez saber, Perseo, intento
quién es aqueste bárbaro portento.
(Salen Bato, Faquín y Riselo.)
Bat. Si tú te atreves a hablalle,
¿quién será mejor padrino
que el Príncipe, pues ho}- vino
en tal ocasión al valle?
Ris. Bien dice Bato, Faquin;
habíale tú, pues que sabes.
Faq. Son estos hombres tan graves
que harán turbar a Merlín.
Bat. ¿No hablaste al Rey en la corte?
Faq. Hablé, mas que me costó,
que a le que no me salió
entonces de balde el porte.
Bat. ¿Cómo?
I'AQ. Dióme un resfriado,
con que a los cientos jugué,
idas y venidas fué
a poner frores al prado.
RiS. ¿Pero no es éste?
I^IS. Sí, él es.
Faq. Compriréis vueso deseo,
porque mi amo Perseo
viene con él.
Bat. Llega, pues.
Faq. ¡Señor!
I^üK. ¡Amigo Faquín!
Faq. a mal tiempo habéis llegado,
porque está todo ocupiaílo;
parió la zagala, en fin,
del buen Bato.
I''-»<- ¿Pues tan presto?
I AQ. Parece nmy presto acá;
demás que pien.so que ya
debía de estar dispuesto,
Per.
Faq.
Lis.
Per.
Faq.
Lis.
porque dende el desposorio
a la boda, hubo distancia.
Pero será de importancia,
ya que el suceso es notorio,
que el Príncipe sea padrino
5' que mos honre la aldea.
Habíale tii por que sea
de vuestro monte vecino.
Señor, esta buena gente
ha parido un niño agora,
digo, la casada Flora,
que vuestros favores siente.
Bato es muy hombre de bien,
y por muy cierto ha tenido
que el niño le ha parecido
como un huevo a un sartén.
Y así, los dos de consuno,
como dice el escribano,
os ruegan...
¿Qué, mal villano?
No vi tan falso ninguno.
Que pues le han de zapuzar
en la pila, seas padrino,
pues vuesa Esquilencia vino
en tan buen pimto al lugar.
Buscad madrina, que yo
aquí he de estar mientras halle
ese monstruo en monte o valle.
(Vase.)
Bat.
¿Fuese?
Faq.
Sí.
Bat.
¿Qué respondió?
Faq.
Que busques una madrina
para el niño y para él.
Bat.
Agora dijo Miguel
que hay una nueva vecina
como un propio serafín
recién venida al lugar,
con quien puede apadrinar
mueso muchacho. Faquín.
Faq.
Quién dices?
Bat,
Una señora
que hoy ha venido a la aldea.
que quiere el padre que sea
cortesana y labradora
por no sé qué desventuras
sucedidas en el mar.
Faq.
Luego la voy a buscar.
Bat.
No han hecho dos hermosuras
como la suya los cielos.
Faq.
¿Es casada?
Bat.
No es casada.
ACTO SEGUNDO
28r
Faq. Eso, ¡voto al sol!, me agrada,
que no habrá a (juien demos celos.
Pero líame dado cuidado
el que mi amo ha tenido
de que haya Frora parido
tan presto.
Bat. Yo lo he pensado.
Faquín, y no estoy contento.
Faq. ¿Qué tiempo habrá. Bato amigo,
la boda?
BaT. Si te lo digo
sentirás lo que yo siento.
Fao. Düo, pues.
Bat. a cuatro meses
y medio que él se casó,
Frora este niño parió,
que era al coger de las mieses.
Faq. Pues bien, ¿había de estar,
como elefante, preñada
treinta meses? Mas ¡no nada!
Bat. ¿lyuego no hay que sospechar?
Faq. Aimque el cura se trasnoche
en su filoraocosía,
son cuatro y medio de día
y cuatro y medio de noche,
los nueve meses cabales.
Bat. No había caído en ello;
si no es por ti, la degüello.
Faq. Pues que de la duda sales,
dame siquiera un cabrito.
Bat. Hoy te presento un chivato.
Faq. ¿Si es esta que viene. Bato?
Bat. ¿No lo dice el sobrescrito?
(Salen Fenisa y Tebandro, de labradores.)
Tebakdro.
Aquí quiero que vivas,
entre estas hayas y robustos robles.
Fenisa,
En tantas excesivas
riquezas tuyas y aparatos nobles
nvmca tuve el contento
que en estas verdes soledades siento.
Estas a mi tristeza
son, padre, verdaderas alegrías;
aquí naturaleza
con varías flores y con fuentes frías
fabrica a mis deseos,
con mano liberal, campos hibleos.
Las confusas ciudades
no tienen el descanso que me ofrecen
sus mudas soledades.
Tebandro.
Mejor están aquí los que empobrecen
que donde vez alguna
se burle el que envidiaba su fortima.
Del lado de los Reyes
suelen caer algtmos por desdicha
o por humanas leyes,
que dan a veces, al quitar, la dicha;
Por eso en bronce escribe
que sólo el que cayó seguro vive.
Ya, Laura, pues en Laura
truecas agora el nombre de Fenisa,
goza libre del aura
que de estos campos la sonora risa
hurta para las flores,
por quien las aves van cantando amores.
Y en tanto que prevengo,
con la poca familia que ha quedado,
la miseria que tengo,
habla con los villanos de este prado,
que entre esos arrayanes
te servirán de rústicos galanes.
(Veise.)
Faq. Ya que vueso padre es ido,
Laura hermosa, más que el prado
de campanillas bordado
y de laureles ceñido,
por muchos años seáis
la reina de muesa aldea,
aunque no ha de haber quien crea
que en estos montes estáis.
Pero si la primavera
asiste en ellos mejor,
no es mucho que ese valor
ho}^ a su centro viniera.
¿Qué os parece lo discreto?
Bat. No pudiera Saicerón
decir mejor su razón.
Faq. Suspensa queda.
Bat. ¿a. qué efeto?
Faq. ¿Pues de eso te maravillas?
Harásele novedad,
nuestro lenguaje.
Bat. Es verdad.
Faq. Hincaos todos de rodillas
para adorarlas y verlas,
que ya en su boca hay señales
de que ha de abrir los corales
para descubrir las perlas.
Fen. Mi padre, pastores míos,
cansado de la ciudad,
gustoso en la amenidad
de estos prados y estos ríos,
282
EL HITO DE LOS LEONES
con la ocasión de tener
esta hacienda y esta casa,
aquí su familia pasa,
donde vive desde ayer.
Y yo tan contenta estoy
como en mi gusto veréis.
Fao. Vos habláis como sabéis.
Fen". Ivsto he sido y esto soy.
Faq. Quiero que en breve sepáis
las cosas de nuesa aldea.
Primeramente, hay lui cura
con su poco de poeta;
gran hombre de villancicos
de esto de la Xocliebueua,
que las tuviera mijores
si menos de esto supiera.
Hay su alcalde y su alguacil,
aunque no hay gente que prendan
sino al sastre y al barbero,
que uno cose y otro amuela.
Al que cose no se atreven,
porque si ha menester media,
pedirá cuarenta varas,
que en él es costumbre vieja.
Pues al barbero ya veis
que el gaznate se le entrega,
y que im villano enojado
ninguna barba respeta.
Hay tabernero; es buen hombre,
porque con arroba y media
enjuaga todos los cueros,
y cuando el vino les echa,
por flaqueza de memoria,
el agua dentro se deja,
con que nos quita el cuidado
de aguar el vino en la mesa.
Teníamos escribano,
y fué.se de mía esquilencia
sólo a dar fe de que hay muerte
para que algunos lo crean.
Hay im sacristán casado
que tiene la boca tuerta
y que canta un parcemiqui
que parece que reniega.
Hay zagalas y zagales,
con su tamboril las fiestas,
y entre ellas, Flora, casada
con Hato, y mujer de pn-ndas,
que a cuatro uit.se.s y nu-dio
parió, como unas candelas,
un muchacho que parece
notablemente a su suegra.
L)e éste lialx-Ls de ser madrina,
Laura, pues sos nuesa reina
y habéis venido al lugar,
que por nmchos años sea.
Fen. Yo tengo a mucha ventura
el haber venido a tierra
que tan buena gente encierra,
tan noble, hidalga y segura.
Y del amor que me inclina
a vivir en esta aldea
quiero que testigo sea
el ser de Flora madrina.
Y así la palabra os doy
de serlo con mucho gusto;
pero también será justo
decirme con quién lo soy.
BaT. Señora, por dicha mía,
que ya del monte le aguardo,
es el Príncipe I jsardo.
huésped de esta casería.
Por premio se le pidió
del amoroso hospedaje;
fué a matar cierto salvaje
que esta montaña crió,
y, en volviendo, lo ha de ser.
Fkn. No se cansa hora ninguna
de revolver la fortuna
el pesar con el placer.
¡Ay de mí!, que vengo huyendo
y parece que conmigo
traigo mi propio enemigo
o qiae él me viene siguiendo.
En aquesta soledad
pensaba vivir sin él,
y ya estoy más cerca de él
que en la confusa ciudad.
Adondequiera le sueño,
y él parece que me nombra,
porque hay pesares con sombra
que se vienen tras el dueño.
Faq. Ya que habéis tenido dicha
en los compadres de Frora,
es menester que a I.isardo
se le dé mía cena honrosa.
Que aunque él, como cazador
y sueldado venga agora
tan a la ligera aquí,
bien conocéis que no importa
l)ara (|ue dt-jéis de hacer
vue.vtra obrigación, (¡ue es cosa
que os dará grande opinión.
BaT. Ya está prevenida toda.
Faq. ¿y qué tenéis que le dar?
Bat. Una reverenda olla
ACTO SEGUNDO
283
Fao.
Bat.
Faq.
Bat.
Faq.
Bat.
Faq.
Ris.
Faq.
Bat.
Faq.
a la lasanza de la aldea,
que no habrá cosa que coma
con más gusto, cuando venga;
que por ser grosera y tosca,
tal vez la estiman los reyes
más que en sus mesas curiosas
los delicados manjares.
Me conformo con la olla;
píntame el alma que tiene.
Buen camero y vaca gorda,
la gallina que dormía
junto al gallo, más sabrosa
que las demás, segiin dicen.
Me conformo con la olla.
Tiene una famosa liebre
que en esta cuesta arenosa
ayer mató mi «Barcina»,
que lleva el viento en la cola.
Tiene lui pemil de tocino,
quitada toda la escoria,
que chamusqiié por San Lucas.
Me conformo con la olla.
Dos varas de longaniza,
que compite con la lonja
del referido pemil;
un chorizo y dos palomas.
Bn el monte las cogí
y trújelas a mi novia,
que les sacó del piscuezo
más de cuarenta bellotas.
Y sin aquesto. Faquín,
ajos, garbanzos, cebollas
tiene y otras zarandajas.
Me conformo con la olla.
Pero ¿cuánto va que entrambos
no sabes qué origen toma
echar en ella tocino?
Dalles sazón.
Es historia.
¿Cómo?
Escuchad el principio.
Cierta mujer, allá en Roma,
era toda aborrecida
de su marido, aunque hermosa.
Determinóse a matarla,
y viendo junto a unas pozas,
tan feo y negro, un cochino,
dijo: «Este tiene ponzoña».
Matóle y echóle en sal
para que no se corrompa
y dársele cada día;
pues estaba tan gustosa
la olla con el tocino.
IvEO.
Feo.
Faq.
Ris.
Fen.
Faq.
Fen.
Bat.
Fao.
Leo.
que el hombre dejó las otras
y dio en amar su mujer,
dándole galas y joyas.
Dijo el secreto a una amiga,
y de una lo saben todas.
Y asi, por verse queridas,
la que más puede, más compra;
la que más compra, más echa;
la que más echa, más goza.
(Dentro, I^eónido.)
No sé si en venir acierto
hu5'endo del hombre al hombre.
(Dentro.)
¡Guarda el monstruo!
No os asombre.
¡Hu3'e, Bato!
Yo soy muerto.
¿Qué es esto, triste de mí?
¡Huye, Laura!
¿Cómo puedo,
que me tiene helada el miedo?
¿Desmayóse?
Creo que sí.
Mas, ¿cuánto va que la agarra?
(Vanse. Sale I,eón!DO.)
Hombres que comer os pido,
hombre soy, yo soy Leonido.
¡Oh qué mujer tan bizarra!
De verme se ha desmayado;
asegurarla quisiera,
porque temo que se muera
si vuelve a verme a su lado.
Ha hecho naturaleza
tanta gracia y hermosura,
puesto que el temor procura
robar parte a su belleza.
Cuando entre aquesta aspereza
Fileno no me enseñara
quién era Dios, sospechara
que tenía gran poder,
y era Dios quien supo hacer,
mujer, tu di\ána cara.
En vmo y otro elemento
su grandeza se figura;
pero más de la hermosura
se tiene conocimiento.
Hermosas son por el viento
las aves de mil colores,
en verdes prados las flores;
pero no la puede haber
mayor que en una mujer,
que sólo merece amores.
284
EL HIJO DE LOS LEONES
Confieso que me enamoro.
I,EO.
hermosa mujer, de ti
Faq.
y que no me llego a ti
I.EO.
por no perderte el decoro.
Si como a Dios no te adoro,
Faq
es porque sé que es efeto
divino de su perfeto
Fen
pincel la hermosura tuya.
Pao
así, como a imagen tuya,
Fen
te reverencio y respeto.
Faq
Cuantos tesoros distintos
Fen
la naturaleza encierra
Faq
por la mar y por la tierra
aqiü se miran sucintos;
Fen
los corales, los jacintos,
las perlas, la plata, el oro
Pao
tiene tu hermoso decoro.
lAiego sola tú, mujer,
cifras de Dios el poder
Bat.
y de la tierra el tesoro
Fileno me dijo mi día
que era mío mi albedrío;
Per.
mintió, porque no era mío.
0 fué porque no te vía.
Fen
Ni la voluntad es mía
Lis.
ni la memoria tampoco,
Per
pues a huir no me provoco
con el peUgro que siento,
Lis.
y menos mi entendimiento.
si estoy de mirarte loco.
Pao
Xo sé qué sentí de verte
que me obliga a tanto amor.
pues no me pone temor
el peligro de la muerte.
Presumo que de esta suerte
Lis.
darán fin a sus enojos
vengándose en mis despojos.
Per
los que yo mataba ayer,
pues me han sabido coger
Bat
con el cebo de tus ojos.
(Dentro.)
Faq
Ris.
¡.-Vtaja, ataja. Silvano,
no se vaya!
Toixjs.
Por aquí.
J.liTj.
í ran gente viene.
l'KS.
¡Ay de mí!
I.EO.
¡Ali, mi bien!
Ven.
Deten la mano.
Lis.
l.i;o.
Mirad que me lian de matar
por vos.
Vhk.
Ris.
Aquí todos juntos.
fSali-n.)
Lis.
Faq.
, Muera el njonstruol
¡ Ah, fiera gente!
¡Muera el monstruo! ¡Muera el bruto!
Aquí es más seguro huir.
¡Fuera, perros!
¡Oste, puto!
(Vase.)
Déjale pasar. Faquín.
¿No te ha heclio mal?
Ninguno.
¿Ni estropeado, ni otra cosa?
Como una piedra se estuvo.
No debiste de sentirlo
con el desmayo.
No pudo
ser un galán más cortés.
Por Dios, que lo tengo a mucho,
que para cortés galán
me pareció muy peludo.
Ya svienan los cazadores.
(Salen Lis.\RDo, Perseo y cazadores.)
Si aquí el monstruo se detuvo,
¿cómo se había de hallar?
¡En qué temores me puso!
Corrimos el monte en vano.
Su miedo, señor, le trujo
al lugar.
Desdicha ha sido
que no le alcanzase alguno.
No os dé nada, señor,
de que se vaya, que os juro
que no va contento al monte
de las hondas y los chuzos;
pues los perros que le siguen...
No me parece que cumplo
mi obligación sin matalle.
Prendelle es lo más seguro
o con lazos o con redes.
No poderéis, que es muy astuto
y sabe el monte de coro.
Mientras estos importunos
este brujo andan buscando
llenos de enojo y disgusto,
quiero trasjjoner la olla
y decir que la traspu.so
el salvaje que se fué.
(Vase.)
No ha sido por mi de.scuido,
])()r lo menos, el no hallarle.
Cuando tu veui(hi su]K),
trocó por la aldea el monte.
Del haber vuelto me culpo.
¿Quién es aquella zagala?
ACTO SEGUNDO
285
Bat.
Fen.
Bat.
Lis.
Fen.
Lis.
Fex.
Lis.
Fen.
Lis.
Fen.
Llega, Laura.
Una mujer.
Señor, madrina lia de ser
con vos por su talle y gal&.
Presumo que en la ciudad
os he visto, y aim sospecho
que le debéis a mi pecho
principios de voluntad.
Sí, señor; principios fueron,
pues que de allí no pasaron,
aunque no poco duraron,
pues hasta agora vivieron.
Vísteisme im ch'a en el mar,
donde se anegó mi honor
y donde fuera mejor
acabarme de anegar.
Aparte quisiera hablarte,
que me pareces muy bien.
Xo hay parte donde no estén
mis desdichas de mi parte
¿Cómo vives esta aldea,
que con galas de ciudad
te vi en la corte?
Es verdad,
como eso el tiempo rodea.
Cuentan acá los pastores
que a Júpiter se quejó
un monte, presumo yo
que de los montes mayores,
diciéndole: «Gran señor,
cuanto has criado se muda,
si yo estoy firme es, sin duda,
que tengo poco valor.
Los que estaban encumbrados
bajan tan bajos que espantan,
y a sus puestos se levantan
los que estaban derribados.
Alguno fué pobre ayer
que hoy tiene suma riqueza,
y otro viene a gran pobreza
que tuvo inmenso poder.
¿Cómo yo nunca soy más
que aquel ser en que UdCÍ?»
Pero respondióle así:
<'iOh, necio, engañado estás!»
Déjalo todo mudar,
pues firme puedes vivir,
que quien no pudo subir
tampoco pudo bajar.»
Yo pude subir, bajé.
¿Pues vos pudistes?
No sé;
por desigual me he perdido.
Lis.
Ris.
Bat.
Faq.
Lis.
Per.
Lis.
Faq.
Per.
Faq.
Bat.
Lis.
de corte a monte he venido
para que segura esté.
No sólo con la hermosura,
divinamente adornada,
que más de ser envidiada
envidiosa os asegura,
matáis, Laura celestial,
más con el ingenio, a quien
me rindo, para que os den
los méritos premio igual.
Y pues que somos padrinos
y h abemos de ser parientes,
oid más cerca.
No intentes.
Bato amigo, desatinos;
la cena será bastante.
Estoy de contento loco;
matar una vaca es poco,
matar quiero un elefante,
que un príncipe convidado
no se tiene cada día.
(Sale Faquín con una olla quebrada.)
Llorad la desdicha mía;
llorad, pastores del prado,
sobre estos cascos llorad.
¿Qué es esto, Perseo?
Señor,
quejas son de im labrador.
¿Qué te han hecho?
¿Hay tal maldad?.
¡Aquí fué Troj-a!
¿Qué tienes?
Señor: huyendo de aquel
salvaje fiero y cruel
que a matar al campo vienes.
en la cocina me entré,
adonde encontrando luego
la olla que estaba al fuego
puesta para su mercé,
al monte se la llevó,
a quien llorando seguí;
mas, por voces que le di,
solos los cascos dejó.
¿Por qué no me lo decías?
¿Qué habemos de hacer agora?
Estas, en fin, son, señora,
las nuevas pasiones im'as.
Amor es el monstruo a quien
hoy he venido a matar,
aunque he venido a quedar
muerto a sus manos también.
Pero porque prometí
2SÓ
EL HIJO DE l.OS LEONES
que el del monte mataría,
\"uelvo a la misma porfía,
siii vos, mi I^aura, y sin mí.
\'olveré con la %-itoria
a presentaros la fiera;
que si la de Atenas fuera
lo tu\'iera a menos gloria.
Y así os pido que esperéis
el volverme a ver con gusto.
Fen. Fuera de lo que es tan justo
y vos, señor, merecéis,
me corre la obligación
de la merced recibida.
Lis. No vi, Perseo, en mi vida
tanta gracia y discreción.
Vengan esos labradores,
que el monte quiero cercar.
Per. Del monte pueden contar
ramas, árboles y flores.
Faq . ¡Ay mi olla!
Bat. K1 pagará,
si el Príncipe da con él,
la olla.
Ris. ¡Oh fiera cruel!
Faq. ¿En qué historia escrito está
olla de tan alta loa?
Bat. ¿De qué Uoras?
Faq. Yo lo sé.
¡Voto al sol!, que me zampé
la olla de popa a proa .
(]'anse, y sale I.eonido.)
Leo. Montañas donde he nacido
y en su a.spezeza criado,
peñascos que me habéis dado
los pechos con que he vivido;
leones, que de Leonido
el nombre también me distes,
ya no soy aquel que vistes,
otro vengo del que fin',
que ya no hay señal en mí
del alma íjue me pusiste.
Los consejos de iMkno
y los libros que me dio
cuando en vosotros murió
de años y virtudes lleno,
puesto que no los condeno,
no han movido a tal blandura
mi condición fiera y dura,
imponible (]v mover,
como de aquella nuijir
la soberana liermosura.
Laura, que a.sí te nombraron
los pastores de aquel cielo
donde vive, ya recelo
que contigo me mataron;
dulce veneno me echaron
en tus ojos, de tal suerte,
que me ha de matar no verte
y el verte me ha de matar,
pues si te voy a buscar
también me han de dar la muerte.
Notable cosa es amor;
muchas he visto 3' leído
del gran poder que ha tenido;
mas ésta agora es mayor;
porque mover mi rigor
a lágrimas y blandura,
le ha dado la investidura
del mayor rey de los reyes,
pues 3-0, no sujeto a lej^es,
lo estoy a tanta hemosura.
¡Oh tú, ma^'or bien mortal,
alta imitación del cielo!,
por más que corra su velo
de cortina de cristal,
mátame, trátame mal,
que tuyo tengo de ser.
Hombres, ^-a no hay qué temer,
segtua la tierra está;
guardaos solamente ya
de hermosura de mujer.
Yo he visto la primavera
dar a este campo alegría;
yo he visto salir el día
de aquella dorada esfera;
3-0 he visto en esta ribera
cantar las sonoras aves
3^ entrar con salva las naves,
¿pero qué tiene que ver
con mirar amanecer,
Laura, tus ojos suaves?
¡A\', sueño, si me vencieses!
Pero sí podrás, que estoy
tal, sueño, que a ti me do3'
para cjue vida me dieses.
Al \)'\v de aquestos cipreses
rindo el cuerpo fatigado,
(le mil desdichas cercado,
si es desdicha y no locura
amar tan alta hermosura
con imposible cuidado.
(lUhase, y sale I.isardo con un venahhi.)
Lls. Al ruido de esta fuente,
en cuyo susurro manso
ACTO SEGUNDO
287
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
I/EO.
Lis.
Leo.
parece que abejas forman
sus artificiosos vasos,
dejando mi gente vengo,
que entre jaras y peñascos
buscan aquel monstruo fiero,
de naturaleza agravio.
¡Oh qué sitio tan hermoso!
¡Quién hallara en este campo,
Laura, tus ojos divinos!
Fuera yo Paris troyano
y tú la desnuda Venus.
¡Qué gracioso y verde campo!
Parece que han de sahr
por entre aquestos peñascos
los sátiros de la nube
a quien dio Vulcano abrazos.
Quiero llegarme a la fuente,
pues que ya me está llamando,
y para bañarme el rostro
hacer su cristal pedazos.
¡Válgame el cielo!, ¿qné es esto?
¿Si es este el monstruo? ¿Qué aguar-
que no le quito la \dda? [do
¡Muera! Pero tente, mano,
que A-iene un fiero león.
¡Defendedme, cielo santo!
(Sale un león y despiértale.)
¿Por qué me quitas el sueño?
Si agora mi gente llamo,
parecerá cobardía.
¿Aquí un hombre? ¡Extraño caso!
Estáte quedo, león,
que el valor que estás mirando
en este hombre me aficiona.
¡Qué valieijte, qué gallardo
con el venablo le espera!
Déjale estar; vete, hermano;
\Tiélvete, hermano, a la cueva;
(Vase el león.)
vuélvete, pues ya que estamos
cuerpo a cuerpo en este valle,
mira, gallardo soldado,
si habemos de pelear;
que tú con ese venablo
y yo con aqueste tronco
podemos partir el campo.
¿Eres hombre?
¿Xo lo ves?
¿Cómo entre estos montes altos
vives fiera si eres hombre?
Aquí fiera me criaron
los leones, y el que viste
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
es, por el pecho, mi hermano,
que su madre me le dio.
Pues dime quién te ha enseñado
nuestra lengua.
En esa cueva
vivió un ermitaño santo
que me crió y me enseñó.
¡Cuánto me hubiera pesado
de haberte muerto, pues pude,
cuando al pie de ese olmo, blanco
lo fueras para esta punta,
a no detener mis manos
una fuerza invencible
que me detuvo los brazos.
A mí me obligó la misma
a detener, por milagro,
la furia de aquel león
que no te hiciera pedazos.
Pues si te agradas de im'
como yo de ti me agrado,
vente a la corte conmigo
y vive como hombre humano,
nc como fiera, entre montes,
sujeto al primer engaño
que estos villanos intenten,
que, en efecto, son villanos.
He leído en vmos libros
que hay allá testigos falsos,
envidias de la virtud,
del ingenio y del buen trato.
Y como aquí estoy seguro,
no quiero ser desdichado
y perder tanto sosiego.
No podrás, si yo te guardo.
¿Pues quién sois vos en la corte?
Soy el Príncipe Lisardo.
¿El Príncipe sois?
Yo soy
el que heredero me llamo
del reino de Alejandría.
Casado soy, y no aguardo
sucesión, porque mi esposa
yace más ha de diez años
en una cama, por horas
la fiera muerte esperando.
¿Dáisme palabra de ser
mi padre, señor, y amparo
y de tratarme como hombre
de vestidos y regalos
y enseñarme armas y letras?
Yo la doy al cielo santo.
Pues, ¡alto!, yo voy con vos.
Allí está mi gente, vamos.
288
El. HIJO DE LOS LEONES
Leo. Mirad que mi padre sois.
Lis. y si te hubiera engendrado
no fuera con más amor.
Leo. ¡Adiós, monte; adiós, peñascos!,
que por ver a Laura voy
a vivdr en los palacios,
del Rey, donde, en traje de hombre,
pueda merecer tus brazos.
ACTO TERCERO
(Salen Clávela y Fenisa.)
Fen. No quiero amor que reporte
brazos de afición tan llenos.
Cx.■^. Por muchos años y buenos
vengas, Fenisa, a la corte;
que no era bien que la aldea
tuN-iera allá tanto bien.
Fen. Plegué al cielo que por bien
en tantas desdichas sea.
Halló el Príncipe I/isardo
un monstruo en esa montaña
que el fiero mar cerca y baña;
digo un mancebo gallardo
que en su apsereza vivía
sin saber su fundamento,
y viendo su entendimiento
le ha traído a Alejandría,
y de mi padre informado,
se le ha dado por maestro.
Cla. Tuve del disgusto vuestro
cuando os partisteis cuidado,
porque Tebandro, ignorante
de tu desdicha, sentía
que la ocasión que perdía
fuera remedio importante
para que él tuviera hacienda
y tú marido en Perseo.
Fen. De mis desdichas no veo
cosa que mi bien pretenda;
antes el haber venido
a palacio ha renovado
a mi desdiclia el cuidado
y a .su memoria el olvido.
El liaber hallado en él
muerta la Princesa, estima
por un bien que me lastima
mi desventura cruel.
Porque no me sirve a mí
de esperanza que Lisardo
esté libre, pues no aguardo
gozar el bien que perdí.
Antes para mayor mal;
pues viéndose sin mujer
y no pudiéndolo ser.
Clávela, quien no es su igual,
ha de dar en perseguirme
con este su nuevo amor,
aunque ha de estar mi valor,
como mis desdichas, firme.
Cl,A. ¿Que ha dado en quererte bien?
Fen. Sin conocerme. Clávela,
en quererme se desvela
y en conquistar mi desdén.
Así el tiempo me restaura
la ofensa de tanta ausencia,
sin haber más diferencia
en mí que llamarme Laura.
Por este amor ha engañado
a mi padre y conducido
a palacio.
Cl<A. Engaño ha sido,
pero engaño disculpado;
si bien no era justo oficio
la enseñanza de un salvaje,
pues no es justo que se baje
a tan injusto ejercicio,
pues otros muchos hubiera
a su calidad iguales.
Fen. Si algún consuelo en mis males.
Clávela, tener pudiera,
era solamente ver
ese que monstruo llamaron,
donde los cielos cifraron
gran parte de su poder.
Ha salido tan gallardo,
tan cortés, tan entendido,
que cuanto el Rey le ha querido
tanto le estima Lisardo.
No se hallan los dos sin él,
y yo, si digo verdad,
no pequeña voluntad
he puesto. Clávela, en él.
No porfjue mal pensamiento
venza mi firme opinión,
mas porque obliga a afición
su talle y su entendimiento
y por pagarle también
la que él a mí me ha mostrado.
Cl^. ¿Q>it' t^sfí'i <!<-' ti enamorado?
Fen. Dice (jue me (]uiere bien.
QUi.. ¿Nmica más te habló Perseo
en su casamiento?
ACTO TERCERO
28c
Fen.
Fao.
Pr.o.
Faq.
F'lü.
Faq.
F1.0.
Faq.
Flo.
Faq.
F1.0.
Faq.
CI.A.
Fen.
Faq.
No,
porque mi desdén venció
la fuerza de su deseo.
(Salen Faquín y Fluka, de cortesanos.)
El diablo ponerme hizo
estos hatos de lacayo.
Más galán estás que un mayo.
¿No fuera yo porquerizo.
Flora, de niueso lugar
y no senador aquí?
Yo muy bien me alegro ansí.
Sos fáciles de alegrar.
linda cosa vestir seda
con su poquito de oro.
Yo, ¡pardiez!, mis hatos lloro.
Por cuanto allá se me queda,
aunque entre mi esposo Bato,
no se me da a mí, Faquín,
un cuatrín.
Mujer, en fin,
de la mudanza retrato.
Ríense cuantos me miran
ir por las calles ansí.
¡Pues mochadlos que hay aquí
que de las calzas me tiran!...
Espero perder el seso.
Por dondequiera que vo
dicen que salvaje so,
y no lue pesa por eso;
que, en fin, me dejan comer
de las tiendas cuanto quiero.
¿Cómo eres aquí grosero
y eras allá bachiller?
Porque hay muchos, no te espan-
de que yo como ellos sea, [tes
que en saliendo de su aldea
son en la corte ignorantes.
De mil presunciones llenos,
Flora, en su mismo lugar,
verás a muchos burlar
de los estudios ajenos.
Que en llegando a las ciudades,
sólo a escribir un papel,
no hay tantas letras en él
como tienes necedades.
¿Quién son éstos?
Los villanos
que trujimos de la aldea.
¿Qué hay. Faquín?
Ya no hay qué sea,
pues ya somos cortesanos.
Vos estáis aposentada
como en palacio, a la fe.
Fen. íQué hay de Leonido?
Faq, No sé;
sé que la corte le agrada.
Allá le estaba enseñando
un picador a correr
un caballo, que ha de ser
gran sueldado maginando;
porque se le aplica más
esto de armas al valor
que no el estudio, señor.
Ci,A. Pienso que rendida estás.
Fen. Sí estoy; pero no he tenido
más que un pensamiento honesto,
que noblemente me ha puesto
la voluntad de Leonido.
¿Flora?
Fi,o. ¿Señora?
Fen. ¿Podemos
ver la casa?
Flo. Bien podrás.
Fen. Entra, Clávela, y verás
lo que en palacio tenemos.
Cr,A. Tu bien comienza a alegrarme.
Fen. Aunque hasta agora importuna,
ya no tiene la fortuna
mal ni bien que pueda darme.
(Vanse, y queda Faquín.)
F'aq. No sé quién me persuadió
que viniese a la ciudad
dejando la soledad
que el ser que tengo me dio.
¿Este es el Rey? ¿Qué es aquesto?
¿Quién de mis rústicos bueyes
entre los sagrados reyes
mi tosco sayal ha puesto.
(Vanse. Salen el Rey, Lisardo y Perseo.)
Rey.
No me has de replicar.
Lisardo.
En tu obediencia
está, señor, sujeto mi albedrío,
que con esto te he dicho que no es im'o.
REV.
Parte, Perseo, y al instante trae
la Princesa de Tebas, mi sobrina;
iio es tiempo que dilates el casarte,
pues tanta enfermedad de Florisea,
que ya goza del cielo, te ha quitado
la sucesión que tanto he deseado.
19
290
EL HITO DE LOS LEONES
Perseo.
Las naves surtas en el puerto esperan;
daré esa buena nueva a los soldados.
I \'asi.)
Rey.
Parte, rompiendo el mar, y quiera el cielo
que \-uelvas con mi prenda al patrio suelo.
;Qué se ha hecho Leonido?
LlSARDO.
No le he visto
desde aquesta mañana, que le ocupan
las letras y las armas.
Rey.
En mi vida
vi persona que fuese más amable.
LlSARDO.
Mucho le quieren todos, y entre todos
pienso que a mí me debe amor notable.
Rey.
Xo pienso que si fuera nieto mío
más amor me debiera.
LlSARDO.
Lisonjeas
la hazaña y el valor con que le truje,
a pesar de las fieras y leones.
(Vase el Rey y sale Leónido, de galáit, y Tebandro.)
Leonido.
Dentro del alma imprimo tus razones.
Teb.\ndro.
Hijo, las cortes de los reyes tienen
estos |)eligros en los tiernos años;
las hermosuras son dulces engaños. »
y aun las llamaron breves tiranías.
Leonido.
Yo me sabré guardar, que estoy guardado
con más amor para maj'or cuidado.
Lis.
Teb.
Lis.
Teb.
Lis.
Teb.
Leo.
Lis.
I.is.
Li:o
Lis
Lfá).
Lis.
Leo.
¿Leonido?
Señor, ¿tú aquí
y yo necio y divertido?
l-'A Rey, mi siñor, Leonido,
njc* ha ¡jreguntado jjor ti;
amor notable le debes.
Todo nace de tu amor.
No se halla sin ti.
Señor,
tú con tu piedad le mueves,
tú su aficióp solicitas.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Tií la mereces también.
Pues, Lucindo, ¿estudia bien?
Parte del tiempo le quitas,
aunque en el poco que tiene
diestramente a saber llega
la lengua latina y griega.
A ver a mi padre viene.
que ha dado en tenerle amor
y en gustar de hablar con él.
Será estudio para él
de más provecho, señor.
Déjanos solos aquí.
Por él volveré después.
(Vasc.J
Mil veces beso tus pies,
pues, sin haber parte en mí
que a afición pueda obligarte,
me muestras tanta afición.
Más pienso, en esta ocasión,
que del alma te doy parte.
Obliga tu entendimiento,
de quien estoy confiado;
que te dará mi cuidado,
si no piedad, sentimiento.
¿Cuidado tienes, señor?
Sí, Leonido.
¿Qué cuidado
en tu grandeza y estado?
Uno que se llama amor.
Por teóricas sabrás,
ya que por práctica no,
quién es amor.
Ya sé yo
en el pehgro que estás.
Que en los libros de Fileno
muchas historias leí,
de quien supe y entendí
que era amor dulce veneno
y que, ciega la razón,
faltaba el dulce albcdrío.
Ese es mi mal.
Y aun el mío.
En la mayor perfección
de entendimiento y belleza
puse el alma.
Y yo también.
Un agradable desdén
y ima sabrosa aspereza
pudieron tanto conmigo
que vivo fuera de mí.
Y yo, por vivir sin mí,
Jmyo lo mismo (jue sigo.
Truje, con cierta invención.
ACTO TERCERO
29]
a la ciudad lo que adoro,
si bien guardando el decoro
a su honesta inclinación,
y conquistar su belleza.
Leo. y yo soy en la ciudad
un monstruo de voluntad,
que no de naturaleza.
Ijs. En lo que estás murmurando
presumo que has conocido
ti bien que adoro, Leonido,
y que le estás envidiando.
Que estás en todo tan diestro,
que ya sabrás que ha causado
en mi alma este cuidado
la hija de tu maestro.
Laura es, Leonido, por quien
vivo en tal desasosiego;
es su hermosura mi fuego
y es mi muerte su desdén.
Como vives en su casa,
como la vest;ada día,
aunque con tanta porfía
el Rey me fuerza y me casa,
quiero que la hables de mí
y la digas mi pasión,
que si me tiene afición,
te deberé el alma a ti.
Que si por ti me la vuelve,
la deuda confesaré,
o, por lo menos, sabré
que en matarme se resuelve.
Dile que no importa nada
que me case el Rey ni sea
causa, si mi bien desea,
para que responda airada,
que ella en el alma ha de ser
mi nmjer, que la que viene
para serlo sólo tiene
el nombre de mi mujer.
Y Cjue en prendas de mi amor
se ponga aqueste diamante,
que no tiene semejante
ni en la luz ni en el valor.
Di que a su padre daré
el oficio que quisiere,
y que esta noche me espere,
que hablarla, Leonido, iré
mientras que tomas lición
de las lenguas que te enseña,
y si todo lo desdeña
con su honesta condición,
dile que me he de valer
del poder y de la fuerza.
que como el amor me fuerza
podrá forzarla el poder.
Y esto todo con templanza,
como lo fío de ti.
¿Haráslo así?
Leo. Señor, sí.
Lis. Pues en esa confianza
y en el nombre que te he dado
de hijo, parto contento,
que ha de ser tu entendimiento
remedio de mi cuidado.
(Vasc.)
Leonido.
¿A quién ha sucedido
desdicha tan notable? ¡Ay, Laura bella!
¡Ay, Laura, hoy te he perdido!
Fiero rigor de mi enemiga estrella,
pues cuando presumía,
y no sin causa, amor, que fueses mía,
poderoso enemigo,
competidor que no consiente iguales,
puede tanto conmigo
que me ha dejado en ocasiones tales
que no hay por donde huyas
ni de él te libren las defensas tuyas.
¿A aquesto me han traído
del monte do viví con tal sosiego?
Honrarme el Rey ha sido
la primera centella de mi fuego,
pues que por enseñarme,
a Laura trujo aquí para matarme.
Que perder el respeto
5' la obediencia al Príncipe no es cosa
que cabe en mi sujeto
ni en mi naturaleza generosa.
Parto soy de una sierra,
la reina de las fieras me dio el pecho;
mas la sangre que encierra
y el corazón de mis desdichas hecho
no admiten deslealtades,
que éstas se saben más por las ciudades.
Pues, Laura, no he de verte
en ajeno poder; que sólo puedo
ausentarme y perderte;
que no he de verte en su poder, si quedo
para solicitarte;
que ni puedo perderte ni dejarte.
(Sale Faquín.)
Faq. Ni sé por dónde te vas
ni sé por dónde te vienes,
ni sé la vida que tienes
después que en la corte estás.
202
El. injO DE LOS LEONES
Leo.
Faq.
Leo.
Faq.
Leo.
Faq.
Leo.
Fao.
Fex.
Leo.
Fen.
Leo.
Tin.
En soldemente buscarte
se me pasa todo el día,
que allá en la aldea solía...
Va no tendrá.s que quejarte;
junta mi ropa. Faqiiín,
con gran secreto.
¿Por Dios?
Sí, amigo; para los dos
hoy hace la corte fin.
;Laura no lo ha de saber?
De ti, no; mas de mí, sí.
Ye presto.
\'oy, y, sin nu',
salto y brinco de placer.
Si toparas al maestro
no le digas cosa algima.
Vuelve a su antigua fortmia;
el campo es el centro nuestro.
Deja la ciudad confusa,
donde hacer y decir mal
es todo el trato y caudal
que entre los hombres se usa.
Es casa con muchos dueños,
mar de engaños y temores,
donde los peces maj-ores
se engullen a los pequeños.
Aquí nadie se acobarda
de los que en las plazas venden,
porque cuando más ofenden
tienen ángeles de guarda.
Aquí enriquece el mandar
y empobrece el no poder,
anda de luto el placer
y de color el pesar.
Aquí, en fin, porque te asombres,
hay gentes tan ijilmmanas
que van a alquilar ventanas
para ver matar los hombres.
(Vase. Sale Ffnisa.)
Iveonido amigo, ¿qué haces?
¿En qué te ocupas y entiendes?
Mucho te estorba el palacio
y el privar te desvanece.
Apenas oyes lición,
dando ocasión que se queje
mi padre di- ti.
Señora,
ya poco ocuparse pueden
los pen.samientns que dites.
Triste estíos.
No estoy alegre.
,Oué tioius? ^Qué novedad
es ésta ?
Leo.
Fen.
Leo.
Fen.
Leo.
Fen.
Leo.
Quien amor tiene
siempre tiene novedades,
que es amor todo accidentes.
¿Oué te ha hecho a ti el amor?
Muchos males, pocos bienes;
grandes disgustos, que, en fin,
es de la fortima huésped;
discípulo de la luna
le llamó un sabio.
¿Qué ofende
tu voluntad, si la mía,
Leonido, te la agradece?
Laura, yo te vi; yo, I^aura,
te \'i convertida en nieve
luia tarde que un desmayo
te estaba hurtando claveles.
Yo te amé, I<aura; que yo
era monstruo; porque fuese
monstruo de amor, ya lo fui;
\-ine a la corte por verte.
Agradé al Rey, no por mí,
mas porque gustan los reyes
de las cosas peregrinas,
5- fui peregrino siempre.
Contento estaba yo, Laura,
si puede ser que contente
a un solo tanto ruido,
tantas cosas diferentes.
Mas el Príncipe Lisardo
de manera me entristece
con lo que hoy me manda, Laura,
que es fuerza que me destierre
de ti, de él y de la corte.
¿Qué dices?
Digo que quiere
(jue te diga que te adora
y que a quererle te esfuerces,
porque si no te esforzares
te ha de forzar a quererle.
Y en fe de que amante firme
te adorará eternamente,
te envía aqueste diamante
que enmlar al sol pntende
con sus reU'vantes rayos.
Tómale, por (jue contemples
la fineza de su amor,
porque con él la encarece.
Vo, triste, que imaginaba,
luego que el Rey me pusiese
en el estado que él dice,
]ior lo nuu-ho que me quiere,
ca.sarme cf)ntigo, estoy
tal que es fuerza que te deje.
\
ACTO TERCERO
Fen.
Escucha, I.eoniclo, escucha.
Leo.
Déjame, Laura.
Fen.
Fen.
Detente,
que yo te daré una amiga
Fao.
tal, que presumo que puede
desenamorarte.
I.HO.
Laura,
hombre que amarte merece
FílN.
más querrá morir por ti
Fao.
aborrecido y ausente.
(Vasf.J
Fen.
Oué poco puedo contigo.
^las, ¿qué importa que me deje?
¿Es amor? ]\Ias no es amor,
Fen.
que el que le tengo no excede
Fao.
de aquella honesta virtud
del que otro amor agradece.
Fen.
¿Cómo haré para impedir
Faq.
su partida?
I-i.o.
Faq.
Fen.
Fi,o.
Fen.
Faq
Fen,
Faq
Fen
Fao
(Salen Flora y Faquín, con un lio de ropa.)
Aunque supiese
dar voces, no he de sol talle.
Ya te digo que le sueltes.
¿Qué es eso?
Lleva Faquín
no sé qué ropa.
Xo lleves
ropa ninguna de aquí
sin que primero la muestres.
Es ropa de mi señor,
y él me la ha dado, que quiere
irse al monte en que vivía.
¿Sabes si licencia tiene
del Rey y el Príncipe?
Xo.
Pues no es justo que él intente
partirse de esa manera
ni tú, necio, obedecerle.
¿Y a mi padre no es razón.
Faquín, que se la pidiese,
siendo discípulo suyo,
como a los maestros suelen?
Señora, yo no reprico
a lo que Leonido debe
a la razón; só criado,
mandóme que le sirviere
Perseo, y que de mi aldea
viniese a la corte a hacerme
hombre con aquestas calzas,
donde hay dos mil pretendientes
de alguna cosa más limpia.
¿Qué culpa tengo en tenerle
Fen.
Faq.
Fen.
Faq.
Fen.
Fao.
Fen.
293
por dueño y servirle en todo?
Xo quiero yo que nos lleves
alguna cosa; descoge.
Xi yo quiero que sospeche
de mi franqueza tan grande,
que entre las cabras y bue)-es
no se aprende a hurtar.
¿Pues dónde?
En las ciudades, que tienen
cambios, mohatras, usuras,
de que tantos enriquecen
los oficios, y otras cosas
que callo porque me entienden.
Descoge, descoge el lío.
Estas son aquellas pieles
que trujo Leonido allá.
¿Para qué las trujo?
Advierte:
hay muchos que en alto estado
no es posible que se acuerden
del estado que tenían;
tanto, en fin, se desvanecen.
Y Leonido, como es sabio,
me mandó, por si subiese
del lugar en que nació
a algún lugar eminente,
las tmjera.
¿Qué son éstos?
Libros, Laura, diferentes.
Este es Píndaro, éste Homero,
Aristóteles es éste
y éste Platón.
¡Cielo santo!
¿Qué te turba y entristece?
¡Rebociño aquí con oro!
Este me dio que trújese
con gran cuidado Leonido
y de él lo ha tenido siempre.
Toda el alma se ha turbado,
¡piadosos cielos!, de verle.
Xo debe de ser sin causa
que a la memoria recuerden
desdichas que siempre están
atormentando presentes.
Con este envolví a mi hijo
cuando a las fieras silvestres
le eché en el monte. ¡Ay de mí!,
amor me dice que es éste,
X^o en balde le ama Leonido,
aunque la causa no entiende,
ni yo le amaba sin causa.
Disimular me conviene,
que, por ventura, los cielos
294
EL HITO DE LOS LEONES
de mis desdichas se duelen.
Flora, todo aqueso guarda,
y tú, para que le niegue
que no se vaya Leonido,
persuádele que espere
solamente a que le hable.
Faq. Alcanzaré fácilmente
que os habré, porque os adora
y dentro del alma os tiene.
Fexisa.
Piadosos cielos, soberanos cielos
que por tantas hermosas celosías
miráis corriendo los azules velos
por tantos años las desdichas mías;
después de tan mortales desconsuelos,
después de tantas ansias y porfías,
tanto bien, tanto amor, tanto contento,
o mi vida acabáis o mi tormento.
Pero, ¿qué me detiene el temor justo
de que esto sea un aparente engaño
para templar el alma su disgusto,
siendo el gusto interior el desengaño,
y no le agradecer es caso injusto,
pues quiere, por camino tan extraño,
el cielo poner fin a mis enojos.
Alma, si es éste, díselo a los ojos.
(Sale Leóxido.)
Leoxidü.
Si pudiera, adorándote, enojarme,
Laura, contra las leyes del re.speto,
lo hiciera en ocasión que quieres darme
a que tenga de ti tan mal conceto.
De tu casa presumes que llevarme
puedo tu hacienda yo. ¿Pues a qué efeto?
¿Serán sus galas para el monte buenas
í) están de perlas y diamantes llenas?
Por lo que tú debieras enojarte
tra porque me llevo a nu', tan tuyo,
que como hacienda tuya puedo, en parte.
decir que esclavo de tus ojos huyo.
¿Pero qué tienes tú para lle\arte,
sino es que cuanto soy te restituyo
y te quito el amor en esta au.sencia
haciendo a tu hermosura competencia?
¿Qué me miras atenta? No i)arece
que me has visto jamás. ¡Habla, responde!
Nada te llevo hurtado, si merece
tal nombre el alma que de ti se esconde.
Si quieres verme el ¡x-cho, ya se ofrece,
Laura, a m().strar aquel lugar adonde
hizo a tu amor altar tan firme y fuerte
que la inmortalidad le hurtó a la muerte.
Fenisa.
Leonido, de tu amor agradecida,
hice aquellas cobardes diligencias,
que el alma que llevabas escondida
no estaba en tan Innnildes diferencias;
todo para obligarte a que la vida,
que con partirte a tanto mal sentencias,
te obligue a detenerte y a escucharme,
que, por quererte yo, no has de matarme.
Si te fueres oyéndome, si fueres
tan cruel para mí, si tan ingrato,
seré, muriendo, ejemplo de mujeres,
tú de los hombres de villano trato.
El no quererte como tú me quieres
y el justo casamiento que dilato
consiste en imposibles más extraños
que no se atreven al honor los años.
Niña pequeña me forzó, Leonido,
de aquesta corte un caballero infame,
venciendo mis criadas y dormido
mi padre, si es razón que así le llame.
Juraba que sería mi marido
con mil ternezas. Mas, ¿cuál hombre que ame
no promete con lágrimas, no miente
lo que niega después que se arrepiente?
Nunca más me miró, si bien agora
me vuelve a hablar, Leonido, porque tanto
mudan los tiempos; pero el alma llora
su honor perdido con eterno llanto.
Esta desdicha, al alma que te adora
obliga a no quererte; porque cuanto
mayor es mi dolor, tanto me obliga
a que, en mi daño, la verdad te diga.
Leo. Si me ha caucado dolor,
Laura, tu historia, mis ojos
te habrán dicho en sus enojos
que no puede ser mayor.
Cuanto se alegra el honor
de que le hayas avisado
tanto al amor le ha pesado,
porque en estado le veo
que por dar gusto al deseo
te lo hubitra perdonado.
Por otra parte, il honor
con su grave señorío
se alegra de ver que el mío
te pareciese mayor.
Ciego es amor, y el amor
no quisiera más de hallar
I
ACTO TERCERO
295
en tu hermosura lugar;
pero no es justo querer
que tenga el amor placer
y el honor tanto pesar.
Yo te querré, Laura niía,
sin esperanza, que es cosa
en amor dificultosa,
a quien la esperanza guía;
porque si, necio, porfía
con sus lascivos antojos,
yo, por excusar enojos,
en viendo sin freno amor
pondré delante el honor
para tapalle los ojos.
Si a defenderte y quererte
me mandas quedar aquí,
dos cosas, Laura, por mí
has de hacer.
Fen. Dilas.
Leo. Advierte:
la primera, defenderte
del Príncipe, y la segunda,
de que tanto mal redunda,
decirme cuál hombre ha sido
dueño de tu honor perdido,
en que mi intención se funda.
Fen. Defenderme te prometo;
mas por que más claro veas
que el intento que deseas
no puede tener efeto,
advierte, }' guarda secreto,
que es el Príncipe.
Lno. ¿Lis ardo?
Fex. El mismo.
Leo. Ya me acobardo.
Fex. El viene, quédate, adiós.
Leo. ¿Cuándo hablaremos los dos?
Fex. En mi aposento te aguardo.
(Vase. Sale Lis.\rdo.)
Lis. Detener, quise, Leonido,
a Laura como la vi
hablando contigo aquí;
mas por mejor he tenido
saber lo que ha respondido.
Leo. Lo que responde, señor,
es que la debes su honor,
que la palabra le diste
de esposo y no la cumpliste
contra tu mismo valor.
Lis. . ¿Qué dices? ¿Estás en ti?
Leo. ¿No te acuerdas con los años
de los peligros y engaños
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Leo.
Lis.
Rey
Lis.
con que esta dama forzaste,
siendo niña, y la obligaste,
a padecer tantos daños?
De cierta mujer me acuerdo,
que Fenisa se llamaba,
a quien una tarde vi
de aqueste mar en la playa.
Acuerdóme que una noche,
por engaño, entré en su casa,
5- que oí decir después
que fué tan necia e ingrata
que mató un hijo que tuvo.
¿Pues cómo, entre deudas tantas,
de la palabra te olvidas?
Tú, con lo poco que alcanzas
de las cosas de los reyes,
criado por las montañas,
no sabes las diferencias
de las frentes coronadas
a la demás gente noble.
No es la diferencia tanta
donde hay amor; tú le tienes.
Antes, ya que sé que es Laura
Fenisa, haré que esta tarde
o la justicia o la guarda
la saquen de la ciudad.
En estos destierros paran
las que a señores se rinden.
Tus palabras me enojaran
si supieras que sabías
lo que dices; pero hablas
como bárbaro ignorante.
Y aun es mi ignorancia tanta,
que te has de casar con ella
o te he de secar el alma.
¡Monstruo, salvaje!, ¿qué es eso?
¿Para mí empuñas la espada?
No soy salvaje ni monstruo;
y es la consecuencia clara,
que si tú ofendes un ángel,
ingrato a hermosura tanta,
y yo le estimo y defiendo
porque he vivido en su casa,
tú eres el monstruo, yo el rey,
pues que tengo mejor alma.
La palabra cumple luego,
o si no...
¿La espada sacas?
¡Hola, guarda! ¡Criados, hola!
(Sale el Rey y la guarda.)
¿Para qué llamas la guarda?
¿No ves la espada en la mano
296
EL HIJO DE LOS LEOXES
Rey.
Lis.
Rey.
Lis.
Rey.
Lis.
Rey.
Leo.
Rey.
l i;n.
al monstruo de las montañas?
;Para qué?
Para matarme.
¡Mátenle.
Detente, aguarda.
¿Para qué quieres que viva?
Por lo menos, ya que hagas
justicia, no sea en mis ojos.
Bestia fiera, ¿en qué pensabas
cuando matabas mi hijo?
El «abe, señor, la causa,
relevadle a una cárcel luego
para que desde ella salga
a cortarle la cabeza,
pues con esto desengaña
que voh-ió a su natural.
¿Esto en las ciudades pasa?
Laura, la vida me debes;
la vida me cuestas, Laura.
salen Flora y Faquín, huyendo de Te-
B ANDRÓ.)
Quitaré a los dos villanos...
Deten la mano.
Este día,
por tan grande alevosía,
las vidas con estas manos.
¡Señor, yo ni tengo culpa!
¿Y yo de qué soy culpada?
Si haber sido amenazada
de este traidor me disculpa.
¿Pues cómo sin avilarme
le de j abades partir?
Si ya no se quiere ir,
sin culpa quieres matarme.
Ya le dije a mi señora
que éste la ropa llevaba.
El señor me lo mandaba,
que sus montañas adora
y aborrece las ciudades.
¿Qué dijera el Rey de mí
.si se particia de aquí
y entre aquellas .soledades
a ser lo que fué volviera
teniéndole tanto amor?
Y a nn' también ¡qué dolor
su injusta au.sencia me diera!,
que cuaiulo fuera mi nieto
no le tuvit ra afición
tan grande.
V tienes razón,
que es generoso y di.s<'reto.
(Sale Fenisa.)
P^XISA.
¿Qué haces de esta suerte
en tanto mal, en desventura tanta?
Tebaxdro.
Quien agora me advierte
de mi descuido, sin razón se espanta.
¿Fuese al monte Leonido?
Eexisa.
¡Pluguiera al cielo!
Tebaxdro.
¿Luego no es partido?
Fexisa.
Dicen que, temerario,
quiso matar al Príncipe.
TEB ANDRÓ.
¿Qué dices?
Fenisa.
Ya que el discurso vario,
señor, de mis sucesos infelices
a estado me ha traído
que me obHga a decir quién es Leonido.
Ven presto, que le lleva
a degollar al campo de .llejandro.
TEB ANDRÓ.
Xo será cosa nueva,
Fenisa, a las desdichas de Tebandro
decir que causa he sido.
Mas, ¿de qué sabes tú quién es Leonido?
Fenisa.
\<¿\\ presto, que la vida
consiste de los dos en un engaño.
Tebandro.
¿Puede ser defendida?
Fenisa.
Puede, con un notable desengaño.
Tebandro.
Dinie presto el secreto.
Fenisa.
lis Jiijo de lásardo y es tu nieto.
(\'ausc y tocan atabalicon y sale la I'rincksa di: T):uas
y l'KKSKO.)
V\M. Parece que el fiero mar,
Princesa ilustre, se queja
I
ACTO TERCERO
297
Prin.
Per.
Prin.
Per.
Prin.
Per.
Prin.
que tu hermosura le deja,
pues se comieuza a alterar;
que el verte desembarcar
le da envidia, de tal suerte,
que para volver a verte
las blancas orillas peina
con sus olas, que .su reina
quisiera su campo hacerte.
Ya salen de la ciudad
como la salva sintieron,
puesto que no presumieron
tan dichosa novedad,
que fuera tu Majestad
de otra suerte recibida.
Llegar, Perseo, con vida
es el fin de mi deseo.
rQué gente es ésta que veo
por todo el campo esparcida?
Esta no parece fiesta.
Y a mí me da confusión.
Todo un armado escuadrón
la muerte a tm mancebo apresta.
Algima justicia es ésta.
Por mal agüero la siento;
ya tendré mi casamiento
por suceso miserable.
¡Qué confusión tan notable!
¡Qué extraño recibimiento!
TyEO. No sé quién soy. Te prometo
que por no saber quién soy
a tantas desdichas vengo.
Prin. Lástima y amor me causas.
¿Por qué te matan? ¿Qué has hecho?
Leo. Dicen que quise dar muerte
al Príncipe.
Prin. ¿y era cierto?
Leo. Xo sé en esto qué te diga;
que son tales mis sucesos
que ni ellos a mí me entienden
ni yo los entiendo a ellos.
Cap. Dé vuestra Alteza licencia,
con partirse, a que quitemos
la vida a un traidor.
Leo. ¡Mentís!
Cap. ¡Matadle!
Prin. ¡Esperad, teneos!
Cap. Los sentenciados no afrentan.
Leo. Pues aguarda y verás presto
cómo defiendo la vida;
que ya sólo la defiendo
en honra de esta señora
y para pasarte el pecho.
(Quita la espada a un soldado y acuchíllalos, y sale el
Rf.y V todos los demás.)
(Sale el Capitán y gente que traen a degollar a Leonido.)
Cap.
Leo.
Cap.
Per.
Cap.
Per.
Prin.
xlquí se ha de ejecutar.
Pues, capitán, manda presto
poner en ejecución
de tu Rey el mandamiento;
que pues yo quise .salir
de mi verdadero centro,
bien es que a los que le gozan
sirva mi muerte de ejemplo.
Gente viene por la playa.
¡Ah, capitán!, ¿qi:é es aquello?
¡Oh, Perseo generoso!,
por un extraño suceso
manda el Rey quitar la vida
al más gallardo mancebo
que ha tenido Alejandría.
Señora, más sentimiento
te dará saber lo que es;
y así es mejor que pasemos
sin que sepas la ocasión.
No haré tal sin que primero,
por no entrar pisando sangre,
solicite tu remedio.
; Quién eres, mancebo noble?
Rey.
Lis.
Rey.
Leo.
Rey.
Prin.
Rey.
Prin.
Lis.
Rey
Teb.
¿Por ima parte tu esposa
y por otra im hombre muerto?
Nunca le he visto tan vivo.
¡Tente, villano soberbio!
¿Qué es lo que quieres de mí,
si como he nacido muerto
para no entender mi fin,
pues mis principios no entiendo?
¿Señora?
El piadoso mar
no lo ha sido, te prometo,
pues para entrar por desdichas
me ha dado próspero viento.
Y para que no lo sean,
te pido, suplico }• ruego,
y al Príncipe, mi señor...
vSi es esta vida, no puedo.
Pues esta vida te pido.
Por mi parte, no pretendo
venganza, y cuando lo fuera,
guardara el justo respeto
a tanta hermosura y gracia .
¿Estimas, sobrina, en menos
la vida de tu marido
que la de un hombre tan fiero?
Señor, pues ya determinas
298
FX HIJO DE LOS f.EOXES
Rey.
Teb.
Rey.
Lis.
Fex.
Lis.
Fex.
Lis.
matarle, advierte primero
que es Leonido nieto tuyo.
Lucindo, ¿estás en tu seso?
No soy Lucindo, señor;
Tebandro soy, algxin tiempo
de los nobles de tu corte.
Lisardo, en sus años tiernos,
tuvo amores con Fenisa;
ella, su parto encubriendo,
dio este mancebo a las fieras,
que por voluntad del cielo
ha llegado a tener \'ida.
Lisardo, ¿qué dices de eso?
Señor, que es todo verdad
y que me holgara en estremo
de ver a Fenisa aquí.
Yo soy, amique no me atrevo
a despertar con mi amor
tu injusto aborrecimiento.
¿No eres Laura?
Xo soy Laura.
Pues, Fenisa, ya no puedo
negar mis obligaciones,
troquemos los casamientos.
Da, señor, a la Princesa
a mi hijo y a tu nieto,
porque yo soy de su madre.
Rev. La cosa más digna has hecho
de tu valor que podía
pedirle el amor que tengo
a mi nieto y mi sobrina.
Dense las manos, que quiero
dalles mis brazos.
Fao. Señor,
¿cómo nos dejan sin premio?
Leo. a ti y a Flora, Faquín,
con licencia de mi abuelo,
hago señores.
Faq. ¿De qué?
Leo. Si es poco de vuestro pueblo,
sea de otras seis aldeas.
Lis. y aquí, senado discreto,
al Hijo de les leones
da fin nuestro buen deseo.
COMEDIA FAMOSA
DE
EL HOMBRE DE BIEN
HABLAN EN ELT.A LAS PERSONAS SIGUIENTES
Rey.
Lucinda, dama.
Cloridano, caballero, su
hermano.
Felicio, viejo, su padre.
Bel ARDA, criada, vi-
llana.
Gabixo, villano, lacayo.
JACIXTO, caballero.
Clávela, dama.
Taxsilo.
lccrecio.
SiLVERIO.
Tres Rcfiaxes.
Un Valentón (i).
ACTO PRIMERO
(Salen el Rey, Lucinda y Jacinto.)
Rev. ¿Tu nombre no me dirás?
Luc. Xi mi nombre has de saber.
Rey. Advierte que eres mujer
y que en este campo estás.
Lrc. Pensad, señor cazador,
quienquiera que vos seáis,
cviánto más sujeto estáis
a mi disgusto y rigor.
De aquel castülo soy dueño,
j con una voz que dé,
gente a caballo y a pie
os sabrán quitar el sueño.
Hacedme la cortesía
que se debe a ser mujer,
porque estáis en mi poder
y toda esta hacienda es mía.
Rey. L'a libertad de ser hombre
y la que este campo ofrece,
limitada me parece
para saber vuestro nombre.
Xo he sido tan descortés
como os habré parecido,
y si la culpa he tenido,
no es mía, que vuestra es.
Cazando entré por aquí,
y viendo en esta aspereza
\'uestra divina belleza,
en sus bellos lazos di.
(i) Intervienen además Doristeo, Oliverio, Sulpicio
(que son los nombres de los lufianesl Glicerio, Rutilio
(nombre del Valentón)
Lrc.
Rey.
JAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Vine con plantas ligeras
a daros mil verdes palmas,
porque andáis a cazar almas
donde yo silvestres fieras.
Que seáis de aquel castillo
el dueño, poco me ofendo;
como serviros pretendo,
del rigor me maravillo.
Que no hay por qué venga gente;
no por temor, que la mía
pasa en esa fuente fría
el rigor del sol ardiente.
Y también viniera acá,
si vo alguna voz les aiera
y esta vida defendiera
de quien la muerte me da .
¿Quién sois deseo saber,
•a que más templado habláis?
Cuando vos quién soj- sepáis,
no os tendré que agradecer.
¡Jacinto!
¿Señor?
Advierte.
Ya sé el estado en que estáis.
X'o puedo decirte más
de que he llegado a mi muerte.
A Escila llegué, Jacinto;
Jacinto, a Circe llegué
hoy, sin ver por dónde, entré
de Creta en el laberinto.
¡Vive Dios!, de no salir
del bosque sin esperanza
de algún remedio!
Ese alcanza
un siempre honesto sufrir.
300
EL IIOMKKK DE BIEN
Kev
]AC.
Rey
Tac.
lAC.
JAC.
Y aunque en materia de amor
yo tengo poca experiencia,
presumo que la paciencia
es el principio mejor. ( i )
Xo nniestres aquí el poder;
pretende, sigue, confía,
sirve, ama, sufre, porfía:
también es ciencia el querer.
En los términos estás:
ve estudiando, (|ue no es bien
que el grado de amor te den
mientras que no sabes más.
Esta divina señora,
ninfa de esta verde selva,
no es nincho que se resuelva
al desdén que muestra agora.
Mientras no sabe quién soy,
dile, J acinto, mi nombre.
He pensado que se asombre,
si tales nuevas le doy.
Pero habré de hacer tu gusto.
Pues advierte, que se va.
Xo irá, que yo sé que está
con más gusto que era justo
Hablaros aparte quiero.
Ya estoy aparte con vos.
¡Ay, Lucinda, plegué a Dios
que mueras del mal que muero!
Dime, cruel, ¿no sabías
que andaba el Príncipe a caza
en este bosque? ;Esa traza
para matarme traías?
Cuando corren por los dos
tan grandes obligaciones,
¿en este punto me pones?
¡Bien lo has pensado, por Dios!
Que será tu pensamiento
de haberte puesto en lugar,
que a un príncipe le ha de dar
para tanto atrevimiento.
Al paso nos ha salido;
pero dijera mejor
que, por robarme el honor,
como salteador ha sido.
Mira, cruel, lo que has liecho,
pues ya te quiere, y de suerte
que dice que está a la muerte
y que se le abrasa el pecho.
El Rey es mozo, yo soy
sil <ri rulo fi'i llUij' r,
íi) En el texto '.>iii;iual dice Mnayori. Hartzenbusch
enmendó con acierto «mejor.»
lo que ha de venir a ser
adivinándolo voy.
El Rey mostrará su fuerza,
til la flaqueza del ser
y yo aquel poco poder
que mi grande amor esfuerza.
De donde vengo a inferir,
porque tú has dado higar,
que el Rey te vendrá a gozar,
tú a dejarme y 3-0 a morir.
Luc. Si no tuviera el amor,
como los locos, licencia
para cualquiera insolencia
efeto de su furor,
respondiérate agraviada
y agraviárame enojosa,
enojáranie quejosa .
y quejáranie enojada.
Yo no supe que venía
el Príncipe donde está,
que a verte me trujo acá
la amorosa estrella mía.
En los álamos que ves,
olmos blancos de este río,
suele el pensamiento mío
escribir que tu^'o es.
A ver las letras venía
en este entretenimiento,
y a ver si mi pensamiento,
escrito en ellos, crecía.
Estaba pensando en ti,
cuando orillas de esta fuente
vi tus perros, y la gente
que era tuya presumí.
Por eso me he detenido,
y porque mientras halago
tus perros, pienso que pago
el haberme conocido.
Al Príncipe, ya tú sabes
que no le he visto en mi vida;
que me pusiera en huida
por otros respetos graves.
Que hasta ahora (jue me adviertes,
entendí que era tu igual;
y si los que dicen mal
no nos tienen por muy fuertes,
mira (jue lo es la que quieres,
y <jue habrá también algunas;
(jiK- no serán todas unas,
como dicen, las mujeres.
Que aunque el Rey tiene poder,
ut) es en las almas, y ansí,
ACTO PRIMERO
301
ni tú me pierdes a mí,
ni yo haré como mujer.
Jac. Mucho consuelo me has dado;
si el Príncipe no me \"iera,
con abrazos te dijera
lo que he de callar forzado.
Ya te ha visto, gran fortnna
ha de levantar su amor
en el mar de mi temor;
que te hable me importuna.
¿Qué le podré responder?
IvUC. Que si haj^ rocas en el mar,
las aguas podrán pasar;
pero no mudar mi ser.
Y tú, en aquesta tormenta,
amaina velas, Jacinto,
mientras el puerto distinto
te muestra mi luz atenta.
Que con recato y secreto,
polos en que amor estriba,
gozarás de tu cautiva
hasta el prometido efeto.
Tus desdenes le diré,
por que no cobre esperanza.
Habíale.
Voy.
Tu tardanza
toda mi esperanza fué,
que en ver que te detenías,
la cobré de mi remedio.
Pensé que era honesto medio
el decir que la darías
marido, hacienda y estado
conforme a su calidad,
si con igual voluntad
paga tu amor de contado.
Y en mi vida pensé oír,
señor, tan libres razones:
a un imposible te pones.
Rey. Xo lo supiste decir.
¿Has qvierido?
Jac. Xo, señor.
Rey. ¿En tu vida?
Jac. Eternamente.
(Aparie.)
La boca, Lucinda, miente,
porque os tengo eterno amor.
Rey. Pues mal puede terciar bien
quien no entiende lo que trata.
Jac. Ya la dije que era ingrata
el tratarte con desdén.
Y aun hasta necia en pensar
que a un Rey se le puede huir.
Jac.
Luc.
Jac.
REY.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
rey
Jac.
Rey.
Jac.
¿En qué se fmida?
En decir
que sólo la ha de gozar
eLque fuere su marido.
Pues eso no puede ser;
que aunque es principal mujer,
soy su Rey.
Ya lo ha entendido.
Pues si lo entendió y desprecia
mi valor y mi poder,
presto verá que es mujer.
Y, por Dios, que es harto necia. •
Si la hablases sin amor,
como yo, verías mil cosas
que en las mujeres hermosas
son de imperfecto valor.
¿Xo las hay discretas?
Sí;
mas suele ser su pensión
necedad y presunción,
que hoy en ésta conocí.
Vale más el pie, la cinta
del zapato de Clávela,
que cuanto aquí te desvela
de esta que tu igual se pinta.
En efecto, se ha criado
en montes, rústica es;
ese castillo que ves
sobre ese bosque fundado,
un padre viejo, un mancebo
hermano, son su caudal.
Xo me digas de ella mal,
que 5^0 sé que al sol me atrevo.
Y como el sol no se mira
sin notable turbación,
así de tu imperfección
su resplandor se retira.
¿Dice que va a la ciudad?
■Muchas veces vive en eila.
Aunque va allá, quiero vella:
que aquí me quedo avisad.
Que diciendo que no quiero
volver a la corte, iré
a su castillo y veré
la vida y luz por quien muero.
Esta noche estaré allí,
adonde habrá más lugar
para que la pueda hablar.
Xo te lo aconsejo así;
que es caballero discreto
su hermano, y es cosa llana
que entienda que por su hermana
vas al castillo, en efeto.
302
EL HOMBRE DE BIEN
Pero si dos o tres días
en la caza te detienes,
y al cabo perdido vienes
por estas montañas frías,
y con dos o tres criados
quieres aquí descansar,
¿qué lince podrá mirar
el blanco de tus cuidados?
Rey. Linda e ingeniosa traza,
¡oh, Jacintol ¡Qué invención
para encubrir mi pasión !
Jac. Pues prosigamos la caza.
Rey. ;Xo me podré despedir?
Jac. Cortésmente, bien podrás.
Rey. Disimular quiero más,
y algún desamor fingir.
\'oyme, y mientras en la fuente
tomo el caballo que aguarda,
dile a esa dama gallarda
que viva seguramente,
pues me voy por no ofendella.
Jac. jOh, qué entendimiento grave
te dio el cielo!
Rey. El cielo sabe
que voy muriendo por ella.
(Vase el Rey.)
Jacinto.
Lucinda nu'a: el Príncipe Rugero
alojarse quería en tu castillo;
yo le engañé, porque de celos muero;
«líjele, aunque de ver me maravillo
en mi nobleza cosa tan extraña,
y en mi lealtad y corazón sencillo,
que f,e fuese a cazar por la montaña
y que volviese al cabo de tres días,
por ver si a tu discreto hermano engaña.
Tú, hermo.so dueño de las prendas mías,
a la ciudad te irás, por que si viene
halle las cuadras de tu luz vacías.
l)i a tu padre y hermano que conviene
nmdar tu casa, o nmdarás mi vida,
donde tu volimtad ¡xír ahna tiene;
que si se aloja aquí, tú vas perdida;
]x-rdido va tu honor, por más que quieras
niíj.strarte a .sus regalos desabrida;
esto le dije por que tú pudieras
ponerte en la ciudad. Xo me respondas,
si mis obligaciones consideras;
que antes verás volver atrás las ondas
de aqueste río, y que la mar di.stante
cubra de tu castillo el fo.so y rondas;
mudarse a España el africano Atlante
y derribarse el cielo de los ejes
donde estriba su máquina constante,
que vuelva a verte mientras no te alejes
de esta ocasión con la presente huida.
Lucinda.
Esciichame, primero que te quejes.
Jacinto.
Mi honor tienes allá, tuya es mi vida.
(Vase.)
Lucinda.
¿Ansí te vas? ¡Ay, justa confianza,
a tantas prendas de mi amor asida!
Pues yo haré tan segura tu esperanza,
que primero, Rugero, que me goces,
tenga sosiego el mar; amor, templanza;
el infierno, quietud, y el cielo, voces.
Bel. Xo me podrás aplacar,
si me dieses...
Gab. Xo lo digas.
Bel,. Si me dieses...
Gab. Xo prosigas.
Bel. ¿Aun no me dejas hablar?
Gab. Xo, mas si el alma te he dado,
¿qué te puedo dar de precio?
Bel. Lo que tienes sobre necio.
Gabino, es ser porfiado.
Gab. Porfiar con libertad,
tras ser necio, es discreción;
la porfía es guarnición
de la misma necedad.
Como sobre azul sería
el oro gala de precio,
están en paño de necio
pasamanos de porfía.
Bel. Xecio, en fin, te has confesado.
Gab. Quien lo conoce, no creo
que lo es, porque yo veo
todo necio confiado.
Si es que me has aborrecido,
si es que acaso te has mudado,
si has puesto en algún criado
el amor cjue me has tenido,
dínulo, Belaitla nu'a,
más claro, ansí Dios te guarde,
que para olvidar no es tarde,
pues bastíui celos de im día.
1Ji;l. Mala pascua, y negra, tenga,
si hay en amor invención,
como tras de hacer traición
cuando a «liclaiar se venga,
ACTO trímero
303
levantar un testimonio
y culpar el que es culpado.
Yo sé que a Arminta has hablado.
¿De amor?
Y aun de matrimonio.
¡Plega a Dios que si a otra quiero
— ¿qué es querer? — ni miro a otra,
que jamás halle en la siesta
árbol, ni en el árbol sombra.
En la sonibra, dulce sueño;
en el sueño, dulces horas;
en las horas, el descanso
que descanse a mis congojas.
En las congojas, quietud;
en la quietud, fin de todas;
en todas, alegre paz,
y en alegre paz, concordia!
¡Plega a Dios que nunca vean
mis ojos el bien que gozan;
ni gocen tus dulces prendas,
por prendas de mi victoria.
De mí la tengan los lobos;
lobos, Belarda, me coman;
y comiéndome, no quede
memoria de mi memoria.
Xi la tengas de mis brazos,
ni mis abrazos te pongan
deseos de mis palabras,
mis palabras de mis obras.
Eres para mí, Belarda,
lo que a las plantas las hojas;
a las hojas, las raíces;
a las raíces, las rosas;
las rosas, para las huertas;
para las huertas, las norias;
para las norias, las ruedas;
para las ruedas, las sogas;
para las sogas, las arcas;
para las arcas que tornan
vacías, las claras aguas,
y el agua sus fuentes propias.
Lo que el cuerpo adorna el brazo,
al brazo la mano adorna;
a la mano, la muñeca;
a la muñeca, el ajorca.
A la ajorca, los esmaltes;
a los esmaltes, las joyas;
a las joyas, el diamante;
y al diamante, la persona.
A la persona, el buen traje;
al traje, la buena ropa;
a la buena ropa, el talle,
y al talle, la cara hermosa.
A la cara, el ojo; al ojo,
la niña; a la niña, toda
la pestaña; a la pestaña,
la ceja larga y no corta.
Para la ceja, la frente;
a la frente, sin corcova
la nariz; a la nariz,
la boca bella; a la boca,
diente; a los dientes, pan;
para el pan, renta forzosa;
a la renta, calidad;
íx la calidad, la honra;
a la honra, la virtud;
a la virtud, la corona;
a la corona, los cielos,
y al cielo, la eterna gloria!
Bel. ¿Que no hablaste con Arminta,
por vida de aquesos ojos?
Gab. Deja, mi bien, los enojos;
como una roca me pinta.
Bei,. Xo hay firmeza, aunque sea mu-
para comparar mi amor. [cha,
Gab. ¿Luego es el tuyo mayor?
Bel. Es notable.
Gab. ¿Cómo?
Bel. Escucha:
¡Plegué a Dios, que si 3^0 quiero
de cuantos cubren la cerca
del castülo de Lucinda,
su dueño y señora nuestra,
otro criado o pastor
de la corte o de la aldea,
que los ánades que guardo
y, a veces, blancas ovejas,
no hallen jamás verde soto,
ni en el soto, fértil hierba;
falte a la hierba el rocío;
al rocío, el alba bella,
al alba no salga el sol,
el sol falte a las estrellas;
las estrellas a la noche,
y en la noche jamás duerma!
¡Plegué a Dios que cuando vayas
a la corte a ver la feria,
que en la feria halles amores,
y en los amores te pierdas.
Perdido, me des mal pago;
con mal pago, me aborrezcas;
aborrecida, me dejes;
dejada, nunca me veas.
Xo viéndome, enferme yo;
estando enferma, me muera;
muerta yo, vivas más años
304
EL HOMBRE DE BIEN
que yo tengo de estar muerta.
Porque tú eres para mí
lo que es el agua a la tierra.
lo que es a la tierra el hombre;
al hombre, huesos y venas.
I,o que a las venas, la sangre;
a la sangre, las arterias;
a ellas, el corazón;
a él, las alas y telas;
a las alas, aquel aire;
al aire que sale y entra,
al de fuera que respira;
al que jespira, su esfera;
a las esferas, el móvil;
al móvil, su inteligencia!
Gab. Tente, que te vas muy alta.
Bei,. Pues bajóme a los planetas:
I^o que es el sol para el oro;
el oro, para las piedras;
las piedras, para los reyes;
los reyes, a la obediencia;
la obediencia, a los vasallos;
los vasallos, a la guerra.
La guerra, para la paz;
y la paz, para las letras;
las letras, para la fama;
la fama, para que crezcan.
El crecer, para estimallas;
la estima, para emprendellas;
las empresas al valor;
el valor, a la grandeza;
la grandeza, a la virtud;
a la virtud, la excelencia.
I^a excelencia, a ser perfecto;
a la perfección , no queda
sino la quietud del alma;
al alma, las tres potencias.
IvO que es a.1 entendimiento
la memoria; y para ella,
la \-oluntafl ; y a su lumbre
la razón: esto me enseña
amor, que eres para mí,
en bien, en mal, gloria y pena:
jjorque si nu- hablas de burlas,
yo te reS])í)Udo de veras.
( SalíV Cl-ORIUANO V I.t'CrXDA.)
Ci,nkiu.\N(j.
;Pues cómo puede ser que nos mudemos
a la ciudad, Lucinda, de imj)r()vlso?
GABINt).
¿Xuesa ama con su hcnnano?
Lucinda.
Si tuviera
facilidad lo que te pido, hermano,
no te apremiara con humildes ruegos;
conviene que nos vamos luego, al punto.
ClvORIDAXO.
¿Luego al punto, Lucinda? ¿Por qué causa?
LUCINTDA.
Cloridano: ya sabes que en mi vida
hice cosa .sin mucho fundamento;
irnos conviene, pues mi padre puede,
y el de Belarda, gobernar la hacienda;
allá te doy palabra, hermano mío,
que decirte la causa.
Cloridano.
Ya que vamos,
¿cómo quieres que estemos en la corte?
¿Quién me ha de acompañar y quién servirte?
Lucinda.
Estos vülanos mudarán el traje.
¡Belarda!
Belarda.
¿Qué me mandas?
Lucinda.
Si te \ñslo
en cortesano traje, como el mío,
¿no irás conmigo a la ciudad?
Belarda.
Señora:
este castillo conocí por patria;
a tus padres, por dueños de los míos;
donde quisieres, viviré contigo.
Lucinda.
.Vnsí i)odrás mudar los que te importan.
Cloridano.
¡Gabino!
Gabinü.
¿ Ivn qué te sirvo?
Cloridano.
¿.\o sabrías
servirme en la eiiidad con unas calzas,
ceñirte espada y, con gentil donaire,
cuando vaya a caballo, acompañarme
delante, y, cuando a pie, detrás'
ACTO PRIMERO
305
Gabino.
Sospecho
que se llama este oficio ayo.
ClvORIDANO.
¿Qué es ayo?
Gabino.
¿Ayo no es quien gobierna y quien enseña?
ClyORIDANO.
Ansí es verdad.
Gabino.
Tú llevarás tu haca,
pues yo seré del haca el ayo, y creo
que porque enseña y es del haca el ayo,
le dieron este nombre de lacayo;
mas dime, ¿sabré yo llevar las calzas?
Cloridano.
¿Y eso es mucho de hacer?
Gabino.
¿Hay edificio
que tenga más entradas y salidas
que las calzas, señor, de un escudero?
¡ Qué cosa es ver aquellos dos melones,
señalando sus largas rebanadas
las faltriqueras, que en estando rotas,
se corresponde, por extraño círculo,
y como caracol se andan en torno:
tanto, que lo que suele echarse en una,
se va rodando y suele hallarse en otra!
Mas aunque sabes tanto de la corte,
¿cuánto va que no sabes el principio
de aquello que se pone entre las calzas
y junta en una cinta los dos muslos?
CXoridano.
Tendrá principio de ellas, pues es fuerza
que alguna cosa las cerrase.
Gabino.
Advierte
que desde Adán, señor, tienen principio.
CXOREDANO.
¿Desde Adán? ¿Estás loco?
Gabino.
¿Cómo loco?
En el pvmto que Adán se vio desnudo,
¿no se cubrió con hojas de higuera ?
Cl^ORIDANO.
Bien dices.
XII
Gabino.
Pues aquello significa
el término que cierran las dos calzas;
aquella es una hoja de higuera,
tan natural, que es su retrato mismo.
ClvORIDANO.
¡Oh, qué etimología tan gallarda!
Gabino.
En nada mostraré lo que te quiero,
como en ponerme calzas atacadas;
es una arquitectura prodigiosa.
¡Válame Dios, qué de columnas tiene;
qué laberinto cifran tan extraño!
Los persas no lo usaron, ni los griegos;
no hay unas calzas hoy en Asia y África.
Cl^ORIDANO.
¿De qué lo sabes tú?
Gabino.
¿Pues no he leído
mil librillos en casa?
ClvORIDANO.
De esa suerte,
más de mal se te hará ceñir la espada.
Gabino.
No, porque es propia al hombre de defensa;
las calzas son al hombre como grillos,
y por eso las hu5'e; mas la espada
le acompaña, le adorna y le defienae.
Lucinda.
Ahora bien, Cloridano, no gastemos
en vano el tiempo; pongan éstos luego
en este carro largo nuestra ropa;
allá yo tengo quien nos preste casa,
y servirán las muías; y pues tienes
I dos caballos o tres, ¿qué te acobarda?
Cloridano.
Son más de campo, que de corte, todos.
Gabino.
Eso no te fatigue. De la suerte
que cubre el cuello y banda la corcova;
la ropa, los jubones sin espalda;
el sombrero, la calva y el cabello;
los guantes, el defeto de las manos;
las canas, de la edad el escabeche;
el afeite, lo negro de la cara;
a las amargas pildoras, el oro,
20
3o6
El. HOMBRK DE BIEN
y al oculto ladrón, la buena capa,
así el rocín de corte, la gualdrapa.
Clorid.vxo.
Pues alto, si esto importa al honor tuyo;
vtnga esa gente, pues que siempre sobra
para tres leguas. Habla con mi padre.
Lucinda.
Ya tengo de él licencia.
Cloridaxo.
Pues partamos.
(Vanse, y danse las manos Gabino y Belakd.v.)
Gabino.
Toca, Belarda, que a la corte vamos.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
(Salen Clávela y Tansilo.)
¿Cómo guardas ese estilo
en cosas de tanto peso?
Culpa a amor.
Mira, Tansilo,
que estás poniendo con eso
a tu mismo pecho el filo.
Si amor temiera la muerte,
no le llamaran más fuerte;
porque es su fuerza mayor;
dicen que la vence amor,
y esto de mi amor advierte.
Cuando el Príncipe Rugero,
a quien sirvo, me fió
este .secreto, primero
a guardar en ti me dio
lo que referirte quiero.
Un áspid libio o indiano,
im basilisco africano,
un fiero león de Oran,
una culebra de Adán
que pintan con rostro humano.
Un veneno en vaso de oro,
una navaja afilada,
im sueño de mi gran tesoro,
una muerte disfrazada
con un ídolo que adoro.
Bien creerás que he resistido
este loco pensamiento
lo más que posible ha sido;
ya se acabó el sufrimiento
y el freno al ahna lia rompido.
Ya derribó la razón
esta pasión anujro.sa.
y gobierna mi afición.
Cla. Pues no corra tan furiosa
que pase su obligación.
Yo soy del Príncipe, y soy
por mí quien sabes, y estoy
a su lealtad obligada;
¿de qué te admira si airada
respuesta a tus quejas doy?
Templa, por Dios, el deseo;
enfrena la voluntad.
Tan. Xo puedo cuando te veo,
porque vences mi lealtad
y mil imposibles creo.
Pues si te dejo de ver,
no puedo ausente sufrir
un infierno en padecer;
porque no verte y vivir.
Clávela, no puede ser.
Cla. Pues si estás determinado,
diréle al Príncipe yo
en la locura que has dado,
y que su gusto fió
de quien el sm-o ha buscado.
Con esto, en paz viviremos;
pues cayendo en su desgracia,
no me dirás tus extremos.
Tan. Si es, cielo humano, su gracia,
los dos ángeles seremos;
que también caerás conmigo.
Cla. ¿Cómo?
Tan. Un testimonio habrá,
y no faltará un testigo.
Cla. Lucrecio viene, y vendrá
quien sabrá darte castigo.
(Sale I.ucRKCio.)
¿Viene Rugero?
Lvc. Sei'iora,
a decirme me envió
que no le esperes ahora.
Cla. ¿Dónde el Príncipe quedó?
Tan. Ya mi peligro mejora.
Luc. Perdióse en el monte ayer,
y viendo ya anochecer,
a un castillo se acogió
donde apc-nas cama halló,
ni aun quien le saliere a ver.
No quiso venir do día.
Cla. ¿y esta noche?
Lvc. Ser podría,
si quiere tomar la posta.
Cla. ¡Qué gustos con tanta costa!
¡Qué mala noche tendría!
Li c. No la ha tenido muy buena.
ACTO PRIMERO
307
Cl.A.
Luc.
Cl.A.
Tan.
Cla.
Tan.
Cl,A.
Tan.
Cla.
Tan.
¿Vendrá a descansar aquí?
Pienso que sí.
Pues ordena,
Tansilo amigo, por mí
una regalada cena.
Yo voy luego.
El tiempo es poco.
¿La mesa?
Donde me toco.
¿Quién servirá?
Criadas mías.
¿Oué aguardáis vanas porfías
de un imposible tan loco?
Rey.
Fei,.
Rey.
JAC.
Rey
f]'aiisc Sahn el Rey, Jacinto y Felicio, vicio.)
Rey. Sacad los caballos luego.
Fel. Mucho me pesa, señor,
de vuestro desasosiego.
Rey. Padre, 3-0 estoy ya mejor.
Jac. ¡Que esté el Príncipe tan ciego!
Fel. Partiéronse ayer de aquí
mis hijos a la ciudad.
Rey. ¿Hijos tenéis?
Fei,. Señor, sí;
y sin mi gusto, en verdad,
que harto a los dos les reñí.
Rey. ¿Son varones?
Fel. Uno es hombre,
que ha días que ciñe espada,
y es Cloridano su nombre;
Lucinda no está casada,
aunque no hay cosa que asombre
a cuantos la hablan y ven,
porque parece nmy bien,
que hartos nobles la han pedido.
(Aparte.)
Rey. Parece tan bien que ha sido
luz de estos ojos también.
¿Oue no se quiere casar?
Fel. No, señor.
Jac. Grande mal, ¡cielos!,
me comienza a amenazar.
Rey. ¿De qué nieve, de qué hielos
la quiso el cielo formar?
^las esto, ¿qué me acobarda,
si al ser tan libre y gallarda
ha sido por mi ventura,
porque tan alta hermosura
para sólo un Rey se guarda?
Jac. Mal hice en no le decir
al Príncipe mi secreto;
ya es tarde, habré de sufrir.
Jac.
Rey.
Fei,.
¿No quisieron, en efeto,
este castillo vivir?
IMuchas veces han estado
en la corte, gran señor,
puesto que aquí se han criado.
Por dicha ha sido mi amor
el que la ocasión ha dado.
¿Jacinto?
¿Señor?
Sin duda,
Lucinda su casa muda
a la corte, confiada
en que su talle me agrada,
y para que a verla acuda.
Mucho debe de saber.
No sé, por Dios, la intención
que eso debe de tener.
Padre, yo os tengo afición
y os quiero dar de comer;
¿queréisos venir conmigo?
Gran señor, Dios es testigo
que la merced que me hacéis
estimo; pero ya veis
qué diverso intento sigo.
Darme de comer no es cosa
que la ha de hacer esa mano
tan heroica y poderosa,
que 3-a, como viejo anciano,
soy más tierra que otra cosa.
Poco puedo ya comer,
pues puedo vivir tan poco,
para lo que he menester,
aquí brevemente os toco
lo que tengo en mi poder.
Cien bueyes; dos mil ovejas,
cuyas bien limpias guedejas
parecen nieve en los prados;
dos o tres campos sembrados,
con seis muías y tres rejas.
Cuatro cercados de fruta,
que una alta pared ataja,
que cuando el tiempo se enluta,
me dan el níspero en paja
y la parda serva enjuta.
Pero cuando está sereno,
la endrina cana, el melón
de grietas y letras lleno,
el rubio melocotón
y el pérsigo damasceno.
Esas campiñas bizarras
me dan de vino, que estimo
dos mil cántaras o jarras.
308
EL HOMURK DE BIEN
REY.
Jac.
Rey.
Fel.
Rey.
Fei,.
Rey
Fel.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
porque de arroba el racimo
suele colgar de sus parras.
El aceite no se cobra
por cuenta ni por medida;
pasa el tiempo, la edad obra;
mirad si para esta vida
comeré lo que me sobra.
Donde me queréis llevar
es vida nuiy infeliz,
porque sin poder tocar
las espaldas a mi tapiz,
diez horas tengo de estar.
El que en palacio se ve,
cuando más seguro esté
de su envidia y su cautela,
yo digo que es como vela
que se va acabando en pie.
¡Discreto viejo!
¡Extremado!
Dadme el mancebo, buen viejo.
Yo iré a hablarle, y doctrinado
de mi experiencia y consejo,
os servirá con cuidado.
¿Sois caballero?
¿Pues no
si con la edad ya no puedo
andar a pie? Y porque yo
regale al Rey, pues lo quedo
de que mi casilla honró,
con un potro he de serviros,
de piel negra y blancos giros,
que si lo mandáis hacer,
tendréis que me agradecer
y yo tendré que pediros.
Pues haced que me lo lleve
\iiestro hijo; y porque es tarde,
adiós.
Todo el bien es breve.
¡Ay, IvUcinda!
El cielo os guarde.
¿Qué penas tu amor me debe?
¿De Clávela?
No hay señal.
¿Y de Luchida?
Eso sí.
¿No has donnido?
Poco y mal.
¿Qué haré yo, ¡triste de mí!,
que estoy de celos mortal?
Luc.
Bel.
Luc.
(l'anse, y talen Lucinda y Diclarda, veslUa de d.ima.)
Biír,. Está la casa de suerte,
que no .se ¡xídrá limpiar
Bel.
Luc.
Bel.
Luc.
BEL.
en un año, ni hay lugar
donde puedas recogerte.
¿No fuera mejor venir
nosotros acá primero?
Lo que importa considero,
porque me importa el vivir.
¿Has mudado de intención?
¿Preténdeste ya casar?
En mi vida di lugar
a nadie en el corazón.
Yo sola me vivo en él,
yo sola su dueño soy;
yo le mando, en él estoy,
yo sola me sirvo de él.
Es casa y alojamiento
de la libre vida mía,
aunque cierto Rey querría
tomármelo de aposento.
Pero aunque fuera justicia
servirle también con él,
no hayas miedo que entre en él,
porque es hecho a la malicia.
Agravio me has hecho a mí
en encubrirme mil cosas.
En siendo al honor forzosas,
no hay orden; quédate aquí,
que voy a ver si ha llegado
cierta esperanza que tengo.
¿Vendrás luego?
IvUego vengo.
¡Brava mudanza de estado!
(Vase I^uciNDA, y sale G.abino, vestido de lacayo.)
Gab.
Bel.
Gab.
Bel.
Gab.
Bel.
Gab.
¿Es Belarda?
¿No lo ves?
¡Válgate Dios, cual estás!
¿A ver?; vuelve por detrás
Todo es seda
Seda es.
Mejor oficio es el tuyo,
que te han vestido mejor.
¿No ves que he de hacer labor
en el mismo estrado .suyo?
Ya con respeto te hablo:
¿en el estrado has de estar?
Pues bien es diferenciar
lo que va de estrado a establo.
A(juí me han vestido a un'
a<|uestas guazamalletas,
con estos hongos o .setas;
mas no puedo andar así.
BKL.
(ÍAB.
;Cómo?
All)ayalde lie traído;
ACTO PRIMERO
309
Bel.
Gab.
Bel.
Gab.
Bel.
Gab.
que como apretado vo)^
desde esta mañana estoy
como muchacho escocido.
La gorreta es temeraria.
¡Vive Dios!, que si supiera
que de aquestos moldes era,
que me embarcara a Canaria!
¿Pues, la capa? ¿No es mohína
ver un corte tan extraño?
A ser cuero como es paño,
me sirviera de esclavina.
La espada, aunque es española,
de tal manera la siento,
que pienso que soy jumento
y que me sirve de cola.
¡Lindo es esto para mí,
que en mi capa de sayal,
envuelto sobre un jaral
el sol nre buscaba allí!
Pues, el cuello, no sé yo
qué carlanca de lebrel
pueda comparar con él.
¿Quién piensas que lo labró?
¿Quién?
La esposa de Gaiferos.
Xo tienes razón, Gabino,
que estás galán peregrino
y es traje de caballeros.
El otro, aunque es más holgado,
no tiene tal bizarría.
¡Qué gala, Belarda mía!
¿cómo vivir descansado?
Si nie viese en un aprieto,
con más cintas que un tambor,
¿parécete que es mejor
aqueste ongil parapeto?
Pues si yo quiero correr,
¿cómo a mirar no te pones
estos dos calabazones
que no me dejan mover?
Si ello no fuese por ti,
¡pardiez!, que hoy nie volvería
al castillo en que vivía.
Haz una cosa por mí.
¿Cómo?
Troquemos vestidos;
quizá a ti te estará bien.
(Sald Lucinda.)
Luc.
¿Belarda?
Bel.
Señora.
Luc.
Estén
los criados prevenidos.
que no se ha de abrir la puerta
antes que anochezca un hora.
Bel. Ya está cerrada, señora.
Luc. El que no la hallare abierta,
se quede fuera de casa.
¿Qué haces tú aquí? ¿No hay lugar
adonde puedas estar?
Gab. ¿Pues ya vivimos por tasa?
Luc. Ya es otra vida, Gabino;
no hay tanta llaneza acá.
¿Adonde mi hermano está?
Gab. De ver el palacio vino,
y a escribir se recogió.
Luc. ¿Qué querías?
Gab. Preguntar
cómo me he de descalzar,
porque no acertaba yo.
Luc. ¿No aciertas a desnudarte?
Gab. No, señora, que es muy nuevo
el hato, y yo no me atrevo
a saber bien por qué parte.
Luc. Pues, bestia, ¿no te vestiste?
Gab. ¿Es lo mismo desnudarse ?
Luc. ¿Hay más de aquello quitarse
que en el cuerpo te pusiste?
Gab. Las calzas probé a sacar
por la cabeza, y no puedo.
Luc. ¿Hase visto tal enredo?
Por abajo has de tirar.
Gab. Pues si tiro por abajo,
no se soltará algún punto?
Luc. Ve, enséñale.
Gab. Yo pregunto.
Bel. a fe, que es lindo trabajo;
niño tengo que empañar
Gab. Ven, Belarda, y hablaremos.
Bel. Mucho sabes.
Gab. Buscaremos,
aunque no quieran, lugar.
(l'anse los dos.)
Lucinda.
Con tal secreto me rendí ha seis años
del amor de Jacinto, que, en efeto,
nos habtmos gozado con secreto,
haciendo burlas y trazando engaños.
En medio de sucesos tan extraños,
ha tenido a mi honor tanto respeto,
que el cielo, a quien el mundo está sujeto,
.sólo sabe mis bienes o mis daños.
Amor ha de estar siempre con recelo,
encubriendo sus sendas y vereladcs,
cual nave en agua y ave en aire el vuelo.
310
j;l uümuki: de bien
Anden las manos, mas las lenguas quedas;
que amor ha de moverse como el cielo,
que por más que anda, no se ven las ruedas.
(Salí Jacinto.)
Jac. ¿Estás sola?
Luc. ¡A}', gloria mía',
¿cómo entraste?
J AC. Con la llave
que ahora mi año tenía.
Luc. El dueño todo lo sabe,
del señor todo se fía.
¿Fué el Key al castillo?
Jac. Sí;
sintió el no hallarte en extremo.
Lvc. Tu mandado obedecí.
Jac. Vino por la posta, y temo
que viene gran mal tras mí.
¡Ay, hermosura querida,
cómo le dieron tus ojos
ocasión tan atrevida!
Luc. Va he llorado tus enojos,
alma de esta propia vida.
Pero de lo que es mi celo,
pongo por testigo al cielo.
Jac ¿lííiy íilgviien que pueda verme?
Luc. No, que todo el mundo duerme;
yo sola, amándote, velo.
Jac. Pues mucho tengo que hablarte,
que el Rey ha de pretender
perseguirte hasta gozarte.
IX'C. Es átomo su poder,
y tú sol, para enojarte.
Ven a ima cuadra escondida,
donde tratemos los dos
cómo su intento se impida.
Jac. ¡Ay, Lucinda, plegué a Dios,
que no me cueste la vida!
(Vansf. Salen ti Rey, Tansilo v Silvf.rio y criados, de
noche.)
SiLVERIO.
Muy enojada dejas a Clávela.
Ta.nsii.o.
Y yo la vi llorar.
Rkv.
Llore, no importa;
otro amor me da pena y me desvela.
vSlI.VKUIO.
¿Son celos?
Kkv.
Esta plática reporta.
Tansuo.
Si al PrínciiDe otro gusto pone espuela,
^■por qué os qu ciáis atrás ventura corla?;
que si deja a Clávela, será im'a,
como es cierto seguir la noche al día.
Rey.
Mucho tarda I,ucrecio.
SiLVERIO.
Ya ha llegado.
Lucrecio.
Buenas nuevas, señor.
Rey.
¿De qué manera?
Lucrecio.
I.,a casa de Lucinda me han mostrado.
Rey.
Di, Lucrecio, del sol la misma esfera.
Lucrecio.
Dos o tres vueltas por la calle he dado,
mas ninguna persona 5ale fuera;
que con la escura noche, más temprano
estará recogido Cloridano.
S11.VERIO.
Sin eso, haber llegado de camino
los habrá retirado a igual descan.eo.
Rey.
Ver las puertas, Lucrecio, determino,
por ver .'•i en ellas yo también descanso;
y cjue es curioso término imagino,
aunque se ve que en descansar me caruo,
ver la casa de noche que ate.sora
al sol, y donde duerme con la aurora.
Lucrecio.
Ver estas rejas y esta honrada puerta
de aquella armas, que j^areee es]xjt)
.su nrármol en la noche más cubierta,
pues es .'olar de aquel su ])adre viejo.
Rey.
¡Que a{|uí toda mi gloria esté cubierta!
¡Li.cinda -.mira que a Clávela elejo,
solícita, amorosa, enamorada,
por ver tu i)uerla a mi poder cerrada!
ACTO SEGUNDO
3^1
Tan. Paso, señor, que han abierto.
Rey. ¡Ay, Tansilo! ¿Quién será?
Su.. Un hombre sale de allá,
rebozado y encubierto.
Luc. ¿Si es su hermano?
Rey. Puede ser,
que habrá salido a rondar.
(Sale J.^ciNTO embozado.)
Jac. Por no dar qué sospechar
al Príncipe vuelvo a ver.
Que hasta dejarle acostado,
no quiero gusto en recelos.
Rey. Tansilo, amor todo es celos,
celos este hombre me ha dado.
Por si o por no, sabe el nombre.
Jac. ¡Cielos, gran gente está aquí!
Si es el Rey, yo me perdí.
Rey. ¿Qué aguardas? ¿es más de un hom-
Tan. ¿Quién va? [bre?
Jac. ¿Qué responderé?
Muerto soy; mas mudar quiero
la voz.
Rey. ¿Qué esperas?
Tan. Bspero
a que respuesta me dé.
¿Quién es?
Jac. Un hombre de bien.
Tan. Diga el nombre.
Jac, Este es mi nombre.
Tan. Hombre de bien es el hombre.
Rey. Pues diga el nombre también.
Jac. Hombre de bien, y no hay más.
Tan. ¿ Que no hay más de hombre de bien ?
Rey. Alto, la muerte le den.
Sil.. • Muera.
Jac. Ahora lo verás.
(Meten mano, y vasa Jacinto de entre todos.)
Rey. El lo va cumpliendo bien.
Tan. y tan bien que se escapó.
Rey. ¿Haos herido?
Sil.. A mí me hirió.
Rey. El hombre es hombre de bien.
Sil.. Sin duda que es Cloridano.
Rey. Llamad a esa puerta luego.
Gab.
Acostado está.
Rey.
¿Que pasa
esta desdicha por nu?
Gab.
¿Queréis más?
Luc.
Ver si te vas.
Gab.
Guardaos, que vacío el orín.
Luc.
Lacayo, en fin.
Gab.
¿Qué es en fin?
Desde hoy lo he sido no más.
(Métese dentro.)
Rey.
¿Galán tiene esta mujer?
¿Hombre que la goza tiene?
Saber quién es me conviene.
Tan.
Fácil será de saber.
como acudamos aquí
o te informes de criados.
Rey.
Creciendo van mis cuidados.
¿Que éste se os fuese? ¡Ay de mí!
¿A tres hombres sólo un hombre?
Sil,.
¿No ves que es hombre de bien?
Luc.
A mí me ha herido también.
Tan.
Las obras muestran su nombre.
Rey.
De su hermosura se infiere
que tendrá galán honrado;
mas si me cuesta mi estado.
sabré quién la goza y quiere.
Tan.
Eso, 3'o te diré quién.
Rey.
¿Sábeslo?
Tan.
Sí, señor.
Rey.
Düo.
Dímelo, por Dios, Tansilo;
¿quién es?
Tan.
El hombre de bien.
Jac.
(Llama
I,ucRECio a la puerta, y sale Gabino en lo alio.)
Luc.
¿Quién está acá?
Rey.
Gab.
¿Venís ciego?
¿Qué es lo que quieres, hennano?
Luc.
¿Vive Cloridano aquí?
Jac.
Gab.
Aquí vive.
Rey.
Luc.
¿Y está en casa?
FIN DEI. ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO DE
EL HOMBRE DE BIEN
(Salen el Rey, Jacinto -i' Tansilo.)
¿Hombre de bien, Vuestra Alteza?
¿Que de su casa salió?
Y hombre con tal gentileza,
que a Lucrecio un brazo hirió
y a Silverio la cabeza.
¿Y que no se supo quién?
Muy bien defendió su nombre;
pero fué justo también
312
KL HOMCRK DE BIEN
JAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey
jAC.
Rey,
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
que vin hombre que era tan hombre
se llamase hombre de bien.
¿Luego habló?
Sólo esto dijo.
¡Que no llegara y le viera!
Mucho, Jacinto, me aflijo;
diera , por saber quién era,
cuanto ves que mando y rijo.
¿Hombre de bien?
Y lo fué,
de manera que crecieron
mis celos, porque envidié
las fuerzas que le infundieron
de donde sacaba el pie.
Si a la A-ista de la dama
sacó la espada, fué bien
que emprendiese ganar fama;
en fin, es hombre de bien.
El hombre de bien se llama.
¿Qué mujer tan principal
trata de su honor tan mal?
¡Ay, Jacinto! Estoy de suerte
que, pues no llega mi muerte,
debo de ser inmortal.
Antes sospecho, por Dios,
que te viene bien, si alguno
amor se espera (i) de vos;
que mujer que hoy habla a uno,
mañana hablará con dos.
Eso que has visto agradece;
a su persona te ofrece
y di que te quiere bien,
que eres más hombre de bien
que el otro que lo parece.
¿Cómo te podrá negar
lo que al dicho comunica?
Pues di, ;podréla j'O hablar?
Poder y dinero aphca,
si vas por el mar de amar.
Que estos son velas y remos .
¿Ivntraré por sus criados?
Esos, señor, conquistemos;
que criados obligados,
.son de e.sta virtud extremos.
¿Cómo será?
No .sé yo.
¿No los conocí sr'
Yo, no,
pero es fácil de saber.
Dos cosas es menester,
ya que el amor me forzó:
Rey
Cla.
Rey.
(i) Hartzcnbusch enmendó: «la amó en espera».
la una, conocer bien,
Jacinto, este hombre de bien;
la otra, hablar sus criados,
que le digan mis cuidados
y mis papeles le den.
Esto quisiera encargarte.
Jac. Señor, eso hará Tansilo;
dale de tu intento parte,
aunque si entiendo el estilo,
también sabré yo agradarte.
Mas oye, que viene a verte
Clávela.
Viene a enfadaime.
(Sale Clávela.)
¡Príncipe!
Señora, advierte...
(Aparte.)
Jacinto, que es esto darme
una temeraria muerte.
No haj- Sísifo, ni Ixión,
con la rueda o con la pena,
que tenga tanta pasión.
Jac. Buen rostro a Clávela enseña;
disimula, que es razón.
Cl,A. Viene anoche \'uestra Alteza
de ausencia de cuatro días,
recibe con aspereza
las tiernas palabras nuas:
muéstrame enfado y tristeza.
No me cuenta su viaje;
vase, y no sólo no vuelve,
pero ni me envía un paje;
y aunque el llanto me re.iuelve.
.«■ale fuera y muda el traje,
líspérole hasta la aurora;
no viene, aunque más me admira
ver que, buscándole aliora,
con tanto desdén me mira.
Rey. I'\áltame salud, señora.
Suplicóos que no penséis
que hay falta cu mi voluntad.
Cl,A. ¿Qí^iL' mayor falta queréis
que andar vos por la ciudad,
sin cjue a mi casa lleguéis?
Toda la noche rondáis,
cuando sin salud estáis.
¿Quién, i)or mi vida, Rugtro,
(pero juralla no quiero,
pues í|ue ya no la estimáis,
por la vuestra, que ninguna
iguala, aunque mi pasión
conozco que os importuna)
<
ACTO SEGUNDO
313
Rey.
Cl,A.
Rey.
JAC.
CXa.
Rey.
Cía.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
os ha hecho Endimión,
y fué esta noche la I^una?
¿Quién fué aquella venturosa
que os merece entretener?
¿No habláis?
¡Qué cansada cosa!
Lo que cansa una mujer
cuando es otra más dichosa.
Extraño enojo me causas.
Señor, habla con cautela.
Mátame y dime las causas.
Déjame, por Dios, Clávela,
que me vas sangrando a pausas.
¿Que te deje?
Entiende bien.
Está Su Alteza enojado.
Conmigo, Jacinto, ven.
Triste estás.
Dame cuidado.
¿Quién?
Aquel hombre de bien.
(I'anse Jacinto y el Rey.)
¿De esa manera te vas?
Si la palabra me das
de no decir que yo he sido
de quien la causa has sabido,
de mí agora la sabrás.
¡Ay, Tansilo, plega al cielo
que me trague viva el suelo
si tal dijere de ti!
Fuera destruirme a mí
y dar nial pago a mi celo.
El Príncipe quiere bien.
¿Sabes, por ventura, a quién?
Sé que Lucinda se llama
la mujer; mas no le ama,
antes le muestra desdén.
¿Desdén a im Príncipe?
Creo
que con un engaño puedes
saber de su nuevo empleo,
para que segura quedes
de tu celoso deseo,
que la casa yo la sé.
¿Pues podréla visitar?
¿Pues no?
Sí; ¿mas qué diré,
si a verla me da lugar,
que en paz respuesta me dé?
Xo le digas tú que quieres
a Rugero, y tus recelos
la alteren; pues de esto infieres
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
Cla.
Tan.
que entra mil veces por celos
el amor en las mujeres.
Di que te han dicho que ama
un caballero de aquellos
que le sirven, y que es fama
que tratan casarse entre ellos.
¿Cómo diré que se llama?
Silverio, Jacinto o yo,
Lucrecio, Albano o Tancredo.
Ella, viendo que le dio
amor por los celos miedo
de un hombre que nunca amó,
dirá que estás engañada;
que sólo ha visto a Rugero,
y de tu engaño fiada,
pensando que es verdadero,
no puede encubrirte nada.
De la justicia aprendí
esta treta.
¿Cómo así?
Cuando va a prender im reo
por algún delito feo,
y no lo conoce aUí,
pregimtanle si es un hombre
de otro nombre del que tiene,
para que él mismo se nombre:
piensa que por otro viene,
y dice él mismo su nombre.
Así, que nombres espero,
a Lucinda, un caballero
que el nombre apenas supiese,
para que ella te confiese
que sólo quiere a Rugero.
Ingenioso laberinto;
¿mas a quién podré nombrarle,
si mis sospechas le pinto?
Jacinto tiene buen talle.
Pues yo le nombro a Jacinto.
Di que Jacinto te ha dado
palabra de casamiento,
que ni le has visto, ni hablado;
que ella te dirá al momento
cjué amores le dan cuidado.
Dime la casa.
Xo es lejos:
en la calle de la Flor.
¿Qué señas?
Rejas, espejos
en marcos, que al resplandor
del sol le vuelven reflejos.
Puerta de mármol, zaguán,
y dos figuras están,
de alabastro, por columnas.
3^4
:l hombek de bien
Cla.
Tax.
Cla.
Tan.
ex A.
Tax.
Cla.
Tax.
Cla.
Tax.
Cla.
aunque sm señas ninguna
los celos te llevarán.
Llamábalos un discreto
perros de muestra
Es verdad,
y bien me viene el conceto.
Conoces mi voluntad.
I^a causa muestra el efeto.
Mas si til me quieres bien,
ya ves que al Príncipe quiero.
¿Xo te obliga su desdén?
Como a ti el mío.
Yo espero...
;Qué:>
Mudanza.
Yo también.
Ahora bien, a mi lición
te parte, que la razón
te ha de vencer.
Si porfían,
celos gran tibieza crían,
yo estimaré tu afición.
(Vase.)
Tansilo.
Que estimará mi amor, dice Clávela,
si la desprecia el Príncipe Rugero;
¡triste de aquel que quiere como quiero,
a quien por otro gusto se desvela!
Con que si no la quiere me consuela,
mirad qué premio de mi amor espero;
mas si la quiere, sin remedio nmero,
así que este mi amor quiere a cautela.
Amar, quien ama, justa ley lo ordena;
pero querer a nadie a su despecho,
si no es locura, es temeraria pena.
Querer lo que otro deja, no es bien hecho;
porque es como vestirse ropa ajena,
que nunca viene justamente al pecho.
(Salen Ci.oridano y C.ABINO.)
; Quién quedó con el caballo?
Liberto quedó con él;
pero sin razón es dallo.
Para mostrarse fiel,
esto ha de hacer el vasallo.
; Caballos no tiene el Rey?
Es de la obediencia ley,
y en nuestra Dalmacia al doble,
darle el buen caballo el noble
y el villano el nu-jor buey.
V fuera de (|ue esto es justo,
¿yo qué puedo replicar
si fué de mi padre gusto?
Gab.
Ci.o.
Gab.
Cu i.
Gab. Aquí puedes pregimtar,
y no recibas disgusto.
Clo. ¿Podré yo hablar a Su Alteza?
Tan. ¿Quién sois?
Clo. Cloridano so)'.
Tan. Conozco vuestra nobleza,
y así, a decírselo voy.
(]'asc'.)
Clo. ¿Ko te alegra esta grandeza?
Gab. Bien me agradan estas salas
llenas de tela y brocado.
Pero, a fe, que no eran malas
las del castillo.
Clo. ¿El cayado
con el cetro de oro igualas?
Gab. ¿Pues ves estos artesones,
cubiertos de azul y oro?
Más me agradan mis terrones,
si es bien que llames tesoro
a donde el contento pones.
Bien sé que allá dentro habrá
camas ricas, y estará
engastado el Key en piedras;
pero de parras y yedras
mayor contento me da.
¡Pardiez! Entre cuatro leños,
si es el invierno importuno,
se pasan sabrosos sueños;
en lugar de todo es uno,
las ovejas y los dueños.
Clo. La sabia naturaleza
el mundo reparte así,
ser varia le dio belleza;
tú vives tan bien allí,
como el Rey en su grandeza.
Mas ya vuelve el caballero.
(Sale Tansilo.)
Tan.
Aquí os viene a hablar, .señor.
nuestro I'ríuci])e Rugero.
Clo.
Abajo estarás niejor,
Gabino.
Gau.
Por Dios, que quiero
ver al Rey.
Clo.
Salte allá fuera.
Gab.
No hay que hablar; aunque viniera
toda su guarda, he de ver
de qué suele el cielo hacer
los reyes.
Ci,í).
Abajo espera,
Gabino, mientras le hable.
Gab.
Déjame ver si es palpable;
que después de lo que es cielo.
ACTO SEGUNDO
315
el ver un rey en el suelo
es la cosa más notable.
(SiiU- í7 Rky y Jacinto y criados.)
Rey.
Este es, Jacinto, de Lucinda heiniano;
ncasión de amistad se me ha ofrecido.
Jacinto.
Contra mi muerte me defiendo en vano;
todo lo puede un rey.
Rey.
Seas bien venido.
Cl^ORIDANO.
Su Alteza dé los pies a Cloridano.
Rey.
Gran deseo de verte me has debido.
C1.ORIDANO.
Ya os paga mi humildad ese deseo.
Rey.
Gran parte en ti de los que tengo veo.
Cloridano.
Mi padre, gran señor a vos me envía,
agradecido de que honréis su casa.
Y aunque el reconocerlo no confía
de su humildad, ni de sii mano escasa,
de loS caballos que en sus prados ciía,
porque se ocupe la campaña rasa.
A Vuestra Majestad presentar osa
un potro, que el zaguán os desenlo;:a.
Es bayo, cabos negros, muy bien hecho;
firme de pies, para el camino 3- saltos;
grueso de caña y muslo, ancho de pecho.
De gruesas uñas y de cascos altos;
de las quijadas, fuertemente estrecho;
los lomos anchos, los ijares faltos;
alto espinazo, grande la testera;
de orejas cortas, y de vista fiera.
No dobla el cuello, al fin, que las cervices
del caballo no es bien doblar al peso;
de ojos saltado, abierto de narices;
la cabeza de duro y fuerte hueso;
lo bayo, a ruedas, forma tres matices:
más claro, más oscuro y más espeso.
Siempre mira a los pies, que le hace hermoso,
leal en paz y en guerras animoso.
No trae silla, en que su edad os muestro;
que a vuestros picadores, la reserva
sólo un cordón le sirve de cabestro,
ni sabe más bocado que en la hierba;
éste os presenta aquel vasallo vuestro;
quisiera os dar el de Trajano o Nerva,
el de Héctor, el de Paris o Alejandro,
que pació las riberas de Escamandro.
Rey.
La relación es tal, que el verle excusa.
De mi cámara os hago, Cloridano;
y pues la corte y confusión rehusa,
no doy oficio a vuestro padre anciano.
Todos tenéis del cielo gracia infusa,
con todos liberal mostró su mano;
porque me dicen que una hermana bella
adorna \niestra casa como estrella .
A Felicio diréis que darle espero,
para su casamiento, alguna cosa
en que mostrarme agradecido quiero.
Cloridano.
Hacéis nuestra familia venturosa;
cante la fama, Príncipe Rugero,
vuestra grandeza, en trompa sonorosa,
dilate vuestro nombre a los dos polos.
No sólo Augustos, ni Alejandros solos.
Así era aquel que las ciudades daba
por una flor, por agua en una mano;
vuestra es Lucinda y vuestra humilde esclava.
Felicio viejo y mozo Cloridano,
la lengua de los dos por mí os alaba
de liberal, de Príncipe, de humano;
y así, a tres voces, si la vida alcanza,
cantaremos, señor, \Tiestra alabanza.
Rey.
Id, Tansilo, con él, y ese caballo
entregad a Riodante.
Tansilo.
Mucho estima
el Rey vuestro valor.
Cloridano.
De humilde callo,
aunque su humanidad mi lengua anima.
Pero aumentar un príncipe un vasallo,
es dar firmeza al cetro en que se arrima.
Venid a ver el bayo.
Tansilo.
¿Pica en negro?
Cloridano.
En el lomo no más.
3i6
EL HOMBRL VE BIEN
Tansilo.
Mucho me alegro.
fVanse ¡os dos.)
Rey.
Deten ese criado.
Jacinto.
Tente, amigo,
que quiere hablarte el Rey.
Gabino.
¿El Rey?
¿A mí, señor?
Jacinto.
Gabino.
Jacinto.
Detente.
A ti.
Gabino.
¡Válgame el cielo!
Señor, ¿los reyes hablan con los hombres?
Jacinto.
Hombres, amigo, sen también los reyes.
Gabino.
Dígale, por su vida, que mi amo
se enojará, si no le voy sirviendo.
Rey.
Mancebo, escucha.
Gabino.
¿Era su voz aquélla?
Jacinto.
I,a mi.sma.
Gabino.
¿V que, en efeto, hablarle tengo?
Jacinto.
Xo se excusa, Dios sabe si me pesa.
ííauino.
Advierte que la sangre se me cuaja,
ti no es la que a las cal /.as se me baja.
Rkv. I;i, mancebo, ¿eres criado
de Cloridano?
Gab. vScñor,
yo era un pobre labrador.
que allá guardaba fañado.
Como venimos acá,
Rey,
Gab.
Rey,
JAC.
Rey.
Gab.
Rey.
Gab.
Rey.
Gab.
Rey.
Gab.
Rey,
Gab.
Rev.
estas calzas me pusieron;
harto mis padres riñeron,
y avm estarán muertos ya
de la pena que tomaron
de vérmelas.
No te alteres.
¡Ay, señor! Pues que Rey eres
y los cielos te entregaron
tantos reinos que mandar,
rige estas calzas entre ellos,
que no hay más que hacer en ellos
que en sabérselas calzar.
Do la cámara le hiciste
a Cloridano, mi amo,
ya de la suya me llamo,
después que calzas me viste.
Mándale que a mi lugar,
señor, me deje volver.
Lo que había menester,
Jacinto, he venido a hallar.
Este es simple; éste dirá
quién es el hombre de bien.
(Aparfe.)
Yo lo dijera más bien;
pero importa callar ya.
¡Ah, cielo, remedio aquí!
¿Cómo es tu nombre, mancebo?
A decirle no me atrevo,
señor, delante de ti.
Di, acaba, no tengas pena. •
Gabino, señor, me llamo.
Gabino, ¿diz que tu amo
tiene una hermana nuiy buena?
Salud tiene, por agora.
Buena digo, hermosa y bella.
Xo se comparan con ella
las colores de la aurora.
Porque parece que fueron
como natillas cuajadas,
donde rosas deshojadas
al descuido .se cayeron.
Yo la vi, señor, un día
que a dos manos se afeitaba
con el agiui (jue tomaba
fie una fuente cilla fría.
¿Pues discreta? ¡Vive' Dios!,
íjue se ha tomado conmigo
y me hace callar, y aun digo
que se tomara con vos.
¿Es doncella?
¿Oué es eloncella?
Mujer que a nadie c( n« ce
ACTO SECUNDO
317
Gab. No es doncella, así me goce;
todos tratamos con ella.
Rev. Rxtraña simplicidad;
¿quién es aquel que la abraza?
¿Con quién habla y con quién traza
cosas de su voluntad?
Gab. Tvso vo lo sé muv bien.
(A parle.)
JAC.
¡Ay, triste, si éste me ha visto!
Rey.
Cosas posibles conquisto;
hoy sabré el hombre de bien
quién es. ¿Quién es?
Gab.
¿Pues dirálo?
Rey.
¿Yo? De ninguna manera;
¿qué miras adentro y fuera?
Gab.
No importa.
jAC.
Ello va muy malo.
Rey.
¿Quién la abraza?
Gab.
Quien sospecho
que no irá sobre ello a Roma:
el sastre, cuando la toma
la medida por el pecho.
Rey.
No digo sino galán.
que entra y sale y qvie la goza.
Gab.
Por Dios, que es honrada moza
y que mentido le han .
Rey.
¿Pues no es cierto caballero
con quien casarse pretende?
Gab.
Antes ella se defiende
de todo el linaje entero.
Que no se quiere casar,
ni dai ese gusto al viejo.
Rey.
Jacinto, nuestro consejo
de encuentro se vuelve azar.
¡Válgame Dios!, ¿qué he de hacer.
pues yo vi el hombre salir?
jAC.
Si viste la puerta abrir.
llave debe de tener.
Rey.
Xo hay duda, y este villano
debe de tener malicia.
y temiendo mi justicia,
se finge inocente y sano.
Saca, Jacinto, la espada;
pónsela al pecho.
jAC.
¡Ay de mí!
(Aparte.)
Si él me ha visto, dice aquí
toda mi historia pasada.
Rey.
¿No la pones?
jAC.
Sí, señor.
Gab.
jAC.
Gab.
jAC.
Rey.
jAC.
Gab.
jAC.
Gab.
Rey.
y la calidad del hombre
que tiene a Lucinda amor.
¿Ksto es llegar a los reyes?
Señor, su padre y su hermano
la quieren mucho.
Es en vano.
Bien me estaba entre mis bueyes;
desde que en calzas me vi,
esto me pronostiqxié.
El no lo sabe.
¿Qué haré?
Di que se vuelva.
Oye.
Di.
El Rey gusta de tu humor,
y se ha burlado contigo,
y yo te soy muy amigo.
Dile que estimo el favor;
pero dile, pues esperas
pasar por las mismas leyes:
si así se burlan los reyes,
¿cuál deben de ser las veras?
Cuéntaselo a Cloridano,
y por la mano ganemos.
(Vase el Rey y Jacinto.)
(Pónele la espada al pecho.)
Di, perro, al momento el nombre
Jac. y aun será bien.
Gab. ¡Ay, extremos
de cortesano y villano!
Llegué al Rey desde la arada;
pero he visto a toda ley
que desde el vasallo al Rey
sólo está en medio la espada.
(Vase, y salen I,ucinda y Clávela, con mamo ella sola.)
Luc. La visita os agradezco;
pero no que me oigáis
que de mí quejosa estáis,
cosa que yo no merezco.
Que soy tan recién venida
y tan nueva cortesana,
que de vuestra queja vana
vengo a quedar ofendida.
Ci,A. No he querido en \aiestro estrado
bella Lucinda, deciros
la causa de mis suspiros,
la ocasión de mi cuidado.
Pero agora que las dos
estamos solas aquí,
quiero que sepáis de mí
por qué me quejo de vos.
Yo quieio un hombre nmy bien,
que vos desasosegáis.
Luc. ¿Veis cómo engañada estáis.
3i8
1:1. HOMBRl' Di; BIEN
y quién os burló también ?
Siu duda que habéis errado
la casa.
Ci.A. Yo sé que acierto
en decir que me habéis nuierto
y este bien me habéis quitado.
I.rc. Otra será de mi nombre;
vos venís mal informada.
Cla. Yo sé que sois adorada
de este ingrato.
Lrc. Si alg^in hombre
ha tenido pensamiento
de poner su gusto en iní,
no creáis que yo le di
ael mío consentimiento.
No podemos las mujeres
impedir el ser queridas,
que penetran nuestras \'idas
sus h'geros pareceres.
Y hablando en materia igual,
sin melindre y sin desdén,
más quiero parecer bien
que no que me rjuieran mal.
En llegando una mujer
a sei muy aborrecida,
ya va la edad de caída
o el gallardo parecer.
Ansí, que no ha de pesar
de ser querida a ninguna;
porque ninguno importuna
donde no le dan lugar.
Clávela, si habéis querido
ese de quien os quejáis,
y mal .satisfecha estáis
del amor que os ha debido;
si ha querido amartelaros
con que soy recién venida,
aseguraos, por mi vida,
de que no puedo enojaros.
Y si ha días vuestro amor,
y con el suyo os obliga,
no os den los celos fatiga
en casa de tanto honor.
Si vos .sois tan bi«.ji nacida,
yo soy nuijer principal.
Cl.A. Si vine a veros mortal,
de veros vuelvo sin vida.
Truje de vuesti a hermosura
celos a vuestro apcjsento;
ya de vuestro entendimiento
los llevo ron más locura.
<^'.allardo gusto tenéis,
lindo despejo y agrado;
lyUC.
Cla.
Luc.
Cla.
Luc.
Cla.
Luc.
Cla.
Luc.
Cla.
Cl.A.
Lrc.
bien puedo haberme engañado
en que este galán queréis.
Pero no me engañaré
cuando diga que él os quiere;
y por lo que de esto fuere,
bien es que e^te aviso os dé.
No le admitáis, que me debe
el honor, y ha más de un año
que vivo con este engaño;
no os burle.
No hará, aunque pruebe.
Porque es término sucinto
un siglo para vencer
mi honor; mas ¿puedo saber
su nombre?
¿Pues no? Jacinto.
¿Jacinto?
El mismo.
No creo
que haya tal hombre en Palacio.
¡Pluguiera a Dios!
]\Iás despacio,
¡cielos!; ¿qué es esto que veo?
Decid, Clávela: ¿y Jacinto
ha que os quiere bien un año?
(Apolle.)
Con lindo estilo la engaño,
pues de quien no soy me pinto.
Por agora puede haber
un año que me engañó
¿Jacinto?
Pensaba yo
que fuera ])iedra en querer.
Mas no fué piedra Jacinto,
sino fué Jacinto flor,
pues floreciendo mi amor
está el fruto tan distinto.
Juró de ser mi marido,
que es cebo donde caemos
las más, porqxie nos creemos
de aquel vano amor fingido.
Til hombre, con el deseo,
promete; mas satisfecho,
luiye.
¿Que Jacinto ha hecho
lo que ésta dice? No creo
que hay verdad, que hay juramento
(jue hay palabras, que hay lealtad
(11 el mundo.
Ivsto es verdad,
y (jue es su fe fint^imii uto.
¿Ivs Jacinto un caballeio
de la cámara del Rey?
ACTO SEGUNDO
319
Cla.
Luc.
Cl,A.
Luc.
Cla.
Luc.
C1.A.
I-uc.
Cl,A.
El mismo.
¡Cielos!, ¿qué ley-
es ésta en el hombre? ¡Hoy muero!
Hoy pierdo la vida, hoy loca
por esas calles saldré;
pero callaré y haré
lo que a mi nobleza toca.
Clávela está muy segura
que a Jacinto no es razón
que yo le ten;.^a afición;
el Príncipe me procura,
que es más honrado sujeto .
Yióme en mi castillo un día,
que a unos olmos m^ traía
un pensamiento secreto.
Allí me dijo su í^nvyi,
y aquí m. pretende agora;
y aunque dice que nie adora,
siempre le muestro rigor.
No sé qué haré, si porfía.
Con lindo engaño encubierto,
Lucinda me ha descubierto
más de lo que yo quería.
Pero agora le diré
que no es Jacinto el que quiero,
sino el Príncipe Rugero;
mas no sé si acertaré.
Que es Rey, y si yo le impido
su gusto, tendrá poder
de amar y de aborrecer,
3" aborrecerá ofendido.
Más acertado será
callar y ver en qué para;
que si su amor se declara,
ocasión y tiempo habrá.
Lucinda, no es bien que en pie
de aquesta manera os tenga
sino que despacio venga
cuando más alegre esté.
Tenedme por muy anr'ga,
y logre ese talle el cielo.
Estad cierta de mi celo,
si el ser quien soy os obh'ga.
Y es tan notable el valor
que en vos han puesto los cielos,
que vine a veros con celos,
y de veros llevo amor.
Adiós.
¿En qué habéis venido?
En coche.
Silla hay acá.
Bien iré ansí.
(Vase Clávela.)
Luc.
Bei,.
Luc.
Bei..
Luc.
Bei..
Luc.
Bei,.
Luc.
Tiempo es ya
que hablemos, pecho ofendido.
I >.'ia lugar al cora/A>n
para que salga; y si A pecho
es y ira la puerta estrecho,
ir/s ojos también lo son.
Salga, pues, en dolor tanto
y en tal confusión de enojos,
que bien podrá por los ojos,
si sale deshecho en llanto.
¡Ay, Jacinto!, ¿quién creyera
que me dieras este pago,
ni que tan infame estrago
tu amor en mi honor hiciera?
¿Otra mujer quieres bien?
¿Con otra mujer te casas?
Sol que los indios abrasas,
pasa el polo, el mar también.
Deja que la noche venga;
no te detengas, trasponte,
cúbrele de presto monte,
para que más luz no tenga.
Salid, estrellas, aprisa;
las lluviosas ved mi lloro;
no el alba con rayos de 010,
que dicen que todo es risa.
¡Jesús! ¡Jacinto traición!
¡un caballero tan noble!
¡en Jacinto trato doble!
Xo es él, mis desdichas son.
(Sale Belarda.)
¿Quién viene aquí?
Yo, señora.
¿Y qué me quieres, Belarda?
Tu primo, señora, aguarda.
Dile que no puedo agora.
Con el Re}^ dice que ha estado
tu hermano.
¡Ay, triste! Xo sé
si a la noche aguardaré,
según me aprieta el cuidado.
Toma un manto, y dame el mío;
dame otra basquina luego.
¡Extraño desasosiego!
Del tiempo apenas me fío.
No pienso que le ha de haber
de aquí a la noche mi vida,
para que el alma ofendida
se pueda satisfacer.
Pero gran locura intento;
¿mas por qué ha de ser locura?
¿Hay vida, hay honra segura
en la desdicha que intento?
3 ¿o
EL HOMBRE DE BIEN
Mas quiero disimular,
no entienda aquesta mi pena.
Bei,. ¿Qué es aquesto? ¿No estás buena?
Luc. Buena solía yo estar;
f)ero por no lo haber sido,
Belarda, ya no lo estoy.
Bel. ¿Dónde quieres ir?
Lie. \''oy
a hablar un hombre atrevido;
que esta dama que se fué,
me ha dicho que se alabó.
Bel. ¿De qué?
Luc. De que me gozó.
Bel. ¡Oh, falso; traidor sin fe!
¿Y quién es?
Luc. Un caballero
de Palacio.
Bel. a Cloridano
di tu injuria.
Luc. Y si mi hermano
pierdo, ¿qué remedio espero?
^rejor es ir a saber
de él mismo lo que le mueve.
Bel. a mucho tu honor se atreve;
¿y dónde le podrás ver?
Luc. A estas horas jugará
a la pelota en Palacio;
el honor no quiere espacio:
manto y basquina me da.
Tú sola conmigo ven.
El hombre de bien te llamas,
Jacinto, pues a dos amas,
ya no eres hombre de bien.
(Vame, y salen, como que acaban de jugar a la pelota,
con palas, Jaceíto, Cloridano, Tansilo y Silverio.)
Tansilo,
Xo juego más, enmienden el partido;
más que Jacinto saca Cloridano.
Cloridano.
Mejor vuelve Tansilo que Silverio,
y no sé cómo agrada lo que saco;
que como el corredor para mí es nuevo,
ni entiendo los azares ni la losa.
Jacinto.
Yo picfflo fjiiiiKi- tantos.
Silverio.
I<a traviesa
saoiu- ;i (líis juegos, de lo cual me pesa.
Cloridano.
(No hal^-is vuelto a mi guato?
Silverio.
Convalezco
de cierta herida.
Cloridano.
¿Herido habéis estado?
Silverio.
Una noche me dieron una herida,
que con Su Majestad iba rondando.
Cloridano.
¡Extraño atrevimiento! ¿No se supo
quién os hirió?
Silverio.
Sí, supo, que él lo dijo.
Cloridano.
¿Cómo?
SiLVERJO.
Un hombre de bien.
Cloridano.
¡Extraño nombre!
Jacinto.
Pues él lo dijo, a fe que lo sería.
Tansilo.
Bien lo mostró, pues dio quehacer a tantos.
(Asómase el Rey en lo alto.)
Rey.
¿Qué es esto? ¿No se juega, caballeros?
Tansilo.
Deshízose el partido.
SlL\TÍRIO.
Era robado.
Cloridano.
¿Quiere jugar conmigo Vuestra Alteza?
Rey.
¿Quién os ayudará?
Cloridano.
Tansilo puede.
Rey.
Ayúdiinc, Silverio, y jugaremos.
Cloridano.
¿Tengo de sacar yo?
Rey.
Saque Tan.'-ilo,
y vuelva yo.
ACTO SFGUNDO
32 [
Clüridano.
Que soy contento digo;
pues alto, Vuestra Alteza se desnude.
Rey.
Yo bajo.
CXORIDANO.
Ya ha3- partido.
Jacinto.
Por mí, vaya.
CXORIDANO.
Atravesad, pues, que la dita es buena.
Jacinto.
De que habéis de perder, perded la pena.
(Salen I^ucinda y Belarda, tapadas de medio ojo.)
Bei,.
Gab.
JAC.
Gab.
jAC.
Gab.
jAC.
Luc.
jAC.
Luc.
BeIv.
Luc.
jAC.
Luc.
Bei,.
Con notable atrevimiento
has lles;ado al corredor.
JAC.
Luc.
Es la fuerza del honor,
Belarda, un quinto elemento.
¿Cómo lo podrás llamar?
BEI,.
Criados están aquí
con los vestidos.
Luc.
Pues di
que a Jacinto quiero hablar.
BEi,.
A Gabino llamaré,
que no me conocerá.
Luc.
Luc.
Con la espada y capa está
de Cloridano.
Bei,.
¡Ce, ce!
Gab.
¿Es a mí?
JAC.
Bei..
Llegaos aquí.
Gab.
A muy buen tiempo han venido,
que se ha hecho un gran partido.
Luc.
Bei,.
¿A buen tiempo? ¿Cómo así?
jAC.
Gab.
Porque vienen algo rotas,
si no es máscara trazada,
y entre gente tan honrada
habrán menester pelotas.
Bei,.
¿Quién le mete al muy lacayo
en hablar tan atrevido?
Luc.
Gab.
¿En qué le vio?
Bei,.
En el vestido.
Gab.
Mas que la asiento al soslayo.
Bkl.
No te enojes, por tu vida;
llámame aquel hombre.
jAC.
Gab.
¿Cuál?
BeIv.
Aquél.
Luc
Gab.
Voy.
Bei,.
Luc.
Buena señal.
Temo.
Xll
No fui conocida.
Una palabra os querría.
¿A mí?
A vos.
¿Qué puede ser?
Que os llama aquella mujer.
Buen talle, por vida mía.
¿Sois vos la que me llamáis?
Pluguiera a Dios no lo fuera.
¡Lucinda! ¿Q..é es esto?
Espera.
Aquí con peligro habláis.
Toma la capa y la espada
y haz cuenta que es desafío;
que la del agravio mío,
te amenza muerte airada.
¿Estás loca? ¿A qué venías?
Loca estoy.
Bien lo has mostrado:
¿pues cómo aquí me has buscado;
tú, que de ti no te fías?
Tú, que del cielo te guardas;
tú, que la luz aborreces;
tú, que de noche amaneces;
tú, que a su silencio aguardas;
tú, que de ningún criado
has fiado nuestro amor.
En esto verás, traidor,
cuan fuerte ocasión me has dado.
Perdido traigo el sentido;
al Príncipe vengo a hablar:
Rugero me ha de gozar.
¿Qué te han dicho? ¿Qué has tenido?
¿Qué nuevo hechizo te han dado?
El Rey anda por aquí.
Ya soy del Rey.
Eso sí,
agora te has declarado.
Si para hacerle favor,
buscas estas invenciones,
¿para qué, Lucinda, pones
culpa a mi inocente amor?
¿No es nada el haber gozado
a Clávela un año y más?
¿Tú me engañas? ¿Tú me has dado
mano que a Clávela has dado?
Traidor del Rey vengo a ser.
¡Oh, qué mal trazado enredo!
¿Yo a Clávela?
Tengo miedo
al honor que he de perder.
Que si no, yo te dijera
con voces, con libertades,
21
\2.
EL HCmBRE DE BIEN
la historia de tus maldades.
Rey
JAC.
jAh, falsa; enemiga fiera!
Clo.
¡Ah, traidora, que vencida
Rey
de persuasiones del Rey,
quieres, con infame ley.
Tris
ser de tu amante homicida!
Tan.
Y ya que hacerlo te agrada.
Rey.
¿por qué me culpas a mí?
Tan.
Déjame morir así,
Rey.
no me afrentes disculpada.
¿Cómo a la primer conquista
te rendiste? Eres mujer.
de los reyes el poder
es basihsco en la vista.
\'iuo el Rey, vióte y venció:
César de tu honra fué;
pues de mi amor yo diré
Tan.
sirv'ió, no agradó y murió.
Rey.
Clávela, dama del Rey,
¿puede ser nua?
Tan.
Luc.
jAy de mí.
Rey.
si acaso engañada fm'l
Tan.
jAC.
¿Esto es amor, esto es ley?
Luc.
Ven conmigo, que es ya tarde.
Rey.
jAC.
¿Dónde?
Luc.
Al campo.
Tac.
Allá te sigo;
porque aunque eres mi enemigo.
no he de parecer cobarde.
Tan.
(V.mse Jacinto y I.ucinda.)
Rey.
Bel.
Lacayo, con mi señora
me voy.
r.AB.
¿Dónde vives?
Bel.
Vivo
a la Flor.
íiAB.
¿I^s flor de olivo?
Bel.
No, de carrasco es agora.
r.AB.
¿Por quién he de preguntar?
Bel.
Entre las once y las doce,
por Diana.
Tan.
< ".Ah.
Así te goce,
que te tengo de buscar.
Bki..
Dame señal que vendrás.
Rey.
Gah.
liste li.stün.
Tan,
Bki..
;De quién es?
Gah.
De una ninfa, (|ue después
tíxla su hi.stííiia .'•abrius.
Bel.
,t"ólll(i se ll.iiua'
'.AH.
Bflarda.
Rey.
Bel.
J-i.i<! c-ii ]iouil>r(s.
íiAB.
Adió».
Vate Bf LABDA y nate el Ki<v para jurar a la pelota.)
¿Estáis a pxmto los dos?
Sólo a tu Alteza se aguarda.
Dadme otra pala mejor;
dadnos pelotas, Tristán.
Ya, señor, a pmito están.
¿Qué hemos de jugar, señor?
De veinte escudos el tanto.
¿No es mucho?
Bien está así;
yo quiero pagar por ti.
jAy, noche, extiende tu manto!
Esto es sólo entretener
el largo y penoso día,
para que a la prenda mía
pueda con tu sombra ver.
¿Tansilo?
¿Señor?
¿No estaba
agora Jacinto aquí?
Fuese.
¿Fuese?
Señor, sí,
como vio que no jugaba...
Advertille fuera bien
que aquesta noche se armase,
por que conmigo buscase,
Tansilo, el hombre de bien;
que estoy con mortal cuidado.
¿No basto yo?
Bastarás;
pero llevaremos más,
que es hombre de bien y honrado.
Yo no tengo de reñir,
que no es de mi autoridad;
porque nuestra majestad
con otra se ha de medir.
Y sé del hombre de bien
que os dará quehacer a todos,
si no buscáis otros modos
para rendirle.
Está bien;
que esta noche irán dos bravos
que tienen fama en Dalmacia.
¡Qué espada, qué talle y gracia!
Yo hiciera que dos esclavos
le pa.saran por el peclu)
con dos alabardas bien,
por ver si el hombre de bien
era el hombre de provecho.
i.\y, que no!, fjue es el objeto
de afiutllos ojos divinos;
busíjuenios otros caminos
para saber el secreto.
ACTO SlA'.UXDO
323
Tan. ¿a qué hora habernos de ir?
Rey. Un hora de noche iremos,
para que entrar le estorbemos,
pues ya no importa el salir.
¿Jugaremos, Cloridano?
Clo. Aquí espero a Vuestra Alteza.
Rey. ¿No es bueno que su belleza
estoy mirando en su hermano?
Tan. jVIas que te enamoras de él.
Siiv. ¡Hola!, pelotas, Tristán.
Ci<o. En fin, veinte escudos van.
Rey. ¡A)' dulce desdén cruel!
Saca amor y volvéis vos;
mas esperanzas tan altas,
todas en su Rey son faltas,
pues una jugáis con dos.
/T.'.íí.s^' y salsn Clávela y Doristeo, Oliverio v ,Sul-
picio, rufianes.)
Cla. Para aquesto os he llamado.
DoR. Por cien ducados iremos.
Suiy. Muy bien la calle sabemos.
Olí. El galán es hombre honrado,
Cla. Xo quiero que le matéis;
mas que ser deudos finjáis
de Lucinda, y que digáis
que sus infamias sabéis.
Mi intento es hacer un ruido
tal, que su hermano lo entienda,
y que la calle se ofenda
de haber este amor sentido.
Guardaos, que no habéis de herir
de ninguna suerte al hombre..
Ou. ¿Pues no sabremos su nombre?
Cla. ¿Qué os puede el nombre servir?
Cada noche va a su calle,
y estoy celosa, y querría
que dejase esta porfía.
DoR. ¿Qué señas tiene? ¿Qué talle?
Cla. Siempre va con otros dos;
la puerta* suele rondar,
de donde le habéis de echar.
DoR. Declaradla más, por Dios.
Cla. Pretendo hacer un ruido
que infame a cierta mujer,
con que la venga a esconder
su hermano, padre o marido.
¿Habéislo entendido?
SUL. Sí.
Cla. Pues yo me iré con los tres,
en hábito de hombre.
RUF. Pues
mejor lo haremos así.
Cla.
Olí.
Cla.
DOR.
Cla.
Y veréis si os agradamos
en fingir esta cuestión.
¡Ay, amigos, celos son!
Donde quisiéredes vamos.
Mas llevaos los cien escudos,
por si fuera menester.
Esos os daré al volver,
que al ir habernos de ir mudos.
Vamos.
Infame he de hacer,
Lucinda, tu amor constante;
que una pendencia es bastante
a infamar una mujer.
(Vanse, y salen Felicio, padre de T^ttcinda, v Glicenio,
padre de Belarda.)
Felicio.
Aun no saben mis hijos que he venido;
llama, Glicenio, llama y dente albricias.
Glicenio.
¿También me las dará Belarda?
Felicio.
Llama
para que salgan Cándido o Gabino,
y aj^iden a sacar lo que traemos
en ese carro, que hace escura noche ,
y en las ciudades hay notables hurtos,
mayormente a quien viene de camino.
(Salen Cloridano y Gabino.)
Cloridano.
Carro en la calle; ¿si es de nuestra aldea?
Gabino.
A la puerta está gente.
Cloridano.
¿Si es mi padre?
Felicio.
¿Es Cloridano?
Cloridano.
Soy tu humilde hechura.
Felicio.
¡Hijo!
Cloridano.
Señor!
Felicio.
¿Cómo te va de Corte?
Cloridano.
Entra, que hay grandes cosas que decirte.
324
EU HOMBRU DE BIEN
Feucio.
¡Hablaste al Rev?
Cloridano.
Ya soy su gran privado;
de su cámara soy.
Felicio.
¡Válgame el cielo!
Clorid.yxo.
Dotar quiere a Lucinda.
Feucio.
¿De qué suerte
nos ha subido la fortuna tanto?
CXORIDANO.
Agradecido a ser tu huésped sólo,
y agradecido de ver aquel caballo.
FEI.ICIO.
A caballo alcanzaste esta fortuna,
¡plegué a Dios que no caiga o que te arrastre!
¿Está Lucinda buena?
ClXJRIDANO.
A tu servicio.
Feucio.
¿De dónde vienes?
Cloridaxo.
De jugar venía
con Su Alteza.
Felicio.
¿A qué juego?
Cloridano.
A la pelota.
Feucio.
Pues no hagas falta, hijo, que los reyes
por una falta olvi<lan mil servicios.
¿Ganaste''
Cl.OKlDANO.
Veinte tanttjs he perdido.
I"i;i.ici().
Pues i)aga luego, que los reyes gustan
de gozar lo (jue cue.sta algún trabajo
más que de los tesoros de sus reinos.
GUCKKIO.
¿Va no me liabláLs?
CM»kM>ANO.
¡(ilici-nio!
FEI.ICIO.
Entrad.
ClX)RIDANO.
Entremos..
Gabino.
Ya, señor, ¿no te acuerdas de Gabino?
Fei^icio.
Yo no te conociera en este traje.
Gabino.
Traigo calzas; esto}^ muy adelante,
hablo ya al Rey.
Pei,icio.
¡Hay cosa semejante!
(Vcinse, y salen el Rey, T.'Vnsilo, Silverio y Rutilio.)
Rey. Guardad bien estas esquinas.
Tan. Mal conoces esta gente.
Rey. ¿Es este bravo valiente?;
que liay muchos bravos gallinas.
Tan. Hombres come y sangre bebe.
El hombre de bien verá
que hay hombres de bien acá.
Rey. ¿Es hombre?
Tan. Vale por nueve.
Rey. Quedo, que siento ruido.
Tan. Un hombre con dos mujeres.
Rey. Déjalos ir, y no alteres
la calle.
Dichosa he sido.
Luc.
(Sali
JAC.
Luc.
Bel.
jAC.
Bel.
Luc.
Rey.
Tan.
Kkv.
jAC.
Rey.
jAC.
Rey.
•n J.^ciNTO, I,uciND.4 y Bklarda, i¡c noche.)
en que me has desengañado,
porque la muerte me diera.
Llega.
Llama.
Aparte, espera.
¿Quién ha salido?
Un criado.
Mi bien, pa.séate un p>oco,
que yo te saldré a llamar.
(Knlransc Uici.mda y Belakda.)
¿Ya qué tenéis que esperar?
Este es el hombre. ¿Estoy loco?
Señor, con ella venía.
Sí, pues en su casa entró;
aguarda y hablaré yo.
líl Rey viene en bu.sca mía.
¿Qué gente?
\\\ Iionil)rc de l)ien.
Yo k- busco, por su mal,
ACTO TERCERO
325
auu<]iie por ánimo igual
creo que le quiero bien.
Diga el nombre verdadero
y pase.
Jac. K1 hombre de bien.
Rey. Digo que me diga quién.
Jac. Til hombre de bien.
Rey. ¿Qué espero?
Matadle.
Jac. No puede ser.
(Mcicn mano todos los criados para él y él da sobre iodos
Tan. ¡Qué furor! ¡Bravos, aquí!
Jac. Oiie no hay bravos para mí.
Rey. a fe que ks da quehacer..
(Mcfclos a cuchilladas, y dice el Valentún, dnilro
quedando el Rey solo.)
RuG. ¡Ay, que me ha muerto!
Rey. ¡Traidores,
todos tres de un hombre huís!
Guarda, gente, ¿no me oís?
¡Qué extraña historia de amores!
¿Es esta puerta encantada?
¿Qué hombre de bien es aquél?
¿Iréme a matar con él?
(Sale Jacinto.)
Jac. Todos valen poco o nada;
quiero, pues que ya se han ido,
ver si puedo entrar.
Rey. ¡Ay, cielos!
¿No es la ocasión de mis celos
el que otra vez ha venido?
Jac. El Rey está aquí, ¡ay de mí!
Quiérome encubrir.
Ci,^. Llegad,
(Sale Clávela con los rufianes. )
y la calle alborotad.
Jac.
(Huyen
RUF.
Cr.A.
Rey.
(Vase, y
jAC.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Sui<.
CI.A.
¿Es aquel hombre?
Sí.
(Mete mano para el Rey.)
Rey
Tan.
Oij.
Rey.
¡Perro, esa capa!
¡Oh, traidores!;
ésa sabré defender.
Rey
Jac.
I,adrones deben de ser,
que ésta no es cuestión de amores.
A su lado me pondré;
ánimo y mueran.
Rey.
¡Hidalgo,
ayuda!
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Veréis que valgo
mucho, en virtud de mi fe.
los rufianes y van iras ellos Jacinto y el Rey»
y dice el Rufián dentro.)
Huye, Oliverio, la furia
de este demonio.
¡Ay de mí!
Quiérome quitar de aquí,
que resultará en mi injuiia.
Dejadlos, que huyendo van;
vuelve a salir el Rey y Jacinto, desnudas las
espadas.)
hidalgo, así os guarde Dios;
conozcámonos los dos,
pues castigados están.
¿Quién sois vos?
Yo soy el Rey.
Pues, señor, quedaos con Dios.
Eso no, decidme vos
quién sois, pues es justa ley.
Yo soy el hombre de bien.
Pues tan bien lo habéis mostrado,
idos conmigo a mi lado,
que quiero que el premio os den.
No puedo.
Hacedme favor
de descubrirme la cara.
El Rey soy; tente, repara.
No puedo esperar, señor.
Mira que te quiero bien.
Sí, mas quieres a mi dama.
Aguarda a un Rey que te llama,
si eres tan hombre de bien.
ACTO TERCERO
(Salen el Rey y Tansilo.)
Esta sospecha me ha dado.
No se engaña Vuestra Alteza,
que perderé la cabeza
o Jacinto le ha engañado.
Fuera de que el aire es de él
y la voz tan parecida,
y obliga el darme la vida
a que imagine que es él.
He caído en que no viene
de noche en mi compañía,
como otras veces solía,
pues esto misterio tiene.
320
i: i. IlOMBRK DE UIKN
Después que Lucinda vino,
todas las noches se esconde;
¿pues dónde está?
Tan. rU sabe dónde,
y yo también lo adivino.
Rey. Tansilo, ¡viven los cielos,
que éste es el hombre de bien!
Su talle y rostro también
me está abrasando de celos.
¡Válgame Dios!; si no es él,
¿cómo de noche no viene
conmigo ya?
Tan. Porque tiene
algo que le duele a él;
y para no confirmar
de cierto tu pensamiento,
una objeción sola siento.
Rev. Bien me la puedes contar.
Tan. No tener en posesión
a Jacinto de tan hombre,
que el hombre de bien se nombre
con tanta satisfacción .
Rey. Aliora bien: amor es todo
industrias.
Tan. ¿Cuál se te ofrece?
Rey. Oye, a ver si te parece
que lo sabré de este modo:
Mi esposa dicen que envía
un embajador, y está
en el puerto o llega ya
el Almirante de Hungría.
Y es bien (|ue vaya un recado
mío a dalle el bien venido.
Jacinto me ha parecido
para este efecto extremado.
Knviaréle al puerto.
T.\N Bien.
Kkv. V si de noche no viene
a donde costumbre tiene,
él es el hombre de bien.
Tan. Ha sido un gran pensamiento;
mas ya Cloridano y él
se ofrecen.
Rkv. Irá con él,
para asegurar mi inletiüj.
(Salen Jacinto r Ci.okidano )
¿Qué hay de nuevo, Cloiidano?
C"i/). La nueva fuma, señor.
oei húngaro límliajador.
Ki-;\ No viene la fuma tn vano;
anteb dicen que también
quedó mi esposa enibarca«la;
y que viene esta embajada
para que se sepa bien.
Y así querría que al punto
fuésedes Jacinto y vos,
y le recibáis los dos,
pues haber llegado es cierto.
Voy a escribir, y advertid
que os habéis de partir luego.
Clo. Que vivas mil años ruego
al cielo.
Rkv. Al punto os partid.
(l'ascii el Rey y T.'vxsilo.)
Jac. En el rostro de los reyes
se ve el odio o el amor,
que su blandura o rigor
es el libro de sus leyes.
Si al Rey he mirado bien,
del modo con que me ausenta,
creo que saber intenta
quién es el hombre de bien.
Tras esto, otro daño igual
es ausentar a su hermano;
pues de hombre de bien es llano
que he venido a tanto mal.
En ausencia de los dos,
gozar a I^icinda quiere;
pero sea lo que fuere,
si él es Rey, amor es Dios.
¡Ah, Lucinda!, cuan seguro
de tus lágrimas quedé;
tus celos aseguré,
que es la lealtad que procuro;
mas no lo estoy de los nuos.
Cl,(). Parece que os ha pesado
de lo que el Re}'' ha mandado.
Jac. Populares desvarios
traen e.sta falsa fama,
tras esto, por ser tu amigo,
que pierdo esta noche os digo
gozar una hermosa dama.
Y no se me ha de ofrecer
en todo el año cH^asióu.
Ci.o. Mirad si negocios son
en que yo os puedo valer,
y estad en mi amor seguí o,
que la sangre misma os dé.
Jac. ¡Ay, Cloridano! ¿Qué haré
si pierdo el bien (jue procuro?
I 'ero si vos con .secreto
queréis al puerto partir
y al Ivmbajador decir
lo que el Rey manda, en efeto. .
ACTO TERCERO
327
No fué I,e]io a Kscipión
amigo de tal decoro;
EpicuTo a INIetrodoro,
ni Poniponio a Cicerón.
Nunco tal amistad hizo
a RfcvStión Alejandro,
el troyano con Evandro,
ni Darío con Megabizo..
Nunca hazañas tan gentiles
Niso y Eurialo hicieron,
ni a Patroclo y Castor dieron
más vida Pólux ni Aqviiles.
Compradme por vuestro esclavo,
sacadme de este rigor.
Cr,o. Jacinto, en cosas de amor
la desconfianza alabo.
Mas no la tengáis de mí,
que iré solo y sabré hacer
que el Rey no pueda saber
que sin vos al puerto fui.
Jac. Dadnie esos pies.
Clo. No es razón
que uséis de tanta humildad;
salgamos de la ciudad
juntos en esta ocasión;
que en cubriéndonos la noche,
os volveréis del camino.
Jac. Bien decís; pero imagino
la vuelta.
Ci,o. Tomad un coche,
y hasta ima legua saldréis,
y volveremos los dos;
alto consejo, por Dios.
(Sale Tansilo.)
Tan. ¿Cómo a punto no os ponéis,
que ya Su Alteza escribió?
Cr,o. Por las cartas entraremos.
(l'anse Jacinto y Clorid.ano.)
Tan. ' Hoy sospecho que sabremos
si sois aquel hombre o no.
Trazando va mi fortuna
de asegurar mi temor;
¡qué bien dijo el que al amor
llamó hijo de la luna!
No hay bien que dure constante;
que el que más firmeza siente,
en llegando a estar creciente
declina para menguante.
Ya la Princesa de Hungría
viene a serlo de Dalmacia,
Clávela está ya en desgracia
del Rey, para dicha mía.
(Xa,
Ltjc.
(Xa,
La que agora se defiende,
hará amor de mí se agrade;
que quien ama y persuade,
alcanza lo que pretende.
(fl'a.sí r salen I,ucinda, Clávela y Bixarda.)
(Xa. Puesto que no me paguéis
estas visitas que os hago,
sólo con veros me pago
del amor que me debéis.
Y esto no lo agradezcáis,
pues vengo a negocio mío
Luc De esa discreción confío
«que de mí segura estáis.
Yo os doy palabra, Clávela,
que me debéis mucho amor;
¿cómo os va con el traidor
que conmigo os amartela?
¿Acude Jacinto allá?
^No cumple su obligación?
jAy, Lucinda, no es razón
querer engañaros ya!
No es Jacinto el que yo quiero,
porque en mi vida le hablé.
¿Que no es Jacinto?
No, a fe,
sino el Príncipe Rugero.
Por sacaros lo que había
en la vuestia y su afición,
dije con falsa intención
que a Jacinto amor tenia.
De Tansilo, un caballero
que sirve al Rey, he sabido
que a vuestra puerta tendido
le ve del alba el lucero.
Y vengóos a suplicar
me dejéis quedar con vos
esta noche, en que las dos
podemos despacio hablar;
que desde alguna ventana
quiero ver este enemigo.
Clávela, a todo me obligo,
si queda mi honra llana.
¿Pues qué peligro teméis?
Si habláis, pensar que yo soy.
La lengua amor me quitó.
Pues sin hablar, bien podéis
mirar desde ese balcón
al Príncipe, si viniere.
¿Qué no intentará quien quiere?
Todo, Lucinda, es pasión.
Vos, que lo que es no sabéis,
tniráis en fama y honor.
Luc.
(Xa.
(Xa.
Luc
(Xa,
328
EL HOMBRS DE BIEN
Lie.
Cla.
Lvc.
Cla.
Lrc.
lAC.
Cl.A.
Lrc.
Cl.A.
Lt c.
Cla.
Lrc.
Cla.
Lrc.
Cla.
Lrc.
Bel.
Lrc.
Bki..
Lt (
BilL.
I,rc,
Cah.
En lili vida tuve amor.
Mil años os alabéis.
¿Posible es que a tanto obliga?
Quita el seso y la razón.
¿Qué es amor?
L^na pasión
que dos voluntades liga.
No digo el amor pagado.
Pues esotro es un infierno,
una inquietud, un eterno
fuego en el alma engendrado.
¿Y qué es lo que llaman celos?
Sospechas de que se ama
otra cosa.
jAy, honra; ay, fama!
De amor os guarden los cielos.
¿Quién me escucha responder
con tal descuido a Clávela,
y puedo pone r escuela
y dar lición de querer?
Id, Clávela, a pasear
un rato por mi jardín,
poique se aderece, en fin,
dónde podáis descansar.
¿Xo merezco vuestra cama?
No duermo, aunque era favor
bien con enfermos de amor.
¿Por qué?
Tienen mala fama;
sueñan, suspiran, dan vueltas,
y más vos, que estáis celosa.
Tenéis razón, que es la cosa
que más pasiones trae sueltas.
Al jardín voy a esperaros.
íVase Clávela.)
¿ Belarda ?
¿Señora mía?
Ya ves que declina el día;
no es menester avisaros
de que hay liuéspcd de valor.
Pues tú verás con qué priesa,
aunque poco está en la mesa
j)uesto, y con ella mi amor.
Conu-n los inanu)ra(los
muy poco, estando celosos;
harto habrá.
Maravillosos
son del amor los cuidados,
fiabino viene.
¡Y qué aprba!
fSalf Oadino.)
Mi señor es ido al puerto;
que se dice por muy cieito.
y el Embajador lo avisa.
que viene la bella esposa
del Príncipe.
Lrc.
¿Ya partió?
Gab.
Así el Rey se lo mandó.
Lrc.
Y fué a hacerlo justa cosa.
¿Quién iba con él?
Gab.
Jacinto.
Lrc.
¿Qué Jacinto?
Gab.
¡Qué sé yo!
Luc.
Que sin verme se partió.
Bel.
Bueno vas de blanco y tinto.
Gab.
Tengamos la fiesta en paz.
Lrc.
Quiero saber lo que es esto.
despacha, Belarda, presto.
(Vase Lucinda.)
Gab.
¿Ya te serenas de faz?
Bel.
¿No estoy más tuibia?
Gab.
Por Dios
Bel.
Gab.
Bel.
Gab.
Bel.
que estás mu}- necia.
No quiero,
lacayo, tu amor trompero,
ni un hombre que engaña a dos.
¿Qué dices, pliega a los cielos?
Que pliegas de maravillas.
¿No harás una vez vainillas
a tantos pliegues de celos?
Digo que si te ofendí,
mala sama se me pegue,
que por más que rasque y friegue,
jamás se aparte de nü.
Digo que me dé dos coces
el overo en la barriga;
que una deuda me persiga
y una mujer me dé voces.
Que templen a mis oídos
un órgano, que es la cosa
del nuuido más enfadosa
para todos los sentidos.
Que duerma donde haya lana,
que es el más terrible ok>r;
o que viva un herrador
enfrente de mi ventana.
Que entre bárbaros sin ley
ande las piernas descalzas,
y se me caigan las calzas
delante del mismo Rey.
Yo creo tu juramento,
no hay ])()r qué mis labios abra;
basta tu sinijile ])alabra,
de tu Italt.ul argununlo.
ACTO TERCERO
329
Gab.
BEI<.
Gab.
Bei,.
Gab.
Bei,.
Gab.
Bei.
Bei..
Gab.
Bei..
Gab.
Bei..
Gab.
Bet,.
Peio (lame aquel lútón
que en el ca.stillo te di,
por prenda de qiie admití
una tarde tu afición.
Que en el brazo te le ataste,
y dijiste que la muerte
no era a rompérsele fuerte.
¿De esas cosas te acordaste?
Quiero ver si las estimas,
porque es señal de memoria.
Ha sucedido una historia,
que es bien que en la tuya imprimas.
Donde duermo hay un ratón
.que, en viendo en mis ojos sueño,
es de mi persona duefio
y me muerde a discreción.
Este andaba enamorado;
su ratona adolescía,
y para cierta sangría
le pidió un listón leonado.
Viómele en el brazo, y luego
poco a poco lo royó,
y a su dama lo llevó
cuando 3^0 estaba en sosiego.
Así, que se fué corriendo,
y quedé en extremo triste.
Sí, ¿pero cómo le viste,
Gabino, estando durmiendo?
No lo vi entonces.
¿Pues cuándo?
Levánteme, y en persona
vi la sangrada ratona
con la banda paseando.
Antes dijeras mejor,
Gabino, así Dios te guarde,
que se la diste una tarde
a cierta percha en favor.
¿Yo?
¿Pues esto te alborota?
¿Qué dices, Belarda?
Acaba,
¿no te acuerdas que jugaba
Cloridano a la pelota?
Testimonios tuyos son.
Mas, ¡ay!, que la prometiste
verla, y pienso que la viste;
mira si es éste el listón.
¡Mámela! No hay qué decir:
al maestro cuchillada.
¿Fuiste tú, Belarda amada?
Que no conmigo fingir.
Esto se acabó, Gabino;
vete allá con tu Diana.
Gab. ¡Belaiüa, Belai^a Leimaua!
Bei,. Nunca más perro al molino.
(Vase Belarda.)
Gabino.
Que al fin te vas, ingrata, vuelve y mira
este Apolo lacayo que te llama,
o que tropieces en un pie de cama,
para que pague tu desdén la ira.
Pues tantas coces tu desdén me tira,
no te vuelvas laurel, sino retama;
coronará mi frente amarga fama
y una almohaza tomaré por lira.
Hirió el amor con diaquilón mi pecho,
con ungüento de plomo te amohina,
por eso con desdenes me haces fieros.
¡Ay, Dafne, que me quejo sin provecho!,
pues que sé que he de hallarte en la cocina,
y tix entre tantas ollas mis pucheros.
(Vase y salen el Rey, TANsn,o y criados, todos de noche,
con broqueles y rodelas.)
Rey. Si no viniere a este puesto
el hombre de bien, Tansilo,
yo vengo a creer dispuesto
que es Jacinto.
Tan. Ha sido estilo
en que echó tu ingenio el resto.
Porque, en efeto, está ausente;
y si aquel hombre de bien
viene visible y patente,
no será Jacinto quien
es tan gallardo y valiente.
Pero si no viene aquí,
será señal que es Jacinto.
Rey. ¿Partióse?
Tan. Partir le vi.
Rey. Hoy salgo del laberinto
donde mis celos metí.
Hoy la libertad restauro,
que los celos son enredos
donde es amor Minotauro.
Tan. Teseo llamarte puedo;
Fedra te concede el lauro.
Una ventana han abierto.
(Asómase Clávela al balcón.)
C1.A. Ya está el Príncipe en la calle.
Rey. Salió el sol, aunque cubierto.
C1.A. Rugero es éste en el talle.
Rey. ¡Ah, cielo, siempre cubierto!
Que hubiste de ser menguante
de luna en esta ocasión;
pero estando el sol delante,
330
E\. MOMIJKi: DE BIEN
celos tendrá Endimión
y yo seré vuestro Atlante.
Ci.A. Aunque se enoje Lucinda,
fingirme Lucinda quiero.
Rey. Diana, más bella y linda
que la luna y que el lucero
que con sus rayos alinda.
Soberana perfección
que matáis de amor los reyes,
que vuestros vasallos son,
porque ya son vuestras leyes
el alma de la razón.
¿Queréisme hablar y doleros,
no de un rey, mas de un esclavo,
que el alma viene a ofreceros?
(Sale Jacinto.)
Jac. De dejar la posta acabo,
calles, por venir a veros.
Bien sé que vendrá seguro
esta noche el Rey de mí,
porque aquel desdén perjuro
me ha mandado echar de aquí,
por ser yedra de otro muro.
La cruel; todo fué engaño,
todo artificio y enredo;
mas, ¿qué es esto? ¡Caso extraño!
¡Cuan certificado quedo
de tu deshonra y mi daño!
¡Vive Dios, que hablando está
por la ventana con él!
Sin duda, abrirle querrá.
Rey. ¿Qué decís, desdén cruel?
Cla. Pues queréis hablarme ya,
digo que a Clávela améis.
Rev. Pues yo aborrezco a Clávela,
mi vida, no lo mandéis;
pero si habláis con cautela,
injustos celos tenéis.
Jac Celos de Clávela pide.
¡Ah, traidora! ¿quién no llega
y sus requiebros impide?
Cl,A. Clávela, señor, os ruega,
ya que mi honor os despide.
Rey. Más os quiero yo desdén
que de Clávela el amor;
p<ro suplicóos también
que me digáis, por favor:
¿quién es el hombre de bien?
Cl.A. ¿Quién puede ser sino vos?
Jac ¡Ah, cruel!
Rey. Si yo lo fuera,
honráramonos los dos.
CI.A.
Rey.
Jac.
Tan.
Rey.
Jac.
Tan.
Rey.
Jac.
Rey.
Jac.
Rey.
Tan.
Rey.
Jac.
Tan.
Rey.
Tan.
Rey.
¿Quién mujer tan presto espera,
trata de eso? Mal, por Dios.
Esa es cosa que no he visto;
a vos, mi bien, porque os vi,
enamorado os conquisto.
¿Diré quién soy? ¡Ay de mí,
que tantas penas resisto!
Ni de su rueda a Ixión,
ni a Tántalo sus manzanas,
ni a Ticio su corazón,
ni de las cincuenta hermanas
tan grandes las penas son.
¿Daré voces?
Gente suena.
¿Quién va allá?
¿Qué sé yo quién?
El talle y voz le condena.
¿Eres el hombre de bien?
Soy un alma que anda en pena.
El es, no hay más que mirar.
Pues yo soy, ¿qué os acobarda?
Bien dice, hacedle matar.
Escondida está la guarda.
l,a guarda podéis llamar.
Huir me couAiene aquí.
(Vase Jacinto.)
El huye.
Seguidle.
Tente.
(Van Iras él Tansilo y Silverio.)
El dará en la guarda allí;
poco importa el ser valiente.
Hoy mi esperanza cumplí.
No tuve mayor deseo
después que en mi mano y frente
el cetro y corona veo.
No es Jacinto, que está ausente;
sospechas, en vano os creo.
¡Ah, qelos mal engendrados!
Mas por eso os llaman celos;
por no estar averiguados;
diéronme quietud los cielos,
vosotros me dais cuidados.
(SiiU- Tansilo )• Silverio con la capa ,le J.'vcinto.)
Tansilo.
Si leíste algún día, invicto Príncipe,
j)or entretenimiento, libros vanos,
de acjuellos caballerí>s fabulosos,
y sus quimeras encantadas viste,
presente tienes la verdad de aquéllo.
No .son meuos extraños tus amores;
ACTO TICRCEKO
331
íKiuc'l hombre de bien es un encanto
con que está defendida aquesta puerta;
como supo que estaba aquí tu guarda,
al alabarda del primeio arroja
la capa desde lejos, y al segundo
el bote le desvía con la espada,
y atraviesa, en efeto, por encima;
allá le van siguiendo; mas ¿qué importa?;
que no va más veloz el viento bóreas,
por las ondas del mar que baja y sube.
Rey.
¿Hay cosa tan extraña? Mas decidme:
¿podráse conocer por esta capa?
Tansilo.
Si la viese a la luz, será posible;
y llamando a los sastres de tu corte,
fácilmente dirán los que la han hecho,
para quién, pues es capa conocida
por la color y el pasamano de oro.
Rey.
Tvucinda se escondió por la pendencia,
y también las tinieblas de la noche
parece que se esconden poco a poco
úel resplandor del venidero día;
vamos donde la capa se conozca;
que me mueio, Tansilo, de deseo
de conocer un hombre tan extraño.
Tansii^o.
Si ser hombre de bien es ser de hecho,
y a ]a virtud la sangre le acompaña,
que es en lo principal que yo la fundo,
no hay hombre más de bien en todo el mundo
(]':i!ise, y salrn I,ucinda y Claviíla arrih.i.)
Cr.A. Hasta en esto la fortuna
me ha querido ser contraria,
para que en cosa ninguna,
a mi intento necesaiia,
me quede esperanza alguna.
El Rey con nadie cuestiona.
Luc. ¿Qi^ié es esto. Clávela mía?
Ci,A. No sé, mis desdichas son.
I/UC. ¿Esto quieres que se diga
contra mi buena opinión ?
¿No te avisé que no hablases?
CiyA. Yo no hablé.
Luc. Vete de aquí.
Cl,A. ¿Qué importa que me avisases,
cuando estoy fuera de mí?
Luc. ¿No te dije que callases?
Ci.,A. No fué nada, por tu vida .
Luc. Vete a recoger un poco,
si ya el alba te convida.
C1.A. El no dormir es de un loco
la señal más conocida.
(Vase Clávela.)
Luc. Si aquí mi hermano estuviera
y esto a nuestra puerta oyera,
¿qué presumida de mí?
(Sale Jacinto sin capa y la espada ílcsniída.)
Jac. Celos me vuelven aciuí;
¿eres tú?
Luc. Yo soy.
Jac. Espera.
Luc. ¡Ay, Dios! ¿Eres tú, mi bien?
¿cómo has venido?
Jac. ¡Ah, traidora!,
¿disimulas?
Luc. ¿Yo? ¿Con quién?
Jac. ¿Mandaste matarme agora?
¿Cánsate el hombre de bien?
Pues el cielo me ha guardado.
¿Yo te he mandado matar?
Sí, cruel.
Algo te han dado.
¿Más veneno hay que me dar
que ver que al Rey has hablado?
Deja ese recelo vano;
¿cómo vienes? ¿Cómo dejr.s,
o en qué parte, a Cloridano?
No lespondes a mis quejas;
como el delito es tan llano.
One pensaste, con echarme,
gozar del Rey. Pues, cruel,
aquí supe yo quedarme,
para verte hablar con él
y para desengañarme.
Por esta noche, enemiga,
no gozarás de Rugero.
Luc. ¿Que hay hombre que esto me diga
no estando loco primero?
Jac. No poco el dolor me obliga;
mas ya no quiero estar loco,
sino estimarte en tan poco
como merece tu engaño.
Luc. Cuanto más me desengaño,
a más furor me provoco.
Como piensas que he sabido
que con Clávela has hablado,
levántasme que yo he sido
la que al Rey hablé; tú has dado
en lance bien conocido.
Luc.
Jac.
Luc.
Jac.
Luc.
Jac.
332
EL HOMBRK DE BIEN
Esas tictes, ti son tretas,
no son para jugadores.
JaC. Bien el sentido interpretas;
que propias sois para amores
las que nacisteis discretas.
Los celos que le has pedido
de Qavela, al Rey aquí,
disfrazas con que yo he sido
quien a Clávela hable y vi,
que ni me ha visto ni oído.
JA'C. ¿Jacinto, en eso porfías?
Jac. Pues lo que vi con los ojos,
de los ojos me des^^as.
Ixc. ¿Para darme estos enojos
a la ciudad te volvías?
Jac. y tú que de ella me echabas,
para lo que agora hiciste
¡qué segura estar pensabas!
IA'C. Bien sé por qué te volviste
del camino que llevabas.
Jac. Sabrás que por verte aquí
con el Rey. como te vi.
lA'C. Por ver y hablar a Clávela,
que es lo que a ti te desvela.
Jac. ¿Tú me has visto hablar?
Luc. " vSí.
J AC. ¿ No hubiera sido más cierto
ver yo que al Rey has hablado,
y el haber hecho concierto
para hablaros sin cuidado,
que fuese Jacinto al puerto?
Pues aunque aquí me quedé,
al puerto, enemiga, fui;
en tu engaño me embarqué,
tormenta en tu amor corrí
y en tu traición me anegué.
Por velas llevé mis celos,
el viento fué mis desvelos,
el mar fué mi amor extraño;
pero en este desengaño
me han dado puerto los cielos.
Hoy para mi empresa pinto
un deshecho laberinto,
con ti Minotauro muerto,
que ha de .ser puerta este ¡nierto
por donde .salga Jacinto.
I.ic. Si te has hallado nuiy bi*ii
con el enredo pasado,
yo me libraré también,
yo saldré del mar a nado,
áouáv la Ulano me den.
■S'o me casaré y verás
qtie ni tú int gomarás.
ni el Rey tampoco.
Jac. ¡Detente!
(Escóndele I<ucind.\.)
que es celos un accidente
que el amor aumenta más.
¡Oye, Lucinda, señora,
mi bien, amores, mi prenda!
¿Así me dejas agora
a que la gente me entienda,
porque yá sale el aurora?
Hermosa señora mía,
ahí te asoma no más,
si te enfado y \-icne el día,
ponte un momento detrás
de esa verde celosía.
¡Ah, mi bien!, mira que estoy
en cuerpo, y que me han querido
matar; ¿soy Jacinto, o soy
algún hombre aborrecido?
¿Voyme? Mira que me voy.
¿Tanto hicieras en ponerte
un momento a la ventana?
¡Maldiga el cielo mi suerte!
Sin luz viene la mañana,
pues que no merezco verte.
¿Es porque me ves llamarte
con ser el que fui ofendido?
Pero ya no puedo hablarte;
si necio en amarte he sido,
más necio he sido en rogarte.
(Hace que se va y asómase I.ucind.'^ a la venia '-.a.)
Luc. ¡Jacinto. Jacinto mío!
Jac. ¿Eres tú?
Luc. Mi bien, yo soy.
Jac. Ya que de ti me desvío,
no volveré; porque estoy
de tu misma nieve frío.
Luc. Oye, amores.
Jac. Xo hay que oír-
que para vencer amor,
todo es comenzar a huir.
Luc I'uésc: notable rigor.
¡Oh, qué mal hice en salir!
(l'anse y saleti el Ki:v y T.\Nmr,o.)
Tansii<<).
Xo dicen (jue se ha hecho en tita tierra
aquella capa, y por el uso y traza
dicen íjue jiuede ser de Ingalaterra.
Ri:v.
Según eso, Tan^ilo, no aineiia/a
ACTO TERCERO
?33
a Jacinto el rigor de aquestos celos.
¡Qué cosa es ver un rey de un hombre a caza!
Tansilo.
Que nos pueda poner tantos desvelos,
es cosa que me quita los sentidos.
Rey.
No han hecho un hombre tan sutil los cielos
mas yo sé que sus pasos atrevidos
le traerán a mis manos de otro modo.
TansiIvG.
Los hombres son agudos, ofendidos.
Rey.
Casar quiero a Lucinda, que de todo
es el mejor remedio.
Tansii,o.
¿Y si no quiere?
Rey.
Sí hará, si con su gusto me acomodo.
No hay cosa en la mujer que tanto altere
como es el casamiento; por casarse,
no habrá paseo, ni galán que espere.
Pero no ha de llegar a ejecutarse;
mira lo que te digo, sin que vea
el mismo que se esconde, declararse;
y cuando entonces por temor no sea,
vengarémonos del, pues le quitamos
la cosa que más ama y más desea.
TANSII.O.
Si éste es inglés, señor, y le buscamos
por todas las posadas de la corte,
podrá ser que mejor le conozcamos.
Rey.
Aunque le busquemos del Ocaso al Norte,
no le hallarás, por vida de Rugero;
él sabe bien lo que el huir le importe.
ya no le quiero hallar, vengarme quiero.
Pensemos el marido.
TANSII.O.
Escoge alguno
que la merezca.
Rey.
Dime un caballero.
Tansii.g.
No puedo en el Palacio hallar ninguno.
Rey.
Pues yo pensé que tú la apetecieras,
y aunque en esto me fueras importuno.
Tansii,o.
Merced notable, gran señor, me hicieras;
peto yo quiero bien en otra parte.
Rey.
¿Pues cuál otro en Palacio consideras?
TANSII.O.
Ya que tanto has llegado a asegurarte
que no es Jacinto el hombre que temías,
que se la des me atrevo a aconsejarte.
Rey.
¿A Jacinto?
Tansii,o.
Por Dios, que acertarías;
que es mancebo gallardo, y con quien creo
que del hombre de bien te vengarías.
Rey.
Bien dices, que vengarme de él deseo;
y cuando aquel hombre de bien le vea,
hacer en hombre cual Jacinto empleo,
no dudo, si la quiere y la desea,
que de celos se ahorque.
TANSII.O.
No has tenido
I en tu vida, señor, tan alta idea,
y todo viene bien.
Rey.
,:Cómo?
Tansilo.
Han venido.
(Salen Cloridano i' Jacinto.)
Cl<ORIDANO.
Denos los pies tu Alteza.
Rey.
¡Oh, Cloridano!
¡Oh, Jacinto! ¿Tan presto?
Cloridano.
Fué la fama
en alguna manera mentirosa,
que no era el Almirante el que venía,
sino algunos criados de la Reina,
que traen caballos y carrozas ricas
334
El. HOMHRK DE BlEX
en dos famosas naves, y en el puerto
las van anuando para cuando llegue,
(jue dicen que será de aquí a diez días.
Tnijeron cartas y este pliego es suyo.
Rey.
Por las albricias de tan buenas nuevas,
os quiero hacer una merced a entrambos.
J.\ClXTO.
No es nuevo en tu valor hacer mercedes.
Rey.
Quiero casar su hermana a Cloridano.
Cloridaxo.
Los pies beso a Su Alteza.
Rey.
Y a Jacinto
quiero casar también .
Jacinto.
¿De qué manera?
Rey.
Casándote con ella. ¿Xo respondes?
(Ap.irlc.)
Jacinto.
El Rey quiere .saber mi pensamiento:
bueno será decir que no la quiero;
jxrro si aquí le hiciese aquesta afrenta
a su hermano, y al Rey este disgusto,
perderé la esperanza de gozarla,
¡ai'm esta confasión faltaba agora!
Rey.
;En qué dudas, Jacinto?
Jacinto.
Esto)' pensando
una dificultad. Escucha a solas.
Rey.
¿Pues cómo aquí, delante de su hermano,
no te muestras, Jacinto, agradecido?
jACINTf).
Señor, de obedecerte gusto mucho,
y porque ella merece lo que sabes.
I'cro si lú
Rey.
No más, que- eres un necio;
mi esposa viene, a quien el ciclo manda
que quiera solainent4:.
Jacinto.
Muchas veces
no ejecutan los hombres todo aquéllo
que el cielo manda.
Rey.
Pues en esta parte,
bien te puedes casar y estar seguro.
Jacinto.
Señor, los re5'es son nuiy poderosos;
no me mandes casai con la que quieres.
Rey.
Ya lo dije delante de su hermano;
no repliques, Jacinto, o ¡vive el cielo'
que te mande matar.
Jacinto.
Si después vienes
a matarme el honor, quítame ahora
la vida.
Rey.
Necio, escucha esta palabra,
por vida de Isabela, y así vea
la sucesión que ha menester Dalmacia,
de que una vez casado, no te ofenda.
Jacinto.
Pues di a su hermano que a tratarlo vaya,
y esta tarde jjodemos desposarnos.
Rey.
¿Cloridano?
Cloridano.
¿Señor?
Rey.
Jacinto dice
que haberse detenido en acetallo
nació de conocer sus poco.? méritos;
está, como es razón, agradecido,
y así podéis hablar a vuestro padre,
a cuya casa iremos esta noche
jKira que queden los conciertos hechos,
que quiero .ser tercero y .ser padrino.
Cl<()KII)ANO.
Habiendo de dotarla Vuestra Altexa,
le vienen bien estos oficios todos.
Ki;v.
Pues yo me voy a abrir aíjuesle ijliego,
daréisle de mi ¡jarte un gran recado.
¿Tansilo?
ACTO TERCERO
335
Tansilo.
¿Gran señor?
Rey.
Parte a Clávela
y dile como viene ya mi esposa;
ruégale ele mi parte, que los ojos
ponga en un caballero de mi casa,
para que cuando mi Isabel venga,
no se pueda quejar del amor mío.
(Vase d Rey.)
Tansuo.
Iré a servirte. ¡CJelos!, hoy alcanza
mi amor la posesión de su esperanza.
(Vase Tansilo.)
Jac. ¿De qué estáis tan pensativo?
Clo. Tengo, Jacinto, razón.
Jac. ¿Puedo saber la ocasión,
si acaso en tu gracia vivo?
Clo. No hay hombre en toda Dalmacia
que 3'o quiera como a ti.
Jac. ¿Estoy en tu gracia?
Clo. Sí.
Jac. Pues di, si estoy en tu gracia:
¿de qué nace esta tristeza?
¿no merezco yo a Lucinda,
cuando a lo humano se rinda
lo que es celestial belleza?
¿No la igualo en cualidad?
¿No me quiere bien el Rey?
Clo. Más te supliera la ley,
Jacinto, de la amistad.
Pero cuando me pediste
que aquel recado llevase,
para que no te culpase,
la noche con quien dijiste,
tan perdido te mostraste
de amores de aquella dama;
tú sabes cómo se llama
y quién es, pues la gozaste.
Que de lástima de ti
sólo el rec ado llevé;
pues dinie cómo estaré
si hoy te doy mi hermana aquí.
Un hombre que está perdido
de amores de otra mujer,
a mi hermana ha de tener
eti desprecio y en olvido.
Jac. ¿Pues no te parece a ti
que ima mujer tan hermosa
será a quitar poderosa
el amor que hubiere en mí?
Ci,o. No, Jacinto, que el tratar
muchos años a una fea,
a la que más linda sea,
hará olvidar y dejar.
Líbrete Dios de costumbre,
que es otra naturaleza.
No he gozado su belleza,
por esta divina lumbre.
Vamos a ver a tu hermana;
diréle un cierto secreto.
¿Es ella?
Tú eres discreto.
No fué mi sospecha vana;
como te quedaste aquí...
Todo fué celos del Rey.
Quejarme es injusta ley
de Lucinda ni de ti,
pues que ya somos cuñados.
¿Lucinda es ya mi mujer?
Menos tendremos que hacer,
si estáis los dos concertados.
JAC.
CXo.
Jac.
Clo.
Jac.
CXo.
Jac.
Ci,o.
(Vanse y salen Tansilo, I.ucinda y Cl.4Vf.la.)
Tan. En tu casa te busqué,
y por ser del Rey recado,
en ésta en que estás, he entrado.
Luc. Muy justa ucencia fué.
Tan. Tan justa, que podéis darme
albricias de cierta nueva.
Luc ¿Qué puede haber que no os deba,
Tansilo, después de honrarme?
Tan. El Rey os casa.
Luc ¿A mí?
Tan. Sí.
Luc Beso los pies de Su Alteza.
Tan. y emplea vuestra belleza
donde yo siempre entendí.
Luc No os quiero, señor Tansilo,
preguntar con quién, mas creo
que siendo del Rey empleo,
será conforme el estilo.
Cl,A. Si a mí me venís a hablar,
dejad a Lucinda un rato.
Tan. De ver \Tiestro pecho ingrato.
Clávela, me hace callar.
Cla. ¿Qué es el recado del Rey?
Tan. Que viene la Reina ya;
y porque casado está,
dice que no es justa ley
que os halle libre su esposa;
que escojáis con quién casaros,
porque quiere él mismo honraros
de su mano generosa.
336
EL HOMBRE DE BIEN
Donde no, que estéis segura,
que caeréis en su desgracia,
y que saldréis de Dalmacia.
Cla. ¿Mi casamiinito procura?
¿Ya está Rugero en estado,
que trata jui casamiento?
Luc. Mientras ese pensamiento,
Clávela, te da cuidado,
dale a Tansilo licencia
que me diga, que me nombre
con quién me casa.
Tan. Es hombre
de hermosa y gentil presencia.
Es discreto y es galán,
y es Jacinto, finalmente.
Luc. ¿Jacinto?
Tan. Como os contente;
que si no, no os le darán.
Mas tómase tan aprisa,
que el Rey vendrá aquí esta tarde.
Luc. ¿Jacinto? El cielo me guarde.
Tax. Pues por mi fe que la risa
se os ve del alma en los ojos.
Luc. No me los miráis muy bien,
porque cierto hombre de bien
recibirá de eso enojos.
Tak. ¡Pesia tal! Eso quería
saber el Rey; ya desprecia
a Jacinto.
Luc. Fuera necia
en resistir con porfía
la vohxntad de Su Alteza.
(Sale Belarda.)
Bel. Tu hermano y Jacinto están
a la puerta.
Luc. ¿A qué vendrán?
Tan. a daros mayor tri.'^tejra.
(Salen Ci.oridano y Jacinto.)
Clo. Si Tansilo no ha ganado
las albricias, aquí estoy.
Llc. ¿De que, hermano?
Clo. De que soy
del señor mar(|ués cuñado;
que esta mañana Su Alteza
este títulíí le dio.
Jac. Vuv para que entrase yo
mayor a vuestra gran<leza.
Si píir Jarintf) no llego.
sea por Marf|ués Jacinto.
aunque de vos más distinto
que está la nieve del fuego.
Kl Rey me manda casar
Luc.
Jac.
Luc.
Jac.
Clav.
Jac.
Gab.
Clo.
Gab.
Ci,o.
Gab.
Clo.
Gab.
Rey.
Fei,.
Rey.
y me da merecimiento
para el alto casamiento
que vos habéis de ilustrar.
El intento que esto tiene,
vos, señora, lo .sabréis.
Pues aquí a Clávela veis,
vuestro desengaño viene.
Ella ha sido la que habló
esta noche con Rugero,
que yo lo que quiso quiero,
y soy vuestra .
¿Y del Rey?
No.
Clávela, dime verdad.
Jacinto, aquí me quedé,
sospechosa de la fe
de una incierta voluntad.
Yo fui la que a la ventana,
con Rugero anoche hablé
y a Lucinda el nombre hurté.
¡Ay, Lucinda soberana!,
¿cómo os pediré perdón?
(Sale GiVBiNO.)
Tan alborotado vengo,
que apenas aliento tengo
para decir mi razón.
Gabino, ¿qué es lo que pasa?
No pienso que en daño sea.
¿Cómo?
El Príncipe se apea
de una carroza en tu casa.
Por tu padre ha preguntado,
y viene el viejo con él;
y tan humilde, que de él
parece que se honra al lado.
Recibirle será justo;
Lucinda, vente tras mí.
Ya es tarde, porque está aquí.
(Salen el Rey, Felicio y Ghckkio.)
Digo que en extremo gusto,
padre, de hablaros y veros.
Dos veces habéis honrado
mi casa, con un cuidado
que me obliga a engrandeceros.
I,a primera, allá en mi hacienda,
el dote me prometistes
de Lucinda, cuando vistes
que era de estos ojos pu-nda.
I,a segunda, al cunipliniicuto
del casamiento venís.
¿Y vos, Lucinda, admitís
a Jacinto en casamiento?
ACTO TERCERO
337
Luc.
Rey.
Tan.
Rey.
Tan.
Rey.
Tan.
Rey.
Tan.
Rey.
Tan.
Rey.
Haré vuestra voluntad.
¿Tansilo?
¿Señor?
Escucha:
el amor pasado lucha
con mi honor y autoridad.
¿De qué suerte?
Vengo aquí
de casarla arrepentido.
¿Que a deshacerlo has venido?
Si te digo verdad, sí.
¿Pues ya cómo puede ser
que no ofenda tu valor?
La industria me ofrece amor.
Tu ingenio lo puede hacer.
Lucinda: cuando traté
casarte, por verte honrada
de un hombre conao Jacinto,
fué todo con ignorancia.
Xo ha faltado quien me ha dicho
que algim^as noches que pasa
rondando por esta puerta
que tiene enfrente una dama.
Ha visto de ella salir
un hombre de buena gracia;
y que porque a Cloridano
y a tu viejo padre amaba,
le pretendió desterrar
de la empresa comenzada
y trujo dos o tres hombres,
que con encubiertas armas
le preguntaron quién era,
y él, con la mano en la espada,
dice que le respondía
no más de aquestas palabras:
«Yo soy un hombre de bien,»
Pues si a un hombre de bien amas,
no será razón, Lucinda,
hacer a Jacinto infamia;
burlar un rey como yo,
que es el tercero que os casa,
pues con ese hombre de bien
estarás mejor casada.
A dos cosas vengo aquí,
que también Clávela alcanza,
y no con menos enojo,
su parte en esta jomada.
Escoja de quien me sirve,
para quedar en mi gracia,
un caballero con quien
quede esta tarde casada.
Porque si no, ¡por Dios vivo,
qxie ha de salir de Dalmacia!
XII
Ci<A. Mientras que Lucinda piensa,
melancólica y turbada,
lo que te ha de responder,
digo que pues tú me casas,
hago elección de TansUo.
Rey. ¿Quieres tú?
Tan. Nombrarme basta
para que lo estime mucho.
Rey. Con Tansilo estás casada.
¿No me respondes, Lucinda?
Fei,. Lucinda, ¿por qué no hablas?
¿qué hombre de bien es aqueste
con quien afrentas mis canas?
C1.0. jAh, hermana!, ya no es posible
que pueda llamarte hermana.
¿Qué hombre de bien te requiebra,
para nuestra eterna infamia?
GAB. Pues que tampoco responde,
escúchame dos palabras,
invicto Rey.
Rey. Habla presto.
Gab. Después que traigo estas calzas,
está de mí tan celosa
Belarda...
Rey. ¿Quién es Belarda?
(Sale el labrador viejo.)
Gli. ]Mi hija, señor.
Rey. ¿Quién eres?
Gr,i. El alcaide que guardaba
el castillo de Lucinda,
cuando tú andabas a caza .
Rey. Pues bien, ¿de qué tienes celos?
Gab. No está bien determinada
si es de las calzas o el dueño;
yo, señor, por sosegarla,
te supüco que la obligues
a que por fin de mis ansias,
se case conmigo aquí.
Rey. Cásate con él, Belarda.
Bei,. a no lo mandar el Rey...
Gab. Dame aquesa mano, acaba,
que dentro de cuatro días
de la mesa y de la cama
me enfadará el casamiento,
y la mujer y la casa.
Rey. ¿Aun no respondes, Lucinda?
Luc. Si a Jacinto quieres y amas,
y temiendo el honor suyo,
como dices, nos descasas,
yo haré que Jacinto quiera,
cuando él quiera, que entre y salga
en casa el hombre de bien.
22
338
EL HOMBRE DE BIEN
Rey.
Que entre y salga, ¡cosa extraña!
Pues, Jacinto, ¿tú eres hombre
de condiciones tan blandas
que sufrirás que otro alguno.
cuando él quiera, cutre en tu casa?
JAC.
Otro ninguno que yo,
no lo creas, que te engañas;
sólo aquel hombre de bien
tiene hcencia firmada.
jAC.
Rey.
¿De quién?
Fel.
jAC.
De mí.
Rey.
¿De ti mismo?
jAC.
De mí mismo.
Rey.
¿Por qué causa?
Rey
Tac.
Porque fui el hombie de bien;
Tan.
que sólo por no infamalla.
Rky
puse mil veces mi vida
en los filos de tu espada.
Clo.
Rey.
¿Tú?
jAC.
jAC.
Yo.
Rey.
Pues no quiera el cielo
que si Lucinda te ama,
y tú eres hombre tan hombre
que el hombre de bien te llamas,
yo te quite lo que es tuyo.
Antes, desde hoy más, por armas
ten una espada desnuda,
con esta letra adornada:
«Xada debe al Rey el hombre
de bien.ft
Dame esos pies, gran señor.
Jacinto, a tu padre abraza
y a tu cuñado también.
(Disparan una escopeta dentro.)
¿Qué es esto?
Parece salva.
Sin duda, viene mi esposa;
alguno a saberlo vaya.
Señor, yo iré.
Y aquí, senado.
El hombre de bien acaba.
Si es buena, serálo el hombre;
si no, perdonad las faltas.
LA INOCENTE LAURA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DEDICADA A DON DIEGO JIMÉNEZ DE VARGAS
CABALLERO DEL HABITO DE SANTIAGO
«Admirándose I.isandro lacedenionio (como 2^: ib!
Sócrates) de un cultivado campo, que le enseñaba el
rey Ciro, le dijo el persa: «Yo soy por cuya industria y
«cuidado se han hecho estas labores; yo planté los más
»destos árboles y destos cuadros; es mío el artificio.»
A quien, como Lisandro viese con la púrpura regia
esmaltada de preciosas piedras y tan limpia y curiosa-
mente vestido, respondió: «Bienaventurado eres, Ciro,
«porque has igualado tu virtud a tu fortuna.» Yo pienso
que con esto he dicho sin lisonja lo que pudiera decires
de V. m. tan justamente, pues con los dotes naturales
ha igualado y vencido los de su fortuna, y en todas ac-
ciones esmaltado con sus virtudes lo que begnina-
mente recibió del cielo; pero ¿cómo había de ser de
otra suerte el fruto de tales padres, y que en su educa-
ción sólo le dieron por ayo su mismo ejemplo? Aquí
pudiera hacer una digresión larga, discurriendo por
su admirable entendimiento y cortesía hasta el valor
de su pecho, herencia justa del que en todas sus cosas
es tan magnánimo; pero por no dar ocasión a los que
piensan que han de ver la verdad con los antojos de la
envidia, ofrezco a v. m., entre muchos y grandes de
seos, esta comedia de La inocente Laura, sólo para que
sirva de pequeña muestra de los que me quedan para
mejores ocasiones, si tuviere vida para lograrlas: la de
v. m. guarde Nuestro .Señor muchos años.
Capellán de v. m., Lope de Vega Carpió.
PERvSONAS DE LA COMEDIA
La Duquesa Leonarda.
El Duque Rodulfo.
El Conde Ricardo.
Roberto caballero.
L-'iURA, su imtjer.
Galo, su criado.
Andronio, Tiberio
Clenardo, criados.
MÚSICOS que no hablan.
El Rey de Ñapóles.
Aristeo, caballero.
Belardo
Tirreno
Filida, villanos.
ACTO PRIMERO
(Sale Leonarda, Duquesa de Sanidngel, y Ricardo.
hermano bastardo del Rey de Ñapóles.)
I/EON. Deja esa loca porfía.
Ríe. Si es loca, podré dejalla.
León. Suéltame, Ricardo, y calla.
Ríe. Ciego estoy y amor me gm'a.
Si no tiene vista amor,
aunque siempre están sus ojos
llenos de varios antojos
de su esperanza y favor,
y yo ciego como efeto
de la causa que me guía,
no es mucho, señora mía,
que no te guarde respeto.
León.
Ríe.
LK(JN.
Aunque un ciego en una calle
o en un aposento que entre
al que tiene vista encuentre,
no puede nadie culpalle.
Si eres ciego y amor luego
el que tiene vista es loco,
pues por no apartarse un poco
sufre que le encuentre un ciego,
porque eres ci«go, Ricardo,
y yo tengo vista, quiero
dejarte pasar.
¿Qué espero?
¿Pero por qué me acobardo?
Ya, Duquesa, me atreví.
Conde, aunque hermano del Rey,
mira que es injusta ley
340
LA INOCENTE LAURA
Ríe.
León.
Ríe.
IvEOX.
Ríe.
León.
Ríe.
Leox.
Ríe.
coimiigo atreverte así,
y ese, Ricardo, no es
oficio de huésj>ecl.
Va
la razón, Leonarda, tstá
del apetito a los pies.
Huésped soy de tu marido;
mas también lo fué el troj-ano.
Como tu deseo es vano,
así tu ejemplo lo ha sido;
que si Grecia a Troya abrasa
porque París huésped fué,
mira tú cómo podré
dejar abrasar mi casa.
Acuérdate de Tarquino.
Seré yo como Lucrecia.
Tan casta, mas no tan necia.
Hl Duque pienso que vino.
Desvíate, que no es bien
que desta suerte nos vea.
Es burla.
Cuando lo sea,
criados. Conde, nos ven.
Suelta la cadena.
Así
te quisiera tener presa.
(El Tuque de S.\nt.4.ngel entra, y mírale asido Je la
cadena de la Duquesa.)
DUQ.
Ríe.
Leo.
DuQ.
Ríe.
EUQ.
Leok.
¿Qué es esto?
Advierte, Duquesa,
que está tu marido aquí.
Digo que de aqueste niodo
la pienso hacer.
Será buena.
Señor Conde.
Esta cadena
es a propósito en todo
de una que quisiera hacer
y e.stoy mirando la hechura,
que cierta dama procura
mi pensamiento prender,
y yo querría primero
ponerla en prü^ión con tiro.
Aunque sus partes ignoro,
nuicho de su fuerza espero.
Pero ya que hacer queréis
jjrisión que os libre de jH-na,
.suplícofxs que esta cadena
en su lurnioso cuello honréis;
que habiendo <le hacerse así
ahorraréis del cuidado.
Con ella le había rogado.
DlQ.
Leox.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
Leox.
Ríe.
Dt-o.
Ríe.
DuQ.
Ríe.
DUQ.
Quitáosla, pues.
\'eisla aquí.
Xo permitáis que yo haga
tan grande descortesía
si no es que otra feria mía
tanta merced satisfaga.
Eso, Conde, no es razón,
y agravio recibo en parte;
yo huelgo de tener parte
en tan hermosa prisión.
Va que la industria no he dado,
huelgo de dar la cadena.
La libertad de mi pena
del Argel (i) de mi cuidado
tiene esta prisión en sí.
A los dos las manos beso.
El cielo os dé buen suceso;
ved qué me mandáis a mí.
Que os guarde el cielo mil años.
^í'íí.sí- la DVQVESA.)
Mal pensamiento me dio
con estar seguro yo
de recelos }- de engaños.
¡Qué de cosas ven los ojos
que no son como las ven I
Allá te llevas, mi bien,
la libertad en despojos.
Mira si será razón
creer que causas mi pena,
pues das a amor la cadena
con que me ha puesto en prisión.
Conde: el haber entendido
que tratáis cosas de amor,
aunque con vos su rigor
justa disculpa ha tenido,
me ha puesto en el pensamiento
que sepáis agora el mío,
supuesto que a desvarío
habéis de juzgar su intento.
listo, y tener presunción
que lo que me ha enamorado
por dicha os dio ayei cuidado
en cierta conversación.
Porque si es lo que yo miro,
por hué.'iped me habéis de hacer
merced de no lo querer.
La prenda por quien suspiro.
Duque, no la conocéis.
í uradlo
(i) ICn el ()iÍRÍnal K.XiiRch
ACTO PRIMERO
34-1
Ric. Poi Dios lo juro,
y sé que no soy perjuro,
(A partí: )
aunque en casa la tenéis;
que quien por otra la deja
no conoce su valor.
Dx^o. Este mi celoso amor
¡qué mal pagado se queja!
Piensa, con locos desvelos,
que esto que yo quiero bien
lo quieren cuantos lo ven.
Ríe. Sosegar podéis los celos;
que lo que quiero no es cosa
que vos, Duque, la estimáis.
Dúo. Si la palabra me dais
que a la Duquesa celosa
ni a otra persona diréis
mi pensamiento, os prometo
de deciros mi secreto.
Ríe. Donaire, primo, tenéis.
¡Yo a la Duquesa!
DuQ. Estoy loco;
no reparéis en que os diga
desatinos.
Ríe. Si os obliga
amor a tener en poco
prenda de tanto valor,
muy celestial ha de ser
la disculpa.
DuQ. Es la mujer
de Roberto.
Ríe. Justo amor
por ser grande su belleza,
no por ser de \niestro amigo.
DuQ. Al amor no dio castigo
la .sabia naturaleza
de amar lo que en ella cabe;
el bien donde qviiera es justo
amarle.
Ríe. Esa es ley del gusto,
que muy pocas leyes sabe.
Mas huélgome de saber
que lo bueno en cualquier parte
se debe amar.
DuQ. Para hablarte
en materia de querer,
muy tibio, Ricardo, estás
como me dices que quieres.
Ríe. Tú amante maestro eres;
yo, discípulo no más.
En los principios estoy,
y quiero, para aprender,
Dúo.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
Dúo.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
ser tu tercero y tener
este oficio desde hoy.
¿No has visto al famosc) lado
de un médico ya maestro
el practicante mas ( i ) diestro
andar y ver con cuidado
las niedicinas que aplica
y el método de curar?
Pues así pienso estudiar
de este amor la ciencia rica.
Veré qué medios, qué engaños
pone tu ciencia famosa
a una mujer virtuosa,
y si son propios o extraños.
Que pues puedo entrar contigo,
no será malo aprender
cómo visitas mujer
de un hombre noble y tu amigo.
No ha sido con propiedad
la semejanza, en virtud
de que ellas tienen salud
y tú y yo la enfermedad.
Es amor todo al revés;
porque el enfermo de amor
visita siempre al doctor,
que ya entonces no lo es,
cuando el doctor le visita.
Mucho enseña la experiencia.
Para que aprendas la ciencia
mi remedio solicita;
que más negocia un tercero
hablando en lo que no siente
que el mismo cua'o accidente
le tiene mudo.
Hoy espero
negociarte un gran favor.
Pues cuando tú me des parte
de tu amor, quiero pagarte
en solicitar tu amor;
pero en lo que toca al mío
no sé cómo has de poder.
¿Xo es mujer?
Sí; mas nmjer
de bronce o de hielo frío.
Y yo tengo para mí
que en tanto que su marido
esté presente, en su olvido
no habrá memoria.
Es así,
que por tener yo presente
(i) En el original y en Hartzenbusch «mal»; pero
creo que será errata.
342
LA INOCENTE I-AURi
DlQ.
Ríe.
DVQ.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
^I'ansí,
ROB.
I.Ar.
Rc»B.
La I
el de la prenda que adoro,
no pueden prisiones de oro
lo que pudieran ausente.
Pues sabe que he negociado
ausentar de aquí a Roberto.
¿Cierto?
¡Y cómo si fué cierto!
Notable envidia me has dado.
¡Ah, cielos, si yo pudiera
ausentar el de la mía I
Oye para que algún día
finjas la misma quimera.
Al Rey tu hermano le envío,
fingiendo ser de importancia,
ciertos avisos de Francia
que sólo a Roberto fío
en unas cartas que lleva,
V hov parte a Ñapóles.
Hoy
tendrás, a fe de quien soy,
de tus pensamientos nueva.
Las albricias me apercibe,
porque la tengo de hallar.
Al partir me quiero hallar
con él; si quieres, escribe,
que será buena invención
para hablar a Laura.
Creo
que ha de medrar mi deseo
mucho en la primer lición.
y eníran Roberto, de camino, y I.aura.)
Tengo, señora, a ventura
que el Duque me haya fiado
cosas de tanto cuidado.
Honrarte el Duque procura.
El Rey no me ha visto a mí,
aunque mis servicios sabe;
para entrar sirven de llave
'as cartas que llevo aquí.
listas tienen la importancia
de su vida, y mi afición
me obUga a decir que son
grandes secretos de Francia;
que ya sabes el deseo
que de.ste reino han tenido
sus reyes.
No te he querido,
s más cuando ya te veo
tan de partida, decir
que, .supuesto f|u».- te importe,
esto de andar en la corte
es un can.sado vivir.
Tú te metes en quimera,
que presto conocerás
cuan ciego y errado vas.
ROB. Si yo, Laura, no te diera
cuenta con loca afición
de mis cosas en mi vida
y esta secreta partida
pusiera en ejecución,
no me dijeras aquí,
movida acaso de celos,
que el bien que me dan los cielos
ha de ser mal para mí.
¡Qué de bienes ha perdido
por tomar el parecer
de su celosa mujer
más de algún necio marido!
Yo sé, Laura, lo que intento;
no quiero consejos, no.
Lau. Mi amor te hablaba, que yo
no tuve tal pensamiento.
Sé yo que vas engañado.
¿Qué piensas que hay en la corte,
que de unas cartas en porte
ya esperas un grande estados-
La esperanza y la ambición
te meterán por su puerta,
luego a la privanza abierta
aumento y estimación.
Entregaránte al servicio
lisonja y solicitud
y éstos luego a la inquietud
del favor y del oficio.
La envidia y murmuración
te harán luego compañía,
tu esperanza cada día
sentirá disminución.
Las cautelas, los engaños,
el corto premio, el disgusto,
más aprisa que era justo
irán segando tus años.
Verás a la ingratitud
entregarte a la vejez,
que es el último juez
ya sin fuerza y shi salud.
No verás más la esperanza,
sino el arrepentimiento
que te muestra el sufrimiento
junto a la desconfianza.
Quejoso, pues, desta suerte,
verás con triste partida
que en la corte cualquier vida
va por la posta a la muerte.
Ron. Habrás, Laura, imaginado
ACTO PRIMERO
i4i
Lau.
ROB.
Galo.
ROB.
Lau.
ROB.
Lau.
Galo.
que el favor y pretensión
me olvidaran sin razón
la obligación de mi estado
y quedando en las sirenas
de la corte olvidaré
la que vida y alma fué
en la sangre de mis venas.
Déjate de imaginar
que sus Scilas y bajíos
podrán los intentos míos
de su firmeza mudar.
Yo te adoro, yo soy tuyo;
yo SO}', mi Laura, tu esposo;
la corte es mar proceloso;
pero por el golfo suyo
pasaré yo con llevar
siempre a Ulises a mi lado.
El Duque me ha procurado
dar a conocer y honrar.
Déjame ser algo, pues
que lejos del Rey ninguno
puede ser nada, y si alguno
piensa que sin él lo es,
sólo del sol se contente,
como Diógenes hizo,
a quien no le satisfizo
todo Alejandro presente,
que yo, Laura, no nací
tan filósofo.
Xo quiero
cansarte; mas presto espero
que te acordarás de mí.
Eso siempre, Laura mía;
y mira que es tarde ya.
(Entra Galo, criado.)
Fabricio aguardando está;
pero no te aguarda el día,
que a toda furia se pasa.
Dadme, señora, licencia.
Xo os encargo que en mi ausencia
no falte 3-0 en vuestra casa,
pues sois vos quien queda en ella.
El cielo os \-uelva con bien.
A serviros, que sois quien
es mi dueño, Laura bella;
no hay corte. Duque ni Rey
para comparar con vos.
Adiós, mi bien.
Guárdeos Dios.
(Vase Roberto.)
¿Galo?
Señora.
Lau. La ley
de un buen vasallo y criado
es advertir al señor.
Galo. Fía de mi grande amor
ese deseo y cuidado.
(Vase Galo.)
Lau. ¡Oh terrible confusión
en una honrada mujer,
pues ha de callar y ver
su muerte en esta ocasión!
Piensa mi esposo Roberto
que son celos mi temor,
y es el temor del amor
que tiene el Duque encubierto.
Sé que a la corte le envía
para poder en su ausencia
hacerme alguna violencia.
¡Qué desventura la mía!
Procúrele divertir
de la jomada a la corte,
donde temo que le acorte
la esperanza de vivir.
Mas él, como va engañado,
piensa que mis celos son;
pues decirle la ocasión
pienso que hubiera excusado
mayor mal, porque es un hombre
que a ninguno perdonara
su ofensa, y esto bastara
para obscurecer mi nombre.
Hartas veces pretendí
decírselo, y, finalmente,
vi que es menos mal que intente
el Duque vencerme a mí.
Pues yo sabré resistirme,
que ponerle en ocasión
de matarle o confusión
en mis desventuras firme.
IMal liice en no lo decir;
quizá de aquí me sacara
con prudencia y excusara
el ponerme en resistir
la contingencia del daño;
que fiar de su poder
sin marido una mujer,
si no es locura, es engaño.
Escribirle será justo
de manera que lo entienda:
pero temo que le ofenda
más de la carta el disgusto.
Que una pesadumbre escrita
da más pena que contada.
344
LA INOCENTE LAURA
que el que la cuenta no enfada
tanto, porque pone y quita,
al paso del que la escucha
como le ve la color;
pero escrita es más rigor
y poca parece mucha.
Porque leyéndola dice
siempre aquella misma cosa,
y es mucho más enojosa
ver que jamás se desdice.
Escribir al fin condeno;
mil veces habla un papel
al que está a solas con él;
la tinta llaman veneno.
Pues no se le dé en su luto,
sino que desta violencia
a mi honrada resistencia,
que es palma y es dulce el fruto.
Que de nú historia, si alguna
de este mi amor ha de ver
a lo que quisiere hacer
el gusto de la fortuna.
(l'ansc, y entra Leon.\rda, Duquesa, y el Conde Ri-
cardo.)
Leo. Si no quiero hablar contigo,
persuadirme no es razón.
Ríe. ¿Cuándo no fué discreción
escuchar al enemigo?
Leo. ¿Qué me puede resultar
de oírte?
Ríe. Si te dijere
cos>a de mi amor ni diere
a mis suspiros lugar,
fálteme el cielo y la tierra;
lo que procuro es tu vida
tan locamente ofendida
de quien en su pecho encierra
las crueldades de Xerón,
las impiedades de Sila,
de Clodomiro, de Atila,
de Alboíno y Ocrión.
Lko. ; Pues fjuién puede ser un hombre
<jue a mí me quiera tan mal
y pueda hacérmele?
Ríe. Igual
a tu po<ler y a tu nombre.
LEíj. va Rey de Ñapóles tiene
más ¡joíler; no .será él,
ni meiu)s con .ser cruel
.su fama y nombre convitiu-.
KlC. Rfxleas c-1 no entender
que es el I)nquc, tu marido.
Leo. Si yo lo hubiera entendido
no fuera noble nmjer.
Que tu industria conocida
con que nos pones en mal
de una mujer principal
no puede ser admitida.
Vete con Dios.
Ríe. Presupuesto
que cuanto dijere aquí
lo has de ver antes que a mí
me creas; esto}' dispuesto,
movido de compasión,
a librarte deste daño.
Leo. ¿Cuándo pensaste el engaño?
Ríe. Todas las mujeres son
tan fáciles de creer
que al crédito fabuloso
pintó un poeta famoso
en figura de mujer.
Mas tú, que de ser discreta
te precias y persuades,
no das crédito a verdades.
Verdad es que estoy sujeta
a creer, por ser mujer,
cualquier cosa que no ha sido;
pero no de mi marido,
que es comenzarle a ofender.
No quiero yo que lo creas,
que lo veas quiero yo.
¿Que lo vea?
f-Por qué no?
¿Qué pierdes en que lo veas
si te libras de la muerte
con sólo verlo?
Aunque son
celos y amor invención,
te quiero escuchar.
Advierte:
el Duque, tu esposo, adora
a Laura, la de Roberto.
¿Eso es cierto?
jY como cierto!
Tu indu.stria conozco agora:
Celos tus celos aphcan.
¡Oh, Conde, discreto eres!
Que es cebo en que las mujeres
con mayor presteza pican.
¿Celos de Laura me has dado?
Algo te han dicho de mí.
Ríe. Del Duque lo sé, que hoy fui
testigo de su cuidado.
Leo. ¿K1 le lo dij(j? ¿A qué efeto?
Ríe. l'or meterme en .su traición.
Leo.
Ríe.
Leo.
Ríe.
Leo.
Ríe.
líEO
Ríe.
Leo.
ACTO PRIMERO
345
Leo.
Ric.
Leo.
Ric.
Leo.
Ríe.
Leo.
Ric.
Leo.
Ric.
Leo.
Ríe.
Leo.
Ríe.
Leo.
Ríe.
I«EO.
Ríe.
Leo.
¿Traiciones a mi afición?
Mas no fué el Duque discreto.
Si te pretende matar,
¿no ha menester lui amigo?
¿Eso ha tratado contigo?
Tú me quieres engañar.
Ya oigo que lo has de ver;
y mira si todo es cierto,
pues que despacha a Roberto
adonde no ha de volver.
¿Cómo?
Quiere en el camino
que le salgan a matar.
¿Luego él quiérese casar
con Laura?
Yo lo imagino.
Porque matar a Roberto,
fingiendo que son ladrones,
y con tan breves razones
tener resuelto el concierto
del veneno que ha de darte,
¿a qué puede dirigirse?
Yo vi a Roberto partirse.
Para no volverse parte.
¿Cómo podremos hacer
que vuelva Roberto aquí?
Siguiéndole 3-0.
Es así;
pero también puede ser
que el Duque, viendo tu ausencia,
sospeche el aviso.
En todo
se puede biiscar un modo
con discreción y prudencia.
Mas si le voy a llamar,
¿adonde le esconderé?
En mi casa le tendré,
donde podremos tratar
el remedio todos tres
de mi vida y de la suya.
Pues para que más se arguya
desta verdad, que lo es,
a ti y a Roberto juntos
haré que aquesta traición
os diga Laura .
Invención
notable; espero por puntos
ver el fin.
¿Oué dices?
Digo
que si Roberto y yo vemos
el peligro que tenemos,
que no faltará castigo
del cielo a los dos traidores.
Ríe. ¿Qué más que quererme a mí?
Leo. ¿Xo me prometiste aquí.
Conde, no hablarme de amores?
Ríe. Dices bien.
Leo. Parte y avisa
deste suceso a Roberto.
Ríe. Mañana estuviera muerto.
Deja, Leonarda, la risa,
que has de ver que soy quien soy
y que la vida me debes.
Leo. Como lo que dices pruebes,
en obligación te estoy.
Ríe. Si el Duque me echare menos,
a tirar dirás que fui
dése monte un jabalí.
( Vase.)
Leo. ¡Ay, celos de engaños llenos!
¿Diré que estos son engaños?
¿Tendrélos por desvarios? .
Xo, porque basta ser míos
para ser ciertos mis daños.
Porque si no fuera cierto
que el Duque intenta matarme
y este quiere remediarme,
no me trajera a Roberto.
Si es mentira, es, a lo menos,
a la astrología igual,
que por saber bien o mal
la consultan muchos buenos.
Arroj árame a decir
al Duque aquesta traición;
mas es poca discreción,
si es que me importa el vivir.
Que sr es verdad y le digo
al Duque que j^a lo sé,
¿cómo con él viviré
ni él puede vivir conmigo?
Y si es mentira y le cuento
que el Conde ha sido el traidor,
descubro su ciego amor
y su justa muerte intento.
Lo mejor me ha parecido
dejar venir a Roberto,
y siendo el suceso cierto,
que aun piensa amor que es fingido,
apartarme de mi daño
y procurar mi provecho.
(Salen el Duque Rudolfo, Tiberio y eLENARDO.)
DuQ. ¿Partióse?
TiB. Así lo sospecho.
DuQ. Bien se ha lucido el engaño.
346
LA IXOCENTl-: LAURA
Cr.EN'. Yo pof lo menos le vi
botas y espuelas calzadas
y vi unas perlas lloradas
sobre un clavel caimesí.
Di'Q. ' Xo me digas sentimientos
de Laura por su marido;
que de envidia mi sentido
desmaya mis pensamientos.
El se partió, yo he quedado,
el competidor ausente,
por más que un desdén intente
se ha de rendir de cansado.
Esta noche prevenid
miisica y armas.
TiB. Señor,
las letras dicen tu amor.
T)T'Q. Mi amor en letras decid,
y plegué a Dios que le pague
o a lo menos que le acete.
Clex. Mucho la ocasión promete,
.«i no es que el desdén la estrague.
TiB. Mi señora estaba aquí.
DiQ. Xo la he \'isto. ¿Habtáme oído?
Clen. X'o, .señor.
Di'Q. Señora.
Leo. ¿Es ido
Roberto ya?
1)10. Mi bien, sí.
¿Queríades escribir?
I.,Eo. Eso pensé, mas no importa.
¿Ha de .ser su ausencia corta?
¿Quiere Roberto \'ivir
en la corte por ventura?
Di'Q. Si el Rey, señora le emplea
en el cargo que desea
y con mi favor procura,
podrá ser que viva allá.
Leo. ;V entre tanto queda aquí
Laura?
lJl'5¿- Mi señora, sí,
jMen.so que la deja acá.
;P-ro ¡)<)r qué lo decís?
Leo. l'or visitarla, que es justo.
iJl'y. J iLstamente a su disf^usto
' ! consuelo prevenís.
LE' Quiero a Laura en tanto extremo
que conmigo la trairé.
I>ry. ;Iístí) es ni;ilicia?
Tin Xosé;
que está cun .sosix-cluis hiiio
Le< ' Guárdeos el cielo.
IJI W \ a voN
I)ara mi bien.
Leo.
DUQ.
Leo.
Dro.
TiB.
DUQ.
Cr.EX.
Dro.
TiB.
DUQ.
Tía.
Di'g.
¿Vuestro bien?
Y mi regalo también.
¿Aun esto más? ¡Guárdeos Dios!
(T''asc la Duquesa.)
Si bien advierto, Tiberio,
en las palabras 5' el modo
del hablar celos es todo.
X'o carece de misterio
aquella risa fingida
y el repetir tus amores.
Hacer a Laura favores
treta ha sido conocida
y más el querer agora
traerla a casa.
Yo creo
que el juego de tu deseo
va entendiendo mi señora;
mas podrásla deslumbrar.
Eso es menester saber,
que no hay en amor placer
por quien yo le dé pesar.
Llegado a darla disgusto,
piérdase el gusto que pesa,
más pesarle a la Duquesa
que cuanto pesa mi gusto.
A I^aura quiero yo bien
por cosa ajena y hermosa;
mas no aborrezco mi esposa,
que la quiero bien también.
Ya conozco tu intención;
mi señora estáse en casa,
que tal vez el gusto pasa
a ver las que ajenas son.
Cuan bien en pocas razones
decía un discreto ayer
c|ue había de estar la mujer
propia como los balcones:
que, para que no ofendiera
y poder verla con tasa,
estuviese asida a casa,
mas siempre estuviese fuera.
At-udo, pero cruel
fué el pensamiento.
Quería
\ er este balcón de día
y estar de noche sin él.
Yo no cierro la ventana.
Tiberio, de mi afición
y dejo fuera el balcón,
(jue a la noche, a la mañana.
al mediodía, a la tarde
me agrada y parece bien
(|ue nuichos años la guarde.
ACTO PRIMERO
347
Laura es entretenimiento
más que no extremo de amor.
TiB. Propio gusto de señor.
DuQ. Vencer su rigor intento,
porque el desprecio he sentido;
esta noche la paseo.
Clen. Tú vencerás.
Dúo. Xo lo creo.
Clex. ¿Por qué?
Dúo. Adora en su marido.
Cl,EN. jSIuchas, si el ejemplo quieres,
aman otros con ventajas.
DuQ. Eso es en mujeres bajas,
pero no en nobles mujeres.
Llamad al Conde.
TiB. Habrá una hora
que fué al monte.
DuQ. Si vohñere
presto, decid que me espere.
(]'asc el Duque.)
Cr.EN. Si el Duque a Leonarda adora,
no intente cosas terribles.
TiB. Es tema que entre señores
esos se llaman amores,
que tienen más imposibles.
(Vanse y entran crn aderezos de camino Roberto'
Ricardo, Galo y An'Dronio criados .)
Roberto.
Cuando te vi venir con tanta furia
pensé que ibas a Xápoles, Ricardo.
Ricardo.
Tú sólo eres el fin de mi jornada;
a ti, Roberto, viene dirigida;
un caballo me cuestas, que sospecho
que ya no puede serme de provecho.
Roberto.
En confusión me has puesto con buscarme,
y más con el cuidado que me dices.
Ricardo.
Si le tienes, Roberto, de tu vida,
no te va menos en volver la rienda.
Roberto.
No hay que advertir en el ciiado; es hombre
de quien puedo fiar mi honra misma.
Galo.
¿Xo me dirás, Andronio, a qué veniste?
Andronio.
Galo, yo no lo sé; mas sé que importa
la vida de Roberto.
Galo.
Extraño caso.
Ricardo.
Con todo eso importa con secreto
tratar caso tan grave.
Roberto.
Estoy de suerte
que no puedo, Ricardo, responderte.
Ricardo.
Rodulfo, Duque de Santángel, hombre
cerca del Rej-, de autoridad tan grave
y que tú tienes por amigo y deudo,
te despacha a la corte.
Roberto.
Quiere el Duque
que me conozca el Re)-, porque en sus cartas
le encomienda en extremo mi persona,
refiere los servicios de mis padres
y otras cosas que son de harta importancia
de a\'isos.
Ricardo.
Ya lo sé, del Rey de Francia;
mas advierte que todos son fingidos,
fingida tu jomada y tu privanza,
fingido el Duque y el favor que pide.
Roberto.
¿A qué efecto, Ricardo?
Ricardo.
i.1 efecto sólo
de que las pretensiones te entretengan
en tanto que de Laura goza.
Roberto.
¡Tente!
X'o pronuncies, Ricardo, con tus labios
la infamia desigual de mis agravios.
Ricardo.
Dirás tú que me obliga, siendo huésped
del Duque, a darte aviso y no guardarle
el debido secreto.
Roberto.
¿Cómo puedo
si veo que de un Rey eres hermano,
sino pensar que de la sangre misma
348
LA INOCENTE LAURA
que de tu generoso padre tienes
ha nacido este noble pensamiento?
Ricardo.
Aiiiujue en ella se funde este principio,
más fundamento en la Duquesa tiene,
con quien yo tengo deudo más estrecho;
matarla intenta el Duque.
Roberto.
¡Cielo santo!
Segiin eso, mi viáa está en peligro.
Ricardo.
Yo pit-nso que en la corte le tuvieras,
]x>rque I.aura, tu esposa, y él conciertan
vivir, muertos los dos.
Roberto.
;Cómo?
Casados.
Ricardo.
Roberto.
,H1 cielo sufre tal maldad?
Ricardo.
Xo sufre,
pues que te avisa a ti y ella lo .sabe.
Roberto.
; Laura, mi esposa, fué traidora. Conde,
a mi honor, a mi .sanara y a mi vida?
Ricardo.
I^ura es niujer; mujeres también fueron
la que vendió por un collar su esposo
y su padre también por un deseo.
RíJBERTO.
Cosa me dices. Conde, que parece
imposible al amor que me ha mostrado
y a las obligaciones que me tiene.
Ricardo.
Si lo lias de \er, Roberto, con tus ojos,
.si de la boca de tu espo.sa oírlo,
;dc qué sirve que dudes?
Roberto.
I'ues presume
que aun viéndolo y oyéndolo de Laura,
estaré má,s dmloHo.
Ricardo.
Pues, Roberto,
vete con Dios y tu camino sigue,
que yo pondré remedio en la Duquesa
y tú en la corte, y antes por ventura,
tendrás el pago de tu necio crédito.
¿S03' yo por dicha algún villano? ¿Vengo
conducido a este aviso con dinero?
Roberto.
Conde Ricardo, yo no pongo en duda
cosa ninguna que en mi daño sea
porque sé que he nacido desdichado;
mas no te espantes de que, amando a Laura,
defienda a Laura este momento sólo.
Ricardo.
¿Por qué, si es fiera de tu sangre Laura?
Vuelve conmigo, que has de estar secreto
en casa de Rodulfo, porque quiere
hablarte la Duquesa, que esta noche,
si llegamos a tiempo, los dos juntos
habéis de ver que os ha vendido Laura.
Roberto.
Todo es cierto. ¿Qué dudo? ¡Ah, fiera esposa!
Ricardo.
Esas cartas despacha al Rey con Galo.
¿De qué manera?
Roberto.
Ricardo.
Advierte, Galo amigo;
toma este pliego y a la corte parte;
dásele al Rey y di que en el camino
queda Roberto herido de unos hombres
que quisieron robarle, y sea de suerte
que se extienda la fama de su nuierte.
(^..\i,o.
Si porque mi señor viva y se libre
importara fingir cosas que apenas
pudieran .ser creídas de los hombres,
las hiciera mi ingenio a todas fáciles.
Roju:rTo.
liste es el ])liego, n)i remedio estriba
en que sepas fingir.
('.alo.
Guárdete el cielo
desta traición, que tú verás mi celo.
ACTO PRIMERO
349
Ricardo.
\'olvaiuos, pues, que Andronio irá coutigo
donde puedas hablar a la Duquesa,
porque yo pueda divertir al Duque,
{]ue temo que sospeche lo que trato.
Roberto.
Muera sin honra si te fuere ingrato.
(Eníraisi-, y salen la Duquesa r I^aura.)
Leo. Lo que había yo de hacer
has hecho, Laura, conmigo.
Lau. ]Más justo es venirte a ver
y a consolarme contigo,
si amor le puede tener.
Pienso que a no haber pasado
la tarde contigo aquí,
me hubiera desesperado.
Leo. Basta que pretende así
quitarme Laura el cuidado.
Cuando dudosa estuviera
de lo que esta infame trata,
justas sospechas me diera.
Lau. Fuera yo a Roberto ingrata
si menos dolor sintiera;
que yo sé que de mi ausencia
no siente menos rigor!
Leo. Es justa corespondencia.
¿Qué, le tienes tanto amor?
Lau. Pierdo el seso y la paciencia.
En mi casa no cabía
luego que le vi partir,
toda infierno parecía;
tanto, que ha sido vivir
el pasar contigo el día.
Dame licencia, señora;
que si amor de tierno llora,
ir a llorar me conviene,
porque ha de faltarle agora
todo el sol que Laura tiene.
Leo. Pues quédate, Laura, aquí.
Esta noche pasaremos
las dos.
Lau. a pensar de mí
que templara los extremos
con que te cansara a ti,
esa merced recibiera,
pero no quiero inquietarte.
Leo. Para mí de gusto fuera,
enamorada, escucharte.
¡Cómo finge¡ ¡Ah, tigre, fiera!
Todo cuanto hacer procura
es querer a.segurarme.
pero menos me asegura.
Duí¿.
I<AU.
DUQ.
Leo.
Lau.
Leo.
(Salen el Duque y criados.)
Yo me atrevo a aventurarme,
ciego de tanta hermosura.
¿Qué es esto? ¿Ya de partida?
Es nmy tarde.
Por mi vida,
que no os vais.
Ya se lo ruego.
Verá en sus ojos un ciego
su traición. Yo soy perdida;
mas quiero disimular.
]\Iujer que de hoy es viuda
bien es que acuda a llorar.
¡Qué bien lo que tuve en duda
me ha venido a declarar!
Viuda dice que está;
que debe de creer ya
que han de matar a Roberto.
Pues no logrará el concierto.
En fin; qué, ¿Laura se va?
Hoy es día de atender
al gobierno de la casa.
Con vos vo^^ que quiero ser
hoy xiiestro esposo.
¡Eso pasa!
¿Pues ya qué tengo que ver?
¿Vais a acompañarla vos?
¿No es justo?
]\Iuy justo.
Adiós,
El cielo os \'uelva a Roberto.
Todo lo que dijo es cierto,
y que se adoran los dos.
Ella dice que es viuda
y él que es justo que hoy acuda
al oficio de su esposo;
pensamiento temeroso,
en las desdichas no hay duda.
türait .\xDROxio y Roberto, disfrazados.)
DUQ.
Lau.
Dúo.
Leo.
DUQ.
Leo.
Lau.
Leo.
(E
And
Leo.
And.
Leo.
ROB.
Leo.
El Conde ha llegado ya.
¿Viene Roberto con él?
Aquí disfrazado está.
Roberto.
El dolor cruel
lugar apenas me da
para mirarte a la cara.
¡Quién, señora, imaginara
tal desdicha de los dos!
Con eso es tan justo Dios
que nuestra inocencia ampara.
De aquí se va Laura agora;
conmigo ha pasado el día.
350
LA INOCENTE LAURA
ROB.
Leo.
RoB.
Leo.
RüB
Ríe.
Leo.
Ríe.
Leo.
ROB.
Ric.
Leo.
RoB.
l.iiO.
¡Oh, vil mujer! ¡Oh, traidora!
Por ver al Duque sería,
a quien es cierto que adora .
Yo no lo tuve por cierto
hasta agora que la oi
decir que es viuda, Roberto;
que con esto conocí
que ya te juzga por muerto.
El también, muy amoroso,
le dijo que hacer quería
el oficio de su esposo.
Laura, ¿tú eres nmjer mía?
Sufrir, Roberto, es forzoso,
que aun me queda algún recelo
de que aquesto no es verdad.
Sí es verdad; yo sé que el cielo
castigará su maldad
viendo mi inocente celo.
(Entra Ricardo.)
Por ver al Duque primero
no vine a besar tus manos.
Que vuelva muy presto espero.
Mis recelos fueron vanos,
todo ha sido verdadero.
En sus ojos lo leí
y de sus boca oí
señas bastantes agora.
;Xo te lo dije, señora?
; Había de haber en mí
género de falsedad?
Sí; mas primero que crea
de Rodulfo esta crueldad
quieren mis ojos que vea
más distinta la verdad.
Pues yo por fuerza de ver
cómo me quita el honor,
I^aura.
Yo os quiero poner
donde la veáis mejor
ya que esta noche ha de ser.
Id juntos a disfrazaros
y en la puerta de Roberto
pfxléis los dos ocultaras,
que el Duque será bien cierto
crmmigo a desengañaros.
Varaos, que pienso que viene.
. Podré esrondernie ? í i )
Podrás,
jnies a mi vida conviene,
dentro, en mi pe<-lio.
(I) En el originaJ, I lor errata, <licc:
denme?».
• .J'o'lrc, cScon-
RoB. Xo hay más;
si es Laura vil, morir tiene.
Ríe. Bien se trazan mis quimeras;
con poéticos engaños,
finjo historias verdaderas.
(Vanse I.eonard.^ y Roberto, r saUn ti Duque
Tiberio.)
DuQ. Xo habrá remedio a mis daños.
TiB. ¡Que presto te desesperas!
Ríe. En tu busca voy perdido
desde que vine de caza.
Dro. Seas, Ricardo, bien venido.
Ríe. ¿Cómo ha ido?
Dro. Mal se traza;
todo es desdén, todo olvido.
Fuíla a acompañar.
Ríe. Y bien.
DuQ. Dice que me quiere mal.
Ríe. Fingiría ese desdén,
porque por desprecio igual
querrá picarte también.
Los músicos apercibe
y ven conmigo a su calle,
DuQ. Si mal el dueño recibe,
¿no será mejor que calle?
Ríe. X'o. en tanto que ausente vive;
demás que finge el desdén;
yo sé que te quiere bien,
y esta noche lo verás.
DuQ. Vamos, y tú le dirás
lo que la quiero también.
RiC. Que es vergüenza considera
no confesarte querer.
DuQ. Y mira que no me quiera.
Ríe. Algún monstruo vendrá a ser
el parto desta quimera.
(Vanse, y salín Andkonio, Roberto y la Duquesa
con un capotillo y sombrero)
Roberto.
Esta es la casa donde yo vÍA'ía,
Leonarda, enamorado y engañado
de Laura, que era el alma que tenía.
Lkoxarda.
Con .ser tanto mi mal, nii- has lastimado.
Roberto.
¿lis esto lo fjue yo te merecía,
ingrata, ])()r liaberte idolatrad»)?
vSi yerra el hombre (jue del hombre fía,
¿qué bien tendrá quien de mujer confía?
Mísero yo, (jue pu.se mi esperanza
en tu hermosura.
ACTO PRIMERO
351
León ARDA.
Disimula un poco.
Roberto.
Eras mujer, naciste de mudanza.
Leonarda.
Reporta tu dolor.
Roberto.
Vuélveme loco.
Si no tiene segura confianza,
bien de la tierra en cuanto miro y toco,
de donde nace a donde muere el día,
¿qué bien tendrá quien de mujer confía?
(Salen el Duque, Ricardo, criados y músicos.)
Duque.
Si habéis templado ya, cantad mi pena.
Roberto.
El Duque es éste y nuestro buen Ricardo;
aquí te esconde.
Leoxarda.
Estoy de furia llena.
¿Qué desengaño más notable aguardo?
Duque.
Cantad un mar de amar (i) a su sirena.
Roberto.
Temo, suspiro, muero, tiemblo y ardo.
Si Laura fué traidora siendo mía,
¿qué bien tendrá quien de mujer confía?
(En cantando los mi'isicos, salga I,aur.\ a la ventana.)
Lau.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
Lau.
Ríe.
Lau.
Ríe.
Si el Duque, por deshonrarme,
estas locuras intenta,
saldré a decirle en la calle
lo que en la calle me pesa.
¿Hay atrevimiento igual?
¿Xo ves que abrieron la reja?
Déjamela hablar primero.
Pues nadie parece llega.
Laura.
¿Quién es?
Soy el Conde;
no te alteres, oye atenta,
que te va la vida y honra.
La honra, ¿de qué manera?
El Duque, por tus desprecios,
con esta falsa encomienda
tu esposo a la corte envía;
I/AU.
Ríe.
Lau.
Ríe.
Lau.
Dúo.
Lau.
Leo.
Roe.
Leo.
Dúo.
Lau.
(i) Hartzenbusch enmendó (.amor».
mataránle, cosa es cierta,
porque también el tirano
matar quiere a la Duquesa
para casarse contigo.
Yo, viendo tantas quimeras,
he dado aviso a tu esposo,
que mañana dará vuelta
secretamente a su casa
por que el Duque no le vea.
El quiere, Laura, esta noche
romper ventanas y puertas
para sacarte de aquí;
pero tú, si eres discreta,
llámale y di que le adoras,
y esto que el Duque concierta
di que es bien hecho y que quieres
que los dos que él dice mueran,
pero que se vuelva a casa.
Si con esto le sosiegas,
vendrá mañana tu esposo,
darásle de todo cuenta
y él te librará de todo.
.\ngel más que hombre; si queda
vida en mí para servirte,
tu esclava soy.
Pues no temas;
habla al Duque desde ahí,
muy recio, para que entienda
que estás ya determinada.
Haré lo que me aconsejas.
Agora oirán lo que dice
su marido y la Duquesa.
¡Ah, señor Duque Rodulfo!
¡Laura mía!
Yo quisiera
tener llave para abriros,
mas tiempo largo nos queda.
Mueran los que vos sabéis,
nunca los ausentes \nielvan,
que vos, señor, seréis mío
y yo solamente vuestra.
Sólo os pido que esta noche
os vais por qi;e no se entienda
lo que tratamos los dos.
¿Xo lo escuchas?
i^Ouién pudiera
hablar agora!
Detente.
Laura, el amor que me ciega
desta manera me trajo,
haz que mañana te vea.
Vuestra soy, vedme mañana.
(Vasc Laura.)
LA INOCENTE LAURA
Ríe. Fuese.
Di'Q. Déjame que pueda
darte mil veces los brazos.
Ríe. Roílulfo. no te detengas
con esta gente en la calle.
Dio. \'amos, por que no lo entienda
T.eonarda, que anda celosa.
Ríe, A luz saliámi quimera.
n'ini-i,- tiJoíi: i7ii,ii,it la Duquesa, Roberto i
DRONIO.)
I<EO. .Vunc|ue oyeron mis oídos
lo que dijo, estoy tan muerta
que te pregunto si dijo:
«Xunca los ausentes vuelvan,
unieran los que vos sabéis».
Rt)B. Ix)S que sabéis, dijo, nmeran
y no vuelvan los ausentes.
Déjame, señora; deja
que rompa estas puertas viles.
Leo. Tu muerte, Roberto, intentas;
avergüénzate de ver
que una mujer te aconseja
y falta paciencia a un hombre
cuando ella tiene paciencia.
Pues eres discreto, calla
y secretamente ordena
matar quien quiere matarte,
que mi venganza secreta
presto la verás, Roberto.
RoB Bien dices, callar es fuerza;
yo te daré presto, Laura,
la muerte que me deseas.
ACrO .SF.Gl'NDÍ) DE
L A I X O C E NT E LAURA
(Salen Ricardo, I.eonakda ) Roberto.)
Ri<" Si al Duque muerte no das,
/cómo aseguras tu \'ida?
Rob. Con veneno en la comida
asegurarte podrás.
Leo K1 amor que le be tenido
ya su traición me ha quitado;
la vida el Conde me ha daao,
será el Conde mi mari<l'),
pero pensar que t' H'!"'
ánimo para malar
al Duque, no hay que ir.iiar.
Ríe. ;\ yo no iXKlré"'
An-
Ric.
Leo.
Ríe.
Leo. Xo sé.
Cualquier hazaña sangrienta
nos ha de llamar traidores
creyendo que tus amores
le dieron muerte violenta.
Piensa una industria.
Ríe. Roberto
se vaya sectetaniente
a su casa, donde intente
el fin de nuestro concierto
dando muerte con recato
a Laura.
RoB. Aunque a Laura adoro,
mi honra es mayor tesoro;
pasaré su pecho ingrato;
pero quisiera saber
qué traza pensáis tomar
con el Duque
Del pensar
suele el acertar nacer.
Yo he pensado que es mejor
que el Rey mismo le dé muerte.
¿El Rey mismo? ¿De c{ué .suerte?
Diciéndole que es traidor.
Ya sabéis que soy hermano
b.istardo del Rey; j-o iré
y que me quiere, diré,
poner el cetro en la mano
movido del interés
de mandar el reino.
RoB. Es cosa
de probar dificultosa.
Ríe. Muy fácil, Roberto, es,
porque tengo de llevar
carta tuya que lo afirme,
y por que más se confirme,
la Duquesa me ha de dar
otra en que lo mismo digr.
Pues si su propia mujer
lo dice, ¿no ha de creer
c|ue .sola lealtad le obliga?
RoB. El pensamiento es seguro,
y no seré yo traidor
si a quien me quita el honor
su justa muerte procuro.
Disculpa tengo bastante.
La carta voy a escribir.
Ríe. Oue te habló ])()drás decir,
como a persona itnp>ortante,
sobre alzarme rey y hacer
gente en todos sus estados.
Leo. Yo escribiré sus cuidados
como su proiúa mujer.
ACTO SEGUXDO
353
Diré que con gran secreto
sus amigos convocaba;
diré que gente alistaba
de guerra para este efeto,
y, sobre todo, diré
que la lealtad me ha movido
contra mi propio marido.
Ríe. Pues luego me partiré,
que esas dos cartas harán
que el Re\^ por consejo mío,
le mate en secreto.
RoB. Hoy fío
que nuestras vidas tendrán
seguridad en su muerte;
yo voy a ^-engal mi honor.
Ric. Muestra, Roberto, valor
y en honra el valor convierte.
I/a carta luego me envía
que a tu casa llegues.
Rop. Voy.
¡Ay, cielos, la muerte doy
a la propia vida mía!
(Vase Roberto.)
Ríe. ¿Echas agora de ver
cuan obligada me estás?
I^EO. ¿Puedo 5"o pagarte en más
que en ser, Conde, tu mujer?
Ríe. Sí; mas en tanto que el plazo
llega, ¿no es justo que amor
te obligue a hacerme un favor?
Leo. Deten, por tu vida, el brazo;
que aunque el Duque me ha ofen-
hasta obligarme a perdelle, [dido
yo no tengo de ofendelle
mientras fuere mi marido.
Ríe. Extraña resolución.
Leo. Si tú, Conde, lo has de ser,
¿no holgarás que tu mujer
tenga esta buena opinión?
Si a quien me quiso matar
guardo, Conde, este respeto,
mira, pues eres discreto,
¡si te le sabré guardar!
Déjame entrar a escribir
para que luego te partas,
y haz con el Rey que mis cartas
procure siempre encubrir,
que si fuere menester
iré a la corte.
Ríe. ¡Ay de mí!
¿Que aun esto no merecí
llamándote mi nuijer?
DUQ.
Ríe.
I<EO.
DUQ.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
DUQ.
Ríe.
DUQ.
(Sale el J^uque.)
Puesto que yo soy quien soy
y Iveonarda quien yo sé,
no sé qué disculpa dé
de lo que mirando estoy.
Ya muchas veces me ha dado
cuidado ver a los dos
con tal secreto.
Por Dios,
que el Duque nos ha mirado.
Vete a escribir y diré
que de ti me despedía.
Escribid ,señora mía,
porque luego partiré.
Yo voy, y por si no os \'iere,
el cielo os lleve con bien.
¿Despí dense?
Haced también
que sólo un momento espere.
(Vase la Duquesa.)
¡Válgame Dios! Si no es esto
celos, los celos, ¿qué son?
Mas tenerlos no es razón
de un pecho noble y honesto.
jNIas, como no me ha contado
el Conde a quién quiere bien,
esto me pone también
muchas veces en cuidado?
Conde.
Agora recibí
carta del Re}- en que envía
a llamarme; esto decía
con pena a Leonarda aquí.
Porque, por Dios, que me pesa
sumamente de dejaros.
Fué a escribir; quedé a rogaros,
como quien siempre profesa
favorecerme, escribáis
al Rey mis buenos deseos.
¡Por qué notables rodeos,
celos, a un hombre lleváis!
Pensé que el Conde decía
amores con celos vanos,
5' besábale las manos
porque de ella se partía.
Mas, ¿quién tendrá el pensamiento
que no vuele como un ave?
¡Conde!
¡Duque!
El cielo sabe
cuan notable sentimiento
me deja vuestra partida;
23
354
LA INOCENTE LAURA
pero si os puedo ser\ir
y vos me queréis decir
la que de vos fué servida,
fiádmela en \niestra ausencia
y veréis con qué lealtad
la sirvo.
Ríe. Nuestra amistad
ya sé que es toda presencia.
Xo os lo pensaba decir;
mas pues me voy a la corte,
ya no importa, aunque me importe
lo que yo os debo servir.
A Laura lie q;ierido bien,
y el servicio que os he hecho
es sacarla de mi pecho
para dárosla también.
Por quererme os despreciaba,
y cuando os favoreció
fué porque le dije yo
que en amaros me obligaba.
Yo me voy, y con mi ausencia
queda ese negocio llano.
I^'í'Q- cQi^íé^ sino un rey o un hermano
de un rey con tanta excelencia,
con tal grandeza y valor
su propio gusto me diera?
Dadme esas manos.
Ríe. Qui.siera
que fuera el mundo este amor.
DUQ. Dos joyas os quiero dar
que llevéis y que por mí
traigáis en la corte.
RlC. Así,
tan presto os queréis pagar.
Dt'q. La una es un jaez de oro
y la otra un trencelín
de diamantes.
Ríe. Son, en fin,
muy dignas de ese decoro;
y, avmque pobre, desde allá
os enviaré diez caballos
que pueda el sol envidiallos
cuando en los del cielo va.
Dtq. Cualquier merced vuestra aceto;
vamos a escribir. Sfjspechas,
hoy quedáis todas de.shecha.s.
Ríe. Hoy tendrá mi gusto efeto.
Amor e ingenio sutil
tantas quimeras me ofrecen
que olas de la mar parecen,
pues de una .salen dos mil.
(V'ame, y »a/rw RfjiiKKTo v I,.mka.)
Lau. ¿Pues cómo vienes, señor,
de aquesa manera?
RoB. Laura,
mi honor y vida restavira.
Ya sé que el Duque es traidor,
ya sé que intenta matarme
y sé también tu lealtad. *
Lau. Pues si sabes la verdad
no tengo que disculparme.
Romper el Duque intentaba
tus puertas- yo le engañé.
RoB. Ya, Laura, todo lo sé.
Lau. Sabrás que inocente estaba.
RoB. La cruel confiesa ya
como ve que sé el engaño.
Gracias a Dios que este daño,
Laura, remediado está,
y gracias también al Conde,
que me fué a avisar.
Lau. Mi bien,
el Conde en eso también
a su valor corresponde.
Si por él no hubiera sido,
ya fueras muerto.
RoB. Eso creo.
Pero quien tanto deseo
de mi deshonra ha tenido
tendrá castigo de todo,
tan presto, que ejemplo sea.
I<AU. Xo será bien que te vea.
Haz, mi Roberto, de modo
que de su tierra salgamos.
ROB. Hoy conmigo has de partir,
ya todo aquesto es fingir.
Lau. ¿y dónde quieres que vamos?
RoB. Cerca de la corte iremos
al más vecino lugar,
donde podremos estar
mientras que en la corte entremos.
Lau. Por la mar no será bien,
ya ves que el mar me maltrata.
RoB. Cómo se teme la ingrata
de que sus aguas le den
merecida sepultura.
Mirándole estoy la cara.
¡Ah, cielos, quién tal pensara
de su honesta compostura!
Por la costa iremos bien,
porque te alegre la mar;
sus aguas te han de alegrar
cuando por los pies te den.
Yo las teñiré, traidora (Aparte),
en tu sanj-re.
ACTO SEGUNDO
355
Lait. y nuestra hacienda,
¿a quién queda en encomienda?
Roe. Quede Otavio por agora
en guarda suya hasta tanto
que la despache al lugar
adonde habernos de estar.
IvAr. I^a noche extiende su manto
con poco gusto de ver
la tierra con sus estrellas;
parece que a^-udan ellas
a lo qixe intentas hacer.
Vamos, y a tu gente advierte.
RoB. Salir muy solo imagino.
Fiera Laura, en el camino
te dará mi honor la muerte.
(Vanse. Salen d Rey de Napoi.es, acompañamiento y
Oalo.)
Rev.
Hame pesado, amigo, por extremo
que de Roberto no tuvieses nuevas.
Galo.
Ya pienso, gran señor, que será muerto.
Rey.
Yo hice que saliese de mi corte
un capitán y guarda conveniente
para que le buscase en todo el campo
y asimismo a sus fieros homicidas;
mas ni parecen ellos ni Roberto,
ni hay labrador en monte ni en aldea
que diga que le ha visto.
Gai,o.
Xo me espanto,
que como pude le llevé de noche,
atravesado en el caballo, haciendo
una senda de sangre las heridas
por la aspereza del inculto monte,
a una cabana de pastores pobres,
que habrá sido, por dicha, su sepulcro.
Dame licencia que a buscarle vaj-a.
Rey.
Será muy bien, y si quieres gente
lleva la que quisieres.
Galo.
Dios te guarde.
(Vase.)
que solo iré mejor.
Rey.
Mucho me pesa
de la desgracia deste caballero
por habérmele el Duque encomendado
y su virtud y sangre acreditado.
(Sale Aristeo.)
Aristeo.
Tu hermano acaba de apearse agora.
Rey.
¿Cómo sin mi licencia? ¿Ya no sabe
que no ha de estar en Xápoles sin ella ?
Aristeo.
Xo te enojes, señor, que 3^0 sospecho
que viene el Conde ya más sosegado.
Rey.
¿Vosotros no sabéis ya sus costumbres?
¿Qué sosiego queréis que tenga un loco?
Aristeo.
Pixes él te busca, no te importa poco.
(Sale Ricardo, de camino.)
Ricardo.
Dame tus pies.
Rey.
Levántate del suelo
y dime cómo vienes desta suerte.
Ricardo.
Retírate y sabrás la justa causa.
Rey.
¡Hola! Salios afuera. ¿Qué suceso
te ha traído, Ricardo, a nuestra corte
sin que preceda la licencia mía?
Ricardo.
¿Tu vida no es suceso de importancia?
Rey.
¿Son avisos de Francia?
Ricardo.
X'o es de Francia .
¿Tú no mandaste que me entretuviese
en la tierra del Duque de Santángcl
y que su huésped fuese algunos días
entre tanto que a España me enviabas?
¿Pues qué piensas, señor, que ha sucedido?
Rey.
Tengo tan poco crédito, Ricardo,
de tus cosas, que creo que el deseo
de venir a la corte te habrá dado
esta invención.
356
i.A i.\oci:nti£ i.auka
RlCAUDO.
De hoy más, señor, espero
que k- teudré contigo, pues bien sabes
que no intenté jamás cosa en tu ofensa;
pudieron ocasiones de la corte
precipitar mis juveniles años.
¿Qué cosa te ofendió de mí que fuese
más que juego y amor, armas y empresas?
Rev.
Volvamos al suceso.
RlC\RDO.
Muchos días
me regaló Rodulfo. Finalmente,
me dijo que si yo valor tema
tu corona en la frente me pondría.
Rey.
¿Qué dices. Conde? Si ocasiones buscas
de vivir en la corte, ¿cómo intentas
por tan extraños medios conseguillas?
Ricardo.
Yo te digo verdad, y que ha intentado
dar la muerte a Roberto en un camino
fingiendo que ladrones le robaron,
el cual, herido, .se vohaó a .su tierra
y trac su mujer consigo.
Rey.
;K1 Duque
intentaba la muerte de Roberto?
Ricardo.
De esta conjuración le daba parte;
mas todos los que en ella entrar no quieren
mueren secretamente, y a,'í el Duque
te enviaba a Roberto con avisos
a efecto .sólo de matarle. Mira
si basta a darme crédito esta carta.
Rey.
Muestra. Rol^erto firma.
RlCARlXJ.
Ivl m¡.smo escribe.
(Lea.)
♦Por ser leal, como es razón que sea
ti que nació con mis (obligaciones,
c-stuve a pique de perder la vida.
Da crc-ílito a Ricardo, a quien KikIuIío
hacer intenta rey y despojarte
ílel reino con la gente que levanta
de secreto en su tierra y aim en Francia.
Ricardo ha hecho como hermano tuyo,
pues que, disimulando con Rodulfo,
va a darte cuenta de su loco intento.»
Rey.
Agora digo que envidiosos viles
te apartaron de mí, querido hermano
Dame esos brazos muchas veces.
Ricardo.
Mira
por qué caminos tan notables quiere
mostrar el ciclo la inocencia mía.
Mas para que conozcas más de veras
a lo que llega el bárbaro Rodulfo
con la ambición de gobernar a Xápoles,
de su misma mujer es esta carta.
Rey.
¿Leonarda es contra él?
Ricardo.
Leonarda misma,
por ser leal.
Rey.
Merece ser la décima,
Ricardo, entre las nueve de la fama.
Lee y verás.
RlC.\RDO.
Rey.
Su letra he conocido.
Ricardo.
I<ee, y premia, .señor, quien te ha servido.
(Lea.)
«Aunque sin incurrir en pena alguna
pueda callar una mujer delitos
de su marido, en cosa de los reyes
no dan esa licencia nuestras leyes.
Si mis hijos, mis padres, mis hermanos
lo mismo hicieran que Rodulfo intenta,
de esta .suerte su muerte procurara.
A Ricardo pretende dar el reino
mi marido, cruel y haciendo gente.»
Ui;v.
.\'o hay que leer. Cuando mía mujer noble
llega a este punto, grande mal se intenta.
N'ete, Ricardo, a descansar, c|ue (juiero
tratar caso tan grave con quien jiueda
aconsejarme bien.
ACTO SEGUNDO
357
Ricardo.
Si no pretendes
alborotar el reino, con secreto
prende a Rodiilfo o qne le maten manda.
Rey.
Vete, que 3-0 pondré remedio en todo;
y cree que agradezco de tal suerte
la vida que me has dado, que muy presto
tendrás el premio.
Ricardo.
¿Qué mayor me espera
que ver que te he servido? Guarde el cielo
tu vida de traidores.
Rey.
¡Caso extraño:
portentosa maldad! Mas, ¿cómo creo
tan fácilmente tan atroz delito
constándome la sangre, la nobleza
y la virtud del Duque sobre todo?
Mas, ¿cómo su mujer, cómo Roberto
esto escribieron? Ahora bien, yo quiero
llamar al Duque e informarme a solas;
que hablando con el rey el que es culpado
muestra el delito en el hablar turbado.
(Vase, y sale Galo.)
Gai.o. Xo sé cómo ha de tomar
Roberto el haber dejado
la corte; pienso que ha errado.
Pero ¿cómo pude errar?;
que si el Rey hizo buscar
los montes y no le hallaron
las guardas que le buscaron
a peligro le ponía
que se supiese algún día
que él y el Conde le engañaron.
¡Válgame Dios! ¿Qué habrá sido
de Laura, si ya Roberto
de su desventura cierto,
tomar venganza ha querido?
¡Oh Rodulfo fementido!
Ya no de Santángel eres,
sino demonio que quieres
que así se truequen los nombres,
porque en errando los hombres
no hay que culpar las mujeres.
(Dentro I^aura y Roberto)
Lau. ¿Es posible, esposo mío,
que des crédito a un traidor?
RoB. Laura, en cosas de mi honor
de mí mismo no me fío.
Lau. Advierte que es desvarío
matar tu inocente esposa.
Gai.o. Al pie de aquesta fragosa
montaña que baña el mar,
avmque en oculto lugar,
siento una voz lastimosa.
Pues no será cocodrilo
que llore sobre su arena
ni por las ondas sirena
que cante a su falso estilo
RoB. Mi vida pusiste al filo
del acero de un traidor
que me quitaba el honor.
Hoy morirás.
Lau. ¡Virgen santa,
libradme!
(tAlo. Ya me levanta
todo el cabello el temor.
Las voces se han declarado^
mujer sin duda se queja;
alguno la fuerza o deja
muerta o la voz me ha engañado.
(Sale Roberto con la daga sangrienta.)
ROB.
Amor, mi honor he vengado.
Mucho ha podido el honor.
pues no me venció el amor.
Gaeo.
Aquí el homicida viene.
sangrienta la daga tiene
y demudado el color.
ROB.
Un hombre viene camino.
¿Si me ha visto?
Gai.o.
¡Ay, santo cielo!
Que éste es Roberto recelo
y ha hecho algiín desatino.
¡Señor!
ROB.
Mi muerte adivino.
¿Quién es?
Gaeo.
Galo, tu criado.
ROB.
Seas, Galo, bien llegado,
que ya parece que el cielo
te envía para consuelo
de un hombre tan desdichado.
Galo.
¿Cómo vienes de esta suerte?
ROB.
A Laura, amigo, a mi esposa...
Galo.
No digas tan fea cosa.
ROB.
Acabo de dar la muerte.
Galo.
¿Qué es lo que dices?
ROB.
Advierte
que de su boca entendí
mi ofensa.
Galo.
¿Es posible?
ROB.
Sí;
:.^s
I.A INOCENTE LAURA
que una noche oí que hablaba
con el Duque y concertaba
de darme la muerte a nu.
Gai.(i. ¿Tai Laura pudo caber
tal infamia de su nombre?
RoB. Si mancha su honor un hombre,
no te espante una mujer.
Gai t ». ¿Qué es lo que piensas hacer?
Ror.. ¡Ay, Galo, perder el seso!
p>orque el amor te confieso
que a Laura tuve es de suerte
que será darme la muerte
menos temerario exceso.
¿Cómo cupo en tu belleza,
Laura, tan grande traición?
¡Oh, las hermosuras son
sujetas a más flaqueza!
¿Hizo la naturaleza
monstruo como tú? Ivos dos
muramos; mas, amor, vos
no me permitáis perder
por una ingrata mujer
el alma, imagen de Dios.
Salgamos, Galo, de aquí,
que muero por ir a vella;
mas ya no estará tan bella
después que muerte la di.
Amor, ¿iré a verla? Sí.
Honor, ¿iré a verla? Xo.
Laura, mi amor te mató.
¿Laura ya muerta? ¡Jesú!
Mas eres la hermosa tú
y era el desdichado yo.
\'amos a la corte, amigo,
donde alguna industria honrosa
de aquella mujer, mi espo.sa,
cubra el bien hecho castigo.
¡Ay, honor, fiero enemigo!
Maldiga el cielo tu nombre,
pues no hay hombre a quien no asom-
que el honor pudiese hacer (brc
que flaquezas de mujer
fuesen infamias de un hombre.
Gai.o. Xo te detengas, señor,
ya que a tal desdicha vienes,
que mientras más te detienes
más aumentas tu dolor.
RoB. Montes, que de mi rigor
soLs l«stig(js, sepultura
le dad en N-uestra espesura,
fjuc mi crueldad encubrió
a una mujer que mató
mi desdicha y su lienuosura.
DlQ.
Leo.
DUQ.
Leo.
Dio.
Leo.
Dúo.
Leo.
Dro.
I<EO.
DlQ.
(l'anse y salen el Duque y Leoxarda.)
El Rey a llamarme envía
y que solo a verle vaya.
¿Pues qué temor os desmaya?
Dejaros, Leonarda mía;
que no tengo qué temer,
aunque la carta parece
sospechosa.
Xo merece
vuestra virtud ofender
la envidia, que siendo tal,
queda vencida a sus pies.
Llamarme solo no es,
Leonarda, buena señal.
Ha días que se partió
Roberto y no ha respondido,
y hay quien diga que ha venido
y que a Laura se llevó
con gran secreto de aquí.
Si no habéis dado ocasión
a Roberto, no es razón
temer del más que de mí.
¿Habéisle, por gravedad,
tratado descortésmente?
¿Xo le sentáis igualmente
y le habláis con voluntad?
Pues siendo así, ¿qué recelo
os puede Roberto dar?
¿De quién podré sospechar?
De nadie, así os guarde el cielo.
Ricardo no está ofendido
de mí.
¡Qué extraño cuidado!
Hombre que habéis regalado
y en \'nestra casa tenido,
fuera de su calidad,
¿había de hacer traición
a vuestra justa opinión,
sangre, virtud y lealtad?
Mirad que el Rey escribió
con prisa y de letra propia
y (|ue fuera cosa impropia,
a lo que presumo yo,
será escribiendo, importuno,
contra las reales leyes,
que de su letra los reyes
no escriben largo a ninguno.
I'-sta caria diee ansí:
(Ua.)
«Duque: Solo y con secreto,
venid para cierto efeto
que os importa a vos y a mí.»
ACTO SEGUNDO
359
Leo.
DUQ.
Leo.
DUQ.
Leo.
Extraña resolución
es la de aqueste papel.
Vos sois leal y fiel
si por dicha envidias son,
dejaos prender, que nuiy presto
saldrá a luz vuestra verdad,
que tenier vuestra lealtad
en gran confusión me ha puesto.
Mas por si os quieren matar
enemigos que tenéis
y que vos no conocéis,
podéis, Rodnlfo, llevar
cuando en el palacio entréis
dos pistolas de secreto.
Es el consejo, en efeto,
del ingenio que tenéis.
Yo llevaré un peto fuerte
y dos pistolas, y así,
si hay envidia contra mí,
podré escapar de la muerte.
Y si el Rey prenderme intenta,
obediente, esperaré.
a que la ocasión me dé
de hacerme esta injusta afrenta;
que a los reyes no hay tratar
de resistir, que ha de ser
la defensa obedecer
y la respuesta callar.
Con esto y vuestra licencia
voy a ponerme en camino.
Precepto humano y divino
es al mayor la obediencia.
Id a vestiros, y adiós.
El os guarde.
¿En qué reparo,
(Vase el Duque.)
pues con su temor es claro
que nos ofende a los dos?
De Roberto se ha temido
como ha ofendido a Roberto.
Bien ha salido el concierto,
pues todo el Rey lo ha creído.
¿Qué haré yo para poder
dar más fuerzas al engaño?
No hay daño que iguale al daño
de vengarse una mujer.
Al Rey le quiero escribir
que el Duque le va a matar;
las pistolas le ha de hallar,
fácil será de inferir.
Por la posta haré que vaya
persona que antes que llegue
al Rey la carta le entregue.
Algo el amor me desmaja.
Mas, ¿qué amor será razón
que tenga a quien me mataba
y con Laura se casaba
por tan notable traición?
¡Muera Rodulfo! Los cielos
rae querrán favorecer
sabiendo que soy mujer
y que estoy loca de celos.
(Vase, y entran Belardo y Tirreno, villanos leñadores,
c on Laura herida.)
Bei..
Tenia de los brazos bien.
TlRR.
¡Pardiez!, Belardo, que creo
que se muere.
Bei,.
Mi deseo
oigan los cielos.
TlRR.
Amén.
Bel.
¡Ah, señora, esa hermosura
obligada está a valor!
Lau.
¿Fuese mi bien?
Bel.
¡Qué dolor!
Llamarle y verle procura
habiéndola atravesado
por mil partes.
TlRR.
Guárdeos Dios
en este peligro a vos.
que él debe de estar guardado.
Y en verdad que no tenéis
mucha obligación de amar
a quien os \'ino a matar.
si ofendido no le habéis.
Lau.
¡Ofendido! Sabe Dios
que son celos harto injustos.
Bei,.
¡Ah, celos, qué pocos gustos
hay en el mundo por vos!
Animaos, que a la cabana
habemos llegado ya;
si Filida en ella está,
veréis cómo os acompaña.
cómo os sirve, cómo os pone
en las niñas de sus ojos.
y si vivís, los enojos
de ^•^^estro dueño compone.
que es pastora muy sabida.
(Salga Filida.)
¡Ah, Filida!
Pir,.
¿Quién me llama?
Bel.
Una medio muerta dama
a quien puedes dar la vida,
que un traidor la ha dado aquí
mil puñaladas.
36ü
I.A INOCENTE LAUIÍA
Ftt.
Lau.
Fii..
TlRR.
Fii,.
TlRR.
Bel.
FlL.
Bel.
Lat-.
¡Ay, cielo,
qué mortal sudor de hielo
la cubre!
Llégate a iní.
Dadme de presto dos paños,
diréle aquella oración.
Buenas las palabras son
y salud de muchos años.
^'es aquí un lienzo. Entre tanto
que la curas, tomaré
mi escopeta y mataré
una perdiz.
¡Cielo santo,
dadme aquí \'uestro favor!
Tú, Belardo, enciende fuego.
Ya le enciende amor; que luego,
tras la piedad, entra amor.
Toda estoy enternecida.
Y yo de una muerta muerto.
Aunque me has muerto, Roberto,
te quiero más que a mi vida.
(Vanse, y salen Roberto, Galo y Ricardo.)
Roberto.
De la suerte que digo le di muerte;
Galo testigo, que la vio sin vida.
Ricardo.
;Y fué donde ningimo pudo verte?
Roberto.
Está de dos mil árboles ceñida
una sierra que el mar de Italia baña
y de peñas altísimas vestida,
cuchillo y parte de la gran montaña
del Gárgano famoso, que compite
con el Pirene que divide a España.
Allí el honor me manda que la quite
la vida, Conde, amiíjue el amor procura
que viva en nu, y aquí su voz repite.
Ix)S árboles la dieron sepultura,
allí enterré su sangre; allí nacieran,
si naciera sembrada la hennosura,
ninfas (jue al monte fértil compusieran;
otro Ovidio de fábulas y amores
y hennosas fénix de mi Laura fueran.
Allí le dije lástimas y amores
con tanto sentimiento, que .sospecho
que .se caían de dolor las flores.
KiCAkix).
Justo dolor te mueve; mas ja es iiecho
y tú has mostrado en esto ser quien eres.
Roberto.
Mi honor, en fin, descanse satisfecho;
déjeme el vano amor con sus placeres;
honra quiero en el mundo.
Ricardo.
De la honra
siempre han sido verdugo las mujeres.
Hoy, Roberto, verás que el Rey te honra
en esta fiesta que a sus años hace,
lo que no merecieras con deshonra.
Xo sé cómo a mil hombres satisface
el oro con infamias adquirido
como tesoros que en sus casa nace.
Roberto.
Xo llega a tales hombres al oído
lo que murmuran todos, y si llega,
es de áspid que al encanto está dormido;
la honra es Argos, la deshonra es ciega.
(Salen el Rey de Ñapóles y Otavio.)
Ota. Aguardo que te resuelvas
para que luego me parta.
Rey. La respuesta de esta carta
es que a la Duquesa vuelvas.
Di, Otavio, que la leí
y que el aviso agradezco,
y porque el premio le ofrezco
y quiero dársele aquí,
di que con grande secreto
venga a la corte.
Ota. Yo iré
con brevedad.
Rey. Oue tendré
de ti memoria prometo.
Ríe. Roberto ha llegado aquí
ya de sus heridas f-ano.
Rey. Xo me pudieras, hermano,
dar mejor nueva.
Rob. De nn'
te puedt s servir, señor,
con la lealtad que he nacido.
Rey. Ya sé cuan Kal ha sido
tu virtud, .sangre y valor.
Alza, Roberto, del suelo;
mi capitán de la guarda
.serás desde hoy, que no larda
jamás el j^remio al Inuii celo.
Ivs la traición de Rodulfo,
de suerte (|ue lia de negar
mi piedad el fiero mar
de .su crueldad en el golfo.
ACTO SEGUNDO
361
Escríbexne la Duquesa
que viene Rodulfo ya
con aviso que sera
el fin de su loca enipref-a.
Esta noche llega aquí
con dos secretas pistolas
para matarme si a solas
puede ejecutar en mí
tan atrevida maldad.
Ríe. ¿Qué no hará quien a su Rey
contra toda humana ley
pierde la justa lealtad?
RoB. Como sin hijos te mira
}• de la Reina viudo,
quiere hacer rey; mas no pudo,
porque el blanco doijde tira
es blanco de confianza,
do lealtad, amor y fe,
donde segura se ve
tu bien fundada esperanza.
Xo le debes a Ricardo
nada en esto, que no obliga
la razón.
Rey. Xo sé qué os diga
más de que esta noche aguardo
la mayor prueba de todas.
Ríe. ¿Cómo le hablarás, señor?
Que le prenderás mejor
si algún engaño acomodas.
Rey. Cuando esta noche en la fiesta
entre los nobles querría
poner al Duque una espía
que le conociese, y puesta
en la puerta de palacio
que me viniese a llamar
para que le salga a hablar,
pues da higar el espacio
que hay de la sala a la puerta,
donde quiero, disfrazado,
saber su pecho.
Ríe. En cuidado
me has puesto; si acaso acierta
a conocerte...
Rey. X'o hará;
demás que aparte conmigo
irá gente.
Ríe. Si contigo
Roberto con gente va,
paréceme que es la traza
de tu ingenio.
RoB. Es en extremo,
porque con eso no temo
la muerte que te amenaza.
Rey.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Rob.
Rey.
Rob.
Rey
Rob.
Rey.
Ríe.
Rob.
Gai,o.
Rob.
C7AE0.
Rob.
Gai,o.
Por la Duquesa envié.
¿Por la Duquesa, señor?
Téngola notable amor,
quiero que en la corte esté.
Así, porque es de importancia
que haciendo la información
con secreto no es razón
que esté con tanta distancia;
porque esto no lo querría
publicar.
¡Qué bien has hecho!
Venga y sabrás de su pecho
lo que al papel no se fía.
¿Hay ventura que se iguale
a la que el amor me ofrece?
Bien la Duquesa merece
que tu Alteza la regale;
porque a quien su mismo esposo
niega por su rey, es bien
que el justo premio le den.
Que prevengas es forzoso,
Roberto, algunos soldados
de quien mi persona fíes.
Bien es, señor, que confíes
tu vida de mis cuidados;
yo iré a tu lado con ellos.
La fiesta previenen 3-3;
a punto, Roberto, está,
que hoy nos pone los cabellos
en la mano la ocasión
para hacer que éste confiese
su traición, aunque le pese.
Hoy probarás su traición.
Vente, Ricardo, conmigo,
disfracémonos los dos.
Vil Rodulfo, hoy quiere Dios
que tengas justo castigo.
{ Vansc Ricardo y el Rey.)
Galo.
Señor.
Vil consuelo
estas probanzas me dan;
yo soy del Rey capitán.
Echase de ver que el cielo
te favorece, señor;
que la muerte de una ingrata
no le lia enojado, pues trata
de dar aumento a tu honor.
Galo, mi alférez te hago;
la merced parto contigo,
y así a las demás me obligo.
Das a mi amor justo pago
y beso tus pies mil veces.
36.
r.A INOCEXTlí LAURA
ROB.
Galo.
RoB.
Galo.
Ron.
Gai/í.
ROB.
Hoy estaba sin honor
y ya le tengo mayor.
Esto y mucho más mereces.
Pero si verdad te digo,
no tengo contento el pecho
ni estoy, Galo, satisfecho
yo mismo para conmigo.
Cuanto veo me parece
sangre, mil arroyos rojos
me desvanecen los ojos;
si, como a Elisa, me ofrece
Laura de sangre teñida,
cosa no voy a tomar
que no piense que es a dar
en su pecho alguna herida.
Si hablo, voy a decir
que maté a Laura, y lo digo
entre dientes y conmigo
sin poderme resistir.
Si duermo, a Laura bañada
ícKla en sangre sueño luego,
y cuando abrazarla llego
huye de mi rostro airada.
Ayer cayó una paloma
llena de sangre a mis pies,
tómela y dije: esta es
I^aura que venganza toma.
Dejóme todas las palmas
teñidas como las vi
cuando a Laura muerte di
para apartar nuestras almas.
Xo dudes. Galo, no dudes,
mi muerte se acerca ya.
Xo dudes que llegará,
si no es que de intento mudes.
Deja la vana tristeza,
ya no hay cobrar lo que tiene
la muerte.
¿Qué me detiene?
Maté la mayor belleza
que el cielo comunicó
de su tesoro a la tierra;
su memoria me hace guerra.
I'ues piensa en que te ofendió.
Hic-n dices. Cuando me acuerdo
que Rodulfo vio en sus brazos
tantos amorosos lazos,
el amor y el seso pierdo,
al>orrezco lo que adoro
y de.sprecio lo que eslimo,
mis ix-n.samii-nlos reprimo
y mLs tristezas mejoro.
\'anios, que es tarde, a servir
al Rey, que es ya lo que importa.
r..\i.(). Si la ofensa te reporta,
nuichas te pienso decir.
RoB. Así de se.so me priva
ser de su culpa juez,
que la matara otra vez
si otra vez la viera viva.
{l'iinse, y sah- el Dl-^i-e vestido a Ui francesa, con
Tiberio.)
Tiberio.
¿Llevas cebadas las pistolas?
DUOL'E.
Llevo
de mi cuidado pólvora secreta,
puesto a las dos para su tiempo el cebo,
y ojalá que la en\'idia me acometa.
Tiberio.
Pues de qué haré lo que a tus obras debo
no es menester, señor, que lo prometa;
mas yo pienso que \-ienes engañado
y que como otras veces te han llamado.
DUOUE.
Xo salta el corazón. Tiberio, en vano
ni el alma da mil golpes a su puerta,
que en el reloj mortal sirve de mano
y es quien las horas del vivir concierta;
las ruedas son el pensamiento humano;
no en balde por momentos me despierta;
o está desconcertada su armonía
o son presagios de la muerte mía.
Esta es la puerta del palacio; aguarda
([ue pasen esas hachas de la fiesta,
que no miro cuchilla ni alabarda
cjuc no imagine a nuestros pechos puesta.
Tiberio.
Injustamente el miedo te acobarda
estando tu inocencia manifiesta;
tema el culpado, porque injustamente
se guarda del castigo el inocente.
Duque.
Las co.sas de los revés no caminan
por los pasos que va lo de otros hombres;
(\\\i: como por terceros se examinan
dan a las causas diferentes noml)res.
Si al Rey envidias a mi daño indinan,
(|ue tema .su justicia no te asombres,
jxMfiue puede el morir, que es cosa antigua,
llegar mientras la culpa se averigua.
ACTO SEGUNDO
363
Pues muerto el inoceute, ;quiéii sospechas
que tratará de restaurar su daño
si preso un noble en cárceles estrechas
se atreve la mentira y el engaño?
Tiberio.
Sí; nías también las leyes fueron hechas
para impedir cualquier rigor extraño.
Duque.
Líbrete Dios de la primera ira
con que acomete a un hombre la mentira.
(Sale el Rt:y embozado, Roberto, Galo y gente.)
Rev. Este me dice la espía
que es el Duque, a quien disfraza
hábito francés.
ROB. Aquí
diez arcabuces te guardan.
TiB. Gente se esconde, señor.
Dúo. Para mí no fuera tanta
si hacen traición al Rey
y el Rey con temor nie llama.
TiB. Esta noche son las fiestas
de sus años, si hoy acaban
sus años.
Dúo. ¡Qi-i-é bien sospechas!
Muchos extranjeros andan
en corrillos por aquí.
TiB. Industria fuera estimada,
pues vienes a la francesa.
saber lo que aquestos tratan.
DuQ. Bien dices; porque si miro
lo que me dice la carta,
afirma que es mi venida
al Rey y a mí de importancia;
sin duda que los avisas
que fingí cuando por Laura
vino Roberto a la corte;
estas quimeras levantan.
Llegar será bien, Tiberio,
pues traemos buenas armas
a ver si es traición al Rey
y morir en la demanda.
¡Ah, caballero!
Rey. ¿Quién va?
DuQ. ¿Mi traje no os lo declara?
(Llegue el Rey, que estará embozado)
Rev. ¿Sois de los que ha de dar muerte
al Rey?
DUQ. ¡Ay. Dios! No sin causa
el alma me lo decía.
Para saber lo que pasa,
quiero decir que soy dellos
y darle aviso que salga
a dar muerte a los traidores.
Rev. ¿Xo respondéis?
DuQ. Reparaba
en si sois de ellos, señor.
Rev. Yo soy; pero mucho tardan.
DuQ. Xo harán; que conmigo vienen
los que han de entrar en la sala
y disparar las pistolas.
Mas ya que esta confianza
hago de vos, ¿quién sois vos?
Rev. El Rey, que aquí te aguardaba,
villano, para saber
de tu boca estas palabras.
¡Ah, capitán, guarda, gente!
(Lleguen todos.)
RoB. Señor.
Rey. Mirad si en la celada
hay soldados y prended
al Duque.
Dro. Señor, j'o estaba
informándome de ti
para ver...
Rey. Traidor, pues hablas.
Sol. Aquí está un hombre con él.
Rey. ¿Qué armas trae?
RoB. X'o son malas:
dos pistolas y un arnés
debajo de la casaca.
Rey. Confírmese la verdad.
Dúo. Señor: si la confianza
que tus padres, tus abuelos
siempre hicieron de mi casa
no merece que me escuches,
a un soldado destos manda
que por en medio del pecho
me atraviese con dos balas.
Rey. X*o hay que oírte, no des voces;
mira que la gente baja
y no quiero que lo entienda.
¿Adonde están las escuadras
que para matarme traes?
DuQ. A'o escuadras? Pero si andabas
tú, Roberto, por aquí,
para más traiciones bastas.
ROB. Aprenderé de las tuyas;
mas no quiera Dios que haga
ofensa al Rey ni al amigo.
Tú me entiendes, aunque callas.
Rey. Llevadle luego a una torre;
y tú, vil, que acompañabas
364
l.A INOCliNTl-: l.AUUA
un traidor, en el tormento
dirás los demás.
TiB. Si tratas
tan nial a un noblo inocente
y que es lo mejor ñc Italia,
¡qué en nmcho que en mí ejecutes
la crueldad de tu venganza!
DuQ. ¡Ah, ciclos!, ¿de qué nie quejo?
¡Todo me viene por Laura!
RoB. Por Laura, no; que viniendo
con ella por la montaña
salieron del mar cien moros
y, escondidos en la playa,
me la llevaron, Rudolfo.
Duy. Pues haz cuenta que es la Cava,
si Italia se pierde agora,
como por Florinda España.
ACTO TERCERO DE
LA INOCENTE LAURA
(Salen I,AURA, en hábito de truhán, y Belakdo de
Cfiído, a lo gracioso, ron un instrumento detrás della.)
Lai'. Advierte que has de callar
y a nadie decir quién soy.
Bel. ¡Pardiós!, muy galano voy,
bien puedo echarme a rodar.
I.Ai". ¿Parécete bien, Belardo,
la corte?
BVA.. Yo soy pastor;
allá me hallaba mejor
con mi gabán tosco y pardo.
Hay muchas cosas aquí,
aunque soy tosco y grosero,
que de mirarlas me muero
y salgo fuera de mí.
Ñapóles es gran ciudad,
su corte cosa excelente;
mas de que no me contente
topa en mi rusticidad.
Veo cosas que reviento
por decillas; pero he visto
que hacerse un hombre malíjuisto
es de .ser necio argumento.
Los que gobiernan darán
del bien o el mal cuenta a Di<is;
que 08 juro que más de dos
arrepentidos están.
Siempre veréis en la corte
una junta de podridos,
toda la vida afligidos
porque esto iniporte o no importe,
Si al otro niirmí galán,
que juega o gasta, murmuran,
y, muy curiosos, i)rocuran
saber por quién se lo dan.
Hombre, ¿quién te mete a ti
en lo que a ti no te importa?
J/AU. Gran salud la lengua corta;
yo lo conozco por mí,
y huélgonie de que me des
tales muestras de callar.
Bel. De vos he aprendido andar
con este compás de pies;
que habiendo estado dos años
en nuestro monte escondida
la historia de vuestra vida
nos encubrís como a extraños;
y aun a Filida, que fué
quien por ensalmo os curó,
no se la habéis dicho.
Lau. Yo
con algún temor callé;
que no puedo persuadirme
que mujer guarde secreto,
aunque lo soy.
! Bel. Ya, en efeto,
me habéis tenido por firme,
pues que con vos me traéis,
cuando el hábito mudáis
y en truhán os transformáis;
es que mi amor conocéis;
pero sabéis que me admira
que os tengan todos por hombre.
LAU. Como este ser y este nombre
te consta a ti que es mentira,
piensas que los otros ven
lo que nunca imaginaron.
BiíL. Mucho ayer os alabaron.
¡Voto al sol, que cantáis bien!
Lau. Pues más te debe admirar
que compongo \o que canto.
Bel. ¿Sois poeta?
Lau. Tanto, cuanto.
Bel. Yo lo lie sido en mi lugar
casi por toda mi vida;
pero es oficio endiablado.
J,AU. ¿Cómo?
Bi-;l. Después que he pensado
una cosa nunca oída,
sale al paso un murmurante
de gorra y aun de bonete
ACTO TERCERO
365
y da desde una hasta siete
con más voz que un elefante.
I<AU. Tengan paciencia también
los poetas, que es razón,
pues como los puercos son.
que muertos parecen bien.
Aquí viene la Duquesa,
mujer de aquel Duque preso,
que ayer te dije el suceso;
mas no es mujer que profesa
tristeza por su marido,
que ha dos años que está aquí
con humos de reina.
BEL. Ansí
todo lo tengo entendido
y sé que el Rey la desea,
y aun del Conde se murmura.
T,AU. Uno y otro la procura;
plega a Dios que por bien sea.
El Rey querría abreviar
con el preso; mas no creo
que se le cumple el deseo
ni da la verdad lugar.
Yo querría, por ser casa
donde acude el re}', tener
entrada y darles placer
mientras mi desdicha pasa.
Quizá gustaran de mí,
y vendré a entrar en palacio.
Bel. Pensarémoslo despacio.
IvAU La Duquesa viene aquí.
¡Ay, cielos! Aunque ha dos años
que a mi Roberto no veo,
si no es que finge el deseo
tan aparentes engaños,
éste es que con ella viene.
(Salen Leoxarpa, Robfrto, Galo r gente.)
ROB. Esto me dijo su Alteza,
y que con mucha presteza
ejecutarla conviene.
Leo. Pues diréisle al capitán
que si al Duque ha de dar muerte,
que se ejecute de suerte
que los que a la mira están
no lo sepan por agora,
que tiene deudos y aniigos.
RoB. Ello se hará sin testigos;
perded cuidado, señora.
Leo. Avisadme si se hace
con Galo.
Galo. Yo volveré
v la nueva te traeré.
Liío. ¡Qué poco el bien satisface!
Que por tales medios viene
el Rey, que a honrarme camina,
y aunque a ser suya me inclina
ver el amor que me tiene,
considerar la inocencia
del Duque me tiene en calma,
porque está la paz del alma
tu la segura conciencia.
Lait. Vuestra excelencia, señora,
me dé los pies.
Leo. ¿Cómo ansí
os habéis entrado aquí?
Lait. Escucha y sabráslo agora.
Soy oficial de placer;
por otro nombre, truhán.
Leo. Por mi fe, que sois galán.
¿Sabéis cantar y tañer?
I/AU. El loco que eso no sabe,
¿para qué puede ser bueno?
Que todo truhán condeno
que ha de hablar y vivir grave;
o ha de ser loco sin seso
o con seso; mas si el loco
tiene seso, cante un poco
porque entretenga con eso;
que truhanes sin cantar
sólo sirven de chismosos,
de testigos enfadosos,
de comer y de cansar.
Leo. ¿Vienes tii a enmendar agora
la vida de estos galanes?
Lau. Soy provincial de truhanes.
yo los reformo, señora.
Hecho tengo un arancel
de lo que se ha de llevar
por entretener y hablar.
Leo. Debes de ser muy cruel.
Lai^ Por haberlo sido estoy
de la manera que veis;
pero vos no lo seréis
del modo que yo lo soy.
¿Queréis que os cante una letra?
Leo. Cuando coma hay ocasión.
I/AU. Tengo una cierta canción
que las entrañas penetra.
Leo. ¿De quién?
I^AU. De Laura, una dama
que está cautiva en Argel.
Leo. Xo nombres esa cruel,
que aun me lastima su fama.
Lau. ¿Por qué, si fué tan honrada
como sabe Dios?
i66
I.A INOCENTE LAURA
T.Eo. ¿Es honra
poner en tanta deslionra
su sangre y casa heredada
de paares de tal valor
con infamia de Roberto?
I.AU. ;Eso se tiene por cierto?
Leo. ;Xo ves que el Duque traidor
con ella se concertó
de matarme?
I.Ai . El Duque ha sido
más que cuantos haii nacido
leal, y esto lo sé yo.
I.K( '. Profesaste que el truhán
no ha de enfadar, y tú enfadas.
I-\T. Si estas cosas son cansadas,
silencio eterno tendrán,
que de ignorancia pequé.
hE(». ;Tu nombre?
I.AI-. Fénix me llamo.
I-Eo. ¿Por qué?
T.Af. Porque sobre un ramo
de palma muerto quedé
de unas heridas un día
y resucité después.
l.Et). V ese mancebo, ¿quién es?
Bel. Quien canta mal y porfía.
I.Af. Es portaguitarra mío,
es funda de mi instruuiento,
es oficial de contento,
y que os le dará confío.
No viene muy cortesano,
que es sacristán en su aldea;
mas como quiera que sea,
vos le habéis de dar la mano.
I-E<». Ello dirá, que yo estoy
de verle con gran contento.
Bel. Lacayo del instrumento
de l'énix, señora, soy.
Tengo una gracia enfadosa
aliende desto.
l.E< >. ¿Y cuál es?
B'-i Sjy poeta de mis pies
y jiido a conier en prosa.
1. 1." ¿Luego vos le componéis
a l-'énix eso que canta?
Bi:i.. Hasta pasos ílc garganta
le suelo dar.
Leo Bien hacéis.
Bki., Con ningún Inu-no nic igualo,
mas tampoco me- condeno;
digo bien <le lo que es bueno
y disimulo lo nialo.
Siempre callo entre l<is necios
y entre sabios hablo poco,
parezco en mis cosas loco
y discreto en niis desprecios.
Amor nie enseñó a escribir
y hartas veces a llorar;
no tengo por no buscar
ni sirvo por no mentir.
Y aunque yo ignorante sea
sé de los sabios que trato
conocer un mentecato
a mil pasos que le vea.
No traigo jamás testigos
de mi vida, aunque es proceso;
trato verdad, y por eso
tengo muy pocos amigos.
Estas son mis condiciones;
si con ellas me queréis,
algún día os holgaréis
de oírnie en dos mil canciones.
i Leo. Huélgonie, Fénix, que sea
\-uestro compañero tal.
Bel. Traslado su original.
I-EO. A los dos quiero que vea
el Rey en viniendo aquí.
Lav. Harto lo deseo yo,
porque nunca el Rey me vio.
Bi:i.. Tampoco el Rey me vio a mí;
porque si me viese un día...
I Leo. ¿Qué habría en suceso igual?
I Bel. ¿Qué habría? Ser gran señal
de que el Rey ojos tenía.
I Leo. Yen, Fénix, y cantarás
algo que me alegre.
Lav. Yamos.
Bici.. Pardiez, si los des cantamos,
que basta una vez no más.
LAr. Buenos nos han de poner.
Bel. Mal el ser truhán me esfuerza,
pues he de cantar por fuerza
cuando otros han de comer..
LAr. Calla, que ya conicrán.
BKi.. Eso Ule alienta y restaura.
Leo. I/O que se parece a Laura
este Fénix o truhán.
RoUEKTO.
i;,sto nu- manda el Rey.
DrQfE.
l'ues ya que muero,
Roberto amigo, ¡¡or envidia íirra
i y (jue la miurte de tu niaiio tí-pero,
ACTO TERCERO
367
oye, por Dios, esta razóu postrera:
Serví como galán y caballero
tu esposa de la suerte que pudiera
a 1 mayor imposible y con cuidado
de no ofender tu honor, Roberto honrado.
Y aun para mis servicios, que eran galas
de un hombre como yo, que te tenía
respeto, porque tú nii sangre igualas
y aun presumo que tienes sangre mía;
como si fueran intenciones malas,
Laura, que con extremo te quería,
fué siempre lauro al rayo de mi furia,
porque el honor del mismo sol se injuria.
Si en mi vida me habló palabra tierna,
si en mi vida me tuvo amor ninguno,
baje mi alma a la prisión eterna
de la que vivo sin remedio alguno.
Ese bastardo que hoy al Rey gobierna
por volver a sus ojos importuno
trazó de suerte mis confusos daños
que hoy siega el tiempo en flor niis verdes años.
Muero inocente de la culpa fiera
que el Rey dice qiie tengo, y de la tuya;
presto permita Dios, presto lo quiera
que a mi primero honor me restituya.
Ya, pues, Roberto, que tu golpe espera
mi cuello, aunque la vida mortal hu^-a,
vesme aquí de rodillas, obediente
a lo que manda el Rey y Dios consiente.
Sólo te pido que si a Laura vieres
algún día, la quieras y la ampares,
que es ejemplo y espejo de mujeres,
y que contra Ricardo te repares.
Roberto.
Duque, ¿es posible que inocente mueres
y que no tienes cosa que declares
en contra deso?
Duque.
Tú lo sabes cierto,
pues tú has jurado contra mí, Roberto.
Roberto.
Si juré contra ti fué por venganza
de la traición cruel con que quisiste
matarme, no teniendo confianza
en que el poder sin ella se resiste
el vengativo honor sin esperanza
de poderse cobrar me puso, ¡ay, triste!,
en levantarte un falso testimonio;
que la venganza es hija del demonio.
Tras esto, de Ricardo, persuadido
de un Rey hermano, y de los fieros celos
de tu mujer, traidor, Rodulfo, he sido
a mi sangre, a tu vida y a los cielos;
mas agora qvie estoy arrepentido
y de mi honor seguros los recelos,
antes me mataré que darte muerte;
librarte quiero, y la manera advierte.
Un ataúd, Rudolfo, que traía
para llevarte muerto, vivo quiero
que te lleve a mi casa, y este día
te irás; mas con la fe de caballero
que no descubrirás la amistad mía
hasta que el tiempo traiga, como espero,
la verdad destas cosas, que sabida
tendrás la tuya sin perder mi vida .
DuouE.
Dame esos pies, que yo me iré entretanto
a Argel para buscar tu noble esposa.
Roberto.
¡Ay, triste yo, que sin oír su llanto
la di en un momento muerte rigurosa!
Duque.
¡Oh qué mal hecho! Pero no me espanto;
que es, en fin, el honor sagrada cosa.
Murió Laura, que no lo merecía,
y vive la cruel deshonra mía.
Roberto.
Yo pienso que, engañada la Duquesa
de lo mismo que yo, te ha perseguido;
porque si amor los celos atraviesa,
es la esperanza posta del olvido.
Mas pues mi engaño con tu aviso cesa,
estáte en estos montes escondido,
que yo podré sacarla de su engaño
cuando a los tres no pueda venir daño.
Duque.
Tantas cosas te debo, que no puedo
responder con palabras, ni aun pensallas.
Roberto.
Xo hablemos, que a las guardas tengo miedo,
y sangre es menester para engañallas.
Duque.
¿vSangre? ¿Pues dónde?
Roberto.
Cortaréme un dedo.
Duque.
Tente, Roberto.
368
I.A INOCENTE I. AURA
Roberto.
Desa suerte callas,
o daréme en un brazo.
DUQUIi.
Aquí está el nu'o.
Roberto.
Espera, que imo y otro es desvarío.
l'n perro he visto allí, matarle quiero
e irá muerto a tus pies sin que sea visto.
Dl-Qi-K.
Prémiete el cielo mientras darte espero
mi estado, si algiin día le conquisto.
Roberto.
Vamos a ver el ataikl primero.
Duque.
Xo sé cómo las lágrimas resisto.
Roberto.
Aquí te pago el daño que te he hecho.
Duque.
Vivo me entierras y yo a ti en mi pecho.
Ríe.
AXD.
Ríe.
And.
Ríe
Am),
(Salen Ricardo y .Axuroxio.)
;Que el Rey de casarse trata?
Ya concertado lo tiene,
y por eso al Duque mata;
que mientras Roberto viene
su casamiento dilata.
Muy poco sabe mi hermano,
pues no ha entendido que adoro
a la Duquesa.
Va en vano
te lamentas.
Tarde lloro
lo que pude ver temprano.
Trajeron mis esperanzas
mi pena de día en día
dos años en confianzas
de gloria, que por ser mía
ha hecho tantas mudanzas.
Contra un Kty tan poderoso
es nmy flaco mi j)f>der;
remedio será forzoso,
y no sé cuál puede ser
en un trance riguro.so;
porque- si ya el Duque es nuierto,
querrá mi hermano ca.sarse.
Pues eso tenlo ])or cierto.
Ríe. Si ello puede remediarse,
que lo intentaré te advierto.
And. ¿Habrá acaso testimonio?
Ríe. ¿Pues qué duda tiene, Andronio?
Testimonios han de ser
los que contra tal poder
impidan el matrimonio.
And. El dueño de tu mudanza
viene aquí con su truhán,
que 3'a es toda su privanza.
Ríe. Aun esas cosas me dan,
Andronio, alguna esperanza.
(Salai L.A.rR.'V, de iruluiu, y I^eox.\rda.)
I<AU. Bien me puedes abrazar
en albricias de ser Reina.
T.EO. -Mis brazos (i) te quiero dar;
pero si Ivconarda reina,
no has de tañer ni cantar.
I.Au. ¿Qué me habéis de hacer?
Leo. Xo sé;
mi secretario te haré,
pues este secreto sabes.
I/AT". Xunra los oficios graves
Vuestra Majestad los dé
a honibres de nacimiento,
humilde, aunque entendimiento
para ejercellos les sobre;
porque es muy soberbio el pobre
levantado en alto asiento.
Si yo vuelvo a ser quien soy,
lo que he sido quiero ser.
¿Qué diré al Rey?
Leo. Que aquí estoy.
Lai^ Bien haces de obedecer.
1 A darle esas nuevas voy.
i Leo. Pues este abrazo le lleva.
I Lau. vSi el Duque es muerto, vendré
también a traer la niieva.
Leo. Vete, Fénix, que no sé
cómo a escucharla me atreva;
que en llegando a que yo he sido
causa de su muerte fiera,
pierdo el gusto y el .sentido.
L.vr. ¿Luego el amor perse\era
<\nv habéis al Duque tenido?
Li;o. Si de Laura me acordara,
con quien me ofendió el traidor,
las lágrimas excusara.
Lac. Si ella no le tuvo amor,
que fué engaño es cosa clara.
(i) i;u el oriRinal <.tr;iias\ n<)r errata.
ACTO TERCERO
369
Leo. Déjame, vete de aquí
y al Rey lo que digo di;
que si de Laura me acuerdo
toda la memoria pierdo
que del Duque vive en mí.
(Vasc T,AURA.)
Lau. Voyme, que avm espero en Dios
que os habéis de ver los dos.
Leo. En la otra vida será.
Ríe. Fénix, Andronio, se va.
Leo. ¡Ah, Ricardo! ¿Aquí estáis vos?
Ríe. Aguardaba a que se fuese
Fénix para que pudiese
hablarte con libertad;
pero si eres Majestad
ya no podré, atmque me pese.
Leo. Majestad dicen que soy
en Ñapóles; mas yo estoy
lejos de pensar que sea.
Ríe. Yo sé que el Rey lo desea,
y así el parabién te doy.
Leo. Como ha de ser por la muerte
de Rudolfo, Conde, advierte
que me des el paramal,
que estoy de pensar mortal,
que agora su sangre vierte.
Ríe. Disimulas tus engaños.
Leo. Lágrimas respondan.
Ríe. Bien,
si ha estado preso dos años.
Leo. Hasta que muerte le den
no sentí tanto sus daños;
que los celos y el querer
matarme pueden hacer
que esté en la venganza fuerte;
pero en llegando su muerte,
soy mujer, y su mujer.
Ríe. Sí; pero muerto sería
mal hecho haberte casado
con mi hermano el mismo día,
pues bien sabes que me has dado
la palabra de ser mía.
Leo. Xo es tiempo de eso, Ricardo.
Vete con Dios.
Ríe. ¿Esto aguardo
por premio de tanto amor?
Leo. Si he de casar, ¿no es mejor
un Rey que un Conde bastardo?
(Vase I,EONARDA.)
And. ¿Esto pudiste sufrir?
Ríe. Reventando, Andronio, estoy;
todo aquello fué f ingii .
And.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Rey.
And.
Rey.
Pues no sabe bien quién soy.
¡\'ive Dios, que ha de morir!
I^ágrimas falsas, 30 haré
si la corona os ha hecho
que así me deis con el pie,
que os volváis sangre en el pecho
y que ella misma os la dé,
A visitalla ha venido
tu hermano.
A buena ocasión
la visita, Andronio, ha sido,
que ya la traza he fingido.
¿Hay tal maldad, tal traición?
Qué buen agradecimiento
de ser de mi re}^ admitida
a desigual casamiento.
(Sale el Rey.)
¿Oués esto?
A no ser tu vida,
a no ser tu mismo aliento,
esta traidora mujer
tú la hallaras muerta aquí
por lo que acabo de ver.
¿Es Leonarda?
Señor, sí.
Lecnarda, ¿qué puede ser?
Entré a dar la enhorabuena,
que A'a merece tan mala
una mujer que no es buena,
cuando en su pública sala,
de afrentas secretas llena,
dos veces este criado
y 3'o la vimos tener
un vil, un loco abrazado,
un oficial de placer.
¡Qué bien el nombre ha empleado!
¿Tú lo viste?
Yo lo vi.
¿Y tú también?
Señor, sí;
y si no es verdad, que el cielo
permita que abierto el suelo
reciba mi cuerpo en sí.
Pues quedo, que no es razón
con infamia semejante
al vulgo dar ocasión;
no pase más adelante
esta mi loca afición.
Xo muera el Duque, antes muera
el villano que a tan fiera
maldad tuvo atrevimiento.
¿Hay más bajo pensamiento?
24
370
LA INOCENTE LAURA
Ricardo, ¿quién lo creyera
de una mujer que en dos años
se lia defendido de im rey?
Ríe. I.,a belleza ñié sus daños
de este truhán, porque es ley
de los humanos engaños.
Ciega de su rostro y talle,
se arrojó I^onarda a amalle.
Rev. Castigaré su maldad.
(Sale Roberto.)
RoB. ¿Está aquí Su Majestad,
que quiero a solas hablalle?
Rev. ¡Oh, Roberto, bien venido!
Xo uniera el Duque.
RoB. Señor,
tarde ha sido.
Rey. ¿Tarde ha sido?
RoB. Ejecutóse el rigor
como estaba prevenido.
Rev. ¡Oh, nunca yo lo mandara!
¿Que ya es hecho?
Rob. Señor, sí,
que aun traigo el llanto en la cara.
Rev. ¿Qué dijo el Duque de nü?
Ríe. ¿Agora en eso repara?
Rob. Que te perdona el rigor
de su muerte, no el honor;
que ese ante Dios te le pide,
donde pienso que reside.
Rev. ¿Pues de qué muestras dolor?
¿Tú no afirmas su traición?
Rob. Venir tierno me ha movido
a decirte esta razón.
Rev. Capitán, ya que has teñido
la espada en esta ocasión,
no la limpies, que hoy es día
de crueldad.
Rob. ¿Pues de qué suerte?
Rev. l'ra grande ofensa nua
de un hombre pide la muerte.
RoB. Cualquiera cosa me fía,
que como aquesta la haré.
¿Quién es el hombre?
Ri: V. I'n truhán
que hoy en tu presencia hablé.
Rob. ¿Pena esos hombres te dan?
Rev. Después te diré por qué.
Rou. ¿Dónde fjuierts que esto sea?
Rev. I'ara (jue nadie lo vea,
al campo le llevarás.
(SaU Laura.)
L\y. Am/jr, ¿manilo nu- darás
el bien que el alma desea?
¡Ay, Dios! ¿Qué ocasión aguardo?
Aquí está el Rey coíi Ricardo,
Aquí está mi esposo fiero.
¿Es éste?
El mismo.
¿Qué espero?
¡Por mi vida, que es gallardo!
Ando a buscar a tu Alteza
con dos abrazos de quien
es reina de la belleza
y estáse acá.
Dices bien,
porque la naturaleza
hizo reina a la hermosura
porque de los reyes reina
que ^^lestro imperio asegura, (i)
¿Cómo no me habéis pedido
los abrazos que me han dado?
Ando agora desabrido.
¿Y no es mejor que salado?
Fénix, a tiempo has venido,
que me has de hacer un placer.
Ese es mi oficio.
A una dama
has de cantar y tañer.
¿Quién es y cómo se llama?
En un jardín ha de ser.
Pues, ¡alto!, vamos allá.
Roberto te enseñará.
\'en conmigo.
Voy con vos.
¿Hay qué merendar?
¡Por Dios,
que gran lástima me da!
¿Quién es la dama?
Es Rosaura.
Conózcola por el nombre.
Canta y su salud restaura.
(Aparte.)
Lástima es matar a un hombre
que tanto parece a Laura.
(Vase Roberto con T^ahra.)
Rev.
Ya, Ricardo, el adúltero villano
va por los pasos de su justa muerte.
¿Qué castigo daremos a I.,eonarda?
Ricardo.
Ivstoy tan afligido de ver muerto
a Rodulfo, su esposo, que imagino
que me ha de castigar, señor, el cielo.
Rob.
Rev.
Lau.
Rob.
Lau.
Rev.
Lau.
Rey.
Lau.
Rey.
Lau.
Rey.
Lau.
Rey.
Lau.
Rev.
Rob.
Lau.
Rob.
Lau.
Rob.
Lau.
Rob.
( 1) raltnn a (.-sta i|uiiitilln dos versos.
ACTO TERCERO
3/1
Rf,y.
A ti, ¿por qué?
Ricardo.
Sospecho que Leonarda
me dio a entender mil cosas que, por dicha,
fueron injustas e inocente el Duque;
confirmólas agora que la veo
en los brazos de un hombre desdichado
que vive de seis cuerdas siendo loco.
Rey.
Pues, agora que es muerto, me consuelas
con que piensas que ha sido todo engaño.
¿Xo fuiste til quien me afirmó por cierto
que el Duque contra mi se conjuraba ?
Ricardo.
Señor, una mujer al primer hombre
pudo engañar, y desde entonces muchas
a los que del primero procedemos.
Muy triste esto}'; traidora fué Lonarda;
a Roberto v a mí nos ha engañado
por librarse del Duque o por ventura
con pensamiento de casar contigo;
y plegué a Dios que España, Italia y Francia
no digan que mataste al Duque a efeto
de casarte, señor, con la Duquesa.
Rey.
¿Con la Duquesa j'o? ¿Cómo es posible,
si el Duque es muerto por engaño suyo?
Ve, Ricardo, y escoge de los doce
im senador, el que te diere gusto,
y venga aquí con guarda, porque quiero
prender a la Duquesa.
Ricardo.
Voy.
Rey.
Camina.
¡Qué sospechoso de Ricardo quedo!
Algiuia gran desdicha me amenaza.
(Vasc Ricardo _v sale Leonarda.)
Leonarda.
¿Fuese Ricardo 3'a?
Rey.
Fuese Ricardo.
Leonarda.
¿De esa suerte rne habla \niestra Alteza?
Rey.
¿Cómo tengo de hablar? Leonarda loca,
a una mujer que con engaños suyos
me ha hecho dar la muerte al mejor hombre
que honró los reinos de Sicilia 3^ Xápoles,
por ventura por ser de entrambos Reina,
y cuando aquesto fuera ambición noble,
¿qué disculpa darás de la bajeza
con que a un truhán has hecho infame copia
de tu persona?
Leonarda.
Gran señor, los príncipes
están más obligados que otros hombres
a mirar con acuerdo lo que hacen
y a pensar con acuerdo lo que dicen.
Ricardo pretendió mi casamiento,
y viendo que lo mismo solicitas
fingió que ese truhán me vio en los brazos
dándolos para ti con dos abrazos;
lo demás todo ha sido invención suya
dirigida a quitarte la corona;
y si lo dije 3^0 fué porque dijo
que matamos el Duque concertaba
a Roberto y a mí para casarse
con Laura, su mujer. Celos y miedo
me hicieron pretender esa venganza;
bien sabe Dios si esto}' arrepentida
j que no lo estará poco Roberto,
que ha conocido el alma de Ricardo.
Rey.
Extrañas cosas son las que me dices.
Leonarda.
Pues si las quieres ver con propios ojos,
escóndete, señor, detrás de im paño
\' verás lo que tienes en el hombre
más desleal que vieron Tro^-a y Grecia.
Rey.
Pues ven y ponme tú donde quisieres,
que quiero del traidor certificarme.
Leonarda.
¡Ay, mi Duque y señor, sin causa muerto!
Rey.
¿Y no es lástima Fénix, aunque humilde?
Pero quiero enviar en busca su\-a.
Leonarda.
¿Mandástele matar?
Rey.
El justo enojo
fué causa.
372
I \ INOCENTE LAURA
León ARDA.
Piles remedíalo.
Rey,
Si puedo,
: ue de que ya le ha muerto tengo miedo.
(\'ans£, y salen I,.\ür.'v, Galo \ Robkrto.)
Kdb. Por Dios, Galo, que le mates,
que no tengo corazón.
Galo. Xunca a quien hace traición
con esa lástima trates.
¿Por qué un villano truhán
había de osar poner
la vista en una mujer
que tiene a mi rey por galán ?
Digo galán; pretendiente
en víspera de marido.
Rc»B. Conozco que culpa ha sido
y atre\'imiento insolente;
mas debes imaginar
que le dieron ocasión
y es hombre.
I.A.U. Alguna invención
estos deben de trazar,
que no veo por aquí
jardines, huertas ni damas.
RoB. Si desta traición le infamas,
juzga su delito en ti;
mira la grande hermosura
de Leonarda, y que rogó;
porque no imagino yo
que cupo en él tal locura.
Galo. Conozco que rogaría
Ivconarda; por que un villano
no osara tocar la mano
en lo que un rey pretendía.
Pero ya que sucedió
y el Rey te manda niatalle,
que es menester di.sculpalle.
Pero bien te entiendo yo;
que el ser aqueste mozuelo
a Laura tan parecido
a lástima te ha movido.
RoB. Tengo tan grande recelo
de que la maté inocente
y que fui a su amor ingrato,
que porque éste es su retrato
le miro piado.sanu-nte.
Ivn fin, yo me determino
a que tú le mates, Galo,
jKjrque ya su rostn» igualo
con aquel rostro divino.
No me mandes que le vea;
Lau.
Galo.
Roe.
Galo.
ROB.
Lau.
Galo.
ROB.
Galo.
ROB.
Lau.
Galo.
Lau.
Galo.
DtJQ.
Galo.
Lau.
Galo.
Lau.
mátale, y diré entretanto
al Rey que es muerto.
¡Qué espanto
me da no saber qué sea
lo que éstos tratando están!
Pues vete y di al Key que es muerto
¡ Buenos servicios, por cierto;
tales los premios serán!
¿Esto vine a pretender?
¿Estos son oficios graves?
Vete pues.
Luego que acabes
nie busca.
¿Qué puede ser
lo que éstos hablan secreto?
INIalas sospechas me dan.
Para matar un truhán,
¿miras en tanto respeto?
¿Xo es hombre? Y Dios, ¿no es
[juez?
¿Y el delito no es inmenso?
¡Ay, Laura hermosa, que pienso
que te doy muerte otra vez!
(Vase Roberto.)
¿X'o acabamos de llegar?
Sí, que va Roberto a ver
si ha llegado la mujer
a quien vienes a cantar.
El color se te ha mudado.
Galo, ¿qué quieres hacer?
No tardarás mucho en ver
que naciste desdichado.
(Sale el Duque.)
Después que en el ataúd
fui vivo en forma de muerto
a su casa de Roberto,
cu3'a nobleza y virtud "
me dio vida y libertad,
orilla del mar paseo,
donde embarcarme deseo
y huir del Rey la crueldad.
Gente pienso que hay aquí.
¿Cómo me podré esconder?
Ya nadie lo puede ver.
Galo, ¿qué quieres de mí?
Mátame otra vez Roberto.
¿Haiiie acaso conocido?
Que calles. Fénix, te pido,
(jue es dar voces en desierto.
Tú has de morir, (jue lo manda
el Rey.
¿Otra vez? ¡Ay, cielos!
ACTO TERCERO
373
DUQ.
Gau).
DUQ.
Galo.
DuQ.
TyAU.
DUQ.
Lau.
Dúo.
Lau.
Dúo.
Lau.
DUQ.
Lau.
DUQ.
Lau.
DUQ.
Lau.
Gritos dan; tengo recelos
de aquel hombre que allí anda;
matar quiere aquel rapaz.
¡Villano!, ¿por qué le matas?
¿Tú de villano me tratas?
iSs nii esclavo, vete en paz.
Déjale.
¡Ay, cielos! ¿Qué veo?
¿No es este el muerto? ¡Roberto!
¡Vuelve, escucha, mira el muerto,
que viene a buscarte creo!
(Huye Galo.)
¿Por qué te daba la muerte?
Por robarme; y pues la vida
me das, que los pies te pida
es justo.
Mancebo, advierte,
si acaso me has conocido,
que a nadie digas quién soy.
Antes desde aquí me voy
con vos, si vos sois servido;
por paje podéis llevarme,
que soy bien nacido.
El cielo
te trajo por mi consijelo.
Mas, ¿qué sientes en mirarme?
¿Oué estás con tanta inquietud?
¿Sois el Duque de SantAngel?
Y til eres Laura, aquel ángel,
o vienes en su virtud
a ser otro Rafael
deste camino que emprendo.
A I^aura, Duque, estás viendo.
¿Xo estabas presa en Argel?
Xo, sino con mil heridas
en medio de esa montaña,
entre una y otra cabana
de humilde hierba vestidas;
hasta que habiendo pasado
dos años, vine a la corte.
Que viéndote me reporte...
¡Ay, Rodulfo, desdichado!
Pon remedio, si es posible,
que la Duquesa se casa
con el Rey.
¡Cielos!, ¿qué pasa?
¡Fuera de ser imposible
una maldad tan notable!
Testigo soy del concierto;
que haberme visto Roberto,
aimque le miro inculpable,
por haber sido engañado,
causa de mi muerte fué
viendo que en palacio entré
y que fui del Rey privado.
Verdad es que la Duquesa
llora tu muerte.
DuQ. ¿Qué aguardo?
Lau. Porque sabe que Ricardo,
Ricardo que por empresa
casarse con ella tiene,
te levantó que quisiste
casarte conmigo.
Dúo. ¡Ay, triste,
qué tarde el remedio viene!
¿Luego todo fué invención
de Ricardo?
Lau. a la Duquesa
notablemente le pesa
de tu muerte y su tre.ición.
DuQ. ¡Ay, Laura, y cómo lo creo!
Mucho pueden celes.
Lau. Tanto,
que matarme no me espanto,
aunque dos veces lo veo.
Dúo. ¿Cómo haré para estorbar
que la Duqiiesa se case?
Lau. Antes que adelante pase
te quiero una industria dar
con que alteres el palacio.
Dúo. Pues.dila.
Lau. Aunque es desatino,
sigúeme, que en el cam'no
te la contaré despacio.
(Va}tse. Entran la Duquesa y el Rey.)
Leo. Aquí está bien vuestra Alteza.
Rey. Pues, Leonarda, ac¡uí me escondo.
Leo. Presto verá mi firmeza,
presto oirá lo que respondo
a un traidor, para que crea
como a c]uien soy correspondo.
Rey. Plegué a Dios que cierto sea;
que tú verás el castigo,
si tu pecho lo desea.
(Sale Ricardo.)
Ríe.
¿Está aquí el Rey?
Leo.
;¡0h, enemigo!)
Ya se fué e 1 Rey.
Ríe.
Ya, Duquesa,
ni te quiero ni te sigo.
Leo.
De entrambas cosas me pesa;
pues l)as querido perderme
y de reinar la alta empre.'^a.
Ríe.
Sin duda cjuieres hacern'e
374
LA INOCENTE LAURA
cou tu ingenio algún engaño.
Leo. Fuera en más engaños verme;
porque de venirte daño
resulta en el alma mía.
Ríe. ¿Después de tal desengaño
tanto bien?
I.EO. ¿Cómo podía
aborrecer quien me adora?
Ríe. ¡Cielos, venció mi porfía!
Declárate más, señora.
Leo. Digo que considerando
tu firmeza, Conde, agora;
lo que has hecho imaginando
tu lealtad, agradeciendo
que es mucho tenerla (i) amando.
La traición del Duque viendo,
pues su muerte procuraste
al Rey su traición diciendo.
Al ver cómo me engañaste
con celos y con mentiras,
que de Laura imaginaste;
los ojos con que me miras
los dos años que tan tierno
por agradarme suspiras.
Digo que tu amor eterno
a querete me ha obligado;
mas procurando el gobierno,
no del mío ni tu estado,
sino de Xápoles, digo
que al Rey dejaré burlado;
procura reinar conmigo,
que siendo reyes los dos
a ser tu mujer me obligo.
Ríe. ¡Ay, esperanza, que en vos
nunca mi remedio vi
como agora!. ¡Plega a Dios
que si no hiciere por ti
mil co.sas contra mi hermano^. . (2)
Mataréle con mi mano.
Y por que veas que acierta
tu pecho y que éste es tirano,
un senador a la puerta
tj aguarda para prenderte,
¡Kjrque tu muerte concierta.
I^Ko. ;l'ues quiere darme la muerte?
Ríe. Tú lo verás, a no darme
tu j)alabra de esta suerte.
1,U(). Contigo quiero casarme
Ríe. V yo matar este fiero.
(i) lin el original «traerla» jxir crt.il.i.
(3) I- altan verso''.
Rey.
Ríe.
Rey.
Leo.
Rey.
Ríe.
Rey.
Ríe.
Leo.
Rey
Ríe.
(Sale el Rey.)
Xo hay más que desengañarme.
Dame la mano.
¿Qué espero?
El Rey viene.
¿Qué hay, hermano?
Senador ni consejero,
no parecen,
Ya, tirano,
tu boca misma confiesa
las maldades de tu mano.
Discreta fué la Duquesa
en escondenne.
¿Qué has hecho?
Engañar a quien profesa
hacer con su falso pecho
engaños a todo el mundo.
Ya estoy de ti satisfecho,
¡Sinón, Ulises segundo!
¿A mí matarme?
¡Oh, mujeres:
cuántos llevan al profundo
vuestros prestados placeres!
(Sale RoBr.RTO.)
i
Roberto.
Ya queda, señor, ejecutado
lo que mandaste en Fénix.
Rey.
Mal hiciste.
Roberto.
¿Es esto lo del Duque?
Rey.
Aunque no es tanto,
me da mayor dolor y pesadumbre.
LEOxarda.
¿Murió Fénix?
Roberto.
No creas c]ue aunque es Fénix
vuelva a resucitar de sus cenizas.
I^EONARDA.
¿Con qué podrás pagar, Ricardo fiero,
tantas nmertes? ¿No bavSta que tú fueses
l)or quien muriese el Duque, sino mi hombre
inocente, inculpable y que vivía
de dar placer y no pesar a nadie?
RieARDO.
Ya estoy en tanto n:al \x)r causa tuya,
ACTO TERCERO
375
BEr<.
Rey
BEi..
que como a los jueces les responden
«Iglesia» soUi mente los culpados,
tu amor, responderé; tu amor, respondo;
a cuanto me pregunten, tu amor, digo,
tu amor será respuesta de mi culpa,
que con decir amor digo disculpa.
(Sale Belardo.)
Bei<. ¿Está Fénix por acá?
ROB. Ya no preguntes por él.
Bei<. Pues, señor, ¿qué han hecho del?
Rey. Ya con los muertos está.
Ricardo; con locos celos,
me dio a entender que le amaba
la Duquesa, y que le daba
mil abrazos.
¡Santos cielos!
ISIandéle matar.
Ricardo,
¿cuál amor o cuál demonio
te obliga a tal testimonio?
Que aquel mancebo gallardo,
señores, era mujer,
que por una historia extraña
vino herida a mi cabana.
Mirad, ¿cómo puede ser?
¿Mujer y herida?
Señor,
dos años vivió escondida,
pagando en tan triste vida
los celos de un loco amor.
¿Llamábase Laura?
Sí,
aunque ella me lo encubría.
Ricardo, la esposa mía.
Maté dos veces por ti.
¡"Vive Dios!, si no estuviera
el Rey presente...
¿Tu esposa
era el truhán?
¡Qué dichosa,
Leonarda, mi muerte fuera
cuando el Duque la intentara
si hubiera sido verdad!
De amor fué la libertad
y de amor el alnia esclava.
Amor digo, amor fué todo.
¡Ay, Laura!, mujer y hombre
te maté; mas si tu nombre
fué Fénix, yo le acomodo
a su misma condición;
pues muerta una vez viviste,
vive otra vez y resiste
con tu verdad mi traición.
ROB.
Bei<.
ROB.
Bei..
ROB.
Rey.
ROB.
Ríe.
ROB.
(Sale Aristo.)
Aris. Dos caballeros de España,
bien puestos y aun bien armados
quieren hablarte, señor.
Capas largas, largos sayos,
bandas al rostro y sombreros
de mil plumas coronados;
pero el acero reluce
por los botones de entrambos.
Rey. Di que entren, que dos ni veinte
mal pueden hacemos daño.
(Salgan I,aura y el Duque, como aquí los pintan, con
capas y sayos vaqueros, rebozos, sombreros de plumas
dagas y espadas.)
DUQ. Dame para hablar licencia.
Rey. Hablad para que sepamos
quién sois y a lo que venís.
DuQ. Rey de Xápoles: estando
este caballero y yo
mirando vuestro palacio,
como suelen en las cortes
los de otros reinos extraños,
oíinos decir al vulgo
las traiciones de Ricardo
y las muertes de Roberto,
y porque allá profesamos,
por ser los dos caballeros
del hábito de Santiago,
defender a las mujeres,
que lo tenemos jurado
en nuestras constituciones,
para que, cuando volvamos
a España, al Rey de Castilla,
a los deudos y vasallos
contemos un hecho de honra,
volver los dos concertamos
por las damas ofendidas
de Roberto y de Ricardo.
Yo, que soy Mendo de Viedma,
reto a Ricardo, y con plazo
de un día le desafío,
donde estaré sustentando
que la Duquesa Leonarda
honestamente ha guardado
la lealtad que debe al Duque.
I,AU. Y yo, Rey, que soy don Sancho
de la Vega y de Mendoza,
caballero toledano,
sustento que Laura fué
leal y firme, y señalo
el mismo plazo a Roberto. •
Rey. Caballeros castellanos:
370
LA IXOCEXTE LAURA
DUQ.
Rey.
Lau.
Rey.
Lau.
ROB.
DuQ.
Leo.
yo os agradezco esa honra;
pero el concederse el campo
es en las cosas dudosas,
no en casos averiguados.
Toda la culpa se cifra
en este iufame, y mi hermano
de padre, aunque no lo creo,
porque Roberto está salvo;
y así para que lo que den
él y la Duquesa, fallo
por mi sentencia que debo
honrarlos, y así los caso,
para que, pues la Duquesa
perdió a Rodulfo gallardo
y Roberto a Laura bella,
tengan este premio entrambos.
La Duquesa, no es posible,
miestras vive el Duque.
Es tanto
lo que he sentido su muerte,
que os diera albricias.
Y cuando
se casara la Duquesa,
mal puede, 'Rey engañado,
casarse Roberto.
¿Cómo?
Vive Laura.
¡Cielo santo!
¿Laura vive?
Y vive el Duque.
¿Quién son?
Lau. Los que estáis mirando
Leo. ¡Esposo!
ROB. ¡Esposa!
DuQ. i León arda!
Lau. ¡Roberto!
Rey. Quiero abrazaros
por el gusto recibido
a entrambos y a todos cuatro.
(Sale Galo.)
Galo. ¿Qué es lo que miran mis ojos?
RoB. ¿Así diste muerte. Galo,
a Fénix?
Galo. Como era Fénix
volvió a vivir en tus brazos.
Lau. Belardo, 3'a ves quién soy.
Bel. De mi servicio no aguardo
má« premio que verte viva.
Rey. ¿Qué hemos de hacer de Ricardo?
Ríe. A todos pido la muerte.
Rey. ¡Matadlo, guardas, matadlo!
Leo. Eso no; basta, señor,
perder tu gracia y su estado.
Rey. De mis reinos le destierro
y doy su aldea a Belardo.
Bel. y yo fin a la comedia
que su autor, noble senado,
llamó La inocente Laura
y Traiciones de Ricardo.
PIN DE LA famosa COMEDIA DE
LA INOCENTE LAURA
COMEDIA FAMOSA
DF,
LO QUE HA DE SER
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
Leonardo.
XlSE.
ClNTIA.
Albaxo.
Capitán.
Celio.
Teodoro.
Rey.
Casandra.
Príncipe Alejandro.
Un Tambor.
Cuatro Soldados y Perol (i).
(Salen Leonardo v Xise, labradora.)
I^EON. Favorecido ce vi,
Nise, ¿qué puedo envidiar?
Nií. Lisonjas no han de faltar.
Leo. ¿Por qué me tratas así?
Nis. Xo hay cesa que pueda en mí
cautivar la voluntad (2),
como tratarme verdad.
I,Eo. ¿Pues en qué íe han engañado
lengua y ojos, que te han dado
el alma y la libertad?
Ellos, señora, te miran
con el respeto que deben,
pues cuando a verte se atreven,
como del sol se retiran.
Sus niñas dentro suspiran
por las de tus ojos bellos,
que tienen su vida en ellos:
¿Quién vio suspirar los ojo?,
pues para no darte enojos,
suspira el alma por ellos?
La lengua, ¿en qué te ha ofendido,
si con tanta honestidad
corre el velo a la verdad
de un corazón tan rendido?
A la fe que de tu olvido
nace tu desconfianza;
mas poco daño me alcanza,
pues siendo ingrata a mi fe.
NiS.
(i) Entran además, Severo, Elpenor, pintor y Un
Alcalde.
(2) En la P. XXV y en Hartzcnbusch, (.solicitar vo-
unt.ad).
I
Leo.
por lo menos viviré
seguro de tu mudanza.
; Quién te ve, Leonardo, hablar
tan preciado de discreto
y de uno y otro concepto
discurrir para engañar,
que no piense (i) que h?s de dar
ejemplo a trágico amor?
Yo confieso tu valor,
y que me inclina a escucharte;
pero no para fiarte
esperanzas de favor.
Yete con Dios a la aldea,
que aquí a orillas de la mar
quiero algún coral buscar
que me entretenga (2) y recrea.
Entre conchas de librea,
algún ramo stiele haber
que me cause más placer
que oír mentiras de amantes,
más que la espuma inconstantes
para menguar y crecer.
Buscar coral, Nise hermosa,
en mar de perlas mejores,
con más ardientes colores
que tiene al alba la rosa,
pudiera, tu codiciosa
mano, más cerca de ti,
y perdóname si fui
(i) En la P. XXV y Hartz. «pues no pienses».
(2) Fn los textos citados «entretiene». En adelante
sólo citaremos el nombre de Hartz., entendiéndose que
es el mismo texto que la Parte xxv, menos cuando advir-
tamos lo contrario.
37S
LO QUE HA DI-: SER
XlS.
T.EO.
Xis.
I."
2.°
2.°
Leo.
NiS.
I.EO.
Xis.
2."
3."
2.°
NlS
T.EO.
necio en darte este consejo,
si le sabes de tu espejo
por no escuchármele a mí (i).
Riiíurosa fué mi estrella
en rendirme a tu rigor.
Yo estimo en mucho tu amor;
no hay por qué te quejes tle olla.
No creerme, Xise bella,
siento más que aespreciarme.
;A qué puedo aventurarme
más de a no darte ocasión
de celos con afición
a que otro pueda obligarme?
(Dicen dentro.)
¡Qué miserable desdicha!
A orza, amarra, ¡hola!, amaina (2).
Arriba, que nos perdemos.
Ten la borda (3), ¡furia extraña!
(íritos dan; algún navio
corre tormenta.
En la playa
lo mostraban los delfines,
danao vueltas por el agun.
¡Qué voces tan tristes, Xise!
Es teatro de desgracias
el mar.
(Dentro.)
Acosta de presto
la barca, acosta la barca;
salvaré (4) a la Infanta en ella.
;Y quién ha de ir con la Infanta?
Yo he de ir.
Xo, sino yo.
Vaya (5), en tanto que te matan.
¡I-Mero rigor de las ondas,
merecido de quien anda
contra su naturaleza
fuera de su dulce patria!
¡Oh. tierra! ¡Oh. madre! (6)
Bien dices;
¿pero dónde fabricaran
mayor invención los hombres
para ver tierras extrañas?
¿Qué Dédalo hiciera sendas
para los aires, ni hallara
Mercurio (jue en ])iis y en iiombros
Per.
Leo.
Per.
(i) Kn Ilurty.. «iior no cscticharW- de iiií..
(2) Kn Hart2., •/» orza, vira, amura, anmina».
(3) En Hartz., «Ten, zaJxjnla».
(4) Kn Hartz., •S(ilvc*i«o la Infanta*.
(5) Kn Hartz., «nejai.
(6) Kn liarte, este vcrjío dice: «w»hri- una tal>la!».
LiX).
PlCRO.
Leo.
Xis.
vistieran lucientes alas? (i)
No fuera común el mundo,
si aquel primer argonauta
no hubiera dado a las ondas
ciudades de lino (2) y tablas?
(Sale Pkrol.)
Mala bestia, mar furioso,
que si Dios no te enfrenara
te hubieras tragado al mundo,
¿qué tienes que nunca paras?
¿Cuándo cesarán las iras
con que la tierra amenazas?
¿Qué es esto, hermano Perol?
Que en turbulenta borrasca
se tragó el mar una nave,
desde la quilla a la gavia.
Yo estaba sobre una peña
que los golpes de las aguas
sufre como la porfía
de un necio que sabe y calla,
cuando veo por los bordes
bajar al punto (3) una barca,
y que luego se va a pique,
sin perdonar una tabla.
Fluctúa la barca luego,
porque del mar la inconstancia
ya la sepulta en las ondas,
ya por las nubes la ensalza.
Pero de un viento impelida,
la rota vela (4) en la playa
dio con ella, donde queda
cubierta de espumas blancas (5).
Pues, bestia, ¿no fuera bien
que a ver lo que era llegaras
el bulto que estabo en ella?
Adonde no me va nada,
nimca me metí en peligros.
Bella Xise, aquí me aguarda,
que la piedad que me anima
v el valor que me acompaña
a favorecer me lleva
a quien desde allí nu- llama.
Y yo, Leonardo, te ruego
que a ver lo (\ne fuere vayas;
por que si es hombre, le ayudes,
y si es haeiindu la traigas.
Pero í-i en laK-s ii(|iu'/.as
(i) Ivn Hartz. f:ilt:in los iiialro vi-rsos anteriores.
(2) Ivn Hartz., «lienzo...
(,S) lín Hartz. "bajar un hnlto a nn;i li:uca».
(.() I'n Hartz., *la barca, nna ola».
(.S) I",n Harlz., «ule espuma y alRas».
ACTO PRIMERO
379
y en fortiinas tan extrañas
son los despojos las ondas,
más vale guardar las vacas (i).
Pero. Bien dices; trate el jxustor
de sus ovejas y cabras;
el mercader, de su hacienda;
el soldado, ae sus armas.
No han sido malas las crías;
toda esta hacienda te aguarda
para que su dueño seas.
Dime, ¿por qué no te casas?
Leonardo, ¿no es mayoral
y el mejor de estas montañas?
¿No es el más noble, el más rico
y el más discreto? ¿Qué aguardas?
NiS. Todo lo conozco bien,
y aunque Ivconardo me agrada,
lio de suerte que me obligue
a darle esas esperanzas.
('Leonardo trae a Casandra en brazos.)
Leo. Animo, señora mía.
Cas. No os esparntéis si me falta
valor en esta ocasión,
que aunque le tengo en el alma,
he visto el rostro a la nmerte.
I<Eo. Llega, Nise, llega y habla
a esta principal señora,
que era el bulto de la barca.
NiS. Admirada del suceso,
apenas me atrevo a hablarla.
¡Ah, señora!
Cas. ¡Q'-ié consuelo!
Per. Ksta es persona de chapa;
¡qué lindo vestido y joyas!
NiS. No es mucho, si la desmaya
el peligro en que se ha visto.
Be aqueste monte en la falda
está mi casa; aunque pobre,
allá podemos llevarla.
Leo. No, Nise bella, perdona;
yo la libré, y a mi casa
tengo de llevarla agora,
que quiero alU regalarla. -
N]S. Darásme (2) un grande disgusto.
(i) Kn lugar de estos cuatro versos Hartz. intercala
estos otros.
«que suelen grandes riciuczas,
en fortunas tan extrañas
ser despojo de las ondas.
Nis. ¿Qué hay, Perol, de nuestras vacas?»
(2) En Hartz., «Harásme».
T/EO. ¿Yo a ti, Nise? ¿Por qué causa?
NiS. ¿No basta que yo lo diga?
r<EO. Bastó, pero ya no basta.
Cas. ¿Quién sois, amigos?
Leo. Señora,
pastores de e.'^tas tnontañas.
Cas. ¿y esta tierra?
Leo. Alejandría.
Vuestra historia será larga;
descansad, que tiempo os queda
para que podáis contarla.
¡Oran fortuna habéis corrido.!
Cas. No pudo ser más airada;
si bien, pues que tengo vida,
no quiero en todo culparla.
r.EO. Vamos, cerca está la aldea.
¿Has visto más bella dama,
Nis2, que aquesta señora?
¿Qué nombre tenéis?
Cas. Casandra.
(Llévala.)
XiS, ¿Qué te parece. Perol,
cuál la lleva y cuál la alaba?
Per. ¿Pésate de ello?
XiS. En extremo.
Per. ¿No eras tú quien despreciaba
a TvConardo?
XiS. Poco entiendes,
pues esta treta no alcanzas.
Ks condición de mujeres.
Per. ¿Qué quieres decir?
NiS. Que aman
con celos y aborrecidas,
y que aborrecen amadas.
(Vase.)
Per. ¿Esto pasa? Desde hoy
doy celos a cuantas andan
en el valle, y aborrezco
cuantas me miran y hablan (i).
(Vase, y salen el Príncipe Alejandro, Músicos, Ce-
lio, Albano y Teodoro.)
AlEJ. Ya falta entretenimiento
como dura mi piisión.
(i) Hartz. añade estos cuatro versos:
«No sé para qué dijeron
que amor con amor se paga;
([uc donde celos no soplan
•nunca amor alza la llama.»
(Vase).
3So
1.0 QUE HA Dl£ SER
CEL.
.AlEJ.
Alej.
Alb.
Alej.
Teo.
Al.KJ.
Ai.n
Siéntate y esta canción
escnclia.
No hay sufrimiento.
( Canlan.)
<Hstaba .Alejandro Magno,
fundador de esta ciudad...»
No prosigáis más, Jejad
la música, y dimc, Albano,
qué hay de nuevo.
Tantas cosas,
que no sabré referirlas.
Hay tanto tiempo de oirías,
que por largas y enfadosas
no les faltará lugar.
¿Qué es lo que quiere de mí
el Rey? ¿Para qué nací,
?i aquí me quiere enterrar?
Tantos años como tengo
preso en aqueste castillo,
¡por Dios que me maravillo
cómo la vida entretengo!
¿Qué hice en naciendo yo?
¿Qué inttnté, sin lengua y manos:
Decid, dioses, soberanos,
¿qué inocencia os ofendió?
Apenas de vuestro cielo
vi la luz, cuando perdí
la libertad; ¿qué hay en mí
que os ha puesto en tal desvelo? (i)
Señor, deja de pensar
en cosa de tanta pena;
lo que Júpiter ordena,
¿cómo se puede excusar?
Tras tantos años, ¿ahora
tienes nuevo (2) sentimiento?
El verme tan hombre siento,
y siento que el Rey me adora,
y que tras esto me tiene
encerrado donrle estoy;
¿soy algiin áspid? ¿Qué soy?
;Qué imagina? ¿Qué previene?
;Téngole yo de quitar
el reino?
Si de esta suerte
te afliges, tendrá la muerte
en tu vc-rde edad lugnr.
Matarás tu padre en ti;
ha])la en otra cosa y mira
que de los dioses la ira
no se ha de aplacar así (t,).
( 1 ) Faltan estos cuatro vcrsí*s vn Hartz.
(2) Kn Hartz., «tanto*.
(3) Faltan e^Ut» cuatro vcrww en H.irtz.
Pues, ¿qué haremos esta tarde?
Recitar algunos versos
cultos, castigados, tersos,
aunque el nombre me acobarde (i).
Diga, Albano.
Oye un soneto (2).
Di primero la ocasión,
que sin esta prevención
se entiende mal el conecto.
Puesto el brazo de un bufete
de una bujía en la llama,
se quemó el puño ima dama.
Secreto fuego promete.
Mereciérase quemar
la mano.
VA puño bastó.
¿Dióte celos?
A mí, no (3).
Yo la dejara abrasar.
Albaxo.
Cándiaa y no pintada mariposa
al fuego se arrojó (4), sin ver el fuego;
pero sin ser su centro, él mismo luego
quiso templarse en nieve tan hermosa.
«Xo es esa, no, tu esfera huninosa
— dijo el Amor, que entonces no era ciego—
que yo soy rayo, y temo cuando llego
a nieve de mi fuego victoriosa.»
Sordo a su aviso (5) cuanto más ardiente,
el muro de la nieve fué pasando,
puño a una mano de sí misma ausente.
El fuego está riendo, Amor llorando;
crece la llama y Silvia no lo siente:
¡quién fuera lo que estaba imaginando!
Alej.
Teo.
Alej.
Alb.
Alej.
Alb.
Alej.
Alb.
Alej.
Alb.
Alej.
(i) Hartz. pone a continuación este verso innecesario
si no es que sea parte de una redondilla que no consta:
«pues tú los haces también.»
(2) Este pasaje está en Hartz. así:
«Alej. Diga Albano.
Alb. ¿Yo, señor?
Ckl. Sin prólogo y sin temor,
pide tiuc aplauso te den.
Alb. Oíd los tres un soneto.
Alkj. Di primero la ocasión!»
(3) Kste pasaje dice en Hartz.
«.Xlej. ¿Fué la causa celos?
.•\LB. No.»
{.») }"n Hartz. dice:
«Silvia al fuego acercó.»
(S) lín todos los textos <cnvi(lia.>. l,a corrección es
de Hartz. y parece acertada.
ACTO PRIMERO
381
Al^EJ. Tú lo dijiste muy bien,
y no poco te has quemado
de que ella se haya dejado
quemar el piulo también.
• Diga, Celio.
Cei-. a Laura vi,
agradeció mis desvelos,
y dándome muchos celos
finge tenerlos de mí.
Al<Ej. ¿Da celos y está celosa?
Mucho sabe esa mujer.
Cei.. Con esto la di a entender
lo que no pudiera en prosa:
Laura, ¿quién son aquellos embozados,
al mismo niño Amor tan parecidos,
que no lo fueron (i) por andar vestidos,
y quieren encubrirse, declarados?
¿Aquellos envidiosos aesvelaaos
con lo que más adoran, mas fingióos
que quieren de esos pechos (2) ofendidos,
siendo traidores, presumir de honrados?
¿Aquellas sombras qiie despiertan sueños,
y aquel sueño de amor con mil (3) d'^svelos
de ardientes llamas y accidentes fríos?
Estas del miedo y de la envidia señas,
¿quiéii duda que dirás que son tus celos?
Pues, Laura, no lo son, que son los míos.
Alej.
Celio.
Alej.
Gracioso epigrama.
A ti
todo te agrada, señor;
que tu ingenio y tu valor
muestran su grandeza así.
Bscriben que Cicerón,
oyendo al representante
Galo, que en Roma triunfante
tuvo excelente opinión,
vio silbar y murmurar,
y que comenzó a decir:
«Mancebos, el escribir
es ingenio, y no el silbar,
que esto al hombre se prohibe;
porque en diferencia igual,
silba cualquier animal,
pero sólo el hombre escribe.»
Si está en condición.
Cel.
Teo.
AI.EJ.
Leo.
Alej.
Cei..
Teo.
Alej.
(i) En Hartz., «que no se vieron».
(2) En Hartz., «de sospechas».
(3) En Hartz., «los».
lo que escriben no me agrada (i)
ni alabo.
Está confirmada
de ejemplos tu discreción.
Aquí dicen que ha venido
ahora un famoso autor.
Escucharélo mejor
que a Julio, Flavio y Leonido (2).
También el Rey ha enviado
un maestro de armas tal,
que no ha permitido igual.
Nuevas de este hombre me han dado
y mt dicen que es un Marte,
i Bi ava opinión ha tenido!
Un filósofo ha venido
con ánimo de enseñarte
que se burla de Platón .
Pues no le dejes entrar,
que aquí no se da lugar
a los que soberbios son.
No quiero nada con él;
que hombre que se alaba así,
¿qué puede enseñarme a mí
sino a ser necio como él?
Si mi padre me dejara
ver el mundo, yo aprendiera
V más de verle supiera
que Sócrates me enseñara.
Quien no ve del mundo más
que este castillo en que estoy,
donde si dos pasos doy
es fuerza que vuelva atrás,
¿qué puede saber, Albano?
Triste estás.
Venid conmigo.
Un pensamiento enemigo
mata con la propia mano.
Hoy al Rey significad
mi cuidado y sentimiento,
que no he de tener contento
hasta tener libertad.
(Vanse y sale L,eonardo.)
Antiguo amor ya pasado:
parece que estáis corrido
de veros puesto en olvido
por otro nuevo cuidado.
(i) En Hartz. están así estos dos versos:
«Alej. Celio, no es mi condición
tan dulce. Si no me agrada,
no alabo.»
(2) Faltan en Hartz. estos cuatro versos, y el que
sigue dice:
«El Rey aquí te ha enviado.»
Alb.
Alej.
Cel.
Alej.
Leo.
38-'
r.O QUE IIA DE SER
Mas si fuisteis despreciado,
como de Xise lo fuisteis,
mucha disculpa tuvisteis;
que en amor un tal desprecio
no digo que fuisteis necio
mas nuicho lo parecisteis,
Vino Casancira, qvie ya
se llama Laura, a la aldea;
por bien, pensamiento, sea,
que pienso que sí será.
Ya que en \'uestro traje está,
justamente la queréis,
y a Xise olvidado habéis,
que aunque amado no seáis,
por lo meros me vengáis
ael agravio que sabéis.
No os parezca liviandad
haber tan pronto olvidado
que donde Laura ha llegado
nadie tiene libertad.
Estaba en mi voluntad
Xise, mas Laura llegó
y qué saliese mandó;
pues si Xise, porque entraba
I^aura, el lugar le dejaba,
¿qué culpa le tengo yo?
Dióle el alma que tenía,
porque es en todo rigor
hacer lugar al mejor
más fuerza que cortesía;
adonde I/aura venía
fué bien que X'ise saliese,
y como criado fuese,
para que en mi pensamiento
sólo hiciese el aposento
adonde Laura viviese (i).
Viva I,aura y viva en mí,
aunque (2) me atrevo villano
a un ángel tan soberano,
que, indigno, ver merecí (3);
que pues desechado fui (4)
de Xise con tal rigor,
querer a Laura es mejor,
aunque sea aborrecido,
pues siempre venció al olvido
la continuación de amor {5).
(i) I-'alta c»ta <K-c¡ma c-n Hartz.
(2) Hn Hartz., «(luc auiiijuc».
(3) En Hartz., •jnstani<-ntc- mt- jK-rdi».
(4) Kn Hartz. «Y t^i a»)<»rrcddo fui..
('I l'.n Hartz. dicen chtos dos vcrsíjs:
•I»uc» olvido por olvido,
tiene I^ura máH valor •
C.-s.
(Sale Casandra, de villana.)
Sin admitir la esperanza
de volver a .ser quien soy,
en tan nuevo traje estoy
que no siento (i) la mudanza.
Quiso Dios darme bonanza (2)
sacándome de fortuna
tan áspera e importuna;
mas donde la vida queda,
no hallo acción en que pueda
decir que paso ningima.
Salí del mar proceloso
a la tierra en que me veo,
donde ha hallado mi deseo
puerto, aunqiie humilde, amoroso.
Un labrador generoso
me aposenta en su lugar,
svi traje vengo a tomar,
tiempo no hay más que decir;
mas quien no pudo subir,
no .se espante de bajar.
Su entendimiento me agrada
y me causa admiración
al ver tanta discreción (3)
en tan rústica posada.
Xo pobre y mal adornada;
que algún rico en la ciudad
no tiene su autoridad.
Hay libros y armas, que es cosa
que me tiene sospechosa
de más alta calidad.
Con esto, en mi pensamiento
se va entrando su valor:
no digo que tengo amor,
mas tengo agradecimiento.
Bien que voy entrando a tiento,
que no me atrevo a fiar
de quien me puede engañar;
que pensando agradecer,
puedo llegar a querer
y no es di.sculpa el pensar.
Si éste fuera caballero.
(i) lin Hartz., ♦contenta con».
(2) Este verso y los siguientes de la décima varían
algo en Hartz.:
«lUc todo estado es bonanza
a ciuicn .salió de fortuna;
(jue donde la vida queda,
no tiene acción en tpie pueda
decir (|ue pasó ninguna.»
(3) l'n Hartz. este verso dice:
•ver tan noble condición».
ACTO PRIMERO
383
I<EO.
Cas.
Leo.
con ser quien soy, disculpara
que agradecida le amara,
mas no villano grosero;
si bien con el tiempo espero
pagarle el bien que me ha hecho;
que aunque el alma, a su despecho,
por tales fortunas pasa,
puede caber en su casa
mas no caber en su pecho (i).
Laura bella, pxies así
quieres que te llamen ya,
¿dónde bueno?
Donde va
nii pensamiento sin mí.
Mirando el mar desde aquí
mi pensamiento entretengo,
y a perder el temor vengo
que tuve en tanto rigcr
si bien aun tengo temor
con saber que no le tengo.
Qué furioso se levar ta,
sobre montañas de espuma;
la máí» fuerte nave es pluma
que a las estrellas tiasplanta.
De tal manera se espanta
de sí mismo, que al bajar
es llegarse a desmayar
de ver que tan alto sube,
que de mar se \'uelve en imbe
y el cielo le vuelve en mar (2).
Antes pienso que en sosiego
está después que te vio,
puesto que te codició
para su sirena luego;
qiae tú en esfera de fuego
le pudieras transformar,
a lo menos con llegar
lo dejas resplandeciendo,
como sol que amaneciendo
se extiende por todo el mar.
Mira las blancas arenas
convertidas en diamantes,
y con diversos cambiantes
con otras de nácar llenas,
y a tus estampas, que apenas
se atreve el mar a cubrirlas;
engastes por sus orillas
perlas y corales hacen,
como por los campos nacen
violetas y maravillas (3).
(i) Falta en Hartz. esta décima.
(2) Falta en Hartz. esta décima.
(3) También falta esta otra.
Yo, Laura, sé bien quién eres,
y te respeto y te adoro:
estA con aquel decoro
que de quien soy te difieres.
Jamás de Leonardo esperes
más de aquesta cortesía;
y pues no pueaes ser mía,
déjame sólo quererte,
porque no puede ofenderte
quien te adora y desconfía.
Os. Yo, Ivconardo, estoy pagada (i);
de tu mucha discreción
tengo una justa afición,
a que me siento obligada.
Soy quien soy; de ser amada
no le ha pesado a mujer
lo que te puedo querer
conforme a mi calidad;
te ofrece mi voluntad,
que es lo más que puedo hacer (2).
Leo. ¿Pues quién eres?
Cas. Xo me pidas
que te diga más de mí.
León. Pues mientras vivas aquí
con prendas desconocidas,
que te quiera no me impidas,
y mientras no sé quién eres,
te querré, aunque no me quieres;
pues te igualo, aunque me ves
tan rústico, que después^
te querré por lo que fueiR.
C/S. Bien dices; quiéreme ansí;
haz cuenta que soy tu igual,
que no procediendo mal
no puede pesarme a mí.
Pero no sabrás quién fui,
porque entonces puede ser
no quererme, por tener
respeto a mi ser primero,
por ser tan grande, y no quiero
que me dejes de querer.
(Sale un Capitán y un Tambor.)
Cap. Echad este bando aquí,
pues ya entramos en la aldea.
Tamb. Si aquí mandáis, aquí sea.
Cap. Pues comienza.
Tamb. Digo así:
«Su Majestad el Rey de Alejandría ofrece a
cualquier persona que matare algún león.
(i) F,n Hartz., «Leonardo, estoy admirada».
(2) En Hartz., ('que puede ser».
384
LO QUE HA DE SER
doscientos escudos, si fuese de humilde calidad;
y si la tuviere, hácele merced del oficio que pi-
diere. Mándase pregonar, por que venga a noti-
cia de todos »
(Tocan y vause.)
Extraño pregón.
Aquí
todos los años se da.
Pues dime: ¿al Rey que le va
en que persigan así
al rey de los animales,
siendo rey?
Las ocasiones
de aborrecer los leones
son a su cuidado iguales.
¿Es por los ganados?
No.
;Pues por qué causas?
Escucha,
verás que la causa es mucha,
que a su temor le obligó:
Cas
Leo.
Cas
Leo.
Cas.
Leo.
Cas.
Leo.
Nicandro (i) Augusto, Rey de Alejandría,
tuvo un hijo, del reino deseado,
en Natalia, su esposa, en quien tenía
amor de ningiin hombre imaginado.
Quiso saber de Anaximandro un aía,
astrólogo de Persia celebrado,
los sucesos del Príncipe en tal punto
que estaba*|l cielo en sus desdichas junte
PronostiTOle el sabio que tendría
hasta los años veintinueve o treinta
peligro de matarle un león el día
que llegase a mirar su faz sangrienta.
Con esta temerosa astrología,
el afligido Rey remedio (2) irtenta
para guardar al Príncipe Alejandro,
t'-niendo por Apolo a Anaximandro.
I'abrica, pues, un ínclito palacio,
cercado en tomo de tan alto muro,
que se admiraba el celestial topacio
de verle acometer su cristal puro.
Lo que contiene su labrado espacio,
no como en Creta al laberinto oscuro,
sino claro y espléndido, es sujeto
digno del (3) verso de un varón perfeto.
(i) En Ilartz., «Ramiro.; pero cu la l'artc XXV
dice tambi6n «Nicandro».
(2) En Ilartz. y en la l'artc XXV, «Ramiro», por
errata; y e«to hizti que Hartz. cambiase al principio de
la relación el nombre del Rey de Alejandría.
(3; I-'n Hartz., «mayor principe, en efecto».
Hay un bosque famoso que acompaña
con dulces aguas un pequeño río,
que se trajo, a pesar de una montaña,
hijo engendrado de su centro frío.
Jardines son las márgenes que baña,
donde jamás su pie puso el estío,
y engaña por las aguas fugitivas
; infas de fuentes que parecen vivas.
Come la verba el siempre temeroso
conejo, que no ha dado el Rey licencia
]"ara animal mayor, así celoso
respeta de los cielos la inclemencia.
Aves que son del elemento undoso,
lascivas (i) por el agua en competencia,
pescan los peces y el anzuelo a veces,
picando el cebo los convierte en peces.
Otras que son del aire, van ufanas
de rama en rama por la selva amena,
alegrando las fiestas y mañanas
con silbos lastimosos, Filomena.
Hay plazas tan cuadradas y tan llanas,
que la tragedia de la griega Elena,
con todas sus batallas y sus fuegos,
pudieran recitar teneros y griegos (2) .
Las salas, las riquezas, las pinturas
exceden todo humano pensamiento;
las fiestas, bailes, danzas y hermosuras
fuera alabarlas necio atrevimiento.
Y en medio de estas glorias y venturas,
dicen que no está el Príncipe contento,
que a un hombre preso es diligencia vana
buscarle gustos la (3) riqueza humana.
Cas. Pues ¿cómo se dio a entender
el Rey que verdad sería
esta vana astrología?
Leo. Porque es forzoso temer,
¡oh, Laura!, teniendo amor.
Cas. ¿Que un león ha de matarle?
Leo. Eso le obliga a encerrarle
con tan extraño rigor.
Cas. ¿y tanto tiempo ha de estar?
Leo. Ya tiene lo más cumplido.
(Salen Cintia y Nise, labradora.)
ClNT. listo tiene prevenido
para servirte el lugar.
NlS. Aquí está I/iura, y está
la que me nuita de celos.
(i) Kn Hartz., «corsarios».
(2) Palta esta octava en Ilartz.
(3) Kn Hartz., «RUsto en la».
ACTO PRIMERO
385
Cix.
Cas.
ClN.
Cas.
ClN.
Cas.
ClN.
Cas.
Cix.
Cas.
Cix.
Cas.
ClN.
Cas.
I,EO.
XiS.
Leo.
Cas.
Guárdente, Laura, los cielos.
¡Oh, Cintia!, ¿qué hay por allá?
Ya hablas como en aldea.
Pues ya ¿qué tengo que hacer?
I<o que hay de nuevo es hacer,
si plega a Dios que lo sea,
una fiesta y regocijo
las mozas de este lugar
al Príncipe.
Su pesar
Leonardo ahora me dijo,
que la causa no sabía.
Guárdanle en esta prisión,
porque dicen que un león
se le ha de comer un día (i).
¡Bravo baile se ha trazado!
Todo lo ha compuesto Gil.
¿Es poeta?
Y tan sutil,
que anda solo por el prado.
Damón le vio el otro día
hacer gestos componiendo.
¡Bueno a fe!
Yo no lo entiendo:
o es ciencia c es fantasía.
Estoy por acompañaros.
¡Ojalá que tú quisieras,
y a nuestro Príncipe vieras!
Son los sujetos (2) tan raros,
que Leonardo ha dicho de él
que me ha puesto un gran deseo.
¡Ay, Laura, y como lo creo!
Verás lo que temo en él,
No vayas, por vida mía.
¿Por qué la estorbas qvie vaya?
¿Siempre ha de ser de esta playa
ninfa o sirena baldía?
Ve, Laura, que para ti
son palacios y no aldeas;
bien es que al Príncipe veas
y no villanos aquí.
No habrás tenido en tu vida
más contento que tendrás.
¿Ese consejo le das?
No, Laura, si eres servida;
que allá, ¿qtié puedes ganar?-
Y más si saben quién eres.
Ignoras qae a las mtijeres
(i) En Hartz., «le ha de dar la muerte un día».
(2) En la Parte XXV, «Son sus celos tan raros».
Hartz. enmendó, con acierto, «sucesos» en lugar de
«celos» y de «sujetos».
XII
no se las puede quitar
aquesto que llaman ver.
Leo. Haz tu gusto.
Xis. Muy bien hace;
la mujer para eso nace.
Leo. Tú no debieras nacer.
XiS. Vamos, Laura, que hay allá
cosas dignas de tit gusto;
créeme a mí, que no es justo
que le busques por acá.
Vamos, vamos.
Q/^S. Ven, Leonardo,
y verás al Rey también.
Leo. No veré yo ningiin bien,
donde tanto mal aguardo.
CiN. ¡Qué placer han de tener
las mozas, si vas con ellas!
Cas. También voy, Cintia, por vellas.
Xis. No he tenido más placer
que haberte dado pesar.
Leo. Nise, ¿en qué te ofendo yo?
¿Tú no me aborreces?
XiS. No.
Leo. Pues yo me sabré vengar.
(Vanse y salen Alejandro y Severo, ayo.)
Sev. El haberte entretenido
agradezco a aquellas damas.
Ai,Ej. Las fiestas de la ciudad
de muy buenas no me agradan.
Sev. Todos desean servirte,
todos de agradarte tratan.
Alej. Así lo creo. Severo,
y el Rey mi señor, lo manda.
Pero entre tantos contentos,
fiestas, comedias y galas,
no hallo para mi gusto
la libertad que me falta.
Sale coronado el sol
de su diadema dorada;
toca (i) las fingidas perlas
que dio a las flores el alba,
y despreciando su cuna,
por las ásperas montañas
el más feroz animal
libre corre, alegre caza,
vuela el aire y corta el viento
o sobre las verdes ramas,
al son de las claras fuentes
versos no aprendidos canta (2) .
Hasta el más pobre pastor
(i) En Hartz., «seca».
(2) Faltan en Hartz. estos cuatro versos.
25
386
LO QUE HA DE SER
desampara su cabana.
y a su gusto y albedrío
lleva sus traviesas cabras.
No hay hombre eu ciudad o aldea
que a su ejercicio no salga:
los imos van a sus pleitos,
los otros a sus labranzas.
Y yo no salgo de aquí;
aquí me halla la mañana
y aqm' me busca la noche;
¡triste estado!, ¡pena larga!
;Para qué he nacido rey?
Sev. Ya, señor, tu patlre trata
de que salgas de este fuerce,
que el reino también se cansa
de verte en tanta tristeza;
y, por mi vida, que hagas,
si te ha obligado mi vida
en la fe de tu crianza,
fuerza a tu gusto y deseo,
y que estas damas gallardas
te ^-uelvan a entretener.
Alej. Xo, Severo, traigan armas;
pero déjenlas ahora
y dame un libro.
Sev. Si acabas
ia Ilíada, podrás leer
la Odisea.
Ai.Ej. Ya me enfadan
tantos trabajos de T'lises;
dame las Fortunas Varias
de Tea genes.
(Sale Celio, criado.)
Cel. Señor,
el aldea de I'loralba
viene a entretenerte un lato
con una rústica danza,
si les das licencia.
Al.Ej. Entren,
que como a veces agrada
más una margen de un río
rústicamente esmaltada
que un cultivado jardín,
así las cosas que traza
la humilde capacidad
de gente inocente y llana.
(Salen el Alcalde, viUanoa, Casandra, labradores;
bailen I^eonarpo y 1'erol.)
Al,c. Turbado estoy.
Per. No tembléis.
Alc. ¿Tengo de arrimar la vara?
Per.
Claro está.
Alc.
TeDcdla vos.
Per.
Yo no la quiero, arrimadla.
Ai.c.
¡Señor!
Alej.
;Oué decís, buen hombre?
Ai,c.
Perol... '^
Per.
¿Qué?
AI.C.
¿Los Reyes hablan?
Per.
¿Pues (jué pensasteis?
Ai,c.
Pense,
como su grandeza es tanta.
qiie otros hablasen por ellos.
Señor...
Alej.
Qué bella aldeana.
Severo, la del rebozo;
di qiie descubra la cara.
Sev.
Serrana: quitaos el velo.
Cas.
¿Quién lo manda?
Alej.
\''o, serrana.
Cas.
Obedezco.
Alej.
¡Gentil moza.!
Cas.
¿Burla su merced?
Alej.
Burlara
de mí mismo; un ángel sois.
Sev.
Xo has dicho tales palabras,
señor, a mujer ninguna.
Alej.
Es la villana extremada;
llegaos más, llegaos aquí (i).
Cas.
¿Que me llegue?
Leo.
I,a desgracia
que temí me ha sucedido.
Per.
¿Qué te ha sucedido? Calla.
Leo.
Apenas la vio Alejandro,
cuando, como ves, la alaba;
si están hablando los dos.
Perol, ¿no es cierto que el alma
le ha dicho quién es?
Per.
Xo digas
disparates.
Leo.
Mucho hablan.
¡Quién oyera lo que dicen!
Per.
i'reguntarála si guarda
cabras y ovejas, y adonde
tiene su campo y labranza;
si hay berros en sus arroyos;
si vende pan, si lo masa (2);
(i) Kn Hartz., «llegaos a iiii».
(2) Dcspuó.s de ó.stc Ilartz. añade:
«.Si hay tomillos en sus vegas,
si están en cierne sus i)arras,
si hay en su trij^o amapolas,
si hay hurniigas en las parvas,
ACTO PRIMERO
387
que como está aquí, vo sabe
lo que por el mundo pasa.
I.KO.
Yo, Perol, me estoy muriendo.
Al,EJ.
"En fin, ¿que no sois casada?
Cas.
No, señor, mas cerca estuve;
allá por cierta borrasca
se deshizo el casamiento.
Alej.
¿Cómo es vuestro nombre?
C.A.S.
Laura.
Al,EJ.
¡Por Júpiter, Laura bella,
que este rostro, talle y gracia
no parecen parto humilde
de tan ásperas montañas!
Leo.
Alcalde, decid que bailen.
Aic.
Señor...
I.EO.
IJegad y llamadla.
At,c.
Señor, los mozos me dicen...
Alej.
¡Qué buena prosa!
Sev.
Extremada.
Alej.
¿Cómo os llamáis?
Alc.
¿Yo, señor?
Alej.
Vos, pvies, decid.
Alc.
Yo, Juan Rana.
Alej.
Pues decid que bailen.
Alc.
¡Hola!,
dice el Rey que bailen.
NlF.
Vaya.
(Siéntanse y cantan los músicos esta ¡eirá.-)
«Sale la niña en cabello
a coger flores de azahar,
y ella y el aurora a un tiempo
mirando las flores van.
Sigixiendola viene Amor,
que tras un verde arrayán,
contemplando su hermosura
codició su libertad.
En el nácar de una rosa
iba a poner su cristal,
cuando viendo Amor, dijo
para enamorarle más:
«Rapacillo del arco, está quedo;
que de verte me muero de miedo.»
Amor se estaba riendo
de ver hermosa la niña,
y fingiéndose enojado,
le dijo por divertirla (i):
si hay mastranzos en su soto,
si hay en su huerta borrajas,
perejil y hierbabuena
y otras cosas de esta traza».
Faltan en Hartz. los seis versos anteriores.
«Ofendido me tienen tus ojos bellos,
»pues me ponen la culpa que tienen ellos.
»Toma el arco, niña, que no le quiero;
»sé tú Amor, pues que matas a Amor con ellos.»
Alej. ¿Hay gracia. Severo amigo,
como la de esta aldeana?
Sev. Tiene razón Vuestra Alteza.
T<EO. Otra vez. Perol, la alaba.
Pe. ¿y qué importa que la alabe?
T<EO. ¿No sabes que la alabanza
nace de amor?
Pi?R. A lo menos
nacen tus celos sin causa.
Alej. Dar quiero joyas a tedas;
entrad, entrad.
Sev. Ea, serranas,
nadie ha podido en el mundo
alegrar tristeza tanta
sino es vosotras; entrad.
(Vase el Príncipe.)
CiN. Vamos, Nise.
Xis. Cintia, hermana:
Alejandro, o yo me engaño,
o pone siis ojos en Laura.
CiNT. ¿Pues qué mejor para ti?
Xis. Bien dices; si en ella para,
Dios nos saque de Palacio
con bien.
CiN. Gente cortesana
siempre es discreta y cortés.
Per. Entrad, alcalde Juan Rana,
y os darán a vos también.
Alc ¿Pareceos que tengo cara
para darme alguna cosa?
Per. ¿Pues no sois como unas natas?
Alc Yo entro a Dios y a ventura.
Leo. :Mí vida. Perol, se acaba.
¡Qué presto se concertaron
las voluntades!
Per. Repara
en que dices desatinos.
Leo. Como era señora Laura,
digo Casanclra, ¡qué presto
volvió a ser Laura, Casandra!
¡Qué contenta estará ahora!
¡Cómo en su esfera dorada
irá el sol de su hermosura
por estas vestidas salas
de tantas tapicerías!
Per. Fuera de su centro estaba;
no es mucho que esté en su centro
entre joyas, oro y plata.
388
1.0 QUE HA BE SER
I
I.EO. Cegaran antes mia ojos
que vieran en confianza
de haberle dado la vida
su hermosura soberana.
Vamos, Perol, a la aldea,
antes que el Príncipe salga,
que temo mi atrevimiento.
Pek. Mira quién eres, y calla,
y no tengas, que es error,
con poderosos, palabras,
que el viento derriba encinas
y perdona humildes cañas.
Leo. Llévame presto de aquí.
¡Ay, Laura! ¡ay, loca esperanza!
Per. T<as joyas me dan envidia,
que no los celos de Laura.
ACTO SEGUNDO DE
LO QUE HA DE SER
(Salen el Rey, Príxcipe y Severo.)
Rey.
Tanta tristeza en ti de pocos días,
Alejandro, a esta parte, extraña cosa.
AiEJANDRO.
Con ellos crecen las tristezas mías;
rqué causa me preguntas más forzosa?
Rey.
De mi justa obediencia te des^^as,
tan alabada en ti por milagrosa;
algo te han dicho, jx)rque de otro modo
blasón fué tuyo obedecerme en todo.
Alejandro.
Va sé la causa yo por qué me tienes
en injusta prisión tan largos años.
V a cada instante de sus días vienes
a entretener su vida en mis engaños.
V ya de tal manera la entretienes,
qu«.- por librarte de pensar mis daños,
mi desesperación haré que pida
a la muerte renu-djo de mi vida.
¿Por dicha quiero yo salir al monte,
donde pueda matarme alguna fiera
de las que mira el sol en su horizonte?
Como si VeniLS, tú, y yo Adonis fuera,
;quiero yo (jue la caza me remonte
ptjr su crespa cerviz que en la ribera
del mar, se empina a la alta nube,
que por escalas de peñascos sube?
¿Quiérome yo oponer, con loca mano
y arma infeliz, al tigre y león valiente
y al fiero jabalí, que baña en vano
en espuma y en sangre el pecho ardiente?
¿O la sierpe de Hércules Tebano,
o de los toros a la armada frente,
o en Creta acometer al Minotauro,
o dar caza en las aguas al Centauro? (i)
Quiero no más de verme en compañía
del más leal, que en tu privanza sea;
ir a gozar de un bosque y fuente fría (2),
que hacen adorno a una pequeña aldea.
¿Es miicho que me des licencia un día
para que a cuatro labradores vea?
¿Qué cirtes pido yo, ni qué ciudades
donde andan rebozadas las verdades?
¿Quién quieres que me mate en dos paredes,
por más que para mí los ojos abras,
donde sólo mirar (3) dos casas puedes
albergue vil, de ovejas y de cabras?
Este mundo te pido, estas mercedes,
después de mil promesas y palabras,
y no lo harás por no enojar al cielo,
con experiencia de prudente celo (4) .
¿En qué nave solícito me embarco
por el rigor de la salada espuma?
¿Qué César soy de Amidas en el barco,
cuando mi engaño tu valor presuma?
¿A quién voy a vencer? ¿Qué flecha de arco
huyó del hierro y retiró la pluma? (5)
Mas bien será que el de la muerte sea,
pues no me dejan ver tan pobre aldea.
Rey.
¿Qué es aquesto. Severo? ¿Cómo llega
Alejandro a tan locos desvarios?
¿Qué aldea es ésta, contra el gusto mío,
donde quiere salir por este enredo?
¿No sabes tú, Severo, que no puedo? (6)
Si sabe ya la causa, ¿cómo dice,
pues él mismo se engaña y contradice (7),
darle licencia para tanto daño?
Falta en Ilartz. esta octava.
Ivii Hartz., «cuatro arbolillos y una fuente fría».
Ivn el original cpcnsar», por errata, al parecer.
l'alta en Ilartz. oita octava.
r,n Ilartz., «di<'> el hierro ul blanco y retiró la
(I)
(2)
(.3)
(4)
(5)
pluma».
(6) En Hartz. está incompleto este verso: «¿No sabe
que no puedo?»
(7) Faltan en Hartz. este verso y el anterior.
ACTO SEGUNDO
389
Severo,
De que es verdad, señor, te desengaño (i),
y no pasión que busca .
Rey.
De qué suerte,
pues ha llegado a desear la muerte?
Severo.
Aquí vino (2) una bella labradora,
qixe con menos clavel sale la aurora,
menos jazmín su blanco nombre afeita
cuando en su pura nieve se deleita;
viola danzar, y aficionóse tanto (3),
que para \'erla, lo que dice intenta.
Rey.
Esa afición su entendimiento afrenta.
¿Xo hay damas en la Corte, no hay señoras?
Severo.
La condición, señor, del gusto ignoras;
tal vez agrada lo que no merece
ser por amor (4) amado, y se aborrece
lo que de amor es digno; no ha podido
en tanto amor un átomo de olvido
poner, por más que persuadirle intento.
Rey.
T^n hombre de tan claro entendimiento,
¿no había de aplicar a lo que es justo
la inclinación, la voluntad y el gusto? (5)
En el hielo mayor enciende llamas;
no hayan podido de la corte damas.
Sin duda es invención la labradora,
para poder salir hasta la aldea.
Salir, Severo, y aun huir desea (6);
pues ésa es la blanca aurora,
vestida de claveles y jazmines.
Véngale a ver. Severo, y no imagines
que ha de salir de aquí.
(i) Este verso dice en Hartz.: «Señor, de la verdad
te desengaño», y faltan los dos que siguen.
(2) En Hartz., «vive», por errata.
(3) Faltan en Hartz. este verso y los dos anteriores.
{4) En Hartz., «ser por el hombre».
(5) Este verso, incompleto en Hartz., dice: «la in-
clinación y el gusto», y el siguiente, también incom-
pleto: «y agradarse de damas». A continuación sigue
este otro: «que en el hielo mayor encienden llamas». El
sentido resulta más claro, pues el pasaje del texto está
viciado.,
(6) Corregido este verso según la Parte XXV, pues
el texto que seguimos dice, por error: «salir, Severo,
quien vivir desea».
Severo.
Triste le veo.
Rey.
Pues sufra y viva, que su bien deseo.
(Vansc y salen Leonardo y Perol.)
Leo. ¿Qué me dices?
Pj7r_ Que ha venido
Laura.
Leo. ¿Laura?
Pi^i^ Laura, hermosa,
no hay más incrédula cosa
qne un pecho al amor rendido.
Y por vida de Perol,
no porque lisonja sea,
que parece que en la aldea
faltaba hasta ahora el sol.
Si crédito no me das,
pregunta al prado, a las flores,
si vieron tales colores
en sus pimpollos jamás.
Leo. ¡Oh, qué bien lo echa de ver!;
todo se alienta y restaura.
¿Cómo viene?
Per. Como Laura,
que no hay más que encarecer.
Leo. No lo hubiera dicho 3^0
¡Oh, qué envidia te he tenidcl
Pero. Soy sabio, soy entendido,
aunqite venturoso no.
Leo. En fin, Laura vino ya
del peligro del Palacio.
Per. ¿Peligro en tan breve espacio?
Segura en sí misma está.
Demás de ser celebrada
la honestidad que ha tenido
el Príncipe, porque ha sido
de todo el reino ayudada;
con vi,=itarle las damas
de más rara perfección,
no le han visto inclinación;
rieve parecen sus llani£S (i).
Con esto Laura ha venido
sin palabra descortés;
Leo. ¡Plegiie a Dios, mas ésta es.
(Salen CiNTiA y Casandra.)
Cas. Dicen que estaba ofendido,
y no ha tenido razón.
CiN. Amor, Laura, todo es celos.
Cas. Guarden tu vida los cielos. (A León.)
LEO. Sí harán, que tus ojos son.
(i) En Hartz. faltan los ocho anteriores versos.
700
LO QUE IIA DE SER
Ya te aguardaban los campos,
bosques, árboles y fuentes,
bellísima labradora,
que de los palacios vienes.
Quejábanse las montañas
de que, ambiciosas, quisiesen
tener como techo de oro
perlas en su hermoso oriente (i).
Por tus ojos, que no he visto
el sol en el rayo alegre
después que con tu partida
quedó (2) mi vida a la muerte;
En los fines del invierno (3),
todo se alegra y florece,
porque (4) presumen los campos
que la primavera vuelve.
Xo hay prado, bosque ni selva
que no se vista de verde,
y sólo está mi esperanza
tan desnuda como siempre.
Todo siente en tu favor,
y aunque más que todos puede,
la imaginación camina,
no hay afecto que no muestre;
pues justo fuera, zagala,
que se vistiera con verde
de esperanza y de alegría
quien tiene razón y siente (5).
Envidia tengo a los prados,
que pisados, reverdecen
de estos pies, adonde amor
tantas libertades tiene.
Las fuentes, por sus espejos,
haces que sus vidrios quiebren,
tropezando en sus cristales
jxjrque más veloces lleguen (6).
Xo hay flor que a tomar color (7)
no salga, aunque al tiempo peae
las clavellinas por grana,
las azucenas por nieve.
Yo .solo en tu sol, ¡ay, Laura!,
que no tenga vida quieres,
pues me anocheces en im'
cuando en todos amaneces.
C.^s.
(i) Faltan en Hartz. estos cuatro anteriores versos.
(2) En Hartz., «dlnte».
(3) En Hartz., «eí^tio», »|iie parece más exacto por
lo que «ti^uc.
Í4) }-M Hartz., M>or ti».
(5) En Hartz. fsütan estos ocho anteriores versos.
(6) Faltan en Hartz. li>s cuatro versos anteriores.
(7) En Hartz., «olores», j>or errata; quizá deba ser
•culom*.
Pero dime de Alejandro
las nuevas que el alma teme;
que le vi inclinado a amarte;
tú sabes lo que mereces.
Sosiega, Laura, mis celos,
que rayos de amor parecen;
serás laurel para mí,
que los rayos no le ofenden.
Y así tengas tanta dicha
como hermosura, que dejes
atrevimiento a mis brazos
licencia de los que tienen (i);
que si respondes ingrata,
flores, campos, prados, fuentes
abro sarán mis suspiros
y llorarán tus desdenes.
Después, querido Leonardo
(que quiero pagarte así
lo que mi ausencia encareces,
pues tú no sabrás fingir
que adonde las puras fuentes
sin artificio sutil
aun 110 saben nmrmnrar,
que sólo saben reír (2).
Después del rústico baile
donde tan bien parecí
a quien no me lo parece,
porque yo no sé mentir;
después, digo, que te fuiste
y me dejaste sin mí,
con lástima de mirarte,
enmudecer y sentir,
quiso Alejandro que entrase
donde en sus riquezas vi
trasladar su plata del indio,
su rubio metal Ofir;
su tela y seda la Persia,
con tanto vario matiz
como se esmaltan los campos
cuando se despide abril (3).
La China, el blanco diamante;
Ceylán, el rojo rubí;
(ianges, el topacio ardiente;
Eufrates, su azul zafir (4);
sus perlas, el mar del Sur;
sus altos cedros, Cetin;
Saba, preciosos aromas;
(i) En Hartz., eviouen», ([uc no jiarcce mejor lec-
tura.
(2) En Hartz. faltan los cuatro anteriores versos.
{3) Faltan también los cuatro anteriores.
(4) El texto (juc seguimos dice con impropiedad
•dulre zafir».
ACTO SEGUNDO
391
Egipto, terso marfil (i).
Sus pensiles Babilonia;
que el más pequeño jardín
pudiera con mayor fama
ser de sus muros peii.>^il.
A sus pinturas y estatuas
pudiera Grecia rendir
de Fidias, Pitio y Tedón,
mármol, pincel y buril (2);
y abriéndome nn escritorio,
que fué lo mismo que abrir
puerta a las luces la noche,
otras tantas joyas vi.
Hartar pudieran a Midas,
igualar y competir
con las riquezas de Creso,
causa de su triste fin.
Díjome: «Hermosa aldeana
(aunque nunca yo lo fui):
haz cuenta que todas éstas
se labraron para ti;
cuantas te agradaren toma.»
Yo, Leonardo, respondí:
«No gtaarnecen ricas piedras
sayal tan grosero y vil.
Guarda, famoso x\lej andró,
para quien se iguale a ti,
las riquezas de estas joyas,
que la aldea en que nací
aun no sabe qué es cristal,
porque se svielen servir
de arroyos para tocarse,
sin fingir rosa y jazmín.
Pues adonde no hay espejo
para el clavel carmesí,
para la fingida nieve,
para el forzoso carmín ,
¿qué efecto harán los diamantes
en tan grosero perfil?,
que también tiene hermosura
la naturaleza en sí.» (3)
Enojóse, y viendo yo
un Cupido relucir
que navegaba en un mar
sobre un hermoso delfín,
tómele por contentarle,
y de la cuadra salí
llamando a Cintia y a Xise,
y esto me dijo al salir:
Leo.
(i) Faltan en Hartz. los cuatro versos anteriores
(2) Faltan también los cuatro anteriores.
(3) Faltan en Hartz. los ocho versos anteriores.
Leo.
Per.
ClN.
Pero.
ClN.
Per.
Cix.
«Aimque el Amor llevas, Laura,
más amor dejas en mí;
que eres la primer mujer
a quien el alma rendí.
venme a ver, pues que me has muer-
venme a ver, I^aura gentil; [to;
que si \'0 salir pudiera,
yo fuera a buscarte a ti .
Estoy en esta pri.sión
por una estrella infeliz;
ya no lo siento, mas siento
la del alma que te di.»
Con esto quedóse, y triste,
se fué de verme partir
no sé adonde; sé que luego
que del castillo salí,
me di prisa para verte,
porque ya con verte a ti
da fin la historia y la audieuciaj
que el amor no tiene fin.
Nunca pensó mi paciencia
deber, ¡ah, pena mortal,
tanto bien a tanto mal,
como fué, Laura, tu ausencia.
Mi muerte fué tu partida;
pero ya con sólo verte,
corrida se fué la muerte
y vino alegre la vida;
si bien no puedo tener
seguridad del amor,
de un hombre cu 30 valor
tanto me da que temer.
(Aparte.)
Oye por tit vida.
Di.
¡Ay, Cintia, qué linda mano
te has dado a lo cortesano!
Yo, Perol, a btilto fui.
A bulto en la corte he visto,
que es lo mismo que a revuelto, (i)
andar, Cintia, el diablo suelto.
Yo siempre mi honor resisto.
¿Hubo pellizco de paje?
¿Novedad (2) de gentilhombre
y otras cosas de este nombre?
¿Hizo novedad el traje?
¿Nadie se llegó al olor
del tomillo de la aldea?
¿Nadie te llamó Amaltea?
A fe que vienes de humor.
(I)
(2)
En Hartz., «a río vuelto».
En Hartz., «Necedad».
39^
I.O QL'E HA DE SER
Per. ¿Nadie de esta ijentecilla
te dijo con mal deseo
si se vendía el poleo,
orégano y manzanilla? (i)
Leo. De todo estoy satisfecho;
descansa, Laura, si acaso
lo estás.
O.S. Desde el primer paso.
Leo. No es este rústico peclio
a propósito de quien
de tantas riquezas viene.
Cas. Ven, que las que estimo tiene.
Leo. Vida los cielos te den.
(Vanse.)
Per. En efecto, no hay hablar
en esto de la....
CiN. Ya entiendo;
mucho me cansas pidiendo.
Per. Pues yo tengo que te dar
una cosa que es muy buena.
Cix. Si es alma, sácala al soL
Per. Pues no seré yo Perol
si no os pesco la cadena.
(Vanse, y salen el Rey, Severo, Teodoro y Celio )
Rey. ¿Es posible que ha llegado
el Príncipe a tal tristeza?
Sev. No se espante Vuestra Alteza.
Rey. ¿Pues no me ha de dar cuidado?
Sev. Quien de la pasión de amor
se admira, no tenga nombre
de hombre, porque en el hombre
es natural su rigor.
No hay ave ni hay animal
que esta pasión no sujete;
(i) En Hartz. faltan los cuatro versos anteriores;
pero en su lugar intercala el siguiente pasaje:
«Per.
ClN.
Per.
ClN.
Per.
Cl.N.
Pr.R.
Cl.N.
Per.
¡Bonitos son los lindoncs
para «juc perdonen nada!
J.aura fué la festejada;
que tiene ilustres razones,
y satiía resjjondcr.
¿Qué te di''» el l'rínc¡¡)c a ti?
¿.\ mí, l'crol?
A ti.
A mí
no me dieron a escíjger
en nibícH y diamantes.
Hsta cadena me di6.
¿Quieres prestármela?
So.
¿No, rcsjKíndcH?
No te CBi)autcs,
Rey.
Tko.
Rey.
Teo.
Rey,
ri aun el cielo te promete,
con ser materia inmoral,
librarte de esta prisión.
Mira sus dioses y mira
que del amor y la ira
sólo es reina la razón,
y ésta nunca en tiernos años
alcanza tatito poder
que pueda y sepa vencer
los fueros de sus engaños,
r Los que a la madura edad
llegan, están obligados
a olvidar años pasados
de su verde mocedad (i);
así, tú juzgar no debes
en tus años, de sus daños.
No se me olvidan los años,
que son los años muy bre\ es,
y en materia de querer
.Alejandro inobediente,
pasar de este fuerte el puente,
(cosa que no puede ser)
sé lo (]ue dice Platón
des<nibiendo en el Timeo
sn atre\imientc y deseo;
peto no será tazón
que tal licencia le dé.
Si de pena se muere,
¿qué remedio habrá que espere
tu cuidado?
Yo lo sé.
¿Cómo?
Traer de la aldea
a su bella labradora,
que, como decís, adora.
que no hay hombre que a mujer
vuelva cosa que le preste.
Per. ¡Bravo desengaño es éste!
;Y (|ué nos soléis volver
de todo cuanto os prestamos?
CiN. Sois hombres. Perol, es justo;
(jue es traición, sobro mal gusto,
dar la mujer.
Per, ¡Hicn medramos!
Cintia, (juien tiene ha de dar,
o sea hombre o sea mujer,
cuando se llega a cjuerer.
CiN. I,a cadena he de guardar
si más razones alegas;
que en un i)le¡to hay peticiones,
trami)as, notificaciones,
jia.sos y i)asioncs ciegas.»
(i) I'altan en Hartz. estas tres redondillas ante-
riores.
ACTO SEGUNDO
393
Cel. ¿y no puede ser que sea
mujer de tanto valor
que a tu fuerza se resista?
Rey. Puede ser; mas con la vista
templa su fuerza el amor;
que tampoco yo querría
dar lugar a cosa injusta.
Teo. Pues Vuestra Alteza gusta
de su salud...
Rey. Es la mía.
Teo. Hoy iremos Celio y yo
y le traeremos a Laura.
Rey. Lo que su vida restaura
es mi salud, que otra no.
Y Severo la tendrá
en guarda, porque es razón
mirar sii honor y opinión.
Teo. En viéndola, templará
la tristeza de su ausencia.
(Vasc el Rey y sale el Príncipe.)
Prín, ¿Qué os ha dicho el Rey, Teodoro'
Teo. Que con el justo decoro
venga Laura a tu presencia;
pero que la tenga en guarda
Severo.
Ai^EJ. Tenga en buen hora.
Vea yo mi labradora
discreta, hermosa y gallarda;
que no pasa mi deseo
la margen de la razón.
Chi,. Vencer tu propia pasión
fué siempre el mayor trofeo.
AI.EJ. Partid los dos a buscar
de mi salud el remedio,
pues no hay montañas en medio
ni montes de airado mar.
Id a e.se pobre lugar,
rico ae tan gran, tesoro,
amigos Celio y Teodoro,
y para sol más bizarro,
pedid al del cielo el carro,
todo de diamantes y oro.
Y si el de Venus traía,
cisnes por más majcstr.d,
caballos blancos llevad,
como nieve helada y fría.
Decid a la prenda mía
que mi padre, para darme
salud, quiere que a curarme
venga en aquesta ocasión,
porque como no es león,
no teme que ha de matarme.
Y engáña.se, que recelo
que Laura tiene en su oriente
el león por ascendente,
séptimo signo del cielo.
¿Pues qué importa su desvelo
si el pronóstico ha cumplido?
jNIuerto a sus manos he sido,
tan honrado, aunque encubierte,
que es el león que me ha muerto,
dentro del cielo nacido.
(Vansc y salen Casandra y Nise.)
XiSE. Después, Laura, que viniste
a la aldea estoy de suerte
que se acobarda la muerte
de matar vida tan triste.
Fiando mucho en quien fuiste
nunca te he querido (¡ay, cielos!)
decir mis locos desvelos;
porque cuando fuere culpa,
siempre tiene amor disculpa,
pero no en pidiendo celos.
Olvidóme el labrador
que por huésped has tenido,
por quererte; que el olvido
fué siempre sombra de amor.
Pensé yo de tu valor
que del Príncipe vinieras
enamorada, y que dieras
lug.ir a tus pensamientos,
?in que tus merecimientos
tan bajamente ofendieras.
Pero engáñeme, pues ya
pagas su necia afición .
Cas. Si tus palabras lo son,
el efecto lo dirá.
Si él te ha olvidado, será
porque nunca le has querido;
de mí, Xise, no lo ha sido,
y no he nacido en aldea;
mas puede ser que lo sea,
si tú despiertas mi olvido.
Es Leonardo muy buen hombre,
mas no es hombre (i) para mí,
porque pienso que nací
muy desigual en el (2) nombre.
IVIi voluntad, no te asombre,
que se la debo tener,
pues no más de por mujer
me ha dado tanto favor.
(i) Eu Ilartz., «bueno».
{2) En Hartz., «a su».
394
I.O QUE HA DE SER
Cas
Per.
Cas.
Per.
Cas
Pero.
C.^s.
Per.
Cas
Per.
que era no tener amor
dejarle desconocer.
El es ido a la ciudad
a llevar muerto un león
y a ciertos premios que son
cebo de honor en .su edad.
Diréle tu necedad
cuando venga, si tú quieres.
No, mi Laura, no te alteres.
¿El verme alterar te admira?
¿No sabes tú que es la ira
mayorazgo en las mujeres?
(Sale Perol.)
Lindamente lia sucedido.
¿Qué es, Perol""
Leonardo viene
de la ciudad, victorioso.
Albricias, Perol, mereces;
di a Nise que te las dé.
¿Por qué, si tú me las debes?
El porqué Nise lo sabe,
y con Leonardo se entiende.
¿Cólera tenemos )-a?
Oye, así Venus aumente
tus años y tu hermosura.
I/O que ha pasado refiere.
En la plaza del castillo,
que está del jardín enfrente,
estaba im alto teatro
para tres nebíes jueces.
El Príncipe en un balcón,
sobre un dorado tapete
de tela de oro, mostraba
la luz que el sol en su oriente.
Sobre dosel encamado,
el mismo Adonis suspende
su vista al vulgo que dice,
con voces de aplauso alegre:
♦Dios te libre del león
que te amenaza, y te deje
cumplir cien años y más,
después de los veinthuievc.» (i)
Colgada.s di ve isas armas,
la juventud noble encieden
con los premios que a otra parte
igualmente resplandecen.
Después de lialx-r presentado
Ix;onardo el león valiente
que aún muerto causaba espanto
y Alcides pu<lo tenu-rle,
bajamos a ver la plaza.
(i) Paitan en Hartz. los ocho versos antcriorcí?.
CEI..
Cas.
XlSE
Per.
Tf;o.
Cei,.
Teo
Cei,.
Teo.
en que al Príncipe entretienen
carreras, fuerzas y espadas,
y hacen señal que comiencen.
Sale un fuerte luchador,
calzado de frente y sienes;
quítase Leonardo un sayo,
y como un toro arremete.
Alza el hombre, traba el brazo,
niervos y huesos le tuerce;
gimen, anhelan, suspiran,
sudan, braman; finalmente,
al competidor, cansado,
Leonardo en la tierra tiende.
Danle una cadena de oro,
y codicia conocerle
Alejandnj, dando causa
a que más premio se aliente.
No estuvo una hora en la plaza,
cuando a la palestra vuelve,
donde tiraban la barra
mozos gallardos y fuertes.
Tómala en la fuerte mano,
y una vez que la re\'uelve,
al mayor tiro de todos
pasa seis palmos o siete.
Danle una copa de plata;
descansa, y partir se quiere;
pero viendo las espadas,
irse por bajeza tiene.
Vase para su contrario,
de esto poco se me entiende,
en fin, con ir y venir (i)
tajos, puntas y reveses,
rompe los cascos a cuatro:
lo mismo hiciera de veinte.
Danle una sarta de perlas,
tan bella, que me parece
que la veo en tu garganta,
aimque es nieve, sobre nieve.
(Salen Teodoro y Celio.)
Aquí dicen que ha de estar
con algunas labradoras.
¿Qué es esto? ¿Gente a estas horas?
Habrán llegado al lugar
para pasar a la sierra.
Sí, que cazadores son.
Aqiu' están.
¡Buena ocasión!
¡Bravo monte!
Fértil tierra.
\'enus os guarde, aldeanas,
(i) Fallan en Ilartz. estos dos versos.
ACTO SEGUNDO
395
y logre vuestra hermosura.
Cas. Jiipiter os dé veuturas.
Cei,. ¿Eu qué damas cortesanas
puede haber más perfección?
Cas. ¿Qy^é es lo que buscáis, señores?
Porque si sois cazadores,
de im espantoso león,
vino un labrador a^'er
a dar nuevas a la aldea.
TEO. Como mi gente le vea,
no os dejará que temer.
¿Destruye mucho ganado?
Cas. Xo llega tanto al lugar.
XlS Di que nos dejen andar
en su coche por el prado,
Laura, así te guarde Dios.
Cas. ¡Qué lindo coche traéis!
TiiO. Entrad en él si queréis
andar un rato las dos
por el prado o el aldea.
Cas. Ha tanto que no me vi
en coche, que aim por aquí
tendí é a ventura que sea.
Teo. Pues entrad.
Cas. Entremos, Xise.
Cel. Cocheio, esas damas lleva.
Cas. ¡Brava fiesta!
N'lSE. Cosa nueva.
Teo. Xo es menester que le avise,
que él sabe lo que ha de hacer:
pica al castillo Danteo.
(Vanse y queda Perol.)
Per. ¡Ay, cielos, qué es lo que veo!
Engaño debe de ser.
(Dentro Casandr-^.)
Cas. ]Menos priesa, porque quiero
ir con mucha autoridad.
(Dentro, Xise.)
XlS. X'o vais hacia la ciudad,
sino hacia el prado, cochero.
(Dentro, Teodoro.)
Teo. Laura, al Príncipe os llevamos;
no volveréis a la aldea.
Per. ¿Quién habrá que aquesto crea?
¿En qué Scitia o Libia estamos?
¿Ello se ha de consentir?
Como corren los caballos,
es imposible alean zallos,
aunque los quiera seguir.
Y 3'0 solo, ¿qué he de hacer?
Una honda a tanta espada,
no puedo servir de nada;
ya no las alcanzo a ver.
¡Ay, triste!, ¿qué hará Lecnardo?
(Sale Leon-.iírdg.)
Leo. ¿Qu^é es esto?
Per. ¿De dónde vienes?
TvEO. Del lugar donde me han dicho
qu^ salió Laura por verme.
¿Dónde está I<aura, Perol?
¿De qué te turbas? ¿Q'-ié tienes?
¿Qaé ha sucedido, que el alma
hablar lo que callas quiere?
Per. De ese Príncipe Alejandro
a quien no sin causa temes,
vinieron aquí en ^xn coche
dos criados y otra gente.
Hablaron con Laura y X'ise,
y como tienen mujeres
espíritu ambulativo,
que no hay cosa que no intenten,
rogaron a los traidores
que andar un rato las dejen
en el coche por el prado;
luego los dos lo conceden.
Entran las dos y ellos entran;
y como el milano suele,
en agarrando a los pollos,
volar por el aire leve,
parten al ca.' tillo, dando
con ánimo diferente,
ellas voces y ellos priesa;
quedando yo de esta suerte
que robando a Proserpina
lloraba la diosa Ceres;
y para decir mejor,
como gallina que pierde
los pollos ■■ pues yo lo fui
en no morir y atreverme. •
Leo. Xo temía yo sin causa;
¡oh, cómo las almas suelen
ser profetas de sus daños
y lo que ha de venir temen!
Cual suele candida garza
saber cuál halcón la prende,
así el amante en sus celos
conoce al que ha de vencerle.
¡Ah, fuerza de poderosos!
¡Oh, Alejandro, que tú puedes
sólo en el mundo quitarme
lo que tus prendas merecen!
396
LO QUE HA DE SER
Per
I.EO.
Per.
I.EO.
Sev.
Rey.
Sev
Rev
Skv
C. s
Au;j.
C/s
No era Laura para nu;
pero ya quiso mi suerte
que su hermosura gozase,
ya que no la meieciese,
de verla estaba contento,
cuando con \-uelo insolente
de un águila podero.sa
fué Laura su Gauimedes (i).
Pero entre tantas desdichas,
¿de qué sirve entretenerme?
Seguirla tengo. Perol,
aunque mil vidas me cueste.
Toda esta hacienda te toma,
que voy a morir.
Detente,
que es locura lo que intentas.
Pues, perro, ¿tú me detienes?
¿Xo conoces mi valor?
Iré contigo a perderme.
Sin Laura no quiero vida;
con ella es vida la nmerte.
(Vanse y salen Severo y el Rev.)
Laura dicen que ha llegado.
Advertid que esté con vos,
y que tengáis con los dos.
Severo, mucho cuidado,
Basta que el Príncipe vea
esta mujer; que no es bien
que más licencia le den.
Aunque es de una pobre aldea,
miraré con justo celo
su honor en esta ocasión,
con más ojos que el pavón
que pu.so Juno en el cielo.
Con Lisarda puede estar,
y honestamente la vea,
de suerte que todo sea
honesto ver, casto hablar.
Vo fío de su valor
lo que del tuyo podría.
iaUn el Prínciim;, Casandra, Severo, Celio
y Teodoro.)
Esto más es tiranía
que desatinos de amor;
darme la muerte es nujor,
si es causo desasosiego.
Si salx-s que amor es ciego,
Laura, ¿tn tanta discreción
juzgas mi anu>r a traicióji?
iJcjadiue volver ns rui^o.
Cas.
Al,EJ.
Cas.
AI,EJ.
(i) En Hasiz. faltan loa íkHo versos antcriore».
Alej. ¿Volver? ¿Cómo o de qué suerte?
¿Xo sabes que enfermo estoy
de verte, y que desde hoy
me curas volviendo a verte?
¿Xo ves que causas mi muerte
y mi médico has de ser?
Pues si os he venido a ver,
¿quien el ser médico imita,
por qué no se ha de volver?
Cuando un hombre como yo
enferma, un médico está
con él siempre y no se va.
¿Y no se va?
Tvaura, no;
y este mal que a mí me dio
quiere el médico presente,
para cualquier accidente;
porque si me viielve a dar,
¿cómo se ha de remediar
estando el médico ausente?
Cas. ¿Qué accidentes pueden daros
que no los haga mayores
el verme?
Ai,Ej. Males de ameres,
no son de curar tan claros
y quieren tantos reparos
cuantos son los pensamiento
Cas. Pues de otros medicamentos
más que el veros, no fui yo
doctor que loj estudió
en humildes nacimientos.
Decid que xiielva a mi aldea
que os doy palabra de ser
\'uestro médico y volver
a que vuestro mal me vea.
Al,EJ. Sí; mas porque todo sea
como, en fin, enfermedad,
la mano, I.,aura, me dad,
que en el pulso del aiuor;
conoceréis de qué ardor
enfermó la voluntad.
C.'SS. Xo me mandéis que le intente,
que en esta nuda porfía
curo por astrología
y conozco per la frente.
Ai,i;j. Vos haréis que mi accidente
os la tome.
C.\S. ¡Xo haléis tal!
Si ya no es que vuestro mal
se ha convertido en locura,
y ése es mal que no se cura
sino con locura igual.
Übligadnie honestamente
ACTO SEC.UXDO
397
y os sabré corresponder.
AI.EJ. ¿Posible es que esta mujer
ha nacido humildemente?
Severo.
Sev. Señor.
Al^EJ. Ouien siente
de esta manera su honor,
¿no tiene oculto valor?
Sev. Déjala estar con Lisarda,
que ha de ser su honesta guarda,
que allá tratarán tu amor.
Ten esperanza y paciencia.
Vamos, Laura, donde estéis
como vos misma queréis.
Cas. ¿Esto es amoi? ¡Es violencia!
Vamos, Xise.
XiSE. Ten paciencia.
(Vanse.)
Al,Ej. ¿Qué tengo de hacer, Teodoro?
si a un áspid (i) hermoso adoro
y en las desdichas que paso
de sus tibiezas me abraso,
de su desdén me enamoro?
Teo. Señor, a tu gran poder
no se podrá resistir;
principios son de sufrir,
aunque es humilde mujer.
Cei<. Severo no ha de querer
verte con este cuidado,
que, en efecto, te ha criado. .
Ai<Ej. ¡Ay, Celio! Pues con Lisarda,
su hija mayor la guarda,
el Rey S2 lo habrá mandado.
(Salen Perol y I,eonardo.)
Per. Aquí está Alejandro; mira
el desatino que intentas.
Leo. ¿a un amante persuades?
Viento coges, el mar siembras.
Al,EJ. Mirad quién se ha entrado aquí.
Leo. ¿No conoce Vuestra Alteza
a un labrador que luchaba,
que tiraba y hacía fuerzas,
y que con diversas armas
escalabró en tu presencia
los maestros más famosos?
Al,Ej. ¿Pues qué quieres? ¿No te premian?
¿Pretendes algún oficio?
Leo. No hay oficio que pretenda
en palacio, porque soy
pobre en una pobre aldea,
(i) En Hartz., «ángel».
Teo.
AI.EJ.
Teo.
Leo.
AI.EJ.
Leo.
Cel.
Per.
Al<EJ.
Sev.
Alej.
Sev
Teo.
Cei,.
Teo.
Ar.Ej.
a la cual (pienso que son
los que están en tu presencia)
fueron dos criados tuyos
y sacaron con cautela
una mujer en un coche,
con quien sus deudos conciertan
casarme, que está sin padres.
Súpelo, y vengo por ella,
o a morir determinado.
¿Qué historia romana o griega,
tal desatino de amor
como el de este amante cuenta?
Esta es la causa, Teodoro,
porque esta villana necia
se resiste a quien yo soy.
Estas, señor, no se prendan
sino allá, con sus iguales.
¿Qué respondes? ¿No me entregas
a Laura? ¿No se lo mandas?
Que no he de volver sin ella.
Esto ya pasa de amor:
o es locura o es .«soberbia.
Matadle.
Probad, llegad.
Mataréis, quien lo desea.
¿A qué aguardáis, cortesanos?
¡Pues muera el villano, muera!
No debe de ser muy fácil.
¡Qué bravamente les pega!
¡Hola, guarda; hola, soldados!
No se ha visto acción como ésta
en casa de un hombre vil.
(Sale Severo.)
¿Qué es esto, señor?
Que sea
un rústico de ese monte
tan atrevido que venga
a pedirme a I^aura a mí,
y con locura tan ciega
acuchille a mis criados?
Ahorcadle de una almena,
porque él no podrá salir
con tanta guarda a la puerta.
(Sale Teodoro.)
Algún demonio es el hombre.
(Sale Celio.)
No he visto tigre tan fiera.
Con un escuadrón de picas
pudieron prenderlo apenas.
No se ha visto igxial valor.
Ahórquenlo, por que sea
398
LO QU1£ HA DE SER
Sev.
Alej.
Sev.
Alej.
Sev.
Alej.
Sev
Te«».
Alej.
Teo.
Sev.
escarmiento a t.us iguales.
Será afrenta a la (i) grandeza
de tn generoso nombre;
el castigo se suspenda,
pues está preso, que yo
le haré ejemplo de su aldea,
por honor tuyo y por ser
de toda aquella ribera
del mar el mozo más fuerte.
Como tú quieres, sea;
y pues ya I«aura no tiene,
como este ejemplo lo muestra,
tanto honor como blasona,
permíteme que entre a verla;
que no es razón que queriendo
a un labrador de una sierra,
parto humilde, tenga en poco
tan arrogante y soberbia,
a quien hoy Alejandría
por su príncipe respeta.
¡Vive Júpiter sagiado,
que he de forzarla!
No creas
que de aquesta puerta pases.
;Pues tú la puerta me cierras?
Xo pienso quitarme de ella,
auncjue me cjuites la vida.
Toma.
(Dale un bofetón.)
;A mi rostro esta afrenta?
>eñor, ¿qué has hecho? ¡A tu ayc!
Apártate, y agradezca
que no le di con la daga.
(Vasc.)
Con podero.so.'í, paciencia.
Por los soberanos dioses
que cielo y tierra gobiernan,
fjue he de vengarme, ¡ah, rapaz!,
aunfjue mi Príncipe seas.
Vo descubriré el .secreto,
y haré que el Imperio pierdas,
quíí en injuria sin razones
no es la venganza bajeza.
Leo.
Sev.
I.EO.
Sev.
Leo.
Sev.
Leo.
Sev.
(i) Kn Hartz., «Scr.-i afrentar la».
EIN I)EL A«T(i SE'.'NPO
ACTO TERCERO
(Salen Severo v I,kon.\rdo.)
Xo sentiré la prisión,
si tan buen alcaide tengo.
A darte la vida vengo,
Leonardo, en esta ocasión.
Lástima te habrá movido
de que un hombre enamorado
a morir determinaao
entrase tan atrevido
donde, si no era volando,
era imposible salir.
A pesar has de vivir
de quien está deseando
tu nmerte, porque es razón
ayudarte a defender,
si del Príncipe has de ser
el esperado león.
¿Yo, Severo? ¿De qué suerte?
Óyeme atento, y verás
cuan cerca del Reino estás.
¿Yo? ¿Por dónde o cómo?
Advierta
Xicandro (i), famoso rey
de cuantas provincias baña
por siete bocas del Xilo,
desde Roseta a Damiata
y del Cairo a Alejandría,
en su verde edad pasada
quiso con notable amor
a una bellísima dama
llamada Antonia, a quien dieran
Semíramis y Cleopatra,
como en la rara hermosura,
ventaja en letras y en armas.
Destos amores naciste.
Oye, no te alteres, calla;
que el decirte esto Severo (2)
no fué, Leonardo, sin causa.
Era yo solo el criado
de quien Xicandro fiaba
estos amores de Antonia,
por amistad y jirivanza (3).
Cuando tres años cumplías,
muere tu madre y se casa
el Rcv con Natalia bella,
(1) Ivn Hartz., «Raiuiro*, por el error ya dicho; pero
la Parte XXV dice tambióu «Nicandro».
(2) Jvn Jlartz., «este secreto», «nic parece mejor lec-
ción.
(3) l-'alta este verso en Hartz.
ACTO TERCERO
399
del Rey de la Persia henuaiia.
Nace el Príncipe, tu henuano,
a quien Alejandro llanian,
porque no menos fortuna
de su nacimiento aguardan.
Este hijo, Anaximandro (i),
y por las estrellas, halla
que un león le ha de dar nuierte
si no le esconden y guardan
hasta que treinta años cumpla.
Con esto, Nicandro (2) labra,
este fuerte en que le tiene
mientras tantos años pasan,
y a ti, por una sospecha,
criar en los montes manda,
sin que supieses quién eras,
porque Leonardo te llamas;
que dicen que puede ser
que los cielos te señalan,
Leonardo, por el león,
y así el nombre le acobarda,
que al Príncipe ha de matar,
quitando con arrogancia
el legítimo laurel.
Y no le ha engañado el alma;
pues habiendo yo criado
esta fiera en confianza
del premio, porque le quise
defender que viese a Laura,
porque el Rey me había luandado
que la guardase Lisarda,
mi liija, su mano fiera,
sin respeto de mis canas,
puso en mi rostro, que ha sido
la causa, y tan justa causa,
de declararte quién eres,
para que en justa venganza,
seas, Leonardo, el león
del Príncipe que me agravia,
y cumpla el cielo el decreto
que firmaron cojí su estampa
en los estados del cielo
las deidades soberanas.
Serás Rey de Alejandría,
y librarás a quien amas
de este tirano mancebo,
que está cerca de forzarla.
LEO.
(i) En Hartz. dice: «Deste mira el nacimiento». El
pasaje de arriba quizá deba leerse: «Este mira Anaxi-
mandro».
(2) En Hartz., «Ramiro»; pero no en la Parte XXV
que le sirvió de texto.
Si por librarla venías
a morir, mayor hazaña
es matarle a él, pues quieren
los cielos, que al fin te llaman
por sus planetas y estrellas
al Reino, que en confianza
de esta verdad, solicita
darte la puerta y la espada (i).
Mátale y reina, Leonardo,
pues tu padre te desama.
jNIira que tu madre Antonia
no fué menos que Natalia;
no goce a Laura Alejandro,
que para empresa tan alta
ya tus brazos, ya tu frente
esperan laurel y Laura.
Con notable admiración,
y atentamente, escuché.
Severo, lo que ya sé
de tii extraña relación;
dices que soy el león
que determina la suerte
que dé a Alejandro la muerte,
porque me llamo Leonardo
pues laurel y I,aura aguardo.
¿No es así?
Sí, hijo.
Advierte.
Haz cuenta que como es uno
Dios, cien mil mundos crió,
y que pudiera ser yo
su rey, sin faltar ninguno;
y que el amor importuno
de Laura, me da más penas
que hay en los montes arenas;
y que por Laura y laurel
me dan lazo de un cordel
y reino de dos almenas;
que Lai;ra, laurel y nuierte
no me darán ocasión
a ser Leonardo el león,
aunque el cielo lo concierte;
porque si el sabio, el que es fuerte
es señor de las estrellas,
aunque me lo manden ellas
puedo yo con mi albedrío
gozar de mi señorío
y dejar de obedecellas.
Por lo que tienen poder
es por la flaqueza humana,
que hace resistencia llana
Sev.
Leo.
(i) En Hartz. faltau los ocho anteriores versos.
400
LO QUE HA DE SER
a lo que quieren hacer.
Yo no tengo de poner
mano en mi sangre, Severo:
morir a las suyas quiero;
busque el cielo otro león,
si es que importa a su opinión
salir con tan mal agüero (i).
Goce a Laura, aunque la adoro,
y goce el Reino mi hermano,
y perdone el sol'crano
cielo, el perderle el decoro.
Si lui león que ser yo ignoro
le ha de matar ese nombre
razón será que me asombre,
pues haciendo crueldad tal
venga a quedar animal
si nací para ser hombre.
Lo que ti'i puedes hacer,
guardándote yo el secretq,
lo que a los cielos prometo,
es dejarme a Laura ver;
porque si lo que ha de ser
es fuerza, ¿qué te fastidia?
Mil fieras tiene Numidia (2),
no temas que en la ocasión
al cielo falte un león
y al poderoso una envidia.
Sev. ¿Quiéresme dar dos mil veces
los brazos?
Leo. ¿Pues no?, Severo.
Cjmo mi padre te quiero.
Sev. Ser rey del mundo mereces,
y de tu virtud me ofreces
grande indicio; no me deja
lo que me niegas, con queja.
Que no hacer el mal también
aun suele parecer bien
al mismo que le aconseja.
Kl cielo te ha de pagar;
no ha de olvidarse de ti,
porque en lo que has dicho aquí,
tu virtud le ha de obligar;
de nuevo te he de abrazar.
Ven conmigo, que en efe te,
ver a Laura te prometo;
pi*ro a callar obligado.
lA'f). Hombre que mi reino ha dejado,
sabrá callar un secreto.
(l'ame y %alcn el I'kíncipk y Calandra.)
(i) Falta en Il.irtz. cuta décima.
Í2) Asi en Ilartz. Kl texto c|uc wkujiuos decía, sin
duda jKjr errata: «Mil fieron tienen envidia».
AI.EJ.
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Cas.
Al.EJ.
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Cas.
Ya es, Laura, mucho desdén;
ya se corre mi valor.
¿Es mejor el labrador
riistico que quieres bien?
Mira, Laura, que me das
ocasión de aborrecerte.
Tendréla yo de quererte,
por que me aborrezcas más.
Eso es locura.
Es valor.
¿Til, valor?
¿No puede .ser?
El de mujer.
Y mujer...
Que tiene a un villano amor.
Quedo, Alejandro, que yo
no soy más de agradecida;
si de él he sido querida,
fué ocasión, defecto no.
Demás que en ese villano
hay partes para querer
cualquier principal mujer.
No estoy yo corrido en vano.
¡Vive Júpiter, que veo
que tu necia resistencia
ha de llegar a violencia
de mi amoroso deseo!
Tente, tente; que en llegando
a no haber otro remedio,
te pondrá un mar de por medio,
porque ya me vas cansando.
¿Pues qué misterio hay en ti?
que han de ser las causas muchas
Tú lo sabrás, si me escuchas.
Ya te escucho.
Advierte.
Di.
Yo, generoso africano,
en los confines de luiropa
soy hija del Rey de Atenas,
que no humilde labradora.
Mi propio nombre es Casaudra,
que las desdichas me nombran
Laura, ainuiue nunca he podido
salir de ellas victoriosa.
Quiso mi padre casarme;
concertáronse las bodas
con el Príncipe Sekuco
hijo del Rey de Autio{|uía.
Labróse luia fuerte nave,
<|ue de la popa a la j)roa,
cuando era gigante el mar,
le pudo servir de joya.
ACTO TERCERO
401
Adornaban sus entenas
flámulas y banderolas,
con que fué en el mar jardín
de varias flores y rosas (i).
Del archipiélago bravo
mansas estaban las olas
cuando me embarcó mi padre,
con lágrimas amorosas.
Acompáñanme sus grandes
y algimas nobles señoras
y el Embajador, a quieu
el mar la embajada acorta.
Damos al viento las velas;
él brama, y las pardas olas
a cuya violencia ayudan
las trompetas sonorosas;
los estandartes parecen
pintadas sierpes, que enroscan
los jaspes del blanco lienzo
sobre campaña arenosa (2).
Dejamos atrás las islas
que el archipiélago adornan;
tanto, que en lejos parecen
que todas son una sola (3).
Pero a la vista de Candia,
el viento que estaba en popa
por proa embiste a la nave
con tempestad espantosa.
El sol se esconde, las nubes
se enlutan en negras tocas,
los elementos se alteran
con batalla muy furiosa.
No hay premática del cielo
que no la quiebren y rompan;
parece que por los campos
corren caballos en tropa.
Y quedando, pasan juntos,
tiran encendidas bombas;
a ser sus techos de tablas,
juzgaras que unas con otras
se quebraban y rompían,
cayendo en la tierra todas (4) .
Ira confusión va creciendo;
auméntase la congoja.
Dan voces; tal vez «amaina»
y tal vez «vira la borda.»
Cuáles gritan «¡a babor!»,
cuál «¡a estribor!»; cuáles toman
(I)
(2)
(3)
(4)
XII
Faltan en Hartz. estos cuatro versos.
También faltan estos cuatro.
En Hartz., «sombra».
Faltan en Hartz. los diez versos anteriores.
por aligerar la nave,
y cuanto encuentran arrojan (i).
Yo, triste, estaba aprendiendo
estos nombres a mi costa,
lengua del mar que se estudia
cuando todo es Babilonia.
A este tiempo, las deidades,
a nuestras lágrimas sordas,
más fuerza al ábrego envían,
más licencia al fiero bóreas.
Todas las furias restallan
banderas blancas y rojas;
sembradas al mar, parecen
lo que en el trigo amapolas (2) .
Rómpese el árbol mayor,
y a tres o cuatro personas
quita el temor de aguardar
a que la nave se rompa.
Entonces, ya sin consejo,
una pobre barca abordan,
que iba de la nave asida
con un pedazo de escota.
Métenme en ella, bajando
por una embreada soga;
sobre quién ha de ir conmigo
los más nobles se alborotan;
llegan en fin a las manos;
de ellos en el mar se arrojan;
de ellos en los bordes muertos
beben las saladas olas.
Impele la barca el mar;
las estrellas y las ondas
entran juntas en consejo
de mi muerte lastimosa.
Si hubiera sol, me parece,
tal fué la distancia corta,
que le tocaran mis manos
en su esfera luminosa (3).
Aquel viento que se engenara
del ártico polo, escombra
entonces con tal furor
las montañas espumosas,
y alzando una sierra de agua,
da con las tablas ya rotas
en vuestra playa y carrera
donde me arroja furiosa (4),
(i) Faltan en Hartz. los cuatro versos anteriores.
(2) Faltan en el mismo estos otros cuatro.
(3) Faltan en Hartz. Estos cuatro versos.
(4) En Hartz. dicen estos dos versos:
«en una playa y la arena
me sepulta en algas toda».
26
402
LO QUE HA DE SER
Alej.
Teo.
Alej.
Teo.
Alej.
cuando lyeonaido. el villano
que dices, desde las rocas
de este mar de Alejandría
dio mejor fin a mi historia
que Octavio (i) a la de Pompe yo,
pues llegando, desemboza
la barca de olas y espumas
y hace que en sus brazos ix;nga
más agua que cuerpo y vida,
donde mi esperanza cobra
la que no pensé tener;
y así los ciclos revocan
tal vez primera sentencia
en revistas más piadosas.
Dióme su casa }• su pecho;
Laura rae nombra y me adora;
esta obligación le debo.
Mira si son estas obras
dignas de agradecimiento.
Esto soy; tú piensa ahora
lo que S03'; que cuando a mí,
yo pienso guardar mi honra.
(\'asc.)
De tiu-bado y admirado,
aun no supe detenella.
(^Qne tú eres, Casandra bella.
Reina? ¡ Ah, qué bien lo has mostrado
en el valor y cuidado
de tu defensa! ¿Qué espero?
Decir a mi padre quiero
la ventura que ha tenido,
pues un ángel ha venido
contra un animal tan fiero.
Ya no hay que temei león;
ya se han cumplido los años.
¿Teodoro?
(SnU Teodoro.)
Señor.
¡Qué engaños
hace la imaginación!
Mas no, que verdades son.
¿De qué súbita alegiía
estás de esta suerte?
El día
qtie vi de Laura los ojos
cesaron cuantos enojos
de mi fortuna temía.
Hazme luego retratar.
IJama, Teodoro, al j)intor.
(i) A»í enmendó, con adcrlr», Harl/., jdRs los tex-
to* todo» dicen «Codro».
que ya, con blasón mayor,
del león nie ha de vengar.
Con un pie me ha de pintar
sobre el león ya vencido,
después que Laura ha venido;
y que, la mano en la daga,
quiero abrir sangrienta llaga
en el animal tendido.
Parte, y que venga le di,
mientras a mi padre digo
que el Rey de Atenas, su amigo,
a Casandra tiene aqm';
Laura es su hija, y de mí
será tan presto mujer
cuanto el Rey lo ha de saber
Teo. ¿Laura es Infanta de Atenas?
Alej. El cielo, entre tantas penas
tanto bien me quiere hacer.
Vamos, porque parta algimo
a Grecia, y lleve la nueva
que ya la fama la lleva
por los campos de Neptvmo.
Teo. Xo hay en el Reino ninguno
como Celio.
Alej. Ceho vaj-a;
y cuando vuelva a esta playa,
lo que ha de ser habrá sido,
y el pronóstico cumplido
que tanto el Roinc desmaya.
(Vansc y salen Casandra, Cintia, Perol y Leonardo.)
Leo. Toda la gloria de verte
me has templado con oírte.
Mil cosas pensé decirte,
y ya no más de mi muerte;
que si le has dicho, señora,
que eras Infanta de Atenas,
ha? dado fin a sus penas,
porque Alejandro te adora
y se ha de casar contigo.
Cas. Mientras avisan al Rey,
como es de los tiempos ley,
se tratará cuanto digo.
Xo bastan humanos medios
a grandes resoluciones,
porque fuertes ocasiones
tienen fuertes los remedios.
Y yo no puedo excusar
de hacer defensa a mi honor
con decirle mi valor.
Leo. Bien te pudiera culpar,
si un secreto te dijera;
pero la palabra he dado.
ACTO TERCERO
403
Cas.
Leo.
Cas.
Per.
ClN.
Per.
ClN.
Per.
ClN.
Per.
Leonardo: tii, rej' de un prado
y señor de una ribera,
¿cómo puedes igualar
a quien como yo nació?
Es imposible que yo
a más me pueda obligar
que a tenerte grande amor.
Yo conozco mi bajeza,
y que entre tanta grandeza
soy un pobre labrador.
Soy un átomo en los rayos
del sol, ya con tanto mal
como a quien está mortal
le dan el amor desmayos (i).
Pienso que saldré de aquí
segim me ha dicho Severo;
volverme a mi monte qviiero,
y morir como nací.
Sólo te ruego...
Habla quedo.
¡Ay, Cintia!: ¿tú qué serás?
Porque ya tan grande estás,
que tengo a tus ojos miedo.
¿De dónde serás Infanta?
¿En qué nave habrás venido?
Yo, Perol, soy lo que he sido.
¿La Corte no te levanta
el pensamiento siquiera
a decir una mentira?
El ser quien soy me retira;
es teda vana quimera.
Toma ejemplo del papel,
que se hace de trapos viejos
y sixbe hasta los Consejos
y a que escriba el Rey en él.
¿Quién hay que aliento no cobre
viendo el papel, que ha subido
a escribirle el Rey, que ha sido
una camisa de un pobre?
Sí, pero siempre verás
que le queda el mal olor.
Tú tienes poco valor,
ya que en la ocasión estás;
y del papel no te espantes,
que le queda a toda ley
de estar en manos del Rey
el buen olor de los guantes.
Corto intento (2) y gran desmayo
tiene Cintia en su valor,
ClN.
Per.
ClN.
Per.
(i) Faltan en Hartz. los cuatro versos anteriores. El
último está alterado.
(2) En Hartz., «ingenio».
ClN.
PER.
SEV.
Leo.
quién llega hasta el resplandor
del sol sin quitarle el (i) rayo
Pero ya que tienes ema,
Reina y señora de Atenas,
que te dará más cadenas
que tiene lenguas la fama,
bien me puedes, Cintia, dar
la que el Príncipe te dio.
¿Pues qué soy ahora yo,
o en qué me puedo fiar?
No eras más necio, Perol;
para pescar la cadena,
te dan los ejemplos pena
de llegar al Rey y al sol.
Malicias; yo no lo digo
más de por qué lo has de ser,
si es Laura del Rey mujer.
¡Av, cómo te entiendo amigo!
¿No te dije el otro día
que los hombres han de dar
y las mujeres tomar?
Un hombre dicen que había
que en las pendencias tiraba
un pomo atado a un cordel,
y luego, tirando de él,
con el pomo se quedaba.
¡Ah, si diésemos así;
qué linda cosa que fuera
y que cuanto un hombre os diera
luego lo volviera a sí!
De este dar quedara el brazo
sabroso.
¡Qué lindo dar!
Aqueste modo de dar
se había de llamar pomazo.
(Sale Severo.)
Leonardo, escóndete preste,
que viene el Príncipe.
¡Ay, cielos,
qué presto vienen los celo'í!;
no viene el amor tan presto.
Libre me quisiera hallar,
o muerto, pues he llegado
a tiempo, que en tal estado
no hay que temer ni esperar.
Qué esperar, puts ya no hay dicha
adonde sin Laura quedo,
ni qué temer, pues no puedo
venir a mayor desdicha? (2)
(i) En Hartz., «hurtalle un».
(2) Faltan en Hartz. estos cuatro versos.
404
LO QUE HA DE SER
¿Xo dijiste que tendría
libertad?
Sev. Si quieres irte,
puedes.
Leo. ¿Qué podré decirte,
¡oh, Laura!; eu tan triste día?
Al monte \'uelvo a morir;
ten lástima de mía vida
de quien eres homicida.
Cas. Xo sé qué pueda decir
entre tantas confusiones.
Leo. ¿Podré, Laura, merecer
morir por ti?
Cas. ¿Qué he de hacer?
Sev. l/conardo, menos razones;
vete no te hallen aquí.
Leo Al fin ya no te verán
mis tristes ojos.
Cas. Sí harán.
Leo. Laura, acuérdate de mí.
Cas. Lágrimas miro, y no digo
a voces que loca estoy.
¿Qué he de hacer si soy quien so}'
fVanse y salen el Príncipe y .\lb.\no.)
Ale. Entra, pues eres testigo.
Di a Casandra lo que pasa;
di lo que el Rey respondió.
Alb. ¿Tengo de abonarte yo?
Alej. Ya, Casandra, el Rey me casa.
Mi esposa quiere que seas;
ya despacha embajadores
a Atenas y tus rigores
cesarán cuando te veas
señora de Alejandría.
Tú el fin de su dicha apruebas,
llegándoles tales nuevas
juntas en un mismo día.
El ser tú, no I.,aura ya
sino Casandra, y ser yo
quien de su miedo llegó
al fin que tan cerca está ( i),
iJe suerte fjue me ha contado
que mañana se ha cumplido
el término definido
del pronóstico pasado.
No falta más de mañana
en que serás mi nmjer,
y en que dejaré de ser
mártir de esta ciencia humana
de la voluntad divina
y celestial influencia,
Cas.
Alej.
Cas.
Alej.
Alb.
Alej.
Alb.
^LEJ.
que me ha costado paciencia
de sólo un Príncipe dina.
Tantos años de prisión
bien pudieron merecer
que fueses tú mi mujer
con tanta satisfacción
del Rey y el reinó... ¿Q.ié tienes?
¿X'o respondes?
X'o te espantes
que entre males semejantes
me espanten también los bienes.
Que en mi fortuna mortal,
estoy de suerte también
que me espanta más el bien
porqu*^ trato más el mal.
Tiene el trato fuerzas tales,
después de bienes pasados,
que aun hace a los desdichados
que se hallen bien con los males (i).
Déjame entrar a escribir
al Rej-, que no es bien que parta
sin carta mía.
Eu tu carta
puedes, Casandra, decir
lo que sientes de mi amor.
Oblígame en alabarme.
A mí me está bien honrarme
de im hombre de tu valor.
¿Qué sientes de esto?
Que está
dudosa de que la ensalces
a tan alta monarquía.
Si la tuviera por grande,
¿mostrara menos contento? (2)
Los entendimientos graves
en las prósperas fortunas
más humildes muestras hacen .
cuando coge \m gran contente
de improviso, suele darles
suspensión a los sentidos.
Bien dices; quiero alegrarme.
Hoy haré a todos mercedes,
pues comienza a publicar.se
mi libertad, y tan cierta,
que sólo puede faltarme
lo que el sol desde que salga
por sus puertas orientales,
hasta que dorarla vuelva
del polo antartico tarde.
\
(i) I'alUm en Hartz. estos cuatro vctihís.
(i) Faltan en Hartz. estos cuatro versos.
(2) En Hartz. este verso dice: ♦mostrárame más
contento».
i
ACTO TERCERO
405
Alb.
¡Ay, cielos, que veré libre
las populosas ciudades,
ejércitos numerosos,
plazas, templo, casas, calles.
Tratos, tiendas, bosques, selvas,
montes, ríos, fuentes, mares!
¡Qué notable dicha!
Mira
que el placer puede obligarte,
como el pesar, si te dejas
consumir de imaginarle;
divierte ese pensamiento. •
Celio viene. ¿Qué me traes?
AI.EJ.
(Sale Celio, criado, con dos dagas en una fuente, y
Severo.)
vSev. Aquellas dagas, señor,
de la hechura que mandaste.
Ai.Ej. Muestra. Qué buena que es ésta,
y es la cuchilla notable; ^
ésta es mejor guarnición, -f
y ésta, por Dios, que desarme
a la más fuerte defensa (2) .
(Sale el Pintor con un retrato.)
PiXT.
Sólo deseo agradarte.
Alej.
Poned en ese bufete
las dagas.
PlNT.
Quisiera hallarme
con el ingenio de Ceuxis,
con el pincel de Timantes,
0, pues eres Alejandro,
y Alejandro retratarse
dejaba sólo de Apeles,
que yo supiera imitarle.
Alej.
Poned en alto el retrato.
Alb.
Aquí no hay con qué se alce.
Alej.
Encima de ese bufete
bastará que se levante.
Alb.
¿Está bien así?
Alej.
Muy bien.
PlNT.
La geometría y sus partes
guardan proporción debida.
Alb.
¡Qué bien el efecto hace
de querer sacar la daga!
Alej.
¿Que éste había de matarme?
¿Desta suerte es un león?
(i) Hartz. intercala después de este verso los si.
guientes:
«Albano. Elpenor viene a mostrarte
el retrato que te ha hecho.
Alej. No hay hombre que me retrate
con más gracia que Elpenor.»
Cel.
Alej.
Alb.
Alej.
Alb.
PiXT.
Rey.
Alej.
Rey.
Alej.
Rey.
Alb.
Alej.
Rey.
Por eso a tus plantas yace,
y triunfas del este día (i).
¡Vive el cielo, que he de darle
una puñada, de enojo,
aunque el retrato se rasgue.!
¡Ay. ay!
¿Qué ha sido?
¡Ay de mí!;
que éste había de matarme;
de esta suerte es un león!
¡Y tiene llena de sangre
toda la mano!
Las dagas
que estaban de esa otra parte
le hirieron al dar el golpe.
(Sale el Rey.)
¿Qué voces son éstas?
Dadme,
dadme algún remedio presto.
¿Quién te ha herido?
¡Qué señales
tan tristes de tus temores!
Hice al pintor (2) retratarme
con un león a los pies,
y enojado de mirarle,
dile en la pintada boca
un golpe, caso notable,
que en las dagas que detrás
estaban, sin acordarme,
mano y brazo me he pasado.
¡Oh, estrellas inexorables!
Llevadle luego de aquí.
Ven, señor, no te desangres.
Temo que el león me ha muerto.
(Llévanle.)
¡Cielos, qué sucesos tales!
¡Ay, Albano, que ahora veo
que nuestras fuerzas notables
no impiden lo que ha de ser,
que es el cielo investigable! (3)
(i) Faltan en el texto que seguimos estos versos;
pero constan en la Parte XXV y, por tanto, en Hartz.
(2) En Hartz., «Elpenor».
(3) Faltan en Hartz. estos cuatro versos; pero en
su lugar hay este pasaje:
«Rey.
Cel.
¡Dioses! En sucesos tales
conozca el mundo su engaño,
y que han de ser inviolables
vuestras leyes y secretos.
No será tanta tu herida,
ni querrá el cielo (juitarte
406
LO QUE HA DE SER
Mucho temo, y con razón,
que aquesa herida lo mate.
Siempre fué lo que ha de ser,
por más que el hombre se guarde-
(Vase y sale Leonardo y Xise.)
Nis. Sin duda te has \-uelto loco
de amores de Laura ya;
que como en la corte está
tienes el aldea en poco.
¿Tú vestido cortesano?
¿Tú espada? ¿Qué frenesí
te ha dado?
LEO. ¡Ay, Xise! ¡ay de mí!
XiSH. Como naciste villano
y aires de señor te dieion
con aquel tan necio amor,
perdiste el ser labrador,
como tus padres lo fueron .
Y arrogante de tu trío
y no mal entendimiento,
soñaste algi'm casamiento,
que es el mayor desvarío (i).
Deja la espada, Leonardo.
Vuelve, ^'uelve al azadón.
I<EO. De mi pena y confusión
sólo este remedio aguardo.
Yo me voy, Xise, a embarcar;
la caiisa yo me la sé,
que no es posible que esté
más tiempo en este lugar.
Yo sé que con esto pruebo,
puesto que tú no lo ignores,
que deben de ser mayores
que lo que te quiero y debo;
Soy otro ser del que fui,
y como no puedo ser
con un animal pintado
la prenda (|uc tanto vale.
Rr.v. ¡.\y, Celio!, que agora veo
que nuestras fuerzas mortales
no impiden lo que ha de ser.
¿Quiín dijera <|ue una imagen,
un retrato de un león,
siendo mañana en la tarde
cumplido el jircciso tienijio
en que hatjfa «le matarle
hoy fuese causa, (|ucricndo
cLtrlc un golpe, iiue le ]>a^Q
la mano, sin mano un hierro
que CHtabn de la otra parte?»
I) I-nltan c5lo<» cuatro ver*os en el texto (pie »e-
fiilmo», |>crf) constan en la l'arte XX\'.
Xise.
Leo.
Xise.
Leo.
X'ISE.
Leo.
Xise.
Per.
Leo.
Per.
Leo.
Per.
Leo.
Per.
Leo.
Per.
Leo.
Per.
como soy, voime a tener
aquel ser lejos de aquí (i)
p>orque ¿de qué me sirviera
no poder ser lo que soy,
y pues no soy donde estoy,
loco, siendo quien soy, fuera?
¿Hay lástima más extraña?
Tvoco estás, ¡pobre de ti!
Como no sabes quién fui,
no saber quién soy te engaña.
Ya Laura será mujer
del Príncipe.
¿De qué modo?
Porque se ha sabido todo
y Laura puede querer.
Quédate, X'ise, con Dios.
¿Ks posible que te vas?
Xo puedo más.
¿Que jamás
nos hemos de ver los dos?
(Sale Perol.)
Sin aliento vengo a hablarte.
¿De qué vienes sin aliento?
Fui al puerto y hallé que ya
Teodoro estaba en el puesto
para embarcarse a ISIodón,
cuando mil hombres corriendo
que se detenga le dicen,
porque es Alejandro mutito.
¿Qué Alejandro?
¿Qué Alejandro?
¡El Príncipe!
¡Santo cielo!
¿Y quién le mató?
Un león .
¿Tís tiempo de burlas, necio?
¿Xo lo crees?
Xo lo creo;
que no era posible entrar
un león en su aposento,
ainique lloviesen leones.
Pintado estaba en un lienzo
a los pies de su retrato.
Dióle im golpe tan soberbio,
(jue en una daga que había
detrás ((jué extraño suceso)
.se pasó la mano y brazo,
(i) Estos cuatro versos no constan en el texto que
seguímos, sino en la Parte XX\'; pero ])areccn nece-
sarios, lin cambio, en ésta no hay los otros cuatro que
les anteceden.
ACTO TERCERO
407
y sin Imniano remedio
sin poderle restañar
la sangre, dicen qne ha muerto.
Leo. Si no te burlas, es cosa
la más rara; es el más nuevo
caso que se oyó en el mundo.
Per. Las desdichas suelen luego
hallar crédito; las dichas;
tienen dudoso a su dueño.
Pero porque sin pensión
nunca las dichas vinieron;
cuando tratando Alejandro
con Casandra el casamiento,
como no era de su gusto,
dicen que con Cintia huyendo
salió del fuerte una noche,
cosa que en cuidado ha puesto
al Rey y a toda la corte.
Leo. Dame, Perol, dame presto
mi gabán de labrador,
que a ser lo que fui me vuelvo.
Desnúdate de soldado.
Per. ¿a qué efecto?
Leo. a que no quiero
que piense el Rey cierta cosa
que dirá el tiempo a su tiempo.
Per, Vístete, que tú te entiendes.
(Dale el gabán y sale Severo.)
SEV. Si no se ha embarcado, pienso
que le hallaré en este monte.
Leo. Perol, ¿no es éste Severo?
¿Dónde vas. Severo amigo?
(Aparte.)
Alguna traición sospecho.
Severo.
¡Oh, gallardo mancebo: hoy es el día
que se ha de ver tu corazón valiente!
La verdad alcanzó la astrología:
murió Alejandro miserablemente.
Casandra, huyendo al mar, que pretendía
embarcarse a Modón secretamente,
de la gente del Rey que la buscaba
fué presa cuando ya en la orilla estaba.
A la corte la vuelve, donde quiere
casarse el Rey con ella, en tales años.
Si tu Casandra por aquí viniere,
antes la lleven bárbaros extraños
que la dejes al Rey; porque no es justo
quitarte el reino, y con el reino el gusto.
Leonardo.
¿Cómo casarse el Rey con prenda mía?
El reino dele el Rey, si darle puede,
puesto que ha sido bárbara porfía
que un hijo natural se desherede.
Pero quitarme a Laura... Si él envía
ejército que al mar arena excede,
le haré pedazos yo.
Severo.
Detente un poco.
Leonardo.
Si son ellos aqvií, verán un loco.
Cas.
Al,B.
Cas.
Cei..
Cas.
Leo.
CEr<.
Al<B.
LEO.
Cei..
(Sale Casandra y los demás que la traen.)
¿Ejércitos para mí?
¿Para mí soldados y armas?
¿Qué debo al Rey? ¿Qué me quiere?
Señora, no seáis ingrata,
que el Rey no quiere forzaros.
Como sin hijos se halla,
y reina de Alejandría
ya por Alejandro os llama,
quiere que vos lo seáis, .
quedando con él casada,
y dar heredero al reino
con hijos, como pensaba
con nietos; cosa tan justa,
que a sus consejos agrada,
y con aplauso común
su reina y señora os llaman.
Yo lo estimo, caballero;
pero tengo ciertas causas
que agradecerle me impiden
honras y mercedes tantas.
Yo no he de pasar de aquí;
esta aldea es ya mi casa,
hasta que mi padre venga,
a quien he escrito una carta;
relación de mis fortunas.
Advertid que ya os aguarda
y a recibiros salía.
Yo no he de ir. ¿A que te cansas?
¡Hola, criados del Rey!
Dejad a Laura o Casandra;
que tiene quien la defienda
en estas montañas Laura.
Este es aquel labrador
que hirió en el fuerte a las guardas.
El mismo, pero ¿qué importa?
Casandra a la corte vaya,
que villanos son villanos.
¡Hola, gente cortesana!
¿Sois sordos? ¿No me. escucháis?
¿Qué quieres que así nos llamas?
408
LO QUE HA Dl£ SER
Leo.
Cel.
Leo.
Cel.
Leo.
Per.
Alb.
Leo.
Rey.
Leo.
Rey.
Leo.
Rey.
Leo.
Rey.
Sev.
¿He de decirlo otra vez?
Dejad a Laura, que es Laura
mi mujer.
¡Brava locura!
¿Tengo de sacar la espada?
Para morir, bien podrás.
I*ues ya voy. ¡Fuera, canalla!
Aquí está el señor Perol;
sabes que no mondo pajas (i).
Tantos a im hombre es vergüenza.
Dejad, infames, a Laura.
(Sale el Rey.)
Extraña furia de loco.
Detente.
Xo me obligaras
menos que con lo que sabes;
que por quien eres no basta.
¿Por qué matas estos hombres?
Porque me llevan el alma
y dicen que es para ti;
cu3'a condición tirana
castigue el cielo, a quien pido
en mis agravios venganza.
Tienes hijo como yo,
que pueda honrar a tu patria,
y buscas hijo imposible
a tu salud y a tus canas.
¿Sabes quién eres?
Y sé
que le diste la palabra
a mi madre, con que soy
legítimo, que esto basta.
¡Severo!
Señor, yo he sido;
que no es bien que tu edad larga
Rey.
Sev.
Leo.
Cas.
Per.
Leo.
ahora comience un Rey (i).
Severo, en desdichas tantas
quiero obedecer al cielo;
porque las fuerzas humanas
en vano lo que ha de ser
con flacos medios (2) contrastan.
¡Alejandría! Leonardo
es mi hijo, y yo pensaba
que era el león, por el nombre,
de la celeste amenaza.
Y por esto le crié
labrador de estas montañas,
para no enojar al cielo,
si la vida le quitaba.
El es vuestro Rey.
Y el reino
por Rey y señor le aclama.
Casandra, yo soy el Rey.
Pésame, porque pensaba
obligarte labrador,
con ser de Atenas Infanta.
Inipido este casamiento
si con Cintia no me casan.
Nise, Albano ha de ser tuya;
iréis a la corte entrambas,
donde título.<: y rentas
darán honra a vuestras castas {3).
Que lo que ha de ser, aquí,
senado ilustre, se acaba;
raro suceso que escriben
las historias africanas.
(I) Ivslc verso dice en Hartz.: -sacude, que son de
paja».
(i) En Hartz. dice este verso: ocouiience agora a
ser Rey».
(2) Hartz., «miedos», por errata.
(3) En Hartz., «casas».
FIN DE LA comedia FAMOSA DE
LO QUE HA DE SER
LOS LOCOS DE VALENCIA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DIRIGIDA Ah MAESTRO SIMÓN XABELO
Pregunta Aristóteles (doctísimo maestro) la causa
por qué los hombres desean más parecer buenos que
serlo y no lo parecer, y responde él mismo que porque:
«Solus homo honoris est particeps.» I<o que también dijo
en los Tópicos; de que nace, que cualquiera lo apetece;
pero la naturaleza huye el trabajo: oViríutes autem non
nisi labore consequimur.» Y a este propósito trae
Marco Antonio Zimara las palabras del mismo filósofo
en el primero de los Elenchos, que la naturaleza de los
sofistas es de desear más parecer sabios que serlo y no
lo parecer. Notablemente cuadra con algunos arro-
gantes de esta edad este problema, que con ingenios
bárbaros, cortos estudios o ningunos, quieren adquirir
la opinión que no merecen, y pareciéndoles que los
otros la consiguen, obscurecen sus vigilias con sus des-
precios. ¡Terrible razón de estado de la envidia pensar
que matando la opinión de los otros con improperios
suceden ellos en el mayorazgo de la fama, que no se
adquiere con violencia, detracción y envidia, sino con
méritos, obras y trabajos, a quien llamó Stobeo padres
de la buena fama! Fué opinión de San Gregorio, que
no era perfecto en sus obras a quien contradecía la
malicia de su lengua: <iNec in sermone laudahilis, qui
hoc quod loquitur, opere non ostendü.» ¿Mas quién per-
suadirá la calumnia, hará paces con la envidia y hu
millará la arrogancia? Cuando Platón dijo que el hom-
bre recibe gloria de lo que sabe, sintió la que natural-
mente reconoce en sí y se sigue al virtuoso estudio, y
ésta jamás excedió las justas márgenes de la humildad,
fundamento de la más alta sabiduría. Ya V. m., por lo
que ha vivido en España y en su corte, habrá conocido
y visto lo que digo, y asimismo en muchos sabios y
doctos desear más serlo que parecerlo, si bien no huyen-
do el premio a sus desvelos, méritos y trabajos; y otros
cuya ignorancia le quiere, a pesar de la razón y del co-
nocimiento ajeno, por quien dijo el poeta toledano:
«Si estuvieran contentos de sí mismos,
no murmuraran del ingenio ajeno.»
Verdaderamente halló Diógenes bien la semejanza
de estos hombres en las armas lustrosas y doradas, pues:
«Non similia sunt interiora exterioribus.» Si el ánimo
es cobarde y la arrogante apariencia cubre la interior
ignorancia, señor maestro, creamos que son locos; y a
este propósito, lea V. m. esta comedia, que tiene el
mismo título, y sale a luz a la sombra de su clarísimo
nombre, que en tan tiernos años soücita la expectación
de tan insignes frutos. Mas no la mire con los ojos del
arte, que a las antiguas, griegas y latinas, terencianas
o aristofánicas, en cuyas lenguas es tan docto, como
nos muestran sus escritos, de quien fuera justo que yo
hiciera aquí grandes elogios; pero basta el de nuestro
amigo:
«Honrad, musas a Simón,
que ha peregrinado a España,
como a Sicilia Platón.»
sino con la benignidad que ha mostrado siempre, hon-
rando y defendiendo mis escritos de la calumnia de
algunos, que después de imitallos, los condenan, y
cuj-as objeciones no sirven más que de mostrar sus
ánimos; porque «Necesse est (por opinión del filósofo)
alteram partem contradictionis esse veram.
Capellán de V. m. I^ope de Vega Carpió.
4IC
LOS LOCOS DE VALENCIA
FIGURAS DE LA COMEDIA
Floruxo. Reinero.
Leonato. Fedra.
>Lartíx. Valerio.
Belardo. Pisaxo.
Calandrio. Tomás.
Verin'o. Mordacho.
Representói^a Vii,i,egas
Gerardo.
Liberto.
Erifila.
Laida.
ACTO PRIMERO
(Salen Valerio r Flori.a.xo, caballeros.)
Floriaxo.
Acabo de llegar en este punto.
Valerio.
Por Dios, que estoy de veros, Floriano,
más que ^^Iestro color, muerto y difunto.
Floriaxo.
¡Ah, buen Valerio!: dadme aquesa mano
En vos está mi vida.
Valerio.
¿De qué suerte?
Floriano.
¡Oh, amigo, en amistad; en sangre, hermano!
Yo he dado.
Valerio.
¡Hablad!
Floriaxo.
Yo he dado...
\alerio.
Floriaxo.
Valerio.
¡Decid!
Muerte..
;A quién?
Floriaxo.
¿Oye-nos algu¡i-n?
Valerio.
Nadie-
Floriano
A un hombre
que, por mi mal...
Valmkio.
Iiciildo: ¿qué os divierte?
Floriano.
Xo os espantéis, Valerio, que me asombre
del más pequeño murmurar del vi'="nto.
Valerio.
¿Quién es? Acabad ya; decidme el nombre.
Floriaxo.
Vendráme tanta gente en seguimiento,
que es justo de mí mismo recelarme.
Valerio.
I\Iás muerto estáis que el muerto.
Floriano.
Estadme atento.
para poder mejor asegurarme
de las contrarias armas y violencia
que sin número salen a buscarme,
haciendo a la hambre infame resistencia,
desde que a pie salí de Zaragoza
hasta que vi los muros de Valencia,
sin ver poblado más que alguna choza,
donde cualque pastor partió conmigo
del negro pan que en soledades goza,
vengo como me veis, Valerio aiuigo,
que aun no tuve lugar de ver mi casa .
Valerio.
Sólo quiero saber \aiestro enemigo.
¿Ouién es este hombre muerto?
FXoriaxo.
Si alguien pasa...
Podíame suceder.
Valerio.
¿Es caballero?
FXORIAXO.
Xo sé, por Dios.
Valerio.
¡Ah, voluntad escasa!
O no os fiáis de mí como primero
o hacéis burla de mí.
ACTO PRIMERO
411
Fl,ORIANO.
Ya Ule declaro:
sabed que he muerto al Príucipe Reiuero.
Valerio.
iJesús, qué mal suceso!
Fl,ORIANO.
Extraño y raro
matar uu caballero humilde y pobre
uu sucesor de un reino.
Vai^erio.
El daño es claro;
porque por más industria que nos sobre,
un enemigo poderoso es fuerza
que al fin del mundo a su enemigo cobre.
Fl^ORIANO.
Si me desraaya el alma, que me es fuerza,
que es sólo vuestro amor a quien acudo.
En mi garganta im vil cordel se tuerza
cuando me veo de favor desnudo
y despreciar algmios por el vuestro,
¿me respondéis así?
Vai^ERio.
Vuestro bien dudo;
no porque rompa el lazo estrecho nuestro,
¡que ojalá que mi sangre os libertara,
. que agora hierve en el lugar siniestro!;
mas porque el alma ve al temor la cara,
tan amarilla y fea, que la obliga
a imaginar el mal que la declara.
Hecho es, en fin; no hay más, no hay más que
industria vence al enemigo fuerte, [os diga;
porque es de los peligros grande amiga.
Mas, ¿cómo o sobre qué le distes muerte?
Fl^ORIANO.
Mátele en una calle de ima dama,
donde le trajo mi contraria suerte.
Vai^erio.
La más parte de sangre que derrama
el hierro que afiló nuestra malicia,
causa, tirano amor, tu ardiente llama.
Fl^ORIANO.
Con dos hombres en forma de justicia,
arrodelados bien, quiso matarme
con muestras de tiránica codicia.
Yo entonces, por poder mejor librarme,
en una calle angosta retíreme,
y allí como un león vino a buscarme;
mas como aquel que ya morir no teme,
cruzando las espadas en estrecho,
tirándole un revés, arrodeléme,
y en ese mismo ser caminó al pecho
con tal destreza entre el broquel y el brazo,
que allí cayó difunto.
Vai,erio.
¡Extraño hecho!
F1.0RIAN0.
Presumo que la espada ha^^ta el recazo
pudiera entrar, seguro de la suya,
que por el hombro que pasó un pedazo.
Huíme, porque es bien que luego huya
el que ha salido bien de un mal suceso,
aunque en contrario de esto el duelo arguya.
Vi que era él, en que lloró mi exceso,
diciendo: «¡Ay, hombre triste!, ¿a quién has
[muerto?»
Mas no eres tú, sino mi poco seso;
yo soy el desdichado Rey.» Y es cierto
que entonces desmayé de tal manera,
que más que el Rey estaba helr.do y yerto.
Salí por una encrucijada afuera,
puse en la vaina la mellada espf-da,
llena de sangre, que aun aquí m? altera,
V antes que el alba amaneciese helada
caminadas tenía nueve leguas;
tanto pica el temor la muerte airada.
Vai,erio.
Si fueran por el golfo de las Yeguas
o por el extendido de Narbona,
con el contrario me obligara a treguas;
mas no sé dónde esté vuestrí», persona
segura de enemigos, que podría
jácaros de la más ardiente zona.
¡Mal haya la destreza y valentía!
¡Mal haya aquel valor y confianza
que os puso tanta sangre e hidalguía!
No sé que hiciera más el gran Carranza,
a quien las armas en España deben
cuanta mayor destreza el arte alcanza.
]\Iil cosas el espíritu me mueven,
mil imaginaciones me fabrico,
a remediaros mi flaqueza atreven.
Que os quiera yo esconder, aunque soy rico,
ro puedo contra un rey aseguraros;
todo es remedio vano cuanto aplico;
pero escuchad, que a veces son más raros
los primeros conceptos de la idea.
¿Sabréis haceros loco y disfrazaros?
412
LOS LOCOS DE VALENCIA
FXORIAXO.
¿Y qué me importa cuando loco sea?
\' ALE RIO.
Oídme; que liabéis de haceros tan furioso
que todo el numdo por furioso os crea.
Tiene Valencia im hospital famoso
adonde los frentHicos se curan
con gran limpieza y celo cuidadoso.
Si aquí \Tiestros peligros se aventuran
y os encerráis en una cárcel de estas,
creed que de la muerte os aseguran.
¿Que quién ha de pensar que estáis en éstas
no \'iéndoos preso, sucio y maltratado
con tanta paja y desventura a cuestas
creer que sois na hombie tan honradc?
Floriano.
¡Oh, cómo decís bien! Sólo eso puede
un hombre redimir tan desdichado;
pues dadme, que mía vez furioso quede,
que yo le haré de suerte que os espante,
si el fingimiento a la verdad excede.
Para
(Entren
Leo.
Kkif.
Leíj.
Fl/>R.
Vale.
FIX5R.
Vale.
Erif.
Leo.
Vmw.
Valerio.
fingir os basta ser amante.
Lkonato y Erifila; él, con botas, y ella con
capotillo y sombrero.)
Esta, Erifila, es Valencia;
la puerta es ésta de Cuarte;
aquí dio Venus y Marte
una divina influencia.
Estos son sus altos muros
y aqueste el Turia, que al mar
le paga en agua de azahar
tributo en cristales puros.
Aquel es el sacro Aseo
y éste el alto Micalete.
Ella es tal cual la promete
su grande fama al deseo.
¡Qué fértil!
Por grande extremo.
¿Es gente de fuera?
Sí;
apartémonos de aquí.
Que no me conozcan temo.
Al que es administrador
IKj<knu)S ir a Iju.scar.
(Vdyame Flokiano y Vai.i uio.)
I'U es un bello lugar.
Yo no le he visto mejor.
Ventura habernos tenido
cu haber llegado a él.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
¿Qué hará mi padre cruel?
I^o que un hidalgo ofendido
hará, de verse en la plaza,
por tener al vulgo miedo,
que señala con el dedo
y con la lengua amenaza.
Ivlamaráte hija infame
y a nü criado traidor.
Loca, si sabe de amor,
te aseguro que me llame .
Confieso que fué locura
querer a tu desigual;
pero no me trates mal
ni agravies a mi ventura.
Que el amor que puso en mí,
lo que ha podido agradarte,
hace que pueda igualarte,
porque ya no soy quien fui.
Ese agravio, mi Leonato,
mío fuera, que no tuyo.
De tus palabras le arguyo.
¿Tan mal con ellas te trato?
Tan mal, que muestras en ellas
que vienes arrepentida.
Dejas el alma y la vida
y formas agravio de ellas
Si estas dos cosas te di
cuando a mis padres dejé,
una palabra que hablé,
¿paia qué te ofende ansí?
Cuanto más que ser locura
no ofende lo que tú vales.
Amor entre desiguales
poco vale y menos dura.
Yo sé nuiy bien que el recato,
que muestras en nu contento,
es puro arrepentimiento.
¿Yo arrepentida, T^eonato?
¿Eres menos de lo que eras
cuando yo el alma te di?
¿No eras mi criado?
Sí.
¿Pues qué agravios consideras?
¿Engañástenie tú acaso
fingiendo lo que no fuiste?
Todo lo vi.
líien lo viste;
mas no el desprecio que paso.
No tienes por qué negar
que no nie tienes en poco.
¿Ivstás loco?
Jvstuve loco,
juas no lo pude excusar.
ACTO PRIMERO
413
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
Erif
Leo.
Erif.
Leo.
Erif.
Leo.
¿Qué tiene aquesto que ver
con decir que por amarte
estoy loca? ¿Es agraviarte
por quererte enloquecer?
Yo entiendo tu corazón.
¿Quién mejor te entenderá
que el mismo que en él está
por amor y por razón?
A la fe, T/eonato amigo,
que esa ocasión es buscarme
alguna para dejarme.
Declárate más conmigo ;
no te canses de mi ofensa;
si hay más agravios que aguarde
tras hombre bajo y cobarde,
piensa más qué digas, piensa.
Levántame que te dejo
de miedo del aire mismo.
¿Qué furia del mismo abismo
te ha dado tan mal consejo?
¿En qué, cómo o para qué
esas bajezas me dices?
¿Cómo a mis ojos desdices
las verdades de mi fe ?
No pienso que hablas conmigo
o que por otra me tienes.
Esos ya no son desdenes,
sino desgracia y castigo.
Habíame, Erífila, bien,
que no estoy fuera de mí.
¿Yo digo tal?
Sí.
¿Yo?
Sí.
¡Levántame eso también!
Bien parece desleal
que por hombre me has tenido
vil y bajo, que no ha sido
a tus méritos igual.
Pues a tenerme el amor
con que al fin me has engañado,
nunca me hubieras negado
lo que tú llamas honor.
Pues ni lágrimas, ni ruegos,
desiertos ni soledades
para mil (i) dificultades
te tienen los o jes ciegos.
Porque, a fe, que si me amaras
como lo sabes fingir,
que no supieras decir
en las cosas que reparas.
(i) Hartzenbusch enmendó «huir».
Erif. ¿No sabes que eso ha nacido
de sólo ser yo quien soy
y que esta disculpa doy
mientras no eres mi maride?
Lo que me has de agradecer
eso que quieres culpar.
¿Qué más te pvxedo yo dar
que palabra de mujer?
Pues cuando a serlo viniera
después de darte ese gusto,
siempre te diera disgusto
el ver que tan libre fuera.
Que los hombres sois tan buenos,
que, por lo que persuadís,
en gozándolo venís
a tener su dueño en menos .
Leo. Cuando el bien que se pretende
de tantos méritos pasa,
después de gozado abrasa
si antes de gozado enciende.
¿Y el no fiarte de mí
no es por aquesta ocasión
sino ser todo ficción
cuanto me has dicho hasta aquí?
Mira si estoy engañado
en el presente desprecio.
Erif. ¡Anda ya, que estás muy necio!
Leo. Bien dijeras desdichado.
Erif. ¿Pues cómo si te engañara
y fingido amor tuviera
padres y patria perdiera,
vida y honra aventurara?
¿No ves tu engaño?
Leo. No sé;
mejor he visto tu engaño,
Erif. ¿Venir hasta un reino extraño
contigo es falta de fe?
Leo. Ningvma cosa me agrada;
pienso que fué tu venida
más de estar aborrecida
que de estar enamorada .
Cree que estoy en lo cierto.
Erif. ¿Aborrecida, Leona to?
Ese sí que es falso trato
y desamor descubierto.
¿Yo aborrecida? ¿De qué?
¿Mis padres no me casaban?
¿Qué imposibles lo estorbaban
más que tu amor y mi fe?
¿Tan malas prendas tenía
que ansí me desconfié?
Mira, amores, que agradé
tu alma, que es alma mía.
414
LOS LOCOS DE VALENCIA
Deja esa tema en que das
y ^'uélvtme aqiiesos ojos,
si es verdad que los enojos
el amor aumentan más.
I.Kd. Dejemos amor, y dame
esas joyas que guardaste
cuando a Requena pasaste.
Erif. Llama...
Leo. ¿Qué quieres que llame ?
Mejor es que me las des
antes que entre en la posada.
Erif. ¿Paia qué?
Leo. Para... no, nada;
yo te lo diré después.
Erif. ¿Hase acabado el dinero?
Leo. ¿Para qué puedo pediUas?
Erif. Pues vende aquestas manillas.
Leo. Todas digo que las quiero.
Erif. ¿Todas?
Leo. Todas.
Erif. ¡Ay, amigo!,
¿quiéresme acaso dejar?
Leo. Creo que te ha de costar
este hablar.
Er:f. Mi bien, ¿conmigo?
Regalo mío, ¿qué es esto?
¿que otro dueño hemos tenido
las joyas y yo?
Leo. Xo ha sido
sino tu amor deshonesto.
¡Dame las joj-as, infíune!
Erif. ¿Infame > ¡Triste de mí!
¿Ansí te afrentas a ti,
marido?
I-EO. Xo me lo llame.
Deque presto, o ma tárela.
(Saca la daga.)
Erif. ¡Ay, Dios, sin duda te vas!
Leo. Muéstrelas todas,
'P.K.W. Xo hay más.
Envaínala.
I-<EO. Envainaréla.
Déme el .sombrero y capote.
( Váyaselas dando poco a poco.)
Erif. ¿Sombrero y capote, amigo?
Leo. Xo se alborote la digo.
EkiF. ¿Xo quiere.s que me alborote?
(Saca la daga.)
Leo. Si me replica, daréla.
EriP. Mi bjtn, ¿castigo tan grave
IK»r una palabra?
Leo.
Acabe.
Erif.
Envaínala.
Leo.
Envainaréla.
Erif.
Yo vi tu boca de risa
y vi mi fortvma en popa.
Leo.
Quítese agora la ropa.
Erif.
¿La ropa?
Leo.
Y aun la camisa.
Erif.
Espérate, qui tárela;
pero mira.
Leo.
X'o repliques.
(Saca la daga.)
Erif.
¡Ah, entrañas...!
Leo.
X'o te alfeñiques.
Erif.
Envaínala.
Leo.
Envainaréla.
¡Quédese para quien es!
Erif.
¡Eso no, traidor; espera!
Leo.
Mira que...
Erif.
Ya no me altera.
¿Qué se me da que me des?
Leo.
¡Suelta!
Erif.
¡Ah, traidor enemigo.
. Aguarda
Leo.
Que no hay que aguarde
i
(Vase lyEONATO; quede Erh^u-A en un jubonrillo y un
manteo.)
EIriF. Déjasme al fin de cobarde
por no me llevar contigo.
¡Qué menos infame hazaña
de im hombre bajo esperé!
Fuese el traidor, ya se fué,
su soledad me acompaña.
¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer
sin bien y con tanto daño,
sola y en vai reino extraño,
pobre, desnuda y mujer?
¡Buena el ladrón me dejó!
Pero gran consiielo ha sido
robarme sólo el vestido,
que el alma no me robó.
Que si a mis padres dejé
por un vil criado suyo,
no fué, amor, efecto tuyo,
que a nadie tn mi vida amé.
Antes fué aborrecimiento
de casaime a mi disgusto;
porque adonde falta el gusto
no solíia el enlcndiniieuto.
Sin consejo le perdí
por excusar de matarme.
ACTO PRIMERO
415
y a la mar quise arrojarme
de aonde agora salí.
La nave dejo perdida,
y el áncora de esperanza
entre la falsa bonanza
de aquel traidor prometida.
Desnudo entre mil enojos
sin alma el cuerpo salió,
con el agua que le dio
para que lloren mis ojos.
¿Qué he de hacer? ¡Pobre de mí!;
que en pensar adonde estoy,
a perder el seso voy
y el dolor me vuelve en mí!
¿Dónde iré? ¿Qué me detengo?
Xo es este pequeño indicio;
mas no perderé el juicio,
que ha días que no lo tengo.
¿Pues qué dirá quien me viere?
¡Ay, Dios, gente suena ya!
(Entre un portero de locos, llamado Pisano, y Valerio
y dos criados del hospital que han sido locos, Martín y
Tomás.)
Pisa. Pues él a mi cargo está,
yo he de hacer cuanto pudiere.
\\\i.E. Agora será muy presto
para dalle medicinas.
Pisa. Xo son agora tan finas
como cuando esté dispuesto.
Pero mucho habéis errado
en no lo dejar meter
en la jaula., si ha de ser
cuerdo el loco aprisionado.
Vaie. Xo estando agora furioso,
como es la Ivma en contrario,
no ha sido muy necesario;
si lo está será forzoso.
Y cuanto alegre le veis,
si le da melancolía
se nos moriiá en un día.
Pisa. De esa suerte, bien hacéis.
¿Cómo se llama?
Vai,e. Beltrán.
Pisa. ¿Y de dónde es?
Vai,e. De Toledo.
Erif. Si éstos me ven, tengo miedo
que por loca me tendrán.
Pisa. ¿Y qué era su profesión?
Vai,e, Filosofía estudiaba .
Pisa. ¿La flecha fué de esa aljaba?
Vale. Y de un poco de afición.
Pisa. Eso anduvo por ahí;
Vale.
Pisa.
Vale.
Pisa.
Vale.
Pisa.
TOM.
Pisa.
EriF.
Pisa.
TOM.
Pisa.
Mar.
Pisa.
Mar.
Pisa.
Pisa.
TOM.
Mar.
Vale.
TOM.
Er]F.
de suerte que el daño ha sido
entre Platón y Cupido.
Cada cual pudo por sí;
que el estudio y el amor
suelen quitar el juicio.
Ha de ser aqueste oficio
templado y no con rigor.
Mas, ¡ay del gran estudiante
cuando amor le toca el seso!
Es de la ciencia el exceso
más locura en el amante;
porque cuanto más sabía
tanto más sabe penar.
No sé si es esto de amar
locura o filosofía.
¿Ves estos dos?
Bien los veo.
Eran grandes estudiantes
y a peligros semejantes
les trujo el mismo deseo.
Están agora templados
y en casa sirven muy bien;
s piden limosna también
y saben hacer mandados.
¡Tomás!
¡Señor!
Ven acá.
¿Iréme? ¡Triste!, ¿qué haré?
(Regálele la cabeza.)
Sois muy buen hijo.
Si, a fe;
mas murió mi padre ya.
Y pues ya no tengo padre,
no soy hijo.
Y vos, Martín,
¿sois hidalgo?
Si algún ruin
no pone falta en mi madre.
Este da en esta hidalguía,
que es negocio de su tema.
¿Sabéis vos si el fuego quema?
Yo juraré que no enfría.
Mira si lo jurará
que quemaron a su abuelo.
¡Oh, bellaco! ¿De eso apelo?
¡Ox, que apela!
Tarde es 3-a.
¿Quién es aquella mujer?
Santa Tisbe en el desierto,
que busca a su esposo muerto.
Ya me han echado de ver.
Quiero dar voces diciendo
que me robaron aquí
4l6
LOS LOCOS DE VALENCIA
por que se duelan de mí |
los que Ule fueren oyendo;
Pisa.
porque ansí disculparé
esta desnudez villana
Erif.
y en la piedad valenciana
algúu remedio hallaré.
Pisa.
Erif.
Mar.
Erif.
¡Hola, mujer! ¿Tienes padre?
¿Fué bien nacido tu abuelo?
¡Justicia de Dios del cielo
TüM.
Erif.
y Santa María su Madre!
Pisa.
Robarme mi ladrón a mí
Mar.
tantas joyas y vestido...
Erif.
Pisa
Vale.
A buen tiempo hemos venido.
Parece loca.
Erif.
¡Ay de mí!
Pisa.
TOM.
Erif.
TOM.
Erif.
TOM.
¿Que acabada de llegar
tal desgracia me suceda?
¡Ah, mujer!
¿Qué?
Estáte queda.
¿Por qué?
Quiérote abrazar.
Erif.
Pisa.
Erif.
Erif.
Desvíate allá, grosero.
Pisa.
Pisa.
Ix)ca es sin falta.
Pisa.
Llegad.
Mar.
Erif.
¿Xo hay en el mundo piedad?
¡Ali, señor caballero!
Erif.
M.\r.
Mirad que aquí me han robado
por un extraño suceso.
Por Dios, que si ha sido el seso,
Pisa.
Erif.
que harto poco os han dejado.
Tres mil ducados vahan
\'ale
Pisa.
las joyas que me robaron.
Este es el tema.
TOM,
¿Y llevaron
Erif.
TOM.
Valk.
Pisa.
la joya que pretendían?
Xo, sino el diablo que os lleve.
¡Hola! ¡Hola!
Poned paz.
¡Ah, Tomás!
Pisa.
Vale
ToM.
¿Sois montaraz?
Mar.
Erif.
To.M.
Erif.
¿Sabe aquesa a quién se atreve?
Pondréme agora a pensallo.
¡Ténmela luego!
¿A cjué fin?
TOM.
Mar.
Dilc que eres San Martín.
Xo sf)y sino su caballo.
Erif.
Que no me pesara digo
el santo que dices fueras;
que si lo fuera.s, partieras
tu meília capa conmigo.
¿Que no (jueréis condoleros
de mi pena y desnudez?
Antes iréis esta vez
donde ese bien pienso haceros.
¡Ea, asidla! ¿Qué aguardáis?
¡A mí! ¿Cómo o para qué?
¡Ea, pues!
Llegad, que a fe
que vos llevéis si llegáis...
¡Date a prisión, perra mora!
¿A prisión? ¿Pues soy yo esclava?
¡Asidla bien!
¡Date, acaba!
¿Así remediáis quien llora?
¿Esta piedad es la fama
de las cosas de Valencia?
Esa piedad y conciencia
agora en vos se derrama.
¿Pues tras de haberme robado
quieres ponerme en prisión?
Allá diréis el sermón
del tema que habéis tomado.
¿Xo fuera mejor prender
el ladrón que me robó?
¿Xo veis la tema en que dio
aquesta pobre mujer?
¡Ea!, camina.
¡Ay de mí!
¡Robarme y aprisionarme!
(Llévanla los dos locos en peso.)
Mañana podréis hablarme,
que me importa el ir aquí.
Id, Pisano, enhorabuena
y al buen administrador
le agradeced el favor
de lo que a Bertrán ordena.
Y dejadle sin prisión
mientras la furia le deja.
vSí haré; pero si se queja,
jaula ha de haber
Y es razón.
(Víívasc Pisano.)
ISIuy buen lance echó mi fe
en el suceso de hoy,
pues de esta ocasión estoy
casi al punto de la muerte.
Llevé con temor no poco
al hospital a Floriano,
donde dejo un cuerdo sano
y traigo un enfermo loco.
Después que vi la mujer
que agora llevan de oqní,
o todo el seso perdí
o no tengo íjué ixrder.
ACTO PRIMERO
417
¡Jesús, qué gran perfección!
Bien dicen que es accidente
lo que pasa fácilniente
por la vista al corazón.
¿Era mujer lo que vi
o era algiín ángel del cielo?
¿Estoy en mí? Que recelo
todo estoy fuera de mí;
Porque la dejé llevar,
pudiéndola resistir
o hasta saber e inquirir
su patria, estado o lugar.
Ya veo mi seso poco,
pues que mi alma no toca
en que es loca; mas si es loca,
¿qué mucho que yo sea loco?
Si el amante se transforma
en lo amado, loco soy,
pues a una loca le doy
el alma en que está su forma.
¿Habrá caso más extraño?
Si aquí me vengo a perder,
quiérola volver a ver,
que por ventura es engaño.
Volver quiero al hospital;
porque en viéndome afligir,
o no me dejen salir
o allá me curen el mal.
(Vayase. Entre Fedra, dama, hija del administrador,
y Laida, criada.)
Fed.
Lai.
Fed.
Lai.
Fed.
Lai.
Fed.
Lai.
XII
De manera me porfías,
que al patio, en fin, he bajado.
Culparás mis fantasías,
como quien a im loco ha dado
prendas del cielo, aunque mías.
Pues el administrador,
que es tu tío y mi señor,
salió ya del hospital,
no te parezca tan mai
que yo te enseñe mi amor.
¿Que, en fin, quieres bien un loco?
Amor, señora, lo es,
y no es amor si lo es poco.
¿Cosa que por él lo estés?
A vencerle me provoco.
Pues un hombre de hoy venido
ya te ha quitado el sentido,
bien se ve que te faltó.
El talle que me engañó
bien cuerdo me ha parecido.
No ha sido de verle hablar
la locura que me esfuerza.
sino de verle callar.
Fed. ¿Pues cómo el silencio fuerza
a querer y desear?
Lai. ¿No nos miieve una pintura
cuando es de extraña hermosura?
Pues así me mueve a mí;
a un mármol el alma le di.
Fed. Principios son de locura.
¿A vm loco mudo y de piedra
diste el alma?
Lai, El alma di
a una piedra, hermosa Fedra.
Fed. Medrarás, ¡pobre de ti!
Lai. Quien sirve amor poco medra.
Fed. ¿Es furioso?
Lai. Con la lima,
cuando crezca, tendrá alguna,
y entonces yo la tendré;
que va creciendo mi fe
con el sol de mi fortuna.
Fed. IvOcos, en fin, sois los dos,
él con luna y tú con sol.
Curaos juntos.
Lai. ¡Plega a Dios!
Fed. ¿Qué nación?
Lai. Es español.
¡Amor, remediadme vos!
Fed. ¿Cómo español?
Lai. Castellano.
Fed. También lo es el valenciano;
a España tributo doy.
Lai. Pues yo toledana soy,
porque es mi amor toledano.
(Entra Floriano, fingiendo el loco, con su sayo.)
Fi,OR. ¿Grillos a mí? ¿Por qué o cómo?
¿Sois vos de esta casa honrada
el discreto mayordomo?
Seguidme, pues, si os agrada,
veréis que lágrimas tomo.
Que conmigo no es bastante
el veros hacer gigante,
aunque me veis pastorcillo,
que os daré con un ladrillo
y no turrón de Alicante.
Fed. ¡Ay, Laida, huyamos!
Lai. Detente,
que con quien le enoja es bravo
y manso ordinariamente.
Fi,OR. Aquí tenéis un esclavo
cuerdo, humilde y diligente.
No os alteréis, deteneos;
que ni entre los indios feos
27
41^
LOS LOCOS DE VALENCLX
ni en Etiopía nací;
el amor me trujo aquí
por .ejemplo de deseos.
Soy un hombre que no soy,
porque ser no es menester,
que sin ser mejor estoy,
y ansí disfrazo mi ser
porque huyendo de ser voy.
Fui estudiante de desdichas,
y aprendí tantas, que dichas,
no hay hombre más desdichado;
aimque aqueste sayo ha dado
nuevo principio a mis dichas.
Quise bien una mujer
entre discreta y hermosa,
libre y de buen parecer,
que a no ser ella piadosa
yo no perdiera mi ser.
Daba entrada a toda gente;
pero al mejor pretendiente
yo le hice de corona,
porque era cierta persona
que se la puso en la frente.
Fed. ¡Ay qué lástima tan grande.
Laida amigal
Lai. ¡Cómo si es!
Flor. Vuestra Majestad me mande
darme sus divinos pies
por que entre los aires ande;
que cierto que es tm retrato
de aquel serafín ingrato
por quien soy loco en Valencia.
Fed. ¡Qué linda cara y presencia!
Fix)R. Mucho el corazón dilato.
Que, a fe, que temo por él
si desembarcan fragatas,
verme cautivo en Argel
o en el río y sin zapatas
entre el agua y el cordel.
Mirad que os digo verdades,
no me descubráis ningima.
J..A]. Ya temo que de él te agrades.
Fed. ¡Quién fuera, Laida, la luna
de estas locas voluntades!
Lai. ¿Luego ya te pagas de ellas?
Fed. Sólo quisiera crecellas
en el punto que ésta veo.
Lai- ¿Qué vale un loco deseo?
Fed. A-segura de perdellas.
I^l. Celos nu- dan tus razones.
Fed. Como está.s loca, los tienes.
Fi/jR. Para celosas pasiones
ponerse aceite en las sienes
Fed.
Flor.
Fed.
Flor.
Fed.
Flor,
Fed.
Flor.
y darse de mojicones;
o si no sangre caliente
de murciélago en la frente;
que si a quitar pelos vale,
también lo que en ella sale
con el celoso accidente.
Y si los celos son cuernos,
¿quién hay que de ellos se escape?
¡Vive, amor, que son eternos
por más que Pan se los tape
con hojas de álamos tiemosl
Ksto del celoso abismo
ya ha pasado por mí mismo.
Oid; que de cuernos tales
y de celos desiguales
quiero hacer un silogismo.
Todo hombre que ama es celoso,
todo celoso los tiene,
porque es al temor forzoso,
pues de imaginarlos viene
aquel efecto enojoso;
que de obra o pensamiento
es hacer torres de viento
pensar que nadie se guarda,
si bien hay silla y albarda
de menos o más tormento.
Que ima cosa es el temer,
el que tiene posesión,
lo que puede suceder
y diferente oración (i)
ser, caso de padecer.
Extraños discursos hace .
Sin duda. Laida, que nace
de su claro entendimiento.
¿Queréisme dar un contento
conque requiescat in pace?
¿Cómo ansí?
Dadme esa cinta,
que de Apuleyo animal
las mismas rosas me pinta;
quizá será de mi mal
la medicina sucinta.
Será el antídoto sólo
de este mal, y vos mi Apolo,
a quien deba mi salud.
¿Que tendrá tanta virtud?
Será mi norte y mi polo.
Mejor es esta encarnada.
¿Quién en mi mal os desvela?
¿La bella malmaridada?
Pido azúcar v canela.
(i) i i artz. enmendó «ocasión*.
ACTO PRIMERO
419
y dáisme paja y cebada.
Lai. Siempre tuve este recelo.
Flor. A los recelos decildes
que no levanten el vuelo,
porque son alas humildes
para volar a mi cielo.
(Dele una cinta.)
Fed. Esta es mejor, porque es verde.
Flor. Sí, porque tal esperanza
en ningún tiempo se pierde;
quiero hacer una mudanza
que de la vuestra me acuerde.
Fed. ¿Como del pasado amor?
Flor. De danzar, diréis mejor,
entendedlo allá no más.
Lai. Di tú que loca no estás.
Fed. Calla, Laida, que es error.
Estoyme aquí entreteniendo
y porque no se enfurezca
mil disparates sufriendo.
Flor. Temo que bien me parezca,
porque sé que a Celia ofendo;
Avmque ya Celia cruel,
pues te pudiste trocar,
podrá mi pecho fiel.
Fed. Gente suena. ¿Hame de hallar
sola aquí, Laida, con él?
Lai. No, señora; salte presto,
subamos al corredor,
que no es pensamiento honesto.
(Vayanse.)
Flor . Con qvté noche de dolor
tan bello sol se me ha puesto.
Acordaos allá de mí
si algún rato estáis ociosa.
(Entren Pisaíío, Tomás, SLíetín con Erífu-a asida.)
Erif. ¿Por qué me tratáis ansí?
Pisa. Estáte queda, furiosa.
Erif. Xo lo soy, que ya lo fui.
ToM Ya está en casa la hechicera,
pague la patente.
M.\R. Pague.
Erif. ¿Presa a mí de esta manera?
M.\R. Xo es bien que la ley se estrague;
pague luego.
ToM. Pague o muera.
Flor. ¿Qué gente?
Mar. Gente de paz.
ToM. ¿Quién os mete a vos en eso?
Erif. Ya soy de seso incapaz;
que en lugar donde no hay seso
es la opinión pertinaz.
¡Alto! Yo quiero ser loca,
pues ya no hay otro remedio,
aunque la causa no es poca,
y este furor viva en medio
del daño que me provoca.
Pisa. Quédese aquí mientras vengo
y guardaos de hacella mal.
(Vayase Pisano.)
Fl,OR. ¿Qué es io que a mis ojos tengo?
¿Para un rayo celestial
del sol la vista prevengo?
¡Oh, peregrina belleza,
pobreza de mi ventura
y de los cielos riqueza!
¡Corona de la hermosura!
¡Bien de la naturaleza!
¿Estoy conmigo o sin mí?
ToM. ¿Pague luego?
Mar. Paga aquí.
Erif. ¿Qué he de pagar?
ToM. La patente.
Erif. ¿Xo la tengo?
Flor. ¡Ah, buena gente!
Mar. ¿Habláis con nosotros?
Flor. Sí.
¿Qué es lo que pedís?
ToM. La entrada.
Flor. Por ella la pagaré.
¿Si esta sortija os agrada?
Mar. Muestra a ver.
ToM. Buena es, a fe.
'SlAR. ¿Va empeñada o rematada?
Flor. Como os diere más contento.
ToM. ¡Vivas mil años, amén!
^L\R. Avisa a todo el convento
que hoy hay fruta de sartén
y almojábanas de viento.
ToM. Por mi fe, que hay brava jira.
(Vayanse los dos, Martín y Tomás.)
Erif. ¡Ay, Dios! ¿Qué tiene este loco
que tan suspenso me mira?
Flor. Yo lo fuera, a mirar poco
lo que cielo y tierra admiía.
¡Ay de mí, que me destruyo
si la pienso hablar sin seso!
Erif. ¿En qué pienso que no huyo?
El miedo 3'0 le confieso;
mes el detenerme es suyo.
¡Qué buena presencia y talle!
¡Oh, temor, déjame hablalle!
¡Oh, déjame ir, voluntad!
420
LOS LOCOS DE VALENCIA
Flor. Divina, hermosa beldad,
Hable amor, la lengua calle.
IvRiF. [Extraña manera de hombre!
¿Que tanto bien te dio el cielo
con tal censo?
Flor. El mundo asombre
ver la hermosura del suelo
abatida con tal nombre.
¡Que de tan alta hermosura
fuese pensión tu locura!
Erif. ¡Que a tan perfecto edificio
falte el más divino oficio
que adornó su compostura!
Flor. ¡Que a tan hermoso aposento
no haya más de voluntad,
y que falte entendimiento!
¡Oh, mármol de gran beldad!,
sin agente entendimiento?
¡Oh, imagen bella y notable,
de todo el mundo universo,
corruptible y generable!
¡Oh, cuerpo, en algo diverso
del otro mundo admirable!
En dos partes de las tres
conforme a los otros es;
mas en la parte tercera,
que es cifra de alta esfera,
el cielo os puso a los pies.
Si son el entendimiento
el alma y divinidad.
sus grados y fundamento,
de fuera está la beldad
y vacío el aposento.
Erif. Este loco desdichado
es como un vaso doraao
que está lleno de veneno
pudiéndole tener lleno
licor aromatizado.
Pero, con todo, confieso
que sin seso me podría
quitar gran parte del seso.
Frx)R. Dichosa prisión la mía
si el mismo amor está preso.
Ya es esto darle .sospecha.
Erip. Quizá de verme parada
que me da gusto sospecha.
F1.OR. fQué aljaba tan alunada
te dio, amor, aqiusta flecha?
¿En qué loco pensamiento
templaste la pmita de oro?
EriP. Será hablalle atrevimiento
Flor. ¡Oh, loca, a quien cuerdo adoro,
que sólo es loco el tormento!
Si a mí me estuviera bien
que supieras que soy cuerdo
quizá me quisieras bien.
Erif. Como de mi sueño recuerdo
y \'uelvo a dormir también.
¿Soy yo la que de Leonato
fui engañada y sin recato
paares y patria dejé
y arrepentida lloré
la bajeza de su trato?
¿Pues qué es lo que pienso aquí?
¿Quién me trujo o cómo vine
a estar tan fuera de mí?
¡Que un hombre loco me incline
casi a llevarme tras sí!
¿En qué pienso? ¿Qué imagino?
Sin duda que con razón
por otro igual desatino
me han traído a esta prisión
en que a ser loca me inclino.
¿Qué dudo? ¿Qué estoy pensando?
Loca SO)'.
Flor. Ya está eclipsando
las dos estrellas su furia.
¡Ay, no hagas tal injuria *
al sol que te está mirando!
Erif. ¿Loca soy? ¿Loca en efecto?
Flor. Cielo, estad sereno un poco.
Erif. Por mi fe, que estáis discreto.
Flor. No S03', sino en verte loco,
y serlo de hoy más prometo.
Erif. ¡Afuera, afuera!
Flor. ¿Qué aguardo
estando loco, mi bien?
¿Para qué el sentido guardo?
Erif. ¡Ea!, denme mi palafrén,
que rae aguarda Maiidricardo.
Flor. Denme a mí caballo y lanza
y un vestido de mudanza
hecho de todas colores,
pues dejo viejos amores
por una nueva esperanz?.
Erif. Tenme tú de aqueste estribo.
Flor. Y cómo si te tendré,
que eres alma por quien vivo.
Erif. ¡Oh, ladrón!, ¿muérdesme el pie?
Flor. Ladrón, no, que soy cautivo.
Erif. ¿Sabes que soy Doralice?
Flor. Tu hermosura me lo dice.
¿Seré yo tu Mandricardo?
Erif. De aquese sí me acobardo,
aunque del me sati.sf¡ce.
El otro tenía seso.
ACTO PRIMERO
421
no puede ser que tú seavS.
Fi^OR. Que me falta te confieso;
pero cuando el alma veas
verás un notable exceso.
Erif. Pregvíntale a mi escudero
si ha venido aquí Rugero.
Fl,OR. Aquí dice que llegó
y un poco de agua pidió
en casa de un zapatero.
Erif. ¿Cómo te llamas?
Fi,OR. Beltrán.
Erif. ¿Pues no eras tx\ don Roldan?
Fi,OR. Y como de ello te goce,
hoy seré todos los doce
que a una mesa comen pan.
Erif. ¿Conoces a Calaínos?
Fi,GR. Y fui mil veces con él
a caza de golondrinos.
Erif. ¿Y a Sansoneto?
Flor. y a Urgel,
gran comedor de pepinos.
Erif. Era gente muy honrada.
Fi,OR. ¿Pues digo te yo que no?
Erif. ¡Cómo este loco me agrada!
O está en seso o estoy yo
de mi seso enajenada.
Fi.OR. Parece que ha conocido
que no me falta sentido;
cúmpleme disimular.
Quiero salir a cazar,
¿hanme caballo traído?
Los braquetes y sabuesos,
halcones y baharíes.
Erif. Perros en trailla presos
y en pihuelas los neblíes
Fi,OR. Pues échenles sendos huesos;
que quiero volar, en fin,
si hay azor, im francolín.
Erif. ¡Malos años y mal mes!
Denme el hilo portugués,
que quiero hacer un garbín.
(Entre Pisano.)
PlSANO.
Ya está, señora, vuestra saya a punto;
entraos acá, que quiero que se os pruebe;
y vos, Beltrán, no os lleguéis a ella,
que sois muy gentilhombre y atrevido,
y donde no gobierna entendimiento
tiene mucho lugar el apetito.
ERIF11.A.
¿Qué os viene de eso a vos, barbas de hereje?
FtORIANO.
¿Qué os viene de eso a vos, cresta de gallo?
PlSANO.
¿Ya me le defendéis? Huélgome de ello;
que no os veréis con él hasta la fiesta
de los benditos niños Inocentes.
EriFii,a.
¡Mal año para vos, que yo soy libre
y puedo hacer de mi capote un trasgo.
y de mi corazón unas alforjas!
¡Entra! ¡Acabad!
PlSANO.
Erifii^a.
Adiós, hermoso loco.
FXORIANO.
Divina loca, adiós.
PlSANO.
Poquito a poco.
(Quede Floriano.)
F1.ORIANO.
Vete despacio, pensamiento mío;
que como otros se pierden por el viento,
por el más bajo y áspero elemento,
a su pesar de la razón te guío.
Tú vas donde te lleva el albedrío
con fuerza de un primero movimiento,
y yo lloro, con cuerdo entendimiento,
las ansias de tu loco desvarío.
No me aventures a tan loca empresa,
pues no hay contento que esperar de un loco
cuando a saltar entre los cuerdos viene.
Pesa tu daño y tu provecho pesa;
déjame en paz, que no es razón tampoco
perder el seso por quien no le tiene.
(Entre Valerio.)
Vaxerio.
No me agradezcas ni a fineza tengas
que tan aprisa tus visitas haga,
pues vengo agora con negocio propio,
y no, amigo, negocio como quiera,
sino en que estriba de mi alma y vida
el gusto y la salud que me deseas.
F1.0RIAN0.
¿Qué es esto, buen Valerio? ¿Hase sabido
que estoy por dicha en esta cárcel loca?
¿Hay alguna desdicha en mi suceso?
422
I.OS LOCOS DE VALENCIA
VAI.ERIO.
Yo soy, Floriano, el loco; yo soy loco;
que tú, con sólo el hábito que tienes,
haces oficio de sagaz y cuerdo.
Xo se sabe hast? agora cosa tuya,
ni se sabrá tampoco, si los cielos
no se conjuran en tu daño y mío.
Floriano.
;Pues qué es esto. Valerio? ¿Qué suceso
puede alterar tu cuerda compostura?
¿Quién mudó tu color? ¿Quién ha vencido
tu raro entendimiento y ha trocado
de su lugar tu corazón y el mío?
Valerio.
¿Xo trujeron agora aquí una loca
más hermosa que el orden de los cielos,
que los planetas y los elementos
y que todo lo que es mortal criatura?
Floriaxo,
¿Es cosa tuya, dime, aquella loca?
Valerio.
Xo es cosa mía, pero }'o soy suyo.
Floriano.
Espera, ven conmigo a aquella sala,
que está desocupaaa y tiene asientos,
y dirásme despacio tu suceso.
¡Ay, Dios!
Valerio.
Florl\xo.
¿Suspiras?
\'ALERIO.
Bueno, pierdo el seso.
ACTO SFGUXDO DE
LOS LOCOS DE VALENCIA
(Sale Floriano, solo.)
Floriano.
Cansada estar pudiera la fortuna
de lo.s nmchos agravios que me ha 1ii<1m
dejando ya sin rcsisitencia alguna
las flacas fuerzas de mi débil jK-tho.
Jamás, que nuestro ruego la imix»rtuna,
dará sin muchos daños el provecho;
libróme de la muerte, y de tal suerte,
que agora estoy más cerca de la muerte.
Yo vi los bellos y aivinos ojos
por donde amor vertió locura y fuego,
y, como mariposa, mis despojos
a su amorosa lumbre árden.se luego;
y cuando me bastaran los enojos
de mi fiero mortal desasosiego,
quieren mis haaos que el mayor amigo
sirva por instrumento a mi castigo.
Valerio, que es de todo mi secreto
archivo, amparo, defensor y asilo,
por esta loca, por el mismo efecto
sigue de amor el amoroso estilo;
y dice que le pone en tanto aprieto
que su curso vital cuelga de vin hilo
5' que la ha de gozar o cuerda o loca,
que amor ha menester cordura poca.
Para esto dice que pedilla quiere
a título de que es parienta suya,
porque con el honor que se requiere
a su primero ser la restituya.
¡Oh, amor, en qué peligros vive y muere
quien una vez probó la fuerza tuya!
Déjame con mi loca o loco o cuerdo,
que entonces seré loco si la pierdo.
(Entre Fedr.i.)
Fed. Acá me vengo a buscar
si hay quien de señas de mí,
que dicen que me perdí
en este mismo lugar.
Y no es poco que me acuerde
de quien vivo y por quien muero,
que menos memoria espero
adonde el seso se pieroe.
Con tan extraño tormento
el amor me ha combatido,
que 5'a no tengo sentido
sino .sólo sentimiento.
De mi locura me espanto;
que de oídas, aunque poco,
creí que amor era loco,
mas no que lo fuese tanto.
Por sus dolores secretos
conozco ya su rigor.
¿Qué ha de dar un loco amor
sino tan locos efetos?
Un loco, y por otra loco,
que es menos obligación,
me ha hecho camaleón
cuando sus colores toco.
ACTO SEGUNDO
423
No sé qué tiene, ¡ay tle "u!,
que hechiza cualquier cordura;
mas, ¡ay!, ¿qué mayor locura
que no ver que estaba aqm'?
Fl,OR. Yó que de ésta he de guardarme
y conozco su intención,
quiero, huyendo su pasión,
con mi pasión remediarme.
Pingiréme menos cuerdo
de lo que otras veces fui.
Fed. Por un loco estoy sin mí,
que injustamente me pierdo.
PXOR. ¿Habéis visto por allá
tina cosa que perdí?
Fed. ¿y tú no me has visto a mí,
que ando en pena por acá?
Fl,OR. Hermana, si andáis en pena,
muy cerca tendréis la gloria.
Fed. ¡Oh, palabra de victoria,
de grandes misterios llena!
Ft,or. ¡Oh, sabrosa berenjena,
membrillos y zanahoria,
que echó en arrope de Coria
el poeta Juan de Mena!
Fed. ¡Qué presto le vuelve el seso
el furioso frenesí!
Pi,OR. ¿Sabéis de esto que perdí,
y os daré en hallazgo ixn queso?
Fed. Pluguiera a Dios que supiera
como sé lo que has perdido
adonde está tu sentido,
porque yo te lo trujera.
FivOR. ¿Hacéislo por las albricies?
¡Oh, hidepucha golosa!
A ser vos la más hermosa,
yo os dijera mis malicias.
Fed. ¿Pues esa que tú querías
tiene más merecimientos?
Fix>R. Tiene de nieve y pimientos
los dientes y las encías.
Queríala y aun la quiero;
que ansí digo más verdad,
porque es de mi calidad
y muere del mal que muero.
Fed. ¿Por ella, loco, en efecto,
lo que te falta has perdido?
FXoR. Cuando alH pierdo el sentido
soy en extremo discreto.
Mas no es lo que busco eso,
otra cosa me ha faltado;
que, a fe, que es bien empleado
perder bien perdido el seso.
¿Véisme con aquestos trapos?
Pues perdí...
Fed. ¿Qué, por mi vida?
Flor. Una borrica parida
con una toca de papos.
Fed. ¿Que esto no desenamore,
sino que obligue a deseo?
FlvOR. Hace el no seros muy feo
que mi esperanza mejore.
Que si bien os parecí
sienoo tan cuerda mujer
bien lo puedo parecer
a quien me parece a mí.
Fed. ¡Qué lindo ingenio tendría
por la beldad natural
si curase de este mal!
Fi:,OR. ¿Ya habláis en filosofía?
Y aun tenéis mucha razón ;
que el ingenio tiene aumento
con el buen temperamento
de la buena complexión.
Ayuda a su movimiento,
porque del alma ya es llano
que ha de ser el cuerpo humano
de sus obras instrumento.
Fed. ¿Qué hiciste de aqu^ella cinta
que de esperanza te di?
Fi,OR. Perdíla luego que vi
la figura por la pinta.
Que como no estaba ciego
de amor ni de confianza,
descarté aquella esperanza
porque me entró mejor juego.
Fed. ¿Qué te entró?
Fi,OR. Una reina de oros,
carta nueva en la baraja,
que hace a mil reinas ventaja
para ganar mil tesoros.
Aunque un diablo de un caballo
de por medio se metió,
que con más cartas que yo
pretende desbaratallo.
Y son cosas tan pasadas
amistad y bien querer,
que adelante podría ser
que me entrase flux de espadas.
Fed. ¿En fin, que tú aventuraste
mi esperanza ?
Fl,OR. Y aun la mía.
Fed. ¿Quieres otra?
Fl.OR. Bien querría,
si no os pesa que la gaste.
Que antes se alegran mis ojos
424
LOS LOCOS DE VALEXCLA
Fed.
FXOR
Fed.
Flor
Fed.
Flor
Fed.
Flor.
Fed.
(Entre
Erif.
Fed.
Frii
Fkd.
I'LOk.
que en semejantes contiendas
pueda yo dar tales prendas
a mi señora en aespojos.
¿Dónde está la cinta?
Aquí.
¿En la frente?
¿Xo la ves?
Pues quitáosla.
Mejor es
que me la quites tú a mí.
(Desdide una cinta de la cabeza.)
Ya desato la lazada.
¡A y, Dios, si le abrazaré!
¡Si podtél Mas bien pofiré,
que es loco y no importa nada.
¿Andáisme en las faltriqueras?
¿Algo me queréis hurtar?
Aun no me atrevo a juntar
los brazos. ¡Oh, amor!, ¿qué esperas?
Eripila con sayo de jirones y una caperucilla
de loco.)
Xo me desagrada el lazo;
iguales sois a lo menos;
por muchos años y buenos
gocéis los dos el abrazo.
¿Erais vos el que quería
ser mi esposo Mandricarao?
Desde agora me acobardo
de lo que pensado había.
Y vos, casada secreta,
doncella de Dinamarca,
¿miráis si sois de la marca
con esa lanza jineta?
Si sois cuerda, qué queréis
ser entre los locos loca,
¿por qué tanto cuello y toca
y tantas galas traéis?
vSalí afuera; noramala,
que tiene dueño ese loco.
Jílvira, poquito a poco.
Subios luego a la sala. %
¡Valga el diablo la parlera,
y con fjué j)oca ocasión
quiere hurtar la bendición
a la hija verdadera!
(¿uiérome quitar de aquí,
no üiga algún di.spaiate,
(Vayase Fedra.)
No hay alcahuete que trate
nu-jor mi favor por mí.
¡Oh, celo, que el amor creces!
¡Quién te llama hijo de amor!
Su padre dirá mejor,
que le engendras muchas veces.
X'egociado has mi remedio.
¿Mas cómo se ha suspendido
la que del alma y sentido
ha puesto su silla en meaio?
¿Cómo calláis vos agora?
¿Qué melancoh'a es esa?
Erif. De haber hablado me pesa
con la reina mi señora.
Lo uno porque ya vos
pensaréis que soy muy vn^iestra,
y lo otro por la muestra
que me habéis dado los dos.
Flor. Elvira, plega a los santos
que si yo la quiero bien
que me mate una sartén
con sus duelos y quebrantos.
Y si no soy Mandricardo
y esclavo de Doralice,
por cosa que jamás hice
me vistan de paño pardo.
Como ella es mujer burlona
y criada en esta casa,
jugamos de pasa pasa
y hícele la mamona.
vSi otra cosa hemos tratado
3-0 y aqusta chocarrera,
luego en tu desgracia muera
frito, cocido y asado.
Erif. Perro, ¿agora os hacéis bobo?
Asado os qiiiero también,
y si no me sabéis bien
os haré echar en adobo.
Luego que vine a esta casa
puse los ojos en vos
poique no me diese tos
el juego de pasa pasa.
Mandricarao habéis de ser,
aunque pese a Rodamonte.
Flor. ¡Oh, amor, de por medio ponte
y enseña a aquesta mujer!
Dale agora su sentido
si a quien le tiene le qvútas.
Erif. Amor, pues al cielo imitas,
enmienda lo que has perdido.
Si esto no es naturaleza
dale su seso a e.ste mostró.
l'i.nR. ¡Oh, amor, pon alma en un rostro
que es monstruo de la belleza!
Haz que me escuche mi pena
y que me entienda mi mal.
1;kif. Amor, un milagro tal
ACTO SEGUNDO
425
victoria es tuya y no ajena.
Haz que este loco me entienda
porque sepa agradecer,
F1.0R. ¡Cielo, esta loca mujer
a tu poder se encomienda!
Erif. Yo no quiero declararme
hasta ver si fiarme puedo.
Flor. Declararme tengo miedo
hasta ver si puedo fiarme.
Ertf. Así, loca, bien podré
Qecille mis pensamientos.
FxoR. Loco, diré mis tormentos,
aunque es bien cuerda mi fe.
Erif. ¡Hola, buen hombre!, ¿poraicha
sabes tú lo que es amor?
Fi,(m. Ahorcado esté el traidor
al humo, como salchicha.
Deseo que engendra el ver;
pero es contrario sujeto,
porque el fin de éste es su efeto
y de amor aborrecer.
Erif. ¡Ay, amor, qué bien empiezas!
Fi,OR. Deseo, en fin, de lo hermoso.
Dicen que hay dos, y es forzo.so
que haya también dos bellezas:
la hermosura corporal
y la otra intelectiva,
de quien el cielo te priva
sólo por hacerme mal,
pues te falta el ornamento
del alma más necesario.
Erif. Calla, loco incierto y vario
más que la luna y el viento.
Flor. ¿y a ti también no te toca
la variedad de la luna?
Erif. En el cuerpo tengo alguna,
que en el alma no so}- loca.
Fi<OR. Si a la lima parecieras
en amar al sol, de quien
recibe luz, vida y bien,
ejemplo de amores fueras;
aunque si en el nacimiento
con Mercurio la tuvieras,
tan casta como ella fueras
en daño de mi tormento.
Mas tú que de amor preguntas,
¿conoces de su dolor?
Erif. Sé que es nuestro padre amor
y todas las cosas jvmtas.
Y de la plática sé
desde el punto en que te vi;
que antes de esto conocí
por teórica mi fe.
Fl,OR.
Erif,
Fl,OR,
Erif.
Fl,OR.
Erif.
Fl,OR.
Erif.
Fl,OR.
Erif.
Fl,OR.
Erif.
Fl,OR.
Erif.
Fl,OR.
Erif.
¿Luego alguna fe me tienes?
¿Este es cuerdo, por ventura ?
¿Tiene ésta agora cordura ?
¿Agora a entenderme vienes?
Digo que me agradas tanto
como la pimienta al vino.
Y tú a mí como el tocino
después del sábado santo.
El responde en mi lenguaje.
¡Válame Dios! ¿Si no es loco?
Esta es cuerda, y no lo es poco.
Yo vengo de alto linaje.
Yo también soy caballero
con renta que allá en París
vale mil maravedís,
y ando así porque yo quiero.
A mí me sacó un ladrón
de casa de un padre hidalgo
y se me fué como galgo
sin llevarme el corazón.
Y porque me halló esta gente
dando voces, destocada,
me trajeron agarrada
al audiencia del teniente.
Pues yo dicen que maté
vm Príncipe de Aragón,
y por tan fuerte ocasión
en esta cárcel entré.
Hago el loco y guardo el cuello
del «solivíanos a malc»,
que más quiero sufrir palo
que no perder el resuello.
(Vuelvan en si.)
¿Díceslo de veras?
Sí,
¿Y til díceslo de veras?
Yo sí.
Pues, por Dios, que quieras,
mi bien, dolerte de mí.
Mira el amor que te tengo,
pues que loco y sin juicio
te digo el secreto, indicio
de que por ti a serlo vengo.
Amigo, no soy Elvira,
ni loca, como has pensado,
que mi nacimiento honrado
a mayor nobleza aspira .
Erífila fué mi nombre
hasta que llegase aquí;
bien puedes fiar de mí
secretos que a ningiin hombre;
que yo te adoro y te amo
y soy tuya hasta la muerte.
426
LOS LOCOS DE VALENCIA
Flor. Venturosa fué mi suerte,
suerte del cielo la Uauío.
Dauíe, señora, esos brazos.
Erif. Aun pienso que no soy digna.
(Entre PisAxo.)
TlSA. ¡Oh, mol garrote de encina
que os haga el cuerpo pedazos!
¡Xc está malo!
Flor. ¡Ah, puto viejo!
¿La paz os parece mal?
Pisa. Yo os haré xina guerra tal
que os escueza el salmorejo.
¡Ah, Martín! ¡Hola, Tomás!
Flor. Desdicliados hemos sido.
(Entren Tomás y Mautín.)
ToM. cQ"*^ ^^'^y nuevo? (¡Qué ha sucedido?
Pisa. A fe que no se hablen más.
Al señor echa unos grillos
y a la dama unas esposas.
Frif. a serlo, fueran dichosas
de los pies que han de sufrillos.
¿Que han de aprisionar, mi bien?
Flor. Ponédmelo todo a mí,
que yo tuve culpa.
Pisa. ¿Ansí?
Flor. A mí, pues, Matusalén.
Quisiérame hacer furioso,
pero temo 1?. prisión.
^Iar. ¿No sabéis la condición
de aqueste hospital, mocoso?
¿Cuándo habéis vos visto estar
los hombres con las mujeres?
Pisa. Llevadlos ya.
FlX)R. Mas qué, ¿quieres
llevarme a dar de cenar?
Erif. ¿También me lleváis a mí?
Pis. Llevadla ya noramala.
Erif. ¡Oh, nuildita martingala,
de las más lindas que vi!
(Llévenlos y quede PlSANO.)
Pisa. No me espanto que e«^ta loca
tenga enamore do un loco,
que a un cuerdo, que no lo es poco,
a dalle el alma provoca.
Por ella traigo el cerbelo
más mudable que im molino.
¡Oh, amor!, si eres desatino,
¿cómo eres Dios en el cielo?
Cuando cuentas y clarete
me habían de entretener,
nur viene amor a ]X)ner
garceticas y coix-te.
Perdida va la veleta,
no hay que fiar en la edad,
que siempre es la voluntad
dei apetito alcahueta.
Con todo, es tal mi pasión
que por ventura la estimo.
(Entre Tomás.)
ToM. Nuesamo, aquí está su primo,
el Vergueta de Aragón.
Pisa. ¿Dices Liberto?
ToM. Ese propio.
Pisa. Pues entre muy norabuena
en su casa, aunque es ajena;
que al cuerdo es lugar impropio.
(Entra I^iberto.)
IíIBERTO.
No os quejaréis de que a Valencia vengo
sin veniros a ver en apealad orne.
PlSANO.
Dadme esos brazos una y muchas veces.
Liberto.
Dos veces a lo menos quiero dallos,
una por deudo y otra por amigo,
que me precio de amigo más que deudo.
PlSANO.
Aquí tenéis. Liberto, aquesta casa,
aunque parece maliciosa oferta;
pero si ella lo es, en este pecho
tenéis la volimtad pronta a serviros.
¿Qué negocios os traen a Valencia?
Liberto.
¿No habéis sabido aquel suceso triste
del Príncipe Reinero, hijo legítimo
del Conde Amolfo?
PlSANO.
Por acá se ha dicho,
aunque de algunos es tenido a fábula...
Liberto.
¡Pluguiera a Dios, ¡oh, primo!, que lo fuera!
Muerto es, sm duda, y, por desgracia, muerto
a manos de un varón de la montaña
en cuya busca vengo, entre otros muchos
que a varias partes varaos repartidos.
PlSANO.
¿Quién (luda que so haga diligencia?
Plega a Dios (|iu- le halléis, que a fe que os fuese
una prisión de crédito y provecho.
ACTO SEGUNDO
427
TjBERTO.
Todos llevamos retratado el rostro,
que han hecho copias de él en Zaragoza,
para que no se pierda por indus:;ria.
PlSANO.
Holgaréme de verle por extremo.
Liberto.
Piesto podréis cumplir ese deseo.
Este es el matador.
(Muestre el retrato.)
PiSANO .
¡Gentil presencia! .
¿Cómo dicen las letras?
IvIBERTO.
«Floriano,
aetatis, suae, veintinueve o treinta».
PlSANO.
Mirado el rostro me ha movido a lástima.
Liberto.
¿Hanos visto por dicha aqueste loco?
Que me importa la vida en el secreto.
PlSANO.
Suspenso está mirando las estrellas.
No tenéis qué temer; venid conmigo,
d áreos un regalo mientras ll-^ga
la hora de cenar.
Liberto.
Basta el de veros.
PlSANO.
En cuidado me ha puesto aqueste loco,
(Vayase y quede Tomás.)
Tomás.
No hay secreto en el mundo que lo sea;
por esto dicen que la tierra ha dado
con voto eterno esta palabra al cielo
y que tienen oídos las paredes.
Si agora este secreto me importara
librara mi persona de la muerte,
la del hermano o el amado amigo.
(Entre Floriano con grillos.)
Fl,ORIANO.
Bueno es tener amigos lo s que viven
sujetos de este mundo a la miseria;
mas yo, ¡triste de mí!, los he tenido
para sólo mi mal y desventura.
Aun hablo en seso sin mirar quién oye.
¿Qué hay por acá, Tomás?
Tomás.
¡Oh, Beltranico!
¿Cómo va de pigüelas? ¿Son pesadas?
Fl^ORIANO.
Echáronme, Tomás, los de la vieja,
como dicen algunos en Castilla,
que fué una mala hembra que muriéndose
dejó de piedad su hacienda toda
para comprar prisiones a las cárceles.
Tomás.
Iguales las tuviera el desdichado
que ha muerto, según dicen, a Reinero,
y le van a buscar por todo el mundo
con retratos que llevan de su rostro.
Fl<ORIANO.
(¡Válgame el cielo!) ¿Y tú de qué lo sabes?
Tomás.
Un hombre de Aragón, que del portero
es primo, según dicen, ha venido
en busca suya y su retrato trae.
Llámase, a lo que pienso...
Fl<ORIANO.
¿Cómo?
Tomás.
Empieza
por flor, y lo demás se me ha olvidado.
Floriano.
¿Dijo, por dicha, Floriano?
Tomás.
Bl mismo;
así, así, Floriano, que era un hombre
de treinta años, vm año más o menos.
¿Y adonde fué?
Fl^ORIANO.
Tomás.
Sin duda a ver la casa;
que nadie viene aquí que no la vea.
Fl,ORIANO.
Por Dios, que pienso ver ese retrato;
quédate aquí, que voy en busca suya.
428
LOS LOCOS DE VALENCLV
Tomás.
No digas que te he dicho nada.
Floriaxo.
¡Basta!
A mí me importa más qiie a ti el secreto.
TOM.ÍS.
Ya sé que aimque eres loco eres discreto.
(Vayase Floriano. Entre Erifil.i con esposas.)
Erif. Escapádome he, por Dios,
aimque con esposas vengo,
que aunque de hierro las tengo
no es ningima de las dos.
¿Qué hacéis por acá, Tomás?
To>L Ya lo veis, buena mujer;
si el viejo os echa de ver,
a fe que os encierra más.
£rik. Ya no me tiene sin manos.
;Oué quiere? ¿Qué tengo? ¿Rabio?
ToM. Pues por mi fe que hace agravio
a los cielos soberanos;
que de alguno eres estrella,
segi'm tienes resplandor.
Erif. Por sólo aquese favor
me bajo de la querella.
¿Parézcote muy bonita?
ToM. ¡Yive Dios, que estaba cuerdo
y que en verte el seso pierdo,
porque tu rostro le quita!
¿Quiéreste casar conmigo,
que soy...?
Erif. ¿Quién?
ToM. Gran turco soy.
Erif. La fe y palabra te doy...
ToM. ¿De qué?
Erif. De comerme un higo.
ToM. ¿Luego no quieres casarte?
Erif. Si hubiera cura si hiciera.
ToM. ¡Que por un cura cualquiera
me pierda yo de gozarte!
V.Hiy. ¿Sabes quién está ordenado
de hacer este casamiento?
To.M. ¿Quién?
Erif. Beltrán.
ToM. ¿Díselo a tiento?
l'"klF. Antes lo tengo pen.sado.
Llámamele, por tu vida,
que prima ha cantado ya
y a los dos nos casará.
To.M. Dame la manf>.
Ekif. Está asida.
ToM.
Erif.
Flor.
Erif.
Flor.
Erif.
Flor.
Erif.
l'l.OR.
Erif
Pues voy.
Anda, amor piadoso,
(Vayase Tom.4s.)
pues \'uelas y no reposas,
venga a ver sus tres esposas
el que me das por esposo.
Venga aquel por quien tan grave
prisión en que estoy metida
tengo por dichosa vida
y por tormento suave.
Venga aquel por quien es poco
que el seso y la vida pierda,
por quien tengo el alma cuerda
y el entendimiento loco.
Que es tal aquella heimosura
por quien vivo y por quien muero,
que para siempre no quiero
volver a mayor cordura.
(Entre Floriano, tiznada la cara.)
¡Bueno vengo de esta vez
con la máscara fingida;
bien parece que esta vida
es un juego de ajedrez!
¡Oh, cómo es mudable y vana,
y échase en esto de ver
que una pieza blanca ayer
puede ser negra mañana!
¿Beltrán?
¿Elvira?
¿A qué efecto
te has puesto así?
Mi señora,
juego al ajedrez agora
porque es un juego discreto.
Un rey con dos mil peones,
sundo yo un caballo pobre,
me persigue hasta que cobre
su venganza en mis traiciones.
Hoy me ha venido a buscar
a aquesta casa un alfil,
que con un jaque sutil
un mate me quiere dar.
Y porque en mi mal se alegra,
ya de matarme resuelto,
de pieza blanca me he vuelto,
como veis, en pieza negra.
¿Que aque.se alfil ha venido?
Dicen que trae mi retrato,
y por eso me recato
y vengo desconocido.
Ese juego ya me llama
a que j)ierda mi .sosiego,
ACTO SEGUNDO
429
Fr,OR. ¿Y cómo, si sois del juego,
y no menos que la dama?
Por eso ayudadme bien,
que estoy muy cerca de preso.
EriF. Bien puedes hablarme en seso,
que no nos oyen ni hay quién.
¿Es verdad que aquí han venido
con tu retí ato a buscarte?
FtOR. Del alma quieren sacarte
este tu loco fingido.
Pero no te cause pena,
que de la suerte que esto}^
libre del peligro voy
que el Rey de Aragón me ordena;
que no seré conocido
tan loco y desfigurado.
Erif. Gran secreto me has fiado;
conozco que me has querido.
Y pues de eso estás seguro,
hablemos en nuestras cosas.
FtOR. Que al fin te ocharon esposas.
¡Oh, hierro dichoso y duro!
¡Oh, hierro que has acertado
a ser prisión ventur )sa
en la parte más hermosa
que el cielo a la tierra ha dado!
¿Hate hecho alguna señal?
¿Ha sido tan atrevido?
¿No está muy agradecido
de gozar de gloria tal?
Mas no es posible que encarne;
que enternecido de ti,
se habrá recogido en sí
por no lastimar tu carne.
• ¡Oh, quién ese hierro fuera
por gozar de tal tesoro
o por convertirse en oro
que tu mano enriqueciera!
¡Que tal te traten por mí
aquesas carnes hermosas!
Erif. ^Manillas son, que no esposas,
éstas que sufro por ti.
Joyas son que amor me dio;
no es bien que esposas las llames,
que no quiero 3'o que ames
más de ima esposa, y ser 3'o.
Fi<OR. Si son joyas y manillas
que da amor a los amantes,
de perlas y de diamantes
pienso algún tiempo cubr illas.
Bien parece que los dos
sólo uno somos ya;
que de dos hecho nos ha
sólo un cuerpo el ciego dios.
Pues viendo aquestos villanos
que el preso uno solo es,
a mí me hierran los pies
y a vos, señora, las manos.
Que con esto quedará
de pies y manos seguro
este preso, que yo os juro
que, aiin muriendo, no se irá.
Erif. Los que en los pies te pusieron
tengo en las entrañas yo,
que éstos que tu amor me dio
corona de gloria fueron.
Sólo siento que mis brazos
no se pudiesen abrir
para en ellos recibir
tus amorosos abrazos.
Mas como mi alma puede,
imaginados los da.
Fl,OR. El alguacil viene ya.
Erif. ¿Quieres que huya o me quede?
Flor. No importa, quédate aquí.
(Entren I^iberto y Pisano.)
LiB. No me puedo detener,
que tengo mucho que hacer.
Pisa. ¿No os queréis servir de mí?
LiB. El haberos visto sobra
y aquesta famosa casa.
Pisa. ¿Aquí estáis vos? ¿Esto pasa?
Fi,OR, Siempre me hacéis mala obra,
y más agora, que andáis
con esotro bellacón
que busca mi perdición.
Erif. ¿Quién sois vos? ¿A quién buscáis?
LiB. Yo, hermano, vengo a buscar
un famoso delincuente.
Flor. Sospecho que está presente
y que no le habéis de hallar.
Lie. Lo postrero puede ser.
Erif. ¿Qué ha hecho?
LiB. Mató el tirano
a un rey.
Erif. ¿Y el nombre?
LiB. Es Floriano,
Erf. Pues veis aquí su mujer
Lie. Graciosa loca y hermosa.
Pisa. Es perfecta por extremo.
Flor. ¡Hola, vive Dios!, que os temo .
por esa gaita golosa,
que en mi vida os ofendí
más de lo que agora veis:
pero creo que traéis
ciertas bulas contra mí.
430
LOS LOCOS DE VALENCIA
Pisa. Este es mi gran estudiante
que de amor enloqueció.
Flor. Y este un asiio que tiró
dos coces a un elefante.
Pis.\. Estotra es una mujer
que dice q\ie le han lobai-o
y en aquesta tema ha dado.
Erif. ¿Sabéislo vos, bachiller?
¿Qué tenéis que ver en eso?
Si me han robado a traición
con grillos tengo al ladrón,
preso está.
Flor. Yo soy el preso.
I. IB. Por mi vida, que es hermosa,
y a compasión me ha movido.
Erif. cQué es quesicosa, marido,
tres esposas y vma esposa?
Flor. Las trébedes.
Erif. ¡Bien, por Dios!
Flor. Malo estaba de aceitar.
Erif. Anda, bellaco escolar;
yo soy una y éstas dos.
Flor. ¿Parécete que erré poco?
¿Cuyas son, que no me acuerdo?
Erif. Las dos son de aqueste cuerdo
y la una de este loco.
Pisa. Poco tiempo estará aquí,
que es muy principal mujer.
LlB. Bien se deja conocer.
Flor. ¿Y vos conocéisme a mí?
IviB. Ni os conozco ni aun quisiera.
Flor. Pues a fe que os importara.
LiB. Tenéis muy negra la cara.
Flor. Más negro, a ser blanco, fuera.
Vos seréis gavilán manco.
LiB. De ser como soy me alegro.
Vi.oK. ¿Sabéis por qué estoy tan negro?
Porque no deis en el blanco.
Erif. Amarga está la librea.
Fl/)K. Soy, por no buscar cuartagos,
loco de los Reyes Magos
y embajador de Guinea.
Contra un rey no valen po.stas.
Pisa. Una nueva quiero daros,
Elvira.
F^KIF. V yo presentaros
éstas, que me están angostas.
I'lSA. A ime.stro administrador,
el pariente que sabéis
os pide.
F^KIF. ¿Y esa tenéis
por buena nueva, hablador?
Pisa. Saíx- Dios lo que lo siente
quien gustaba de escucharos.
Dice que quiere curaros
en su casa honradamente.
Erif. ¡Mal año y mal mes, hermano!
Antes que allá coma y duerma;
más me quiero estar enferma
que curada de tal mano.
Tiene aquí tanta virtud
ima cierta voluntad,
que quiero mi enfermedad
más que alguno su salud.
Hora es que yo me vaj-a,
y antes que deje a Valencia
volveré a vuestra presencia.
Poco vale quien desmaya.
Diz que traéis un retrato
de cierto moro de Aigel.
Yo me holgara harto con él,
y de miedo no lo trato.
¿Queréislo ver?
Sí, por Dios.
(Enseñe el retrato.)
Pues veisle aquí descogido.
Pardiez, que está parecido,
aunque no os parece a vos.
Pues 3'0 conozco a su dueño
y sé muy bien dónde está.
Irme quiero, tarde es ya.
¿Qué me daréis si os le enseño?
Salir quiero a acompañaros.
Eso no.
Dejadme un poco.
^Vayanse PisANO y I^iberto.)
Ahora digo que estás loco. ,
No os enturbiéis, ojos claros,
que no hay temer mal íuceso
en lugar que vos estáis,
auiKjue e] hábito digáis
que imprime falta de sesrc.
El alma me has alterado.
Mi bien, en mí lo he sentido
como quien el cuerpo ha sido
donde agora habéis estado.
Que cual forma sustancial
y yo materia en que vive
de quien con acto recibe
perfección lo que es mortal,
luego sentí movimiento
y me tembló el corazón.
Erif. lia sido en esta ocasión
extraño tu atrevimiento,
pues me libré de este mal.
LiB.
Flor,
Erif.
LlB.
Flor.
LlB.
Flor.
LlB.
Flor.
Pisa.
Lie.
Pisa.
Erif.
Flor.
P'rif.
Flor.
ACTO SEGUNDO
431
Flor. ¿Sabes, mi bien, qué quisiera?
Erif. Ya te entiendo; y si piidiera,
no tuviera gloria igual.
Flor. Tu amorosa estimativa
entiende mis intenciones
de mis inciertas razones
con deseo de que viva;
Pero 3'0 te abrazaré
si no puedes abrazarme.
(Entre Laida.)
I.AiD. De aguda puedo loarme.
¡A qué buen tiempo bajel
¡Suelta la loca, ladrón!
Erif. ¡Oh, traidor!, ¿forzarme a mí?
I^AiD. ¿Luego él te forzaba?
Frif. Sí.
Flor. Fuerza fué del corazón.
I,AiD. Estudiante o Satanás,
que esto debiste de ser,
¿qué te ha hecho esta mujer
que siempre con ella estás?
Flor. Hame dado un mojicón
por medio de las entrañas,
que ha tenido por hazañas
matar un muerto a traición.
Y, por Dios, que he de vengarme
hasta que el suyo le vea.
Erif. Ya ha visto lo que desea,
no tiene ya que buscarme.
Laid. Beltrán, no la mires tanto,
mírame a mí.
Flor. Ya te veo;
pero llévam.e el deseo
a que te dé con un canto.
Latd. Asirte tengo la mano,
a fe que no has de ir tras ella.
Erif. ¡Oh qué graciosa doncella
para de invierno y verano!
Mucho se os abrasa el pecho,
andáis en caniculares.
Laid. ¿Q^^ ^^^^ ^^ verme no repares?
Erif. Aun de burlas, es mal hecho.
Quedaos con Dios, Mandricardo,
que me saben mal los celos.
Flor. Cubrir piensa tales ciclos
aqueste nublado pardo.
¡Oh pesar de Rodamonte
que a Doralice me lleva!
Erif. Yo te cerraré la cueva.
Flor. Cierra y súbete en el monte.
(Vayanse y quede I,aida.)
Laid. ¿Esto es posible? ¿Hay dolor
Fed.
Laid.
Fed.
Laid.
Fed.
Leid.
Fed.
Laid.
Fed.
Laid.
Fed.
Laid.
que al que padezco padezca?
¿Que por un loco padezca
que a otra leca tiene amor?
Bien sé yo de qué ha nacido:
que como jmitos están,
de verse y hablarse harán
hábito el alma y vestido.
Pues no, no, que yo pondré,
metiéndome de por medio,
en su locura remedio
y el agravio de mi fe.
Xo siento industria mejor
para poderme quedar
en este mismo lugar
sino seguir su furor.
Fingirme quiero furiosa
y dar en im frenesí
que si me dejan aquí
seré cuerda venturosa.
¡Ea, pues!, ¿qué me detengo?
(Hágase loca.)
¡Hola, gente de palacio!
¿Cómo venís tan despacio?
Decidle al Rey que ya vengo.
Aparta aquesa carroza;
dadme vos. Duque, la mano;
hágame viento ese enano,
que, por mi fe, que me goza.
Bueno va aquesto hasta aquí.
(Entre Fedra.)
¡Hola, Laida! ¿Estás acá?
¿Laida? ¡La Reina dirás!
¡Qué nuevas traigo, ay de mí!
¿Nuevas? ¿Qué nuevas?
Iklor tales.
¿Hase algxín reino perdido
o flota de las que han ido
a las Indias Orientales?
Mi padre me envía a llamar
para que parta a Segorbe
sin que remedio lo estorbe
ni se pueda replicar.
Recibió cartas mi tío
de que la vida le importa
hacer mi jomada corta.
Que se alegre el reino fío.
¿Qué reino?
El que yo gobierno
como absoluta señora.
¿Estás loca?
Estoy agora
buscando a mi madre un yerno.
432
r.OS LOCOS DE VALENCIA
Fed. ¡Ay, Dios, el seso ha perdido!
Laid. Por eso el alma ha ganado.
Fed. Laida, ¿qué hechizo te han dado?
Laid. Por los ojos le he bebido.
Fed. Vuelve en ti.
Laid. Poneos del lodo.
Fed. Dichosa, que loca estás,
pues aquí te quedarás
a gozar de mi bien todo.
¡Ay de quien le ha de peroer!
Laid. ¡Hola, dueña o camarera!
Fed. ¡Oh quién tan loca estuviera!
¡Qué venturosa mujer!
Laid. Traedme un búcaro de agua
y una naranja. ¿Venís?
Fed. Ya me admiran...
Laid. Dueña, ¿oí«;?
Fed. IvOs desatinos que fragua.
Por mi fe, que estoy movida
a seguir su buen ejemplo;
porque dos cosas contemplo
que entrambas me dan la vida.
La una, que si estoy loca,
aquí me habré de quedar,
donde podré negociar
lo más que mi alma toca;
la otra, que estando ansí
.soy tan igual a Beltrán
que con él me casarán
viéndome por él sin mí;
pues verán que ae este modo
se remedia mi locura.
Ya comienzo. Adiós, cordura;
adiós, seso y honra y todo.
I.AíD. Dueña, ¿cómo no venís?
(Hágase loca.)
Fed. ¿Qué queréis, Reina y señora?
Laid. Aguardo más ha de una hora
un poco de agua y anís,
Fed. Descuidóse el maestresala
y vertióse ei escabeche.
Laid. Úntenle el pecho con leche
y denle con una bala.
(¿Qué es aquesto de mi ama
que así me lleva el humor?
Fed. Seguir quiero e.ste furor.
que el amor furor se llama.
Laid. Si me entiende el pL-n.samiento
y se ha burlado de mí...)
Fed Gran Reina, un paje está aquí
tjue os quiere contar un cuento.
L.\1D. Si e.s píijc de don Beltrán,
decid que le den licencia.
Fed. ¿Aun osá's en mi presencia
nombrar ese ganapán?
Laid. ¿No está luego averiguado
que Beltrán es cosa mía?
Fed. ¡Qué gentil bellaquería
estando el otro casado!
Laid. ¿Casado? ¿Con quién?
Fed. Conmigo.
Laid. ¿Contigo?
Fed. Como lo cuento.
Laid. .¿Y quién hizo el casamiento?
Fed. El Papa.
Laid. Más papahígo.
Fed. ¿Pues qué, pensó la fregona,
casarse ella con Beltrán?
Laid. ¡Ay, a la Reina de Oran
una dueña quintañona!...
¡Ármense mis carabelas
y vayan por todas partes
tendidos mis estandartes.
Fed. ¿Ansí? Qaebraréos las muelas.
Laid. ¿Las muelas a mí una dueña,
bastarda de su linaje?
¡Hola! Tráigame aquí un paje
un hacha de partir leña.
Fed. ¿Reina vos? ¡Mentís, villana!
Laid. ¿Mentís? ¡Toma un bofetón!
Fed. ¿Bofetón a mí? ¡Ah, traición!
¡Esperad, doña avellana!
(Asgemse las dos.)
(Entren Ger.\rdo, administrador del hospital, y Va-
lerio.)
Gerardo.
Entrad, que quiero ver este ruido,
y luego trataremos más despacio
a lo que habéis venido.
Vai,erio.
Llegad presto,
que una loca maltrata vuestra hija.
Gerardo.
Sobrina, ¿qué es aquesto? Suelta, aparta.
¿A qué bajaste aquí? ¡Porteros! ¡Hola!
Recoged esta loca. Y si es furiosa,
¿por qué razón la sacan de su cárcel?
Laida.
¿Ya no me conocéis, hermano viejo?
Gerardo.
Laida, ¿eres tú?
ACTO SEGUNDO
433
Laida.
Yo soy.
Fedra.
Y la bellaca
sabéis que está diciendo que es la Reina
y que con don Beltrán está casada,
siendo, como lo sabe Dios y el mundo,
ese picaño mi marido.
Gerardo.
¡Oh, cielos!
¿Qué dices, Fedra?
Vai^erio.
¡Vive Dios, Gerardo,
que están entrambas locas, sin juicio!
Gerardo.
¡Válame Dios! ¿Y qué habrá sido aquesto?
¿Si les dieron por dicha algún hechizo?
Fedra,
No es hechizo el amor, sino hechicero;
el hechizo es la gracia y hermosura;
y si queréis saber el que me han dado,
mirad el talle de Beltrán, y luego
me juzgaréis por loca venturosa.
Laida.
A mí también me ha dado ese hombre hechizos;
si lo queréis saber, miradme el pecho,
que de abrasado está ceniza hecho.
Ger. Por Dios, amigo Valerio,
que tiene aquesta desgracia
otra razón y misterio.
Laid. Yo soy la Reina de Tracia,
aunque tengo aquí mi imperio.
Vai,e. De manera estoy suspenso
que pienso que esto es hechizo.
Ger. ¡Ay de mí, lo mismo pienso!
Aunque si el amor lo hizo,
sabed que es hechizo intenso.
Bn mal punto me trajiste s.
a esta casa ese Beltrán.
Vai^E. Tan presto su amor hicistes.
Ger. ¿No veis del talle que están?
Fed. Bailemos, que estamos tristes.
Ger. Creciendo va su porfía.
(Bailen.)
Laid. «¡Déligo, déligo, déligo!»
Ger. ¿Qué es esto, sobrina mía?
XII
Fed. Qué «déligo de candéligo»
Ger. ¡Oh qué extraña fantasía!
Hija, ¿quién te ha puesto ansí?
Fed. Beltrán, Beltrán. ¿No lo entiende?
Ger. Beltrán es. ¡Triste de mí!
Vai,E. ¿Que un loco este fuego enciende?
GrER. ¡Sobrina!
I'^ED. «¡Quiquiriquí!»
Vale. Por mejor tengo encerrallas
artes que nadie las vea;
que el castigo ha üe curallas.
Ger. Yo haré que bastante sea
a curallas o acaballas.
Y pondré a Beltrán de suerte
que tenga en sii desventura
por más contento la muerte.
Vai,E. a tener Beltrán cordura,
fuera justo; pero advierte...
Ger. Que no tengo qué advertir,
él ha sido la ocasión.
¿No acabáis ya de venir?
Fed. Si le ponéis en prisión,
a fe que me he de morir.
(Entren Pisano, Martín y Tomás.)
Pisa. ¿Qué es, señor, lo que se ofrece
que tanta prisa nos das?
Ger. Esto, que el alma entristece.
Pisa. Señora Fedra, ¿aquí estás?
Fed. Aquí estoy. ¿Qué le parece?
ToM. ¿Hales dado la locura?
Laid. Pregúntaselo a Beltrán.
Ger. Yo las pondré presto en cura.
Mar. ¿Laida?
T,AiD. ¿Qué quiere el rufián?
Pisa. ¡Qué incierta es nuestra cordura!
¿Cómo fué aquesto, señor?
Ger. ¡Ay, amigo, que no sé!
Ellas dicen que es amor.
Pisa. Pues yo se le quitaré.
{ tER. En tu mano está mi honor.
I 'isa. ¡Ea! ¡Asidla!
roM. ¡Está queda!
Fed. ¡Llega, perro, y llevarás!
I.lAR. No hay quién llegárseles pueda.
Ger. Tenia bien fuerte, Tomás.
No hay dolor que aqueste exceda.
Yai,U. ¿Cuándo me daréis mi loca?
Ger. En encerrando esta gente;
lo que a quererla os provoca
trataremos largamente.
Fed. ¡Suéltame!
Mar. ¡Calla la boca!
28
434
LOS LOCOS DE \-ALENCL\
Fed. Digo que es Beltrán mi esposo.
Laip. ¡Mentís, que yo soy su esposa!
Vale. Digo que es cuento donoso.
Ger. Xo hay cosa más lastimosa
que es un amante furioso.
ACTO TERCERO DE
LOS LOCOS DE VALEN CL4
(Entren Gerardo, administr.idor; Verixo, medico.)
Verino.
También es de peligro que no coma;
haced, Gerardo, con regalo o fuerza,
que reciba el sustento necesario.
Gerardo.
Desde que dio, Verino, en su locura,
porque a Beltrán le quitan que no vea
no ha querido comer ni bastan ruegos.
Verino.
Así parece; que el color del rostro,
que es lo que acá llamamos atrofia,
por falta de sustento muestra pálido;
descaece el estómago por hambre,
y enfríase de forma que se siente
del cuerpo en todas las extremas partes.
Daréisla a oler uu poco de vinagre
o alsn'm caliente pan, que es gran remedio,
o bañaréisla todos los extremos.
Gerardo.
También ha dado en tal melancolía
viéndo.se presa, que su vida temo.
Verixo.
Un poco la sentí de calentura;
viene también de humores melancólicos.
Aqueste mal se llama catalep.sis,
con el furor y frenesí partícipe;
aunque más pnjpiamente los antiguos
llamaron este mal de vuestra Tedra
Erotes. que es un género de tristes
que sólo del amor están enfermos;
el frenesí conturba los sentiflos,
levanta en ellos furia y fiera cólera,
hác<-s<- cuando acasí> el que la tiene
percil>e dentro en sí vatiíus imágenes
Gerarixj.
Ksas deben de sor las que han podido
perdella pf>r amores de este loco.
Verino.
Del frenesí escribe Posidonio
que es hinchazón de las membranas, cerca
de la cabeza, con color tan vivo
oe fiebre aguda que enajena el seso.
Pudiéranse aplicar muchos remedios;
j pero si vos queréis que yo no os canse,
vues+ra sobrina morirá, sjn duda,
si le quitáis la vista de este loco.
Gerardo.
¿Pues qué tengo de hacer para juntallos?
Verino.
Subirle donde está y entretenella
con decir que muy presto haréis las bodas,
pues esta fué la tema de su furia;
porque sabed que la mujer al hombre
como la forma a la materia quiere,
Gerardo.
Mil veces he pensado por volvella
a su primer sentido, coutentalla
con fingir que la caso con el loco.
Verino.
Ese es discreto y único remedio
sin revolver Galenos y Avicenas;
nunca encerréis al loco melancólico,
sino sacadle a ver gustos y fiestas
y dadle vino, si beberlo quiere,
que desbarata mucho aquellas sombras,
los humos densos y vapores crasos;
que, en efecto, es humor árido y frío.
Hoy, día de los Santos Inocentes,
hace fiesta Valencia en esta casa,
que s'' llama porrate en nuestra lengua.
Sacadla a un corredor, a luia ventana;
vea la gente, alégrese, entreténgase;
y, si os parece, aquesta misma tarde
se finja el despo.sorio con el loco;
que, por dicha, la fuerza de ese gusto
la volverá como primero estaba.
Gerardo.
En todo he de seguir vuestro consejo;
mas esperad, que está en el cuento el lobo.
Verino.
¿De qué numera es eso?
(ilvKAKDO.
Beltrán viiiie.
ACTO TERCERO
435
(Entre Floriano.)
Fr,ORIANO,
Por Dios, de no salir, aunque me maten,
y que sobre eso perderé la vida.
Gerardo.
Beitrán, ¿qué es eso?
FU)RIANO.
Quieren que esta tarde
al patio salga con los otros locos,
como si fuese yo loco como ellos.
Yo soy muy cuerdo y tengo más sentido
que vos, ni vos ni cuantos hay en casa,
y no quiero salir donde me vean.
Gerardo.
Tiene mucha razón. ¡Hola, dejalde!
Hartos habrá que pidan la limosna,
no le llevéis por fuerza si él no quiere.
Floriano.
¿Quién es este buen hombre?
Verino.
¿Ya te olvidas, Beitrán, de los amigos?
Fi^oriaxo.
¿Quién, quién, por vida mía?
Verino.
Soy el médico.
Fl^ORIANO.
j 3h, señor licenciado, y cuánto huelgo
de ver su reverendo personaje!;
que soy amigo de hombres virtuosos
y que sepan el alma de las cosas;
pero no que me entiendan la del pecho.
Verino.
¿Tú sabes lo que es alma?
Fi^oriano.
Sé que es el alma
acto primero y perfección del cuerpo.
Verino.
¿Y sabes qué es tener pa.sión en ella?
Fl<ORIANO.
Y cómo, si lo he visto en mis trabajos,
y aun tengo un alma yo dentro en la mía
por quien me faltan de pasar algimos.
Verino.
¿Alma en tu alma?
Floriano.
Alma dentro el alma.
Verino.
¿Sabes tú en qué lugar el alma vive?
Fi^ortano.
Dentro, en el corazón, dicen algmios,
siguiendo al Sabio en los Proverbios.
Verino.
Fl^ORIANO.
¡Cómo?
«Guarda tu corazón, dice, y advierte
que del mismo procede lo que es vida.»
Mas los médicos grandes y filósofos,
cual vos lo sois, la han puesto en el cerebro,
de donde todos los sentidos salen
y proceden del alma las acciones.
Esta fuerza se vierte por el cuerpo,
vivificando con calor los miembros.
Gerardo.
¿Acierta en lo que dice?
Verino.
¡Y cómo acierta!
Sin duda que este fué gran estudiante,
que aun habla cuerdamente estando loco.
¡Beitrán !
Floriano.
¡Señor!
Verino.
Pues vos sabéis qué es alma,
y en ella habéis dolores padecido,
y por ventura son por esa misma
que en la vuestra decís que agora vive,
en \niestras manos vive su remedio.
Floriano.
¿Pues qué ha tenido?
Verino
Está la pobre Fedra
loca por vos, frenética y furiosa,
y morirá si no os casáis con ella.
Gerardo y yo lo habernos concertado;
por eso estad a punto, que esta tarde
pienso que se ha de hacer el desposorio.
Floriano.
;De veras o de bvirlas?
43^
LOS LOCOS DE VALENCIA
Verixo.
¿Qué diremos?
Gerardo.
Decid que burlas.
Verixo.
Burlas será todo,
que no queremos más de que se alegre.
FlX)RIAXO.
Pues id, que yo rae siento cuerdo im poco
}• pienso hacer muy bien el desposado.
G ERADO.
Yo tengo para mí, según es sabio,
que habernos de salir con nuestro intento.
Beltrán, quedaos aquí, que en siendo tiempo
yo os enviaré a avisar. Vamos, Verino.
Fl,ORIANO.
Aquí estaré para ser\'iros.
Verin'O.
\'amos
porque lo necesario prevengamos.
(Vayanse; quede Floriano.)
F1.OR. Hoy es el día que temo
ser de alguno conocido
por la gente que ha venido
a verme por grande extremo.
Quitáronnos las prisiones,
que es día de libertad
en que toda la ciudad
hace aquí sus estaciones.
Pe'-o por es+.a razón
hoy dobladas las tomara
y encerrado asegurara
el miedo del corazón.
Y aunque agravio a mi fortuna,
que está tanto en mi favor,
que es poca fe mi temor
si temo desdicha alguna.
(Entre Erifu^a.)
Erif. ]vn tu busca andaba ya
para darte el parabién,
amique el pésamt? mj den
de bien que tan mal me está.
Mil años a Fedra goces,
loco bienaventurado.
Flor. Aun de burlas, me has picado.
Frif. ;])(■ burlas? Mal me conoces.
Esto mal se pudo hac;-r
sin dar tu con.sentimiento.
Flor.
Erif.
Flor.
Erif.
Flor.
Krif.
Flor.
Erif.
Flor.
i-'rif.
Ya digo que en burlas siento
nombrarme aquesa mujer.
No te finjas muy sentida
ae lo que ser burla sabes.
Xunca yo en cosas tan graA'cs
me burlé en toda mi vida.
¿Casado estás?
¿Yo casado?
¿Qué dices?
Ansí se dice.
¿Pues cómo, si no lo hice?
Basta que está concertado.
Ese concierto es verdad;
mas es para entretenella,
porque ha dado en decir ella
que me tiene voluntad;
y diz que con esta burla
sanará del frenesí.
Que no [es] burlas para mí,
que nunca el alma se burla.
INIi bien, si es de otra manera
el concierto que se ha hecho
en tu lugar, en mi pecho
entre a vivir una fiera;
maldiga amor mis venturas,
trueqúese en guerra mi paz
y lleve el viento en agraz
mis esperanzas seguras.
Seas im sol para mí
que no te miren mis ojos
y una tempestad de enojos
que me divida de ti.
¿Tal habías de creer
de este tu sujeto esclavo?
Agora de creer acabo
que ya es Fedra tu mujer. ,
Que quien da satisfacciones
y con tantas veras viene
es gran señal que no tiene
inocente el corazón.
Si por burla lo tuvieras
mucho menos lo juraras,
y pues en ello reparas,
no son burlas, sino veras.
¿Mas yo qné te pido a ti?
¿Qué me debes o te debo?
¿Qué te dejo o qué me llevo?
Si hoy te dejo, ayer te vi.
¿De qué padres me sacaste?
¿De qué tierra me trujiste?
¿Qué .servicios me hiciste?
¿Cuándo o cómo me engañaste?
Muéstrame acaso un papel
ACTO TERCERO
437
O alguno tuyo me pide.
¿Quién nos jimta o nos divide? Erif.
¿Por qué te llamo cruel? F1.0R.
¿Por qué te vedo el casarte? Erif.
Agora sin dvida creo Flor.
que no sin culpa me veo Erif.
en esta furiosa parte. Flor.
Desde aquí digo, Floriano,
que alzo la mano de ti. Erif.
Pues póngala el cielo en mí F1.0R.
si alzares de mí tu mano. Erif.
Es verdad que ha pocos días Flor.
que nuestro amor comenzó, Erif.
pero el alma ya te vio Flor.
por sombras y profecías.
^Muchos años que se ven Erif.
se hablan dos sin voluntad
y en un día de amistad
se suelen dos querer bien. Fr.OR.
Si fueron niiestras estrellas
las que nuestro amor conforman, Erif.
¿qué mucho que en lo que forman Flor.
nos parezcamos a ellas?
Si en dos días de deseo
mil años y más se ven, Vale.
mil años te quiero bien,
mil años ha que te veo. Flor.
Lo que no hace una vista Erif.
muy tarde el tiempo lo hace. Flor.
]Muy poco me satisface Erif.
qiie te me hagas sofista. Vale.
No me conquistes con ciencia, EriF.
conquístame con amor;
que un inocente es mejor Vale.
que toda vana elocuencia. Flor.
Si es ansí, grande es el mío; Vale.
\nielve, amores, ese cielo,
que tengo el alma de hielo
y en el pecho el fuego frío. Erif.
¡Cómo te me has enojado! Flor.
De manera mortificas Vale.
la parte que vivificas, Flor.
que estoy como muerto helado. Vai,E.
Alza esas manos hermosas
a los brazos de tu esposo,
pues ya el cielo piadoso
te ha quitado las esposas. EriF.
Vuelve, mi regalo y bien,
a confirmarme en tu gracia.
Mal conoces mi (»'='sgracia
como nuevo en mi desdén.
¿Yo manos a ti? Vale.
Sin falta, Erif.
que de tu crueldad lo arguyo.
¡Aparta!
¡Ali, mi bien!
¿Yo tuyo?
Dentro del alma me falta.
Busca las manos de Fedra.
Las tti^'as solas adoro.
¿Ves, por ventura, que lloro?
No lo veo, que soy piedra.
i^Iataréme!
¿Qné me importa?
¿Eso dices?
¿Eso haces?
Si de eso te satisfaces,
¡cortaréme el cuello!
Corta
para que muera la lengua
en que se formó tal si.
¿Yo si, mi bien, contra ti?
Mira que hablas en tu mengua.
Hazte allá, que viene gente.
Este es aquel mi enemigo.
(Entre Valerio.)
Yo traigo gente conmigo
con que irá bastantemente.
Sin duda viene por ti.
¡Pluguiese a Dios!
¿Y te irás?
Bueno, agora lo verás.
En busca vengo de ti.
¿Sois vos el embajador
de mi tío el Preste Juan?
¿Cómo os va, amigo Beltrán?
¡Pardiez, hermano, peor!
¿No sabéis cómo saqué
licencia para sacar
a Elvira de este lugar?
A fe, que albricias os dé.
Dios sabe si yo me he holgado.
Quiero en mi casa curalla.
¿En fin, que pensáis lie valla.?
En esta locura he dado.
Que, en efecto, es mi parienta
y no es bien dejarla ansí.
Gente y silla traigo aquí.
Por mi fe, que voy contenta.
Sacadme, sacadme luego,
que no quiero estar a ver
una fiesta que han de hacer,
que es fiesta con mucho fuego.
¿No iréis vos conmigo, Elvira?
Y cómo, si de ello gusto;
438
LOS LOCOS DE VALENCL\
sois galán, vestís al justo
V pierdo con vos la ira;
que a fe que estaba enojada;
uias pues buen talle tenéis,
vos me desenojaréis.
Flor. ¡Cuál es la mujer airada!
Erif. Esta tarde había de liaber
\->OT acá unos desposados,
y celos averiguados
son malos de padecer.
TTn ojo quieren quebrarme,
mas yo les quebraré dos;
que tengo bríos, por Dios,
para matar y matarme.
Flor. Klvira. si acaso gustas
de salir de la prisión,
¿por qué tomas ocasión
de lo que no te disgustas?
Si esto te parece bien
no trates a nadie mal,
que aquí queda el hospital
por siempre jamás, amén.
F.RiF. ¡Ea, pues!, ¿no vamos?
Vale. \'amos,
que a la puerta está la silla.
Flor. Quiero callar y sufrilla
para que no nos perdamos;
que apenas habrá salido
cuando luego se arrepienta.
En fin, ¿te vas?
EríF. y contenta.
Flí)R. Yo quedo triste y corrido.
Y pues más no puede sf r,
vayanse los que se han de ir;
que si habernos de morir,
tiempo habremos menester.
Vale. ¡Adiós, amigo Beltrán!
Que rae importa sacar ésta;
después vendré a vuestra fiesta.
EriF. Queda con Dios, ganapíUL
Decidle a la desposada
que no se me da un cuatrín.
Fr/>R. .\ falta de un serafín,
no es muy mala una empanada.
Eun F.Ila no es I'edra, pues basta,
que algún alna<lo t'.ndréis.
Fl/)R. Vos os arrepentiréis,
señora doña canasta.
(Entrando y caliendo sea esla vaya.)
I'.RIF. ¡An<la, iK-Ilaco goloso,
que te lian cogido por hambre!
Flor. ¡Calla vos, galgo fiambre,
'jue íw escapáis de medroso!
Erik. Dalde allá mis besamanos
a vuestra doña coneja.
(Vayanse; quede Floriano solo.)
Flor. Idos con Dios, mansa oveja,
que vais en poder de alanos.
Por el miedo de la vida
he gustado de callar
y ver en qué ha de parar
esta loca arrepentida.
Que según me tuvo amor,
efectos son de sus celos
estos miedos y recelos;
que no hay amor sin temor.
Xo me quise descubrir,
porque agradar a Valerio
es la fuerza del misterio
en que tengo de vivir.
Soledad me hace mi loca,
pero ella volverá presto;
que en el alma se me ha puesto
que es amor quien la provoca.
No quiero hacer sentimiento
hasta ver si se declara,
sino ver en lo que para
el fingido casamiento.
(Vayase; entre PisAxo con un azote, y todos los locos
delante, que serán Latoa, Tomás y Martín, Belardo,
MORDACHO, Calandrio, porlti giie's.)
PlSAXO.
Pasen delante y pónganse por orden,
sin hacer ni decir cosa que enfade,
porque alegren la gente que los vea
y den liberalmente la limosna.
Tomás.
¿No sabe que ha de hacer? Estarse quedo
y lle^•ar el azote poco a poco.
Marín.
¿Hay quien nos dé limosna? ¿Hay quien nos haga
alguna caridad a aquestos pobres?
Bklardo.
¿Hay quien ks dé limosna aquestos locos?
jMORDACHü.
Vt, sol, fa, sol, re, mi, sol, fa, re, ut.
Calandrio.
V,u tenlio ja de terminado en tudo,
([iw miña dama fale con seu pay
e que se faza o despo.sorio ainda,
jiorque nu- morro e tudo me disfazo.
ACTO TERCERO
439
Belardo.
Ese verso es tomado del Petrarca
y corresponde milito con Ovidio.
Laida.
Todo fué conienzar esta locura,
que apenas juraría que estoy cuerda;
tanto puede en las cosas la costumbre.
IMORDACHO.
I^a música es divina concordancia
de este mundo inferior y del angélico;
todo cuanto hay en todo, todo es música;
música el hombre, el cielo, el sol, la luna,
las plantas y los signos, las estrellas;
música la hermosura de las cosas;
iit sol fa, sol rf" mi fa, sol re ut.
Calaxdrio.
¿Vistes per aventura aquí la nave
que en Portugal chamaron Cagafogo
que arrojaba os piloiros por o vento?
Pois tal mi corazón temos suspiros
del fogo con que amor miña alma encende.
BEI.ARDO.
Dos cosas, o dos partes propiamente,
lia de tener la poesía, y éstas
dicen que son dulzura con provecho;
por eso Cicerón ros aconseja
que la oración no sólo sea dulce,
pero que tenga utilidad, que importa.
Laida.
Hermosos son de mi Beltrán los ojos,
graciosa boca y apacible lengua;
dichosa el alma que de oiría goza.
Todos.
¿Xo hay quien nos dé limosna a aquestos pobres ?
(Entre un caballero, de camino, y I<eonato por criado.)
Cabaxi<ero.
De las cosas, Leonato, más notables
que en aquesta ciudad insigne he visto
después que ando por ella rebozado
es aqueste hospital, obra famosa
entre las más que aqueste nombre tienen;
que aunque el de Zaragoza lo sea tanto,
que pienso que con él competir puede,
éste puede a su lado alzar la frente
por una de las siete maravillas
que la piedad en este miuido ha hecho.
I,EONATO.
Es obra digna de ciudad tan bella,
y sin habella visto me pesara
ae haber dejado sus labrados muros;
fuera de que la dama que te he dicho
dicen que en esta casa estaba loca,
y de vella en extremo me holgaría.
Cabai.i,ERO.
Déjame ver despacio aquestos locos.
PlSANO.
¡Ah, señor gentilhombre!
Leonato.
¿Mandáis algo?
PlSANO.
Saber quién es aqueste caballero.
Leonato.
Xo lo sabré decir, amique le sirvo,
porque ha dos días y no más que estando
en el Aseo, ocioso entre otros mozos,
me habló y llevó conmigo a su posada;
dice que es de Aragón y no otra cosa;
mas bien se ve que es noble en su presencia;
fuera de que en su trato lo conozco,
que yo, como lo veis, soy castellano.
PlSANO.
Pedir le quiero, si mandáis, limosna.
Leonato.
Acertaréis, que es pródigo en extremo.
PlSAKO.
Mandadnos dar, ¡oh ilustre caballero!,
alguna cosa para aquestos pobres.
Cabai,i.ERO.
Estos agora, amigo, ¿están templados?
PlSANO.
Algunos de ellos suelen ser furiosos,
que agora, con el tiempo, están tratables.
Caballero.
¿Quién es aqueste?
PlSANO.
Aqueste es mi gran miisico
cuyo nombre es Mordadlo, aunque fingido,
que el que tuvo en .su seso fué Lisandro.
440
LOS LOCOS DE VALENCIA
CabaluvRo.
¿Y éste quién es?
PlSANO.
Belardo fué su nombre;
escribe versos, es del mundo fábula
con los varios sucesos de su vida,
aunque algunos le miran que merecen
este mismo lugar con mejor título.
Aquesta es Laida, luia criada pobre
del administrador; perdió el juicio
por un Beltráii, que aquí también le falta.
Este y aquél están ya reducidos,
aunque les falta alguna vez el seso.
Cab ALIGERO.
¿Y este mancebo?
PlSAXO.
Es portugués famoso,
que, enamorado de una. gran señora,
perdió en Coimbra el seso, y por el mundo,
cual otro Orlanao, fué peregrinando;
paró en este lugar y está más cuerdo.
Cabaxi,ERO.
iGracias a Dios!, y dénselas mil veces
aquellos que de aqueste mal se escapan.
Beíardo.
Pocos, por esa parte, se las dieran,
aunque de todo es bien darle infinitas.
Caballero.
¿Por qué, Belardo?
Belardo.
Porque en este tiempo
no me daréis un hombre tan perfecto
que no haya hecho alguna gran locura,
y vos poílréis juzgar por vuestro pecho
lo que cfjiiozco yo por vuestra frente.
Cab ALIGERO.
iJesús! ¿Es este hombre quiromántico?
PlSANO.
I'ué muy buen estudiante, como dicen,
y no nial matemático y astrólí)go.
Laida.
¡Que esté Beltrán agora descuida()o
de que por él estoy en este punto!...
CAI.A.VDkIO.
Coimbra me matou e m.- deu vida.
¡Oh montes de Coimbra, fermoseados
de la inmortal belleza de aquel corpo
en quien vive un espíritu tan grave!
iSIORDACHO.
Ningún motete iguala a la Susana,
digan lo que dijeren cuantos cantan.
Caballero.
Extraños son los temas que han tomado.
PlSANO.
Véoos tan inclinado a gustar de ellos,
que si queréis gozar aquesta tarde
del acto más cuiioso que habéis visto,
os llevaré donde podáis gozarle.
Caballero.
Seránie de grandísimo regalo;
y enseñadme la casa muy despacio,
que fie limosnas os mando veinte escxidos.
Pisano.
Pagúeos el cielo caridad tan grande.
Sabed, señor, que un noble caballero,
que es administrador en esta casa,
trujo con su mujer ima sobrina,
extremo de cordura y de belleza;
y ésta se enamoró de tal manera
de un loco de esta casa, que hoy ha estado
cerca de dar el alma a quien la hizo.
Por consejo del médico se hace,
de burlas, de los dos el desposorio;
porque como ella ha dado en esta tema,
con esta industria piensan aplacalla;
será cosa de ver y nurca vista.
Caballero.
Por Dios, que me habéis hecho un grande gusto.
Vamos, y recoged a los amigos,
que yo daré lo prometido.
PlS.lNO.
Vamos,
que vuestra caridad suple por todos.
¡Ha, señores, entren sin ruido,
porque andará el azote si le hacen!
I,AIDA.
A ver voy a Beltrán. ¡Hola, escuderos!;
guiad esa carroza hacia palacio.
Cai.andrio.
O doje per diaute, hermosa Lisida;
IX)r voso amor conquistarán mis maos
tuda la India e costa de Guinea.
ACTO TERCERO
441
Veri.
jMordacho.
Xo vale todo el tono una seminima.
ToMis.
Todo este mundo es loco.
Martín.
Y encubiertos.
Bki^ardo.
¡Oh, musas, musas! ¿Quién os hizo nueve
si más de nueve mil son los poetas?
Mas no os pese, que son los buenos pocos
y los que escriben mal, necios o locos.
(Éntrense y salgan el administrador y el médico.)
Ger. De suerte, señor doctor,
ha sido vuestro consejo,
que alegre y contenta dejo
a nuestra enferma de amor.
Apenas del casamiento
mi voluntad entendió,
cuando habló, comió y bebió
con excesivo contento.
El ver su tema cumplida,
que fué con Beltrán casalla,
ha sido resucitalla
y darle segunda vida.
Con hierbas, Ovidio dice,
que el amor no es medicable;
y así lo más saludable
fué el remedio que le hice.
Muy poco entiende Galeno
de curar la voluntad,
porque es una enfermedad
que se cura con veneno.
Que aunque le solemos dar
con otras cosas templado,
aquí se ha de dar mezclado
en muerte que ha de sanar.
¿Y de Laida, mi criada,
no hay esperanza de bien ?
Pondréla en cura también
después de Fedra curada.
Hacedla luego llamar.
Y póngase esto en efeto;
ya mandé que de secreto
la hiciesen aquí bajar.
¿Es esta que viene?
■Entrad!
(Entren Pisano y Fedra.)
Y estad con mucho cuidado,
porque entienda el desposado
que le "tenéis voluntad.
Ger.
Veri.
Ger.
Veri.
Pisa.
Fed. ¿y Beltrán adonde está?
Ger. Hija, agora le traeremos.
Fed. ¿Luego aquí nos casaremos?
Ger. El cura aguardamos ya.
Pisa. Un hidalgo aragonés,
que veinte escudos ha dado
de limosna, me ha rogado,
señor, si tu gusto es,
le dejes ver esta fiesta.
Veri. Entre quien quisiere a vella,
qvie no es cosa de importancia.
Fed. Si yo hago esta ganancia,
yo os daré barato de ella.
Ger. Pues, hija, sosiega un poco
y de quien eres te acuerda.
Fed. ¿Cómo puedo yo estar cuerda
mientras me falta mi loco?
Ger. ¿Pues después de estar casada
no piensas volver en ti ?
Fed. Digo que sí, sí, sí, sí,
que este mi mal todo es nada.
Alborotóse la mar
con un poco de tormenta
y mi nave anduvo atenta
sólo a poderse salvar.
Vio desde lejos el puerto
y hasta llegar no paró;
todas las jarcias perdió
y hasta el casco quedó abierto.
Ger. Eso creo yo que están,
hija, los que vos tenéis.
Fed. ¿Cómo aquí no me traéis
al buen viejo don Beltrán?
(Entre el Caballero, I,eonato y Pisano.)
Cab. Con \Tiestra licencia, en fin,
a ver esta fiesta vengo.
Ger. Por grande merced lo tengo.
Fed. ¿Quién es aqvieste rocín?
Ger. ¡Hola, haced que sillas saquen!
o bancos, porque no ocupen,
y haced que se desocupen
cuantos hoy la furia aplaquen,
que no hay boda si no hay gente.
Fed. jPardiez, que tenéis razón!
¡Hola! Haced dar un pregón
desde oriente hasta poniente.
Que si es de los Doce Pares
don Beltrán, como decís,
llegue la nueva a París
con botones y alamares.
Su hermano es el rey Pepino
y Calaínos su madre.
44-'
LOS LOCOS DE VALENCIA
Pisa.
Ger.
Cab.
Ger.
Cab.
Fed.
Veri.
Pisa.
Fed.
Ger.
Fed.
Ger.
Fed.
\erl
Cah
Veri.
Cab.
Leo.
Cah
I.Eo.
Fl-D
Fkií.
I-HO
iHD.
N'Eki.
Ger.
y Lanzaiote su padre
cuando de Bretaña vino.
(Traigan bancos.)
Ya están aquí los asientos.
Siéntese \-uestra merctd.
Aquí basta.
¡Hola, traed
sillas!
Cesen cumplimientos.
¿V yo no me he de sentar?
¡Hola, tráiganme un estrado!
Id vos por el desposado.
Pues yo le voy a llamar.
¡Oh, buena Pascua os dé Dios,
que os vais doliendo de mí!
¿Daisme la palabra aquí
que habéis de volver en vos?
Si yo me veo casada,
luego cesará el enredo;
mas sabed que tengo miedo
que toda esta fiesta es nada.
Pero guardaos de engañarme
y ae aquesta burla hacerme,
que, a fe, que habéis de perderme
por donde pensáis ganarme.
¿Tú no ves que es desatino
presumir que yo te engaño?
Vo sé que os pesa mi daño.
Mas decid: ¿qué es del padrino?
Dad, señor, licencia vos
a ese hidalgo, vuestro paje.
A la boda hacéis ultraje,
que yo lo seré, por Dios.
No, no; basta que él lo sea.
¡Hola, I^onato!
¡Señor!
Va eres padrino.
He temor
de vestirme la librea.
Porque es un mal pegajoso,
y entre locos no hay cordura;
aunque tan bella kx-ura
nie tiene el .seso envi(tic.so.
;Ouién sois vos, que síjís padrino:
l-'n hidalgo toledano.
¿R.stáis de lo.s cascos sano?
Blando estrjy crm el camino.
J'en» bi»-n puedo .servir.
Tfx:ad, que sois hombre luHirado.
Aquí viene el desposado.
Salgárnosle a recibir.
(Salgan de dos en dos los locos: Martín i' Tom.4s;
Belardo y Calandrio; Lauja y ]Mord.\cho; y detrás
PiSANO con Flori.^no de la mano, vestido de desposado
lo más gracioso que pueda.)
Siéntense los dos aqiü
y Laida será madrina.
Laid. ¿Madrina me hacéis a mí?
Volveréme a la cocina
por el día en que nací.
Baste que sufra los cuernos
sin padecer dos infiernos
en penar y consentir.
\'ERi. ¡Detente!
Laid. Quiérome ir,
que tengo los ojos tiernos.
Ger. No, no, hija, por mi vida;
yo buscaré quien lo sea.
Fed. ¿Han visto la relamida?
L.\iD. Callad vos, cabra Amaltea,
la de la barba fingida;
que a fe que si agora os dan
al bellaco de Beltrán
que mañana no sea vuestro.
Fed. Hareos echar un cabestro,
INIarquesa de Marinan.
Flor. Callad y tened respeto
a vuestro marido, loca.
P'ED. ¿Xo he de hablar?
Flor. ¡Vos! ¿.\ quéefeto?
Coseos luego la boca
con un poco de hilo prieto.
Fed. ¿Son esos \niestros regalos?
Bela. No gruñáis, que os hacéis viejo.
Flor. ¿Estos os parecen malos?
Fed. ¿Queréis callar, Perotejo?
Flor. ¿Que calle? Dareos mil palos.
Fed. ¿Pues cómo a vniestra mujer?
Flor. ¿Vos lo habíades de ser?
1'ed. ¿Luego no está averiguado?
I'lor. Como no está deseado,
sabed que hay mucho que hacer.
ÍÍER. ¡Eíi!, dejad disparates.
I'i.oR. Antes de aqueso no trates,
]X)rque verdades diremos.
MoKD. ¿Queréis que nos soseguemos,
que parecemos orates?
Veri. Muy bien ha dicho Mordadlo.
Caland. ¿Vos c|ueréis (]ue folijt nios
pois que contento nu- acho?
MoKi). ¡Pardiez, Calandrio, bailemos
si quiere aqueste gabacho!
GiíR. Antes yo mi.snio os lo mego;
niandaü que nos toquen luego
ACTO TERCERO
443
y ajaidarános, Belardo.
BkIvA. De pesado ine acobardo,
pero no diréis que os niego.
(Hacen éslos itiui máscara de locos y éntrense en acabando,
y salgan Erifila y Valerio, y de los locos no quede más
de 1,AIDA.)
Vai.e. Q^^e, en efecto, has porfiado
hasta que has llegado ac]iu'.
Erif. Xo vengo huyendo de ti,
sino a bitscar mi cuidado.
Ger. ¿Que es cierto?
Vai.e. Esta loca es,
que, como si fuera brasa,
vuelve huyendo de mi casa,
llegando al umbral los pies.
Ger. Elvira, ¿cómo te vienes?
¿Del remedio huyendo sales?
Erif. Porque allá estaban mis males
y dejaba aquí mis bienes.
Pensé poderlo íufrir,
y un gran engaño pensé;
que con sólo c[ue llegué,
llegué a punto de morir.
Vaee. No me ha bastado razón,
y, al fin, tras ella me vengo.
Erif. ¿No veis que razón no tengo,
sino locura y pasión?
Este es efecto de celos
que la paz de amor destierra,
porque no han dado a la tierra
mayor castigo los cielos.
No tengáis de mí esperanza,
que por Beltrán me perdí.
T,EO. ¡Jesús, Erífila aquí!
¿Hay tan extraña mudanza?
Vale. ¿Por Beltrán? Sin duda alguna
que este loco es hechicero.
EtOR. No os enojéis, compañero,
pues que no hay razón ninguna.
Que yo, ¿qué ofensa os he hecho.''
Erif, Y dime: ¿estás ya casado?
FtOR. Sí, Elvira. ¿No ves al lado
el alma de aqueste pecho?
Erif. ¿Que te has casado, traidor?
Fl,OR. Cáseme como te fuiste
y porque me aborreciste
teniendo a Valerio amor;
con quien desde aquí te digo
que te vuelvas, porque es justo
que a tus parientes des gusto.
Erif. ¿Que te has casado, enemigo?
Fi,OR. Ella piensa que es de veras.
Erif. . ¿Que ya, traidor fementido,
para siempre te he perdido?
¡Perro, yo te haré que mueras!
No piense que ha de gozarte
nadie, pues yo te perdí.
Fr.OR. ¡Cosa que esta diga aquí
mi historia, parte por parte!
Erif. Piensas, traidor Floriano,
con ese sayo fingido...
Fi,OR. ¡Vive Dios, que soy perdido!
¡Ta, ta!
Erif. Desvía la mano.
¿Haciéndote falso loco,
encubrir de aqviesta suerte
del gran Reinero la muerte?
Ger. ¡De Reinero! ¡Espera un poco!
Traidor, ¿tú eres Floriano,
el que mataste a Reinero?
Flor. Callad, que es loca. Yo muero
de esta vez. ¡Oh, amor tirano!
¡Mal haya el que su secreto
descubre a mujer ninguna!
Ger. Gran bien me dio !a fortvma;
las albricias te prometo.
Asidle todos muy bien.
Pisa. ¡Oh, traidor! Con este engaño
quieres remediar tu daño
y que la muerte nos den.
Ger. Yo de Valerio me quejo,
que ha sido quien me engañó.
Vale. Ser su amigo me forzó
a darle ayuda y consejo.
Cab. Si no ha hecho más delito
que dar a Reinero muerte,
soltadle.
Ger. ¿Pues de qué suerte?
Cab. ¡Oh, cielo santo y bendito,
cuántas maravillas son
las que salen de tu mano!
¿Conócesme, Floriano?
Flor. ¿Es sombra o es ilusión?
Cab. Yo soy, no te cause espanto.
Flor. Príncipe, ¿que no eres muerto?
Vale. ¿Es Reinero?
Cab. El mismo.
Vale. ¿Cierto?
Cab. Yo soy. no te admire tanto.
Vale. Pues, señor, ¿no te mató
Floriano?
Cab. No, pues vivo.
Flor. De ti la vida recibo
que tu muerte me quitó.
Pero dime: ¿de qué suerte
A44
LOS LOCOS DE VALEN'CLA
fué suceso tan extraño?
Cab. Mi muerte ha sido un engaño.
F1.0R. ¿Engaño? ¿Pues cómo?
Cab. Advierte.
Amando a la hermosa Celia,
a quien iñ también amaste,
de Aragón corona y gloria
por hermosura y linaje;
después de las muchas fiestas
que hice en su misma calle:
torneos de a pie famosos
de galas y de plumajes;
sortijas llenas de cifras
con invenciones iguales,
en que las letras decían
lo más que las almas saben;
muchos toros, en que hice
suertes, venturas y lances
y cuyo arrugado cuello
hizo mi espada dos partes,
y de algunas gentilezas
en que a todos fui agradable,
si no es a la ingrata Celia,
que vive para matarme;
pues cuando puse más bien
al caballo el acicate,
si decían; «Dios te guíe»,
ella: «Un estribo te arrastre».
Sah a rondarla una noche
harto obscura, porque salen
entonces a ver su lumbre
los murciélagos amantes;
yo con espada y rodela
y con un broquel un paje,
aunque sin éste venían
otros dos con dos montantes.
Aquel paje del broquel
traía mi nombre y traje,
a quien tú diste mía herida
de que ya difunto yace.
Yo mandé que de los otros
nadie siguiese el alcance,
sino que el muerto del suelo
levanti.sen al instante.
Hice que ¡xjr la ciudad
fama de mi nuierte echasen,
moviendo a piedad las piedras
de una desgracia t;m gránele,
]x)T ver si .se condolía
en la muerte de mis males
la que jamás en la vida
tuvo lástima notable.
Lastimó la triste nueva
Flor.
Veri.
Leo.
Ger.
Leo.
(".i:k.
I'Lok.
\'AI.E.
al viejo Conde, mi padre,
haciendo mil diligencias |
por hallarte y por hallarme;
porque hice que en secreto
al paje muerto enterrasen
y partí de Zaragoza
otro día por la tarde .
Aquí he sabido que Celia
por mí grandes llantos hace,
y así pienso volver vivo
donde de nuevo me mate.
Por que el Conde más se alegre,
conmigo quiero llevarte;
que es bien lleve un muerto a un loco
que tan bien fingirlo sabe.
Por tan extraño suceso
gracias al cielo se den .
Cosa es para q\ie estén,
los que le tienen, sin seso.
Pero decid, Floriano:
¿quién es Elvira, esta loca?
Eso a nu solo me toca,
si me quiere dar la mano;
que yo soy criado suyo
y de sü padre lo fui.
¿Pues cómo ha venido aquí?
De decir la verdad huj-o.
Yo, señores, la saqué
de en casa de mi padre honrado,
tan hidalgo y estimado
cuanto después os diré.
Aquí la truje a Valencia,
donde el ánimo perdí
porque a su padre temí;
y así hice de ella ausencia.
Las joyas que le tomé
tres mil ducados valdrán,
que todas jmitas están
y sin falta las daré.
Halláronla dando veces
y por loca la trujeron
donde estos amores fueron
tan grandes como conoces.
Dame, Erífila, perdón,
(jue éste es tu nombre y no Elvira.
El es suceso que admira
y me pone en confusión.
¿Casaránse, .segi'm eso?
Ivso no, íjue la ha querido
Valerio, por quien yo he sido
libre de peor suceso.
El .se casará con ella.
Es forzar la voluntad
ACTO TERCERO
445
FtOR.
Eris.
Cab.
Vai^e.
Fed.
Ger.
Vai,e.
Fed.
Veri.
Vai,e.
Fed.
con el rigor y amistad
que \niestro gusto atrepella.
Pero vuestras voluntades
están conformes, y ansí
no es bien apartar por mí
tan estrechas amistades.
En mayor obligación,
Valerio, me habéis echado,
pues dos vidas me habéis dado
en esta loca prisión.
Dame esa mano, mi bien,
que todo ha sido fingido;
recíbeme por marido
y por tu esclavo también.
La mano, y el alma, y todo,
dueño de mi libertad .
En tan gran solemnidad
justo es qne se cumpla todo.
Valerio, pues ya sabéis
quién es Fedra y quién ha sido
el casamiento fingido,
gusto que vos le acabéis;
quiero que os caséis con ella.
A tener Fedra sentido,
fueras, Príncipe, servido
y yo dichoso en querella.
En eso no hay que culparme,
que aunque por ti le perdí,
sólo ser loca fingí
para con Beltrán casarme.
Si gustas, yo soy dichosa.
Hija, ¿que tienes sentido?
Digo que soy tu marido.
Y yo, Valerio, tu esposa.
¿Hay enredo semejante?
Según eso, loca mía,
mía sois.
¿Cuya podría
Vale.
I/AID.
Ger.
Laid.
\'eri.
L.\ID.
I.EO.
IvAID.
Cab.
Flor.
Cab.
Flor.
sino de tan loco amante?
Huélgome que vos seáis
tan principal caballero.
Y de lo mucho que os quiero
yo sé también que os holgáis.
¿Pues piensan que yo soy loca,
señores casamenteros?
¿Que aun falta más?
Falta haceros
una oración grave y poca .
¿Pues qué es esto?
Haber fingido
este loco frenesí
por ver si pudiera así
gozar del bien que he perdido.
Sólo les pido, en estrenas,
me vuelvan a lo que fui.
Y aun, si me quieres a mí,
podrás remeoiar tus penas;
que me has parecido bien,
y así por mujer te pido.
Y 3-0 a ti por mi marido,
que me contentas también.
De aquestos tres casamientos
yo quiero ser el padrino,
porque este suceso es diño
de iguales merecimientos.
E iremos a Zaragoza,
Floriano, vos y 3"o.
Hoy vive quien os mató,
y vivo, señor, os goza,
que es cuento de que habrá pocos.
Tan buen fin seguro estaba.
Aquí, senado, se acaba
el hospital de los locos.
«Aquí da fin la famosísima Comedia de
LOS LOCOS DE VALENCIA»
LA LLAVE DE LA HONRA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PERvSOXAS QUE HABLAN EN l-LLA
FJ Rey de Ñapóles.
LUCINDO.
>ÍARÍN.
El Duque de Milán.
Elena.
CBDIO.
Roberto.
Belisa.
Fabricio.
I.I^ARDO.
Inés.
Florencio
(Salen el Rey de Xápoles y Roberto.)
Rey. ¿De qué estás triste?
RoB. Xo creo
que negara a Vuestra Alteza
la causa de mi tristeza,
conociendo su deseo.
Pero de suerte me veo,
que con obligarme ansí,
no puedo decirle aquí
más de lo que en mí se ve;
pues yo propio no la sé
para contármela a mí.
Rey. Hay tristezas naturales
que proceden del humor;
las del odio }• el amor
.son pasiones principales;
destas dos tienes señales. •
iJime si amas o aborreces;
que si venganza apeteces,
no tardará la venganza;
y si es amor, ¿qué esjxranza
te niega lo que mereces?
Mi amor sabes; no es razón
que lo que sientes me encubras;
antes bien, que me descubra.»-
la causa <}c tu pasión;
menos los cuidados son
ílespués de comunicados,
aun no siendo remediados;
agravio formo de ti,
que quiero yo para mí
la mitad de tus cuidados.
Rob. Beso mil veces tus pies,
por tal merced y favor;
mas \-uelvo a decir, señor,
que la tristeza que ves
es lo mismo que no es,
y es más de lo que parece:
como luna, mengua y crece;
ni es aborrecer ni amar;
que ya es placer, ya es pesar,
ya me alegra, ya entristece.
Suelo amanecer contento,
y sin alma al fin del día;
si me resisto, porfía
la causa de mi tormento.
Dejo andar el pensamiento
tan ocioso y desigual,
que ya vivo, ya mortal,
tales laberintos finge,
que no fué en Tebas la Bsf inge
más oscura que mi mal.
Solamente he sosjxcliado
que es causa de mi tristeza
el haberme Vuestra Alteza
de la tierra levantado;
porque verme en tal estado
me habrá puesto confusión;
(|ne la Immana condición
suele hacer tantas nuulan/.as,
que todas sus esperanzas
engaños del alma .son.
Desde el ])rinci])io al estado
corre el humano favor;
JORNADA PRIMERA
447
Rey.
Luc.
ROB.
y si declina al rigor,
decieiide precipitado;
al estado que he llegado
parece qvie determina,
señor, mi fatal ruina;
que es sentencia soberana
qvie toda violencia humana
al mismo paso declina.
Sube el cristal de una fuente
de la tierra en que nació,
donde el arte levantó
con violencia su corriente;
ríese el aire que siente
que ha de bajar dividido;
y él baja cuando ha subido;
que aquella disminución,
no perla«, lágrimas son,
que llora de haber caído.
Así yo, señor, temiendo
que con violencia subí,
como tan alto me vi
pienso que al suelo desciendo.
No temo yo, porque ofendo
tu heroico valor, señor;
pero suele el disfavor
consistir en la desdicha
del que ha subido sin dicha,
que es la desdicha mayor.
Roberto, mientras yo fuere
Rey de Ñapóles, no creas
que en mi desgracia te veas,
por más que el suelo te altere;
que mientras no interviniere
traición, que no puede ser,
para que puedas caer
de mi gracia a mi rigor,
ni hay en la envidia valor
ni en las estrellas poder.
Grandezas de reyes son
hacer hombres por querellos;
mas sin causa deshacellos,
mudables efe tos son.
En la real condición,
no ha de haber desigualdad;
que si en cualquiera amistad
es la mudanza bajeza,
desde que nace, a firmeza
se obliga la majestad.
(Vase. Sale I<ucindo.)
Cuidadoso ha estado el Rey
de tu salud.
No ha querido
decir la causa.
Luc.
ROB.
Luc.
ROB.
Luc.
ROB.
Luc.
ROB.
Luc.
No ha sido
entre amigos justa ley.
No es amigo el que es señor.
Antes el mayor amigo.
Conozco que anda conmigo
liberal de su favor;
mas siempre debe el criado,
si es el criado discreto,
dejar algo por respeto
en su amistad reservado.
Mi enfermedad es amor,
no es justo que a su grandeza
descubra tanta flaqueza,
Lucindo, en fe del favor;
que descubrir lo que es vicio
al señor, no es discreción;
que el vicio, dar ocasión
de aborrecer es su oficio.
Y porque de intento mudes,
los que quisieren subir,
los vicios han de encubrir
y dilatar las virtudes.
Si este amor que tengo yo,
no fuera, Lucindo, injusto,
decírselo fuera justo
cuando la ocasión me dio.
Mas queriendo una mujer
casada y tan principal,
¿no ha de parecerle mal?
En fin, ¿qué piensas hacer
si ha llegado su desdén
a quitarte la salud ?
Déjala y será virtud,
y diráslo al Rey, si es bien
que las virttides entienda.
De j árame persuadir,
si yo pensara vivir
después de dejarla en prenda.
Antes, hoy tengo pensado
vm remedio, qtie ha de ser
el último que ha de haber
para darle a mi cuidado.
¿Cómo, señor?
Ausentar
a Lisardo, su marido,
que si ausencia no es olvido,
es camino de olvidar;
fuera de darme ocasión
para mayor libertad.
Con menos dificultad
.seguirás tu pretensión;
y podría ser qvie, ausente,
no le pareciese ofensa.
448
LA LLAVE DE LA HONRA
RoB. Por lo menos la defensa,
no será como presente.
Amor los pechos enfría,
cuando se alargan los plazos;
que de la noche los brazos
dan memoria a todo el día,
y más servicios también,
hallando mayor lugar,
bien la podrán obligar
para que me trate bien.
Luc. ¿De qué suerte lo has trazado?
RoB. Ven conmigo, que si amor
me ayuda, de su rigor
presto me veré vengado.
(l'anse. Salín Elena, dama, y Maríx, criado.)
Ele.
Mar.
Ele.
M.VR.
Ele.
M.\R.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
Ele.
¿Dónde queda tu señor?
En parte, señora, queda
tan segura, que no pueda
recelarse del tu amor.
En ninguna puede estar,
como en mis ojos no sea;
así el alma le desea,
que me pueda asegurar.
¿Qué hacía, por vida mía?
Una joya te compraba,
que parece que le daba
rayos al sol, luz al día.
¿Era para el cuello?
Sí.
Pues todos son embarazos;
¿qué joya como sus brazos,
ni de valor para mí?
Está bien dicho, señora;
mas ¿cómo podrá saber
mejor, cualquiera mujer,
que su marido la adora?
No está el amor en amores,
que suele ser natural
en muchos.
Amor igual
no tiene muestras mayores.
¿Luegf> en obras no hay valor,
si amor es obras?
Marín,
yo sigo diverso fin;
bien sé que es obras anw<r,
¿m;js cómo puede un c.usado
regalar a su mujer,
y en otra parte poner
la verdad de su cuiclado?
Pienso yo que no hay valor
en joyas como en los pechos,
igualmente satisfechos
de un puro y honesto amor.
Mar. Xo sé; contáronme un día
que una mujer principal
dio en querer, aunque hizo mal,
un criado que tenía;
y pedíalq el zapato,
la media, el chapín, la liga;
y diciéndole una amiga
que aquello era humilde trato
no lo habiendo menester
y siendo pobre el galán,
respondió con ademán:
«¿Cómo me puede querer
éste, sin costarle nada
de lo que me puede dar,
que en lo que suele costar
es una cosa estimada?»
Yo, en fin, el día que llevo
a mí, qué sé yo, una toca,
pienso que la vuelvo loca
y que la obligo de nuevo.
Esta es la muestra mayor,
porque no hay amor sin dar;
y así te quiero contar
ocho preceptos de amor:
tratad verdad sin recelos,
dar, regalar, asistir,
no alabarse, ni fingir,
ni pedirlos ni dar celos.
(Sale Lis.^RDO.)
IjS. Desvelado, Elena mía,
en servirte y agradarte,
quise una joya comprarte
que cierto hidalgo vendía.
Vila, como muchas veo;
pero luego que la vi,
la aplicaron para ti
los ojos de mi deseo.
Xo había diamante en ella,
que con su luz no dijese
que con ella te sirviese,
y así te sirvo con ella.
Diamantes son, no es rigor
que nmestreu sus asperezas;
que es servirte con firmezas
asegurarte el amor.
¿Parece que estás sin gusto?
Mírala, por vida mía.
lÍLE. Gusto, I.isardo, tenía;
¡XTo hasnie dado di.sgu.sto
Yo tengo joyas, mi bien;
JORNADA PRIMERA
449
¿de qué ha servido gastar
lo que te puede costar
y que has lueuester también?
Que para adorarte yo
no he menester más prisiones
que aquellas obligaciones
con que mi verdad nació.
Ya tengo dicho a Marín
que son mis joyas tus brazos.
XlS. Nuevas prendas, nuevos lazos,
nuevos amores, en fin,
y nuevas obligaciones;
pero estad cierta, señora,
que no ha engendrado el aurora
en sus doradas regiones
tantas perlas de su llanto,
abriendo nácares finos;
ni el sol con rayos divinos,
el metal que estiman tanto;
tantos rubíes Ceilán,
tantos diamantes la China,
como a tu beldad divina
siempre mis deseos dan.
Es mi hacienda moderada;
un pobre hidalgo nací;
mas para servirte a ti,
aun lo imposible me agrada;
más que mis fuerzas podrán,
hará mi amor atrevido;
porque siempre el buen marido
ha de parecer galán.
» (Salen IvUCINdo v Belisa.)
Luc.
T.IS.
El<E.
Bei,.
ElvE.
X«uc.
Decidle que estoy aquí.
BEi,.
De su parte de Roberto
te busca un hombre.
I/IS.
Estoy cierto
de que no me busca a mí.
Bei,.
A tí dice.
Lis.
¿A un pobre hidalgo,
Belisa, el mayor señor?
Bei,.
Tú mereces su favor.
lylS.
¿Yo puedo servirle en algo?
Di que entre.
Luc.
Aquí estoy.
Lis.
Pues bien
¿qué me quiere a mí Roberto?
Luc.
Honraros, de que estoy cierto.
que es justo que premio os den
de los servicios que han hecho
al reino vuestros pasados.
Lis.
Con el tiempo están borrados,
y aun de mí mismo sospecho.
BEI,.
EI.E.
Luc.
Tjs.
RoB.
Lis.
ROB.
En fin, ¿qué quiere mandarme?
El os llama; no lo sé.
A ver lo que manda iré;
no por codicia de honrarme,
mas sólo para serville.
(Vanse.)
¡Ay, Belisa, qué temor!
Algima invención de amor
quiere intentar persuadille.
¡Quién le pudiera avisar!
Mil veces lo he pretendido,
pero nunca me he atrevido
y darle tanto pesar.
¡Oh, cruel Roberto! ¡Ay, Dios!
¿Qué será, Belisa mía,
sino alguna alevosía
lo que han de tratar los dos?
No temas, que tu Lisardo
saldrá de cualquier traición.
Ya me dice el corazón
que alguna desdicha aguardo.
(Salen IjsARDO, l,uciNDO y Roberto.)
Aquí os espera Roberto.
Dé, señor, Vuestra Excelencia,
la mano a Lisardo.
¡Ay, cielos!,
éste es el dueño de Elena.
Seáis bien venido, Tásardo.
¡Hola, una silla!
Tuviera
a dicha que en mi humildad
hallara vuestra grandeza
como deseo, valor
para serviros; mas quedan
tan lejos de mi deseo,
(Siéntanse.)
heroico señor, las fuerzas
de mi humildad, como están
las flores de las estrellas;
yo he venido a obedeceros,
que prestaros obediencia
es le}' de mi obligación.
Lisardo, las prendas xnaestras;
vuestros méritos y partes;
los servicios que en la guerra
y en la paz vuestros pasados,
con las armas y las letras,
hicieron a esta corona,
han dado tan bixenas nuevas
al Rey, que en esto no quiero;
que aunque pudiera me deban
29
450
I,A LLAVE DE LA HONRA
buen oficio, que a premiaros
está dispiiesto Su Alteza.
Lis. Besóos los pies, que bien sé
que nunca yo mereciera
su memoria, a no ser ves
por quien Su .-Uteza se acuerda
de un caballero tan pobre,
que los frutos de luia aldea,
su mujer y su familia
estrechamente sustentan.
Que el premio de los servicios
sea de los reyes deuda,
la misma razón lo dice;
pero como tantos sean
los que los sirven, no pueden
bastar oficios, ni rentas;
y entra allí la buena dicha,
o la intercesión que llega
a dar memoria a su olvido.
Así, las sagradas letras
que el rey Asnero tenía
un libro, señor, nos cuentan,
donde por todos los años,
de cualquier suerte que fuera,
los servicios se escribían;
que con esta diligencia,
todos después se premiaban;
que muchos sin premio quedan
f>or no haber quien a los reyes
se los acuerden y lean.
¡Qué diferente sois vos
de los que sólo se acuerdan
de sí mismos, pues me hacéis
tanta merced como espera
mi pobre casa olvidada,
de antiguos blasones llena!
Que la fortima, señor,
como la naturaleza
de las cosas que corrompe,
otras que levanta engendra.
RoB. Mucho nu- huelgo de oíros,
porque a lo que el Rey intenta,
dará \'uestro entendimiento
satisfacción verdadera.
Ks el caso, estad atento,
que el Senado de Venecia,
hasta atrever.«.e a las armas,
sobre unas villas pleitea.
Por excu.sar los enojos
que resultan de la guerra,
al gran Duqu«- de Milán
se remite la sentencia;
para este despacho, al Rey
os propuse, porque sea
principio para premiaros,
y ha de ser desta manera:
Yo os daré cierta instrucción,
por donde claro se vea
lo que le habéis de informar;
de suerte que el Duque entienda
que éste es pleito sin letrados,
que teme el Rey que se pierda
por lo sutil veneciano,
o se ponga en contingencia.
Esto es en suma; tomad
postas.
(Levánlanse.)
\
Lis.
Al punto que tenga
las cartas.
ROB.
Tres mil ducados
me manda daros; quisiera
que fueran trescientos mil;
no porque el premio comienza,.
es cosa tan vil, Ijsardo,
que sólo el camino os premia.
¿Lucindo?
Luc.
Señor.
ROB.
Despacha
a Lisardo.
Luc.
Venid.
Lis.
Queda
mi vida en obligación
de ser para siempre vuestra.
(Vase.)
RoB. ¡Oh, amor!, tú me pusiste
en esta empresa grave;
desdén dulce y .suave
me tiene alegre y triste;
mejora mi tristeza,
si lo merece, amor, tanta firmeza.
El nmro y torre amada
de Troya quito a Ivlena,
porque tenga mi pena
en su rigor entrada,
porque tales ausencias
suelen facilitar las diligencias.
V cuando no haya sido
remedio suficiente,
por lo menos ausente
Li.'-ardo su marido,
con este raro enredo,
con menos celos de las noches quedo;
Que no es poca alegría
apartar de sus brazos
aquellos dulces lazos.
JORNADA PRIMERA
4ST
aunque sin dicha mía;
pues consolado quedo
que nadie goce lo que yo no puedo.
(Vasc. Salen Klena y Marín.)
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
;Li. sardo a Milán i
;No ves
estas espuelas que son
el romance y narración,
si los versos llaman pies?
¿Hay semejante desdicha?
¿Qué desdicha?
La que pasa
por mí.
¿Cómo, si esta casa
no ha tenido mayor dicha?
Llámale el Rey y le escoge
entre tantos, y ¿es razón
que su ausencia en ocasión
de su remedio te enoje?
Hónrale el señor Roberto,
alma del Rey, y le ha dado
silla y estuvo a su lado,
de tantas fortunas puerto,
y puerta para medrar,
y subir donde merece,
¿y tus ojos enternece
lo que los debe alegrar?
Pensé que albricias me dieras
deste suceso, señora,
y lloras como si agora
de ayer desposada fueras.
Anímale a la jomada,
muestra valor, que el amor
no ha de quitar el valor
a que naciste obligada.
¡Ay, Marín, que yo me entiendo:
¿Qué?, ¿celos?
No sé.
¿Pues cuándo
hombre se ha visto adorando
3' al mismo tiempo ofendiendo?
Esos son bestias, no son
hombres.
Sucede en presencia;
¿pero quién tendrá de ausencia
debida satisfacción?
Tú sola, fénix del mundo
en belleza, y él, señora,
en amarte, pues agora
no le conozco segundo.
Y si es predicarme a nü,
advierte que aunque él quisiera.
más contrario en mí tuviera
que en Milán tuviera en ti,
si alU te hallaras.
(Sa.en Llsardo, Belisa e Inés, criada.)
Lis. Pon la ropa blanca a punto.
IN. Ya, señor, toda la junto.
Bel. ¿Antes, Lisardo, en los pies
las espuelas, que los brazos,
en el cuello de mi hermana?
Lis. Marín el camino allana
a los postreros abrazos,
que delante le envié,
para que pudiese Elena
hablarme con menos pena.
Ele. Nunca, Lisardo, pensé
de ti tan grande crueldad.
Lis. Ni yo que no agradecieras
que con Roberto me vieras,
Elena, en tanta amistad.
Ele. ¡Pluguiera a Dios que Roberto
jamás lo hubiera pensado!
Lis. ¿Mi remedio te ha cansado,
si está en él seguro y cierto ?
Ele. ¿Seguro y cierto?
Lis. ¿Pues uo?
¿A quién puedo yo deber
más bien que él me quiere hacer?
Tres mil ducados me dio,
mi bien, para esta jornada;
pues cuando vuelva, yo espero
de tan noble caballero
satisfacción más honrada.
Al Rey le ha dicho quién soy,
y de todos mis pasados
los servicios olvidados;
en obligación le estoy.
Seré su cautivo, Elena,
mientras Dios me diere vida;
mucho importa mi partida,
y ya el de las postas suena.
Aunque el alma me traspasa,
quédate, mi bien, con Dios;
y tú, Belisa, y las dos,
polos de esta humilde casa;
por ella y por los criados,
mirad, porque el dueño ausente
es lo mismo que presente
donde están vuestros cuidados
No llores, que me darás
mal agüero en mi partida.
Ele. En fin, me dejas sin vida,
y con el alma te vas.
45?
I. A LLAVE DE LA HONRA
Jas. Si las habernos trocado,
no quedas sin alma, Elena;
mas yo conozco tu pena
per la pena que me has dado.
Dame tus brazos y adió.-^.
Ele. Apenas acierto a hablarte.
Lis. El que queda o el que parte,
¿cuál siente más de los dos?
¡Eal, Belisa, los brazos.
Bi:l. Mi obligación te dirá
mi sentimiento.
Lis. Ya está
la \'uelta esperando abrazos.
(Vase.)
Mar. Señora Inés, ya llegó
esto que llaman partir;
quien llamó al partir morir,
su propio nombre le dio.
¡Ay! ¡ay! ¡ay!
Inés. ¡Maldito .seas!
Que bien sé que finges.
Mar. Voy
sin alma.
I ÉS. Bien cierta estoy
de que engañarme deseas.
Mar. Toma esta llave, y advierte
que dejo, sin lo que callo,
las raciones del caballo
en aquella arca más fuerte.
AUí quedan galas mías.
y camisas, que entretanto
puedes lavar.
Inés. Con mi llanto,
todas las noches y días.
Adió?, mi dulce respeto.
Mar. Adiós, que querrá tu ama,
con soledad de lo que ama,
componer algún soneto.
(Vase.)
Bkl. No me atrevo a con.solarte,
ni aim a decir lo que siento
desta ausencia.
El.K. El pensamiento,
la traición, la indu.stria, el arte
es tan claro y descubierto,
que quiere, ¡olí, falsa amistad!,
probar mi fid<-lidad,
Lisardo aiLsenle, R<»b»-rto.
Eh len^juaj»' de los hoJnbres,
que las mujeres ausentes,
por los placeres presentes
no se acuenlan de los nombres;
y es muy falto este lenguaje,
pues cuando ejemplos no hubiera,
no hay fuerzas que de la esfera
de mi honestidad me baje.
Allí luciente planeta,
pienso conservar mi honor;
pues cuanto él fuere traidor,
seré yo honrada y discreta.
Cierra puertas y ventanas;
que el poco recogimiento,
es el mayor argumento
de las mujeres livianas.
Ya Roberto estará cierto
de que me visita a mí;
y el sol no ha de entrar aquí,
aunque piensa entrar Roberto.
Bel. Xo te aconsejo que seas
tan áspera con un hombre
poderoso; si tu nombre
y fama guardar deseas,
que fuera de que la ira
puede en aquesta ocasión
hacerte fuerza, es razón
temer alguna mentira.
Procede, si amor le enciende,
con blandura a su porfía;
que obliga la cortesía,
cuanto la aspereza ofende.
Ele. Yo guardaré mis sentidos,
Belisa, de ver y hablar;
porque no se ha de fiar
el honor de los oídos.
(Salen Roberto, Lucindo, Fabricio y Celio.)
ROB.
Luc.
RoB.
Luc.
RoB.
Luc.
Ron.
Ya vengo como quien tiene
seguro el campo a su calle.
Pues no vengas muchas veces.
¿Por qué, si el amor me trae?
Porque eres si no lo adviertes
para público muy grande,
y son en los que gobiernan
mayores las liviandades.
¿Qué importa que yo gobierne
y todo este reino mande,
si amor me gobierna a mí?
¿Por qué no ha de ser bastante
un ]x)deroso discreto
]Kira salx-r gobernarse?
Las nujjeres del Senado
de Roma, con .ser tan grave
de ser señoras del mundo,
se atrevieron a alabarse;
hicieron este argumento.
JORNADA PRIMERA
453
Luc.
ROB.
Fab.
ROB.
Cel.
ROB.
Luc.
ROB.
Fab.
ROB.
Fab.
ROB.
Fab.
Cei..
RoB.
Roma, de sus cuatro partes
es señora; a Roma rigen
sus senadores y padres;
nosotras a ellos, luego
es la consecuencia fácil,
que gobernamos el nmndo.
Lo mismo amor dice y hace;
gobierna este reino Alfonso,
Lucindo (que el cielo guarde);
yo a Alfonso, y a mí el amor;
luego no podrán culparme.
¡Ah, señor, que importa nmclio
en eminentes lugares,
estar limpios los espejos
en que el pueblo ha de mirarse!
Ya es tarde para consejos;
decidme cómo no sale
el sol de Elena a estas rejas.
Fuese Lisardo esta tarde,
y el sentimiento, por dicha,
la ha obligado a retirarse.
¿Sentimiento? ¡Vive Dios,
que estoy por desesperarme!
Que sin verla es imposible
que de su puerta me aparte.
Ven acá, Celio: ¿qué haremos
para que salga?
Esta tarde,
señor, parece imponible;
pero puedes retirarte,
y Fabricio y yo sacar
las espadas, que la calle
se ha de alborotar con voces;
y ella, aunque triste, asomarse
porque en todas las mujeres
hay dos deseos notables:
el uno, de ver, y el otro
para saber novedades.
¡Ah, Celio, tú eres discreto!
Lucindo que me acompañe,
si me ha de quitar mi gusto.
¡Qué mal las verdades saben!
Fabricio.
Señor.
¿Qué esperas?
¿Quieres que la espada saque?
Acaba, necio.
¡Oh, traidor!
¡Vive el cielo, que te matí !
(Riñen.)
¿A mí matarme?
Lucindo,
mete paz.
Luc.
ROB.
Luc.
Fab.
ROB.
Cel.
ROB.
Fab.
ROB.
Luc.
ROB.
Luc.
ROB.
Ténganse.
(Entran riñcndo.)
Nadie
sale a las rejas. ¿Qué es esto?
¿Es posible que no abre
una criada siquiera
una ventana? ¿En qué parte
de Libia naciste, Elena?
Pareces sol y eres áspid.
Xo ha quedado, en cuantas casas
niiro, quien pueda excusarse
de salir al alboroto
que tantas espadas hacen,
y tú sola no has querido;
pero no quiero culparte,
que tienes tu sol ausente,
a mí, sí, por ausentarle;
pues no amaneces aurora
hasta que se acerque a darte
la luz, que lo es de tus ojos;
venga, pues, venga a matarme.
(Salen los criados.)
Es tanta la confusión,
que no nos han conocido.
¿Cómo, señor, ha lucido
la invención?
Xo hay invención
poderosa con Elena.
¿Xo salió?
¿Cómo salir?
Con él se debió de ir;
ni el viento en las rejas suena.
Pues, por Dios, que no ha C[uedado
dama en la calle sin ver
la cuestión.
O no es mujer,
o los ojos le ha llevado (i)
la violencia.
X'o es razón;
advierte con discreción
que es justo considerar
que está su marido ausente.
¡Oh!, nunca yo le ausentara,
si me ha de esconder la cara
hasta tenerle presente I
¿X'^o ha de volver presto?
Xo,
porque al Duque le escribí
que le detuviese allí;
de suerte que tengo yo
(i) Falta un verso después de éste, que diría, poco
más o menos: «Fuerza nos será emplear»
454
l.A l-LAVE DI-: LA HONRA
de vivir sin ver a Elena,
o si le mando venir,
brazos y celos sufrir,
que viene a ser mayor pena.
Luc. Vana será tu porfía.
ROB. Vamos, que por eso fué
la noche oscura; yo haré
lo que no me deja el día.
(Salen Lisardo y Marín, de camino.)
Lis. Dicen que agora saldrá.
M.\R. Confuso vengo, }' deseo
saber si esto es embajada
y te toca el darte asiento.
Lis. Si te digo la verdad,
por Dios, Marín, que no entiendo
la instrucción, que solamente
vengo a conocer que es pleito;
pero lo que fuere sea,
sirva yo al Rey y a Roberto,
y nunca entienda la causa.
M.\R. Hay unos criados tiecios,
que sin saber el recado
que apenas lia dicho el dueño,
parten a la ejecución,
a quien mucho parecemos,
no sabiendo a qué venimos
y viniendo tan ligeros.
Dijo im Rey a un sscretario
que escribiese a cierto reino
le hiciesen cien alabardas
(los reyes mmca hablan recio),
y por no le preguntar,
escribió al reino, que luego
le enviasen cien albardas.
Despacháronselas presto;
y estando el Rey a un balcón,
con el secretario mesmo,
vio venir las cien albardas;
y diciéndoles «¿qué es esto?»,
le respondió que traían
lo que él mandó; a quien, discreto,
replicó el Rey: «Repartamos
desta manera las ciento:
las cincuenta para mí,
í|ue firmo lo que no leo,
y las otras para vos,
¡)ut s más ligero que cuerdo
hacéis lo que no entendéis.
Lis. Y yo entiendo, por Xa menos,
({ue quieres que repartamos
cutre los dos el succsíj.
Va estoy en Milán, y.i aguardo
al Duque; sólo deseo
que sea breve el despacho,
que Ule matan los que tengo
de mi casa y de mi Elena,
a quien tanto quiero y debo.
¡Qué mujer, Marín!
M^VR. La hacienda
viene de padres o deudos;
pero la buena mujer,
viene de luano del cielo.
Lis. Larga la mostró conmigo
en la que me dio, pues creo
que aunque hay muchas buenas,
ser entre todas ejemplo. [puede
(Salen el Duque dk Milán y Florencio, secretario.)
DUQ.
I
Mar.
Lis.
Dúo.
Lis.
DUQ.
¿De Roberto, aquel privado
del Rey de Ñapóles?
Pienso
que es el que ya. llega a hablarte.
El Duque, señor.
Yo llego.
Déme los pies VuestraAlteza.
Con los brazos, caballero,
recibo yo a las personas
de vuestros merecimientos.
De Roberto es esta carta;
ella os dirá a lo que vengo.
Ko es del Rey, pero es lo mismo,
pues decís que es de Roberto.
«Aunque yo no he servido a Vuestra Alteza
más que con los deseos, me atrevo a suplicarle,
en confianza de su valor y entendimiento, en-
tretenga al portador desta el tiemijo que fuera
servido.»
Xo leo más, ni es razón;
¿Hay tan loco atrevimiento?
A mí que entretenga a un hombre,
aun no habiendo de por medio
parentesco ni amistad,
trato ni conocimiento?
¿Florencio?
Señor!
Escucha.
¿Qué te escriben?
Este necio
(|uiere que entretenga este liouil)re;
la causa verála un ciego.
¿Quién duda (|ue es por mujer -
Mujer ])ropia, es lo cierto;
pues no se le ha de lograr
el pensamiento, Florencio,
l-i,u.
DUQ.
Flo.
Dry.
Fl.o.
Duy
JORNADA SEGUNDA
-155
Lis.
DUQ.
Lis.
DIQ.
Lis.
DuQ.
Lis.
BVQ.
Lis.
DuQ.
Lis.
DUQ.
Lis.
DuQ.
Ijs.
DUQ.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
que este inocente no es justo
que padezca detrimento
en su honor, por causa nüa.
¿Vuestro nombre, caballero?
Lisardo, señor.
¿Sabéis
a qué vení.s ?
Aquel pleito
de Venecia con Alfonso,
mi Rey, para que deis luego,
como arbitro de los dos,
a quien tuviere derecho
más justo, lo que le toca,
pues a vos se remitieron.
Yo lo tengo ya mirado,
no hay que informarme de nuevo;
ni en Milán, señor Lisardo,
sin ocasión de teneros;
yo escribiré luego al punto.
Mil veces los pies os beso,
por la brevedad, señor;
que aunque a servir al Rey vengo,
pienso que mejor le sirvo
mientras que más presto \'uelvo.
Amor debe de obligaros.
Amor a mi casa tengo.
¿Sois casado?
Sí, señor.
¿Ha mucho?
Aunque ha mucho tiem-
estoy más enamorado
y con mayores deseos
que cuando galán serví
a quien apenas merezco.
Un marido enamorado,
los altos merecimientos
de su mujer da a entender.
Son de suerte que no puedo
encarecer sus virtudes.
Envidia, Lisardo, os tengo;
llevadle aqueste diamante,
y decidle que le ruego
que os ame como es razón.
Pondré la boca en el suelo,
adonde ponéis los pies.
Bien podréis luego volveros.
¿Qué te parece, Marín?
No hay diamante de más precio
que el haberte despachado.
¡Oué gran señor!
Es discreto.
¿En qué topa ser tan sabios?
En los ayos y maestros;
[po
si bien dicen que lo causan
los .sutiles alimentos.
Mar. ¿Luego pollas y perdices
hacen los claros ingenios?
¡Ay de los pobres, a estar
a la cocina sujetos!
JORNADA SEGUNDA
(Salen Roberto, el Rey y I.,ucindo.)
Rey. Parece que cada día
tiene aumento tu tristeza.
RoB. Volvióse naturaleza,
señor, la tristeza mía.
Rey. Culpa al principio tuviste.
RoB. No la pude resistir,
y hoy dejara de vivir (i)
si dejase de estar triste.
Rey. ¿No sabe la medicina
remedio para tu mal?
RoB. Para enfermedad mortal
ha de ser mano divina.
Rey. Mira en tu imaginación
con qué podrás alegrarte.
RoB. Pues que tu favor no es parte,
vanos lof^ remedios son.
Si fuera ambición mi mal
de cosa que no supiera
decirte, o que no quisiera,
por indigno y desigual,
viendo el agravio que hacía
a la merced que me has hecho,
claro te mostrara el pecho.
Rey. Mi amor no le merecía.
RoB. Si dos títulos me has dado
y a mis deudos, gran señor,
has hecho tanto favor,
¿qué puedo haber deseado?
¿En qué ocasión no prefieres
lo que no merezco yo?
Rey. El Almirante murió
sin hijos; desde hoy lo eres.
RoB. Mil veces beso tus pies.
Rey. Deseo tu bien, Roberto.
RoB. ¡Y cómo, señoi, si es cierto!
Rey. Peíame que triste estés.
(Trti-í- el Rev.)
(i) F.ii el original (dejaré* por errata.
456
LA LLAVE DF. LA HONRA
Txc. ¿Podré darte el parabién?
Porque en estado te veo,
que fuera de tu deseo,
no hay bien que parezca bien;
y tantas mercedes tienes
de Su Alteza cada día,
que ya necedad sería
cansarte con parabienes.
RoB. No hay bien, Lucindo, no hay bien
en tanto rigor de Elena,
que no me cause más pena.
I^rc. Pues no te doy parabién.
RoB. ¿Cuál áspid pudo formar
naturaleza tan fiera,
que rendido no se hubiera
a tanta fuerza de amar?
¿Cuál tigre no se ablandara
a las diligencias raías?
Pienso que las nieves frías
de los Alpes abrasara.
¡Tal desdén, tal resistencia,
tal fe, tal recogimiento,
tal verdad, tal pensamiento
una mujer en ausencia!
¿Qué montes de oro no han sidc
terceros de su favor?
Luc. Debe de ser grande amor
el que tiene a su marido.
RoB. A su honor debe de ser,
que amor, por grande que fuera,
yo sé que lugar me diera,
a no ser propia mujer.
¿Qué noche de aquesta ausencia
a su puerta no me halló
la aurora, que se admiró
de ver mi loca paciencia?
¿Qué deseos, qué suspiros,
ansias y amorosas quejas
no han entrado por sus rejas
a ser inútiles tiros?
Mas ninguno ha sido parte,
ingrata Elena, a rendirte.
(Sale Cfxio.)
Cki.. Tuerza, señor, es decirte
imeva que no ha de agradarte.
ROB. ¿Habrá venido Lisardo?
Ckl. a la puerta queda.
RíJB. ¡Ah, cielos!
jqué buen remedie a mis celos!
¡qué noche tan triste aguardo!
Míus no puede ser tan prestíj.
Ckl. Sí puedo, pues entra ya.
(Salen I.isardo y Marín.)
Jas. a los pies tu esclavo está.
RoB. En obligación me has puesto.
¿Cómo tan presto, Lisardo?
Lis. El despacharme, señor,
tuve a notable favor
de aquel Príncipe gallardo.
Llegué también a ocasión
que estaba j'a sentenciado
el pleito, que a mi cuidado
no tenéis obligación,
lya carta es ésta.
RoB. Mostrad.
¡Qué poco al Duque he debido!;
que entretener un marido
no era perder calidad.
(Lee aparte.)
cXo sé de qué acciones, ni en paz ni en gue-
rra, sacó Vuestra .Señoría que yo era a pro-
pósito para entretener este caballero, cuya per-
sona y entendimiento son indignos de tantea
agravio. El que yo recibo...»
No quiero pasar de aquí;
basta, que mi j'erro de amor
ha hecho agravio a su honor.
Necio en elegirle fui
adonde tantos hubiera
que con otra discreción
aj-ndaran mi afición.
¡Oh, naturaleza fiera
de quien no tiene a quien ama
compasión! Quiérole hablar
y mi dedicha esforzar,
si así mi muerte se llama.
Estoy muy agradecido,
Lisardo, al Duque; en efeto,
resolución de discreto
juez animoso ha sido.
No habrá quejas esta vez,
que juez que no despacha,
no ha menester otra tacha
para no .ser buen juez.
Sin re.solución, no hay ciencia;
porfjue un breve desengaño
quita la mitad de daño
de la contraria sentencia.
Yo, por las nuevas, os doy
de albricias seis mil eliK-ade)s.
Lis. ¡Se-ñor!
Rejl». Tan bien enipkaelos,
que pienso que corto soy;
JORNADA SEGUNDA
457
Lis.
ROB.
I.iS.
ROB.
Lis.
RoB.
Lis.
RoB.
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
Lis.
RoB.
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
Lrc.
ROB.
Luc.
y esto es mientras Su Alteza
os hace merced.
¿De quién
pudiera esperar más bien
que de esta heroica nobleza,
que con tanto exceso pasa
mis méritos?
Justo es
descansad.
Beso tus pies.
¿Habéis visto ^'^^estra casa?
¿Yo a mi casa? No, señor;
porque primero que os viera,
agravio notable hiciera
a hacerme vos tanto honor.
Id con Dios.
Mientras viviere,
seié esclavo de esos pies.
Yo os avisaré después,
cuando lugar se ofreciere,
para que habléis a Su Alteza.
¡Tanta merced!
Esperad.
¿Qué hombre es el Duque?
Eu verdad,
que entendimiento y grandeza
compiten con su valor.
¿Hízoos muchas honras?
Creo
que obligó vuestro deseo
en hacerme tanto honor.
Informóse de mi estado,
y a todo respondí yo;
este diamante me dio,
sabiendo que era casado,
para que diese a mi esposa
en su nombre.
¡Gran señor!
Debéisle amistad y amor.
Es mi obligación forzosa.
Id en buen hora.
Los cielos
os guarden.
(Vase.)
¡Bueno he quedado!
¡Oh, qué bien que ha despachado,
Lucindo, el Duque mis celos!
¿Qué te escribe?
Que no es lioni-
con quien usarse podía fbre
tal término.
Hipocresía;
¿quién hay que de amor se asombre ?
ROB.
Luc.
ROB.
Luc.
ROB.
Ele.
Bel.
Ele.
Bel.
Ixs.
Ele.
Ins.
Ele.
Ins.
Bel.
Ele.
Mar.
Ele.
Mar.
No le ofenderá el amor;
juzgará a poco respeto
el remedio.
No es discreto;
que no se aventura honor
en ayudar un amante.
Descortés término ha sido;
pensé ganar y he perdido.
¿Para qué le dio el diamante?
No sin sospecha sería;
pero di: ¿qué puedo hacer,
si aquí esta noche ha de ser
de mi vida el postrer día?
Quien quiere mujer casada,
¿no sabe lo que sucede
en sus noches? ¿Con que puede
pasar su pena engañada ?
Pero ya es cierta mi pena;
no tengo que adivinar:
esta noche me han de hallar
muerto en las puertas de Elena.
(Vansc. Salen Elena y Belisa.)
No escribir, ¿qu'^puede ser?
Yo presumo que es venir.
Ay vid ame a resistir,
que soy, Belisa, mujer.
No porque teme el valor,
que a más peligros se esfuerza;
mas porque temo la fuerza
y la opinión de mi honor.
Que al paso que va Roberto,
temo que abrase esta casa.
No te espantes si él se abrasa.
(Sale Inés.)
¡Albticias!
Mi bien es cierto.
Señora.
No digas más,
}-a sé qvie Lisardo viene.
Lo que tu amor te previene,
esto imaginando estás;
yo he visto sólo a Marín.
Cartas debe de traer.
Quimera fué mi placer.
¡Qué presto que tuvo fin!
(Sale Marín.
¿Podré merecer la suela
de un chapín, dulce señora?
Mientras viene el sol, la aurora
aves y flores consuela.
Aurora entre luz y día
458
I. A LLAVE DE LA HONRA
Ele.
Mar.
Elk.
Mar.
Ele.
M.\r.
Us.
Ele.
Lis.
Ele.
I.is.
Elk.
Lis.
Ele.
Lis.
I".IK
j.ls
Bel
he sido de mi señor;
p>ero traigo el resplandor
que ya tan cerca te envía.
¿Cómo está?
Como ha de estar
¿Las cartas?
¿Qué cartas?
Di:
¿no me escribe? ¿Pues a ti
por qué te puedt enviar?
No rae envía, que yo he sido
tan bachiller de venir;
que me quiso resistir,
y le he dejado y corrido;
él te dirá lo demás.
(Sule LiSARDO.)
Señora mía.
Mi bien (i).
¿Buena estás?
V lo he de estar;
que porque no tengas pena,
quiero e.star siempre tan buena,
que niüica tengas pesar.
¡Cómo has tardado!
Llegar
• y volver, ¿tardar lia sido?
Mil años me han parecido.
Más tiempo te pareciera,
si el Duque ya no tuviera
este pleito remitido.
El cual fué tal gentil hombre,
y tan galán, que me dio
este diamante que yo
te presentase en su nombre.
Dios le guarde.
Xo le a.sonibre,
que en los ojos se me vía
la hermosura que tenía
la que retratada. en ellos
pudo, ausente, nierecellos,
pues .su firmeza excedía.
Díjome que te dijese
que fuese tu amor ansí.
Antes fué para que en mi
ningiui diamante lo fuese.
Mi Iklisa, no te ]x-.se
de (jue tora;iS-- licencia
de hacerte nuiyor mi aiLsencia.
Estos son mis brazf».
V é^f.()S,
(i; I-'aJtan dos vvrao* a esta redondilla.
Mar.
ÍNS.
Mar.
Ins.
Mar.
Ins.
M.\R.
Ins.
:\Iar.
Ixs.
Mar.
Ixs.
:\IAR.
IXK.
Mar.
IX.
Mar.
Lis.
de mis amores honestos
la justa correspondencia.
¿Inés?
Clarín.
¿Cómo está
toda esta casa?
Muy buena.
¿Elena?
Mejor que Elena.
¿Belisa?
Buena está ya.
¿Cómo al caballo le va,
ausente de su lacayo?
Boca abajo vive el bayo
¿Y el papagaj'o?
Xo habló
más palabia.
Pitrso yo
que tú has sido el papagayo.
¿Q-üén duda que en la ventana
('¿Ouiér pasa, quién pasa?» habría,
y que algún paje diría:
«¿Cómo estás, lorita hermana?»
¿I,a mona?
Tiene cuartana.
¿Hay más por quién preguntar?
Por ti.
¡Gracioso llegar!
A la postre te he dejado,
porque pueda sin cuidado
en tus amores hablar.
Ya, Elena mía, es razóu
darte de otras cosas cuenta,
que a nuestro estado convienen
y que es justo que las sepas.
La fortuna, lo prinijro,
es tan mudable y ligera,
que unos levanta, otras baja:
esto es lo que llaman rueda.
Son los discurses del nuindo
una noria de una huerta;
suben y bajan los vasos:
unos vierte, otros cnllena.
Ayer estaba yo pobre;
si bien contenta pobreza
no es pobreza; peí o, en fin,
era ]X)bre/.a c(íntenta.
Hoy la fortuna levanta
mi humildad de tal manera,
(jue lo que Roberto priva
con el Rey, hermosa IClena.
eso con Roberto yo.
Xo hay pakibras con que pueda
JORNADA SEGUNDA
459
Elk.
Mar.
referirte el alegría
que recibió de mi vuelta.
I,os abrazos, las preguntas,
muestran bien que las estrellas
son quien amor y amistad
de dos personas conciertan.
Seis mil ducados me ha dado;
y cuando viere a Su Alteza,
me promete un grande oficio.
Con esto es bien que yo tenga
desde hoy diferente casa;
que la poca o :nucha hacienda,
]a familia y el adorno,
disminuye o acrecienta.
Quiero comprar lo primero,
pues en ti también se emplea,
un coche, que las mujeres
van más honradas y honestas
dentro de un coche que a pie;
que tú no serás de aquellas
que dan mano en la cortina,
qiie para ese efecto afeitan.
Claro está que no has de hablar
con los que también requiebran
desde sixs coches las damas,
que es una cosa muy fea.
Finalmente, quiero yo
que el señor Roberto entienda
que soy hombre que profeso
agradecida nobleza.
;No te alegras deste coche?
Ninguna cosa me alegra
fuera de ti, ni por mí
quiero que gastes tu hacienda.
¡Jesús!, ¿Coche? Por tu vida,
que aun el nombre me marea.
Qué dirán los que supieren
que ya tenemos soberbia!
Xo hay cosa que más despierte
a la envidia y a las lenguas
que ver que sube de un salto
la humildad a la grandeza.
Después tendremos lugar,
.ci nos diere alguna renta.
¿Coche no quieres, seño''a?
Eres la mujer primera,
desde la primer mujer,
y aun pienso que anduvo Eva,
pues Adán fué labrador,
dentro de alguna carreta.
Jil primer coche del mundo
fué el trillo, para que sepas,
que de andar encima del
le añadieron las dos ruedas.
¿Qué dama en Ñapóles hay,
por poco valor que tenga,
que no ande en coche, que es cau.sa
de haber tantas diferencias?
Hay cajas enjugadores,
que solamente les quedan
los arcos por notomias;
y yo tengo aquí una deuda
que un invierno se sirvió
de un coche en la chimenea,
que, rendido, se dio fuego
como soldadesca inglesa.
Hay coches de tal hechura,
que cierta moza gallega
un día por los estribos
vació una espuerta de tierra.
Hay coches que tiran dragos
y hay coches con tales bestias,
que parece que el cochero
va pidiendo para ellas.
Finalmente...
lis. No prosigas.
Si no le quieres, no sea.
\'oyrae, Elena, a descansar
y estése la casa queda;
que pues tú no sientes bien
de que mostremos grandeza,
o a ti te falta locura
o a mí me sobra inocencia.
(l'ase con Maríx.)
¿Qué has hecho?
¿Yo? ¿Pues no ves
que sólo le dije que era
gastar la hacienda?
Dijiste
que era despertar las lenguas.
¡Ay, Elena!, a los maridos
nunca se ha de hablar por señas,
que hay hombres tan cuidadosos
que el pensamiento penetran.
Pienso que pena le has dado.
Ele. No hayas tú miedo que sea
de mi virtud y valor.
BeIy. Basta haberle dado pena.
(Sale I^uciNDO.)
Luc. Si no descansa Lisardo...
BEI-. Lucindo se ha entrado. Elena.
Luc. Aunque la ocasión no es buena...
El,E. Toda tiemblo y me acobardo.
Luc. Un recado quiero dalle
de Roberto, mi señor.
Bel.
Ele.
Bel.
460
LA LLAVE DE LA HONRA
Bel. Extraño efecto de amor.
ElIí. Xo será tiempo de hahlalU\
que ha venido muy cansado.
I-UC. ¿Puédoos hablar?
Ele. ¿Q"é queréis?
I.vc. Un diamante que tenéis,
señora, le dio cuidado
al Almirante, por ser
joya, aunque no de ^alán,
del Gran Duque de Miláii;
y porque le qniere ver.
En esta caja os en\-ía
prendas de tanto valor,
que de cualquiera el menor
diamante al sol desafía.
Ele. ¿y quién es el Almirante?
hvc. ¿Xo sabéis que lo es Roberto?
Ele. De sus cosas, estad cierto
que estoy y estaré iíjnorante.
IA'C. Valen veinte mil ducados.
Ele. Xo hablo de sus joyas, que hablo
de sus títulos.
I.fc. Yo sé
que pagáis mal sus cuidados.
Hame dicho que os dijese
f\ue un título os bar;') dar.
Ele. Xi un reino pienso estimar,
si de su mano viniere.
LL'C. ¡Ah, cómo habéis de volver
en odio extraño su amor!
Ele. Quien teme sólo su honor,
no tiene más que temer.
Huéliíome que hayáis venido,
para que sepáis lo? dos
que no temo más de a Dios,
y despué.s a mi marido.
(Vase. Salen el Rey y Roberto.)
Rey.
Entre Unios los príncipes que tiene
agora Italia, pienso que ninguno,
Rolxrto, como el Duque me conviene.
Roberto.
l'ucs yo pensaba projxjnerte alguno;
sin esto, dicen que el de Mantua viene
en esta pretensión tan imixírtuno,
fji;' ;i tíxlos se avtiitaja en ti dc^.co.
Rey.
I^jos de mi propósito le veo.
Iiirlínome a Milán, y lo 1k- tratado
con la Princesa va.
Roberto,
Dicen que es hombre
no mucho del ingenio acreditado,
si bien tiene opinión de gentil hombre.
Rey.
Pues algún enemigo te ha engañado,
que tiene el Duque diferente nombre
y le alaba la fama de discreto.
Roberto.
Xuuca he tenido del tan buen conecto.
Rey.
¿En qué lo has conocido?
Roberto.
En que no puede
quien fuere descortés, ser entendido;
pues solicita que malquisto quede
con quien pudo quedar agradecido.
Rey.
De la verdad los términos excede.
¿Quién te ha engañado?
Roberto.
¿Cómo, si yo he sido?
Pues habiéndole escrito, no me ha honrado
como merece lo que tú me has dado.
Rey.
¿En qué materia?
Roberto.
En amistad le he escrito.
Rey.
Pues no sea parte, no, por vida mía,
para quererle mal, porque es delito
fácil de remediar la cortesía;
c-críbele por mí, que .solicito
darle a mi hermana y que proponga el día
en (jue donde él quisiere lo tratemos.
Roberto.
Vo presumo (jue j mitas dos extremo.';.
Si a mí el de Mantua, bien «jue a causa tuya
de Saboya, l'errara y de Florencia,
y el Pontífice mismo, con .ser suya
la divina y humana preeminencia,
me escriben y honran, ¿no es razón que arguya,
con mucha víuiidad, poca ])ru(lencia?
Rey.
Culjja su secretario, no te enojes.
TORXADA SEGUIn^DA
<íl6l
Roberto.
Siento, señor, que tal sujeto escoges.
Rey.
No me repliques rnás; que ser Ota vio
descortés para ti, si es que lo ha sido,
lia sido presunción, pero no agravio.
Roberto.
Que rne perdones, gran señor, te pido.
Rey.
No pongas culpa a un príncipe tan sabio
de lo que tus principios le han tenido,
ni repliques dos veces a los reyes,
que en cosas justas, son injustas leyes.
(Vase. Sale I<ucindo.)
Luc. Con disgusto vengo a hablarte.
RoB. No será mayor que el mío.
Luc. Yo pienso que es desvarío
cansar a Elena y cansarte.
RoB. ¡Oh, nunca yo visto hubiera
a Elena, pues causa ha dado
a que el Rey se haya enojado!;
que ha sido la vez primera
que me ha mostrado rigor.
Luc. ¿Cómo?
RoB. Casa a la Princesa
con hombre que a mí me pesa,
porque no le tengo amor.
Repliqué mucho a su intento;
que es el Duque de Milán
con quien concertando están
este necio casamiento.
Luc. Ya sé que el haberle escrito
para que lugar te diese
que a Lisardo entretuviese,
y no lo hacer, fué el delito.
Pero no es razón, señor,
para que deje de ser
nuestra Princesa mujer
de un hombre de tal valor.
Y de su enojo te avisa;
que en las dichas del palacio,
suele entrar el bien despacio
y suele salir de prisa.
ROB. De las palabras me espanto.
En mis principios habló
por honrar al de Milán .
Luc. Tierra fueron los de Adán,
que a todos nos igualó.
RoB. ¿Qué hay de Elena?
Luc. No ha querido
las joyas, y con razón,
pues tú le has dado ocasión
para no vencer su olvido.
Si tú le cargas de hacienda
a Lisardo, ¿qué ha de hacer
esta mujer?
RoB. Ser mujer
que de mi amor se defienda.
Todo m.2 sucede mal;
ya se muda la fortuna,
porque no hay próspera alguna
que conserve estado igual.
Verdad es que lo enojado
del Rey cesará muy presto;
que su condición en esto
larga esperanza me ha dado.
Eso de necesidad
de Elena, no puede ser.
Luc, Para todo suele haber
algún remedio.
RoB. Es verdad;
paro para que ya sea
pobre Elena, no lo sé.
Luc. Yo, sí.
RoB. ¿Pues cómo?
Luc. Yo haré
que su castidad se vea.
Déjame a mí negociar.
RoB. Parte, que en tu ingenio fíe...
Mas \'uelve, que es desvarío
lo que quieres intentar.
Porque si es robar su hacienda
de Lisardo, la invención,
¿no queda mi obligación
empeñada en mayor prenda?
Pues si él me le ha de decir
y yo lo he de remediar,
más ricos vendrán a estar.
Luc. Pues, di: ¿qué has de hacer?
RoB. Morir;
pero ¿sabes qué he pensado?
Que para empresas de anior
es el remedio mejor
la deslealtad de un criado.
Llámame a Marín aquí.
Luc. Voy a obedecerte.
RoB. Creo
que ha de templar mi deseo.
Luc. En el corredor le vi
aguardando a su señor.
(Vase L,uciNDO.)
462
LA LLAVE DE LA HONRA
RoB. I*ues venga, Lucindo, luego,
que no puede hallar sosiego
amor sin tratar de amor.
Yo busco imponibles medios;
pero no hay mal tan cruel
que no se descanse del
solicitando remedios.
(Sale MarLv.)
M.\R. Dijéronme que vusía
m.' llama.
RoB. Yo te he llamado,
corrido por olvidado
de lo que el Rey te debía.
Fuiste a Milán con Lisardo,
y no me acordé de ti;
fuera de eso, ayer te vi
pisar airoso y gallardo,
del patio, Marín amigo,
las losas, y me agradó
tu talle, y aun dije yo
a los que estaban conmigo:
<Xo le estuviera muy mal
una bandera a aqiiel hombre.»
yiAR. Señor, muchos tienen nombre
porque tienen dicha igual;
que a fe que otro hubiera sido
al Rey de menos provecho.
RoB. Bien se ve, en tu noble pecho,
que eres hombre bien nacido.
Mar. Pesia tal, llegando ahí;
mi madre me lo decía;
{jue al tiempo que me paría,
con tanta furia salí,
que la comadre, al ruido,
con las manos acudió
y dijo: «¡Oh, qué bien nació!*
Mira si soy bien nacido.
Que crédito se ha de dar,
después, señor, de los padres,
a las señoras comadres;
pfjrque .suelen obi.spar.
l<"n. rKstáspobrt?
^Iar. Sí, señor;
porque esto de andar a caza
de una ración, amvnaza
gran pobreza y poco honor.
J^"i». ;No trata bien los criados
Lisardo?
^Iak. T'n píjbre escudero,
con liunu)s de caballero,
tuvo llanta ahora cuidados.
Ya que le has fa\orecido,
crecerán lo.«; alimentos,
que aun por ciertos pensamientos
él y mi ama han reñido.
RoB. Eso deseo saber.
¿Cómo, por mi vida?
M.\R. El quiere
coche, y ella no, que muere
por no salir, y es mujer.
RoB. ¡Cosa extraña!
M.\R. Esto porfía,
y hay mujer qtie si pudiera
por saya se le pusiera
por traerle todo el día.
RoB. ¿Quiere mucho a su marido?
Mar. Eso es locura, por Dios.
RoB. ¿Y él a ella?
Mar. Fué en los dos
amor de un parto nacido.
RoB. La noche que vino, en fin,
¿mucho en la jornada hablaron?
M.\R. Antes no, que se acostaron
luego.
RoB. Es ella im serafín:
¿levantóvSe de mañana?
Mar. Antes no se levantó,
que en la cama se quedó
a buscar otra mañana.
RoB. ¡Cielos, qué ha de ser de mí?
¿Hay mucha familia allá?
Mar. Su hermana, doncella ya,
para responder que sí
si algo le pregunta el cura;
una Inés de un corazón,
herida de conclusión,
que mata cuando asegura;
una mona, un papagayo,
dos esclavos y un rocín
deudo de cierto Marín,
que es secretario y lacayo.
RoB. ¿Qué, vos queréis bien?
Mar. Señor:
en la mocedad ts gala
que, en llegando a martingala,
corre diferente humor.
RoB. ¿Qué diríades de mí.
si yo quisiese también?
Mar. Que si lo merecen bien,
claro está que será así
que queiáis firme y constante.
¿Es biiena la prenda, es buena?
(Pas/cse con ¿1.)
KoB. Tan hermosa como Elena,
por vida del Alniiraiitc.
JORNADA SEGUNDA
463
Mar. ¿Cosa que la misma fuese?
RoB. ¡Ay, Marín! ¿quién puede ser?
Mar. Vos queréis una mujer
(¡ue es forzoso que me pese.
RoB. ¿Por qué, si tú me has de dar
remedio para que pueda
hablarla?
Mar. Nunca .se queda
sin guarda.
RoB. Enviaré a llamar
aquesta noche a Lisardo;
y, entre tanto, podré ir,
si tú me quieres abrir.
Mar. Mucho, señor, me acobardo.
RoB. ¿Pues quién lo podrá saber?
Mar. No sé, por Dios, si me atreva.
RoB. Por lo menos, en la prueba,
¿qué puede.s, Marín, perder?
Yo te he de dar mil escudos,
y te he de hacer capitán.
^Iar. Los mil escudos harán
hablar tudesco a los mudos.
Llama a Lisardo, que yo
a la puerta aguardaré.
RoB. Esto, Marín, es en fe
de nuestra amistad.
Mar. . ¿Pues vo'>
RoB. A nadie me he descubierto;
si tú el secreto no guardas,
a picazos da alabardas
serás de mi gente muerto.
Mar. ¿Yo descubrirte, señor?
RoB. Con eso voy satisfecho.
Notable merced me has hecho.
(Vase. Sale T.ttcindo.)
Luc. ¿Pues cómo te va de amor?
RoB. Tracé que aqueste me abriese.
Luc. ¿Y qué dice?
RoB. Que lo hará.
Luc. Y si el dueño en casa e.stá,
¿será justo que te viese?
Ron. Quiero enviarle a llamar
sobre cierto pensamiento;
y en estando en mi aposento,
Celio o Fabricio han de entrar
y decir que el Rey me llama;
yo le diré que me aguarde.
Y entie tentó, aunque sea tarde,
iré a ver quien me desama.
(Vanse. Salen Lisardo y Elena.)
El,E. ¿Pues tú tristezas conmigo?
¿Tú, mi bien?
Lis. Que no lo estoy;
hago a la fe que te doy
y al alma mismo testigo,
que después que soy amigo
de Roberto, ando elevado,
Elena, en mayor cuidado;
no admiré tu confianza,
que esto puede la mudanza
de la vida y del estado.
Er.E. vSegiin eso, luejor fuera
aquella pobreza igual;
a un hombre tan principal
ninguna mudanza altera.
Ijs. Elena, mudar de esfera
algo de mudanza tiene;
mas si el bien ni el mal, si viene,
me mudarán de adorarte.
Escucha, pues.
Ei.1';. A escucharte
toda el alma se previene.
Lisardo.
Antes la tierra vestirá de estrellas
los prados, que de yerbas y colores
los campos de la luna varias flores,
sin que tenga el verano imperio en ellos.
Antes las aves con sus pítimas bellas,
entre las aguas cantarán amores;
y los peces del mar, habitadores
de la región del fuego, las centellas.
Antes las fieras de las verdes selvas,
entre los hombres hallarán sosiego,
que puesto que a olvidarme te resuelvas,
yo deje de adorarte, loco y ciego,
Elena de mis ojos, avmque vuelvas
mi alma Troya y mis vestidos fuego.
Elena.
Pues, primero, mi bien, los elementos
a su materia volverán confusa:
la tierra en agua, el agua en tierra infusa
y en calma eterna vivirán los vientos.
Primero bajarán de sus asientos
los orbes de la máquina difusa;
primero no dará la culpa excusa
y la envidia en seguir entendimientos.
Primero al que cautivo en su cadena
en la esperanza su rescate apoya,
memoria de la patria en tanta pena,
que pierda 3-0 la más preciada joya,
y aunque me llaman en Italia Elena,
me engañe Paris y me lleve a Troj'a.
(Vase y sale Marín.)
464
I.A LLAVE DE LA HONRA
M.VR.
Lis.
^rAR.
Lis.
Mar.
Lis.
M.\R.
Lis.
M.\R.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Huélgome que se haya ido
mi señora, que aguardaba
para hablarte, que se fuese.
¿Pues tú de Elena te guardas?
Xo teiiíío de qué, señor;
pero crióme en su casa,
dueño de mi padre, el suyo;
y respetando su casa,
no quiero delante de ella
pedirte, licencia. (Llorn )
Extraña
novedad llorar un hombre! (i)
Grande amor o gran desgracia.
¿Y para qué es la licencia?
Vóymc a España.
¿Cómo a España?
¿Que hay España no has oído
y que confina con Francia?
¿Que hay Cataluña no sabes,
Valencia, Aragón, Xpvarra,
dos Castillas, Portugal,
Andalucía, Vizcaya,
Galicia, fin de la tierra,
y unas ásperas montañas?
Sí, pienso; ¿mas a qué efecto
haces jomada tan larga?
Desgracia.*! son de los hombres;
pues que yo te dejo, basta
para saber que lo es mía.
Xo dejaré que te vayas
sin que me digas primero
de tu desgracia la causa;
fuera de que yo no quiero
que Elena quede enojada
conmigo, por tu ocasión,
y es, Marín, injusta paga
de su amor, no despedirte,
y aun traición a sus entrañas,
que más que por ama tuya
es ama porque te ama.
S.'ñor, la desgracia es tal,
que será fuerza no hablarla.
Maiín, ¿no tiene remedio?
No me importunes, no hagas
cosa que después te pese.
Mientras que más 1<> dilatas,
mayíjr deseo me p<jnes;
(i) Kn cl orij(inaJ está csic po.sajc asi:
•ppfUrte.
I.l». I.lorcHí), f|uc cxtraAa
noveílníl Iknar un h'nnhrc.»
I^ ramicnda e* de IIartiK-iibU!<h.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
en vano más fuerza aguardas;
mira que no es de discretos
dejar razón comenzada.
Señor, antes que mi boca
para tu ofensa se abra,
si puede llamarse ofensa
la defensa de tu casa,
la palabra me has de dar
de que no hablarás palabra.
Yo la doy, con juramento
sobre la cruz de la espada;
y habla presto, que me tienes
casi en los labios el alma.
Pues sabe que me ha llamado
Roberto, que cuanto trata
contigo es hacerte ofensa
en la vida v en la fama.
Presumo que mi señora
no quiere por esta causa
coche, en que rueda el honor
hasta que en la infamia para.
Porque a veces sus cortinas
a nuestros ojos trasladan
lo que piensan que de noche
encubren las de la cama.
Di jome que te quería
llamar con palabras falsas
para que te entretuvie.sen
mientras él viene a tu casa;
que yo le abriese la puerta,
porque con violencia aguarda
quitarte el honor.
¿Qué dices?
Y della tomar venganza.
Prometióme, si decía
el secreto desta infamia,
quitar la vida.
i A y de mí!,
que a mí me ha quitado el alma.
Mira si es ju.^to partirme
de Xápolcs y de Italia,
y aun irme fuera del mundo,
cuanto más volverme a España.
Sin sentido me has dejado,
puesto que yo sospechaba
de los disgustos (jue lílena
recibió <lc mi privanza,
que no eran sin ocasión.
¡Ay, hermosura, madtastra
de la honra de los hombres,
veneno en taza dorada,
codicia de los sentidos,
de las virtudes contraria!
JORXADA TERCERA
465
Mar.
I.TS.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Lis.
Map.
Tjs.
Bien dudoso, mal seguro,
cifra de desdichas tantas!
Culpar a naturaleza
es error, pues se retrata
en ti la beldad divina.
¡Oh, breve hermosura humana!
¿Pues a Elena, cómo puedo,
si su lealtad es más clara
que el sol? ¡Oh, traidor Roberto!
Así los nobles se tratan;
así pensaste engañar
mi honor, con riquezas vanas.
¿Qué haré, que eres poderoso?
Señor, por la misma causa
halla remedio la industria
donde la fuerza no basta;
no des a entender tu pena,
y pues tienes confianza
de la virtud de tu esposa,
y sabes que no te agravia,
aunque me mate Roberto
quiero a^-udarte a guardarla,
si tú con prudencia adviertes
la defensa y la venganza.
Cuanto a defender mi honor,
seguro estoy que no valga
todo el poder del tirano
que con interés le asalta.
Soy hombre, es mujer Elena.
Sí, pero mujer tan casta,
que si aquélla infamó a Grecia,
ésta será honor de Italia.
Confianzas matan hombres.
Virtudes vencen desgracias.
Celos no agravian virtudes.
Si no agravian, ¿por qué matan?
¿Puedo dejar de tenerlos?
Quien ama prendas tan altas,
¿por qué los ha de tener?
Porque sigilen a quien ama,
como al sol la sombra.
Advierte
lo que has de hacer, si te llama,
y deja imaginaciones.
;Hay cosa más desdichada
que llegar un honibie a ver
esta desdicha en su casa?
¡Que hallasen, Marín, los hombres
una invención tan extraña
como esta que llaman honra,
y que toda esté fundada
en cosa que es imposible
guardarla, si no se guarda!
¡Vive Dios, que fué crueldadl
Mar. Antes fué ley necesaria,
porque estimasen los hombres,
que no saben estimarlas,
la virtud de las mujeres.
Lis. Ahora bien, la noche baja
y éste ha de enviar por mí.
Entra, que aunque a verle vaya,
en dejándome en la suya,
daré la \T.ielta a mi casa.
Mar. ¿Pues téngole yo de abrir?
Lis. Dirásle por la ventana
que tiene la llave Elena.
Mar. y diré verdad muy clara:
que la llave de la honra,
sólo la mujer la guarda.
JORXADA TERCERA
(Salen Elexa y Belisa.)
No me atrevo, aunque me obligas.
En la ocasión que te hallas,
tanto yerras cuanto callas.
¿Pues qué es mejor?
Que lo digas;
porque Lisardo, advertido,
remedio puede poner.
Mucho yerra la mujer,
Belisa, que a su marido
le dice quién la requiebra;
pues le pone en confusión,
y con necia presunción
su resistencia celebra;
que fuera de que le dio
la pena de la defensa,
sospechoso de la ofensa,
pensará si es cierta o no.
Bel. y si a saber de otra parte
que te ha querido viniese,
¿no es más cierto que pudiese
de que le ofendes culparte?
IvO que si primero hubiera
sabido de ti, es muy cierto
que hallara culpa en Roberto
y en ti lealtad verdadera.
Ele. No, Belisa; lo mejor
es que sepa de otra parte
que ha sido invencible Marte
a sus asaltos, mi honor.
Nunca fué cosa acertada
30
Ele.
Bel.
Ele.
Bel.
Ele.
466
LA LLAVE DE LA HONRA
el prevenir al marido;
porque no piense que ha sido
prevención de estar culpada.
Anoche salió Lisardo
y luego vino Roberto,
de que estaba ausente cierto,
con Fabrioio y con I^eonardo.
Tálamo y respondió Marín,
y díiole que le abriese;
pero como él entendiese
de su pensamiento el fin,
resf)ondió que estaba allí
mi hermano; y él aguardó
tanto tiempo, que llegó
Lisardo. Al balcón salí,
y sobre entrar o no entrar,
concertaron de matalle;
porque la noche y la calle
daban secreto y lugar.
El, por morir con la palma
de su honor, aunque sospecho
que le pasaran el pecho
y me sacaran el alma,
si hay sangre de amor en ella^ ;
metió mano contra cuatro,
en aqiiel solo teatro
que alumbraban las estrellas.
Gran tragedia para mí,
que era el principal papel;
pi^f s ya en el acto cruel,
sombras de mi muerte vi;
si Marín, que al fin le oyó,
no saliera tan valiente
como Roberto insolente
y cobarde, pues le hirió.
Cuando tú te alborotaste,
va Tvisardo descansaba
en su aposento, y estaba
con el gusto que le hallaste;
para no darlo a entender,
aunque todo fué fingido,
él ha callado y yo sido
más diamante que mujer.
Que con verle suspirar
tfxla la noche a mi lado,
no he dormido y lie callado:
que es mucho callar y hablar.
V.\ hable, pues es razón
que si dijere sus reíos,
mi verdad, mi honor, l'»s cielos
volverán píjr mi opinión;
que mientras no diré nada,
no pienso dar a <ntcndi-r
que di causa para ser
de nadie solicitada.
(S.iltu Lisardo y ^L\KÍ^'.)
Lis. En esto me determino.
Mar. y no me parece mal.
Lts. No puedo, en desdicha igual,
hallar más fácil camino.
Elena, bien me decías
que a la envidia despcitaba
la humildad, cuando llegaba
a grandeza en pocos días.
Mas que tanto se desmande
ha sido injusta aspereza,
pues a tan poca riqueza
sigue desdicha tan grande.
Por poco me hubieran muerto
anoche cuatro embozados;
pienso que son los criados
del Almirante Roberto,
que viéndome tan aceto
a su señor, han querido
matarme; pero no ha sido
su traición de algún efeto.
Yo salí, gracias a Dios,
con vida.
^L\R. Di que salimos
con honra, y di que reñimos
como dos Cides los dos.
Lis. Conozco lo que te debo;
y querrá Dios que algún día ..
Mak. Xo, señor, la deuda es mía,
y es obligarme de mievo.
IMil vidas no eran allí,
cuando todas las tuviera,
de valor, si las perdiera
y aventurara por ti.
Lis. Esta noche no he domiido,
Elena, porque no son,
liando hay imagcinación,
bastantes sueño ni olvido.
Finalmente, resolví
después de tantos cuidados,
no dar envidia a criados
dt Roberto contra mí.
Cuanto me ha dado, valdrá
diez mil ducados, líleiia;
que a mí me cuestan de ¡)cna
diez mil ocasiones ya.
¡Nunca Roberto me lioiirara!
¡Nunca yo le conociera!
¡Nunca esta merced me luciera!
¡Nunca a Milán nic enviara!
JORNADA TERCERA
467
Mas yo lo remediaré
con irme este mismo día
a Sicilia, Elena mía,
adonde seguro esté.
Hoy lina nave se parte;
concertado el flete queda;
tú, porque partir me pueda,
a los esclavos reparte
lo que a tus cofres y ropa
. tocare, que nuestra hacienda
y vida al mar se encomienda,
que llama con viento en popa.
No hay que aguardar; esto es
resolución y forzosa,
que una mano poderosa
tiene el remedio a los pies.
Ele. Yo no tengo voluntad
desde el día que nací;
que pues nací para ti,
la tuya fué mi verdad.
Las leyes de una casada
scu silencio y obediencia;
si hacer de tu patria ausencia,
Eisardo mío, te agrada,
sujeta a tu gusto e?toy
y que no me ausento digo,
porque si yo voy contigo,
en mi propia patria voy.
Los criados de Roberto
yo sé que no vencerán
tu honor y opinión, que están
en lugar seguro y ci-^rto.
En vano su intento ha sido,
de que es buen testigo Dios.
Lis. Es el partirnos los dos,
Elena, el mejor partido.
¡Ea!, BelJsa, apercibe
también tu ropa.
Bei,. Señor,
a la sombra de tu honor
el que yo profeso vive.
¿Tú eres dueño de las dos?
Bien haces; en irte aciertas.
]VIar. Ruido siento en las puertas;
gran gente sube, por Dios.
(Salen Roberto, I^ucindo, criados, alabardas.)
Luc.
ROB.
No llegue Vuestra Excelencia,
que bastamos sus criados.
No me dejan los cuidados
de tan extraña insolencia;
porque no hay autoridad
donde se atraviesa amor.
Lis. ¿Vos en mi casa, señor,
con tanta seguridad?
RoB. Infame y vil caballero,
¿merece el haberte honiado
el galardón que me has dado?
I,le vadle preso, que espero.
Lis. ¿a mí, señor? ¿En qué fui
ingrato al bien que me has hecho?
RoB. ¿Aim piensa tu falso pecho
que pueda engañarme aquí?
Lis. ¿Yo te he ofendido?
RoB. ¿Es se^-vicio
matarme a Celio, traidor?
Lis. Anoche llegué, señor,
si no he perdido el juicio,
a mi casa, a cuya puerta
cuatro embozados hallé;
quise entrar, pero no entié;
por su traición descubierta.
Mi persona defendí.
Roe. Eso no está averiguado.
Luc. ¿Ha de ir también el criado?
Mar. ¿Yo? ¿Por qué?
RoB. Dejadle aquí,
que en defender su señor
su obligación ha cumplido.
Lis Elena, sólo te pido
la defensa de mi honor.
No repares en mi vida,
que como el honor se guarde,
no es bien que amor te acobarde,
porque honrada no es perdida.
Viva mi noble opinión
en tu constante verdad;
defiende tu honestidad;
no te espante mi prisión,
porque es más segura cosa
ir, si hay tirano galán,
a la cárcel que a Milán
quien tiene mujer hermosa.
( Llévanle.)
RoB. Allá lo verás el día
que te corten la cabeza.
Esto quiere tu aspereza;
esto tu ingrata porfía.
¿Es posible que hayas dado
en obligarme a locuras?
Ele. Cuanto intentas y procuras,
Roberto, es vano cuidado.
Yo te confieso el amor
de Lisardo, mi marido;
mas nunca tan grande ha sido
como el que tergo a mi houor.
468
l.A r.UWF. OE I.A HONRA
ROB.
Ele.
RoB.
Ele.
lAC.
Ele.
RoB.
Ele.
Roe.
Lis.
por el cual su vida quiero
p>erder, que es nuis que la mía.
Yo venceré tu porfía.
Y yo moriré primero.
Estás agora enojada.
Nunca estuve más en uií.
¿Eres mármol?
Soy quien fui,
a .«er quien soy obligada.
\'amos, que cuando le veas
morir, me remediarás.
Si con ese engaño vas,
ni lo pienses ni lo creas.
Que de verme no te asombres
sin superior en el suelo.
Por eso hay Dios en el cielo
contra el poder de los hombres.
(l'ansf. Sale Lisardo.)
Prisión injusta, de quien
salir... (i)
pues con ser quien es la vida
aim es lo menos que temo,
puerto que habrán ocupado
tus calabozos y hierros,
muchas culpas, muchos hombres,
por diferentes sucesos.
Yo sé que no has visto en ti
quien tenga lo que yo tengo,
pues la virtud y hermosura
en este lugar me han puesto.
Enamoróse un tirano,
resistieron su deseo,
dice que he muerto a quien hoy
vivo en su palacio vieron.
Bien conozco en el peligro
que está mi honor; pero pienso
que le sabrá defender,
lílena, tu casto pecho.
Muchas esperanzas hacen
a mis desdichas con.smlo;
mudio tu virtu'l nit anima,
amor me dice que puedo;
mas, ¡ay (^< 1 preso
(i) ICste pasaje csi¿ asi en el oricinal, en el último
1 cngVm de la i>laiia:
Lis.
• l'riMón inju.sla de <|uitn
!<alir»
I'ero en la plana siguiente no se |»onc el verwj <|uc de-
bía c-mi>czar i«n el vcrlx/ «salir, «ino el <|tie le sigue.
Harlz. k) enmendé crrní pie lando el verví en e-^ta forma:
•Milir en hombro* <ki>f<j,»
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
Mar.
cjue entre memorias tristes pierde el
Divinas y humanas letras [seso!
miiestraii en claros ejemplos
triunfos de la castidad
contra tiranos soberbios.
Muchas mujeres ilustres,
en carros de oro diversos,
verdes laureles coronan
por gloriosos vencimientos.
Muchos lascivos despojos,
muchas coronas y cetros
pisaron ruedas triunfantes,
dieron a la fama versos,
dieron a \u historia plumas
y honor a las patrias dieron
en Grecia, Italia y E.spaña,
contra el olvido y el tiempo.
Yo conozco, Elena mía,
lo que a tus virtudes debo;
yo sé tu amor y tú el mío,
pero no me deja el miedo.
Ya estoy mirando a Lucrecia,
ya sucediendo contemplo
tu nombre al ilustre suyo
y a tus heroicos trofeos;
mas, ¡ay del preso
que entre memorias tristes pierde el
[seso!
(Sale MARÍN.)
En fin, me han dejado verte,
que no fué poco favor.
¡Marín!
¿Cómo estás, señor?
Entre la vida y la muerte.
¿Cómo está Elena?
No sé
si vivirá mucho Elena;
los efectos de la pena
de tu prisión te diré.
Tiene tu casa una torre
fuerte, auncjue antigua, y allí
se ha encerrado, porque ansí
su casto pecho socorre;
quiere que con lUi cordel
un limitado sustento
suba a un o.scum aposento,
y acabar la vida en él;
di jome desde las rejas:
«Mientras que liega mi fin,
dile a Li.sardo, Marín,
de la suerte (jue nit' dijo.s;
(|ue por de dc-ntro lu- cerrado,
y (\\w la llave le envío,
lOKXADA TERCERA
4^9
Lis.
para que esté el honor mío
(le su voluntad guardado.
Dile que alcaide ha de ser
desta torre desde allí;
que aunque me fío de mí,
]jensará que soy mujer.
Finalmente, esté en su mano
la llave de mi lealtad,
para que mi honestidad
conquiste Roberto en vano.»
Caían a la sazón
que estas razores decía,
de un sol que ilustraba el día
por nubes de confusión,
unas lágrimas tan bellas,
que como bajar las vi
desde arriba, presumí
que lloraba el cielo estrellas.
Naturaleza se corre
de tener menos poder;
pues pienso que han de nacer
perlas al pie de la torre.
La llave, al fin, me arroj6
tolna, sefior, y está cierto
que no subirá Roberto
por el lugar que bajó.
Toma y guarda su tesoro
confiado, aunque te ultrajan;
que donde lágrimas bajan
no subirán fuerzas de oro.
Con sentimiento tan justo,
que el alma a salir provoca,
he escuchado las razones,
Marín, de mi noble esposa.
Y aunque me consv^ela el ver
que la inexpugnable roca
de su castidad defienda
el honor que a los dos toca,
no es remedio en tanto daño;
porque no está la vitoria
en la torre; que el poder
buscará con que la rompa.
Dile a mi esposa, Marín,
que aceptar no es justa eos?
esta llave que me envía,
y a sus manos se la torna.
Que ella misma sea su alraide,
que ella se defienda sola;
porque la buena mujer,
es la llave de la honra.
Que le ruego que defienda
y que gobierne animosa
su casa, como soh'a,
Mar.
Lis.
Mar.
Lis.
y nuestras cosas disponga
con libertad, al remedio
que pueden tener ahora,
hablando al Rey, si es posible,
que nuestras desdichas oiga.
Que si ella, Marín, se encierra,
¿quién ha de haber que proponga
al Rey este injusto agravio?
Pues si llorando le informa,
¿quién duda que mi justicia
halle en su grandeza heroica
piedad, y que la inocencia
de su honestidad conozca?
Que nunca a los justos reyes
amor de privanza estorba;
porque como a Dios imitan,
con la verdad se conforman .
E'^to le dirás, y mira
que es en las castas matronas
el mayor encerramiento
acudir a lo que importa.
Til la acompaña, Marín,
pues de mis desdichas todas
eres testigo y consuelo.
¿Pues qué haré yo si tú lloras?
No te espantes; parte presto,
para que remedio ponga
Elena a nuestra desdicha.
Quiera la mano piadosa
del cielo poner remedio.
(Vase.)
Entre las furiosas olas
del mar de la tiranía,
con humilde? poderosa,
corre mi barquilla pobre
donde los vientos la arrojan.
Romperáse, si los cielos
no ponen en paz las ondas.
¿Qué haré?
(Sale el .\LCAmE.)
Al,C.
¿Lisardo?
Lis.
¿Quién es?
Ai.c.
Haced cuenta que la sombra
de vuestra muerte.
Lis.
¿Hay sentencia?
Ate.
Y sentencia rigurosa.
Con seis testigos se prueba
de Celio la muerte.
Lis.
¡Oh, loca
vanidad de un poder necio!
Vive Celio, y tú, furiosa.
pruebas que está muerto Celio,
470
I.A LLAVE DE LA HONRA
para que después te corras
de ti mismo arrepentido.
Alc. Ver ^^lestra paciencia sobra
para ver \mestra inocencia;
pero escuchad una cesa,
que ha de ser \-uestro remedio:
Con la Princesa Leonora
casa el Duque de Milán,
y ho)' ha venido a las bodas;
escribidle con Elena,
que esta ocasión es forzosa
para que le pida al Rey
vuestra vida.
Lis. Aliento cobra
mi esperanza; escribir quiero,
que una embajada traidora
m? dio a conocer al Duque,
a donde fui por la posta
con cartas del Almirante.
Alc. Pues eso basta.
Lis. Xo es poca
la causa, pues él la sabe.
i.c. Si el Duque, Lisardo, toma
a su cargo el remediaros,
hoy la .sentencia revoca.
Lis. Si a mis humildes palabras
responden sus altas obras,
para mí fué su venida,
alcaide, en hora dichosa.
f^ali-n el DroT-E de Mil.4x, el Rev de Xápoles v
Florencio.)
l>rí¿. Los favores que me han hecho,
señor, en esta ocasión.
Vuestras Majestades, son
difíuos de su heroico pecho.
La discreción y hermosura
de la divina Leonor,
fuera de auiUL-ntar mi amor,
hacen mayor mi ventura.
Mas como en humanas glorias
no son ififuales las suertes
y suelen templar las suertes
el giLstfj de las Vitorias,
au-sí fortuna inconstante,
en la gloria de.stt- día,
quiere templar mi alegría
con ver triste al Almirante.
Kkv. Días ha que vive ansí,
y que niL- ha puesto en cuidado;
y en esta ocasión he dado
t-n p)ensar rfue es contra nu'.
De donde aquel grande i.mor
que hasta ahora le he tenido,
ha comenzado en olvido
y ha de acabar en rigor.
DuQ. Admirado estoy de oír
que os haya dado ocasión.
Rey. Yo pienso que s\i ambición
le ha querido persuadir
la sucesión deste reino,
casándose cou Leonor,
viendo que él reina en mi amor
como yo en Ñapóles reino;
y que race su tri.steza
(jue no quiere declarar
del cuidado de reinar
y el amor de su belleza.
Porque no se haber sabido
la causa, que me ha negado,
y resistir porfiado,
vuestro casamiento, ha sido
para que este pensamiento
me diese imaginación
de que tiene pretensión
al reino y al casamiento.
DuQ. De la tristeza, no sé •
si amor la ocasión ha sido;
la de haberme aborrecido,
con libertad os diré,
pues vos licencia me dais
con la mudanza que hacéis
del amor que le tenéis,
a la sospecha en que estáis:
Roberto envió a Milán
con una carta, engañado
un caballero casado,
que es de su mujer galán.
Escribióme entretuviese
aquel hombre; respondí
con despacharle de allí
antes que en Milán durmiese.
De donde tengo por cierto
cjue me aborrece, señor,
y que nacen doate amor
las tristezas de Roberto.
Rey. ¿Pues quería hacer violencia
al valor de esa nnijcr?
DuQ. Pienso que debió de ser
ocasión su resistencia;
(Sale rír,KNA, cotí maulo, vestida de lulo, y Marín.)
Mar. ICl Rey ha dado, señora,
e.sta licencia.
líiJí. Pues llega,
si a nadie el hablarle niega.
TORNADA TERCERA
471
Mar. Por las bodas de Leonora
dicen que no ha de haber preso
que no tenga libertad.
lyos pies, gran señor, me dad;
humilde su estampa beso.
I^^'Q- ¿Quién sois?
Mar. De aquel caballero
(jue Roberto os envió
soy criado.
DuQ. ¿Puedo yo
servirle en algo?
Mar. Hoy espero
su rem.edio de esa mano.
Dúo. ¿Dónde está?
Mar. Preso, señor.
Dúo. ¿Preso?
Mar. Es notable rigor
de un poderoso tirano;
aquí viene su mujer.
DuQ. Señor, la dama está aquí
de Roberto, y aimque ansí
me viene a hablar, ha de ser
delante de vos, si acaso
no os tenéis por deservido.
Rey. Antes, por ver lo que ha sido,
quiero saber todo el caso.
DuQ. Llegad, señora, y hablad;
Su Majestad da licencia.
(Descubra el manto y llegue.)
Ei,E. La justicia y la inocencia
de un caballero, escuchad:
Rey de Ñapóles, Alfonso,
digno por tus claros hechos
de las águilas partidas,
corona del sacro Imperio.
Y vos, gran Príncipe Ota vio,
que del feliz casamiento
de Ivconora habéis de dar
reyes a diversos reinos.
Así de remotos indios
os traigan oro y trofeos
vuestras naves y soldados,
que oigáis mi desdicha atentos.
Yo soy Elena de Lauria,
mujer de Lisardo Aurelio,
hijo de padres tan nobles,
que a sus hazañas debieron
los príncipes de Aragón
ver dilatado su cetro,
de España a la bella Italia,
de Ñapóles a Palermo.
Perdióse, como acontece.
de la memoria del tiempo
su casa, y heredó pobre
el honor de sus abuelos;
casóse conmigo, a quien
miró con ojos honestos,
estimando la virtud
por dote del mayor cielo.
Yivimos los dos seis años,
sin que esta paz y contento
desluciese enojo alguno,
por condición o por celos;
pero en medio desta paz,
un día ms vio Roberto,
el primero de mi mal
y de mi bien el postrero.
Fui, para desdicha mía,
de sus tristezas si jete,
nacidas de mi virtud
y de sus locos deseos.
Parecióle que ausentando
a Lisardo, mal consejo,
fuera su violencia más
y mi resistencia menos;
pero no fueron posibles
sus promesas y sus ruegos
para que puerta o ventana
se abriese a intereses necios.
Contar yo sus diligencias,
fuerzas, traiciones y enredos,
era dar nvmiero justo
a los átomos del viento.
Fingía que el Rey le daba,
o por los servicios hechos,
o por llevar a Milán
cartas de un pleito supuesto,
muchos dineros y joyas,
y eran jo^'as y dineros
para vencer lo imposible
de mis castos pensamientos.
¿Qué ventana de mi casa,
qué reja o puerta estuvieron
de sus escalas seguras
y traidores instrumentos?
Pero no hay hierro, señor,
que más defienda de hacerlos
como estar la castidad,
reja de diamante, enmedio.
Toda Xápoles lo sabe;
tú solo no, que no fueron
las verdades tan dichosas
adonde el amor es ciego.
^Murmuran el que le tienes;
pero son pinos excelsos
47^
LA LLAVE VE LA I ION KA
los reyes, que por su altura
no escuchan los arro^^lelos.
l'ltinia mente, señor,
le llamó una noche, haciendo
que le engañen sus criados;
pero a\nsándole desto
el q»ie ha venido conmigo,
cuya lealtad y silencio
mereciera honor de estatuas
entre latinos y griegos,
volvió a su casa y halló
que la estaba defendiendo
mi honor, con las fuertes armas
de mi p)ensamiento honeste;
parecióle que ya estaba
su loco amor descubierto,
y de matar a T.isardo
resolvió su entendimiento.
Mas con favor de quien digo
V lo primero del cielo
que la inocencia defiende,
fué vano su loco intento.
Mas luego, el siguiente día
vino con la guarda, haciendo
la más extraña invención
que cupo tirano pecho.
Prendió a I^isardo, mi esposo,
diciendo que a Celio ha muerto,
y anda en la ciudad, señor,
vivo y sin vergüenza, Celio.
Con esto le ha sentenciado
a muerte, probando el hecho
con testigos que no faltan
donde sobran los dineros;
que esto de falsos testigos,
hasta que están descubiertos,
son mohatras de la envidia
para destrucción del dueño.
Todo a efecto de que pueda
conmigo el amor y el miedo
de «li marido acabar
lo que no el poder y el ruego.
Hoy se la han notificado,
y está el [)obro caballero
previniendo a Dios el alma,
y para el cuchillo el cuello.
Como ha venido el gran Dufjuc,
para ser ruñado \'uestro
y de Ix-onora marido,
pnrrrióle, Key sujírctuo,
|K-dirle <n esta firasión,
pues tiene coiKH:iniiento
e.sta maldad, interponga,
si no para su remedio,
para averiguar la muerte
de Celio, pues vive Celio,
su autoridad, confiado
de su valor, prefiriendo
el gusto del Rey en todo;
que si al honor de Roberto
importa morir Lisardo,
morirá por no ofenderos;
pero si el hacer justicia
dio tanta gloria a Seleuco,
a Torcuato, a Bruto, a Fulvio
que sus propios hijos dieron
al cuchillo, Rey Alfonso,
mejor podéis, a su ejemplo,
dar la vida de un criado,
o permitir, a lo menos,
que la verdad se descubra,
en honra de un pecho honesto;
que la fama, agradecida,
hará vuestro nombre eterno,
si en la justicia los re\'es
son imágenes del cielo.
Rey. Antes, Otavio, que habléis,
pues para tal sinrazón
es ociosa intercesión
la que por I^isardo haréis,
vayan luego por Lisardo,
y venga I^isardo aquí.
HlK. Cuan justamente de ti
justicia y remedio aguardo.
Dúo. Crea Vuestra Majestad
que cuantas hazañas graves
le han dado en campos y naves
opinión y autoridad,
ninguna con más razón
que hacer agora justicia,
castigando la malicia
contra su misma afición;
si bien ya me da a entender
que la templa el desengaño
de un hombre humilde y extraño,
hoy César y nada ayer.
RiíV. Cuando con el mismo amor
que le lie tenido le amara,
en ima maldad tan clara
mo.strara el mismo rigor.
Yo estoy ya desengañado;
y cuando no lo estuviera,
la misma justicia hiciera.
(Sulttl J.ISAKDr) y I"I.()KKNCU).)
I'Lo. Aquí está el pre.so.
JORNADA TERCERA
473
Lis. y postrado,
señor invicto, a esos pies.
Rey. Ivisardo, obligado estoy
a hacer por vos desde hoy
lo que os debo y justo es.
Mejor fuera que Roberto
me acordara obligaciones
a tantos fuertes varones
que en nuestro servicio han muerto,
que no intentar infamaros,
no siendo Elena quien es,
con su violencia, y después
querer la vida quitaros.
Mi capitán de la guarda
os hago, para que vais
a prenderle, y le traigáis
donde mi enojo le agiiarda.
Lis. Con lágrimas os responde
mi humildad, (i)
Dúo. La venganza deste agravio
a tu grandeza responde.
(l'ansc el Rey .v el Duquk.)
Lis. ¡Elena mía!
Ele. ¡Señor!
Mar. Xo hay, señor, sino ir volando
a prender este hombre.
Lis. Cuando
fuiste llave de mi honor,
tuve mi remedio cierto.
Mar. Oye, a la noche hablarán;
vamos, señor Capitán,
y prendamos a Roberto.
(Salen Roberto, Celio, Fabkicio .v I^ucixdo.)
RoB. A risa me has provocado,
y por otra parte a pena.
Luc. Yo pienso, señor, que Elena
remediará tu cuidado,
porque viendo a su marido
e] cuchillo a la garganta,
"o será su crueldad tanta.
RoB. Donaire notable ha sido
sentenciarle por la muerte
de Celio, y que Celio esté
con nosotros.
(i) Falta en el original lo demás del verso. Hartz. lo
completó escribiendo: «mudo mi labio». I,as palabras «juc
siguen del Dutiue pudieran indicar que dijo antes algo al
Rey, como Y>or ejemplo:
«.Alfonso, sabio»,
la venganza deste agravio, etc.
Cei.. Bien se ve
que te burlas.
RoB. Celio, advierte
que si no se muere Elena,
la he de dai este disgusto.
Fab. Yo no sé si es justo o injtisto;
pero ya Lisardo ordena
su alma y su testamento.
RüB. En peligro semejante,
no será Elena diamante:
mudará de pensamiento.
Luc. Yo no veo entrar persona
que no imagine que es ella.
RoB. IJorando estará más bella.
Cei.. Mi muerte, señor, perdona,
qtie me pesa de andar muerto.
RoB. En viniéndome a rogar
Elena, se ha de tratar
del perdón y del concierto.
(Sale la guarda, Marín y Ijsardo.)
:\Iar. Aquí está Roberto.
Ijs. Entrad.
Luc. ¿Qué es esto? Señor, ¿qué veo?
Lisardo libre.
RoB. ¿Qué dices?
Sí, por vida de Roberto.
Lis. Date, Roberto, a prisión.
RoB. ¿Yo preso? Guardas, ¿qué es ésto?
Guar. Señor, esto manda el Rey.
RoB. ¿El Rey a mí?
Lis. Date preso;
quítdle, Marín, la espada.
RoB. ¿Hay mayor atre\'iiniento?
Hombre, ¿no sabes quién soy?
Mar. .Dame la espada, acabemos.
RoB. Guardas, tomalda vosotros,
pues aquí no hay caballero
a quien yo la pueda dar.
Lis. Roberto: yo soy tan bueno
como los que btienos son,
y mejor que ti'i.
RoB. No puedo
creer que pasa por mí
tal suceso. ¿Es sombra, es sueño?
¡Criados!
^L\. Ya los criados,
al uso del mundo, huyeron.
R ( )B . ¿No hay hombre a quí ?
M.VR. ¿Para qué?
Lis. Llevadle.
RoB. ¡Extraño suceso!
474
l.A LLAVli DE LA HONRA
(Salín criados delante; el REY, el Duque de Milán, la
Princesa I,eonor y damas, Elena y Helisa.)
Di'Q. Cuantas honras recibiere
Elena, (juiero que todas.
Princesa hermosa, me obliguen.
I'rin. Elena, mujer heroica,
merece por su virtud
que la celebre la historia
de las mujeres ilustres.
Rkv. I.as romanas, españolas
y griegas, laurel le rinden.
Ele. Bien conozco que os provoca
mi inocencia y ser el día
d.» \-uestras felices bodas.
El cielo, de quien confío,
ilustrísima Leonora,
os dé, por bien destos reinos,
larga sucesión dichosa;
que pues hoy junta a Milán
de Ñapóles la corona,
parece que darle quiere
lo que ha faltado hasta agora.
En mí tendréis una esclava
que esta merced reconozca
lo qut tuviere de vida.
Prin. Cualquiera merced es poca
para darle premio justo
a una acción tan virtuosa.
f Salín las guordas, Roberto, Marín y I.isardo.)
I,is. Aquí, señor, tienes pre.so
a Roberto.
l<\-.\ . Aun ver me enoja
lo que algún tiempo estimaba.
Ron. La inconstancia de las cosas
del mundo tendrá en mi ejemplo
una fábula notoria
de sus fáciles promesas,
de sus esperanzas locas,
y de que humildes principios
a ser lo que fueron tornan.
¿He sido yo, por ventura,
desleal? ¿Tanto te asombra
que un justo amor me enloquezca
por una mujer hermosa?
¿Soy el primero del mundo
que los ídolos adora,
donde tantos caiiitancs
y tantos sabios se po.stran
al po<k-r de un ciego rey?
¿He sido ingrato a tus obras?
¿He manchado tus grandezas
con traiciones alevosas?
¿No está presente la culpa
que mis delitos abona,
que puesto que es mi fiscal
quiero que agora interponga
su piedad como abogado?
Rey. Si ella por tu causa aboga,
haz cuenta que mi justicia
esta apelación te otorga;
yo no digo que no tenga
amor fuerza poderosa;
pero para amar, £e entiende,
no para intentar deshonras,
no para quitai las vidas;
pero nc quiero que pongas
culpa a amor ni a la fortuna,
que los que levanta arroja
del lugar donde los sube,
sino que de ti disponga
Lisardo; él te dé sentencia,
o piadosa o rigurosa;
él es tu juez, Roberto.
RoB. De juez que se apasiona
por una de las dos partes,
y que es nulidad notoria
ser también parte y juez,
¿cómo podrá ser piadosa
la sentencia de esta causa,
y más si la vara toma
en la mano del agravio?
Lis. Roberto, ley es forzosa
que la pena que me diste,
y más si honor me provoca,
esa misma te dé a ti.
RoB. Merezco muerte afrentosa;
mas juez que de la parte
en público se enamora,
como tú lo estás de Elena,
si bien puedes, que es tu esposa,
¿cómo puede ser juez?
Rey. Roberto, justicia sobra]
hoy has de morir.
RoB. Apelo,
en ejecución tan corta,
a Elena, mujer al fin,
cuyas virtudes adoriui
la piedad.
l'J.K. No te engañaste,
pues ICleiia te perdona.
RoB. Ik'so mil veces tus pies,
imeva Marcia, Julia y Porcia.
Rey. ¡Piadosa hazaña!
DuQ. Per ella,
JORNADA TERCERA
475
Rey.
mientras más la galardona
el Rey, mi señor, le doy
cuatro villas, y son pecas,
t-n mi estado.
Y yo a lásardo,
por sn casa generosa,
los títulos de Roberto.
Lis.
Dichosa, Elena, la hora
en que la mano te di;
pues prueba el fin desta historia
que el tener buena mujer
es la llave de la Jicnra.
!• I N
EL MAESTRO DE DANZAR
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA C A R P I ü (')
PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
Aldemaro, caballero.
Belardo, criado.
RlCAREDO, caballero.
Tebano, caballero.
Florela, dama.
Feliciana, su hermana.
LiSENA, criada.
Alberigo, viejo.
Cornejo, escudero.
Bandat.ino, caballero.
Julio y Antonio, r>-i'aí/os.
JORNADA PRLMERA
(Saleti Aldkmako, caballero, y Belardo, su criado.)
Al.l).
Bhi..
Al.D.
Bi:i..
Aun-.
A desnudarme comienza;
que segx'in me abraso y ardo,
no pongas duda, Belardo,
que a mil salamandras venza.
Quítame esta ropa luego,
que no ha menester vestido
quien desde el alma al sentido,
es todo rayos (2) de fuego
por cuyos caminos van
dos mil locos pensamientos,
que abrasados y contentos
materia a las llamas (3) dan.
Quita presto. ^;Qué me miras?
Miro el humo y no le veo.
Que juzga.»;, villano, creo
mis verdades por mentiras.
;Pms tanto fuego, .señor,
empc-zando agora a arcler,
sin humo .se puedo hacer?
Ivs fuego invisible amor,
es la esfera elementar.
íi) Ivl iiicíi>KV,ado del nKinu->cTÍti* anticuo es: »Coiii'
flia iKJiiiat-slrode tlaiK^arcniupuesla \h>t I, ope devela, (i
k'iir;i.s, MK'uientes. — Aldeitiaro, Kal.-iii — Inlardo su criado
Kkardo, i>riiiio suyo—.MÍK-riKo, hiejo— ílon-la, dama
fcikiana -mi hermana Truano K^lan — bancUilino ^alaii
Juli<» hu criad') — coracjfi c!*cu<iero - lim-na tTÍada— .\ii
droni» criadrx.
(.:) l-'n el imprcno •llaiiiaite.
()) Mn id. •nlino'w.
BELA.
Al.DK.
BEL A.
Al.DE.
BEI.A.
Al,DE.
BlU.A,
-Xi.i.i;.
a nuestra vista invisible,
donde llegar no es posible,
menos que sabiendo amar.
Y eso basta a persuadirme.
Tú no ves que es luz secreta,
que en algunos es cometa
y en otros estrella firme.
¿Cómo?
Que en unos se acaba
y en otros dura en eterno.
Tierno vienes.
Y más tierno
([ue en Lerín rebelde estaba.
El fuego en que me consumo,
aunque me mata en secreto,
tiene en su exterior efeto,
luz, sonido, aumento y humo.
Luz en los ojos, que forman,
con otra luz, y reflejos
del alma, que aunque están lejos,
como espejos del sol forman.
Sonido en la voz, que cuenta
sus quejas, y aumento en agua,
que .'■i se mata, .se aumenta.
Y el humo que no se vía
en los suspiros le vierto.
Digna es d? saber, por cierto,
tan nueva filo.'-ofía;
jHTo estás muy adelante
])ara primera lición,
l'.s ciencia infusa y pa^iun
a nn'lagro semejante.
Hoy, en la .sortija y fiesta,
vi h Morela con su hermana
JORNADA PRIMER.'
477
como suele la mañana,
de varias nubes compuesta.
Y entre uno y otro arrebol,
blanco, azul y carmesí,
la estrella de Venus vi;
mas, ¿qué digo?, el mismo .^ol.
Bki.a. Aunque tu amor me perdone,
¿cómo el alba ser podría,
que oí cantar que salía
al tiempo que el sol se pone?
Ai,DE. ¿No ves que son los luceros
d'- la mañana y la tarde?
Bei.a. ¿Cuál dellos te abrasa y arde
con rayos de amor tan fieros?
Alde. ¿Xo te digo que Florela
ms ha robado el corazón?
Bei.a. Aunque es loca tu pasión,
se^ poíible me consuela.
Que la otra hermana hoy se casa,
por quien la fiesta se ha hecho.
Ar,DE. Kl alma, el sentido, el pecho
amor por Florela abraca.
Mas dime: ¿dónde quedó
Ricaredo?
Beea. Vesle aquí.
(Salí' Ricaredo con una máscara en la mano, bolas y
espuelas de brida.)
Rica. Buen ahijado llevo en ti.
Aede. y en ti buen padrino yo.
Rica. Perdíte, por Dios, de vista
entre caballos y gente.
Aede. Yo me perdí juntamente
de vista por otra vista.
Rica. Pues ¿por qué no me buscaba?,
si de las fiestas salías?
Alde. Porque cuando te perdías
más perdido me dejabas.
¿Qué hubo?
Rica. Fué largo el cuento.
Aede. ¿Cómo?
Rica. Premios e invención.
Ai,DE. ¿De fuera?
Rica. Los más lo son.
Ar,DE. ¿Quién eran?
Rica. Escucha atento.
Luego, famoso Aldemaro,
que diste el precio a Florela,
hermana de Feliciana
y del firmamento estrella,
aquella Florela en flor,
que en la primavera bella
de sus años hace al mundo
rico del fruto que esj)era,
un tropel de aventureros
a entrar por orden comienzan,
hurtando a las aves plumas
y al pensamiento libreas.
El hijo del condestable
bizarro a las fiestas entra
en un overo andaluz,
larga cola y clines crespas.
Sobre un húngaro pajizo
claveles de nácar siembra,
con unas muertes de plata
que los claveles enredan.
Las letras que arroja al vulgo
a'í declaran su pena:
«Tal fruto da la esperanza
que de tal campo se espera.»
Presentóse a los jueces,
y dando vuelta a la tela,
se conciertan los padrinos
y corre un hilo de perlas.
Bien pasa el mantenedor;
pero con mayor destreza
sale de Lerín el conde,
lindo bridón, lanza y fuerza.
Saca el brazo al requeriUa
y ans-í la apunta derecha,
que, al poner la lanza en ristre,
halló la sortija en ella.
Pasaron las otras dos,
o tocadas, o tan cerca,
que ya le daban el premio;
pero faltóle una espuela,
que a la fuerza del picar,
cu medio de la carrera,
cayó a los pies del caballo
rota una blanca correa .
Dio el precio el mantenedor
a una dama aragonesa,
V sosegóse el aplauso;
y entrando gente a las fiestas.
Eran dos santas viudas,
blancas tecas, sajías negras,
con des rames que salían
de en medio de las cabezas.
La letra que traen dice
y la que el padrino nmestra:
«Verde está de dentro el alma,
aunque la corteza seca.»
FvUtró un galán peregrino,
con su túnica de jerga
y en un sombrero francés
imágenes y veneras.
478
EL MAESTRO DE DANZAR
Diez lacayos peregrines
por padrinos, dan por letra:
«A ofrecer voy a un milagro
estas rompidas cadenas.»
Luego entraron dos pastores,
y éstos Dor padrino llevan
al ani^^ flechando el arco
una pastora de piedra.
«De allí \-uelven a nosotu l»,
dice la letra, sus flechas,
que por el pecho traían
con un artificio puestas.
l'n alférez de Pamplona
entró sobre una alta peña,
vestido de verde todo,
ropilla y calza tudesca.
Asido a im laurel venía
con una letra discreta:
«D2 aquí tengo de caer
si esla esperanza se quiebra.»
F,ntró luego un arriero,
que en un macho de su recua
traía al amor por carga,
con sus alas, arco y venda;
la letra deste decía:
«Tanto aquesta carga pesa,
que vengo a correr aquí
por ver si puedo perdella.»
Corrieron todos, en fin,
y por remate de fiesta,
seis moros entran gallardos,
de morado, a la jineta;
lanzas de juego de cañas
con encamadas banderas,
como si fueran de mimbres,
juntan, levantan y juegan.
Corrieron de dos en dos,
dieron sus letrss y emproas,
y mudándose a la brida,
al mantenedor esperan.
Corrieron bien, y entre todos,
en gala, destreza y fuerza
se señaló Bandalino
como galán de I-'lorela.
De la letra «lieron premio
al alférez de la peña,
que ansí dicen que era el nombre
de su dama y de su empre.'-a.
Al hijo del G>ndestable
de galán, con razón, ])rcniian
y de mejor hombre de amias
el mantenedor le lleva
Con estr) f|ii((l,-i (I ji.iIciKjiK
solo y las ventanas quedan
sin Florela y Feliciana,
llorando del sol la ausencia.
Al.DK. Hubiera holgado de verlo.
Rica. Pudieras, aunque vestido.
Ai.DE. Mal pude, estando perdido,
no procurar conocello.
Salí por ver si en ausencia
de ese sol me resfriaba;
pero hallé que me abrasaba
con más rigor que cu presencia.
Rica. ¿Qué sol?
Ai.DK. lÍ5e que ti'i nombras.
Rica. ¿Florela?
Ai.DK. P'lorela, pues.
Rica. Luego para ti lo es.
Ai^DE. Y entre mil noches y sombras.
Rica. ¿Haste enamorado?
Alde. Sí.
Rica. ¿Agora?
Aldk. Kn este momento.
Rica. ¿Y es mucho?
Ai,DK. T^n gran pensamiento,
que ha de dar cabo de mí.
Rica. Ahora bien; Belardo, ensilla
y volvamos a Lerín;
quizá su amor tendrá fin.
Bi-i.A. Y no será maravilla,
cjue de años suele olvidarse.
¿Tengo de quedar yo aqin'
con los caballos?
Rica. Ti'i, sí,
y Andronio puede quedarse,
que bien será menester;
ya al regalo tengo miedo.
Ai.Div Enríllale a Ricaredo
aquel cuartago de ayer,
y vayase norabuena,
que yo aquí me he de quedar.
Rica. F's eso gana de hablar.
-Al, di:. Xo, sino de andar en pena.
Rica. Xo demos en disparates,
sino vamonos de aquí.
Ai. di:. ¿lie de resolverme?
Rica. Sí.
-Al.Di':. Pues no .'■aldré, auntiiu- me mates.
Rica. íQu^' harás?
-Al.DK. Servir a l'lorelíi,
fjiie aquí me ha de hacer amor
más vecino y morador
(jue íi naciera en Tudela.
Rica. ¿Xo ves que eres pobre hidalgo,
señor di- un pobre solar?
JORNADA PRIMERA
479
Aldk. Xo me quiero yo casar.
Rica. ¿No?: ¿pue.s qué?
Aldk. Servirla en algo.
Rica. ¿Cómo vivirás aquí,
si apenas en T^erín puedes?
Ai.DK. Amor suele hacer mercedes,
V es buen señor para mí.
Rica. Veniste ayer de la gtierra
con un arcabuz quebrado
V un calzón acuchillado
V no al uso desta tierra.
Una pluma y una espada,
cubierto el oro de orín,
una viento y otra, en fin,
que fué de oro y ya no es nada.
Y viniendo aquesta fiesta
con caballos emprestados,
quieres sustentar cuidados
de una dama como ésta.
Volvámonos a Lerín,
que vienes mal enseñado
de Flandes al regalado
convite, paseo y festín.
Alde. ¿Que nos volvamos? Ya digo
que no saldré de Tudela
hasta que goce a Florela.
Rica. ¿Quién es su padre?
Ai,DE. Alberigo,
caballero rico y noble.
Rica. ¿Y cómo la gozarás?
Alde. El ingenio puede más
que no la riqueza, al doble;
industria me ha de ayudar.
Rica. ¿Qué industria?
Ai,DE. Sabrásla agora.
Rica. Si hablando el mal se mejora,
habla y no ceses de hablar.
Ai,DE. Cuando en Xápoles estuve
aprendí a danzar.
Rica. Pues bien...
Ai,DE. Fué con extremo, y tan bien
que, aunque español, fama tuve.
Rica. ¿Qué tiene aquesto que ver?
Ai,DE. Poder en su casa entrar
para enseñar a danzar.
Rica. Demonio debes de ser.
Ai,DE. Xo siendo aquí conocido,
¿qué dificultas?
Rica. Que des
más ocasión, que eso es
a ser menos bien nacido;
que si ese oficio ejercitas
3'a pierdes de tu nobleza.
Alde.
Rica.
Ai, DE.
Rica.
Alde.
Rica.
Alde.
Belar.
Alde.
Belar.
Alde.
Bela.
Antes a la gentileza
la mayor nobleza quitas.
¿Qué pluma, aguja o pincel
me ves tomar en la mano?
Que es oficio es caso llano.
Ni aun tiene que ver con él.
¿Sabe el Rey, sabe la dama
pintar, ve stir o coser,
sabe cortar o tejer
o cuanto oficio se llama?
Xo lo sabe.
Pues advierte
que todos saben danzar;
luego no se ha de llamar
quien lo enseña de esa suerte.
TvO que han de saber por fuerza
cuantos nacen, no es oficio
ni mecánico ejercicio.
Amor tu disculpa esfuerza;
y pues estás obstinado,
no quiero contradecirte,
porque es querer persuadirte
predicar en despoblado.
Ven 3' entenderás tú ofensa,
qiie tu amigo y primo soy.
Agora sí que te doy
mis brazos en recompensa.
¿Qué haré de aquestos caballos?
Ven, que apenas sé de mí.
vSi no han de danzar aquí,
podrás conmigo enviallos.
Pues con alas más pesadas
ha de danzar mi esperanza.
Pues plegué a Dios que esta danza
no venga a serlo de espadas.
(Salen Tebano, Feliciana y Florela, sti hermana.)
Feli.
Muy tierno me requebráis,
no sé si ansí lo sentís.
T5:ba. Si eso de veras decís,
advertid que me agraviáis;
cjue desposado de aj'er
y de hoy casado, no es justo
que pongáis dnda en mi gusto
si en vos no le puede haber.
Quien oyere que no siento,
dirá c[ue no he conocido
el mucho bien que he tenido
por falta de entendimiento.
Y desto testigo es Dios,
mi alma, y línico bien,
que no os conocéis tan bien
como vo os conozco a vos.
48o
EL -MAESTRO DE DAXZAR
FXn.
Fei,i
Vi.'
Fívi.i.
Teba.
Albe.
Teba.
Ai.be.
Tm'.x
\f F<
Teíía,
Porque en mí podróis mirar,
libre de veres en mengua,
que soy espejo con lengua
a quien poiléis preguntar.
Preguntad íi estáis hernio.=a,
.«i tenéis gracia y donaire,
brío, gentileza y aire,
si estáis de mí sospechosa,
que veréis cómo os re.sponde
el espejo del sentido.
Tierno estáí para marido,
eso a galán corresponde;
ya me tiene Feliciana
de \'uestro amor envidiosa.
Y a rm' de que estéis hennosa
por tan grande extremo, hermana,
cuyas bodas querrá Dios
que las veamos muy presto.
Mil deseos me habéis puesto
de veros querer los dos;
mas por agora bien basta
lo que a mi padre le cuestas.
Qué palabras tan honestas,
pre'sume agora de casta.
(Sale Ar.BERiGO, viejo.)
Bien venido, amigo, seas, (i)
Bien habéis entretenido
los que a veros han venido.
Que me han enfadado creas.
Como no hubo quien danzase,
cesaron los instrumentos.
Cuando no partan contentos,
basta que yo lo quedase.
Fxtraña ley de las bodas,
bien fuera de justa ley,
que la del villano y rey
por fuerza se baila en todas.
Muérase ya el desposado
por sólo irse acostar,
y quiere el otro bailar
muy necio y regocijado.
Baila y danza allá en tu casa
hasta que el suelo se hunda.
De la costumbre redunrla,
por quien todo el mundo pasa;
que como es acto festivo
no .se puede cele])rar
sin danzar y sin l)ailar.
Gusto de vítIo t... iiu.
(i) Rn rl manuscrito t-^t. vn.., .^m -n-iiuiicln por
otro «|uc en fxica de rdidana, dice »cn «pu- liif-n [ rnic ¡ lo
jjero no se ha de estorbar
de mayor gusto el efeto.
Fki.i. Como es Tebano discreto,
quiere a las des disculpar;
que por tu recogimiento
no lo habemos aprendido.
Ar.BE. Falta de maestro ha sido
y sobra de encogimiento.
Hoy he visto que era justo,
y harto arrepentido estoy,
que os juro a fe de quien soy
que me diera extraño gusto;
que a las demás damas vi
con el brío y la destreza
acreditar su belleza
}• hacerla mayor ansí.
Teba Verdad es que es el danzar
el alma de la hermosura,
que más que el rostro procura
persuadir y enamorar.
Que aquel ágil movimiento
muestra con mayor efeto
un sentimiento secreto
que nos muestra sentimiento.
Feij. Tiene Tebano razón,
porque hace hermosa la fea,
y a la herniosa que lo sea
con nu'cha más perfección.
Buenas estamos las dos,
muy feas, y sin sabel'.o.
Fi,o. No es tarde para aprendello,
mi señor, si queréis vos.
Albe. a tus bodas, mi Florela,
no les pondrán esta falta;
por lo meno.«, baja y alta
aprenderás.
Fi.o. Danzaréla,
y lo demás que quisieres;
porque en la conversación,
son las que no danzan son
retratos, y no mujeres.
V ansí, cuando en estas fiestas
no salen luego a danzar,
cdlgadas habían de estar,
que no en el estrado puestas.
Imi.i De nn' te sé yo decir
í|ne estoy corrida en extremo.
1 in A(]uí los que danzan temo.
y (jue mi- lian de hacer salir;
y ansí me transformo en e.*^ to,
que nie han salido colores.
.\l.liE. ¿Y qué importa (|ur lo ignores
si lo has de salur tan ])resto?
JORNADA PRIMERA
481
(Sale Cornejo, escudero, a lo gracioso, y dice:)
Cor. Si acaso queréis cenar,
ya está todo apercibido.
Tkba. ¿Toda la gente se ha ido?
Cor. Poca debe de quedar.
Ya el Conde Albanio se fué.
Ai.BR. ¿Cuándo se piensa partir?
Cor. Mañana entreoí decir.
Teb.x. Bien corrió.
Fei.1. Gallardo a fe.
Ai,BE. Perdió precio.
Fi,o. Por la espuela;
pero el de hombre de armas tuvo.
Cor. Basta que en tu dicha estuvo.
Ar,BE. ¿Cómo?
Cor. Diósele a Florela.
Albe. ¿Quién queda en la sala?
Cor. Pocos,
y éstos ya se hubieran ido;
pero dicen que ha venido
un emponedor de locos.
Ai.BE. ¿Cómo emponedor?
Cor. Maestro
destos que dan en danzar;
que hasta allí puede llegar
de galán, airoso y diestro.
Albe. ¿De dónde dicen que vino?
Cor. De Aragón.
AXBE. ¿A qué?
Cor. a estas fiestas.
Teb.\. a no estar las mesas puestt .«,
te pidiera un desatino.
Albe. ¿Oueréisle ver?
Teba. Si te agrada.
Cor. Haz las locuras que .sueles,
que se enojan los manteles
y se enfría la ensalada:
cena, y ver ele yo luego.
Fei.1. Por mi vida, que ha de entrar.
Cor. Querrás agora danzar
con mucho espacio y sosiego.
¡Oh, lleve el diablo el borracho!
(Vase Cornejo.)
F1.0. Llamadle presto.
Teba. Ya se fué.
Fei.1. Parece que le envié
con mi venganza un despacho.
F1.0. A lo menos con la mía,
de que tan ccr'-id^ estoy.
(Salen Aldemaro (i) , Belardo y Cornejo.)
(i) El impreso, quizá por errata, le llama siempre
«Aldemoro.»
Al.DE.
vSaben ya, amigo, quién soy.
Cor.
Y que la cena se enfría.
Ai,DE.
Si para serviros valgo.
a serviros he venido.
Teba.
Galán.
Flo.
Bizarro.
FEI.1.
Escogido.
Ai.be.
Y presencia de hombre hidalgo.
F1.0.
Extremado, aunque pequeño.
Feu.
¡Qué diestro debe de ser!
Ai.de.
¿He de hablar, he de saber
en presencia de mi dueño?
Ai.be.
¿De dónde sois?
Ai.de.
De Aragón.
Ai.be.
¿De qué lugar?
Ai,DE.
Del que goza
mayor fama.
Albe.
Es Zaragoza.
Alde.
De allí mis abuelos son.
Ai.be.
;Y adonde habéis aprendido?
Ai.de.
En Italia, donde fui
muy niño, y esto aprendí.
que por oficio he terido;
bien que a todos diferente,
y de muchos desigual.
porque a gente principal
doy yo lición solamente.
Teba.
Muy bien se echa de ver.
Flo.
Cierto que parece noble.
Alde.
Y vos a mí hermosa al doble.
y más ángel que mujer.
Feli.
¿Qué danzas sabéis?
Ai.de.
]Muy muchas
sé una francesa nizarda
y sé una bella gallarda.
(Aparte.)
menos que tú qu.e me escuchas.
Feli. ¿Xizarda? ¿Qué danza es ésa?
Ai.DE. Del instrumento estoy falto:
cabriola, abrazo y salto.
Feli. ¿Cómo abrazo?
Alde. A la francesa;
(Aparte.)
(y cual os le diera yo
a la española, mi bien).
Flo. Esa gallarda, ¿es también
francesa?
Alde. Señora, no;
es navarra, y de Tudela;
(jiie así la suelo llamar,
y aun estuve por nombrar
que es la gallarda Florela.
31
482
EL WAESTKO DE DANZAR
Flo.
AUDE.
Flo.
Alde.
Plo.
Alde.
Fu>.
Alde.
Cor.
Teba.
Cor.
Teba.
Cor.
Teb.
Feli.
Cor.
Teba.
Fell
Alde.
Fix).
Alde.
¿De aquí cs?
Digo que sí,
V vo soy de aquí también;
aunque el temor de un desdén
me tiene fuera de luí.
Traijío una buena pavana,
que en mudanzas he tañido;
mieva y diferente ha sido.
¿De dónde es?
Napolitana.
Danzo también un furioso,
V más si es temor celoso
el instrumento forzoso.
Por mi vida, que es donoso.
\"aL'nciana es esta danza.
Verdad, ¿danzase en Valencia?
Es danza de penitencia,
cuando falta la esperanza.
Porque le faltaba a Orlando,
le llamaban el furioso.
¿Leístelo?
Y que celoso
la fué desnudo buscando.
¿A quién?
¿A quién? A Marfisa,
que estaba loco por ella.
Era Angélica la bella.
De jalde, es cosa de risa.
Angélica, no, señor,
que esa a Leandro (i) esperaba.
cuando por el mar buscaba
templanza a su fiero ardor (2).
auníjue pienso que ésta fué,
Semírr.niis o Lucrecia,
la que se mató tn Venecia.
Bien sabe la historia a fe.
¿Danz.áis tonieo?
Y ami sortija;
y aun en la de hoy, por mi mal.
Mas premio tan celestial
bien es que me anime y rija,
líse habernos de aprender.
V eso os quiero yo enseñar;
porque en sólo el tornear
consiste el mayor placer.
t,'na alemana es nniy buena,
y un pie de gibao sin falta;
y una alta, pfjrque es muy alta.
Flo.
Aldk
Cor.
Alde.
Teba.
Albe.
Teba.
Flo.
Alde.
Feli.
Aldk.
Cor.
Albe.
Aldk.
Albe.
Fel.
Flo.
Fell
Teba.
Albe.
Cok.
Aliii:
(i) Kn el Impreso «Orlanílo» j>or rrrata; pncs lo (|ue
K í|uicrc hacrr ver cu »|ue el cVTjdero cuiifiinde los do»
fábulas y toda» la» que tucncionn.
(3) Kn el impreto tticrno ainor*.
Bkla.
Aldií
Bela,
Aldi:
¿Ouién?
La ocasión de mi pena;
de quien suena iba a decir,
que el tañer llaman sonar
en Italia.
¿Y al cenar?
Tener y saber pedir.
Eso del pie de gibao
es extremado.
¿A qué fin?
Para cualquiera festín,
conversación y sarao.
La baja le hace ventaja.
I.,a baja os ensañaré,
aunque no sufre mi fe
imaginar cosa baja.
Bailes hay mil entre todos,
la morisca, y mil tocados.
¿Y en la cerdaña?
Extremados,
con lazos de varios modos.
Mirad que ya vuelve gente,
pensando (jue lia.béis cenado.
Maestro, seáis bien llegado;
la casa y trato os contente;
que como en ella os halléis,
no os pesará del partido.
Que vos quedéis bien servido
por galardón me daréis.
Entremos.
Vamos, Florela.
Dale la mano a Tebano.
Esta derecha es su mano.
¡Hola, una hacha!
Anda.
Trr.eréla.
(Vansc y salen Ai.demaro y Belardo.)
Hablé, vi, gocé, sentí,
estuve, miré, llegué,
viéronme, habláronme;
fué verdad que hablé y que vi.
Belardo, ¿qué te detienes
que albricias no me has pedido?
¿De c|né Indias has venido
o (|ué cambio en Madrid tienes?
¿Xo basta esta gloria .sola?
De maestro de danzar,
¿qué albricias me puedes dar,
si no es una cabriola?
-Vnda, cjiíe no es tanto el bien
í|ue tanta fic.'-la merezca.
Cuando no le lo parezca,
no i'S liii-n (|ui- culiJa U' den.
JORNADA PRIMERA
483
Que 110 son ojos humanos
dignos de ver y entender
la inmensidad del placer
que ha puesto amor en mis manor
¡Oh, venturosa pasión,
que al primer dolor alcanza
un género de esperanza
qvie parece posesión!
Ya estoy en casa, Belardo;
ya sirvo, ya vivo aquí.
¿Xo es alto principio?
BEr,A. vSí;
pero el fin, señor, aguardo:
que la bienaventviranza
nunca se sabe hasta el fin.
(Salen Bandalino y Julio.)
Jur<. Junto ¿i\ hvierto, en el patín,
que más fresco viento alcanza.
Ban. ¿Que allí las mesas pusieron?
Jui.. Allí cenan y allí están.
Ai,DE. ¿Q^-é gente es ésta?
Bel A. vS:rán
los que a las fiestas vinieron.
Ai.DE. Galán es el embozado,
bravo brío y talle, ¡oh, cielos!
BE1.A. Ya tocan al arma celos.
Alde. Soy de amor nuevo soldado;
y como nuevo en amor,
y a quien tanto honor obliga,
cualquiera sombra enemiga
me aflige y causa temor.
Jui.. Gente, señor, está aquí.
Ban. ¿Podremos saber quién pasa?
Alde. Criados somos de casa.
Ban. ¿Criado vos?
Ai,DE. Señor, sí.
Ban. ¿Quién?
Alde. Un nuevo recibido,
que hoy ha llegado al lugar:
soy maestro de danzar.
Ban. Vos seáis muy bien venido,
que habéis sido deseado;
que, en efeto, en casa estáis.
Alde. Para que de mí os sirváis,
soy desta casa criado.
Ban. Yo os serviré con los ojos
por sólo que en ella os viera,
cuando otra ocasión no hubiera.
(Habla, entre si, Aldemaro.)
Alde. Ya son cieitos mis enojos;
o 30 soy mal adivino,
o tiene en casa afición.
Ban. ¿De dónde sois?
Alde. De Aragón.
Ban. Para mi bien, Julio, vino;
este será mi remedio.
Alde. Y este será mi dolor.
Ban. Ya de mi amor y te mor
está la esperanza en medio.
Alde. Ya, señor, que habéis sabido
quién soy, suplico digáis
quién sois vos, por cjue seáis
de mi persona servido;
y si sois deudo de casa,
será justa obligación.
Ban. Deudo soy por afición,
que hasta la sangre me abrasa;
y pues que su fuego vivo
con mi iangre se ha mezclado,
parentesco hemos firmado:
sangre doy, fuego recibo.
Alde. Siendo de amor, es sin dvida
que la más pura que tiene
vuelta en espíritu viene,
que la sangre en fuego muda;
pero si amáis, cerca estáis
ele parentesco seguro.
Ban. Esto, maestro, procuro,
en mi pensamiento habláis;
discreto me parecéis.
Venid acá, llegaos aquí,
si queréis saber de mí
lo que del alma sabéis.
Bien parecéis cortesano,
y que el mundo habéis corrido;
quiero hablar como el herido
con el diestro cirujt.no.
Y no tengáis a locura
que os descubra mi dolor,
porque la llaga de amor
hablando en ella se cura.
No a vos, que así me entendéis,
pero a las piedras, querría
decir esta pena mía.
Alde. Hablar seguro podréis,
que os certifico, señor,
que siento vuestra fatiga
como la propia, y me obliga
no menos celoso amor.
Habla muy bien el soldado
con el soldado también,
y no menos habla bien
con el pasante el letrado.
El esclavo y el cautivo,
el navegante, el piloto.
484
i:l maestro dií danzar
hablan bien cumpliendo el voto
á^ A-'j; -1 y d -I m ir esquivo.
F,l qu ^ lia tenido ;il>íún nial,
el que el misniD tuv.i o tiene,
hablar con mi; g.jsto viene,
y al fin iij.ial co:i iír.nl.
Amo: fi am.ii5, lloro, y muero
si vos lloráis y morís;
siento lo (jue vos sentís,
y lo que esperáis espero.
Decid el estado en que estáis,
como a quien le pesa del.
Bax. ¿Quién dn la penaiido en él?
Mas bien es que me digáis
^*uestro nombre.
A 1. 1)'". Yo ni.> llamo
Alberto.
Bax. Pues, maestro All)erto:
de¿de este punto Ob advierto
qu? a Florela adoro y amo.
Al!'.': An.sí, ; Florela no es
la dama que l¡oy se casó?
Bak. Qu ^ no, Alberto.
Ai.DK. ¿Cómo no?
(Habla entre sí.)
Yo os pondré el lazo a los pies.
Bax. i, a casada es Feliciana.
Alde. Ah, sí, Feliciana, erréla;
que a estotra llaman Florela,
y es de Feliciana hermana;
y aim con ello viene bien:
quercisos casar con ella.
B.VN. Quién pudiera merecella
y ser su esclavo también.
Ar.DE. ¿Así que esto pretendéis?
¿Cómo (js llamáis?
f^-^N' Sandalino.
• I i<ií. Srjis muy noble y sois muy diño
del ángel que pretendéis.
li-^N'- Si no es saber bien querer
subir Alb.'rto a su cielo,
esa ep mi fe, temo el suelo
si me dejase caer.
.Vístela esta tarde'
Al.DK Sí.
B.v.v. ¿Xíí estaba hermosa?
Ar.üK. De suerte.
que de los hombres la nmerte
transformada en ángel vi.
Ivra adelfa venenosa,
era acíbar con veneno,
era en la mar .sol sereno
y una sirena engañosa.
B.\x. Alberto, un precio le di
por diosa de la hermosura;
fi soy Paris en ventura,
3'a en premiarla Paris fui.
Déme Amor, pues se lo ruega
un alma tan amorosa,
por premio la misma diosa,
que no quiero reina griega.
Ai.DE. ¿Quí^ es agora vuestro intento?
Ban. Servirla.
Alde. ¿Xo más?
Bax. ¿Xo sobra
poner un hombre por obra
tan altivo pensamiento?
Alde. ¿Lii:go antes que la pidáis
por mujer queréis servilla?
Bax. Quiero obligalla y rendilla.
AiyDE. Vuestro pleito aseguráis;
que sabiendo que es su gusto,
no es mucho ( i) que el vuestro cuadre
cuando la pidáis al padre,
y que corresponda es justo.
Yerra el hombre que se casa
en duda de ser querido
y de quien no es conocido
quiere que mande su casa.
Mas ¿qué habéis hecho o hacéis?
¿Conóceos?
Bax. Mi pena sabe.
Alde. ¿De qué?
Bax. De un mirar suave.
Alde. ¿X"o la habláis cuando la veis?
Ban. Los ojos, que son parleros
de los secretos del alma,
con una suspensa calma
le dicen mis males fieros.
Alde. ¿Luego no ha habido papel
ni hablar de noche?
Bax. Ansí, an.sí.
Alde. ¿Qué es ansí?
Ban. Que hoy le escribí
y dije mi pena en él.
Alde. ¿Hoy? ¿Cómo?
Bax. Gané mi estuche,
y donde van las tijeras
metí un papel.
.\LDic. iQii-' «-'"íto quieras,
(A parte.)
aiUí^r, (|uc peiiaiií'o c: ruche!
Ban. \' a.rsí. en la lanza, K' di.
(i) I'"ii c-1 iii;\iniKcrilf) íii'» diidot.
f
JORNADA PRIMERA
485
Al,DE.
Ban.
Ai.de.
Ban.
Ai.de.
Bei,a.
Al<DE.
Ban.
Al,DE.
Ban.
En igual extremo t^ieiito (Ap.)
invención y atrevimiento.
¿Y esperáis respuesta?
Sí;
que no m? ha mirado mal
en la sortija esta tarde.
(Pues aquí el alma no arde,
perezca lo que es mortal;
bien parece incorruptible
V hecha a imagen de los cielos,
pues el fuego destos celos
no le acaban, ni es posible.)
También hoy, Alberto, en misa,
entre otras damas bizarras,
tomando el preste las arras
me volvió a mirar con risa,
como quien dice: «¡Ojalá
que a los dos también sirvieran!»
(Y que la muerte me dieran,
que a Craso '^i) infamando está,
no por codicia del oro,
mas por envidia del bien;
ojos, no lloréis por quien
injustas lágrimas lloro.
Florela está enamorada;
Bandalino está encogido;
tarde, amor, hemos venido;
tomada está la posada.
Xo estaba el oro en la mina
aguardando mi azadón,
la libre garza mi halcón
ni aun pastor piedra tan fina,
ni al más humilde del suelo
cielo tan alto y divino,
que 3'a son de Bandalino
oro, garza, piedra y 2Íelo.
Ssñor, ya se alzan las mesas,
mira si hemos de cenar.
Tú lo piiedes procurar,
que son tus bajas empresas,
y déjame solo a mí.
Alberto, ¿de qué estás triste?
Desto que aquí m2 dijiste.
Pensando qué haré por ti
sería bueno traer
de ese papel la respuesta.
Como la respuesta desta
podrás mi gloria entender.
Si el mundo que el Macedón
ganó, por llamarse Magno,
üiviera agora en la mano.
(i) En el impreso «acaso» por errata.
te diera en esta ocasión.
Haz esto, y esto te doy
en albricias.
Al<DE. Ellos salen;
si aquí hechos no me valen,
cuanto al amor, muerto soy...
(Salen Florela, Feliclana y lyiSENA.)
Feli. Fuese, en efeto, acostar
nuestro galán de hoy casado.
Fr.o. O es cansancio o es cuidado.
Feli. Quiso a mi padre imitar.
Flo. ¿y no te pidió consejo
o, por lo menos, licencia?
Feij. ¿Piensas tú que hay diferencia
de ua hombre casado a un viejo?
Fr.o. Es muy nuevo para ser
tan viejo como le pintas.
Feij. Dame, Lisena, esas cintas.
Flo. ¿Cintas? ¿Qué quieres hacer?
Feli. De la pesadumbre y gente,
si no es del tocado 5' rizo,
me deshago y martirizo
y quiéreme atar la frente.
LiSE. Ves aquí las cintas.
Feij. Muestra.
^luy largas han de quedar;
trae me con qué las cortar.
Flo. Xo estás en lazadas diestra.
Feli. Es mucho para lazada.
Flo. Así Dios me guarde, amén,
que no me acordaba bien,
o estoy dormida o turbada,
que el estuche traigo aquí
que Bandalino me dio.
Feli. Ya vi qiie él mismo le ató
y que habló al padrino vi.
Saca las tijeras.
Flo. ¡Ay!
Feli. ¿Histe cortado conellas?
Flo. Xo; pero en ^u lugar dellas
me ha cortado lo que hay.
Feli. ¿Qué hay?
Flo. Salte allá, lacena.
LiSE. ¿Ya no te fías de mí?
Flo. Más bien puede estar aquí,
que esto no es culpa ni pena.
Feli. ¿Es papel?
Flo. ¿Pues no le ves?
Feli. Buena invención de escribir.
Flo. Sí; pero no la advertir
mucho atrevimiento es.
¿He de leelle o ra.'-galle?
486
KL MARSTRO DE DANZAR
FEU.
l-UO.
Fei.1.
F1.0.
Fhi.i.
Fu>.
l'iii.i.
Flo.
Fki.i.
Flo.
Feli.
F1.0.
Feli.
Flo.
i-i:m.
ii.o.
I- KM.
1 r.i.i.
¿Para conmigo invención?
Aprendiste la lición.
¿Piensas que debo de amalle?
Piénsolo, y pienso verdad.
Mejor Dios me guarde, ai.nén.
¿Luego no le quieres bien?
No, pues tengo libertad.
Anda, que principios son;
así amara yo a Tebano,
que hoy le di el alma y la mano
y ayer vino de León.
¿Cuánto es mejor que te cases
con (juien amas desde agora?
Y más que el hombre te adora,
y no es razón que le abrases.
¿Qué te han dado por hurtar
el oficio a Celestina?
Tú. Florelív, lo adivina;
quisiera estar por casar.
Xo hables delante de ésta,
que es por extremo chismosa.
Ya es la desdicha forzosa
y la verdad manifiesta;
a Tebano, que no amé,
¿qué amor tendré de hoy casada?
Xo más de estar obligada
al >T.igo con firme fe.
Casamiento por concierto
todos dicen que es mejor,
porque siendo por amor
dicen que el dolor es cierto.
Es mentira conocida,
de que, por mi mal, te aviso,
que lo que una vez se quiso
agrada toda la vida;
y al fin es cumplir un gusto,
que en sólo el verle llegar,
hará que cualquier pesar
se tenga después por gusto.
Confieso que ho}' agradezco
a Bandalino el amor;
mas paréceni'j mejor
otro a quien peor parezco;
y aun creo que «k-cir puedo
que ni bien ni mal.
¿Por fjué?
No sé si lo diga, a fe.
¿Qué es la cau.sa?
Tengo miedo;
pero esto no te lo digo,
¡xirque es amor ni ha de ser,
que es .«.ólo un buen parecer.
¿Ivnigmas habla.s conmigo?
l'ix). • Que me parece mejor
que Bandalino he querido
decir; pero no he sabido.
Feli. ¿Que esto no es tener amor?
¿Quién es? Acaba de hablar.
Flo. ¡Oh, qué risa se te ofrece!
Feli. ¿Y quién mejor te parece?
Flo. El maestro de danzar.
Feli. ¿Quién?
Flo. Aqueste aragonés
que vino agora.
Feli. ¿Estás loca?
Flo. Xo erró el alma, habló la boca,
castigo es bien que me des.
Feli. Xo digas ya desatinos,
sino responde al papel.
Flo. Veré lo que dice en él.
(A hrc el papel.)
Feli. Veamos.
Flo. «Ojos divinos...»
Que tengo divinos ojos.
Feli. Di adelante.
Flo. «Si esto ha sido
atrevimiento, yo os pido
que no venguéis los enojos,
sino mirad con pie<lad
el alma pura y sencilla...»
Feli. ¡Quien ama cómo se humilla!
Flo. Eso es si dice verdad.
Feli. Todo esto me perdí
por no casar por amores.
I Flo. Excusarás los dolores
de la que se casa ansí.
Feli. Ya te tengo respondido
qve no hay contento perfecto
sin deseo cuyo efecto
larga esperanza ha tenido.
De golpe no tiene gusto
ningún bien ni sentimiento,
y más el de casamiento,
y éste, que fué con disgusto.
Di más.
Fi/). í'...Y merezca yo
que a(|uesta noche me habléis,
que en la reja que sabéis
anoche me amaneció,
;mn(iue adorando secreta
de mi sol la luz y ardor. ■>
Cierto que es buen amador,
]>('ro maldito poeta.
l'i;i.i. Ilíiblale, ])or vida mí.i.
I'i.'». ¿Das tu licencia?
JORNADA PRIMERA
487
l-'Ki.i. Sí, a fe,
que como aneí me casé
rer dama agora quisiera;
fuera de que lo merece
su talle.
Flo. a pensar me das
que te agrada.
Vfxi. ¿En eso estás?
Mejor que a ti me parece;
con él me pensé casar,
si este avariento quisiera,
y aun agora, si pudiera,
quisiera...
F1.0. ¿Qué?
Fei,i. Sólo hablar.
Fi,o. Yo se le cargo, por cierto.
Ten ese papel, y haz cuenta
que es tuyo.
Feli. Ansí me contenta.
Y aun quiero hacer un concierto.
Fi,o. ¿Y es?
Fei.1. Ir a la reja a hablalle
con tu nombre.
Fi<o. Ese es engaño;
mas ¿qué importa?
Fei.1. Poco daño.
Fi,o. Ye, pues, que andará en la calle.
Feli. . Tu voz fingiré.
Flo. Yo quiero
verte hablar.
Feli. Pues ven conmigo.
Fl<o. Voy. Mi*-a si ese mi enemigo
duerme.
LiSE. Voy.
Feij. Arriba espero.
(Vanse y salen B and aliño y Julio.)
Baxdai,ino.
Rebózate muy bien.
Julio.
Voilo en extremo.
Vandaijno.
¿Qué hora será?
Jur.io.
Ya el carro y la bocina
señalan media noche.
B AND ALIÑO.
Yo me quemo
por otro norte y otra luz divina.
¿Qué te parece, Alberto?
Juijo.
Que le temo,
si no es lo que ordinario se adivina (i)
B AND ALIÑO.
¿Cómo?
Julio.
Que hablando mucho tan bien hable,
aunque es la tuya condición tratable-
¡Pesar de mí! ¿Tan presto a un extranjero
se dice el propio mal?
B AND ALIÑO.
Ansí descanso
deste martirio doloroso y fiero,
que es a mi vivo fuego, viento man.so.
Julio.
¿Si habrá visto el papel?
B AND ALIÑO.
Respuesta espero,
aunque ya, Julio, de esperar me canso,
porque un incierto bien mil males deja.
Julio.
Llégate más, que siento abrir la reja.
(Salen Aldemaro y Belardo.)
Aldemaro.
Desde mañana dormiré en su casa;
v dijera mejor velaré en ella,
que mal podrá dormir el que se abrasa.
Belardo.
Florela para mí, señor, es bella,
justo dolor tu herido pecho pasa,
bendito el punto que viniste a vella.
¡Oh, cómo amor es cosa de los cielos
si no tuviera esta pensión de celos!
Aldemaro.
Déjame acercar a mí, que yo te juro
que presto salga del celoso infierno
si salgo de la industria que procuro,
que es temporal y no tormento eterno.
Belardo.
O veo mal, o hay gente junto al muro.
Aldemaro.
Si fuese acaso aquel Adonis tierno...
(i) En el impreso (rimagina*.
488
EL MAESTRO DE DANZAR
111 mismo.
BEI. VKDl).
Alde>lvro.
Escucha un poco, ponte en vela.
(Sale FELICIANA a ¡a ventana.)
Bei.akdo.
Habíanle.
Ce.
1'eliciaxa.
Baxdaijxo.
¿Quién es?
Feliciana.
Yo soy Florela.
Beiardo.
Florela dijo, mira si responde.
Feijciaxa.
Bandalino, yo soy.
Baxdauxo.
Estrella mía,
¿cómo la noche \'uestra luz esconde,
pudicndo vos hacer afrenta al día?
Fet.iciaxa.
¿Amáisme mu dio?
B AND auno.
Vos estáis adonde
os lo dirán mejor que yo podría:
<Ugaoslo el alma a falta de la boca,
muda de veros y de amaros loca.
Fui atrevido, señora, en escribiros,
que no lo pufle ser para adoraros;
íjuc al poder merecer veros y oíros
.se- sijíue luego justamente amaros
por lo que debéis a mis siispiros.
Ojos míos bellos, suaves, claros,
que no me desterréis por atrevido
<lf vuestro cielo hermoso a vuestro olvido.
Feliciana.
Delx) amarte, y lo cumplo justamente,
y, a no cstorballo mi em-miga estrella
y agí)ra el alboroto de esta .i;<iite,
vieras líxla mi alma o parte ddia;
|KTo si aca-so hay ocasión decente,
ya que mi amor por muchos atropella,
príxniraré escribirte ]K>rquf hablarte;
ni puedo ni tendré segura parte.
Si puedes escribirme, digo, darme
algún papel, seráme gran consuelo.
ALDEMARO.
Tíiitraba agora bien desesperarme.
Belardo.
Calla, perdido.
Aldemaro.
Reventar recelo.
Bandalino.
Queréis, Florela hermosa, levantarme
no menos alto que del suelo al cielo;
queréis llegarme al sol de vuestros ojos,
siendo de mariposa mis despojos.
¿Conocéis un maestro que ha venido
para enseñaros a danzar, señora?
F'^eliciana.
Ya mi padre le da casa y partido.
Aldemaro.
Partido dice, y parte el alma agora.
B.\ND ALIÑO.
Pues ese ya mi secretario ha sido
y del pecho que a Florela adora,
y se ha ofrecido a procurar mi gusto.
Feliciana.
Con él me escribiréis.
Aldemaro.
Callar es justo.
¡Triste de mí!
l'KLICIANA.
Pues vo me voy con esto.
-Vdiós.
B.\NDALINO.
Alberto os hablará mañana.
Aldemaro.
Mañana, dice, moriré más presto.
l'líLICIANA.
La letra de lioy nii- enviad.
Bandalino.
I )c' buena gana.
l'ELICIANA.
Bizarro ciitraslf y galán dispuesto;
niurlio os alaba y (juií-re l'elieiana.
JORNADA SEGUNDA
489
Bandaijno.
DiuUe mil besamanos de mi parte.
Feliciana.
Por engañar me engaño.
LlSENA.
Entra accstarte.
Sandalino.
Jnlio, ¿qué e.s esto? ¡Julio de mi vida,
señor nu'o, Julio, dame aquesos brazos!
Julio.
Ya el ronco gallo al labrador convida
y estoy de trasnochar hecho pedazos;
pues has cobrado la salud perdida,
descansen con razón mis tristes brazos
a quien esta rodela muele tanto,
que otro Sísifo soy, ella otro canto.
Sandalino.
¿Pues no me he de ligar aquí contigo?
Julio.
Kn casa habrá lugar.
Sandalino.
¿Quién va? ¿Quién pasar
Aldemaro.
¿Quién lo pregunta?
Sandalino.
Yo.
Aldemaro.
¿Quién es?
Sandalino.
Yo, digo.
Aldemaro.
¿De cuándo acá por esta calle y casa?
Sandalino.
¿Impórtaos eso a vos?
Aldemaro.
¿Pues no, enemigo,
si el corazón de celos se me abrasa?
Sandalino.
De celos muera (i).
(i) En el impreso «señor, muráis», que alarga el verso_
.Alberto?
Aldemaro.
Paso, que es Alberto.
Sandalino.
Aldemaro.
Sí, por Dio£.
Sandalino.
¿Alberto?
Aldemaro.
Cierto.
¿Adonde vais?
Sandalino.
Aldemaro.
A dormir.
Sandalino.
¿Qué fué tu intento?
Aldemaro.
Probarte solamente con un fiero,
porque te conocí, y estoy contento,
porque eres un valiente caballero.
Sandalino.
Tengo te que decir un largo cuento:
de Florela un papel mañana espero.
Aldemaro.
De aquí a tu casa me dirás la historia.
Sandalino.
Vencí a F'lorela.
Aldemaro.
Sien, por Dios.
Sandalino.
Vitoria.
JORNADA SEGUNDA
(Salen Aldemaro, Belardo r Florela.)
AldK. No reparo cu c-1 partido,
.■-ino en que os sirvo.
Flo. Quisiera
que cuanto pedís os diera.
AldE. Es nuicho precio el que pido.
Flo. ¿Qii<" pedís?
I
490
F.L MAESTRO DE DANZAR
Al.DE.
Fto.
Alde.
Fi,o.
Alde.
Fix).
Al.DE.
Aldk. Xo es interés.
Flo. ¿Pues qué?
Alde. Sola voluutr.d.
Fix>. Mi padre os hará amistiid,
y yo os serviré despué?.
Al,DE. Esa esperanza me anima:
que merced me habéis de hacer;
aunque está por entender
el sentido deste enigma.
Mas, ¿qué esperanza me queda,
ya que estoy desesperado?
¿De qué?
De no haber llegado
a tiempo que servir pueda.
¿Pues no me habéis de enseñar?
Aunque anduve muy ligero,
otro ha venido primero
a ensenaros a danzar.
¿Otro? Xo he sabido tal.
Pues anoche le vi yo.
¿Anoche?
Anoche danzó
por su bien, y por mi mal.
Y mirad si tendré queja
do aqu?lla mudanza Hola,
pues que de una cabriola
alcanzó un sí de una reja.
Y es este sí del partido
que hoy erpera en un papel;
que si vos firmáis en él,
yo quedo loco y perdido.
; Yo papel?
Vos, y respuesta
del que en la sortija os dieron,
l/os ojos que tanto vieron
algún interés les cuesta.
¿Sois noble?
Soy el que veis.
¿Que no sois más?
Xo, por Dios.
¿Pues cómo supisteis vos
todo lo que dicho habéis?
\'ilo ayer, y anoche vi,
señora, lo que pa.só:
que Randalir.o os habló
y se hu docubierto y mi.
Si h- (jueréis ri->])onder,
aquí tenéis ocasión.
Fl/). Qué notable conhu ion;
,qué puedíj dvcir o ha<-er?
I.a Ifjcura de mi hermana
hace este engaño ]K)r mí.
¿Respuesta esperaba?
Fl/)
Al.Dh.
I- LO.
Alde.
Flo.
Aldk.
Fix).
Alde. Sí.
Flo. Pues hablaré a Feliciana,
que ha de notar el papel.
Alde. En fin, ¿le amáis?
Flo. Xo sé agora.
Alde. ¿Pues yo no he visto, señora,
que anoche hablaseis con él?
Flo. X^o hablemos agora en esto,
que es cuento largo.
Alde. X'o creas
que de mí ofendida seas.
Flo. Xunca, Alberto, me hables desto,
porque a mí me importa poco,
y el porqué sabrás después.
Alde. Soy noble, aunque así me ves,
y cuerdo en traje de loco.
Fía, señora, de mí.
Flo. Si es que me has de dar lición,
Alberto, comience el son
y dejemos esto auí'í.
Alde. Basta, señora Florela;
5'o moriré y callaré.
Flo. ¿Tú morir? ¿Por quién? ¿Por qué?
Alde. ¡Hola!: dame eta vihuela;
que ya lo reñido basta
para lo que se ha de hacer.
Bel. Quebróse la cuerda ayer.
Alde. Un loco mil cuerdas gasta.
Bel. Pon este tercio que cuelga.
Aldk. Ten.
Bel. Pruébale.
Alde. Ya lo está.
I Qué falsa cuerda!
Fi,o. Será
porque de .serlo se huelga.
Xo he visto 3'o tañedor
con tantos sentidos juntos.
Alde. Es muy diferente en puntos
un instrumento de amor.
Por falsa que es la acomodo;
porque a la necesidad
es la mentira verdad.
Vljo. Y el ^núsico es falso todo.
Aldk. ¿Falso? ¡Ansí pluguiera Dios
(jue la que danza lo fuera!
I'i.o. Buena consonancia hiciera,
a ser iguaUs los <los.
Al. Di;. líl amor todo lo iguala.
Hien falsa debéis de ser;
mas la falsa en el tañer
no hace consonancia mala.
Haced cuenta t|iie mi Ic-
es instrumento divino,
JORNADA SEGUNDA
491
Fi,o.
Al,DE.
Fi,o.
y que amor a tañer vino,
luego que a su mano fué.
Cinco órdenes veis aquí,
y todas desordenadas;
que nial estarán templadas
siendo vos la falsa en mí.
Son las cuerdas los sentidos,
que cinco sin orden son,
y es el lazo el corazón
que los prende y trae perdidos.
La tapa imagino el pecho
en que esta ánima se queja; .
de la puente hasta la ceja,
camino del alma estrecho;
y por ellas, como escalas,
van los suspiros, y vienen
a las clavijas, que tienen
las cuerdas buenas y malas.
De las cuales, fué la prima
el ver que fué la primera;
que no amara si no viera
el premio que el alma estima.
El oír fué la segvmda,
que se templa con el ver,
que es la prima, y suele ser
en lo que el amor se funda.
Y pues llaman buen olor
a la opinión, nombre y fama,
ese sentido se llama
la tercera del amor.
La cuarta, que es el tocar,
por ser cuerda más grosera,
se requinta con tercera,
que es el temor de llegar.
Y si es bordón la quinta,
que del tocar gusto saca;
con sobresalto se aplaca,
que le sirve de requinta.
Tocó este instrumento amor.
y sonaba de los cielos;
pero tocaron los celos,
y destemplóle el dolor.
Habéis hecho en im momento
tan alta filo.sofía,
que labrasteis de ataugía,
Alberto, vuestro instrumento.
¡Qué cuerdas tan delicadas,
y qué dedos tan sutiles!
Por más que las aniquiles,
las tiene el amor templadas.
Danza, que mejor lo hicieras
si tañera Bandalino.
Ni el mismo Apolo divino.
Al.DE.
Fr,o.
Alde.
Flo.
At.de.
Fr,o.
Alde.
Flo.
si no es que tú el mismo fueras.
Luego ya mi amor te obliga.
Pues ¿tiénesme algún amor?
Por mí se dirá mejor;
«la guitarra te lo digf » (i).
Pues qué, ¿no es tu profesión
el ganar tu vida ansí?
Sola esta vez la t£.ñí
para hacer a nadie el son.
Que el verte, dulce enemiga,
me obliga a perderme al doble.
Alberto, ¿eres hombre noble?
(¡La guitarra te lo diga».
Soy caballero, señora.
y para perderme ansí,
desde Italia vine aquí,
que vengo de Italia agora.
A la fama destas fiestas
de Lerín vine a correr,
donde me abrasaste ayer
y toda el alma me cuestas.
Dite en premio aquel espejo,
que te ha servido de aviso,
como la fuente a Narciso,
aunque con mejor consejo.
Para entrar aquí he tenido
la industria que viste ayer,
que un soldado había de hacer
un hecho tan atrevido.
Ya estoy, Florela, en tu mano,
puesto que a tus pies me inclino,
y sé que por Bandalino
es mi pensamiento vano,
¿Qaé piensas hacer de mí?
Castigar tu atrevimiento
fuera necio pensamiento,
pues que yo la causa fui.
Tú eres noble, y si te digo
verdad, me agradas; y brste
que entrada en mi pecho hallaste
y que a pagarte me obligo.
Que si por soldado has hecho
lo que nadie pudo hacer,
yo sé que hallaste mujer
de tanto valor y pecho.
Sigue en tu intento adelante,
V de mi buena opinión
te dará satisfacción
otro engaño semejante.
No te aflija Bandalino,
( I ) Alude aun célebre entremés de entonces, titulado
La guitarra, en que un galán se declara por medio de ella.
492
EL MAESTRO DE DANZAR
(jae hay en cío cieno cnicdo;
que si decillo ro puedo,
remediallo determino.
Mas, ¡ay!, mi padre es aquél;
toca y enséñame.
Ai.DE. Toco;
mas ¿qué ha de tocar un loco
delante de vos y del?
¿Qué quieres?
F1.0. Pavana toca.
Ai.DE. Va va.
Flo. Mira que es gallarda.
Alde. Como lo ts la que me aguarda;
el mismo son me provoca.
Flo. No te burles.
Alde. ¿Cómo puedo?
Ponte en el puesto.
Fi,o. ¿Estoy bien ?
(Salen Albekigo, viejo: Tebano y Feliciana.)
Teba. Aprenderé yo también,
mi bien, por quitarte el miedo.
Ai.be. Va está danzando Florela.
Fkli. Mas ya quiere comenzar.
Alde. Con reverencia ha de entrar.
Vijo. ¿Ba.sta así?
Alde. Más baja.
Flo. Haréla.
Alde. Enderece el cuerpo más.
Flo. ¿^'oy bien?
Alde. V ese rostro un poco.
Flo. Tocad, y despacio.
Alde. Toco;
entrar, y pa.'ios atrás.
Deje eso agora, que son
principies mal enseñados,
que ha de perder los cuidados
de la primera lición.
Todo lo que ha de sab^r
es lo que k- he de enseñar;
lo pasado ha de olvidar,
y lo presente aprender.
Más quisiera yo ens.eñalla
desde principio, .stñora,
lo que goce, fjue no agora
de lo que .«abe olvi<lalIa.
Ma.s ya ¡jalabra me ha dado
que no lo danzará más.
Fi/). iCiué poco seguro estás,
qu'.' de tu lición me agrado!
Todo atjuello f|ue a¡)rtiiílí
te iu- de drcir cómo fué.
Aldk. V yo despacio os diré
lo que aprei.cle.éis de mí.
La señora Feliciana,
¿qué sabe?
Feli. Xingtma cosa.
Teba. Ponte, por tu vida, hermosa,
y vuelve la nieve en grana.
Feli. ¿Pues no es vergüenza decir
que no sé nada?
Flo. Sí sab3,
que es una danza bien grave;
que miente y quiere fingir.
Teba. ¿Pues qué quiere hacer?
Alde. Si empieza
a trazar algún sa,rao.
I'i.o. Aprende el pie de gibao
a costa de su cabeza.
Teba. No pueden tan bellos pies
hacer que a tu son me duela.
Feli. Basta, que burla Florela,
como ya tan diestra es.
Flo. Anoche danzaba ella,
y mi maestro pensó
que era quien danzaba yo.
Teba. ¿Pues vino alguno a tañella?
FXo. Vino, y hallóse engañado,
que pensó que me tañía.
Alde. Mi engañada fantasía,
.señora, habéis sosegado:
que pensé que érades cierto
lo que a tal hora danzaba.
Flo. Durmiendo entonces estaba,
que sólo me enseña Alberto.
Alde. Con este favor, señora,
es mi peno incierta y vana:
si otro enseña a FVliciana,
cjue dance muy en buen hora;
que yo a vos pienso enseñaros.
Teba. ¿Hay otro maestro aquí?
Presume Florela ansí
con este enredo engañaros.
Vo cjuiero (jue me enseñéis,
Alberto, y no otro ninguno.
Albe. Ni hay aqui maestro alguno
de (|uien sospechoso estéis:
lome lición Inliciana.
I-'EM. a solas la tomaré;
que si aquí estáis, no daré
un paso de af|uí a mañana.
'1'í;ba. De mí estará con vergüenza;
vamonos, señor, de aquí.
.Ai.BK. ¿Delante de ti y ele mí
lo ha])ía de estar? Comienza.
IJiLl. No es pensible, ne) me mandes
JORNADA SEGUNDA
493
que así mi coiulicióu tuerza.
Al.BE. No hagas cosa por fuerza.
Fi.ü. ¡Qué meliudres!
Feli. ¿Yo?
Flo. ¡V qué grandes!
I'EIvI. Hasta danzar diestramente
nadie me ha de ver.
Tkba. Ni es justo;
dalde, señor, ese gusto.
AlbE. Vamos, llamad esa gente.
Teba. Hola, ensillen dos caballo.'",
y hacia el campo nos saldremo.'-\
Albe. ¿y alguno vi?ití.remos?
Teba. Xo vamos más de a cansallos.
(l'anse, y quedan Florela, Feliciana y Aldemaro).
FEL-
FEO.
Feli.
Flo.
Feu.
Fi^o.
Feu.
FXo.
Feu.
Fl.o.
F'eij.
Flo.
Al,DE.
Fi,o.
Aunque dije que quería
tomar agora lición,
diferente pretensión
de lo que piensas tenía:
¿Qué satisfacción es ésta
que a Alberto le estabas dando?
Kstábame importunando
que le diese la respuesta.
¿Qué respuesta?
D^l papel
que me escribió Band aliño.
Y que le has dicho imagino
que vo me pierdo por él.
;Eso había de decir?
Aunque el amor me acobarde,
respuesta digo que aguarde.
Yo le tengo de escribir;
toma este papel, y ¿i
que le has escrito, y le lleve.
A mucho tu amor se atreve.
Florela, h.^z esto por mí;
que pues estás por casar,
a ti te estará mejor:
que no pierdes el honor
que yo puedo aventurar.
Porque al fin con este enredo
gozar segura imagino
del amor de Sandalino.
¡Buena, por mi vida, quedo!
Pues ¿qué remedio tendré
si él entiende que yo soy?
Después palabra te doy
que desengañado esté.
¿Alberto?
Señora.
Dale
a ese hidalgo este papel.
Ai.DE.
Feli.
Flo.
Al,DE.
Flü.
Alde.
Bel.
Al,DE.
Bel.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
Feli.
Flo.
que cuanto llevas en él
de ajena memoria sale,
y parte luego seguro
de que no has de perder nada.
Mi esperanza bien fundada
me dará el bien que procuro;
que no tengo yo recelo
de perder el galardón,
3'a que entiendo la ocasión
de vuestro seguro celo.
Voy a hablar a Bandalino,
que este bien espera ausente
como el enfermo la fuente
y la patria el peregrino.
Ved qué queréis que le diga.
Dile que responda luego.
¿Que me responda le ruego?
Ello la razón le obliga.
Yo V03', adiós.
Ve con El.
Belardo, vamos de aquí.
¿Dónde vas, fuera de ti?
A dar vo}»- este papel,
y tengo que le decir
mil cosas.
Com'cnzn a hablar.
(Winse los dos, y dice Florela.)
¿En fin, que le has de engañar?
Eso y más he de fingir.
¿Qué le escribes?
Disparates
de una mujer muy perdida.
Yo no te diré en mi vida
que lo dejes o lo trates.
]\rira, por Dios, por mi honor
y en lo demás haz tu gusto.
Ya entiendo yo tu disgusto:
todo procede de amor.
:De amor:
Sí.
¿Cómo o por quién?
A Alberto miras.
¿Yo a Alberto?
Tú a Alberto, y tengo por cierto...
¿Qué?
Que a Alberto quieres bien.
¿Y a un hombre bajo? ¿No sabes
que desprecio a Bandalino,
a quien tú, como a divino,
rindes pensamientos graves?
Dinie la verdad.
Verdad
494
EL MAESTRO DE IWXZAR
esta es sola, y lo contrario
mentira; y si es necesario,
hoy haré una libertad.
Fi:i.i. ¿Qné?
1-1.0. A mi padre diré
que de casa lo despida.
1'ki.i. Va estoy cierta.
F1.0. V yo corrida
de tu crédito y me fe.
Feli. Xo te enojes, ven conmigo
al jardín, que quiero hablarte.
Flo. Ninguna ocasión es parte
p-TP. f roia'nic crrtVr.
(Var.se, y salen Bandalino 1 Jvlio.)
Jli.. Scsitga un peco.
B.\N. Xo puedo
hastr. ver estr. rc.^pueíta.
Jii.. Más mía e; p3rc.nza ci.esta
algun.s veces que un miedo.
B.\N. ¡Cómo terda Albeito, o tarda
mi Fie reía!
Jii.. Quizá aguarda
ocasión más conveniente.
B.\N. Si de escribir se arrepiente...
Que el honor mucho acobarda.
Ji'L. Xo te estés desvaneciendo.
Bax. r Pues cómo podré aguardar
el tiempo que ha de tardar
el bien que espero muriendo?
Jt'i.. Esgrimamos.
B.\x. Bien me alegras;
deja las espadas negras,
que ya por vanas recelo
cuando estoy poniendo al cielo
sobre un olimpo mil Ficgras.
J'i. ; Ya tratas de poesías?
íi.KS. ;Y no es tratallas mejor
si los más hablan de amor
con altas filosofías?
J'i-- Si esto quieres, bien podrás,
ya íjue tan perdido estás,
con un libro entrt-lc ncrtc.
Ban. ;Es de amor?
J''i.. Sí.
^^AN. Aun do esa sucrtr
.'.Igún consuelo me das.
; Quieres que yo te aseguro
que no vence a mi deseo?
J' I.. Traerte he a Ix-ón Hebreo.
Ban. Dale a Dios, ques nmy oscuro.
J 'I.. Mario es bueno.
ÍÍAN. lise es mejor;
mas pr.ra tratar de aniftr
bien dice Ovidio, aunque dixre:
Lentescunt tempore cures.
Jii.. ¿Ya hablas latín, st ñor?
Ba.n". ¡Oh, Alberto!, que amor pagado
con el tiempo no se mengua.
JUL. Deten un poco la lergua.
Bax. Deténme, Julio, el cuidado
que así mi lengua apresura;
mientras este tiempo dura,
como el enfermo sediento,
es fogoso crecimiento
de la ardiente calentura.
(Salen Ai,DKM.\RO y Bel.'\RDO.)
Jrr.. Ya el médico a verte viene.
Alde. ¿Tiene alguna ocupación?
Bax. Viene el (jue mi corazón
agora en sus manos tiene.
Viene el que vida me ha dado;
ni estoy, Alberto, o cupado,
sino esperándote a ti,
que aún el alma no eí-tá aquí
para causarme cuidado.
¿Qué me traes? ¿Qué me dices
de mi bien? ¿Cómo quedó?
Ai.DE. De lo que conmigo habló
hay muy bien que solenices...
Bax. ¿Cómo en hablar te detenes?
Alde. Díjome de ti mil bienes;
tu nobleza y condición;
alabó tu discreción
y ese buen talle que tienes.
Pero no te ha escrito.
B.\x. ¿Xo?
¿Pues cómo?
Ai,DE. Porque su hermana...
Ban. ¿Cuál hermana?
Alde. F'eliciana
la entretuvo y ocupó.
Ba-X. ¿Kea es hermana? Es demonio,
y basta por testimonio
íjue mi gloria me ha qiiitado.
Ai.de. Todo está agora turbado
con el nuevo matrimonio.
Bax. ¡Oh fiera, hermana de Aleto
y no de aquel ángel sacro,
a quien como a sinmlacro
no se humillar es defeto!
Dame, Julio, espada y capa,
que (|uiero ver si se escapa.
Al.DE. Ahora Uien, siempre cruel,
el encanto de un papel
los oídos cierra y tajia.
JORNADA SEGUNDA
495
Este escribió de su mano.
Bax. ¡Déjame echar a tus plantas
y dame esas manos santaí!
Jui,. ¿Santas? ¡Calla, mal cristiano!
Ban. Como provisión real,
en la parte principal
del cueipo, que son los ojos,
pongo estos ricos despojos
de aquel ángel celestial.
Mientras leo, Julio amigo,
trae a Alberto en qué se siente.
AldE. Que bien estoy.
Ban. ¡Oh, alma, siente
el bien que tienes contigo!
(Lee entre si Bandalino el papel.)
Bel. Mi;ritr£:s lee, te queriía
preguntar un disparate.
Ai,DE. Di presto, y perdonsráte
tu inocencia la osadía.
Bei.. ¿Cómo este papel le escribe,
si es que por ti muere y vivé,
a Bandalino Florela?
Alde. Que no entiendes la cautela
y el engaño que recibe.
Bei,. ¿Qué engaño?
Al^DE. Que este papel
es de mano de su hermana.
Bei.. ¿Pues qué le va a Feliciana?
Ai,DE. ¡Bueno!; piérdese por él.
Bei,. y da a entender que Florela
es quien por él se desvela.
Ai,DE. Con esta máscara quiere
gozar del que por él muere.
Bei,. ¡Qué temeraria cautela!
¿De manera que este loco
piensa que a Florela habló?
Ai^DE. Des te engaño pienso yo
sacar provecho, y no poco.
Ban. Para tan alto favor
no hay en mi pecho valor;
basta, que Florela es mía.
Ai,DE. Otro decirlo podría.
Ban. ¿Cómo otro?
Alde. y mucho mejor,
que la he visto hablar en ti.
Ban. Pensé que otro mejor dueño.
Ai,DE. Esto, Bandalino, es sueño;
dice que me adora a mí,
y be entendido su cuidado.
Ban. y esta noche me ha mandado
que entre a hablarla en el jardín.
Ai.DK. Tendrán tus deseos fin.
Ban. Más crecerá mi cuidado,
que no soy tan atrevido,
ya que tan dichoso sea;
Ai,DE. Más diosa fué Melibea
y Calixto más percido
y un jardín les enseñó
a perder el miedo.
Ban. Yo
bien creo que ella contenta,
que como el papel no mienta
no dirá a mis ruegos, no.
Ai.DE. Pues ¿qué dice?
Ban. Que la dé,
como en ésta lo confirma,
de ser su esposo la firma
esta noche, mano y fe.
Y pues que se ha contentado
con sólo un papel firmado,
ven y escribiréle luego,
que si hasta la noche llego
vendrá a ser desesperado;
y llevaros de camino
cien escudillos, Alberto,
y si se ci mple el concierto
tres doblados determino.
Ai<DE. ¡Vivas un siglo!
Ban. ¡Oh jardín,
de mis esperanzas fin!
Ai,DE. Jardúi, viña, y vendimiada.
Ban. Huye, sol; ven, noche amada,
que me aguarda un serafín.
(Vanse, y salen Ricaredo y Andronio, criado.)
RlCAREDO.
¿Qué hace e.sas bravatas, Pomarino?
Andronio.
En sabiendo que truje los caballos
y que Aldemaro se quedó en Tudela
ha imaginado todo lo que pasa,
y si no lo remedias, no lo dudes
que de Lcrín se partirá mañana.
Ricaredo.
Andronio, no me empento, que le cuesta
mucho trabajo, y que este joven loco,
y, al fin, es padre, y padre que no. tiene
otros ojos en quien poner los suyos.
Hale dado mil penas ese mozo;
dejó el es ti--dio y fuese a Italia alférez,
pasó a Plandes después con el gran Duque,
V al cabo de la ausencia, que tú sabes,
que apenas le ha gozado cuatro días.
496
EL MAESTRO DE DANZAR
viene a Tudela y quédase en Tudela
sin dar razón, por que se quedó solo.
Y por que sepas de tlí?. el caso,
digo, en una palabra, qvie él adora
a Florela, la hija de Alberigo,
y que para poder hablalla ha dado
en danzar y tañer, por cuya industria
sirve a las dos hermanas de maestro.
Yo me partí d?spucs que te partiste;
pero volvióm? la forzo.'^a pena
a la primer jorrada del camino;
y ansí imagino agora de qué modo
lo remediaste todo
Androxio.
Extraño efeto,
que está de amor sujeto. ¿Hay tal bajeza.-'
RlCAREDO.
Ansí la gran belleza desta dama
el corazón la inflama, el alma vene?.
AXDROXIO.
Y que no se avergüence deste traje
y hacer a su linaje tal afrenta...
RlCAREDO.
Por perdido le cuenta.
Andronio.
;Xo pudieras
con amenazas fieras reprimille?
RlCAREDO.
¿Quién puede resistille? Amor le engaña.
Axr>Roxi().
Pues tú le de.sengaña, Ricaredo,
si ya ha pi-rdido el miedo a lo que es honra,
que desta gran deshonra que hoy alcanza
lia de tonjar venganza el padre airado.
RlCARKDÍJ.
Ivstá muy obstinado, es im¡x)sible.
ANDRí)XI<>.
Pues medio convenible nos imjxirta,
que la jomada es corta, y .ser pfxlría
que si la sangre fría se calienta
al viejo aquesta afrenta le niata.se,
RlCAREDO.
No sé dómie le hallasi- o c(jii fjué .-i(Ii.i([uc
de su ca-sa le saque de Alberigo
Androxio.
A llamarle me obligo.
RlCAREDO.
Este es que viene.
(Salen Aldemaro y Belardo.)
Ar.DEMARO.
Mira si cuerdas tiene ese instrumento.
BEI.ARDO.
Habla, señor, con tiento.
RlCAREDO.
Señor maestro,
¿ya del oficio vuestro andáis cargado?
Ar.DEMARO.
Sabes que tu criado soy, Andronio.
¿Ese es el testimonio de esos grandes
que trujistes de Flandes? ¿Es aquesta
la historia manifiesta de tus hechos
o quedan ya deshechos con tu nombre?
jOué cosa digna de nombre de Navarra,
andar con la guitarra por la calle,
V a un hombre de tu talle, ingenio y prendas!
Ar<DEMARO.
Cuanto aquí me encomiendas haré en breve,
sin que otro pre(4o lleve, que es muy justo.
ANDRONIO.
¿Qué dices?
Al,DEMARO.
Que o tu gusto me acomodo,
V que lo sabrá todo en cuatro días,
con .seis liciones mías o dos .solas
harás las cabriolas hasta el techo.
Andronio.
¿One ya sordo te has hecho? ¿Xo me entiendes?
Que a tus padres ofendes y a tus deudos,
que a nadie pagan pechos ni tributos,
por nobles estatutos que han tenido
su .solar conocido en esta tierra.
.A I, DK MARO.
Todo lo entiendo. Yerra «juieii lo piensa
(jue danzar es ofensa, y amor, menos;
que están los libros Henos, las historias
de las grandes victorias de su mano.
Rei.ardo.
Yo os enseñaré, hermano, dos mudanzas
en dos o cuatro danzas e.'^cogidas.
JORNADA SEGUNDA
H97
Andronio.
Bien es que aquesto impidas, Ricaredo.
RlCAREDO.
¿Qué quieres? Tengo miedo que está loco.
¿Podréte hablar un poco di, Aldemaro?
Mira que sé muy claro que has fingido,
que pierdes el sentido. Óyeme, escucha.
A1.DEMAR0.
No es la mudanza mucha cuando es buena,
y se traba y ordena con donaire.
Entra este pie con aire a dos carreras
tras éstas bien ligeras se deshacen,
y luego en las que hacen el derecho
se note; y esto hecho, se da un salto
con media vuelta en alto, y campanela,
y luego desharé! a deste modo,
RlCAREDO.
¿Cómo a tu primo y todo?
BEI.ARDO.
Aquesta gente
no entiende fácilmente tus liciones;
déjate de razones, ven a casa.
RlCAREDO.
¿Cómo que aquesto pasa? ¿A mí me niegas?
Al^DEMARO.
Haré lo que me ruegas como amigo;
aquí, casa Alberigo, es mi posada.
RlCAREDO.
Si cortara mi espada en sangre mía,
te diera.
BEIvARDO.
Vamos .
Al^DEM.^RO.
Guífi.
BeIo'Vrdo.
Adiós, señores.
(Vanse Aldemaro y Bel.\rdo.)
RlCAREDO.
Corrido quedo.
Andronio.
Y yo, porque esto es burla.
RlCAREDO.
¡No es posible, por Dios; gran mal es éste!
¡Ya se perdió lo más, perdido el juicio!
Andronio, ¿qué de hacer?
xu
Andronio.
¿Así te ciegas?
RlCAREDO.
¿Luego no he de creer que un hombre es loco,
que a su primo responde desta suerte?
Andronio.
¿No ves que lo ha fingido por librarse?
RlCAREDO.
Eso quiero saber; y, ¡vive el cielo!,
que aunque sepa matalle con mis manos
a Lerín esta noche he de volverle.
Andronio.
¡Oh, maldígate Dios, amor tirano,
pues el que viene a dar en tu Argel preso
pierde la libertad y pierde el seso!
(Salen Florei.a y I4SENA.)
Flo. Esto tiene concertado.
lyiSE. Verle quiero en el jardín,
donde vendrá di.=frazado,
FivO. Y gozará della al fin
para darle a su cuidado.
LlSE. Ese pienso qiie es su intento.
Flo. ¡Qué villano pensamiento
para una mujer tan noble!
LiSE. El engaño crece al doble
su lascivo atrevimiento.
Fi,o. Así que será gozada
de Sandalino en mi nombre.
LiSE. ¿Quién duda que piensa el hombre
que eres tú la enamorada?
Fi,o. Cobraré yo buena fama
si en el lugar se derrama
que me goza B and aliño.
Dime: ¿y la respuesta vino
o aguarda Alberto la dama?
T.ISE. No ha venido, que le aguarda.
Fi,o. Que no me puedo casar
si él la goza me acobarda.
LiSE. Tu honra quiere culpar,
con esto la suya aguarda.
Fi,o. Pues no creas que le goce;
mal mi hermana me conoce.
¿Cuándo se verá con él?
LiSE. Pienso que dice el papel
■* entre las once )' las doce.
Fi,o. Vete adentro y disimula.
y fíame el galardón.
LlSE. Sólo tu honor me estimula.
32
498
EL MAESTRO DE DAXZAR
Flo. Eso y mi buena opinión
rae congoja y atribula.
(Vase LiSENA.)
Florela.
No es muerto aquel que muere, si en la vida
dejó buena opinión; sólo es el muerto
el que viviendo mata el desconcierto
de la deshonra al apetito asida.
Xo es esclavo el que corta la extendida
plaza del mar con remo j1 golfo o puerto,
ni es triste el solitario en el desierto
ni el labrador que busca la comida;
que el muerto, esclavo, solo y el villano
es vivo, es libre, alegre, y rey si tiene
esto que llaman honra los mortales;
que si le falta muerto o vivo es llano;
que es muerto, esclavo, triste y vil, pues viene
a dar por breve viento tan largos males.
(Sale Aldemaro solo.)
Alde. Si de hablarte sola aquí
he recibido tormento,
a tu mismo pensamiento
se lo pregunta por mí.
IJevé, Florela, el papel,
y traigo aquesta respuesta.
PXo. Estoy muy triste y dispuesta
a tomar venganza en él,
y así le hago pedazos.
Alde. ¿Cómo?
Flo. Ya habrás sentido
que mi hermana ha pretendido
verse esta noche en sus brazos.
Alde. A.=í es verdad.
Fi/>. Pues ¿es bien
que se piense que soy yo?
Alde. Yo imaginaba que no,
y era la verdad también;
por que después de gozada,
el de.sengaño verdiía
'Fljn. Xo es bien que la honra mía
esté con nadie engañada;
y si tú, como ya dueño,
no vuelves por su opinión,
lloraré tu condición
y tendré tu amor por sueño,
AldK. Señora, yo .soy hidalgo,
y Aldemaro de I/crín,
de cuyo sfjlar, en fin,
como I'étiix vivo salgo.
ICs mi padre Pomarino,
.Aralide del Condestable,
Flo.
Alde.
Flo.
Alde.
Flo.
Alde.
Flo.
Alde.
Flo.
Teba.
Albe.
Flo.
Teba.
P'lo.
Tkba.
pobre y de valor notable,
y de vuestra sangre digno.
Defenderé vuestro honor
por lo que le toca al mío,
contra el mundo, en desafío.
Ya conozco tu valor;
y pues a tu cuenta está,
tratemos de defendelle.
Un engaño pienso hacelle.
Dile.
Escucha.
Dile ya.
Su letra quiero imitar,
y otra respuesta escribir,
en la que pienso decir
que tiene temor de entrar.
Porque este papel decía
que estando del huerto junto,
en siendo las doce en punto,
cerca y pared saltaría.
Bien dices, vele a escribir.
Adiós.
(Vase Aldemaro.)
En casos de honor,
ser a la sangre traidor
es a la sangre acudir.
Yo estorbaré su intención
si salgo con esta traza.
(Salen Alberigo y Tebano.)
Iremos mañana a caza,
si tienes tanta afición.
Está el campo de manera,
que obliga a no salir del.
¿Qué hay, señor, de nuevo en él?
Una hermosa primavera,
aunque para la presente
no tengo comparación.
Galán sois de corazón,
estando mi hermana ausente;
pero yo os la haré llamar,
y diréiselo mejor. (Vase.)
Xo hay .«^in celos cierto amor;
pues me dan, debo de amar.
¿Xo es bueno que aquestos rotos
papeles por estos suelos,
me dan al alma mil celos
y al pecho mil alboroto: ?
Xo, porque ts justo notar
que a mi esposa le han escrito;
pero amor tan infinito
celos comienza a engendrar.
Porcjue como el amor es
JORNADA SEGUNDA
499
Ai.bp:.
I'kba.
Al^BE.
Teba.
AlbE.
(Mientras
Teba.
Ai.BE.
Teba.
Al,BE.
Teba.
Ai,BE.
Teba.
ligera imaginación,
forma una vana ilusión
que es viento y sombra después.
¿Cómo podré yo cogellos
(Aparte.)
sin que mi suegro lo entienda,
por que después no se ofenda
la imaginación con ellos?
Ahora, válgame amor,
¿sabéis, señor, qué he notado
mientras por el campo he andado?
¿Qué habéis notado, señor?
Mirando el sereno cielo,
cuando ya el sol se ponía,
vi que una estrella salía
de un rojo y sangriento velo;
' y presumo que es cometa.
¿Qué señas tiene?
Eso miro,
si en naturaleza admiro
y mi ignorancia secreta;
que dicen son los efectos
como la firma.
Es verdad,
conforme la calidad
de seis contrarios aspectos.
Tres en la filosofía
cuentan, aunqiie Plinio nueve,
y los de Arabia, a quien debe
tanto honor la Astrología.
el viejo mira al cielo, vaya Tebano cogiendo
los papeles disimuladamente.)
¿Y qué tres números son?
La cometa y la barbata,
con. la que llaman caudata.
Bien acude a mi intención.
La cometa es la que tiene
rayos como cabellera;
la barbata considera
que forma de barba tiene.
¿Y la caudata?
De cola,
si en el levante se muestra,
a los frutos es siniestra
y a la gente moza sola.
Si se muestra al mediodía,
hace su efecto (i) y señales
en hombres y en animales,
y en edificios podría.
Las que en tercera región
del aire se ven y entienden.
(i) En el manuscrito «hace efectos y señalesD.
reyes y grandes ofenden,
y otras que del éter .son.
Ai.be. Si tienen forma de espada,
guerra amenazan.
Teba. ¿Y aquesta?
AlbE. ¿Dónde dices que está puesta?
Teba. Al oriente.
Ai^BE. No veo nada;
falta me hacen los antojos;
voy por ellos.
(Vase.)
Tkba. Antes fuera,
para que el alma pudiera
desengañar con los ojos.
¡Qué bien cogí los papeles!
veamos qué dice aquí celos:
«Quiéroos bien...» ¡Ay de mí!,
ya confesáis sin cordeles.
Sin duda es por Feliciana;
mas bajamente recela
mi honor, qvie si es por Florela
toda mi sospecha es vana.
Este dice «por el huerto»,
y este que se junta, *iré»;
estotro dice «mi fe»,
V este más grande «el concierto.»
¿Qué hay que saber? En mi mano
tengo el desengaño aquí;
que ofender mi esposa así
es pensamiento liviano.
Con ir al huerto se acaba,
y verlo con propios ojos;
¡oh, papeles; oh, despojos,
del honor que entero estaba!
Pedazos sois de mi honor,
aunque de papel pedazos;
o si no, celo.sos lazos,
prisión de mi simple amor.
Si aquesto es verdad, seréis
papeles, testigos fieles;
y si no, falsos papeles,
por falsos al fuego iréis.
Porque si sois mi deshonra,
extraño mal es, por Dios,
que lleve rasgada en vos
la escritura de mi honra.
(Vase, y salen Aldemaro y Florela.)
Ai,DE. ¿Viene bien escrito ansí?
Fi,<). De tu mano, y por extremo;
pero que se enoje temo.
Al,DE. ¿Esto qué te importa a ti?
Fi,o. Poco, que cuando se entienda,
500
EL NUESTRO DE DANZAR
deseo defender mi lionor,
que soy prenda de tu amor.
Alde. y tú mi bien.
Flo. Yo soy tu prenda.
Ai.DE. Xo has aprendido, a fe mía,
mal a hacer esta mudanza.
Flo. Aficionóme la danza
y aprendña en sólo un día.
Ai.DE. Lleno estoy de mil deseos,
y todos de tu hermosura;
V no pienses p>or ventura
que son, p>or lo hermoso, feos;
que castamente me inflaman
a ser tuyo hasta la muerte;
y deseos desta suerte,
justa esperanza se llaman.
Esta tengo justamente
de merecer.
Flo. Di adelante.
Alde. Que me turbe no te espante,
que amo bien y hablo altamente;
pero cuando te pidiera,
ya que estas alturas baje,
a más humilde lenguaje,
tus brazos, ¿qué te ofendiera?
Flo. Bien o mal, ya lo dijiste.
Alde. Si te ofendí, ya lo pago
con el amoroso estrago
que en mis entrañas hiciste,
y más con no merecellos.
Flo. ¿Pues tan presto, brazos míos?
Aldk. Castiga mis desvr.ríos
y enoja tus ojos bellos;
mal dije; en tu ofensa hablé:
al sol el carro pedí,
gigante al cielo subí,
pigmeo al suelo bajé.
Ya de rodillas estoy,
y no me alzaré del .suelo
sin tu perdón, claro cielo.
Flo. Álzate, ya te le doy;
mas para alzarte no más.
Alde. Bien te engañé.
Flo. Xí) me apriete?,
basta que a^í me .sujetes.
Aí.DK. Agora en mi i)echü estás.
(Sale I-ELICIANA.)
I'kLI. ¡Bien, |X)r mi fe', ^así lo abraza.''
l'l/>. Visto nos lian.
AlííE. No hayas i)ena.
También esta vuelta es buena
cuando los brazos enlazas,
y el saltillo en ocasión
da al abrazo buen donaire.
¿Hícelo yo con buen aire?
Muy bien tomas la lición.
¿Qué es aquesto?
¡Ah, Feliciana!
¡Oh, si antes venido hubieras,
qué danza enseñar (i) me vieras!
¿Qué danzabas?
La cerdana.
¿Para mujeres es buena?
Para máscara, escogida;
y esta de agora fingida,
está de remedios llena.
¿Por qué dices de remedios?
¿Respondieron al papel?
Respuesta te traigo del.
¿Es larga?
De pliego y medio.
¿Hasle leído?
Yo sí;
mas no he dicho nada a Alberto,
porque es un gran desconcierto
todo cuanto escribe aquí.
Muestra a ver.
Sin duda es loco,
o lo estaba en este punto.
Amor y locura junto,
¡ay del alma!
Aguarda un poco.
(Lee el paPel Feliciana.)
«Agradecido estoy a la merced que me he-
ces, mas no al atrevimiento con que me di s
en un día lo que en mil años me pareciera mi-
lagro; y pues te quiero para mi mujer, y i".o
para mi amiga, no me aguardes en el huerto,
sino a la reja, donde, como la noche pasada,
te hablaré la presente.»
Flo.
Alde.
Fell
Flo.
Alde.
Fei \.
I'LO.
Fell
Alde.
l'ELL
Alde.
Alde.
Feli.
Flo.
Fell
Flo.
Alde.
Feli.
I'EI I.
l"LO.
I- ELI.
Flo.
Alde
¿Esto te han escrito a ti
con aqueste desamor?
Esto me ha escrito un traidor,
luego que el alma le di.
Ivl es lindo majadero;
en tu vida le hables más.
líspera, ¿dónde te vas?
Hablalle en la reja quiero,
c|ue ya andará por la calle.
(\'asc I"i:i,iciANA.)
Branando va.
Va lo veo.
(i) En el uiuDUscrito •ciiMiyar».
JORNADA SEGUNDA
501
V\,o. Que le maltrate deseo.
Ai,DK. Xo haj-as miedo que le halle,
que él en el huerto ha de entrar.
I'i.o. ¿Cómo le echaré de allí?
Ai.DE. Habíale tú, y fía de mí
que yo le sepa espantar.
F1.0. ¿Cómo?
Ai,DE. Cuando hablando estés,
con Belardo y tu escudero
entrar de repente quiero.
I '1.0. ¿vSi acomete?
Ai,DE. ¿Cómo a tres?
Flo. Pues con esto, a hablarle voy.
Ai,DE. Y yo a armarme, antes que acuda.
¿Soy tuyo?
Flo. ¿Pues quién lo dvida?
Alde. ¿vSerás mía?
Fi,o. Tuya soy.
(Vanse, y sale Tebano, de noche.)
Tebaxo.
M'rando quedaba el vi ¿jo la conista,
en un balcón del corredor, atento,
con sus antojos de cristales claros,
y yo con los obscuros de mis celos
vengo a mirar el cuerno de la luna
si acaso crece o mengua en mi sospecha.
Bien pintaba el amor un hombre, docto
con una manchezuela en medio el pecho;
«Faltó la y para que fuesen cielo:»
y sin ella el amor llamó e celos.
(Sale Bandalino, de noche.)
Bandaíino.
Por la pared del huerto venturoso,
o al menos, que tiene mi ventura,
he descendido hasta la hermosa fuente
donde me aguarda mi Florela hermosa.
Flores reverdeced; espirad ámbar;
si ha puesto en vos sus plantas la flor mía,
más bella que la misma primavera.
Tebano.
¡Ah, cielo, no son vanas mis sospechas;
ya el pez acude al cebo!
Bandaijno.
Verdes árboles:
agora, ¡ah dicha!, sois callados huéspedes,
de mil pintados y dormidos pájaros;
¿qué nueva me daréis de mi Florela?
Tebano.
Florela dijo, alégrense mis ojos;
mas no, ¿si lo engañan los oídos?
Quiero aguardar más, ya los ojos suenan;
sin duda es de luujeres este ruido.
(Sale Flori:la.)
Fl,OREIyA.
¿Es Bandalino?
Bandai^ino.
Soy el que os adora.
Fl,OREI.A.
¿Cómo has tenido tal atrevimiento?
Bandai.ino.
¿Atrevimiento? ¿Tú no me escribiste
que te viniera a ver en este puesto?
F1.0RE1.A.
Hante engañado, y no era letra mía;
y no soy yo mujer que libremente
he de entregar mi voluntad a un hombre.
BANDAI.1N0.
¿Qué dices? ¿No me hablaste anoche?
Florela.
¿Anoche ?
Mira no fuese algún engaño.
Bandaijno.
¿Cómo?
Florela.
Que alguna dueña de las que hay en casa,
por algún interés se desvanezca.
Tebano.
¡Ah celos, duro azote de los cielos!:
¿por qué, di, Feliciana, me ofendiste?
Bandalino.
¿Es esto, mi señora, por probarme?
Florela.
¿Probarte? Mal conoces tú mi acero:
eso es mi pecho y mis ternezas, mármol.
Si no mirara que el amor te ciega,
hiciera que te hiciera mil pedazos.
Tebano.
¿Que aun hasta mi cuñada es honradísima?
SONETO
Bandalino.
¡Maldiga el cielo firmas y papeles,
criadas, familiares, puertas, mesas,
suspiros tristes, amorosas quejas,
árboles, plantas, fuentes y laureles.
I
502
EL MAESTRO DE DANZAR
Mis esperanzas y servicios fieles,
de cuyo justo galardón te alejas;
sólo bendiga aquí donde me dejas,
ramas, paredes, dagas y cordeles!
¡Maldiga mi locura por tu engaño
y maldiga esta hora y el momento' ( i )
con que se acaba de servirte un año.
¡Maldiga mi maldito atrevimiento,
y bendiga tu santo desengaño;
porque agora moriré contento!
(Vase Bandalino.)
Florela.
Es ido en efecto, y va de suerte
que no se ha de acordar de lo pasado;
quiérome entrar, pues que mi Alberto tarda.
Te BAÑO.
¿Hase visto más alto desengaño?
¿Tiene honra el mundo como en esta casa?
Aqm' aprendan doncellas virtuosas
y las casadas por dechado tengan.
Oente suena: escondedme, amigos árboles.
(Salen Aldemaro, Bklardo y Cornejo, escudero ar.
mado a lo gracioso.)
Cornejo.
¿Qué ladrones, decid, anoche andaban?
Aldemaro.
Digo que el alboroto de la boda
dio causa que se entrasen por el huerto.
Belardo,
Con esto, faltan cosas de importancia;
Cornejo, liaced buen ánimo, y a ellos.
Cornejo.
I'or Dios, que hago un miedo penetrante,
que no me deja hueso sin tembleque.
Bklardo.
¿No venís vos armado?
Cornejo.
¿Pues qué im¡x)rta?
Que hay ladrón deslos que entra en una casa
con un m'jntante v cuatro arcabuceros.
Aldemako.
Aquí está uno.
Buen palo, huye.
Belardo.
Lquí?
Aldemaro.
Dale, Belardo.
Belardo.
Aldemaro.
Dale.
(i) I-alta c«t« vtno en el tnanu<«crito, 4uplido por el
mi>rcao.
Tebano.
¡Paso, necio!:
¡paso, paso ¡X)r Dios!
Cornejo.
¡Santa María!
Vo soy muerto sin duda.
Aldemaro.
Di, ¿quién eres?
Tebano.
Tebano soy, ¡borracho!
Aldemaro.
Pues perdona,
([ue por ladrón pasaste agora plaza.
Tebano.
La plaza fuera mucho norabuena;
pero la paga ha sido de contado.
Belardo.
Cornejo, no .sé más.
Cornejo.
¿Quién es este hombre?
Belardo.
Tebano, el desposado.
Cornejo.
¡Oh, señor mío!:
¿qué te parece destos brazos de Hércules?
¿No vengo bueno a caza de ladrones?
Tebano.
ha casa se alborota, haya silencio,
y cada cual se vaya por su parte.
Que estos palos me cuesta un desengaño;
mas yo me huelgo de (jue pare en palos.
BlvLARDO.
Venid, Cornejo, y haremos media noche.
TORNADA TERCERA
$03
Cornejo.
Para otra noche traigo una escopeta.
Al^DEMARO.
¡Ah, Florela divina, y cuánto sabes!
Cornejo.
¿Habrá pernil?
Bei^ardo.
Y milvasía del cielo.
Cornejo.
jOh, quién le viese a la tinaja el suelo!
JORNADA TERCERA
(Salen Feliciana y Bandalino.)
Feu. Para esto os he llamado,
y mirad si fué razón.
Ban. L,a de mi satisfacción,
señora, os quite el cviidado.
¿Yo a Florela este papel?
¡Si es mi letra, plegué a Dios!
Feli. No juréis, yo os tengo a vos
por más verdadero que él;
pero advertid que éste ha sido
el que Alberto nos ha dado.
B.\x. Alberto os habrá engañado,
y Alberto me habrá vendido.
Yo le di un papel humilde,
cual a quien iba conviene,
de que este vuestro no tiene
una razón ni una tilde.
Yo dije en él que adoraba
a Florela, y esto es fe;
y que adonde pone el pie
el alma indigna humillaba.
Y agradeciendo el favor
de verla anoche en el huerto,
salí a cumplir el concierto
sin género de temor.
Y ella es testigo que entré
donde tan mal me trató,
que fué milagro que yo
a salir vivo acerté.
Porque viendo que me llama,
y después de mí se queja,
como Ifis de una reja
pensé quedar de una rama.
Y todo debe de ser,
Feu.
Ban.
Feli.
Ban.
Feu.
Ban.
Feu.
Ban.
Feu.
Ban.
pues me habéis asegurado
que este Alberto os ha burlado (i)
por sólo echarme a perder.
Digo que sin duda ha sido,
pues celoso de Florela
habrá hecho esta cautela.
¿Cómo celoso?
Y perdido,
porque si no es por amor
no pudo hacer este engaño.
¡Que me hiciese tanto daño
la fe de un hombre traidor!
¡Si él hiciese otra mudanza
de la que en mi bien ha hecho,
me pase a traición el pecho
una berberisca lanza!
Déjame con él a mí,
que yo le daré a entender...
Antes no le habéis de hacer,
señor Bandalino, ansí.
Porque si matáis a Alberto
o le decís lo que pasa,
se deshonra nuestra casa
y se descubre el concierto.
Mejor es disimvilar
y dar traza en vuestro gusto.
Por quererlo vos, es justo.
Yo le sabré castigar.
Con dar orden que no quede
sólo un día en esta casa;
porque entender lo que pasa
mi padre al contrario puede.
Pues como vos le echéis della
no quiero yo más venganza.
Yo le ordenaré una danza
que no acierte paso della.
Salga el bailador villano
que tan malas vueltas tiene;
y a lo que a vos os conviene,
pondré yo misma la mano;
que quiero seros tercera
por el gusto de mi hermana.
¿Qué menos bien. Feliciana,
de vuestro nombre se espera?
Siendo dichosa, dais dicha
al hombre más desdichado
de cuantos Dios ha criado,
pues soy la misma desdicha.
¿Quién pensara que el papel
aquel villano trocara.
(i) En el iinpres > dice: «que Alberto os habrá enga
nado* .
s04
EL MAESTRO DE DANZAR
que mi letra falseara
y me difamara en él?
Mas va es hecho, mi señora.
¿Cómo horé yo que Florela
de mis agravios se duela
y \-uelva en su gracia agora?
Fki.i. Con que sólo le escribáis
una cédula firmada,
queda contenta y pagada
que esta noche la veáis.
Y por que entendáis que es cierto,
yo os traeré papel aquí
en que ella confirme el sí
deste amoroso concierto.
Dirá que es vuestra mujer,
quedando a serlo obligada.
B.\N. Por la tiniebla pasada
nuevo sol comienzo a ver.
Merezca yo vuestras manos.
Fel. Bueno, y los brazos también,
que es muy justo que se os den,
que, en fin, ya somos hermanos.
¡Con cuánto gusto los doy!
Ban. Ya que os vais, quedaré aquí.
Si alguien me viere...
Teli. Decí
que sois...
Ban. ¿Quién diré que soy?
;Xo veis que soy conocido?
r-Kl. . Decid que buscáis a Alberto,
que tenéis hecho concierto
de recorrer lo aprendido.
Ban. Basta, yo lo fingiré.
Fki.i. Pues p>or la cédula voy. (Vase )
Ban. De extremo en extremo doy;
que nunca al medio llegué.
Dichoso en extrt mo fui
en el concierto del huerto;
en extremo en el concierto,
de desdichado me vi.
Agora vuelvo también
a ser dichoso en extremo,
ya tantos extremos temo,
¡Kjrque está en el medio el bien.
Pero como llegue al medio
desta virtud que me anima,
en poco el dolor estima
la es|xíranza d«-l renu-dio.
Tehano es é.ste, sin dudrí,
que, en fin, me vino a encontrar.
(Sale TKnANO.)
TivMA. liarÓH el bayo ejuiillar,
y (1 freno de ayer le nniila.
Ban.
Teba.
Ban.
Teba.
Ban.
Teba.
Ban.
Teba.
Ban.
Ai.dk.
Ban.
Alde.
Ban.
Alde.
que va con poco sosiego
y le lastima la boca.
¡Oh cuánto el amor provoca!
Necio y demudado llego.
¿Qué quiere aquí Bandalino?
Guárdeos Dios.
El mi.smo os guarde.
Por importarme esta tarde,
y que a propósito vino,
a bu.scar a Alberto entré;
tened por bien que le hable.
Servicio en verdad notable;
yo propio os le llamaré.
¡Jesús! Tanta cortesía...
Para serviros es corta.
Cuando no salga no importa,
y esta obligación es mía;
pero Alberto viene aquí.
(Sale Aldemaro.)
¡Oh, Alberto amigo!
¡Oh, señor!,
30 SO}' vuestro servidor.
A buscarte vengo.
¿Ansí?
Ayer cuando en mi posada
me mostraste una lición,
vi que la \-uelta a traición
era mudanza engañada.
Después, probando en un huerto
a hacer la lición, hallé
que no estaba firme el pie
de aquella gallarda, Alberto.
Y deshecha la mudanza,
ya que del huerto salí,
esta mañana entendí
que viene errada la danza.
Que mi lición contrahecha
y muy diferente dada,
de tu ciencia mal fundada (i)
averigüé la sospecha.
Mirarás de aquí adelante
cómo enseñas, porque entienda
que ha}- en tu lición enmienda.
Descuido fué, no te espante,
y de mi buena opinión
no formes esas quimeras,
que, de burlas ni de veras,
jamás di errada lición;
la tuya lo pudo ser,
porcjue fué de mano cii mano.
(i) V.n el manuscrito «iicnsada».
JORNADA TERCERA
505
Ban. Si eso es £in?í, Alberto hermano,
vennie, por tu vida, a ver,
porque entienda cómo ha sido.
Ai.Di;. Yo os dejaré satisfecho
de mi ciencia y de mi pecho.
Teb.^. Yo lo tengo así entendido;
que Alberto es hombre de bien
y vuestro valor mertce.
Bax. a mí ansí me lo parece.
(Sale Feliciana y dice aparte.)
Feli. ¿Que Tebano entró también?
Digo que soy desdichada.
¿Cómo le daré el papel?
Teba. Tenelde por muy fiel,
que es hijo de gente honrada
y muy soldado, por Dios.
Alde. 'Mi señora viene aquí.
I-EEi. A veros partir salí
y a veros, señor, a vos,
que a ^•^lestras hermanas debo
una muy justa visita.
Bax. Ya dése cuidado os quita
el que de serviros llevo;
toda mi casa tened
por \Tie.stra.
Feii. Y ésta, señor,
por este nuevo favor
recibe de vos merced.
(Deja Feliciana caer un papel al descuido,
álzalo y dice.)
lueso
Ban.
Teba.
Bax.
Feei.
Bax.
Ai DE.
Fei.i.
Feei.
Aede.
Feu.
CüR.
¿Es este papel acaso
Feli
\T.iestro?
Cor.
Bax.
Aquí se me cayó.
Feii
Deja, manos tengo yo.
Cor.
Fei.1.
¡Jesiís!, tomad.
Bax.
¡Bravo caso!
Xo era de poca importancia.
Feli
Feij.
¿Es de alguna dama hermosa?
Bax.
De la que ha de ser mi esposa.
Alde.
Y ha de ser pueblos en Francia.
Cor.
Bax.
Si salís fuera, iré 3^0,
mi señora, acompañaros.
Fel.
Teba.
Yo a serviros y a dejaros
en vuestra ca.^a.
Cor.
Bax.
Eso no;
vamonos a pasear
Feli
y a ver damas, con licencia
de vuestra esposa.
Feli.
En mi ausencia
a vos no os la quiero dar.
CCR.
Teba.
Ensillen otro caballo.
Caballo tengo a la puerta.
Pues vamos.
• Quedad muy cierta
que sabré bien empleallo.
llevándole vos, señor,
yo sé que irá bien seguro.
Ponelle en el alma juro
a papel de tanto honor.
(Vavse Tebano y Bandalino.
¡Oh injusto amor,
que sin razón me das celos
bajando entre mil mudanzas
mis seguras esperanzas
de dos bellííimcs cielos!
Albeito.
Señora mía.
Ye y llámame al escudero.
¿Dónde esperas?
Aquí espero.
(Vase Aldemaro.)
Y espero que pase el día.
Pasa, importuno, que tardas
con tu sol muy claro y puro,
y cubra el silencio oscuro
la tierra de nubes pardas,
porque esta noche ha de ser
el fin de mis males cierto.
(Sale Cornejo, escudero.)
-Agora me dijo Alberto
cjue me habías menester.
;Y dónde cjueda?
En la sala.
Pues, Cornejo, ¿en qué entendía?
Un remendillo ponía
a una vieja martingala.
Porque es hombre de secreto,
le quiero encomendar uno;
mas no ha de saber ninguno
cómo, cuándo ni a qué efeto.
¡Jesús! ¿En mí pones duda,
que soy Cornejo derecho?
Yo conozco tu buen pecho.
¿Dudas que a cjuien soy acuda?
Más antiguo es mi linaje
que Matusalén, ¡por Dios!
Hoy hemos de hacer los dos
que Alberto la furia abaje,
que ha entrado muy recio encasa.
Es villano de Aragón;
nació ayer en un rincón
y e,«i más antiguo Ganasa.
5o6
ni. MAESTRO DE DANZAR
A mí me enseñaba ayer
a danzar un estrambote,
y llago voto a I^anzarote
que apenas lo sabe hacer.
Fkli. Estas joyas que aquí van
llevarás a su aposento.
Cor. ¿Las joyas? ¿Para qué intento?
Fki.i Estas el engaño harán.
Debajo del almohada
de su cama las pondrás,
y deja hacer lo demás
Como que no entiendes nada.
Cor. ¡Por la muía del pesebre,
que os calo el engaño ya!
Feli. Ve con Dios.
Cor. Canto será
en que los ojos se quiebre.
(Vase.)
Peli. Del engaño que me hizo
la justi» venganza llega;
que la mujer no sosiega
cuando no la satisfizo.
E! saldrá de casa, y creo
que del lugar será poco.
(SaUtt Florela y Ai.dkmaro.)
Estoy, mi Plorela, loco
de este insufrible deseo.
Digo imposible y insufrible,
que mientras que se dilata
como imposible me mata.
En mi amor todo es posible.
Yo seré tuya a pesar
de mil imposibles vanos.
Dame tus manos.
Mis manos.
¡Oh. Florela!
Así has de entrar.
Y si la mano me niegas
por vergüenza o calidad,
no pierdas autoridad
si asir de su lienzo llegas;
que asidos de un pañizuelo
no parece mal la danza.
l'i,o. V al hacer de la mudanza...
Ai.i>F,. Si hay vuelta, suéltale.
l'U>. Harélo.
I'km ¡Qu<í siempre afjuestq me engañe
y busque alguna invención!
Am>k ¿líntendiste la lición?
Fl/j. No te espantes que la extrañe.
I'km. Que la noche y twlo el flía
nunca te cansa el danzar...
Al.DK.
Vijo.
Alde.
Fi/).
Feli.
Alde.
Flo.
Feli.
Flo.
Alde.
Flo.
Feli.
Alde.
Feli.
Aldk.
Feli.
Alde.
Feli.
Alde.
Feli.
Alde.
Feli.
Alde.
Feli.
Alde.
I'LO.
Alde
Flo.
Feli.
Alde.
¿Cómo me puede cansar
lo que es inclinación mía?
¿Que, al fin, es inclinación?
Inclinación y albedrío,
que usando del como mío,
tengo al que danza afición,
y más a Alberto, que enseña
unas lecciones suaves,
con que rinde a las más graves
y se enternece una peña.
Una máscara en tu nombre
hemos de hacer.
Es nmy buena.
Mejor máscara te ordena.
¿Quién?
X^na mujer y un hombre.
;A mí?
A ti.
¿Cómo?
Burlaba.
Mas ¿cómo es esa que dices?
A fe que la solemnices
si, como 3'o pienso, acaba.
Hase de hacer entre tres,
¿lluego yo he de entrar allá?
Si quieres.
Sí haré.
Ya va.
Di, veamos cómo es.
Aciuí traigo el instrumento;
entraos las dos, y saldréis
cuando os llame y entraréis
al compás del son que invento.
Que, en fin, nos hemos de entrar.
Sí; porque habéis de entender
que en esta sola ha de ser,
y que vengo a comenzar.
Vamos, Feliciana.
lint remos.
(Entranse ¡as dos.)
Si os entráis comenzaré.
Cielos, ¿(¡ué mudanza haré
metido entre dos extremos?
El uno en extremo adoro
y otro en extremo aborrezco,
cuanto a la virtud parezco
tanto la virtud ignoro.
Quiero empezar a tañer,
y la Mori.sca .será.
¡Válgame Dios! ¿Quién saldrá?
Pero l'lorela ha de ser.
(Llama a 1'I.üki.i.a, )• salf.)
vSalga Florela.
JORNADA TERCERA
507
Vw. Ya vengo.
¿Qué he de hacer?
Ai<DK. Darme tus brazos,
que son los mejores lazos
que para esta danza tengo,
l'i.o. Por mucho que aquesta sabe,
la engañas a vista de ojos.
Ai,DE. ¡Oh qué gloria de mis ojos
y cuando pena suave!
¿Qué remedio han de tener
mis atrevidas pasiones?
Vi, o. Mudando en otras razones
esa nmdanza he de hacer,
que te quiero más que a mí,
y es poco encarecimiento.
(Dice Aldemaro, recio.)
AldE. Da otro paso, ve con tiento;
floretas, atrás, ansí.
Bien vas.
I'U). ¡Y cómo si voy,
pues voy a un fin tan dichoso!
Ar.DE. Alza el cuerpo con reposo.
Por diestra en todo te do3^
Contenencia; un voladico;
msdia vuelta. ¡Oh qi^é bien!
Flo. Creo
que aprendo bi.-n tu deseo
y a tus liciones me aplico, (i)
Bien piensa agora esta necia
que estoy danzr.nclo (2) contigo.
Ai.DE. Que me des tus brazos digo,
prendas que mi alma precia.
(Esto que se ha diclio de danza ha sido fingido, sin dan-
zar: y dice de adentro Feliciana. j
Few. ¿Saldré?
Ai,DE. No tan presto, espera.
(Salen Feliciana y Cornejo.)
Fei<i. ¡Buenos, por mi vida, estáis!
Sin instrumento danzáis.
Si os esperara que hiciera...
Ar,DE. Ya. te quería llamar;
y aunque danzamos sin son,
para decir la lición
el tañer suele estorbar.
Advierte lo que has de hacer.
(i) En el impreso se ponen estos versos así:
«media vuelta. ¡Oh, qué bien!
Flo. Creo que deprendo bien
y a tu deseo me aplico.»
(2) En el impreso «bailaudo».
Cor. Señora, ha venido ya.
Fei.i. ¿Quién?
Cok. Tu esposo.
Feli. No podrá
agora esta danza ser.
¿Qué hacía?
Cor. Con mi señor
se sentaba ya a cenar
y os enviaba a llamar.
Flo. ¿Dónde está?
Cor. En el corredor.
También está ahí un criado
de Leonora, tu cuñada.
Fei.1. ¿Qué pide?
Cor. Pide prestada
cadena, cinta y tocado,
que ha de ir mañana a una fiesta.
Feli. Ve a Lisena que lo dé
con esta llave.
Cor. Yo iré. (Vase)
Fei-I. Cuantas joyas hay le presta.
Fi,o. Cansado vendrá Tebano
de escuchar a Sandalino.
Feli. ¡Qué gracioso desatino!
l-'LO. No es otra cosa en mi mano.
Feli. ¿De manera que te enfada
su talle V entendimiento?
Flo. Sin mucho encarecimiento...
Feli. Di lo demás.
Flo. No me agrada.
Feli. Mal gusto tienes.
Flo. Perdido.
Feli. Pues no lo digas burlando.
(Sale Lisena y Cornejo.)
IviSE. ¿Qué tengo de andar buscando
el escritorio rompido?
Cor.
Míralo, Liseno, bien.
Feli.
¿Qué es eso?
LlSE.
¡Gran desventura!
Rompida la cerradura
y el escritorio también.
Feli.
¿Cómo rompido?
I.ISE.
Que está
rota.
Feli.
¿Cómo?
LisE.
Agora entro.
I' ELI.
¿Las joyas?
T.ISE.
No hay nada dentro.
que tú lo has sacado ya.
Fel .
¿Yo, perra; qué dices?
Í.I.SE.
Digo
que está vacío y quebrado.
5o8
lüL MAESTRO Dli DANZ.VK
Feli. Pues, alto; a mí me han robado.
Kntra dentro, Alberto amigo
Al.DK. ¿Hay tan gran bellaquería?
Bien digo yo que en el huerto
andaba un ladrón.
Fkli. Kntra, Alberto.
Alde. No llore?, señora mía,
que las haré parecer
o la tierra se ha de hundir.
(\'ase.)
Fei.i. ¡Qué bien lo supe fingir!
Cor. El las debe de tener.
(]'aitse y satm Baxd.\lino y Julio, de jwche.)
B.\N. Daní-', Julio, esa rodela
y volveráste a salir.
Jl'L. ¿Cuándo me mandas venir?
Bax. Cuando quisiere Florela;
que hasta que de aquí se vaj'a
no pienso salir de aquí.
Jl'L. Luego no ver.dré por ti.
Bax. ¿Tanto el temor te desmaya?
Detrás de aquestas paredes,
y adonde puedas oír,
por lo que pueda venir,
estarte durmiendo puedes.
JUL. Mejor será estar en vela,
con la piedra como grulla,
porque si acudiere trulla
poco imjjorta la rodela;
y, en efecto, siendo dos
m.-jor te defenderás.
Ban. Julio, como amigo liarás.
Jti.. Tu triado soy.
Kan Adiós.
Jri . Recuéstate en esa malva.
Bax. Bien te puedes ya salir.
(VWÍC Bandalino.)
Jri.. V aun me pienso ir a dormir
antes que esclarezca el alba.
fíoce a su dama Florela
mientras gozo de la cama,
que otra probeta me llama
recado de pieza y suela.
(Va'.c.)
Bamjai IsO.
Cuando en la mar el bello sol se e.«condc
y queda el aire o^curtciendo en tornf)
y aquel planeta, que es del cielo adcjrno,
al rayo de oro o plata corresponde,
yo, a quien con tanto engaño amor responde,
a nuevo llanto suspirando tomo
y estas flores de lágrimas adorno;
que antes del alba, no imaginan dónde,
hallo a ia noche en el llorar repoí^o,
que amor me enseña a desfogar llorando
eso que de vergüenza calló el día.
de mí tengo piedad imaginando
mi estado miserable y doloroso
si aquí me falta la enemiga mía.
(Salen puesíns en armas .\ldkm.\ro, Tebano, Albkm-
Go, Cornejo, Bel.^rdo, Florhl.\ y Fei,ici.\na.)
AldEMARO.
Digo que por el huerto habrán entrado,
si agora acaban de faltar las joyas.
Teb.-vno.
¿Será posible entrar por las paredes?
Al.BERKiO.
Irse derecho al e.'^critorio es cc^a
que da sospecha a imaginar que sea
laelrón de casa y familiar amigo
el fiero autor de aqueste insulto infame.
C(íRNEJO.
Será bueno llamar a la justicia.
Ba.xdai.ino.
Perdido soy, huir es imposible;
si salto la pared han de seguirme;
más vale que me esconda en estos árboles.
Beiardo.
Aquí, señor; aquí siento ruido.
Aldemaro.
Bien dije ac¡uí, señor.
Al.BERlC.C).
¡Teiiedlc! ¡Mucral
Baxdai.ino.
(Paso! Ninguno llegue, o, ¡vive el ciclo!,
que le atraviese con aquesta espaela,
que yo no soy ladrón.
Ai BERic.o.
¿Pues (|uién?
Bandalixo.
Fu lioinbre.
Tebaxo.
Diga quién es, o dame una escopeta.
J
JORNADA TERCERA
509
Bandaiino.
Xo hay que encubrir quién soy. Soy Bandaiino-
Tebano.
Bandaiino, ¿qi'.é es esto?
Al,BERlGO.
¿Y es buen término
entrar eu casa de los hombres nobles
con esa libertad?
BANPAIvINO.
Si la he tenido,
amor, señor, ha sido y es la causa.
Tebano.
Amor, ¿de quién?
BANDAr,INO.
Sosiégúese, Tebano;
que si yerros de amor perdón merecen,
Florela es mi mujer.
Al^BERIGO.
Florela, hija,
¿este, por ventura, es el honor mío
puesto en las manos de tu honesto crédito?
Fl,OREI,A.
¿Qué quieres que responda, Feliciana?
Feliciana.
Que puedes responder en este punto,
que aquí me va la honra con la vida:
Dile a todo que sí. ¡Maldito engaño!
Bandaijno.
Fuera desto, yo tengo aquí su cédula,
escrita de su letra y con su firma.
Alberigo.
Mas ¡qué extraño caso!
Aldemaro.
¡Santo cielo!,
¿en qué ha de parar esto? ¿Por ventura
consentirá Florela en este engaño
por el peligro de su hermana loca?
¿Quién duda que confiesa, y que yo, triste,
por mi culpa me quede sin Florela?
Pero cuando este mal llegue a este punto,
acero tiene aquella espada, y tienen
valor para matarme aquestas manos,
de un soldado de amor galardón justo.
AíBERIGO.
Aquí dice y confiesa que es su esposa;
y aunque el honor me obliga a la venganza
por ser mi casa ilustre y conocida,
puesta por vos en la presente infamia,
volviendo por mi honor, y conociendo
que de mi sangre .sois igual y digno,
dadle esa mano y quedará por vuestra.
Florera.
Señor, espera.
Alberigo.
¿Qué he de esperar, loca,
infamia y vituperio de mi casa?
Dale la mano.
I'l,OREI,A.
La palabra basta,
que quiero hablarte yo despacio en esto.
Ai<bp;rigo.
Una por una, crea Bandolino,
que un punto no saldrá de aquesta casa,
menos de que se case con Florela.
Bandaijno.
Yo digo que me pongas mil prisiones,
porque casarme en todo es mi deseo.
Tebano.
Bandaiino es honrado, yo lo fío.
AI.BERIGO.
¡Qué bueno quedo, ah triste engaño mío!
(Sale I^iSENA con las joyas.)
LiSE. ¡Albricias, señora mía!
Feli. ¡Ah, Lisena! ¿De qué son?
L Si. Ya ha parecido el ladrón
que el oro hurtado tenía.
Albe. ¿Adonde?
LiSE. Dentro de casa.
;Veis aquí las joyas?
Ai.be. Muestra.
LiSE. Y para disculpa nuestra
quiero decir lo que pasa.
Ai,be. Dilo todo, que imagino
que es mi pensamiento cierto.
T.iSE. Que el ladrón ha sido Alberto.
Al,DE. ¡Qué notable desatino!
¿Qué dices, loca?
LiSE. ¿Qué digo?
Que eres ladrón muy notorio.
Tú rompiste el escritorio.
EL MAESTRO DE ]\\NZAR
¡Oh, danzador enemigo!
¿Así que en son de danzante
sois ladrón?
Ai.DE. Soy bien nacido,
y eu mi vida he cometido
una maldad semejante.
Trátame bien, que podré
dar información honrada.
LiSE. Debajo de la almohada
de su cama las hallé.
Bki,. ¿Pues cómo lo has de negar?
Quiero partirme, ¡ay de mí!,
y de lo que pasa aquí
a Ricaredo avisar.
Cor. líl mozo, señor, se ha ido.
Albe. Xo le asieras, majadero.
Teba. ¿Qué indicio más verdadero
de que éste el ladrón ha sido?
Flo. No es posible, mi señor,
que Alberto liicie.se tal cosa.
Ai.bk. Muéstrate tú muy piadosa
agora con un traidor.
¡Vive Dios, que ha de morir
en una horca!
Ai.DE. Yo he hallado
nuiy buen puerto a mi cuidado.
Ai,BE. ¿Que al otro dejaste ir?
Cor. Si no me mandaste asille.
Ai, BE. ¿Xo basta ver lo que pasa?
Fki.i. Por ser criado de casa,
basta, señor, despedille.
Ai.BE. De.spedille, bien lo entiendes;
al otro he de hacer buscar.
Cok. ¿Quién se había de llegar
hacer lo que tú pretendes?
Que traía el ladroncillo
ima dagaza de ganchos
con unos filos más anchos
que una espada del perrillo.
Ai.iíK. lüstas eran las lisonjas.
Cor. ¡I,a guarnición no era nada:
más fuerte y más enredada
que un locutorio de monjas!
Al.HE. ICsta es la danza, esta es;
¡ah, ladrones inhumanos!
Cok Mejor danzaban de manos,
aunque eran diestros de pies.
Aí.Hi',. Suelta, traidcjr, esa espaíki.
Y ]K)T lo fjue a hidalgo debo,
a la cárcel no te llevo.
Al.DH, ¿Qué haré, Plorela casada?
Ai.BK. Asildc, y en el njás fuerte
aposento le encerrad,
l"i,o.
i Al,DE.
.^I.BE.
I-I.O.
Cor.
Al.DK.
-\l.PK.
Teba.
A I, BE
'i'EBA.
Fi.o.
y una cadena le echad
mientras procuro su muerte.
¿Que no se defiende nada
viendo un peligro tan cierto?
Cielos, ¿es ladrón Alberto?
¿Qué haré, Florela casada?
Llevadle luego de aquí;
que yo haré en dos horas solas
que haga dos cabriolas
en una horca.
¡Ay de nü!
Pues que así dejó la espada,
¿qué más cierta confesión?
Andad, danzante ladrón.
(Vasc Cornejo.)
¿Qué haré, Florela casada?
(Llevan a Alberto preso.)
Con qué fingido semblante
Alberto a buscar venía
lo que él mismo hurtado había
con máscara de danzante.
Suspenso estoy y admirado
de que en tal bajeza se halle
\\n hombre de tan buen talle,
y en algún tiempo soldado.
Pero pues ha parecido,
se le agradezca al ladrón,
que por su misma ocasión
aquella noche ha escogido.
El cual, con licencia tu^a,
llevaré con mi fianza.
Ksta es, Tebano, otra danza,
y es razón que se concluya.
Vamos.
(Vasc Albicrioo.)
En esta ocasión,
q\ie no puedo huir, os fío.
Ven, pues.
¡Ay, Alberto nn'o!;
¿posible es que eres ladrón?
(Salí II Kkaki.ix), .Xnduon'io y Bei.akdo.)
R icAKi;i)o.
¿Que las joyas Judiaron tu i-u canir.?
Hiu.akdo.
Y queda por ladrón pre.'^o y rendido;
pero es tanto el amor y la locura,
que apenas hace cu( nta de la infamia.
JORNADA TERClíRA
511
RlCAREDO.
¿Qué hombre, eu este punto, que hombre fuera,
que no metiera a la espada mano?
Bei,ardo.
Bueno!
Así se acuerda el otro de la espada
como se acuerda de la sangre y honra;
y quien sin honra vive, ni la tiene,
en balde ciñe espada.
RlCAREDO.
Di, Belardo,
¿quién o cómo le puso aquestas joyas?
Bei<ardo.
Algún criado que las tuvo hurtadas,
y arrepentido con temor del hurto,
echóle culpa al forastero pobre.
RlCAREDO.
Esta es la hora que anda el desdichado
maltratado, herido, preso o cerca
de ir a morir en una cárcel pública;
agora es tiempo de buscar remedio,
que no va menos que la vida y honra;
y de la vida yo no hiciera caso,
pues que su mismo dueño la desprecia;
pero la honra, aunque la estima en peco,
tócame a mí, que soy su amigo y primo.
Vamos, Andronio, que hoy he de librarle,
o allí en su casa perderé la vida.
Andronio.
Será bueno que avises a su padre.
RlCAREDO.
Que no es tiempo de dar estos avisos,
que es gran peligro el de la honra.
BEIwARDO.
Vamos,
que yo el primero perderé la vida.
RlCAREDO.
¡Amor, a cuánta infamia estás sujeto!
Andronio.
Ksta es la casa.
RlCAREDO.
Entremos con silencio.
(Vanse, y salen Albkrigo y Florela.)
Al,BERlGO.
Admirado me dejas.
Fl,OREI.A.
No te miento.
AebERIGO.
Que todo es fingimiento.
Feorela.
Todo, señor, es fingido,
que nunca Bandalino fué querido
Aeberigo.
¿Y esta firma, no es tuya?
Feoreea.
Es contrahecha.
Aeberigo.
Siempre he tenido deste amor sospecha;
¿al fin, que Bandalino está engañado?
Feorela.
El piensa que es amado;
mas su mal piensa.
Aeberigo.
¿Pues cómo podré yo cubrir la ofensa
de Tebano y mi hija, sin casarte?
Feoreea.
Quiero un consejo, aunque ignorante, darte.
A13ERIGO.
Mira, Florela, que esta Feliciana
es nii hija y tu hermana,
aunque este yerro ha hecho,
que disimulo con paterno pecho;
que cuando tu honor se ofenda o tuerza,
con Bandalino casarás por fuerza.
Floree A.
Ella pensó casar con Bandalino.
AlberiGO.
Pues fué gran desatino;
que si me lo dijera,
también como a Tebano se la diera.
Fi,orei.a.
Escucha mi remedio.
5J2
EL MAESTRO DE DANZAR
Al,BERItíO.
Di el consejo,
que vale de mujer más que de un viejo.
Fl.ORELA.
Tú has de llamarle, y como en gran secreto,
decirle que, en efeto,
quieres que sea su esposa;
pero que hay de por medio cierta cosa.
;Cuál es?
Alberigo.
Florela.
Llega al oído.
Al.BERIGO.
Di, veamos.
(Sale B.^NDALINO.)
Baxdaiixo.
Ya cerca, dulce amor, del puerto andamos-
ya puedes amainar las blancas velas,
que un tiempo desplegúelas
contra tu golfo vario;
ya con viento en favor, y ya contrario,
y eché el fierro y el áncora en la playa,
que no hay mar que no tenga fin y ra)'a;
Llegué, vi el sol, vencí su rayo ardiente,
tan firme y asistente,
que veo cara a cara
mi hidalgo sufrimiento y su luz clara.
Águila soy, pues sin trabajo veo
el re.splandor del fin de mi deseo.
Alberic.o.
Vete, (]Uf ya lo entiendo.
I-'l.ORKI.A.
¿Y no te agrada?
(Vase Fi-OKELA.)
Al.BKKIGí),
Ks industria extremada.
liAXDAUNO.
, Por qué se fué Tlorela?
Al.BKRHiO.
Del oílio es siempre hija la cautela;
qué bien que lo lia trazado, joh Bandalinu!
Bandalixü.
Dame esos pies, si soy de esos pies diño.
Ai^berigo.
El honor, que aumenta los linajes,
sin prólogos ni ambeges,
me fuerza que te diga
una verdad, que a quien soy me obliga;
porque después, si a tu noticia llega,
no pague un viejo lo que un niño ciega.
Florela, aunque Dios sabe si lo siento,
con fácil movimiento
de muchacha liviana,
por ventura envidiosa de su hermana,
casarse de secreto pretendía,
contra la voluntad paterna mía.
Y no digo con vos, que eso sufriera.
Bandaijno.
¿Cómo? ¿De qué manera?
Al,BERlGO.
Con aquese danzante
está casada.
Bandaijno.
¿Hay caso semejante?
Al,BERIGO.
Y para que entendáis bien lo que pasa,
con esta industria lo ha metido en casa.
que es noble y caballero, aunque ella dice
que ya se contradice
de ese primer 'ntento
y quiere hacer con vos el casamiento.
Bandaijno.
¿Palabras caben en tu amor tan malas?
¿Cómo, señor, con un ladrón me igualas?
Ai^berigo.
Que no es ladrón.
B and AI INO.
¿Pues cómo, si es honrado,
las joyas le han hallado?
AI.HIvRIGO.
Florela se las puso;
porque, como muchacha, se dispuso
a partirse con él. Si así os agrada,
esta noche o« la doy.
JORNADA TERCERA
513
Al^BERIGO.
¡Por cierto, honrada!
La mujer que ha de ser nuijer de mi noble,
halo de ser al doble,
y a sólo su marido
ha de haber con amor correspondido.
Que la mujer que a otro amó primero,
jamás le tiene casto y verdadero.
Favores y regalos que le ha hecho,
desde aquí lo sospecho:
los papeles y cartas,
que deben de ser hartos, y ellas hartas;
y, por dicha, también algvin abrazo:
carta de espera mientras llega el plazo.
La que ha de ser de Sandalino esposa
y suceder dichosa
a mi sangre y nobleza,
ha de tener igual alma y belleza.
Y en esto me resuelvo, y agradezco
el desengaño que pagar ofrezco.
Rasgaré este papel, y eternamente,
ausente ni presente,
aunque amor me desvela,
me acordaré de vos ni de Fl órela:
que a un simple amor tan grandes desengaños,
agravios son que durarán mil años.
AlBERIGO.
¡Qué bien salió la industria; bien .se ha hecho!
jOli hija!, en cuánto estrecho
has puesto a un padre honrado;
mas huélgome, que estoy de ti avisado.
Que con mi reprensión y tu vergüenza,
haremos cuenta que el amor comienza.
(Vase Band.\lino, y salen Ricaredo, Andronio r
Bklardo, con suyos, y máscaras, y Tebano tras ello^
con la espada, desnuda, y Feliciana teniéndole.)
Cor.
Rica.
Teba.
Al,DE.
Al,BE.
Teba.
FeIvI.
Rica.
Ai^BE.
Teba.
Rica.
Ai,BE.
XEBA.
Al.BE.
XII
Aquí moriréis los tres.
Teneos, por Dios, .señor.
Danos a Albsrto, traidor.
¿Qué es esto?
¿Pues no lo ves?
Por el ladrón que prendimos
vienen otros semejantes.
No somos sino danzantes,
que por Alberto venimos.
Danos a nuestro maestro,
que está preso sin razón.
Paso, que ya no es ladrón.
¿Pues quién es?
Su duíño V nuestro.
Al.DE.
AXBE.
Teba.
Al,DE.
Rica.
Ai.de.
Rica.
Ai,DE.
Andr .
BEt.
Alde.
Bel.
(Sale Cornejo.)
Acude presto, señor,
que al ladrón Florela quita
la cadena.
En eso imita
de mujer noble el valor.
¿Quieres que yo vaya allá
y no le deje salir?
(Salen Aldemaro y Florela.)
Por aqm' podremos ir,
tomada la puerta está;
¡que no tuviera una espada!
Ya no la habrá menester,
que hoy su fin ha de tener
la máscara disfrazada.
Ya sé que eres Aldemaro,
de los buenos (i) de Lerín;
y aunque pobre, eres, en fin.
en antigua sangre claro.
Ya que esta invención de fama,
que ya se esparce 3' derrama
por hecho insigne en Tudela.
De aquí se fué Bandalino
sabiendo tu casamiento,
que quiero, esfuerzo y consiento.
Yo soy vuestro esclavo indigno.
Viéndome pobre, intenté,
cuando vine a la sortija,
conquistar a vuestra hija,
con sola nobleza y fe.
Suplicóos me deis perdón.
De todo estáis perdonado.
¡Buena joya habéis hurtado!
Soy un dichoso ladrón.
Sepamos quién son los tres.
Tres danzantes desta boda;
que pues tan bien se acomoda,
luego necesario es.
(Quilanse las máscatas.)
Ricaredo.
Primo mío,
esto hice por librarte,
que me tocaba gran parte.
Que tendrás perdón confío.
Andronio soy.
Yo Belardo.
Qué criados tan fieles.
Tú has danzado como sueles;
pero yo, ¿qué premio aguardo?
(i) ICii c'l manuscrito «nr.bles».
33
5^4
EL MAESTRO DE DANZAR
Al.BE. Yo quiero darte a I.iseiia,
V con quinientos ducados;
que a criados tan honrados
sola aquesta paga es buena.
Bel. Yo os b..-so los pies, señor;
que grande favor ha sido
para no haberle servido.
Feli. Muera amor, viva mi honor;
salga Bandalino, en fin,
de mi alma y corazón.
Albe. Lo que ha pasado es razón
que escribáis luego a I^erín.
Andr. I.as nuevas he de llevar.
Aquí acabó íu mudanza;
su amor, su enredo, su danza.
El maestro de d.itiJSjr (i).
(i) El manuscrito, y de seguro el autógrafo de que es
copia dice luego:
«Hice esta comedia en Alba,
para Melchor de Villalba;
y porque es verdad fírmelo
el mes que es mayor el hielo,
y el año que Dios nos salva.
1594
Lope de Vega Carpid
finís»
LA MALCASADA
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
DEDICADA AL INSIGNE JURISCONSULTO
DON FRANCISCO DB I. A CUEVA Y SU. VA
Atrevimiento es grande dar a la luz en nombre de
vuestra merced esta comedia; pues siéndole tan noto-
rios los preceptos, no le ha de parecer disculpa haberse
escrito al uso de España, donde fueron culpados de la
mala observancia los primeros por quien fué introdu-
cida. Dijo Baldo que; Scire quid facías, et nescire quo
otdina facías, non est perfectae cognitionis. En ellos
tuvo principio. No ha sido posible corregirle en tantos
años, así en los que las oyen como en las que las escri-
ben; pues aunque se ha intentado, sale con infeliz aplau-
so las más veces, dando mayor lugar a los espectáculos
e invenciones bárbaras que a la verdad del arte, tan
lamentada de los críticos ini'itilmente. I,os autores tie-
nen su parte de esta culpa; pero pues multa in iure cívili
contra strídan raííonem disputandi, pro communi utilí^
tate recepta suni, no es mucho que, por la de tantos en
esta parte, perdonen los observantes de los preceptos
la imperfección que digo. Pudieran muchos ingenios
censores, como lo condenan, remediarlo, porque frustra
est potenlía, quce ad actum non perduciiur. Pero pues
vuestra merced no ha sido de los escrupulosos en esta
materia, excusada fuera esta satisfacción, que sólo la
he dado a '^n divino ingenio, tan dignamente celebrado
«n toda Europa, porque quien le j ere su nombre en esta
décimaquinta parte de mis comedias sepa que le dedico
más la voluntad que los versos, porque ella es verdad
y ellos son fábula, y que conozco que muchos imper-
fectos, cuales son los que la constituyen como miem-
bros de su cuerpo, unum perfectutn constituere non poS'
suni. Reciba, pues, vuestra merced, en su protección»
ya como caballero tan noble y descendiente de la casa
Uustfísima de los Duques de Alburquerque, ya como
tan insigne orador y jurisconsulto, a La Malcasada,
título de esta comedia, que bien tendrá necesidad de
su elocuencia con que ha vencido al griego Demóstenes,
al romano Cicerón y al español Quintiliano, para los
pleitos y desdichas que se le ofrecen, pues lo debe a
amor inmenso que le tengo, al respeto con que le trato
ya la veneración con que le miro; y pues ubi mens est
certa d' terhis non curatur, mi propio atrevimiento me
disculpe; que en razón de las admirables partes que
adornan tan estupendo prodigio al mundo, sólo diré
lo que de Andreas Alciato dijo Gribaldo, pues igual-
mente honra vuestra merced las leyes y las musas:
Consultissímus ornat Alciatus
Musas, eloquium, sacrasque leges.
Capellán de v. m., Lope de Vega Carpió.
LA MALCASADA
COMEDIA FAMOSA
DK
LOPE DE VEGA CARPIÓ
Don Ji'AN, caballero.
I.isARDO. Iclrado.
Hernanto, lacayo.
MiLLÁN', caf>isorrón.
Orpóñez, escudero.
FIGURAS DE LA COMEDIA
Feliciana, viuda.
Doña Lucrecia, ftn hi]a
I«AEEL.
Lidia, criadas.
Don Jumo, viejo milanes.
Fabio.
Representóla Riouelme
Trebacio, criados suyos
Virgilio.
Terencio.
Fabricio.
FuL^.ENCín, vicio.
ACTO PRIMERO
(Salen Don Juan y Hernando, lacayo.)
Juan. Todo lo que digo es cierto.
Her. Parte de ello he visto j-o.
Ju.vx. Si su rostro me agradó
su entendimiento me ha muerto.
Her. ;Cómo la pudiste hablar
estando su madre allí?
Juan. Porque en su traza entendí
que la pretende casar.
IIer. Xo sobra mucho dinero
cuando se casam doncellas,
gustando sus madres de ellas
que las requiebren primero.
Pero bien que tú no eres
de tan poca discreción,
y más valiendo el doljlón
a veinte y cuatro mujeres.
Que en aquesta edad que corre
{'.sí se manda trm-ar;
ya no hay, Ix-andro, en la nuir
Kro ni luz en la torre.
Pa.só el tiemi)o de los bobos;
bien sé yo que ti'i no poca?
en lo de casarte a secas.
Ji AN. ¡Ay. Hernando!, los m;ls loljos
vienen a morir en tr.'inip.i;
íjue el más fuerte jxiis.imjento
se recoge a easamiento
si la voluntad no escampa.
Her. Tengamos en qué entender.
¿Tú te enterneces así?
Juan. ¡A}-! ¡No sé, Hernando, qué vi
en esta hermosa mujer!
Hkr. ¿Qué viste?
Juan. Un mirar traidor,
con vergüenza despejado.
Her. Di que estás enamorado.
Ofrezco al diablo el amor;
que más te quisiera ver
con unas buenas tercianas.
Juan. ¿Pues tú qvé pierdes ni ganas
en querer yo o no cjuerer?
Hek. ¿Cómo no? ¿Luego no hay más
sino servir un criado
a un señor enamorado?
¡En qué lindo engaño estás!
Tú, si estoy bien en la cuenta,
me das al mes doce reales,
y si enamorado sales,
no te serviré por treinta.
¿Es negocio de chacota
andarse tras im amante
todo v\ año de portante
chazándole la pelota?
¿Aguardalle en una esquina,
de un brofuul (|uebrado el brazo
ACTO PRIMERO
517
y aguardando un pantuflazo
si un celoso se amotina?
¿Acostarse con el sol
que sale por la mañana
porque él deje a una ventana
más babas que un caracol
diciendo amores baldíos
de un loco y necio deseo
a la otra, que tu manteo
está recogiendo fríos,
que todos paran después
en agua, granizo y truenos,
y al cabo de estos serenos
doce reales por un mes?
Hagamos otro concierto
íi piensas enamorarte.
Juan. Hernando, en ninguna parte
que puedes servir te adviertt>
como a un hombre enamorado,
que la liberalidad
nació de la voluntad,
y no puede haber criado
que pueda medrar sirviendo
si su amo no lo está.
¿Qué recado le traerá,
o con verdad o fingiendo,
porque no le dé un vestido,
unas calzas, una joya?
Her. y si está en sus trece Troya
y no da puerta ni oído,
¿qué dará por un desdén
un amo a un pobre criado?
Juan. Xo ha de ser tan desgraciado
que nunca le quieran bien,
mayormente si su amor
pone en doncella.
Her. Eso creo,
que de casarse el deseo
las pone en bravo rigor.
Dirá una doncella sí
a quien en su vida vio,
que piensa, si dice no,
que el mundo se acaba allí
y que no hay otro hombre en él;
porque todas hacen cuenta
que es mejor la primer venta,
y las más cierran con él.
Juan. Quedo, Hernando, que ha salido
del Carmen.
Her. Notables son,
ya te ha mirado a traición.
Juan. Pues de eso e.stoy tan herido.
Her. ¡Qué madre tan reverenda!
Xo trae mejor gualdrapa
la misma mvila del Papa.
La moza es linda prebenda.
Escuderito tenemo?
y moza de garabato,
¡Ea!, alborotóse el hato,
toque a todos y dancemos.
(Salen Doña I.ttcrecia, doncella; Felici.'VNA, madre;
Ordóñeí;, escudero; Tsabel, criada, con mantos.)
Luc.
Fel.
Luc.
Fee.
Luc.
Fee.
Luc.
Fei..
Luc.
Fel.
Luc.
Fel.
Her.
Juan.
Her.
Juan.
Her.
Jt'an.
Her.
¡Qué buena está doña Inés!
Pues yo te juro que tiene
mis años.
Gallarda viene
de talle y galas después
que casó con el doctor.
Mucho remozan las galas.
Si al contento las igualas,
esa es la gala mejor.
Las doncellas no pensáis
que fuera del casamiento
puede haber otro contento.
Vosotras nos lo enseñáis,
pues de eso habernos nacido.
¿Quién es aquel caballero
que te hablaba?
Hoy el primero
día que le he visto ha sido.
X^^o tiene mala persona.
Es bien hablado y galán.
¿Qué te dijo?
¡Qué bausán
la estás mirando! Perdona;
que nunca te vi tan necio.
Deseóla enamorar.
¿Y negocias con mirar?
De mirar tierno me precio.
A cierta mujer oí
que un galán la enamoraba
cada vez que la miraba.
¿Supiste la causa?
Sí.
Era tuerto, y en lugar
del ojo que le faltó,
uno de oro se encajó
la niña haciendo esmaltar.
Y porque un doblón pesaba,
decía aqviella mujer
que le daba gran placer
cada vez que la miraba.
Tratáronse, y la afición
tal puso al buen caballero
que faltándole el dinero
vendió el ojo en un doblón.
5i8
LA MALCASADA
Ji"AN. Gran cueno fué la mujer,
que hasta el ojo le sacó.
I ' KR Si con él la enamoró,
con él la vino a perder.
Pero ella le consolaba
y a lo falso le decía
que pues que lo mismo vía
ni perdía ni ganaba.
J UAX. Más despacio me enamoro.
Her. Yo tengo por cosa clara
que hasta el alma le sacara
si fuera el alma de oro.
Fel. ¿Eso te dijo?
Lrc. Esto mismo.
Fei,. ¿y sabes su calidad?
Lrc. En la corte es necedad,
porque es toda un barbarismo.
Aquí no hay que saber casa,
creer pajes ni laca^-os.
¿No has visto unos papagayos
qu'* están diciendo: «Quién pasa»?
Pues esos son en la corte
los que m?jor hablan de eha,
f>crque eso sólo hay en ella
de todo su fausto y porte.
Unos vienen y otros van,
no hay de asiento, cosa o casa;
di tú: «¿Quién pasa, quién pasa»?
y ellos te resp>onderán.
Fel. ¿Xo es este que viene aquí?
Luc. El mismo.
Fel. Derriba d manto
y dale por algún canto
los ojos.
Luc. ¿Dices ansí?
Mas haz tú que no lo ves,
que él quiere llegarme a hablar.
Peí,. El desearte casar
me jx)ne el seso en los pies.
Mas no hables, que ha venido
aquel letrado de ayer.
(Salen I.isARDo, Ultado, y MillAi», ctiaio.)
Mil.i,. I^ijí^ que éstas han de ser.
Lis. Pamf>«í) p^wU-nccj has sido.
Mii.i. Con el pie y la mano alzada
en viéndolas me quedé.
Juan. Ya cuando hablarla intenté
fué todo mi intento nada;
que aqiusti- (|ue viene aquí
o es .su Jiermano o su pariente,
Hkk. Más parece pretendiente.
Juan, ¿Prete-ndionte?
Her. Señor, sí.
Que ella se ha tapado más
y él se queda.
Juan. Yo las sigo.
(Vanse.)
Lis. ¿No ves esto?
MiLL. Yo te digo
que no me engaño jamás.
Lis. Pues bien: ¿qué culpa tan grave
es que la siga un mancebo?
Mii,L. Donde no se pone cebo
ni asen pez ni cogen ave.
Lis. Si fué el cebo su hermosura,
¿cómo la puede esconder?
Porque el no dejarse ver
fuera soberbia o locura.
Mri,L. Bien se casa la mujer
a fama de su virtud.
Lis. Si paía la juventud,
también se puede perder
del casarst la ocasión.
Algunas han acertado,
que ellas propias han buscado
maridos con afición.
Mii^L. Pocas, y no estuve un dedo,
señor, de decir ninguna.
Lis. De los bienes de fortuna,
Millán, confesarte puedo
que la industria y el trabajo
los puede y suele adquirir;
que estos dos suelen subir
a gran puesto un hombre bajo.
Como verá.-, en algunos
que en Indias sudan, trajinan,
compran, venden, encaminan
a tierra y mai importunos;
y, en fin, vencen, y a su tierra
traen con qué descansar;
pero en esto del casar
el que es má.s prudente yerra,
porque ha de venir del cielo,
y él como quiere lo da.
Mlli,. Tu ciencia encañada está,
aunque no lo (.-tá tu celo;
que el ser In buena mujer
don de Dios habrás leído,
mas no por eso cabido
que a tiento se ha de escoger.
Porque si eso fuera ansí.
eualc|uiera se disculpara
cuando muy mal se casara
sin poner la culpa en sí.
Que si comprando un melón
ACTO PRIMERO
519
se ha de escoger en docientos,
yo pienso que casamientos
de más importancia son.
Tiente, huela, tome a peso,
¡pese a tal!, el que se casa,
pero que no lleve a casa
algo que le quite el seso.
No milón como pepino,
ni de maduro badea,
pero que de gusto sea
y para estimarle digno.
Llaman partes del melón
los mequetrefes de España
buen olor, buena calaña,
y estas dos las mismas son
que hacen buena a la mujer.
Buen olor es buena fama,
buena calaña es la rama
de quien ha de proceder.
Que nunca de madre ruin
vimos hija virtuosa,
si no es por maravillosa
voluntad del cielo, en fin.
Lis. ¡Oh qué moral, majadero!
¿Tú me enseñas?
Mil,!,. No hay letrado
para leyes de casado
como el que lo fué primero.
(S/üe Don Juan .)
Lis. ¿No es este el galán que vi
picar en doña Lucrecia?
MlLX,. El mismo; y si ella no es necia,
hará que te pique a ti.
Juan. Si de im mirar se conoce
que agrada lo que se ve,
esperanza, dadme fe
para que este bien me goce.
Mirado me han, o me engaño,
con ojos vertiendo risa,
que es por donde el alma avisa
que no es el objeto extraño.
¡Lindos recados, por Dios,
cor los ojos le envié
y tal vez imaginé
que nos los dimos los dos!
Ella es bella, y para darme
a entender que es bien nacida
se entró (i) gallarda asida
a su escudero al dejarme;
y para darme a entender
(i) Ba Hartzeabusch «estiró).
que era rica, se rió,
que quien perlas me enseñó
oro debe de tener.
Pues hermosa, hidalga y rica
no será mal casamiento.
Lis. El hombre viene contento;
que le admiten significa.
Mn,!,. Celos en menos de un hora;
pero tales suelen ser
que retan los por nacer,
como Ordóñez en Zamora.
Juan. a mi lacayo dejé
para hacer información
de quién y de dónde son.
Lis. ¿Podréle hablar?
Mil,l<. ¿Para qué?
Lis. Para saber lo que emprende.
Mil,!,. ¿Pues podrás?
Lis. Pienso que sí.
Mil,!,. ¿Qué invención?
Lis. Aguarda aquí. —
Si quien pregunta no ofende,
suplico a vuestra merced
me diga en qué casa vive
doña Lucrecia de Orive,
que recibiré merced,
porque le traigo este pliego.
No conozco tal señora.
Pues di jome este hombre agora,
si acaso no estaba ciego,
que con ella os vio pasar.
La mujer que yo seguí
aquí en el Carmen la vi,
mas rezar, que no mirar.
Agradóme por lo honesto
y fui en corso por la calle
a convidarla a este talle;
no hay más desta culpa en esto.
Lis. No lo digo yo por tanto;
que esa señora es mujer
que se deja pretender
para matrimonio santo.
Juan. Así, pues, vuesa merced
cor sus letras la pretenda,
pues no es justo que se ofenda
que a otros haga merced ;
que yo pienso con mi espada
pretenderla aquí también
porque me parece bien
y no es suya ni es casada.
Que me haya dicho su nombre
eso agradezco.
Lis. En efecto
Juan.
Lis.
Juan.
5''o
LA MALCASADA
sois tan noble y tan discreto
como hidalgo y gentilhombre.
Pretended enhorabuena,
que %niestra resolución
muestra bien que la intención
está de engañarla ajena-
pero llevad advertido
que este es pleito, y soy letrado.
Juan. Yo sé, señor licenciado
del tribunal de Cupido,
lo que se puede saber.
A'uesa merced haga cuenta
que alguna cátedra intenta
y comience a pretender.
I.is. Dios os guarde muchos años.
Juan. Y a vos os dé que veáis
lo que a mí me deseáis.
Miu.. ¿Qué ha habido?
I.is. Cuentos extraños.
Vente, Julián, por aquí;
lo que pasa te diré.
(Vanse los a'/s.)
JlAX. Necio vino y necio fué;
a mi gusto respondí.
Todos sabemos latín;
despacio, señor doctor.
(Sale Ilr.RNAXDO.)
Her. En este punto, señor,
la información hizo fin.
JiAN. ¿Hijo o hija?
Her. Hermafrodita.
Juan. ¿Todo junto?
Her. Así lo creo.
JtAX. ¿Pues qué haremos del deseo
que el alma me solicita?
Hek. Oye atento.
J''AN. Ya te escucho,
y con no poco temor.
Her. Vo fui inquiriendo, señor,
desde \<) peno a lo mucho.
Ivlla, cuanto a lo primero,
es doncella honesta y grave,
no de las de Dios lo sabe.
J t'AN. A-si lo creo y lo quiero.
Her. Kstoeshijo
J'AN. ¿Y en c|ué es lujar
Her. I'ii «-.r pobre.
J'AN. ¿Pobre?
Her. Sí.
que esta cuerda le torcí
a la segunda clavija.
JfAN. ¡Malo!
Her. Endiablado.
Jl'AN. No hay coia
que tanto me pueda helar.
Her. Puede la esfera enfriar
adonde el fuego reposa.
Un hombre me dijo a mí
que una vez se vio perdido
de amor y tan sin sentido
que andaba fuera de sí.
Mereció una noche ver
a su bellísima dama
para dar fin a su llama,
y vio en su aposento arder
un reverendo candil.
Tal fué el ansia que le dio
que se desenamoró
viendo una alhaja tan vil.
De suerte, que no pudicndo
padres, amigos, parientes,
enemigos diferentes
con quien andaba riñen do
quitarle este negro amor
que está en la sangre sutil,
pudo él hallar un candil
la noche de su favor.
Ju.vx. Ahora bien: ¿es con extremo
su pobreza ?
Her. No, señor,
c]ue hay csciidero de honor
y otras honrillas que temo.
Jt'an. Pues si es casta y virtuosa
y hermosa, ella será mía;
pero elccirte querría
una pregunta graciosa
cjue me hizo aquel letrado.
Hhr. ¿Preguntaba algún problema?
Juan. No, sino cierta entimema
de su amor desatinado.
Her. ¿Pues <]uiérela bien?
Juan. También.
Ven por af]uí, lo sabrás.
Her. ¿Aun eso tenemos más?
J VAN. E'l mal es sombra del bien.
Her. ¿Díjete que la criada
al entrarse me miró?
Jtan. No, Hernando.
Hi:r. Pues pie>nse) yo
que ya queda enamorada.
Hilé bigotes, miré
a lo lindo, puse el brazo
en arco y dile un flechazo
<jue ])or nuierta la dejé.
J ' AN' (jue ha de hacer es cosa clara
\
ACTO PRIMKKO
521
mis partes si la enamoras.
Hkr. Yo te juro que a estas horas
se está arañando la cara.
(Vanse y salen la madre y T^ttcrecia.)
Feliciana.
Hija, no es pobre quien herniosa nace,
que no es pequeño dote la hermosura,
que a veces más que el oro satisface,
si virtud la acompaña está segura;
que es imposible que vf ntura falte,
porque en esto consiste la ventura.
Es la virtud de la hermosura esmalte
que deja deslucidos los vacíos,
y así no es justo que del oro salte.
Agrédanme tus galas y tus bríos;
pero es también razón que los moderes.
Lucrecia .
¿Cuándo has notado excedo de los míos?
Si tú, señora, que me case quieres,
como en el vulgo dicen, por mi pico,
no es justo que de verme hablar te alteres.
Feucíana.
Aquel letrado tiene el padre rico;
de Salamanca viene graduado.
Xo para que te enojes te replico.
Lucrecia.
Xo me aficiona tanto el licenciado,
que de esto de hopalandas soy medrosa.
Feuiciana.
¿Pues quién? ¿El infanzón meaio soldado?
IATCRECIA.
Más me lleva los ojos una airosa
persona con espada y daga haciendo
los pasos a una caja sonorosa,
que un Bartulo ni Baldo reverendo.
Feliciana.
Pues vives engañada, que eses locos
todos son plumas, oropel y estruendo.
Nunca sus bizarrías me hacen cocos;
más me agradan gualdrapas que mochilas.
IvUCRECIA.
Por eso, madre, se parecen pocos;
Tú las plumas y galas aniquilas
y yo aborrezco borlas y gualdrapas.
Feliciana.
lOh, necia! Con los dedos despabilas.
Pieidet: gran bien si de su amparo escapas;
mal sabes lo que honran y engrandecen
las venerables gorras y las capas.
Lucrecia.
Por lo que te parecen te parecen:
tiñe las tocas y serás letrado.
Feliciana.
Plumitas y garzotas te enloquecen.
I UCRECIA.
Sepa, señora madre, que me ha dado
soldado el gusto el generoso cielo,
que no es pequeño bien que esté soldado.
Feliciana.
Tu poco bien, tu mucho mal lecelo.
(Sale IsAiíEi,, criada,.)
Isa, Un criado de don Juan,
aquel gallardo mancebo
galán, en la corte nuevo
y tuv'o nuevo galán,
aqueste papel me ha dado,
y si mal no lo miré,
algo trae que se ve
por el capote embozado.
Lee y mira si ha de entrar.
Luc. ¿Das licencia?
Fel. Yo deseo
tu remedio donde veo
que te has inclinado a amar.
Lee; que yo en vm papel
conozco el entendimiento
de un hombre.
Luc. vSu pensamiento
dice de esta suerte en él:
(Lea.)
«Si fuera meros que santo mi pensamiento,
no me atreviera a escribirle.»
Fel. ¿Santo? ¿Si se mete fraile?
Luc. Santo dice, aunque no es tanto,
pues para casarse es santo.
Fel. Xo hay son, Lucrecia, a que baile
más presto cualquier mujer.
Luc. Madre, si el tomar estado
es el más justo cuidado
que debe y puede tener,
no te espantes.
Fel. Di adelante,
que ya es justo pensamiento,
pues entra por casamiento.
Ij'C. Pues es justo, no te espante.
522
LA MALCASADA
(Lea.)
♦Yo te vi y te hablé hermosa y discreta...»
Fel. Correspondencia, ¡oh qué bienl
Vi hermosa y hablé discieta.
Luc. ¿Cánsate?
Fel. No, que es receta
que importa a las dos también.
(I«DCRECiA. Lea.)
«El de.<^eo me obligó a informarme de tu cali-
dad; que ya sabes que amor es deseo...»
Fel.
Luc.
Definición: su puntica
tiene el señor de sutil;
de estos en Madrid hay mil.
F,s tan sutil que me pica.
(Ua.)
«Supe tus partes, creció mi pensamiento; si
te agradan las mias...»
Fel. Jugó del vocablo ahí.
Luc. Tú juegas más, pues te burlas.
Fel. No lo tomaré de burlas
si es de veras para ti.
Lucrecia.
(Lm.)
«Daré a tu madre, y mi señora, un memorial
de quién
soy...»
Fel.
Luc.
Madre y señora; ya
a lo yerno este galán.
¿Las cortesías te dan
enfado?
escribe
Fkl.
En la corte vive.
Lucrecla.
(Ua.)
«En prendas de esto recibe ese regalo y de los
muchos que espero hacerte si te merezco...»
FBL. ¿Regalando y casamiento?
No lo entiendo.
I#UC. ¿Í3oy yo necia
para engaños?
Fel. jAy, Lucrecia,
que es mlscara el pensamiento!
LUCRJiCIA. *
(LtM.)
«Mañana cstíirá mi ctxlie a tu puerta para
que te vayas al Soto y en él tendrán mis criados
con que meriendes...»
Fel. ¿Coche tiene?
Luc. ¿No lo ves?
Fel. Yo te cuento por casada.
Luc Más que el m marial me agrada;
ni le tomes ni le des.
( Sale LiJJiA, criadz.)
Lid. Aquí ha llegado un criado
de Lisardo.
Fel. ¿Quién?
Lid. ün hombre
que replicando a este nombre
me dijo que era letrado
y me ha dado este papel.
F^L, Es día de peticiones.
¡Qué mala cara le pones!
Lee lo que dice en él.
Lucrecia.
(Lea.)
«No hubiera declarado mi pensamiento si no
me hubieran dado ocasión los celos de un caba-
llero que de pocos días a esta parte ronda, pasea,
mira y solicita tus rejas...»
Luc
¿Cómo no hablas aqm'?
Fel.
Porque no fuera razón
interrumpir las que son
tan discretas para mí.
Luc
¿Estas discretas?
Fel.
¿Pues no?
Luc
¡Bravamente te ha cuadrado
esto que llaman letrado!
Fel.
Soy medio latina yo.
Luc.
No la quiero replicar,
ni es mucho, aiuique me perdone
que de letras se apasiones
la que pretende obispar.
(Lea.)
«La buena relación de tu virtud y nacimiento
.seiá dote para mí si tú responaes pura y amo-
rosa...»
Al verdadero amor de tu Fil.-no.
Fel.
Luc
Fel.
¿Haces burla?
¿Pues no ves
que hurtó el verso a Garcilaso
y que yo prosigo?
Pa.so,
que no (juiere que le di-s
tanto lugar a don Juan;
que hay aquí muchos don Juanes
sin Mendozas y Guznianes
todos Mendoza y Guzmán.
ACTO PRIMERO
523
Luc.
Fei,.
I^uc.
Fei..
Luc.
Peí,.
ISA.
Fei,.
Isa.
Fei,.
IvUC.
Her.
Vienen de lejos ac|uí
con haciendas qne es vergüenza.
Ya tu condición comienza.
Las letras, Ivucrecia, sí;
éstas ya tieren sabido
con qué han de comer.
Reniega
si la fortuna te ciega
y no es un sabio admitido.
Dices bien ; pero si están
afuera esos dos criados
de un galán entre letrados
y un hidalgo tan galán,
cada uno de por sí
entre a informarte.
Eso es justo.
Pues óyelos por mi gusto.
¿Entrará el de don Juan?
Sí.
Voy a llamarle.
No sé
qué hallas en un soldado.
¡Ay, madre!, el sol que me ha dado
desde que le hablé y miré.
(Sale Hernando.)
Con vuestra licencia di
un regalo que traía
a la señora criada
de las dos, señoras mías.
Dijo don Juan, mi señor,
que os dijese que una rica
voluntad al don más pobre
enriquece y autoriza.
Vienen zapatilla* de ámbar,
aunque esto de zapatillas
no se sabiendo los pies
es presente en profecía,
que puede vuestra merced
calzar de catorce arriba,
y aunque las hizo de trece
venirle cortas y chicas.
Yo le dije: «Las mujeres,
y más preciadas de lindas,
todas calzan cinco puntos;
yerras si catorce envías.»
Replicóme: «Por ser de ámbar
lo hice, porque no diga
que por gastar poco en ellas
las mandaba hacer tan chicas.»
Demás que cierta persona
de los zapatos decía
que era bien hacerlos grandef
Peí,.
Her.
Fei,.
Her.
Peí,.
Her.
Fei..
Her.
Peí,.
Her.
Peí,.
Her.
Peí,.
Her.
a las damas más pulidas,
que los chicos hacen callos,
y las mujeres sentían
que las hiciesen callar,
aun por los pies, sólo un día.
Demás de que los diez dedos
casa sin ventana haljitan
y es bien que de sala grande
zapato grande les sirva.»
Medias traje nacaradas
con unas pajizas ligas,
que porque ahorcan las piernas
les dio color amarilla;
y con diez y seis diamantes
de oro un niño Bautista
que si fuera San Cristóbal
cuatro ciudades valía.
Mas parecióle mejor,
tal de discreto se pica,
que no enviase gigantes
quien presenta niñerías.
Lo mejor de este presente
sois vos.
Merced infinita.
Y el más lindo socarrón
que he visto en toda mi vida.
¿Quién es este caballero?
Rivadeneira apellidan
su casa, y la de sus padres
está en medio de Galicia.
Vino a pretender, y hará
un año por San Matías
que somos en esta corte
máscaras de su sortija.
Yo soy el paje de lanza,
su hacienda quien le apadrina
y el aventurero...
Basta.
Su estómago a decir iba.
¿Tiene coche?
Coche tiene.
¿Con qué caballos?
Dos pías
hechas de nuestros remiendos.
¿Qué decís?
Que son potricas.
¿Potricas?
De mal domadas,
no las poren muchos días,
porque han muerto .seis cocheros,
vengando a gente infinita,
y muer+o treinta señoras,
sin las dueñas y las niñas;
524
1 A MAf.CASADA
r.vc.
Fkl.
Hi:r.
Fei,.
lAC.
MlLL.
lAC.
Fel
I.UC.
Fel.
Mii.1..
I-EL.
Mili.
Fei..
I.UC
Fei..
dos cléi igos. siete frailes
y un enano que venía
a pretender ser hurón
cansado de ser aidilla.
El hombre es not:\ble humor.
Muriéndome estoy de rita.
¡Qué bien parece ? un discreto
que de \ui bellaco se sirva!
Decid que le doy licencia
para que venga a visita
mañana, a las diez.
Yo voy
a concertar estas vistas;
pero si queréis el coche
haré que pongan las pías.
¡Jesiis, ni por pensamiento!
Calle, madre, que es mentira.
(Sale Mill.4n.)
Cansado estoy de esperar.
Por su vida, madre mía,
que mire qué tumba es esta.
¿Tumba dices?
O estantigua.
; Quién es vuestro amo?
No sé
de qué manera os lo diga;
porque cual to a su persona
es de la sangre más limpia
que tiene toda esta tierra,
pjorque su padre averigua
.ser descendiente de Adán.
Es muy notable hidalguía.
;Xo ves ya la necedad?
Cuanto a su ingenio, le lindan
Báitulo y Baldo las plumas
con que su nombre eternizan.
Nunca fué tan orador
Demóstencs, ni en poesía
supo tanto el griego Homero;
todos le tienen envidia.
Es su bien nacido padre
en la riqueza otro Midas;
jxjr sus virtudes le 'idoran;
que no ha jugado en .su vida
ni pue.sto mano a la espada.
(•Qué te parece?
No digas,
madre, que es hombre de l)ien.
;I'ues no es de alabanza digna
la condición de un hidalgo
que en su vida vio la esgrima
ni gastó baraja al juego?
Et:c. No por cierto; antes seiía
mejor poner a tal hombre
una rueca o almohadilla.
¡Quite allá sus calidades!
Vvx. Sospecho que desatinas,
pues el amor de don Juan
a disparates te obliga.
Pregunta si tiene coche.
Mil. I,. No; pero el haca más prima
que parió yegua en el mundo
desde la primera silla.
Esta lleva el licenciado
con gualdrapa algunos días,
otros trae agrua o leña
con su albarda y con su cinclia.
En el estudie se entró;
y tiene tanta malicia,
que se comió dos Digestos
como si fueran dos cribas.
Desde entonces es tan sabia,
que en distinciones camina,
en párrafos tira coces
y en griego y latín relincha.
(Sale OunóÑicz, escudero.)
Ord. Aquel señor milanés
que va al Carmen muchas fiestas
y con palabras compuestas
te habló dos veces o tres,
para visitarte pide
licencia.
Fei.. Señor galán,
esas partes se verán,
que agora el tiempo lo impide
y esta visita forzosa.
Decid al señor lásardo
que aquí mañana le aguardo.
Mil, I,. Pienso que seréis dichosa
si tal yerno...
l'ivi.. Bien está;
andad, yo lo entiendo así.
Mii,i.. El vendrá mañana aquí
y lo demás os dirá.
fVase y sale Julio, viejo milattí's, y dos criados: Fabio
y Trichaciü.)
Jri.. Besóos las manos mil veces.
Fei.. Seáis, .señor, bien venido.
Apostaré que ha sabido,
nmchacha, lo que mereces
y viene a .ser buen tercero
de alguna ventura tuya.
)i I.. l'abio, la belii /a suya
veiKX' el valor del dinero.
ACTO PRIMERO
525
Fei..
Ord.
Fkl.
Luc.
Jur,.
Fei..
Jrr<.
Fei..
JUL.
Fei..
Jui..
Fab.
Tre.
Jui..
Fei..
Jui..
Fei..
Jui,.
Sillas, ¡hola!
Aquí las tienes.
Sentaos, hacednie favor.
¡Ay si le casase amor!
¡Qué de quimeras previenes!
Sentar eme si mandáis;
y la señora Lucrecia
se siente aquí.
Tanto os precia
esta casa donde estáis,
que podéis mandar en ella
como en la vuestra, señor.
Siéntate, niña.
El amor
que a vos os tengo y a ella
me obliga a ser en persona
de mis negocios tercero.
¿En qué os sirvo?
Si primero
amor mis años abona,
que no son los que parecen ,
sabréis mi intención.
Yo creo
vuestro amor y buen deseo,
y creed que avuique os ofrecen
así a la vista las canas
en edad madura, estáis
tan fresco que bien mostráis
que no es por muchas mañanas
de San Juan; mas por cuidados
treinta y seis años tendréis.
Xo; tengo cuarenta y seis.
Libros, caminos, cuñados,
pleitos, negocios lo han hecho.
De sesenta se ha quitado
catorce.
De lo pasado (i)
bien dice, no es de provecho.
Hallóme, gracias a Dios,
bueno y hábil.
Bien se os ve.
Que .sois pobre y noble sé,
concertémonos los dos.
Daré cuatro mil ducados
a la hermana de Lucrecia
para casarse.
No es necia
ni fea.
Y bien empleados
diez mil a ella, en que quiero
dotarla si me la dais.
i I-Ei,.
Luc.
Fei..
Luc.
Fei,.
JUI..
Fei,.
JUI..
Fei..
Jui..
Luc.
T'EI..
(i) Ifarti:. enmendó <'¡Qiic! I,o posado»
Mucho, señor, nos honráis,
y estarlo de vos espero
como si viviera agora
mi marido, que Dios ha^-a.
Respóndele que se vaya
al río Jordán, señora,
y que cuando de allá vuelva
que se venga por aquí.
¿Estás en ti?
Y aun en ti.
No sé cómo rae resuelva
menos que hacer vuestro gtistc,
pues me enriquecéis y honráis.
Con que vos os resolváis
haréis por mí lo que es justo.
Digo que so}' muy contenta.
Pues hagamos la escritura;
que el dote de su hermosura
me ha dado un millón de renta.
Dalde vos este diamante
que mil escudos costó,
que a vos os quiero dar yo
éste, que es su semejante.
Habladla y daré la vaielta
con el notario.
Id con Dios.
El os guarde.
Y de los dos
a mí, porque estoy resuelta
de antes dejarme matar.
Necia, loca, presumida,
de lui mozalbillo vencida
que hoy te ha comenzado a hablar.
Si im viejo para morii
te dota en diez mil ducados
sin los que tienes sobrados,
que tú puedes adquirir,
V da cuatro para dote
de tu hermana, ¿cuál ventura
puedes tener más segura?
¿Es más hacienda el bigote
y el copete de un mozuelo
billetero, espadachín,
con u.n lacayo INIerlín
y con un paje torzuelo,
y a tres días de la boda
comer pasteles sin mesa,
vender las joyas apriesa
y jugar la hacienda toda?
¿Por dicha es mejor llorar
celitos y andar desnuda?
Ese propósito nmda.
Muclif s gra-^ias has de dar
526
LA MALCASADA
al cielo por tanta dicha;
que no hay, Lucrecia, mujer
que en faltándole el comer
no llame el gusto desdicha.
Un coche, cuatro doncellas,
dos dueñas, tres escuderos,
galas, joj'as y dineros
hacen las mujeres bellas.
Esto las trae contentas
y gordas, que no el mocillo
con cadenita y cintiUc,
dar coces, decir afrentas,
almidonarle cambray,
esperarle hasta las tres
y no comer en un mes.
JLüC. ¿Todas esas cosas hay?
Fel. y como, demás, que un viejo
tiene verdadero amor,
es padre, esposo y señor,
en lionra, amor y consejo.
A las noches hizo Dios
para dormir, duerme tú.
Lvc. jXo me digas más, Jesú!
Dios que nos libre a las dos
de dar en un mozo de esos.
Fel. Este Diamante me dio
que mil escudos costó.
Luc. Muestra, daréle mis besos.
Fel. Este me dio para mi.
Lrc. ¡Qué fondo, qué claridad!
Señor don Juan, perdonad,
su luz me lleva tras sí.
Fel. Ven y pondráste el vestido
de nácar, que te está biea.
Lrc. (jQuc ho}- has casado también
mi hermana? Gran dicha ha sido.
Fel. Rica fuiste de ventura;
el cielo te dio favor,
porque no hay dote mayor
qve virtud con liermosuia.
(Vanse y salen Don Juan y Hernando.)
Juan. En fin, dice que la vea.
Her. Si no me engaño, te aguarda.
Juan, Aquí traigo el memorial
de mi calidad.
Hkh. Repara
«II que .se lia de probar lodo.
Juan. De v« rte necio me ran.sas.
¿Cuándo has visto casamiento
donde mentiras no haya?
V.\ hombre dice que viene
de los godos de Alemuniu
y que sus parientes son
los Doce Pares de Francia.
Píntase rico, galán,
discreto y lleno de gracias,
encubre vicios y años
y aim otras secretas faltas;
la mujer dice que tiene
diez mil ducados por fama
aprécianse ciertas viñas,
unas hi^ertas y dos casas
y no llegan a dos mil;
si es baja, la dan tan alta
que apeada del chapín
de giganta se hace enana,
y otras cosas.
Her. No prosigas,
que oí referir que estaban
para acostarse dos novios
y que él le dijo: «Mi alma,
ya somos uno los dos;
cinco o seis dientes me faltan,
postizos son los que veis,
yo me los pondré mañana.»
Y que ella le respondió:
«Mis ojos, no importa nada,
que 5'o soy calva también.»
Y quedando destocada,
se quitó una cabellera
con que le mostró la calva.
Juan. Llama, Hernando.
Her. Con buen pie.
(Salen Lisardo y Millán.)
Isa. ¿Quién llama?
MiLL. A la puerta llama
el don Juan del otro día.
Lis. Pues don Juan llama en su casa,
llama tú presto.
MiLL. Ya voy.
¡Ah de casa!
Juan. Cuando llama
un caballero a luia puerta,
¿en qué ley, señor, se halla
que se llame de esa suerte?
Lis. Si soy dueño de esta casa,
¿es mucho que llame an.sí?
Juan. ¿Dueño?
Lis. Sí, pues vengo a honrarla
con título de marido.
Juan. Si se casa I'Vliciana
con vos. dadme, como ^uf ^^ro,
las manos para besarlas,
porcjiu- yo vengo a casarme
con tu hija.
ACTO SEGUNDO
527
Lis. ¡Linda gracia!
¿Tan viejo os he parecido?
Pues en verdad que me casa
con Lucrecia.
Juan. ¿A vos?
Lis. a mí.
Juan. ¿Habrá otra Imcrecia?
Her. y tantas,
que se precian de ese nombre
cuantas se alaban de castas.
Juan. Vuestra merced esté cierto
de que el deseo le engaña,
porque a mí me manda entrar.
Lis. a mí lo mismo me manda.
Juan. Dos yernos con una hija
es cosa nueva en España.
Her. Como esas cosas se usan.
Lis. De día no ciño espada;
hacedme vma cortesía:
que vuestro criado vaya,
o el mío, a saber adentro
a quién de los dos aguardan.
Juan. Que la trajera ceñida
vuestra merced yo me holgara;
mas vaya quien sepa a quién
llama y estima esa dama;
que yo remito a su lengua
lo que no puedo a las armas.
Her. Isabel sale, señor.
(Stile Isabel.)
Isa. Aquí dos señores pasan
que serán buenos testigos
pal a tan dichosa causa.
Suplica a vuestras mercedes
mi señora Feliciana
entien para ser testigos
que a doña Lucrecia casa
con don Julio, milanés.
Lis.
¿Que se casa? Cosa extraña.
Juan.
¿Cómo? ¿Que casa a Lucrecia?
Isa.
Esto que les digo pasa.
Entren si lo quieren ver.
que ya la escritura acaban.
Her.
¡Buenos están los dos yernos!
Lis.
Yo sin seso.
Juan.
Yo sin alma.
( Fisgue.)
Her.
«Vuestra merced esté cierto
de que el deseo le engaña.»
porque a mí me manda entrar.
( Fisgue a su amo.)
Mil.l<.
Her.
Lis.
Mus,.
Lis.
Her.
Juan.
Lis.
Mii,i,.
Her.
Mnx.
«A mí lo mismo me manda.»
«Dos yernos con ima hija
es cosa nueva en España.»
Nuestros criados nos fisgan.
«De día no ciño espada;
hacedme una cortesía:
que vuestro criado vaya
a saber lo que hay adentro.»
No acierto a decir palabra.
«Que la trajera ceñida
vuestra merced yo me holgara;
mas vaya quien sepa a qviién
llama y estima esta dama,
que yo remito a su lengua
lo que no puedo a las armas »
Yo voy a saber lo que es,
que por ventura me engañan.
A lo mismo quiero entrar,
que aun no pierdo la esperanza.
¿Qué dice ^^lestra merced?
Que les pongan dos albardas,
pues con toda su lindeza,
espadas, letras y galas
hoy la cátedra les lleva
un viejo con oro y plata.
Es más fuerte y sabio el oro
que las letras y las armas;
pero temo que ha de ser
Lii crecía la malcasada.
ACTO SEGUNDO DE
LA MALCASADA
(Salen I,isardo, letrado, y Millán.)
MilXÁN.
¡Qué gran contento ha dado tu venida
a toda aquesta casa; mayormente
a tus padres, artores de tu vida!
LlSARDO.
Millán, no menos gozo el alma siente.
Tres años hace agora mi partida,
tres años ha que de la corte au.sente
estuve en la de Roma, como sabes,
en comisiones de negocios graves.
Dios sabe los deseos que he tenido
de volver a la patria y los que tengo
de que me cuentes si Lucrecia ha sido
lo que en sa nombre a mi temor prevengo.
528
Í.A MALCASADA
Ya rae escribiste allá que su marido,
cosa de que en extremo alegare vtiigo,
la regalaba cou notable gusto.
MlLLÁK.
También, señor, te dije su disgusto.
Fueron tales las ansias de sus celo?,
viéndola tan gallarda y despejada,
su cuidado en guanlalla y sus desvelos,
que la llamó Madrid «la malcasada»;
porque ni el sol, que es lince de los cielos,
de cuya luz la tierra penetrada
'"O le puede esconder lo más remoto,
por sus rejas no entró sin alboroto.
I.as ventanas guardaban encerados
y algunas vidrieras cristalinas,
las puertas dos mil llaves y candados
hasta las más ocultas oficinas;
estaban recogidos los criados
al correr de la noche las cortinas
al claro sol; que aunque después salía
no le dejaba entrar donde dormía.
Lucrecia, como cuerda, imaginatíi
que aquel tirano de su gran belleza
p>or pmitos a la muerte caminaba,
cual suele proceder naturaleza;
regalaba sus canas y callaba,
esp)erando que presto la cabeza
de la co^ninda fuerte sacaría
del jTigo del Argel en que vivía.
Xo se engañó, pues puede haber dos meses
que don Julio murió.
IjS.\RDO.
¿Murió el marido?
MlI.I.ÁN.
¿Xo lo has sabido?
LlSARDO.
¿Yo?
Mii.i..\x.
Que no tuvieses
nueva de que murió, milagro ha sido.
Ll.SAkixj.
¡Que albricias, oh .Millán, no m • pidieses!...
MillAn.
Si fué dcícuido, agora te las pido.
I/ISARIKJ.
¿Que don Julio murió?
MlIXÁN.
¡Qué admiraciones!
¿Que muera un viejo en contingencia pones?
Yo te prometo que después que fuiste
a Italia, han nmerto aquí tantos tan mozos,
que si te los dijese no ks viste
vestir el labio los primeros bozos.
laSARDO.
Xo me digas agora cosa triste,
que me matan contentos y alborozos
de ver viuda la sin par Lucrecia.
¿Qué trata? ¿Qué imagina? ¿En qué se precia?
MiixÁx.
¡Oh, pese a tal! Dejóla el viejo rico
hija heredera y treinta mil ducados.
; Ti cinta mil?
I.ISARDO.
]Mir.L.VN.
Esto pasa.
LlSARDO.
Yo me aplico
otra vez a decille mis cuidados.
¿Vívese allí?
MlTXÁN.
Despacio te suplico,
que están ya los negocios muy trocados;
no pienses que es el tiempo que solía
cuando en pobreza, aunque en virtud, vivía.
Sale en un coche negro que paiece
el túmulo de un rey; la madre al lado,
que como una matrona resplandece
el reverendo bulto amortajado.
La toca en tiernos años reverdece
más la hermosura y da mayor cuidado
para mirarla atentos, porque cieo
que se lleva tras sí cualquier desto.
Debajo de un mojil de capichola
al bajar el estribo se descubre
un manteo turquí; mal dije, sola
la guarnición del oro que le cubre;
no con más gallardete y banderola
la galera al salir la jarcia encubre
que el chapín con virillas y lazadas,
unas de plata y otras encarnadas.
Si vieses por deliajo de la toca
.«•acar una bien hedía y blanca mano
con una valoncilla que provoca
al más prudente y recatado anciano,
(jue la blancura de la nieve es poca,
ACTO SEGUNDO
529
dirías, cuando deja el aire cano
y que el marfil no es tan lustroso y terso.
LlSARDO.
Parece que la estás pintando en verso.
:Mii.r.AN.
Ailá en su casa está en una tarima
cubierta de bayeta, siempre honrosa,
como juego de trucos por encima,
que parece de noche blanca rosa.
Como el dinero en esta edad se estima,
dejando aparte el ser, como es, hermosa,
más novios la pretenden que hay poetas,
con «er legiones los de aquestas setas.
Entre los cuales el don Juan pasado,
si ya te acuerdas de él, está presente,
no digo de Lucrecia en el cuidado,
mas en la puerta y calle pretendiente,
a la rueda del coche siempre atado;
amor le manda que su triunfo aumente,
porque los treinta mil con su hermosura
no son comparación.
Lis ARDO.
Brava ventura!
Militan.
¿Intentarásla tú?
LlSARDO. .
Cuando Lucrecia
tuviese más gigantes y serpientes
que tiene el libro de Amadis de Grecia.
MlI,I,ÁN.
Yo te aconsejo que servirla intentes.
LlSARDO.
Yo sé muy bien lo que las letras precia;
viudas nunca tratan de valientes,
aborrecen plumitas y bigotes
de estos almidonados marquesotes.
Lucrecia desta vez ha de ser mía,
puesto que ha sido de segmida suerte;
mi diligencia el mimdo desafía.
:Mii.i.án.
A la ventura tengo por más fuerte.
LlSARDO.
Ventura tendré yo
MlI,I.ÁN.
Ama y confia;
que en esta posesión espero verte.
XII
LlSARDO.
¡Oué lindos ojos tiere, y qué rasgados!
3^IlI,I.ÁN.
Más lindos son los treinta mil ducados.
(Vanse y silen Feliciana y Lucrecia, de viuda ga-
llarda, e Isabel.)
Fei,. Si te quieres desnudar,
dejaremos las visitas;
mas si las tocas te quitas
podrásme después culpar
que te podría causar
algún extraño accidente,
y es roienos inconveniente
que así con ellas estés
que no que tengas después
lo que después te atormente.
Siéntate un poco, si quieres,
bebe con alg^uia caja.
¡Hola!, aquel almíbar baja,
de que tan amiga eres,
o, como un momento esperes,
una perdiz te asarán.
Luc. No, madre, que no me dan
pena aquestas niñerías.
FeL. Hago el oficio estos días
de tu marido y galán.
Calor traes; muestra a ver;
creo que te han aojado.
Luc. Tantos ojos me han mirado,
madre, que pudiera ser.
Fei<. Perfumarte es menester.
¿Llevaste reliquias?
Luc. Sí,
y un poco de pan aquí.
¿Pero cómo el pan podrá
guardarme dé los que ya
ponen los ojos en mí?
Fel. Bien dices, de carne son
todos los que te pretenden,
que de esta hacienda no entienden
la precisa condición;
dales el oro ocasión,
porque la tienes secreta.
Luc. Dejóme Julio sujeta,
aunque hacienda me dejó.
Fel. Yo se lo estimo.
Luc. Yo, no,
por más bien que me prometa.
Esos treinta mil ducados
eran buenos sin pensión,
que es terrible condición
gozarlos tan mal gozados.
34
530
I, A ^L\LCASADA
Fei.. ,;Eso te causa cuidados?
I.ic. Casarme con su sobrino
siento mucho.
Fei.. Es desatino,
pues dicen que es tan galán
los que le han visto en Milán,
y él viene ya de camino.
Li"C. ¡Ay, madre, si me dejara
sin condición esta hacienda
para que yo fuera prenda
de un hombre que me agradara!...
Fei.. Hombre es Fabricio; repara
en qué te pueda agradar.
Lrc. Madre, en esto del casar
es linda cosa escoger.
Fei.. También se suele perder
donde se piensa ganar.
lAC. Perdiérame por mi gusto;
que temo que este sobrino
que viene ya de camino
ha de ser a mi disgusto.
Fei,. Cuando no venga tan justo,
Lucrecia, a tu pensamiento,
la gracia del casamiento
te hará amarle en cuatro días.
Luc. Dios lo quiera.
F^L. Bien confías;
vcynie un poco a mi aposento.
( V'ase )
IA'C. No te vayas, Isabel;
quédate conmigo mi poco.
Isa. Anda en la calle aquel loco
y su escudero con él.
Iac. Confieso que le agradezco
años tan bien porfiados
y que treinta mil ducados
con la voluntad le ofrezco;
pero no puedo ser suya.
Isa. ¿Por qué no le desengañas?
Lie. No digas cosas extrañas
de mi condición y tuya.
Totlas pretendemos ser
donde queremos queridas;
no sé yo cómo te olvidas,
Isabel, que eres mujer.
Si a don Juan desengañara,
despechado por ventura
amara pwenda segura
y con otra se ca.sara.
Isa. No hará lo mismo en viniendo
este que ha de ser tu esixjso.
I.rt. Kn siendo el daño íorzo.so,
decir la verdad entiendo.
Isa. ¿Luego piénsaste rendir
a los deseos de im hombre?
Lrc. No, porque mi honrado nombre
no lo querrá consentir.
Pero escucharle y tener
lástima a su mucho amor,
¿qué puede ofender mi honor?
Isa. Mucho le puede ofender;
que si escuchas y respondes,
poco a poco rendirás
lo que aefender podrás
si te esquivas y te escondes.
Luc. Altamente ha porfiado.
Isa. Mucho vence la porfía.
(Sale OrdóñE/í, escudero.)
Ord. Albricias, señora mía.
Luc. Seáis, Ordóñez, bien llegado.
¿Hay cartas en el correo?
Ord. Este pliego.
Luc. Dios os guarde.
Ord. Si acudo un poco más tarde.
ni cartas ni lista veo,
que las hubiera llevado
quien las suele repartir.
Isa. ¿Qué estás dudando de abrir?
Luc. Dame mi madre cuidado.
Is.\. ¿Por eso se ha de enojar?
Abre y sabremos si viene.
Luc. Quien otros cuidados tiene,
¿qué albricias os puede dar?
¡Ay, Isabel!, ¿qué hay aquí?
(Abra lab cartas.)
Isa. ¿No lo ves? Retrato es.
Ord. Para que mejor me des
las albricias que pedí.
Isa. Por mi vida que es hermoso.
Luc. Si él es como aqví se pinta.
Ord. ¿Había de ser distinta,
siendo su talle famoso,
de la verdad la pintura?
IvUC. Lindo rostro.
Isa. Por extremo.
Luc. Que ha sido artificio temo
con que agradarme procura
y tenerme enamorado
mientras viene.
Isa. y no es razón;
cierto que es gran perfección
si como pintado agrada.
Correspondencia merece;
mas siempre son los pintores
ACTO SEGUNDO
531
lisonjeros, y en amores
por momentos acontece.
Ord. Muy necio fuera el pintor
si procurara pintar
feo a quien le ha de pagar;
pues el ejemplo mayor
puedes tomar del barbero,
que con ser precio tasado,
deja un hombre remozado,
tan falso y tan lisojero,
que le entresaca las canas;
y de aquí vino llamar
hacer la barba afeitar,
y siempre por las mañanas.
Isa. Callad, que quiere leer.
Luc. Buenos ojos, barba y boca;
veámosle hablar si toca
en esto de bachiller.
(!ra.)
«Al punto que ho richebiito la letera de vc-
señoría, mía cara señora e consorte... i>
¡Ay, Isabel!, ¿qué es aquesto?
Isa. Que escribe en su lengua.
Luc. ¿Y yo
lo he de entender?
Isa. ¿Por qué no?
Ord. ¿Agora te afliges de esto?
Muestra, que en mi mocedad
por las Italias anduve.
Luc. ¿Allá estuvistes?
Ord. Estuve
allá la flor de mi edad.
Luc. Leed lo que dice aquí.
(Lea.)
Ord. «Al pimto que ho richebuto...»
La historia de Porcia y Bruto
dice aquí.
Luc. ¿La historia?
Ord. Sí.
«La letera de vusía...»
Dice que viene en litera.
Luc. Para quien ama y espera
buena gala y bizarría.
¿Esas postas ha tomado?
Leed.
(Lea.)
Ord. «Mía cara consorte...»
Que su cara envía con porte
que dos reales me ha costado.
Luc. Callad, que sois ignorante,
no leéis más; id a mi primo
que la traduzca.
Ord.
El más primo
en lenguaje semejante.
dirá lo mismo que yo;
cuando vuelva lo verás.
¿Y el retrato no me das?
Luc.
¿Para qué? El retrato, no.
Ord.
Pensé que también querías
traducirle en castellano.
(Vanse.)
LUC.
Lindo rostro.
Isa.
Ángel humano.
Espero que en breves días
no hay memoria de don Juan.
I^uc. ¡Ay, Isabel!, no lo creas
ni que contenta me veas
si todo el mundo me dan.
El gallardo milanés
me agrada, y es buer agüero
ve que ha llegaao primero
la dispensación un mes.
Pero esto de haber querido
a don Juan más de tres años
pasando con sus engaños
la fealdad de mi marido,
¿cómo lo puedo olvidar?
Isa. Con la hermosura que tiene
este gallardo, que viene
a merecer su lugar
y a deshacer el agravio.
Luc. Esta noche a este jardín
vendrá don Juan.
Isa. ¿A qué fin?
Mal acuerdo y poco sabio.
Luc. De hablarme, Isabel, no más,
y eso muy honestamente.
Isa. ¡Ay si tu madre lo siente!
Luc. Tú la centinela harás,
que eUa se acuesta temprano.
Isa. a peligro está tu honor.
Luc. Si la razón al amor
lleva lai rienda en la mano,
no hayas miedo de caer.
Isa. Si es el amor desbocado,
¿qué freno, rienda o cuidado
sabrá la razón poner?
Mira esta rara hermosura
que a gusto y amor provoca.
Luc. Contra verdad que se toca
¿qué ha de poner la pintura?
(Vanae y salen Don Juan y Hernando.)
Juan.
Por el jardín me dijo que la viese.
532
I.A MAf.CASADA
Hernando.
Hay puerta falsa allí; p)ero mal dije,
porque no hay cosa nUí que no sea falsa.
Falsa es la luadre, vieja Berecinta;
falsa la hija y falsas las criadas;
el escudero falso y el cochero,
que los cocheros nunca son muy finos,
y así serán las rejas y las puertas.
JlAX.
¿Falsa es Lucrecia, bestio, si Lucrecia,
más casta paia mí que la de Roma,
tres años, como ves, se ha resistido
sufriendo la fealdad de su marido?
Si yo con un mancebo compitiera
galán, proporcionado, limpio, suelto,
de claro entendimiento y lindo gusto,
¿qué mucho que Lucrecia fuera casta?
Pero que siendo aquí tan desdichada
que la llamó Madrid «la malcasada»,
tres años haya hecho resisteiicia,
¿no es el llamarla falsa impertinencia?
Hernando.
Confieso mi ignorancia; pero dime
por dónde hemos de entrar sin falsa puerta.
Juan.
Hernando, por encima de las tapias,
con escala de cuerda o de madera.
Hernando.
Cosa, señor, que ruedes del andamio;
p^ro maestro eres, tú te entiendes,
como al otro dijeion los peones
cuando cayó desde el tejado al suelo.
Juan.
¿Xo me dijiste que a Isabel tenías
amor notable puede halx'r seis días?
Hernando.
Y lo vuelvo a decir; mas no tan grande
que no me quiera má.s cuarenta veces.
¿Piensas tú que es alguna niñería
caer de cinco tapias a la tierra?
Pues es verdad íjue abajo hay diez colchones,
sino piedras, cascotes y terrones.
Jl'AN.
I'or partes no son tres; y fuera de eso,
no subiremos con peligro, o puedes
quedarte tú, pues que tan p<x:o fías
de tu calKza.
Hernando.
Si esto fuera al alba
pudiera yo fiar de mi cabeza
un soneto, unas décimas o esdrújulos,
que los poetas dicen que el aurora
es agradable a l?s señoras mueas;
pero negocio de a las once o doce,
cuando cantan las zorras y los micos
y están adormecidas las cabezas,
¿qué cristiano podrá subir seis tapias?
Maldiga Dios quien inventó escaleras,
pues han muerto más hombres y más hembras
que todas juntas las enfermedades.
Juan.
¿T.,as escaleras, necio?
Hernando.
¡Cuántos hombres
cayeron resbalando y en la guerra,
cuántos subiendo un nmro o una torre
bajaron de una piedra o mosquetazo!
¿Y es barro la escalera de la horca?
Juan.
Muy trágico sospecho que era el vino
a que hoy te han convidado.
Hernando.
No lo niego,
que ha habido ciertos fines de pendencia.
Jl^AN.
¿Qué llamas fines de pendencia?
Hernando.
TJamo
fines lo que se bebe, que está en plática
f [ue sea vin o lo que sangre pudo
y se saque del cuero y no del pecho,
porque es de menos costa y más provecho.
Juan.
De armarme es hora; dame ima rodela
mientras me visto lui jaco.
Hernando.
¿Tin vuia ca.sa
viud.i de hombres tantas armas (luieres?
I.kva un bru(]iKl, que basta.
Juan.
(le color y sombrero.
Venga cajia
ACTO SEGUNDO
533
Hernando.
Entr;', o nmdarte.
Juan.
¡Pluguiera a Dios!
Hernando.
¡Oh qué respuesta equívoca!
]\Iuy lírico es el vino qiie has bebido,
aunque bien pudo ser que fuese aloja.
Juan.
¡Ay, Lucrecia cruel, si te movieses
a mi dolor!
Hernando. *
Si escapa de esta noche
la rica posesión de esta viuda,
como cujial de Roma a nuestra puerta
pienso poner un rótulo que diga:
«Señores, aquí vive un mentecato;
despacha necedad y hace barato».
(Vanse y salen Lucrecia e Isabel. j
Luc. ¡Qué pesadamente pasan
las horas cuando se espera!
Isa. Por puntos se desespera
amor, puntas le traspasan.
I,UC. ¿Luego los puntos son puntas?
Isa. ¿No lo ves por tu pesar?
Luc. Nunca más que en esperar
vienen las congojas juntas.
Isa. No me puedo persuadir
a que resuelta no vengas.
Luc. Quiero que por cierto tengas
que antes me deje morir.
Isa. ¡Cuántas habrán blasonado,
que puestas en la ocasión
han rendido la razón
al apetito engañado!
Tú, como viuda al fin
y de casar concertada,
piensas que no pierdes nada
en que lo sepa un jardín.
Luc. Por eso me desnudé
de las tocas y el monjil,
que ese pensamiento es vil
y luego le descarté.
En hábito de doncella
me he vestido ropa y saya.
Isa. Quien tanto amor tiene a raya
su carne y sangre atrepella.
Pero el traje de viuda
¿no eramás hone.'-tidad?
IA'C. No, porque la voluntad
sin él más se pone en duda.
Isa. Que duda si ese manteo
y ese olor...
Luc No digas más.
que a don Juan üespertarás
si duerme con su deseo.
¡Ay de quien tan presto espera
tener un dueño tirano
y dar a un hombre la mano
que ni le vio ni quisiera!
¡Oh Julio, que aun muerto aquí
dejas sangre en tu sobrino
• para que acabe el camino
que empezó mi vida en ti!
Vives, no es posible menos;
no eres muerto de esa suerte,
pues que dejaste en tu muerte
los mismos vacíos llenos.
Presto ocupará mi cama
un otro til.
Isa. ¿Lloras?
Luc. Llore,
que compre un hombre con oro
lo que libertad se llama.
¿Para qué quiero el dinero
V el uno y otro vestido
si he de tener un marido
hasta del alma extranjero?
Pobre nací, pobre fuera:
de j árame la fortuna,
pues no pienso cjue hay ninguna
próspera del gusto afuera.
Isa. Ruido siento.
Luc. Isabel,
mira si es el ángel mío.
Isa. Que te enjugarás confío
esas lágrimas con él.
( Vase.j
Lucrecia.
Flores de este jardín, dadmi blandura,
pues no hay cosa más blanda que las flores,
v pues que tengo amor diréle amores
a quien vencer mi condición procura.
Aguas que mansas vais por su frescura,
amansad en mi pecho los rigores;
aquí hacéis nidos, dulces ruiseñores,
i que nido hará sin gusto la hermosura.
Determinarme a casos tan extraños
por fuerza habrá de ser, pues no hay un medio
que divida dos juntas voluntades.
Mas no querrá el honor, que ha .seis mil años
•34
LA MALCASADA
que riño con amor y no hay remedio
que se puedan hacer las amistades.
(SaUn I^ 3EL. Don Juan y Hernando con broqueles
V háhko, de noche.)
Jl.\N.
I.rc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
¿Dónde está la luz por quien
tienen mis ojos?
Quedo,
cjue está durmiendo mi madre
y no está mi amor durmiendo.
■ Pueden, por dicha, en tus brazos
de este mar de mis deseos
tomar puerto mis suspiros?
Está defendido el puerto •
de- los tiros del honor,
fuerte, mi donjuán, que han hecho
leyes del mundo; mal dije;
que también lo son del cielo.
¿No soy tu marido yo?
A lo menos vengo a serlo,
pues pobre, ameres, te quise
cuando rica te merezco.
Si te hubiera despreciado,
vida mía, en aquel tiempo
agora bien mereciera
que no advirtieras mis ruegos
porque se echara de ver
que era mi amor el dinero
y no tu rara hermosura
y no tus merecimientos.
Siéntate al pie de esta fuente,
(jue vienes muy lisonjero
y te templarán sus aguas.
Xo hay agua para mi fuego,
porque de los ojos míos
muchas veces se la ofrezco,
V con ser quintas esencias
no tienen fuerza ni efecto.
Siéntome porque lo mandas,
siéntome porque deseo
estar de asiento contigo
v decirte lo que siento.
Lágrimas dices. ¿Tú lloras?
Saber, mis ojos, deseo
si es verdad que lloran hombres.
Bien puedes, mi bien, creerlo.
La razón es que el amor
es niño y como asi.stiendo
está en .sus ojos, si él llora
e.s fuerza que lloren ellos.
¿Tú has llorado?
Muchas veces.
¿V confiésa-slo?
Juan. Confiésolo,
que es honra.
Luc. ¿Por quién?
Juan. Por ti.
I,uc. ¿Por mí? ¿Pues por qué?
Juan. Por celos.
Bien pudiera en alta mar
dar con mis naves el viento
en un escollo y cubrillas,
si las tuviera, en su centro;
bien pudiera la fortuna,
siendo rey, quitarme el cetro
y bajar a un azadón
desde el laurel de un imperio;
bien pudiera haber perdido
padre*^, hermanos y deudo?;
no digo amigos, que amigos
más son que el oro y los reinos,
que de ellos abajo digo,
que no llorara, ni aun tiernos
mostrara al mmido los ojos,
y he llorado por tus celos,
por tus celos he llorado.
Luc. ¿Tanto, mi vid?, te debo?
Juan. Tanto, que si aqueste amor
fuera, mis ojos, en tiempo
de aquellos dioses de Ovidio,
fueras piedra en el infierno
y a mí, en tus rejas colgado
me llamaran Ifis nuevo.
llER. Vuesa meiced es mónita
de su señora, que pienso
que por imitarla en todo
hace cocos a mis miedos.
Pues humane, si es posible,
ese desdén zahareño,
que un órgano, aunque es más alto,
íse deja poner los dedos.
Isa. Hernando, quiérole bien;
pero sepa que me temo
de ser órgano en sus manos.
Kkr. Pues que temes sonar recio,
1)a jarete yo de punto,
y cierto que me agradezco
haberte órgano llamado,
([ue todas sonáis por viento.
Isa. Pues para que no lo sean
tus palabras y embelecos,
no me toques.
IIiCK. Blandamatíte
bien puedo, que soy maestro;
no te esquives a lo bobo.
, qiK- .soy galán como honesto;
ACTO SEGUNDO
535
ande a lo sordo la tecla
y esténse los fuelles quedos;
ya tu ama está viuda,
cierto será el casamiento
con don Juan, pues yo contigo
¿quién lo impide, ojos morenos,
que le sacaré mil almas
en calándome el sombrero?
Isa. No derrames valentía
ni des bigotes al cierzo,
que soy amiga de humildes.
Her. Pues yo sólo soy soberbio
con bravos, porque contigo
seré como un queso fresco.
Cuando mucho, cuatro coces,
dos bofetones de celos,
que llegan a cardenales
sin boticas ni barberos;
que las hembras que he tenido
no han gastado más dinero
que en rábanos y albayalde.
Isa. Con tachas se vende el necio.
Luc. jMucho me aprietas, don Juan.
Juan. ¡Ay, mi bien! Piedad, que tengo
abrasada toda el alma;
tres años ha que me muero.
¿Qué ciudad, qué fuerte muro
sufre tres años de cerco?
Dame esas manos.
Luc. Detente.
Juan. ¿Pues ves esta daga?
Luc. Veo.
Juan. Acabar quiero la vida
para ver si puedo, muerto,
ablandarte, piedra dura.
Luc. Detente, loco; está quedo.
Juan. ¿Que me detenga?
Luc. No más,
que me falta sufrimiento.
Armada de honor entré
en la estacada con peto
a prueba de tus regalos
y a tiro de tus requiebros;
celada de presunción
me defendió los cabellos,
guardabrazos de temor
y espaldar de sufrimiento;
gola de opinión llevaba,
mas derribóme en el suelo
la espada de tus engaños,
.tu llanto me dio veneno.
Tuya soy, mas no mujer,
que mujer, don Juan, no puedo;
Juan.
Luc.
Ord.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
Luc.
Juan.
r.rc.
mi honra es tuya, aquí estoy,
guárdame sólo el secreto.
¿De qué lloras, vida mía?
Alma hermosa de este pecho,
no quiero forzar tu gusto,
que sólo tu gusto quiero;
déjame matar.
¡Ay Dios!
Ruido en la puerta siento,
un hombre viene a nosotros.
(Sale Ordóñez.)
¿Quién va?
Ordóñez, tu escudero.
Señora, ¿qué haces aquí,
que llama un hombre diciendo
que ya llega tu marido?
Marido, amores, ¿qué es esto?
Marido tengo, don Juan.
¿Pues cómo, mi bien? ¿No es muerto?
Ya no es tiempo de encubrirte
tu desdicha y mi tormento.
Julio me dejó esta hacienda
con condición...
¡Santos cielos!
Que con un sobrino suyo
me casase, y está hecho
todo lo que es necesario,
que el codicioso mancebo
Uega a Madrid de Milán
en este punto.
¡A buen tiempo!
¿Hay mayor desdicha mía?
Mi bien, llorando te ruego
pierdas la hacienda y no a mí.
Sola te estimo y te quiero,
yo tengo para los dos.
En un monte, en un desierto
viviré rico si a ti,
si a ti, mi bien, te poseo.
Vente conmigo, no aguardes
a que Uegue.
¿Cómo puedo?
Que tengo madre, don Juan,
que como a madre respeto,
y le quitaré la vida
si de sus ojos me ausento,
y le han de quitar la hacienda
a bien librar en el pleito.
¡Ay, señora! Yo por ti
dejara padres y deudos,
vida, hacienda, honor y amigas.
Salte, don Juan; vete presto;
53^
I,A MALCASADA
Fkl,
vete, que crece el mido.
y que aqiü te hallen temo
los criados de mi casa.
('5rt/í- FnuciAX.v, su madre.)
¿Contigo un hombre? ¿Qué es esto?
Juan.
¿Qué ha de ser, Feliciana? Yo bien puedo
estar con mi mujer.
Feliciana.
¡Ali, hija ingrata
al mundo .«in honor y a Dios sin miedo!
¿De esta manera mi opinión se trata?
JVAX.
Mi mujer es Lucrecia.
FELICLí^'A.
Quedo, quedo,
don Juan; que si te trajo el oro y plata,
todo se pierde si a Fabricio deja,
que ya llama a esas puertas y a esa reja.
Juan.
Que no quiero yo plata ni oro infame,
hermosura y virtud es lo que pido;
con mi mujer estoy, nadie se llame
de la que yo lo soy dueño y marido.
¡Viven los altos cielos!, que derrame
la sangre de Fabricio, mal venido.
Aquí me entré a casar, yo soy su esposo.
Lucrecia.
Ten la espada, mi bien, que estás furioso.
Feliciana.
¡Ah jK-rra, que tú has hecho aqueste engafK
Lucrecia.
¿Yo, mi .señora?
il-.I.lLlANA.
TÚ, que por tu gusto
me lias quitado la vida.
HERNAN'D ).
Caso extraño,
LfCRKCIA.
Madre, ¿cuándo jamás te di disgasto?
Anujr fué causa de este grave daño,
pero no para caso tan injusto;
YO no he dicho a don Juan que seré su va.
Juan.
¿Pues qué me importa a mí la hacienda tuya?
Lucrecia.
¿No dices que me quieres?
Juan.
Que te adoro.
Lucrecia.
¿Harás cualquiera cosa que te pida?
Juan.
Tu sola voluntad es mi tesoro.
I.,UCRECIA.
Haz una cosa por mi honra y xiáo..
Juan.
Di presto.
Lucrecia.
Aquí al oído.
Feliciana.
¡Oh plata y oro,
codiciada estimada y preferida!
Por ti conquista España al indio, al moro,
de vida de sus hijos homicida.
Temblando estoy, ya llaman más apriesa;
de treinta mil ducados es la empresa.
Aquél, como soldado sube al muro,
y éste como cercado le defiende.
Juan.
De hacer tu gusto, ¡oh bárbara!, te juro,
que un hombre noble y con amor no ofende.
Lucrecia.
Detrás de esta pared estás seguro.
Juan.
Ven, Hernando, conmigo.
Hernando.
¿Qué pretende
esta mujer?
Jttan.
Matarme, pues le agrada
no cansarse de ser la malcx^ada.
(\'unsc los dos.)
I'i;i.. ¿Irán a abrir?
I, re. Vayan luego,
])()rque en entrando se irán.
I');l. cQiié le dijiste a don Juan?
ACTO SEGUXDO
537
Iac. Templé, señora, su fuego
con promesas temerarias,
y todas contra mi honor,
que para tanto furor
todas fueron necesarias.
l'Ki,. No importa; salga de aquí,
que nunca te ha de ver más,
y tú me la pagarás.
(Sale Fabkicio, italtano, cor, una. muleta y un parche
en un ojo, un sombrero grandf v cuello; dos criados,
Tf.rencio y Virgilio, y venga Órdóñfz.)
Fab.
¿Dormida ya?
Ord.
Señor, sí;
mas luego se levantó.
Luc.
¿Quién es éste?
Ord.
El desposado.
Luc.
¿Este?
Ord.
El mismo que ha llegado;
de lo demás, ¿qué sé yo?
Fab.
Sia niolto ben trobata
vosiñoría.
I.uc.
¡Ay de mí!
F'ab.
¿Siete voi la esposa?
Fel.
Sí.
Luc.
¡Maldiga Dios quien retrata!
Fab.
Donátemi, mía señora,
un abrazo molto estreto,
que vi juro e vi prometo
que piu di voi mi inamora
la fama e la legiadría
que el tesoro e tuto el oro.
Fei,.
Yo tengo en vos mi tesoro.
Fab.
Voi sete la dona mía
e la mía cara consorte.
Fei..
Cansado vendréis, seño»-.
Fab.
Non si lasa mai amor.
Fei<.
Y porque toda la corte
os querrá mañana ver,
descansad, que viene el día.
Fab.
¿Sete voi socera mía?
Fel.
Yo soy de \niestra mujer
madre.
Fab.
¡Oh la mía señora,
la mía socera!
Fei,.
Venid
, y en este cuarto dormid.
que ya madruga el aurora.
Fab.
Andianio dove volite;
adió, siñora bela.
(Vanse.)
Luc.
Id con Dios. ¿Con qué cautela;
no querré tan mal envite?
¡Ah, caballeros! ¿Quién son?
ViR. Criados de vuestro esposo.
Luc. Yo le he visto más hermoso
y de mayor perfección.
Ter. ¿Vos? ¿Dónde?
Luc. En cierto retrato.
Ter. Antes que enfermó sería.
Luc. ¡Qué linda desdicha mía!
¡Oh tiempo, a ti mismo ingrato!;
Das gusto, quitas hacienda,
das hacienda, quitas gusto;
hacer un retrato al justo,
era más justo a su prenda,
porque en el que me envió
no vi parche ni muleta.
ViR. Xo está la pierna perfecta
y ha un mes que el ojo perdió.
Luc. Id en buen hora, señores,
poi que descanséis con él.
(Vayanse.)
¿Qué te parece, Isabel?
Isa. Que eres dichosa en amores.
Luc. En casamientos dirás.
Isa. Peor es éste que el muerto.
T/UC. Pues eso tenlo por cierto,
que no puede serlo más.
¿Salió don Juan?
Isa. Ya salió.
Luc. lúnda venganza le he dado.
¿Si habrá visto al desposado?
Isa. Al tiempo de entrar le vio.
Luc. Mataréme, no lo dudes,
que no he de ser su mujer.
Isa. ¿Ya cómo puedes hacer
que su propósito mudes
o quedar desheredada?
Luc. Sin duda que yo nací
para que digan de mí
dos veces la malcasada.
(Vase y salen I,iSARni:>, letrado, y Millán v Fulgencio.
tío de lyiSAUDo, viejo.)
Lisardo.
Viendo a mi padre estar tan impedido
de su gota, F\ilgencio. os he rogado
me hagáis merced en lo que agora os pido.
Fui,GENCio.
Sobrino, de ella estoy bien informado;
su padre conocí, muy bien nacido,
hidalgo vizcaíno y muy honrado;
pero esto de tener tan grande liacieiida
no sé cómo os lo crea ni lo entienda.
538
LA MALCASADA
Orive, que Dios haya, no tenía
dos mil ducados, sin aquella casa
que con lo más en censos la vivía.
LlSARDO.
Pues ya, señor, de otra manera p>asa.
Lucrecia se casó, por su hidalguía
V su belleza, que otras muchas casa,
con Julio, im railanés; murió y dejóla
de lo que veis por heredera sola.
Yo sé que soy acepto a Feliciana
y que me mira bien I,ucrecia, y creo
que no os dirán de no.
FUI.GENCIO.
Tan de mañana,
hijo, me ha despertado tu deseo
que pienso que lo oirán de mala gana;
mas oye aquí, que abrir la puerta veo;
entra, Millán, y mira lo que pasa.
MlLLÁN.
Alborotada está toda la casa.
LlSARDO.
Mal te persuadirás que amor ha sido
mirando bien los treinta mil ducados;
antes la amé de haberlos adquirido.
Flt,gencio.
Sobredorados llevas tus cuidados.
(Vuel'.e Millón.
M11.LÁN.
¿Qué pensaréis que es todo este ruido
y trápala de pajes y criados?
LlSARDO.
¿Está mala Lucrecia?
M1LI.ÁN.
Antes muy buena,
pues desposarse aquesta noche ordena.
LlSARDO.
¿Qué dice.e, bestia?
MlI,I.ÁN.
.^sí lo dicen ellos.
FULGEN'CK).
Hijo, ¿de qué te espantas, que- es hermosa,
con treinta mil ducados?
LlSARDO.
¡Oh cabellos,
de esta ocasión, tardé; qué triste co.sa!
Fui,GENCIO.
Si los pudiste asir, no ha estado en ellos
la culpa sino, en ti.
LlSARDO.
líUcrecia hermosa
habla escogido aquel don Juan, que ha sido,
quiero callar, viviendo, su marido.
(Sale Don Juan medio desnudo y Hernando teniéndole.)
Her. ¿Esto hace un caballero?
Juan. Hombre, no me digas nada,
que en ocasiones como esta
perder el seso es ganancia.
¿Qué ha de hacer con seso un hombre
teniendO; por no guardarlas,
en un incendio de fuego
las tres potencias del alma?
¿No es este don Juan?
El mismo.
Darle quiero, pues se casa,
el parabién. Guárdeos Dios.
Así es verdad. Dios me guarda.
Gocéis mil años, señor,
vuestra Lucrecia gallarda,
pues ganasteis este pleito
contra un letrado de fama.
¿De mí se burlan? ¿Qué es esto?
¿No soy don Juan? ¿No es mi espada
esta que traigo ceñida?
Pues yo tomaré venganza.
¡Huid, huid, que está loco!
¡Hijo, hijo!
Furia extraña.
¡Tente, señor!
Están muertos.
Todos los hicisteis rajas.
¿Maté al letrado'''
El primero.
¿Y al viejo?
Una cuchillada
le diste, que la cabeza
así de los hombres falta,
que dando con ella al mozo
como si fuera una bala
le llevó toda la suya.
Juan. ¡Victoria toquen las cajas!
¿Podré envainar?
Her. Ivs sin (luda.
Juan. Pero espera.
Her. ¿Qué te falta?
J UAN. Quiero darte un gol])e a li
jxjr que tu cabeza vaya
Lis.
MiLL.
Lis.
Juan.
Lis.
Juan.
Her.
Fui..
Lis.
Her.
Juan.
Her.
Juan.
Her.
Juan.
Her.
ACTO TERCERO
539
adonde está el desposado,
que si le encuentra en la sala
quizá le dará en la suya,
y quedando, si le mata,
viuda doña Lucrecia
me la dará Feliciana.
Her. Sí; pero advierte que allí
viene volando la dama.
Juan. ¿Adonde?
Her. ¡Valedme, pies!
Juan. Burlóme, ¡Oh villano, aguarda!
Aguarda y prueba la furia
de un hombre que anoche estaba
en un jardín con Lucrecia
ai pie de una fuente clara
y habiéndose ya rendido
a la fuerza de mis ansias,
a mis suspiros y quejas
y a mis lágrimas amargas
llamó un hombre de improviso,
y diciendo que se Uama
su esposo y que por la posta
viene de Milán a España,
me notifican la muerte
y me quitan la esperanza,
dándome, por más deshonra,
por sepultura una gavia.
¿Quién hay, paredes, que tenga
en mujeres confianza?
Casada estaba en secreto
y nunca me dijo nada.
¡Ay mis cobardes deseos,
que por andaros en galas
perdisteis la posesión
del bien que Lucrecia os daba!
Gente me mira; no es justo
dar más lugar a mis ansias.
Si tu esposo es el que vi,
no quiero mayor venganza,
pues casándote dos veces
y haciéndome burla entrambas
te llamarán en Madrid
dos veces la malcasada.
ACTO TERCERO DE «LA MALCASADA»
(I^DCRPCiA. Feliciana e Isabel.)
! Luc.
Peí,.
Luc.
Luc.
Fel.
¿Por qué me riñes a mí,
pues tú me lo aconsejaste?
Porque llorando causaste
este mal concejo en mí.
Luc.
Fei,.
Luc.
Fei,.
Luc,
Lsa.
Luc.
Isa.
Ltc.
Isa.
Luc.
Otros defectos hubiera
para el divorcio que tratas,
¡A buen tiempo te retratas!
¿Era mejor que dijera
que era cojo, tuerto o manco?
¿Dirímese el matrimonio
con eso?
¿Y si es testimonio
estotro y te sale en blanco?
Yo sé que digo verdad
y que descansarme puedo.
Presumí que fuese enredo
de tu loca voluntad.
Mas ya que el pleito se ha puesto
y en el tribunal se sigue,
razón será que se obligue,
hija, a Lisardo con esto.
El es famoso letrado
y te sabrá defender.
¿Tú no ves que ha de volver
al pensamiento pasado?
¿Qué importa si por codicia
de casarse el pleito vence?
Otro harás que se comience;
yo tengo en este justicia.
Voy a escribirle un papel,
yo sé que import? a tu honor.
(Vase.)
¡Ay de mi pasado amor
¿Qué hay de don Juan, Isabel?
Desde aquella noche triste
que de aquí se despidió
y en esas rejas me habló
no le vi más.
Necia fuiste
en no me llamar.
¿No ves
que estaba loco e hiciera
alguna cosa que fuera
para tu daño después?
Mas mira cuan grande amor
te tiene, pues ha dejado
en la corte a su criado,
que sirve de embajador.
Este pasa cada día
por tu caUe.
¿Y a qué pasa?
A saber lo que hay en casa
hecho cuidadoso espía.
Luego habrá escrito a don Juan
el divorcio y los defetos
de Fabricio.
540
LJi MALCASADA
Isa. y los secretos
que más. señora, lo están.
Porque con lindo artificio
de Ordóñez, el escudero,
se ha hecho pariente.
Luc. Hoy quiero
desengañar a Fabricio.
Isa. iQy^é más desengaño quieres
que el defeto que le pones?
Mas ¿es cierto, o lo compones?
Porque suelen las mujeres
con grande aborrecimiento
intentar extrañas cosas.
Ia"C. Estas no son fabulosas.
Bien sabe Dios que no miento.
Isa. Heniando pa.sa, o me engaño.
¿quieres que le llame?
lA-c. Sí,
pues no está mi madre aquí.
Isa. Voy.
Luc. ¿Qué mayor desengaño
de los bienes que fortuna
suele dar con mano escasa
que en lo que en mi historia pasa,
a quien no iguala ninguna?
¡Oh hacienda con vil pensión
de un hombre con mil defetos!
Xo son pobres los discretos,
que si lo son, ricos son.
Nunca aceptara la herencia,
pues con qué vivir tenía.
(^nlcti is.\rF.L V Hernando.)
¡Oh hermosa señora mía!
¡<^)h Hernando!
Dame licencia
para besarte los pies.
¿Oué sabes de tu señor?
; Lloras?, ¡qui- efecto de amor!
I 'ero bien haces que ves
de aquel sol la sombra en mí,
que de tus ojos faltó.
¿Escribístele que yo
tanta venganza le di?
Ya le he escrito que Fabricio
es bastante a flespicalle;
que los celos de un buen trille
quitan a un hombre el juicio,
y el malo pone ccmlura
en el galán más pirado.
I-tx:. V del pleito comenzado
, sabes algo jK)r ventura?
IIkk. Iv.scribíle a mi señor
Her.
lAC.
IlKK.
Ll-c.
Hkr
lAC.
Hi-k.
el defecto natural
de tu esposo, que a su mal
era el remedio mejor.
Pues pensar que libre estás
de esta fiera rigurosa
es pa^-a don Juan la cosa
de que se ha de alegrar naás.
Luc. Libre estoy; que no es fingido.
T<ibre estoy; Fabricio es hombre
solamente por el nombre
y por el nombre marido.
Escribe, Hernando, a don Juan
que mi pleito va adelante,
y que en tiempo semejante
no es oficio de galán
desamparar una dama
que en él su esperanza tiene.
Yo se lo he escrito, y él viene;
mira si te quiere y ama.
¿Que viene?
Verdad te digo.
Toma esta bolsa en que están
treinta escudos.
A Milán
y a toda Icalia bendigo,
pues vino el Julio de allá
que este agosto te dejó.
Julio, Hernando, me mató,
supuesto que es muerto ya,
en dejarme este sobrino.
Sobrino dice sobrar;
y sobrino de faltar
¿para qué de Italia vino?
Hernando: si mi ventura
fuese tal que mereciese
que a don Juan en Madrid viese
en aquesta coyuntura,
cierta estoy que me daría
de tantos males consuelo.
IIivK. Ruégalo, señora, al cielo.
Her.
Luc.
Her.
Luc.
Her.
Luc.
Her.
Luc.
(Dcntr'i, Feliciana.)
Fei,.
Lucrecia.
Luc.
vSeñora mía.
Huye, escóndete, que viene
mi madre.
IlKR.
El cielo te- guarde.
Luc.
Vuélveme a ver esta tarde.
(l'asf Hernando. Sale I.i.sakdo, 1'ei.iciana y Mii.l^.v.)
Lis. Padre y abogado tiene;
pero estoy muy enojado
que no me avisasen luego.
ACTO TERCERO
541
Fel. Que seáis, Lisardo, os ruego
de esta muchacha abogado;
que es lástima ver su edad
en dos monstruos empleada.
Lis. Dios os guarde, malcasada,
y os \aielva la libertad.
Luc. De vuestro ingenio confío
de mi justicia el remedio.
Lis. Basta que esté de por medio
la fuerza del amor mío.
Fel. Yo os prometo, si ponéis
a Lucrecia en libertad,
dáro.sla luego.
Luc. Callad,
señora, y no os arrojéis.
Fei<. Yo digo lo que ha de ser;
siempre he estimado a Lisardo.
Lis. Leyes, ¿de qué me acobardo
si es Lucrecia mi mujer?
¿Qué dudo, si me han buscado
de gozar el bien que espero?
Yo soy nombrado primero,
y así soy el más amado.
Le ge Quoties, de usiifructu.
Ya ¿de qué tengo temor?
Mis dichas llegan a tiempo;
que quien es primero en tiempo
es su derecho mejor.
Lege Si fundum, capite Qiii potior, & c.
¿Qué tengo pues que pensar,
pues es necia la cuestión
donde no queda razón
de argüir ni de dudar?
Lege Domitius, de testamentis.
Ahora bien, suegra y señora,
dejadme aquí con Lucrecia
a solas.
Quien tanto os precia
pretende, Lisardo, agora
fiaros todo su honor.
¿Queréis saber la verdad?
Para que la calidad
de una materia mejor,
señora, se comprehenda,
primero se ha de informar;
porque no es justo llegar
sin que el principio .se entienda.
Lege prima, in fine. De origine jitris.
(Xase Feliciana.)
Luc. ¿Qué hace este majadero
de engañar con su latín
a mi madre, sólo a fin
de pescalle este dinero?
Fel.
Lis.
¿Qué es, señor, lo que queréis?
Lis. Solo con vos he quedado
para quedar informado
del pleito que pretendéis.
Decidme, pues, cómo ha sido,
pues seguramente habláis
del defeto que tratáis
poner a vuestro marido.
Porque será de importancia,
proseguille, si se emprende.
Nunca al principio se atiende,
sino a la perseverancia.
Lege, Nam etei parentibus,
grapho primo.
Decid: ¿qué pasáis con él?
Si yo como vos supiera
latín, pienso que os dijera
más fácil lo que hay en él.
Basta saber de por junto
que aqueste defeto tiene.
Declaralle más conviene,
y todo punto por pun^o;
que mal puedo yo informar
si no me consta lo que es.
Si no os va más interés
que el que tenéis en hablar
de esta materia conmigo,
no me hagáis salir colores.
No se excusan.
¡Qué rigores!
Vos sois el mayor testigo.
Decid algunas señales
antes del pleito empeñado;
porque de un principio errado
suceden después mil males.
Parágyaphi Co.isiderabimvis, et
glosa in verbo Illicito, etcétera.
IvUC. Señor Lisardo, no sé
más de romance en Madrid;
allá esas leyes decid
donde quien las sabe esté.
Fabricio casó conmigo,
como Julio lo mandó;
si he sido obediente yo
esta verdad es testigo.
Mi ánimo fué tener
por mi dueño a su sobrino;
vino para mí... y no vino;
mirad cómo puede ser
Mientras estuve sin él
dormia con mi señora,
y lo mismo pienso agora,
después que duermo con él.
T.UC.
JJS.
Luc.
Lis.
Luc.
Lis.
para-
ib i
542
LA MALCASADA
Yo paso un triste desvelo
con un vivo amortajado;
tengo una fantasma al lado
que toda parece hielo.
Es fuego que está en su esfera,
que no se ve, amique se estime,
y es un sello que no imprime
aunque esté blanda la cera.
Es un desmayo de amor
y im enfermo caballero
que ha reñido, aventurero,
y que no es mantenedor.
Es un efecto pintado
que da a la vista alboroto,
es un instrumento roto
v im reloj desconcertado.
Y cuando más afición
sus pensamientos enciende,
paga en moneda de duende,
porque se \nielve carbón.
Esto basta, y, por lo menos,
lo demás podéis sacar,
que no es justo hacerme hablar
en imposibles ajenos.
(Vasc T.rcRECiA.)
LlSARDO.
¡Oh ingenio y hermosura para sabios!
¿Qué seda blanca de la rica China
no se tiñera en púrpura divina
de sus mejillas y rosados labios?
¿Qué Alejandros, qué Césares, qué Octavio.^
no venciera beldad tan peregrina,
pues si la resistencia se imagina
el amor natural recibe agravios?
Pagaste la pensión de tantos bienes
con la desdicha, que te dio forzosa
quien por hermosa coronó tus sienes.
Que no nacieras para ser dichosa,
con tan grande hermosura como tienes,
ni desdichada para ser hermosa.
(l'ase y saU Don Jpan con botas y espuelas.)
Juan.
Aquí me vuelven las desdichas mías
engañado de nuevas esperanzas,
porque suele de humildes confianzas
nacer un bien para inmortales días.
Pasé abrasado mil montañas frías
estando igual el sol en sus balanzas;
hice en las tierras, no en la fe, mudanza.s,
que con mi firme amor serán tardías.
Viva la fe, las esperanzas vuelen;
no den veneno al alma desengaños,
pues mucho más que los engaños duelen.
Que entretenido amor en sus engaños
mejor pasa las horas, porque suelen
vencer las esperanzas a los años.
(Salt- Hernando.)
Hernando.
Díjome Alberto que llegado habías,
y como loco por las calles vengo.
Seas, señor, mil veces bien venido.
Juan.
¡Oh Hernando nu'o!, que si tvi tenías
deseo de tu dueño, no me vences
el que tengo de ver tan buen criado.
Hernando.
¿Cómo vienes, señor?
Juan.
Como quien viene
con sola la esperanza de tus cartas.
Ya estaba en nuestia villa como suele
el cautivo de -Argel en las prisiones,
olvidado de deudos y parientes.
Resucitóme, Hernando, aquel capítulo
del pleito de Lucrecia, porque creo
que el pensar en Fabricio me matara:
tales eran los celos y la envidia,
tales eran las ansias y dolores
de ver mi soledad y sus amores.
No suele ruiseñor que ve su nido
ocupado de pájaro extranjero
llorando despedir por la gargantr
el aliento vital con más tristeza
que 5^0 viendo a Fabricio entre los brazos
de la belL; T^ucrecia hacer el ¡lido
que yo lloré viendo mi honor pi.'rdido.
Hiírnando.
Alégrate, señor, que la fortuna
suele probar mil veces sus amigos,
y para levíintar a un alto estado
derriba un hombre hasta el lugar más ínfimo,
porque despi'és que suba y le engrandezca
su poder y favores le agradezca.
El pleito está de suerte que sospecho
(jue ha de salir Lucrecia victoriosa.
Fabricio et: liombre tnftrnio e imp( dido
y casi con vergüenza se defiende;
mal juego tiene, pues partido pide;
querrá alginios ducados y volverse.
ACTO TERCERO
Í42>
Juan.
¡Ay!, denle todo cuanto le ha dejado
a Lucrecia su tío; solamente
deje libre aquel ángel inocente.
Hernando.
¿Cómo te diré yo de qué manera
ayer la vi y hablé, qué lindas tocas;
parece que entre nieve se asomaba
un ramillete de purpúreas rosas?
¡Qué me dijo de ti!
Juan.
¡Cielos, que puedo
sufíir el bien! ¡Ay Dios!; más peligroso
es un suceso bueno que un adverso!
Hernando.
Así lo dijo de un poeta el verso.
Juan.
Yo tengo de ir a verla.
Hernando.
¿Cuándo?
Juan.
Ivuego.
Hernando.
¿Estás loco?
Juan.
No puedo más, Hernando.
Hernando.
¿Cómo podrás entrar durante el pleito?
Que siendo sospechosa tu persona,
podrías hacer daño al honor suyo
y levantarla acaso un testimonio.
Déjala dirimir el matrimonio.
Juan.
Vamos los dos en forma de notarios;
tú serás el mayor, yo el escribiente,
di que vamos de parte de Fabricjo
a tomar los testigos de esta causa.
Hernando.
¿Pues no es mejor que tú el notario seas'
Juan.
No, Hernando, que estaré turbado todo;
tú, que estás sin pasión, podrás hablarla.
Hernando.
¿Y si acaso la madre nos conoce?
Juan.
No hará, mudando el traje; y fuera de esto,
la cara encubriré .sobre la mesa
bajándola al papel.
Hernando.
Bien me parece;
que soy un poco amigo de invenciones
v deseo tu gusto y tu remedio.
Juan.
Pues ven tras mí. que estando amor en medio,
no hay que temer peligros, que es más fuerte
mil veces el amor que no la muerte.
Hernando.
Cuando el negocio llegue a cintarazos,
no creas tú que puede ser valiente
un hombre tan mujer como su abuela.
Juan.
Yo venceré por fuerza o por cautela.
(]'anse y salen Faericio, Fel ciana y I.ucrecia.)
Fab. Voi daréte conta a Dio.
Fel. Hablad como habéis de hablar.
Fab. lo sapero trovar
il modo del fato mío.
Luc. ¿Pues qué podéis vos hacer?
Fab. ¿Tú ancora, consorte mía?
¿qué he questa furf antería'
Luc. Que ya no soy tu mujer,
Fab. Per Dio, vero que ti done
ventichinque bastonate.
Fei,. ¡Hola!, no me la maltrate;
hable bien, aunque perdone,
que si me quito un chapín...
Fab. Maledita mía fortuna.
Fel. No se queje de ninguna,
quéjese de ser tan ruin.
Fab. ¿Qué cosa ruin, furfanta?
Fel. ¿a mí furfanta?
Fab. Cusí
mi vollo tratare a ti,
rufiana, que te fai santa.
Luc. ¿A mi madre?
Fab. E ben, ¿que vuoi?
Cancaro in la macarela.
Luc. ¡Hola, Beatriz, Isabela!
F.\B. E ¿que faremo dipoi?
Luc. ¡Ordóñez, Sancho, Leonicio!
Fab. lo mi vollo retirarme,
que si aspecto un poco, parmi,
che more il pover Fabricio.
544
I.A MAFXASADA
lOime la mía fatica!
Mi vollo andar iii Milano.
Fki.. l^eja, Lucrecia, el villano.
Fab. X0131 piu vollo aspetar mica.
Caneare in España, in tuti
questi ladri >rarioli.
De traditori españoli,
porte el diavolo li escuti. ( i)
(l'así Fabricio.)
Fei.. El se va desesperado.
Luc. Mas que nunca vuelva acá.
C-alen. Ac notarios. Hkrnando ." Don Juan, con laionas
y sotatiillas, papel, cajas y plumas.)
Fel.
Her.
Lüc.
Her.
Fel.
Her.
Juan.
Her.
Juan.
Her.
I.uc.
Her.
Juan.
Luc.
Juan.
Her.
I.rc.
Hkr.
Fel.
¡Plega a Dios!
; Quién e.stá acá?
Dos hombres, madre, han entrado.
Venimos a examinar,
por la parte de Fabricio,
testigos.
Hagan su oficio.
Hacedlos luego llamar.
Poned, Garimberto, ahí
el proceso.
Ya está puesto.
Prevenid la pluma presto.
¿Está a punto?
Señor, sí.
¿Qué sabe vuestra merced
de esto que aquí se pregunta?
¡Ay cielos, estoy difunta!
¡Hola!, el principio poned.
¿Qué edad?
Ya puedo pedir
mi hacienda, aunque libre fuera.
Que era don Juan presumiera
a no le ver escribir
en el pleito de esta causa.
Tomadle la confesión,
por que diga la ocasión
que mis desventuras causa.
¿Ese hombre es liQinbre o no?
No es hombre.
Ponedlo ahí.
que pues que lo dice asi
mejor lo sabe que yo.
Otro testigo.
¿Hay tal prisa?
f I) Hartz. corrif!Í6 los iKivijrs italianris. Tnrccc mejor
dcjarlof como están en el r>rÍKÍna] para «lut- so vea cómo
M escribía entone*» c«te idioma en I<>|>:iña.
(^ale Isabel.)
Luc. ¿Oyes, Isabel?
I.SA. Ya vo}'.
Her. Aquí me pierdo, que estoy
descalzándome de risa.
¿Qué edad tenéis?
Isa. ¿No lo ve?
Her. ¿Sois doncella?
Isa. a mi señora
sirvo de doncella agora.
Her. Buena conciencia.
Isa. Esto .sé.
Juan. ¿Leeré el interrogatorio?
Her. Dejad, qxie no es menester,
porque ya a aquesta mujer
es todo el caso notorio.
¿Cómo os llamáis?
Isa. Isabel.
¡Ay cielos! ¿No es éste Hernando?
Her. Jurad aquí.
Isa. Estoy pensando
que es él; sin duda que es él.
Her. ¿Qué sabéis de su marido
de la señora Lucrecia?
Isa. Yo, señor...
Her. Acabad, necia,
decid lo que habéis oído,
que bien se me alcanza a mí
que de vista no será.
Isa. Enfermo, señor, está;
esto a mi señora oí.
Her. y de su disposición,
juzgáis que es rocín de casta.
Isa. Yo presumo lo que basta,
como los que no lo son.
Her. Otro venga.
Luc. Ordóñez. ¡hola!
(Sale Ordóñe/..)
Ord. Aquí estoy,
Her. Jurad.
Ord. Ya quiero.
Her. (¡Qué oficio?
Ord. Soy escudero.
Her. y rocín con sotacola.
¿Sois hidalgo?
Ord. Como el Rey.
Her. ¿Que años? Decid verdad,
por(|ue si negáis la edad
vais contra dereclio y ley.
Ley de Matasxdcnis, capitulo de bar-
batis, párrafo de escuderos, eí preten-
soribi4i.
ACTO TERCERO
545
Ord.
Her.
Ord.
Her.
Ord.
Her.
Fei,.
Her.
Juan.
Her.
XII
Señor, yo pienso que haré
mis ochenta esta vendimia.
No es hombre que vende alquimia
verdad dice, bien se ve.
¿Qué tanto habrá que dijistes
«tata» y «mama»?
No me acuerdo.
El hidalgo es hombre cuerdo.
Y del pleito, ¿qué supistes?
Señor, hasta sus criados
murmuran de sus flaquezas;
de sus heladas tibiezas
todos estaiuos cansados.
Y con ser señal que avisa
lo que queréis preguntar,
no hemos visto levantar
a mi señora con risa.
Siempre sale desgraciada,
siempre el cabello tranzado;
ya da voces al criado,
ya riñe con la criada.
Y cuando por la mañana
sale una mujer compuesta,
y a todos riñe y molesta
y come de mala gana;
anda el rostro deslucido
y el sobrecejo en los pies,
creedme que todo es
disgustos de su marido.
Escribidlo todo así,
y que aqueste honrado viejo
pudiera ser del Consejo
del Gran Turco y del Sofí.
Id, señora Feliciana,
y el testamento traed
de Julio.
Yo voy.
(Vanse Feliciana y el Escudero.)
Creed
que vuestra justicia es llana;
y que aunque yo vengo aquí
por la parte de Fabricio
haré muy legal mi oficio,
porque se ha de hacer así.
Lege si aliquis fecerit utiam inven-
íionen. Cap. de escribanos fingidos,
párrafo de viudas.
(Levántase Don Juan.)
Necio y prolijo has estado,
mi remedio has puesto en duda.
¿Por qué no la echabas antes?
Por hallar más justa excusa.
J UAN. Señora del alma mía.
J-UC. i Ay cielos!
Juan. ¿De qué te turbas?
Dame esos brazos.
Luc. Don Juan,
¿eres tú?
I UAN. Mis desventuras
me han puesto en Lan triste estado
que con razón lo pregimtas.
Yo soy el que ya dos veces
vio tu voluntad perjura,
quien dos veces te perdió,
y ningima por su culpa;
yo soy el que ya por ti
hice tan tiernas locuras
que no me ha igualado Orlando
ni en el amor ni en la furia.
Yo soy quien la vez primera
salió con tantas angustias
que guardó su vida amor
para sufrir la segunda.
Yo soy quien si en la tercera
viene a perder tu hermosura,
piensa morir en tus rejas
aJntes que sufrir tu injuria.
Luc. Y yo quién soy, señor mío,
puesto que mi amor acusas,
creo que podré decir,
aunque dos veces me culpas.
De las desdichadas yo soy la una,
sigúeme la rueda de la fortuna.
Mi primero casamiento,
mi madre, a quien tanto ofusca
la codicia del dinero,
hizo con violencia injusta.
Cuando de Julio quedé,
como lo sabes, viuda,
ya la cláusula supiste
en que esta herencia se funda.
Y cuando fuera culpada,
¿parécete que se pvtrga
cualquier delito en tormento
de quien mi muerte redunda?
Mira en qué punto me veo,
y m s si los pleitos duran,
o me mandan encerrar
o contra mis años juzgan.
Y por ser la información
de una causa tan oculta,
por razón de aquesta herencia
quieren que sus faltas supla.
Que bien puede ser que ese hombre
testigos falsos induzca
35
546
LA MALCASADA
y me mande sin razón
que viva en su sepultura.
Mira si podré decir,
don Juan, con causa más justa,
viendo cumplidas mis penas
y mis esperanzas muica.
De las desdichadas yo S03' la una,
sigúeme la rueda de la fortima.
Juan. Corre las cortinas bellas
al divino sol que anublas,
o a los rayos de mi amor
esas estrellas enjuíja;
que no hayas miedo que el cielo
a tanto mal nos reduzga.
I,a fortima es variable
y por momentos se muda;
que como del bien el mal
ya del mal el bien resulta,
podrá ser que el puro cielo
otra calidad infunda
en nuestros sucesos ya.
Lvc. ¡Ay, mi don Juan, seré tuya!
Juan. Tente, no me digas nada;
que si agora serlo juras,
hasta la dipensación
nuestro matrimonio anulas.
Corra la fortuna agora,
que es, como ves, absolutf ,
pues negociarás mejor
si el cuerpo a sus golpes hurtas.
Sólo te pido que agora
premies penas tan profundas
con esos brazos.
Lrc. Tu esclava
sólo agradarte procura.
(En abratándose, sale la madre, y Don Juan laya a
lomar la pluma y escribir.)
Fel.
Juan.
Fel.
JL'AN.
Pel.
Luc.
Fel.
¿Qué es esto, señor notario?
A la primera pregunta
dijo...
Ya yo sé qué dijo.
Tarde, don Juan, disimulas.
Ya conozco tus engaños;
ya no hay para f|ué te encubra.
(Tú en esta casa?
Señora,
voluntad sencilla y pura
me ha tr.'iído donde ves.
Siempn- mis deshonras buscas.
;Y tú qué dices, villana?
No sé, madre; e.stoy difunta.
(Y el bellacón del lacayo?
Her. a la novena pregimta
dijo aqueste declarante...
Fel. ¿Pues agora me deslumhras?
¿Que más declarado engaño?
Esta maldad no se usa
en casas tan principales.
Salgan luego.
Lrc. No descubras
lo que pasa con tus voces.
Fel. Salgan luego.
Juan. ¡Oh lince astuta!
Her. ¿Quién me ha de pagar a mí
los derechos?
Fel. ¿No hay quien cubra
este jiimento de leña?
Her. Pág^ienme mis escrituras.
Fel. Don Juan, vete de mi casa;
que si sentencia pronuncian
en nuestro favor, Lucrecia
ha de ser de quien estudia
para su remedio y mío.
JFAN. Digo que es razón, y mucha;
mas suplicóte, señora,
que una palabra me sufras.
Fel. Si he de decirte verdad,
Lucrecia es libre y es suya,
porque Fabricio, enojado
de su afrenta, de la duda
sacó al juez confesando
sus defectos, y renuncia
la herencia con que le demos
tres mil ducados de a>nida
de costa, con que se vuelva
a Italia. H03' quiero que cumpla
mi palabra con Lisardo
Lucrecia.
Juan. Es cosa nmy justa;
pero escúchame.
Fel. ¿Qué quieres?
Juan. Tú lo sabrás si me escuchas.
Yo he visto, Feliciana, que has tomado
resolución de dar tu hija hermosa,
por razón o afición, a este letrado;
por mil años, y buenos, sea su esposa.
Contradecirlo yo fuera excusado,
que eres madre, en cfeto, y poderosa
para nnidar su voluntad; mas mira
lo que puede m¡ amor, c]uc> el mundo adnura.
No ])ierda yo de ser de acjuesta casa
por la grande afición que os lie tenido;
tú con don Juan, pues es razón, te casa;
yo quiercj ser, señora, tu marido.
fVCTO TERCERO
547
l'an grande amor mi pensamiento abrasa,
que esta merced por singular te pido;
y pues que por marido no me precia,
merezca yo ser padre de Lucrecia.
Y créeme que si esto consideras,
verás que te estoy bien.
TyUCRECIA.
¡Qué desatino!
Fei,iciana.
Aiui esas cosas son más llevaderas,
y parece que van por buen camino.
Lucrecia.
Madre, ¿qué. dices?
FELICIANA.
¿Pues de qué te alteras?
¿Moza no soy? Casarme determino.
Si a don Juan te quitaba, fué de celos
de las gracias que en él ponen los cielos.
Quedaos aquí a cenar, que yo he llamado
a Lisardo, y podréis, después de cena,
cual padre de Lucrecia, y tan honrado,
hablar en su remedio.
Juan.
Enhorabuena.
Feuciana.
Yo \nielvo el testamento, y con cuidado
de ver lo que el juez de nuevo ordena.
Lucrecia.
Madre, ¿qué dices?
FEI.ICIAKA.
Que casarme quiero;
más moza soy que tú.
(Vase Feliciana.)
Lucrecia.
¿Qué es esto, fiero?
¿Qué es esto, engañador? ¿Qué es esto, loco?
¿Con mi madre te casas y me dejas?
¿Así mi fe y amor tienes en poco?
¿Que me case con otro le aconsejas?
A dar voces al cielo me provoco,
todos han de saber mis justas quejas;
agora sí que soy la malcasada
y en la tercera vez más desdichada.
¡A quién hubiera yo Lan bien ciuerido
que de aquesta manera me pagara!
¿Tú de mi madre, bárbaro, marido?
¿Estabas loco?
Juan,
Quedo, prenda cara;
para que no me echase lo he fingido
y para que en su casa me dejara,
donde podré mejor seguir mi intento,
que contigo ha de ser mi casamiento.
Lucrecia.
Conmigo no lo creas, que en tu vida
me verás por el susto que me has dado.
JUAN.
¡Ea!, leona, quedo.
Lucrecia.
Estoy perdida,
casarme tengo con aquel letrado.
Juan.
Ya estás muy necia: burla fué fingida.
Lucrecia.
Burla que pone el alma en tal cuidado.
Juan.
¿En qué cuidado?
Lucrecia.
En que mi madre agora
confiesa que le agradas y te adora.
Con esto ha de impedir mi casamiento;
mas yo me casaré con el letrado.
Juan.
Oye, y tratemos de engañar su intento.
Lucrecia.
Déjame, que me has muerto.
Juan.
¡Qué cuidado.
(Vase I.uCRECiA.i
Hernando.
Fuese enojada, ya estarás contento.
Juan.
L^n pecho de mujer determinado,
Hernando, no habrá cosa que no intente.
Hernando.
¡Famosa bestia, las espuelas siente!
Date a aplacarla, pues licencia tienes
para andar ya por la casa a tu albedrío.
Juan.
Bien dices, voy.
548
LA MALCASADA
Hernando.
Perdido está de sienes
este desatinado dueño nuo.
¡Oh amor, ¿qué fiera habrá que no la enfrenes;
o qué pei~iasco habrá tan duro y frío
que se resista al fuego de tu flecha
de mil diamantes y venenos hecha?
(Salen MillAn y Lis ardo.)
Mili..
Notable ventura ha sido.
Lis.
El hombre vio ir la razón,
y entre tanta confusión
rindió su pleito a partido.
Yo traigo el apartamiento,
dándole tres mil ducados
de a\'uda de costa.
MlLL.
¿Y dados...?
Lis.
Se vuelve a Italia al momento.
MaL.
En efecto, ¿era verdad
que ese defecto tenía?
Lis.
El lo confiesa.
MlLL.
¿Y sería...?
Lis.
I Qué terrible enfermedad
X>ara paz de dos casados!
¿Quién está aquí?
Her.
De don Juan
un criado.
Lis.
¿Y aquí están
hoy de don Juan los criados?
¿Xo saben que soy el duei'io
de esta casa?
Her.
No, señor;
porque es don Juan el mayor.
Lis.
Eso de don Juan es sueño.
Her.
¿Luego vos queréis mujer
que con otro está casada?
Lis.
¿Casada? Todo eso es nada,
ni ha de ser, ni puede .ser.
Her.
Probar quiero mi invención
en engañar a un letrado.
¿Que don Juan no está casado?
Decís bien, tenéis razón;
pero haber sido dicho.síj
en lo que quiero callar,
¿cómo le puede quitar
el ser por fuerza su esposo?
Mirad qne no os está bien.
Mnj,.
Af'entosíj de.sengaño.
Lis.
¿No puede mentir?
Her
No engaño.
que soy muy hombre <le bien.
¿No me veis ya reformado
de lechuguilla y vestido^
Lis.
Her.
Lis.
Her.
Lis.
Her.
MiLL
Lis.
MlLL.
Lis.
Y su madre, ¿halo sabido?
Notables voces han dado;
mas él la quiere aplacar,
y como es moza y hermosa
halló la más fácil cosa.
¿Cómo?
Quiérela casar,
y en dote le ha prometido...
¿Cuánto?
Quince mil ducados,
porque de los heredados
ésta la mitad ha sido.
L^n amigo buscar quiere
y que vivan como hermanos.
.Señor.
¿Qué quieres?
Con vanos
pensamientos nadie adquiere
el fin de su pretensión;
la tuya no puedi' .ser;
quiérete dar parecer,
presuponiendo el perdón.
Que en su causa no hay letrado
de ciencia ni de experiencia,
ni médico en su dolencia,
aunque en la ajena acertado.
Y tal vez alguna vieja
o algún criado ignorante
viene a estar más adelante
y lo más cierto aconseja.
Ya no te está bien casarte
con Lucrecia, que don Juan
ha mucho que es su galán,
y puede en algo tocarte
nota de infame, o primero
o después, si has de guardar
con celos lo que en mirar
tiene peligro tan fiero.
Estos quince mil ducados
y una mujer, qUe es el dueño
de esta casa, no es pequeño
partido; los naipes dados.
Abre los ojos y mira
fjue muda consejo el sabio;
no hay honra para un agravio
ni gusto donde hay mentira.
Una mujer que ha querido
otro hombre, ¿qué jniede hacer
que no vt-nga a padecer
la famn de su marido?
Tente, que hablar no pudiera
Bartulo con más acuerdo;
yo .soy el necio, tú el cuerdo.
ACTO TERCERO
54^^
(>aU Don Juan, ya galán, cotí cuello y espada.)
Juan. Piies quede de esa manera,
que yo lo tengo por bien.
Ijs. Señor don Juan.
Juan. ¡Oh, señor!
Lis. De liablaros tengo temor
por el pasado desdén ;
pero dame atrevimiento
el saber vuestra hidalgiiía.
Ya sabéis que pretendía
de Lucrecia el casamiento.
Juan. Ya lo sé.
I.is. Pues lie sabido
que con ella estáis tratado
de casar, que este criado
la verdad me ha referido.
Yo no qiiiero averiguar
lo que ha sido o lo que fué;
pero de su madre sé
que la queréis aplacar
casándola, como dice
\T.xestro criado, con hombre
de buenas partes 3^ nombre
y que esta casa autorice.
Dáisle quince mil ducados,
que es la mitad de la herencia.
Calidad, nobleza y ciencia,
con mil oficios honrados,
concurren, don Juan, en mí;
si sois servido, aquí estoja
la mano y brazos os doy.
Juan. ¿Tú lo has dicho?
Her. Señor, sí.
Juan. ¡Oh qué notable invención!
Por cierto, señor Lisardo,
que sois tan noble y gallardo
y vuestras partes lo son,
de suerte que en esta corte
no pudiera hallar ninguno
de caudal más oportuno
a lo que a esta casa importe.
Ellas salen; a esta parte
os retirad y hablarélas.
El amor todo es cautelas.
(T,üCRKCiA, Ffliciana e IsABEr. y Ordóñe^.I
Aquí están.
Luc.
Juan.
Peí,.
Juan.
Yo vengo a hablarte.
Aquí estoy a tu servicio.
(Aparte.)
Tratando yo, Feliciana,
con Lisardo, que allí ves.
Peí,.
Juan.
Peí..
Juan.
Peí..
Lis.
Peí..
Luc.
Peí..
Luc.
Peí..
Luc.
que contigo me casaba,
quiso saber si te habían
de dar dote; y cuando tratan
si han de ser doce o quince,
iin cierto amigo le habla
al oído de esta suerte,
que él me contó las palabras:
«En todo Madrid se dice
que Lucrecia ha sido dama
de don Juan, y para un hombre
que pretende honrosas varas,
no sé yo cómo ha de ser
a propósito a su fama.
Su madre es moza y hermosa,
haced que la herencia partan,
y casados con las dos
nadie a los dos pondrá falta.»
Esto Lisardo me ha diclio,
y dice que si le abrasan
no ha de casar con Lucrecia
aunque le diesen la casta,
y que te suplica 3^ pide,
por lo que te quiere 3- ama,
seas su mujer, señora,
3- esta noche en esta casa
se celebren las dos bodas,
porque como dos hermanas
estaréis con dos hermanos,
haciendo los cuatro un alma.
¿Eso pasa?
Lo que digo.
¿Así a Lucrecia difaman?
Esto se dice en Madrid,
siendo mentira tan clara.
¡Ah, Lisardo! ¿Es esto así,
3' que Lucrecia os enfada,
y me queréis por mujer?
Profeso letras honradas,
3' no hay interés del mundo
que recupere la infamia.
Yo esto3' contento con vos,
como la hacienda se parta.
Lucrecia.
Señora mía.
¿Has oído lo que pasa?
Oigo decir tantas cosas
que me suspenden 3' espantan...
¿Es Lisardo o es don Juan
el que conmigo se casa?
¿Lisardo? ¡Pobre de ti!
Corre en todo Madrid fama
que eres dama de don Juan.
¡Ay, mi señora! Restaura,
550
l.\ MALCASADA
FEL.
Her.
Fei,.
Her.
pues te importa mi opinión.
Dale la mano, y remata
tus deseos en sus dichas;
que quien a I.,isardo gana
no tiene qué desear.
Oigan sola luia palabra:
que faltan dos casamientos,
que Hernando y Isabel tratan
por palabras de presente.
¿V los otros dos?
Aguarda,
que son de Millán y Ordóñez.
Miij.. ¡Mal año!
Ord. ¡Guarda la cara!
FkIv. Dale la mano, Isabel.
Jttan. Aquí la comedia acaba,
que hasta casarse conmigo
se llamó La malcasada.
FIN DE r,A FAMOSA COMEDIA DE
LA MALCASADA
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOR
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
PERSONAS QUE HABI.AN EN ELLA
Marcelo.
OCTA\TA.
Ñuño.
El Conde de Ribadeo.
El Duque de Alansox. Fabricio.
Leonor. Finea.
El Príncipe de Fran- Mendoz.a.
crA.
(Salen Octavia, dama, y INLí^rcelo, criado.)
Marcelo.
Hermosa Octavia, si posible fuera
que igualara mi amor tu entendimiento,
con lealtad de vasallo respondiera
a tu desesperado pensamiento
y con ejemplos vivos presumiera,
si no la causa, reducir tu intento
al más seguro medio que han tenido
contra fuerzas de amor armas de olvido.
¡Tú a Francia; tú corriendo disfrazada
de Navarra a París; tú sin sosiego,
de tu honor 5' tus deudos olvidada,
te precipitas a un error tan ciego!
¿Qué simple mariposa enamorada,
no huye veloz la actividad del fuego,
costándole las alas la porfía
después que conoció que no era ti día?
OcT. Marcelo: si tú propones
de amor la invencible fuerza
para persuadir mis celos,
más me animas que me templas.
Y para que no presumas
que te llamé de la aldea
sin notable confianza
de tu hidalga gentileza,
aunque sólo te he contado
que amor a Francia me lleva
con el disfraz atrevido
que mi pensamiento intenta,
agora de todo punto
quiero, Marcelo, que sepas
ques amor y quién me obliga
a que tal hazaña emprenda;
pero advirtiendo primero
que de locuras como éstas,
y en mujeres de valor,
están las historias llenas.
El Conde de Ribadeo
vino, Marcelo, a esta tierra
a ver vma hermana suya
(bien conoces la Condesa
de Lerín) que está casada,
si de sus bodas te acuerdas,
con don Carlos de Beamonte;
convidada estuve a ellas.
Las galas, la bizarría
y algún despejo, o ya sea
mi entendimiento, que algunos,
aunque engañados, celebran,
dieron ocasión al conde,
que quien dice que es estrella
mucho quita a lo bizarro
y mucho a lo hermoso niega,
para que pusiese en mí
los ojos con tanta fuerza
que le costó la porfía
lo que el desprecio me cuesta.
Un año estuvo en Navarra,
donde no sé cómo pueda
pintarte su loco amor
y mi rebelde aspereza.
=;2
^[AS PUEDEX CELOS QUE AMOR
Intentaba siempre el conde,
con ser\'icios y con fiestas,
vencer mi necia porfía,
si no liabicndo amor es necia.
¿Qué mañana puso el alba
sobre los montes apenas
los pies de rosa en la nieve
primero que en verdes yerbas
que no le hallase mirando
p>or los hierros de mis rejas
si era el sol el que salía
por el Oriente o por ellas ?
Nunca en brazos de la noche
con amores de su ausencia
cayó desmayado el día
que no le hallase a mis puertas;
no negaba sus visitas
la cortés correspondencia
debida a la obligación;
mas quiero también que adviertas
que, mesurado en la silla,
yo en la almohada compuesta,
él era Adonis pintado
y yo era Venus de piedra.
A sus cartas amorosas
nunca yo negué respuesta;
mas tan frías, que iban todas
con su firma y con su fecha,
porque papeles sin alma
son rótulos de comedia
que sólo dicen el nombre
para que vayan a ella.
Venció el oro muchas veces,
que es el rey de los planetas
como retrato del sol
y de sus rayos materia,
las criadas de mi casa;
porque doncellas y dueñas
nunca son para las damas
los dragones de Medea.
Dieron la puerta a un jardín,
donde una fuente ri.sueña
me llevaba algunas noches
a ver sus fingidas perlas.
No me enojé, que antes qui.se
que, cortésmente. creyera (i)
que no teme quien no ama,
aunque los sucesos tema.
Kn unos asientas verdes
amor y tle.sdén se asientan,
él se turba y yo me burlo.
i) Ri el impreso «creciera» por crr.ila.
murmura el agua y se queja.
Perdió el conde la ocasión;
que aunque no siifriera fuerza,
cuando no se coge el fruto
hay flores que le prometan.
Necio es el hombre que a solas
así los efectos trueca,
que aguarda, siendo él galán,
a que la dama lo sea.
Ya se asomaba el aurora
por el balcón de azucenas
con lucientes intervalos
de su dorada cabeza,
para darle más lugar,
como piadosa tercera.
IVIas cuando le vio tan mudo,
(que quien ama no respeta)
arrojó de un golpe el día;
él se halló del jardín fuera
y yo fuera del peligro,
vengándome de mis dueñas.
Si hasta allí me parecía
el conde como una dellas,
mucho más de allí adelante;
que tan pocas diligencias
a nuestra imaginación
arguyen muchas flaquezas;
que para guerras de amor
acobardan tales señas,
porque los buenos soldados
no ha}' cosa que no acometan.
En medio d estos desdenes
y destas frías finezas,
tuvo cartas de Castilla,
y fué forzosa su ausencia.
Mandóle el Rey don Alonso
que partiese a Francia apriesa;
particular embajada,
digna de su sangre y prendas,
que pide el francés delfín
la castellana princesa,
y para la conclusión
es la embajada postrera.
¿Quieres, Marcelo, creer
una cosa, la más nueva
que has oído, o yo me engaño?
Que en nuestra naturaleza
puso una veleta el cielo,
(le tan nuidable asistencia
que no hay viento que la embista
que pueda tener firmeza.
Apenas se partió el Conde,
dejándome de sus penas
JORNADA PRIMERA
553
en sus lágrimas testigos
y lástima de sus quejas,
cuando comencé a pensar,
y pensando en mí y en ellas,
echaron menos mis burlas
tantas amorosas veras.
De imaginar mis desdenes
y aquellas finezas tiernas
vine 9 enfadarme de mí,
y vengúeme en mi tristeza .
Pero pasando los días,
que no hay cosa que no envuelvan
en su olvido, me espanté
de imaginación tan necia.
En esta sazón, de Francia
vino a Navarra don Vela;
pregúntele por el conde,
y dióme del estas nuevas:
«Tiene el Duque de Alansón,
Octavia, una hermana bella;
Leonor, en nombre; en la gracia,
Venus; sol en la belleza.
El Conde de Ribadeo,
perdido de amor por ella,
tan castellano la adora,
tan portugués la festeja,
que en todo París se dice
que se casará con ella;
que de públicos favores
esto es justo que se entienda.»
¿Quién dirá que puede ser
del alma tan grande ofensa
que lo que no pudo amor
celos, ya tan justos, puedan?
A tanto llegó mi envidia,
si es bien que la envidia sea
definición de los celos,
que solamente me queda
para no perder la vida
una esperanza tan negra
como es ir a ver al conde
y estorbar con diligencias
que no se case, si amor
de lo que olvida se acuerda.
Xo quiero consejo ya,
que, perdida, estoy resuelta,
enamorada, celosa,
ausente de temor llena;
arrepentida por loca,
desesperada por cuerda,
sin remedio por mi culpa,
sin gusto por mi soberbia,
V, finalmente, tan triste.
OCT.
NuÑ.
OcT.
XuÑ.
que entre celos y sospechas
retrato ima mujer viva
y soy una mujer nmcrta.
(Sale Ñuño, criado, de camino.)
XuÑ. Para la priesa que has dado,
señora, en esta partida,
o ya estás arrepentida
o es descuido tu cuidado.
fOuedámonos en Xavarra
o habemos de ir a París?
Pensamiento, ¿qué decís?
Ponte a caballo bizarra
con el traje de varón
en que disfrazarte quieres.
Si sabes de las mujeres
la inconstante condición,
¿qué [Xuño amigo] te admiras
de qvie tan suspensa esté?
Pues si relámpago fué
de aquellas celosas iras,
serena, señora, el cielo
y cese la tempestad,
si con debida lealtad
te desengaña Marcelo,
y dame el vestido a mí,
que bien lo habré menester,
y haré las postas volver.
OcT. Hablaré conmigo en mí.
(Aparte.)
En tal determinación
y, como loca, imposible,
dime, amor: ¿será posible
tan injusta ejecución? —
Pregúnteselo a los celos. —
Celos: ¿iremos o no,
porque quedándome yo,
me mataréis a desvelos?
Parte con ánimo. Octavia;
porque si somos locura,
quien darnos seso procura,
lo mismo que qi;iere agravia.
Parte con igual valor,
pues el agravio te esfuerza;
que aunque amor tiene gran fuerza,
más pueden celos que cmor.
XuÑ. ¿Qué salió de la con.sulta?
OcT. Que parta a Francia decreto
de mis celos.
XuÑ. En efeto,
son celos locura oculta,
y en ti declarada pica.
554
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOR
Adonde te pierdas, parte,
que no quiero replicarte,
pues Marcelo no replica.
Mar. Yo, Niuio, ¿qué puedo hacer?
XuÑ. Bien dices, sólo partir.
Mar. Una ley tiene el servir.
XuÑ. ¿Y es?
M.\R. Callar y obedecer.
(Vansr.)
(Sali el Conde de Rebadeo, 1,eonor, dama, y criados.)
Leo. Suplico a \'useñoría
se quede, que no es razón.
Cox. Quejaráse la ocasión
y negará que fué im'a.
Leo. Aunque es cortés, es porfía.
Cox. ¿Cuándo el amor no lo fué?
Y más que es justo que esté
quejoso de ser cobarde,
que a quien se arrepiente tarde
no le aproveclia la fe.
La carroza no ha llegado,
y es justo que me escuchéis.
Leo. Vos, conde, lo merecéis.
Cox. Mucho me habéis obligado,
y así, quiere mi cuidado
de agradecido advertiros
que el deseo de serviros
tantas almas os en\-ía
como instantes tiene el día
en brazos de mis suspiros.
Détele que vine de España
y en aquella fiesta os vi,
mi patria fué para mí
bárbara, inculta y extraña;
mi verdad os desengaña
y el alma, que vive en vos,
que los dos, si quiere Dios,
juntos iremos a ella,
cuando el duque, I^eonor bella,
nos dé la mano a los dos.
Estos cuidados le dan
tanta guerra a mi sentido,
que os hablé como marido
cuando esperaba galán;
ya mis deseos están
con mi amor tan concertados,
que previene sus cuidados,
a vniestro valor atentos,
galanes los iK*nsaniientos
y los requiebrí)s casados.
Mirad, madama Leonor,
cómo poT mí mismo quiero,
Leo.
Cox.
Leo.
sin ajiida de tercero,
manifestaros mi amor.
Este es el papel mejor,
este el más galán paseo
de un alto y dichoso empleo;
que no es menester papel
donde la lengua, sin él,
puede escribir su deseo.
Y si el duque, vuestro hermano,
de españoles grande amigo,
hoy lo quiere ser conmigo,
hoy me habéis de dar la mano;
y si es pensamiento vano,
despedid mi confianza,
que quien pretende y no alcanza
de su amor satisfacción,
si pierde la posesión
no ha de tener esperanza.
A tantas obligaciones
como debo agradecer
mejor podrán responder
las obras que las razones.
Estas son satisfacciones
de tan honrados intentos
y crean los pensamientas
más tiernos y enamorados,
que de plazos y cuidados
abrevian los casamientos.
No llamaré tierra extraña
a España yo para mí,
porque si en Francia nací
quiero morir en España.
Xo será de amor hazaña,
cuando con méritos tales
el amor nos hace iguales,
porque con igual valor,
ya es razón y no es amor,
que iguala amor desiguales.
Es el Duque de Alansón
tan español por la vida,
que será del bien oída
Aiiestra justa pretensión.
Y aunque se funda en razón
este amor, ([ue había de .ser
sin razón jjara tener
fuerza de amor, le agradezco,
la razón con que os ofrezco
ser. Conde, vuestra mujer.
Ya la carroza está aquí,
no paséis más adelante.
Ouedo, señora, arrogante
y quedo fuera de mí.
Para serviros nací.
JORNADA PRIMERA
555
Con. Templad el favor, por Dios,
no os olvidéis que sois vos;
que puede ser que por él
me envidie, amor y j'^o a él
V nos matemos los dos.
(Vase T.EOXOR con su
Con.
Men.
gente y queda el Conde y Men-
doza.)
Ya, Mendoza, yo y mi amor
rematado habemos cuentas.
Agora sí me contentas,
que has hablado con valor.
En Navarra tu frialdad,
que siempre al amor agravia,
fué causa de que en Octavia
no imprimieses voluntad.
Xotable milagro ha sido
haberla, conde, olvidado.
Con. No hace mucho un despreciado,
que el desprecio causa olvido.
Bn las partes de Leonor,
cuando Octavia me quisiera,
aun pienso que hallar pudiera
remedio contra su amor.
^Ien. Ya estás contento y vengado,
pues enamorado estás.
Con. y aun no sé cuál estoy más,
vengado o enamorado.
Men. El príncipe sale, y creo
que te ha visto y viene hablarte.
Cox. Pues retírate a una parte
si me busca su deseo;
que le di un retrato ayer
de la castellana infanta.
Men. Que enamore amor espanta
por oír como por ver.
(Sale el Tríncipe Carlos.)
Príncipe.
Señor embajador
Conde.
Invicto Carlos.
Príncipe,
Vuestra amistad deseo.
Conde.
Y yo los míos, gran señor, mostrailos
en tan dichoso empleo,
porque con vos no tiene parte algmia
el tiempo, y la lisonja, y la fortuna.
Sois de los sabios verdadero amigo,
premiáis el bien y dais al mal castigo.
T¿néis cerca de vos ilustre gente
que os dice bien de todo;
no aquellos que, nacidos bajamente,
con envidioso modo
quieren que nadie tenga entendimiento;
siendo claro argimiento
que son del \'uestro agravios
y que ellos solos quieren ser los sabio?.
Tenéis palabras a su tiempo graves,
y con respuestas blandas y suaves
sale de vuestro oído
el que en la guerra o paz os ha servido
contento y satisfecho;
porque cuando merced no le hayáis hecho,
le basta al que pelea y al que escribe
el ver que de su rey en gracia vive.
vSiempre estáis rendido
en estudios que alientan y no impiden
del gobierno el cuidado
que del cetro real las leyes piden;
porque también un príncipe parece,
cuando ocasión se ofrece,
con la pluma en los libros ocupado
como pone el bastón en campo armado.
Honráis los templos, que es la acción primera
de vuestro cristianísimo apellido,
de los contrarios de la fe temido.
Porque si no es de Dios, ¿de quién espera
buen suceso el imperio soberano
si el corazón del rey está en su mano?
Príncipe.
¿Qué os parece París?
Conde.
ISIáquina hermosa
que a la ciudad de Niño populosa
puede hacer competencia,
y más con \-uestra espléndida asistercia.
Príncipe.
¿Qué os parecen sus nobles caballeros?
Conde.
Que aun viven en París los doce Pares,
que fueron en el mundo los primeros
testigos, tanta tierra y tantos mares
como por ellos conquistar fué visto,
hasta el sacro pirámide de Cristo,
valor de aquel Gofredo
que puso al Asia miedo
y donde su creciente tuvo el moro
la flor de lis azul en campo de oro.
556
MAS PUEDEN CELOS OUE AMOR
Prínxipe.
¿Qué os parecen sus damas?
Conde.
Cárcel de amor }• de su esfera llamas.
Pero ninguna iguala a mi señora
la infanta, como en nombre Blanca aurora,
por quien, embajador, vengo a casaros.
Príncipe.
Y yo para advertiros e informaros
que vais en los conciertos más despacio;
que 5*0 sé que saliendo de palacio
habéis visto una dama,
pues siempre la verdad venció la fama,
más perfecta y hermosa,
que con el alba sale entre su risa
de la verde prisión la fresca rosa
y del botón la roja manutisa,
cuyo vestido, que al rubí colora,
guarnece de sus perlas el aurora.
Conde.
Alaba \'uestra alteza
con atención y gusto la belleza
de madama Leonor; pero no iguala
ni la hermosura ni la gracia y gala
de Blanca, mi señora.
Príncipe.
Quedad, Conde, advertido desde agora
que me conviene, a su servicio atento,
que dilatéis de Blanca el casamiento;
que aunque no he de casar con mi vasalla,
quiere mi grande amor solicitalla
en tanto que dilatan los conciertos,
hasta que se concluyan siempre inciertos
las cartas que vendrán a vuestra mano;
fKjrque tengo por llano
que siendo vos mi amigo
y del secreto deste amor testigo,
ayudaréis mi intento,
que esto no ha de estorbar el casamiento,
que aim es muy niña Blanca para esposa;
y en tanto puedo de l/conor hermosa
con.segu¡r de mi amor algún cfeto.
Ivsto basta, español, pues .sois discreto,
(Vase.)
¡Buen lance habernos echado,
CON.
Mkn.
Mendoza amigo, por Dio.' I
Pues ;qué es lo que aquí los dos
a solas habéis tratado?
Con. El príncipe está empeñado
por Leonor.
Mkn. Pues ¿a qué efecto
te lo ha dicho?
Con. Con secreto
me ha mandado y advertido
que dilate el casamiento
y las cartas de Castilla;
y aunque no me maravilla
su amoroso pensamiento
siendo tan bella Leonor,
S03' dos veces desdichado:
por amante mal fundado
y por necio embajador;
que habiendo de competir
con el poder singular,
ni a Blanca puedo casar
ni a Leonor puedo servir.
Apenas los dos aquí,
de casarnos concertamos,
y la palabra juramos,
que ella me dio y yo le di.
Cuando como suele haber
algún grave impedimento,
deshacen mi casamiento
fortuna, amor y poder.
Suele en la yerba de un prado
ir un sonoro arroAiielo,
y hallar por el verde suelo
el libre paso atajado
del labrador que le cerca,
y resbalando el cristal,
asomarse, bien o mal,
por encima de la cerca.
Ansí yo, cuando corriendo
iba con mi loco amor,
hallo que un rey a Leonor
me va el paso deteniendo;
mas yo que del .susto intento,
me veo volver atrás,
cuanto me detiene más,
más crece mi pensamiento;
y como arroyo sonoro,
que excede con el cristal,
el atajo, bien o mal,
plísase a I/Conor, que adoro.
Mkn. Mal .se podrá reristir
tan fui-rte competidor,
y hubier.i .'-ido mejor
que le supieras decir
el casamiento tratado;
que a un príncipe generoso,
del pensamiento amoroso
JORNADA PRIMERA
557
quedará desengañado;
y como suele romper
con el azadón al muro
el labrador, y del puro
arroyo el agua correr,
así pudiera tu amor
hallar paso a tus intentos,
atajando pensamientos
del Príncipe con Leonor.
Con. No sé si fuera acertado;
quiero esperar su consejo,
pues en su firmeza dejo
de mi remedio el cuidado.
B'en fuera haberla pedido
a su hermano por mujer,
con que quedara el poder
desengañado y vencido.
Q liero advertirle.
Men. Recelo
que emprendes un imposible.
Con. Al amor todo es posible,
y todo posible al cielo.
(Vanse.)
(Salen el Duque de Alanson y 1,eonor, su hennana.)
DuQ. Parece que hablas con gusto
del embajador de España.
T/EO. Tanta virtud le acompaña,
que hablar bien del Conde es justo;
y es lisonja para ti
de españoles hablar bien.
DuQ. Si para ti lo es también,
hurtarasme el gusto a mí.
Conocí aquella nación
en España por dos años
que allí estuve; y son engaños
de siniestra información
decir de españoles mal;
yo, como los he tratado,
vine de España obligado
a correspondencia igual,
y a quererlos siempre bien.
Leo. Pienso que mi inclinación
te ha dado, Amaldo, ocasión
para probarme también.
DuQ. Malicia es ésa, Leonor,
por el Conde castellano.
Leo. Por galán y cortesano
general merece amor.
DuQ. Nunca faltan ocasiones
sobre algunos intereses
a españoles y franceses,
dos belico.sas naciones.
Que aunque la sangre real
los junte por casamientos,
siempre están como elementos
en contienda natural.
¿De qué nace?
De querer
el imperio del valor;
alta presunción de honor,
imposible de vencer,
porque el cielo no se parte
ni puede haber más de un sol.
Leo.
DuQ.
Fin.
(Sale Finea, criada.)
L'n caballero español.
de camino, quiere hablarte.
DUQ.
;Hablo castellano?
Fin.
Sí,
que es la lengua conocida.
DUQ.
¿Es viejo o mozo?
Fin.
En mi vida
mozo más gallardo vi.
DUQ.
Pues retírate, Leonor.
Leo.
Necios celos.
Dúo.
No te vayas
si tienes por necedad
que se recate tma dama
de un hombre que no conoce.
¿Dónde queda?
Fin.
Afuera aguarda
DUQ.
Dile que entre.
(Sale Octavia vestida de hombre, de camino, con botas
y espuelas; NuÑo con fieltro y botazas, y ISIarcelo.)
OCT.
Mar.
Ñuño.
¡Plegué a Dios
que destas fingidas cartas
surta el efecto que espero!
A quien te conoce y trata,
le parecerás lo que eres,
aunque el traje te disfraza,
a quien no tan hombre ofreces
bizarra presencia, Octavia,
como se ha visto en las villas
y tierras por donde pasas.
La inclinación de las hembras
de las ventas y posadas
ha sido cosa de locos;
cierta pelirrubia dama
me daba a mí de ribete
cuatro doblones de España;
y aquella noche sin duda
que tu lugar ocupara,
si se pudiera encubrir
la presunción de la barba
=;>8
MAS PUEDEN CELOS OUE AMOR
l-'ix. Bien podéis llegar, señores,
que aquí está el duque y su hermana.
OcT. Excelentísimo duque
y vos, hermosa madama:
dad los pies a un caballero
que la sombra desta ca?a
viene a tener por sagrado
de cierta honrosa deígracia;
que un príncipe de la sangre,
desde que nace, obligada
la tiene a favorecer
a los que della se amparan.
Yo soy, Duque de Alanson...;
j>ero mejor estas cartas
os dirán quién soy por mí.
DiQ. ¿De quiéu?
OcT. Del Rey de Navarra.
Dio. En viendo vuestra persona,
no es la carta necesaria;
decid quién sois, y también
de %-uestro intento la causa.
Octavia.
Ilustn'simo duque, y vos, divina
I.,eonor, por quien naturaleza goza
el nombre de pintura peregrina:
yo soy el conde Enrique de Mendoza.
Ap>enas cinco histros la cortina
del sol corrió su espléndida carroza
desde el primero de mis años día,
cuando ya la fortuna me seguía.
La envidia siempre grave, en hombres graves,
púsome a mí por blanco de sus flechas,
como suele el concurso de las aves,
pájaro que de noche canta endechas.
Ni están seguras por el mar las naves,
ni torres altas de diamantes hechas,
a los rayos que Júpiter destina;
ni de la envidia, la virtud divina.
Era del vulgo popular bien visto
y de las damas con aplauso incierto
unas dejo de amar, otras conquisto.
y sin ajeno agravio me divierto.
I*n sieuflo píjr siLS méritos bienquisto
un caballero, esté .seguro y cierto
'|uc lia de perd<-r la patria o verse tarde
liltre de la opinión de ser cobarde.
Si a la plaza, tal vez, galán salía,
tal ílicha con los toros me aguardalja,
qu'- ílonde i\ liierro del rejón ponía
la rerviz arrug.'ula reclinaba.
Si sacaba la es])a<la y la e^grinn'a,
d< tal manera el cuello le cortaba,
(jue pasando los filos con destreza,
llevaba entre las manos la cabeza.
Si a la celada en justa eché los lazos
de muchas lanzas, vi no de una sola
descalabrar el aire los pedazos,
rompidas en el oro de la gola:
que desarmar el peto y guardabrazos
t ra como volar una amapola
el cierzo en trigo, o el arroyo airado
lamer la yerba hasta la arena al prado.
Tal vez que por los montes de Navarra,
oyendo de los perros el estruendo,
por el romero y cárdena pizarra
iba el cerdoso jabalí huyendo (i),
o a pie, con el venablo la bizarra
persona a la palestra disponiendo,
le esperaba con ánimo valiente,
o con el pardo plomo en polvo ardiente.
Amaba en este tiempo una señora,
«^angre de los Be amontes; de he i mesura
tan sin igual, que el sol en ella (2) adora,
por Laura en nombre, y como Dafnes, dura.
Deita don Juan Abarca se enamora,
clara sangre de rey, sin parte obtcura.
De día y a mis ojos la pretende,
y de noche las rejas me defiende.
Amante finalmente e importuno,
hablalla solicita y pasealla;
hablaron las espadas, y ninguno
habló con Laura, aunque intentaba hablalla.
Así dos toros, cuando vence el uno,
huA-endo el otro la campal batalla,
deja en la selva, con nmgidos roncos,
los espunioscs celos en los troncos.
Salí galán a la carrera un día
en un rucio de color (3), pintada
de tal suerte la piel, que parecía
sayal de capa de pastor nevada;
tan natural del aire en que corría,
sin que debiese al acicate nada,
que como andaba siempre por el viento,
con razón le llamaron Pensamiento.
Don Juan, al nii.'-ino paso y bizarría,
la bella Laura en un balcón miraba,
que el clavel de la boca guarnecía
con otro natural (jue la envidiaba,
lín fin, como a don Juan aborrecía.
(i) Hartzcul)usth enmendó «corriendo».
(2) Kn el impreso dice «que el sol Xauiel» que no sa-
bemos que quiere decir. T,n enmienda es de Hart-
zcnbusch.
(y) ITartzenbnsrli cninciidñ esta iialahra «colorD con
la de (■Córdoba».
JORNADA PRIME R.\
559
arrojomclo al titinpo que pasaba;
qxiedaiulo el alma a su favor tan loca,
que peusé que erau partes de su boca.
¿Mas para qué dilato vanamente
el fin de amor y celos tan injustos,
pues sobre este clavel necio y valiente
vengó en palabras tales sus disgustos?
Discreto el Rey y la ocasión presente,
componiendo las armas, no los gustos,
nos hizo amigos; pero mal contento,
don Juan puso en matarme el pensamiento.
Esto intentó de noche; pero en vano,
que en la calle de Laura quedó muerto;
disculpándome ti Rey, porque fué llano
que yo guardé la fe de su concierto.
Y así, airado con él, conmigo humano,
por sosegar el reino, que es lo cierto,
con estas cartas, duque, a vos me envía:
esta es la historia v la desdicha mía.
Dúo.
OCT.
Dúo.
OcT.
DUQ.
Leo.
OcT.
Yo quedo bien informado,
conde, de ^'^lest^o valor,
y de nuevo os doy mis brazos.
Mi amparo y sagrado sois.
Xo fué mucho quela patria
os tratase con rigor,
que no ser acepto en ella
fueron palabras de Dios.
Xo leo del Rey la carta,
Enrique, hasta daros hoy,
como aposento en mi casa,
lugar en el corazón.
-Mil veces la mano os beso.
El cargo a mi hermana doy
para que muestre que es nn'a,
en serviros como yo.
A sagrado habéis venido;
que el duque en toda ocasión,
como en el cuerpo francés
es en el alma español.
Xo hacemos mucho en serviros
sin carta del Rey, por vos,
que vuestros merecimientos
son dignos de más favor.
Es imposible, madama,
que de tanta obligación
aun puedan salir las obras
por quien vuestro esclavo .soy;
cuanto más daros respuesta,
que palabras no es razón
que salgan a la fianza.
Y así tengo por mejor
que os dé el alma con silencio
debida saíií facción:
vos seáis en mis desdichas,
como fortuna mayor,
el norte que al puerto guíe
mi extraña navegación.
(Sale Fabricio.)
Eabricio.
Aquí el embajador de España aguarda
licencia para verte.
Octavia.
Si algiin hombre
de España me acobarda,
es este caballero, cuyo nombre,
cuanto más su persona, me da miedo.
DuouE.
¿Por qué, siendo español?
Octavia.
Porque no puedo
tener de quien guardarme justamente;
con más razón que es de don Jvian pariente.
Duque.
Pésame, porque el Conde es nuestro amigo;
mas bien podéis aquí vivir secreto,
que sólo vos de vos seréis testigo.
Octavia.
¿Este favor me habéis de hacer?
Duou*E.
Prometo
de no decir al Conde cosa algima
de vuestra adversa o próspera fortuna.
Yo voy a hablalle.
Octavia.
Y yo, de agradecido,
la mano generosa. Duque, os pido.
(Vase el Duque.)
Leo. También a mí me ha pesado
que vuestro amigo no sea
el embajador de España;
porque de su gentileza
estamos el Duque y yo
pagados de tal manera,
que el parentesco maj'or
entre los dos se concierta.
Y si queréis que le hablemos,
para que él os favorezca,
yo sé que lo hará por mí.
OcT. Xo me conviene que sepa
que estoy en Francia, madama.
56o
MAS PUEDEX CELOS QUE AMOR
Y admiróme de que tenga
tanto atrevimiento el Conde,
que siendo quien sois pretenda
casarse con vos, estando
casado en Xavaira.
Leo. líoy llega
esta nueva a mis oídos;
V no sé yo cómo pueda
ser verdad.
OcT. ¡Pluguiera a Dios,
madama, que no lo fuera!
Doña Octavia de Navarra,
de sus Condestables deuda,
es su mujer, y mi hermana,
si bien sólo estaban hechas
las diligencias que pide
para su efecto la Iglesia;
pero no podrá casarse,
porque ha de cumplir por fuerza
si no palabras infames,
firmas y escrituras hechas;
sobre que se dice alkí
que empeñado el honor queda
de nuestra casa y de muchas
que nuestro apellido heredan.
Esto os digo en confianza,
para que estando secreta
la causa, mudéis de intento.
Leo. Segura en mi pecho queda,
y tan grande obligación
es justo que os agradezca;
porque confieso qvie amor
sobre tan seguras prendas,
como el casarme con él,
halló del alma la puerta,
tan rendida, que se pudo
entrar a vivir en ella;
mas yo le echaré tan presto,
que salga con m;is violencia
cjue paj arillo que, rota
la jaula, en el aire vuela;
o rayo en la tempestad,
o pcjr el viento cometa,
que parece que vehiZ
adonde acaba comienza.
Vetiid. no .sea que el duque,
mi hermano, si acaso piensa
que ya no estamos aquí,
con él a esta sala venga;
y fiad de que este aviso
mi vohintad agradezca,
en lo que veréis de.spués,
sea venganza o gusto .sea.
ÜCT.
Leo.
Fin.
XUÑO.
Fin.
XuÑo.
Fin.
-XuÑO.
Yo cumpU la obligación
de caballero.
Finea,
aposenta esos criados.
(EtUranse I^eonor y Octavia.)
Hidalgos, conmigo vengan.
¡Qué lindo aposeiitador;!
Menos hermosa aposenta
la aurora al sol.
¡Oh, español;
no me ha visto y me requiebra!
Somos por allá muy tiernos,
aunque a la usanza francesa
no haya por allá madamas,
que con las máscaras negras
imprimen rosas en barbas,
cuya paz el alma eleva
en los éxtasis de almíbar
que la volmitad despiertan.
Verdad es que hay unos mantos
que dejando descubierta
sola lUia ceja y un ojo,
no hay tal armada escopeta
que tantas almas derribe;
y más juntando con ella
el aparato de olor,
la gracia de la cliinela,
el zapato o el chapín,
que cualquiera cosa destas
hace una casa de locos,
que se suelen ir tras ella
por dondequiera que pasa.
Despacio me darás cuenta
de esas cosas, español;
ven agora adonde sepas
el aposento en que vivas
como la cama en que duermas;
que yo te marco por hombre,
que con tan poca vergüenza
querrás pasarte a la im'a.
Déme en que estén las maletas,
y si mereciere amor,
ten por excelente mezcla
la de francés y española,
o de español y francesa:
que en dos juntas voluntades,
amique en nacipnes diversas,
es la victoria la boca
y confiinden.se las lenguas.
JORNADA SEGUNDA
561
Con.
Men.
Con.
Men.
Con.
Men.
Con.
Men.
Con.
JORNADA SEGUNDA
(Sale el Conde y Mendoza.)
¿Al cabo de tantos días,
eso responde Leonor?
Siempre mueren de rigor
enamoradas porfías.
¿Cómo puedo yo dejar
de servirla, si la adoro?
Con algún cortés decoro
puedes tibiamente hctblar;
que la más firme mujer,
si tanta fineza mira,
o se descuida o retira,
que es arte y ciencia el querer.
No se olvidaron los sabios
de hacer escuelas de amor.
Sí, mas fuera mucho error
dar por finezas agravios.
Díle el papel a Finea,
porque no me dejó entrar;
de que pude sospechar
que despedirte desea;
porque otras veces entré
con la francesa llaneza,
sin recatar su belleza
los intentos (1) de la fe,
donde en cabello a quien debe
sus rizos al sol, la vía
sirviendo de celosía
a mil pedazos de nieve;
y alargándole con risa,
de un clavel puro y sutil,
a dos lunas de marfil
daba lugar la camisa.
Mas agora en el estrado,
señor, tocada y vestida,
le manda que me despida
y vuelva el papel cerrado.
¿No te dijo la ocasión
de tanto rigor Finea?
¿Qué ocasión quieres que sea,
sino propia condición?
No, Mendoza; ya lo entiendo;
cuando el Príncipe me habló
presumir pudiera yo
del daño que estoy sintiendo.
Ella por él me ha dejado,
ofendiendo su valor,
sin que la obligue mi amor
y el casamiento tratado.
XuÑ.
(i) El autógrafo «méritos».
XII
Si por su calle paseo
como otras veces solía,
que daba la celosía
franco paso a mi deseo,
agora, para señal
de aborrecerme, de suerte
la cierra, que al golpe fuerte
tiembla de miedo el cristal.
Mal puesta en mi nacimiento,
tengo de Venus la parte;
mejor me fuera con Marte,
aunque es planeta sangriento.
Mira tú lo que en España
por Octavia padecí
y cómo también aquí
en Francia me desengaña
la ingratitud de Leonor.
(Sale (i) Ñuño.)
Hablando los dos están,
con que lugar me darán
para pensarlo mejor.
Quiere Octavia que, saliendo
por París, que encuentre al conde
para ver lo que responde
a lo que vamos fingiendo.
No sé el fin que han de tener
tan desesperados celos,
porque ya me dan recelos
que en nuestro daño han de ser,
por venganza o por amor,
que ya por amor será,
pensando que es hombre, está
enamorada Leonor.
No ha salido el sol flamante
cuando viene a visitar
a Octavia, sin dar lugar
a que se vista y levante.
Cuidado y desvelo al fin
de ver en su cara hermosa
cómo se enciende la rosa,
cómo se nieva el jazmín.
Y ella, en tanto que se viste,
discreta, como traidora,
con lo posible enamora
y lo imposible resiste.
Mas ¿qué no podrá encender
fingiendo amor y afición
con acciones de varón
hermosura de mujer?
Ya me han visto; haré que paso.
(i) En el autógrafo «£n¿rfi».
36
MÁS PUEDEN CELOS QVE AMOR
Con. ¿Xo es aquel liombre español ?
Mex. Más claro que el mismo sol,
se ve en el aire del paso.
Con. ¡Ah, hidalgo!
Xrií. ¿Quién en mi lengua
nic ha llamado y conocido?
Con. Españoles como vos.
NI.TÑ. Conde y .señor...
Con. Xuño amigo,
;eres tú, que no lo creo?
XiÑ. Perdona el no haberte visto,
aunque supe que aquí estabas;
que como recién venido
tuve mil cosas que hacer;
y es notable laberinto
esta ciudad entre cuantas
cubre el céfiro zafiro.
¿Es Mendoza?
Men. ¿X'^o me ves?
XuÑ. Con alma y brazos te brindo.
Men. líl alma y brazos te bebo,
Xuño, con el amor mismo
a la salud.
Xt'S. Ten la copa;
y di de Octavia; ¿qué ha sido?
¡Gran rigor no preguntar
por ella!
Con. Su ingrato estilo
no merece más memoria.
Xi'Ñ. X'unca fué ingrata contigo;
que mujeres de valor
usan del grave artificio
hasta que ks da licencia
aquel sagrado aforismo
de *¿Quercis a don Fulano
por vuestro esposo y marido?»
¿Qué había de hacer Octavia
después de ponerte a tiro
la cf za, si en un jardín
estás más helado y tibio
que el mármol de aquella fuente,
de tu ncce<lad testigo?
Saliéronse a darte vaya
pí>r los candidos resquicios
del alba del sol los rayos
y las aves de sus nidos;
y til, como labrador
para la IkkIb vestido,
aguardando que te diese
la de. ])o.<'ada un ik-Uízco.
Te quLJu.H de • u crueldad
«•r>stándo!e ni 1 !-ii.s])iros
tu au.sencia.
Con.
XuÑ.
Con.
XuÑ.
Ya es tarde, N'uño,
que el ausencia causa olvido.
Tiene el Duque de Alansón
una hermana, un basilisco
de las almas por los ojos;
tiene una joya, un Cupido
de diamantes, una Venus,
en cuyo raro edificio
gastó la naturaleza
cuanto pudo y cuanto qui,so,
porque quiso lo que pudo
como instrumento divino,
hasta quedar su riqueza
empeñada por mil siglos.
Esta, con manos de nieve,
de mi alma el fuego vivo
con que me abrasaba Octavia
olvidó (i), templó, deshizo
de las cenizas el Fénix,
otro Fénix puro y limpio
produce el sol con esmaltes
nuevos en plumajes rizos;
y así, del amor pasado
sobre los aromas indios
el .sol de L-eonor produce
este pájaro fenicio.
Esta quiero, ésta contemplo,
ésta adoro y ésta sirvo;
(2) desta soy embajador,
si hay embajador cautivo.
Con ella traté casarme,
y estando el sí concedido,
no sé qué fuerza de estrellas
nuevo amor, nuevos designios
la obligan a despreciarme;
y esto con tanto desvío,
que hoy me ha vuelto este papel,
que entre mil que ha recibido
vuelve cerrado a decir
que se quedó como niño
que por no salir a luz
se fué para siempre al limbo.
Pero ¿cómo me olvidaba
de saber a qué has venido?
A vender unos diamantes,
de la estrecheza testigos
a que han llegado estos tiempos.
Así por Francia se ha dicho.
Ricos de cabello estamos,
pobres (!»• dinero y trigo.
(i) Hartz, enmendó «aliviói.
(2) En «1 autógrafo faltan cbic verso y el anterior.
JORNADA SEGUNDA
563
Con. ¿Taii estrechos tiempos corren?
NrÑ. Tanto, que se ha enflaquecido
el lagarto de Santiago:
vuelta la espada en cuchillo,
de cada lado le falta
un dedo. Pues si te digo
a la invención que han llegado
los hurtos de los oficios,
será provocarte a risa.
Con. Ahora bien; vente conmigo
para que sepas mi casa,
y, aunque no tienes delitos,
te sirva de embajador.
NuÑ. Justamente me retiro
por hombre que fía en suegros
y cuñados (i) enemigos.
¡Oh sólo dichoso Adán,
casado en el Paraíso,
sin cuñado, con mujer
y sin abuelos con hijos!
jOh, valiente mujer Eva,
que ni celos ni vestidos
pidió jamás!
Con. Calla, Ñuño;
mira que dellas nacimos.
(Vanse.)
(Salen el Duque y L,eonor.)
Leo. ¿Tan mudado de semblante
vuestra excelencia conmigo?
De tan injusto castigo
está la culpa ignorante.
Hay diferencia entre amores
y celos; que sus desvelos
declara amor, y los celos
tienen algo de traidores.
Querer encubrir enojos
no es noble naturaleza
cuando escribe la tristeza
el sentimiento en los ojos.
¿Para qué me tiene en calma
si me dan los ojos señas,
como ventanas pequeñas
por donde se asoma el alma?
Duque.
Puesto, Leonor, que yo propuesto había
de no te declarar mi sentimiento,
habiéndole entendido, no sería
justo el silencio si el remedio intento.
Con peso igual la noche ayer tenía.
[1) El el impreco «cuidados».
el imperio del mundo al sueño atento,
ni daba resplandor estrella alguna
ni envuelta en sombra la menguante (i) lima,
cuando viniendo a nuestra casa veo
dos hombres rebozados en la esquina
y otro en las rejas bajas, que el deseo
entre los hierros a la cuadra inclina.
Yo, conociendo que amoroso empleo
a ofensa de mi honor le desatina,
parto hacia él, y apenas él me advierte,
cuando, engañado, me habla desta suerte:
«Rodulfo (este Rodulfo es una ayuda
de cámara del rey) dice Finea,
(¡ay de mi honor!) que está Leonor desnuda
y que ya no es posible que la vea.»
No de otra suerte la color me muda;
que quien alguna flor cortar desea,
y al extender la mano se la muerde
oculto el áspid en el tronco verde.
No era menos que el Príncipe de Francia
quien por Rodulfo a mí, Leonor, me tuvo.
Mas cuando ya de mí menos distancia
y más recelo del engaño estuvo,
corrido de su bárbara ignorancia,
ni un instante en la calle se detuvo;
fuese con los demás, y yo, turbado,
pasé la voz al corazón helado.
Mal he dormido por pensar que honesto
remedio hallase yo contra un amante
tan poderoso y a mi ofensa puesto,
colérico en sus gustos y arrogante.
No quiero que me des disculpa desto,
sino atajar el daño que adelante
puedo temer mirando en el sujeto
de un rey .su libertad y mi respeto.
Alborotar mi casa no es cordura,
sacarte de París es desacierto,
que intentará vengarse por ventura
y en mi ausencia intentar un desconcierto.
Paréceme la cosa más segura
casartei^' abreviar cualquier concierto,
y más, Leonor, si con tu gusto hallase
un liombre que de Francia te llevase.
Leo.
Aunque no me das licencia
de que pueda disculparme
de tu ofensa y de la mía,
puedo, Amaldo. asegurarte
con que soy hermana tuya,
que es información bastante.
A Carlos no faltaría
(i) En el impreso «nengiiada».
5<54
MAS PUEDEN CKI.OS QUE AMOR
p>ersoua que le engañase
de las que en tu casa tienes.
DuQ. Por tu vida, que no hables,
Leonor, en satisfacciones,
sino sólo en que ve cases.
Leo. Yo presumo que esta prisa
debe de ser por casarte,
y echas a CaHos la culpa.
DuQ. Yo te suplico que trates
de remediar esta fuerza
y dejar de disculparte.
Yo he pensado que te mira,
si no es que también me engañe,
el embajador de España.
Leo. Con él presuim' casarme;
Pero supe que en Navarra
tiene obligaciones tales
a cierta dama Beamonte
que es fuerza que allá se case
este Conde don Enrique.
Este Mendoza...
DUQ. No pases
adelante, porque yo
le tengo afición notable,
y con razón, porque en Francia,
Italia, Alemania y Flandes
nunca he visto caballero
de tan excelentes partes.
Dime verdad: ¿hate dado
alguna ocasión de amarle?
Leo. Sí ha dado, pues ya llegamos,
Arnaldo, a tratar verdades.
DuQ. ; Y qué te parece a ti
de su entendimiento y talle?
Callas y bajas los ojos,
basta: con ellos hablaste.
El Rey le abona en sus cartas,
y bastaba tener sangre
de Navarra y de Beamonte.
Tú puedes, Leonor, hablalle;
que si responde a tu gusto, m
sin que im hora se dilate
será tu esposo, y después
Carlos te sirva y se canse;
I>orque en siendo de otro dueño,
los hermanos y los padres
salen de la obligación.
(Salen Octavia y NoÑo.)
OCT. Aunque de mí le trataste,
¿no mostró más sentimiento^'
Nu5í. ;Quieres tú que yo te engañiv-
Perdido está por Leonor;
OCT.
NuÑ.
OcT.
XUÑ.
DUQ.
Leo.
OcT.
Leo.
OcT.
quería que me quedase
con él; pero yo le dije
que hasta vender los diamantes
no podía, mas que presto
volvería a visitarle.
Por esta luz (i). Ñuño amigo,
que si .supiese tragarme
las brasas de Porcia, tengo
de hacer pedazos la imagen
deste mal nacido amor
que, contra las naturales
leyes, nació de los celos.
;Cómo pudieras vengarte,
mejor; pues Leonor te adora
5' le aborrece?
Es bastante
venganza; pero quisiera,
y no es posible, obligarle
al amor que me tenía.
;Para qué, si en viendo amarte
le habías de aborrecer?
Que no pienso que es mudable
como tvi la mar y el viento.
Yo me voy por que lo trates
con él, que allí viene el Conde (2).
(Vase.)
El cielo, Arnaldo, te guarde.
Enrique.
Señora mía.
Es de manera el contento
de mi loco pensamiento,
que sin prólogos querría
decirte de mi alegría
la causa.
A ese mismo fin
sobre el cuadro de jazmín
del rostro pintáis claveles
con los alegres pinceles
que baña el rojo (3) carmín.
Así se van mis sentidos
siguiendo vuestra hermosura
como al alba (4) hermosa y pura
dejan las aves sus nidos
y en los árboles vestidos
de diferentes colores
cantan celos a favores.
Así yo. I/eonor, querría
a la luz de vuestro día
cantar hi.storias de amores.
(i) lín fl impreso «cniz».
(2) En il impreso «línriciuc».
(3) En el iiiii)reso «rostro».
(4) Rn "1 texto iinprcsíj «el aliña» por errata.
JORNADA SEGUNDA
)65
Leo.
OCT.
Leo.
OcT.
NuÑ.
OCT.
Pasa mi loco deseo
con vos la noche, y sin nu'
cnanto alegre porque os vi,
tan triste porque no os veo;
siempre el pensamiento empleo
mirando, dulce Leonor,
con ser mi amor el mayor,
cómo pueda amaros más;
pero luego vuelve atrás,
porque no halla más amor.
Busco todos los amores,
y, en viéndolos, desconfío;
que, igvialados con el mío,
todos los hallo menores.
Quisiera amores mayores
para amar vuestro valor
con ser el mío el mayor.
:Mirad qué extraño pesar,
que amor me venga a faltar
de puro sobrarme amor.
Ya son, Enrique, excusados
requiebros encarecidos,
verdaderos y sentidos
son los mejores cuidados.
Los dos estamos casados,
el duque lo quiere así,
a quien la palabra di,
y que esta noche ha de ser,
que no os supiera (i) querer
si no aprendiera (2) de mí.
Mirad qué dicha la mía,
que hoy se viene a concertar
y mañana me ha de hallar
en vuestros brazos el día.
Tan hermoso el cielo os cría
para quien esposo os llama,
que si, por dicha, en la cama
alguien nos entrase a ver,
aun no podrá conocer
cuál de los dos es la dama.
¿De qué os suspendéis?
Oí
en esa cuadra rumor.
Si viene el embajador,
voy hacer que no entre aquí.
(Vase.)
¡Ay, Ñuño, yo me perdí!
Apenas hablarte acierto.
Yo estoy sin alma.
(i) En el impreso «tanto os quiere».
(2) En el impreso «por lo que aprenda».
NuÑ.
OcT.
NuÑ.
OcT.
NuÑ.
OcT.
NuÑ.
OCT.
Leo.
OCT.
NuÑ.
OcT.
Y yo muerto.
¡Gran peligro, cosa extraña!
Nunca viniera de España
para tanto desconcierto.
¡Oh, celos, que habéis querido
traerme a desdicha iguall
Es defecto natural
que no puede ser suplido.
El filósofo ha mentido;
que a ser verdad su opinión,
tan junta imaginación
hacer efecto pudiera
y de mujer te volviera
fuerte y robusto varón.
Suele un diestro agricultor
engerir en un serbal
un manzano o un peral
y dar aquel año flor.
¡Oh si hubiera algún doctor
para enjertos deste nombre!
Pero tal intento asombre,
que si esto (i) pudiera ser;
lleve el diablo a la mujer
que no se volviera en hombre.
Si volverlas hombres quieres,
cesara el mundo.
No hará,
pues algunos hombres ya
se van volviendo mujeres.
Pero no te desesperes,
que habrá remedio.
Ausentarme;
porque esperar a casarme
será verme en grande aprieto.
El duque.
Por su respeto
quiero callar y matarme.
(Entra I,eonor.)
Retírate, por tu vida,
Enrique amigo, a tu cuadra,
que quiere el embajador
que le oiga aquí dos palabras,
Y si por ser tu nnijer
a celos te he dado causa,
tuya es la casa y las puertas,
mira, escucha, aguarda y guarda.
No te puedo responder;
pero haré lo que me mandas.
¿Has de ver al Conde?
¡Ay, cielos!,
¿que haré, que me cuesta el alma?
(i) En el impreso «cierto».
566
MAS I'L'liUliN CELOS QUE AMOR
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Co;,
Leo.
(Sale el Conde.)
¿Puedo hablarte a solas?
Pueck-
Aqiií trataste, madama,
conmigo tu casamiento,
en cuya fe mi esperanza
este papel te escribía,
que, menos cortés que ingrata,
con la misma nema y sello
me le \-uelves a la cara.
¿Tan presto Carlos te obliga
a tan extraña mudanza?
¿No es mejor para marido
un embajador de España
que para galán un rey?
Mira, conde, cómo hablas.
Xi sé que Carlos me quiera
ni una palabra le hablara
si, habiendo heredado el reino,
me hiciera Reina de Francia.
Por lo que el papel te vuelve
es porque ya estoy casada,
y cesan galanterías
luego que cesa el ser dama.
No le rasgué por ser tuyo
y escrito en mi confianza;
porque quien rasga un papel
también el respeto rasga;
que papeles y retratos
tanto a los dueños trasladan,
que el retrato tiene el cuerpo
y la letra tiene el alma.
Xo le abrí por no leerle,
sabiendo que me obligaba
a responderte, y no puede
quien tiene dueño que agravia.
Con esto verás que estoy
de tu queja disculpada,
y que esta satisfacción,
pues eres discreto, basta.
¿Casada, Leonor, tan presto?
¿No pudieras, obligada
de mi amor, decir al duque
que con el C^nde lo estabas,
(|ue yo .sé de su amistad
que f>or n.ad¡e me trocara
como el príncipe no fuera?
N'o es esa, contlc, la cau.sa,
pues me obligas a decirla,
sino el saber que en Navarra
• i enes mujer.
¿Yo mujirr?
.\ lo menos empeñada
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
la voluntad para serlo;
y esto lo sé de una carta
que a mi hermano le han escrito.
Toda la disculpa es falsa;
pero si )'a no hay remedio
v, como dices, te casas,
dime siqvüera con quién,
para saber si me iguala.
¿Qué título en Francia tiene?
No es francés.
¿Pues cómo trata
sacarte de Francia el Duque?
Porque tiene amor a España
del tiempo que estuvo en ella,
y allí quedó concertada
con el que ha de ser mi espo.so
la junta de nuestra casa.
Español te ha merecido,
y no soy yo, cosa extraña.
Hazme un favor.
;Oué favor?
Decirme cómo se llama.
Aunque pensaba encubrirlo,
pues se ha de saber mañana,
quiero que lo sepas hoy.
¿Quién mereció dicha tanta?
Jís mi esposo, el Conde Enrique
de Mendoza.
No repara
Castilla en los apellidos,
sólo el título .se llaman.
Xo llaman Girón a Osuna,
aunque es nombre de .su casa;
Mendoza al del Infantado,
ni Toledo al Duque de Alba;
no Guzmán (i) al de Sidonia,
ni sólo Manrique y Lara
al de N ajera y Maqueda,
Córdova al Conde de Cabra,
al gran Almirante Enríquez,
ni Ziiñiga al de Miranda,
ni Velasco al Condestable,
Portugal al de Berganza
ni Cueva a los de Alburquerque [2)
porque los títulos bastan.
No sé qué título tenga;
sé que de la roja espada
de Santiago es el Conde,
(|ue con e.sta roja marca
prutlja su noble/.a el pecho,
(i) En i'i iniprcso «juzgan*.
(2) Faltan en el iniprcso este vcreo y el anterior.
JORNADA SEGUNDA
567
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
Leo.
Con.
(jue con ella le retratan.
¿Luego su retrato has visto?
Y le tengo; mas hay causas
por donde verle no puedes,
pero en estando casada,
retrato y original
verás. Conde, en esta sala.
Conde Enrique de Mendoza...
No sé, por Dios, que le haya
en Castilla.
Ansí es verdad,
pues agora vive en Francia.
¿En Francia? Todo es fingido.
¿Cómo fingido? vSi pasa
desta noche mi desdicha,
podrá más que mi esperanza.
¡Que tan aprisa me pierdes;
que tan aprisa me matas;
que tan presto tienes dueño,
que aun no sé con quién te casas!
¡Ingrata! ¡Plegué a los cielos,
ya que estoy desengañado,
que los celos que me has dado
pagues en los mismos celos!
Tantas penas y desvelos
te resulten engañada,
tantas de verte burlada,
tantas de verte ofendida;
que llores arrepentida,
■primero que estés casada.
¡Y plega al cielo, cruel,
que aquella noche tu dueño
sea tesoro de sueño,
por que despiertes sin él!
Cuanto pensaste que en él
para tu contento había
cuanto verdad parecía,
y en su persona te ofrezca,
se te huya y desvanezca
al primer albor del día.
Con el mismo desconsuelo
que el labrador la heredad,
con siibita tempestad
mira trasladar al suelo
y entre las balas de hielo
racimos, pámpanos y hojas
fruto de sus brazos cojas
y hielos de sus amores,
pues que de ramas y flores
mis CvSperanzas despojas.
Y como mira el piloto
de la fortima pasada
en la nave quebrantada
NuÑ.
Leo.
NuÑ.
LEO.
NuÑ.
LEO.
todo el artificio rot<j
y que ni el riesgo ni el voto
le salieron de provecho
con ser de lágrimas hecho
en medio de la bonanza
la nave de su esperanza
se rompa en su mismo pecho.
Y como aquel que tenía
gran lugar cuando cayó
más aprisa le dejó
el que más bien recibía;
o como el que pretendía
con méritos en alguna
confianza y de ningima
el premio debido alcanza
así quede tu esperanza
a manos de tu fortuna (i).
Ese tu conde, o quien es.
sea en tus brazos un sol,
que te amanezca español
y te anochezca francés.
Finalmente, cuando estés
de que es tu esposo más cierta
y de que es engaño incierta
y le tengas a tu lado,
de puro frío y helado
en mujer se te convierta.
(Vase.)
(Sale Ñuño.)
Aguardaba a que se fuese
este necio Durandarte,
para que lugar de hablarte,
madama Leonor me diese.
¿Tienes algo que decirme?
Darte el parabién, señora,
del casamiento que agora
queda concertado y firme.
Goces mil años, amén,
sin género de mudanza,
la gloria de tu esperanza
y la posesión también.
Ya presumo que codicias
las albricias.
¿Qué maj^ores
que de tus hermosas flores
ser un ramillete albricias?
Este diamante es mejor;
que ese requiebro es de amante,
y más te importa el diamante
que hacer lisonja a tu amor.
(i) Estas lies dcciniaS faltan en el impreso.
568
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOR
KUÑ.
Leo.
XUÑ.
¡Oh, bien haya la colmena
donde la abeja nació,
que del romero cogió
la flor azul de olor llena;
de que se liizo la miel,
de quien la cera salió,
con que el hilo se enceró,
para que después con él
cosiese, aunque parte poca,
la suela que no se ve
del zapato de tu pie,
adonde pongo la boca!
Muy español has andado,
y porque me has parecido
discreto, di: ¿que has sentido
del casamiento tratado?
Si te digo la verdad,
no hablando como el servir,
donde se suele decir
con mucha dificultad,
que por el Conde imagino
lo que tu honor participa,
que él no es ^lendoza de tripa,
sino terciopelo fino;
pero como es tan mancebo,
y pareces belicosa,
ha de ser, Leonor hermosa,
en tales batallas nuevo.
Allá en España tenía
algunas aficionadas,
de su hermosura obligadas,
discreción y bizarría;
pero descontentas todas,
no sé yo si algún defeto
hay en Enrique secreto
para negocios de bodas.
Nunca de tanta lindeza
tuve yo satisfacción,
y los divorcios que son
píjr querella de flaqueza
adquieren la vanidad
antes que el pleito se vea.
Si tu amor verdad desea,
yo te he dicho la verdad.
Bigote negro asegura
la debida perfección;
para las mujeres son
la lindeza y la hermasura.
Para toílos los sentidos,
lo perfecto es lf> mejor,
que a veces resulta error
de no examinar nnridos.
Leo. ¿Pues qué examen he de hacer
al Conde?
NuÑ. Si he de explicallo,
tú al Conde peor es hurgallo,
porque no te ha de entender (i).
Leo. Yo voy a hablar a mi hermano.
(Vase.)
XuÑ. ¡Oh, qué bien se negoció!
¿Qué fuerte león sintió
lanza de moro africano,
como esta nueva Leonor?
¡Oh, ingenio, cuánto aprovechas!
(Salen el Príncipe y el Duque.)
PrÍN. En este punto me habló;
no sé el intento que tenga
el embajador de España,
y por remediar su queja
a vuestra casa he venido.
DuQ. No sé yo de qué se pueda
quejar el Embajador.
NuÑ. Paréceme cosa nueva
venir el Príncipe aquí;
voy a hacer que se prevenga
para cualquiera suceso
Octavia, que ya desea
salir de París con bien,
y volverse a España intenta.
(Vase.)
Príncipe.
Díjome el español que concertado
estaba de casar con vuestra hermana,
y entre los dos tratado
por cosa cierta y llana;
y que vos, estorbando el casamiento,
habéis hecho un notable fingimiento.
Por ventura, Leonor amenazada;
pues dice que por vos está casada
con cierto conde Ivnrique de Mendoza,
que allá en España goza
este título grave,
siendo todo ficción, porque no sabe
que haya tal hombre en ella;
y c|ue lui hombre como él no se atropella
con tanta libertad. A lo que viene,
sabéis la obligación en que me tiene;
si el Mendoza es fingido,
íjue la verdad me confeséis os pido.
(i) Este y los tres versos anteriores faltan en el au-
tógrafo.
JORNADA SEGUNDA
569
Duque.
Espéreme mi instante vuestra Alteza,
que no vive muy lejos desta casa;
verá si finjo yo su gentileza,
qi;e de secreto pasa
agora en su carroza
el conde don Enrique de Mendoza.
(Vase.)
Príncipe.
Aunque del español las partes hago,
más por las mías la verdad intento,
para ver si deshago
la invención deste necio casamiento;
que desde que entendió mi pensamiento
aquella noche el Duque, y a su puerta
le dije inadvertido y deslumhrado
mi voluntad, mi amor y mi cuidado:
tanto un loco deseo desconcierta.
El duque, temeroso
de mi amor, en un pecho poderoso,
finge que la ha casado; y si es mentira,
provocando la ira
del amor y el deseo,
proseguiré mi empleo,
tan libre y descubierto,
que venga a ser concierto el desconcierto.
(Salen el Duque, Octavia y Ñuño.)
Octavia.
Vuestra, Alteza me dé los pies.
Duque.
Agora
vuestra Alteza verá si ha sido engaño.
Príncipe.
Leonor con justa causa se enamora,
y de celos me abrasa el desengaño.
Mucho me alegra. Conde, el conoceros.
Octavia.
No fui, señor, a veros
cuando llegué a París, porque he venido
de mi patria, Navarra, a Francia, huyendo,
y me importa esconderme solamente
del conde Embajador, porque es pariente
de un caballero que allá dejo muerto,
y si lo sabe, mi peligro es cierto.
Mátele cuerpo a cuerpo en desafío,
obligado, señor, del amor mío,
por esta roja cruz que traigo al pecho;
y el duque está de todo satisfecho
por cartas de mi Rey.
Príncipe.
Vuelvo a deciros
que me alegro de veros, y lo creo.
Octavia.
Y yo, señor, de amaros y serviros.
Príncipe.
Por que sepáis que vuestro bien deseo,
quiero haceros amigo con el conde.
Octavia.
Aunque a valor de príncipe responde,
no me conviene agora;
yo avisaré después a Vuestra Alteza.
Por que el Embajador quiere a Leonora,
perdido a lo español, por la belleza,
y querría primero estar casado.
Con esto, pues, los pies os he besado;
me vuelvo con secreto.
Príncipe.
¡Qué cortés, qué galán y qué discreto!
Octavia.
Di, Ñuño, que me lleguen la carroza.
Duque.
¿Cree ya Vuestra Alteza
que hay Conde don Enrique de Mendoza?
Ñuño.
Con brava discreción y gentileza
al Príncipe has hablado.
Octavia.
Todo es posible, y no quedar casado.
(Vanse.)
Príncipe.
Dhque, todo lo creo;
y solamente dudo mi deseo
entre estos españoles, porque es justo,
y porque tendréis gusto
de ver con libertad vuestro cuñado.
Haré las amistades.
Duque.
Al imperio sagrado,
y si hubiera mayores majestades,
llegues, señor; y desde el indio al moro,
el lirio azul en anáglifos de oro.
(Entran el Condk y ]VIendoza.)
Conde.
¡Cuan desdichada vida
que pasa un despreciado
570
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOÜ
que mientras más lo está menos se olvida;
pues no hay tan triste y miserable estado,
que no envidie un celoso y olvidado
cuando a sus mismos d.sergaños miente,
¡ay de quien esto siente
y cuando a todo en dt.s:a iso mira
muere de celos y de amor suspira!
Ausente Filomena
de su nido amoroso
mira la selva de otras aves llena
y suspira en acento lastimoso
al tiempo que el plaiiela hunincso
los altos montes de sus rayos viste,
¡Ay del pájaro triste
que tras oscura noche gime y llora
cuando los otros cantan a la aurora! (i),
¿Qué haré, Mendoza amigo,
en tanta desventura,
pues sólo de mi mal eres testigo?
Mendoza.
Divertirte, señor, desta locura;
probar en otra a remediar tu daño.
Conde.
¡Ay de rai loco engaño!
Pues a mayor castigo se condena
el preso que se va con la cadena.
(Entre el Príncipk y rl Duque.)
DuQ. Aquí está el Conde.
Prín, • Por dicha
aguardaba el desengaño.
Español sarmiento ¿adonde?
Con. Vengo a besaros la mano,
con dos cartas de Castilla;
de la una, ha de pesaros,
porque e.stá la Infanta enferma.
Prín. ¿Qué tiene?
Con*. Ciertos desmayos,
no sé si de vuestro amor.
Prín. La nueva quiero pagaros
con otra tan mala.
Con. ¿Cómo?
Porque es imposible, caso
que lo pueda ser de vos.
PrLn. Hoy al conde, su cuñado,
que vos tuvisteis por burla,
me ha ino.strado el Duque Amaldo.
Con. ¿Vos le visteis?
I*KÍN. Vo le he visto,
y es de los hombres gallardos
que hizo naturaleza
entre sius raros milagros.
(I) Ivsios i8 verso» faltan en el Impreso.
El cabello a la española;
lindo rostro, pies y manos;
airoso de cuerpo y brío;
gentilhombre, y muy bizarro;
dos colores en el rostro:
de un rubí tan vivo y claro,
que parece que hizo dellas
el hábito de Santiago.
Aun no del primero bozo
tiene ofendidos los labios,
con que en alguna manera
le ofende lo afeminado.
Vo os juro que si con él
algún amoroso caso
me hiciera competidor,
que yo le dejara el campo.
Con. Basta, señor, yo lo creo.
Prín. Yo no he menester jurarlo;
pero, por vida del Rey,
que es caballero bizarro.
Dúo. ¿No le dice vuestra Alteza
lo que tratado dejamos?
Prín. ¡Ah!, sí, no se me acordaba.
Dejamos, conde, tratado
haceros con él amigo;
porque por ciertos agravios.
dice que mató en España
un caballero navarro,
cercano pariente vuestro.
Con. Si es don Carlos, mi cm~iado,
conde de Lerln, por Dios,
que puede andar con recato,
que le quitaré mil vidas.
DuQ. No haréis, porque 5^0 le guardo,
y me le ha enviado el Rey;
y debajo de mi amparo
ninguno puede ofendelle.
Con. Francés...
DuQ. Español...
Prín. ¿Estando
en mi presencia? ¿Qué es esto?
Haré que os prendan a entrambos.
Con. Yo soy del Rey de Castilla
Embajador; lo que trato
merece por sí respeto.
Pero desto no me valgo:
Conde soy de Ribadeo,
soy Sarmiento y Villandrando
DUQ. Yo soy Duque de Alan.'-ón,
arrogante ca.stellano,
y Príncipe de la Sangre.
Con. Si la tienes, 3*0 la saco.
(Va^e.)
i
rORNADA TERCERA
571
Duy. Iré tras él.
PrÍN. Deteneos.
DUQ. ¿Hanle de valer hablando
las leyes de Embajador?
PrÍn. Venid conmigo.
DUQ. Tu mano
beso y respeto.
Prín. Presente
yo, no puede haber agravio.
JORNADA TERCERA
(Salen el Duque de Alanson y Mendoza.)
Men. Esto me manda que os diga.
DUQ. Decid, señor español,
que estaré rogando al sol
que su carrera prosiga
tan velozmente, que creo
que si me puede escuchar,
presto se echará en la mar
para cumplir mi deseo;
y a la noche en que me avisa,
que no aguarde a las estrellas,
porque saliendo sin ellas
pueda venir más aprisa,
aunque salga destocada.
Como quien sois respondéis;
el puesto ya le sabéis,
las armas: capa y espada.
Irá el pecho como debe,
con armas de su valor,
que es la defensa mejor.
¿Qué hora?
En dando las nueve.
El reloj aguardaré;
él y yo tan puntuales,
que él me dé a mí señales,
y yo el tiempo en que las dé.
Men. Solo iréis.
DuQ. Harélo ansí;
tanto por que no se queje,
que yo a mí mismo me deje
por que no me ayude a mí.
Lo que vos de mí os advierto
que ha de ir allá el todo no;
que si fviera todo yo,
antes de ir le hubiera muerto.
Men. Aquí los conciertos cesen;
pero si os quedáis acá,
basta que yo vaya allá
para decir que le entierren.
DuQ. No os burléis, porque os advierto
que si desta suerte habláis.
r\lEN.
DUQ.
Men.
DUQ.
puede ser que muerto vais
a decir que el conde es muerto.
Men. ¡Qué francesa bizarría!
(Vase.)
DuQ. ¡Y qué española respuesta!
¡Esto es honor, esto cuesta!
Ya se va muriendo el día
y expira en su falda el sol,
que enluta el alto zafir,
para enseñar a morir
al arrogante español.
Pésame, por la amistad
que siempre les he tenido,
de que esta causa haj'^a sido
de mudar de voluntad.
Voy a mejorar de espada.
(Sale IvEONOR.)
Leo. ¿Dónde, hermano?
Con. Voy, Leonor,
a Palacio.
Leo. y yo, señor,
hablarte desengañada
de lo que te dije hoy
acerca del conde Enrique.
Dúo. Pues si no hay que te replique;
a mudar de traje voy
para rondar a madama.
(Vase.)
Leo. Mudado va de color;
no parece aquel furor
dulce afecto de quien ama.
(Salen Octavia y NuÑo.)
OCT. Notable enojo me diste.
NuÑ. No pudieras excusarte
de casarte o de ausentarte,
y todo lo remedié
con decir que me burlaba;
porque ya Leonor mudaba
de intento, dándome fe.
OCT. Sí, porque no hubiera dama
que amara con tal defecto.
Leo. Estos hablan en secreto.
NuÑ. Quedo, que está allí madama.
OcT. Tanta soledad, Leonor.
I.,EO. Fuese mi hermano de aquí;
triste estoy de que le vi,
Conde, mudado el color.
ÜCT. Andan estos desafíos
tan piiblicos en París,
que no sin causa sentís
vuestro cuidado y los míos.
MÁS PUEDEN CELOS QUE AMOR
¡Mal haya el Embajador,
que estorba mi casamiento
con ese su necio intento
y su mal finidado amor!
Por él anoche perdí
vuestros brazos, y de suerte
estoy por él, que la muerte
fuera mejor para mí.
Desde Navarra me ha sido
tan contrario y tan cruel,
que estoy en Francia por él
desengañado y perdido.
Y en el cuidado que estoy
tantos imposibles veo,
que huyo lo que deseo
y ya no soy lo que soy;
v vengo a estar de manera,
por huir y por temer,,
que es fuerza dejar de ser
para ser lo que antes era.
Lbo. Del Príncipe y de mi hermano
estáis amparado aquí.
;Oué tenéis?
OcT. Que ayer perdí
por él vuestra hermosa mano;
y perdida la ocasión,
podrá ser que no os caséis
conmigo.
Leo. En vano teméis
si conocéis mi afición;
dilatarse el casamiento
puede ser, dejarse no.
(Sale Fhíea.)
Fin. Siempre me dices que yo
malas nuevas darte intento.
Esta puede ser engaño,
jxfro decilla no excuso:
el duque, triste y confuso,
señal es de oculto daño.
El español alazán
ha hecho ensillar tan presto,
que él propio el freno le ha puesto
y le ha sacado al zaguán;
y a un lacayo le ha mandado
que le lleve con .secreto
tras él.
Leo. liQué más claro efeto
de que le han desafiarlo?
;No excusáis, noble Menfloza,
de seguirle y ver lo que es?
ÜCT. Alas quisiera en los pie.*^;
tanto el ca.so me alboroza.
y me importa de los dos
la vida que estoy temiendo.
Leo. Es justo; pero advirtiendo
que no habéis de reñir vos.
(Vansc I,EONOR v Fine.\.)
OcT. Si se ofrece, perdonad;
ven, Xuño.
XuÑ. ¿Pues has de huir
si se ofreciere reñir?
OcT. i Qué graciosa necedad!
Mataré con arrogancia
a toda París yo sola;
que de mujer española
aun no ha de alabarle Francia.
(Vase.)
(Salen el Conde y ISIendoza.)
Mendoza.
Con gran valor me respondió arrogante.
Conde.
El Duque de Alansón es caballero
que no habrá desafío que le espante,
si fuera de Roldan o de Rugero.
IVlENDOZA.
Muerto dice que estás.
Conde.
Creerlo quiero;
pero no por su espada, por su hermana,
que en la campaña de jazmín y grana
me ha muerto con las armas celestiales
de unos serenos ojos,
espadas de rigor de mis enojos,
conjunción (i) de perlas y corales.
Mendoza.
Muy tierno estás para enemigo fuerte.
Conde.
Siempre he visto pintado
el carro del amor sobre la muerte,
preso a Virgilio, a Hércules atado
a los dorados rayos de las ruedas.
(Entra el Duque.)
Duque.
Ten el caballo entre esas alamedas,
que me ha de llevar vivo el Conde nuierto
o me ha de llevar muerto el Conde vivo,
(\\u- a tales dos extn nios me apercibo.
(i) Hnrtz. oiiinciidii «con kii.u nieión».
TORNADA TERCERA
573
_j
(Entran Octavia y Ñuño.)
Octavia.
No vi en mi vida tan obscura noche.
Ñuño.
Viuda está de sol y enluta el coche.
Octavia.
No sé cómo han de verse las espadas.
Ñuño.
Dos hachas le podrán pedir prestadas
a tanta luz de estrellas y planetas
o al aire que se vista de cometas.
Octavia.
Para gentiles fiestas y saraos.
Ñuño.
Al principio del mundo viene el caos.
Conde.
Retírate, Mendoza, que ha venido
el Duque.
Duque.
En el oído
me ha tocado una voz; este es el Conde.
¿Quién va?
Conde.
¿Quién lo pregunta?
Duque.
Quien responde
con la espada en la mano.
Conde.
Solo vengo
y sola la que veis desnuda tengo.
(Príncipe y criados lleguen por la parte del Duque»
y Octavia y Ñuño por la del Conde.)
Prín.
Cri. i.'
Con.
Prín.
DuQ.
Con.
OCT.
Estos son; llegad apriesa.
Deténganse, caballeros.
¿Gente? Duque, esto es traición.
Hl príncipe soy; teneos.
Bien se ve que no le truje;
vos, sí, pues al lado vuestro
tenéis dos hombres.
No sé
quién son los dos.
Yo confieso
que con tanta obscuridad
y la priesa del deseo
erré vuestro lado. Duque;
que aim^que venís en secreto,
desde vuestra casa aquí
vengo el caballo siguiendo;
porque soy el Conde Enrique,
Y, ¡vive el cielo!, que miento,
(Aparte.)
que me puso amor al lado
del Conde de Ribadeo.
Prín. l^os dos estáis disculpados;
el Conde, porque fué j-erro
de Enrique estar a su lado,
pues que vino solo al puesto,
y el Duque, porque soy yo
el que a despartiros vengo
avisado de ima dama;
que, en fin, de entrambos me quejo,
pues lo que pasó en palacio
no puede obligar a duelo,
que ha de preceder agravio
para tener fundamento;
y cuando le hubiera habido,
queda llano y satisfecho
sacando aquí las espadas
como buenos caballeros.
Y así, pues arbitro soy,
príncipe y juez supremo,
daos las manos y los brazos.
DuQ. Yo, señor, os obedezco
como vasallo leal.
Con. Yo me humillo y sujeto
a vuestra obediencia y gusto.
DuQ. Pues esta es mi mano y estos
mis brazos.
Con. Yo con la mía
y con ellos os prometo
segura paz y amistad;
y porque siempre me precio
de agradecido, mirando
(si bien la causa no entiendo)
a mi lado al Conde Enrique,
por lo que le debo en esto
seré su amigo también,
perdonando al muerto deudo
como no sea don Carlos
mi cuñado.
OcT. Yo me ofrezco
haceros pleito homenaje,
que no es don Carlos el muerto.
Con. Pues con eso os doy la mano
y huelgo de conoceros.
Y pues la noche os encubre
y sumamente deseo
veros el rostro, mañana
me dad licencia de veros.
574
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOU
OCT. Esta es mi mano, y creed
que soy muy amigo vuestro.
Cox. Quiero apretaros la mano,
por que entendáis que no quedo
con enojo.
OcT. No apretéis.
Cox. ¿Español y sois tan tierno?
Xo es de soldado esta mano.
OcT. Xo están en los fuertes huesos
las almas.
Cox. Pues ¿dónde están?
OcT. En el ánimo del pecho,
en la honra y el valor,
que es su verdadero centro.
No era robusto David,
y, blanco y rubio, sabemos
que mató un monte con alma.
Pero soltadme, que pienso
que me pretendéis quitar
la mano porque la tengo
de dar mañana a Leonor.
Cox. Bien pudiera ser lo cierto;
porque como es de papel,
escribo en ella mis celos.
OcT. Mejor en la vuestra yo,
si han de ser pluma los dedos.
Cox. Dadme los brazos también.
P*RÍx. Mucho, españoles, me huelgo
de \'uestra amistad,
Cox. Por ella
mil veces los pies os beso.
PrÍx. Los dos cuñados venid
conmigo.
DiQ. ¡Viven los cielos!,
que el español me ha vendido;
dejó por la patria el deudo.
OcT. ¡Ay, Xuño! ¿qué te parece?
NuÑ. Que voy, señora, temiendo
que te ha conocido el conde.
Ocr. Antes lo contrario creo
por lo que tiene olvidados
los pasados jjení^amientos.
(Vanse todos y quedan el Conde \ Mendoza.)
Cox. ;Quier<'S. Meufloza, .saber
lo que puede la memoria
de alguna pasada historia,
que nunca dejó de ser?
Que rae pareció mujer
este coníle en sus accioiu.'s.
Mnx. ¿Aliora en eso te pones?
Tfxlos los enamorados
traen, del alma engañados,
semejantes ilusiones.
Con.
Men.
Cox.
Mex.
Cox.
Men.
Cox.
Mex.
Cox.
Mkx.
Cox.
Si anoche por ti no ñiera,
con él estaba casada
Leonor.
Mano regalada.
¿Pues ha de ser de madera
la de un señor?
Oye, espera.
Un señor no ha de cavar;
blanda y no dura ha de ser,
porque lo que ha de tener
se le pueda resbalar.
De duras manos me guarde
Dios.
Pues ¿blandas las procuras?
¿Por qué?
Porque en siendo duras
no es la blandura cobarde.
Así me lo dio a sentir;
que un robusto puede huir
y un flaco puede esperar;
pero dióme qué pensar
y yo le di qué decir (i).
Y aunque mis dudas deshacen
que en hombres hay gentilezas,
distintas naturalezas,
distintos efectos hacen;
con tal diferencia nacen,
que es diferente el calor;
y si Leonor por amor
al conde los brazos fía,
traer su aliento podía
al que respira Leonor.
Hacerla saludadora
ha sido locura nueva
de amor.
Bien claro se prueba
si me aborrece y le adora.
En los reinos de la aurora
hay gente de su color
que se sustentan de olor,
como yo me sustentara
si trae el conde la cara
con jazmines de Leonor.
Mientras tu amor desatina,
aunque estar loco te salva,
la blanca estrella del alba,
sumiller de su cortina,
parece una clavellina
de diamante.
V .^u apelli(lt),
(|Ue de \'enus sic in])rc lia sido.
(i; Falta un verso a esta décima.
JORNADA TERCERA
575
con Marte trueca el rigor,
pues es la madre de amor
y no me ha favorecido.
(Vanse, y salen el Duque y I,eonor.)
Leo. Ya vuestra excelencia sabe
que .soy la misma obediencia.
DuQ. Ya entras por excelencia
a lo mesurado y grave.
Leo. De lo grave no te espantes.
DuQ. No, Leonor; ya entiendo el caso.
¿Qué quieres, si yo te caso
con quien te casabas antes?
¿No te parece, Leonor,
que es mejor para marido
un título conocido
y de im Rey embajador?
Leo. ¿y no adviertes que casada
de ayer con Enrique estoy
y quieres hacerme hoy
el ángel de la embajada?
¿Eres tercero de amor,
(perdona que así te aplique)
pues me traes del conde Enrique
al señor embajador?
Dime de una vez adonde;
pues al Conde me quitaste
cuando a Enrique me pasaste,
y agora me ^•uelvo al Conde;
que bien pudieras tener
lo que tu amor merecía;
que no es cuerdo el que se fía
de la más cuerda mujer.
Dúo. Si te digo la ocasión,
no quedarás satisfecha.
Leo. Adonde hay ¿de que aprovecha
principios de posesión?
DuQ. ¿Qné es principios?
Leo. Si marido
a Enrique llamé por ti,
la libertad que le di,
no mía, tu culpa ha sido.
DuQ. Eso me declara más.
Leo. . Tomarme una mano es poco.
DuQ. A qué risa me provoco;
pienso que burlando estás.
Leo. No todo se ha de decir.
DuQ. Pues ¿por dónde al honor toca?
Leo. ¿No hay en las mujeres boca?
DuQ. Otra vez me haces reír.
No se pone el honor luto
por niñerías de amores;
que poco importan las flores
cuando se esté quedo el fruto.
Ningún principio en la mesa
pasa plaza de vianda;
haz lo que mi amor te manda,
aunque pienso que te pesa.
Leo. ¿No me dirás la ocasión
porque con tal novedad
descansa mi volmitad
. de tu primera afición?
DuQ, Anoche en el desafío
del embajador y yo,
el de Mendoza salió,
tu esposo y cuñado mío;
y apenas saqué la espada
cuando a su lado le vi
con la suya contra mí;
traición tan mal disculpada,
que le dio a la obscuridad
de aquella noche la culpa.
Leo. ¿y no puede ser disculpa?
DuQ. ¿Cómo puede ser verdad,
si Enrique vino tras mí?
Mira tú si es justo o no
que a quien la espada sacó
en el campo contra mí,
por más que por yerro sea,
le dé a mi hermana .
Leo. Yo sé
que en tu favor le envié
y que servirte desea.
DuQ. Eso no ha de ser, Leonor;
a llamar al Conde envié.
Leo. Harás otro desafío,
pues le quitas el honor
a Enrique en el testimonio
de que te quiso matar
y en la burla de tratar
tan presto otro matrimonio.
DuQ. Sea lo que fuere, yo
estoy ya determinado;
que no ha de ser mi cuñado
im hombre que me vendió.
Apercíbete, que el Conde
ya te vendrá a dar la mano.
(Vase.)
Leo. Más a tirano que a hennano
esa crueldad corresponde.
(Salen Octavia y Xuxo.)
NuÑ. Esto imaginaba cuando
del Conde al lado te vi .
OcT. Todo lo que pasa oí,
todo lo estuve escucliando.
576
MAS PUEDEN CELOS QUE AMOR
Cegóme el amor del Conde,
sola su vida miré.
NüS. Habla a Leonor.
OCT. Tanta fe
a tal lealtad corresponde.
Madama, lo que ha pasado
justamente os entristece
y a mí del Duque me ofrece
ocasión de más cuidado.
La palabra me ha quebrado,
haciendo injusta bajeza;
agradezco la fineza
con que le habéis respondido,
que igual y conforme ha sido
a Niiestra heroica nobleza.
l'"*onna una queja de mí
en que yo no estoy culpado,
pues de la noche engañado,
a ninguno conocí;
y pues con eso le di
entera satisfacción,
no tiene el duque razón;
que haber declarada luz,
por la espada desta cruz,
que no le hiciera traición.
Por español, no era empresa,
que, por serlo, me obligó;
ni ya soy español yo,
que tengo el alma francesa;
y aunque serlo no me pesa,
lo de francés me desalma;
esta es mi esfera y mi palma
desde que vine a París;
decidlo vos, que vivís
I>or alma dentro del alma .
Lo cierto es que ha querido
con este falso color
daros al embajador,
sabiendo que os ha querido,
o a Carlos habrá temido,
que disculpa voluntades
li.sonjear majestades;
porque gusto de los reyes,
como deshace las leyes
puede romper amistades.
Pero mire bien su intento,
lo que intenta; que, por vida
del Rey de Castilla, impida
1-ranria o no mi casamiento,
que con justo casajniento,
y no me burlo, por Dios,
que he de matar a los dos;
al conde, por que no os goce,
Leo.
OCT.
NUÑ.
Leo.
XuÑ.
OCT.
y al duque, porque conoce
que soy más digno de vos.
Del estoy más agraviado,
él es el que me agravió,
porque soy tan bueno yo
como él, y mejor soldado.
Por la edad me ha despreciado;
mas si el labio no me baña
el bozo, mucho se engaña;
que siempre es hombre maj-or
quien nació con el valor
de los Mendoza, de España.
¡Esto tengo de sufrir,
vive Dios!
Tened la espada,
no os apretéis el sombrero
ni descompongáis la capa;
mirad que me disteis miedo.
Es una celosa rabia,
quintaesencia de locura.
Perdonad, Leonor del alma,
que quieren sacaros della;
y por estas luces claras,
que hiciera estrellas el cielo,
a tener de estrellas falta;
que ni el Príncipe, ni el Duque,
ni Francia, ni el mundo bastan.
Tiene el Conde y mi señor
mucha razón; sus hazañas
son en Castilla prodigios
y portentos en Navarra;
pero yo hallara un remedio
para excusar sangre y armas,
puesto que es algo difícil.
¿Qué dificultad no allana
tan grande amor como el mío?
Dile, Ñuño, que si alcanza
a ser posible, aquí esto}^;
que mujer, y enamorada,
en llegando a estar resuelta,
todas las fieras del Asia,
todas las sierpes de Libia
más la imitan que la iguala:i.
Cuando venga el Conde aquí
llega el oído, y tú aguarda
mientras le hablo en secreto.
¡A qué tiempo (t) necia Octavia,
celos y amor te han traído!
Si el conde don Juan se casy,
bueno quedará tu honor,
¡qué ilustre será tu fama!
(i) Hartz. cumcndó «extremo».
JORNADA TERCERA
577
XuÑ. Ya ei,tá dicho.
OcT. Pues ¿tan presto?
I<EO. Ruido siento en la sala.
XuÑ. El Conde ha entrado y te ha visto.
OcT. Volveréle las espaldas.
(Vansc, y cuitan el Conde y Mendoza.)
Mp:n. ¿Viste al Conde?
Con. Ya le vi,
y luego que vio que entraba
huyó por no verní?; y tengo
desde la noche pasada
un pensamiento tan necio
y una locura tan clara,
que si te la digo creo
que la das por confirmada
y que te burlas de mí.
IVlEN. ¿Qué temes con tantas salvas?
Con. ¿Habránse en el mundo visto
mujeres que, disfrazadas,
hayan hecho extrañas cosas ?
¿Quién duda que han sido tantas
que han ocupado los libros
y de la fama las alas?
Este Conde don Enrique
me parece que es Octavia,
en el habla aquella noche
y en la cara esta mañana.
]Men. Aguardarás que te diga
que es locura, y no me espanta,
sino que dudarlo puedas;
mas si de locura pasa,
partamos los dos la culpa,
que puede ser que, cansada
naturaleza, haya hecho
moldes para hacer las caras.
Habla a I^eonor, que te mira
triste, enojada y turbada.
Conde.
En fin, I^eonor; aunque lo habéis negado,
habéis venido a ser señora mía,
como estaba primero concertado,
y mi lealtad y fe lo merecía;
ya sois mi esposa; el Duque mi cuñado,
el príncipe padrino; y este día
os llamará París la Embajadora,
como suele del sol candida aurora.
Pero en tan alto bien me descompone
que miraros alegre no merezca;
que si la luz de vuestro sol se pone,
¿qué importa que en mis ojos amanezca;
lyliONOR.
Señor, vuestra excelencia me perdone
(le que con tantas penas me entristezca;
que bien conozco yo lo qi'e merece.
Conde.
Pues ¿qué es lo que os aflige y entristece?
T,EONOR.
Casóme el Duque con el conde Enrique,
y agora vuelve atrás, arrepentido.
Conde.
Si vos me dais licencia a que replique,
muchas veces veréis que ha sucedido,
cuando ejemplos de príncipes aplique;
mil casamientos os diré que han sido
desconcertados, con estar firmados,
por no estar en el cielo confirmados.
Leonor.
Esto es cuando sin daño de la honra
puede volver atrás un casamiento;
mas si queda la dama con deshonra,
solicitarla es bajo pensamiento.
¡Qué bien el Duque mis intentos honra,
siendo culpado en darme atrevimiento,
con meter en mi casa, y con el nombre
de mi marido, un hombre gentilhombre!
Yo pude errar en esta confianza,
y desta falta ya dos faltas tengo;
mirad cómo se puede hacer mudanza,
de posesión que a confesaros vengo;
estos no son favores de esperanza,
con que hasta el fin la engaño y entretengo;
no he perdido mi honor, pues le he perdido
con quien me dio mi hermano por marido.
(Vase.)
Con.
Men.
Con.
Men.
¿Qué te parece, Mendoza?
Xo parece mucho a Octavia
este conde Enrique.
Estoy
cual suele quedar sin alma
hombre que de noche vio
súbitamente fantasmas;
las que nosotros traemos
de las cosas de Navarra
nos aparecen visiones
y los sentidos engañan.
¡Con qué libertad lo dijo!
Peor fuera que callara
y que llevaras mujer
con una sobra y dos faltas.
37
5/8
M \S l'LKDEN CKI.OS QUli AMOii
Con.
Men.
Con.
Mkn.
Con.
Mkn.
Fso, por Dios, la agradezco;
(jue segjún l«is cosas andan,
cumpliera con siete meses
los dos que por mi faltaran.
¡Oh cuánto hay desto en el mundo!
Pero ya que fué liviana
su señoría, le debo
desengañar mi ignorancia.
Mucha culpa tuvo el Duque
metiéndole mi hombre en casa
a título de marido;
pudo hacer cualquier desgracia
de la próxima ocasión.
Está muy poco distancia
cualquier peligro de amor,
que andan juntos cuerpo y alma;
poca paciencia de novia,
amique discreta y gallarda,
pues quiso llevar al cura
las noches anticipadas
poT excusar el melindre
del sí, donde muchas callan.
¡Bien haya tal diligencia!
Según el arte y la cara
deste conde, ¡vive Dios!,
que en la cama lo dudara
cuál de las dos fué la novia .
Si madama está preñada,
Mendoza, peor es hurgallo.
Ivl Duque ha entrado en la sala.
Con él el Príncipe viene.
Conque despacio te casan.
(Salen el I*ríncipk, el Duque y criados.)
Príncipe.
Hal)éisme hecho singular servicio
lu>nrando al Conde, embajador de Ivspaña.
Duque.
Mi obligación, señor, me desengaña
que este de mi lealtad es propio oficio;
honrad la casa donde os han servido
cuantos leales dueños ha tenido,
en guerra y paz, con annas y consejo,
ha.sta las canas de mi padre viejo,
í|ue. de laurel ceñidas,
honraron .son .su muerte nuestras vidas.
CoNIíK.
Puede halx-r confusión, Mendoza amigo,
como esta de hoy; el cielo me es testigf)
que diera prjr no haber en Francia entrado
cuanto vale mi estado.
Si he da<lo la palabra de casarme,
¿ctSmo podré con ellos disculparme?
Pues casarme no es justo
sustituyendo, infame, ajeno gusto.
Duque.
Aquí está el Conde.
Príncipe.
Amor le habrá traído,
anticipando el gusto prevenido.
Señor embajador, ¿habéis trr.ído
a madama Leonor del casamiento
la nueva, tan galán como marido?
¿Qué albricias os ha dado?
Conde.
¿Qué puedo responder, que estoy turbado?
No siendo el desposado deste cuento,
que al conde don Enrique
(juiere que aquesta hazaña se le aplique.
Príncipe.
Calláis por no decirnos los favores.
Conde.
Mandad venir, señor, la desposada,
que antes ha dado el fruto que las flores;
que, tierra fértil, presto fué labrada.
Duque.
Leonor, mi hermana, viene.
Príncipe.
¡Qué majestad en la presencia tiene!
(Entra I.eon'OR y quien Ja acompaña.)
Leonor.
¿Vuestra alteza, seño", en esta casa?
¿Que el sol su esfera en esta sala tengo?
Príncipe.
¿Qué mucho que el sol venga
5 i el aurora .se casa?
Duque.
Si entre ellos está el día,
seré yo noche y la ventura mía.
Conde.
¿Qué estarán consultando?
Mendoza.
Preguntarte
si a madama Leonor quieres por dueño.
Conde.
Ivsto, Mendoza, es sueño,
f|ue e.star callando es arte;
JORNADA TKKCERA
579
porque estoy satisfecho
«le que no ha de quererme.
Mendcza.
Ni lo esperes.
Conde.
Que presto les dirá todo su pecho.
Príncipe.
Don Juan.
Conde.
Señor.
Príncipe.
Parece que os ha dado
pena el mudar estado.
Dad la mano a Leonor; y vos, madama,
dadle la \niestra, pues el Conde o:^ ama.
IvEO. A vuestra Alteza suplico,
invictísimo señor,
así las francesas armas
de \n.iestro blanco pendón
siembren las flores azules
adonde no llega el sol,
y de la Infanta de España
os dé Dios tal sucesión,
que sean laureles del mundo
la flor de lis y el león;
que esto sea, si es posible,
sin ofensa de mi honor
y del conde don Enrique,
aquel gallardo español
con quien se trataba ayer
lo que por enojos hoy.
Príx. Llamad a Enrique; y vos. Conde,
no tengáis a sinrazón
que esto se acabe de suerte
que quedéis en paz los dos.
Con. Yo, señor, eso deseo,
aunque primero me dio
a mí la mano; esto es
volver con propio valor
por la honra de madama,
hasta llegar la ocasión.
(Entran Octavia y Ñuño.)
OcT. Ya, cristianísimo Carlos,
descubierto y libre estoy
a vuestros pies.
Prín. Conde Enrique:
aunque de aquella cuestión
resultaron amistades,
no fueron con el rigor
que era justo, ni la causa
OcT.
Con.
Ocr.
Con.
OcT.
Con.
OcT.
Con.
Prín.
OcT.
XUÑ.
Mar.
Con.
OcT.
Leo.
Prín.
Duo.
Con.
OcT.
Con.
Leo.
NuÑ.
distintamente se vió;
que aunque el conde don Jurn tuvo
primero que vos acción
a la mano desta dama,
propone la vuestra vos;
que con grande cortesía
se rinde el Embajador,
para que sea de quien
su gusto hiciere elección.
Puesto que el conde don Juan
sus favores mereció
antes que Leonor me viese,
que después me tuvo amor,
no es justo que la pretenda.
¿Por qué, si primero soy?
¿Hay ley en todo el Derecho
que quite la antelación?
¿Podéis vos, siendo casado,
casaros con otra?
No;
¿pues yo dónde?
En España.
¿Con quién?
Conmigo.
¿Con vos?
El ha perdido el juicio.
De que la mano me dio
hay dos testigos aquí,
que Ñuño y Marcelo son.
Yo lo vi con estos ojos.
Y yo lo mismo.
¿Quién sois?
Doña Octavia de Navarra.
¿Doña qué?
¿Tal invención
una dama pudo hacer
de vuestro heroico valor?
Parece que es imposible,
pues con tanta perfección
imitó lo que no era.
¿Quien tanto me aborreció
se puso en este peligro?
Más pueden cejos que cmor.
Madama, saber quisiera
cómo entre las dos p?só
aquello que me dijiste.
Seguro está \T.iestro honor;
que dos árboles sin fruto,
¿qué importa que lleven flor?
El diablo son las mujeres
si se empreñan sin varón;
y es fina filosofía,
no sé quién se la enseñó,
5Sd
MÁS PUEDliN Cl£LOS OÜE AMOR
que todo cuanto hay criado
engendra el hombre y el sol.
Leo. Dame los brazos, Octavia;
que aunque esto ha sido traición,
el amor que os he tenido
será siempre el mismo amor.
OcT. Yo os he papado el que os debo.
Nr^. Sí, pero no lo pagó
en la moneda corriente.
CiíN. La mano, señora, os doy;
y al Príncipe le suplico
nos apadrine.
Príx. Los dos
sois Duques de Monpensier.
Ni".Ñ". ¿Ya im', el correo mayor
destas bodas, qué me dan?
OcT. Mientras a vestirme voy.
con reverencia de hombre,
Senado, os pido perdón.
Querida, no quise bien;
(juise bien quien me olvidó;
busquéle, como habéis visto;
porque en nuestra condición,
el diablo son las mujeres (i).
Y que tenga fin dichoso
la dama Comendador.
Si no ha mentido el poeta,
Más ptied n celos que ctnor.
FIN
(i) Este verso parece que debe decirlo otro i)erso-
naje. Hartz. lo suprimió, porque sobra para el romance
a no ser cjue falten otro u otros versos.
I. A GRAN COMEDIA DEL
MAYOR IMPOSIBLE
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
IIABI.AX EN Er,I.AS LAS PERS3N.4S SIGUIEN'TES:
La Reina Antonia.
Diana, dama.
Celia, criad).
Ai.BANO, caballero.
Feniso
Roberto.
LlSARDO.
Ramón, lacayo.
Fulgencio, vieío.
MÚSICOS.
El Rey re Aragón.
JORXADA PRIMERA
f>alen Altano, de camino, y Feniso )
Fen. Pasa, orillas de la mar
en estos jardines bellos,
que el arte se acaba en ellos,
y que los puede envidiar
el hermoso campo Hibleo
y al muro de Babilonia,
la divina reina Antonia,
de amor único trofeo,
los días que una cuartana,
melancólica, enojosa,
su belleza milagrosa
libra de opresión tirana.
Alb. ¿Que aun dura la enfermedad,
Feniso, con que la vi,
cuando a Alejandría partí?
Fen. y con más seguridad,
pues ni por medios declina,
ni se templa por cautelas.
Alb. En Bolonia, en las escuelas
donde se lee medicina,
sujetas le están pintadas
todas las enfermedades
de las presentes edades
y las edades pasadas.
Y entre todas, solamente
libres la gota y cuartana,
adonde (i) la ciencia humana,
(i) Hartzciibusch cr.mendó ('ciacdan de».
por más remedios que intente;
que el mejor es alegrarse,
procurando entretenerse;
porque intentar defenderse
es ocasión de aumentarse.
Fen. Eso Su Alteza procura
los días que libres son,
en cu3'a honesta ocasión
el más grave se aventura
a descomponerse más
donde la música prueba,
con los ecos de esta cueva
que lleva al mar el compás.
Aquí verás la poesía,
que imichos necios pretenden,
y muchos sabios no entienden
en .su mayor monarquía;
los bailes y las comedias,
con notable peifección;
y, porque al fin tristes son,
desterradas las tragedias.
Una academia dirás
que es este campí) un Liceo.
Al,b. Que viene vSu Alteza creo.
Fen. No supo Minerva más.
(Salen tu Reina .Antonia, en una silla de manos, y
Mü.sico.s canian-lo y gente que acompaña; Roberto
caballero, y L,isardo.)
Cantan: «No son de cristal las fuentes
i'i se ríen, que es mentira;
ni las flores, esmeraldas.
;82
KI. MAVOK IMl'OSIBl.lí
ni testigos de su risa: [cinta
p>ero es verdad que se hallan vii Ja-
soles en los ojos y perlas en la risa.»
Reí. ;Iíres tú el dueño. Lisardo.
de este romance?
I.is Yo soy,
(jue sol a unos ojos doy,
adonde me abraso y ardo.
Por eso, si hay objeción,
propóngala N'uestra Alteza.
Reí. De encarecer su belleza
hallaste nueva invención .
RoB. Pretende contradecir
«.'1 nuevo estilo de agora.
Reí Proseguid.
I,is. Querrás, señora,
mis ignorancias reír.
Cantón «\o son, como dicen, nmchoi
las rosas alejandrinas;
al tiempo que se abren, nácar;
coral cuando se marchitan;
pero es verdad...», et:.
Rki. Está con lindo artificio
encarecida esa dama.
Ron Tiene Lisardo gran fama.
I-is. Más es de mi anior indicio,
que inclinación natural
que me daba la poesía.
Reí ;Qué hay, Feniso?
Ten. Que este día
irá fugitivo el mal
con tal entretenimiento.
Reí ; Quién está contigo?
Fen Albanc).
Reí Bien seas venido.
Ro!; Y no en vano
con tan raro entendimiento.
Al.u Danij, señora, los pies.
Reí. ; Vienes bueno?
Al.B. A tu servicio:
contento de este ejercicio,
mas no de que enferma estés.
Reí No m- dejan estos fríos.
Al.U. Querrán vt-ngarse del fuego
ílonde amor se abrasa, y Iviego
sus ojos convierte en ríos.
Rl I Di, RolKTto, alguna cosa.
R«»ii Diga l-'eniso primero.
I'EN iK-cir un soneto quiero.
Reí ,Qué sujeto?
Laura lK-nn')sa
;Iv» la española que ayt-r
iba en el coche a la mar?
Fen. Licencia me dio de amar,
pero no de aborrecer ( i) .
Laura gentil, que coronar pudieras
al mismo sol, en cuyos rayos bellos
más luz dieran tus ojos, que, sin ellos,
tienen los ojos de las ocho esferas.
Si el fuego vivo en que abrasar pudieras,
mi nido ingenio ardiera en mis cabellos,
ceñidos de tu lauro, porque en ellos
premio inmortal a mis conceptos fueras.
Aunque como el gigante sobre el risco,
pagara atado la atrevida hazaña,
tú fueras de mis ojos basilisco.
Y en fe de esta verdad, al mundo extraña,
callara Italia su inmortal Francisco
y de otra Laura se alabara España.
Reí.
Fen.
Reí.
Al,B.
Reí.
A 1,1!.
Reí.
Al.H.
Aprovechaste muy bien
al Petrarca y Laura bella.
Esta es sol, si atjuélla estrella;
lauro de Laura, desdén;
y si como es más hermosa,
fuera yo mejor poeta
que el Petrarca, más perfecta
fuera Laura y más dichosa.
¿Sabes algo qué decir,
Albano?
Un enigma tengo,
que de adonde agora vengo
no me han dejado escribir.
Bien dices, porque las musas
calzan coturnos, no espuelas.
Que ha de ser mala recelas,
})ues tú, señora, me excusas.
Es pintura de este enima
un corazón con su flecha
en unos grillos.
Bien hecha.
La glosa, señora, estima
adonde viene encerrada,
que es algo dificulto.«a
para que estimes la glosa,
si el enitna no te agrada (2).
(i) .\hí en il original. Ilarl^.i-iiljusi'h fiuiicmir) piik'-
leccr». También pudiera ser «encarecer» u otro vcrl)0 que
indicjtie declarar el nombre o cosa semejante.
(i) Hartz. intercaló aquí la redondilla, tantísima.-^
veces ({losada en los tiempos de I.oi)c y ante:;, cjue dice:
Jísclavo .soj', pero cuyo,
eso no lo dirí- yo;
pues cuyo soy inc mando
qur no diKa <|uc soy suyo.
JORNADA PRIMERA
SSí
Reí.
Lis.
Ale.
Roe.
Alb.
Roe.
Alb.
Tjs.
Reí.
Ale.
Reí.
Al,E.
Reí.
Roe.
Quien en mi pecho sospecha
que tengo tantas marañas,
llegue y mire mis entrañas,
tan abiertas de esta flecha.
Preso estoy, que no me huyo;
firmeza tengo y lealtad;
señores adivinad:
«asclavo soy, ¿pero cuyo?»
Todo de mí se confía:
armas, piedras, plata y oro;
alcaide soy del tesoro
y del honor algún día.
Diré mi nombre, si oso;
m^as, ¿qué temor me acobarda ?
Yo me llamo, al fin... Mas ¡guarda!
«Eso no lo diré yo.»
Si tengo el costado abierto,
por donde de mis abiertas
entrañas se ven las puertas,
¿para qué estoy encubierto?
Nadie en el blanco me dio;
nadie me acierta, en efeto,
pues yo guardaré el secreto
«que cuyo soy m; mandó».
Nadie los grillos me quite,
que le podrán castigar;
guardas, no le deis lugar,
pues hurtar no se permite.
Mucho en hablar m^ destruyo,
porque no habrá quien ni^ mire,
como esta flecha me tire,
«que no diga que soy suyo».
Notable, ¿quién te parece,
Lisardo?
Pienso que amor.
No es amor.
Mucho mejor
par^, los celos se ofrece.
No son celos.
No, ¿pues quién?
¿Danse todos por rendidos?
Y de tu enigma vencidos.
Tente, diré yo también.
Temo a Vuestra Majestad;
diga a ver.
El corazón,
con flechas puesto en prisión,
es el candado.
Es verdad.
Los griUos son las armellas,
y la flecha significa
la llave.
Harto bien se aplica
el candado preso en ellas.
Reí. Lo demás queda entendido,
pues guarda cualquier tesoro
y de honor el decoro.
Ale. Vuestra Majestad ha sido
otro Edipo de esta esfinge.
Reí. Di, Lisardo.
Lis. Un desengaño
me dio una glosa y un daño,
que ser mi provecho finge.
La letra vino de España,
porque hasta los versos son
tus vasallos de Aragón.
Roe. No es daño el que desengaña.
Lrs. Dulces engaños de amor,
sabed que es vano cuidado
volverme al pasado error,
porque amor desengañado
es el engaño mayo'-.
Tratadme ya como a extraño,
que pasada la ocasión,
darme esperanza es engaño,
si ha tomado posesión
«en mi alma el desengañe».
Pues de los escarmentados
se hacen los prevenidos,
no más gustos engañados;
que yo no os quiero venidos
si os he de llorar pasados.
Ya me buscáis sin provecho,
porque no habéis de volver
eternamente a mi pecho;
que el pesar de aquel placer
«tan grande escarmiento ha liechc».
Antes de desengañarme,
pudo amor entretenerme;
pero en llegando a avisarme,
es imposible ofenderme,
pues me ha enseñado a guardarme.
Hoy se ha de ver en mi pecho,
si desengaños obligan,
a quien engaños ha hecho
tanto mal, porque no digan
«que huyo de mi provecho».
Bien quisiera yo pasar,
con mi engaño, descuidado;
pero es llegar a engañar
su engaño el más bajo estado
a que pudo amor llegar (i).
(i) Después de esta redouililla .se repite la anterior
a ella, quizá por errata, pero Hartz. cree que falta algo
y que lo glosado sería una redondilla y no los tres ver-
sos a que hemos puesto comillas.
5-^4
EL MAYOR lAírOSIBLE
I.IS.
Ri:i.
ROB.
Reí. Tú lo glosaste muy bien;
pero esos versos no son
tan vasallos de Aragón
como muestra tu desdén,
p>orque a bien y mal tratar
son los de Aragón.
Señora,
quien desengaños adora,
más sabe amar que engañar.
Di, Roberto.
Yo diré
tres décimas a una dama,
que vos conocéis por fama
y que siempre ingrata fué:
Queredme bien, si queréis
que no os canse con quereros;
que no pienso aborreceros,
mientras vos me aborrecéis.
Si de que os quiera tenéis
tanto disgusto, señora,
probad a quererme un hora
V veréis como os olvido,
si puede olvidar querido
quien aborrecido adora.
Ver que mi amor os ofende,
tanto esfuerza mi porfía,
que lo que a vos os enfría
es lo mismo que me enciende.
Si \'uestro desdén pretende,
que deje mi pretensión,
inútiles medios son,
señora, los desengaños;
que quien estima sus daños
no ha de estimar la razón.
Dejaros yo de querer
mientras tan hermosa estáis,
señora, no lo creáis,
o daos prisa a no querer.
Mas ni vos queréis perder
esa hermosura apacible,
ni este mi amor invencible
dejar pasión tan dicho.'-a,
como vos de ser hermoha.
que es el mayor imposible,
Hki. Bu» ñas, por mi vida, ;o:i;
nia-s, ,;cómo dices, Roberto,
que dejar de ser hermosa
es imjxjsible, pues vemos
que la edaíi tan presto acaba
la hermosura con »•] tiempo,
ya consumiendo la luz
de los ojos, ya cubriendo
l.i púrpura de los labios.
RoB.
Rki.
ROB.
Rki.
Roe.
Reí.
Lis.
Ron.
Lis.
Reí.
I- EX.
Al.B.
R< ph.
ya dando plata al cabello?
Que ella quiera, digo yo,
señora, dejar de sello,
y aún dejar de habello sido,
no era yerro.
Niego.
Pruebo.
¿Cómo, si te has engañado?;
pues donde dicen tus versos
«dejaréis de ser hermoíE»,
decir debiera Roberto
«dejaréis de habello sidc»,
y hablar del pasado tiempo.
Si agora es hermosa, ¿cómo
hablar del pasado puedo?
¿Xo ves que fuera agraviarla,
y que es más fácil un yerro
en los versos que en su cara?
Dejando el yerro en los versos,
no es el mayor imposible;
(jue dejan de ser tan bellos
los ojos de esa señora,
si no es encarecimiento.
¿Pues hay mayor imposible
que dejar de .ser aquello
que fué?
Y muchos, pienso yo.
Lisardo, escucha; que quiero
que cuantos estéis aquí
digáis sobre ese conceto,
cuál os parece el mayor
imposible.
Yo comienzo.
El servir con mala estrella,
aunque a generoso dueño,
pensando medrar un hombre,
por más imposible tengo.
Yo tengo por el mayor
que, con bajo nacimiento,
puesto un hombre en gran lugar,
deje de estar muy soberbio
y de aborrecer a cuantos
en sus principios le vieron;
y de cjuerer, si pudiera,
verlos ausentes o nuieitos.
\'o tengo por imposible
el mayor de cuantos veo,
que lo que no puede amor
no puede hacer el dinero;
porque es el más ingenio.so
y arlificif).so instrumento
que lian inventado los liomljres,
pues ha derribado al siu-lo
JORNADA PRIMERA
585
Iji
Reí.
Ar.B.
Reí.
RoB.
Lis.
Reí.
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
ciudadevS, honras y vidas,
y levantado a gobiernos
del mundo los más humildes.
Yo, hacer de un necio un discreto
juzgo el mayor imposible,
porque es como el negro el necio,
que aunque le lleven al baño,
es fuerza volverse negro.
¿Diré yo?
Si Vuestra Alteza
dice, todos quedaremos
vencidos.
Yo, para mí,
por más imposible tengo
el guardar a una mujer.
A no ser atrevimiento,
dijera que es harto fácl (i),
Que me des licencia ruego
de responder en favor
tuyo, aunque es mayor tu ingenio.
Responde.
¿Por qué razón
llallas tan fácil, Robeito,
el guardar a una uuijer?
Porque es tan dócil sujeto,
por una parte, y por otra
tan débil, que cuando vemos
alguna con libertad,
más es culpa de su dueño
que suya.
¿Del hombre puede ser
culpa?
Hay tantos tan ciegos
del interés, que el honor
vienen a tener en menos;
ni reparan que en la calle
los señalan con el dedo,
ni que los afrente el mundo.
¿De manera que en los buenos
esa desdicha no cupo?
Será influencia del cielo.
Yo no tengo mujer propia;
una hermana sola tengo;
nació con obligaciones.
Nunca, Lisardo, agradezco
que a quien le toca las guarde;
y ansí, cuando algunas veo
decir «soy mujer honrada»,
pidiendo agradecimiento,
Reí.
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
rae causa notable risa,
pues de su honor y provecho
y tan justa obligación
a padres, marido y deudos
quiere que acá la tengamos,
como si fuera decreto (i)
del nacer mujer, ser ruin.
Y al propósito volviendo,
digo que cuando mi hermana,
por humilde nacimiento,
desobligada naciera,
del hombre de más ingenio,
de más valor, la guardara,
aunque conquistas y ruegos
batiera su fortaleza
con los tiros del dinero;
y las espías que ponen
en los terceros discretos,
papeles, galas, suspiros,
ocasiones y paseos.
Roberto: si una mujer
quiere, yo tengo por cierto,
que es imposible guardarla.
Bien claro dijo el ejemplo
la antigüedad, pues los ojos
de Argos, al fin se durmieron
con la vara de Mercurio.
vSon ésas fábulas, cuentos
de viejas, para la lumbre,
las noches de los inviernos.
Vive Dios, que si tuviera
más Argos que ojos el cielo,
Júpiter y más Mercurios
que pluma el pavón soberbio,
que no me engañara a mí
una mujer, si su ingenio
el de Semíramiá fuera.
Pues, vive Dios, que sospecho
que si fueras lince en vista,
o león de Albania fiero,
de quien dicen que en su cueva
duerme los ojos abiertos,
y en tus rejas y ventanas,
con mil lágrimas de fuego,
no dieses lugar al sol
para entrar en tu aposento,
que te había de engañar
la mujer que sabe menos.
¿A mí, Lisardo?
(i) En el original dice, sin duda por errata, «que es
el amor», lo cual no hace sentido. Ea enmienda es de
Hartz. y acertada por lo que dice luet^o Lisardo.
(i) Hartz. enmendó sin causa, a mi juicio, «dere-
cho». Mas bien sería desgracia que no derecho. «Decre-
to», orden, mandato, deber, es la v'oz propia.
586
EL MAYOR IMPOSIBLE
Lis.
ROB.
I.is.
RoB.
his,
Rki.
I.is.
Reí.
Lis.
Rki.
Lis.
Reí
R(lB.
Reí.
Mus.
Ri-.i.
A ti, pues.
Calla, que ofendes en eso
totlo el valor de los hombres.
Vo sé que no los ofendo,
porque todos ellos ?aben
»jue de la mano del cielo
viene la buena mujer;
y ansí mismo todos ellos
saben que la que es divina
no es ruin.
Yo me resuelvo
en que se puede guardar.
Vo lo contrario sustento.
Lisardo.
Señora.
Escucha. (Aparte )
Cansada estoy de este necio;
tú has de conquistar su hermana,
si me cuesta los dos reinos
de Xáp>oles y Aragón.
Sin saber el pensamiento
de Vuestra Alteza, tenía
ese decreto resuelto.
Pues comienza, y veme dando
parte de cualquier suceso;
que en aquesta enfermedad
mejor entretenimiento
es imposible aplicarme.
Déjame el cargo.
Esto quiero
que hagas por darme gusto.
¡Hola!, esa silla, que siento
enfado de tanto mar.
Su calma o su movimiento
da más tristeza a los tristes.
Cantad.
¿Qué canción?
De celos.
(l'anse todos con la Rkina y quede I.isardo solo.)
Iasarlh).
Conquiste el ancho mundo el Macedonio;
alabe Cipión su resi.stencia;
Mario, en fortuna vil halk- paciencia,
de su valor insigne testimonio.
Preste el confuío Niño (i) Babilonio
a femeniles armas obediencia,
y viva largos años sin pendencia,
en pacífica paz el matrimonio;
(O Ahí m el urÍKinal. H.iru. ciiinciul" -Tciim. ijuizíi
•ín nounidod, puc» habln liicv'» 'Icl •tiuitriiiionir). do
Niño y Bcmiraniia.
y no, supuesto que el varón adquiere
imperio en la mujer, honor, te asombre
de que a sus manos tu defensa muere.
Rinde a su industria tus valientes nombres,
jjorque es guardar una mujer, si quiere,
el mayor imposible de los hombres.
(Sale KA..IÓN, lacayo, con un papel.)
I\.\M. Hasta que a solas te vi
no quise llegar a hablarte.
Lis. ¿Qué hay, Ramón?
R.\M. Que vengo a
un papel. [dartí
Lis. ¿De Estela?
R.\M. . Sí;
mas dame albricias primero
de él, y de quererte hablar.
Ijs. Ni albricias te quiero dar,
ni tomar el papel quiero.
R.^M. ¿Cómo ansí?
Lis. Porque he mudado
de amor y de pensaniiento.
R.AM. ¿Qué veleta al fácil viento
causa más risa al tejado,
de verla en tantas mudanzas
como me causas a mí?
¿Ayer no la amabas?
Lis. vSí,
3' con justas esperanzas.
Ram. ¿Pues qué vendaval te dio?
¿Son celos o son enojos?
Lis. Son irnos nuevos antojos
a que desde hoy me obligó
la que me puede mandar
que mude de pensamiento,
si puede ser fundamento
de amor el mandarme amar.
Ka.m. Todos los amantes son
cifras de engaños,
lis. No ha sido
accidente mi sentido,
sino en mi dueño elección.
Ka.m. Cierto poeta decía
que eran todos los amantes
unos vestidos danzantes
a quien son el tiempo hacía;
(jue como no es la razón
la que ha de guiar la danzo,
no hay más duda en la mudanza
íjue en hacer el tieuijio el son.
,Qiié haré de afjueste paptl?
Lis Ia) (|ue a ti te diere gusto.
U A .\i . ¿ Hillete te da disgusto?
JORNADA PRIMERA
.87
Lis.
Ra.m.
T.IS.
Ram.
Lis.
Ram.
Ya sé lo que viene en éL
Los que juegan, si lo apruebas,
que consejos me acobardan,
las barajas viejas guardan
para remendar las nuevas.
Tengámosle por un día,
que de esa nueva cruel
te dé acaso algún papel
enfado o melancolía.
Es pensamiento que sube,
y de las tejas abajo...
Tanto el sujeto aventajo,
como hay del sol a la nube.
¿No conoces tú la hermana
de Roberto?
Sí, señor;
en quien estaba mejor
que en la Reina, la cuartana;
porque tiene del león
la soberbia y fortaleza,
si bien con rara belleza,
peregrina discreción.
Temo a su hermano.
Bien puedes,
que es temerario su hermano;
pero no hay muro tebano,
puertas (i), torres, ni paredes
para amor, que es para entrar
sol, y para el alma fuego,
y como ha tanto que es ciego,
sabe como ha de cegar.
]Mas si tú la quieres bien,
por mujer te la dará,
pues a ti tan bien te está
y a Roberto está tan bien.
No me quiero yo casar
sin que conquiste su amor.
Pues dicenme que es mejor
después de casado amar;
que muchos que se han casado
forzados de un amor loco,
suelen después hallar poco
de lo mucho que han pensado.
Quien se quisiere casar,
ha de mirar en la dama
buena cara, honesta fama,
y adiós, que me echo a nadar.
Casarse es azar o encuentro,
como quien bebe con jarro,
donde bebe el más bizarro
(i) I'ln el original, por errata, dice: «puestas*. Hartz.
enmendó «fuertes».
Lis.
Ram.
aquello que viene dentro.
Cuentan qixe dos se casaron,
y la noche de la boda,
en quietud la casa toda,
ya entiendes, se desnudaron.
El dijo: «Ya no hay que hacer
secretos impertinentes:
postizos traigo los dientes;
¡paciencia!, sois mi mujer.»
Ella, quitando el tocado,
el cabello se quitó,
y en calavera quedó,
como un guijarro pelado.
Diciendo: «Perdón os pido;
postizo traigo el cabello,
no hay que reparar en ello;
¡paciencia!, sois mi marido.»
Lis. Dejando tus disparates,
y los de tu vano humor,
quiero, Ramón, que mi amor
por algtuios medios trates.
Nunca la he dicho a Diana
que la quiero; sólo han sido
mis ojos los que han tenido,
entre su luz soberana,
algún corto acogimiento;
de suerte que aquesta historia
reserva para tu gloria,
su primero fundamento.
Mira, ¿pues cómo ha de ser,
siendo tan lince su hermano?
Ram. Todo pensamiento es vano
contra ingenio de mujer.
Dame tú que se te incline,
que aunque más hermanos tenga
que hay en la Capacha, y venga
por donde amor la encamine,
no han de impedir que te quiera,
con todos los requisitos
de amor, si ejemplos escritos,
tu presunción considera.
Naturaleza a la rosa
cinco hermanos puso en tomo,
que a sus hojas y a su adorno
sirven de basa lustrosa.
' Y con estar cinco hermanos
de la rosa alrededor,
llega la abeja menor
y come sus rubios granos.
Vuela tú, que no podrá
todo el mundo defendella.
Ijs. Esta noche he de ir a vella:
tú, Ramón, alerta está;
588
EL MAYOR IMPOSIBLE
que mi Mercurio has de ser.
Ram. Camina, y nada te asombre;
que no hay valor en el hombre
contra industrias de mujer.
fialen Roterto y Ftt.gencio. viejo.)
ROBEKTO.
Esto ha pasado, y yo, Fulgencio, digo,
para que más se guarde el confiado,
que el que tiene mujer, tiene enemigo.
FlLGENCIO.
No quisiera que hubieras porfiado;
que fuera de ser necia la porfía,
no te tocaba, por no ser casado.
Roberto.
;Pues en qué te parece culpa nüa
<lecir que ima mujer puede guardarse?
;Es ésta de Faetonte la osadía.^
¿Qué carroza del sol ha de llevarse,
por los mismos dorados paralelos,
a peligro forzoso de abrasarse?
;Pedí flores a Citia, a Etiopia hielos,
o dije que imposible no sería
guardar una mujer honrados celos?
Flxgencio.
I.a antigüedad tres cosas proponía
por imposibles, siendo la primera
el rayo con que Júpiter solía
estremecer los rayos de la esfera.
I, a clava del Tebano la segunda,
y los versos de Homero la tercera.
No tengo yo por cosa tan profunda
guardar una mujer; pero, en efeto,
¿qué daño de lo diclio te redunda?
Roberto.
Lisardo, muy preciado de discreto,
que si puede ser necio y secretario,
por no callar, no lo tendrá secreto,
en mi propí>sición me fué contrario
«le tal manera, que quedé corrido,
y me fué sustentarlo necesario.
Mas ílí. Fulgencio, j)orqui(n no íia corrido
tan larga edad, ¿es imijosible «osa
que un amante, que un padre, cjue un marido
pueda guardar una mujer hermosa)
Fl'UiENCKJ.
Tara guarrlar .su virginal decoro,
«upue«>to que cR \mUnia fabulr,.sa,
en una torre, como al fin tesoro,
Acrisio puso aquella hermosa dama,
que Júpiter venció con lluvia de oro,
para dar a entender que honor y fama
corrompe el oro y entra donde quiere,
que por eso del sol hijo se llama.
Guardándose del oro, que prefiere
todo imposible, no hay contrario humano
que al marido, al galán, al padre altere.
Roberto.
¿El oro es poderoso?
Fulgencio.
Es un tirano.
Roberto.
¿Mas cómo veré yo venir el oro?
Fltlgencio.
Si él quiere entrar, será defensa en vano.
Mas agora no toca a tu decoro
este imposible; que en tu casta herniai;a
reverencio el valor, la sangre adoro.
Es de la honestidad napolitana
el ejemplo mayor.
Roberto.
Sí; mas no quiero
que entretenga a la Reina su cuartana,
con hacer que algún vano caballero,
para desengañarme, la enamore,
porque mil vidas perderé primero;
mi casa, aunque está bien, de hoy más mejore
tu cuidado, Fulgencio; que contigo
no ttnio que su lustre se desdore.
Aquí no ha de entrar hombre, ni aun conmigo,
a hablar ima palabra, ni criado
pasar de aqueste umbral, sin gran castigo.
¿Has me entendido ya?
1-Mlc.kncio.
De tu cuidado (i)
quedo adverlielo.
Roberto.
Se-a, sin (jue entienda
mi hermana que estas cosas me le han tado.
l'rLGENCIO.
¿Casalla, no es mejor?
(I) I"n el oii(;innl «(.liiKln. lorrirata.
JORNADA PRIMICIA
5^9
Roberto.
Que lo pretenda
aguardo solamente quien la iguale.
Eutretanto, no quiero que me ofenda
el mismo sol que por los cielos sale.
(Va<;e.)
Fui^GEN'CIO.
Empresa grande fué romper coa Argos
las \-írgenes espumas del mar fiero,
aquel piloto de Jason, primero,
quien bramó (i) por tan pesados cargos;
y no menor de trances tan amargos
salir el griego, que celebra Homero,
o encadenar el infernal Cerbero,
Hércules, fin de sus discursos largos.
Pero guardar del oro y del rendido
pecho de un hombre, amando loco y ciego,
y a todos los peligros atrevido,
una mujer, entre ocasión y ruego,
mayor empresa fué que haber vencido
del mar el agua y del infierno el fuego.
Día.
Fui<.
Día.
Fui,.
(Sale Diana.)
¿Fuese mi hermano, Fulgencio?
Fuese.
¿Qué tiene estos días.
Que añade a sospechas rm'as
más dudas con su silencio?
Si yo no le diferencio
en sangre y amor, no es justo
que me encubra su disgusto,
pues donde hay amor igual,
ni se ha de encubrir el mal
ni a solas pasar el gusto.
Déme parte del dolor,
como estamos obligados,
que dividir los cuidados
es obligación de amor.
Si nace de su rigor,
comuníquelo conmigo,
que mejor que de un amigo
puede fiarse de mí.
Nunca yo, señora, fui
de tus tristezas testigo.
Si son de amor, a mi edad,
parecerále indecente
decir lo que amando siente
la rendida mocedad;
pues si son de enemistad.
Día.
Fui.
Día.
Fui..
Día.
Ful.
Día.
(i) F,n el original «porque embrama» por errata. I,a
enmienda, como la anterior, es de Ilartzcnbusch.
¿qué puede ayudarle un viejo?
Mucho más, con el consejo,
que el más valiente escuadrón;
que para los mozos son
las canas divino espejo.
Disgustos deben de ser
del servir y desprivar,
si a Lisardo ve medrar,
por la pluma, desde ayer.
La reina ha dado en querer
aqueste medio español:
es el servir un crisol
que descubre los defetos,
y se prueban los discretos,
como el águila en el sol.
Las casas de los señores
son vm cuerpo bien compuesto;
mas no les faltan, por esto,
algunos varios humores.
Los instrumentos mejores,
con algmia falsa cuerda,
hacen que el acento pierda
aquella dulce armonía.
Mal, con la sospecha mía,
tu pensamiento concuerda,
que si está triste Roberto
de no ser más estimado
y es Lisardo el envidiado,
que tiene valor es cierto.
Fuera injusto desconcierto
decirte mal de Lisardo;
él es discreto y gallardo,
pero no a tu hermano igual.
Por parte más principal,
de alabarle me acobardo;
mas no, Fulgencio, no son
tus palabras verdaderas;
bien se ve que con quimeras
me engaña tu sinrazón;
no merece mi afición,
ni el haberme tu criado,
encubrirm.e su cuidado:
poco te fías de mí.
Bien puedo fiar de ti,
como él de mí se ha fiado,
y aim es el medio mejor,
para sosegar sus celos,
decirte que sus desvelos
nacen de su mismo honor.
¿Pues quién me ha tenido amor,
que ese cuidado le dé?
Si es Lisardo, yo no sé
qué talle tiene Lisardo,
590
KL MAYOR l.MPOSIBI.K
rri..
IMA.
I"' I
(1; ..M
1m (kdnu.
^ino es que por ser gallardo,
oeloso mi herniaiio esté.
; I^es qué culpa tendré yo
de que sea tan discreto?
Bien te dijera el secreto
en que aquesto se fundó;
mas, ¿qué mujer le guardó?'
;A cuál hombre ves fingir!"
I.o que no le ha de decir,
a decirle comenzó { i ) .
A, tu raro entendimiento,
Diana, mi amor agravia
íi este secreto te encubre,
no a ser mujer, que la causa
de no guardarle es del hombre
que hace de ella confianza,
queriendo que mujer calle
lo que él, siendo hombre, no guarda
Xo es esto deciite yo
secretos, aunque sobraba
tu virtud, para fiarte
cosas más graves y raras.
Sino darte cierto aviío,
para que pongas en guarda
tu honor, porque andan ladrones
alrededor de tu fama.
Estos entretenimientos,
con que pasa sus cuartanas
la reina Antonia, han traído,
entre tantas cosas varias,
una cuestión, en que afirma
I.isardo, y la reina alaba.
que el imposible mayor
para las cosas humanas
es guardar una mujer,
si ella misma no .se guarda.
Con esto, me mandó a nn'
que desde la noche al alba,
y desde el alba a la noche,
vele su honor y su casa.
I Je esto nacen sus tristezas;
tú, bellísima Diana,
fxnlrás guanlarte mejor,
prevenida y avisada.
Huye (k- J, ¡sardo siempre;
no piensen, su talle y galas,
vencer su honor de Rolxrto,
de quien eres noble hermana.
I'or mejor medio lie tenido,
;iuiu|t"- el »•» rr' to iik ( iu arj-'a,
\ii-'t t-i.i 'M.tiy, \ i.iiiiin í.irii líos Jwira
avisarte claramente
de lo que en palacio pasa.
Disimula, y sepa Antonia,
con experiencia tan clara,
que el imposible mayor
es vencer tu honor y fama.
{Va^e.)
Di A. Entre ignorancias del nmndo,
ninguna he visto mayor;
después del primero error,
hizo este necio el segundo.
¿Con qué ingenio, con qué llave
guardar quiere ima mujer?
Roberto quiere saber
ciencia que ninguno sabe.
Que es el mayor imposible
verá muy presto por sí,
porque ya me toca a mí
que no parezca posible.
Este otro necio también
me alaba el valor de un hombre
de tanta opinión y nombre,
y que todos quieren bien,
y avísame que me guarde
de lo mismo que me alaba,
cuando yo de amor estaba
más segura y más cobarde.
De los viejos, los consejos
son de grande estimación;
mas si mozos necios son,
¿han de ser discretos viejos?
Xo, que no muda la edad
el ingenio. Al fin, mi hermano
a mi costa quiere en vano
seguir su temeridad.
De suerte que por guardarme,
para salir con su intento,
querrá de mi casamiento
la ventura dilatarme.
Yo he mirado atentaniíutf
a Lisardo, y me pesaba
de ver que no me pagaba
este amoroso accidente.
Pero ya (]ue mi fortima
me ha traído la ocasión,
aunf|ue fué por ilusión,
no pienso perder ninguna.
(Siilt- Cr.i.iA, crUida.)
Ci:i.. Cierto mercader flamenco,
con muchas curiosidades
<le vidrio y de oro también,
jjasaba por nu stra calle,
JORNADA PRIMERA
591
Día.
Cei..
Día.
Cei..
y por la reja me dijo
que hiciese que le comprases
algunas cosas, señora,
de las que en la caja trae,
y que me daría a mí,
por el dicho corretaje,
dos papeles de alfileres
y un poco de lo que sabes,
que nos aliña los rostros;
¿qué dices? ¿pcdré llamarle?
;Mi hermano está en casa?
No.
¡Llámale!
Merced me haces.
Ram.
Entrad, monsiur, o quien sois.
Día.
(Ramón de buhonero.)
Ram.
Ram.
El cielo, señora, os guarde
los años de esa hermosura
Día.
por infinitas edades.
La fama de que tenéis
Ram.
buen gusto, pudo obligarme
a enseñaros varias cosas,
recién venidas de Flandes.
Abro con \-uestra licencia,
y escoged lo que os agrade.
aunque no tengáis dineros,
que no aprieto que me paguen
Cel.
las damas que no los tienen,
Ram.
porque bien puedo fiarles
un año y dos, aunque veis
que traigo este humilde traje.
Día.
Día.
;De dónde sois?
Ram.
Ram.
Del país
de Henao.
Día.
Famosos lugares
dicen que tiene.
Ram.
Es demás
Día.
la fortaleza notable;
Ram.
pero Valencina tiene
para ciudad bellas partes,
y el celebrado reloj,
Día.
que muestra el curso admirable
de la luna y los planetas.
Día.
Algunas cosas mostradme.
Ram.
Si queréis joyas de precio.
Ram.
tiene cuarenta diamantes
Día.
este Cupido.
Ram.
Día.
A Cupido
mas tierno suelen pintarle.
Ram.
Antes de diamantes es
por los que dan los amantes.
Día.
Día.
Ellas son piedras famosas;
mas de calidades tales,
que vendidas en la joya
del platero que las hace,
tienen el valor que él quiere;
y si después de comprarse
se quieren vender al mismo,
la mitad apenas valen.
A las mujeres parecen:
que si llegáis a rogalles,
se venden por grande precio,
y si ellas ruegan, de balde;
pero yo no he de querer
precio tan exorbitante
por los diamantes que veis.
Mas, ¿qué, queréis engañarnie
con algunas piedras falsas?
No puede ser que os engañe,
pues no he de llevar dineros.
¿Qué, sin ellos quieres darme
las joyas?
Sí, porque sé
que puede de vos fiarse
hasta el alma de un secreto,
que es más que diez mil diamantes.
Este es un bello delfín,
con diez zafiros, que hacen
las escamas.
¡Linda joj-a!
Este es un famoso Marte,
armado como le pintan
los poetas celestiales.
¿Celestiales?
Sí, que son
de los cielos los que saben,
a diferencia de aquellos
que el monte Parnaso pacen.
Tomad, no os acobardéis.
Animo tenéis.
Tan grande,
que un diamante os puedo dar,
tan grande como un amante.
Aguardad, no le encubráis.
¿Ouéesesto? ¿Es, por dicha, imagen?
(Hace Ramón como que esconde un retrato.)
Xo, señora.
¿Pues quién es?
Cierto retrato de un naipe,
que tengo de guarnecer,
porque quieren presentarle
a cierta dama.
Mostrad.
¡Buena cara!
59^
EL .MAYOR IMPOSIBLE
Ram. El mejor talle
tieue aqueste caballero,
fuera de otras muchas partes,
eiitendimitiito, valor,
¡íracia, bizarría, donaire,
Xeiitileza, condición,
nobleza e ilustre sangre,
que en Ñapóles se conoce.
Di\. Bien es que a un rostro tan grave
las virtudes que decís
honestammte acompañen.
Ram. Eslo tanto, que en su vida
mró a mujer, aunque hablase
con ella; que para una
quiere el aiuor que se guarde.
En ésta días y noches
piensa, y no quiere que hablen
de cuantas Xápoles tiene
sus amigos y sus pajes.
Con ser querido en extremo
de muchas, que aún ayer tarde .
una lloraba conmigo
que aun apenas la mirase,
después de un año de amor.
Día. ¿Sabes quién es?
Ram. Si guardarnu-
queréis .secreto, os diré
lo que perdido le trae.
IJIA. Callar prometo.
Rail Xo es poco
Día. Xi mucho, aunque tú te espantes
que haya mujeres tan cuerdas
que cosas que importen callen.
Ra.m. , Conocéis cierta Diana
Ix-llísima, y perdonadnie
que la alabo en vuestros ojos,
sin que su belleza agravie,
de cierto Roberto hermana,
parienta del Condestíibk-
«le Aragón, que es gentilhombre
de la Reina"'
Día. Ya sé las partes
de esa dama cjue decís,
porque en Xáj>oles a nadie
hace la m.-rced (jue a mí:
siempre an»lamos juntíis.
Ram. iJadm-,
el retrato, y estas joyíis
«•n ca.sa pueden (juedarse,
que de.spacio las veréi.s.
Día Ix- la.s joyas no .se trate,
que nu he de tomar ninguna,
sólo el retrato dejailuí •,
Ram.
Día.
I RA^L
Día.
Ram.
Día.
Ram.
Día.
Ram.
Cel.
Día.
Cel.
Día.
Ckl.
Día
Ckl
Día
que bien le podéis fiar:
porque yo quiero enseñarle
a la dama a quien decís.
Que no habrá quien mejor trate
de obligarla a que le quiera.
Bien sé que puedo fialle,
pero no puedo atreverme
a que un momento me falte,
porque pedírmele puede,
sin alguna prenda grande.
Esta cadena.
Xo es cosa
que precio apreciado vale,
que en fin es un naipe f olo,
aunque tal vez vale un naipe
si llega con buena suerte,
que el dueño un tesoro gane.
;Y si yo otro naipe os doy?
Como ese rostro retrate,
será prenda igual del mío.
Pues tomad éste y giiardadle.
¿Cuándo me mandáis volver?
Volved, en diverso traje,
mañana.
Quedaos con Dios;
que bien puedo asegurarme,
pues por el rostro de un hombre
llevo el retrato de un ángel.
(Va-.e.)
¿Qué has hecho?
Dar principio
a un pensamiento notable:
este flamenco es fingido.
Bien puede ser que te engañes;
pero estas preciosas joyas,
no es posible, que no salen
de algiuia aljaba de amor;
¿por qué de tomar dejaste
dos o tres de las mejores?
Que yo, como nmchas hacen,
le pesqué famosamente
dos bellas randas de Irlandés
y un abanillo de platíi.
La joya más importante
para mí es aqueste rostro;
no diamantes, no balajes,
no rul)íes, ni amatistas,
(|Ue adornan oro y esnialtes.
¿Conoces al dueño?
Sí.
¿Quién es?
Li.sardo.
JORNADA SEGUNDA
593
Cei.
No te espantes
tan cansada enfermedad.
que nv^ admire.
Rindamos aqueste necio,
Día.
Ven couaiigo,
que ha puesto en tanto desprecio
donde despacio te hable.
nuestro ingenio y libertad.
que el imposible mayor
Conozca que la mujer
de cuantos el mundo sabe.
es un vaso de cristal.
es guardar una mujer
para el bien y para el mal.
si ella no quiere guardarse
IvIS.
vSí, porque puede tener
licor precioso y veneno.
Ram.
Mire qué mal la guardó;
no, Lisardo, porque yo
darte el retrato condeno;
mas por que sepa Roberto
que es guardar, si tiene amor
JORNADA SEGUNDA
una mujer, el mayor
imposible.
(Salen la Reina y I^isardo.)
Lis.
Este concierto
Reí.
Ya de tu parte no ofenden.
que habemos hecho adivina,
Lisardo, tu voluntad,
y aunque ha comenzado bien (i).
si el principio es la amistad
a pagar mi amor se inclina.
de los hechos que se emprenden.
Temo que adelante sea
Lo más tienes hecho, en fin.
más cuidadoso que agora.
bien te puedes prometer
que en el aviso, señora,
del principio, que ha de ser
mal el engaño se emplea.
alegre y dichoso fin.
Si bien de aqueste criado
Mué.strame el retrato.
gran confianza he tenido.
Lis.
Aquí
pues sobre ser atrevido.
viene, señora, el retrato.
tiene un ingenio extremado.
Reí.
No ha sido el pincel ingrato.
Con este norte navego.
Lis.
Ni yo al dueño.
Reí.
¿Tanto sabe?
Reí.
¿Cómo ansí?
Lis.
Es de manera
Lis.
De burlas pensé querer.
que en Troya otra vez pudiera
de veras la quiero ya.
meter el caballo griego.
Reí.
¿Burlaste?
Reí.
¿Podréle ver?
Lis.
Presente está
Lis.
No es persona
quien lo debe de saber.
digna de tus ojos.
Pregunta aqueste retrato
Reí.
Quiero
si merece esta belleza
verle y hablarle.
amor.
Lis.
¡Rugero!
Reí.
La mayor tibieza
enciende, Lisardo, el trato.
(Sale un Paje.)
Lis.
No hay cosa más de temer.
PAJ.
¡Señor!
Reí.
Si sólo de ser tratada
Lis.
Advierte, 3' perdona.
una hermosura pintada,
que es hombre vil.
tal efecto puede hacer,
Reí.
Ya lo entienc
tema, Lisardo, la viva
Lis.
Llama a Ramón.
el que comienza burlando;
PAJ.
Voy por él.
que el aroor más dulce y blando
Reí.
Tratemos los dos con él
tiene el alma vengativa.
el engaño que pretendo;
Pero a ti te está muy bien,
que no puede resultar
pues agradecen tu amor.
daño de mi información.
y a mí, Lisardo, mejor
para entretener también
(I)
Falta un verso a esta redondilla.
XII
38
?94
i:i. MAYOR IMPOSlül.i;
Us.
Rki.
Ram.
Paj.
Reí.
Ram.
Reí.
Ram.
Reí.
Ram.
Rki.
Ram.
Rki.
Ram
Y mientras viene Ramón,
Ivisardo, te quiero dar
esta carta de mi esposo,
si es que mi esposo ha de ser
Alfonso.
Xo hay que temer
en concierto tan dichoso,
más de aquella dilación
que causa tu enfermedad.
Mas mira la brevedad
con que ha venido Ramón.
Pues allá podrás despacio
leer la carta mejor.
(Ramón y el Paje.)
;A mí la reina?
Tu humor
corre hasta el mar de palacio.
Mas ya con Su Alteza estás.
Aguarda. Rugero, afuera.
¿Sois vos Ramón?
¿Quién pudiera
ser sino yo?
Llegaos más.
Mucho me huelgo de veros.
¿Qué jardín o qué edificio
soy yo?
El mayor artificio,
desde los siglos primeros
de la gran naturaleza,
fué el ingenio, y el más digno
de estimación.
Soy indigno
del favor de Vuestra Alteza;
mas tal vez Isopo fué
al filósofo, su dueño,
de provecho, y un pequeño
ramo levantar se ve
.sobre un muro, si él le ayuda.
Grande artificio tuviste;
notable principio diste
a empre.'-a de tanta duda;
Lisardo me lo ha contado,
el retrato tengo aquí.
Principio a esta empresa di
con pecho determinado;
lo demás haga, señora,
la fortuna.
Tú has (le s( r
la fortuna.
Si he df iiii(( r
algo en tu servicio agora,
adviértenu-, que atjuí estoy.
Reí.
Rendir aquesta mujer.
hasta que lo venga a ser
de Lisardo.
Ram.
Yo te doy
palabra, que si estuviera
en su casa...
Rki.
¿Y no podrías
entrar, por algunos días.
en ella?
R.\M.
Yo bien pudiera.
con una cierta invención.
donde no sólo la hablara.
mas para Lisardo hallara
puerta, lugar y ocasión;
mas es muy dificultoso.
Reí.
Dila, a ver.
Ram.
Este Roberto
está tan desvanecido
de que tiene parentesco
con el famoso Almirante
de Aragón, y el casamiento
que tratas con don Alonso,
ya de Castilla heredero,
ha hecho comunicarse.
con más amor, estos reinos;
si me dieses seis caballos
de España, a fingir me atrevo
con otros tantos criados,
que los llevasen del diestro.
qixe de España los envía
el Almirante a Roberto.
Haré que digan las cartas
que porque noticia tengo
del modo de su crianza.
me manda quedar con ellos.
Si quedo en casa, señora.
como lo tengo por cierto.
yo daré puerta a Lisardo.
Reí.
¡Qué notable fingimiento!
Haz prevenir seis caballos.
Ram.
^Manda que vengan cubiertos
de ricas mantas.
Lis.
La firma
del Almirante, que tengo
en cartas suyas, será
fácil, a lo que yo creo.
de contrahacer.
Ram.
¿Esto dudas?
Con lo poco (jue yo entiendo.
te la pintaré de molde.
Rki.
Si sales con este enredo,
.seis mil ducados te nuuulo.
Ram.
Seis mil años el gobierno
JORNADA SEGUNDA
595
Reí.
Ram.
de Nápoleg y Aragón
tengas, y de Alfonso d Bxicno
tantos hijos, de los hijos
tantos nietos, de los nietos
tantos biznietos, que lleguen
tus choznos al Sacro Imperio
de Roma y Constantinopla.
De médico darte quiero
salario, que mis cuartanas
no tienen remedio en ellos,
y de ti esperan salud,
pues contigo me entretengo.
Si yo soy médico tuyo,
dos higas para Galeno,
seis para Avicena y diez
para Hipócrates.
(I'asr Ix Reixa.)
de que estoy perdiendo el seso.
Cel. Que ha destruido, confieso,
tus intentos.
Día. ¡Ay de mí!
Pero no piense mi hermano
tan fácilmente vencer
im ingenio de mujer,
porque es pensamiento vano.
Oue antes el número incierto
dirá de su arena el mar,
y al cielo podrá contar
todas sus luces Roberto,
a los árboles las ramas
Cel.
Día.
Cel.
Día.
Lis.
Yo pienso.
Cel.
Ramón, que también mi amor
Día.
tendrá remedio en tu ingenio.
Ram.
Dame el pulso.
I.IS.
Estoy perdido.
Cel.
Ram.
Sangrarte mañana quiero
de aquestas desconfianzas;
que en purgándote de celos.
Día.
quedarás como un halcón.
Lis.
Muero de amor.
Ram.
Y yo nmero
de amor de seis mil ducados.
ROB
Lis.
¡Ay, que burlando y riendo,
suele amor salir llorando!
Pul.
Ram.
Yo quemaré mis enredos,
si se escapare mujer
de los tiros del dinero.
(Vanse.)
(Salen Celia y Diana.)
ROB
Ful.
Cel.
¿Qué, te halló el retrato?
RoB
Día.
Sí,
Fl-L.
ROB.
Ful.
ROB.
y a, las ramas verdes hojas,
a quien ama, las congo j;as,
y al fuego sus vivas llamas,
que impida el aventurarme
a ser nmjer de Lisardó;
porque si yo no me guardo,
¿quién puede, Celia, guardarme?
¿Pues qué remedio ha de haber
si su retrato te halló?
¿Y para qué quiero yo
el ingenio de mujer?
Si le halló en la almohada
de tu cama, ¿le podrás
negar, señora, que estás
de Lisardo enamorada?
Sí, que al instante escribí
a un criado de Lisardo,
el remedio que ya aguardo.
¿Remedio?
Digo que sí,
y que ha de quedar mi hermano
desengañado y contento.
Sin duda, tu entendimiento
excede al límite humano.
El viene.
Y con él, Fulgencio.
I }'anse.)
Sahn Roberto y Fulgencio.)
Mi daño se declaró.
Nunca el honor se perdió
a la sombra del silencio.
En la cama de mi hermana
un retrato de Lisardo;
¿cómo en matar me acobardo,
mujer tan loca y liviana?
¿Qué más pudieras decir
si al mismo Lisardo hallaras?
Pues, Fulgencio, ¿en qué reparas,
siendo tan justo inferir
el deshonor que recibo?;
pues si en su cama he hallado
hoy a Ivisardo pintado,
mañana le hallaré vivo.
Xo fué la dificultad,
donde el honor se asegura,
guardarle de una pintura.
¿Pues de quién?
De la verdad.
Todo es justo que me asombre,
y advierte en su falso trato
que por donde entró un retrato,
podrá entrar después un hombre.
596
EL MAYOR IMPOSIBLE
Ful..
ROB.
Ful
Roa.
Ful.
ROB.
Ful.
ROB
Ful.
ROB.
Día.
ROB.
Día.
Roe.
Dla.
Roe.
Día.
¡Qué bien mi casa guardaste!
¡Qué bien la fié de ti!
Échame la culpa a mí
de lo que no me mandaste.
Tu casa es cosa nmy llana
cjue cuidadoso guardé;
pero no te aseguré
la voluntad de tu hermana.
¿Cómo puedo yo guardar
una tan libre potencia,
ni a un alma hacer resistencia
para que no pueda amar?
¿Qué hombre has hallado aquí?
Si mi casa se guardara,
ni aun este retrato entrara,
y más adonde hoy le vi.
¿Por dónde entró?
¿Vo qué sé?
En las ciudades cercadas
de almenas, lanzas y espadas,
entrar un pliego se ve,
tirado con una flecha;
con flecha le tirarían
ese retrato.
Sí harían,
pues fué a la cama derecha .
Pues, vive Dios, que a tener
sangre...
Di alguna quimera.
Que el retrato la vertiera.
¿Es tu hermana tu mujer?
\'ilí«imos hombres .son
hermanos, padres, parientes
que sufren.
No los afrentes
con tu mala condición.
Que sufren tales agravios;
porque en llegando a maridos,
me taparé los oídos
y me taparé los labios.
(SaU DiA.NA u escuchar.)
¿Has diclio ya cuanto sabes?
¿Tú estás aquí?
Y esto}'
aquí.
jDc.sdicliado soy!
No suelen los hombres graves
Jiablar fie su honor ansí.
¿ Pues cónjo?
Con más cordura,
\}(jTí\\ic c» vidriíí, y se avcntut-a...
va entiendes.
RoB. Si es vidrio en ti,
yo le doy por ya quebrado.
Dl\. Yo no, que Celia me dio
este retrato que halló,
v que en mi cama has hallado;
que si sospeclicso fuera,
claro está que lo guardara
después que me levantara.
RoB. ¿ Pues cómo o de qué manera
Celia se le pudo hallar?
Cel. \'in¡endo de misa ayer,
mirando al suelo, por ser
más recatada en mirar.
Vví,. Espera, que por la calle
suena un pregón.
Día. El retrato
pregonan.
Ckl. y no es ingrato
su dueño, que quien le halle
promete cuarenta escudos.
Ful. Roberto, cosas de honor,
por señas es lo mejor
tratallas, como los mudos.
Dame el retrato, que quiero
certificarme de todo.
(Vase y lleva el retrato. J
RoB. Ve, Fulgencio, 3' haz de modo
que te asegures primero.
Ckl. Manda qvie me den a mí
los cuarenta escudos.
Ron. I-uera
bajeza.
Cel. Yo la tuviera
por grandeza para mí.
RoB. En hallazgo de mi honor
quiero darte esta cadena.
Cei,. Ya me has quitado la pena,
con darme halla/go mejor.
R()15. Hoy a mi hermana traeré
una joya de diamantes,
v, de celos semejantes,
el perdón le pediré;
que si supieses, Diana,
lo (jue me importa guardarte,
disculparías en parte
mis celos.
Día. Yo soy tu hi-rmaiia;
¿para (|ué guardas me pones?
Porque si has de ser casado,
quedarás mal enseñado
en mayores ocasiones.
Nunca enseñes a querer,
JORNADA SEGUNDA
597
ROB.
con despertar los dormidos;
que es en celos mal pedidos
la mejor mujer, mujer.
Que si el paso les allana
el aviso y la tercera,
la más diamante es de cera,
y la más cuerda, de lana.
Los femeniles antojos
nos destruyen advertidos,
que vemos por los oídos
más veces que por los ojos.
Que algún necio que profana
la virtud de nuestro pecho,
a puros celos ha hecho
la más honesta, liviana.
Que pueden celos hacer,
no siendo ocasión forzosa,
loca la más virtuosa,
y la de más ser, sin ser.
Diana, perdón te pido,
y de tu honor satisfecho,
del agravio que te he hecho
mil veces perdón te pido.
Tomaré enmienda bastante
en la vergüenza que tengo .
(Sale Fulgencio.)
Fui,.
Satisfecho, señor, vengo,
cuanto me ha sido importante.
Las señas todas me dio.
de la pintura, un hidalgo,
sin que discrepase en algo,
y el hallazgo me ofreció.
Mas dije que en esta casa
no se toma por hallar
retratos.
ROB.
Puédole dar,
Fulgencio, de lo que pasa.
Ful.
Y tú a mí mucho mejor.
RoB.
¿Cómo?
Ful.
A la puerta te aguarda
del gallardo aragonés.
un presente y una carta.
ROB.
¿Del Almirante?
Ful.
Del mismo.
ROB.
¿Presente?
Ful.
El mejor de España
ROB.
¿De qué suerte?
Ful.
vSeis caballos,
que cualquiera de ellos basta
a dar a Córdoba honor;
I
bien puedes mandar mañana
que te empiedren el zaguán.
ROB.
que al son que los frenos tascan,
llevan el compás los pies:
con tanto concierto danzan.
Las armas del Almirante,
las aragonesas barras
traen bordadas de tela
sobre cubiertas de grana.
Trae un baj-o, cabos negros,
la crin en cintas de nácar,
que aunque es encarecimiento,
puede invidiable una dama.
Corto de cuello, un rosillo
fuego por los ojos lanza;
y un castaño, con bufidos
parece que al toro llama.
Dos rucios son tan iguales,
que no harán en una entrada,
en España, diferencia,
digo en sus juegos de cañas.
Bizarro muerde un overo
el bocado, con tal gala,
que me obligó a descubrille,
por las cubiertas, las ancas.
Todos, en fin, son de suerte
que en el carro de la Fama
perdieron de ir solamente,
por ser de colores varias.
Da licencia al que los trae,
para que te dé las cartas.
Entre mil veces, Fulgencio.
(Entra Ramón, ga án.)
Ram.
Dame esos pies.
ROB.
Mucho errara
♦
a quien los brazos merece,
que son las puertas del alma.
¿Venís bueno?
Ram.
Y muy honrado
de serviros.
ROB.
¿Cómo os llaman?
Ram.
Don Pedro.
ROB.
Señor don Pedro,
esta es vuestra propia casa.
Ram.
Esta es del Almiranle,
mi señor.
ROB.
Quiero be 'arla.
Ram.
Leed, mientras voy a dar
un recado a vuestra hermana.
Dadme, señora, los pies.
Día.
Seáis bien venido.
Ram.
Madama,
yo no sé las cortesías.
xii de esta tierra la usanza.
i98
KL MAVOk IMPOSini.i:
Día.
Ci:u.
Día
Ci:i.
Ron
El Almirante me dio
fU esta pequeña caja
cierta joya.
Celia, escvieha
líscucha. Celia
;Q}1í: mam'as-
¿Xo es éste el trances que trujo
ti retrato, Ctlia?
Calla,
que te engañan los deseos.
CMd esta carta, Diana,
(I.ee ¡a carta.)
«Mi.utras nos vcm^s en Xápole.s, primo y
señor mío, que ya se queda aprestando el
Príncipe, mi señor, envío a ^-uestra st noria esos
caballos, suplicándole no tenga a servicio ti
enviárselos, sino el llevárselos don Pedro, mi
caballerizo, para que se los gobierne, a quien
suplico honre en su casa, que es hidalgo que lo
merece. Dios guarde a ^-uestra señoría.- -El A l-
miranti' ae Nápoks y Aragón.»
Mucha razón ha tenido
mi primo, de encarecer
al (ju.- los viene a traer.
Día. La mayor merced ha sido.
Ram. Soy muy vuestro servidor.
RoH. Con tu licencia, los quiero
ver.
Día. Yo. aunque mujer, espero
el verlos despué.s mejor.
RoB ¿Cómo?
Día. Porque irás en ellos.
Ron Favor, coma tuyo.
Ra.m. Voy
d.ilante.
R'íH A fe de quien .soy
que he de estar loco con ello.s.
( l'ame Ramón >• Küuiírto.;
Día Mientras los caballos mira
Roberto, al fin, caballero,
mirar mis diamantes quiero.
¡Ay!, ¿qué es esto?
Cki.. ¿Qué te admira?
Día S<j1o anuí viene un pajKl.
Cki.. ¿Papel sólo?
Día .\brirle quiero;
que si no me engaño, espero
mayores joyas en él.
(Lee el l'apcl.)
«Diana hermosa: Las esperanzas de tu ce-
loso hermano, mis dirigidas a susteiitar su
opinión que procurar tu remedio, me obli-
s;an a solicitar con industria lo que fuere im-
posible de otra suerte; a tu retrato di lugar
lu el alma y para hablarte hice que ese astu-
to criado mío fingiese venir de España con ese
presente; dale la orden que te parezca más a
propósito, que yo para ser tuyo, pondré m.i vida
a tantos peligros como la fortuna (juisierc,
l'.a^ta que seas mía. — Lisardo.»
¡A}-, Celia, bien sospeché
cuando el hombre conocí!
C];i.. Mucho aventura por ti.
Día. Amor el primero fué
(lue dio principio al engaño.
Tur])ada estoy.
Cki.. Con razón.
Di.\. No nace mi confusión,
Celia, de temer mi daño.
Cki,. ¿Pues de qué?
Día. De no saber
si es cierta la voluntad
de Lisardo.
Ckl. El ser verdad
lo da el peligro a entender.
Día. vSi nace de una porfía
este amor, no será amor.
Cki.. Mucho ofende tu valor
tal desconfianza.
Día. Es mía.
Cki,. ¿Tú quiéresle bien?
Día. Le adoro.
Ciíi.. ¿Pues cuál tan necia mujer
no sabe hacerse querer
sin perder de su decoro?
¿No has visto un esgrimidor,
que una herida imaginada
tienta la contraria espada
para acertarla mejor?
¿Y no has visto al cjue torea
no acometer sin mirar
jior dónde podrá .sacar
el caballo, que de.sea
que salga libre del toro?
Pues tal, señora, ha de ser,
con el hombre, la mujer,
para guardar su decoro.
Tiéntale la voluntad
antes de entregarle el alma,
(jue más llana que la palma
conocerás la verdad.
Día ¿Luego los hombres uo saben
fingir"^
JORNADA SEGUNDA
59¿>
Cei,. lya mujer discreta
no da lugar a esta treta,
para que después se alaben.
¿Quién no sabe enamorar?
Tuviera yo tu hermosura,
que yo hiciera a la más dura
piedra en cera transformar.
Que muchos hombres llegaron
con ánimo de fingir,
que no aciertan a salir
de donde burlando entraron.
Día.
Ram.
(Sale Ramón.)
Día.
Ram.
¿Puédote seguro hablar?
Día.
. La carta, Ramón, leí,
Lisardo me pide aquí,
por esta invención, lugar
para verme con secreto;
pero yo confusa estoy.
Ram.
Ham.
Si yo el remedio te doy,
¿tendrá su esperanza efeto?
Día.
¿Qué remsdio puedes darme?
Ram.
¿Ya no estoy en casa?
Día.
Si.
Ram.
Yo hallaré puerta.
Día.
Es ansí,
mas será para matarme;
que está mi hermano advertido.
y apenas entra criado
Día.
sin ser mil veces mirado
Ram.
y otras mil reconocido.
Día.
Ram.
Pues ésa ha de ser la gala,
y esta noche te ha de ver.
R.\M.
Día.
¿Cómo, si al anochecer.
desde la cuadra a la sala,
Día.
está hecho centinela
Ram.
hasta que me acuesto yo?
Día.
Ram.
¿Es tu hermano lince?
Día.
No;
pero está avisado, y vela.
Ram.
Ram.
¿No hay jardín en esta casa?
Día.
Y con una hermosa fuente.
Día.
Ram.
Pues haz que en ese jardín,
contigo esta noche cene,
que yo, después de cenar,
haré que conmigo juegue
o se entretenga algún rato;
mientras, levantarte puedes
a hablar con Lisardo.
Ram.
Día.
¿Estás
loco?
Ram.
Lo que digo entiende,
que yo te pondré a Lisardo
I (i) Hart
entre yedras o laureles.
La fuente tiene unos arcos
de arrayán en las paredes;
pero es imposible entrar
Lisardo; que él mismo (i) tiene
las llaves, o aquel Fulgencio,
que es su alcaide o su teniente.
Vestido de ganapán,
haré que Lisardo entre
con licencia de Fulgencio,
si la noche lo concede,
con un arca de mi ropa.
Sí, ¿pero no ves que tiene
de salir luego?
Es verdad,
pero el mismo engaño es ése:
porque dentro de un vestido
han de venir dos, de suerte
que un cuerpo sólo parezca,
que el arca forzosamente
los cubrirá d?sde alto;
y luego que me la dejen
en mi aposento, saldrá
el hombre que con él fuere,
y quidaráse Lisardo,
para que después le lleve
al jardín, donde te hable,
antes que Roberto llegue.
¿Dos hombres en imo?
Sí.
¿Y si sacan luz cuando entren?
Haré 5^0 que con el paje
quien trae el arca tropiece,
por que le mate la luz.
¡Qué temor!
No ama quien tem?.
Aliora bien, esto es amor.
El de noche se entretiene
con dos criados que cantan.
Pues haz que al jardín los lleve,
que será linda ocasión.
Habla a mi Lisardo.
Tenme
por hombre, que has de ser suya
y él tu esclavo eternamente,
o no ha de haber en el mundo
noche encubridora siempre.
Transformaciones de Ovidio,
jardines, yedras y fuentes,
arcas, ganapanes, llaves,
celos, necios y alcahuetes.
Hartz. enmendó «uii hermano».
6oo
EL MAYOR IAIPOSIBLH:
Día. IJévale esta banda.
R-\M. Muestra.
Día. Di que del color se acuerde.
Ram. Plega a Dios que a posesión
tales esperanzas lleguen.
(Vanse.)
( Salen JL.I&KV.OO y Alb.vno.)
TjSARDO.
Agravio hiciera a la amistad, Albano,
que los dos profesamos tan estrecha,
*si no os dijera la verdad.
Albaxo.
En vano,
\-uestro silencio me causó sospecha.
Bien sé que amor, dulcísimo tirano,
pasó ^•uestra alma con dorada flecha;
que siempre esta pasión es conocida
en la nueva mudanza de la vida.
De los amigos, y aim de si pretende,
quien ama, retirarse, y, apartado,
de quien más se fiaba, se defiende;
consejo sólo trata su cuidado;
la compañía y la amistad le ofende,
hasta el punto que sabe que es amado;
que entonces el placer miímo le obliga
a que le aumente, comunique y diga.
Lisardo.
Albano: yo no amé por accidente;
a Diana amé por elección, Albano;
la Reina, melancólica y doliente,
autora fué de lo que pierdo o gano.
Por dalla gusto amé; mas nadie intente
amar, que tiene la oca.sión en mano,
la puerta abierta, amor para la entrada,
y los sucesos, al salir, cerrada.
Tal vez, al parecer, la blanca aurora
sale serena, y llueve al mediodía;
tal vez que panla y rk-.scontenta llora,
ton más rayos el .sol de.spués envía.
Y así tal vez de burlas se enamora
quien de su eugaño y libertad confía,
y así mi engaño, Albano, no parece
sale con sol. con agua me antK-hece.
Al.IlANO.
!)<• Iri (orresyKiUílencia el amor n;u<
I.lSAkrxj.
Ansí lo dijo, a Venus, cierta dioia.
AlBANO.
Luego si os ama a quien amáis, no os hace
agravio amor.
Lisardo.
La condición celosa
de Roberto me mata.
Albano.
Annque más trace
guardar su hermana, es imposible cosa,
que del principio que me habéis contado
5'a he visto su locura en su cuidado.
Mirad si, con la vida y con la hacienda,
os puedo yo servir.
Lisardo.
Besóos las manos.
La Reina, que me manda que esto emprenda,
hará los pasos al camino llanos;
por le demás, cuando el peligro entienda
amenazar mis pensamientos vanos,
mi vida fiaré de vuestra espada.
Albano.
Xo os doy la mía, que os la tengo dada.
(Sale Ramón.)
Ramón.
¿Habíate de hallar?
Lisardo.
¿Dónde vas, necio?
Ramón.
¿Podrcte hablar?
Lisardo.
El alma mi^ma fío
de Albano.
Ramón.
Y con razón.
J,ISARDO.
un leal amigo.
No tiene precio
Ramón.
Y un señor tan mío.
Los caballos llevé, que harán de.'^precio
a los del sol por el invierno frío,
que es cuando sacan para el ticmjw iguales
paramentos de granas orientales.
I/a carta recibió, diónie apo.sento;
di la tuya a Diana y quiere hablarte.
JORNADA SEGUNDA
60 1
¿Hablarme?
LlSARDO.
Ramón.
Aquesta noche.
LlSARDO.
Tal contento
a peso de oro intentaré pagarte;
mas paréceme loco atrevimiento
a tan grande peligro aventurarme.
Ramón.
Más te parecerá después de visto.
LlSARDO.
¿Qué manzanas hespéridas conquisto?
¿Qué reservado vollocino de oro?
¿Qué nuevo mar que nunca sufrió nave?
¿Qué dragón fiero, qué encantado toro?
Ramón,
Artes de Medea vencellos sabe.
Mientras guarda el avaro su tesoro,
forja el ladrón la cautelosa llave,
Los dos habéis de entrar.
LlSARDO.
¿Los dos?
Ramón.
De todo
sabréis despacio, en nuestra casa, el modo:
Lisardo ha de quedar, y saldrá Albano;
pero no os detengáis, que ya la frente
inclina el sol al húmedo Océano,
y oro y púrpura baña el occidente.
LlSARDO.
Albano amigo: no hay peligro humano
que, si me ayudas tú, mi amor no intente.
Fen.
Día.
Fen.
Día.
Fen.
Día.
Fen.
Mil vidas perderé.
Albano.
Ramón.
Seguidme.
LlSARDO.
¿Dónde?
Ramón.
La noche calla, y el callar responde.
(Vanse. Salen Roberto, Diana, Feniso r Músicos.)
ROB. Pues mi hermana me convida.
ROB.
bien os puedo convidar;
y porque os pueda obligar,
([uiero que lo mismo os pida.
Si de honrarme sois servida,
la cena, señora, aceto.
Convidado tan discreto
reciba la voluntad,
que siempre la brevedad
fué causa de algún defeto.
Hallaréis tantos en mí,
que solos se echan de ver
que no tengáis que temer.
Xo me respondáis ansí,
sino entretened aquí
la conversación un rato,
mientras de servircs trato.
Hacerme merced, diréis
a que nunca me hallaréis
desobligado ni ingrato.
Yo voy, con ^n^estra licencia.
(Vase.)
Volved, hermosa Diana,
que luna tan soberana
suplirá del sol la ausencia,
y mirad que esa presencia
daba tal vida a las flores,
que esforzaban sus colores;
y esta fuente natural,
sobre jaspes de cristal,
cantaba versos de amores.
Xo será, amigo Roberto,
lisonja aquesta alabanza,
si a los méritos alcanza
de su valor claro y cierto;
y del que tiene hoy, advierto
que os ha de hacer muy dichoso.
Antes estoy temeroso
de mi fortuna en tenella,
que cuanto es dichosa y bella,
estoy yo necio y dichoso(i).
Y pues que llega ocasión,
y sois mi mayor amigo,
sabed que son mi castigo
su hermosura y discreción.
Aquella proposición
que hice en la junta pasada,
me tiene el alma turbada;
pues dije que puede ser
el guardar una mujer,
aunque esté determinada.
(i) Así en el ori^íinal. Hartz. enmendó ..inquieto y
celoso».
602
EL MAYOR IMPOSIBLE
V no sé si es mi temor,
que en cuidado semejante
no hay sombra que no me espante,
que es muy medroso el honor.
Pienso que la tiene amor
Lisardo; pero no puedo
hacer más que tener miedo
y guardarla neciamente,
pues hasta la \'ulgar gente
sabe que obligado quedo.
Fen. Tenéis razón de tener
pena de lo prometido,
que ya la fama ha corrido,
y os han de intentar vencer.
El guardar una mujer
tiene mil peligros claros;
pero quiero aconsejaros
que lá caséis, con que cesa
toda la propuesta empresa,
y nadie podrá culparos.
ROB. ¿Con quién os parece a vos,
de los que en la corte están?
1-Y.N. Si no muy rico y galán,
yo soy muy noble, por Dios,
y siendo amigos los dos
me daréis \-uestro cuidado.
Roe. Yo lo doy por concertado,
y vos os la guardaréis.
I-'íix. La mano.
RoB. Aquí la tenéis,
que es más que quedar firmado.
(Sale FcLCENCio.)
Fri.. Don Pedro llama a la i:ueila
con un hombre, que cargado
viene de un cofre.
RoB. ;Xo ha estado
la puerta hasta agora abierta?
Ful. No, señor, ni se abrirá
sin tu licencia.
RoB. Abrir puede.s,
con que asegurado quedes,
y salga el hombre.
VvL. Sí hará,
que hasta que vuelva a salir
me pienso a la puerta e.star,
RoB. I^es acabad de cerrar,
que no ha de volverse a abrir.
Ful. Vo voy.
RoB. Cuidado, l-ulgtini«j.
Ful. Ya está todo preveni<lfA
RoB. Aun «8 temprano.
Día. He íjui-rido
Fex.
Mus.
Fen.
.Mus.
Día.
Cel.
Día.
Fen.
Mus.
que, en este mudo silencio
las voces de dos criados
ayuden a los cristales
de esta fuente.
Y serán tales,
que puedan ser envidiados
de las aves, que estarán
entre esas ramas oyendo
lo que mañana diciendo
por esas selvas irán.
¿Hay algo nuevo?
Una historia
famosa.
¿Es de buena mano?
Cierto poeta temprano,
que escribe por vanagloria,
nos la dio por fruta nueva.
¡Celia!
¡Señora!
Xi un pimto
te muevas de aquí.
Pregunto:
¿hay amante que se eleva
en alta contemplación?
¿Hay ojos negros o verdes?
Tiempo en preguntarlo pierdes;
cena y oirás la canción.
ROB.
¡Diana!
Día.
¡Señor!
ROB.
Escucha.
Día.
¿Qué quieres?
ROB.
Que estés con gusto
que darle a Feniso es justo.
Día.
¿Por qué razón?
ROB.
Porque es nmcha
habiendo de ser...
Día.
¿Qué más?
ROB.
¿Diré tu marido?
Día.
No.
RoB.
Pues palabra he dado yo
de que su mujer serás.
Día.
¿Tan apriesa?
RoB.
Esto ha de ser.
Día.
Entra, Roberto, a cenar,
que te debes de cansar
de guardar una mujer.
(I'ansc los dos.)
Cel. Lisardo tarda; no creo
que ha de ser posible entrar,
que suele amor mal lograr
(U- un alma el justo deseo.
Mas Fulgencio viene aquí.
JORNADA SEGUNDA
60^
(Salen Fulgej:cio y Albano en hdbi'.o de ¿unalnin.)
Vvi.. ¿Dejastes el arca ya?
Ai.H. Ya adonde ha de estar está,
que no fué poco.
Fui.. ¿Es ansí?
Alb. ¿Cómo andáis con tal cuidado?
Fui,. Tiene Roberto enemigos.
Ai.B. Hombre de tantos amigos,
¿se encierra tan recatado?
A la fe, debe de ser
la hermosura de su hermana,
y teme, como es Diana,
que salga al anochecer.
Pues advertirle por mí
de que os dijo un ganapán
de los que en la plaza están
y que un arca trujo aquí,
que no se canse en tener
un cuidado tan terrible,
porque el mayor imposible
es guardar una mujer.
Ful. Salid noramala allá.
¡Ved cuál anda nuestro honor!
(Vanse los dos y salen T.,tsardo r R.\món.)
Lis. ¿Fuese?
Ram. Ya se fué, señor.
Lis. ¿Está aquí Celia?
Ram. Aquí está.
CEL. Cansada estoy de esperarte.
Lis. De milagro entrado habernos
Albano y yo.
Cel. Ya le lleva,
con gran cuidado Fulgencio.
Lis. ¿Cenan ya?
Cel,. Cenando están,
y para entretenimiento
o para mayor ruido,
Diana venir ha hecho
dos músicos.
Lis. ¿Dónde dice
que he de estar?
Cel. En este hueco
de los arcos de esta fuente.
Lis. Celia, desnudarme quiero;
que no me ha de ver Diana
en el hábito que vengo.
Toma, Ramón, este sayo.
Cel. ¿Qné traes debajo?
Lis. Un peto
de armas, y en un tahalí
dos pistolas.
Cei,. Como cuerdo.
Lis.
Ram.
Cel.
Ram.
Cel.
Ram.
Cel.
Ram.
Cel.
Ram.
Dame, Ramón, esa espada;
que, pues prevenido vengo,
y enamorado, en tus manos
dejó fortuna el suceso.
Aquí me escondo.
Y yo me entretengo
contigo.
Temo quererte.
Y yo que me quieras temo.
¿Por qué?
Porque soy amando,
favorecido, tan tierno,
que no hay nieve al sol que fornie
tantos puros arroyuelos.
Persona soy que una noche
dije a un gato mil requiebros,
porque en un balcón movía
la cola sobre unos tiestos.
Para mí cualquier mujer,
como me diga «yo os quiero»,
acabóse, muerto soy.
Pues no es bueno amar tan pre^to.
Yo no puedo más.
Pues yo,
los hombres quiero, y los puercos
gruñidores y bellacos.
Pues a una artesa por ellos.
(Salen
Roberto, Diana. Fexiso y Músico-.)
ROB.
Sacadnos sillas aquí.
Fen.
Corre aquí más fresco el viento,
porque estas fuentes le dan
las perlas que va esparciendo.
Día.
Cantad algo.
Mus.
Una letrilla,
aunque no es nueva, diremos.
ROB.
¿Quién e.stá aquí?
Ram.
Yo, señor.
Roe.
¿Don Pedro?
Ram.
El mismo.
ROB.
¡Oh, don Pe-
^Trujisteis vuestros vestidos? [dro
Ram.
En mi aposento los tengo;
que me ha costado, señor,
trabajo y mucho el traerlos.
ROB.
¿Habéis cenado?
Ram.
A eso voy.
ROB.
¿Los caballos están buenos?
Ram.
Todos están boca abajo.
ROB.
Creólo.
Ram.
Es caso muy cierto.
Rob.
Tiene humor.
Ram.
Y hartos humores
6o4
F.l. MAYOR IMP0S1BL1-:
ROB.
MUS.
RoB.
Día.
R«)B.
Día.
RoB.
Día.
R(ÍB.
Día.
RoH.
lliS.
ROB.
I-KN.
Día.
I- EN.
Día.
I-K.N
Día.
HlíN.
Ro».
Vks.
Va de letra.
Estad atento:
♦Madre, la mi madre,
guardas me ponéis;
que si yo no me ^ardo,
mal me guardaréis.»
Xecia letra.
Antes di.screta.
¿Por qué?
Porque la mujer
no puede gtiarda tener
más conforme y más discreta.
¿Pues no la puede guardar
un hombre?
Roberto, sí;
Tuas si ella se guarda así,
; quién la puede conquistar?
Yo sé que a cierta mujer
pretenden, y que aunque quiera,
no podrá hacer de manera
cjue llegue a más de querer.
Pues yo sé de otra guardada
que está gozando su amante,
y está el celoso delante.
Toda esta cifra me agrada,
Feniso, porque es por ti.
¿Por mí?
Sí.
Dichoso yo...
Fuentes, decidles que no,
y a vuestra sombra cjue .'•í.
Oue merezco tanto bien.
Tanto, que no hay bien mayor.
Fuentes, cantadme el favor
en NTiestras aguas también.
Fuentes que bañáis la cara
cf)n \'uestro blando rocío
de aquel amado bien mío,
mi fe corre a vos más clara:
estas nuevas le llevad.
.\rboles de este jardín:
decid que aquí puso fin
la mayor felicidad,
porque aquí, como Medcjrcj,
jKxlré escribir mi ventura,
en esta corteza dura
si es digna de tal te.sf)ro.
Con esto y \Tiestra licencia,
me voy, que parece tarde.
Yo os acompaño a la puerta,
que es fuerza tomar las llaves.
PrjT eso os daré logar;
Día.
Cet..
Día.
Lis.
el cielo, señora, os guarde.
(l'íDiSi- y quedan Cf.li.\ y Di.'VNA.)
Y a vos os haga dichoso.
¡Hola!, dejadme wn instante;
cierra la puerta al jardín,
Celia, que quiero bañarme.
Ya, señora, está cerrada.
Mármoles, pórfido.s, jaspes
que al cristal de aquesta fuente
le servís de eterno engaste,
dadme el bien que me tenéis.
(Sale l,IS.4RDO.)
Xo pidas, señora, que hablen
las piedras, sino las almas
que escuchan palabras tales.
Quien te ha dicho que es porfía
el venir a enamorarte,
miente, que no et> sino amor,
que de tu hermo.sura nace.
Xo eres tú para elecciones,
ni para burlas de amantes (i),
sino la cosa más bella,
más regalada y suave
que obró (2) la naturaleza
ccn milagro semejante,
dando a un cuerpo cristalino
por alma dichosa un ángel.
Verdad es, Diana hermo.sa,
como la Reina lo sabe,
que tu hermano dio en decir
que tiene por cosa fácil
el guardar una nmjer;
mas que no pudo obligarme
aquesto sólo a fiuererte,
porque muchos años antes
eras tú dueño del alma
que agora he venido a darte.
T,a Reina quiere, Diana,
que te sirva, y esto baste,
para .saber que no ]nu(lo,
cuando quisiera burlarme;
de veras te adoro y quiero;
no dudes de que te cases
conmigo y de que la Reina
ha de abonar mis verdades,
haciéndonos mil mercedes.
¿Qué respondes?
(i) l'.ii el c)rÍRÍ«ial, por errata <•! >ianiaiues».
(2) liJi el orÍKÍi)al '•(lii'i.i. I, a ciiiiiiiiKla es de Ilart-
zcnbiiseh.
TORNADA TPRCF-RA
605
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Que me pagues
tan grande amor, señor mío;
pues siendo el alma tan grande,
como sujeto infinito,
apenas en ella cabe.
Que de burlas o de veras
hables en mi amor [no hables] (i)
en que yo t2nga otro dueño,
aunque mil vidas me falten.
A grande peligro estás,
puesto que lie visto que traes
armas, en defensa tuya.
Por ser tú Venus, soy Marte;
¿qué hará tu hermano?
No sé;
pienso que querrá encerrarme,
luego que cierre las puertas
y que aguarda que me lave.
¿Pues dónde podré yo estar,
para que esta noche pase
larga y pesada sin ti ?
Si tú quisieses jurarme
que estarás donde yo puedo
ponerte y donde descanses,
sin dar, por dicha, ocasión
a que mi hermano nos mate,
bien sé yo dónde estarás.
¿Dónde?
Un oratorio cae
junto a mi cama, y en él
serás esta noche imagen.
A lo menos, bien podré
decir que de amor soy mártir.
Pero no te has de mover,
que sus celos desiguales
han hecho que junto a mí
tenga su cama.
Si hablarte
puedo, cuando esté durmiendo;
pues, como en efecto, baje
la voz, no hay de qué temer
que podamos despertalle;
mi bien, el partido acepto.
Podrás y podré fiarme,
pues te ha de obligar el miedo
a que hables quedo, o que calles.
¿Tú, en efecto, ya eres mía?
No será la muerte parte
para apartarme de ti.
¿Tví, mi bien, podrás dejarme?
Primero el mayor amigo
Día.
Cei..
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Día.
Ram.
Cel.
Ram.
Cei..
Ram.
Cel.
Ram.
Cei..
Ram.
con una traición me mate,
o del enojado cielo
rayos el pecho me pasen,
cuando de sus altos polos,
en confusas tempestades,
del lazo eterno parece
que procuran desatarse.
¡Celia!
¡Señora!
Detrás
de esos verdes arrayanes
te desnuda, que Lisardo
quiero que seguro pase,
porque es el mejor remedio,
con tus vestidos delante
de Roberto.
¿Hablas de veras?
Como esos enredos hace
una mujer a un celoso.
Al fin, no podrá guardarse
si eUa guardarse no quiere.
Si eUa no quiere guardarse,
no hay imposible mayor;
y al que de guardalla trate,
sobre la puerta le escribe,
necedad de necedades.
(i) Estas dos palabras suplidas por Hartzenbusch.
JORNADA TERCERA
(Salen Celia y Ramón.)
Siete días ha que está
Lisardo escondido aquí.
Mil pudiera estar ansí;
mas no, si le han visto ya.
¿Quién le ha visto?
Una criada.
¡Gran peligro!
Ya es forzoso
salir, haciendo animoso
llave de la misma espada.
Fulgencio, con dos criados,
guarda la puerta de día.
Dile que mejor sería
echar aparte cuidados,
pues de noche no hay remedio
ni invención para salir.
Yo le voy, Celia, a decir
que el más poderoso medio
6o6
EIv MAYOR IMl'OSIBLE
es salir con un rebozo
y una pistola en la mano.
v.'Ki.. Dile que es necio su hermano,
celoso y valiente mozo.
(Salín Fulgencio y ¡ios Cri.\dos.)
Vvi.. ;Pues. Celia, tan de mañana?
Aunque fueras centinela.
Ckt.. I<a noche he pasado en vela,
que no está buena Diana.
;Mandáis otra cosa?
Fl'i . No.
Cel. Pues adió.';.
Fri.. No sé qué os diga.
Cri.\. i.° Temor a callar me obliga,
mas .^ombras he visto yo.
Ckia. j.-' Sombras, y aun cuerpos dirás.
I-'t"!.. ;Cuerpos? ^;Cómo, si yo he sido
el que no se ha dividido
de aquesta puerta jamás?
Un átomo, vive el cielo,
es imposible que entrase.
Cri.v. i.^ ¿Pues hay sol que puertas pase
como amor?
l"'"r Tengo recelo
(jue este don Pedro es fingido:
mucho priva con Diana.
Cl'lA. 2.'-' ¿Cuál imposible no allana
este amor, siempre atrevido?
Cria, i . ' Es treta bien empleada
en un celoso cuidado.
-'^^ '■• ¿Qué ^s esto?
Cria. i. Un hombre embozado.
con una pistola armada.
(I.ISAROO saU rebozado.)
i.i" Dejen Jibre la puerta,
pues busco la puerta sola.
A llave de una pistola,
cualcjuiera hallarás abierta,
rónganse a un lado los tres.
(Va^f.)
>íi\ió Ubre.
¿Hay tal maldad?
¿A un noblí- tal lilx-rtad '
Industria fué, no interés.
jVive Dios, que en e.stc ])unto
qui.sicra que disparara
la jíistola y me matara!
(Sale KoBKRTO.)
¿Qué es esto?
rri,
I.i-^.
li I..
Cria. i.
CRLA. 2.'
I'tí..
Koi).
Fii.. Yo estoy difunto.
Ron. ¿Qué es esto? ¿Cómo no habláis?
¿De qué tembláis? ¿Qué tenéis?
¿Cómo no me respondéis,
y turbados me miráis?
¿En mi casa puede haber
sucesos de tales modos
que os enmudezcan a todos?
Acabad de enmudecer,
y habladme, que estoy en medio
de dudas y confusiones;
mirad que las dilaciones
quitan la fuerza al remedio.
Hablad.
Fur<. Es tan desigual,
que la dilación no es grave;
que el mal que presto se sabe,
más presto llega a ser mal.
Pero él es tan grande en mí,
que hará que los labios abra;
mas dicho en una plabra:
iin hombre salió de aquí.
RoK. ¿Un hombre? ¿Cómo?
Fui,. Embozado.
ROB. ¿Pues dónde estaba?
Ful. No sé;
de adentro salió, y se fué
de dos pistolas armado.
«Déjenme sola la puerta,
pues busco la puerta sola»
dijo, alzando una pistola,
con que pudo abrir la puerta;
que no hay tan fueits petardo
como de la vida el miedo.
Ron. Muerto de escucharte quedo.
¿Hombre aquí?
Ft'L. Fuerte y gallardo;
bien armado y bien vestido.
Ron. ¿Pues por dónde o cuándo entró?
Fui,. Sólo he visto que salió.
K< )]{. iU^i^- gentil defensa has sido
desta puerta y de mi honor!
l"i r,. Un dragón y un bravo toro
tuvo el vellocino de oro,
y le robaron, señor.
Acridio tuvo encerrada
su hija, y el oro entró
donde a Perseo engendró.
Ni habrá mujer tan guardada
de paredes de diamante,
que si tiene voluntad
no llegue con libiitad
a los brazos de su amante.
JORNADA TERCERA
607
Roberto.
Perdí toda la empresa;
perdí la estimación, perdí la vida;
mi porfía confieso
que fué de ingenio de mujer vencida.
Cesad, locos desvelos,
que harán su giisto, a sombra de los celos,
¡Desengaño terrible
de los que tanto, por guardallas, mueren!
El mayor imposible
confieso que es guardallas, si ellas quieren:
que como ellas lo sientan,
las privaciones su apetito aumentan.
Podrá guardar el oro
el avaro, entre láminas de hierro,
y el noble su decoro,
si Penélope sufre su destierro;
pero si no es tan buena,
crea que es apretar puño de arena.
Honra, quién te introdujo,
del mundo, en la república primera,
¿por qué a mujer redujo
tu santa libertad? Que bien pudiera
fiarla más del hombre,
con que pudiera eternizar su nombre.
¡Que guarde yo su celo
tan loco, y mía casa con mil llaves,
y que tenga recelo
del sol, del viento y de las mismas aves,
y que en esta porfía
un hombre salga en la mitad del día!
Miente, ¡viven los cielo?,
quien dice que mujer puede guardarse!
Los ojos y los celos,
mienten (i) que entrambos pueden desvelarse;
miente la honra, y miente
quien las aprieta y guarda neciamente.
(Saíe Diana.)
Diana.
¿Qué es aquesto, hermano mío?
¿qué voces son aquestas?
RoBKRTo.
¿Xo lo sabes?,
iGracioso desvarío!
Han entrado a mi honor con falsas llaves,
que en ti, Diana, hallaron,
la cera en que las guardas estamparon.
Si no fueras de cera,
segura estaba del honor la llave.
(i) En el original, por errata: «mientras».
por que no se pudiera
en mármol imprimir.
Diana.
¿Cosa tan grave
tratas, Roberto, a voces?
Roberto.
¡Qué mal la infamia en el honor conoces!
¿Qué hombre es este embozado
que acaba de salir de tu aposento,
de una pistola armado?
Diana.
¿nSstás loco, por dicha?
Roberto.
El sentimiento
podrá volverme loco.
Dtaxa.
Pues no lo estés, para tenerme en poco;
que estoy ya muy cansada
de sufrir tus locuras y recelos;
y una mujer honrada,
si aprietan su virtud injustos celos,
es mina que revienta
por el honor, con pólvora de afrenta.
Quejaréme, Roberto,
a la Reina, y al cielo, de tu agravio.
Roberto.
El caso descubierto
nvmca le llega a averiguar el sabio.
YO he sido en todo necio,
y así merezco, infame, tu desprecio.
Estoy porque esta daga
lave mi df renta.
Fulgencio.
Tente, señor, tente;
que no es justo que haga
tu honor oficio de marido.
Diana.
Intente
mi muerte, que bien hace;
que Xápoles sabrá de lo que nace.
Querrá usurpar mi dote,
querrá gozar mi hacienda, ya lo entiendo.
FUI.GENCIO.
Vete, no se alborote
la casa y la ciudad.
6o8
F.I. MAYOR IMPOSIBLE
Roberto.
Ya más me ofendo
de que diga y entienda
que quiero aprovecharme de su haciemla.
¡Qué propio en las mujeres
halladas en delito, un testimonio!
Pues di. ;neganne quieres.
o sea libertad o matrimonio.
que el hombre que ha salido
temas, donde sabes, escondido?
DiAXA.
Mira, loco Roberto.
que tienes enemigos, }' que alguno
entraría encubierto,
y no hallando después tiempo oportuno,
salir pretendería,
como quien ya no respetaba el día.
Que si mi amante fuera,
aguardara a la noche.
Fulgencio.
Y está llano,
que de su sombra hiciera
más segura la capa de su engaño.
Roberto.
¡Ay, hombres engañados!,
pues sin honra quedamos y culpados!
En fin, que por matarme,
entró aquel hombre, bien a.si lo creo;
mal puedo yo engañarme,
Fulgencio, cuando dije, pues lo veo,
que jxjr donde cabía
pintado un hombre, un vivo entrar podía.
¿Ya olvidas el retrato
que hallé sobre su cama? ¿Ves cumplido
mi temor '■'
Diana.
Yo no trato
de dar disculpa a un lioniljrL- f|Ue ha tenido
como p<^>r burla y juego
hacer apuestas de guardar el fuego.
Pues mona.stcrios tiene
Xájxíles, uno elige, en él me guarda.
ROBIÍRT'»
Eso sólo detiene
mi brazo, y de matarte nu- acobanla.
Dadme capa y salgamos.
Diana.
Hasta la noche no es razón que vamos.
Roberto.
Pues voy a concertalle.
Dl.\NA.
Parte en buen hora.
Roberto.
Ya la noche aguardo.
Celia.
¿Qué intentas?
Diana.
Avisalle
de todas estas cosas, a Lisardo.
Celia.
Dársela a Dios procura,
que sólo Dios la guardará segura.
Reí.
Alb.
Reí.
Alb.
Reí.
Alb.
Rki.
Alb.
Rki.
Alb.
(Salen la Reina )■ Albano.)
Por esta carta he sabido
que el Príncipe se embarcó.
De Marsella supe yo
que estuvo el Rey detenido
con las fiestas que el francés
le ha hecho, como era justo.
¿Qué hay de las nuestras?
Que es gusto
general, pues tuj'o es.
Los arcos se han acabado,
en que el de Trajano ha sido,
con mucho exceso, vencido,
como se ve retratado;
lo que toca a las libreas,
todas están acabadas.
Sí, pero no mis cansadas
cuartanas.
Cuando tú veas
al Rey, mi .señor, aquí,
no ha de haber más accidente.
Ya siento notablemente
recibirle, Albano, ansí,
y tengo ya presupuesto
de dar veinte mil ducados
a quien de aquestf)S cuidados
sa(]ue mi salud más presto.
¿Quieres (]ue se dé un pregón?
Harásme un grande placer,
que el dinero suele hacer
milagros, si éstos lo son.
\<) v<jy a hacer pregonar
que a (|uien te diere salud
.se los darás.
JORNADA TERCERA
609
Reí.
Kn virtud
Reí.
del oro pienso sanar.
ROB
Reí.
(Salen Feniso y Roberto.)
Fen.
Aquí está Su Alteza.
ROB.
Fl cielo
te guarde.
ROB.
Reí.
¡Oh, Roberto, amigo!.
Deseaba hablar contigo.
¿Cómo te va de desvelo?
Triste estás, ¿qué es lo que tienes?
ROB.
¿Yo, señora?
Reí.
Reí.
Y el negar
Rob.
quiere también confesar
Fen.
cuan melancólico vienes.
Los gustos y los enojos
Reí.
que los corazones toman,
como a ventana se asoman,
Fen.
Rob
Fen.
Roberto amigo, a los ojos.
¿Xo te va bien de salud?
ROB.
Bien de la salud me va.
Reí.
Suele faltar, cuando está
el alma con inqmetud .
ROB.
Parece que te sonríes
y que te burlas de mí.
Lis.
Reí.
No quiero yo que de ti
y de mi amor desconfíes
con tan injusta sospecha.
Rri.
ROB.
No debe de ser muy vana,
si a las cosas de Diana
encaminas esa flecha.
Licencia a pedirte vengo
Lis.
para casalla.
Reí.
¿Con quién?
ROB.
Con Feniso.
Reí.
Fstá muy bien.
Fen.
Si de tu mano la tengo,
no quiero mayor ventura.
Reí.
Reí.
Feniso, dilo de veras,
que en el mundo no pudieras
hallar otra más segura.
Yo, como quiera Diana,
licencia os doy.
Lis.
ROB.
Sí querrá.
Reí.
¿Está prevenida?
ROB.
Está
un poco esquiva mi hermana.
Reí.
Pues que la quieres casar,
no quieres guardar (i) mujer.
ROB.
No es muy difícil de hacer;
mas no la quiero guardar.
(I)
En el origiaal, por errata «no ciñieras casar taujer».
Mira aparte.
¿Qué me mandas?
Por vida mía, ¿no sientes
algunos inconvenientes
de esos pasos en que andas?
No es tan fácil de guardar
como pensé; y así quiero
darla a aqueste majadero;
sustituya en mi lugar,
y entretanto esté mi hermana
en un monasterio.
Bien.
Beso tus pies.
Yo también.
(Vanse.)
No hay dificultad humana
como la que éste intentó.
¿Qué os dijo la Reina allí?
Que érades discreto.
A mí
siempre Su Alteza me honró,
(Sale I,isARDO.)
Que se fuesen esperaba.
Dame los pies.
¡Oh, Lisardo!,
¿qué te has hecho tantos días?
Me has tenido con cuidado,
fuera de hacerme gran falta
en mil forzosos despachos
de la importancia que sabes.
Señora, pues he faltado,
esté cierta vuestra Alteza
que no fué más en mi mano.
Entré en casa de Roberto,
como sabes.
¿Que has entrado
donde tantos ojos velan?
Supo más Mercurio que Argos.
Metidos en un vestido,
Albano y yo, al fin entramos;
era un saco, y parecimos
honra y p-ovecho en ur saco.
El arca nos encubrió;
mató Ramón, en llegando,
la luz que sacaba un paje;
al fin el arca dejamos.
Desnudámonos, y yo
me quedé, saliendo Albano.
Cenaron en un jardín;
fué Feniso convidado.
Salí de una clara fuente.
que fué alcahuete de mármol
IIX
39
,6io
EL MAYOR IMPOSIBLE
a las palabras de cera
con que los dos la atlandamos;
metióme en mi oratorio.
Rel El que andaba en tales pasos
justo fué rezar por sí.
Lis. Xo me acuerdo si rezamos;
a la cama de Diana
daba la puerta; su hermano
tema al lado la suya;
mas no hay que fiar de lados.
Hincábame de rodillas.
V toda la noche hablando
estábamos, con requiebros
dulces, con secretos brazos.
Xo porque cosa que sea
contra su honor reservado,
en nuestras bodas sospeches,
que es nuestro amor limpio y casto.
Salía el alba envidiosa
y ponía en paz sus rayos
en nuestras dulces porfías,
con maldiciones de entrambos.
Yo al oratorio. eUa al sueño,
íbamos con tristes pasos;
dábanme allí de comer
mil nunca vistos regalos.
Al cabo de siete días,
vióme una esclava, y dudando
de su lengua, al fin mujer,
temiendo a su loco hermano,
me determiné a salir,
y a un viejo y a dos criados
puse una pistola al pecho,
y con un rebozo salgo.
Lo que ha sucedido ignoro;
pero menor daño aguardo
que si me quedara allí.
Discretamente has andado,
por que con eso. ese necio
conozca que es fuerte caso
(-1 guardar una mujer.
;i¿\xé te ha diciio? ¿Bstaba airado?
Disimulaba su pena;
mas ten cuidado, Lisardo,
que me lia jxrdido licencia,
y, en efcctíj, .se la he dado,
para casar a Diana,
como ella quiera.
I.IS. Tu claro
ingenio en esa respuesta
conozco.
Rri. iíl suceso extraño
de liallar en .su ca.sa un hombre
Rri,
Lis.
Reí.
Lis.
Reí.
Lis.
Ram.
Reí.
Ram.
Reí.
Lis.
Reí.
Lis.
Ram.
Lis.
Ram.
Lis.
Ram.
Lis.
debe de haberle incitado
para dársela a Feniso,
puesto que quiere, entretanto,
meterla en un monasterio.
¿En efecto, ha confesado
que el guardar una mujer
es imposible?
El engaño
que le habéis hecho lo dice,
pues habéis juntos estado
siete días a sus ojos.
Feniso vive engañado
en pretender imposibles,
como el de sii loco hermano.
(Sale Ramón, muy alborotado.)
Déme albricias vuestra Alteza.
¿De qué, Ramón?
Ha llegado
el Rey, mi señor, tu esposo,
que de una posta, en palacio,
él y el Almirante agora
se apean solos, dejando
diez leguas de aquí la gente.
Sin prevención me han hallado.
Muerta soy; ¿hay tal traición?
Cubrióla un mortal desmayo.
Siéntese aquí vuestra Alteza,
A mi cama voy, Lisardo;
que estoy indispuesta di
cuando entre el Rey.
(Vase.)
jCaso extraño!
X'o tuvo razón el Rey.
Voy a recibirle.
Paso,
que no ha venido, ni agora
se sabe en Ñapóles cuándo.
¿X'o ha venido?
Xo ha venido;
que el ver que van pregonando
que a quien le diere salud
darán veinte mil ducados,
me obligó a dalle este susto,
porque con él es muy llano
qiK- se quitan las cuartanas.
¿E.stás sin seso?
¿Xo es claro
que con un susto se quitan,
y í|ue habiéndosele dado,
ganaré a(|ueste dinero?
¿Piensas fiut- l)uf{)niziUi(lo
se alcanza tanta grandeza?
JORNADA TERCERA
6ll
Ram. Mal conoces cortesanos.
Si no hay bufón, hay pecunia.
I.is. ¿Qué liay tlt" Roberto?
Ram. Que ha estado
para perder el juicio.
Lis. En efecto, ¿supo el caso?
RAí\i. Fulgencio se lo contó.
Ijs. ¿Cómo a su hermana ha tratado?
Ram. Sacó la daga, y ha habido
pasito de alzar la mano,
con algo de «tate, tate,
que ya Dios te ha perdonado»,
y acabóse en un concierto.
Lis. ¿Cómo?
Ram. Que quede entretanto
Diana en un monasterio;
la cual me dijo, llorando,
que a sacalla te anticipes.
Lis. Voy.
Ram. Escucha, temerario.
Lis. Voy, aunque mate a Fulgencio.
Ram. Xo harás, que tengo trazado
remedio para sacalla.
Lis. Pues yo me pongo en tus manos.
Ram. y yo en las de la fortuna,
si con este susto sano
las cuartanas de la Reina,
que son veinte mil ducados;
seré luego don Ramón,
don caballero, don Gazmio,
que con dineros yo he visto
ser don Ángel a don Macho.
(Vase. Salen Fulgencio y dos criados.)
si hay sol que a entrarla se atreva.
Ful.
Cria. i.°
Cria. 2.°
Ful.
Cria. i.°
Ful.
Cria. 2.°
Ful.
Cria. i.°
Ful.
Perdiendo estoja el juicio.
Todos sin juicio estamos.
De ninguna suerte hallamos
señal, Fulgencio, ni indicio.
¿Pues por dónde pudo entrar?
Que era invisible sospecho.
Si estas paredes le han hecho,
como a espíritu, lugar,
bien pudo entrar; mas si no,
perderé el seso, Florelo.
Roberto está sin consuelo.
Me admiro que no mató
hoy alguno de nosotros.
¿Dónde hallaremos disculpa?
A mí me ha de dar la culpa,
con razón, que no a vosotros.
Pero mientras que la lleva
al monasterio, he de ser
pilar de esta puerta, y ver
Cria. i.°
Todos te acompañaremos.
Ful.
Diana es ésta; ¡ojo, ¡alerta!
(Salen Celia y Dlajía.)
Cel.
Los tres están a la puerta.
Día.
Poco remedio tenemos.
¿Qué hay, Fulgencio?
Ful.
Defender
la entrada a tu deshonor.
(Sale Ramón.)
Ram.
¿Está en casa mi señor?
Ful.
¿Es don Pedro?
Ram.
¿Quién lia de ser? (t
Ful.
No está en casa.
Ram.
Lo que quiero.
a mi señora diré.
Oye aparte.
Día.
Ya no sé.
Ramón, si vivo 0 si muero.
Ram.
Lisardo queda en la calle;
que le han dado libertad
la noche y la oscuridad.
Día.
Dile que se vaya y calle;
que no es posible salir.
Ram.
¿Cómo no? Vete a poner
tu manto, que has de poder,
0 aquí tengo de morir.
Día.
Por armas, será imposible;
di que locuras no intente.
Ram.
Si yo entretengo esta gente,
¿no saldrás?
Día.
¿Cómo es posible,
sin que ellos me puedan ver?
Ram.
Cúbrete, haz como digo.
Día.
Voy, que por él y contigo
hoy me tengo de perder.
(Vansc Diana y Celia.)
Ful.
,;Qué recado de Roberto
es aqueste que le has dado?
Ram.
Que el monasterio ha buscado.
y hecho también el concierto.
Pero dejando esto ansí,
¿habéis visto una sortija?
Que no hay cosa que me aflija
tanto agora.
Ful.
¿Es de uña?
Ram.
Sí;
(i) Verso largo. Ilartz. lo enmendó suprimiendo
el «Es».
6l2
El. MAYOR IMPOSIDLE
es de uña de la gran bestia;
porque el mal de corazón,
en la mejor ocasión,
me da terrible molestia.
Fui.. Que, en fin, ¿es esto verdad.
y que hay gran bestia?
Ram. ¿Pues no?
Como esas he visto yo.
Ful. ¿Pnes cómo son?
R.VM. Escuchad:
Compónese aquesta una
de un casado socarrón,
que es en casa tomajón,
cuando es su mujer garduña.
Hácese también de necios,
que sin mirar sus agravios,
de los más doctos y sabios
hacen notables desprecios.
Hácese de mal nacidos,
que se suben a grandezas,
donde sus mismas bajezas
descalabran sus oídos.
Hácese de pretendientes,
que son de la corte extraños,
y están gastando .sus años
en cosas impertinentes.
Hácese de mil pobretes,
que de contar se sustentan
las vanaglorias que cuentan
a los señores discretos.
Hácese del que muy grave
su lengua ignora y la niega,
hablando la lengua griega
donde ninguno la sabe.
Hácese de los poetas,
que a hurtos y rempujones,
dan a luz cuatro traiciones
adúlteras e imperfetas.
Háce.se de algunas viejas,
que con mil años, pretenden
muchachos, a quien les venden
mayorazgos p>or lantejas;
mas, ¡ay!, que mi- ha dado el mal
tenedrae, asidme, qut- nmero.
I'tJI.. jQué espectáculo tan fiero!
Cria, i." Cayó a ti»rra.
Cria, z." Está mortal.
Cria. I.' ¿íjabes las palabras?
Vvh. Sí.
Cria, i.* Llega y dilas al oído
Dá jante a itcirle la\ f^alahrat )
Ram.
lAgoraj
(Salen Celia y Diana con maantos.)
Cei.. Que agora salgas
te avisa.
Día. Amor, que me valgas,
te tengo bien merecido.
(Satén por detrás de ellos.)
Cria. -2° Vuélveselas a decir;
¿no ves que brama y patea?
Ram. ¡Ay!
Chía. i.° Habló.
Fui,. No hay mal que sea
tan semejante al morir;
¡Qué santas palabras son
éstas, y de gran virtud!
Ram. Si queréis darme salud,
alegradme el corazón.
Fui,. ¿Queréis algunas tabletas?
Ram. No, sino cuarenta tragos
de vino.
Fui<. Cuatro cuartagos,
o postas con estafetas,
no beben más a un pilón.
Pues es de noche, cerremos
la puerta, y con vino haremos
que se alegre el corazón.
(]'ansc iodos y dice solo I,isardo.)
I<ISARDO.
Xoche siempre serena, cuyo velo
y silencio tomó el amor por capa;
nema del cielo, de sus ojos tapa,
madre del sueño, el hurto y el recelo.
Si alguna vez amaste, pues del suelo
al cielo nadie del amor se escapa,
con esa oscuridad los ojos tapa
a las estrellas, que lo son del cielo.
Aunque celos te den sus resplandores,
deja, luna, .salir mi luz querida;
que bien sabe de amor quien tuvo amores.
La noche se verá del sol vestida;
tendrá la .sombra luz, perlas las flores,
mi pena gloria y mi esperanza vida.
(Salen Diana y Crlia.)
Día.
¿Si e.-i aquil qu.- se pa.sca?
Cki,.
Mucho lo parece el talle.
Lis.
Gi-nte parece en la calle;
quiera ainor que mi luz sea.
Dai.
¡Ah, gentilhombre!
Lis.
¿Quién
(]ue a mi perdida esperanza,
mi loca desconfianza
dándole veneno está.
JORNADA TF.RCKRA
613
Día.
Lis.
Día.
Lis.
Cei,.
Lis.
Cei..
Día.
Lis.
Fen.
Aunque esa voz y ese talle
aseguran mi deseo,
que el sol de mis ojos veo
en el cielo de esta calle.
¿Sois vos, mi bien?
¿Quién pudiera
sino yo ser tan dichosa?
Agora sí, luz hermosa,
que estoy en mi propia esfera.
Pero volved a correr
la cortina de ese manto,
que resplandeciendo tanto
causaréis que os pixeden ver.
¿Cómo habéis, mi bien, hallado
camino al poder salir?
Andando os quiero decir
mi fortuna y mi cuidado,
y la invención de Ramón.
¿Templó su ingenio mi dicha?
No ha sido escrita, ni dicha,
tan ingeniosa invención.
¡Ah, Celia!, todo se acierta
cuando lo quieren los hados.
Tres linces dejó burlados
casi al umbral de la puerta.
Ni en los hados hay poder,
ni en el ingenio mejor,
sino en tenerte yo amor,
y en querer ima mujer.
A tantos favores, calle
mi amor.
(Salen Feniso y Roberto.)
Que lleves, te aviso,
Fen.
Lis.
ROB.
Lis.
Fen.
ROB.
Lis.
ROB.
Lis.
silencio.
ROB.
ROB.
Gente, Feniso,
sale de mi misma calle.
Fen.
Un hombre con dos mujeres
me parece.
RoB.
¿Quién va?
Lis.
Un hombre
con su mujer.
Fen.
ROB.
Diga el nombre.
ROB.
Día.
¡Ay, Dios!
Fen.
Cel.
Desdichada eres.
Lis.
Lis.
¿vSois justicia?
ROB.
ROB.
Ni ami piedad.
Lis.
Lis.
¿Sois Roberto?
ROB.
¿Sois Lisardo?
Lis.
FJ mismo.
(V
Día.
Mi muerte aguardo.
ROB.
Pues, Lisardo, perdonad,
(1) Falta
que el no haberos conocido
dondilla.
me dio aqueste atrevimiento.
Con el mismo pensamiento
fui yo, Lisardo, atrevido.
Disculpado estáis, Feniso (i).
Ya que teñen- os aviso,
y nuestra amistad sabéis,
dad licencia que los dos
os vamos acompañando,
porque no vuelva a topar
otro atrevido con vos.
Estas damas son casadas,
y voy con algún temor;
que im celoso, aunque es error,
las quiere tener guardadas.
Y por si acaso me sigue,
gran merced recibiré
que me acompañéis, que sé
que me busca y me persigue,
y aun que viene acompañado.
Los dos iremos con vos,
y venga para los dos
todo un escuadrón armado.
Señoras, no os receléis,
de lásardo soy amigo.
Venid, Roberto, conmigo;
dejadlas, no las habléis,
que temo que este celoso
me busque en esta ocasión;
y en casa sabréis quién son,
pues vengo a ser tan dichoso
que vos nos acompañéis.
Serviros, Lisardo, es justo.
No puedo decir el gusto
que en esta ocasión me hacéis.
¡Qué diferentes que son
las cosas, Feniso amigo,
de lo que piensa consigo
la propia imaginación!
Veis aquí cómo Lisardo
quiere en otra parte bien.
Pues así se hará más bien
el casamiento que aguardo.
Vamos.
Adelante pasa.
¡Brava amistad!
Justa prueba.
¡Vive Dios, que me la lleva
el hermanito a mi casa!
(Vanse. Salen la Reina y Alb.^no.)
un verso, antes de éste, para la re-
6u
I£I, MAVOR IMPOSIBLE
Reina.
Siii duda me cvró con aquel susto,
pues era hoy de mi accidente el día,
7 como toilos veis, no me ha venido.
Al.BAXO.
El médico, sin duda, el susto ha sido;
ganó Ramón los veinte mil ducados.
Reina.
No puedo encarecer lo que le debo,
pues por él, con salud espero al Príncipe.
jHola! Buscadle luego.
A1.BAN0.
Vaya presto
por Ramón un soldado de la guarda.
Reina.
Advierte, Albaro, que pagarle quiero
burla con burla, aimque después es justo
pagalle el bien, pero primero el susto.
SOIvDADO.
Aquí está Ramón, en la antecámara.
Ramón.
¿Qué me manda, señora, vuestra Alteza?
Reina.
Dame los brazos, álzate del suelo.
Ramón.
Será, señora, levantanne al cielo.
Reina.
No he sentido, Ramón, más accidente.
Ramón.
¡Gracias a Dios, que tu Avicena he sido,
y como se ha visto, yo he sabido
más que todos tas médicosi
Reina.
Yo creo
que el médico mejor es el deseo;
y pues del tuyo quedo satisfecha...
¡Hola! Dadle la cédula, que es justo
cobre Ramón los veinte mil ducados.
Ramón.
Veinte mil años viva vuestra Alteza,
sirviendo de laureola a su cabeza
las águilas doradas de su imperio.
Reina.
Toda está de mi letra, ¿qué la miras?
Bien la puedes leer.
Ramón.
Con tu licencia,
leeré tanta merced en tu presencia.
(Lee la cédula.)
«Por las obligaciones en que Ramón me ha
puesto, quitándome las cuartanas, aunque con
im susto tan grande que me pudiera costar la
vida, mando que se le den y paguen veinte mil
ducados, librados en los bancos de Flandes,
de lo que hubiere procedido de las naves que
allí se pierden. — La Reina.»
¿A los bancos de Flandes me remites?
Reina.
;Xo te parece buena la libranza?
Ramón.
¿Pues quién ha de pagar allí? ¿I/Os peces?
Reina.
¿Pues quebraron jamás aquellos bancos?
Ramón.
¡A lindo tesorero me despachas!
Pero, pues prometer son viejas tachas,
^'a que rompes, señora, tu palabra,
manda darme salario, por lo menos
de médico de cámara, en tu casa,
que un oficio real es de tal crédito
que gañere en un año dos millones,
curando mal de madre y sabañones.
(Sale l^isARDo.)
T,ISARDO.
Agora sí que me darás albricias.
Parece que Ramón fué su pronóstico;
porque de una galera (¡ue venía
cortando el mar, como nevado cisne,
vestida de mil flánuilas bordadas
con las armas de .\;i])oles y suyas,
con el gran Almirante salió el Príncipe,
y en dos caballos a palacio vienen:
tantíj de.seo de tus brazos tienen.
^
JORNADA TERCERA
615
Reina.
Ya no tengo accidente que me quites.
Ramón.
Mas que Dios te le dé, pues me remites
a los bancos de Flandes mi libranza,
donde fuera por dicha tesorero
algi'm lobo marino o ballenato.
Reina.
Ya, Tjsardo, no puedo recibille.
¿Q.ie así viniese el Rey, con escribille
que me hiciese merced de entrar despacio?
Lis ardo.
Yo pienso que Su Alteza está en Palacio.
(Salen el Príncipe de Aragón, el Almirante y iodo
el acompañamiento.)
Prí.
Reí.
Prín.
Reí.
Prín.
Al,M.
Reí.
AlvM.
Reí.
Prí.
Reí.
Prí.
Déme los pies \'uestra Alteza.
¿Señor?
Con razón estoy
humillado a esa (i) grandeza,
porque seáis desde hoy
corona de mi cabeza.
Si el agravio lugar diera
de aquestos brazos hiciera
a vuestros hombros corona.
El amor mi prisa abona;
que despacio amor no fuera.
Bien dice el Rey, mi señor,
y pues vuestra Alteza sabe
que despacio no hay amor,
aquí el enojo se acabe,
y hacedle aqueste favor.
A vos. Almirante, sí;
mis brazos están aquí.
Bso no, ni vos queréis;
que mientras no se los deis,
no se han de emplear en mí.
Ahora bien, Rey y señor,
yo me rindo.
Y yo, de suerte,
a vuestro heroico valor,
que apenas poirá la muerte
desatar mi justo amor.
Siéntese aquí vuestra Alteza,
sabré como viene.
Ha sido
un invierno de aspereza
el camino que he traído
hasta ver a \Tiestra Alteza.
(i) En el original «vuestra», que alarga el \-er60.
Reí.
Ram.
Al,B.
Ram.
Lis.
ROB.
Lis.
Reí.
Lis.
Prí.
ROB.
Ijs.
Prí.
Reí.
Prí.
No sé qué os diga del mar;
que no pudieron llegar
las galeras, sé deciros,
a no ajaidar mis suspiros
las velas al navegar.
Y todo aquesto crecía
escribirme que tenía
poca salud \'nestra Alteza.
Desconfianza y tristeza
de su falta, me afligía.
Pero quiere amor que os deba
mi salud, pues con el susto
de venir vos, fué la nueva
mi médico, y el más justo.
Muy bien la paga lo prueba;
pues los veinte mil ducados
presto serán aceptados.
¿Dónde?
En los bancos de Flandes,
que, aunque tienen los pies grandes,
ha días que están quebrados.
Este es mucho atrevimiento (i)
para estar aquí su Alteza.
Pues si no estuviera aquí,
villano, vil, ¿no os hubiera
sacado el alma?
¡M?ntís!
¿Qué es eso?
T/Ocas soberbias
de Roberto.
¿Pues aquí
descomponéis la obediencia
y el respeto que debéis
a mi señora la Reina,
ya que no me le tengáis?
A los pies de vuestra Alteza
pido justicia.
Y yo pido
que juez de los dos seas
en el caso de que agora
Roberto de mí se queja.
Digo que yo lo seré,
como vos me deis licencia.
Si habéis vos de ser juez
para que esta audiencia tenga
todas las partes que es justo
y el pleito mejor se encienda,
5'0 quiero ser relator.
Pues comience \niestra Alteza.
(i) Falta la acotación que expUque la violenta en-
trada de Roberto y quizá algo que hubiese dicho a I^i-
sardo y justifique la respuesta de éste.
6i6
EL MAYOR IMPOSIBLE
Re¡. Ix)s días que ti accidente
de que he estado tan enferma,
señor, me dejaban libres,
di en hacer una academia,
escogiendo en mis criados
los de más nobleza y ciencia.
Referíanse epigramas,
que hay excelentes poetas;
cantábanse mil canciones,
y en diferentes materias
argüían los más doctos.
Ofrecióse un día entre ellas
tratar de los imposibles;
dijeron cosas diversas,
y resolvióse Lisardo
que el mayor de todos era
el guardar una mujer;
no, señor, mala ni buena,
sino nmjer con amor,
y que guardar no se quiera.
Roberto lo contradijo,
diciendo que humanas fuerzas
ni todo el poder del oro
de ningún efecto fueran
para mujer que él guardara,
no sé si en aquesto acierta.
Tiene Roberto una hermana,
hermosa como discreta,
y por todo extremo hermosa.
Quiso, para hacer la prueba,
enamoralla Tásardo...
Lo que ha resultado queda
agora en sus confesiones.
RoB. Señora, no fué ofendellas
decir que pueden guardarse.
Y sí fué mi empresa necia,
tpor qué Lisardo tenía
de hacer con tanta insolencia
la prueba en mi propia hermana?
Lis. I'orqve enamorarme de ella
me podía estar mu 3' bien,
comxriendo tu nobleza,
cuando tú más la guardabas.
Ramón entró a hablar con ella;
que ese es criado mío,
y no el don l'edro que piensas,
y en háljíto de francés
le dio mi retrato en muestra
de mi amor, y tnijo el suyo;
ík-spués, fingiéndo.se que era
criaílí) <lt 1 Almirante,
de cuyo deuflo te precias,
te llevó los seis caballos,
RoB.
Alm.
AlB.
Fen.
Alb.
Reí.
RoB.
con su firma contrahecha.
Con esto queaó en tu casa,
y supo meterme en ella
cuando a Fulgencio tenías
por alcaide de la puerta.
Todo lo demás es cosa
que mi señora, la Reina,
sabe, y que no es para aquí.
Lisardo, de tus quimeras,
fundadas en que yo dije
sola una palabra necia,
ninguna cosa he sentido,
sino que tanto supieras,
que sacaras a Diana
de mi casa con afrenta,
y teniéndola casada
con Feniso, nos hicieras
hasta tu casa, una noche,
acompañarte con ella.
Y aunque es verdad que conozco
que como una mujer quiera
hará que el propio celoso,
como el ejemplo lo enseña,
la acompañe a su galán;
mi sangre y clara nobleza
me pide justa venganza:
y ansí suplico a su Alteza
me otorgue campo contigo
y que el Almirante sea,
como deudo, mi padrino.
Y es justo que se conceda
a caballero tan noble;
y que si hay quien lo defienda,
seamos dos para dos.
Cuando esto lícito sea,
bien puede vueseñoría,
constándolc mi nobleza,
medir mi espada en el campo.
Por mucho, Albano, que seas
no igualas al Ahnirante.
A mí me toca esta afrenta:
salga Tvisardo a Roberto,
y yo a ti.
Pues ansí queda.
No queda muy bien ansí,
ni con tan sangrientas veras
se han de acabar los principios
de una burla tan discreta.
No tratéis, .señora, paces,
que haréis que el reino se pierda;
pues me ha robado a mi hermana
I/isardo, ^n común afrenta
del Almirante y mis deudos.
JORNADA TERCERA
617
Lis.
ROB.
Lis.
ROB.
Reí.
Ram.
Prí.
Ram.
Prí.
No es hurto el que se confiesa
y deposita al juez.
¿Cómo, si a tu casa misma
me la hiciste acompañar?
En apartándote de ella
la truje a palacio, y tiene
el hurto de que te quejas,
su Alteza, con nmcho honor;
a quien pido que la vuelva,
pero casada conmigo,
por que tu amistad merezca;
que por la cruz de mi espada,
que palabra descompuesta,
cuanto más obra, no ha sido
de su honor y el tuyo ofensa.
Con eso estoy satisfecho;
manda que vayan por ella .
Vayan luego por Diana.
(Va Albano.)
Entretanto, es bien que advierta?,
¡oh, generoso español!,
[que se ha curado la Reina] (i)
con el susto que he contado,
y para que 3^0 le tenga,
me da en los bancos de Flandes
esta libranza.
¿Es su letra?
Sí, señor.
Pues yo la acepto;
(i) Falta este verso en el original. Suplido, con acier-
to, por Hartzenbusch.
que quiero pagar sus deudas.
Ram. ¡Vivas mil años!
Al,B. Aquí
viene Diana.
Lis. y tan bella
como el sol.
Día. Dame tus pies,
para que de hoy más tengas,
Rey, mi señor, por tu esclava.
Prí. Parece que en tu belleza
traes el ramo de paz
que tantos pleitos concierta.
Ya es tu marido Ijsardo,
y yo, con la Reina bella,
tus padrinos.
Día. Tantas honras,
¿quién sino vos las hiciera?
Prí. Abrácense luego todos,
y en dulce correspondencia
se aumente amor.
Ram. Yo, señores,
tengo de abrazar a Celia,
que estoy con ella casado;
por que en el mundo se entienda
que si no qr,ieren guardarse
dueñas, doncellas y viejas
es imposible guardarlas.
Ijs. Y aquí acaba la comedia
del Imposible mayor:
nadie a probarle se atreva.
FIN DE ESTA COMEDIA
LA MAYOR VIRTUD DE UN REY
COMEDIA FAMOSA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABI,AX EN ELI.A LAS PERSONAS SIGUIENTES
Don Juan.
El Príncipe de Portu-
gal.
El Rey, su padre.
Mexdo. gracioso.
Sol.
Teodora, condesa.
I.,EONOR.
RiSELO.
Don Sancho de Mendo-
za.
NuÑo, caballero.
Tristán, caballero.
I.AiN, criado.
Juana.
Condestable,
Fernando.
Barqueros.
JORNADA PRIMERA
(Salen de noche, bizarros, XuÑo, Tristán, Don Juan
de Castro y el Príncipe de Portugal.)
Príx. Buen gusto y entendimiento;
que no se suelen juntar.
Tri. De la gracia del hablar
suelen ser el fundamento.
XüS. Hablar mal y entender bien
implican contradicción.
Príx. Tan distintas cosas son,
que pocas veces se ven.
Que el gusto no es entender,
sino gracia en el decir,
desenfado en di.scurrir
y agudeza en responder;
que en conversaciones toles,
el donaire y el primor
no suele ser el menor
de los dones naturales;
y así es cosa más segura
la discreción y el buen aire,
porque a veces el donaire
puede más que la hermosura.
Sólo el llamarse Briatida,
desta dama me cansó.
■N'.'S. Por elidía el nombre tomó
del biu-n brío ron que anda.
' "f. Gran dicha es tener buen nonjbre.
Prín. jY cómo, Tristán, si es buena!
NuÑ.
Tri.
Prín.
NuÑ.
Prín.
Juan.
Tri.
Prín.
Porque, hay nombre que sin pena
no es posible que se nombre.
De cu5'o efecto se saca
que tiene el nombre valor.
Un francés embajador,
que vino por doña Urraca,
la princesa castellana,
por el nombre la dejó
y a doña Blanca llevó,
que era su segunda hermana.
Nombres hay ocasionados
para decir mal, o bien,
y más o menos también
suelen ser autorizados
los títulos de señores.
¿Cómo no habéis reparado
en que no sólo ha callado
a las gracias y primores,
don Juan, de aquella mujer,
pero ni aún se llega aquí?
El venir señor, así,
cuidado debe de ser.
¿Ah, don Juan, don Juan?
ScM"ior.
Parece que ha despertado
de algún sueño.
He sospechado
que son tristezas de amor.
Toda la noche callando,
don Juan, ¿qué es esto, qué tienes?
JORNADA PRIMERA
619
Juan.
Prín.
Juan.
Prín.
NuÑ.
¿De qué tan suspenso vienes?
¿Qué vienes imaginando?
Bien puedes hablar conmigo.
Mal pagas, don Juan, mi amor;
porque más que tu señor,
soy tu verdadero amigo.
Si esto conoces de mí,
habla en virtud de quien soy;
que la palabra te doy
de hacer lo mismo por ti
en remediar tu tristeza,
que si nacieras mi hermano.
Beso mil veces la mano,
gran señor, a vuestra Alteza;
que aunque es verdad que estoy
no es cosa para que os dé [triste,
cuidado el mío.
¿Por qué?
Pues el amistad consiste
en partir el bien o el mal;
y si la verdad te digo,
más me precio de tu amigo
que de ser de Portugal
el Príncipe.
Antes fué
cumplimiento cortesano
besaros, señor, la mano;
pero agora os beso el pie.
Las mercedes que conmigo
generosamente usáis,
no igualan a que digáis
que os preciáis de ser mi amigo;
que no hay diferencia alguna
de humildad a majestad,
cuando puede la amistad
hacer de dos almas vma.
Días ha que este cuidado
a silencio me obligó;
el respeto se engañó,
que amor no ha sido culpado.
Perdonadme, y retirad
a Ñuño y Tristán de aquí;
mas quejáranse de mí,
para mañana dejad,
cuando os vista, el escucharme.
No dormiré, vive Dios,
sin saberlo. ¡Hola!, los dos
allá podréis esperarme,
que voy a ver una dama
con don Juan.
Vamos, Tristán;
que el silencio de don Juan
serán celos de quien ama.
Tri.
NuÑ.
Tri.
Juan.
Prín.
Juan.
¿Pues sabes quién es?
No y sí,
y no quiero aventurarme.
Vamos.
(Vanse.)
Ya puede escucharme,
señor, vuestra Alteza.
Di.
Serenísimo don Juan,
sucesor de la corona
de Portugal, que tan digno
de la imperial tiene y goza
el heroico don Manuel,
vuestro padre, a cuyas hojas
de verde laurel incline
su blanca frente la aurora,
pues por su rey y señor
el indio oriental le nombra.
Vino (estando vos en Ceuta)
un don Sancho de Mendoza,
caballero castellano,
desde Toledo a Lisboa,
hombre estimado en Castilla
por sus hazañas heroicas;
de edad larga, nobles canas
y venerable persona.
Este, quejoso del premio
del Rey, o por otras cosas
de que no tengo noticia;
pero por ejemplos consta
que los grandes capitanes
tienen fortuna dudosa,
y pocas veces los reyes
sus servicios galardonan.
Alejandro, a Efestión
un león por premio arroja;
y el triunfador Belisario,
murió pidiendo limosna.
Recibióle vuestro padre
por la fama de sus obras,
con gusto, pero no quiso
(entretanto que se informa)
servirse del en su casa,
y el castellano se aloja
como sintiendo el desprecio
en una quinta, que agora
fuera de Lisboa vive.
Esta es la parte que toca
a don Sancho; presumios,
que es prólogo de mi historia;
y agora escuchad la mía.
Tiene dos hijas hermosas
620
I. A MAYOR VIRTUD DE UN REY
don S;uicIio; con que la he dicho
en una palabra toda.
Llaman I^eonor a la una
y doña Sol a la otra,
con quien me parece a mí
que fuera el del cielo sombra.
Este Sol estaba un día
(cuando el otro se trasmonta
bañándose los cabellos
del mar en las crespas ondas)
fuera de la quinta, adonde
algunos álamos bordan
un dosel verde a una fuente,
que de aquel campo señora
también le pone a los pies
no menos florida alfombra,
en cuyas franjas de lirios
el agua ensartaba aljófar.
Mirábase en el cristal,
y trocándose las fonnas,
el agua le daba perlas
porque ella le diese rosas.
Llevado de mi fortuna,
llegué a ocasión tan dichosa
siguiendo un azor, y hallé
la garza de mayor pompa
que han respetado los aires,
ni cuantas aves le azotas,
aunque ente aquella que mira
del Sol la dorada antorcha.
Miréla al descuido, y ella
alzó el rostro cuidadosa,
y díjele en portugués:
«¿Qué facéis, menina, sola?»
Respondióme por donaire:
«Si eu vos teño de dar conta,
soedades de miña térra
me facen morrer a solas.»
Dcsta ocasión y principio
(que amor presto se ocasiona,
que siempre son accidentes
de su materia la forma)
quedé perdido, y sentí
cómo ck-lJa me di-spoja,
que en hombros de mi deseo
mudó casa mi memoria;
allá fué el entendimiento;
ík- liíxTtad se desjxjju
la voluntad, los sentidos,
que tarde amando .se cobran.
♦(¿uejíis (le dije en su lengua)
de vuestra liernjosura forman,
puc» hablando en ¡xjrtugués.
en castellano enamoran.»
Até mi caballo a un olmo,
y viendo que de una joya
tenía un biicaro atado,
cinta color de congojas,
agua le pedí, y risueña
le desató, y presurosa
como el unicornio suele,
por que no hubiese ponzoña,
metió el marfil de la mano
con el búcaro en la hundosa
fuente, que en círculos crespos
apartaba bulliciosa,
como afrentada, el cristal.
Yo dije: «En agua tan poca
como ese búcaro cabe,
que apenas es cuarto de onza,
mal se aplacará mi fuego;
sed como hermosa, piadosa;
dadme a beber en cristal,
aunque con indigna boca,
a vuestra mano me atreva.»
Ella entonces agua toma
de la fuente con la mano,
y los jazmines sonroja
del rostro. Yo, entonces, necio,
voy al agua con sed loca;
y como las hay del fuego,
fui del agua mariposa.
Y al llegar junto a la mano,
mar donde el alma se engolfa,
a buscar perlas, de quien
era su mano la concha,
con aire mezclado en risa
el agua al rostro me arroja.
«Bebed (diciendo) y guardad
para otra vez la que sobra».
Comparación ordinaria
es la fragua donde forjan
el hierro; mas para mí
es notablemente propia.
Ardió el fuego con el agua,
y ella, menos vergonzosa,
nif,' arroja un lienzo, diciendo
después que todo me moja:
«Si estáis lavado, enjugaos».
Respondí: «Lienzo no importa,
vSi puedo enjugarme al .sol».
Y al aguardar cjue responda,
llegó con voz alterada
una despejada moza
diciendo que la llamaba
su padre. Mi Sol se enoja
JORNADA PRIMERA
621
y se despide, cortés.
Yo, asiendo a la labradora
(que ya don Sancho no trata
de familia más honrosa),
la pregunto, y me responde,
tan bachillera, tan pronta,
que de cuanto saber quise
libcralmente me informa.
Cansaros con referir
diligencias amorosas
como las permite un campo,
era numerar las ondas
al mar o a los olmos ramas
que su ameno sitio entoldan.
No le fuera a mi esperanza
empresa dificultosa,
pues casándome con Sol
ganara nobleza y honra,
que es Mendoza por su padre
y por su madre Cardona;
pero quiere mi desdicha
que antes que entrase en Lisboa
don Sancho, el Rey, por honrarme
(que bien sé que le provoca
el amor que me tenéis),
a la condesa Teodora
de Portugal me promete;
yo la acepto por esposa
y doy la palabra al Rey.
Vos, por hacerme más honra,
por mí le besáis la mano;
ella, en tratando las bodas,
m.e favorece y empeña
en regalos y lisonjas.
Este azar, la pretensión
de mi bella Sol estorba,
pues no puede ser posible
que al Rey la palabra rompa.
Kn este estado me tiene
fortuna tan rigurosa;
que ha de matarme este Sol,
si no es que loco me torna;
que amado, que aborrecido,
si se ablanda, si se enoja,
si me huye, si me espera,
si me olvida, si me nombra,
sufriendo, amando, esperando,
ira, amor, muerte, victoria,
a sus rayos, a su nieve,
blanda cera, firme roca;
tengo de ser deste Sol,
en bien, en mal, pena o gloria.
su eclíptica por el cielo
y por la tierra su sombra.
Prín. Pésame, por Dios, don Juan,
de verte en tal confusión.
Juan. Estas mis tristezas son
y éstas mi muerte serán .
Prín. Un remedio sólo siento,
si alguno lo puede ser.
Juan. ¿Qué remedio puede haber?
Prín. Dilatar el casamiento
y entretener los cuidados
del sol que te abrasa el pecho,
que pocas veces se han hecho
casamientos dilatados.
Juan. De haberle dado me pesa
la palabra al Rey.
Prín. No importa;
tú en tanto, don Juan, reporta
el servir a la condesa
mostrándola poco amor;
que podré poco o será
Sol tu mujer.
Juan. No querrá
dar licencia el Rey, señor.
Prín. Ya el alba empieza a reír
de ver a los dos hablar;
pero venme a desnudar,
que mejor fuera vestir,
que tiempo queda después.
Juan. ¡Oh, bello sol castellano,
tente, no abrases en vano
un corazón portugués.
(Salen Don Sancho y Mendo, labrador.)
Sancho.
En ti pensé yo, Mendo, que tenía
un Hércules famoso que guardara
mi casa con lealtad y valentía.
Mendo.
Cuando yo huera miércoles, no hallara
cosa, a la he que de importancia fuera,
que es la señora Sol más que el sol erara;
Leonor es una verde primavera
de virtudes y gracias.
Sancho.
Yo lo creo,
sus gracias oigo y sus virtudes veo;
que son mis hijas, Mendo; pero estamos
en tierra ajena.
Mendo.
No hay que te desveles.
62-
l.A MAYOR NIRIUD DE UN Ki:V
S.^NCIIO.
Destos olmos que ves, destos laureles,
hombres pienso que son los verdes ramos.
Mendc^.
Pues si Sol y Leonor son dos angeles,
perdona, que son necios tus enojos.
Sancho.
Yo he visto un cazador con estos ojos
pasear este campo muchas veces.
Mexdo.
Estaba por decir que son vejeces.
¿Es tuya aquesta tierra?
¿Has vedado este coto?
Los conejos y urracas deste soto,
los cuervos y torcaces,
¿son tuyos, por ventura?
Sancho.
Prevenir es cordura
lo que puede temerse.
Mendo.
Muy bien haces,
que siempre dio cuidado la hermosura.
Sancho.
Tú, que por tu llaneza
y poco entendimiento
das ocasión a no guardarse, mira
si es causa desta caza la belleza
de Sol y de I^eonor, y siempre atento,
las guarda y del peligro las retira.
Mendo.
¿A mí rae mandas que doncellas guarde,
pobre, villano, rudo,
quien en el mmido pudo,
por más que fuese honrado, sabio y fuerte?
I.^ mujer más cobarde,
en llegando a querer, y más doncella,
su honor y el de sus padres atropella,
ni repara en la fama ni en la muerte.
Mándame tú guardar seri)ionlcs fieras,
cocoílrilos, dragones,
osos, tigres, lagartos y leones,
grifos, e.scoloprendos y panteras,
culebras, lagartijas
y no guardar doncellas.
Venlad es que tus hijíi.s
son cuerrlas como Ix-lias;
IH:ro liay hombns demonios tan .sotiles
dando y enamorando.
y más si topan las defensas viles,
que son, señor, criadas codiciosas,
que no hay honra segura.
Sancho,
Estoy pensando
que sabes algo t\i.
Mendo.
Si lo supiera,
como esto digo aquí te lo dijera;
que el no querer guardar a gente moza
cuando la nueva sangre les retoza
es miedo de que algún amante loco
me pegue un sopetón .
Sancho.
Traer contigo
un arcabuz, como que estás cazando.
Mendoza.
Harélo ansí; mas todo importa poco.
Mas ellas vienen.
Sancho.
Silencio, Mendo amigo,
no sepan lo que estábamos hablando;
haz lo que digo por que te defiendas.
Mendo.
Gentil habar o viña me encomiendas.
(Salen Sol y I,eonor.)
Sol.
¿Cuándo querrá cansarse la fortuna,
padre y señor, de tantas sinrazones?
Leonor.
El no vivir con esperanza alguna
en todas las humanas pretensiones,
hace menor el daño.
Sancho.
A Portugal me trujo un necio engaño
de hallar amparo y a mi mal consuelo.
IjiONOR.
No sabe la desdicha mudar cielo.
Sancho.
El Rey teme ofender al castellano
en darme .su favor, si está ofenditlo.
vSoi..
vSin (■] divino no hay favor humano.
vSancho.
Servirse no ha querido
JORNADA PRIMERA
623
en paz de mi consejo y experiencia,
ni en guerra de mi espada;
antes de su presencia
parece que me aparta, cuando honrada
debía ser la mía.
jMal haya el hombre que del hombre fía!
Dejé la corte y vine cue^-damente
a este campo a vivir; que mal pudiera
en Lisboa con honra sustentarme.
Sírveme, como veis, rústica gente,
y aun no sé si podré desta manera,
hijas, en tierra ajena conservarme;
cuanto puede el honor aconsejarme
es que mudemos todos de vestido,
por ver si desconoce la fortvma
a los que tanto tiempo ha perseguido.
Leonor.
Ya la presumo menos importima,
si por otros nos tiene.
Sancho.
¡Ay, hijas!, cuando viene
tan airada, sospecho
que no ha de haber engaño de provecho;
mejor hubiera sido
salir de España; pero ya que el cielo
para mayor rigor nos ha traído
a tanto desconsuelo,
mostremos obediencia,
que rompe los trabajos la paciencia.
Como el cautivo de la patria ausente,
que en triste soledad desdichas llora
habemos de vivir mientras que el cielo
nos quita la esperanza y el consuelo
de volver a la patria deseada.
Un báculo será de hoy más mi espada
y un gabán mi vestido,
la caza mi ejercicio; y así, os pido
(pues el ejemplo os muestro)
que imitéis la desdicha con el \aiestro.
(Vase.)
Soi<. No ha sido sin ocasión,
Leonor, este advertimiento.
Leo. Los celos del pensamiento
previenen la ejecución;
que como aquel caballero
ha dado en venir aquí,
o te culpa a ti o a mí.
Soi.. Algún desacierto espero
deste venir tan aprisa
desde que me vio en el prado.
Leo.
Soi,,
Leo.
Sor,.
Leo.
Soi,.
Leo.
Soi,.
Juana.
Soi<.
Juana.
Ya con eso tu cuidado
de que le tienes me avisa.
Bien conozco que don Juan
merece amor por quien es,
y mirándole después
tan gentil hombre y galán;
tan cortés, tan entendido
como en la fuente le vi;
pero, ¿qué ha de ser de mí
si está mi padre advertido?
Pues aguardar a que él pueda
casamos, ¿cómo ha de ser?
Desdichada es la mujer
que tan bien nacida queda
en manos de la fortima.
Muchas suele amor casar.
Y aun es milagro acertar
de muchas veces alguna.
Y esto de dejar las galas,
¿cómo se ha de obedecer?
Que en la mujer suelen ser
lo que en las aves las alas.
La hermosura más lucida
sin las galas se acobarda;
que no puede andar gallarda
una mujer mal vestida.
Mas pienso que está engañado,
porque el disfraz de la aldea
dará ocasión a que sea
más advertido y mirado.
Tienes, Sol, mucha razón;
mas despierta y enamora,
porque dama y labradora
es extremada invención.
Su propio nombre le llamas,
que apenas nos ha de ver
cviando nos \'Tielva a poner,
como primero, de damas.
¿Xo has visto que aunque es jus-
y de las prensas se vale [ticia
si ima premática sale
sale también la malicia?
Pues lo mismo en las mujeres;
porque es darles ocasión
a que con nueva invención
tengan menos pareceres.
(Sale Juana, labradora.)
Yo lo diré desa suerte,
puesto que pena les dé.
¿Qué es esto, Juana?
Ala fe
que no sé «.ómo lo acierte.
634
LA MAYOR VIRTUD DE UN REY
Vienen a ve al señor
el príncijje don Manuel
y otto hidalgo con él
que anda aquí con un rzor
haciendo enredos por veros
volar ?1 viento suave;
que como el amor es ave
tiene pájaros terceros.
En un caballo venía
el I*ríncipe, tan hermoso,
que de alentado y brioso
su propia espuma bebía,
y el cazador, si te acuerdas,
en un nevado jazmín,
barriendo el suelo la crin
con una escoba de cerdas.
Pero ?penas preguntando,
se apean en el zaguán
y entrando a las cuadras van
\'uestros retratos mirando,
cuando con desasosiego
me llamó y dijo señor:
«Diles a Sol y a Leonor,
Juana, que se escondan luego,
y di que en el campo están
si te preguntaren algo.»
Soi,. El príncipe y el hidalgo.
Juana, a pesar nos verán
de los celos ael señor.
Ven, Leonor.
Leo. ¿Cómo ha de ser
si nos mandan esconder?
Soi,. Pregúntaselo al amor,
que él te dirá si es posible;
porque en nuestra condición,
en habiendo priv?ción
no hay desatino imposible.
(Vanse.)
]VASK ¡Oh!, cómo rae da contento
de mis amas el cuidado,
que cierto paje me ha dado
un pellizco al pensamiento.
Después que el dicho don Juan
anda en estas arboledas,
ni las armas están quedas
ni los arroyos lo van.
Este guardarnos, señor,
desta gente jjalacicga
tal vez obliga, y aun ciega,
para algún notable error.
Como fruta .suelen .ser
las mujeres encerradas.
que de puro estar giiardadas
nos venimos a perder.
Bueno es guardarnos mirando
por el honor; mas yo sé
que no es malo que nos dé
el aire de cuando en cuando.
(Sale Mendo.)
Men. Huélgome de hallarte aquí.
Juana. Y yo me huelgo de verte.
]\IEN. ¿Cuánto va, Juana, que traes
solevantado el caletre?
Juana. Malicias nunca te faltan.
Men. Esta cortesana gente
es propia para el humor
de señor, porque él pretende
que a Sol no la mire el sol,
y que Leonor estuviese
guardada con diez leones,
y ellos a la he no vienen
por él.
Juana. ¿Pues por quién?
Men. Por ellas.
Y si prosigue el Príncepe
esto de venir a caza,
yo te digo que ellos \'uelen
(que son halcones reales)
las dos mozas fácilmente,
y que no te falte a ti
cernícalo que te pesque
entre tanto escude re te.
Juana. ¿A mí?
Men. ¿Luego tú no eres
hija de Adán y de Esgueva,
como las otras, ni tienes
ya tu poquito de amor?
Juana.
¿Yo?
Men.
Juana, no me lo niegues;
que se te ve en los quillotros
de los ojos craramente.
Juana.
¿De qué lo sabes?
Men.
Permite,
que a verlos, Juana, me acerque:
(Llégase.)
cada imo tiene un hombre.
Jt'ana.
¿No ves que son transparentes
y a ti mi.smo te retratan?
Men.
¿A mí?
Jl'ANA.
¿Pues a quién?
Men.
No pienses
engañarme, que yo sé
que a algún cortesano quieres;
que til teniendo amor las amas.
JORNADA PRIMERA
625
Juana,
Men.
Juana.
Men.
Juana.
Men.
Juana.
Men.
Juana.
Men.
Juana.
]\IEN.
xn
no hay cosa que más se pegue:
es fuerza que las criadas
hacer lo que ven intenten.
Kn un convento, en mi tierra,
cantaban, como otras veces,
los maitines en el coro,
y estaban (que ansí los leen)
unos tras otros, diez frailes.
Durmióse el primero, y éste
dio con el cuerpo al segundo;
y como estaban enfrente,
de fraile en fraile cayeron
todos diez, como acontece
cuando juegan a los bolos.
Ya sospecho que me entiendes:
quiere Sol, y da en Leonor;
cae Leonor de repente;
de una en otra, dan en ti:
¿no quieres que te derruequen?
Grandes tus malicias son;
mas dime, pues de allá vienes,
¿cómo ha tomado nuestro amo
la venida desta gente?
¿Qué me preguntas, si sabes
lo que siente y lo que teme?
Tener hijas, o sean feas
o hermosas, es triste suerte.
Feas, no las quiere nadie;
hermosas, todos las quieren.
Guardarlas es imposible;
que son hombres y mujeres
ellas queso, ellos ratones;
unas callan y otros muerden.
También los suelen coger.
Yo veo que muchas veces
queda el queso ratonado,
y ellos huyen y se meten
en sus agujeros libres.
¿Qué hace señor?
Entretiene
al Príncipe.
¿Y don Juan?
Anda mirando si puede
hallar a Sol.
Tendrá frío.
Temo al viejo, que es valiente,
honrado y sabio.
Esos son
los que engañan las mujeres
con mayor facilidad.
Ya sé yo que cuando quieren
no hay valentía que valga
ni discreción que aproveche.
Juan.
(Salen Don Juan y Sol.)
Ventura hallaros ha sido;
que aunque vuestra luz buscaba,
como en una selva andaba
en vuestra casa perdido.
No de otra suerte escondido
tiene por mayor decoro
naturaleza el tesoro
puesto en tan desierta parte,
porque no la venza el arte
por la codicia del oro.
Así suele el peregrino,
en noche obscura, esperar
la luz que le ha de engañar,
mejor que el norte, el camino.
Y así sale el Sol divino
esparciendo sus cabellos,
aunque a mí, sin me recellos,
por más claros arreboles
me amanecieron tres soles:
vos y vuestros ojos bellos.
Como despierta el pastor
cuando le llama el aurora
con la dulce voz sonora
del músico ruiseñor,
que al canto y al resplandor
mira, aimque alegre, turbado,
cielo azul y verde prado
en esta ocasión he sido,
pues me habéis favorecido,
cuanto me habéis deslumhrado.
Mi padre tales desvelos,
señor don Juan, ocasiona
sólo el ver una persona,
aunque inútiles recelos,
que escondidas por sus celos,
yo y I/eonor, mi hermana, estamos;
pero lo que no pensamos,
los celos nos solicitan,
porque aquello que nos quitan
es lo que más deseamos.
Siempre resulta engañado
el cuidado de guardar,
porque nos fuerza a pensar
en la causa del cuidado;
y como a lo imaginado
poco los deseos tardan,
más me animan que acobardan,
porque como en vos pensé,
viéndoos pasar, os llamé
para ver de quién me guardan.
¿Xo me visteis en la fuente
a vuestra hermosura atento?
Sor..
Juan.
40
64Ó
I. A MAYOR VIRTUD Dl> UX RIÍY
SiiL. Es ahora pensamit.nto,
y entonces era accidente.
jr.\N. ¿ y ué os parezco, finalmente,
ya que para verme os den
luz \'uestros soles también?
Sol. Un hombre, que me han mandado
que no os vea; que ha bastado
para parecerme bien.
Jr.\N. Besóos mil veces las manos.
Sol. No lo digo porque os quiero;
que hay mucho que ver primero.
Ji".\N. Nació mi esperanza en vano.
Sol de invierno y de verano
os considera mi ciego
amor, cuando a veros llego,
y todo para matarme:
de verano, en abrasarme;
de invierno, en ponerse luego.
Mkn. Qué atenta estás, sin cansarte,
Juana, de ver y escuchar.
J TANA. Querría aprender a hablar.
Mex. Eso debe de faltarte.
Juana. ¿Piensas que es esto escucharte
y el ver que cuando me miras
como borrico sospiras?
Mex. Juana, en estas soledades
habla amor con las verdades
como allá con las mentiras.
J r.\NA. Eres tú muy entendido
para verdades de amor.
Mex. Vn escodero es mejor
totlo de lana embotido.
J''ANA. Mira qué hermoso y polido
está don Juan,
^f'x lis don Juan
para Sol propio y galán;
pero es razón que te allanes,
que todos somos don Juanes
]xjr línea recta de Adán.
It.an.\ ';Qué os hace dificultad
que para quererme importe?
^'L. Ivl no saber si en la corte
tenéis otra voluntad.
J'MNA. De la fuente os acordad;
donde con agua de olvido
ansí bañáis mi sc-ntido,
que se m.- hubiera olvidado
si lia sido lo que ha pasado
o pasado lo (jue ha sido.
Ningún hombre tan exento
vivió como yo viví,
que aun para quererme a mí
lio be tenido ¡x-n.samiento.
Sol.
Juan.
Sol.
Juan.
Sol.
Juan.
Sol.
JlAN.
vSoL.
Ij-o
Ahora mi entendimiento
no sabe por dónde huya
que a su ser le restituya,
pues piensa sin libertad;
que si tiene voluntad,
no debe de ser la tuya.
De verme están mis sentidos
y no sin causa admirados,
porque se ven ocupados
donde se han de ver perdidos.
El alma, que reducidos
los tenía hasta que os vi,
a ser lo que de antes fui,
tales tenéis a los dos,
que después que vive en vos
no sabe si vive en mí.
Como es el alma invisible,
liase de creer por fe
el dar lo que no se ve.
Aunque es el verla imposible,
en los ojos es visible,
cuando en su amorosa calma
toda el alma se desalma.
Qué calma tan mentirosa;
porque miran una cosa,
y tienen otra en el alma.
Lo discreto os ha engañado;
porque quien os mira a vos,
quisiera entonces que Dios
mil almas le hubiera dado.
A cuantas habéis amado
habéis dicho esa terneza.
Hasta ver A'uestra belleza,
ni amé, ni amaré después.
Andad, que sois portugués
y amáis por naturaleza.
Huélgome qiie así me honréis;
que quien portugués no fuera,
ni os amara ni entendiera
lo nnicho que merecéis.
"Mñs por ((ue no os alabéis,
(¡ue castellana .seáis
me ¡x'.'^a.
¿En qué lo fundáis?
Ivn que no sabéis querer,
ni pagar, ni agradecer,
porque más fingís (|ik' amáis.
(Sale I,i:oNOHA.)
Sol, señor, viene a buscarte;
no sé qué remedio tenga,
íjue íjuiere el rríncii)e verte.
JORNADA PRIMERA
627
(Salen el Príncite y Don Sancho.)
San. Aquí están Sol y lyconor,
inis hija.s.
Prín. Tendréis con ellas
consuelo en vuestras desdichas,
y descanso en vuestras penas.
Sax. y vos, señor, dos esclavas.
Sol. Denos los pies vuestra Alteza.
Prín. Quien tiene tanto de cielo,
¿por qué se humilla a la tierra?
¡Qué gallardas dos hermanas!
Mucho que vivan me pesa,
don Sancho, esta soledad;
mejor su ilustre belleza
era para honrar la corte.
So I,. Al destierro de la nuestra,
señor, pensó nuestro padre
que el vuestro remedio fuera;
pero como la fortuna
nos viene .siguiendo adversa,
en Portugal es la misma .
Prín. Temerá el Rey que se ofenda
el de Castilla; mas yo
haré de suerte que tenga
don Sancho lo que merece.
¿Sois vos Sol? Pero qué necia
pregunta; que solamente
un ciego pudiera hacella.
Que dudar si el sol es Sol,
o fuera ignorancia extrema,
o querer, como las aves,
aguardar a que amanezca.
Sol. Yo soy Sol.
Prín. Nadie en el mundo
mejor decirlo pudiera.
Leo. y 3^0, gran señor, Leonor.
Prín. Bien podéis, siendo tan bellas,
ser la una de la otra,
sin verse la diferencia,
espejos cuando os toquéis.
Sol. Honráis dos esclavas vuestras.
Men. Juana, llega tú también;
conozca su reverencia
a Juana, y también a Mendo.
Juana. Señor, este es una bestia,
que ño sabe que os llamáis
Majestad.
Men. Ya se me acuerda.
Déme los pies vuestra eme.
Juana. Necio, ¿no ves que esa letra
quiere decir Majestad,
que es cifra con que se abrevia,
si lo has visto en algún libro?
^Ii:n. Señor, esta es bacliillera,
que yo soy mi mentecato.
Verá el diabro, ¡quién sopiera •
que la eme es Majestad,
por abreviar su grandeza!
Prín. Don Juan.
Juan. Señor.
Prín. Bellas damas.
Juan. Señor, vuestra Alteza advierta
que es tarde para volverse.
Prín. Don Sancho.
San. Señor.
Prín. Quisiera
valer mucho con mi padre,
que aunque os parezca extrañeza
por ser hijo, lo que digo,
sabed que no hay hoy quien pueda
más con el Rey que don Juan;
conocelde, que si llega
a hablar por ves, no habrá
cosa que imposible sea
para el amor que le tiene.
San. vSeñor, cuando se me ofrezca
alguna cosa, vos sois
a quien es justo que deba
pedir favor; y con esto,
dad a mis hijas licencia.
Prín. Dios os las guarde; y creed
que habiendo quien las merezca
de que ya llevo cuidado,
no será poca nobleza
cas alias en Portugal.
(Vanse las dos.)
San. No está de suerte mi hacienda
que pueda tratarlo agora.
Prín. No hay en el mundo riqueza
como hermosura y virtud.
(Vanse.)
Men. Juana.
Juana. ¿Qué quieres?
Men. Que adviertas
el recato de señor
y el poco de las doncellas.
Trocaban ojos don Juan
y Sol ¡qué cosa tan ciega
es este diablo de amor!
Juana. Buena noche nos espera
si señor nos ha entendido.
Men. Toda la culpa está en ellas.
Juana. Son castañas en el fuego;
que si las pones enteras,
luego saltan a los ojos.
I A MAVOK VIRTUD ÜK UX RF.V
MEX.
Juana.
Men'.
Juana
Men.
Juana.
Men.
Juana
Men.
Pues para que se estén quedas,
ya tú sabes el remedio.
Hizo la naturaleza,
para conservar el mundo,
este amor.
Y fué discreta
la naturaleza. Juana,
en hacer esa conserva
de las hembras y los maclios.
Fué justa correspondencia.
Pues quiéreme a mí.
Sí haré.
Dame un favor.
Toma. (Dale.)
Espera;
pero no me lleva nada,
antes pienso que me deja.
JORNADA SEGUXDA
(Salen el Rey de Portugal )■ la Condesa Teodora.
Rey. Cuando a don Juan te propuse,
condesa, para tu esposo,
y de tu bien cuidadoso
preciso término puse
para que tuviera efecto,
te vi con tanta alegría,
cuanto un hombre merecía
tan galán, noble y discreto,
y a quien yo por su valor,,
después del Príncipe estimo.
Teo. No sin causa me lastimo
de mi fortuna, señor.
Luego que fuisteis servido
de tratar el casamiento,
tuve aquel justo contento
que aquí me habéis referido
por las partes de don Juan,
su entendimiento y valor;
y él rae mostró tanto amor,
que procediendo galán
con' papeles, con paseos
todas las noches y el día,
mostraba lo que sentía
la.s ansias de sus deseos.
Pero todo este furor
tan de improviso ha parado,
que aun lo cortés no ha quedado,
ya que ha faltado el amor,
como nube que transforma
Rev
Tro.
Rey.
en noche el sereno día,
y el sol que resplandecía
convierte en escura forma.
Si me escribe, son razones
tan llenas de cumplimientos,
que deben sus pensamientos
convenir entre renglones.
Si me mira, es a traición;
lo desatento es mentira,
que desprecia lo que mira
quien mira sin atención.
Si le hablo en que se intente
la boda que se dilata,
con mil rodeos me trata
de materia diferente.
No de otra suerte el que debe,
cuando al que debe encontró,
o finge que no le vio
o aprisa los pasos mueve.
Como sucede a don Juan
en iguales ocasiones,
bien diferentes acciones
de marido y de galán.
Así vivo disgustada,
y en su desprecio he creído:
o que él está arrepentido,
o que 5'o soy desdichada .
Conmigo está disculpado,
pues que pudiendo eximirse,
no deja el arrepentirse
para después de casado.
No pudiendo yo haber hecho
a don Juan mayor favor,
que emplearle en tu valor,
no he quedado satisfecho
del desprecio, porque yo
vengo a ser más despreciado
por la parte que le he dado
lo mismo que despreció.
Di verdad: ¿quién te ha servido
o te sirve? Que recelo
que son celos tanto hielo
y en tanto amor tanto olvido.
Puedo a vuestra mejestad
jurar por su misma vida
que ni fui ni soy servida
ni he tenido voluntad,
fuera de don Juan, a hombre
nacido.
Muévesme a ira.
El viene; allí te retira.
(RfUrast.)
JORNADA SEGUNDA
629
(Salen Don Juan v Lain, criado.)
Juan. Aborrezco hasta su nombre.
hAÍ. No lo merece, señor,
ni su amor ni su hermosura.
Juan. Si me estorba mi ventura,
¿qué hermosura ni qué amor?
Rey. Don Juan.
LaÍ. H1 Rey.
Rey. Aquí estaba
tratando con la condesa
de lo que a los dos nos pesa;
ver que por vos no se acaba
de concluir, con efeto,
el casamiento tratado;
que habiéndolo yo mandado,
no ha sido intento discreto.
No os pregunto en su presencia
la causa, porque no hay ley
que a la voluntad de un rey
excuse la inobediencia.
¿Por qué procedéis tan mal,
siendo el que más interesa,
pues no hay como la condesa
casamiento en Portugal?
La palabra os obligó;
casaros tenéis mañana,
porque sois vos el que gana
y soy quien lo mando yo.
(Vase.)
Juan. ¿Hay tal desdicha? ¿Hay rigor
tan grande? ¡Oh, Sol!, ¿qué he de
[hacer?
¿De qué sirvió merecer
mi esperanza tu favor
si apenas el resplandor
de tu hermosura amanece
cuando a mi vida anochece?
(Sale la Condesa.)
Teo. ¡Qué suspenso se quedó!
¿Qué quiero, qué intento yo
de un hombre que me aborrece?
¿Ks posible que he llegado,
cielo, a merecer tan poco?
Pero mi amor es tan loco,
que pienso que me ha engañado;
pero cuando despreciado
de quien no me ha merecido
quede mi amor, más corrido
y con más pena y pesar
vendrá después a quedar
de darse por entendido.
Juan.
No puede haber más extraño
linaje de loco amor;
que presumir que es mejor
que el desengaño el engaño;
si el desengaño es mi daño,
mejor es entretenerse
con el engaño hasta verse
donde el bien pueda gozarse;
que sólo el desengañarse
es bueno para perderse.
Si acaso, señor don Juan,
puede a disgusto obligaros
el ver que para casaros
tan breve término os dan,
a tiempo estáis, que podrán
deshacerse sin rigor
los conciertos; que el valor
cuando se pierden las dichas
no sufre que las desdichas
se atrevan al propio honor.
Si es dejarme de escribir
y muchas veces de ver
anticipar lo mujer
a lo que está por venir,
bien os podéis descubrir,
aunque ya estáis entendido.
No os quiero, aunque os he querido;
que quien se casa forzado,
antes de haberse casado
previene lo arrepentido.
lyos reyes, que a Dios imitan
en que de nada hacen algo,
aunque sois noble fidalgo,
lo que merezco me quitan.
Por quereros solicitan
que a ser mi dueño lleguéis;
pero vos que conocéis
la diferencia en los dos
desde la excelencia al vos,
no amáis lo que no podéis.
(Vase.)
¡Qué confusión tan cruel!
¡Qué laberinto! ¡Qué aprieto!
¡Oh!, qué bien dijo un discreto:
«Pequeño mal es aquel
que el seso puede con él»;
pues si agora no le pierdo,
ni del ni de mí me acuerdo;
mas cuanto padezco es poco,
que nunca de un amor loco
resulta efecto más cuerdo.
La condesa, con razón,
6^0
I A MAYOR V1UTÜD''1>E-IXN REY
infama mi proceder;
no sé cómo pueda ser
el darla satisfacción.
Hoy vendrá a ser privación
lo que en el Rey fué privanza;
ya murió la confianza,
¡oh, Sol!, de que fueras mía;
que es inútil la porfía
donde falta la esperanza.
Casarme es fuerza y querer
a la condesa, que aquí
me trató tan mal por ti;
tanto debo al Rej' temer,
porque no le obedecer
será ocasión de mi muerte;
pues si tengo de perderte,
haz cuenta, Sol, que te vas
al ocaso, en que jamás
vuelvan mis ojos a verte.
(Vase.)
(Salen Don Sancho, con gab.in y báculo, y Ju.\na.)
- lá nueva melancolía
que estos días la atormenta.
(Vasc.)
Ju.\N.\. Hacerla quiere ruido
como a gusano de seda,
que las penas y las nubes
con tempestades atruenan.
Mhx. jAy, Juana!, que estos recelos
de señor no me contentan;
mucho se atreve don Juan.
J LANA. No te espantes que se atreva
dándole Sol la ocasión;
MiCN. Para ser Sol tan discreta
mucho se fía de un hombre
tan i\Iendoza, que si fuera
don Juan el príncipe ^reo.
JrANA. Ni lo digas ni lo creas.
(Salen Sol y L,eonor, de labradoras^ bizarras.)
San.
Juana.
San.
Juana.
San
Men.
San.
Mhn.
San.
De las tristezas de Sol
estoy con notable pena.
No te espantes que ande triste
viviendo una pobre aldea
la que enseñada a las cortes
era sol de la belleza.
No, Juana; algún pensamiento
la causa tanta tristeza.
Extraña es tu condición;
los árboles y las peñas
deben de servirla aquí.
No presumo yo que sea
de su virtud y valor
menos que tristeza honesta.
¿Mendo?
(Sale.)
Señor.
¿Está a pujito
el rocín de campo?
Queda
boca abajo, como siempre,
y esperándote a la puerta
dos criados y seis galgos.
Haced en tanto que vuelva
algúti rígocijo a SíjI;
cantad a la portuguesa
de lo que hal>éis apreiulido,
di- .suerte que se entn-t<-nga:
haced con los instrumentos
ruido, por que suspenda
Sor,. ,
Juana.
Sor..
Juana.
Sor,.
lyEO.
Sor..
Ijío.
vSoL.
Ij'O
Sor,
Lrio.
¿Fuese ya señor?
' Ya es ido;
y sintiendo tu tristeza,
nos manda que te alegremos.
¿Cómo?
Haciéndote una fiesta
que te divierta. Ea, Mendo,
llama a esa gente.
Si viera
como los ojos del alma,
que un loco amor atormenta,
no tratara de alegrarme.
Agora, Leonor, me cuenta
lo que Ñuño te decía.
Lisonjas de quien desea
engañar a una mujer.
Tendrá por fácil la empresa,
porque tienen én lo fácil
mala fama las doncellas,
pues en oyendo marido
padre y honor atrepellan .
Del príncipe está celo.so,
pero no con mucha pena.
Desiguales señorías
no compiten con altezas.
Decirme el príncipe amores
¿no es amor?
Cuando lo fuera,
nunca las desigualdades
ajustan correspondencias.
Todo debe de sc-r gala;
(juc es propia naturaleza
de los hombres.
JORNADA SEGUNDA
63 í
Sor,. Cuanto miran
tanto quieren y desean.
Luego que quise a don Juan
hice, Leonor, diligencia
para saber si en Lisboa
le quedaba alguna prenda
de los amores pasados;
yo tengo celos, él niega;
yo me enojo, él jura y miente;
• yo me entristezco, él se alegra.
. No sé qué me han dicho, ¡ay, cielos!
Leo. Que sirvió cierta condesa
en palacio te habrán dicho;
pero ni della se acuerda
ni fué más.
vSoí,. No digas más,
si se casaba con ella.
Leo. Ya los labradores vienen ,
que los instrumentos suenan.
Sor,. Después tengo qué decirte;
mi pena y tristeza aumentan.
(Salen foliones; cania Meíído, responde Juana, y luego
los músicos.)
Men'. «Barquariña fermosa, pasaime
da banda d'alem do río Tejo.
¡Nome de Jesu!
Juana. Si tracéis diñeiro, eu vos pasarei.
Mendo.
Dexaime cliegar a vosa falúa.
Juana.
Quein entra e non paga, en pasando zumba.
Mendo.
Non seáis tan crúa, que eu vos pagarei.
Juana.
En la praya vos ficaréis.»
(Repiten.)
Prín.
NuÑ.
Prín.
NuÑ.
Prín.
Men.
¿E si non le teño?
NuÑ.
Juana.
Mex.
Non vos pasarei.
¡Nome de Jesu!
¿Naon?
Juana.
Naou.
Mex.
Y entaon ¿qué farei?
Prín.
Juana.
En la praya vos ficaréis.
(Repiten todos y bailan los dob.J
Juan
Pásaime,
INIENDO.
tniñ'alma, que por vos' morro.
Prín.
Juana.
Sor,.
Non se move 0 barco sen prata ou oro.
r^lEXDO.
OUay, meos olios, que naon le teño.
Prín.
Sor,.
Juana.
Ollay, que non queiro.
Prín.
Mendo.
Y entaon.
¿qué f aréis?
Juana.
Hn la praya vos ficaréis.
■
(Salen el Príncipe Don Juan r Ñuño.)
Esconde en esa alameda,
Ñuño, los caballos.
Creo
que temes que mi deseo
competir al tuyo pueda.
¿Pues tú miras a Leonor?
Ojos tengo y alma tengo.
Por vida del Rey, que vengo
sin cuidado y sin amor.
Más altas empresas sigo,
que otros cuidados me dan;
que no vengo a ser galán,
sino sólo a ser amigo.
Todo esto puede el amor
que tengo a don Juan.
Diré
al mío que en esa fe
sin celos sirva a Leonor.
(Vase.)
Entraremos pregmitando
por don Sancho.
Bien será,
aunque ya mi amor está
ni temiendo ni esperando.
No cese por mí, señoras,
la fiesta.
Agora, señor,
lo ha sido con tal favor.
¡Qué gallardas labradoras!
Sol : iades de la corte
obligan a entretener
tristezas, si puede ser
que divertirlas importe.
Quien tan bien acompañada
está de sí misma, creo
que sólo tendrá deseo
de estar consigo ocupada.
Hermosa Leonor, ¿qué es esto?,
¿qué traje es éste?
6r-
I.A MAYOR VIRTUD DE UN REY
Leo.
Prín.
Sol.
J t-'AN
Engañar
la fortuna, que en lugar
tan humilde nos ha puesto.
Aunque es el traje de aldea,
no con el camjx) se iguala;
que no habrá en la corte gala
que como la suya sea.
Parece, aunque más se priven
de cortesanos primores,
que se han vestido de flores
de los campos donde viven.
¿Cómo no hablas, don Juan?
Pero es propio de discretos
prevenir a los conceptos
mientras que callando están;
que como es receta amor,
cuando escribe en su cuidado
hace la lengua traslado
y los ojos borrador.
No nace la suspensión,
señor, deste caballero
de ver del traje primero
la mudanza y la razón;
nace aquel divertimiento,
que por fineza se loa,
de haber dejado en Lisboa
lo más del entendimiento;
que en toda amorosa historia
que se trata con verdad
no habla la voluntad
ausente de la memoria.
Dígale allá \'nestra Alteza
a la Condesa Teodora
esta, pues la ha visto agora,
enamorada fineza,
y sabrá su señoría
cuan de veras la cumplió
si la palabra le dio
de que aquí no la diría.
No he dejado sin razón
de hablar, ni j>orque he dejado
en la ciudad el cuidado
de vuestra imaginación;
fuera de que ser pcxlía
el veros causa primera,
y hablando el príncijje, fuera
notable descortesía;
que cuando en silbos suaves
dulce en esta .selva amena
suele cantar l'ilomena,
escuchan las demás aves.
Novedad, señora, ha sido
el hablarme en la condesa.
y de que creáis me pesa
que la quiero ni he querido;
si bien el Rey, mi señor,
por ponerme en alto estado,
muchas veces lo ha tratado,
pero ninguna mi amor;
Y cuando por vos dejara
tal estado y tal mujer,
fineza pudiera ser
que a estimarla os obligara,
Soi,. Cuando yo licencia os di,
fiada en palabras \aiestras
y en las amorosas muestras,
para entrar de noche aquí
por esa puerta secreta,
tan necia como mujer,
porque en llegando a querer
se pierde la más discreta,
ignoraba la traición
con que pensasteis vencenne,
de que es tan justo ofenderme
como es dejaros razón.
Sin vos viviré y sin mí
entre aquestas asperezas,
porque mis propias tristezas
tomen venganza de mí.
Juan. Señora, a tan grande engaño
mal podrá satisfacer
quien ya comienza a temer
más la desdicha que el daño.
No ponga vuestra aspereza
mala voz a fe tan pura,
que sola \aiestra hermosura
puede igualar mi firmeza.
Todos cuantos han amado
hasta que yo vuestro fui,
hoy aprendieran de mí
como no hubieran pasado.
Aquí vive mi verdad,
vos sois el bien que desea,
vos hacéis la corte aldea
y corte la soledad.
Más firme que antigua palma,
tanto estimo mi tormento,
que envidia mi pensamiento
la inmortalidad del alma.
NO hay oro que en el crisol
más que mi fe limpio quede,
que no sois vos sol que puede
ni aun tener celos del sol.
Si, ingrata a vuestra belleza,
los tenéis desa Teodoro,
¿qué culpa tienen, señora.
JORNADA SEGUNDA
633
mi desdicha y mi firmeza?
Mirad qué seguridad
queréis tener de mi amor,
aunque ningima mayor
que mi propia voluntad.
Soi,. ¡Oh cuánto mal puede hacer,
por más que el temor asombre,
el saber hablar un hombre
y escuchar una mujer!
De palabras de fingidos
hombres pienso, pues lo eres,
que se hizo en las mujeres
la cera de los oídos;
y como con el calor
de amor se derrite luego,
entran a hurtar el sosiego
y por ventura el honor.
¡Oh si para hacer constante
la mujer el cielo hiciera
que esa defensa de cera
fuera puerta de diamante!
Bn fin, ¿tengo de creer
por verdades tus mentiras?
Juan. Si lo que me dices miras,
¿qué dudas puedes tener?
vSoí,.
¿Hngáñasme?
Juan.
¡Qué rigor!
Sol.
¿Cierto?
Juan.
No me des enojos.
Men
Sol.
Jura, don Juan.
Juan.
Por tus ojos.
Sol.
¡Buen juramento!
Juan.
Bl mayor.
Sol.
¿Por qué?
Juan.
Son la luz que veo.
vSOL.
¿Quién lo dice?
Juan.
Tu beldad.
Sol.
¡Qué mentira!
Juan.
¡Qué verdad!
Sol.
Loca estoy, pues que te creo.
(Sale Juana.)
San.
Juana.
No faltará pesadumbre.
Señor llegó y se volvió.
Men
Prín.
¿Por qué no entró?
Juana.
Qué sé yo;
San.
por su celosa costumbre.
Men
Allá va con una cara
Leo.
de hombre que ha perdido al juego.
San.
Leo.
Que no le culpéis os ruego.
vSOL.
Bs viejo, en nada repara .
Leo.
Prín.
¿Supo que yo estaba aquí?
Juana.
Sí, señor.
Prín.
Celoso efeto.
Leo.
No os ha perdido el respeto,
que es su condición ansí.
Prín.
Pues mirad qué i" mandáis.
Vamonos, don Ju
Juan.
Los c lo
os guarden.
•
(Vanse.)
Sol.
De tener celos,
y más si vos me los dais.
Leo.
Bl príncipe se ha enojado.
Sol.
Y justa razón ha sido.
Leo.
Descortés término.
Sol.
Bxtraño.
Juana.
Saliendo el príncipe dijo:
Men.
San.
Men.
San.
«Todo es honra este Mendoza,
todo es presunción y bríos.»
(Saleti Mendo y Don Sancho.)
Yo, señor, ¿qué culpa tengo?
¡Buen criado! «
Yo te sirvo
con lealtad.
¡^Mientes, villano!
Porque si me hubieras dicho
que esta gente entraba aquí,
remedio hubiera tenido.
¿Gente es un príncipe que hoy
del rey don Manuel es hijo
y mañana será rey?
Si por manto de soplillo
me dieran un pontocón,
¿qué hicieras después conmigo
más que llamar a los cregos,
y con la cruz y dos cirios
en un latín por la posta
soterrarme a medio oficio,
dándome dos hisopadas
sin kirios ni parcemicos,
como a los ricos entierran?
¿Ya no estabas advertido
de traer un arcabuz?
No entiendo lo del gatillo,
que lo demás...
¿Qué?
Tampoco.
¿Qué es esto, señor?
¡Qué lindo
donaire! Bntraos allá dentro.
¿Pues de qué estás ofendido?
¿Qué culpa tiene mi hermana
si el príncipe...?
634
l.A MAYOR VIRTUD DE UX KKV
San-.
Leo.
S.\x.
Buen principio
de disculpa; y el don Juan
entre renglones.
Su oficio
de camarero mayor
o mayor caballerizo
le traen, no Sol ni j'o.
fVans'e.)
Y o vosotros, enemigos
de mi honra y de mi vida,
¿qué os han dado o prometido?
Jr.\NA. Yo, señor, ¿qué culpa tengo
si folijé? Mendo dijo
que tú lo habías mandado.
ilKN. Dar en Mendo.
San. ¡Mal nacido,
hoy morirás a mis manos!
Men. Trátame bien te soprico,
que con un zá que toviera
tan soldemente añadido
,al Mendo fuera Merdoza.
S.vx. ¡Ingratos, desconocidos,
vive Dios!
Juana.! Huyamos, Mendo.
Men'. Huye, no .saque el cochillo.
San. ¿Esto es hijas? Más valiera
qu** nimca hubiean nacido.
M?s yo sé lo que he de hacer
donde es tancierto el peligro,
que contra el poder no hay fueríj
ni contra el agravio olvido.
(Salen la Co.ndi:s.\ Teodora v Ñuño.)
Teodora.
¡Extrañas cosas rae refieres!
Ñuño.
Mira,
b'-Ua TeoíJora, que aunque soy celoso,
donde suele ser propia la m.ntira
(que lo mismo es celo.so que envidioso),
todas son verdaderas.
Teodora.
¡Oh, si antes rae dijeras
de don Juan el engaño!;
pero ana está por .suceder el daño,
pues esta ncjclic el Rey casarme intenta;
(jue fuera para mí notable afrenta.
XUÑO.
Hay una quinta, que la mar combate
con uno y otro embate,
cuyo pie bañan infinitas sumas
de nácares y espumas,
fingiéndole im jardín de mil colotes
las algas, hierba, y los corales, flores;
aunque a veces, en círculos deshechos,
salpica las pizarras de los techos,
tiene a la parte de la tierra enfrente,
como en conservación, puestos en torno,
seis olmos por adorno,
dosfles de una villa y de una fuente.
Aquí vive, Teodora, aquel valiente
don Sancho de Mendoza,
que por sus hechos este nombre goza,
con dos hijas, milagros de hermosura,
con más merecimientos que ventura:
Sol, y l/conor hermosa.
La vSol es de don Juan prenda amorosa.
Por ella te desprecia .
Teodor,\.
X'o hará, Xuño, no hará; no soy tan necia.
Ñuño.
i La Leonor fuera mía,
porque la vi también el mismo día;
mas como es arrogante,
aunque el Príncipe finge ser su amante,
porque en Castilla tratan de casalle,
me mata con miralle y con hablalle:
venganza de don Juan es cuanto digo;
porque para encubrir sus pretensiones,
al viejo ilustre le llevó consigo.
Tú, si de mis razones
has hecho ya conceto,
agradece con ánimo discreto
el noble aviso de tu fal.so engaño.
Teodora.
Amique es de amor castigo el desengaño,
le estimo y agradezco.
Ñuño.
Si algún premio merezco,
sólo el silencio os pido.
(Vase.)
Teodora.
Mi amor te deberá su justo olvido;
salid del alma huyendo,
mal empleado pensamiento nu'o;
que ami de pensar me ofendo
el ciego error de tanto desvarío.
No más, salid; no más, nmdad de inlinto,
o negaré que sois mi pensamiento.
JOrRNA.DA SEGUNDA
63:
Xo más vana porfía,
que tanta ingratitud os ha deshecho;
loca esperanza mía,
salid también de mi abrasado pecho,
porque si vuelvo a amar escarmentada ,
mármol seré, que no mujer burlada.
(Sale Dox JuAX.)
JUAX. Del Príncipe, mi señor,
l2 traigo a vuestra excelencia
un recado, si licencia
me permite su rigor;
que ya me turba el temor
de tan injusta aspereza.
Teo. ¿Qué es lo que manda su alteza?
Juan. Siendo contrarías las dos,
¿cómo se juntan en vos
la. crueldad y la belleza?
Leo. ¿Yo cruel? De vos me espanto;
que ni galán, ni marido,
lo que sois me habéis querido
declarar en tiempo tanto.
Si yo o3 he querido cuanto
conocéis, ¿por qué llamáis
cruel a quien despreciáis?
Reloj de sol parecéis,
que no más de sombra hacéis,
mas nunca las horas dais.
Comparación extremada
de quien apenas me nombra:
de xu\ sol castellano sombra,
V como sombra estimada.
Pero ya desengañada
de vuestros vanos antojos,
tanto siento mis enojos,
que si reloj de agua hubiera
como de sol, yo le hiciera
de lágrimas de mis ojos.
Justamente desconfío
cuando veo que os ha dado
tanto sol, que de abrasado,
estáis para mi tan frío;
pero en sus mudanzas fío,
que podía escurecerse,
y vengándome, esconderse
cuando le pensáis gozar;
que sol que está junto al mar,
no está lejos de ponerse.
Pero, ¿qué es lo que os mandó
decir el Príncipe?
JiAN. Quiero
satisfaceros primero.
TeO. Pues eso no quiero yo;
que quien me desengañó
sabe que sois desleal,
y que ese sol celestial,
nueva de amor maravilla,
aunque ha nacido en Ca.stilla,
os abrasa en Portugal.
Ju. Siendo así que no gustáis
de oírme, bella Teodora,
dice el Príncipe, señora
si es que crédito me dais,
que al Rey seis días pidáis
que espere para casarme;
porque quiere acompañarme,
que bien los han menester,
las galas que quiere hacer
pa~a serviros y honrarme.
Su alteza pide esto, y yo
que las colores me deis.
Teo. Al Príncipe le diréis
que hicisteis lo que os mandó,
y que mi honor respondió
que os daba infinitos años,
con tan justos desengaños,
para que tengáis lugar,
no de galas que sacar,
sino de pensar engaños.
Las colores de mi gusto
• no pienso que las querréis;
las de mi rostro podréis
trasladar de mi disgusto;
que la vergüenza y él susto
ya de colores se esmalta;
será la gala más alta
que halléis en esta ocasión,
por que vistáis la traición
de la vergüenza que os falta.
(Vase.)
Juan.
Todo soy confusiones,
tolo desdichas, todo pensamientos.
¡Oh, amor, en qué me pones!
;Oué nave combatida de los vientos
se ha visto en más confusa desventura,
adivinando el norte en noche oscura?
¿Qué preso fugitivo
más temeroso a las espadas, frente
al juez ejecutivo,
volviendo a instantes la turbada frente,
que yo este casamiento que me asombra,
pues busco el sol y me persigue sombra?
En tan dudosas calmas.
el ver el puerto solicito en vano.
636
I.A MAYOR VIRTUD DE UX KKV
jOh, Sol!, troquemos almas:
yo seré con la tuya castellano,
tú con la mía hermosa portuguesa,
por que no nos conozca la condesa.
(Sale Mendo, de camino.)
Mex. ¿Si le hallaré por aquí?
Que vengo totio temblando,
porque estoy más ducho a ver
los campos que los palacios.
Allá la inocencia vive
sin melindre y sin recato;
por acá las lenguas dulces
y los corazones falsos.
¿Qué tienen que ver las flores
de que se visten los prados
con estos dorados techos
sobre columnas de mármol?
¿Y ver nacer una fuente
los cristales retozando
con las arenillas de oro
entre los pies de un peñasco?
¿Y ver al alba risueña
cantar a los dulces pájaros,
con el roído y los preitos
de aquestos soberbios patios?
^lejor canta un jilguerillo
sobre la copa de un árbol,
que el mejor procurador
y más Uocido escribano.
¿Preitos? ¡Oh, huego de Dios!
Bien hayan los verdes llanos,
pap)el en que el cielo escribe
trigos, frutos y ganados.
Pero, ¿no es aquel don Juan,
que está suspenso mirando
la pelusa de los aires,
que ensucia del sol los rayos?
¡Ah, caballero!, ¿a quién digo?
¡Ah, señor!
Juan. ¡Ay, cielo santo!
Mkn. (Xo me conoce? Yo soy
Mendo, el mozo de don Sancho;
el que le abría estas noches
la puerta, cuando mi amo
estaba acostado.
JfAN. ¡Oh, Mendo!,
no te admires que cuidados
y desdichas me suspendan.
Conjuráronse en mi daño
los cielos, amor y un rey:
¡mira que fuertes contrario.s!
¿Cómo está el ángel de Sol?
Mbn. El ángel, señor, volando,
y el Sol llorando por vos:
que debéis de ser nublado.
Todos tenemos salud,
gracias al Rey de lo alto:
Leonor, señor, Juana y yo;
y con los demás criados,
el cuartago de señor
y el rocín en que va al campo,
flacos, como vos también,
porqiie están enamorados.
Este papel os envía,
no entendáis que es el cuartago,
porque aun no sabe escribir,
sino Sol, que os quiere tanto,
con más lágrimas que letras;
y díjonie que un abrazo
me daríades de porte
(([ue harto mejor fuera un sayo);
mas dicen que los señores
ya pagan, sólo abrazando,
que han dado en ser amorosos,
discretos y cortesanos.
Juan. Nunca yo fuera señor,
Mendo, de un ajeno estado;
pero en esa bolsa llevas
pienso que son cien cruzados.
Porque si para abrazarse
se cruzan, Mendo, los brazos,
cruzados llevéis los míos.
^lEN. Dios os guarde tantos años
como un avariento rico
a un hijo galán y franco;
nunca a vuesa casa llegue
pleito, ni bueno ni malo,
ni en vuestra vida os obligue
aquello de «Sepan cuántos».
Jamás con palabras dulces
os engañe amigo falso,
ni a quien hiciéredcs bien
os salga traidor ingrato.
Lee Juan. eSeñor mío...» (¿Seíior \'uestro?
Sol mía, decid esclavo.)
«Ya mi vida, ya mis dichas
con perderos se acabaron.»
(¡Válgame el cielo! ¿Tan presto
ha sabido que me caso?)
«Mi padre, viendo que el Rey
tan áspero se ha mostrado,
hoy nos manda prevenirnos,
(¡mirad si me quejo en vano!)
para volver a Castilla.
Hoy está determinado
JORNADA SEGUNDA
637
de besar la mano al Rey,
y que vamos caminando
a Sevilla, donde tiene
deudos que le den amparo.
Por lo que debéis, os pido,
a estos ojos, que bañando
de lágrimas el papel
escriben más que la mano,
que me veáis, pues podéis
llegar al coche entretanto
que está mi padre en Lisboa;
que no es mucho, pues me parto
a morir por vuestra causa,
que viva este breve espacio.
Vuestra Sol, esposo mío.»
¡Cielos!, ¿qué espero aguardando?
¿Quién amó con tanta dicha
para ser tan desdichado?
Amor, tus alas me presta.
(Vase.)
Men. ¿Qué es esto que le ha tomado?
¡Ah, señor! Ssñor, ¿no escucha?
Yerra, con notable daño
la ciudad en no hacer
hospital de enamorados;
pero si no los hubieía,
¿cómo medrara el criado,
la alcahueta y el cochero,
huésped de cama, de campo?
Caso extraño es ver que un hombre
encubra a su secretario
su dama, y luego la fíe
de un cochero y de un lacayo.
¡Bien haya amor, por quien tengo
estos benditos cruzados,
que me han de hacer caballero
naciendo un pobre villano!;
que con oro y con favor,
cualquiera de sayo pardo,
habiendo sido borrico,
bosteza para caballo.
(Salen Fernanl o y Riselo, criados: Sol y I^eonor,
con cap Hilos y sombreros de camino, y Juana.)
Ris.
Soi,.
Leo.
Soi,.
Men.
Juana.
Soi,.
No pasemos adelante
Soi,.
hasta que mi padre venga.
Juana
Fer.
Podrá ser que le detenga
el Rey.
Sor,.
Leo.
¡Qué firme y constante
ha estado en que ha de salir
de Portugal!
Men.
Soi,,
Di al cochero,
Fernando, que aquí le espero;
que no es razón proseguir
el caminoi comenzado
sin él.
A esperar convida
la verde alfombra tejida
de las flores deste prado; .
que de nuevo se han vestido
cuantas tienen sus riberas,
aunque con dos primaveras,
¿qué mucho que esté florido?
Con más amenos despojos
esmaltara sus colores,
si dieran alma a sus flores
las lágrimas de mis ojos.
¡Ay, Leonor!, ¿qué confianza
podré tener de don Juan,
cuando ya expirando están
las fuerzas de mi esperanza?
Escribíle que viniese
a verme en esta partida,
para que mi corta vida
este consuelo tuviese;
y con ser causa del daño
que .por su ocasión padezco,
aun respuesta no merezco.
¡A tanto amor, tanto engaño!
Justo castigo, Leonor,
de mi loco pensamiento.
Por no tener sufrimiento,
llamaron fuego al amor;
que no pudiendo su llama
hasta su esfera pasar,
arde amor hasta llegar
a la vista de quien ama.
Pues si el fuego y el amor
producen un mismo efecto,
¿qué te admira mi inquietud?
(Sale Mendo.)
Parado el coche y paciendo
los caballos desuncidos.
Ellas son.
Pienso que es Mendo,
señora, el que viene allí.
¿Y viene solo?
No veo
otra persona.
¡Ay de nü!
Discretamente habéis hecho
en deteneros aquí,
y aun fuera mejor volveros,
que andaba señor despacio
para habrar al Rey.
6jS
l.A X/AVCtR Vm^^D.DE. UX RL:Y
S()L.
Mi:x.
Men.
r.\NA.
ER.
. . ■ No puedo,
MendOj cijejar de: seguir
las iras de sus preceptos.
Muere por verme apartada
de Lisboa.
El caballero
a quien llevaba el papel,
como suele entre humo y fuego
la bala del arcabuz,
salió, señora, en leyendo
el papel, que fué la cuerda.
¿Sin decirte nada?
Pienso
que la respuesta es venir.
Teulo, señora, por cierto,
que allí vienen muchos hombres.
De una carroza salieron,
y vienen tras de nosotros.
t Salí Don Juan y tres criados con arcabuces y máscaras.)
Ris.
JlANA.
Mkn
Jf.VNA.
Sol.
Ji;.A.N.
I.AÍ.
Jl'ANA.
Mk.v
(• AN
IKN.
Jl ANA.
Mkn
Dejad las mujeres luego,
villanos.
Huye, Femando.
(Vausc los dos.)
¡Ay, Mendo!
¡Ay, Juana!
¿Qué hare-
Señores, si el oro acaso... [mos?
Vos sois el oro que vengo
a buscar. ¡Hola!, a esos olmos
atad fuertemente, y presto
(por que seguimos no puedan
y esté el robo más secreto),
a esos dos villanos.
Muestra
las manos.
(Áianlos.)
¡Paciencia, Mendo!
¡Paciencia!
ICstas dos señoras,
volando vayan, Marcelo,
en este ccx-lu- a Lisboa.
¡Esto me faltaba, cielosl
(Ll/ianlas y quedan atados.)
I Buenos habernos quedado!
í¿ue no.s ataron sospecho
jiara blanco tU- su.s balas.
De azote.s no escaparemos,
como las hija.s del Cid,
aunrjiíe yo uij \n parezco.
¡ TuAN.\. Mis artias me ddn dolor.
I
I ]\Iex. Muriéndouie estoy de miedo.
¿Ha)' eij esta, tierra lobos?
I i.^NA. Suelen bajar dt'sos cerros,
y comerse los pastores.
. Men. a tenei; entendimiento,
\ mejor asieran de ti.
JUAN.v. Yo, Mendo, reliquias tengo.
Mkx. y yo, Juana, cien cruzados;
pues con ellos muy bien puedo
estar seguro.
(Sale Don Sancho, de camino.)
S.\x. ¡Gran yerro
hice en mandarlas partir!
Dióme el honor el consejo,
; y es colérico el honor.
Mex. Allí un caminante veo.
(Dale voces.)
¡Scñoi !
Juana. ¡Señor!
Mex. Señor caballero,
dadnos favor.
Sax. Voces oigo.
Sean quien fueren los dueños,
yo tengo de ver lo que es.
Algunos ladrones fiieron
los que a dos olmos ataron;
mas, ¿qué digo? ¿Xo son estos
mis criados?
J i: A NA . ¿ Es se ñor ?
Mex. ¿No lo ves?
S.\x. Gran mal .sospecho.
¿Cómo o quién os puso aquí?
JU-'NA. Señor, porque aquí vinieron,
con máscaras y pistolas,
ciertos hombres encubiertos,
que en un coche se llevaron
a Sol y a Leonor.
San. iüiit.^ puedo,
cielos, oír tanto agravio,
sin que me mate primero
mi desdicha! Culpa tuve
en dejarlas. ¿Van nuiy lejos?
Men. No, señor.
San. ¿Híiy tal traición?
¡tanto agravio a mí! ¡a un Mendoza!
(Vase.)
!jUANA. Mendo, vámosle siguiendo,
' no vuelvan los salteadores.
Mkn. Mejor lo ha entendido el viejo;
no hay.us miedo que las maten.
TORNADA TERCERA
639
Ji'ANA. . ¿Siei3-d,oii Juai^?
^ÍKN. ,,.LS...'i , ■ Tenlo por cierto.
Juana. ¡Gran maldad!
Mex. Después que fuiste
la alcahueta, ¿diccvS eso?
Juana. ¿Y tú qué has sido?
Men. Lo mismo.
Juana. Yo, Mendo, perdida quedo;
(jue tú llevas cien cruzados.
Men. IÍu las espaldas los temo.
. JORCADA TiSRCKRA
(Salen el Rev y el Condestable de Portugal.)
Rev. En fin; ¿quedan, Condestable,
firmados ya los conciertos?
CoxD. vSerán para siempre ciertos
durante la pa? estable
de Castilla y Portugal
y en los conciertos dichosos
de los nuevamente espesos
la descendencia real.
Rey. Vivirá con firme ley
la paz y amistad que espero.
CoND. De don Felipe primero.
Archiduque de Austria y Rey
de Castilla, y doña Juana,
de Femando e Isabel
hija, ¡oh, claro Emanuel!,
y ella reina ca.stellana
y él de Aragón y Sicilia,
desde hoy podéis esperar
lo qué el cielo ha de aumentar
\aiestra gloriosa familia.
Rey. ¿Es muy hermosa la Infanta
doña Catalina?
CoND. Creo
que aumenta el dichoso empleo
gracia y hermosura tanta.
Rey. Dad al príncipe esa nueva;
id a hablar con él.
CoND. El cielo
os guarde.
. (Vase.j
Rey. Ya no hay recelo
de que la envidia se atreva
a contrastar amistades,
que inviolables ha de hacer
dar al príncipe mujer
de tan altas calidades;
el dar al Oriente leyes
no puede ser gloria igual
como honras a Portugal
de los Católicos Reyes.
(Sale Mendo.)
Men. Pensando que soy bufón,
aquestos de los cochillos
colorados y amarillos,
como en Castilla lo son,
me han dejado entrar; no hay hom-
que me pregunte quién soy, [bre
si bien donde entrando voy
no hay somltra que no me asombre.
¿Cosa que me quede acá?
Pero no me quedaré,
que de mi desdicha sé
que ninguno me querrá.
Un caballero está aquí;
por don Juan pescudar quiero. —
0)'e, señor caballero.
No hace caso de mí,
que grave está del favor
de su Rey, y es justa ley,
pues habrá al Rey, porque el Rey
fegura a mueso Señor.
¿Oye, señor?
Rey. ¡Qué notable
persona! Xo hay más que ver;
esto debe de traer
de Castilla el Condestable.
¿Cuándo veniste?
Men. Señor,
en este punto.
Rey. ¿Qué gracias
tienes?
]\lEN. A decir desgracias,,
hubiera dicho mejor.
Rey. ¿Tantos tienes?
Men. He llegado
a ser dichoso en tenc-
tantas, que no puede ser
que sea más desdichado.
Rey. ¿Cantas, tañes? _, ... _
Men. Allá fuera,
con Juana, suelo cantar.
Rey. ¿Es tu mujer?
:\IEN. No hay tratar
que por marido me quiera ;
que tiene tal sopitez
y señoril fantasía,
que me tiró esotro día
una mano de almirez.
640
r.A MAYOR VIRTUD DE UX REY
Rey. ¿Quién es Juana?
Mex. Ura criada
de Sol.
Rey. ¿Quién es ese Sol?
Men. Es hija del español
mejor que ha ceñido espiada;
que es don Sancho de Mendoza;
}• a fe, que aunque es buena el ama,
que no, para no ser damj,
monda nísperos la moza.
Rey. ¿Es tu señor muy valiente?
Men. Es hombre que de un revés
mató a dos, y fueran tres
si esotro estuviera enfrente.
Rey. Esto tiene algún secreto.
¿A qué viniste a palacio?
Mex. Es cuento para de espacio,
que estamos con grande aprieto,
y sólo vengo a traer
cierto papel a don Juan
de Castro, el bravo, el galán;
mas nadie lo ha de saber
Rey. ¿a ver?, muestra.
Mex. Es muy secreto.
Rey. Pues ¿qué impoila verle j'o?
Mex. Xo, no; que me le metió
él propio en el balsopeto
para que nadie le viese
cuando por él pescudase
y a ninguno le mostrase
hasta que a don Juan le diese.
Rey. ¡Muestra, villano!
Mex. lístese quedo. El cochillo
empuña.
Rey. Suelta, hombreciUo.
Mex. ¿Qué quiere? Xo soy mayor.
El pajxíl rasga. El dimuño
hoy me ha traído a palacio;
que en él, quien no tiene estrella,
no medra más que cuidados.
(A brele.)
Rey. Xo es de mujer el papel;
la firma dice «Don Sancho».
«Xo suelen los caballeros
que se precian de fidolgos
hacer a los que los son
en el honor tanto agrav¡í>.
Si el .señor príncijK- ha sido
cómplice y está culpado,
nr) puedo yo con su alteza
tratar de mi desagravio;
con vos, sí, que sois mi igual,
que os honro para mataros;
y así, os reto y desafío
por traidor y amigo falso.
Junto a Belén estaré
esperándoos en un barco
mañana, de sol a sol,
para que juntos nos vamos
de la otra parte del mar,
adonde, solo, en el campo,
sustentaré lo que digo.
El castellano don Sancho.*
(Salen Ñuño y Tristán.)
Rey. ¡Hola!
X'uÑ. Señor.
Rey. Con secreto
encerrad a este villano
hasta que os mande otra cosa.
(Vase el Rey.)
Tri. ¿Qué has hecho, rústico?
Men. El diabro
me engañó. ¿Xo me conoce?
Mendo soy.
X'uÑ. Este es criado
de don Sancho de Mendoza,
el hidalgo castellano
padre de Sol y Leonor.
Tri. No es sin causa el encerrarlo.
¡Ea, camina!
Men. ¿Soy toro,
que me encierran?
XuÑ. He pensado
que ha sabido el Rey que sirve
el príncipe, o yo me engaño,
a Leonor, y como trata
casarle, estará enojado.
Men. ¿Oyen, señores?
Tri. ¿Qué quieres?
Men. Si el encierro va de espacio,
no se olviden de enviarme
cuando coman algún prato;
será la primera vez
que me den algo en píilacio.
(Vanse, y sale Don Sancho con capa de color, y Juana.)
San. Vuélvete a Li.sboa, Juana,
si le entregaste la ropa
al arráez.
Juana. En la popa
la puse,
San. ;\uii es (le inañ.'ina.
JORNADA TERCERA
641
Juana.
San.
Juana.
San.
Juana.
San.
Juana.
Bar.
San,
XIX
que el sol en cercos de grana
rayos a la tierra envía
desde la cima del día.
Triste estás, señor. ¿Qué tienes?
Muchos males, pocos bienes.
Tu pena aumenta la mía.
¿A dónde tan solo vas?
Sabes de Sol y Leonor,
porque sin gente, señor,
en grande peligro estás;
que aunque es verdad que podrás
fiar del nombre famoso
de Mendoza el Belicoso
que tienes en toda España,
el que vive en tierra extraña
siempre ha de estar receloso.
No es buen modo de cobrar
las hijas que te han robado
con sola tu espada al lado
en un barco por la mar.
Cerca me voy a informar,
donde hallar nuevas espero.
Ksa ropa, ese dinero
que me has mandado traer,
¿de qué efecto puede ser
contra tan gran caballero?
Es don Juan de Castro a quien
más quieren en Portugal
los Reyes, por principal
y por su valor también.
Míralo primero bien
como discreto ofendido;
que de un rey favorecido
y de un príncipe estimado,
a donde vas confiado
volverás arrepentido.
Juana, no voy a cobrar
mis hijas, sino mi honor;
y porque sé que el amor
es quien te ha enseñado a hablar,
te perdono aconsejar
con tu ignorancia mis canas,
¡Plega a Dios que salgan vanas
mis sospechas! El te guarde,
(Vase.)
(Sale un barquero.)
Mirad, hidalgo, que es tarde,
y con estas tramontanas
podremos salir agora,
haciéndonos a la vela.
Al caso que me desvela
pensé salir al aurora;
tarda, porque lejos mora
Bar.
San.
Rey.
San.
REY,
un caballero, un amigo,
y por eso no prosigo
la jornada a donde voy;
que con harta pena estoy,
si se ha de embarcar conmigo.
Paseaos por esa playa,
que a su tiempo os llamaré,
porque no me embarcaré
si no es que conmigo vaya,
y serviréis de atalaya
por si algún criado envía.
Por mí, más que pase el día;
llamadme en siendo ocasión.
(Vase.)
¡Qué propia de la traición
fué siempre la cobardía!
Aimque no puedo creer
que un hombre tan principal
pueda con término igual
ni salir ni responder,
que es indigno proceder
de lusitano Vdlor.
Tres hombres, ¡bravo rigor!,
se apean de un coche allí;
si ellos vienen contra mí,
mucho debo a su temor.
Esforzad, pues razón llevo,
corazón, las bien nacidas
canas, que en sangre teñidas
parecerán de mancebo;
cumpliréis con lo que debo
al valor que el nombre goza;
ya la sangre se remoza
de ver que el honor cobráis.
¿Qué son tres si os acordáis,
corazón, que sois M<=ndoza?
(Salen el Rey, Ñuño y TristAn,)
Aguardaos los dos allí.
Ya se dividen los tres ^
y viene el uno; el Rey es.
¿Si viene a buscarme a mí?
Gran señor, ¿pues vos aquí?
Aquel airado papel
que a don Juan, o a mí por él,
escribiste, castellano
valiente, vino a mi mano,
aunque no la causa del.
Como al príncipe culpaste
de ser en tu deshonor
cómplice, a cuyo valor
digno respeto guardaste,
a lo que ves me obligaste;
porque hasta haberlo entendido,
41
^42
LA MAYOR VIRTUD DE UN REV
ni él ni don Juan lo han sabido,
que al mensajero mandé
que le encerrasen.
San. Xo sé,
¡oh, príncipe esclarecido!,
qué pueda decir de vos
en acción tan valerosa
sino que .sois generosa
imagen del mismo Dios.
De no lo saber los dos
me j)esa, sin ofenderos;
pero confieso que el veros
en tal confusión me pone,
que me turba y descompone
para poder responderos.
Si venís a castigarme
por lo que a don Juan queréis,
Rey sois y vístome habéis,
ya es forzoso perdonarme,
pues ¿cómo sin escucharme,
aunque juez para mí?
Rey. Sancho, haber venido aquí
no es amor de quien te agravia;
prevención, sí, justa y sabia,
para informarme de ti.
Favorecer al extraño
fué ley que Dios escribió;
si lo eres y Rey soy yo,
tu recelo ha sido engaño
y basta por desengaño,
que es igual la majestad.
Habla con seguridad
de que yo te escucho aquí;
que no hay don Juan para mí,
sino justicia y piedad.
San. Bn tan justa confianza,
invictísimo .señor,
pro.seguirá mi desdicha
^ más la razón que la voz;
que cuando los agraviados
se quejan con tal dolor,
las lágrimas son la lengua
que piden más atención.
Del Marqués de Santillana
.segundo liennano nació
don Luis, mi padre, en Castilla,
Mendoza por .sucesión;
por segundo, no fué rico,
supuesto que conquistó
vf>lunt<ídes con virtudes,
que es la riqueza mayor.
J^úsome a servir a Ivnrique;
su palacio me crió.
las guerras me dieron bríos,
la sangre me dio valor.
Ya comenzaba mi nombre
cuando vino de Aragón
el Infante don Fernando,
que son Isabel casó.
lyos servicios que le hice,
aunque fueron contra vos,
siendo mi Rey, fueron justos;
no lo ha sido el galardón .
Vino el Archiduque de Austria
de Flandes a España, y yo
inclíneme a su servicio,
dejando el traspuesto sol
cuando Filipo Primero
en Castilla amaneció.
En su antecámara un día,
estando en conversación
castellanos y flamencos,
la plática se movió
del gobierno de Fernando;
hablaron mal sin razón.
Con tres dellos salí al campo
en la edad que veis que estoy;
que el ánimo no envejece.
Y por deciros, señor,
en una palabra el caso,
maté al uno, herí a los dos.
Para dejar a Castilla
hice de vos elección;
que como trotáis casar
al príncipe, del favor
que pensé que en vos hallara
mayor mal me -esultó.
Truje conmigo doa hijas,
Sol y Leonor; éstas vio
don Juan un día en el campo,
de cuya loca afición
nació enfado para mí,
que ya os he dicho quién soy.
Trujo al príncipe consigo.
Si quiere bien a Leonor,
no lo sé; .sé que don Juan
al mi.smo sol se atrevió.
Quise remediar el daño,
y puse en ejecución
irme a vSe villa; y viniendo
a despedirme de vos,
cuando al camino volví
hallé, señor (¡qué traición!),
a mis dos hijas robadas,
que ya es amor .salteador,
dos criados en dos robles.
JORNADA TERCERA
643
Rey.
San.
Rey.
San.
Rey.
cuya triste información
me dijo mi desventura,
me contó mi deshonor.
Parcciéndome el quejarme
bajeza de mi opinión
y también porque a don Juan
tenéis tan notable amor,
teniéndole por hidalgo
de tanta reputación,
que por el reto saldría,
que a darme disculpa no,
aquel papel escribí
para dar satisfacción
a mi honor con la venganza
de un delito tan atroz.
Agora, invicto Manuel,
cuyo cetro besan hoy
los indios más orientales,
juzgaréis como quien sois;
que Rey que sabe el agravio
no cumple su obligación
si deja que pobre apele
para el tribunal de Dios.
Basta, don Sancho; no más.
Al mismo doy por testigo,
y por mi hijo lo digo
si del agraviado estás,
de que tan presto verás
un Tito Manlio, tm Trajano,
un Arístides greciano
que de la frente el laurel,
más que piadoso, cruel,
les quite con propia mano.
Pésame de que viniendo
confiado a Portugal
en mi clemencia real,
que es de lo que más me ofendo,
te ofenda don Juan, sabiendo
que son indignos resabios
de hombres tan nobles y sabios
el valerse del favor
del poderoso señor
para cometer agravios.
Disculpas amor codicia.
Conmigo no hay más amor
que coronar el valor
la espada de la justicia;
no reinará la malicia
donde yo reinare.
Vos
sois Rey.
Fía que los dos
San.
Sor,.
Juan.
Soi..
Juan.
escarmienten en quien yerra.
Si vos sois Dios en la tierra,
¿quién no ha de fiar de Dios?
(Vanse y %alen Don Juan y Sol.)
¿De qué sirve persuadirme
después de tan grande error?
¿Qué culpa tiene un amor
tan verdadero y tan firme?
Si vuestro padre os llevara
a donde jamás os viera,
¿Qué vida mi muerte fuera?
¿qué muerte mi vida hallara?
Vuestra súbita partida
no me permitió pensar
cómo pudiera librar
de tal peligro mi vida.
El remedio fué violento,
el consejo fué de amor,
pues conociendo el error
dispuse el atrevimiento.
Pero no tan grande ha sido;
pues a vuestro padre igu?l,
no hay hidalgo en Portugal
más noble y más bien nacido.
Pues casándome, Sol mía,
con vos, queda remediado
cuanto puede haber errado
portuguesa fantasía.
Si fué siempre vuestro intento
casaros, ¿por qué razón
hubo tanta dilación
en tratar el casamiento?
Mi padre estaba presente,
yo enamorada, ¿a qué efeto
dilata im hombre discreto
ejecutar lo que siente?
Pues de haberlo dilatado
necio el quererse volver
temeroso del poder
y del honor incitado.
Diréis que yo os escribí.
Es verdad; mas fué por veros.
Llegando a satisfaceros,
Sol de mi amor y de mi,
pues ya es tiempo de verdades,
dilatar el casamiento
procedió del fundamento
de algunas dificultades.
Antes de veros, señora,
que fué de mi dicha azar,
el Rey me mandó casar
con la Condesa Teodora;
servíla, v, como marido.
644
l.A MAYOR VIRTUD DE UN REY
fué lícito SU favor;
pero vino \Tiestro amor
y el suyo puse en olvido;
que hay ampies tan violentos
que acabados de llegar
a coces quieren echar
del alma los pensamientos.
Pues por no quebrar, señora,
la palabra que al Rey di
el casarme suspenuí,
que será por fuerza agora;
pero es menester pensar
cómo sea sin disgusto
del Rey.
Sol. Xo podéis ni es justo
mi casamiento intentar;
que si la palabra dada
cumplirla es precisa ley
a cualquiera, dada al Rey
¿cómo puede ser quebrada?
Ya, don Juan, el alma os veo;
vos pensaréis engañarme
con palabras, y dejarme
ejecutado el deseo.
Dan los hombres por tener
por ley necia y singular
que no se debe guardar
palabra dada a mujer.
Con esto y con los amores
que les enseña el deseo
tienen el ser por trofeo
de una mujer vencedores.
Pues mal habéis conocido
el castellano valor;
señor portugués, mi honor
no será de amor vencido
si mil 0ño3 me tenéis
encerrada adonde estoy.
Juan. ¿Y si mil firmas os doy?
Sor.. ¡Pleitos, Jesús! No las drds,
que el viento lleva el pjpel,
y de un juramento loco
pesa la firma tan poco
que se la lleva tras él.
La palabra es invisible
como el alma, y el honor
es cuerpo, usura de am jr,
posible por imposible.
¡üli qué honrada y justa empresa
perderme y veros después
por tan dudoso interés
caiado con la Ojnde.sa!
Vu2seuoría, señor,
se case muy en buen hora,
que es muy linda la Teodora
y le tiene grande amor.
Dícenme que es tan discreta.
que la temo desdichada;
mas no hay desdicha empleada
en vos a que esté sujeta.
lil Rey me sabrá volver
a mi padre.
Juan.
¡Qué razón
tan cruel!
Saiv.
¿Más que traición
contra tan noble mujer?
Juan.
Bien os dije, Sol, un día
que todas las castellanas
eran falsas y tiranas.
Soi..
¿Esto llamáis tiranía?
Juan.
Y crueldades manifiestas
con quien por alma os adora.
Sor,.
¿A quién?
Juan.
A vos.
vSoL.
A Teodora .
Los hombres sois como fiestas:
ir y venir por ventana.
prevenir, entapizar
y acabadas de pasar
pagarlas de mala gana.
Juan.
¿Pues qué remedio me dais
ya, mi bien, que os truje aquí?
Sol.
Uno se me ofrece a mí.
Juan.
Si es iros, no le digáis.
Sol.
No, sino que me llevéis
a Teodora, y, atrevido.
digáis que sois mi marido
y por mujer me tenéis.
Juan.
Eso no cabe en razón,
cara a cara, a tal señora.
vSOL.
Yo soy mejor que Teodora.
Juan.
¡Castellana presunción!
Sol.
¡Portuguesa bizarría!
¡Un 1 dama castellan;^
tratarla como villana!
Juan.
Propongo desde este día
no cansaros.
Sol.
Bien será.
J l'AN.
Ni aun quereros.
Sol.
Con dejarme
excusaréis el cansarme.
Juan.
¡Ollay, ollar!
Sol.
¡Tiray la!
(Vase.)
Juan.
No importa que os vais, que aqu|
JORNADA TERCERA
645
Rev.
COXD.
Rey.
COXD.
Rey.
COND.
liabcns de estar muy de espacio,
por eso os truje a palacio;
vivamos juutos así;
vos olvidando, yo amando;
vos huyendo, yo siguiendo;
vos matando, 3-0 sufriendo;
vos rindiendo, yo penando;
que un continuo persuadir
suele imposibles vencer;
seré diamante en querer
si vos piedra en resistir.
Que pues ninguno ha sabido
que el que os ha robado soy,
de todos seguro estoy,
aunque no de \niestro olvido.
Y si con tantos tormentos
no os venciere mi porfía,
será por desdicha mía,
que no por merecimientos.
(Vase.)
(Salen el Rey y el Condestable.)
Esto al Príncipe airéis.
Señor, miraldo primero,
consultando -sin pasión
vuestro claro entendimiento;
no deis lugar a la ira.
¡Qué mal nombre le habéis puesto
Condestable, a la justicia!;
que ese le llaman los reos.
No es ira la del juez
que disponen los derechos,
las penas de los delitos,
con justo y divino acuerdo;
por eso los tribunales
tienen, y está enfrente dellos,
la imagen de aquel Juez
de los vivos y los muertos,
por cjue ninguno se olvide
y sepa, estándole viendo,
que ha de juzgar lo que juzga.
Sí, pero el Príncipe preso
sin mayor información,
afligirás todo el reino;
demás de ser este robo
sospechas de amor ajeno.
¿Qué dirá el rey castellano,
que ya le llamo tu yerno?
Trabajos tiene el reinar.
Su rey los griegos hicieron,
en Atenas, a Filarco,
por votos de los más viejos;
y como a los que e hacían
reverencia, hiciese luego
Rey.
COND.
Rey.
COND.
Men.
Juana.
Men.
Juana.
COND.
Rey.
Men.
Rey.
Juana.
Men.
la misma, los magistrados
!c avisaron y riñeron.
Respondió que la costumbre
fué causa de aquel defecto
que antes de ser rey tenía;
y ellos entonces dijeron
que tuviese gran cuidado.
Y respondió: «Si yo, griegos,
tengo de tener cuidado,
buscad rey, no quiero serlo.»'
Qué necia filosofía;
pero dime: ¿cómo puedo
no hacer, aunque sea mi hijo,
justicia igualmente, siendo
la mayor virtud de un rey?
Cuando fuere, lo concedo;
mas no sin información.
Aquí los testigos tengo
de todo el caso.
Pues entren.
Entrad, castellanos.
(Salen Mendo y Juana.)
Creo
que nos han de ajosticiar.
Yo ninguna culpa tengo.
¿Pues no fuiste la alcahueta?
Soy muy moza para eso,
y ese es oficio de viejas:
que ya pecar no pudiendo,
hacen pecar a las mozas.
Estos lo saben y vieron.
¿Quién eres tú?
¿Ya se olvida
su Remanencia tan presto
del que le trujo la c arta?
¿Y til, mujer?
Señor bueno:
criada de doña Sol,
y del reino de Toledo;
mi madre se llama Alfonsa,
y mi padre Juan Bermejo,
rancios de puro cristiaros.
Yo, señor, me llamo Mendo;
de tierra de Masalanca,
natural de Rapariego;
mi madre, que Dios perdone,
se llamaba Aldonza Puerros.
Pero Berruecos mi padre,
aunque algunos me dijeron
que en ausencia suya fué
el sacristán de mi pueblo;
aunque en esto de ]os padres,
hay descuidos más o menos.
646
1 A MAVOR VIRTUD DE UN UIÍV
Todos de Adán somos hijos;
sólo es cierto el Padrenuestro.
Rey. ¿Qué sabes tú, labradora,
deste caso?
Ju.\NA. Que es muy cierto
sjr el robador don Juan,
porque la amaba en extremo,
y le conocí en la voz;
V porque este alcaducero
de noche la puerta abría.
Men'. Miente, señor, por San Crespo;
que él y un paje que ésta hablaba
entraban por el humero.
Rey. ¿El Príncipe habló a Leonor?
Juana Eso fué de cumplimiento;
.sólo don Juan tiene culpa.
Rey. Extraos los dos allá dentro.
Mex. ¿En fin, que me has acusado?
Jl'ana. ¿Pues qué queriba el borrego,
que me echase a mí la culpa?
(Vanse los dos.)
Men. Allá lo averiguaremos.
Rey. ¿Cómo había de casarse,
andando en estos requiebro.^,
con la condesa, don Juan?
¡Qué ingfT^titud, qué desprecio!
(Salen Don Juan y Ñuño.)
Juan. ;Lds criados de don Sancho
con el Rjy?
XuÑ'. Hoy los truje ron,
y temo, amigo don Juan,
que se ha sabido el secreto.
Ji'AS. ¡Oh, envidia!, bien te llamaron
hija de la Corte.
XuÑ. Pienso
que como don Sancho tuvo
de ti y del Príncipe celos,
él .se habrá quejado al Rey.
Ji;.\N. Aquí está; ¿pero qué temo
si me favorece tanto
que quiere al Príncipe menos?
A daros, señor invicto,
parabién djl casamiento
del Príncipj mi .señor,
con justo contento vengo.
D.-me vuestra Majestad
la mano.
Rky. Vil caballero;
con la espada fuer;; justo,
para pasaros el pecho.
Quitádsela, Condestable.
Juan ¿Por qué, señor?
Rey. Porque debo
más al valor que al amor,
y a la justicia que al vuestro.
¿Esto era el no casaros
con Teodora?
Juan. Si por eso
vuestra Majestad me prende,
su queja tendrá remedio
con casarme.
Rey. Tarde llegan
esos necios cumplimientos,
habiendq el honor quitado
con un robo tan violento
a don Sancho de Mendoza.
fidalgo de tanto esfuerzo,
que os ha esperado en el campo;
tal agravio le habéis hecho,
manchando su claro honor
y su Sol escureciendo.
Juan. Señor, casarme con Sol,
fácilmente satisfecho
dejará .su honor.
Rey. ¿De suerte,
que os queréis casar, muy necio,
con Teodora y doña Sol,
juntas en un mismo tiempo?
Remediarlo es imposible;
que si agora daros quiero
a Sol, ofendo a Teodora ;
si a Teodora, a Sol ofendo.
De .suerte que, por cumplir
con la justicia que debo,
ha de ser fuerza olvidar
el grande amor que os confieso.
Quedad preso en esta sala,
que della saldréis nmy presto
sin cabeza, porque en ella
tomen los demás ejemplo.
(Vanse los dos.)
Juan. ¿Hay más notable rigor?
Amigo Ñuño, ¿qué haremos?
XuÑ. De verte estoy afligido,
y de oír al Rey, suspen.so.
Juan. Kn las iras de los reyes,
no hay más de paciencia y ruegos.
Ivn grande peligro estoy.
XuÑ. X'o es menos el que yo tengo;
voy a bu.scar a don Sancho.
(Vase.)
Juan. Dile al Príncipe, que preso
y en desgracia de su padre
miserablemente quedo.
Hoy, cielos, mi v¿da acaba.
i
JORNADA TERCERA
647
Teo.
para que mi ejemplo asombre.
Cuando Dios maldijo al hombre,
que del hombre se fiaba,
parece que me miraba;
pues fiado en el favor
del Rey, hice tanto error,
creyendo, no sin malicia,
que el brazo de su justicia
pudiera torcer mi amor.
Demás de que justo fuera,
si en la palabra repara,
que a Teodora me quitara
y que a Sol me concediera,
para que no se volviera
a Castilla; pero en vano
fui del mismo sol tirano,
y un Prometeo español,
que robó la llama al sol
con atrevimiento humano.
No debe al Rey admirar
un error enamorado,
porque cuantos han amado
nos han enseñado a errar;
pero cuando quiera usar
desta rigurosa acción,
que me mate mi afición,
que es fin más dulce y dichoso,
que ser de sol tan hermoso
tan atrevido Faetón .
(Sale Teodora.)
Notable rigor ha sido,
don Juan, el del Rey airado,
pues no se aplaca rogado,
ni se vence persuadido,
el castellano ofendido,
con sus hijas, le divierte
de una ejecución tan fuerte.
Ni al Príncipe deja hablar,
porque dice que ha de dar
ejemplo al mundo tu muerte.
Tu Sol llora; y cuando yo
su gracia y belleza vi,
te disculpé, cuanto a mí;
mas cuanto a mis celos, no.
Que rogase me pidió
al Rey por ti; y ya quería,
pero en aquesta porfía,
cuanto más hermosa estaba,
tanto menos obligaba
la envidia que la tenía.
Los celos que tuve della
me han hecho tan rigurosa,
porque a ser menos hermosa
Teo.
Juan.
hiciera mucho por ella.
Tanto mi amor atro pella,
que me obliga a resistir
el perdonar y sufrir;
que en llegando a imaginar
que en tus brazos ha de estar,
quiero dejarte morir.
Juan. Ya, Teodora estás vengada;
mas considera Teodora
que dejas de ser señora
si la venganza te agrada;
y pues Sol no está culpada
procederás bajamente
en que su muerte se intente.
¿Yo intento su muerte?
Sí;
porque matándome a mí,
matas a Sol, inocente.
Si alabas su perfección,
¿por qué no me has disculpado?
Y si dices que ha llorado,
¿qué mayor obligación?
Teo. En los celos no hay razón,
ni en iras de amor, templanza;
ya, perdida la esperanza,
tendré la de tu castigo.
Nací mujer, y conmigo
los celos y la venganza.
No importa; mi amor profundo
muerta quererla promete.
Como no la goces, vete
a quererla al otro mundo.
En que me aborreces fimdo
el rigor que usas conmigo.
Eres en este castigo
navio a quien doy barreno,
porque de tesoro lleno
no te goce el enemigo.
Rey, Condestable, Príncipe, Don Sancho*
Leonor, Sol y iodos.)
Así \aiestra ^Maj estad
vea en Portugal la Infanta
doña Catalina, hija
del Rey, Archiduque de Austria,
con los nietos que desea;
que, pues la parte agraviada
pone en sus manos su honor,
perdone a don Juan.
Rey. No basta,
Príncipe, hay mucho que ver.
San. Señor: quedando obligada
vuestra persona real
a concederme que salga
Juan.
Teo.
Juan.
Teo.
(Salen
Prín.
648
I.A MAYOR VIRTUD DE UN REY
en CiUiipo don J uan conmigo,
será justo hacerle gracia
de la vida, p)or que yo
se la quite en la campaña;
con más honra morirá
a los filos de mi espada,
que en im público teatro.
P*RfN. Qué castellana arrogancia.
Rey. Mendoza: esos desafíos
que antiguamente se usaban,
sagrada Roma prohibe
y no los consiente España.
Quitan la jurisdicción
a los reyes los que tratan
de vengarse por sí mismos;
que al cetro y suprema vara
de la justicia del rey,
que es virtud y no es venganza,
toca el hacer la justicia.
San. Pues, señor, si no se casa
con Sol, yo sé que don Juan
es persona tan f idalga,
que donde yo le llamare,
sea en Italia o en Francia,
o entre los bárbaros sea
de Europa, África o Asia,
irá a volver por su honor.
Juan. Don Sancho: es cosa tan clara,
que el Príncipe, mi señor
se obligará a la fianza;
pero si verdad os digo,
respetando \-uestras canas,
más os quisiera por padre,
que por contrario en batalla:
conozco vuestro vale-;
porque las edades largas
son buenas para las letras,
peo no para las armas.
San. Advertid señor don Juan,
que si mi edad os engaña,
ni en los agravios hay días
ni cu los corazones canas.
Juan. Haced que el Rey me dé a Sol;
que el alma que adora y ama
su sombra, la pide y quiere.
Kkv. Decid, ¿cómo puedo darla,
si la condesa Teodora,
a quien le dio la palabra,
a estíT viene fie jjor medio
para pedirla?
Sor.. Si tanta
cortesía, ¡oh, gran señora!,
vuestra UfibU-za acompaña,
doleos de mí, que a esos pies
llega Leonor.
Men, Llega, Juana,
y pidámoselo todos.
Leo. Señora, de don Juan basta
\fl confusión por castigo.
Juana. Señora, más honra gana
qxiien perdonando se venga.
Men. Señora, si el Rej^ le mata
a don Juan, mira que siempre
le traerá a cuestas fantasma,
por donde quiera que fuere.
Perdónele, si es cristiana.
Teo. Por las lágrimas de Sol,
que me ha enternecido el alma,
a ti^ Majestad le pido
que los case; y mi venganza
será ser yo su madrina.
Men. ¡Oh, viva su señoranza
más años que im campanario!
Rey. Queriendo Teodora, basta;
dense las manos.
NuÑ. Señora:
Leonor está desposada
con Ñuño, aunque de secreto.
Sea general la gracia,
y sed madrina también.
Men. y IMendo, señor, con Juana.
Juana. ¿Yo? ¿cuándo?
Men. No hriy que negar,
que me dijo una mañam,
cuando iba en la borrica:
«Mendo, pon me bien las sayas».
Prín. Sólo resta para mí,
que la Infanta castellana
venga a I,isboa.
Rey. Ya es ido
el Condestable a la raya
de Castilla.
Juan. Aquí, senado,
con mis fortunas acaba
L'i m yor virtud de u>i rev.
Kl poeta no se calida
de serviros, aunque ya
le jubilaban las canas:
tan agradecido está
a las mercedes pasadf.s.
Dadle a])lau.'-o, y a nosotros
el perdón <U- nuestras faltas.
I' I X
COMEDIA DE
LOS MELINDRES DE BELISA
DE
LOPE DE VEGA CARPIÓ
HABLAN EN ELLA LAS PERSONAS SIGUIENTES
Tiberio.
Un Escribano.
Carrillo.
T^ISARDA.
Belisa.
Don Juan.
Eliso.
Celia.
Flora.
Fabio .
Prudencio.
Cuatro ITACAYOS
Un Alguacil.
Felisardo.
ACTO PRIMERO
(Salen Tiberio y T.isarda.)
TiB. En fin, ¿se ha quitado el luto?
Lis. Ha más de un año la muerte
de su padre.
TiB. De esa suerte
podremos decir que es fruto
de la tristeza el contento.
Lis. No lo será para mí,
que tal marido perdí.
TiB. ¡Oh qué inútil sentimiento!
Lis. ¿Inútil? ¿Pues no es razón •
que llore su compañía
una mujer que tenía
tanto amor y obligación ?
¿No sabes tú que aun las aves
dan ejemplo, pues que muda
una tórtola viuda
su canto en quejas .'suaves,
y no se vuelve a casar,
si una vez su esposo pierde,
ni se sienta en ramo verde?
TiB. ¿Pues dónde se va a sentar?
Lis. En un espino, en un ramo
seco.
TiB. Desa imitación
como tortolillas son
las que deste nombre llamo;
que ansí Dios me dé salud
que pienso que se han sentado
sobre espino por estrado,
tal es su grande inquietud,
No paran en todo el día.
Lis.
TiB.
Lis.
TlB.
Lis.
TiB.
Lis.
TiB.
Lis.
TiB.
Lis.
Eso no me toca a mí;
y es que jamás pretendí,
Tiberio, otra compañía.
Pues en verdad que pudieras,
que bien moza has enviudado
y con hacienda qvie ha dado
codicia, si til quisieras,
a más de seis pretendientes.
¿Con dos hijos?
Y con doce.
Mal tu pecho me conoce.
Tú negarás lo que sientes.
¿Qué es negar? Cien mil ducados
mi marido me dejó,
mas con dos hijos, que yo
pienso ver presto casados
y recogerme al aldea
con una esclava no más
y un escudero.
Pues das
en lo que es razón que sea.
¿Cómo vas tan descuidada
en que se case Belisa,
pues que ya su edad te avisa
y el ser de mil conquistada?
Que don Juan al fin es hombre.
¿Cómo puedo yo casar
a Belisa y dónde hallar
un hombre tan gentilhombre
y con partes tan notables
como imaginadas tiene?
En ese humor se entretiene.
Hay mujeres incasables,
que dan en ser tan curiosas
D50
I.OS MELINDRES DE BELÍSA
que se les pasan las vidas
en andar desvanecidas I
y a todo el mundo enfadosas. I
Y tardando en escoger I Flo.
lo mejor suelen pasar i BEL.
y andan después a rogar.
TiB. ¿Luego piensas que ha de ser
Belisa dcsa manera? F1.0.
Lis. ¿Pues ha hecho el cielo cosa
más cansada y melindrosa? 1 BEL.
¿Ni hombre que apetezca y quiera?
A codicia del dinero,
del entendimiento y talle,
es una lonja esta calle
del ginovés caballero,
del indiano portugués, Flo.
del papelista, el letrado, BEL.
el viejo rico, el soldado, Flo.
el lindo, aunque no lo es BEL.
ninguno dellos con ella;
a todos faltas les pone.
TiB. Pues Belisa me perdone, I Flo.
que aunque es tan discreta y bella,
no se ha de desvanecer
en arrogancias injustas. BEL.
Lis. Tiberio, si hablarla gustas
y quieres darla a entender Flo.
esta locura en que ha dado,
hoy está hermosa y gallarda,
que ciertas vistas aguarda; BEL.
habíala.
TiB, Estoy enojado,
y a fe que se ha de casar Flo.
de mi mano, aimque no quiera. BEL.
Lis. Hoy cuatro novios espera;
no sé si le han de agradar.
TiB.
¿De cuatro en cuatro la piden?
Lis.
Pica el dinero, Tiberio.
Flo.
TiB.
Métase en un monasterio.
(Salen Belisa y Flora, ctiada.)
BEL
Flo.
Las celosías impiden
que no veas bien la calle,
pues dices que el del overo
no era galán caballero,
b¡7^rro y de lindo talle.
Flo.
Bkl.
I-lora, aquellas celosías
los ojos me han afrentado.
Bel
Fi/>.
¿Cómo?
Flo
Bel.
Ivn las niñas me han dado
de palos.
Bel
Vjjo.
¡Qué niñerías!
Bkl.
Como los ojcís llegué
V\.(>
a sus palos, ellos fueron
tales, que al fin me los dieron;
pero luego me vengué.
¿De qué suerte?
Del estuche
saqué un cuchillo y los di
de puñaladas allí.
¿Quién hay que tal gracia escuche?
¿Mataste la celosía?
Hice, a lo menos, lugar
por donde pude mirar
quién por la calle venía.
Mas presto vino el castigo,
pues en vez del caballero
pasó. . .
¿Quién?
Un aceitero.
¿Y mirástele?
Eso digo:
que le miré y me manchó
el vestido.
¿Pues podía,
tú detrás de celosía
y él en la calle?
¿Pues no?
Mírame bien.
¿De mirar
el que va aceite vendiendo
te has manchado?
Así lo entiendo;
vestido me puedes dar
y éste harás luego vender.
Mira que muy limpio está.
Necia, ¿no te he dicho ya
que daño me suele hacer
quererme contradecir?
¡Jesús, qué fiero accidente!
¿Cómo?
Este pulso, esta frente...
Mira, estoy para morir.
¡Qué terrible calentura!
No pienso contradecirte
en mi vida, que servirte
mi amor y lealtad procura.
De rodillas te suplico
me perdones.
Ya cesó
la calentura.
¿Quedó
calor .'ilguno?
Tantico;
pero ya se va aplacando.
Tu madre y tu tío.
ACTO PRIMERO
651
Bki,. ¡Ay, Dios!
¿A dos me nombras?
Fei,. Los dos
te están sirviendo y amando.
BEiy. Tráeme luego la labor,
no me vean tan ociosa.
Fl,o. ¿Quieres las randas?
Bei,. Ks cosa
cansada, aunque es de primor;
y entre tantos majaderos
hay uno que me ha quebrado
las manos. ¡Ay, que me han dado,
Flora, dolores tan fieros
que no los puedo sufrir!
Fr,o. Mira que aun no te he traído
la almohadilla.
Bei,. ¿No has oído
que no has de contradecir?
Tráeme una banda al momento
en que descanse la mano,
lyis. Persuadilla será en vano.
TiB. ¿Tan grande imposible intento?
¡Sobrina!
BEI<. ¡Señor!
TiB. A fe
que sales del luto hermosa.
Bei,. a lo menos deseosa
de servirte.
TiB. Bien se ve
que andas de boda.
Ivis. ¡Hola, Flora!,
sillas y dos almohadas.
Fi,o. La banda es ésta.
Bei,. Pesadas
hacen las tocas agora.
Toma allá, que puede darme
más cansancio que provecho.
Fl,0. Sillas hay aquí.
Bei,. Sospecho
que vienes a predicarme.
TiB. Pues ya, si oírme procuras,
toma almohada.
Fi,o. Yo voy
por ella..
TiB. Tu padre soy.
Bei,. No la traigas de verduras;
que ayer, de sentarme en ella,
mal de estómago me dio.
TiB. ¿Lo verde te resfrió?
Bei,. Mátanme las hierbas dalla.
Fi,o. Aquí tienes almohada.
TiB. Siéntate, Tisarda, aquí;
tú, sobrina, junto a mí.
BEI.. ¡Oh cuánto el sentarme enfada
entre borlas de colores!
TiB. La causa esperando estoy.
BEI,. Porque presumo que estoy
sentada en cuatro doctores.
TiB. ¿Cómo va de casamientos?
Bei,. Mal, tío; nadie me agrada.
TiB. ¿Qué es lo que dellos te ofende?
Bei,. Tener mil faltas.
TiB. ¿Qué faltas?
BEI,. Un letrado rae traían
calvo.
TiB. ¿Qné importa la calva?
Bei,. Cuando yo fuera mujer
espiritual y santa,
y para vencer la carne,
gran enemigo del alma,
quisiera una calavera
tener de noche en la cama,
lindamente me venía
un hombre al lado con calva.
Lis. Era muy rico.
Bei,. Ya quise
asir la ocasión; estaba
sin copete por la frente
y volvióme las espaldas.
Lis. ¿Por qué dejas al maestre
de campo?
Bel. ¿No es casi nada
faltar un ojo?
Lis. ¿Qué importa,
pues se le pone de plata?
Bei,. Yo te diré la ocasión.
I,is. Dila.
Bei,. Si este hombre jurara
«como a mis ojos te quiero»,
y le costaba el de plata
dos reales, en otros tantos
mi amor y mi vida estaba.
Fuera deso, no podía
llamarle mis ojos.
Lis. Calla.
Bei,. Pues llamarle yo mi ojo
era ser negra.
TiB. ¡Oh qué gracia!
Lis. ¿Qué dirás del portugués?
Bei,. Que en el pecho y las espaldas .
se ha de poner el cilicio.
lyis. No te entiendo.
BEI,. Aquellas barbas
negras, cerdosas y espesas
era ponerme en la cara,
y aun en la boca, un cilicio
652
LOS MELINDRES DE liELISA
Lis.
Bel.
Lis.
Bei,.
y en la lengua una mordaza.
¿Y aquel caballero rico
de aquel lugar de la Mancha?
Tenía grandes los pie.s.
¿Esa es falta de importancia?
No, madre, que sobra era,
y temí, si se enojaba,
que era sepultarme en losa
cubrirme de una patada.
Vile algo negras las uñas,
y no pre'tendo en mi casa
cenn'calo de uñas negras.
¿Y no las tenía blancas
el caballero francés?
Xo quiero yo ser madama
ni llamar mosiur :ui e.sposo.
Pues dime: ¿en qué hallaste falta
en don I.uis, mozo y galán,
ciiyos pechos esmaltaba
un lagarto de Santiago?
Calla, madre, que me espantas.
¿Xo dicen que las mujeres
a sus maridos abrazan?
Con im lagarto en el pecho,
en mi vida le abrazara.
Sobrina, llámase así
aquella cruz colorada,
que es espada y no lagarto.
Bastaba la semejanza
para matarme de miedo.
¡Jesús!
Mas, ¿qué te desmayas?
Pues, sobrina, si ninguno
te agrada, y la edad se pasa
como la flor, tiempo viene,
a quien le tiene y le aguarda,
en que después se arrepiente.
¿Llaman?
Sí.
Mira (juién llama.
I.L^.
BkL.
Lis.
Bi:l.
rm.
Bel.
TiB.
Lis.
I-LO.
Lls.
.\L<;
TlM.
.\i.«;
Tin.
(Salen un Alglacii. y un escribano )
Siempre entramos sin licencia.
Siempre la tienen las varas.
Ixís términos han pasado;
mira .si quieres, Lisarda,
que saque jjrendas a Ivliso.
¿Con JíJií-o en pleito andas?
Xo liay renuclio de cobrar
los dos mil ducados.
Basta,
que olvida su obligación
y como a mujer le trata.
Lis. Un año habrá que murió
mi marido y que no acaba
de pagarme; y si he callado
es por la amistad pasada
y la que tiene de nuevo
con don Juan, mi hijo.
TiB.
Vayan
y sáqucnlc prendas.
ALG.
Vamos,
que no está lejos su casa.
(Vayanse.)
TiB.
Yo también me quiero ir.
Lis.
Belisa está desmaj-ada.
TiB.
¿Qué tiene?
Bel.
Imaginé,
como le vi con la vara.
que me sacara los ojos.
TiB.
Ojos no, mas prendas sacan.
Flo.
Cuatro novios por lo menos
aguardan.
Lis.
¿Dónde?
Flo.
En la sala.
Lis.
¿Quién son?
Flo.
Fabricio.
Bel.
Ya he visto
a Fabricio.
TiB.
¿En qué te cansa
Fabricio?
Bel.
En barba y cabeza
tiene ciertas moscas blancas.
y cuando ya hay tantas moscas.
es que el verano se acaba.
Flor.
El otro es médico.
BEL.
Lindo;
con médico siempre en casa
pensaré que estoy enferma;
frío me da de cuartanas.
tiemblo; ti, ti, ti, ¡Jesús!
¡Hola!, llevadme a la cama.
Tin.
Si no fuera mi sobrina,
la diera dos bofetadas.
Lis.
No lo oiga, triste de nn'.
Vamos a mi.' a, mvchacha.
y despídan.'^^e c.'-os novios.
'I"in.
¿Dónde irás tan de mañana?
I.is.
A San Jerónimo iré.
Bel.
¡Ay, no, madre!
Lis.
¿Por (jiié causa?
Bel.
Tiene a los pies nn león
que siempre que entro nu- espanta;
y una ve/., madre, no dudes
(|iu- lia (le sallarnu' a la cara.
ACTO PRIMERO
653
Ivi-S. Pues no nos pongan el coche,
que a San Miguel a pie basta.
BeIy. ¿y no es nada el de los pies
junto al peso de las almas?
TiB. No vendré a verte en mi vida.
Fi,o. lyos novios, señora, aguardan.
BEI<. ¡Jesús, y qué alteración!
¡Hola!, dame un vidrio de agua.
(Salen Eliso y Fabio, criados.)
Fabio.
Intenta, por tu vida, el casamiento,
que es rica, bien nacida y muy hermosa.
Kiviso.
Belisa tiene extraño pensamiento
en no agradarse de ninguna cosa;
cada día en la corte hay nuevo cuento
desta dama cansada y enfadosa,
porque son sus melindres postres y antes
alivio de cansados caminantes.
Verdad es que mil cosas le levantan
costumbre de los cuentos, que, en efeto,
van creciendo contados; que adelantan
todos cuantos los cuentan un conecto.
Todos los hombres dice que la espantan;
ni ella le quiere necio ni discreto;
si es alto, porque sobra de lo ju.sto;
si es bajo, porque falta.
Fabio.
¡T/indo gusto!
ElylSO.
Un hombre desechó porque tenía
un lunar en la cara, y por bermejo
a un caballero.
Fabio.
Más razón tenía.
¿Por qué?
Euso.
Fabio.
Por lo que dicen del pellejo.
Fwso.
Mirando un novio muy galán im día,
dijo, viéndole limpio como espejo:
<tMás que dormir con este mentecato
quiero comer, que es bueno para plato.»
Fabio.
En Alcorcón pudiera hacer Belisa
un desposado, que es famoso el barro.
Ewso.
Así le tuvo Eva. Burla y risa
. hace del más galán, del más bizarro.
(Sale, con la espada desnuda, Fklisardo.)
FEtlSARDO.
¿Está aquí Eliso?
Ewso.
¡Oh, Felisardol
Aprisa,
Feusardo.
que a un caballero...
Ewso.
¿Qué dices?
Fewsardo.
Navarro
pienso que he muerto acompañando a Celia,
■que venía del Prado con Aurelia.
Salieron de mañana a pasearse;
salí; siguiólas este caballero:
volvieron, y él detrás y sin quitar.se
de paso a fuente a lo de bravo y fiero.
Llegaron las criadas a enfadarse;
que no lo estaba yo poco primero;
habléle, respondió, vino derecho;
miréle, alzó, me time; j^a está hecho.
Huyeron las mujeres, di la mano
a Celia, y queda...
Ewso.
¿Dónde?
FEIvISARDO.
A ^nlestra puerta.
Euso.
Metedla presto.
Feusardo.
¡Celia, Celia!
Cei^ia.
Hermano.
FEIvISARDO.
Aquí estarás segura y encubierta.
CEI.IA.
¿Pues dónde vas?
FEUSARDO.
Al Carmen.
654
LOS MELINDRES DE lí ELISA
Cella.
lis en vano
quedar aquí sin ti menos que muerta.
Si no hay peligro aquí, ¿por qué te alejas?
Y si aquí aim le hay, ¿por qué me dejas? (i).
Eliso.
Bien dices; cierra, Fabio, nuestra puerta,
cjue a más peligro vais por tantas calles.
Fabio.
Yo voy.
EXlSO.
Aqiü estará Celia encubierta,
y tú, mientras remedio busques o halles.
Celia.
Bien dice, mientras algo se concierta,
que dos mancebos de gallardos talles
que me vieron venir no dirán nada.
Eliso.
No temas, que no harán, si es gente honrada.
( Vuelve Fabio.)
Fabio.
¡Gran desdicha!
Eliso.
¿Qué dices?
Fabio.
Que aun apcna.s
cerraba las dos puertas de la calle,
cuando veo que llega la justicia.
Llamaron, y yo haciendo que no oía,
cerré para decíroslo.
Felisardo.
¿Qué haremos?
Eliso.
Esta casa no tiene parte oculta,
ni menos de salir ventana o puerta.
Fabio.
Señor, bien estarán en mi aposento.
Eliso.
En ca.s() rk- bu-scar hombre jxjr muerte,
no dejarán rincón que no le miren,
y mucho más no habiendo abierto luego.
¡Ay, triste yo!
(i) Ivn los textos: «Y sí a'iuí no le hay.. Hartzcn-
busch emnendó: «V bí aun n<|ui lo hay.i
Celia.
Eliso.
No os aflijáis, señora;
Felisardo.
Intentemos siquiera alguna industria.
Eliso.
Yo tenía en mi casa dos esclavos:
Pedro, que a los caballos asistía,
porque era ya cristiano bautizado,
y Zara, una esclavilla granadina;
los dos podéis fingiros, porque entrambos
están en la heredad. Tú, Felisardo,
ve a la caballeriza, y en la cuerda
que atraviesa de la mía a la otra parte
hallarás el vestido que las fiestas
el esclavo se pone; y tú, señora,
en la cocina el que se pone Zara.
Tú toma el almohaza, tú los platos,
y no seréis de nadie conocidos.
Yo vov.
Felisardo.
Celia.
Y yo a lo mismo.
Fabio.
Ya nos quiebran
la puerta.
Eliso.
Antes me espanto de la flema
con que llaman buscando un delincuente.
Baja y di que yo estaba en mi escritorio
en papeles y cuentas ocupado
y que nadie hasta agora los ha oído;
y detente en hablar lo que pudieres
por (j[ue tengan lugar para vestirse.
Fabio.
Yo voy, y quiera el cielo que suceda
tan felizmente que burlados queden.
Eliso.
Por .su desdicha, conocerlos pueden.
C Va';e Fabio.)
Tirano amor, cuya opinión temática
nos nmestra bien la librería hi.stórica;
FyScura ciencia en lengua nutafóriea
de la esfige de Tebas enigmática.
Dichoso el f|ue se queda en tu grani;'itica
y no llega a tu lógica y retórica;
ACTO PRIMERO
655
pues el que sabe más de tu teórica
menos lo muestra en tu experiencia prática.
Pues igualas amor en tu matrícula
los sabios y los bárbaros salvájicos,
el mar y el fuego, ti hielo y la canícula,
yo seré tJlises a tus cantos mágicos,
pues sólo vemos en tu acción ridicula
principios dulces para fines trágicos.
{Salen Alguacil, Escribano y Fabio.)
Al,G.
Eu.
AI.G.
EW.
Al,G.
Eu.
Al,G.
Eli.
Esc.
Eu.
Esc.
Pudiera vuesa merced
tener estilo debido
a quien es.
No lo he sabido,
y que le tengo creed.
Cuentas de hacienda intrincada
divierten, y yo no soy
portero en mi casa.
Estoy,
por ser de una casa honrada,
dos horas a vuestra puerta
y sale vuestro criado
muy dormido y enfadado.
La bestia agora despierta,
que no sale más temprano
de la cama, y, por mi vida,
que este descuido no impida
el estilo cortesano
digno de quien sois. Decid,
¿qué es lo que mandáis?
Muy bien;
eso diréis que también
es estilo de Madrid.
¿No os acordáis que se os hizo
por Lisarda ejecución?
¡Ah!, sí; tenéis gran razón.
En fin, ¿no le satisfizo
ningún concierto?
Pasó
la oposición, como veis;
ningún término tenéis,
porque todo se cumplió.
Prendas os vengo a sacar.
No tengo qué responder;
Ivisarda lo puede hacer.
Licencia nos podéis dar.
Entrad; que Fabio os dará
mi plata y tapicería,
y si falta, que podría,
satisfacción se os hará
con otras prendas.
Muy bien;
vamos.
(Vanse con Fabio.)
Ei,i. Yo estaba engañado,
basta que siendo el buscado
y el perseguido también,
pensé que era Fehsardo;
mas bien es que estén ansí
por si los conoce aquí,
que mi deuda presto aguardo
remediarla con dinero
que espero en fin deste mes;
tomé el consejo después,
que fuera mejor primero.
Porque si hubiera pedido
a BeUsa por mujer,
pienso que pudiera ser
de sus mehndres marido.
Que toda mi cobardía
nació de su condición.
Entrar quiero, que es razón
a ver esta hacienda mía.
Que tiempo habrá de pedir
a Belisa y de trocar
la deuda en deudo y pagar
con el mismo recibir.
Que es la hacienda poderosa;
pero bien es menester
para sufrir y tener
una mujer melindrosa.
(Vanse y salen I.isarda, Belis.\ y Flora.)
Lis. Este hombre es un pincel,
¿por qué no te ha de agradar?
Bei.. Cuando te quieras casar
elige alguno como él,
que a mí no me satisfizo.
Lis. ¿Por qué?
Bei*. Porque alh contó
una pendencia y mo.stró...
Lis. ¿Qué mostró?
Bei,. I^n puño postizo.
Lis. ¿Eso importa?
Bei*. Hombre que a mí,
señora, me ha de querer,
¿postizo le ha de traer?
Y cuando le traiga ansí,
¿ha de ser tan descuidado
que por hacerse valiente
se le caiga, cuando cuente
las cuchilladas que ha dado
con el puño de la espada
el puño de la camisa?
Lis. Esos melindres, Belisa,
me tienen ya muy cansada.
No sé a quién te has parecido,
6;6
LOS MELINDRES DE BELISA
que )'o no fiii melindrosa.
Bbi«. ¿B1 ser yo limpia y curiosa
p>or melindres has tenido?
I«IS. Pues dinie que no lo fué
no querer al caballero
toledano.
Bbi.. Darte espero
la razón.
Lis. ¿Ya no la sé?
Bel. Tenía grandes los ojos
y algo el mirar espantado;
si así mira enamorado,
¿qué hará después con enojos?
Muy bien despedido va,
que vi la figura en él
del Rey don Pedro el Cruel,
que en Santo Domingo está.
Lis. ¿y el que antayer te ofrecí?
Bel. ¡Ay, Jesús!
Lis. Xo te alborotes.
Bel. ]\ruy caídos los bigotes
sobre la boca le vi.
Imaginé que sería
o perro de agua o salvaje,
o que estaba algún potaje
sorbiendo por celosía.
Bien tiene, si come leche,
con que poderla colar.
Lis.
¿Pues quién te ha de contentar?
Flo.
Un marido en escabeche.
(Salen el Alguacil y el E.scrjbano.)
Esc.
¿H izóse toílo muy bien?
Alg.
Bien .se ha hecho.
Lis.
¿De qué modo?
Alg.
Depositado está todo,
y pídeme que te den
dos prendas vivas a ti
que por fuerza le saqué.
Lis.
¿Prendas vivas?
Alg.
Por mi fe.
que en toda mi vida vi
dos tan gallardos esclavos.
Lis.
llame hecho gran ¡jlacer.
Alg.
Ivl uno e.s una miijc-.
Lis.
¿Mujer
herrada?
Alg.
Xo tiene clavos;
pero puédelos poner
en cualquiera lllx-rtíid.
¡Hola, Pedro y Zara, entrad!
Lis.
Bi/^rros, no liay niá.s que ver.
(Salen Felisaroo, de tsclavo, y Celia.)
Alg. Yo los saqué porque creo
que un gran servicio te hago.
Lis. Daréle carta de pago,
tal gracia en los moros veo,
de los dos rail, y aun a ti
albricias porque los dé.
Alg. Eso es mucho; mas yo sé
que lo hará por ti y por mí,
y que en caso de vendellos
gustará de hacerte gusto.
Jas. Cualquiera precio es muy justo,
aunque muy grande, por ellos.
Alg. Yo tengo qué hacer; el cielo
te guarde.
Lis. Veme después,
que tuya esta casa es.
Alg. Que no tendremos, recelo,
necesidad de vender
prendas.
Lis. Así lo imagino.
Alg. Adiós.
FEL. ¡Qué extraño camino
de desdicha, aunque ha de ser
para más remedio mío;
que en aqueste traje y casa,
mientras esta furia pasa,
estar guardado confío!
Pero ¿cuándo historia alguna
de cuantas ha visto el mundo
dio capítulo segundo
al libro de la fortuna?
¿Hay suceso más gallardo
que un hombre que hoy en Madrid
era niás noble que el Cid
y más libre que Bernardo,
se vea esclavo y sacado
por prenda de ejecución,
no con mayor dilación
que lo que habernos tardado
en vestimos Celia y yo,
sin Morato, sin Jafer,
y sin poder responder
a estos hombres sí ni no?
Yo estoy como loco aquí,
no sé en qué podré parar.
Cel. Si nie pudiera quejar,
cielo contrario, de ti.
por el traje en que me veo,
pues él me diera licencia,
perdiera aquella paciencia
que ya te pido y deseo.
No puedo de mí quejarme.
ACTO PRIMERO
657
pues lo que me ha sucedido
FLO.
¡Ea, Zara, ven conmigo!
engaño y 110 culpa ha sido.
Tú, Pedro, visitarás
Mas, ¿qué podrá resultarnie?
la caballeriza.
¿Qué daño puede venirme?
Fei..
¿Hay más
Todo es servir ocho días.
esclavos?
BEI,.
Bien dices, y tú podrías
F1.0.
No.
hablarle.
I'EI..
No lo digo
IvIS.
Si él está firme.
por no servir.
yo le haré, con el dinero,
Flo.
Un lacayo
que los deje, aunque no quiera. —
del hijo de mi señora
¡Esclavo!
cura de su coche agora
Fei,.
¡Señora!
los caballos y a él un bayo.
Lis.
Espera.
Peí,.
¿Hijo tiene?
Fei,.
¿Qué he de esperar si esto espero?
Fi,o.
Y muy galán.
IvIS.
¿Tu nombre?
Fei,.
¿Anda fuera?
Fei..
Pedro me Hamo.
F1.0.
Está en la cama;
Lis.
¿Cristiano?
ronda de noche una dama
FeIv.
Sí, por la gracia
y no madruga don Juan:
de Dios, aunque por desgracia
Las doce le dan en ella
mía te tengo por amo.
los más días; tú tendrás
Lis.
¿Pésate de estar aquí?
dueño si en su casa estás.
PEIv.
No (porque más me pesara
hermano desta doncella,
si allá en la cárcel pagara
que es ángel en condición,
lo que no te debo a ti) .
y 3-0 te regalaré.
Lis.
¿De dónde eres?
que tu talle obliga, a fe,
Ped.
De Granada,
y buena conversación.
aunque en Madrid he nacido
De todo tengo las llaves.
de esclava, que hubiera sido
¿Bebes vino? ¿Comes, di.
reina, a no ser desdichada.
tocino?
El hijo de Carlos Quinto,
Fel.
Pienso que sí,
don Juan de Austria, cavitivó
porque nací donde sabes,
a mi madre, y nací yo
si no es que se me ha olvidado
del Alpu jarra distinto,
desde anoche que cené.
donde ella fué natural.
Pi<o.
¡Oh qué regalos te haré!
y un caballero español
Cei<.
Si has de ser tan regalado.
limpio y galán como el sol.
alaba, Pedro, a los cielos.
Lis.
jOué lástima! ¿Hay cosa igual?
Peí,.
Oye, Celia.
¿Y tú, esclava?
Cei,.
No hay oír.
Zar.
Yo me llamo
Pei<.
Todo lo podré sufrir.
Zara, y bautizarme quiero:
pero no sufrir tus celos.
soy de Oran, y estarlo espero,
si vuelvo a ver a mi amo,
(Salen
Don JrAN con una ropa, desabrochado, ponién-
antes, señora, de un mes.
dose los botones, y Carrillo, lacayo.)
Bei..
Y aquí también, si tú quieres.
Juan.
¿Ensillaste?
Por cierto, hermosas mujeres
Carr.
Ya lo está;
tiene Oran.
pero es hora de comer.
Lis.
Esta lo es.
Juan.
¿Habrá misa?
Flora, muestra la cocina
Carr.
Misa habrá.
a Zara y lo que ha de hacer.
Juan.
¡Qué cansado vine ayer!
Tú puedes venir a ver
Carr.
Con razón te cansas ya.
cierto novio.
Juan.
En pidiéndome dinero.
Bel.
¡Qué mohína!
luego me desmayo y muero.
(Vanse Ijsarda y Belis.a.)
Carr.
Muchos escriben reniedios
XII
42
658
I.OS MELINDRES DE CELISA
de amor, poniendo por medios
la ausencia, por más ligero.
A quien se sigue el olvido,
otros los libros, la caza,
el pleito, el entretenido
juego, y todos dando traza
de divertir el sentido.
Cuál con las hechicerías
quiere librarse de amor;
cuál con mayores porfías
en otro gusto, señor,
pasa sus niclancoh'as.
Plinio dijo que se echase
un amador, ¡qué molestia!,
adonde se revolcase
una muía, y que una bestia
así a otra bestia imitase.
Mas esto fué por mostrar
que era una bestia quien ania,
no porque puede quitar
de aquella bestia la cama
esta enfermedad de amar.
Mas yo digo que el pedir
es el remedio de amor.
Juan. ¿Dónde has oído decir
eso de Plinio?
Car». Señor,
hanse dado a traducir
tantos hombres que carecen
de ingenio, que ya sabemos
los tontos lo que encarecen
los sabios, y merecemos
los nombres que ellos merecen.
Yo le tengo traducido,
y aun a Horacio y a Lucano.
¿Esos hombres has leído?
Pues si están en castellano,
¿qué dificultad ha sido?
Ya mi alazán latiniza.
Allá están.
Huélgome al fin,
que estos (jue el mundo eterniza
buscan a Horacio en latín
y está ( n la caballeriza.
\Quc un lacayo te ha leído,
divino Horacit»!
Cai<h. ^'o he sido;
mas en verdad que me espanto
(]Ue tú te estimes en tanto
por el latín aprendido.
Poríjue ele cuantos es vista
con la capa y con la espada
tu persona latinista,
Juan.
Cark.
Juan.
Juan.
Carr.
Juan.
Carr.
Juan.
Cark.
Juan.
Carr.
siempre en libros ocupada,
dicen que eres romancista.
Luego el ingenio y la ciencia
son los bonetes y grados
por Sigüenza o por Valencia.
En los vulgos engañados
consiste la diferencia.
¿Espada?; luego idiotismo;
¿Bonete?; luego letrado.
¡Qué gracioso silogismo!
Ya está en el vulgo asentado.
¡Oh qué cansado hispanismo!
Lipsio, con capa y espada,
fama inmortal tiene y goza;
persona fué celebrada
don Iñigo de Mendoza,
que ha dejado a España honrada.
Mil ejemplos te trujera
con que el vulgo me entendiera,
si aquí con el vulgo hablara.
Haste de lavar la cara.
Llama a Flora.
Un poco espera.
(Vase el lacayo.)
Juan.
Ciencia es saber, que con ingenio y arte
alcanza un hombre, no manteo y bonete;
que si toda en los hábitos se mete,
tendrán las muías en la ciencia parte.
César siguió con alta espada a Marte,
sus Comentarios no ha cubierto el Lete;
que quien tiene dos veces treinta y siete,
¿quién le quita que de uno se descarte?
Yo he visto a Cicerón con un sombrero
y a Jenofonte armado; ¡letras santas,
bitn os puede tener un caballero!
¡Oh tú, que por los ojos te adelantas!,
si Apolo tiene pluma y Marte acero,
junta a los dos en experiencias tantas.
{Salen, con un flato y un jarro, Cf.i.i.'v, y Flora con
una toalla.)
Cía.. A(iuí tienes agua y plato.
Fu>. Toalla tienes aquí.
Juan. Flora.
Flo. ¿De qué es el recato?
Juan. Nunca esta criada vi.
¿Vos servís? ¡Oh tiempo ingrato!
]•!.( ). Mejor, señor, lo dirás
cuando se])as que es esclava.
Juan. ¿Ivsclava, Flora? ¿lí.'o más?
Vl.o. Fji casa de F'liso estaba.
¿Nunca la viste?
ACTO PRIMERO
659
Juan. Jamás.
I"'i,o. En prendas que le han sacado
de una deuda la han traído.
J TAN. i^ólo el habernos pagado
con ella disculpa ha sido
del haberle ejecutado.
Bella esclava.
Cki.. Desdichada
diréis mejor hasta agora
que os sirvo.
Juan. ¡Qné bien pagada
deuda! Echad agua, señora.
Fi,o. ¿Tanto la esclava te agrada?
Juan. ¿Has visto alguna en tu vida
más hermosa? Echad más agua;
echad más, si sois servida,
porque se temple la fragua
de vuestro fuego encendida.
¿Hay tales ojos?
Cel. Pudieran
dar agua si aquí faltara.
Jt'AN. ¿Qué manos la merecieran?
Mas si el alma se lavara
más a propósito fueran.
Dame esa toalla, Flora,
aunque no podrá limpiar
lo que deja impreso agora
esclava que puede honrar
la más principal señora.
Id por el cuello.
Cel. Yo iré;
ve, Flora, a dársele.
Fi,o. V05'.
Juan. No vuelvas acá.
Flo. No haré.
Juan. Con gusto de verla estoy;
algo a solas le diré.
Nunca esta esclava le vi
a Eliso; sin duda creo
que él la guardaba de mí,
porque el ajeno deseo
debió de juzgar por sí.
¡Oh cuánto lo habrá sentido!
Si acaso la tiene amor,
desdicha notable ha sido.
(Sale Ceiia con un cuello en un tabaque o salva.)
Cei.. Aquí está el cuello, señor.
Juan. Y aquí, señora, el rendido.
Ese es cuello, ponello
podéis por argolla en mí,
aunque bastaba un cabello;
y este el cuello que os rendí.
Civi.. ¿Burláisos? Poneos el cuello.
(P6n",asele.)
Juan. No fuera hierro el asiento;
pero ya por vos le siento,
Hierros en las trenzas hay.
Cel. Yo pensé que era cambray.
Juan. ¡Qné engañado pensamiento!
CeIv. y si vuestros hierros son
trenzas, con facilidad
podréis romper la prisión .
Juan. Prisión de la voluntad
está en la imaginación.
No acierto a atarme la trenza;
ponédmela vos; llegad;
llegad, no tengáis vergüenza;
atadme la libertad
que a ser tan vuestra comienza.
Llegad, ataréis el cuello.
Cei.. Porque el serviros obliga,
lo haré, pues os sirvo en ello;
pero ¿quién habrá que os diga,
aunque yo acierte a ponello,
si está el cuello bien o mal?
Voy por espejo.
Juan. Eso no,
porque no habrá espejo igual
como ese rostro, en que yo
miro tan limpio cristal.
Retrátenme vuestras bellas
niñas, que bien puedo en ellas
decir que en el sol me vi.
Atad.
Cel. ¿No está bien ansí?
Juan. A \Tiestras claras estrellas
se lo quiero preguntar.
(Sale Felisardo.)
Fel. ¡Bueno es aquesto, por Dios!
Si aquí pudiera cortar,
tanto montara en los dos
cortar como desatar.
Juan. ¿Quién está ahí?
Fei,. Yo, .señor.
Juan. ¿Pues quién eres?
F'el. Un esclavo
que hoy te sirve por favor
de la fortuna, que alabo
por conocer tu valor.
Fui de Eliso, y ya soy tuyo;
mas no soy tuyo ni suj-o,
ni sé a quién he de servir;
tanto, que puedo decir:
«?sclavo soy, pero ¿ciiyo?»
6ÓO
IOS MELINDRES DE BELISA
fUAX.
Fel.
Qel.
Fel.
JUAX.
Fei,.
[UAN.
Fel.
Cel.
Fel.
Cel.
J VAS.
Fel.
Juan.
Fkl
Por prenda vine a tu hacienda
de una ejecución; mas ya
a tanto pasa otra prenda
que conmigo en prenda está,
que puede ser que te prenda.
Mi amo esta esclava amó;
^'i que a tu pedio llegó,
y no es bien que a ti se junte;
pero aimque me lo pregunte
«eso no lo diré yo.»
Buen talle de esclavo tienes,
y leal me has parecido,
pues que tan celoso vienes.
Zara, buen principio ha sido,
bien tu desdicha entretienes.
¿Tú me riñes?
¿Por qué no?
Señor, me mandó que yo
te riñese, y puedo hacello,
pues hago en reñirle aquello
«:jue cuyo soy me mandó.»
No la riñas, por mi vida,
esclavo, que no es culpada;
y en tanto que aquí resida,
aunque es de Eliso comprada,
haz cuenta que fué vendida;
Yo soy su dueño.
¿Y yo cuyo?
Mío también.
Ya soy tuyo;
mas debo temer, señor,
de mi primer poseedor
«'jue no diga que soy suyo »
Zara estuviera más bien
en la cocina que aquí.
Y tú curando también
tus caballos.
(A Celia.) Por ti a mí
en sus pe.selires me ven.
Y a mí por ti entre los platos,
sin que me regale Flora,
¡villano, ejemplo de ingratos!
No haya más, por Dios, agora,
que los ríos .sois dos retratos
de hidalga y noble lealtad .
Servid alegres; creed
que os tengo gran voluntad
y que os he de hacer merced.
Si Zara trata verdad,
yo la tendré en lo í|ue es justo.
A misa vov, que es nmv tarde.
(Vaic JJus J(;a.n.)
Presto mudaste de gusto.
CliL.
Fel.
Cel.
Fel.
Cel.
Fkl.
Ckl.
Fiít,.
¿Sientes, ansí Dios te guarde,
de veras este disgusto?
¿Soy piedra yo? ¿Soy diamante
o soy amante? ¿Soy fiera
o soy hombre? ¿Soy hidalgo
o soy la misma bajeza?
jTú dos mil leguas de un hombre,
cuanto más, ¡quién lo creyera!
la distancia que se pudo
dividir con una trenza?
¿Tú dando lazos y ñudos
al cuello de otra cabeza
que la mía, para hacerlos
en mi garganta de cuerda?
¡Ay, Celia bella,
ni fe en la mar ni en la mujer firmeza!
Tú recién venida aquí
para ser última prueba
de amor, en tan gran desdicha,
que merece fama eterna,
en los brazos...
¿En qué brazos?
Déjame, no me detengas.
¿Pues es bien tratar en burlas
en tiempo de tantas veras?
Vuelve y mira dónde estamos,
pues en nuestra misma tierra
til eres esclavo y yo esclava;
que si de mi honor recelas,
ofensa tuya es locura
y para mi honor la ofensa.
Por ti, Felisardo mío,
soy esclava, tus quimeras
me trajeron a servir;
si sirvo, ¿de qué te quejas?
Salí con otra criada
a dar agua a quien quisiera
dar veneno; es hombre y mozo,
díjome palabras tiernas,
que es la ocasión ligera, [tella.
pólvora el hombre y la mujer cen-
Mandó que trújese el cuello;
truje el cuello, até las trenzas;
hízonie espejo, fui espejo.
¿V eso no quieres que .sienta?
No, porque luego que entraste,
como era vidrio y .se (juiebra,
cesó el espejo.
Mejor
dieras, Celia, por respuesta
que la mujer es esixjo
y que del dueño en ausencia
hace la mi.snia lisonja
ACTO SEGUNDO
66 r
Cici.
Fki.
Cki..
Fei..
Cel.
Fki..
Cel.
Fei-.
Cei..
Fei,.
a cualquier rostro que llega.
Deja esos celos injustos;
deja, por mis ojos, deja
en tanto mal niñerías.
Siento, Celia, que lo sean,
que si tií en las niñas tuyas
retratas prendas ajenas,
niñerías son que pueden
hacer gigantes ofensas.
Mas porque en tales desdichas
no es bien que hablemos en queja.'í,
dime, mi bien: ¿qué he de hacer
en las muchas que nos quedan?
¿Quieres, dime, que esta noche
nos vamos donde no sea
la fortuna poderosa
a hacemos burlas como estas?
¿Quieres que de aquí te saque?
Sabe Dios si lo quisiera;
pero ponemos a Eliso
en notable contingencia.
Que como estamos en nombre
de esclavos, que diga es fuerza
lásarda que él nos esconde
o nos buscarán por ella.
^lejor es que mientras pasa
la furia aquí te entretengas,
que para estar escondido
ninguna casa como esta.
Fuera desto, de mis padres
seré buscada, y apenas
saldré en mi traje a la calle
cuando conocida sea.
Y para im', ¿qué más gloria
que estar adonde merezca
el nombre de esclava tuya?
Bien, señora, me aconsejas.
Allí he visto los criados
que están poniendo la mesa;
vete, Celia, a la cocina,
que podrá ser que nos vean.
Yo pondré en una toalla,
si acaso hurtarle me dejan,
algún regalo que comas;
pero no, que se me acuerda
que Flora lo hará mejor.
Nunca te he visto tan necia.
Quien ama teme.
Quien ama
cree.
¿Qué quieres que crea?
Que te adoro, mi Celia;
que las desdichas crecen las firm¿z?s.
ACTO SEGUNDO
(Salen Bi".i.is.\ _v Flora.)
Fu). ¿En qué tiene de parar
tanta tristeza y disgusto?
Bei,. Ya, Flora, todo mi gusto
se ha convertido en llorar.
Ya mis melindres cesaron,
ya mi arrogancia pasó,
el cielo me castigó
y los hombres se vengaion.
Tenme lástima, que estoy
para matarme.
Flo. Xo diga
tal tu entendimiento.
Bei,. Amiga,
por pasos tan tristes voy
que es imposible vivir;
porque en tanta desventura
es el callar mi locura
determinarme a morir.
¿Qué tardo? ¿En qué me detengo
que no doy fin a mi vida?
Fi.o. ¿Tú de ti misma homicida ?
Bei<. a darme la muerte vengo,
Flora, con tanta ocasión,
que cuando en lo que la fmido
venga a conocer el mundo
dirán que tengo razón.
Yo he de matarme; tú, Flora,
después de muerta podrás
mirar mi pecho y verás
la causa c|ue callo agora.
Porque escrita en un papel,
como el que muere por bando,
la llevaré al pecho cuando
me mate hierro o cordel.
Pensando estoy, triste vida,
\Tiestro fin: si con la espada
quedaré muy desangrada,
mal puesta y descolorida;
si en cordel quedaré fea,
la lengua gruesa y torcida
la boca, que sin herida
no hay muerte que tierna sea.
Con veneno me pondré
negra y hinchada; sangrada
es muerte a Séneca hurtada;
dulcemente moriré:
que será cosa famosa
morir en filosofía,
y de muerte de sangría
quedaré limpia y hermosa.
662
.os MELINDRES DK BELISA
Fto.
Bel.
Flo.
Bel.
Flo.
Bel.
Fijo.
Bel.
Flo.
Bel
¡Ea!, llámame un barbero;
diré que quiero saujiranne,
y después jx)dré qiiitarme
la venda hasta el fin postrero.
Ve, Flora; veme por él.
(Qué dices? ¿Estás en ti?
Matarme tiene.
¡Ay de mil
Si tardas, con un cordel
o alguna encendida brasa,
como Porcia...
Si lealtad,
si amor, si tratar verdad,
si haber nacido en tu casa
pueden merecer saber
la causa de tus enojos,
ellos y mis tristes ojos
te obliguen.
Xo puede ser.
Pues si no, juntemos vidas
y acabemos una muerte.
Si te obligas que uní suerte
nos iguale en dos heridas,
aquí te diré mi mal.
Yo te lo prometo.
Escucha,
verás que la causa es mucha
y a mi desventura igual.
En Madrid nacida,
Flora, como sabes,
por regalo y gusto
de mis ricos padres
me crié en sus brazos
con amores tales
que aun hablaba en niña
pudiendo casarme.
Llovían las ludias,
Indias Orientales,
adonde tenía
mi padre dos males
en su casa y cofre
perlas y diamantes,
plata para gasto-i
y oro para engastes.
Con esto y (|uerernie
gastaban gran parte
en mis nuevas galas,
en mis ricos trajes.
Que don Juan, en fin.
como era estudiante,
no gastaba en libros,
lacayos y pajes
lo que yo en espejos.
pastillas y guantes.
Con estas locuras
fui tan arrogante
que nunca pudieron
casarme mis padres.
Treinta mil ducados
que en parte nu caben
desta gruesa hacienda,
más que no mis partes,
obligan los hombres,
que por muchas nacen,
a venir a verme,
verme y conquistarme.
Yo, con la locura
de hacienda tan grande,
y quizá engañada
de mi ingenio y talle,
he dado en melindres,
en melindres tales
que fui de la corte
fábula notable.
Di en decir un tiempo
que tenía de carne
las manos y rostro,
lo demás de imagen,
que, cual ves, las visten
sólo por el talle,
sin piernas y cuerpos,
con bultos iguales.
Di en no ir a misa
donde hubiese ti ángel
que venciendo pintan
sierpes infernales.
Viendo a San Cristóbal
forma de gigante
me dieron mil veces
de.'^niayos mortales.
J aiuás en la pila,
aunque con los guantes,
tomé agua bendita
temiendo aneganui-.
Nunca salí fuera
que el aire sonase;
y si me cogía
el aire en la calle
daba dos mil grites:
«¡Que me lleva el aire!»
Nunca he visto toros,
de miedo que .'¿alten,
aunque yo tuviese
mil rejas delante.
I, a puente de piedra,
con ser Manzanares
ACTO SEGUNDO
663
río tan pequeño,
no hay orden que pase.
Para entrar en coche
mil reliquias hacen
escolta a mi cuerpo,
cruces y señales.
No comí en mi vida
ciruelas de fraile,
porque dicen muchos
que en el cuerpo nacen .
Caracoles menos,
porque nunca barren
en su aposenlico
sus necesidades.
Jamás consentí
que me tome el sastre
medida a vestido
porque no me abrace.
Nunca el zapatero
lo que calzo sabe;
zapatos de un puxito
y de dos me hace,
y hasta dieci-éis,
por que no se alaben
que saben mis puntos
curiosos galanes.
No quise en mi vida
jugar a los naipes
porque la espadilla
me hiela la sangre.
ISIas, ¿por qué te digo
las cosas que sabes
y que no es posible
que mi lengua baste?
Yo, en efecto, Flora,
con melindres tales,
desechando a tantos
caballeros graves,
ricos, gentilhombres,
nobles, principales,
con hábitos muchos,
muchos con bastantes
cargos en la guerra
y oficios reales,
poniendo mil faltas
a cuantos me salen.
No sé si lo diga
antes que me mate,
por que no me afrenten
desatinos tales.
Pero ya que es fuerza,
¿de qué estoy cobarde?
Un esclavo adoro.
Fto.
Bel.
Flo.
Bel.
Flo.
Bkl.
prenda que a mi madre
trujo un alguacil;
Dios se lo demande.
No es de burlas, Flora;
yo quise guardarme,
diligencias hice;
pero poco valen
es estas prisiones;
el amor, alcalde,
castiga con muerte
resistencias tales.
Ni duermo, ni como,
ni sé qué se traen
estos pensamientos
y dificultades.
Yo, que burla hice
de hombres semejantes,
quiero un esclaviUo;
mas no diga nadie
«desta agua no bebo;»
que los tiempos hacen
humillar soberbias,
subir humildades;
truecan los melindres
en sucesos graves,
enriquecen chicos,
empobrecen grandes.
¡Malhaj-a quien hizo
leyes desiguales,
que lo peque el gusto
y el honor lo pague .
¿Qué podré yo responderte?
Corrido mi gusto vi
de lo que pasa por ti,
que callo por no ofenderte;
pero no puedo negarte
que ha sido extraña locura.
¿Deja de ser la hermosura
hermosura en cualquier parte?
¿Dejará de ser diamante
el que lo nació en la mina
porque esté en la mano indina
o por que lo cubra el guante?
Mas a la cuenta, si a ti
lo que a mí te sucedió,
no quiero culparte yo
para disculparme a mí.
I^ que haré será matarme.
Mejor es buscar remedio.
¿Pues hay sin la muerte medio
con que poder remediarme?
Echarle de casa luego.
Hale cobrado afición
6Ó4
I.OS MELINDRES DE BELISA
Fi,o.
Bel.
Bel.
Vho.
Bel.
Flo.
Bel.
l-i.o.
Bel.
Lis.
Ell
Lis.
Kli.
Lls.
I-Li.
i-LI.
Lis.
y.íi.
mi madre, }' la privación
podrá acrecentar mi fuego.
Pues hazle herrar o azotar,
aféale de manera
que le aborrezca.^.
¿Qué fiera
puede aborrecer y amar?
Piensa en que esa esclava adora,
si desamartelan celos.
No han hecho salsa los cielos
de amor como celos, Flora.
Pues algo has de hacer.
Morir.
Mira el alma.
Esa razón
sola vence la pasión
con que desprecio vivir.
Quiero tomar tu consejo
y hacer este esclavo herrar
como quien quiere quebrar
por no mirarse al espejo.
Tu madre.
Apártate allí.
(Salen Eliso y Lisarda.)
Xo tienes qué replicarme;
los esclavos has de darme,
aunque vienes contra mí.
¿Tras haberme ejecutado
me quitas con tal disgusto
en lo que tengo mi gusto?
Eres caballero honrado
y te obliga el ser mujer.
Yo tengo qué te pedir,
y así te quiero servir
con hacerte este placer;
pero advierte que son tres
Jos esclavos que te doy.
¿Cómo?
Porque yo lo soy,
y el cómo sabrás después.
Si e^ acaso pensamiento
de casarte con BeHsa,
ya su condición te avisa.
Sé que un iinjx>sible intento;
pero tú lo tratarás
con ella a solas.
Sí haré.
Por allí estaba y .se fué.
Habíala en esto no más,
pues salx-s mi naeiniienlo,
porque en aquesta ocasión
saques en la ejecución
las prendas del casamiento.
Lis.
Ya Pedro y Zara son míos;
a hablar a Belisa voy.
(Vase TjSARDA.)
Eli.
Dispuesto a sufrir estoy
sus notables desvarios.
(Sale Felisardo de esclavo.)
Fel.
Eliso del alma mía.
Eli.
Mi querido Felisardo.
¿Cómo va?
Fel.
Tu vista aguardo
como las aves al día
en esta obscura prisión.
Eli.
¿Prisión con Celia?
Fel.
Es verdad;
mas no tengo libertad
de decille una razón.
¿Qué haj^ por allá de la herida?
¿No podré salir de aquí?
¿Murmurase que yo fui?
Eli.
Aún tiene el hidalgo vida.
pero está muy peligroso.
Ko salgas de donde estás.
porque a peligro pondrás
la tuya.
Fel.
Caso espantoso.
Eli.
Este es el mejor sagrado.
Fel.
¿Buscan a Ceha?
Eli.
También.
¿Cómo le va a Celia?
Fel.
Bien,
aunque con algiin cuidado
de una criada que aquí
vSe pierde por regalarme.
Eli.
Celos.
Fel.
Hoy quiso matarme.
Si me ven contigo ansí
daremos qué sospechar.
I'Ll.
¿Sales de casa?
I-^L.
Mxiy poco.
Eli.
Adiós.
(Vasc Huso y sale Lisakda.)
Lis.
Si yo te i)rovoco,
Belisa, a tanto pesar,
no hayas miedo que en mi vida
te trate de casamiento.
Pedro.
I-KI..
Señora.
Lis.
Mi intento.
que voluntad conocida
lio te parezca deseo.
de esclavo haberte comprado.
ACTO SEGUNDO
665
FEIv.
Lis.
Fei..
Hoy te ha dado
¿Comprado me has?
Eh'so y hoy te poseo.
¿No te lo dijo?
Temió
mi sentimiento, que es justo.
Lis.
¿No estás conmigo con gusto?
Fei,.
Muy grande lo tengo yo
de servirte; mas Eliso
es, en fin, dueño primero.
Lis.
Mal pagas lo que te quiero.
Fei,.
De que agradezco te aviso
la merced y el gran favor
que me has hecho.
Lis.
Más me debes
que piensas.
Fei,.
Palabras breves
son las señales de amor.
Lis.
Yo te quiero como a mí.
Fel.
Mil veces beso tus pies.
(Sale Celia.)
Lis.
¿Es esta Zara?
Fei..
Ella es.
Lis.
Zara, ¿qué quieres aqvü?
Cei..
A Pedro vengo a llamar;
don Juan, mi señor, le llama.
Lis.
Id presto.
Cei..
¿También mi ama
te comienza a regalar?
Fee.
¿Otros celos?
Cee.
¿Pues qué quieres.
si tú me das la ocasión?
Lis.
Bueno, ¿aquí conversación?
Fee.
¡Oh, Celia, qué extraña eres!
Cei<.
A Pedro le pregunté
si hoy enseñarme quería
la oración del otro día.
Lis.
¿No la sabes?
Cee.
No la sé.
Lis.
Flora te puede enseñar;
vete, perra, a la cocina.
Cee.
Esta también se le inclina;
mas yo me sabré pagar.
(Vase Celia )
Lis. ¿Qué pensamientos son estos
que de un esclavo me han dado?
Ni es decente mi cuidado
ni ellos parecen honestos.
Agrádame con extremo
su talle, su lengua y cara.
¡Qué liviandad! Amor, para,
tente, que perderme temo.
(Sale Bklisa.)
Bee. Sabiendo que Pedro es tuyo
y que le compraste a Eliso,
vengo a darte cierto aviso.
Lis. Será algún melindre tuyo.
Bee. Dicen me que es fugitivo;
hoy has de mandar herralle.
Lis. ¿Herrar, Belisa, aquel talle?
Bee. ¿Qué importa? ¿No es de un cautivo?
Lis. Tengo lástima a la cara;
no merece hierro en ella.
Bee. ¿Parécete a ti muy bella?
Lis. (Mucho el alma se declara.)
¿Qué me puede parecer
de un esclavo?
Bee. Pues consiente
herrarle.
Lis. Es inconveniente
para volverle a vender;
como quien hace tapices,
con sus armas.
Bee. Perderás
el esclavo.
Lis. ¿Importa más
que herrarle, como tú dices?
Haz melindre, por tu vida,
de herrar vma buena cara.
BeE- Si en no darme gusto para
en cosa que yo te pida.
El aborrecerme a rm'
por querer a tu don Juan,
presto tus ojos dirán
si como don Juan nací.
Ábreme, Flora, esa cama;
ve presto, llama al barbero,
sángreme luego; hoy me muero.
¡Hola!, al físico me llama.
Presto verá si hoy acabo
vida que tengo por ti,
si es mejor perderme a mí
que herrar la cara a un esclavo.
(Vase Belisa.)
Lis. ¿Hay tan extraña mudanza?
Quien de ver dar una voz
llamaba delito atroz,
tanto atrevimiento alcanza
que quiere herrar el más bello
esclavo que el mundo vio;
o la condición trocó
o es interesada en ello.
¿Hay tal locura y crueldad?
666
LOS MELINDRES DE BELISA
Tin.
Lis.
TlB.
I.IS.
TlB.
Ijs.
TiB.
Lis.
TiB.
1-EL.
TiB.
TlH.
I'HI,
Til,
I'EL
(SaU Tiberio.)
Aunque el ver desmayos tales
no son indicios mortales,
mueven, Lisarda, a piedad.
No he visto jamás tan muerta
a Belisa. ¿Qué ha tenido?
Una necedad ha sido
que de su honor desconcierta.
Ha dado en que se ha de herrar
Pedro.
Pues es vuestro esclavo.
¿Aún de comprarle no acabo
y ya tengo de mostrar
tan grande cueldad con él?
Ya sabéis su condición;
pero porque no es razón
hacer acto tan cruel,
fingir podéis que le herráis;
que con un clavo fingido
habéis con los dos cumplido
pues a ninguno agraváis;
que también es co.«^a fuerte
darla tanta pesadumbre
si es de vuestros ojos lumbre.
¿Pues puédense hacer de suerte
que parezcan verdaderos?
Con mucha facilidad.
¡Que a cualquiera liviandad
me ha de hacer Belisa fieros!
Ahora bien, quede a tu cuenta
fingir los hierros.
Sí haré,
porque esta loca no dé
en hacemos una afrenta.
El viene. ¡Oh, Pedro!
(SaU l'ELLSARDO.J
¡Olí, señor!
¿Cómo va en la nueva caf-a?
Bien, gracias a Dios, se pasa;
todos me tienen amor.
De Lisarda yo lo juro;
pero de Belisa, no,
pues te manda herrar, y yo,
jKjr su gusto, 1(» procuro,
aunque me pesa en extremo.
¿Cómo herrarme? ¡Vive Dios!,
que si lo int^-ntáis los dos,
siendo yo leal, que temo
que os quite a entrambos la vida!
Lo mismo manda a la e: clava.
Aí|uí la invención se acal, a; —
Y .> soy, yo soy homicida
del navarro caballero.
Venid, que escondido estoy.
TiB. ¿Qué dices?
Peí,. Que el hombre soy
que con el desnudo acero
di la muerte a aquel hidalgo.
TiB. Loco le vuelve el pesar
de herrarle. No te han de herrar.
Fei<. Esperad, que luego salgo
donde aventure la vida.
TiB. ISIira que por darla gusto
e impedir tanto disgusto
será la letra fingida,
que a los dos quiero pintar
los clavos con una tinta
que luego se quite.
Fel. Pinta
lo que se pueda borrar
y llámame esclavo tuyo.
TiB. Aguárdame, Pedro, aquí.
(Vayase Tiberio, v sale Cklia.)
Cel.
¿Fuese ya Tiberio?
Fel.
Sí.
Cel.
¿Qué hay de Lisarda?
Fei,.
Que huyo,
por tu gusto, de Lisarda.
Cel.
¿Y de Belisa?
Fel.
Una cosa
bien nueva y dificultosa.
Cel.
Dímela de presto.
P^L.
Aguarda.
La desdicha que nos sigue
nos confirma por esclavos.
Cel.
¿Cómo?
Fel.
Que hoy nos ponen clavos.
Cel.
¿Pues qué puede haber que obligue
a tal desatino.
Fel.
Haber
dado en aquesto Belisa.
Ckl.
De quien eres los avisa.
Fel.
Ya no será menester;
porque con clavos fingidos
nos han de herrar a los dos,
y viénenos bien, por Dios,
para no .ser conocidos;
que Eliso me dijo aquí
que nos andan a buscar.
Cel.
Si acertamos en errar.
de veras me hierre a mí
quien i)or ti pusiere clavos
ti, un rostro r|Ue ya los tiene
en el alma de quien viene
la estampa.
ACTO SECUNDO
667
(Salen Don Juan y Carrillo.)
Juan. Que estos clavos
no se lian de apartar jamás.
Carr. Son letra y tilde, son nombre
y fir-ma.
Juan. El es gentilhombre.
Carr. Y aun es discreto.
Juan. ¿Eso más?
Carr. Holgaríaste de liablalle.
Juan. Sí; mas no me puedo holgar
de verle con Zara hablar
si es discreto y de buen talle.
FEly. Pues aquí nadie nos ve,
bien me puedes abrazar.
(A hrá:.anse.)
CEr<. Siempre te has de anticipar
a mis deseos.
Juan. ¿Qué fué?
Carr. Que se abrazaron los dos,
me parece, en castellano.
Juan. ¿Por qué la abrazas, villano?
Cel. ¿Viónos don Juan?
Fei,. Sí, por Dios.
Ju.\N. ¿Tú en casa tan principal,
perro, haces esto?
Fei.. vSeñor,
si piensas que es esto amor,
el tuyo lo piensa mal;
que porque me dijo aquí
que bautizarse quería,
lo que a cristiano debía
hice en abrazarla ansí.
Si bajar pudiera el cielo
sospecho que la abrazara;
pues lo que el cielo intentara
disculpa tiene en el suelo.
Juan. Vete a la caballeriza,
perro.
Fel. Perdona, señor;
¿ser ^í^o cristiano es error?
Carr. Ea palabra atemoriza.
¡Hola, Pedro!
Ped. , ¿Qué me quieres?
Carr. Ser cristiano es gran bondad;
pero es mucha cristiandad
abrazar a las nmjeres.
Vete, y advierte que aquí
las esclavas no se abrazan.
Ped. y si amo y lacayo trazan
gozarlas, ¿úsase?
Carr. Sí.
1<EI.
¿Sí? Pues espérate un poco.
Carr.
Algo ha de hacer este perro.
(Va^i", Fet.isaedo.)
Juan.
Advierte, Zara, que es yerro
volverme a desprecios loco.
Cei,.
¿Puedo, si no soy cristiana,
quererte?
Juan.
Dame tu fe
en teniéndola.
Cei..
vSí haré;
pero no de ser liviana.
Juan.
¿Pues qué es lo que harás por
mí^
Cei<.
vSer tu mujer.
Juan.
Es deshonra
de un caballero.
Cel.
¿Y es honra
raía que me rinda a ti?
Juan.
Eres esclava.
Cei,.
Tú fueras
lo mismo a estar en Argel.
Juan.
En el tuyo esto}'.
Cel.
Si en él,
como dices, estuvieras,
no tuvieras libertad
para quitarme el honor.
Juan.
A mí oblígame el amor.
Cet..
Y a mí mi sangre y lealtad;
que soy allá más honrada
que tvi aquí.
Juan.
Detente, espera.
Cei..
Es el vencerme quimera,
menos que estando casada.
(Vayase Celia.)
Carr.
Cerróse.
Juan.
Pensando estoy
que si esta es noble en su tierra,
en lo que dice no yerra:
allá fué lo que aquí soy.
(Sale í.isarda.)
Carr.
Tu madre.
Lis.
Aun de burlas [es]
cosa que me da pesar
hacer a los dos herrar.
¿Es don Juan?
Juan.
Dame esos pies.
Lis.
¿Hoy qué has hecho?
Juan.
Salí un poco
al Prado.
Lis.
¿Tú estás aquí? (a Curr )
Carr.
Mucho te espantas de mí.
Lis.
¿No quieres que espante un loco?
668
l.OS MELINDRES DE BEEISA
Juan. Deja a Carrillo, señora,
que tengo que hablarte.
I.IS. Di.
Carr. Nunca tan Carrillo fui
en tu.<; manos como agora.
Juan.
Este esclavo que tienes en tu casa
es más galán que esclavo; falta es esta
más que el vino, que amor su furia vence,
y más que el ser ladrón, que el amor roba
las almas, que es robar su hacienda al cielo;
más es que huir, porque éste huir pudiera
y perderse el valor, y amor espera,
esjjera hasta que pierda honor y vida
después de estar la libertad perdida.
V así juzgo que es justo que le vendas,
que para esclavo, en fin, le sobran prendas.
LlSARDA.
Que le venda, don Juan?
Juan.
Que luego al punto
le vendas; }• pues yo te lo aconsejo,
no me preguntes más; \-uélvele a Eliso
y di que st'-lo quieres esta esclava,
si no quieres venderle en otra parte.
LlSARDA.
Ahora bien; si conviene que le venda
o que le vuelva a Eliso, vayan juntos
el esclavo y la esclava, que no quiero
tener esclava tan hermosa y bella,
(jue amor es más que el vino, pues le vence,
y más que el hurto, pues las almas roba,
y más que huir, pues el amor espera
a que se ]/ierda vida, hacienda y honra.
Juan.
I, a esclava no te enoja ni deshonra.
LlSARDA.
l'ucs iii que me deshonra a mi un esclavo?
Juan.
En abrazar la esclava, por lo menos.
LlSARDA.
LlSARDA.
¡Qué buen testigo!
Carrilix).
Yo vi cruzrr los brazos y tocarse
paloteado en las espaldas tanto
(|ue sólo les faltó como flamencos
el decirse al tocar: «frokque, froleque» (i).
Lo que es la paz de Francia fué notable,
como suelen tal vez mansas palomas
envainarse los picos uno en otro
y decirse requiebros en el cuello.
LlSARDA.
Celos deben de ser, don Juan. ¿Xo tienes
mujeres por allá, bellas y libres?
Deja es' a mora, que, en efecto, es mora;
no trates de vencerla, que es delito
que. nos puede costar hacienda y honra;
que el enojo de Pedro, con reñille,
con no dejar que suba ni que pase
de aquestos corredores se castiga.
Vístelo íiJ?
J UAN.
Vo vi que .se abra/aban
Carrillo lo vio.
( Vase.)
JUAN.
; Fuese?
Carrii<i,o.
Con los dos pies y los chapines.
Juan.
¿Este gusto me da mi madre?
Carrujo.
Calla,
que taml)ién eres tú terrible cu esto.
¿Por qué quieres que venda a Pedro, un hombre
tan cuerdo, tan discreto y gentilhombre?
(Salga, herrada en el rostro, Cri.iA.)
Clír,. Apelo dví^'ia crueldad
al supremo Autor del cielo,
pues no ha de haber en el .suelo
ni remedio ni jiicdad.
Juan. ¿Qué es esto? ¿Hay mayor maldad?
|Vive Dios!, que sospechaba
mi madre que a Zara amaba
y qui- en el rostro la herró
por que aborreciese yo
lo que della me agradalia.
¿Es esto verdad?
Cei,. Sí t s.
(i) iVrolyk. vrolyk, aleare o alo^rciiuntc: fórimila de
saludo.» (Nota de Hartz.)
ACTO SEGUNDO
669
Juan. Míralo bieu.
Carr. ¿Q^^é lo dudas?
¿(Jué te turbas y demudas?
Suj'O es el daño que ves;
que tú porque más estés
sosegado de tu amor
antes recibes favor
en afearte la cara,
que por ventura llegara
a más peligro tu honor.
Juan. Déjame mirar, Carrillo,
aquellos dos, cuyas rosas
mancharon las rigurosas
manos; bien puedo decillo,
que corte un fiero cuchillo
o que en Argel ate un moro.
Cielo rosado que adoro,
¿qué cometas negras son
las que con tal sinrazón
eclipsan tus rayos de oro?
Ksas rosas encarnadas
han dado tan negro fruto
que es mirar el sol con luto,
verlas de negro eclipsadas;
pero pues están bañadas
de tinieblas, cese el día
que de su oriente salía,
venga la noche y la muerte
y acábense de una suerte
su luz y la vida mía.
Quien en tan blanco papel
tales letras escribió,
¿no imaginaba que yo
tengo de poner en él
el alma para que del
salga aquel hierro estampado?
Llega, no te dé cuidado,
estampa ese hierro en mí.
Qhl,. ¿Cómo te llegas ansí?
Juan. Amor licencia me ha dado.
Cei<. Pues a mí no la crueldad
de tu madre.
Juan- Ks gran razón;
puesto me has en condición
de hacer una liviandad.
Rosas puras, esperad,
que voy a hacer que esta afrenta
de vuestra hermosura sienta
quien os deslustra y m?rchita,
y será sentencia escrita
de quien vuestra muerte intenta.
Ven Carrillo.
Carr. ¿Dónde vas?
Juan. Casarme tengo con ella,
que si antes era tan bella
ahora herrada lo es más.
Carr. No es crivStiana, no podrás.
Juan. Podré dar pena a Lisarda.
Carr. La afrenta, ¿no te acobarda?
Juan. No hay cobarde en siendo loco.
Carr. Oye, advierte, aguarda un poco.
Juan. Amor con ira no aguarda.
(Celia sola.)
Cri<. Creído lleva don Juan
que estos hierros son de veras,
y son fingidas quimeras
de celos que en ellas dan.
Felisardo es tan galán
que en cualquier traje enamora;
Belisa, Lisarda y Flora
le quieren de una manera...
¿Quién de un melindre creyera
tan grande mudanza agora?
(Sale Felisardo herrado en el rostro.)
¿Estás aquí?
¿No me ves?
¿Cómo te subiste acá?
Amor licencia me da,
sus alas puso a mis pies.
¡Qué bien los hierros te están!
Son en tu nombre, bien mío,
aunque ha hecho un desvarío
por verme herrada don Juan.
¿Cómo?
Pienso que es de suerte
su sentimiento, que ya
a sí mismo se dará,
sino a su madre, la nmerte.
En buen enredo, ¡ay de mí!,
nos ha puesto amor cruel;
pero ya saldremos del;
que no haber peligro aquí
me obliga a sufrir que sea
tu bello rostro afrentado.
Cei,. ¿Por qué, mi bien, si hoy me ha dado
amor su firma y librea?
Ho3^ soy tuya, que lo ven
todos mis cinco sentidos;
alégranse los oídos,
la boca y manos también.
Porque olvidos y destierros
puedan negar tus despojos,
desde su alcázar los ojos
están mirando los hierros.
¿Qué sientes tú de los tuyos?
Fku.
CEU.
Feu.
CEU.
P'EI,.
CEU.
fei,.
6; o
LOS MELINDRES DE BE LISA
Fel. Que me corro que uo sean
como los tuyos desean
siendo estampa de los suyos.
También mis ojos los ven
y mi boca los alaba,
y aun una pendencia brava
liay entre los dos también .
Que de los clavos, por ser
tuyos, están tan preciados
los ojos, que ya de honrados
suyos los quieren hacer.
La boca dice que están
más cerca y que suyos son;
pero en tan dulce quistión
los mismos hierros podrán
poner paz si los juntamos;
dame los brazos e iréme.
Cel. Amor llega, el alma teme.
(Salín Belisa y Flora.)
Bel. ¡a muy buen tiempo llegamos!
¿Xo te han dicho, perro, a ti
que no subas sólo un paso
de la escalera?
Fei.. No paso
sin causa; a pedir .subí .
cosas que son menester,
que aquí me las han de dar.
Bel. ;Y es menester abrazar.'
P'EL. Somos marido y mujer.
Bel. ¿Desde cuándo?
Fta.. Desde el punto
que a los dos nos han herrado;
hierros habemos juntado
porque se ande todo junto.
IlilL. ¿Pues puede un hombre cristiano
casarse con una mora?
1-"i:l. Ya es cristiana, pues agora
está el serlo en \'ucstra mano.
Su bautizo y casamiento
potléis hacer en un din.
BjvL. ¿Quieres tú?
Cel. Yo bien querría;
que mi noble nacimiento
se emplea en Pedro muy bien,
que es por parte de su padre
caballero, y ¡xjr su uiadre,
avnujue mora, lo es tanibién.
HEr.. Ivntrate, infann-, allá dentro;
tú, perro, bájate allá.
Cj<L. ;I'ues e.str) tnojo te da'
Bei. I!ntra, bárbara.
Cel. ^'■'l «nirf.
(y ase Cema
Bel.
fel.
Bel.
Fel.
Bel.
Fel.
Bel.
Fel.
Bel.
Fel.
Bel.
Fel.
F^,o.
Bel.
Flo.
Bel.
Flo.
Bel.
Flo.
Bel.
I 'LO.
hel.
Y tú, ¿qué aguardas aqm'?
Ver si tiemplas el rigcr.
Templarle pudiera amor,
si caber pudiera en ti.
Ven acá, Pedro.
Señora.
¿Sentiste mucho el herrarte?
Por ser el rostro la parte
que más el respeto honora,
que más la vista venera.
Dios sabe si lo he sentido,
y más sabiendo que ha sido
por quien honrarme pudiera.
¿Piensas que soy 5^0?
¿Pues quién?
Don Juan.
De celos será.
¿Kl dolor pasóse ya?
¡Pluguiera a Dios que también
el de la afrenta pasara!
Tente; que te vas perdiendo.
Vame, Flora, suspendiendo
el alma su hermosa cara.
¿Agora hermosa?
Los clavos
son lunares que hermosean
lo que otros rostros afean
de menos bellos esclavos.
¡Que castigasen los cielos
mis melindres desta sixerte!
¡Que un esclavo me dé muerte
y una esclava me dé celos!
¡Ay, Flora, qué mal consejo
me diste, que estando herrado
al bien la puerta he cerrado!
Por eso te lo aconsejo;
que pudiera ser que hicieras
alguna afrenta a tu honor.
Pues algo intenta mi amor
que tiemple eátas an.sias fieras.
¿Cómo tocaré tma mano
deste esclavo?
¡Linda cosa!
¿Rras tú la melindrosa?
Ks todo nu'lindre en vano
cuando llega amor por fuerza.
Haz, IHora, alguna invineión,
no se pierda la ocasión.
¡Brava locura te esfuerza!
F*inge un desmayo y haré
que en 1)razos te lleve allá.
Notable invención .será.
I Jesús! ¡Ay, Jesús!
ACTO SEGUNDO
671
F1.0. ¿Qué fué?
Bel. Picóme nn mosquito un dedo,
y como si fuera un rayo
toda me muero y desmayo.
Vie.1.. ¿Be un mosquito?
Fl,o. ¡lyindo enredo!
¿Qué quieres? ¿Ya no sabías
sus melindres? Ya está muerta.
FeI-. ¿Muerta?
Pl,o. Ten por cosa cierta
que no vuelva en cuatro días.
Tómala en brazos, que yo
no la podré levantar.
Fei.. ¿Yo la tengo de llevar
en brazos?
Fi,0. ¿Pues por qué no?
Fei,. Alto; yo haré lo que mandas.
FXo. Y yo iré a ver si alguien viene.
(Vase Flora.)
Fei.. Notable desmayo tiene.
Ahora bien, quiero ser andas
y llevar aquesta muerta.
(En teniéndol'i en brazos, sale Celia.)
Cel. ¿Adonde vas desta suerte?
Fei,. Esta imagen de la muerte,
de aliento y vida desierta,
llevo a echar sobre su cama,
que Plora me lo mandó,
porque aquí se desmayó
y es, en efeto, mi ama.
Cei,. a lo menos porque ya
debes de quererla bien.
Fei<. Mejor los cielos me den
'vida. ¿No ves cómo está?
Cei.. ¡Ah, Pelisardo cruel!,
Tvi muy celoso de mí,
y yo, ingratísimo, a ti
por todo extremo fiel.
Mas yo sí los he tenido
justamente, porque soy
tan ofendida.
Fel. Yo voy,
Celia, en el traje fingido
cumpliendo mi obligación;
no te ofendo en otra cosa.
Ksta necia melindrosa
dijo en aquesta ocasión
que de picarla un mosquito
estaba para expirar;
mandáronmela llevar.
Cei,. Ni aun tocarla te permito.
P^i,. Pues si está como la ves.
Cei..
Peí..
Cei.
Pel.
Cei,.
Peí..
Cei..
Peí,.
Cei,.
Fei,.
Cei,.
Peí,.
P1.0.
Bei,.
Pl,C).
Bei,.
P1.0.
¿tengo de dejarla aquí?
Para darme gusto, sí;
pero no si el tuyo es.
¿Yo había de verte en los brazos
otra mujer?
Está muerta.
¿Muerta?
¿Pues no es cosa cierta?
Llévala y hazla pedazos
dése corredor.
Bien fuera;
porque tanto me aborrece
cuanto adora y encarece
su madre, que si hoy quisiera
pienso que de su haciende toda (i)
pudiera ser tesorero,
y hacerle un engaño espero.
Mal nuestro bien se acomoda.
¡Ay, Pelisardo! Ya herrados,
¿qué podemos acertar?,
¿Qué fin el tiempo ha de dar
a casos tan desdichados?
¿Agora contemplas eso?
¿No ves que me estoy cansando?
Suéltala y vente callando
a tratar nuestro suceso
a mi aposento, que ya
no preguntarán por ti.
Alto; yo la dejo aquí.
Vamos.
Sin sentido está.
Aunque con pena y con celos,
al fin he dado lugar
a que puedan acabar
tantos melindres los cielos.
Quien cuantos hombres miraba
meUndrosa despreció,
con un esclavo vengó
a quien ofendido estaba;
y sin mirar su bajeza
la quiere tomar la mano.
(Leí úntase Belisa.)
¿Qué estás murmurando en vano
si sabes la fortaleza
de aquel poderoso amor?
¡Jesús, señora! ¿Aquí estás?
Dame la mano y sabrás
la causa.
¡Extraño rigor!
(i) Verso largo, Hartz. lo corrígió «prenso de su ha-
cienda toda*.
6/2
LOS MELINDRES DE BELISA
BEI..
Flo.
Bel.
I-LO.
Bel.
Flo.
Bel.
Fm).
Bei,
Flo
Qué, ¿aun no te llevó de aquí
dejándote yo en sus brazos?
¡Ay, Flora, que aquellos lazos
no se hicieron para mí!
Luego que adentro te fuiste
y yo llegaba a su p>echo,
iba como quien le adora
dando rienda al pensamiento,
ya tocáudole la mano,
ya llegando el rostro al cuello,
como que el mismo desmayo
era destas cosas dueño.
Entró Zara, y de miralle
celosa remora siendo,
detuvo la nave mía
<]ue llevaba en popa el viento.
Yo tem'a entre sus brazos
el cuerpo, pero en el suelo
los pies, y aunque me pesaba
de ver de los dos los celos,
agradecía mi agravio
y por estar en su peclio
rogaba a Dios que durasen
los enojos que me dieron.
¿Quién vio de amor, quién oyó
tal laberinto y enredo,
cómo yo que con fingido
desmayo estuviese oyendo
los mismos celos que daba
a quien la tuvo por cierto
y descubrió a voces claras
los más extraños secretos
que hay en fábula ni historia?
¡Ay, señora! ¿Qué dijeron?
Ella le llamaba a él
Felisardo, que no Pedro,
y él a ella Celia.
¿Cómo?
Celia, que no Zara.
¡Ay, cielosl
En fin, en sus relaciones,
en sus quejas, en sus miedos,
no entendí, si no me engaño,
que no .son esclavos éstos.
Ese es engaño notorio.
¿Engaño, I'^lora?
A no serlo,
¿cómo dejaran herrarse,
cómo sufrieran los hierros?
Aunque el otro día vi
al entrar en su apo.sento
de Pedro un jubón de tela;
pero engañóme dicitiido
que un esclavo que le hurtó
allí le trajo a esconderlo.
Bel. ¿Jubón de tela?
Flo. y muy fina.
Bel. ¿Si es aqueste caballero
y por alguna desdicha
vino a tan triste suceso?
Flo. Si por los hierros no fuera,
no lo dudara.
Bel. ¿Qué haremos?
Flo. Disimular.
Bel. Sí; mas mira
que se han de huir y que quedo
perdida, y más desde agora,
que es Felisardo y no Pedro.
I'^Lo. Para estorbar que se vaya
mal puedo darte consejo.
Bel. Ya yo lo sé.
Flo. ¿Qiál?
Bel. Escucha:
llámame a Carrillo presto.
(Sale Carrillo.)
Flo. El llega por excusarme.
Bel. Amor le trujo a mi ruego,
Carr. ¿a qué ha de llegar la furia
de amor? ¡Qué buenos están
de su obediencia don Juan
y Lisarda de su injuria!
La madre Uora y promete
casarse por castigalle,
y él con la esclava, por dalle
más pena.
Flo. ¿Qué hay, alcahuete?
Carr. ¡Oh secretaria cruel
de la ninfa melindrosa;
la que se alcorza y endiosa,
la que viendo en un papel
un San Jorge dibujado
de la sierpe se espantó!
Flo. Mira fjuc está aqiu'.
Bel. Si yo,
Carrillo, hubiera mostrado
melindre viéndote a ti,
¿qué sierpe más espantosa?
Carr. Perdona, que esto no es co.sa
que arguye malicia en nu',
y i^ruébame en tu servicio
si quieres ver lo que soy.
Bel. Hazme un placer.
Cark Aquí estoy.
Bel. Yo he visto. Carrillo, indicio
(Iv (¡nv J\dru (jiiiiTe huirse;
ACtO PRIMliRC
673
Carr.
Bel.
Carr.
Bei,.
Fi.o.
Bei..
.sin esto, su atrevimiento
llega a entrar al aposento
de Zara, y no es de sufrirse.
Parte a un herrero y harás
nna argolla y un virote.
Pues eso no te alborote,
señora, que ayer no más
este regidor vecino
a un esclavo le quitó;
iré a pedírsele yo.
É -líasele de camino,
con favor de los criados
de casa.
Traeré de enfrente
un lacayo muy valiente
de bigotes engomados,
hombre de más libertad
que un cochero.
(Va se.)
Parte presto,
que yo viviré con esto
en mayor seguridad,
mientras vengo a conocer
si es Pedro o si es Felisardo.
Kl fin del suceso aguardo.
Por fuerza lo ha de tener.
(Salen Lisasda, Dox Juax y Tiberio.)
I^ISAKDA.
¿Libertades a mí? Pues por el siglo
de \n.iestro padre, que veáis muy presto
la venganza que tomo de vosotros.
Tiberio.
Hermana, reportao.e; don Juan es mozo
y, en fin, es \'T:estro hijo.
IrlSARDA.
Xo es mi hijo.
Bei,isa.
¿Qué es aquesto, don Juan?
Juan.
Vuestras quimeras,
que mi madre te pone a ti la culpa.
¿Quién herrara una esclava tan hermosa?
En crueldades pararon tus melindres.
Beusa.
¿Pues qué te importa a ti?
JUAX.
Mucho me importa,
que es mi mujer.
XII
LlSARDA.
¡Oh infame! ¿De tu boca
salen tales afrentas de tu sangre?
Tiberio.
Dícelo con enojo, que no es hombre
don Juan que ha de afrentar nuestro linaje.
Juan.
De veras hablo, tío.
Tiberio.
Calla, loco.
LlSARDA.
Pues alto; si don Juan se determina
a quererse casar con una esclava,
yo me quiero casar con un esclavo.
La mitad de la hacienda es mía.
Tiberio.
¡Bueno!
¿También eres tú loca? ¿Qué te espanta
que don Juan te parezca?
LlSARDA.
No hay cordura
con hijos atrevidos, deslenguados
e inobedientes; hoy haremos cuenta;
no piense que le toca su legítima
tan entera el villano, que en un año
me ha gastado en sus deudas, en sus galas
y en sus placeres deshonestos cinco,
¿cinco?, y aun más de siete mil ducados.
Juan.
Si pensabas casarte y pretendías
desamparamos, sin enredos puedes
casarte con quien ya tendrás trazado,
que yo y mi hermana viviremos juntos
con más honra que estamos en tu casa.
Tiberio.
Salte allá fuera ya, que es desvergüenza.
¿Así tratas las tocas de tu madre?
Juan.
Respeto en vos las canas de mi padre.
(Sale Felisardo.)
Fel. ¿Esto se puede sufrir?
¿Esto es bien hecho?
TiB.
Pel.
¿Qué es esto?
¿No basta el haberme puesto
estos hierros sin huir.
43
674
I.OS MELINDRES DE BELISA
sino que mandáis echarme
argolla y virote a mí?
Yo no lo mandé.
Yo si.
;Pues en qué puedes culparme?
Madre, el esclavo se va;
yo lo sé de Zara.
¡Ali, perro!
¡Hiérrenle! ¿No viene el hierro?
/S.iií-»» Carrillo y cuatro Itacayos.)
A punto el virote está
y la valerosa gente.
Echádsele al fugitivo.
¡Hola. Sancho! Por Dios vivo,
que dicen que es muy valiente.
Herradle y vamos de aqin'.
¡Qué notable confusión!
Xo me parece razón
herrarle.
Pues a mí sí.
(l'íin'ie y queden con Felisardo lo:, I.acayo.s.':
Llegad, perros.
¿I<uego piensas
defenderte?
Sólo siente
mi valor que sois ruin gente,
no las afrentas y ofensas.
(And.m al mojicón y dsenle, y, en fin, en el suelo le ponen
el virote.)
Sois muchos, al fin caí.
Ríndete, perro ^lahoma.
Cielos, ¿qnicii me adora toma
tanta venganza de mí?
¡Ea, perrazo, está quedo!
Remacha bien.
Bien está,
(jue no se le quitará
a dos tirones.
Hoy puedo
decir que llegó mi mal
al extremo que podía.
Ya saVjc que hoy es el día
de ser franco y liberal
Cuélen.se en esa taberna;
llevaré veinte aceitunas,
que no ha de ser en ayuna.s.
Yo serviré de lanterna.
(Vame y <,neda solo I'li.isaudo con il virote />ueslo.J
I'KMSAKIX).
Cnr I amor, ¿tan fieras sinrazones
tras tanta cf)iifu.síón, tras jx-na tanta?
Lis.
Bei,
Fei.
Bnr.
Lis.
Carp .
Lis.
Lac.
Lis.
Fni.
TiP.
Bf.i.
T-Iví..
Carr.
Tei.
l-EL.
Lac. 2.
Peí,.
Lac. 3.'
L.\c. 4'
Carr.
I- El
Lac.
Carr.
Lac. 2.
¿De qué sirve la argolla a la garganta
a quien jamás huyó de tus prisiones?
¿Hierro por premio das a mis pasiones?
Dueño cruel, tu sinrazón espanta,
el castigo a la pena se adelanta
y ciiando sirvo bien hierros me pones.
¡Gentil laurel, amor; buenos despojosl
Y en un sujeto a tus mudanzas firme
hierro, virote, lágrimas y enojos.
Mas pienso que has querido persuadirme
que trayendo los hierros a los ojos
no pueda de la causa arrepentirme.
ACTO TERCERO
(Salen Kli.^o v I.isarda.)
Lis. Reporta, Eliso, el enojo.
Ei.i. ¿En qué guerra le ganaste?
I/isarda, que le trataste
como a bárbaro despojo?
¿Virote a un esclavo honrado
y que apenas tuyo es?
¿Qué le pondrás de aquí un mes?
Lis. Mi hija es loca, y ha dado
en aqueste desatino
temiendo que se ha de ir;
mas til la puedes reñir.
Ei.i. ¡Por Dios, Lisarda, que vino
a lindo dueño el esclavo
del regalo que tenía!
Pues tú sabrás algún día
quién es.
Ijs. Su virtud alabo
y doy la culpa a Belisa.
Ei,i. ¿Es melindre herrar un hombre
que si supieras su nombre,
aunque su talle te avisa,
te movieras a piedad?
Pero ve, por que la riñas.
IvIS. Pondréle entre las dos niñas
de los ojos.
Eij. Regalad
a quien tan bien lo merece;
<\uv algún día...
Lis. ¿Pues quién es?
El,l. Yo .sé que .sabrás después
lo que (jiiicii ama j)a(lece.
ACrO TERCERO
675
Lis.
E1.1.
Lis.
Carr.
El<T.
Carr.
nu.
Carr.
Eu.
Carr.
Eu.
Carr.
Eu.
En gran confn.sión me pones.
Xo hay que pregimtanue más;
presto, Tá.^arda, sabrás
notables transformaciones .
¡Olí, amor, si fuesen verdad
las sospechas que he tenido!
Hoy a este esclavo fingido
declaro mi voluntad.
(l'ase I,is.\RDA y sale Carrillo, lacayo.)
Xo sé quién puede sufrir
una mujer tan cansada.
¿Qué hay. Carrillo?
Poco o nada.
X^ada se puede decir
aquello que sólo es ^'íento;
los melindres vientos son.
X"o lo son a mi pasión,
aunque el viento es elemento
que en fuego suele mudarse,
y dése viento es mi fuego,
Pé.same que estés tan ciego.
Puesto que bastara a helarse
en sus melindres amor,
por ser de su fuego hielo,
yo me abraso y me desvelo.
Si yo no fuera, señor,
por l'iberio tan aprisa,
lindas cosas te contara.
¿Son de Belisa ?
Repara
en que la niña BeUsa,
la que un confite de mana
parte en dos para comelle
y a quien un día vi hacelle,
de sólo ver una rana,
dos sangrías en un hora,
ha dado en unos desmayos
que como al sol por sus rayos
muestran c^ue este esclavo adora.
En estando desmayada
le han de llamar, o morirse,
y esto viene a resumirse
en que la niña alcorzada
toma la mano al esclavo;
que dice que el corazón
siente sosiego en razón
de las uñas.
Mucho alabo
la virtud de Pedro en ser
de Belisa medicina,
si no es que a querer se inclina
lo que no pviede querer.
Carr. ¿Por qué no? ¿No es hombre?
E1.1. Sí,
que, en fin, aunque esclavo, es liom.
[bre-
Carr. Pues si no lo estorba el nombre,
está seguro de mí,
que he visto en él que la adora,
aunque finge estar cansado
de verse siempre ocupado
en curar esta señora.
Mas es hombre y es querido,
ella hermosa y él mancebo;
no picar en tanto cebo
tan de bestia hubiera sido'
que la uña que tocara
le fuera de más provecho.
Mas, ¿no miras lo que ha hecho
esta a quien la fénix rara
urraca le parecía
y el más galán, sayagués?
Ei/i. Castigo del cielo es.
Carr. ¡Qué bien un hombre decía
que no hay elección más fea
que en la mujer melindrosa!
Pero, ¿mandas otra cosa?
Bu. Adiós.
Carr. Adiós.
Ei,i. ¡Qiie se crea
de un hombre honrado y amigo
esta traición! ¿Esto aguardo
en galardón, Felisardo?
¿Tal traición usas conmigo?
¿Es posible que olvidado
de Celia mi dama quieres?
(Sale Don Juan.)
Juan.
¿Que aquí quedaba?
Eij.
¿Tú eres
noble? ¿Tú, amigo? ¿Tú, honrado?
Juan.
Eliso mío.
E1.1.
Don Juan.
Juan.
¿Qué esclava es esta que aquí
trujiste?
E1.1.
¡Bueno!
Juan.
¡Ay de mí!
Eu.
(Todos parece que están
contra mi honor de concierto.)
Dirás que te agrada.
Juan.
Y tanto.
que de que viva me espanto
un hombre después de muerto.
¿Quiére.smela dar a mí?
¿Ouiéresmela a mí vender?
676
LOS MELINDRES DE BELISA
Er.l. (Mi venganza viene a ser
cierta y breve por aquí.)
¿Qiiiéresla bien?
J TAN. En mi vida
me he visto en tan triste estado;
tanto, que tengo pensado,
si de quien soy se me olvida
\'iéndola a mis ruegos fuerte,
hacerla propia mujer
y en acabando de ser
mi mujer darme la muerte.
o irme donde jamás
visto de algiin liombre sea.
Hrj. Va que en servilla te emplea
amor, por quien loco estás,
sólo te puedo advertir
que es mujer tan principal
que no naciste su igual.
Juan. ¿No es turca?
Er.i. Lo que es decir
quién es, has de perdonarme;
basta decirte que aciertas
si el casamiento conciertas.
Ju.^N. ¿Con ella puedo casarme?
Ivr.i. Por no te decir quién es
me voy.
JLAN. Espera.
Er.i. No puedo,
que tengo a la lengua miedo
y yo te hablaré después.
(Vase Eliso.)
J i.KU. No en vano yo te adoraba,
¡oh prenda del alma mía!,
pues el alma me advertía
de aquello que yo ignoraba.
¿Hay tal bien? ¿Hay tal ventura?
(Sale LisARDA.)
I.IS. ¿De qué es la ventura y bien?
J UAN. De que los cielos me den
una esperanza segifta,
de que fui Pigmalión;
pues .se me ha vuelto mujer
la que fué de piedra ayer
para mi lionor y opinión.
Madre, yo estoy ya casado,
no me preguntéis con quiéti,
que yo sé que os está bien,
si Eliso no me ha engañado.
Apercibid, madre mía,
joyas y ca.sa a una nuera,
que si el .sol liijos tuviera,
preciarse della podría.
Lis.
(Sale
Bei,.
Lis.
Cei,.
Bei,.
Lis.
Bel,
Cel.
Bel.
Fi,ü
Cel.
Bel.
Lis.
Bel
Lis.
BivL,
Ya descansaréis, señora,
del cuidado de mi estado;
ya el cielo mujer me ha dado;
no me preguntéis agora
quién, para qué ni por qué,
que el quién es el bien que vi;
el para qué, para mí,
y el por qué, porque la amé.
Y ha de ser desta manera,
el cómo y cuando se acabe:
el cómo, como amor sabe,
y el cuándo, cuando Dios quiera.
(Vase.)
¿Qué enigmas, qué desatinos
son estos? ¿Qué loco error
de los consejos de amor?
Pero todos son caminos
para conocer que son
estos esclavos fingidos;
pensamientos atrevidos,
tomemos resolución .
Este esclavo es caballero,
¿qué aguardo, pues que le adoro?
Belisa, furiosa, y Celia y Flora teniéndola.)
Llamadme ese perro moro
de quien mi remedio espero.
Presto, presto, que me aprieta
fuertemente el corazón.
¿Qué es e.sto?
Aquella pasión
que la oprime y la sujeta
a los desmayos que ves.
Llamad a Pedro, enemigas.
Hija, ¿de qué te fatigas?
¿Qué es esto?
No veis lo que es
esta fuerza del sentir
y este forzoso callar.
A Pedro voy a llamar.
No tú; Flora puede ir.
Pues yo voy.
(¡Que Felisardo
guste de que viva aquí!)
Madre, duélase de mí.
¿Qué tienes?
I<a muerte aguardo.
¿Qué sientes?
TTn no sé qué
(jue me da en el corazón
con mía cierta pasión
que se siente y no se ve.
Tengo en él un arador
ACTO TERCERO
07
Lis.
Bei,
Lis.
Bei.
CEt,
Fei<
Fi,o
Fei<
Lis.
Cei,.
Lis.
Fei.
Lis.
Fki,
Lis,
que me escarba y hace mal
como un granito de sal,
y aun sospecho que es menor.
Tengo el corazón tan niño
que llora de cualquier cosa;
madre mía, madre hermosa,
oiga, mire que la riño
de que no me ha regalado.
Triste, ¿qué te puedo hacer
si el corazón ha de ser
con epítimas curado?
Gasta mi hacienda en jacintos,
en perlas, oro y corales.
¿No ve que son estos males
de lo que piensa distintos?
Hágame, madre, una cuna
donde mezca el corazón,
por que duerma en la pasión
que me aflige y importuna.
Cómpremele un vaquerito
y unos zapatos dorados,
dele confites pintados.
¿Estás loca?
Hable quedito;
que pensará que es el coco.
Será el corazón primero
con zapatos y vaquero,
(¿Hay tal melindre?)
(Salen Flora y Felisardo.)
Estoy loco.
Ten paciencia, que has de ser
médico desta doncella.
¿Téngome de andar tras ella
teniendo tanto qué hacer?
Por mi fe, que estamos buenos.
¿Quién limpiará los caballos?
Solos podemos de jallos.
Yo me esconderé, a lo menos.
Siéntate en aquesta silla,
y tú, Pedro, llega a hablalla.
¿Cómo podré yo curalla?
Tu engaño me maravilla.
¿Qué tengo yo que la curan
con mis uñas? ¿Soy la gran bestia;
¿Esto te causa molestia?
¡Gentil médico os procuran!
A quien cura los caballos
remiten vuestra salud.
Tienes tú grande virtud.
¡Ea!, bien podéis dejallos.
Acude, Flora, a tu hacienda,
que a hablar con Tiberio voy.
(Vansí T4SARDA y Flora y escóndase Celia.)
Cp;!,. Cielos, escondida estoy;
haced que este enredo entienda.
Fei,. ¡Ea!, pues ya estoy aquí,
¿qué he de hacer?
Bei,. Dame esa mano.
Fei,. Bien te entiendo, amor tirano.
Pero, ¿qué quieres de mí?
Adoro a Celia, aborrezco
este melindre y enfado.
Ya la mano os he tomado.
Bei.. Válgame amor, que enmudezco.
Fei,. Corrido estoy que toméis
mano tan áspera y callos
que de almohazar seis caballos
la tienen como la veis.
Bei<. Con ella descanso, Pedro.
Fei,. Pues si os hago bien, señora,
¿cómo este virote agora
por el bien que os hago medro?
¿Por qué me tratáis ansí
si vuestro médico soy?
Bei,. Porque si te vas me voy
hasta la muerte sin ti.
Fei,. ¿a cuál esclavo, sin culpa,
clavos y virote han puesto?
Bei,. ¡Jesús!, apriétame presto
y no me pidas disculpa.
Aquí, aquí, ¡qué gran dolor!
Fei,. ¿Qué tiene vuesa merced?
Bei,. Deseos de hacer merced
a quien ni aim pide favor.
Fei,. ¿Cómo es eso?
Bei,. No sé, a fe.
Pónenseme unas cositas
en los ojos tamañitas,
que apenas el sol las ve;
y éstas se me entran por ellos
y con dulce alteración
pellizcan el corazón.
Fei,. ¡Qué lástima!
Bei.. Tenia dellos.
Fei,. Mayor la tengo de mí,
por vos, con este virote.
Bei,. Pues eso no te alborote,
que yo le traigo por ti.
¿Qué dije? ¡Jesús!, ¿qué es esto?
Loca estaba, necia estoy.
¡Qué desgracia! ¡Mi^ierta soy!
Aprieta esa mano presto.
Fei.. Desmayóse. ¿Hay cosa igual?
Vergüenza debió de ser;
fácil está de entender
la calidad de su mal.
678
IOS mi:li.\dres he t.iíltsa
Cel.
Feí..
Cei..
Fel.
Cel.
Fei,.
Ckt,.
Fkl.
Cía,
l-EI,
liRL.
Ckl,
Pero, triste, ¿yo qué haré?
¿Qué remedio le he de dar?
(Sale Cki.IA.)
Bien lii puede remediar
\'uesa merced.
Yo, ¿por qué?
Porque quien le dio la mauu,
¿qué puede negarle ya?
¡Qué necio tu amor está!
Necio sí, mas no liviano.
¡Ah, Felisardo!, ¿qué es esto?,
pues no creas que he de estar
donde me puedas picar
tan libre y tan descompuesto.
Don Juan me quiere, yo haré
que hoy en sus manes me veas.
Sin culpa matar deseas
quien por la tuya se ve
en tantas persecuciones.
Esta loca melindrosa
anda, mi bien, codiciosa
de que entienda sus razones.
Y es que sin duda ha sabido
o sospecha lo que soy;
forzado con ella estoy,
médico violento he sido.
Aquí me tomó la mino
y este diamante que ves
me puso en ella; no estés
conmigo enojada en vano,
sino (i) como, en fin, despojo.«,
que de su vana locura
rinde el alma a tu hermosurí',
hoy le présenlo a tus ojos.
Toma el diamante, mi bien,
y vete, no vuelva en sí.
;Que yo me vaya de aquí?
, Bueno!; Aunque el mimdo me den.
Toma tu «llamante allá.
¿Pues quieres que yo me vaya?
Sí, que si amor la desmaya,
en ti la piedra hallará,
y en mí el mayor desengaño,
i'ufs voynu-, (jue es ley en mí
tu vohiniad.
(Vasc Felisardo.'
¿Esto oí?
¿Qué aguarda mi loro engaño?
j Fuera digo! |Muerta soy!
;Qué tienes, señora mía?
(i) Hartz. enmendó «que yo.»
Bel. ¡Oh nube de mi alegría
y del sol que viendo estoy!
¡Madre, madre, Flora, gentu
desta casa! ¡Hola, criados!
(Salen I,is.\uda, Flora y Carrillo.,
Lis. ¿Qné es esto, aistes cuidados?
¿Es melindre o accidente?
Bel. No es melindre.
Lis. ¿Pues qué ha sido?
Bel. Agora veréis quién son
esclavos y si es razón
darle el castigo que os pido.
Bien conocéis el diamante
que compré en los cien escudos.
Cakk. Di más, que nos tienes mudos
en suspensión semejante.
Bel. Estando aquí desmayada.
Zara a mi mano llegó
y el diamante me tomó.
Cauk. ¡Oh, perra disimulada!
A ver la mano.
Lis. ¿Tú, Zara,
agora das en ladrona?
Cel. Señora...
Carr. Calla, perrona.
Flo. Ladrona. ¿Quién tal pensara?
Lis. ¿Qué disculpa puedes dar?
Bel. Si a Carrillo no la entregas,
si por su perdón me ruega?,
si no la mandas pringar,
cuéntame por muerta luego.
Ijs. Carrillo.
Cark. Señora.
Lis. A ti
la entrego.
(Vansc I.isarda y Flora.)
Carr.
Déjame a mí.
Cel.
Señora...
Bel.
Ponía en un fuego.
Carr.
Ya vuesa merced está.
como ha visto, en mi poder.
Cel.
Puc-s bien, ¿(|ué quieres hacei ?
Cark.
Ivso agora lo verá.
Desnúdese.
Cel.
¿Estás en ti?
Carr.
Galga, agradezca que plugo
a su dielia que un verdugo
tuvie.se- tan noble en mí.
Y concluya, que ha de haber
azoto y tocino ardiendo.
Cel
,;Tú eres hombre?
ACTO TERCÜUÓ
679
Carr. Así lo entiendo.
Cki,. ¿y sabes que soy nmjer?
Carr. Eso agora lo veremos;
desmirle.
Ckl. Tiempo es de hablar.
i Pe li sardo!
Carr. Eso es cansar
los aires haciendo extremos.
Cei<. ¡Fclisardo, esposo mío!
C.\RR. Su esposo está con Mahoma.
Acabe.
(Sale Don Juan.)
Juan. Aunque vaya a Roma,
veréis si en mi error porfío;
y yo sé muy bien quién es.
CEr,. Don Juan, señor.
Juan. ¿Qué es aquesto?
Carr. Cuando lo sepas verás
que causa y licencia tengo.
El diamante que tu hermana
compró ayer de aquel platero
le hurtó la perra que miras.
Ja de los ojos honestos;
hanme mandado azotalla,
y yo, como ves...
(Saque ia espada.)
Juan. ¡Oh, perro!,
¿A im ángel?
Carr. Tente, señor;
si es ángel, no tengas duelo,
porqite si espíritus son
y están, como ves, sin cuerpo,
mal puedo yo hacerle agravio.
Juan. ¡Villano, matarte tengo!
Carr. ¡Tiberio, Lisarda, Flora,
Behsa!
Cee. Dejadle os ruego,
que era, en efecto, mandado.
Juan. Por vos, señora, le dejo.
¿Hay tal maldad? ¿Hay tal furia?
¿Hay tal envidia? Ojos bellos,
tomad venganza en los míos,
ponedme esta espada al pecho.
Veisla aquí; matad me, dadme
mil muertes, yo las merezco.
Cet.. vSeñor, dejadme pasar,
que tengo a I^isarda miedo.
Dejadme, por Dios, señor;
porque si os hallan en esto
y a mí con vos sin testigos
habrá testimonios nuevos.
Dejadme ir a la cocina,
dejadnie.
Juan. Espera.
Cei,. No puedo.
(Vase Celia.)
Jttan. ¿Hay tal crueldad? Mas, ¿qué mucho
que huyáis de verme, pues llego
a tiempo que un vil lacayo,
obedeciendo al imperio
de una mujer, que es mi medre,
intente tal sacrilegio
a la imagen que criaron
con tal perfección los cielos?
Pues mi mujer ha de .ser;
yo os desengaño; y tan presto,
que os espantéis y tengáis
per imposible el remedio.
(Salen Tiberio y I,isarda.)
Tin. Don Juan, ¿qué es esto que dices?
Juan. Oíd lo que le estoy diciendo,
pues sois los dos a quien hoy
prestar reverencia debo.
Aquí dejastes un hombre
que a no se escapar tan presto
él llevara el justo pago
de su loco atrevimiento,
para que azotase a Zara.
Pero advertid que no quiero
que ponga nadie las manos
en mi mujer.
Tjs. ¿Q^ié es aquesto?
Juan. Que es mi mujer.
TiB. Cuánto mejor
fuera, don Juan, llamar luego
quien al nuncio te llevara.
Juan. No estoy loco, no. Tiberio.
TiB. Pues, ¿puede tales razones
decirlas un hombre cuerdo?
Rapaz, loquillo, ignorante,
estaba por darte...
Juan. Quedo.
TiB. Para sacarte vergüenza,
pues no la tienes en ellos,
con la mano en los carrillos.
Juan. Habíame con más respeto,
que si no fueras mi tío...
(Vase Don Jitan.)
TiB. ;Tú a mí?
Ij.s. Déjale te ruego,
que si él se quiere casar
con una esclava, yo quiero
casarme con un esclavo.
68o
Los MELINDRES DE BELISA
TlB.
Lis.
TiB.
Lis.
Tin.
Ijs.
Tih.
Lis.
TiB.
Lis.
¿Qué dices?
Vengarme tengo;
nii hacienda le quiero dar;
lio}- me casaré con Pedro,
que ya no puedo sufrir
de don Juan atrevimientos
y melindres de Belisa.
Tan necia estás como ellos;
pero quiérete decir
para los dos un remedio
con que templarás su furia
y puedes ponerlos miedo.
¿Cómo?
En la corte, Lisarda,
vive un cierto caballero,
cuyo nombre es Felisardo,
parecido en tanto extremo
a este Pedro esclavo tuyo
que si los juntasen creo
que los que más los conocen
no puediesen conocellos
a tener vestido igual;
y pues los clavos de Pedro
son fingidos y el virote
puede quitarlo y ponerlo,
hazle vestir ricamente
en tu casa, de secreto,
y de que te viene a ver
conmigo, que trato desto,
y fingiendo la escritura
del tratado casamiento
pondrás temor a tus hijos
y rienda al uno en deseos
y al otro en tantos melindrea,
iiien me parece el con=cjo;
])cro jxxlrán conocer
a Pedro.
Pues eso quiero,
porque pensarán también
que con engaño secreto
das a un esclavo tu hacienda.
Sí; pero importa primero
instruir a IVdro en todo.
Voyl»- a haljlar.
Parte, Tib;jrio.
Cielos, sin saber por dónde
a hallar mi renudio vengo;
sospecho que af|ueste e.sclavo
es el mismo caballero.
Jallos Ule casan de burlas
con aqueste fingimiento
y yo d'.- veras me '-aso,
¡x-rque si al alma yo creo,
¿quién duda que es Felisardo
este que parece Pedro?
(l'ansf y salen Belisa y Flora.)
Bki^. Saca imas velas aquí.
Pi,o. Ya las prevengo, señora.
Bei,. Arrastra un bufete, Flora.
Fi,o. ¿Quieres escribir?
Bei,. No y sí;
porque si mis pensamientos
quiero al papel remitir,
¿qué pluma basta a escribir
tan extraños sentimientos?
Ft,o. ¿Cómo fué aquello de Zara
que tanta pena te dio?
Bei.. Fingí desmayarme yo
porque el alma se animara;
y cuando me dio la mano
plísele el diamante en ella,
l-'i.o. ¿A Pedro?
Pki.. Sí, qiie por ella
pudo entenderme el villano.
Mas no me quiso entender,
pues que saliendo celosa
esa esclava rigurosa,
ese demonio o mujer,
que escondida nos miraba
aquel diamante le dio,
imaginando que yo,
Flora, desmayada estaba.
Yo, con los justos enojos
que de su amor recibí,
que ella me le hurtó fingí
por descgraviar mis ojos;
pero no lo quedé bien
del castigo prevenido.
Flo. Don Juan la culpa ha tenido
para que no se le den.
Pero mira que has errado
en pen.sar que Pedro entiende
tu amor, pues que se defiende;
que lo que le has declarado
no ha sido más que por señas
y en amores desiguales
si no eliges medios tales
y le previenes y enseñas,
no vendrá en conocimiento
de tu amor.
Bei.. Si yo supiese,
Flora, que este Pedro fuese
quien tengo en el pensamiento,
pien.so que me atrevería
a decirle en el rigor
ACTO TERCE&O
68l
que estoy de celoso amor.
Fi.O. vSieiiiprc de la luz del día
huye la vergüenza noble;
noche es ya, la obscuridad
para toda libertad
suele dar licencia al doble.
Habíale sin luz, y di:
«Pedro, 5'o soy; yo te quiero».
Bfj,. I.os melindres considero
con que he vivido hasta aquí;
pero si por castigarme
amor esto permitió,
será resistirme j-o
dar armas para matarme.
Mas, ¿sabes lo que has de l.'acer
cuando Pedro venga aquí,
para que yo pueda ansí
esta vergüenza romper?
Fingir que al despabilar
las velas mataste alguna.
Fi,o. Sí; ¿mas la otra?
Bei,. Ninguna
luz con luz ha de quedar,
que la del entendimiento
tengo de cegar también
para que pueda más bien
decille mi pensamiento.
Pero retírate aquí,
que estos los esclavos son.
(Salen Celia y Felisardo.)
Fei,. Esta determinación,
Celia, me provoca ansí.
CHI,. Detente y nüralo bien.
Fei,. Yo me quiero declarar;
que no es razón esperar
a que alguna vez te den
el castigo que hoy querían
y qiie un laca3'o villano
ponga en los ojos la mano
que en luz al sol desafían.
Cei,. Míralo mejor primero.
Fei*. ¿Qi^ié tengo ya que esperar,
si me acaban de contar
que el navarro caballero
hoy salió a misa de herido,
como suelen las de parto?
Y fuera desto, estoy harto
de las penas que he sufrido.
Como mal, dixermo peor,
traigo este virote aquí,
que a no ser esto por \ i
era insufrible rigor.
Ayer, ¡mira qué vergüenza!,
me hicieron ir hasta el río.
Cei,. Mira, Felisardo nn'o,
que la fortuna comienza
por un adverso suceso
y después se siguen mil.
Confieso que el traje es vil
y tus trabajos confieso;
pero considera en mí
no menos pena y dolor.
Fei,. ¿Pues será sufrir mejor?
Cei.. Díceme el alma que sí.
Salte de la sala luego,
que está allí Belisa.
Bei,. Fspera,
Pedro.
Fei<. Tengo qué hacer fuera.
Cei,. Espera,
Fei,. Temblando llego.
BeIy. No te vayas, que después
que no esté mi madre aquí
tengo que hablarte.
CEL. ¡Ay de nü!
Fei,. ¿Qué tienes?
Cei,. ¿Ya no lo ves?
Fei,. Dirás que celos.
Cei,. ¿Soy yo
de piedra?
Fei,. Piensa, mi bien,
que aunque mil mundos me den
diré a todo el mimdo no.
(Saien I,isarda y Tiberio.)
I.is. Esto dicen.
TiB. Es don Juan
mozo, no me maravillo.
Lrs. Pues más me ha dicho Carrillo.
TiB. ¿Cómo?
I,is. De concierto están
él y sus locos amigos
de robar la esclava.
Fi.o. Agora
es imposible, señora,
hablarle, que hay mil testigos.
Bei,. Calla, que bien sabe amor
dar a los extremos medio.
Fl,o. Pues ejecuta el remedio
porque le tenga el dolor.
Bei,. Flora.
Fl,o. Señora.
Bei,. Esas velas
avisa.
Fei,. Al despabilar.
682
Los Mt-l.lNDRtS DE BÉLISA
llama esta loca avisar.
Fi.o. Kl amor todo es cautelas.
Reí,. ¿Matástela?
Fi,o. Por cortnlla
l)aja, la vela mate.
Rnr,. tQiit^. f'sto no sabes?
Pi.o. Xo sé
avisalla y sé matalla;
porque qiüen mata no avisa:
con estotra encenderé.
ÜF.l.. Aguarda y te enseñaré
cómo se avisa.
Flo. ¡Oh, qué risa!
La vela has muerto también.
Lis. ¿Qué es esto?
Tin. A escaras estamos.
Lis. ¿Cómo?
Fi,o. Las velas matamos
por avisarlas más bien.
Lis. Fsta es famosa ocasión
para allegarme a mi esclavo.
Bel. Hoy de declararme acabo;
lioy le digo mi afición.
Fei.. Mientras que velas encienden,
a Celia quiero acercarme.
Ciíi.. Pues na«lie puede estorbarme
de los que mi mal pretenden,
qui?ro acercarm? a mi bien.
(Vayan, peco n poco, Belisa, n su madre; Celia,
Floua, V Fellsardo, a Tiberio.)
Lis. ¡Ah, mi bien!, ¿queréis círme?
Bel. ¿Pues qué quiere amor tan firnu .
sino que le oigáis tombién?
(Felisardo a Tiberio.)
Fel. ¡Ah, mis ojos!, no te enfades
desta loca pretensión,
fin. ¿Dícesme a mí esa razón?
I"EL. Luego, ¿no te persuades?
ii» Yo bien creo que don Juan
hará cualquier desatino.
Fkl. Los <k- Belisa imagino
que mayor pena me dan.
(Celia a Flora.)
Ckl. lín fin, mi vida, ¿(jue das
en ría r me celos?
Fi/). ¿(Juién es?
Cel. ¿Ouién e.s? ¿Luego no lo ves?
I"' LO. Ivn gracioso engaño estás.
Cki,. Xo la hables, por mi vida.
Fl/). ¿A qtiién no tengo de hal)lar?
I (T.isarda a Belisa.)
Bel. X'o me osaba declarar;
mas ya no hay cosa que impida
decirte mi t^ensamiciito.
Lis. Sabe Dios lo que he pí sado,
por haber di.«imulado
I la fu?rza d*^ mi tornr rtn.
(Felisarpo a Tiberio.)
¡ Fel. ¿Ouiéresme dar una mano?
< TiB. ¿La mano yo? ¿Para qué?
I'EL. Xo te enojes, pues no fué
el enojarte en mi mano.
Tin. ¡Hola, velas!, ¿qué es aquesto?
I Tu voz, Lisarda, y razones
I desconozco.
Bel. En que ocasiones,
mi bien, mi vergüenza has puesto.
Dame una mano.
Lis. y las dos.
Fel. Qué, ¿la mano no me das?
Tin. Vela.", ¡liolr!
(Sal¿ Carrillo con tui hacha alumbrando a Don Juan )
Carr.
Juan.
¿Adonde vas?
\'oy como un loco, por Dios.
¿Qué hacéis todos dcste modo?
TiB. Lumbre estamos esperando.
Bel. Con mi madre estaba hablando;
l)asta, que lo he dicho todo.
Lis. A mi hija he declarado
que quiero a mi esclavo bien,
y ella me ha dicho también
que tiene el mismo cuidado.
Fel. Basta, que a Tiberio hablaba
y requiebros le decía.
TiB. Lo que entonces no entendía,
pues ser l^isarda pensaba,
era que Pedro, el esclavo,
me estaba diciendo amores.
Cel. ¡Oh, noche, madre de errores!.
Agora de ver acabo
que dije amores a l'lora.
Lis. ¿A qué vienes, como griego,
a poner a Troya fuego?
JiTAX. Dame mi mujer, señora;
que la tengo de llevar
esta noche donde veas
(jue si casarte deseas,
también me quiero casar;
que está más puesto en razón.
Lis. Ve, Flora, y encierra a Zara.
Juan. ¿líncerrar?
ACTO TERCERO
683
TiB.
Juan.
Lis.
Fei..
Juan.
I'ET,.
0\'e y repara.
¿Quién repara con pasión?
Tú también, Pedro, con Flora,
guarda a Zara.
One me place,
porque esto qne don Juan hace
es cosa injusta, señora.
¿Vos también, perro?
"S'o soy
perro de sola esta huerta,
y mientras guardo la puerta
y por su defensa estoy,
aunque por las tapias sea,
ni entraréis ni cogeréis
la fruta que pretendéis
y ese loco amor desea.
Que tengo sembrada en ella
una tan verde esperanza,
que veréis en mi venganza
lo que pienso hacer por ella.
Si el perro cuando le agravian
no hay dueño de que se acuerde,
vos veréis qué perro os muerde:
porque amor con celos rabia.
(P'lora }' Felisarpo lleveti a Celia.)
Juan.
Dejadme que esta loca desvergüenza
castigue en este bárbaro villano.
Tiberio.
Don Juan, detente y mira, que no es justo
que a la sangre, a las canas y al consejo
pierdas el respeto.
Juan.
Yo no he sido viejo;
tú has sido mozo y sabes que amor puede,
en tierna edad, hacer estas locuras;
3^ yo no sé de tus obligaciones
el estrecho camino en que me pones.
LlSARDA.
No le respondas, déjale, por loco.
Juan.
Dame, madre, mi esposa.
Bei<isa.
Aunque he callado,
no me ha faltado, hermano, el sentimiento,
debido a semejante atrevimiento.
¿Qué esposa te han de dar?
Juan.
Zara es mi esposa.
Bkijsa.
¿Zara? ¿Una esclava?
Juan.
Pues que yo la pido,
yo sé quién es.
Bei.iSA.
Pues si otra cosa sabes
de lo que desta turca saben todos,
procede más discreto, y como noble
harás tu diligencias allá fuera.
Juan.
Si os traigo aquí quien lo que digo os diga,
¿qué me diréis?
Tiberio.
Si alguno, como tenga
crédito, no^ dijese el desengaño
y pareciere justo que te cases
con mujer que en la cara tiene un hierro,
yo mismo quiero dártela esta noche.
Juan.
Parte, Carrillo, y llama a Eliso; aguarda,
vamos los dos, que hasta su padre mismo
he de traer aquí. .
Carrillo.
Señor, ¿qué intentas?
Mira, por Dios, que tu linaje afrentas.
Juan.
Infame, ¿acaso quieres qiie te mate?
Carrillo.
¿Con esta luz no a'cs tu disparate?
Juan.
Amor ts luz.
Carrillo.
Confieso; pero mira
que esta hacha alumbra con aquesta cc 1 a
y se alimenta della y luego mira
que volviendo su llama hacia la tierra,
la misma cera, por quien ésta vive,
es de quien muerte y confusión recibe.
Juan.
Filósofo lacayo: ¡vive el cielo,
que te corte las piernas! Ve delante.
6S4
t-OS MELINDRES DE RELISA
Carrii.u>.
¿Qué luz podrá alumbrar a un ciego amante?
(Vanse Carrillo 3- Joan.)
Tiberio.
Buena ocasión, Li.sarda, me parece,
para hacer tu fingido casamiento.
Lis ARDA.
Parte, y harás que Pedro se transforme
en Felisardo y que a las vistas venga;
que yo haré que mis hijos se sosieguen.
Tiberio.
Yo voy, que conocerle es imposible,
sin clavos, sin virote y en el hábito
bizarro que le tengo prevenido.
(]'ase Tiberio.)
IjSARDA.
Con este engaño engañaré a Tiberio,
que él piensa que a mis lujos doy castigo,
y es que quiero casarme con un hombre
que sólo tiene ya de esclavo el nombre.
¿Sabes dónde fué Tiberio?
Bei,. ¿Fué por la justicia acaso?
Ijs. Pues, ¿no sabes que me caso?
¿Uo has entendido el misterio?
Bei,. ¿Tú te casas?
T.is. Ksta noche
vendrá a vistas, ya le espero.
Bei,. ¿y quién es?
Lis. Un caballero.
Ya va Tiberio en el coche,
para venirse con él.
Bei,. ¿Es martelo que nos das?
I.IS. ¿Martelo? Ya lo verás,
si no le tengo por él.
Dáisme terribles enfados
con vuestros locos antojos;
qucréisme sacar los ojos
después que os tengo criados.
Tenéisme muy acabada:
tú con hacer melindritos,
comiendo yeso y barritos,
siempre opilada y sangrada.
Y aquel necio inobediente,
con pedir galas, cadenas,
y verter a manos llenas
el oro que no se cuente.
Juego, caballos, rameras
y agora querer casarse;
pues todo vino a acabarse;
las burlas se han vuelto veras.
Ya no soy madre mimosa,
ya no lloro ni me acabo,
ainique fuese de un esclavo,
será más honesta cosa.
Quiero, pues que moza soy,
tener quien mire por im';
hacienda tengo.
Bei-. Es ansí,
pero oídme.
Lis. Oyendo estoy.
Bel. IMadre, la mi madre,
quejáisos de nu';
que soy melindrosa:
la verdad decís.
Melindres tenía,
con ellos nací;
pero son en mozas,
flores en abril.
Mas vos, mi señora,
¿qué podéis decir
en las hidalguías
del nieto del Cid?
Y que al seis y el siete
(sean siete mil,)
os ha entrado el as,
aunque lo encubrís.
Trocáis las edades,
y sois lo que fui,
por trocar en galas
la toca y monjil.
vSi al ébano negro
que en la frente os vi,
ponen ya los tiempos
lazos de marfil,
liviandad parece
que os caséis ansí,
y antes de casarme,
pensamiento vil.
Decís que es venganza
¡ay, madre!, advertid
que pues bostezáis,
señal que os dormís.
Las flaquezas vuestras
me cargáis a mí;
tenéis carne y hambre,
buscáis perejil.
La hierba del prado
os hizo gruñir;
relinchasteis, madre:
oyólo el rocín.
Ko pcnigáis achaques
ACTO TERCERO
Ó85
al viernes aquí;
beberéis el agua,
pues coméis ansí.
Queréis compañía,
medrosa vivís;
porque no hay niakla
que esté sin cojín.
Aquellos barritos
que decís de mí,
os han opilado,
queréisos morir.
Garabato sois
que al gato decís
con la boca, «zape»;
con los ojos, «miz».
Parecéis hormiga;
la vejez, en fin,
en alada os vuelve;
daréis que reír.
Parabién os doy,
si ha de ser ansí;
mas miradlo bien
y esto sólo oíd:
Si es viejo y sois vieja,
juntaréis allí
dos sierras heladas:
¡qué triste vivir!
Si es mozo y sois vieja,
madre, presumid,
que seréis maroma,
como el volatín,
que a pies, por momentos,
os ha de medir,
para dar mil \aieltas
al aire sutil.
Con la hacienda \niestra
comerá perdiz,
vestirá de tela
algi'm serafín.
Haránle su Adonis
diosas de Madrid,
que vuelven peón
el mejor arfil.
Esto os digo al alma;
pero vos a mí,
que a quien quiere hacer (1),
¿qué sirve decir?
(Salen Tiberio y Feli.sardo, muy galán, quitado virote
y clavos.)
TiB.
Seguro podéis entrar.
(i) Falta algo en este lugar para el buen sentido.
que a mí me han dado licencia .
Fei,. Ai\n no me atrevo a llegar.
TiB. Pero entrad con advertencia
de que os habéis de llamar
Felisa rdo.
Fei,. (! Extraña cosa!
Mi propio nombre me dice
que me llame.)
I,IS. Aquí es forzosa
la paciencia.
BeIí. E.sto desdice
a tu opinión generosa.
Viéndolo estoy y no creo
que te casas.
TiB. Va ha venido
tu esposo.
BeIí. ¡Cielos!, ¿qué veo?
¿Ño es éste Pedro?
Ffj,. Aunque he sido
guiado de mi deseo,
quiero decir que mi amor
trujo ese raro valor.
TjS. ^lil veces seáis bien venido,
que yo la dichosa he sido
en mereceros, señor.
TiB. Siéntense los desposados.
Bet,. Tiberio.
TiB. ¿Q^ié es lo que quieres?
Bei.. ¿Es verdad que están casados?
TiB. Casados no, no te alteres;
mas pienso que concertados.
Bei.. Pues, ¿éste no es Pedro?
TiB. ¿Quién?
Bei,. Pedro, el esclavo de casa.
TiB. ¿Estás loca?
Bei,. y tú también;
¿cómo con Pedro se casa
mi madre?
TiB. Míralo bien,
que aqueste es un caballero
que se llama Felisardo.
Bet,. Mirarle despacio quiero;
él es, sin duda; ¿qué aguardo?
TiB. Mírale mejor primero;
que Pedro es esclavo herrado
en el rostro.
Bei,. Dices bien;
mucho me has desengañado;
aunque puede ser también
que se los haya quitado.
TiB. ¿Cómo, si en la carne están?
Mira que es eso locura,
y que por tal te tendrán.
686
I.OS MELINDRES DE BELISA
(Salen Flora y Carrillo.)
Fr,o. Así Dios me dé ventura
como es el novio galán.
Cark. Xo lie visto en toda mi vida
cara a la de nuestro esclavo
tan propia y tan parecida.
RkT-. Flora.
Vi,o. Sonora.
Hi;i.. Hoy acabo
esta paciencia ofendida.
¿Kste no es Pedro?
I*l,(>. Señora,
mucho le parece.
Bicr,. Flora,
ve a llamar a Pedro luego.
FU). Verá que éste es Pedro un ciego;
pienso que tu madre adora
la gallardía y valor
deste esclavo, y que te engaña.
Hhi.. ¡Pero!: si te tiene amor
mi madre y tan loca hazaña
cabe en su perdido honor,
no pienses qne has de afrentar
mi sangre: que a mí me toca
matarte. Dadme lugar.
¿Qué es esto?
Una hija loca
que hoy no se pudo encerrar.
¡Hola!, llevadla de aquí.
Yo no soy loca, tú sí,
que con un perro te casas.
¡Qué lá.stima!
Mucha pasas
liaciendo burla de mí.
Fei,.
Lis.
Enr,.
Fel.
liF.I..
(Sale
Cnr..
Tin.
Fi;i..
Lis.
Tin.
Ci:i..
Lis.
Pw:i,.
Cklia, muy bravamente vestida, coi itu escudero
V manió.)
Pienso que a buen tiempo vengo
Esta dama es la madrina.
Guardado este asiento os tengo,
aimquc por prenda divina;
mas el del alma os prevengo.
Aquí, siñora, os sentad.
¿Ksta no es Zara, la esclava?
Pues, ¡perra!...
lisa lí>ca atad.
¿Quién es, señora, txin brava i-
Xo la escuchéis, perdonad;
que de puro melindrosa
le dan estí>s accidentes.
¿ICsta no es Zara? ¿Hay tal cosa?
Pues, Zara, ¿iK)r (|ué consientes,
siendo tú de Pedro es¡x).sa,
Cici,.
Bki..
FEr..
(Salen Don
Jr.vx.
Fei,.
Eij.
Fel.
Alg.
Fel.
Alo.
Eli.
Fel.
Eli.
Fel.
Eli.
Fel.
Eli.
I-EL.
lilíL.
que con mi madre se case?
¿Qué, de melindres. Perdió
el se. so?
¿Que aquesto pase?
X^o sería mujer yo
si dellos no me vengase.
¡Perros!; ¿qué es esto?
Criados,
tened esa loca allá.
¿Mi madre y Pedro casados?
Juan )■ Prudencio, padre de Celia, Eliso
y la justicia.)
La casa de boda está;
entrad, veréis (i) embozados.
Tápate, Celia. ¡Ay de mí!,
tu padre viene por ti.
¿Adonde está Felisardo?
Eliso es éste, ¿qué aguardo?
¿Quién es Felisardo aquí?
Yo soy. ¿Qué es lo que queréis?
¿Es éste?
El mismo.
¿Tú, Eli.so,
traes la justicia?
Y es justo
castigo de un falso amigo.
¿Yo falso?
Pues, ¿no se ve,
si habiendo j-o pretendido
a Belisa por mujer
te casas, como se ha dicho,
y como se ve en el traje?
¿Yo?
Pues, ¿quién sino tú mismo?
Y para más desengaño
de tu traición, ¿no es indicio
haberte dejado en forma
de esclavo herrado y vendido
para que no te prendiesen
por el pasado delito,
y hallarte en traje de novio
tan galán, visto.so y rico?
Si hallaras que eso es verdad,
por el tiro (2) te permito
que la espada que me mate
saques de mis propios tiros.
¿Por qué niegas, Feli.sardo,
lo qu<' lia de .ser como ha sido?
Conmigo estás ya casado,
hoy te has casado conmigo.
(i) l'ii los textos <'scróisi» f|nc 110 hace sentido claro.
(2) Así en los textos. Quizá deba Iceise ♦hecho».
ACTO TERCERO
687
Fei..
Bei,.
EI.I.
Lis.
Cei,.
fel.
Prü.
Juan.
Pru.
Juan.
¿Yo contigo?
¿I/Ucgo no?
Flora y Carrillo lo han visto.
Pues, ¿cómo, villano, niegas
lo que han visto dos testigos?
Esos no dicen verdad,
que Belisa lo ha fingido
de envidia de que es mi esposo;
y así, te la doy, Eliso,
para que tu esposa sea,
porque Felisardo es mío.
(Celia se descubre.)
Quedo, señoras, que yo ,
le tengo por mi marido;
yo soy la propia mujer,
y él lo diga.
.\sí lo digo.
¿Rs Celia?
La misma es.
Pues, don Juan, perdón os pido
de la palabra que os di.
Todo el sentimiento mío
se tiempla viendo burladas
mi madre y hermana; y digo,
pues Kliso es caballero,
que a Belisa le suplico
le dé la mano.
Bel. Eso es justo.
Perdón del desdén le pido,
y a Celia del tratamiento;
que a Felisardo, pues vino
hoy al fin de su deseo
y no sentirá el castigo;
y si prisión ha de haber
quiero servirle y serviros
con mi hacienda.
Ai:,G. Ya, señores,
aquel caballero herido
está bueno; sólo resta
hacer a los dos amigos.
Fei,. Vaya Tiberio y negocie
que venga a sernos padrino.
TiB. El vendrá, y yo lo seré
de Flora y del buen Carrillo.
! Lis. y yo, pues no me he casado,
I dando a servirles principio
doy fin.
I Bel. Si es a mis melindres,
I senado, perdón os pido.
FIN
ERRATAS, ADICIONES Y ENMIENDAS
P.í?. Col. Linea.
Dice.
Léase.
13
17
28
31
33
34
34
36
45
45
46
50 I
55 I
56 I
62
63
Ó4
64
69
62
89
98
99
107
120
128
130
131
135
136
138 I
36
3
40
49
3
29
41
8
29
32
34
47
San.
que en el
I merece
limpiadora
descansar
para tu
tirano amor
blanco donde
gasla
arcos y frentes
hombre gran
el que
por ella
Lis.
que el
mece
limpiadera
descasar
l^ara tal
tirano a amor
blanco a donde
galas
arcos y fuentes
hombre muy
el de
por ellas
peuúlt.
42
27
44
12
48
5
17
45
38
últ.
19
28
50
(Faltan cuatro versos a esta décima.)
hállalo hallallo;
(Los tres versos que faltan dicen en el
manuscrito:
dando a los olmos y mirtos
mi sangre triste escarmiento
y al mundo eterno aviso.)
(Ivl manuscrito dice: «celerifatc»)
(Los cuatro versos que faltan a esta
décima dicen en el manuscrito:
Lucilo. Hoiu-a a tu padre.
Feder. Aunque amor
en mi espíritu sobre,
hijo, el mirarme tan pobre
me aflige y me da temor.)
(Los cuatro versos que faltan a es^a
décima dicen en el manuscrito:
(lue en su nombre el rey de Francia
me hizo merced, y fuera,
cuando ella no me admitiera,
desprecio y loca ignorancia.)
¡Válete... aguarde! ¡Válate... guarde!
éste ése
agitandoz agitanaos
«ad... cum» ad... cum
soy
Luc.
mojer
de desta
envida
recelos?
Clitemestra
primero el bozo,
aqueste
cara cara
cié jo
sois
Ful.
mejor
desta
envía
celos?
Clitenuiestra
primero bozo,
este
cara a cara
cielo
(Falta un verso después de éste, (¡ue
Hartzenbusch suplió con este otro:
Va no esperes de mí sino desdenes.)
suelta rienda suelta la rienda
Pág. Col. Línei.
138 I
144 2
144 2
146 2
148 2
149 2
149 2
151 I
156 I
X57 I
158 I
162 2
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163 2
171 2
1S7 I
190 I
195 2
198 2
igS 2
201 2
206 I
21»
221
233
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249
249
250 I
258 I
261 2
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276 I
278 I
303 I
346 2
363 I
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■ 41
43
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penúlt
7
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¿
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últ.
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17
39
25
15
39
13
penúlt,
en este
tal alto
en esto
tan alto
veisme vesme
como fué como os fué
(Después de éste falta el verso:
Sólo he de decir que fué,)
quiere otra quieres a otra
o que lo que
yo soy
Cristina cristiana
(La impresión suelta, completa este
verso así:
Imagino pensaréis.)
de mí y qué de mi padre y qué
de con
de tu cara
cansáis
que corre
mas cual
de que con
de su cara
casáis
corre.
mas de cual
(Este verso debe escribirse así:
Pues, puedo yo ganar? Tiemblo de oíUo.)
que los tenga que la tenga
Cos. (Sobra.)
con ejecútese con que ejecútese
conde, herrar conde, errar
(Estos versos deberán escribirse asi:
tú lo puedes preguntar,
que parecen dos mujeres.
Chac. ¡Bravas villanas! No esperes.)
Mongibele.
que le
puede ser
de los polos
el Príncipe
parece dentro
Mongibelo.
que la
pues de ser
de los dos polos
al Príncipe
parece de dentro
34
(Así en el original; pero quizá deba
leerse:
el alma da movimiento.)
(Esta anotación debe trasladarse a
después de los doce versos que siguen.)
estem solos dos estemos los dos
perla perlas
donire donaire
casemos cansemos
(Después de éste falta el verso:
los pedazos divididos.)
Reno Remo
Fitón l'itón
a mis mií'
(Después de este verso añádase este
otro:
y así ruego a Dios tanil)ién.)
avisas avisos
Ó90
ERRATAS. ADICIOKES Y ENMIENDAS
l':i¿ Coi. Linea.
374 ■:
387 -
392
394
395
402
416
417
424
436
447
452
496
A'j6 2
497 2
■i'j7 2
497 2
498 I
498 I
500 I
501 I
501 I
501 2
501 2
502 I
502 2
502 2
¿09 2
513 2
tu mano tu iiccho
(Este verso es largo. Pudiera por.er
se asi:
o sus ojos pone cu Laura.)
28
41
7
28
37
penúlt.
I
14
l^ena se
desconocer
venturas.
cuando
nii fe
alma le di
aqusta
satisfacciones
ha querido
falto
\icna no se
de conocer
ventura.
cuanto
mi suerte.
alma di
aciucsta
satisfacción
he (juerido
falso
19
18
28
40
18
últ.
4
21
últ.
1
35
33
26
últ.
24
19
(Después de este ver.so falta el nom-
bre de Androxio, cjue dice los <iue
sigilen.)
digna de digna del
Verle quiero Verle cjuiere
(Falta después de éste el verso
y quedaré deshonrada)
aguarda
viento tan largos
Acalide
Yo soy
tiuedaba
¿si lo engañan
ya los ojos
te hiciera
que hago
no sé más
íuarda
viento largos
Alcaide
Soy
queda
¿si os engañan
ya lejos
te hicieran
ciuc tengo
no hava más
Cornejo, y haremos Cornejo, haremos,
en todo es mi es todo mi
(Después de este verso, póngase este
otro
Conozco tu parentela.)
Va que esta Y aquesta
Pág. Ciit. Linea.
516
577
577
577
578
578
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588
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620
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641
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686
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45
30
28
50
41
5
Liase.
Va no hay, I.ean- Ya no hay T.ean-
[dro, en [dro cu
(I-'ste verso y los dos que sigilen \!i\-
rece ijue debe decirlos ^Mendoza como
fisgando de su amo.)
Mend. CoxnK.
Con. (Sobra.)
son su con su
tengo tenga
me daba ' me da
redondilla quintilla
tado dado
(Este y el verso que sigue, iucompk-
tos en el original.^
penúlt.
8
28
29
17
39 y 43
29
27
8
22
29
12
7
8
penúlt.
44
20
2 y 3
sus oídos
quizá algo
un león
azotas
ente
Mendoza.
Juana.
cama, de campo
balsopeto
Sabes de Sol y I.eo- ¿Sabe
[ñor
de lusitano
los oídos
ijuizás algo
a un león
azota
entre
Mi:ndo,
Juan.
cama de campo
falsopeto
de Sol V
[Leonor:
del lus'tano
que ese
y a él un
Matarme tiene
es estas
«prenso
con mis uñas
¡Pero!
cjue eso
y él a un
:Matarme tengo
en estas
«l^ienso
mis uñas
¡Perro¡
¿Qué de melindres. ¡Qué de melindres!
[Perdió [Perdió
el seso? el seso.
V' \-
'I -■
M^i^
^c--
'■V , •. • . ■ . . J-
[